Impotente, Arcadia se los alargó. Papá los desdobló torpemente, los examinó con cuidado y entonces los entregó. El teniente los examinó a su vez. Durante un rato posó la vista en Arcadia, y por fin cerró el pliego de un golpe seco. —Todo en orden —dijo—. Ya está, muchachos. Se alejó, y apenas transcurridos dos minutos la verja desapareció, y la voz que resonaba en el techo anunció el fin de la búsqueda. El clamor de la multitud, liberada de improviso, fue ensordecedor. Arcadia preguntó: —¿Cómo..., cómo...? —Shhh... —dijo papá—. No digas una sola palabra. Será mejor que nos dirijamos hacia la nave. Pronto despegará. Ya estaban en la nave. Tenían una cabina privada y una mesa para ellos solos en el comedor. Les separaban ya dos años—luz del planeta Kalgan, y Arcadia se atrevió finalmente a mencionar de nuevo el tema, diciendo —Pero me perseguían a mí, señor Palver, y debían de tener mi descripción y todos los detalles. ¿Por qué me dejaron marchar? Papá sonrió mientras masticaba su filete. —Verás, Arcadia, hija mía, fue muy fácil. Cuando uno ha tratado a agentes, compradores y cooperativas de la competencia, aprende algunos trucos. Yo he dispuesto de veinte años o más para aprenderlos. Verás, niña; cuando el teniente hojeó tus documentos, encontró entre ellos un billete de quinientos créditos, muy bien dobladito. Sencillo, ¿no? —Se los pagaré... De verdad, tengo mucho dinero. —Vaya —observó papá con una sonrisa de desconcierto y un vago ademán—, para ser una campesina... Arcadia desistió. —Pero ¿y si hubiera tomado el dinero y me hubiese arrestado de todos modos, acusándome además de intento de soborno? —¿Y renunciar a quinientos créditos? Conozco a esa gente mejor que tú, muchacha. Pero Arcadia estaba segura de que él no conocía mejor a la gente. No a esa clase de gente. En la cama, aquella noche, reflexionó cuidadosamente, y comprendió que ningún soborno hubiera impedido a un teniente de la policía capturarla, a menos que se tratara de algo planeado. No querían capturarla, y, sin embargo, habían fingido que lo intentaban. ¿Por qué? ¿Para asegurarse de que se iba? ¿Y en dirección a Trántor? ¿Acaso la obtusa y bondadosa pareja con la que estaba ahora era solamente un instrumento en manos de la Segunda Fundación, tan impotente como ella misma? ¡Tenía que serlo! ¿Lo sería, en realidad? Todo era inútil. No podía luchar contra ellos. Hiciera lo que hiciese, siempre sería lo que aquellos terribles y omnipotentes seres planeaban para ella. No obstante, era preciso engañarles. ¡Era preciso! 16. COMIENZA LA GUERRA Por razones desconocidas para los miembros de la Galaxia, el Tiempo Medio Intergaláctico define su unidad fundamental, el segundo, como el tiempo que la luz emplea en recorrer 299.776 kilómetros. Por otro lado, 86.400 segundos son arbitrariamente igualados a un Día Medio Intergaláctico; y 365 de esos días, a un Año Medio Intergaláctico. ¿Por qué 299.776, 86.400 ó 365? La tradición, decía el historiador sancionando la cuestión. A causa de ciertas misteriosas relaciones numéricas, indicaban los místicos, cultistas, numerólogos y metafísicos. Debido a que el planeta nativo original de la humanidad tenía ciertos
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