—De acuerdo —repuso ella con expresión triste. Cuando le vio bajar por el camino hacia el lugar donde le esperaba el aerotaxi para llevarle al espacios puerto, Arcadia se preguntó si iría hacia la muerte por culpa de ella. Se preguntó si volvería a verle alguna vez. Casi no se atrevía a entrar de nuevo en la casa y enfrentarse a la bondadosa mamá. Tal vez, cuando todo hubiera terminado, tendría que suicidarse por el mal que les había hecho. 19. FIN DE LA GUERRA QUORISTON, Batalla de.—Librada en 9-17-377 D.F. entre las fuerzas de la Fundación y las del Señor Stettin de Kaigan, fue la última batalla de importancia durante el Interregno... Enciclopedia Galáctica Jole Turbor, en su nuevo papel de corresponsal de guerra, llevaba su macizo cuerpo enfundado en un uniforme militar, y sentía una relativa satisfacción. Disfrutaba encontrándose de nuevo en el aire, y perdió algo de la fiera impotencia de verse envuelto en una lucha trivial contra la Segunda Fundación, en la excitación de otra clase de lucha con naves reales y hombres corrientes. Era cierto que la Fundación no había cosechado victorias, pero aún era posible enfocar la cuestión con filosofía. Al cabo de seis meses, el núcleo de la Fundación continuaba intacto, y el grueso de la Flota seguía en pie de guerra. Contando los nuevos refuerzos desde el principio de la guerra, era casi tan fuerte numérica y técnicamente como antes de la derrota de Ifni. Y, mientras tanto, se reforzaban las defensas planetarias, las fuerzas armadas recibían un mejor adiestramiento, la eficiencia administrativa se incrementaba y gran parte de la Flota kalganiana se dispersaba debido a la necesidad de ocupar el territorio «conquistado». Por el momento, Turbor se encontraba con la Tercera Flota, en los bordes exteriores del sector de Anacreonte. De acuerdo con su política de hacer de aquello una «guerra del hombre de la calle», se hallaba entrevistando a Fennel Leemor, ingeniero de tercera clase, voluntario. —Díganos algo acerca de usted mismo —propuso Turbor. —No hay mucho que contar. —Leemor movió los pies, y una sonrisa tímida apareció en su rostro, como si estuviera viendo a todos los millones que indudablemente le estaban mirando en aquel momento—. Soy de Locris. Trabajo en una fábrica de coches aéreos, soy jefe de sección y tengo un buen salario. Estoy casado y tengo dos hijas. Oiga, ¿no podría saludarlas, por si me están escuchando? —Adelante, amigo. El vídeo está a su disposición. —¡Oh, gracias! —murmuró—. Hola, Milla. Por si me estás escuchando, estoy bien. ¿Cómo se encuentra Sunni? ¿Y Tomma? No dejo de pensar en vosotras, y tal vez obtenga un permiso cuando volvamos a puerto. Recibí el paquete de comida, pero te lo he devuelto porque aquí tenemos nuestra ración y dicen que los civiles están un poco faltos de alimentos. Creo que esto es todo. —La visitaré la próxima vez que vaya a Locris, amigo, y me aseguraré de que no le falte comida. ¿De acuerdo? El joven sonrió, agradecido, asintiendo. —Gracias, señor Turbor. Se lo agradezco mucho. —De nada. Díganos ahora... Usted es un voluntario, ¿verdad? —Claro que lo soy. Si alguien me provoca, no tengo que esperar a que me obliguen a luchar. Me alisté el día en que me enteré de lo de la Hober Mallow. Este es el espíritu, sí, señor. ¿Ha visto mucha acción? Observo que lleva dos estrellas. —¡Bah! —El hombre escupió—. Aquello no fueron batallas, fueron simples cacerías. Los kalganianos no luchan, a menos que sean cinco contra uno o más. Incluso entonces se escabullen y tratan de atacar a las naves una por una. Un primo mío estuvo en Ifni,
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