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Síntomas de comer fragarias

Cadáveres en mi comedor

De Tamara Fromm

En la quietud de mi mesa de comedor, se despliega el teatro de la cotidianidad, donde los elementos más simples adquieren profundidad. Los poemas VII y XIII de Paula Melchor en Amor y pan capturan la esencia de lo mundano, transformando lo ordinario en algo trascendental.

La mesa del comedor es un testigo silencioso de la intimidad familiar. Los restos de comida y los rastros del pasado, a veces también son metáforas. La mesa, como un cadáver familiar, sostiene los vestigios de las historias y silencios. Cada taza, cada plato, lleva consigo memoria del ayer. El vino a medio beber, el cesto del pan, todos estos detalles —como en el poema— componen el tapiz de una vida doméstica, donde el silencio se convierte en un protagonista más de la mesa, uno al que he aprendido a hacerle espacio y le he puesto mantel y plato. Pero a veces éste crece mientras se llenan los estómagos, y se les olvida preguntar por mi día. Tal vez por eso compro fruta en (des)temporada y dejo que los pensamientos y rencores se resbalen por la garganta.

Paula Melchor
Paula Melchor

Mi mesa del comedor a veces también se convierte en luto. Como Paula Melchor, reclamo la mesa como mi propio “cadáver unifamiliar”, un lugar donde la ausencia se hace palpable. Y así, guardo lugares para personas que no van a venir a sentarse y pongo higos sobre un plato. El escenario donde la vida se me despliega en complejidad es en realidad más simple. Arrastro la silla y se me olvida bajar los codos, confundo de que lado van las servilletas y llego tarde a comer.

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