La poesía épica griega

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LA POESÍA ÉPICA 1. LOS POEMAS HOMÉRICOS La historia de las literaturas de nuestra civilización occidental comienza con dos obras a las que desde antiguo se ha tenido en gran estima y a las que la crítica reconoce calidades artísticas excepcionales: la Ilíada y la Odisea, atribuidas tradicionalmente a Homero. ¿Quién fue Homero? Las indicaciones sobre Homero que han llegado hasta nosotros son el producto de una elaboración legendaria en torno a su figura. En general las leyendas sobre su persona y vida no presentan rasgos individuales, sino que se le representa como el tipo de rapsoda ambulante, ciego y pobre, que va de ciudad en ciudad y de corte en corte, recitando gestas famosas y glorias caballerescas. No se sabe con exactitud la época en que vivió ni

su patria, y se ha llegado a poner en duda incluso su existencia, sobre todo a partir de las conjeturas de los críticos franceses del siglo XVII, especialmente el Abad d'Aubignac, y del filólogo alemán Wolf a finales del siglo XVIII1. Estos eruditos sostenían que ni había existido un Homero autor de la Ilíada y Odisea, ni los dos poemas podían ser del mismo autor ni época y que ni siquiera podía hablarse de un autor personal y único, sino de un conglomerado de pequeños cantos épicos originariamente independientes, obras quizá del espíritu popular, que en sucesivas refundiciones de compiladores anónimos, habían dado lugar a poemas más extensos. Luego la mentalidad popular habría atribuido su paternidad a Homero. Desde Wolf y hasta bien entrado nuestro siglo, la polémica en torno al

tema, bautizada con el nombre de "la cuestión homérica", ha dividido a los filólogos y críticos literarios en unitaristas, defensores de la unidad de autor, y analistas, quienes siguiendo las teorías de Wolf, tratan de explicar la génesis de ambos poemas prescindiendo de un autor personal. Hoy puede decirse que las posturas se han acercado: nadie sostiene que Homero sea el autor, en el sentido moderno, de los poemas, es decir, que Homero se inventase la Ilíada, ni mucho menos la "Odisea", cuya cronología es sin duda posterior. Es evidente e innegable la existencia de una larga tradición épica oral en Grecia que se remonta hasta plena época micénica; en esta tradición épica el "autor" o "autores" de la Ilíada y la Odisea se han basado ampliamente, tanto en la temática como en el aspecto formal de dicción y métrica. Pero tampoco ningún analista niega ya la existencia de una persona o personas que, partiendo de estos materiales preexistentes, los organiza dentro de un plan general y es responsable, al menos, de la estructura de uno y otro tema. Efectivamente, el análisis interno de los poemas homéricos, especialmente de la Ilíada, refuerza la impresión de unidad y la dinámica de sus casi 15.000 versos, exige una mano maestra que organice el conjunto.

Resumiendo: Sin que nada esté demostrado, es muy probable la existencia de un poeta de carne y hueso llamado Homero en la región de Quíos y Esmirna, en Asia Menor, y que debió desarrollar su actividad literaria durante el siglo VIII a. C. Es probable que él sea el "autor", en el sentido restringido del término que acabamos de apuntar, de la "llíada". Pero mucho menos probable que lo sea de la "Odisea". Homero como educador El fondo más o menos histórico de los poemas épicos griegos no hacía de ellos una mera historia del pasado. Por el contrario, al enaltecer las hazañas del pasado convertía a los héroes que las llevaban a cabo en un ideal digno de imitación; lo mismo que al mostrar las tristes consecuencias de sus errores, incitaba a reflexionar sobre las pautas del comportamiento humano. Desde el siglo VI a. C. los poemas homéricos fueron de hecho "la Biblia" sobre la que se basaba la educación de niños y jóvenes griegos (además, evidentemente, de la función normativa asignada a la música y a la gimnasia). A través de ellos se enseña el noble ideal que es formulado por uno de los nobles griegos combatientes en Troya, el anciano Néstor: Il., XI, 784: ajieivn ajristeuvein kai uJpeivrocon e[mmenai a[llwn ("ser siempre el mejor y estar por encima de los demás"). Esta ética del honor hay que entenderla en función de la gloria, klevo", que es lo único que puede dar hombre griego la inmortalidad, la pervivencia después de la propia muerte, ya que la vida de ultratumba, nunca ha poseído para los griegos ningún atractivo. Además de emulación, los poema transmitían una sabiduría, no sólo la enseñanza del arte oratorio, sino también el conocimiento de psicología humana, de las maneras sociales, de las formas de comportamiento a las distintas ocasiones, del decoro, de la moral, en suma. Por otra parte, al estar escritos en una lengua que no era ningún dialecto local, adquiría carácter supraregional, contribuyendo, sin duda, a la formación de la conciencia panhelénica.

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Estas cuestiones pueden verse tratadas con detalle en la Introducción a Homero, Ed. Guadarrama, Madrid, 1963, pp. 31 ss.


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La lengua homérica La lengua de los poemas es una lengua artificial, meramente literaria, que no corresponde a ningún dialecto griego de ninguna época determinada. De los elementos de la lengua épica unos son puramente artificiales, forzados por la métrica o por la adaptación de formas arcaicas ininteligibles ya para el aedo; otros elementos, en cambio, tienen una filiación dialectal más o menos segura. De estos últimos, el fondo más antiguo está constituido por los llamados micenismos o aqueísmos,

correspondientes, sin duda, al estrato más antiguo de la primitiva épica oral, el micénico, identificables por estar atestiguados en las tablillas micénicas, o bien por su pervivencia en los dialectos continuadores del micénico en el primer milenio a. C. Cronológicamente, sigue un estrato de eolismos, que correspondería al cultivo de la épica todavía oral, por parte de los herederos de los micénicos, emigrados a Eolia, región del norte de Asia Menor, debido a las sucesivas oleadas de invasiones indoeuropeas sobre la península balcánica. El último estrato cronológicamente, y también el más importante, es de los jonismos, procedentes del estadio en el que en la épica va fijándose por escrito por obra de los aedos de esta región de la costa central de Asia Menor llamada Jonia. Aunque estos aedos se sirven ampliamente, tanto en la forma como en el contenido, de la tradición épica oral que les ha precedido, es lógico que su producción incorpore una gran cantidad de elementos lingüísticos procedentes de su propio dialecto: esto es lo que da a la lengua épica su colorido predominantemente jonio. La continua recreación propia de la poesía de los aedos, especialmente en su fase oral, es un factor de continuas variaciones en el texto. En cada estadio formas más modernas van introduciéndose donde la métrica lo permite, pero elementos antiguos subsisten cuando esa sustitución no es métricamente posible (por ejemplo, junto a la forma jonia hJmevrh, "día", aparece en otros contextos la forma eolia hjmar, no sustituible métricamente).

Finalmente, el hecho de que la transmisión posterior por escrito de los poemas homéricos haya sido a través de Atenas, ha dejado también alguna huella en el texto; la más notable es el espíritu áspero, teniendo en cuenta que el eolio y el jonio habían perdido la aspiración inicial, en palabras como hJmevrh, hJduv". El verso homérico El esquema métrico, repetido verso a verso, es el llamado hexámetro, cuyo esquema ideal es el siguiente: - ++ - ++ - ++ - ++ - ++ -- // Era llamado hexámetro dactílico, porque la unidad, el dáctilo, - ++, aparece repetida seis veces. Las dos sílabas breves del dáctilo pueden ser sustituidas por una larga, pero la larga no puede ser sustituida por dos breves; la forma resultante, - - = - ++ recibe el nombre de espondeo. Respecto a estas sustituciones han de tenerse en cuenta dos cosas: l) El último metro siempre tiene la forma -- del espondeo, ya que una breve ante pausa se alarga. 2) El quinto metro es casi siempre un dáctilo, ya que al no poderlo ser el último, es él el encargado de marcar el ritmo dactílico. Un verso compuesto todo de dáctilos, excepto el último, naturalmente, se llama holodáctilo y tiene un ritmo saltarín que da impresión de ligereza. El compuesto todo de espondeos se llama holoespondaico; son muy raros y dan impresión de pesadez. De hecho, lo más frecuente es que dentro de un mismo hexámetro alternen los dáctilos y los espondeos.

El elemento fundamental de la versificación griega es la cantidad silábica, o alternancia de sílabas largas y breves en el metro de acuerdo con determinados esquemas; en este aspecto, como en otros, es fundamentalmente diferente de la nuestra: su ritmo no está basado en la acentuación y la rima tampoco se utiliza; coincide, sin embargo, en la regulación métrica de pausas y cesuras. La pausa coincide básicamente con el final de verso y se representa gráficamente así //; la cesura es un límite entre dos grupos melódicos en medio del verso, y su símbolo es /. En cuanto a la cantidad, las sílabas se dividen en largas (-) y breves (+). Una sílaba es métricamente breve cuando consta sólo de vocal breve o termina en vocal breve: oujlomevnh (recordemos que la o y la e son vocales siempre breves, mientras que la h y w son siempre largas; la a, la i y la u pueden ser breves y largas; los diptongos son siempre largos). Una sílaba es larga cuando consta de vocal larga o diptongo; entonces se le llama "larga por naturaleza", para distinguirla de las llamadas "largas por posición" (o por "convención", dicho con más propiedad), que son aquellas que, a pesar de llevar una vocal breve, cuentan como largas al ir seguidas de dos o más consonantes o de consonante compuesta: pollav"

d ij jfqivmou"... La elisión, o supresión de vocal final de palabra en contacto con la vocal inicial de la siguiente, es posible con vocales largas y diptongos. La vocal larga o diptongo (no elidido) en final de palabra se abrevia ante vocal de la palabra siguiente.


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Además de la pausa final de cada hexámetro, presenta una o dos cesuras. Las que puede tener el hexámetro son las siguientes: Tr = Trihemímeres (a las tres medias partes del hexámetro): – ++ – / ++ – ++ – ++ – ++ – – // P = Pentemímeres (a las cinco medias partes del hexámetro): – ++ – ++ – / ++ – ++ – ++ – – // (P2) T = Trocaica (entre las dos breves del 3er. pie): – ++ – ++ – + / + – ++ – ++ – – // (T2) H = Heptemímeres (a las siete medias partes): – ++ – ++ – ++ – / ++ – ++ – – // (H2) B = Bucólica (llamada diéresis que, a diferencia de las otras cae a final de metro y no en medio, y bucólica porque fue muy utilizada por los llamados poetas bucólicos). Esta aparece delante del 5º pie: – ++ – ++ – ++ – ++ / – ++ – – // (B2) Algunas observaciones deben hacerse respecto a estas cesuras: 1) La cesura tiene que coincidir con final de palabra fonética, lo que quiere decir que a efectos de cesura, las enclíticas se unen a la palabra anterior y las proclíticas a la siguiente. 2) En la cesura puede darse la elisión, el abreviamiento de vocal larga o diptongo ante vocal, etc., lo que ante pausa es imposible. 3) No todo fin de palabra en los lugares característicos de las cesuras deben ser considerados como verdaderas cesuras; para que ésta exista es preciso que el sentido indique el fin de un miembro de frase, de un grupo melódico (también en español la frase se divide en unidades melódicas de acuerdo con el sentido). 4) De las del hexámetro las cesuras más frecuentes son la P y la T y, como ya dijimos, en un hexámetro puede haber más de una. Libertades métricas usuales en la métrica española, como el encabalgamiento, es decir, hacer que una frase salte el final de verso y acabe en el verso siguiente; la sinizesis, que consiste en que dos vocales que no forman diptongo se fundan en una sola sílaba, o la diéresis, desdoblamiento de una sílaba en dos, son frecuentes en el verso épico.

La dicción formular Una simple lectura de los poemas homéricos nos evidencia el hecho de que la repetición de versos enteros, o con más frecuencia, trozos de versos, es una característica constante del estilo épico. Si medimos estas expresiones repetidas, observamos que todas ellas tienen un esquema métrico definido, que generalmente coincide con las porciones en que las distintas cesuras y diéresis dividen al hexámetro: así expresiones como poivmena lavwn, povtnia mhvthr y foi`bo" A j povllwn, frecuentísimas, cuyo esquema métrico es – ++ – –, llenan la segunda parte del hexámetro después de la diéresis bucólica; el grupo kreivwn A j gamevm v nwn, cuyo valor métrico es – – ++ – – equivale a la parte del hexámetro que sigue a la cesura heptemímeres, lo mismo que la designación usual de Aquiles como povda" wjkuv" A j cilleu'". En cambio, Phlhliavdv ew Acillh'o", abarca desde la cesura pentemímeres hasta el final del verso. Estos grupos de palabras se representan simbólicamente como B2, H2, P2 respectivamente; fórmulas como qeva leukwvleno" H j rh, se simbolizarán como T2, por ser la segunda parte del hexámetro después de la cesura trocaica. Estas expresiones de valor métrico constante, que se repiten en idénticas condiciones para expresar una misma noción, reciben el nombre de fórmulas. Dicho de forma resumida, las fórmulas, o grupos de palabras que se repiten en la versificación, cumplen con frecuencia la función de terminar el verso a partir de la cesura. Fue el estadounidense Milman Parry descubrió en 1928 la mecánica de esta dicción formular en la poesía homérica, utilizando como paralelo la épica eslava de los Balcanes, viva hasta hace pocos años. Parry2 demostró con argumentos decisivos el carácter tradicional de las fórmulas, gestadas en los distintos estadios de cultivo oral de la épica y transmitidas oralmente de unas a otras generaciones de aedos desde la misma época micénica. Ello explica muchos de los arcaísmos que encontramos en los poemas homéricos y que subsisten ligados a fórmulas. A pesar de la importancia del mecanismo formular en la dicción homérica, el poeta que dio forma final a la Ilíada no fue esclavo de estas fórmulas heredadas. Su genio poético se revela en el libre uso 2

M. Parry, L'épithéte traditionnel dans Homére, París, 1928; Homer and Homeric Style, 1930. Que la épica homérica arranca de la época micenica es conclusión a la que se ha llegado al comprobar que los poemas homéricos conservan el recuerdo de objetos micénicos que dejaron de usarse después del colapso del imperio micénico y la llegada de los dorios, así como de pueblos y lugares desaparecidos posteriormente, hallados recientemente por los arqueólogos, y cuyo conocimiento directo era imposible para los griegos de los siglos VIII y VII a. C. cuando los poemas homéricos toman forma escrita. La noticia de esos objetos y lugares pudo llegar hasta época tan reciente gracias a su mención en la tradición épica oral, que precisamente por su mecánica formular, conserva estos arcaísmos ligados a las fórmulas.


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que hace de ellas, combinándolas e introduciendo expresivos cambios, de modo que en ningún momento su obra es una mera repetición de fórmulas hechas. Lo mismo puede decirse de la Odisea. La transmisión La difusión de los, poemas dentro del ámbito griego fue por obra de los rapsodos. Frente a los aedos, más antiguos, que cantaban sus poemas acompañando con un instrumento de cuerda, los rapsodos son recitadores profesionales que recitan poemas épicos, ya sin acompañamiento musical. Por otra parte, en la transmisión del texto escrito de los poemas homéricos Atenas jugó un papel importante. En tiempo de Hiparco (520 a. C.), hijo del tirano Pisístrato, se hizo llevar a Atenas un ejemplar de los poemas homéricos, adquirido tal vez por los Homéridas de Quíos, para disponer de un texto fidedigno y fijo al que debían adaptarse los recitadores en el certamen rapsódico de las fiestas Panateneas. A partir de entonces, las copias de Homero se ajustaron a este ejemplar.

Sin embargo, más tarde, en el siglo III a. C., cuando los filólogos alejandrinos intentaron hacer una gran edición crítica de Homero, se encontraron con grandes problemas: un texto lleno de variantes, fluctuaciones notables en el número de versos, etc. La actividad de estos eruditos resultó decisiva en la fijación del texto homérico. Zenódoto de Éfeso, en la primera mitad del siglo III a. de C. dividió en veinticuatro cantos cada poema, designando a cada uno por una letra del alfabeto. Aristófanes de Bizancio (257-180) hizo otra edición. Peo la labor más notable fue la de Aristarco de Samotracia (217145) quien, además de redactar varios comentarios, preparó dos ediciones del texto. LA "ILIADA" La "Ilíada" historia y leyenda La Ilíada es un poema épico en torno Troya homérica: en efecto, a la legendaria guerra de Troya. Tras las excavaciones iniciadas en 1870 por Heinrich Schliemann se llegó a la conclusión de que había habido una ciudad de Troya. Estas excavaciones fueron continuadas después por su colaborador Wilhelm Dörpfeld y las nuevas y por el profesor Carl Blegen, que demostraron que había habido una Troya destruida por el fuego. Con ellas se demostró que la guerra de Troya no era sólo una ficción literaria, sino también lo que era para los griegos en la época clásica: historia verdadera. Efectivamente, de los varios estratos allanados y superpuestos que las excavaciones han ido descubriendo en el rincón noroeste de Asia Menor en el emplazamiento donde tradicionalmente se situaba la ciudad de Troya, puede afirmarse que el estrato designado por los arqueólogos como Troya VIIa es el que corresponde a la Troya homérica. La cerámica micénica hallada en este estrato permite fechar la destrucción violenta de la ciudad hacia 1250 a. C., fecha que coincide con la asignada por la tradición antigua griega a la caída de Troya. Es decir, que hoy por hoy puede afirmarse que la "Ilíada" tiene un fondo histórico innegable: la conquista de Troya por los griegos. Que el tema, al convertirse en un gran poema épico, fue novelado, presentándolo como una expedición de represalia por el rapto de Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta, por Paris, hijo de Príamo, rey de Troya, también parece claro. Lo más probable es que el verdadero motivo de la guerra fuese la necesidad por parte de los griegos de asegurarse el control de esta zona, clave para el paso de las materias primas de las que Grecia era deficitaria.

La "Ilíada", poema escrito. Su estructura En el poema, tal como nos ha llegado, el tema inmediato es el enfrentamiento entre dos caudillos griegos, Agamenón y Aquiles, y sus consecuencias, enmarcado dentro de otra acción más general, que le sirve de fondo, la de la guerra de Troya. En el canto I se presenta este enfrentamiento, el deshonor de Aquiles, al verse privado de la esclava Briseida, que le había correspondido en un justo reparto del botín y que ahora Agamenón le arrebata, con la consiguiente cólera de Aquiles. El ejército griego, después de la retirada de Aquiles con sus huestes, no sufre una derrota inmediatamente, sino más tarde, en el canto VI. Tras una serie de alternativas, la situación se hace insostenible para los griegos en el canto IX y sus caudillos deciden, con la aprobación de Agamenón, enviar una embajada a Aquiles. Sin embargo, Aquiles no depone su ira y se niega. En los cantos siguientes, hasta el XVI, ante el desconsuelo de Patroclo, amigo y compañero de Aquiles, al ver que la derrota griega va en aumento e incluso que los principales caudillos griegos están heridos, Aquiles le permite que participe en la lucha al mando de su ejército. Patroclo logra una victoria


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temporal, pero al final muere a manos de Héctor, caudillo de los troyanos. La muerte de Patroclo llena de dolor y rabia a Aquiles, el cual decide rintegrarse al combate. La intervención de Aquiles conduce a la muerte de Héctor en el canto XXII. En el canto XXIII se narran ampliamente los funerales de Patroclo y los juegos fúnebres celebrados en su honor. Finalmente, el canto XXIV presenta la escena de Príamo, rey de los Troyanos, humillado ante Aquiles para que le devuelva el cadáver de su hijo. Aquiles se niega y ultraja el cadáver terriblemente. Sin embargo, al final, tras nuevas súplicas, accede y el poema termina con los funerales de Héctor. En la poesía épica posterior, el tema de la Ilíada será completado, por delante, con los llamados Cantos Ciprios, que relatan los acontecimientos que preceden a la Ilíada, y, por detrás, con la "Etiópida", que narra las últimas hazañas y la muerte de Aquiles, y con La Destrucción Ilión ( Ij livou pevrsi") en donde se contaba la caída y saqueo de Troya. De toda esta poesía épico-cíclica, que también trató otros ciclos aparte del troyano, sólo conservamos títulos y algunos pocos fragmentos. Lectura Como complemento a cuanto acabamos de exponer, veamos este pasaje en el que Héctor se dispone a ir al combate, en tanto que Andrómaca está llena de funestos presagios: A ésta repuso el gran Héctor de tremolante casco: Yo también he pensado en estas cosas, mujer; pero gran vergüenza sentiría de los troyanos y de las troyanas de largos peplos si como un cobarde me alejara del combate. Y tampoco a ello me incita el ánimo, pues aprendí a ser siempre valiente y a combatir entre los troyanos en primera fila, luchando por la gran gloria de mi padre y por mi propia fama. Pues bien sé yo esto en mi pensamiento y mi corazón: que el día llegará el que la sagrada Ilión sea destruida y Príamo y el pueblo de Príamo el de buena lanza. Mas no tanto me inquieta el futuro fatal de los troyanos ni el de la misma Hécuba o del soberano Príamo ni el de mis hermanos que, aunque sean valientes, en gran número caerán en el polvo, a manos de los enemigos, como tu futuro, cuando algún aqueo de coraza de bronce te lleve llorosa y de tu libertad se apodere. Y quizá en Argos tengas que tejer en el telar de otra y puede que transportes el agua del Meseida o el Hiperea muy a tu pesar, pero forzada por la dura necesidad. Entonces quizá alguien pueda decir viéndote llorar: "Esta es en verdad la mujer de Héctor el que mandaba a los troyanos domadores de caballos, cuando luchaban en torno a Ilión". Así podrá decir alguien: y un dolor renovado habrá para ti, privada de un hombre capaz de defenderte de la esclavitud. ¡Ojalá que un gran montón de tierra cubra mi cadáver antes de oír tus gritos y ver cómo te arrastran! Así habló y al niño los brazos tendió el noble Héctor; pero al punto al seno de la nodriza de hermosa cintura el niño gritando se echó, pues tuvo miedo del aspecto de su padre, con su coraza de bronce y su penacho de crines de caballo, que veía agitarse de un modo terrible en lo alto del casco. Entonces su padre y su venerable madre se echaron a reír. (Homero, "Ilíada", VI 440-471)

LA "ODISEA" Es poco probable que el autor, o redactor final de la "Odisea", sea el mismo que el de la Ilíada. Además de que la cronología de la "Odisea" es sin duda posterior, las diferencias entre ambos, tanto en forma como en contenido, son notables. El autor de la "Odisea" domina la técnica narrativa; no es un poema épico, sino un cuento de aventuras que adopta la forma externa de la épica; abunda en la Odisea lo maravilloso y otros ejemplos de folklore o cuento popular, frente a la ausencia casi total de


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estas características en la Ilíada. Parece presentar en general un estadio de civilización más avanzado que en la Ilíada, al presentar una sociedad más moderna. En cuanto a la forma de ser compuesta, parece lo más probable que la Odisea haya sido rehecha sucesivamente a partir de un núcleo primtivo sobre el tema del náufrago aventurero. Parece ser que, tanto por la historia misma de la épica griega como por la actividad marinera de los jonios, las primeras versiones de la Odisea fueron obra de aedos jónicos. Temática de la "Odisea" El tema central del poema es el accidentado regreso de Ulises desde Troya, perseguido por Poseidón, su llegada, por fin a Ítaca, su patria, y su venganza sobre los pretendientes, ávidos de ocupar su puesto en el mando y en el corazón de su fiel esposa. Este tema del héroe ausente largos años de su hogar, del hijo que parte a lejanas tierras en su busca y del regreso del héroe, bien disfrazado, o simplemente irreconocible por el paso de los años, ha sido un motivo típico de los relatos populares de muchas literaturas. En el caso de la Odisea, parece que el personaje de Ulises como protagonista de la leyenda popular del héroe que regresa es muy antiguo y, desde luego, anterior a la guerra de Troya misma. Se han señalado notables semejanzas con la epopeya babilonia de Gilgamés y también hay coincidencias con leyendas hititas y egipcias, con lo que la influencia oriental parece innegable. Asimismo la leyenda de Ulises incorpora elementos de la primitiva épica micénica, como el tema de los Argonautas. Lo que parece que sucedió es que el antiguo tema del retorno del héroe y su venganza se integró dentro del ciclo troyano, centrándose en uno de sus protagonistas, Odiseo, uno de los héroes aqueos que regresan a su patria después de la toma de Troya. Geografía de la "Odisea" La complejidad temática de la Odisea la vincula con dos mundos, el de la épica y el fabuloso de las aventuras del héroe vagabundo. Esta doble vinculación se manifiesta en las referencias geográficas del poema: Troya, Esparta, Pilos, Creta, etc. Pero junto a estos lugares reales hay regiones que son producto de la fantasía del poeta: el país de los lotófagos, la tierra de los cíclopes, la isla de Circe, las Sirenas, la isla de la ninfa Calipso, el país de los feacios...

Estructura de la "Odisea" La Odisea, bajo su forma actual, se divide en tres "conjuntos épicos": 1. "La Telemaquia" (Cantos I-IV). Es una especie de prólogo en el que se hace mención de la leyenda general del regreso de los aqueos de Troya, de la larga tardanza de Ulises y la difícil situación creada en Ítaca a causa de su ausencia, y la decisión de su hijo Telémaco, inspirado y ayudado por Atenea, de viajar para inquirir noticias sobre su padre. 2. "Los relatos de la corte de Alcínoo" (Cantos V-XII), a donde Ulises ha llegado en su largo peregrinar; en este punto, se hace una larga pausa en la que el propio Ulises va refiriendo retrospectivamente todas las aventuras de su largo viaje desde la caída de Troya. En este relato en primera persona se encuentran elementos más antiguos y próximos al folklore primitivo, tanto indoeuropeo como egipcio o asiático; está lleno de evocaciones legendarias y de aventuras fabulosas: los lotófagos, los cíclopes, las sirenas, la bajada a los infiernos, las vacas del Sol devoradas por los compañeros de Ulises, etc. 3. "La matanza de los pretendientes" (Cantos XIII-XXIV). A partir del Canto XIII la narración maneja varios hilos simultáneamente: la vuelta de Ulises a Ítaca, el regreso de Telémaco, que había ido a Esparta para saber noticias sobre su padre, el progresivo reconocimiento del héroe por sus leales, la actitud cada vez más insolente de los pretendientes, hasta llegar al punto culminante de la acción, que llega en el Canto XXII, con la victoria de Ulises, disfrazado de mendigo, en la prueba del arco y la posterior matanza de los pretendientes. La acción continua en el canto XXIII con el reconocimiento del héroe por su esposa, hasta llegar al canto XXIV, en que se describe la visita de Ulises a su padre Laertes, que se ha retirado de la vida pública de la ciudad y se dedica al cultivo del campo. El poema concluye con el relato de la pacificación de Ítaca después de que Ulises asuma de nuevo el mando.


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Lectura En el siguiente pasaje Odiseo se siente temeroso ante la furia de Poseidón, que le impedirá una vez más llegar a casa: Era el cuarto día y estaba todo preparado. Y al quinto lo dejó marchar la divina Calipso después de lavarlo y ponerle ropas perfumadas. Entrególe la diosa un odre de negro vino, otro grande de agua y un saco de víveres y le añadió abundantes golosinas. Y le envió un viento próspero y suave. Entonces el divino Odiseo desplegó gozoso las velas al viento y, sentado, se puso a gobernar el timón con habilidad. No caía el sueño sobre sus párpados contemplando Las Pléyades y el Bootes, que se pone por la tarde, y la Osa, que llaman carro por sobrenombre, que gira allí y acecha a Orión y es la única privada de los baños de Océano. Pues le había ordenado Calipso, divina entre las diosas, que navegase teniéndola a la mano izquierda. Navegó durante diecisiete días atravesando el mar, y al decimooctavo aparecieron los sombríos montes del país de los feacios, por donde éste le quedaba más cerca y parecía un escudo sobre el ponto rojo como el vino. El poderoso, el que sacude la tierra, que volvía de junto a los etíopes, lo vió de lejos, desde los montes Sólomas, pues se le apareció surcando el mar. Irritóse mucho en su corazón Odiseo y moviendo la cabeza habló a su ánimo: "¡Ay!, seguro que los dioses han cambiado de resolución respecto a mí cuando estaba entre los etíopes, pues estoy cerca de la tierra de los feacios, donde es mi destino escapar de las calamidades que me llegan. Pero creo que aún me han de alcanzar bastantes desgracias." Cuando hubo hablado así, amontonó las nubes y agitó el mar, sosteniendo el tridente entre sus manos, e hizo levantarse grandes tempestades de vientos de todas clases, y ocultó con las nubes, al mismo tiempo, la tierra y el ponto. Y la noche surgió del cielo. Cayeron Euro y Noto, Céfiro de soplo violento y Bóreas nacido del éter, el que levanta grandes olas. Entonces las rodillas y el corazón de Odiseo desfallecieron, e irritado dijo a su magnánimo espíritu: "Ay de mí, desgraciado, ¿que me sucederá por fin ahora? Mucho temo que todo lo que dijo la diosa sea verdad, pues me aseguró que, en el ponto, antes de regresar a mi patria, sufriría desgracias. Y ahora todo se está cumpliendo. ¡Con qué nubes ha cerrado Zeus el vasto cielo y agitado el ponto, y se lanzan con impetuosidad tempestades de vientos de todas clases! Seguro que ahora tendré una terrible muerte! ¡Felices tres y cuatro veces los dánaos3 que murieron en la vasta Troya por dar satisfacción a los Atridas! ¡Ojalá hubiera muerto yo y me hubiera enfrentado con mi destino el día en que contra mí las broncíneas lanzas tantos troyanos lanzaban alrededor del Pelida4 muerto! Allí habría obtenido honores fúnebres y los aqueos5 celebrarían mi gloria, pero ahora está determinado que sea sorprendido por una terrible muerte." Cuando hubo dicho así, le alcanzó en lo más alto una gran ola que cayó terriblemente y sacudió la balsa. Odiseo se precipitó fuera de la balsa soltando las manos del timón, y un terrible huracán de mezclados vientos le rompió el mástil por la mitad. Cayeron al mar la vela y la antena, y él estuvo largo tiempo sumergido sin poder salir

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Los griegos. El hijo de Peleo, es decir, Aquiles. 5 Los griegos. 4


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con presteza por el ímpetu de la ingente ola, pues le entorpecían los vestidos que le había dado la divina Calipso. Al fin emergió mucho después y escupió de su boca la amarga agua del mar que le caía en abundancia, con ruido, desde la cabeza. Pero ni aún así se olvidó de la balsa, aunque estaba agotado, sino que lanzándose entre las olas se apoderó de ella, aposentándose en medio y librándose así de la muerte, mientras que el gran oleaje la arrastraba con la corriente aquí y allá. (HOMERO, "Odisea" V, 263-328)

La Odisea, en versión de Pérez Navarro y Martín Saurí

2. HESIODO Conectado desde antiguo con Homero aparece Hesíodo. Es cierto que tienen elementos comunes, como son la métrica en hexámetros, el lenguaje épico y las coincidencias formales. Sin embargo, hay entre ellos diferencias fundamentales. El mundo que se nos muestra a través de la poesía de Hesíodo es el de su propia época y país, mientras que las epopeyas homéricas están situadas en un legendario pasado. Hesíodo nos manifiesta por medio de sus poemas sus propias inquietudes, mientras que la personalidad del aedo homérico apenas aflora en sus versos. Hesíodo es ya un personaje histórico. de carne y hueso, de cuya vida obtenemos muchos datos a través de su obra, en tanto que la propia existencia de Homero ha sido puesta en duda. Hesíodo pertenece al mundo de los pequeños campesinos beocios, que tienen que mantener una dura lucha por la vida en un suelo poco fértil y bajo el dominio de una nobleza arbitraria. El rapsoda homérico, por el contrario, vive en el ambiente urbano de las ciudades jonias, enriquecidas por la industria y el comercio, y más avanzadas socialmente. Cronológicamente, sin embargo, no son tan distantes, ya que la obra de Hesíodo puede situarse hacia el 700 a. C. Las dos obras fundamentales de Hesíodo son "La Teogonía" y "Los Trabajos y los Días". La primera es un largo poema en el que Hesíodo trata de sistematizar tradiciones antiguas de procedencia diversa (recuérdense los mitos de sucesiones de dioses del Próximo Oriente) para llegar a la concepción de un mundo regido por Zeus patrocinador del orden y la justicia. Este dios logra hacerse amo del mundo después de vencer a los Titanes y a su padre Cronos, que a su vez ha desbancado al suyo, Urano. La historia de la sucesión Urano-Cronos-Zeus representa el núcleo de la Teogonía, pero está entremezclado con elementos diversos: comienza con una auténtica cosmogonía u origen del mundo, que se va desarrollando a lo largo de sucesivas uniones y descendencias entre las primitivas fuerzas de la naturaleza: el Caos, las Tinieblas, la Noche, el Eter (Aire), el Día. la Tierra, el Cielo, etc. Todo ello hace que presente una enorme variedad de contenido, de modo que la línea directriz es a veces difícil de seguir. En "Los Trabajos y los Días" el punto de partida lo constituye un hecho concreto, la disputa de Hesíodo con su hermano Perses, que le ha desposeído de su patrimonio y que logra sobornar a los jueces para que fallen a su favor cuando Hesíodo le lleva a juicio. Pero este hecho particular le sirve de


1. La poesía épica griega

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pretexto para plantearse la cuestión general de las fuerzas que sustentan la existencia humana. También aquí aparece Zeus como ordenador, como el dios que ha establecido la divkh (justicia) entre los hombres. Pero esto produce una íntima contradicción en el poeta, que por una parte ve cómo la injusticia abunda a su alrededor y, por otra, quiere confiar en el Zeus protector de la Justicia; enormemente expresivo es el pasaje en que desgarradoramente nos dice: «Pero ojalá ni yo ni mi hijo fuéramos justos entre los hombres, puesto que es un mal que el hombre sea justo si es que el injusto ha de alcanzar una justicia más favorable»; pero en seguida manifiesta la esperanza, no la convicción, de que el Providente Zeus permita este estado de cosas. Continúa la obra alternando las alocuciones directas a Perses, aconsejándole que deponga su afán de lucha y pendencias y se dedique a ganarse el sustento por medio del trabajo honrado, con las consideraciones de carácter general, como por ejemplo el mito de las dos Eris o diosas de la disputa, una mala, que lleva a los hombres a la guerra y a las luchas, y otra buena, que les sirve de estímulo para superarse. Las

consideraciones generales respecto a los infortunios del mundo las desarrolla a través del mito de las edades en las que sucesivamente la humanidad ha ido decayendo hasta su postración actual. Hace también una serie de consideraciones sobre los distintos tipos de trabajos y la forma más adecuada de llevarlos a cabo para que sean productivos para los mortales. La última parte, referente a los días adecuados para distintos trabajos o acciones, parece haber sido un añadido posterior. Lectura:

Entonces Zeus ya no contuvo su poder, sino al punto de su cólera llenó el pecho y toda su fuerza mostró; y desde el cielo y desde el Olimpo a la vez fulminando sin cesar avanzaba; y los rayos, junto con el trueno y el relámpago, continuamente volaban desde la mano robusta, retorciendo su llama sagrada, densos. Y en torno, la tierra dadora de vida tronaba ardiendo, y fuerte chirriaba al fuego la inmensa floresta. Y hervían todo el suelo y las corrientes del Océano y el ponto estéril. Un vapor ardiente envolvía a los Titanes terrestres, y la llama del éter divino llegaba, inmensa, y los ojos de ellos, aunque fuertes, quedaban cegados por el rayo y el resplandor destellante del relámpago. Un ardor prodigioso llenaba el abismo; y pareció verse con los ojos y oírse con los oídos un ruido, como si Gea y Urano espacioso, viniendo de arriba, se encontrasen. Tan grande fragor debía haberse dado entre ella abatida y él lanzándose desde lo alto: Tanto era el fragor de los dioses que a contienda venían. (Hesíodo, "Teogonía", 687-705)


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