RESPLANDOR DEL ORO AMANERADO Aleqs Garrigóz
© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS ROJAS, MÉXICO, 2014
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ÍNDICE: Invitación / 4 Limítrofe / 5 Esas manos que me desordenan / 6 Elocuencia / 7 Amor así / 8 Voluntades / 9 A tus labios / 10 Castillos en el aire / 11 Amor no es más / 12 Religión / 13 Quiero ahogarme en tu saliva espesa / 14 17 centímetros / 15 Principio del displacer / 16 Del que vino y se fue sin aviso / 17 La noche del corazón / 18 Nostalgia del ser querido / 19 Nota / 20
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Es ist immer etwas Wahnsinn in der Liebe. Es ist aber immer auch etwas Vernunft im Wahnsinn. Friedrich Nietzsche
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INVITACIÓN Rompe la expectativa y ven a posar desnudo para mí. Haz la fiesta de mis hormonas. Dame oportunidad de brillar entonces como una supernova posada ya para siempre sobre tu techo... Te quiero por lo que no tengo tuyo; e imagino: una lluvia plateada tras muchas cervezas, el pie amordazando mi boca, la bragueta palpitando en mi cara... La orgía con los más bellos de nuestros amigos, el cigarro tras la diaria muerte pequeña. Y, algún día, la cama conyugal sin riñas posibles por las sábanas ni hormigas que suban por migajas... Ven a imitar la lubricidad del perro conmigo. Ven a rodearme. Ven a darme cucharaditas de ti cuando enfermo, a exprimirte en mis caldos. A contar conmigo los cabellos de la noche y recobrar la inocencia en un juego de adultos. Hazme la vida posible. Ven escuchar de mí, al oído, palabras mágicas que te hagan querer tocar estrellas con la mano: mi poesía a la orilla del mundo...
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LIMÍTROFE (Vuelvo a caer en las trampas de tu sonrisa. Vuelvo a ceder al resplandor de tu oro amanerado...) Aún no sé si podré darte algún día mi diminuto tamaño envuelto en el mapa de mi cerebro, mis recortes de esperanza y la puerta aún cerrada de mi recto camino al bien, para que hagas con ello lo que quieras... Tampoco sé si bajo las mismas bóvedas incandescentes de tu altar, sigues proyectando tu sombra sobre mí o si es que para abrigar mis feminoides ocupaciones la he creado a semejanza de mi anhelo. Hay mañanas en que me visto con leve túnica de celofán, imaginando que camino hasta tu puerta y me dejo quedar allí, frente a tu sorpresa, como si fuese una canasta de frutas maduras de la estación o algo mejor que apurarías en el desayuno. No hay nada más cierto entonces que la necrosis de mis ojos que no te ven prender fuego a mis linos, una muñeca llorando espinas. Y el tacón roto. Pero, para enfrentar la irrealidad de éstas y otras insolubles ecuaciones, no basta amarte aún más con lo que es compresible de mi sueño. Basta animarme a decírtelo en voz baja, con precaución y junto a una vela encendida.
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ESAS MANOS QUE ME DESORDENAN No te lo había dicho; pero tus manos me crean teatro privado de ensueño y morbosas proyecciones. Me hacen pensar y pensar. Pensar en el amor. ¿Cuántas manos tuyas medirá mi espalda? ¿Cuántas de tu palmadas bastarán en mis hombros para que así me confirmes tu afinidad? Hay veces que estoy más solo que siempre y te recuerdo y me sorprendo recorriéndome la piel, siempre hacia mi sur. Pero no; no es suficiente esto. Quiero estar tendido en tu cama y que dibujes con tu mano en mi cuerpo geografías imposibles. Y que allí, en sus pantanos lascivos y lechosos, en sus densas humedades, me hunda lentamente. Tus manos no son del todo ordinarias: son plantas carnívoras que aprisionan al insecto azul, la patria de musgo, un equinoccio de laxitudes... Su piel me habla secretamente de una ternura que no muere, cuyos atributos exactos –mango, guanábana– sólo pueden revelarse en el delirio. Ya. Necesito que me toques. Sálvame así de la locura, de esta inquietud aniquilándome en la que sólo es segura una palabra: DESEO. Pero tú... Pero yo... ¿Para qué la distancia? ¿Por qué no, simple y sencillamente, entregarnos a un duelo de caricias frenéticas, a una auscultación más desesperada por esperada, matándonos de placer de una buena vez?
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ELOCUENCIA En un zapato tuyo quisiera vivir, minúsculo y ebrio de amor, como una abeja histérica que sólo sabría decir tu nombre, como un mosquito succionador de tu sangre... En él cruzaría el océano remando tenaz hasta el borde de la desarticulación de mis brazos, hasta la tierra en que encuentre la estatua erguida de tu cuerpo, símbolo de poder y fornicación violenta. ¿Por qué te amo tan bárbaramente que quisiera que fueras un virus para llevarte siempre dentro de mí, manteniéndome enfermo, delirante de fiebres? Llevarte como un cuchillo que se clavara más y más en mi vientre con cada suspiro para recordarme la ley ineludible del amor. Pero ningún poema es suficiente para decirte lo que sólo podría decirte lamiendo tus testículos sudados... No otra manera de ser. O soy de ti ¡o me extermino! ¡Que caiga una lluvia de fuego sobre toda bondad; que un agujero negro engulla todo el universo si nunca te vuelvo a ver...!
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AMOR ASÍ Mi pensamiento ha adquirido las dimensiones del espanto y el castigo: es ya unas tijeras que podan mis mínimas capacidades, ya una silla eléctrica que se activa si vuelvo a pensar en ti. (¿Y el corazón? ¡Una bomba de tiempo...!) Hay días muy últimamente en que me siento a la orilla mí mismo sólo para esperar verte pasar; en los que el aire, por mí enrarecido, apaga las pocas señales que me atrevo a encender buscando tu atención. Hay noches de plomo. Que aplastan... Quiero ir a donde tú vayas, seguirte como un perro babeante, pero cariñoso, que retoce dando vueltas a tus pies, buscando tu mínima caricia. Y porque te amo a sangre fría... Salgo de mí, voy en tu persecución como una alondra queriendo disparar al cazador. Pero no pretendo asesinarte; sólo hacerte un poco de daño, por comprobar que existes.
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VOLUNTADES Si yo fuera un violín en tus manos, no me importaría ser un violín triste, siempre que me tocaras con esa habilidad tuya de arrancar gemidos obscenos. Que no sólo rasgaras mis cuerdas: también carne y voluntad. Quiero vivir siempre dependiente de tu amor, porque eres mi única manera de relación con el mundo. Pero, a pesar de la liviandad con que hablo de tu esmegma, no me des palabras para volar a alturas ilusorias si no podré siquiera, de un paño abandonado junto al retrete, respirar el olor tus genitales. ¿No ves que cuanto más me alejas más te amo? ¿Qué entre más ridículos seamos, pero juntos, es mejor? Ay, me digo poeta para decir sandeces; para comer golosamente, hincado, de tu mano que sabe premiar mis desorganizaciones... Pongan una esponja impregnada de tu sudor en mi boca, un ofrecimiento de licores rosados junto a la cama de clavos donde habremos de yacer. Seré, desde ahora y hasta que alguien me asesine por envidia, tu muñeca sexual de plástico...
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A TUS LABIOS Tus labios son tan finos que, parece, podrían quebrarse al besarme. Como de de niño son, si bien los miro enmarcados en tan tremenda adultez, adiestrada por sí misma en violar con la lengua florecillas púberes, en beber su néctar escurridizo para así emborracharse... Y se me antoja lamer de ellos todo lo que me sea ofrecido: una saliva alcohólica, rastros de cocaína, un terrón de azúcar extraviado como nosotros. Que tus labios me devoren sin que tu atención repare en ello, tan naturalmente, como natural es el asesinato... O mejor aún: que me recorran a besos haciéndome reír más allá de los límites de la locura. De tus labios quiero mamar todo lo que necesitaré antes de morir. Debido a ellos quiero morir. Déjame en tus labios ensayar todo lo anormal que la libido pueda imaginar. Prémiame luego con un escupitajo. Y, si quieres, hazme cachitos para que, asado, tus labios me saboreen. Y luego me desprecien.
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CASTILLOS EN EL AIRE Soy tuyo más allá de la dilatación de los esfínteres y la actitud receptiva de mucosas. Más allá del ritual extravagante con que te invoco y del nombre mío tembloroso. Desciende a mí una noche de centellas de plata y alegres metrallas enloquecidas, para anudar tu vida a la mía y hacer juntos camino por los lúcidos terrenos de la sensualidad desbordada, toda henchimiento y lubricaciones. Dame luego tus besos pegajosos, tu barba de tres días para limar mis mejillas y el árbol de tus venas con todo el poder de llevarnos directo a la combustión, para así completarme. Mi cerebro se expande si imagino mi docilidad huérfana acunada en tu pecho, ese día de nuestro encuentro irradiando desde todas direcciones. Eres una esfera. Y yo soy el observador paciente que sobre la tierra la mira arder e iluminar la noche de este extraño mundo en el que se necesitan dos para lograr el coito.
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AMOR NO ES MÁS Tocas mi pecho, tambor de donde salen notas que te alaban; y danzo y me arqueo como epiléptico porque hemos vencido hasta al Diablo. No más engaños: nosotros somos la única divinidad, fundada en la esperanza del sexo. Sin ti la vida es un desperdicio y los días basura… Como un cántaro que va a nacer, me moldeo en tus manos. Soy tierra dócil a tu arado. Y algo arrastra: tus testículos que pesan en mi conciencia más que todas las filosofías. Nueva superficie revelada. Adentro la raíz oscura bebiendo secretamente aún del Paraíso se complace lo mismo. Y el quehacer entrona ademanes: fábulas del dolor destetado donde los aljibes prodigan las bebidas suntuosas, flagelaciones circenses para retratarnos, cenadurías donde no hay odio, escusados limpios, maniqueísmos a la hora de decidir: sí es no y no es sí, tontería consensual –guerra de almohadas–, grasa untada en la zona propicia; simulaciones de boda, violación y canibalismo. Todo sumado a lo que a media luz nos desmaquilla; la exacta consecuencia de arrojar globos con agua desde la azotea a los mojigatos. El antiguo rumor era cierto: eres el vasallaje elegido... Ámame sin preservativos. Estaré allí el día final.
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RELIGIÓN Eres mi dios de metales afilados y dulces espectáculos al alba, vigoroso caballo que embiste al viento y muerde el verano delicioso para compartirlo conmigo. Encarnación de la saciedad del libertinaje, falo altísimo, señor por quien me humillo; te amo hasta la punta más minúscula de tu cuerpo, hasta el rincón más oscuro... Semental, rey de mi sangre, relámpago de verdad en que me reconozco vivo, dueño al fin de tu látigo y tus admoniciones, del horno en que arde tu sexo a fuego lento. Contigo anudo la distancia y quiebro alfileres de tiempo. Enciérrame adentro de tu cuerpo para vivir el trato duro de tus necesidades. Ténsame como cuerda alrededor tuyo. Clávame a tus muestrarios dispensadores de prodigios. Te llevo como una costra que no puedo removerme sin sangrar. Creo en ti con ojos vendados, hasta el fin de mis tiempos, templo de luz en el camino de la prostitución, fuente de néctares y barnices que gotea adentro de mí y hace nacer rosas donde antes hubo ceniza...
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QUIERO AHOGARME EN TU SALIVA ESPESA Si tu saliva formara un océano sobre el planeta, me gustaría ahogarme en él, y que ese fluido delicioso penetre en mi cuerpo hasta lo indecible, y lo hinche y lo haga flotar a la deriva, levantado y hundido por las olas. Estar revolcándome en esos vaivenes violentos, hasta la desintegración.
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17 CENTIMETROS En el carnaval de la vida, la perfección pendular que liberas de tus trusas: ¡tu pene es para la gula! Y en cada degustación suena mi campanilla anunciando el momento en que endureces más y extravías la mirada como poseso. Así la vacuidad no existe. No existe Dios, porque tú lo has remplazado. Tu pene es la fortaleza donde me escodo; sus venas atrabancan linfas que doblegan al siervo ejemplar, hincado ante la majestad de la carne en su punto: el músculo pulsátil y absorto que colma el galardón de la bebida. Renunciaría al mundo en el segundo preciso en que, como ola que revienta, tu juguete de hombre regresara a su tersura igualmente amada sin poder volver a educar mi sumisión a tu placer del día. Y no pienso en cuántos penes me habré perdido sólo por vivir (ninguno como el tuyo). Por ti toda trayectoria posible se inclina a tu centro, medida que absuelve esta codicia; único bastón de mando. Maravilla de forma y función.
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PRINCIPIO DEL DISPLACER Qué delicia dormir en tu pecho. Qué callada sensación despertar en tus brazos, rosado y tibio por la luz del alba… Desearía pensar que, cuando estoy contigo, nada me lastima. Pero pronto me conmuevo y lloro, porque te amo hasta la tortura: me extraes los dientes sin anestesia, amputas mis gónadas con un abrecartas, pones un bozal en mi hocico para que no pueda quejarme. Saqueas mi cráneo para que no deba dejarte... Como bailarina coja de caja musical, girando en una pequeña órbita oxidada: así estoy siendo por ti... Daños irreversibles me produces. Mírame adherido a este hábitat disfuncional. ¿Acaso estamos así de separados? Todo el amor que a ti disparo en defensa propia, de tu pecho resbala, indiferente a mi celo y mi capricho. Orgulloso plancho tus camisas humedecidas con mis lágrimas, enjuago tus pies con mis lágrimas, sacio todos tus impulsos naturales de hombre: esos que te empujan a penetrar y desgarrar... No te pido nada a cambio; sólo mirarte mirarme de vez en cuando. ¿Cómo puedes después hacerme a un lado tan así, como a cabello caído junto al desagüe? Dime qué sentir.
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DEL QUE VINO Y SE FUE SIN AVISO ¡Qué lejos estás, alma mía! Más lejos que la reconciliación con Dios, y la posibilidad siquiera de levantarme y permanecer de pie, para beber agua sin ahogarme. ¿Cómo olvidarte ahora, cómo olvidar esa angustia de saberte tan cerca de mi puerta y no poder correr a ti en medio de la gente que se espantaba de mi forma tan animal de besarte, de esa codicia con que enredaba mis brazos a tu cuello, de la pistola que no escondías, de tu extranjería y la chispa de nuestros ojos más viva que cualquier infierno? No. No puedo cruzar montañas de separación y arenas alternativamente heladas y quemantes sólo por volver a contar tus cabellos, cerciorarme de tu comodidad y ofrecerme para calmar tu sed. Allí donde las águilas ciernen su rapiña sobre la soledad del desierto, allí mi pensamiento va contigo, viajero que viniste como un torbellino a mi patria y te llevaste mi paz, mi virginidad... Si sabias que te irías sin remedio, ¿por qué te empeñaste en enamorarme así, en sonar tus engaños de serpiente genital en mi oído? ¡Qué lejos estás, alma mía! Pero qué cerca, aquí, bienquisto, en mi mano sobando mis piernas con ardor...
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LA NOCHE DEL CORAZÓN Te has ido, brevedad de la inocencia del amor; y no puedo siquiera buscarte: todo entero me estás vedado. Querer desgarrar, con este pequeño cuchillo de mi voz, el corazón de la tiniebla por traerte, sería como pecar un millón de veces: imposible volver las enigmáticas páginas del libro del destino. No. Nada es suficiente. Ni la herencia legítima de tus zapatos de baile, el espejo donde aprendiste a peinarte, la cama con las sábanas intactas, la silla en que practicabas la correcta postura del caballero, ni lo demás: todo lo que sin ti sobra. Oscuridad total. Se apagó hasta la última estrella; se ha congelado la atmósfera. El cielo está herméticamente cerrado. ¿Cómo vivir, si eras mi única forma de vida, la soldadura de mis huesos, la velocidad de mi sangre, mi única persona para conjugar el verbo amar, el universo detenido sólo para que pudiera jugar con él? ¿Cómo resucitar las golondrinas del verano que han muerto contigo? ¿Cómo pensar en otra cosa que no sea mi propia muerte? ¿Como evitar querer seguir el cortejo de La Muerte, encantadora, ladrona de niños, destructora de hogares? Cuervos aletean en mi ventana queriendo entrar a devorar el cadáver andante que soy. Copa de sombras, voy derramándome amargamente. Y un demonio me hiere, si pretendo olvidarte. Esta soledad. Esta ruina. Este cansancio infinito. Este grito horrendo hendiendo el vacío... No... Ya no quiero hablar...
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NOSTALGIA DEL SER QUERIDO Dejó ya su huella en la arena de la memoria. No pasó inadvertido entre los ojos en que su imagen se posó como un agua limpia. Cuando a veces solíamos llamarlo, temprana o tardíamente había de responder. Una señal o menos y ya todo volvía a ser benigno... Cosas importantes faltan sin él que nos colmaba pero debía –normalmente– esperar. (Repartía a manos llenas su algarabía sin importar que, de manera evidente, fuera por no hacer tediosa la obligación...) Queremos volver a devorar esa pulpa de fruto veraniego traslúcido, tener para nosotros su semilla generosa: el centro de todo después de todo. Porque el deseo es sólo congruente consigo mismo... Basta ahora, para no traicionar la bienandanza, tocar gentilmente la mano que queda, compartir su vivo recuerdo como un pan con su sal, llenos de gozo, porque existió...
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NOTA Y quiero que mi amante ahora seas tú. Que modeles mis afectos; y me guíes a tu cama para darme el beso de las buenas noches, cada noche. Discutir nuestros planes en una mesa la que estemos sólo los dos y donde tú tengas siempre la última palabra, la última cerveza. Mi opinión por tu voluntad deberá ser torneada. Por ti seré todo esponja. Porque eres como un chorro de semen que salpica mi fantasía. Oblígame. Haz que me hinque ante ti.
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