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La aparición de un extraño ángel
[OTO MÍES DE LA SIERRA
Cierta noche salí del cuarto y, en medio de la oscuridad, pude ver un animal muy grande que bajaba del cielo, era como un guajolote; sus alas eran grandes y sus uñas también. No se me ocurrió qué hacer, tal vez debí haberme metido en el cuarto, tal vez debí quedarme quieta, pero sólo pensé en echar a correr. Miré hacia atrás y me di cuenta de que el extraño ángel me seguía; sus ojos brillaban mucho, eran de un color rojo encendido. Las piernas se me doblaban, nunca había corrido
tanto. Me sentí perdida, como si no fuese de aquí, como si yo fuese una extranjera en mi tierra.
El animal espantoso se abalanzó, se lanzó sobre mí y me hizo caer. Yo sujetaba una cruz que había sido de mi madre y que nunca quise soltar. Traté de gritar pero tenía la lengua pegada al paladar. Después de un rato se despegó mi lengua y pude gritar. El grito hizo que desapareciera el animal. Mi esposo lo oyó también, salió al patio y me buscó. Nos abrazamos y tratamos de olvidar el incidente.
A la mañana siguiente vimos al gran animal tirado junto al puente. Todavía le brillaban los ojos. El único rastro que me quedó de su ataque fue un rasguño en las piernas. Tal vez era un ángel, pero un ángel monstruoso.