La promesa de un poeta (2005), de Aleqs Garrigóz

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ALEQS GARRIGÓZ

LA PROMESA DE UN POETA

© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS: ALEJANDRO GARRIGÓS ROJAS. MÉXICO, 2004

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ÍNDICE PROEMIO / 5 DESTINO DEL POETA / 7 SUPONGO QUE EL GIRASOL SABE / 8 LA COPA / 9 EL MUNDO ES LA ESTEPA / 10 EN EL FONDO DE CADA ALMA SIEMPRE EXISTE UNA LLANURA / 11 LA CASA DEL POLVO / 12 IMAGEN CORPORAL 0.001 / 13 LOS INSTANTES MORTUORIOS / 14 CUADRO ROMÁNTICO / 15 BAJO EL SIGNO DE LA ROSA / 16 JARDÍN / 17 UN BOSQUE / 18 DECLARACIÓN DEL CABALLERO DE LOS BOSQUES / 19 URGENCIA DE INVIERNO / 20 A MILLARES DE KILÓMETROS / 21 RENACIMIENTO / 22 POLARIDAD / 24 LOCUACIDAD DE REVINIENTE / 26 DE NOCHE / 27 DISTANCIA Y CERCANÍA DE LA QUE ESPERA / 28 LA SATURNINA DESERCIÓN / 30. AQUEL QUE VUELVE DE LA GUERRA / 31 DESDE QUE TE HAS IDO / 33 EN TU AUSENCIA O CONTIGO / 34 ELEGÍA PRIMERA / 35 LA PARTIDA / 36 TUS ARMAS / 37 ÚLTIMA ELEGÍA / 38 EL PERDEDOR / 39 FÁBULA / 40 POEMA SIN NOMBRE / 41 MÁS ALLÁ / 42 PAISAJE DE LLUVIA / 43 PRIMER NOCTURNO / 44 INMOLACIÓN DEL PELICANO / 45 EL LLAMADO / 46 EL ADIÓS / 40

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Dedicado con amor a todo aquel que haya comido cenizas en el desierto.

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Was aus Liebe getan wird, geschieht immer jenseits von Gut und Bรถse. Friedrich Nietzsche

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PROEMIO Lo mismo que todas las artes –incluyendo la guerra–, la poesía nace de la Oscuridad y sus orígenes se remontan siempre al desierto. Ningún mejor alivio para el arrebatado de la gracia como un feto de su burbuja perfecta y nutricia, para el saturnino errante en la estéril Tierra de Nod, que la música siempre mágica en el oído; que la poesía como lluvia de luz, cayendo de aquello en lo alto sobre los corazones en fuego para ser redimidos, anticipando un trozo de los prometidos cielos. Al igual que el perro salvaje de chispeantes ojos anduve por desoladas y vastas tierras donde la Muerte tiene su casa. Y por todo un eón, como Caín, bebí mis lágrimas; y lo mismo que Caín debía ser despertado. Y aprendí, al final de tan tortuosas lecciones, a ver con el Gran Ojo para leer en los cielos las señales y encontrar en las estrellas los caminos como el navegante perdido, en las constelaciones, el camino regreso a casa. Y hoy mi corazón, a pesar de poder ser lo mismo que la roca, alberga a un travieso niño que ve al mundo como un juguete interesante y deseable, enorme juguete con los atractivos colores del arcoíris y la boreal aurora. Mundo como un circo habitado por payasos donde puedo, a mi conveniencia, ser tanto el burlón, como el sufrido. Y hoy que soy un vástago joven sin amo, sin tribu y sin casa, y que tu atención de momento poseo, quiero hablarte de mi relación con la Poesía. Con un lazo más fuerte que el vínculo que la luna sobre los lupinos ejerce, existo enlazado, en una comunión dolorosamente hermosa, a la Poesía, por quien viviré hasta que mi última muerte nos separe. ¡Qué altísima fue la catedral donde se realizó el sacramento! ¡Qué delicadas y celestiales campanas han sonado en nuestra boda! ¡Y qué gárgolas tan horrendas cuales celosos demonios nos contemplaban! Y bien, aquí me tienes de frente, anticipándome a los hechos. Y si una vez me abrí ante ella como un botón de flor 5


ante un paisaje amenazadoramente húmedo, hoy como ofrenda entrego mis primeros frutos, como nuestros antiguos padres hicieron con el Arte a las puertas de la ciudad de Enoch para ser admirado, en su aprobado y glorioso regreso a las comunidades. Acérquense, pues pueden –si así lo desean– beber el jugo de estos frutos, como de un cáliz en la Eucaristía se bebe el Corazón del Cordero. Es lícito que seducir te dejes, mientras los Hijos del Sol juegan con el barro en las doradas extensiones en su para siempre quebrantable inocencia. Hermosísimos tengan los crepúsculos y saludables los numerados amaneceres.

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DESTINO DEL POETA Entre la aberrante fauna que la Natura engendra, encontramos al poeta, única especie sumamente atractiva para la mala suerte. ¿Será por siempre contigo la desgracia, poeta? …Oh, ¡es terrible! Bien lo sabes: tú vivirás por siempre condenado en la existencia; y sobre tu espalda, como una montaña, pesará más que todos los días la indestructible y dolora pregunta del ¿por qué? Ciervo sin secretos, que abrevas donde acechan las fieras, tú vivirás siempre muy cerca de la estrellada noche y cada que observes su tétrico manto rasgarse y repararse, solo, pedirás un deseo –tu deseo: valor–. También amarás las centellas que cabalgan en el mar y todo el brillo en los ojos de la noche. Y soñarás con barcos que aran en los cielos y con aquellos que del desierto volvieron para instruir a los hombres –tú sabes: en la guerra, el maquillaje, la danza y bla bla bla–, entre muchas, muchas otras cosas más. Y cansado de todo esto, terminarás desmayándote sobre algún claroscuro o tomarás la serpiente que para siempre te fascina y la conducirás hasta tu cuello.

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SUPONGO QUE EL GIRASOL SABE Supongo que el girasol sabe lo que se siente todo esto. (Esto: vivir esclavizado en los días a un sol que tanto duele y, por la noche, sumergirse con pánico en la tiniebla cuadrada. Y lentamente marchitarse, mientras desfilan uno a uno los atardeceres sin regreso de un destino –el propio– incomprensible.)

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LA COPA Llevo esta nube como un sino, el sino maldito de saberme dueño de esta copa y no saber con qué colmarla. Sólo las manos bondadosas recogen la fruta, manos de aquellos seres gratos que duermen bendecidos en la tierra y que al despertar saludan al trino y al arroyo. Yo soy el hijo renegado en cuyas manos se pudren las flores, el excluido, quien atiende en la madre tan sólo la enfermedad y el hedor. Mi nube me acompaña cuando camino al lado seco y duro del bosque y recojo las setas con el veneno. Y es mi nube entonces compañera de mis piedras y de mis hojas secas. Soy de los que huyen del mundo de las casas y emigran hacia los atardeceres, desterrados en su tierra, estériles en su juventud, marcados en su frente con el signo gris del infortunio. Sólo los audaces apuraron la poción; sus nombres hoy soy sólidas estatuas y algunos hemos brindado por ellos. Yo soy de aquellos no elegidos, para quienes protagonizar una tragedia es imposible. Y llevo también esta nube cada vez que mi copa se colma de veneno y es entonces reflejo opaco del sol que tibia mi espalda. Amanece y visualizo los mañanas llevaderos. No bebo. El signo de mi frente no es negro ni blanco.

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EL MUNDO ES LA ESTEPA Por el agrietado rostro del anciano culpa al aire; y al oro por la guerra. Culpa a la sal. El mundo es la estepa. Y, en su inmensidad delirante, empalados los corazones. Oh, los corazones.

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EN EL FONDO DE CADA ALMA SIEMPRE EXISTE UNA LLANURA Estabas solo bajo la lluvia y tu casa estaba lejos. Caminaste por el fango y bajo el techo de madera, aquella tarde, te apretaste en el regazo de tu abuela y te sentiste por un instante completo. Pero tu abuela estaba enferma y sabías que moriría pronto. ¿Recuerdas el llanto de las aves sobre tu ventana? Las alegrías durante la juventud son efímeras fogatas y siempre sobre nosotros se tiende completa una mano desconocida, la misma mano que tira los huevos del nido durante la tormenta. Tu madre preparaba una sopa que era tibia pero todas las madrugadas se crispaban de hielo. ¿Recuerdas cuando los pájaros morían alrededor de tu casa? Tú eras tan solo un niño. Pero ahora que eres viejo y calientas la leche sobre brazas desechas y observas los árboles secos donde las aves cantaban, te sigues refugiando de la lluvia inclemente y huyes también del frío de madrugada y en tu alma persiste el miedo a la mano desconocida que sobre todo se cierne.

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LA CASA DEL POLVO Vivo en una casa vacía donde el viento helado entra por las ventanas gastadas y me azota justo al rincón más estropeado y fúnebre. En la gruesa capa de polvo que todo el suelo cubre tan sólo hay unas huellas: las mías. No hay muebles, sólo un enorme espejo en cuyo fondo me espera para siempre la decepción más tremenda y el más negro horror. ¿Quieres recorrer sus desolados andadores, sus jardines erosionados y ver como el techo cae lenta y monótonamente sobre mí a pedazos? Sólo baja por la cuesta de las callejas turbias y encuentra la casa sin numero y sin puertas.

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IMAGEN CORPORAL 0.001 El espejo arroja una figura obsoleta y empolvada, revela este maniquí de plástico donde el olvido se instala, este artificio de bajo costo, cuya sonrisa de payaso no mejora el aspecto que le dan sus ridículas lágrimas de fuga irreparable, de manguera con agujeros. (Con manos de articulaciones oxidadas pretendo hacer un saludo de despedida.) Mi día es igual a cualquier cartón y hasta el más deshilachado trapo tiene mejor suerte que mi corazón sin alegría. ¿Cuándo la juventud se volvió esta angustia viva y hambrienta? ¿En qué momento alguien dijo: “De sus escombros hagamos un remedo de obra dramática, una burla despiadada a la vida”? (Y el telón con telarañas se levanta.) ¡Si tan sólo los intentos no fueran trastos de porcelana cayendo en un pozo cuyo fondo es duro cual sepulcro!

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LOS INSTANTES MORTUORIOS ¿Recuerdas los momentos cuando tendido sobre tu augusto lecho, igual que en una tumba, las afiladas agujas de los segundos hincan más su tenaz punta en tu corazón dolorido? Las rosas se marchitan en los amplios jardines y el tórrido mediodía ha incendiado ya los secos pastizales. ¿Recuerdas los plomosos días cuando los gruesos muros de la prisión de tu casa devuelven angustia por angustia? El ingente vacío de la ausencia se ha instalado en tus salones lo mismo que un familiar y saturnino huésped y en las estatuas de gris mármol el polvo extiende su voluntad incorpórea. Más allá de las colosales catedrales del cristiano culpable, de las avenidas empedradas donde el pobre comercia; incluso más allá de los cristales luminosos de los prósperos y cómodos hostales, abandonando tu cuerpo tendido sobre el delicioso camastro, bello tu pensamiento, vuela a descansar a un cementerio.

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CUADRO ROMÁNTICO El enorme espejo era turbio, quebrado; y una rosa pálida, como quien siente vergüenza moría en su reflejo. Descubierto y empolvado estaba el piano, dentro de la vieja habitación en ruinas. Del balcón –donde otras flores palidecían– las ventanas estaban abiertas. Y en las cortinas de fina gasa se deslizaba, ligero, un vientecillo frío. Afuera, el cielo de la tarde era rosado; y sobre los árboles de otoño todas las aves entonaban dolientes canciones.

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BAJO EL SIGNO DE LA ROSA Uno a uno se han herido los amantes bajo el signo de la rosa. Uno a uno han sangrado sus copas los poetas, han vertido sus lágrimas los castos monjes y la inocencia del niño se ha pinchado bajo el signo de la rosa. ¿Quién ha creado tan dolora belleza? ¿Quién dispuso que en los jardines pulule como un insecto la rosa que, como un amanecer, despierta y se estira? Ha doblado sus brazos el sol y la hora es ya tardía. Nuestro canto se dirige con gusto a doblegarse bajo el signo de la rosa.

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JARDÍN El íntimo jardín de mi cuerpo alberga aún, para ti, la totalidad de sus rosas. Para ti sigo reservando, uno a uno, los finos aromas de sus tiernos pétalos. Blancas rosas que trasformas en rojas, flores que rozas blanca. Este jardín posee aún una firme fuente por corazón, que se regala en cristalina agua; fuente donde no anidan los moscos ni los sapos, íntima fuente pura, fuente de pura vida. Y obviamente de noche, cuando apareces y mi jardín arde, ninguna línea rompe la belleza de estos contornos. Como una estatua detallada con suavidad tengo este sueño de jardín, nocturno monumento de olores y galanterías frescas, de grandes y pequeñas hojas de variadas bondades, de céspedes finos y musgos delicados. ¿Volverás a venir esta noche, amor, luna, pálida claridad, cuando mi languidez te clama, al esencial jardín donde eres reina, donde te ofrezco enteros mis contornos y la pureza de mi intimidad en flor?

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UN BOSQUE El bosque guarda celoso su corazón húmedo donde sapos, moluscos y otras alimañas paren y cohabitan. El bosque, allá enfrente, es esa tenebrosa extensión donde las hechiceras identifican las hierbas. Allí también tiene su lugar, el foso hondo y pútrido que es sepulcro de los pobres. ¡Con qué miedo estoy entrando contigo en sus fangos tétricos y vivos! Cosas maravillosas acontecen dentro de su cuerpo delimitado por las arañas: el fuego se hace de la nada y reina la naturaleza en toda su tiniebla. Incluso las fogatas allí son tan frías como tu mirada. También, se sabe, tiene allí su morada la lechuza sin sueño que en su insomnio todo lo vigila: el negro y vaporoso cielo, los retorcidos y secos árboles y los charcos profundos donde las osamentas se asoman. Pero cariño, negra dulzura, el miedo es ya en mí un estado permanente y reside en mi cuerpo como una estaca clavada en mi pecho. Pues, perra hermosa, bruja de mis amoríos... ¡No hay más terrible miedo que el que me produce la horrenda belleza de tu cara lavada!

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DECLARACIÓN DEL CABALLERO DE LOS BOSQUES He visto las cosas mientras dentro de las fortalezas duermes entre finas telas, cobijada por el imperio, cuidada y descuidada. He sido el favorito de los gigantes, quien despreció el cetro de la rapiña, sólo yo, solo yo. Porque fui yo quien en el bosque convivió con los seres de la luz y hundió su espada en las bestias de la noche, está bien si bajas a ver la luna llena conmigo entre los lobos.

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URGENCIA DE INVIERNO Deja que tus manos lluevan a mí como en una brisa de espuma y estar cubierto de ti como de helado rocío. Permíteme el suave toque de tu exhalación y el algodón de tu presencia delicada. Está nevando sobre la roca y los metales se han paralizado. Los copos caen y se deshacen en las ramas secas. Esta noche dormiré en torno al hogar y en el sueño saldré de casa y seguiré a los lobos y veré a las crías mamar la leche tibias en su guarida. Los copos caen y se deshacen en las maderas. Los copos ya sobre la piedra inerte. ¡Oh, cómo pienso en ti! ¡Y con qué urgencia de invierno te necesito!

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A MILLARES DE KILÓMETROS A millares de kilómetros, huelo tu aliento que ha viajado cuarenta océanos transportado por su magia intrínseca. Raro, como cuando lo conocí. Es tu aliento el parámetro perdido del hombre: dulce aire robado al infierno, el más nuevo pedazo de cielo, una nube abrazada por fuego. A millares de kilómetros, en la parte más gélida del mundo, el hielo arde cuando el viento sopla del norte. Huelo tu nombre, te siento. Te vivo otra vez. Y a millares de kilómetros de ti, me embarco en travesía de nueve lunas azules dispuesto a ser impaciente marino para que sople el destino a favor conocido: a millares de kilómetros de aquí.

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RENACIMIENTO I He aquí que despierto en un mundo donde ya había nacido y he aquí que mis ojos no son los mismos pues me parecen ahora los de una bestia; en ellos caben todas las distancias, como en el reloj de mi bolsillo todos los tiempos. Mi nueva vida en este mundo me parece hoy tan sólo una fácil partida de ajedrez. A mi conveniencia he de mover siempre las piezas. II Sí, definitivamente el mundo es ahora más bello. Más cruel, sin duda, pero más bello. ¿Te has sorprendido de la belleza de las llamas en las que arde el hereje? ¿Has llorando en los primeros instantes de la alborada? Oh, cuánto me duelen los ocasos, y qué vulgares me son los días soleados y concurridos. Me gusta ir de noche a las iglesias, tocar los altares luminosos y burlarme de la agonía de los santos. ¿Por qué Jesucristo no fue como nosotros? Si un nido cae, mi amor lo regresa al árbol. Si un humano me lastima, sin remedio lo destruyo. Cada aroma, cada melodía es ya más dulce en el aire. Estoy tan vivo. III He aquí que despierto y para siempre vivo en el encanto. Seducir o exterminar es ahora tan fácil

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como extender mi mano hacia tu hombro y darte las buenas noches.

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POLARIDAD I Apenas el beso del cálido néctar en mis labios y la noche vibra de melodías embriagantes y el amor se hace presente y siento que tengo un hogar ¡y es tan fácil enamorarse! Entonces el dolor parece extinguirse y uno generalmente no piensa en el hueco. Y después... las luces de la noche son... oh... su brillo; y siempre camino a ellas. Es agradable descansar el pecho bajo la lámpara de los callejones y permitir al corazón tomar su habitual ritmo. Y entonces... música, baile, ¡amor por todas partes! Poesía en los teatros abandonados y en las catedrales. Música, baile: ¡un alegre piano suena por todas partes! Caminar por las solitarias plazas, observar la luna y las fuentes, acariciar a las bestias de los carruajes. ¿Qué...? ¿No lo sientes? ¡Está en todas partes! II Sucede que después de algunas horas la necesidad es un martillo que al pecho golpea. La tibieza cobrada en mi cuerpo mengua y el dolor arriba de nuevo. Como oprimido por el llanto de un violín, miro el hueco en mi interior, origen de mis cuestiones más inquietas. 24


¿Hacia dónde marcho? ¿Por qué el camino es tan largo? Hacer latir un corazón hasta la muerte, huir, dar caramelos a los niños y correr con ellos a la sombras... Esta forma de vida me aterra y esclaviza. No hay remedio: el hueco permanecerá eternamente o hasta que decida desviar el camino hacia algún amanecer. La no-luz parece arrullar mi desgracia y un sitio herméticamente cerrado es perfecto para escapar momentáneamente del mundo en el que vivo marginado.

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LOCUACIDAD DE REVINIENTE Contamos el tiempo en noches y para morir faltan para siempre muchas. ¿Te has asombrado de lo pequeño que es el mundo en que las especies tenemos que cohabitar? En las horas nuestras acciones siempre serán precisas. Algún día hemos de morir y nunca despertar para que otros animales se alimenten de nuestros cadáveres. Vivimos para siempre en la magia y nuestras palabras deberán ser siempre letales, como letales son las flechas envenenadas con la que se proveen de sustento los primitivos. Para siempre seremos selectos y el pasado remoto de los pueblos nunca será nuestra culpa. Y todos queremos amar. ¿Has descansado en unos brazos amados? Algún día hemos de dormir para nunca volver a revivir. Lentamente se extinguen los contados ocasos. ¡Ay de las manos que recojan las preciosas flores sobre nuestras tumbas! Algunos siempre van a reconocerse en ti, pero tú debes ser más fuerte y más hermoso y permanecer hasta final de la fiesta. Tan sólo es la ley de la vida.

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DE NOCHE De noche cuando los sirvientes duermen nos entregamos a la perdición. Reinventamos el amor. Y sobre el rojo satín de brillos estelares fornicamos como las bestias en celo. Somos tan dueños de todo que ni por un segundo lo olvidamos. Nos amamos y el vino arde en nuestras venas. De noche cuando los lobos acechan a los infelices nos embriagamos tanto en nuestro aroma, que despierto en inconciencia, desnudo, sucio. Tan bendecido y con heridas de tus dientes. Intoxicado aún por la marea de la droga que emana de la fusión de tu boca y la mía. De noche me llamas tras cortinas y el castillo se vuelve un templo de vampiros. Me esperas con una copa en mano y la sonrisa que te ha regalado permanecer conmigo durante el consumo de nuestras ansias en el placer. De noche la gente sueña con delfines y aves. Pero nosotros hemos somos tan distintos: hacemos de las miradas incendios, danzamos al reírnos de Dios y los fantasmas. Reivindicamos la vida al celebrar la pasión de nuestras muertes.

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DISTANCIA Y CERCANÍA DE LA QUE ESPERA En este distante pueblo, por la bondad olvidado; todo cubierto de nieve y crepúsculo –¿será alba?– mi amiga ha hecho una nueva incisión en aquel antiguo y sombrío madero. Conozco su tozuda mirada mientras escribe poemas que no concluye. La blancura de su rostro es lo mismo que la leche y sus mejillas encierran el rubor de un maternal beso. Sus grises ojos son hermanos del pelaje de los lobos que corren en los desamparados parajes. Mi amiga está sola. Su patria es un bloque de hielo enrojecido y su tiempo el día de un invierno interminable. Sin embargo, no fue siempre la soledad su única y devota compañera. Hubo un joven, con los cabellos rojos vibrantes, de hermosa cara al congelante y perpetuo amanecer –¿será ocaso?–. Pero hubo un llamado y él sintió la obligación que le hablada desde los arroyos de sangre de su estirpe; y entre los dos hubo un acuerdo y se hizo una promesa. Y hela aquí a ella, confinada, en la espera. He visto a mi amiga fuera de su cabaña mientras aglomera trozos de papel y los incendia. La he visto llorar sobre el musgo mientras desgarra sus ropas y en vano clama al horizonte. He escuchado sus gritos en la lejanía, que duran lo que dura la noche con sus días. ¡Si pudiera yo besarla y recoger sus lágrimas cayendo como joyas! Me cautiva, igual que un exótico perfume, su religiosidad de ferviente esposa. Sé de su efímera alegría cuando arriba el semestral tranvía; conozco su esperanza rota, sus ilusiones escurriendo como escurren los sangrientos fluidos por la acequia del horrendo matadero. 28


¡Si sólo pudiera para hacerla callar abrazarla, hasta que desvaneciera inconsciente entre mis brazos! Antes vestirá el luto que su afán concluya. O acabarán los siglos sin que el contorno anhelado se trace en la campiña. Mi amiga está sola. Su patria es un bloque de hielo enrojecido y su tiempo el día de un invierno interminable.

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LA SATURNINA DESERCIÓN Fue en el justo instante cuando en el techo de los cafés se lamentaban las palomas durante el pesaroso crepúsculo. Amor mío, lo recuerdo... Cuando sobre las frías callejuelas empedradas lentas resplandecían las ventanas amarillas y los hombres en las salones fumaban interminables cigarrillos y leían en los vespertinos periódicos las noticias de la crisis, la epidemia y la guerra. Me dijiste: “Me iré en el tren de los infortunados a una patria distante, allá donde las monedas son de plata. Trabajaré en una imprenta. Debí decírtelo.” Por vastos y enteros minutos no dijimos nada. Finalmente tomaste mis manos entre las tuyas y las arrojaste al nocturnal letargo. Y justamente en ese otro instante una llovizna cayó sobre todos los sombreros y paraguas que se abrían en flor. Yo levante mis enaguas y la lluvia larga corrió bajo mis rodillas. Amor mío, lo recuerdo...

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AQUEL QUE VUELVE DE LA GUERRA I Aquel que vuelve de la guerra anda un camino de hojas muertas y decoloradas mariposas. Las ondas de la humeante llanura elevan y quiebran su frágil pensamiento. Sobre el lomo carga sus precarios bienes. Aquel que vuelve de la guerra sangra su pie en la impiadosa grava de los caminos confundiendo sus vertientes. II Una solitaria rama de obelisco que se mece, violácea, hermosa, indiferente; una reja alta y oxidada; las espinas de la oportunista enredadera trepando las estatuas orientadas hacía el sur: así es el jardín. Adentro, la casa abierta y nada más. Sólo la arquitectura antigua y sombría. Ningún silencio quebrado por el llanto de la esposa piadosa, por la inocente risa del niño sin sospecha del padre; ninguna sombra humana entre las sombras; un salón enorme vaciado por el hurto, un montículo de polvo sellando el hogar. Aquel vuelve de la guerra intuye a la esposa extraviada, amarilla, y a los hijos dispersos por el hambre. Su frágil pensamiento, acostumbrado a perder, se atrinchera en sus precarios bienes. III Aquel que vuelve de la guerra supo siempre de algún modo que el cielo no escucha, que a favor no conspira el universo, que la miseria está hecha a la medida del destino.

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Que estรกn hechas para ser rotas por Dios las promesas del hombre.

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DESDE QUE TE HAS IDO Desde que te has ido los ojos reclaman tu silueta, sangrando renegados, las escaleras se alargan interminablemente y siempre es imposible llegar. Cuando camino el piso juega movedizo, haciéndome andar en círculos otra vez al mismo mueble del tropiezo. La silla en que me siento se deshace. Y tú no lo ves porque nunca quisiste ver nada. En vano los brazos se prolongan para alcanzarte; en vano la mano se aferra al objeto que huye. Nada cabe en un puño apretado; nada está entre el abrir y cerrar de un párpado. (El otro párpado permanece siempre abierto en la estricta vigilia por la supervivencia) Nada valen las plegarias; el incienso se niega a elevarse y un error siempre precede a otro. Y tú no lo sabes porque nunca quisiste saber nada. Afuera, la tarde reclinada en el arbusto dice: “No”, la fuente dice: “Nunca”, el laborioso rumor del insecto dice: “Vete”. Y cuando al final del día recojo las redes tendidas es sólo para recoger latas vacías, huesos rotos, plumas podridas, juguetes quebrados, cascarones cenicientos. Es inútil. Y tú no lo... Otra vez: ¡es inútil!

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EN TU AUSENCIA O CONTIGO Controlabas mis venas. Te fuiste. Hoy miro los libros sin leerlos, abrazo el violín sin tocarlo, la sonrisa del piano me aterra y las campanas de la catedral me suenan en extremo estridentes. Sí, me da miedo aceptarlo, pero mi cabeza desato ya sus riendas y hoy me sorprendo sosteniendo un vaso roto. Esto es todo cuanto poseo: el café que se enfría en la mesa, una mirada fija al suelo en busca de nada, otro vistazo al espejo intentando encontrarme y un nuevo poema triste sin completar. Pero si vuelves, no comerás de mi otra vez. No sentiré de nuevo esas ganas de pudrirme para servirte de alimento. Ya no lo intentaremos. Te amo. Pero la vida cala igual con tu cuerpo. En mi se posan aquellas navajas y se hunden con saña aun si me abrazas. Me envuelves y tu boca se funde a mí, pero siento tanto frío. No es mi culpa ser tan joven e irremediablemente vacío. Debí habértelo dicho: en tu ausencia o contigo la vida lastima lo mismo.

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ELEGÍA CON RÍO En este triste y árido valle veo el río alejarse más y más: el río de las esperanzas y la fe que pudo ser rescatada. Yo esperaba por ti, para siempre. El río se desliza lentamente hacia el ocaso más cruel y violento. Sé adonde pertenezco: mi patria es el reino de tus céfiros infinitos, mi hogar reside el frágil santuario de tu cuerpo, mi paz vive en el descanso eterno que se erige entre tus brazos. Mientras el río se entrega al tempestuoso océano, sé también que todo está perdido. La vehemencia de todos los sueños languidece junto a mi tenue imagen gastada ya a punto de extinguirse.

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LA PARTIDA Tu debilidad corre a mí y se aferra entre mis brazos. Hemos planeado esto por meses y después de hoy ya no seremos como dos maderos a la deriva en un mar hostil y atroz. Lentamente el sueño se hace tangible, se esboza la sonrisa –el acuerdo fue para bien– y atraídos somos por la luz que brilla para siempre. Esperar no puedo a encontrarte allá, saltar juntos sobre los campos limpios, beber de las fuentes, sentirnos protegidos y ser parte de todo. No. No era nuestra culpa. Nunca lo fue.

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TUS ARMAS Siento tus armas sentarse junto a mĂ­ y se siente cual cielo. DifĂ­cilmente puedo evitar entregarme y me mojo en cascadas sin fin. Cierro los ojos, es tarde para otra cosa ya. He comenzado a sentir sus frĂ­as bocas de metal jugar con mis cabellos, rondar mi cuello. Un espasmo, un beso... La luz.

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ÚLTIMA ELEGÍA Las olas golpean y se arrastran deshechas, humilladas. Una música lánguida arrastra una delirante y última nota. Hacia el crepuscular horizonte emigran las aves. Aquí vine a aceptarlo. A esta playa sola y yerma. Que nuestro amor no fue la hoguera para consumir mis horas, ni la lámpara que alumbraría la permanencia del miedo por el miedo mismo. Aquí vine por fin a aceptarlo, donde uno a uno pierden su brillo los colores del universo, a la hora en que la tarde entrega, vencida, su pesadumbre a la noche. ¡Cómo se va hundiendo la ostia enrojecida, como teñida en una sangre endeble! Suena en la bóveda de mi cráneo tu recuerdo como si fuese el cercano zumbido de un tábano y se pierde la sombra asfixiante del fracaso –mi sombra– en las arenas. ¡Qué angustia de sentirlas resbalando por mis dedos como de entre mis brazos que ansiaban contenerte una eternidad resbalaste, pronunciando una frase de despedida que fue mi epitafio! No hay otra palabra. Mi voz ni siquiera sería respondida por el eco a mitad de la lejanía. Lejos resplandece la ciudad. Allá el movimiento; allá los hombres en sus luchas constantes, en sus afanes de espuma. Lejos la más cercana estrella que será retirada de mis pupilas. Dejen que los perros laman la sangre coagulada, que los cuervos coman mis ojos y se roben mis zapatos. Yo quedaré como el sediento que cae sobre el desierto: dormido sobre una roca plana, exhausto y sin regreso.

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EL PERDEDOR Habitas la dimensión de los grandes ruidos como amenazas y en la ocasión especial ocupas la dimensión de las risas. Cuando caminas la basura se apresura a agruparse a tu paso. Los perros te aborrecen: te ladran y agraden. Y a veces hasta algunas piedras pueden caer a tu alrededor. Y siempre que pegas tu cara a un espejo –como queriendo adentrarte en una realidad paralela– observas que el girasol que forman tu iris y tu pupila es cada vez más viejo.

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FÁBULA Tengo visiones de un lejano pueblo destruido por imprecisas causas. Sus glorias permanecen sólo al fondo de amarillentas fotografías en polvorosos estantes, glorias que son hoy sólo un difuso ensueño que inquieta a los miserables que a la destrucción sobreviven. Los ancianos abandonan el catre para asomarse a la ventana y bajar su mirada ante las ruinas, a mitad de la estepa. Huelen sus caminos a muerto. Su tren luce como un desvencijado juguete. De las carretas abandonadas, los flacos caballos muerden hierba estéril y emiten lastimeros relinchos. Por los caminos circulan sólo rodamundos. Su cielo es gris a causa del fuego que devasta enteras las moradas. Los pájaros no pueden resistir el cielo en su velo de humo y caen fulminados. ¡Cómo quisiera recoger al ave agonizante que cae y sentir cómo apretada a mí exhala el último aire en su pequeño pecho contenido! ¡Si tan sólo pudiera hacer algo por el niño que en su cuna llora olvidado por su madre asfixiada en la penumbra! Desearía que estas imágenes no atravesaran desbandadas mi frente como en un cinematógrafo, que no trastornaran más mi juicio. Acaso sea el clamor natural de sus muertos. No lo sé. Lo que sé es que tal vez yo no sería nada si no fuera ¡la angustiosa memoria de esa tierra devastada!

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POEMA SIN NOMBRE Cortas tu cabello frente a un espejo roto. Afuera de la ventana, circundan un árbol los niños lozanos. Sobre el pavimento helado están cayendo las flores. ¡Con qué blanca belleza se cubre la mirada! El viento siempre las toca cuando más hermosas y las tira de su estado de gracia. Caen para siempre las flores de las copas más altas. ¡Brillando está tu cabello, sobre el mosaico sucio, hermoso, con tanta magia! Lavas tu piel en la espuma de una tina y todos los niños están jugando. Sobre la ventana abierta se posa una paloma blanca. En el triste horizonte que brilla vuelan las aves. El instinto siempre las toca cuando preciosas y las obliga a emigrar hacia ambientes más amables. Tu piel tan blanca bajo la tina se hunde. Para siempre tus muñecas están tan rotas. ¡Con qué fría belleza se cubre el ojo! ¡Volando está ahora la paloma, libre, tras la ventana abierta, en mi pupila fascinada!

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MÁS ALLÁ ¿Has visto, amada, cómo los navíos parecen ser devorados por el océano abisal en la noche negra que para siempre todo cubre? Mira siempre la suerte del navío que es igual a la nuestra. ¡La noche devora igual a la embarcación grande que a la pequeña! Mas allá de los confines, amor, luz de mis tristezas, rompible destello que acompaña mi vida, están los exóticos tesoros. Más allá, el siempre glorioso secreto de la sin igual aurora. Mas allá, el hada de luminosa ala infatigable. Más allá, dulzura huérfana, la morada perfecta para nuestras almas inválidas y estancadas.

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PAISAJE DE LLUVIA Nunca imaginé la lluvia sobre este declive. Llueve. Está lloviendo para siempre. Cada grano se ha perdido, se ha perdido el maíz amarillo, se han ahogado nuestras bestias en el lodo. La esperanza gime, agónica, en el fondo de un abismo turbio. Nada sino la persistencia de la ruina. Los vientos arrebataron nuestro techo y duermo sobre madera mojada. Para siempre las cunas están vacías. Nunca más la clemencia del fuego, la indulgencia de la mañana limpia, la certeza del mañana cercano. Nada sino gotas duras sobre esta morada devastada. Amor mío, consolador es el alivio de que no sientas esta peste de animales muertos y que con esa mirada alejada no veas la hiedra que crece en las paredes ni a nuestros hijos flotando sobre ríos imponentes y eternos.

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PRIMER NOCTURNO Mundo estéril y de piedra sorda. Tan sólo materia compacta. Cielo oscuro de polvo donde un hombre suspende un guijarro, que no ilumina ningún espejo opaco, que no circunda la bondad de la nube. Mundo donde un hombre camina en línea recta y sin detener la marcha regresa a su desolado punto de partida. Solo un hombre sentado en un triste islote a mitad del abismo. Nada sino un peñasco antiguo que no viste la esperanza del musgo. Mundo donde un hombre desfallece y cae sobre el afilado regazo de la roca indiferente.

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INMOLACIÓN DEL PELICANO Lentamente en el ocaso de nuestros días se extinguen todas las contadas dichas. Temprano nuestros sentidos aprenden el refinado arte del delirio. Vano es no atender los signos. –La niebla de la sed deforma el horizonte; rosado, el cielo eleva el agua en partículas incontables.– El principio del final de todo resplandece, calmoso, como la lívida aura de las estrellas blancas. No temas a nuestro destino; tan sólo somos dos seres perdidos en el caos de la existencia. Entrégate al cielo de mi último vuelo. No te importe sentirte frágil. Rompamos el aire con nuestras últimas fuerzas. Somos aves; natural es que volemos. No te importen el hambre y la fatiga. Tampoco te importe el futuro que se cierra como una mano esforzada sobre nuestros cuellos. Yo he de alargar tu vida con la mía. Sí; de mi carne haré tu alimento y, amoroso y decidido, haré mi sangre escurrir por tu garganta estrechada. Redimiré el cansancio, regresará tu energía. Será la mortal hemorragia paternal fuente nutriendo tus venas. No te importe el sabor mineral al que nuestra especie no está acostumbrada. Comulga mi entero regalo de amor, a tu hora; que yo viviré en ti palpitando como una íntima música. Y en tu pecho he de llamarme impulso, en tus alas fuerza, en tus ojos forma y en tu tiempo vida. Y en tus días a solas me sentirás en la luz y me reconocerás en lo animado.

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EL LLAMADO A través del vasto y profundo abismo que al navío engulle; más allá de las montañas imantadas, de las fortalezas cayentes y del afán interminable de los hombres mi presencia sentirás como un susurro. A veces como la risa de un niño, a veces como el lejano lamento de un ave, escucharás mi llamado. Y para que puedas siquiera sospecharme descubrirás en las oscuras cercanías un perro mirando en tu mirada. Y bailarás. Bailarás conmigo en la distancia, como baila eternamente la luz con la sombra. Con un ojo que mira más de lo evidente miraras; y la tierra donde tú habites lucirá su embriaguez. Una a una se revelarán ante ti las graciosas armonías; y recordarán tus sentidos su flujo en lo inervado, aquél mágico lazo en la Caída roto y perdido. No te importe el aullido del perro en las veredas ni el súbito cambio en lo viviente en tu morada. Sólo siente estos brazos fuertes circundándote, la hermosura desatándose, el aliento que congela, la angustia, el ansia... El éxtasis.

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EL ADIÓS Tan sólo una palabra para decir adiós a lo que dejo y a lo que amo: adiós. Nada me llevo. Todo se queda: las ventanas descolgadas; los curiosos balcones a la tarde asomándose; las estrechísimas calles donde acaso no crecimos, donde una noche anudé una constelación azul con un listón de tu pelo y te la regalé a escondidas de nuestros padres, donde acaso creerás escuchar mi voz angustiada y presa en las paredes. Y el miedo será una inapelable estatua. Y de pronto la inquietud y el espanto. Y de pronto despertaré y estaré solo en el cuarto junto al jardín donde la estatua se yergue. Sólo un adiós a los deseos de plomo en el fondo de la fuente, a las casas de los amigos que no vuelven, a la buganvilla púrpura deshojándose, a las tardías bicicletas que en sus llantas arrastran el eco de la canción de un adolescente.

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