LTERNO
Fotografía por Katya Pantoja
Revista digital
] l a i c e p s [E
número 3 año 1
EDITORIAL Este número se nos vino encima como las olas del mar a la arena, nos revolcó y cuando menos lo pensamos, tuvo que surgir. Era necesario que se engalanaran nuestras páginas para poder presentarte este tercer número de la revista. Nos complace haber recibido una cantidad exorbitante de colaboraciones, lo cual hizo posible este especial que te presentamos. En estos días es un recurso muy usado el hecho de hablar sobre la proximación de la primavera, por lo cual quisimos limitarnos a acuñar el tema y mejor pensamos en algo más interesante y útil como las artes, por eso este especial que te traemos para tus momentos ociosos o productivos, como sea. Atentamente: el grupo hermosísimo de Alterno
DIRECTORIO Diseño / Alejandra L. Naranjo Katya M. Pantoja Edición /
Alejandra L. Naranjo
Colaboradores / Ana Lucía Salazar Katya M. Pantoja Alejandra L. Naranjo Correción /
Jorge Rodríguez Castro
-Los textos que aquí aparecen son responsabilidad
de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la revista.
INDICE
Sentido Alternativo 3 El inventario 5 Especial 9
por Katya Pantoja
Nymphomaniac En esta ocasión puede que el artículo esté un tanto fuera de tiempo en relación con la película de la cuál hablaré, sin embargo he decidido hacerlo por dos cosas: La primera porque detesto que no se le haga difusión a una película sólo por el contenido. Existe público para todo tipo de géneros, por lo tanto, debería de haber un vasto repertorio en las carteleras de los cines de cada ciudad. Lo segundo es…compartir. Hay personas que lo saben y hay otras que no. La última película del director danés Lars von Trier “nymphomaniac” lleva casi mil años de haberse estrenado por todas partes, menos en nuestro país. Desconozco el motivo. Claro que mi imaginación me ha llevado a varias suposiciones, sin embargo no indagaré en ellas. Lars von Trier es transgresor y agresivo y parece que en nymphomaniac realza esas cualidades. Sí, hay mucho sexo por todas partes, el nombre de la cinta lo amerita. Pero más allá del morbo, la historia tiene una peculiaridad que se genera por sí misma,
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la palabra que la describiría perfectamente es… libre, libre de ataduras y sin ningún tipo de censura. La narrativa se priva de represión alguna acal contar la vida de una ninfómana y sus peripecias hasta la edad adulta. Me parece algo valiente más que morboso el hecho de haber realizado esta cinta y que el director se negara a cortar partes de su obra porque así exactamente él quería que el mundo la viera. Por eso mismo es la importancia de que se difundan películas de éste calibre, cuyas imágenes rompan con la cotidianeidad del sexo en el cine. A esto le hacía falta un giro, y más que un giro, una buena historia y aún más allá de ésa historia, un público abierto a salir de la zona de confort. No quisiera indagar en los detalles de la película, ni mucho menos hacer una crítica “especializada”. Como dije al principio, sólo gusto de compartir una opinión acerca de una película que esperaba con ansias. Imaginen, ustedes han sentido las ganas de compartir, alborotados igual que un chiquillo queriendo contar algo que le pasó. Pues desde el fin de semana tengo unas ganas tremendas de compartir lo que me provocó la película, sin embargo, sólo puedo sembrar (o ese es el punto) la curiosidad en quién me lea.
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El inventari por Tenoch Peregrino*
El enigma de Lalo (parte 2) Se hizo mierda, se hizo mierda. Una camioneta lo alcanzó en el semáforo. No fue culpa de Lalo, parece que se le atravesó la muerte. Las personas que se quedaron en el lugar dijeron que la camioneta venía muy rápido y que no hubo tiempo para esquivar la motocicleta. Si Lalo hubiera tenido buenos reflejos, quizá hubiera saltado como se saltan a las bestias en una pamplonada: de frente, el toro acelera para embestir; el hombre corre hacia él y en el instante antes de chocar, el hombre se extiende, parece un águila, o más, un monstruo que emerge del suelo con sus brazos abiertos, sus alas bien extendidas, entonces agacha la cabeza, adelanta el cuerpo, las rodillas se doblan un poco y cae sobre sus pies solamente para cerciorarse de que no hay sangre en su ropa. También me dijeron que la camioneta no tuvo la intención de detenerse. Imagino que al prenderlo de golpe, la camioneta frena y la inercia avienta a Lalo hacia la cuneta de la avenida. Un instante después la camioneta, que no se apagó, continúa su rumbo. Hay quienes dicen que siguieron a la camioneta, pero que no tuvieron el valor de
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detenerla. Una camioneta blanca, con placas de Jalisco, con tintes polarizados, de esas que usan para secuestrar gente… Sí, yo también hubiera renunciado a la persecución. Y les cuento que me dicen, porque me lo contaron todo, o lo que hacía falta. Yo no estuve ese día en Colima. La verdad no estuve muchas veces para ellos. Y ahora todo lo que puedo tener es por oídas. Caminar por las palabras de la gente es doloroso, porque los detalles no son importantes para ellos, y uno quiere saber tantas cosas. Tengo un vacío enorme, de vida, de Lalo. Cuando pienso en las miles de piezas que faltan para armar este rompecabezas, apenas puedo respirar. Me siento a oscuras siguiendo el eco de estas voces y pienso, no puede ser tan terrible, pero lo es.
* Poeta del pueblo. Cree que las apariencias mienten
por amor a la fantasía.
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[Espe
ecial]
Por Alex Naranjo
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Paso a paso Por Ana Salazar
El desdén de su mirada no se borraba caminaba sin rumbo fijo un marcapasos en su corazón le dictaba el rumbo aquel lastimero año. Su corazón se deshojaba como un árbol en invierno sus pasos cada vez más seguidos llenaban la habitación lleno de soledad, olvido y tristeza demacrada de pies a cabeza así solía ser ahora, como un juguete abandonado que sin decir nada se fue muriendo. Por dentro el dolor cada vez más insoportable y mirar su alma, el dolor y la angustia.
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Una reflexión para todos Por E. Valladares
Los extremos son… un principio y un fin… Nuestro rango de vida, está en los extremos… Desde un principio, hasta un fin… Nadie recuerda, si pidió su principio… Y nadie sabe, cuando es su fin… Pero ya estamos y andamos… Pero hacia dónde y para qué… ¿Alguien tiene la respuesta? La naturaleza es sabia… y la biósfera es de todos… Debemos respetar las vidas ajenas… La de nuestros semejantes, la del vegetal y la del animal… Para que respeten la nuestra… Porque vivir es lo más divino… Y la vida es más divina… Cuando corregimos nuestros defectos… Cuando desarrollemos nuestras virtudes… Cuando hay humildad… Cuando hay alegrías… Cuando hay optimismo… Todos estamos para hacer algo… Y aparte de conservar la especie…
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En algo seremos especialistas… Para cumplir nuestra misión… ¿Cuál misión? La misión de ser especialistas en algo… En algo meritorio, o en algo que nos llene de orgullo… No importa el oficio o la profesión… Lo importante es presumir y demostrar… Que soy un mejor zapatero… Que soy un mejor jardinero… O que soy el mejor en lo que sea… Porque el reto es para todos… Y las batallas son todos los días… Hasta que al fin… Lleguemos a nuestro fin… GRACIAS…
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Y
Por Katson Mawyer A quien no puedo mirar de frente... La observo, me sonríe y me doy cuenta –una vez más– que es hermosa, realmente hermosa. Juguetean sus cabellos con el viento como pequeñitos hilos dorados. Es fresca, es preciosa. Es ella. Ella baila entre las palmas y bajo un sol que contrasta con su piel. Sus ojos son dos enormes granos de café, los miro a escondidas y a veces pienso que no me importaría beber su tristeza. Sufre, lo sé, porque cuando la miro por el rabillo del ojo, puedo verla sonreír a sus adentros y despilfarrar tristezas escondidas en sus pupilas. Yo me limito a sonreírle y agachar la cabeza cada vez que pasa por un lado, porque la realidad de todo es que me da miedo. Su olor es como el mar y la hierbabuena, es fresca, lo dije antes. Puedo sentir su presencia dulce y eterna a kilómetros, y me doy miedo. Cuando está ausente, se derrite dentro de mí algún órgano, supongo, porque siento cómo se achicharra mi estómago. Pero se achicharra más cuando la tengo en frente, estoy nervioso. Me encanta el sonido del piano y precisamente su voz es como tal, disfruto tanto de su melodía. Pero lloro, lloro al aceptar que no soy capaz de escucharla
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dirigida hacia mí, la escucho desde lejos, su risa, sus quejas, sus palabras saliendo de sus labios rosas como cánticos, o así me parece. A veces me pongo en pensar en ella, mientras de lejos y detrás de un árbol, observo detenidamente cómo camina con sus piernas blancas, o cómo vuela su cabello largo al mismo tiempo que ella se ríe por algún chiste que le contaron. Yo mantengo distancia, porque me intimida. Me intimida pensar que ella podría conocer y desnudar mis pensamientos, mis más grandes secretos o mis miedos. Porque ella no es tonta. Es mi miedo y mi anhelo. Sufro, y ella lo sabe, porque a veces, cuando pasa por un lado, nota mi presencia y la ausencia de mi consciencia. Me pierdo y ella se entera, me muero y ella lo sospecha. Incluso, a veces puedo notar que ella siente mi insistente mirada, muy lejana de la suya, pero latente, y me escondo, me escudo detrás de algún libro o de las hojas de un arbusto. Al final del día, termino un poco más enamorado, resignado, con las manos en las mejillas, me siento en alguna banca y pienso que soy como un chiquillo viendo de lejitos a la niña que le gusta.
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Ticket
Por Gabriel Govea Olla Cinsa----------- 149.00
(Y está bien que tengas tu punto de vista, yo defiendo el mío. Mira: que no te importe mi vida ni mis proyectos, yo hago con mis genitales lo que me plazca. Tú haces con tu cuerpo lo que quieres, si te coges a las pacientes y engañas a tu esposa, a mí no me importa. Es más: tú y yo no nos conocemos aunque por casualidad coincidamos en el apellido… después de todo me caga que me identifiquen con tu cara, espejito, espejito…).
Cuchara TF---------- 18.00
(Plástico o madera, no me había detenido jamás a pensar en el material de las cosas que convenga a mi hogar, a la teoría se le quema la leche, asciende en pensamientos de espuma blanca cuyo fin me carboniza… huele)
Volteador------------- 24.00
(Me pregunto si soporta las altas temperaturas, las decisiones difíciles. Yo soñaba antes y pensaba que vivir era salir al extranjero, enamorarse, beber champán en un elegante restaurant al borde del Sena con la persona indicada. Pero le di la vuelta al mar, me encontré con la mirada profunda de
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la infancia, la orfandad de las edades que me atraviesan como flechas, la sombra de mi otro lado hirviendo como un trozo de carne al que le brota la sangre tibia, signo de que ya se puede voltear)
Sartén 24-------------- 239.00
(Resulta muy cara la vida hoy en día. La renta, los transportes incesantes. Los trámites inagotables. Todas las acciones cuya palabra contenga sílabas trabadas. Mi prima se casó el año pasado y parece que va bien todo con su matrimonio, ya entraron en fase reproductiva, él tiene carro y una cara de tener varios años menos que ella, ambos trabajan… se divierten, a distancia me llega el olor de sus vidas enteras).
Vaso HB--------------- 32.00
(Bonito motivo literario, metafísico, lo que contiene, la forma predecesora. Como nuestro cuerpo. La religión católica limita mucho al cuerpo en sus diversas formas de sentir placer. Dios es un ingeniero divino que dispuso cada órgano por alguna razón, en este sistema que realmente es una maravilla, ¿por qué martirizarse? No entiendo, pero diversas vertientes espirituales sostienen que la iluminación interior se acompaña de una radical austeridad. Preguntas, sólo).
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Taza--------------------- 18.00
(Y es que ni siquiera las grandes luminarias cinematográficas, las estrellas musicales, los altos funcionarios, la realeza europea… están exentos de padecer algún tipo de depresión o trastorno emocional. Igual que un pordiosero. Igual que un albañil. También se emborrachan o llegan a necesitar barbitúricos para mantenerse bajo control. Se divorcian cada tres o cuatro años, se suicidan accidentalmente o mueren tras un largo y doloroso cáncer. Entonces no entiendo por qué uno a veces fantasea con ser el héroe y el centro del universo, sueña despierto, nutre compulsivamente a su infinito ego, un agujero negro que no se llena nunca y a falta de alcohol (prescripción médica) bebe cosas calientes (descafeinadas)).
Plato Trin-------------- 25.00
(Partir el pan sobre la mesa. A falta de interlocutor hablar solo con la sombra en la pared, poner música de los 80, generar ideas, esbozar sonrisas por momentos idos que persisten como hojarasca inquieta en la memoria. Viento mental, tornado abstracto que falsamente erotiza imágenes de cuerpos, de seres con manos y patas que no tocarás más que con el semen de esta secreción de textos. Ah, la vida del artista que rima en asonante con autoestima).
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Tenedor------------------ 12.90
(Porque es importante tener algo. Terrenalmente una familia, te dicen, casa con cochera; pareja, dinero. Un trabajo que te guste pero que te deje, descarta los oficios pensantes, la masa confusa de la existencia humana, lo inefable, mira cómo acabó Nietszche… y cosas que no tienen sentido más que en un bello poema o en las consecuencias psiquiátricas de no escribirlo).
Cuchillo------------------ 12.90
(Porque es necesario cortar de tajo con el pasado. Ya sé que me vas a decir que somos lo que nos ocurrió, nuestra memoria, pero si te la pasas todo el tiempo alimentando el rencor hacia tus padres y echándoles la culpa de tu desgracia actual, pues te quitas el poder para cambiar. Culpar a otro es desarmarte a ti mismo. Yoga, Feldenkrais, Homeopatía, Tú puedes sanar tu vida, El poder del ahora… Sí, he hecho lo posible por salir adelante)
[…] ---------------------- $$$ Buenas noches. Buenas noches. ¿Tiempo aire? No Banamex $ 635.00
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(La cara que veo detrás de esa gente me parece conocida, es… ¿cómo se llamaba este tipo? Ordorica, sí, es Enrique. Iba dos años más adelante que yo, en la secundaria. Sigue igual de guapo aunque ya tiene cara de señor, qué cuerpazo, recuerdo […] -Paga con tarjeta, se siente rico-, ella me dijo aquella vez. Sí –ambos reímos a carcajadas por el chiste-, en 2010, cuando se fue de intercambio, recuerdo… Ah, el ticket, gracias, llegando a mi departamento de soltero hablaré con las cuentas, afiliación 1746957, ¿qué me falta?).
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Pasan las horas Por Luis Flores
Pasan las horas y sigo aquí buscando entre cables tu mirada y hablándole a la luna de tu espalda. Lleno mis barcos con palabras tuyas he de transportarlas por la mar, llenar la isla con deseos reprimidos y buscar la llave que abra tus puertas, las puertas al abismo de la noche dormida. No hablaré con mis paredes hoy el sereno ha hecho romper mi voz, el recuento de las horas ya no brilla si tú en mis brazos no te encuentras, si en mis pensamientos no apareces. Cultivo un grito de colores tornasol, una revolución entre mis huesos, clama a la verdad enverdecida y el pincel de tus labios dibuja estrellas de reflejos infinitos. Estoy aquí, ¿no me ves? debajo de la sombra de tus pies, trepando por tus pantorrillas, vistiendo oráculos de matices intermitentes...
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Hoy voy a ti, con la sonrisa de una primera vez, con la caricia que dejaste grabada en mi cuerpo, un mapa clandestino que me lleve a la profundidad de tus besos donde se encuentra el amor.....
Muero mágicamente Por Yunuen Feregrino Muy morbosa me mira. Musicalmente miento. Místico monstruo malévolo, mágico, mordaz. Muda me mantengo, mejor. Minuciosamente me muevo. Muerte me mira. Me modifica. Mágica muerte, malvada me mata. Me mata. Me minimiza. Mi muerte mágica me modifica.
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Conjuro #57 de San Cipriano Por Zaid Vénik PRECAUCIÓN
Lo que está a punto de leer, a pesar de ser de carácter informativo, contiene fuertes cargas cabalísticas y palabras antiguamente conjuntas con rituales de índole obscuro. Por favor, lea con cautela y cuídese, no me hago responsable de los daños o repercusiones que esto pueda influir en su vida. Lea bajo su propio riesgo. Le recomiendo discreción y estar cerca de alguna persona que lo pueda socorrer. Niña Salomona, niña salomona que vives debajo del río. Déjame ver tu rostro aunque sea en el espejo de mi cuarto, camina conmigo hasta el recodo donde sangro en fría madrugada la dulce voz que te mecía entonando callada. Niña Salomona, niña salomona en la noche me observas. Desde mi puerta, desde el espejo, desde la ventana o del ropero. Ahora estás conmigo en cuerpo presente, no me hagas daños, juro protegerte.
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Te juro, mi niña, si fallo mis ojos podrás llevarte, para usarlos como tuyos y poder mirarte en el agua. Cada palabra Salomona te dedico y te pido me dejes ver tu rostro. Cada palabra Salomona te dedico y te pido me dejes ver tu rostro. Digo tu nombre en tono altivo porque no te quiero en pensamiento, no te quiero en mi cabeza, sólo quiero ver tu rostro. No quiero soñar contigo, por eso en voz alta tu nombre digo. Te permito, niña, que vengas a mirarme cuando duermo, a abrazarme y a tocar mi pelo. Hoy lo harás, hoy lo harás, estaré contento. Te espero con ansia niña Salomona después de la hora santa por la madrugada. Hasta que el sol salga seré tu amigo si me dejas vivo, prometo amarte. Anónimo De acuerdo a las instrucciones del antiguo Grimorio de San Cipriano, es importantísimo que este conjuro
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se lea en voz ALTA. Bajo ninguna circunstancia o motivo, POR MOTIVOS DE SEGURIDAD A SU SANIDAD, lea este conjuro en su mente o callado. DEBE DE LEERLO EN VOZ ALTA, ya que donde se interprete se manifestará, la aparición física es efímera, la mental es MUY PELIGROSA. En caso de que lo lea en su mente es necesario contrarrestarlo inmediatamente con una fuerza de voluntad IMPRESIONANTE volviendo a leer el conjuro en voz alta. . . NOTA: Es importante que lo contrarreste de manera muy rápida porque según los archivos, en el momento en que usted pronuncia la última palabra del conjuro, el ánima se aparece detrás de usted. No mire atrás y lea el conjuro en voz alta, sólo que esta vez no pronuncie el nombre del ánima.
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Asesino de damas Por Sarah Legorreta
Una serie de asesinatos a sangre fría, realizados con un arma blanca y con extrema violencia habían estado ocurriendo por varios meses. Para ser más exactos: un 10 de julio comenzó todo. Las víctimas presentaban múltiples apuñaladas, en espalda y pecho, con una profundidad de aproximadamente diez centímetros. Bien muchachos, a seguir la rutina, ya lo saben, tomen muestras e inspeccionen cada rincón de este inmundo cuarto –había dicho el detective Eledame Bradlow, al encontrarse en la primera escena del crimen. Él, como en todos sus casos, se acercó cuidadosamente al cadáver de lo que en vida fue una hermosa mujer. Ahora esa pelirroja de mentón afilado yacía sobre una alfombra sucia, polvorienta, en un burdo cuarto de motel de paredes gastadas por el tiempo, una mancha de humedad en el techo y una cama que seguramente muchos animales se habían propuesto romper con el acto sexual. Aquella chica se encontraba semidesnuda. “Así que, tuviste una noche agitada, ¿no es así, cariño?”, susurró para sí Bradlow. El detective observó detenidamente las profundas heridas de la víctima, nada que no hubiera visto ya,
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miles de casos similares se presentaban cada día y llamaban a su puerta como pan caliente. Típica muerte a prostitutas, según sus archivos mentales. “Será cuestión de tiempo para que el ignoto repita su patrón de asesinato, será fácil de encontrar”, se dijo, y sin más, se retiró de la escena del crimen. Al contrario del pensamiento de Eledame Bradlow, ese donde decía que sería fácil, el ignoto resultó ser más difícil de encontrar. Poco a poco, las escenas del crimen presentaban una mayor precisión… nada de evidencias, ni la más mínima huella. Nada, sólo las heridas y la violencia seguían siendo como al principio. … Bradlow había bebido varias copas, como todas las noches, en el bar cercano a su apartamento. “Lo de siempre”, indicó al tabernero mientras se sentaba en su taburete preferido. “El fugaz John”, un hombre corpulento, le sirvió tal como su apodo lo dice, fugazmente una copa de Singani. El detective bebió sin mesura, hasta el punto de olvidarse. Horas antes, una mujer de peligrosas curvas abandonaba la oficina de Bradlow para ya nunca regresar. “Ya no me satisfaces Eledame, hasta nunca”, dijo la pelirroja con frialdad al tomar el picaporte de la puerta. Y de alguna parte Él apareció. Sabía qué hacer, sabía cómo evitar la ley, la conocía. Simplemente pasó y él adquirió fuerza negándose a partir. …
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Bradlow investigó cada homicidio que sucedió, y exprimiendo cada escena del crimen logró formar un perfil. Fuerza suficiente para someter y apuñalar, inteligencia y conocimiento de la ley lo suficiente como para evitarla, sus víctimas, mujeres atractivas, hermosas. “Un misógino que se enmascara en una actitud galante… Un hombre es a quien busco”, reflexionaba para sí en su oficina. … El detective despertó en su cama sin poder recordar ni una pizca de la noche que acababa de terminar, tal como en otras ocasiones hacia unos meses, el cuerpo le dolía pero se sentía increíblemente bien, se sentía fresco y satisfecho de sí por alguna razón que él ignoraba. Como en todas sus mañanas, aseó su persona, dándose una ducha y escogiendo un traje de tantos guardados en su armario. Pasó a su diminuta cocina, una habitación donde apenas cabía una nevera de escaso tamaño, y el fregadero tenía aproximadamente la dimensión de una caja de zapatos. En esa caja curiosamente encontró una cuchilla mal lavada, en ella se podían distinguir varias manchas marrones un poco descoloridas por el intento de desaparecerlas. Bradlow sufrió una fuerte migraña, acompañada de recuerdos borrosos que no logró comprender. … Él había matado, había matado a sangre fría, su rostro y sus manos estaban totalmente cubiertos
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por sangre, sangre que no le pertenecía. El cuerpo sin vida de una joven morena estaba frente a él, mirándolo sin mirar, con el terror aún sembrado en su gesto. Él comenzó a reír, dejó de verla, levantó la vista, un espejo reflejaba el violento acto, se miró y sus carcajadas llenaron cada hueco en el espacio, resonando en las cuatro paredes de la habitación. … Tenía lo suficiente para encontrarlo. Bradlow tenía reunidas todas las pistas, esperaba encontrar al ignoto, sentado en su escritorio observaba sus investigaciones tratando de llenar las lagunas en su mente, una parte de él sentía conocer al asesino. Suspiró exhausto, vio por última vez el perfil del ignoto. “Posible trastorno mental: Bipolaridad”, distinguió garabateado en una esquina de la hoja, Bradlow no recordaba haber escrito aquellas palabras. Levantó la vista y se encontró con su reflejo, el espejo que colgaba en la pared le devolvía la mirada. Entonces recordó la sangre, el arma, los gritos. Su mirada se ensombreció, percatándose bastante tarde de quién era verdaderamente. Dame Low, el asesino de damas.
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Por Sarah Legorreta
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Una escena al estilo Steven Seagal Por Enrique Araque
Hay rumbas y reuniones. Las primeras son inolvidables y las otras pasan desapercibidas. En las reuniones no llega la policía; nadie se caga u orina en la sala ni encuentran a alguien cogiendo en un rinconcito oscuro; nadie le agarra una teta a la madre del anfitrión, menos le soban las nalgas a la novia del fisicoculturista o militar del lugar; nadie vomita sobre las tetotas de la chica más buena de la fiesta ni los vecinos van a pedir que bajen el volumen de la música. Siempre se habla de las rumbas donde encontraron a un tipo mamándole los pechos a una chica embarazada y lactante. Entonces la rumba ya tiene un nombre: la rumba del mama teta, o la rumba aquella donde un borracho se cagó sobre el mueble importado, además recién comprado, de la anfitriona. En cualquier caso, siempre se evoca con cierta sorna y un aire de nostalgia adolescente. De allí que en algunas conversaciones se escucha: –¿Te acuerdas del día aquel que fuimos a tal sitio y nos encontramos a fulanito de tal; el primo segundo del chamo que se orinó sobre la mesa de billar?– –Ah sí, qué vaina más loca. Sí me acuerdo. ¿Y qué pasó con el pana?–
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Pues ese tipo de diálogos son comunes entre quienes fueron a la rumba y pasan lo que llaman el “ratón” -eso no es más que una resaca al más puro estilo venezolano- en un café o panadería. Cuando se refieren a las reuniones dicen que estuvo bien, todo tranquilo. Pero nada más. No hay risas ni anécdotas ni nada. Las reuniones son magníficas cuando quieres invitar a tu jefe o a los padres de tu novia o cosas así. Tienen un aspecto más formal y maduro, generalmente se hacen con un fin específico: buscar un aumento salarial o un ascenso, mejorar las relaciones con el suegro o conocer a los vecinos. Las conversaciones giran en torno al trabajo, economía, política y otras necedades. En cambio, las rumbas no se planifican y su único fin es beber, beber y beber hasta la muerte. Allí se descubren secretos: muchos tipos salen del closet por unos instantes y todos los asistentes se enteran de las infidelidades. Eso ha aumentado en estos tiempos con la aparición de los teléfonos inteligentes; en la actualidad todo se sabe y, al mismo tiempo, nadie se entera de nada. Lo que en épocas anteriores pudiesen ser rumores infundados, ahora tienen pruebas contundentes con alta calidad de imagen y sonido. Pero, con todo lo que pudiese suceder, generalmente se goza en las rumbas. A veces hay peleas, aunque no pasan a mayores; gritos a garganta seca de mujeres histéricas -siempre vociferan el nombre
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de uno de los contendores como si estuviesen cayendo por un precipicio-, botellas rotas, algo de sangre y corredera por todos lados. Eso sí, bastante adrenalina y, a veces, la presencia de algún policía trasnochado. No obstante, todo se soluciona casi de inmediato porque se está entre amigos. Posteriormente, se evocan los hechos en esas conversaciones recurrentes de jóvenes cuarentones, quedan como memorias adolescentes o de tiempos felices que no volverán. Con frecuencia se exageran los hechos para darle un aire rebelde y juvenil a los acontecimientos, como si los interlocutores quisieran hacer ver que ellos vivieron su juventud intensamente y no la desperdiciaron con horas de tedio frente a la computadora o viendo programas de tv repetidos -en algunos casos muy malos-. Pero esto es normal en todas las generaciones -supongo-. En todas esas rumbas alguien debe realizar el trabajo sucio y siempre hay uno dispuesto. Ese es el tipo que nadie invita, pero nunca falta. Siempre es el amigo de fulano de tal que sí fue invitado y conoce a los anfitriones, pero se le ocurrió la gran idea de traer al amigo de un amigo o al primo segundo que vive en otro estado, pero llegó a pasar unas vacaciones con la familia. Este ser tiene sus segundos de fama. Aunque rara vez repite sus actos y, después de unos días, pasa al olvido para la mayoría de los asistentes. Sin embargo, queda como un héroe entre sus allegados; el tipo que todos
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admiran porque besó, en contra de su voluntad, a la chica más buena de la fiesta o que se cogió a la novia del cumpleañero en el baño. Adquiere la denominación de “rata peluda o mierda”. Porque entre los jóvenes, mientras mayor sea la metida de pata cuando se está borracho, mayor popularidad tendrá entre sus amigos. Si el personaje fue visto besándose en el baño con la novia del cumpleañero se le dice: “Tú eres una rata peluda -o mierda-, te estabas cogiendo a la novia del pana en el baño”. Pero el comentario no se hace en tono de reproche, sino con un aire de admiración y de chiste. El aludido siempre trata de negar los hechos, pero lo hace de manera tan conscientemente inepta que todos admiten el hecho -independientemente si es cierto o no-. Ese recuerdo queda guardado y siempre sale a relucir en las reuniones posteriores, cuando ya se ha superado esa época que se quisiera volver a vivir. Es común escuchar: “En la universidad eras una mierda con patas. Todo el mundo la pasaba tranquilo y tú en el baño encerrado con la novia del pana haciendo no sé qué cosas malas.” Lo cierto es que a todos nos toca madurar, dejar esa vida y sentar cabeza. Ya sea porque el cuerpo no aguanta tantas noches de insomnio y ron, o establecer una relación de pareja con niños y perro labrador -lo que llamo sometimiento del lobo estepario-. Indiferentemente, la causa llega un
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momento en que este ser para y cede el trono a otro borracho con el hígado en mejores condiciones. Eso no sucedió con mi hermano Martín. Charlatán, parlanchín y mentiroso. Esas son las tres palabras que lo describirían. Él era uno de esos tipos que no servían para media verga, pero todos cuando lo recuerdan dibujan una sonrisa en el rostro. En un mundo gris, él parecía fulgurante con su camisa ochentera, sus zapatos de goma, el pantalón roto y su risa estruendosa. Era muy popular y todos y cada uno de los que lo conocieron tenían alguna anécdota de él. Asimismo, un fiestero empedernido y cuentero como ninguno. Uno de sus mejores amigos decía que Martín era más falso que un billete de cuero, pero podías comprar un carro con ese billete y te alcanzaba para el almuerzo. Le mentía hasta al cura en el confesionario para no tener que rezar mucho, también tenía mala bebida. Tomaba hasta que el cuerpo no aguantara, incluso cuando yacía inconsciente parecía que pedía más ron. Sin embargo, con todo y su mala bebida, siempre lo invitaban a cumpleaños, bautizos, bodas y más. Hasta su novia, a pesar de que él le montó los cuernos con todo lo que se le atravesara, sonríe cuando lo nombra. Ella estudiaba medicina, sus padres eran dueños de una clínica y resultaba hermosa desde todos los ángulos. No sé qué le dio mi hermano. Siempre que podía preguntaba qué le veía. A veces no respondía y reía, otras decía:
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“No sé. Me pregunto lo mismo cada vez que lo veo con ese peinado”. Todos lo querían a su manera, era lo que llamamos un caso aparte; el tipo malo que se roba los corazones y siempre es perdonado. Era como el cachorrito que después de manchar toda la alfombra con un producto altamente orgánico te mira con sus mejores ojos de tristeza y arrepentimiento. No era mal tipo, solo tenía la manía de emborracharse como nadie y hacer toda clase de locuras en estado de ebriedad. Debe ser por eso que ella lo quería más que nadie, le perdonaba todas sus indiscreciones porque sabía lo que había en él. Sus locuras no eran muchas ni muy graves, sólo que olvidaba algunas menudencias cuando bebía, como que no debía agarrarle el culo a la novia del hermano de su novia el día de su boda. Recuerdo que él felicitó a su cuñado porque su novia tenía un culo durito y paradito. Lo primero que pensé fue que el tipo le daría su coñazo y tendría que llevarlo a urgencias, pero, para mi sorpresa, se echó a reír y le invitó unos tragos de tequila. Hasta cantaron rancheras abrazados. No estuvieron en ese peo toda la noche porque la novia tuvo que llevarse a su esposo, literalmente arrastrado, para la luna de miel. En la última rumba a la que fuimos todo estaba tranquilo. Nadie se había sobrepasado, uno que otro altercado pero sin consecuencias. Le tenía el ojo puesto para que no hiciera una de las suyas.
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Había prometido cambiar, pronto cumpliría 33 años. Él estaba preocupado, temprano me confesó que a esa edad ya Cristo había resucitado muertos, caminado sobre el mar, convertido el agua en vino y él sólo fumar hierba y cogerse a una catirita de medicina. Nada bueno había hecho en su vida porque hasta el perrito callejero que adoptó se murió de diarrea a los tres días. También dijo que quería casarse con su novia, pero primero debía reventar todos los culos que se le atravesaran. No deseaba ser como esos cincuentones que, después de treinta años de matrimonio, se divorcian y se van a vivir con una quinceañera que le monta los cuernos y los chulea como es debido. Esa noche bebíamos ron barato con Coca Cola, luego conversamos acerca de películas y otras pendejadas con unos amigos que llegaron a la reunión. A eso de las 3:30 am él empezó a hablar sin parar -como de costumbre-. Habló acerca de las películas que le gustaban. Se refirió acerca de una con Jean Claude Van Dame que le “partía el culo” y la había visto treinta y tres veces. En ella, el tipo malo, en pleno combate a muerte, le echa un polvito blanco en los ojos y Jean Claude queda ciego. Entonces Jean recuerda su entrenamiento híper arrecho en un país oriental con un maestro japonés muy estricto. Allí le enseñaron a pelear con los ojos vendados y a utilizar sus otros sentidos para determinar la posición de su adversario. Con el sonido que hace el viento al rozar
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la piel de su oponente Jean Claude pudo prever sus movimientos y derrotarlo. Claro, él habló con su peculiar estilo que a todos nos encantaba: gritos, movimientos inventados de karate e imitaba a la perfección el rostro de Jean Claude al momento de aplicar el golpe fulminante a su contrincante - con todo y grito y mirada de ciego-. Uno de nuestros amigos era gordo, entonces mi hermano le levantó la franela e hizo su imitación del golpe fulminante en cámara lenta; nadie paraba de reír, hubo un tipo que carcajeaba dando tumbos en el suelo. Mi hermano en sus movimientos casi rompe un jarrón, pero decir “casi” no es lo mismo que decir “lo rompió” y, en su momento, fue un alivio porque según el dueño era un jarrón chino de la dinastía Wuang o Ming o lo que sea, pero muy valioso. Siguió hablando, dijo que le gustaban las películas ochentonas y recordó las de Steven Seagal. A él le encantaba esa vaina que realizaba el actor, aunque nunca fue a un Dojo o practicó algún deporte. Decía que se veía tan elegante la forma en que le pateaba el culo a los malos, no paraba de decir que “Eso era matar con estilo”. Lo único que no le gustaba era que no usaba las piernas, él afirmaba que si ese actor hubiese usado patadas voladoras sería más famoso que Chuck Norris o Bruce Lee. Fue allí cuando vi en sus ojos esa mirada loca. Supe que haría una de las suyas, como cuando se bajó el pantalón y se cagó en plena sala porque no
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se aguantaba. Pude preverlo, pero no reaccioné. Continuó hablando, dijo que en las películas de Steven nunca faltaban dos cosas: fracturas y lanzar a alguien por una ventana. Entonces corrió como loco por la sala. Empezó a imitar movimientos de Steven Seagal y todos reíamos. Inmediatamente se lanzó por la ventana. Él era un tipo al que se le olvidaba todo cuando tomaba. A veces me preguntaba qué había hecho la noche anterior, después, cuando uno le contaba, se halaba los cabellos y decía que no bebería más nunca. Al rato reía y expresaba: “Qué vaina más loca. ¿En verdad hice eso?”. Preguntaba cualquier necedad y volvía a ser el mismo de antes porque nunca se daba mala vida por las cosas que hacía borracho, tampoco en sobriedad. Su lema era: “Cuando un problema tiene solución, soluciónalo. Cuando no la tiene, no te des mala vida y tómate una cerveza”. A mi madre le molestaban dos cosas: esa forma de pensar y sus travesuras, pero él la contentaba con un chocolate y una de sus serenatas con su guitarra desafinada. Era como un niño grande. Con ella siempre fue cariñoso, una que otra vez falta de respeto; a veces, cuando la veía ocupada, le agarraba las nalgas y decía: “Ese culo está sabroso” o “uf, lo que se goza el viejo”. Mi madre le lanzaba lo primero que encontraba a su alcance y le gritaba toda clase de improperios, pero él reía y corría. Era demasiado payaso, nadie podía estar molesto con
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él por más de diez minutos. Mi padre había perdido la esperanza con él cuando dejó la escuela de oficiales. Cuando estaba en la academia era su orgullo, no dejaba de hablar de lo bueno que era Martín. Decía que su hijo haría un golpe y tumbaría el gobierno, o que llegaría a general porque era muy disciplinado. No obstante, el día que le informaron que se había dado de baja, mi padre se mostró triste y no dijo ni una palabra. Martín con el tiempo se disculpó con el viejo y mi padre entendió que sus sueños no tenían que cumplirlos Martín ni yo. Una vez dijo: “Lo que no se pudo, no se pudo, hay que dejar que los niños escojan su camino”. El viejo aprendió a querer a su hijo tal como era y siempre lo acompañaba cuando necesitaba reparar el carro o lo apoyaba en esos negocios de empresario emergente -todos resultaron ser grandes fracasos-. Ellos tenían muchas cosas en común: eran fanáticos acérrimos de los Leones del Caracas, les gustaba la mecánica y bebían de la misma forma. Nunca llegué a beber con mi padre porque le tenía mucho respeto, en cambio, Martín una vez trajo a mi papá rascado a la casa, lo tiró en el sofá de la sala y se fue a continuar con su rumba. A pesar de que mi padre lo aconsejaba con tanta paciencia y cariño, él no cambiaba; era débil ante la bebida y no se hacía responsable por sus actos, eso era triste porque era una persona muy inteligente y culta. Lo de él era anormal, bebía como si el mundo se fuese
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a acabar después de la rumba. No le importaba nada. Mientras lo hacía era común que preguntara dónde estaba o en casa de quién, la mayoría lo tomaba por un chiste porque se veía demasiado gracioso cuando lo hacía. Era tan mentiroso y mamador de gallo que nadie sabía si hablaba en serio o era una de sus bromas. Esa noche hizo lo mismo, todos reían con sus chistes, incluso cuando se lanzó por la ventana, por segundos, se escucharon risotadas. Reventó el vidrió y salió volando como en las películas ochenteras de Steven. Pero, como ya he mencionado varias veces, a él se le olvidaba todo cuando bebía. Martín no recordó que estábamos en un penthouse.
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Por Pablo Kraken
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Por Alex Naranjo
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Deforme
Por Katson Mawyer Me di cuenta que me estaba debilitando, que empezaba a perder mi cordura cuando le escribí un poema. Nunca fui una persona que le dedicara sus preciadas letras a alguien, y menos a quien no me correspondía, pero sabía que me embargaba la locura. Lo sabía porque la miraba en la luna reflejada en los charcos de agua, atrás de mí cuando me miraba al espejo o en mis meros pensamientos. No podría descifrar dónde solía ser más hermosa, ¿en mi mente o cuando estaba enfrente? No lo sabía y debió ser eso lo que enganchó más mis penares a sus sonrisas. La amaba. Antes de que apareciera en aquellos pasillos grises y desolados, solía pasar sin prisa por la vida, luego la conocí… La miré ahí sentada, radiante. Se transformó, sin percatarme, en mi placer culposo, sentí incluso cómo el aire se me terminaba y el cuerpo me forzaba a desmayarme cuando me dirigió la palabra por primera vez. Lo sabía, claro que lo sabía, lo podía ver en sus ojos cafés. ¡Ella sabía que la amaba! Porque la amaba, lo hice desde el primer momento en que mis ojos se postraron como mariposas en el polen de su belleza. No quería reconocerlo, cualquiera entendería todo lo que digo si se encontrara bajo mis circunstancias, pero no pretendo que la gente
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me entienda. Ni siquiera pretendo que ella lo haga, tampoco quiero que me ame, es mi mayor miedo. ¿Qué haría yo, entonces, cuándo lograra que ella me amara? Explotaría algún país lejano, destruiríamos la humanidad en pasiones. La llenaría de bombones, porque me encantan, son la segunda cosa que más amo después de ella. Cuánto habría dado por tocar su cabello, la tuve cerca de mí, pude tomar su blanca mano y llevármela lejos de toda maldad, irnos al campo a vagar y comer zanahorias de huertos ajenos, como pequeños conejos, pero no lo hice, preferí mantener distancia y contemplarla como se contempla un cuadro, una escultura, una mariposa en una flor. Sí, cuando pienso en ella pienso en esos insectos alados. Es tan parecida a ellos, es libre, hermosa, y sólo me puedo limitar a verla desde lejos, porque sé que cuando esté cerca ella huirá. Soy repugnante en todos los aspectos, lo sé, lo supe desde que tengo esta fallida memoria. Mi madre seguido me decía que jamás sería nadie, mi padre que era un ser despreciable, crecí con ello y ahora sé que su perfección no merecerá jamás mis defectos por el simple hecho de no haber nacido como quise. Ella tiene sus ojos cafés, puestos en su lugar, simétricos e igualmente útiles. En realidad, no tenemos mucho en común ella y yo. Podría llegar y decirle: ¿RESPIRAS? Sé que dirá que sí, entonces podría gritar: ¡YO TAMBIÉN! Y habré encontrado algo en común con ella, pero después de pensarlo
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mucho –ya que no soy una persona especialmente inteligente–, me di cuenta que todos lo hacen, entonces no sería algo peculiar y único de ella y yo. Ella tiene dos brazos que combinan con sus piernas y al igual éstas combinan con su rostro pálido y suave. Yo soy de mil colores, ojalá fuera de los colores del arcoíris, así quizás ella se fijaría más en mí, pero, ¿a quién le interesa alguien que es de mil colores que nada tienen que ver con el arcoíris? Tal vez por eso a veces suele limitarse a mirarme por el rabillo del ojo, ¿o será porque mis brazos no combinan con mis piernas faltantes, o porque mi cabello no es tan castaño y sedoso como el suyo? Me quiebro cuando la pienso y cuando me miro al espejo, sé que debo romperlo. Fue ahí, frente al espejo donde empezó todo, cuando le escribí mi primer poema de amor, le dediqué flores, atardeceres y estrellas fugaces, pero jamás las recibió, seguro el correo de amores se atrasó. Dejé de sentir hambre cuando supe que su mano la sostenía alguien que no era yo, entonces escribí más sobre mi amar, sobre su belleza y lo efímero que era verla pasar sin que me dirigiera una mirada. La ame. Perdón amor, cariño, mi vida, mi cielo, yo no quise, no sabía, no pensé, no amor, vuelve aquí. ¡Yo no te maté!
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Por Sarah Legorreta
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Fotografía por Katya Pantoja
numero 3 año 1
LTERNO
Revista digital