7. ARCADIA DARELL, Arkady. —Novelista, nacida 11-5-362 D.F. Muerta 1-7-443 D.F. Aunque principalmente conocida como escritora de novelas, debe su fama a la biografía de su abuela, Bayta Darell. Basada en información de primera mano, ha sido durante siglos la principal fuente de información relativa al Mulo y su época. Al igual que Memorias inéditas, su novela Una y otra vez es un apasionante reflejo de la brillante sociedad kalganiana de principios del Interregno, basada, según se cree, en una visita a Kalgan durante su juventud... Enciclopedia Galáctica Arcadia Darell declamó firmemente al micrófono de su transcriptor: —«El Futuro del Plan Seldon», por A. Darell —y entonces pensó vagamente que algún día, cuando fuese una gran escritora, firmaría todas sus obras maestras bajo el seudónimo de Arkady. Simplemente Arkady, sin ningún apellido. «A. Darell» era sólo lo que debía poner en todos los temas para su clase de Composición y Retórica. Todos los otros niños tenían que hacerlo igualmente, excepto Olynthus Dam, porque la clase entera estalló en carcajadas cuando lo hizo por primera vez. Arcadia era el nombre de una niña pequeña, que le fue impuesto porque su bisabuela se llamaba así, ya que sus padres no tenían ninguna imaginación. Ahora, hacía dos días que había cumplido catorce años, lo lógico era que reconocieran el simple hecho de su madurez y la llamaran Arkady. Apretaba los labios cada vez que recordaba a su padre levantando la vista del proyector de libros y diciendo «—Pero si ahora finges que tienes diecinueve años, Arcadia, ¿qué harás cuando tengas veinticinco y todos los chicos piensen que has cumplido los treinta?» Desde el sillón en que se hallaba sentada de través —era su sillón favorito— podía contemplarse en el espejo de su tocador. El pie le tapaba un poco la imagen porque la zapatilla no dejaba de balancearse sobre el dedo gordo, así que se sentó sobre ambos pies y estiro todo el cuerpo hasta que estuvo segura de haber añadido por lo menos dos centímetros a su majestuosa esbeltez Por un momento contempló pensativamente su rostro: demasiado redondo. Abrió las mandíbulas con los labios cerrados, y observó en todos sus ángulos la delgadez así obtenida. Humedeció sus labios con la punta de la lengua y los juntó en una mueca de fingida dulzura. Entonces dejó caer los párpados para adquirir una mirada misteriosa y mundana... ¡Oh, qué fastidio! ¿Por qué sus mejillas tendrían aquel tonto tono rosado? Trató de estirarse los ojos hacia los lados, para conseguir la languidez exótica de las mujeres de los sistemas estelares interiores, pero ron las manos se tapaba la cara y no podía verse muy bien. Entonces levantó la barbilla, se miró de perfil, y con los ojos en tensión, por mirar de reojo, y algo doloridos los músculos del cuello, dijo con voz algo más baja de su tono normal: —Realmente, padre, si crees que me importa una sola partícula de lo que puedan pensar esos estúpidos chicos, estás... Entonces recordó que aún tenía el transcriptos en la mano y funcionando, y exclamó, desconectándolo: —¡Oh, demonios! El papel de color violeta pálido, con margen de color melocotón a la izquierda, contenía lo siguiente: EL FUTURO DEL PLAN SELDON »Realmente, padre, si crees que me importa una sola partícula de lo que puedan pensar esos estúpidos chicos, estás... ¡Oh, demonios!»
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