Suplemento Lundero 397 enero 2012

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PUBLICACIÓN CULTURAL DE “LA INDUSTRIA” Chiclayo-Trujillo (Perú), enero de 2012. Año 33 No 397

LUCIAN FREUD (1922-2011)


Literatura

Hemingway: París no se acaba nunca Guillermo Niño de Guzmán arís era un fiesta es uno de los mejores libros de Ernest Hemingway y uno de los más hermosos que se han escrito jamás sobre esa ciudad. Su título original (A moveable feast) revela lo que París significaba para alguien que había sido cautivado por ella en su juventud, cuando era un escritor pobre y desconocido aunque lleno de entusiasmo: una fiesta que no se acaba nunca y que te acompaña por el resto de tus días. En el ocaso de su vida, Hemingway se dedicó a evocar esos tiempos felices y lo hizo con la prosa más tersa y sensual que era capaz de cincelar. En buena cuenta, estas memorias fueron una despedida, pero también un acto de afirmación artística. Pese al notorio declive de su salud, el veterano narrador consiguió pergeñar una de esas obras entrañables cuya sola mención genera una inmediata corriente de complicidad entre sus afortunados lectores. A simple vista, París era un fiesta es una colección de divertidas anécdotas sobre un escritor en sus años de formación, pero también constituye un testimonio excepcional de una época en la que coincidieron en la capital francesa varios de los hombres de letras y artistas más destacados del siglo XX. Luego de la primera guerra mundial, llegó una oleada de norteamericanos (a la que Gertrude Stein bautizó como la generación perdida debido a las secuelas emocionales ocasionadas por la contienda bélica), quienes se establecieron en la

Le Dome, uno de los cafés de Montparnasse que Ernest Hemingway y otros escritores y artistas frecuentaban en el París de los años veinte.

orilla izquierda del Sena. Hemingway, que había sido conductor de ambulancias en el frente italiano, regresó a Europa como corresponsal de prensa. Vino con su primera esposa, Hadley Richardson, dispuesto a emprender una carrera literaria. En esa perspectiva, su libro recrea con vivacidad la atmósfera bohemia de los expatriados y compone memorables retratos de la gente que frecuentaba en el barrio latino: Ezra Pound, James Joyce, Sylvia Beach, Ford Madox Ford, F. Scott Fitzgerald, Gertrude Stein y Alice B. Toklas, entre otros. A veces sus recuerdos toman el

Certificado de Depósito Legal Nº 2001-2957 Nº de Registro del Proyecto Editorial 31401001000491

Publicación Cultural de La Industria Editado e impreso por: Empresa Editora La Industria de Chiclayo S.A. Nº 397

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AÑO XXXIII

Dirección y Edición María Ofelia Cerro Moral Fundadores = Nicanor de la Fuente Sifuentes Glicerio García Campos Jorge Eduardo Eielson Colaboraciones en Lima Laura Alzubide Antonio Cisneros Arturo Cortés Guillermo Niño de Guzmán

cariz de un ajuste de cuentas, pero sus impresiones poseen tal frescura e ironía que uno termina por sonreír con indulgencia. Además de su valor documental, el volumen puede ser considerado como un notable manifiesto del aprendizaje de un escritor. De raigambre vitalista, poco intelectual, Hemingway sorprende por la lucidez y penetración de sus reflexiones literarias. A través de estas páginas, expone varios de sus principios creativos y comparte invalorables consejos. Por ejemplo, la famosa teoría del iceberg: si una historia es lo bastante

Corresponsal en Francia Carmen Moral Diagramación Staff Lundero (Chiclayo)

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sólida y coherente basta que asome una pequeña parte de ella sobre la superficie, de modo que el lector pueda captar la totalidad a partir de los indicios y asimilar su significado. En ese aspecto, Hemingway muestra un admirable conocimiento de su oficio y resalta la importancia de la labor artesanal. Sus comentarios sobre las enseñanzas que le ofrecen las pinturas de Cézanne, su percepción de que la prosa exige un sentido musical, entre otras observaciones, convierten a este libro en una lección ejemplar sobre el arte de narrar. La reciente aparición de una “edición restaurada” (Scribner, 2009) a cargo de su nieto Seán y con un prólogo de Patrick, su único hijo vivo, ha suscitado una fuerte polémica. Como se sabe, el libro fue publicado póstumamente en 1964. Hemingway había comenzado a escribirlo en 1957, después de que el hotel Ritz de París le entregara dos baúles que había dejado almacenados en marzo de 1928 y que había olvidado reclamar. Al examinar su contenido, encontró viejos cuadernos y papeles que le trajeron agradables reminiscencias de aquella época y lo impulsaron a ponerlas por escrito. Trabajaría en las memorias durante los años siguientes, alternándolas con otros proyectos, incluso hasta abril de 1961, tres meses antes de su suicidio. Por entonces ya había corregido varios borradores, pero aún no había concluido la introducción ni se hallaba conforme con

Carátula: La muerte de Lucian Freud (nieto del padre del psicoanálisis), el artista inglés contemporáneo más importante, marca el fin de una época. Junto con su amigo el pintor Francis Bacon, se atrevió a ir contra la corriente e impuso un arte esencialmente figurativo en tiempos en que la abstracción dominaba el escenario plástico. Chica con un gatito es una de sus obras más emblemáticas de su primera etapa creativa. (Ver páginas centrales y contracarátula)


Literatura siglo por los albaceas de su legado literario. Para otros estudiosos, la versión restaurada contiene información y matices que permiten una mayor comprensión de un libro que, a ojos del autor, no estaba terminado. En ese sentido, habrá que convenir en que se aproxima más al manuscrito original. Pero, ¿cuánto aporta el material que permanecía inédito en el caso de una revaloración? ¿Hay una diferencia sustancial que justifica su difusión? Entre las razones que el editor actual esgrime para legitimar su iniciativa está la sospecha de que Mary, la cuarta y última esposa de Hemingway, quiso presentarlo como víctima de Pauline Pfeiffer, la segunda consorte, a la que suele achacársele la ruptura de su matrimonio con Hadley, la heroína indiscutible de

ahora podemos leer en su integridad. Allí deplora la mala influencia que ejercieron en su comportamiento los ricos, los cuales se entrometieron en su vida de la mano del nefasto “pez piloto”, expresión que parece referirse al escritor John Dos Passos, con quien se había enemistado a raíz de un incidente ocurrido en la guerra civil española. Hemingway podía ser engreído, vengativo e injusto, como se desprende de sus semblanzas de Gertrude Stein, Ford Madox Ford y Scott Fitzgerald. Este último es protagonista de dos de los capítulos rescatados, los cuales complementan el retrato sarcástico que figura en la publicación inicial. La actitud dura y soberbia de Hemingway frente a Fitzgerald, quien había sido muy generoso con él, ha sido objeto de muchos

Edición restaurada de París era una fiesta. Detrás del autor, vemos a Sylvia Beach, amiga y propietaria de la mítica librería Shakespeare and Company.

el capítulo final y tampoco había elegido un título. Fue su viuda, Mary Welsh, quien le dio al manuscrito su forma definitiva, junto con un editor de Scribner. Ella adujo que había respetado al máximo las intenciones del autor, aunque lo cierto es que realizó algunos cambios que sin duda no le hubieran gustado a su marido. No solo suprimió unos pasajes que Hemingway había querido incluir, sino que, sobre todo, alteró el orden de los textos y entresacó fragmentos para componer el último episodio. Ante estas circunstancias y luego de cotejar ambas ediciones, resulta inevitable preguntarse: ¿vale la pena haber removido los cimientos de un edificio atractivo y consistente para levantar uno nuevo? Para algunos críticos es poco menos que un desatino pretender desautorizar una obra ya canónica, cuyo texto fue fijado hace casi medio

Hemingway en su estudio en París, cuando empezaba a escribir y era “pobre y muy feliz”.

París era una fiesta. Ciertamente, Hemingway nunca cesó de recriminarse por su traición conyugal. En la flamante edición se reitera su pesar, pero no se le echa la culpa del adulterio a Pauline. Más bien, el narrador alude a la “increíble felicidad” que vivió con ella en “El pez piloto y los ricos”, un episodio que solo conocíamos parcialmente y que

Las extravagancias de Scott Fitzgerald y su esposa Zelda alborotaron la loca Era del Jazz.

reproches. No obstante, en la edición que comentamos se introduce un cambio en su apreciación. Si bien Hemingway había escrito un primer borrador en el que comparaba el talento del autor de El gran Gatsby con las alas estropeadas de una mariposa y lamentaba que “ya no podía volar más porque había perdido su amor por el vuelo y solo podía recordar que lo había hecho sin esfuerzo”, al final se arrepintió y excluyó esta frase del manuscrito. Pese a ello, fue insertada en la edición de 1964, ignorándose su voluntad. En realidad, la enmienda de Hemingway suponía un juicio menos negativo: “Ahora estaba volando otra vez y yo tuve la suerte de conocerlo justo después de una buena etapa en su escritura, aunque no fuera buena en cuanto a su vida”. En total son diez los textos que estaban inéditos, aparte de varios fragmentos destinados a la apertura y cierre del

volumen. Entre los nuevos capítulos sobresale aquel titulado “Placeres secretos”, cuyas implicancias andróginas le confieren un interés adicional. La historia cuenta la decisión de Hemingway de cortarse los cabellos igual que su mujer, que los tenía cortos, lo cual hace que ambos parezcan dos muchachos. Esta similitud en la apariencia estimula la actividad erótica de la pareja y estrecha su relación. Desde luego, el relato no es tan explícito, pero uno puede sacar sus propias conclusiones al establecer un paralelo con El jardín del Edén (1986), aquella novela póstuma en la que sale a relucir esa obsesión de Hemingway por el cabello como punto de partida de un intercambio de roles sexuales. Salvo por estos detalles, que provocarán la curiosidad de fanáticos y especialistas, la edición restaurada no va a alterar la valoración de París era una fiesta. De cualquier modo, es un buen pretexto para reencontrarse con un libro querido cuyo sabor mejora con el paso de los años. Una vez más, queda claro que la estancia en París fue una experiencia decisiva para Hemingway, quien no solo escribió sobre ella en el umbral de su juventud (la novela Fiesta, en 1926) sino hacia el final de su existencia, cuando entrevió que el deterioro mental podía acabar con sus recuerdos. Más allá de sus guiños literarios y de una deliciosa nostalgia, el encanto de esta obra autobiográfica reside en su exaltación hedonista de la vida y en su prosa sencilla y luminosa, tocada por la gracia. Nadie ha sido capaz de transmitir con tanta intensidad la sensación de atravesar el Jardín del Luxemburgo con el aire fresco y limpio que corta el rostro en una tarde de otoño, nadie ha podido capturar con tanto placer la sensación de paladear una docena de ostras vivas entre sorbo y sorbo de vino blanco seco, ligeramente frío.

Un Hemingway nostálgico contempla París en 1956.

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Memorias

La educación de Mr. Bumby Ernest Hemingway

i primer hijo, Bumby, y yo pasábamos mucho tiempo juntos en los cafés donde trabajaba cuando él era niño y vivíamos encima del aserradero. En el invierno siempre venía con nosotros a Schruns, en Voralberg, pero cuando Hadley y yo íbamos a España en el verano se quedaba esos meses con la femme de ménage, a la que llamaba Marie Cocotte, y su marido, al que llamaba Touton, ya sea en el 10 bis de la Avenue des Gobelins, donde tenían un apartamento, o en Mûr de Bretagne, donde transcurrían las vacaciones estivales de monsieur Rohrbach. Monsieur Rohrbach habia sido maréchal de logis chef o sargento mayor en la institución militar francesa profesional y, a su retiro, obtuvo un puesto menor de funcionario que, junto con el salario de Marie, les daba para vivir. Ambos esperaban jubilarse para residir en Mûr de Bretagne. Touton jugó un gran papel en los años de formación de la vida de Bumby. Cuando en la Closerie de Lilas había demasiada gente como para trabajar bien o cuando pensaba que él necesitaba cambiar de aires lo paseaba en su coche y, después, nos dirigíamos hacia el café de la Place Saint Michel, donde Bumby estudiaba a las personas y la vida ajetreada de esa parte de París mientras yo escribía delante de un café crème. Todos tenían sus propios cafés adonde nunca invitaban a nadie e iban a trabajar, leer o recoger su correspondencia. Tenían otros cafés donde citaban a sus amantes y casi todos tenían un café más, un café neutral, al que podían invitarte para presentarte a su amante, y también estaban los restaurantes habituales, cómodos y baratos, donde todo el mundo podía comer en un terreno neutral. No había nada como la organización del barrio de Montparnasse en torno al Dôme, La Rotonde, el Select y, más tarde, La Coupole o el bar Dingo, que figuran en los libros sobre París en aquella época A medida que Bumby se hacía ma4

Jack (Mr. Bumby), el hijo mayor de Hemingway, acompaña a su padre en una excursión de pesca. El relato que publicamos es un texto inédito en español, rescatado por la edición restaurada de París era una fiesta.

yor hablaba un francés excelente y, aunque había sido aleccionado para mantener un silencio absoluto y únicamente estudiar y observar mientras yo trabajaba, cuando veía que había acabado me confiaba algo que había aprendido de Touton. -¿Tu sais, Papa, que les femmes pleurent comme les enfants pissent? -¿Touton te dijo eso? -Él dice que un hombre nunca debería olvidar eso. En otra ocasión me dijo: -Papá, mientras trabajabas pasaron cuatro poules y no estaban mal. -¿Qué sabes tú acerca de poules? -Nada. Las miro. Uno las mira. -¿Qué dice Touton sobre ellas? -Que uno no debe tomarlas en serio. -¿Qué se debe tomar en serio? -Vive la France et les pommes de terre frites. -Touton es un gran hombre. -Y un gran soldado -dijo Bumby-. Me ha enseñado mucho. -Lo admiro bastante. -Él también te admira. Dice que tienes un métier muy difícil. Papá, dime,

El pequeño Jack y su madrina, la escritora Gertrude Stein, en los Jardines del Luxemburgo, en París.

¿es difícil escribir? -A veces. -Touton dice que es muy difícil y que siempre debo respetar eso. -Tú lo respetas. -Papá, ¿has vivido mucho con los Peau-Rouges? -Un poco -dije. -¿Pasamos por la librería de Silver Beach al volver a casa? -Claro. ¿Te gusta ella?

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-Siempre es muy buena conmigo. -Conmigo también. -Tiene un nombre hermoso: Silver Beach. -Pasaremos por ahí y luego tengo que llevarte a casa a tiempo para almorzar. He quedado en comer con unas personas. -¿Personas interesantes? -Personas -respondí. Era demasiado pronto para los barcos que hacían navegar en los jardines del Luxemburgo, así que no nos paramos a verlos, pero cuando llegamos a casa Hadley y yo discutimos por algo sobre lo que ella tenía razón y yo estaba bastante equivocado. -Mamá se ha portado mal. Papá la ha regañado -anunció Bumby en francés muy pomposamente, todavía bajo la influencia de Touton. Cuando Scott comenzó a presentarse borracho con mucha frecuencia, una mañana en la que habíamos terminado nuestro trabajo en el café de la Place Saint Michel, Bumby me preguntó muy seriamente: -Papá, ¿monsieur Fitzgerald está enfermo? -Está enfermo porque bebe demasiado y no puede trabajar. -¿No respeta su métier? -Madame, su esposa, no lo respeta o está envidiosa de él. -Él debería regañarla. -No es tan simple. -¿Lo vamos a ver hoy? -Creo que sí. -¿Va a beber mucho? -No. Ha dicho que no va a beber. -Yo voy a dar el ejemplo. Aquella tarde, cuando Bumby y yo nos reunimos con Scott en un café neutral, él no estaba bebiendo y ambos pedimos una botella de agua mineral. -Para mí un demi-blonde -dijo Bumby. -¿Permites que este niño beba cerveza? -preguntó Scott. -Touton dice que una cerveza pequeña no le hace daño a un niño de mi


Homenaje edad -dijo Bumby-. Pero mejor que trai-No. A él no. gan un ballon. -Me alegro -dijo Bumby-. Debe de Un ballon era solo medio vaso de ser algo pasajero. cerveza. -No sería una desgracia si hubiera -¿Quién es ese Touton? -me pregun- sido destruido mentalmente por la guetó Scott. rra -dije-. Eso le pasó a varios de nuesLe conté acerca de Touton y de tros amigos. Después algunos se recucómo habría podido aparecer en las peraron e hicieron buenas cosas. Como memorias de Marbot o de Ney, si este nuestro amigo André Masson, el pintor. las hubiera escrito, y que encarnaba las -Touton me explicó eso de que no tradiciones de las ordenanzas de la anti- era una desgracia ser destruido mentalgua institución militar francesa que ha- mente. Hubo demasiada artillería en bía sido destruida tantas veces pero que esta última guerra. Y todos los generaaún existía. Scott y yo hablamos de las les eran unos necios. campañas napoleónicas y de la guerra -Es algo muy complicado. Algún día de 1870, que él no había estudiado, y tú mismo lo descubrirás. le referí algunas historias de los motines en el ejército francés después de la ofensiva de Nivelle en Chemin des Dames que había oído de amigos que habían participado en ellos y le dije que hombres como Touton eran un anacronismo, pero algo absolutamente vigente. Scott mostraba mucho interés y pasión por la guerra de 1914-1918, puesto que yo tenía varios amigos que habían peleado en ella y algunos que habían visto muchas cosas de cerca y a los que últimamente aquellas historias reales de guerra les estaban perturbanHemingway y su primera esposa, Hadley Richardson, pasean con Mr. do. La charla discurría Bumby. El escritor siempre lamentó el fin de este matrimonio. sobre la cabeza de Bumby pero él escuchaba con atención y, después, cuando -Mientras tanto es bueno que no tenya habíamos hablado de otros asuntos y gamos problemas. Ningún problema seScott se había ido, lleno de agua mine- rio. ¿Has trabajado bien hoy? ral y con la resolución de escribir bien y -Muy bien. verdaderamente, le pregunté a Bumby -Estoy contento -dijo Bumby-. ¿Puepor qué había pedido una cerveza. do ayudarte en otra cosa? -Touton dice que lo primero que un -Ya me ayudas bastante. hombre debe aprender es a controlarse -Pobre monsieur Fitzgerald -dijo -me respondió-. Pensé que podía dar el Bumby-. Hoy se portó muy bien y estuejemplo. vo sobrio y no te molestó. ¿Le va a ir -No es tan simple como eso -le dije. bien, papá? -La guerra tampoco es simple, ¿no, -Espero que sí -dije-. Pero tiene propapá? blemas muy serios. Me parece que tiene -No, es muy complicada. Por ahora problemas insuperables como escritor. puedes creer lo que Touton te diga. Más -Estoy seguro de que los superará tarde descubrirás muchas cosas por ti dijo Bumby-. Hoy día ha sido muy buemismo. no conmigo y tan razonable. -¿A monsieur Fitzgerald lo destruyó mentalmente la guerra? Touton me dijo (Traducción de Guillermo Niño de que eso le había ocurrido a mucha gente. Guzmán)

Antonio Cisneros, poeta laureado a brillante trayectoria de Antonio Cisneros (Lima, 1942) fue recompensada en el año 2011 con un nuevo galardón: el Premio Southern Perú a la creatividad humana. Como se sabe, Cisneros es uno de los poetas más notables del ámbito hispanoamericano. A continuación, ofrecemos un poema suyo inédito.

1943 I No hay carnero más fuerte en todo el valle, ninguno más robusto. Ninguno con los ojos sibilinos como una luz de aceite alcanforado. No hay carneros de tanto corazón como el que me babea amarillo y bendito, madre mía, porque me quieres mucho, porque me quieres más que a todas las aves, más que a todos los sagrados ovinos trasquilados. II Tumbado entre mi cuna, remolino, tortuga boca arriba, agitando las patas arrugadas cubiertas de arenisca, apachurrado por una cataplasma inacabable, un bosque de eucaliptos sobre el pecho, que dispones mamá con tanto esmero, emplasto verde Nilo, lava hirviente que me entierra como una rata ciega en la noche repleta de alcanfor. III Mamá, con tu enorme cabeza de carnero, me espantas, me arrebujas entre el aire caliente de la cuna y la lenta frontera de los santos ovinos del verano. Motas de lana blanca que me ahogan con tu lengua de piedra, tu cabeza, mamá, de robusto carnero trasquilado, tu cabeza hundiéndose en mi cuna, haciéndome caricias, babeándome, mordiéndome. Mordiéndome.

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Personajes

Las pasiones ca

de Lucian F Pintor trabajando, reflejo (1993). Autorretrato de Lucian Freud.

ra todo un personaje. Llegó a ser el pintor más caro del mundo (un óleo suyo se vendió a 33,6 millones de dólares hace tres años), pero eso no le importaba. El director de un museo que fue a comprarle un cuadro se sorprendió al notar que sus pantalones tenían agujeros. Y no es que fuera tacaño. Simplemente, le faltaba tiempo para ocuparse de su persona. Por ello, las fotos por lo general muestran a un hombre flaco y desaliñado, con las mejillas sin afeitar, y una mirada afilada propia de un ave rapaz. Considerado como el artista inglés contemporáneo más importante, Lucian Freud no hacía otra cosa que pintar. Pintaba cuerpos desnudos con una obsesión que rayaba en el delirio. Fuerte y vital, trabajó sin cesar hasta el mismo día de su muerte, acaecida el 20 de julio de 2011, a los 88 años. Aunque reconocía que no había leído casi nada de su renombrado abuelo, lo cierto es que su extravagante personalidad habría sido un digno caso de estudio para Sigmund Freud. Sin duda, el fundador del psicoanálisis habría alzado las cejas al enterarse de que a Lucian le gustaba retratar desnudas a sus hijas adolescentes o que había dedicado más de 4000 mil horas a pintar a su madre. Lucie (de ella provenía el nombre de su hijo favorito) posó para él más de mil veces, todos los días, durante varios años. ¿No confirmaba aquella fijación su teoría acerca del complejo de Edipo? Lucian bordeaba los cincuenta años cuando empezó esta serie de retratos. Su madre había enviudado y había estado a punto de suicidarse. Y el hijo artista no solo la había rescatado sino que, de alguna manera, había reemplazado al marido ausente. Nacido en 1922 en la ciudad de Berlín, Lucian era hijo de Ernst, el menor de los vástagos 6

de Sigmund Freud y arquitecto de profesión. El psicoanalista, que residía en Viena, solía viajar a la capital alemana para tratarse el cáncer que padecía en la mandíbula. El pequeño Lucian se divertía cuando su abuelo se sacaba la dentadura postiza y la hacía castañetear. Más tarde, en el exilio en Londres, poco antes de su fallecimiento en 1939, el viejo Sigmund le regalaría un ejemplar ilustrado de Las mil y una noches y una reproducción de Brueghel, además de llevarlo a pasear y a ver caballos. La familia de Lucian se había establecido en Londres desde 1933, a raíz del auge del nazismo y las crecientes amenazas contra los judíos (tres tías abuelas suyas perecerían en Auschwitz). Él recordaba haber visto el incendio del Reichstag y al mismísimo Hitler, a quien se había atrevido a retratar con su cámara mientras correteaba por las calles de Berlín en compañía de su ama. A los diez años, fue transplantado a un país ajeno, cuya lengua no conocía. Se convirtió en un niño solitario y hostil, que peleaba con sus condiscípulos y al que no le interesaban las clases. Lo expulsaron de dos colegios y, tal como explicaría después, lo único que le atrajo de uno de esos internados fue la posibilidad de montar a caballo. No obstante, a pesar de estas dificultades, siempre se empeñaría en defender a su patria de adopción (obtuvo la nacionalidad británica una semana antes de estallar la segunda guerra mundial, librándose de ser detenido a causa de su origen germano) y en alegar que no había nada que lo uniera a Alemania. Lucian, que había mostrado dotes para el dibujo desde su primera infancia, pasó brevemente por dos escuelas de arte (al parecer, un descuido suyo provocó el incendio de una de ellas, acto involuntario que sugiere un rechazo inconsciente de la educación formal, muy en consonancia con su temperamento rebelde). Aburrido y desorientado, en 1941 se alistó en la marina mercante. Su barco zarpó rumbo a Nueva York, pero nunca arribó a la costa americana. El convoy fue torpedeado por submarinos alemanes. Lucian, que solo tenía dieciocho años, sufrió una fuerte impresión. Algunos bió-

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Aunque era célebre por sus desnudos, el artista privilegiaba una mirada despojada de erotismo, pero dota

grafos piensan que la visión de los cuerpos desmembrados de sus compañeros de la tripulación por las explosiones afloraría en su posterior tratamiento pictórico de la figura humana. Y, aunque salió ileso, enfermó de amigdalitis, lo que sirvió para que lo declararan incapacitado para el servicio. Durante la guerra llevó una vida bohemia y

disipada. Excéntrico, sol y un abrigo de piel, y u rrado a su muñeca. Tom res como Cyril Connoll los cuales retrató. Su pr zada en 1944, tuvo una concluida la contienda, gráficos desvelaron el h


arnales

Freud Arturo Cortés

da con una fuerza extraordinaria.

lía deambular con un fez n halcón de cetrería afemó contacto con escritoly y Stephen Spender, a rimera exposición, realibuena acogida. Una vez los noticieros cinematohorror de los campos de

exterminio nazis, lo que acentuaría su mirada descarnada de la realidad. En 1946 emprendió un largo viaje que lo condujo primero a París y luego a Grecia, donde se quedó pintando varios meses. En esa época ya había descubierto que ejercía un irresistible atractivo sobre las mujeres, sin que importara su edad. Greta Garbo, todavía esplendorosa a sus cuarenta años, lo conoció a través de Cecil Beaton y se entusiasmó, a tal punto que lo eligió como pareja de baile para sus recorridos por los clubs nocturnos. Por un tiempo compartió su techo en Londres con dos amantes, hasta que una no soportó más la tensión y se fue. La que permaneció, Kitty, era hija del escultor Jacob Epstein. Se casaron en 1947 y tuvieron dos hijas. Ella fue su modelo mientras la relación duró (Chica con rosas, Chica con un gatito y Chica con un perro blanco son algunas notables pinturas de aquel periodo entre 1947 y 1951). Poco después, el inquieto artista se enamoró de Caroline Blackwood, una joven distinguida con la que también contraería matrimonio en 1953. Se instalaron una temporada en París y visitaron a Picasso, quien, deslumbrado por la belleza de la inglesa, no pudo contener sus arrestos lúbricos. Mientras entretenía a Lucian con sus cuadros diseminados por el taller, se ofreció a mostrarle a Caroline las palomas que criaba en la azotea. Un mero pretexto para abalanzarse sobre ella, que frenó heroicamente el asedio del impetuoso minotauro. Fue una situación incómoda que, curiosamente, se asemejaba bastante a las que propiciaba su marido. Este enlace se disolvería al cabo de cuatro años. Amoral, sinvergüenza y mujeriego, Lucian fue una suerte de depredador sexual. No volvió a casarse pero tuvo numerosos amoríos. Según la leyenda, se calcula que procreó unos cuarenta hijos. Una cantidad exagerada, aunque los reconocidos oficialmente no son menos de trece o catorce. De acuerdo con los testimonios de consortes y amantes, Freud huía de las relaciones serias porque se resistía a asumir responsabilidades. Perdía todo interés cuando empezaba a querer y respetar a una mujer, pues, a su jui-

En 1916, Sigmund Freud con sus hijos Ernst (padre de Lucian) y Martin. Al lado, la madre del pintor, Lucie Brasch.

de la llamada Escuela de Londres, bajo la cual se identificaba a unos cuantos pintores que reivindicaban la figuración. En circunstancias en que primaba el expresionismo abstracto, tanto Bacon como Freud iban contra la corriente, en abierto desafío a la moda que imponían críticos y galeristas. Por desgracia, la amistad se quebró por una discusión tonta sobre la aceptación de distinciones que concedía la Corona, ya que Bacon se oponía a ellas. Si bien Lucian Freud se ganó la reputación de misántropo -lo llamaban el eremita de Holland Park- porque se negaba a dar entrevistas y a concurrir a las inauguraciones de sus exposiciones (tampoco tenía teléfono y sus hijos y amigos solo podían comunicarse con él mediante telegramas), la verdad es que no siempre fue antisocial. Hombre contradictorio, en una etapa se relacionó con miembros de la alta sociedad e incluso estuvo ligado al séquito que seguía a la princesa Margarita en sus noches de fiesta. Pero era impredecible. No quiso retratar ni al papa Juan Pablo II ni a la princesa Diana. Sin embargo, accedió a pintar a la reina Isabel, obra que resultó controversial (según algunos comentaristas, distorsionó la imagen de la soberana). Por otro lado, contraviniendo sus propias normas, hizo sendos retratos de celebridades como Jerry Hall y Kate Moss, desnudas y en avanzadas fases de embarazo. Le gustaba pasear con su Rolls RoLas modelos de Freud eran sus amantes y amigas, así como su madre y sus hijas. yce por las calles de Londres -era un conductor muy temerario- y comer en los dinense, quienes lo forzaban a aceptar préstarestaurantes más lujosos de Belgravia. No obsmos para alimentar su ludopatía. tante, conservaba su modesto estudio de dos Su compañero de juerga era Francis Bacon, ambientes en Paddington -uno para pintar con artista ya reconocido, con quien frecuentaba los luz natural, otro para trabajar de noche- y él bares y garitos de Soho. Ambos se admiraban y mismo preparaba el desayuno a sus modelos. se retrataban mutuamente, en un fructífero intercambio que se extendió por unos veinticinco años. Después de todo, los dos estaban al frente Continúa en la página 12 cio, eso le recordaba demasiado a su madre (¡otro guiño para el abuelo Sigmund!). Egotista y agresivo, tímido y hermético, es posible que su natural desconfianza hacia los demás tuviera su origen en su temprano desarraigo. Tipo pendenciero, pasó más de una noche en comisarías por su facilidad para meterse en peleas callejeras. Bebedor y jugador, se sentía a sus anchas en el mundo de los bajos fondos. En los años sesenta, cuando no era tan famoso, sus deudas de azar rondaban el medio millón de libras esterlinas. Debía esa suma a los siniestros gemelos Kray, los reyes del hampa lon-

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Artes

Mussolini y la propaganda fascista (tinta sobre papel).

o pinta óleos de gran formato. Su trabajo se parece más al del investigador, al del historiador, al del arqueólogo de las imágenes. Quizás por eso, Fernando Bryce (Lima, 1965) es el artista peruano mejor ubicado en el mercado internacional. Su especialidad es el dibujo a tinta sobre papel, y posee un trazo exquisito muy apreciado en el extranjero. Tanto es así que, en el año 2005, la Fundación Antoni Tàpies, una de las más prestigiosas de España, le dedicó una exposición monográfica. Y, ahora, su obra ha llegado a Lima en una gran muestra que destaca su trabajo en este formato.

El artista peruano Fernando Bryce ha concebido un vasto proyecto gráfico que recrea la historia del siglo XX.

Fernando Bryce: la reinvención de la historia Laura Alzubide

Fernando Bryce es uno de los artistas peruanos contemporáneos más renombrados en el escenario internacional. “Dibujando la historia moderna” es el título de la gran exposición monográfica que recoge su obra, por partida doble, en el Museo de Arte de Lima y en sala de la Fundación Telefónica. Esta muestra puede ser considerada entre las más destacadas del año 2011.

Los dibujos de Bryce recuperan la iconografía de una época.

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Sin embargo, Fernando Bryce no siempre tuvo claro que lo suyo era el dibujo. Estuvo en varios talleres, como el de Cristina Gálvez o el de Leslie Lee. Pasó brevemente por la Facultad de Artes Plásticas de la Pontificia Universidad

Católica del Perú. En 1984, viajó a París para estudiar en la Facultad de Artes Plásticas de Saint Denis. Luego, estudió cuatro años en el taller del fotógrafo, escultor y cineasta francés Christian Boltanski, conocido por sus instalaciones,

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en l’École des Beaux Arts. Por aquel entonces, estaba abocado a la pintura. Experimentaba. Buscaba. Un peruano en Berlín En 1990, Fernando Bryce se mudó


Lima en dos espacios simultáneos: el Museo de Arte de Lima y la Fundación Telefónica. Reúne las series de pinturas y dibujos más ambiciosas del artista. En total, son veintidós obras, integradas por más de dos mil piezas, en su mayoría dibujos. En ellas, reproduce meticulosamente panfletos, documentos oficiales, imágenes de prensa, propaganda política o anuncios de publicidad. Su propósito es conformar un estudio de las relaciones de poder, cuestionar la imposi-

Lima”. Sin embargo, su intención no es reproducir los documentos uno a uno, en el sentido naturalista de la palabra. “No estoy haciendo fotorrealismo”, añade. “Pero no invento nada. Nunca trato de exagerar. Más bien, reproduzco la imagen, la respeto en cuanto a estructura y contenido. Me gusta llamarlo ‘traducción’. Traduzco esta imagen que está insertada en la historia. Este documento que ha sido producido en una época determinada,

El panorama visual no excluye la publicidad cinematográfica y otros avisos comerciales de la prensa.

a Berlín. Hacía trabajos de decoración –murales, estucos– en discotecas, clubs, zapaterías. Lo que fuera. Incluso, en una temporada en la que no consiguió contratos, comenzó a limpiar un club de tecno tres veces por semana. Lo hizo durante un año y medio. Aún no vendía sus cuadros. Así se ganaba la vida. “En esa época, tenía mis cuadernos de apuntes. Y ocuparme de estos cuadernos –donde había imágenes, collage y mucho dibujo, junto a las notas– era mucho más estimulante que la pintura en sí. Estaba insatisfecho con los temas que estaba abordando”, explica. “Entonces se produjo un pequeño cambio. Pasé de hacer obras muy abstractas a trabajar con imágenes de orden cultural. Recuerdo que hice una serie de pinturas de unas galletas alemanas. Me pareció más interesante porque me cuestionaba no solo la pintura como medio de creación, sino también la representación misma de los objetos”. Al mismo tiempo, pintaba sobre papel. Le entusiasmaba trabajar en el escritorio. Descubrió que era una liberación. Que así no sentía el peso de la tradición del óleo. Y fue así cómo llegó al dibujo. Tanteando, buscando nuevas técnicas. Hasta que encontró la tinta y el pincel. Redibujando la historia La exposición, titulada “Dibujando la historia moderna”, se presenta en

El mundo en llamas (2010-2011), serie de dibujos que se exhibe en el Museo de Arte de Lima.

ción de ideologías, a través de ciertos momentos de la historia: el Perú a lo largo del siglo XX, la Guerra Civil Española, la idiosincrasia latinoamericana, la Guerra Fría, el colonialismo europeo. “Pensé que esto era interesante cuando comencé a trabajar en un panfleto de la época de Benavides, de los años treinta, que encontré la Biblioteca de Berlín”, afirma Fernando Bryce. “Eso me dio la clave del asunto. Decidí reproducir este material en dibujo y hacer una serie de imágenes. A partir de ahí, fui desarrollando esta manera de trabajar, con aquellos documentos que se encuentran en un archivo y que tienen que ver con el pasado. Y lo hice de un modo más sistemático con ‘Atlas Perú’, una de las series que se encuentran expuestas en la Fundación Telefónica y el Museo de Arte de

por personas muy concretas, que tenían determinados fines políticos, ideológicos, comerciales”. Una propuesta distinta Poner estas imágenes en otro contexto, reproducirlas en otro lenguaje, sin deformarlas ni alterar el tamaño, deviene en otra lectura. Una lectura artística. Una revisión contemporánea. El blanco y negro de la tinta uniformiza el trazo y homogeniza las imágenes. El color y la textura desaparecen. Es entonces cuando se pueden agrupar sin que pierdan su diferencia. Porque, en realidad, se trata de un material muy diverso, que incluye imágenes que el artista encuentra en Internet y que, o bien incorpora a un conjunto más grande de dibujos, o bien forma una serie de retratos autónoma, como las que dedica a Mao, Trotsky, Fidel Castro, el Che Guevara. “De alguna manera, mi sistema de trabajo tiene visos enciclopédicos”, confiesa. “Y también tiene un aspecto arqueológico, en el sentido de que me acerco a estos objetos y los rescato del lugar donde se encontraban”. A pesar de su juventud, la obra de Fernando Bryce ha estado presente en diversas bienales internacionales. Ha transitado por numerosas salas de exposiciones, en varias ciudades del mundo: Berlín, Nueva York, Buenos Aires, Malmö, Brasilia. Y, por fin, llega a Lima una muestra monográfica que hace justicia a su trayectoria. “No ha sido fácil llegar hasta aquí, aunque ha valido la pena”, afirma el artista.

Bryce ha expuesto en prestigiosas salas y galerías como la Fundación Tapies de Barcelona.

Publicación cultural de “La Industria” Chiclayo-Trujillo (Perú), Enero de 2012

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Testimonio

José María Arguedas y Blanca Varela: una amistad inquebrantable

l año 2011 se conmemoró el centenario de José María Arguedas, celebración a la que nos queremos sumar con la reproducción de un raro artículo de Blanca Varela, donde la poeta corrobora su admiración por la obra del narrador indigenista. A ambos les unió una profunda amistad y solían encontrarse en la peña Pancho Fierro, a la que acudían con sus respectivos cónyuges. Por entonces, Arguedas estaba casado con Celia Bustamante, mientras que Varela era esposa del pintor Fernando de Szyszlo (“Gody”). La nota se tituló “José María Arguedas está entre los grandes autores de América” y fue difundida por el diario La Prensa el domingo 14 de octubre de 1962. Arguedas, muy conmovido, le dirigió una carta de agradecimiento, la cual también incluimos. Estos escritos testimonian el mutuo apreEn Puerto Supe, donde José María Arguedas y Blanca Varela solían veranear en los años cincuenta. cio que se profesaban dos de los más excepcionales creadores de hijastro a la cocina y a algo tan hermoso la literatura peruana del siglo XX. Este dulce, cocinera, madre, le sonreía desque puede nacer hasta de esa condición de el fogón. Victo Pusa le acariciaba la material forma parte de la colección de creada por el desamor: el arte. frente con su fuerte mano de picapedredocumentos de la Pontificia Universidad Dueña de un corazón de piedra y de ro. Estaban todos, el “concertado” FeliCatólica del Perú y fue divulgado por la medio San Juan de Lucanas, esta señope Maihua; José Delgado, el lacayo; toestudiosa arguediana Carmen María Pira contará con el agradecimiento eterno dos los peones, los humildes, la verdanilla, con notas explicativas de Fernande la historia de la novela peruana. dera familia. do de Szyszlo. ¿Cómo hubieran podido nacer Agua, José María tuvo muchos padres y Los ríos profundos, Yawar fiesta, si José muchas madres y no un parque de inARTÍCULO DE BLANCA VARELA María Arguedas no hubiera crecido enfancia a lo Proust, sino campos de alfalEl niño pequeño no tendría más de tre sus personajes, siendo él mismo uno fa que debían regarse a medianoche, tres años. Hundía el rostro en su escudicon temor y frío. más entre ellos; serrano, tierno, hermélla de mote y sorbía sus lágrimas. De tico, gran lector de la naturaleza, auténSu madre, dama de Andahuaylas, pronto su rostro se iluminaba y en el tico en el canto y en la palabra, obstinamurió cuando era un niño en brazos; su fondo de él la música crecía y llenaba la do, triste, puro? padre, don Víctor Manuel Arguedas, cocina oscura. Una canción en la lenLas primeras letras las aprendió en la abogado cuzqueño, enfermo imaginario, gua en que estaba aprendiendo a queescuelita de San Juan de Lucanas; el juez de paz en Puquio y nómade contra jarse y a reír: un huayno. cuarto de primaria lo cursó en Abancay, viento y marea, lo dejaba en casa de su Facundacha, la sirvienta, lo tomaba la secundaria, o parte de ella, en Ica. segunda mujer, quien había destinado al entre sus brazos; doña Cayetana, india, 10

Publicación cultural de “La Industria” Chiclayo-Trujillo (Perú), Enero de 2012

Por esos años vino la revelación. Nació la vocación de un descubrimiento realizado en la hacienda Huayuhuayu, a orillas del Apurimac, propiedad de un pariente materno y escenario que podemos identificar con un pasaje de Los ríos profundos. La hacienda tenia una capilla colonial y una lujosa biblioteca, polvorienta y sin visitantes; José María descubrió allí un libro: Los miserables. ¿Quién diablos sería ese Víctor Hugo? Lo cierto es que al terminar el libro había nacido un novelista. Arguedas comenzó a escribir y no ha cesado de hacerlo no obstante que las circunstancias, a veces, se han empeñado en convertirlo en otras cosas: empleado del Correo de Lima, profesor de colegio y brillante etnólogo. La vida para los serranos no era dulce en Lima cuando Arguedas vino por primera vez, a los ocho años, en uno de los tantos viajes que acompañó a su padre por el Perú. (“Los muchachos nos perseguían a todos los serranos del barrio, nos insultaban, se burlaban de nosotros. Acabábamos refugiándonos en la iglesia de San Francisco que quedaba cerca para librarnos de sus asaltos”.) En 1931 Arguedas volvió a Lima. Tenía veinte años y esta vez venía a la universidad. Todo fue diferente para el joven “recién bajado”. Era un escritor. El padre muerto y la familia india detrás del Ande eran ya parte de su corazón y de su espíritu. Conoció a los primeros amigos: Emilio Adolfo Westphalen, Alberto Tauro, Luis Felipe Alarco. El novelista se casa en 1939 con una mujer inteligente, gran lectora y compa


ñera, de la mejor estirpe espiritual: Celia Bustamante Bernal. Dos mundos se abrazan y no pueden separarse más y crean otro, el del poeta que relata con voz castellana lo que vivió en quechua. El resultado es brillante. En 1933 aparece en Signo su primer cuento “Warma kuyay” (“Amor de niño”); en el 33 y el 34 los lectores de La Prensa de Lima encuentran su firma en las páginas literarias; en el 35 aparece el primer libro: Agua; el 38 Canto quechua; el 40 Yawar fiesta; el 49 Canciones y cuentos del pueblo quechua; el 54 Diamantes y pedernales; el 59 Los ríos profundos; el 62 El sexto, “La agonía de Rasuñiti” y “El haylly (himno) a Túpac Amaru”. Esta valiosísima obra de nuestro mejor prosista y uno de los primeros de la América Latina ha sido creada paralelamente a otra labor, la del etnólogo. José María Arguedas está concluyendo actualmente un valioso trabajo de investigación que se titula “Estudio comparativo de las comunidades de Castilla (Zamora) y el Perú”; 350 páginas que pudo documentar gracias a un viaje a España que realizó becado por la Unesco. Al mismo tiempo escribe su próxima novela, cuyo nombre provisional es “Jonás”. Trabaja en ella desde hace seis años y ha debido abandonarla muchas veces para entregarnos en esos intervalos otras producciones, algunas literarias y otras etnológicas. Traducidos al francés, ruso, alemán e inglés, sus libros han alcanzado tal difusión en el extranjero que han ocasionado el hecho de que Arguedas sea invitado incesantemente a reuniones y congresos internacionales de escritores. En estos momentos José María Arguedas se encuentra en Alemania, donde ha viajado para participar en el Coloquio de Escrito-

El carácter entrañable de Arguedas asoma en la correspondencia con sus amigos de la época.

res Alemanes y Latinoamericanos que tiene lugar en Berlín Occidental. La más importante editorial francesa, Gallimard, está imprimiendo Los ríos profundos; pero esta vez, estamos seguros de ello, la crítica francesa con todas sus excelencias no nos hará descubrir a uno de los nuestros. Carta de J. M. Arguedas Lima, 28 de octubre de 1962 He leído con un sentimiento absolutamente nuevo tu nota de La Prensa. Nunca antes había sido conmovido de ese modo por nada que generosamente se escribió sobre mis trabajos. En tu nota hay una admiración pura y sencilla, casi tierna. Me sorprendió algo –te lo confieso– que hubieras alcanzado a

El pintor Fernando de Szyszlo, por entonces casado con Blanca Varela, también fue muy cercano a Arguedas.

Blanca Varela, una de las mayores poetas del idioma.

expresarte con tanta limpidez en el sentido de que la poetisa inteligentísima está presente sin el más leve indicio de reflexión cerebral, exento hasta diría que de la huella de “agudeza” que la mentalidad urbana, muy urbana muestra, no como un defecto sino como una característica que frecuentemente no permite sumergirse en ciertos otros mundos “extraños”. La nota me regocijó por eso. La luz de nuestro pueblo está en las líneas que has escrito, tu amor por el Perú hermoso, cruel y dulce, y tan lleno de significado y de promesa ilimitada. Es decir que, de veras, mi niñez terrible me hizo beber para siempre la “esencia” de nuestro pueblo quechua, y que esa herencia continúa en mí, quizá mantenida por mis “bolas” indisolubles,

mi insomnio incurable y otros bienes. Los recordé mucho en lo alto del castillo de Salzburgo donde hice un juramento por escrito prometiendo no tener más acideces estomacales ni depresiones ni insomnios; pero no se puede dominar así como así al “organismo”. Las acideces han vuelto, pero mi juramento queda y estoy trabajando en la malhadada tesis sobre las comunidades de Castilla y el Perú que ya tiene 500 páginas. Me faltan todavía, creo, unas 150. Luego reiniciaré mi novela. Ayer, precisamente, decíamos que con el viaje de ustedes y de los Moreno Jimeno hemos perdido la mejor compañía. Están los Cueto, pero Carlos está tan embargado por su trabajo que creo que dentro de pocos días se trasladará “cama adentro” en la biblioteca. Yo sé que ustedes no dejarán de pensar en nosotros. Siento o sentimos por ti y Gody la más enaltecedora y feliz admiración y amor. Yo escribiré algo sobre Gody, de repente. Supongo que Alberto [Alberto Escobar (F. de S.)] les habrá contado los sucesos del mediocre coloquio de Berlín. A Alberto lo admiraba, ahora lo quiero mucho. Es de los que solemos llamar con una voz que únicamente Gody y yo, y a veces Tenaud [Ricardo Tenaud (F. de S.)], podemos usar: ¡FORMIDABLE! Ni siquiera se han atrevido a imitarnos a no ser tú, a quien hemos dispensado siempre estas libertades porque tienes gracia y eres mujer. Aunque lo veía poco Gody chico me encantaba. Está presente siempre en su dulzura tan varonil. Lo recordé cuando corría a cuatro patas perseguido por Isabel Hillaire Zapata [Isabel Hillaire es la hija de Nita Zapata Bustamante, la sobrina adorada de José y Celia. Vive en París. (F. de S.)] o cargándola. Casi lloré de felicidad de ver a nuestra pequeña completamente feliz. Los recuerda muchísimo. Anoche grabamos los cantos –una décima parte– del compadre Atoqcha [Atoqcha, músico querido y admirado por José María Arguedas (F. de S.)]. Estuvo FORMIDABLE y ya lo tenemos en cinta. No lo reconocerían. Se ha engordado mucho con el matrimonio y ahora viste como un obrero. Pero es lo más grande que he oído. Espero que nos escribirán alguito de vez en cuando y que continuarás ahora tu trabajo de creación. Te envío, como una curiosidad, el jaylli al jet que escribí en el avión. Un afectuoso abrazo de Celia y de vuestro buen José María

Publicación cultural de “La Industria” Chiclayo-Trujillo (Perú), Enero de 2012

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Viene de páginas 6-7

Joven pintor (1957-1958). El artista también hizo varios retratos de personajes masculinos, entre ellos el de su amigo Francis Bacon.

No era ningún anciano enclenque. A sus ochenta años todavía contaba con suficientes energías como para ir a buscar a una de sus amantes -a la que llevaba más de medio siglo- tarde en la noche y gritarle insultos y patearle la puerta porque rehusaba abrirle, sin temer el escándalo o que lo detuviera la policía. En sus inicios se aproximó al surrealismo y el neorromanticismo, pero hacia mitad de los años cin-

La fascinación por el desnudo domina la obra de madurez de Lucian Freud.

cuenta dio un viraje radical. Abandonó las pinceladas finas y se dedicó a aplicar más capas de pigmento. Desarrolló la técnica del empaste, limpiando su brocha antes de dar un nuevo trazo, y se concentró casi exclusivamente en el retrato. Fue así como pudo liberarse de manierismos y depurar un estilo personal. Si los dominios de Sigmund Freud residían en la mente, los de su nieto se encontraban en el cuerpo. Sus retratos, en su mayoría desnudos, son de una intensidad que perturba e incomoda al espectador. Cuando uno se enfrenta a sus lienzos se experimenta la sensación de estar en una carnicería o presenciando una autopsia. No hay atisbos de erotismo en su propuesta y, sin embargo, su pintura puede parecer obscena, tal es la fascinación carnal que emana de ella. Freud era capaz de retratar a hombres y mujeres como si fueran simples animales. No tenía empacho en exhibir los pliegues de la carne, las venas que surcan la piel, los genitales que cuelgan, es decir, el cuerpo tal como es. La crudeza de su mirada no revela compasión, pero tampoco crueldad. La extraordinaria fuerza que transmiten sus óleos se debe a su peculiar método de trabajo, prácticamente irrepetible hoy en día. Freud no empleaba Freud pintaba a sus modelos obsesivamente, durante meses o años. a modelos profesionales porque quería evitar el riesgo de caer en el artificio. “Mi obra es puramente autobiográfica”, sostenía. Por tanto, recurría a familiares, amigos o vecinos. Con ellos establecía una conexión creativa poco usual, que profundizaba a lo largo de varios meses e incluso años. Los colocaba en posiciones caprichosas y los sometía a arduas sesiones en las que su labor progresaba muy lentamente. Para obtener su soltura y complicidad les entonaba canciones, recitaba poemas de memoria o contaba historias. Estaba obsesionado por capturar su individualidad. Lucian Freud también pintó varios autorretratos en los que se escrutaba a sí mismo con secreta complacencia. En cierta ocasión recibió un puñetazo de un taxista y, en lugar de atender la hinchazón, corrió a su estudio para poder pintarse con el ojo morado, encantado con la novedad. En una de sus obras más reveladoras aparece completamente desnudo, con aspecto de sátiro irredimible, A menudo el artista incluía animales en sus cuadros, sobre todo perros, como en el óleo Doble retrato (1985-1986). enarbolando una espátula y una paleta. Era una declaración de principios, la reiteración de que solo vivía para su oficio. Lucian Freud no diferían tanto de los de su ilustre Cuando una vez le preguntaron acerca de abuelo. El artista buscaba la penetración y densidad sus “hobbies”, dijo que si le insistían ten- de un retrato psicológico, sacar a relucir la verdadera dría que mencionar la masturbación, pues faz de la personalidad de un individuo. “Quiero que no sabía hacer otra cosa que no fuera la pintura sea carne”, proclamaba, con un brillo pintar. hipnótico en las pupilas, entregado como un poseso En buena cuenta, los propósitos de a su arte.


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