ALTERNO Revista Digital ISSUE 6

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LTERNO

Fotografía por Fernando Plaza

Revista digital

número 6 año 1


EDITORIAL Pareciera que hemos desaparecido, que nos hemos desviado de la senda, pero henos aquí dándoles miles de pretextos, los cuales no servirán para justificar demora tan enorme como la nuestra. Sólo podemos decir que nos aventuramos a conocer otras letras, otras caligrafías, otros rostros, acentos y contextos que desconocíamos. Se nos congelaron los pies tan acostumbrados a la tierra cálida, pero la experiencia que en este número mostramos, ha sido tan grata que se nos sigue dificultando asimilar que tuvimos que volver a nuestra tierrita calurosa y pequeña. Querétaro nos recibió con su clima fresco, sus calles relucientes y la gente hospitalaria hizo de nuestra visita, un recuerdo permanente, que sabemos se mantendrá latente en nuestras mentes e influyente en nuestras palabras. Atentamente: el grupo hermosísimo de Alterno

DIRECTORIO

Diseño /Katya M. Pantoja Alejandra López Naranjo

Edición /Alejandra L. Naranjo Colaboradores /Ana Lucía Salazar Katya M. Pantoja Alejandra L. Naranjo Correción /Jorge Rodríguez Castro -Los textos que aquí aparecen son responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la revista.


INDICE

Círculo de ideas 3 Álbum fotográfico 21


El beso Por Miguel Pimentel García El beso, trescientas veintiún historias de las féminas El beso, como todos sabemos, es el acto de presionar los labios contra la superficie de un objeto (generalmente la piel o los labios de otra persona), como una expresión social de afecto, de saludo, de respeto o de amor.

Más bien al beso de labios intercalados El origen del ósculo se remonta a la existencia de los primeros seres vivos. Puro instinto, una manera de comunicación que designa comportamientos y categoriza inclusive niveles, tipos y formas de cuándo, cómo, dónde y por qué debe hacerse. Me parece que dar un beso justifica, ante la corte de lo emocional, la manera en que nuestro corazoncito pueda generar un amparo para evadir las sentencias de la infelicidad. Quien besa demuestra como persona bienestar, estabilidad, desarrollo espiritual, mental e inclusive sexual. A lo largo de mis 18 años de vida luzco tranquilo, apasionado de contar mis experiencias a quien las quiera escuchar,

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intentando presumirme de mis filias y mis psicopatías, agitado, taimado, embelesado, emborrachado, feliz. Algo que desprecio tremendamente es un mal beso, de verdad. Y no busco establecer una barra divisoria para que sepan lo que es el buen beso y el mal beso, o inclusive si trato de hacerlo. En 18 años me encuentro con 321 historias de personas que interpretan y componen un beso de una manera tan diversa, pero tan convergente y reiterada como el verbo mismo de un merolico de la Feria de Todos los Santos que vende trastes. En ellas me cuentan lo ideal a la hora del beso, lo que les gusta y les prende en breve. Todos me hablaron hermosamente del “besarse”, las personas tienen el alma de Octavio Paz recorriéndoles la faz entera aun cuando jamás lo han leído. Somos todos unos poetas románticos cuando de besos se trata. Un beso, a mi percibir, surge sincero, rozando los labios primero, con una sonrisa acompañada de unos cuantos dientes que se asoman para contemplarse, se siente tibio y se perfuman todos sus surcos. Con la presión exacta para sujetar, y la humedad justa para sentirse en un baño de vapor de aroma rosas y lavanda. El aliento y el contacto del mentón deberán intensificar el pulso en fusa al compás que marquen los brazos que se rodean. Si no es así, habrá que tomarse de la nuca y empujarse, pues faltará que las puntas de sus narices se junten hasta que sus pestañas se saluden y deseen extenderse para tentarse. Un cabello que se entrelaza por entre los dedos siempre conduce al jugueteo sensualón, como barco oscilando entre las olas que le produce el viento a la mar. Un

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beso, ya sea en el jardín más ‘popof’ de una colonia rica o en el estacionamiento de un botanero despedazado, tendrá que disfrutarse como el último y el primero. Todo este manual lírico del buen besador podría comenzar a venderlo para así pagar mi inscripción a la Universidad.

Trescientas veintiún historias Según 321 historias, las mujeres y los hombres del mundo contemporáneo prefieren un beso despacito, que se sienta con ternura y sin tanta lengua, y sin tanta saliva (la suficiente) donde no se vayan a comer. De preferencia bajo la lluvia, con las estrellas arropándolos, entre la pareja y la pared, en la rueda de la fortuna, en la azotea del vecino, en el confesionario de la iglesia, en el cine más barato y sin gente, debajo de la cama de los papás, en un frisian en las cabalgatas de la Villa, en la Artería siendo ‘hipsta’ intelectual, resbalándose con un raspado en la piedra lisa, escuchando smooth jazz de Bindu Gross, mariguanos en un Reventour, en una troca perrona escuchando corridos, juntos en longboard sacando el “swag”, tomándose la selfie en una plaza, en fin… muchas mujeres aseguran no tener un lugar definido, en cambio buscan tener una persona definida con quien hacerlo. Otros optan por un beso que suba de nivel, que se vaya intensificando como la llama que emana una estufa recién sacada de la casa de empeño. Revivir esa pasión bárbara que los desvive a la hora de intercambiar fluidos. Tomarse del cuello y balancear sus cabezas como un péndulo mientras lían con sus mechas californianas y los pelos parados con gel del caballero que ameniza el lugar con una fiesta de olor a ocho pesos.

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Categorizando el ósculo Existen infinidad de besos: los hay secos, húmedos, de piquito, franceses, de campana, de lado, apretados, de mariposa, esquimal, turista, besos de buzo, besos sorpresa, del recuerdo, con mordidas, besos hollywoodenses, los besos de perro, el beso negro, besos en las comisuras de los labios, un beso de paladar, besos en los ojos, en la frente, en el dedo gordo del pie, un beso desde la casa de al otro lado, besos con el compadre, con la señora del aseo, besos de borrachos, besos entre el vidrio de la prisión cuando los dos sujetan el teléfono y sostienen su mano en señal de anhelos, etcétera.

Pff! Son las ocho de la noche, faltan dos horas para entregar justo en la puerta de su casa a la chica que acabas de conocer (hace apenas tres días en la fiesta a la que fuiste de “no invitadocolado”). Llevan desde las cuatro platicando millares de cosas y el jardín luce más bonito de lo que notabas, pues ni siquiera lo notas, tus ojos ascienden y descienden contemplando sus ojos, sus labios y claro que sí, su escote. Más debajo de su ombligo no sé ve pues su cartera Aeropostale rosita sabe que eres hombre, y estás enfermo. Aquella chica de nariz respingada, ojos grandotes y pestañas extra largas, tiene los labios más rojos que desde que se los pintó al salir de su casa, como si hubiera chupado siete pitayas; está súper horny. Luce su cabello negro azabache planchado y largo que se desborda por la espalda, entre los hombros, y que delinea perfectamente el contorno de sus pómulos. La ceja recién sacada con pinza. Fue la más meticulosa del

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mundo para verte, y ella sabe que luce hermosa. Vistiendo de prenda un blusa de color azul pastel, suave, un par de pulseras combinadas, aretes discretos y unos leggins negros que le agregan estatus y sensualidad a su ajuar. Los dos tan impacientes que se nota en sus pies, ella se acaba la suela de sus flats y tú preocupado porque la hora se acerca y no has sido el valiente de la lotería para acercarte a besarla con tu guadaña y tu smartphone en la mano. Ambos lo ansían. El jardín y las bancas blancas con oxido no pudieron contra sus nervios. Caminaron juntos hasta la casa de ella y justamente, en la esquina, tres viviendas antes de la suya no aguantas más y sigues el consejo de muchas amigas tuyas, le robas el beso. Exacto, preciso, en sintonía, surgió y está sucediendo, pero distinto, no como en las 321 historias. Sus labios rodean completamente los tuyos y se siente el labial aceitándote la cara, tu boca está en cautiverio. Las dentaduras ya chocaron dos veces, se escucharon hasta el jardín del que venían, y las lenguas tropezadas como locas queriendo encontrar el movimiento justo para tranquilizarse, pero hay tanta saliva que se sale de entre los bordes, los labios secos a pesar de la fiesta de líquidos, y tú queriendo huir. Abres los ojos para saber dónde pellizcarte y corroborar que no es un sueño, y lo primero que observas es que ella te está viendo. Aquellos ojos que idolatrabas ahora los ibas a recordar toda la madrugada con la cobija encima de todo tu cuerpo. Una mirada, de esas que marcan, de ojos saltones y retina dilatada como tiburón. Estás queriendo morir. Después, ya deshonrado y ensalivado, el beso de despedida es un piquito tan pueril y tan simplón que ni un alivio develaba, de

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labios deshidratados todos trémulos y remilgados. De regreso a casa, caminas, piensas y culpas a la luna, preferiste quedarte con las ansias de esa funesta aventura. Una experiencia más.

La diversidad lingüística (a gusto) Refiriéndome a toda esa variedad de lenguas besables por el mundo, todo esto puede parecer una órbita de puras conjeturas. 321 historias de damas no son todas las mujeres de la faz, pero si cuentan la necesidad de precisar una arista del placer junto a mi juicio. Estoy agradecido con el creador por haber pulido nuestros rasgos a goce completo de nuestras características humanas. Jamás he preferido ser un perro, un perico, un dragón, un balón, un habano, alguna piedra o alguien sin labios... El poder besar es poder tentar el alma bien despacito, sin que la misma sienta, sólo que suplique y se regocije en amor bonito por las caricias. Vayamos por el infinito besándonos, sin prejuicios, sin juicios, haciéndolo, pero a conciencia de querer sentirse a gusto. Cada beso, es un recuerdo y convendrá ser inolvidable.

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Periódico Por Lizeth Romero Llamas Periódico. Soy materia abstracta, Carne de artesanía devorada, Azulejos y mármoles intentando sentir El placer cálido y húmedo de tiernos besos. Sol, producto de poetas enamorados, Callados por una inmensa herida Que se abre como un brasero. Debajo de estos, en el asfalto, Mujeres en los cafés Viendo al atardecer criar cuervos. Soldados que hubieran preferido Quedarse para dormir una vez más, Alimentados por el ceno de sus madres. Se preguntan ¿Cuál será la luna de esta noche? O si habrá luna mañana. Si estarán palabras en la incertidumbre. ¿O si se quedaran calladas?

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Nota: Enfrentamiento entre contrarios Por Katya Méndez Pantoja El vestigio resurgió ya no en forma de palabra. Invadió las entrañas de los hijos de esta tierra casi infértil, melancólica. “Vendrán almas incompletas arrebatando el valor del que carecen dejando unas grietas de apariencia incurable”... Decían las voces más ancianas, con una fuga infinita. Por eso retumba su eco hasta el tímpano de mi descendencia. No me hablaron de la muerte Pero ahora la escucho recitar con voz de profeta, mientras yo me aparezco en la memoria que me ha tumbado del vuelo como ave herida resignándose a caer. Fue el filo de los vientos ajenos lo que cortó mis alas. También un poco de mi propia valentía cuyo destino tenía un poco de incierto. Lo sé, mi deseo se esfumará en manos de un olvido que durará hasta la siguiente vida y eso dolerá en otros cuerpos, Otras raíces, en otros ojos y en sus lágrimas donde algún día se curarán los que vienen tras de mí.

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Ovejas Por Damaris Cortés Aquino Las ovejas negras, debían estar con ovejas negras. Las ovejas blancas, con ovejas blancas. Si ovejas de distintos colores se mezclaban, nacían grises. Las ovejas grises eran rechazadas. Las ovejas grises estaban enfermas. Las ovejas grises eran fenómenos. Y también, las ovejas que gustaban de otras con distinto color. Encerraron a las ovejas que por distintas estaban locas. Aun así, continuaron naciendo ovejas grises. Las rechazaron, pero cada vez había más ovejas grises. Un día, decidieron exterminarlas a todas (a las ovejas grises y a las que gustaban del color opuesto). Todos estuvieron de acuerdo… o eso dijeron. Al día siguiente, nació otra oveja gris.

Dejan inundaciones, 15 muertos Por Ana Lucía Salazar

-Sobreviví- Dijo Mijail mirando a la cámara directamente su cara larga notablemente drenada de todo sentimiento, su cuerpo notablemente disminuido mostraba varias heridas, -quizás dos o tres días- respondió Mijail a la pregunta de la reportera, todo empezó un jueves, como cualquier otro, Mijail un hombre solitario que disfrutaba de dormir después de las ánimas y de tomar un buen vodka, despertó con el ritmo de una gota que poquito a poco le taladraba la cabeza –otra maldita lluvia- pensó él, 11:50 de la mañana, se levantó de la cama y observó por el ventanal de su confortable habitación,

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la resaca lo obligó a dirigirse a la cocina, donde tomó una taza de café bien cargado y se sentó en un sillón color tinto, prendió la televisión y como una aparición el canal de noticias un reportaje de alerta –Noticia de última hora, nos han informado que la lluvia no va a ceder, el clima que estamos esperando es de lluvias y nublados todo el día, es preciso decir que la cantidad de lluvia no se presentaba desde 1958, las unidades de protección civil han informado que lo más seguro es no salir de la casa a menos que sea un caso extremo, alejarse de los ríos y arroyos más cercanos, hasta aquí mi reporte volvemos al estudio-. Mijail apagó el televisor otro día en casa, prendió un cigarrillo y observó por el ventanal un escenario desolador, las gotas de lluvia golpeaban mordaces el techo que parecía se partiría por la cantidad de lluvia, el tiempo pasaba y con él la angustia del ascenso del agua –No recuerdo muy bien, pero en menos de una hora sucedió- decía mientras cerraba los ojos e intentaba recordar ese momento – el sonido como si la tierra se hubiera partido, y el agua se colaba por los lugares más inhóspitos de la casa, uno… dos… o quizás tres minutos bastaron, el olor era peculiar, tierra, aguas negras y muerte, así olía nunca lo voy a olvidar, el color del agua era más oscuro que la desesperanza y pronto el agua me llegaba hasta la cadera y nada….. solo puedo decir que mi cuerpo fue un títere de la fuerza de aquella naturaleza bestial, una… dos… tres… cuatro… cinco… seis… y todo se nubló, realmente no entiendo cómo fué que desperté arriba del techo de una casa, no sé cuanto pasó hasta que un helicóptero pasó y me salvó, solo sé que sobreviví.-

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Fiestas Por Alex Naranjo El salón del hotel está lleno, celebridades por doquier, vino de las mejores cosechas, inmensas fuentes de chocolate, cigarrillos largos flotando en manos adiamantadas. Pero resulta casual, estamos en una pseudo-Francia, donde las fiestas se transforman en mujeres con tacones en las manos, alcohol derramado a diestra y siniestra en vestidos de diseñador, y poetas frustrados embriagados en un rincón del salón, cortándose las venas en sus vagas fantasías suicidas. Cineastas, escritores, actores, directores, ministros y sus putas, festejando alguna banalidad con sus acentos pedantes y pseudo-monárquicos. Hablando de libros y autores que jamás han leído, recomendando filmes independientes sabiéndose falsos cinéfilos, colocados todos con la misma pose de “crítico”. En la piscina, una pareja teniendo sexo sin pudor alguno, júntose sus gemidos con el Jazz del salón. Alguien mira curioso (Más bien excitado) desde adentro como si fuese un video pornográfico, otros titubean en salir a tomar el aire. Y en realidad no importa qué suceda, son del alta y aunque todo el mundo conozca sus demonios, nadie los revelará porque ante todo hay que guardar la compostura. Nadie trae diamantes en los dedos para después mancharlos de vómito ebrio o fluídos corporales de extraña procedencia. Al final, el salón terminará destrozado, es seguro que piensen que ha pasado por ahí una estampida de animales. Pero tú y yo sabemos que han sido ricachones viciosos y pretenciosos los que han acabado con el lugar. Eso sí, nunca con su reputación.

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Exégesis de la distancia entre cielo y suelo Por Logan Lovegood

Uno de ellos era moreno, robusto, de expresión devota y postura asentada por los años. Cuando llegó se saludaron con un indubitable apretón de manos. Yo no sé si se conocían, si eran hermanos de vida o amigos de sangre pero el encuentro fue definitivo y singular. Sentada en la banca de atrás pude percibir la camisa y la playera blancas, los zapatos negros y el lunar café oscuro que compartían en posición: debajo de la oreja, encima del cuello. Ovaladas eran las manchas y puras las canas que, huecas en su interior, propagaban la luz del Sol por los vitrales entrante. De ese modo las partículas esparcíanse cada vez con mayor intensidad y entonces fui testigo, sin ser apenas capaz de saber en qué momento, de sus cráneos que habían vuéltose velas fundadoras de halos dorados. De pronto, aquellos hombres ancianos de sesenta y tantos suscitaban lo etéreo de un dogmático universo iluminado, y tuve la estrépita sensación de que lo consumirían todo convirtiéndolo luego a su imagen y semejanza. No podía mirar otra cosa que no fuere su esplendor, el poder manado de sus cuerpos me invadió, me elevó y no sé cuánto pues estaba ciega de calor y deliquio divino. Entonces di el primer parpadeo.

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Los ancianos se hincaron casi al mismo tiempo apoyando sus rodillas sobre la madera forrada en piel. Yo estaba ya en el suelo. Comprendí que rezaban en silencio, pude saberlo por sus nucas inclinadas, por la forma en que ambas palmas se tocaban, lo supe, y entonces no tuve más dudas, porque posé la mirada sobre un espejo a mi extremo y descubrí mis cabellos blancos y la luz del Sol que traslucía en ellos.

Silueta de tierra

Por Mónica Alejandrez Camino Voy a integrarme con la tierra A reencarnar en ella Soy su una metamorfosis incompleta, Silueta con nombre de piedra, de soledad Vine de ahí, del rescoldo de un árbol. Le arrebató el sueño a la luna para comerlo todo de un suspiro Para callar las angustiadas ansías de escuchar palabras mudas, que hablan con su silencio también muerdo una estrella, para ya no llorar tanto a la esperanza ajena le robo un abrazo al viento, lo enamoro para que me lleve a la copa de un árbol y contemplar desde arriba mi silueta de tierra.

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Iba feliz

Por Sarah Legorreta Ella iba feliz. Su sonrisa iluminaba su rostro y en sus ojos se notaba el enamoramiento que desde hace meses traía atado a su corazón. Él era su pensamiento en la mañana, en la tarde, en la noche. Era su sonrojar y sus nervios. Era su cariño y sus desvelos, los suspiros robados… Ella iba feliz amándolo. Ella iba feliz. Feliz en esa burbuja construida por mentiras… Lástima que las burbujas revientan… Dolió la realidad. Dolió verlo a él tomado de la mano de otra… Ella iba feliz. Pero el dolor la dobló por la mitad… le oprimió el pecho… “¿Qué...? ¿Qué es esto?” Preguntó mientras sus manos se llenaban de agua salada. Mientras caían sobre ellas, pedazos de su corazón.

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Doble arcoíris

Por Karla Ivonne Sánchez Querida vida: Perdóname por no apreciarte como te mereces, por odiarte a veces y blasfemar cuando me llamas. De ti sólo sé tu nombre con faltas de ortografía, de mí no sé nada, ni como me llamo. Me pregunto: por qué el cielo es azul Ingenuamente te pregunto a ti, que has perdido tus estrellas y el color de tu cielo, de todas formas bastante aburrido, azul y nada más. Si tan sólo por un día pudiera ser verde o morado, si tan sólo por una noche las estrellas regresaran a su lugar y la luna brillara con todo su esplendor; dejaría de huir de ti. He agonizado tanto que la opción de ser poseída por ti ya no es una opción sino un sueño Un sueño amargo que deja en mis labios el sabor de tu piel. Te amo sin embargo te odio. Amo la sensación que se desata con tu esencia, odio el sentimiento que se ahoga en la mía.

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Cuerpo de arena

Por Nayeli Bautista Ramírez Tu cuerpo de arena, no suave como la seda, pero si como la manta, fresca como el agua. Tus senos. Son relojes de tiempo. Ojos de perlas, no de mar, perlas de mis ojos. Somos cuerpos, guiados por la misma naturaleza que somos. Nadie escucha, nadie me ve. No sabes a quien amas; mas yo, si se a quien le escribo, escribo para cuerpos, que se convierten en arena. No de mar, solo de viento. Molinos que escandalizan cabellos, por lo alto de los cerros. No tienes destino, es por eso que te escribo. No hay fututo. No sabes a donde pararas, con alas de hada, y polvos que son cuerpo de sangre seca, ya llevada por los remolinos de aire, no hay montañas, no hay nada. Somos de otro mundo, el cual tú vives, pero hecho como yo quiero, existes pero a mi manera. Es decir con cuerpo de arena.

Nota: Barato asaltante atrapado Por Sara Alcaraz Luna

Caminaba con mi perro, como todas las tardes en mi colonia ‘El Jazmín’. Vi pasar a un hombre con playera de cuadros color rojo con blanco. Él no me había visto gracias a los arbustos solo sobresalían mis tenis negro con cintillas blancas. No suelo escanear así a personas que me encuentro en la calle todas las tardes, pero el lucía diferente, como un pájaro esperando el momento perfecto para dirigir su pico a el trozo de pan antes que los demás lo hagan. La esquina parecía bastante segura desde su punto, él movía los ojos intentando encontrarme, sacó su teléfono y marcó, el hombre con un bigote bastante

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peculiar movía una mano como si estuviera declamando una poesía de quejas contra el gobierno, o contra el desamor que le tiene la mujer que capturó sus pestañas, nunca se imaginó que alguien lo vería, como si tuviese paredes de invisibilidad alrededor, algo así como las hojas descuidadas que me cubrían a mí. Corrió hasta la tienda de Doña Lupe como si la vida se tratara de correr hacia tiendas de abarrotes. Dejé soltar a Rocky y enseguida mordió su pierna como si fuera un hueso al que le tiene odio. Lupe comenzó a gritar y yo golpee al hombre, otro golpe, y los arbustos me taparon de nuevo. Mis pies no se habían movido. ¡Maldita sea, haz algo! Me gritaba mi subconsciente. Los gritos de la señora me regresaron a la escena, él se encontraba atrás del mostrador metiendo las manos a la caja de hierro color verde tallado, con los puños llenos de doscientos pesos cada uno, lanzó un puño a la mejilla de la mujer. El hombre sacó su teléfono mientras corría, apenas corrió una cuadra y marcó unas cinco veces sin aparente respuesta. El silencio del asalto se interrumpió con los grito de las sirenas de varias patrullas. Él estaba solo.

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Ejercicio a partir de una nota periodística Por Gabriel Govea Acosta

En aquel tiempo adolescente yo ya estaba muerto. La orfandad andaba en dos patas hiriendo el costado de los muros con su sombra. “Lotes comerciales”, gritaba desgreñada y frenética la hija inútil del concreto. El nacimiento ya no se medía en leguas locas de ciudades / campanarios / monumentos sino en vulgares catrinas de pierna suelta y mirada vacía o parcas mujeres de negro y de morado. Entonces mi hermano me decía: “Falso poeta”, mientras yo buscaba en el fondo de las cosas lo que no fuera máscara. Sólo hallé al verde fantasma, espectral presencia de vómito siniestro. En vano leí la palabra cuneiforme, estúpido me pareció el transiberiano con sus ilusas figuritas de polígonos humanos, círculos de arena, puertas polícromas a la nada. No obstante, la voz de mi hermano estremeció al silencio: “Falso poeta”, cuando alcé mi lapicito, lápiz de poeta hambriento o lápiz labial de mujer que no, al fin lo mismo: Escribiendo la fina línea donde cielo y mar besan mi anhelo de ti muriendo al horizonte.

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LBUM F Oaxaca, Querétaro, Chihuahua, Colima. Aunque geográficamente estemos lejos, las letras son aquello que nos unió y nos trajo aquí, así que creo febrilmente que éstas son un pretexto perfecto para seguir en contacto y sobre todo, creo que no ignoraremos esta experiencia que nos ha enriquecido de manera intelectual, cultural y hasta de manera muy personal. ¡Gracias!

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Fotografía por Fernando Plaza

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