ALEQS GARRIGÓZ
LUCES BLANCAS EN LA NOCHE
© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS, MÉXICO, 2004
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ÍNDICE
AYER / 5 TANTO POR HACER DEL UNIVERSO / 6 LA GITANA Y EL / 7 SUEÑOS / 8 CANCIÓN DEL ESCAPE DEL ÁNGEL CARNICERO / 9 NO ESTA NOCHE / 10 DEL BRILLO EN NUESTROS OJOS / 11 DE LA MISERIA A UNA MUERTE BELLA / 12
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A mi adolescencia
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Antes fue una luz en mi lenguaje nacido a pocos pasos del amor. Alejandra Pizarnik
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AYER Ayer caminamos por parajes de cuentos de hadas e hicimos posible una simbiosis prohibida hasta entonces. Yo lo reconocí todo con una mirada: estaba todo como en el sueño que me hace apretar la almohada. Había otros niños que también lo sabían. Sí, yo ayer conocí la vida. También saludé a mil poetas cantando al cielo y juro que vi a la alegría que en bicicleta me sonreía. Juntos oíamos sus rimas, mientras del suelo comíamos sandías. Nadie rezaba, ni había llantos bajo cobijas. Ni siquiera había en los rosales espinas. Podíamos sembrar tomates, podíamos hacer el vino; y hasta destruirlo todo en un impulso asesino. Era todo a nuestro antojo, era todo nuestro juego. Así que tomaste mi mano… ¡e hicimos llover el fuego!
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TANTO POR HACER DEL UNIVERSO Condúceme a una galaxia desorbitada y enséñame tu pecho sin permitirme sobarlo. Llévame a un torbellino de plasma y húndeme en él de la mano. Juguemos a ser relámpagos. Regálame uno de tus cabellos y tiremos con él de un sol para colapsarlo. Fundamos el hielo de Saturno comiéndonos el cuello sentados en un anillo suyo. Veamos desfilar los cometas, mientras me dices al oído que todo lo que queremos es nuestro, que el amor no reconoce pasado o futuro. Si yo –nebulosa triste– me canso, beberé con ojos cerrados de alguna cascada que brote justo en medio tuyo. Hay cielos pizarrosos, azules constelaciones, planetas de escarcha por explorar. Vamos, toma un caballo de luz que hay tanto por hacer del universo. Coge de entre ellos cual tenga ojos de alba, dientes de luna, el pelaje más terso.
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LA GITANA Y EL MAR Cabello negro que intenta volar atado a un cuerpo perfección de la belleza. Un viento grosero se enreda a ella y la olfatea, ante una luna celosa que mengua. Hacia un mar helado y bárbaro, casta ella desliza su porte intruso, gitano. Entera va pintando un cuadro salvaje, una marca trashumante en el paisaje de la nórdica ribera. Collares de concha, plata y ópalo caen haciendo sonora cascada sobre sus senos de proporción exacta. Y el viento que sobaba su espalda desciende para anidar en sus faldas. Y después de sumergirse… ¡ningún ojo ya la vio! Un mar en brama, excitado, su engañosa cintura de junco, su fino talle engulló.
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SUEÑOS He soñado un clima que no es duro. He soñado el roce, el fruto y que mi corazón de cripta una semilla azul escondía. He soñado tantas noches –que han venido violentas, atadas entre sí por el más fuerte lazo– con asomarme y no palpar estéril mi entorno. Te he visto venir en mis sueños y hablarme de caracolas y plumas. He soñado un mundo que no es frío. Y en ese mundo tú estabas conmigo y sentías lo mismo.
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CANCIÓN DEL ESCAPE DEL ANGEL CARNICERO Tú, el eterno ángel deprimido. Yo, el autómata ordenando tus cuchillos. Tus alas negras de bestia en un amor sordo y sin sentido. Perdidos en el infinito. Bebí de tus lágrimas y te arropé con recelo: te destilabas. Goteaba la noche oscura a través de tus cortadas. Y es que en vuelo cortaste tu pecho, mi ángel bello y perfecto, cayendo cual piedra ceniza en un arcaico destino maltrecho. Y de tus sobras mi calma y con mi calma tu fuerza. Curaste así tus escindas, carnicero inexperto en un planeta distante con un siervo aprendiz y con miedo. Abandonados los dos al desierto. Tomaste tus armas, robaste mi casa; fue todo de prisa, cuando aliviado un mal día, te escapaste volando mientras tu mísero enamorado fatigado dormía. Mi alado del cielo, te fuiste sonriendo.
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NO ESTA NOCHE He cortado mi cuerpo para no aburrir, mientras te esperaba seis siglos, mientras comía seis manzanas rojas con seis gusanos a los que perdoné la vida. He imaginado tantas veces mi muerte en la espera y se han escrito las más hermosas tragedias. Yo seguí en el mismo cruce del ensueño, pues sabía que vendrías como lucero. Y caíste, meteoro septentrional que Dios fue incapaz de crear. Caíste sin saber tu procedencia o destino, tal como lo había leído en los registros. Y no, cometa que cae y se levanta, estrella de los arcanos que viene y va, esta noche no marcharás. No te irás con tu cabellera albina fugaz. No esta noche, la última mía, cuando para heridas ya no hay lugar. Te haré el amor con las arterias; te besaré estela, polvo y venas. Te esperé con ambición insana, acumulando pasiones de centurias para venerarte en devoción. Y aunque escucho ya la guadaña arrastrar, mi noche perfecta no cortará. Será con el alba crecida, quizá. No esta noche. Lucharé hasta el final. Mi cuello será tuyo y no de ella, única luminaria adorable. Esta noche la guadaña no vendrá y tú no te vas a marchar.
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Morir en tu cercanía sería infame derroche. No. No moriré esta noche.
DEL BRILLO EN NUESTROS OJOS Lo he sentido y ha vivido en mis ojos, brillado como los tersos caballos negros a través de su crin azabache. Ha sido mío y lo reconozco hoy noche también en tus ojos, pues mora en su fulgor aceituna, y no hay ninguna otra luz igual. Es brillo como de bólidos fatuos que adornan miradas que lucen distantes de seres cansados y hartos, pero que están tan cerca de sí, de su propia carne aún latiente pues están necesitando morir, sentir cómo se esfuma todo en un suave desliz: es el descenso que clama su fin. Lo conozco. Ha vivido en mis ojos, brillado en el corazón de la penumbra como los cuervos a los astros a través de su hermoso plumaje. Es brillo real de flama que a enfrentarte contigo mismo llama. Confía, amada, no temas, si te envuelve como a mí a todas horas… y te fija a un amor extraño por el filo en las rasuradoras.
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DE LA MISERIA A UNA MUERTE BELLA Durante milenios de tortura y dolor del alma no conocimos más que nuestras lágrimas heladas, lágrimas que iban cegando más y más nuestros ojos. Fuimos la desgracia del mundo. Fuimos tan poco. Y las estrellas nos eran desconocidas. Eran ajenos también el sol, la luz y la seguridad de una vida o una muerte. Flotábamos en la miseria de la infinita tristeza, en el pesar de una existencia incierta. Tú y yo: nuestros cuerpos perfectos a la deriva en la desolación y la desesperanza. Nuestras manos jamás se acercaron. Los ojos mirando siempre al negro pasado. Había espinas cosiendo nuestros labios. Y milenios más transcurrieron en la estrechez de nuestro encierro. Dos entes bellos y puros degradados a la aflicción innecesaria. Dos mitades necesitadas de unión, del mutuo descubrimiento, la sublimación y lo inmortal comido en su fruto. Pero el azar fue devenir radical al arrastrarme a tu plenitud en accidente nunca pensado. Me miré en el cristal limpio de tus ojos de humano y el colapso comenzó… Explotó la chispa inicial de destrucción y orden, la chispa más atroz y peligrosa, la más poderosa entre todas. Me reflejé en tus pupilas y te vi dentro de mí. Si una vez fueron el tormento y las condenas, ahora la humanidad había nacido en nuestras venas. 12
A tiempo idéntico tomamos nuestras manos; te sentí y me oliste con miedo. Truenos y dos latidos unísonos fuertes hambrientos de lo antes siempre negado; y con deseos de vivir, de sentir. Y fue que por vez primera sentimos… Movimientos rítmicos e ideas convulsionaron segundo tras segundo las naturalezas de la razón y la capacidad recién descubiertas. La pasividad no necesitó volverse recuerdo de nuestra historia primaria enferma. Abrimos violentamente nuestro camino a lo imperante ya. Gozamos lo antes prohibido, impacientes cuando quisimos destruimos. La meta era la vida para experimentar la muerte; y en instantes lo fuimos todo: maldad y bondad, la verdad y la nada; fuimos agua y tierra, fuimos aire y fuego. Fuimos el éter. Nos dimos el lujo de privarnos de mirar hacia abajo y no hubo precisión de inventar ancestros. Todo lo negro se volvió luminosidad. Millones de ruidos infernales y candentes en cataclismo genésico y… final. Y nos besamos…. Fundimos nuestra materia en una masa total, violando así las leyes del universo: dos fuimos uno. Y el clímax llegó de repente, brutal, cuando la luz celestial explotó. Nuestras contracciones de intenso placer ahora nos desgarraban y nos mataban. No importó. Una vez la sensibilidad llegó por error. Pero aprovechamos el viaje de dos: 13
salimos de la nulidad y las tinieblas para felices morir con el sol.
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