21/11/05
“Quien no conoce Galicia comprenderá difícilmente lo que ocurrió y lo que ocurre en esta región. No se explicará cómo el terror ejercido en Galicia por los fascistas puede que haya sido el más espantoso de toda España, a pesar del hecho de que no se haya registrado en esta región casi resistencia contra el levantamiento. Ni comprenderá tampoco cómo el pueblo gallego, que no ha conseguido sacudirse el yugo cuando aún estaban intactas las organizaciones de lucha de los sindicatos y de los partidos proletarios, consiguió mantener viva la repulsa contra el régimen fascista, al cabo de una terrible etapa de dieciocho meses de represión que día tras día ha costado la vida a decenas de personas”.
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GALICIA BAJO LA BOTA DE FRANCO
Los atroces acontecimientos que sacudieron las provincias de Pontevedra y A Coruña entre agosto y diciembre de 1936. Narrados por quienes los vivieron y sufrieron. Galicia bajo la bota de Franco aparece por primera vez en castellano desde su publicación, en 1938, en París y Buenos Aires. Y ahora lo hace acompañado de un amplio estudio por parte del historiador Carlos Rodríguez Santander. Un desgarrado reportaje periodístico en donde los autores describen, desde el anonimato y con feroz realismo, el día a día en Vigo, A Coruña, Pontevedra, Santiago, Nigrán, Tui… en las trágicas jornadas que siguieron al golpe de Estado del general Franco. Unos meses en los que fueron fusilados varios miles de personas.
(Extracto del capítulo “La Galicia indómita”, página 167)
ALVARELLOS EDITORA recupera una obra tan dura en sus contenidos como fundamental para conocer y reflexionar sobre la dimensión de unos hechos que jamás pueden volver a repetirse.
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GALICIA BAJO LA BOTA DE FRANCO
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GALICIA BAJO LA BOTA DE FRANCO La edición clandestina de 1938
El historiador Carlos Fernández Santander (A Coruña, 1944) es autor de una de las biografías más completas que se hayan escrito sobre Francisco Franco y ha publicado más de treinta libros sobre la guerra civil española y las cuatro décadas de dictadura que la siguieron. Entre esos volúmenes figuran los dos tomos –1.300 páginas en total– que dedicó al Alzamiento y Guerra Civil en Galicia (Edicións do Castro, 2000). En el prólogo y anotaciones que Fernández Santander ha escrito para la presente edición de Galicia bajo la bota de Franco, lleva a cabo un claro, conciso e imprescindible esfuerzo explicativo sobre este histórico documento. Jean Flory (1886-1949) firmó, como editor, la publicación primera, en 1938, de esta obra. Flory fue un reconocido editor y escritor francés en el París de las décadas de los 30 y 40.
La crónica de unos hechos terribles rescatada por primera vez en español después de casi setenta largos años
GALICIA BAJO LA BOTA DE FRANCO
GALICIA BAJO LA BOTA DE FRANCO Episodios sobre el terror blanco acaecidos en las provincias de Galicia, contados por quienes los han vivido. JEAN FLORY 1938
1ª edición: noviembre, 2005 2ª edición: octubre, 2017 © Diseño portada y maquetación: Xacobe Neto. La imagen de Franco de la capa está tomada de uno de los carteles de propaganda distribuidos por la España “liberada” durante la Guerra Civil. © Prólogo y notas: Carlos Fernández Santander © Apéndice I: Herederos de Enrique Alvarellos Iglesias © ALVARELLOS EDITORA, 2005 Sempre en Galiza, 4 15706 SANTIAGO correo@alvarellos.info www.alvarellos.info ISBN: 978-84-89323-21-6 Depósito Legal: LU–396–05 Impreso en Podiprint
Todos los derechos reservados.
ÍNDICE Página PRÓLOGO, por Carlos Fernández Santander GALICIA BAJO LA BOTA DE FRANCO Prefacio Yo estaba allí Artimañas La injusticia “La pequeña Rusia” Los primeros fusilamientos Castigo y venganza La invención del falangismo Los asesinatos El terror Infamia Los comunistas camuflados Sadismo y estupidez La confianza en la ley y en la autoridad El fascismo no olvida ni perdona Para quienes consigan escapar Tres generaciones La bolsa o la vida Por haber buscado la libertad Crueles hasta el absurdo En medio de la arbitrariedad Los motivos de una condena a muerte El crimen de doña Severa Por encima de todo Otra víctima ¿Quién es el malhechor? La vida en las prisiones fascistas El adiós del condenado El profesor de Nigrán Simplificación del procedimiento
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Refinamiento Una “revolucionaria” Crimen contra la patria Con arma blanca El calvario del médico de Redondela La terrible lección del fascismo Justicia fascista La resistencia en Tui El Derecho Internacional Cómo vivimos bajo la tiranía Falange Española La Galicia indómita La rendición de A Coruña Las pérdidas El primer acto terrorista Últimos sobresaltos La llegada de la tiranía El Estado asesino El nacimiento del falangismo La muerte de un cristiano El odio contra el galleguismo Cuestión de competencias Las mujeres ante la prisión La caridad cristiana La vida cotidiana Tiroteos y fusilamientos
113 114 115 116 117 120 123 126 128 131 153 167 179 193 195 196 198 200 203 209 212 214 216 220 222 233
APÉNDICE I: OTROS ESCENARIOS: LALÍN, LUGO Y OURENSE, por Enrique Alvarellos Iglesias
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APÉNDICE II: FALANGISTAS CORUÑESES DEL AÑO 1938, por Carlos Fernández Santander
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APÉNDICE III: ÍNDICE DE NOMBRES
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PRÓLOGO “Somos beligerantes, no parciales”, solía repetir José Martínez Guerricabeitia, director y propietario de la editorial Ruedo Ibérico, creada en París en 1962 para combatir literariamente la dictadura de Franco. Quería decir este pugnaz militante anarquista (al que el ministro Fraga siempre calificaba como comunista, sin enterarse de que los mayores debeladores del comunismo eran, precisamente, los anarquistas) que si se quería denunciar a una dictadura había que ser beligerante, empleando un lenguaje combativo que en tiempos de bonanza y convivencia democrática no sería necesario. Hay que añadir, también, que en la acalorada sesión del Congreso de los diputados del 16 de junio de 1936, el presidente del Consejo de Ministros, Santiago Casares Quiroga, pronunció una frase que pronto se haría famosa: “Contra el fascismo, el Gobierno siempre será beligerante”. Algo parecido puede decirse del libro Galicia bajo la bota de Franco, subtitulado “Episodios sobre el terror blanco acaecidos en las provincias de Galicia, contados por quienes los han vivido”, publicado sin firma, en París en 1938, bajo el pie editorial de Jean Flory. La guerra civil española estaba en su momento decisivo, con la batalla del Ebro y la rotura en dos de la zona republicana. No se podía, pues, ser neutrales y había que decidirse: o una España libre o una España fascista. A ello se unía la brutal represión que se desarrollaba en Galicia, a pesar de haber quedado desde el primer momento en la retaguardia de la zona rebelde y no haberse producido ni dos docenas de muertos en los sucesos de los días 20 y 21 de julio de 1936. El libro tuvo una gran difusión, pues se publicó, tanto en castellano como en francés y por varias editoras. Aparte de la ya citada de Jean Flory, hay otra en París, 7
titulada Lo que han hecho en Galicia, también de 1938 y sin firma, bajo el sello de la Editorial España e impreso en la imprenta Douard, y otra en Buenos Aires, con el título de Galicia mártir y el subtítulo “Episodios del terror blanco en las provincias gallegas”, perteneciendo la edición a Neos y la autoría a un supuesto Hernán Quijano. La obra está dividida en dos partes, muy desiguales, pues mientras la primera, dedicada a Pontevedra y Vigo, ocupa aproximadamente un setenta y cinco por ciento, la segunda, sobre la represión en A Coruña, sólo cuenta con el veinticinco por ciento restante. Las otras dos provincias gallegas, Ourense y Lugo, están ausentes, y en la de A Coruña no se incluyen los acontecimientos de Ferrol, cuya represión fue de las mayores, por no decir la mayor, de Galicia, sobre todo en los fusilamientos del segundo semestre de 1936. Los acontecimientos son narrados en primera persona, pues ya se dice en el título que son “contadas por quienes lo han vivido”. Muchos historiadores coinciden en atribuir la autoría, o parte de ella (sobre todo la parte de A Coruña) a Luis Seoane. Nadie cita, sin embargo, en tal autoría, a otro destacado gallego: Manuel Domínguez Benavides (en sus libros aparece el Domínguez reducido a la inicial D.), periodista y escritor socialista, autor de una obra básica sobre la guerra civil del 36: La escuadra la mandan los cabos (publicada por primera vez en Méjico en 1943). En este libro, una parte importante de él transcurre en las provincias de Pontevedra y A Coruña durante el segundo semestre de 1936 y, a poco que se lea y se compare con Galicia bajo la bota de Franco, se observarán parecidos estilos. Unos estilos vibrantes, ágiles, combatientes, en ocasiones épico, donde se cita sin ningún reparo nombres de víctimas y represores, con
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una narración clara y periodística y un propósito bien claro: denunciar al mundo lo que está ocurriendo en Galicia, donde sólo en cinco meses de 1936, de agosto a diciembre, varios miles de personas habían sido fusiladas, o asesinadas –que para el caso era lo mismo– sin más “delito” que profesar unas ideas o ser autoridad, en mayor o menor grado, de un Gobierno que había ganado las últimas elecciones generales, en febrero de 1936, de forma democrática. Hay que hacer mención, también, de que muchos de los hechos denunciados en el libro, ya habían sido anticipados en Nova Galiza, revista quincenal de los escritores gallegos antifascistas, publicada en Barcelona desde abril de 1937 hasta julio de 1938, dirigida por Rafael Dieste, con la ayuda de Castelao, y la colaboración de personajes importantes del galleguismo y del republicanismo, como Blanco Amor, Basilio Álvarez, Arturo Cuadrado, Otero Espasandín, Rey Baltar, Suárez Picallo, Ramón Cabanillas, con dibujos de Arturo Seoane, Luis Seoane y el propio Castelao. Los errores que se advierten en el libro (tanto de nombres de los protagonistas como de los hechos narrados) son mayormente consecuencia de la inmediatez del libro, un instant book de la época, en el estilo de los muchos que se publicarían décadas después sobre otros hechos históricos, como fueron la muerte de Carrero Blanco, el 23-F o el 11-M. A pesar de ello, no hay tantos errores como posteriormente cometerían algunos hispanistas anglosajones considerados como prestigiosos por el antichovinismo hispánico. El más reciente, Anthony Beevor, en su Guerra Civil Española (Ed. Crítica; Barcelona, 2005), escribe cosas tan fantásticas como que el general Molero, jefe de la VI División Orgánica, con sede en Burgos, fue fusilado por el bando rebelde “días después del alzamiento” (página 96), cuando murió en Barcelona, de muerte natural, el 11 de 9
noviembre de 1947; que el general Rogelio Caridad Pita (al que llama Caridad Pita Romero) fue asesinado en los primeros días del alzamiento (página 107), cuando lo fue, en el castillo ferrolano de San Felipe, el 9 de noviembre de 1936; que “al menos treinta marineros” del crucero “Almirante Cervera”, fueron ahorcados en Ferrol, tras el triunfo del alzamiento, y “colgados de las vergas” del buque (página 107); que el acorazado “España” estaba en dique seco en Ferrol (página 106), cuando estaba a flote; que el jefe falangista Manuel Hedilla se hallaba en A Coruña el día del alzamiento (página 107), cuando estaba en Vigo; que los tripulantes del crucero “Baleares”, “murieron al hundirse el buque rápidamente” (página 478), cuando hubo 435 supervivientes, aparte que los muertos fueron 791. Esto además de confundir grados militares, nombres y apellidos, o atribuir obras literarias a autores que no las escribieron, como En busca del Gran Khan, que dice (página 760) que era de Pío Baroja, cuando fue escrita por Vicente Blasco Ibáñez. Destacar, finalmente, la meritoria versión en gallego del libro, con el título de O que fixeron en Galicia, que publicó, en 1998, la editorial A Nosa Terra, con prólogo de Carlos Pereira. Un hecho colateral que puede significarse fue que no hubo reclamación ni polémica por los nombres que se citan de personas participantes en la represión, bien porque ya habían fallecido, bien porque los hechos narrados habían prescrito sobradamente o bien porque considerasen que en las guerras, sobre todo en las civiles, hay excesos en ambos bandos, aunque claro, los supuestamente buenos, o sea los franquistas, no deberían escudarse en lo que hicieron los supuestamente malos, o sea los republicanos.
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En resumen, es un libro, casi septuagenario, con el que hay que seguir contando para escribir la historia de lo que sucedió en Galicia, igual que con los publicados, con mayor pasión todavía, en la zona rebelde, como fueron los escritos por el sacerdote Manuel Silva Ferreiro, el falangista Luis Moure Mariño y el periodista y escritor Joaquín Arrarás.
Carlos Fernández Santander
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En la pรกgina anterior, portada original de la ediciรณn francesa, publicada en 1938 y firmada por el editor, Jean Flory.
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PREFACIO
ste libro está basado en los relatos de un cierto número de personas dignas de confianza, conocidas, y que disfrutan de una excelente reputación en Galicia. Permanecieron en esta provincia durante la dominación fascista y allí vivieron con intensidad la época del terror blanco que aún no ha llegado a su fin. Sus relatos han sido cuidadosamente seleccionados, comparados unos con otros, y han sido objeto de una seria verificación. Las personas en cuestión cuya reputación es garantía absoluta de la veracidad de sus palabras, nos han permitido utilizar sus nombres, nos han otorgado esta autorización a sabiendas de que su testimonio expondrá a las peores sevicias a su familia y amigos, y les hará perder sus bienes. Ante el peligro que les amenaza y a pesar del espíritu de sacrificio que han demostrado espontáneamente, nos reservamos por ahora la divulgación de estos nombres, que sólo publicaremos cuando las circunstancias lo permitan o así lo exijan. No deseamos, por una revelación prematura de su identidad, imponer a estas personas un sacrificio estéril. No obstante, queremos subrayar que los nombres de estos testigos y acusadores de las barbaries cometidas por los fascistas en Galicia, obran en nuestro poder, y que los publicaremos en cuanto se descarte toda posible represalia contra sus padres y amigos. Dado que no existe en Galicia ninguna seguridad personal, no hemos querido asumir la responsabilidad que hubiéramos cargado sobre nuestros hombros en caso de proceder
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con esta publicación. En nuestra opinión, por otra parte, estas narraciones poseen tal acento de veracidad, concuerdan tan absolutamente unas con otras, reflejan la realidad con tanto vigor y contienen precisiones de detalles tan expre-sivas, que hacen superflua cualquier otra garantía de autenticidad. Nos limitaremos a decir que esas personas que han relatado lo que han visto con sus propios ojos y lo que han vivido personalmente, esas personas que no se refieren a ningún texto ni a ninguna narración de segunda mano, que sólo dan crédito a lo que han podido saber por sí mismas, son en general hombres que se han visto mezclados en los acontecimientos de los que hablan y que han sido perseguidos, expoliados y encarcelados o han sufrido el dolor de ver sucumbir a los suyos bajo las sevicias de los fascistas. En una gran parte de estos relatos, el narrador es la persona más afectada por estos acontecimientos: el padre, el hijo, el hermano o el cónyuge de la víctima. Las lagunas halladas en ocasiones en estas narraciones, la falta ostentosa de referencias a otros hechos muy conocidos y el estado incompleto de los relatos en lo que a determinados detalles se refiere, demuestran que el narrador sólo habla de lo que ha vivido. En ocasiones, cuando se trata de una víctima, sólo figura el apodo, o el lugar donde fue hallado el cadáver, o la calle en la que vivía o cualquier otro detalle; estas indicaciones podrían parecer insuficientes pero constituirán la base sólida que permitirá un día llevar a
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cabo las investigaciones necesarias y esclarecer totalmente los crímenes cometidos. Lo que se cometió en Galicia sólo se conocerá con exactitud y por entero el día en que el pueblo gallego –que actualmente se encuentra bajo el régimen del terror sistemático ejercido por las autoridades rebeldes– haya conquistado su libertad. Ese día, la humanidad civilizada que ha tolerado esas monstruosidades, se avergonzará de sí misma
EL EDITOR
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YO ESTABA ALLÍ
l lunes por la mañana, a las once y media, la tropa se echó a las calles. Era solamente un pelotón de infantería bajo el mando del capitán Antonio Carreró Vergés. Los soldados salieron de la caserna de la calle del Príncipe. En esos momentos, las calles centrales de Vigo estaban en plena ebullición. De los barrios de las afueras de la ciudad, miles de obreros afluían hacia el centro, abandonando su trabajo conforme a la orden de huelga general lanzada por las organizaciones sindicales unas horas antes, a título de protesta contra el levantamiento militar de África sobre el cual, además, sólo disponíamos entonces de informaciones vagas y contradictorias. Al percibir a los soldados, el gentío les rodeó rápidamente al grito de “¡Viva la República!” Muchos alzaron el puño cerrado y gritaron: “¡U.H.P.!”. Los soldados, aturdidos en un inicio por esta avalancha humana, pronto entusiasmados por los gritos y aplausos de la masa, profirieron igualmente el grito de: “¡Viva la República!”, mientras continuaban siguiendo a su capitán que caminaba al frente, silencioso e intratable, sin volverse, como si deseara ignorar lo que ocurría a sus espaldas. El pelotón de soldados en el que se había mezclado gente del pueblo seguía ahora la calle de Colón. Los soldados y los hombres del pueblo vitorearon a la República; algunos soldados, imitando a los obreros, incluso alzaron el puño. El capitán, impenetrable y hostil, sin girar la cabeza, continuaba caminando al 18
frente de esta extraña manifestación popular que se cruzaba en contra de sus designios. La fraternización entre el pueblo y los soldados era un factor que no había previsto en sus planes. De vez en cuando intentaba deshacer el vínculo que se había atado entre el gentío y sus soldados. Sintiéndose, sin embargo, impotente para arrancar de los brazos del pueblo a aquellos que se habían arrojado tan felizmente en ellos, el capitán Carreró continuaba conduciéndolos a través de las calles de Vigo, resignado a seguir, guiando a esta alegre manifestación de entusiasmo republicano que unía sus soldados a miles y miles de seres que vitoreaban a la República como si estos vítores pudieran conjurar el peligro que les amenazaba. Proseguía su camino, esperando pacientemente el momento que le permitiría cambiar el cariz de las cosas. Carreró era un hombre fuerte y audaz que estaba firmemente decidido a realizar sus planes sediciosos. Había prometido al comandante de la plaza, Felipe Sánchez –un hombrecillo astuto–, que participaría en el levantamiento tomando la plaza de Vigo mediante un golpe de mano audaz1. La
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