Memorias de Diego Velázquez (Alvarellos Editora), de Francisco Singul

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Por vez primera —y tres siglos y medio después de su muerte — “habla” Velázquez. El historiador gallego, y doctor en Historia del Arte, Francisco Singul ha emprendido la difícil tarea de reconstruir el relato de la vida del gran pintor sevillano. Estas Memorias de Diego Velázquez, elaboradas con precisión de fuentes y una narración que fluye sobria y reveladora, nos aportan las claves de su pintura, el fondo íntimo de su pensamiento, y son un retrato fiel del siglo XVII español.

Francisco Singul es autor de libros como Historia cultural do Camiño de Santiago (Vigo, 1999), La Ciudad de las Luces (Santiago, 2001), Cammino di Santiago. Cultura e pensiero (Roma, 2007) y Vino y cultura medieval (Santiago, 2010). Trabaja como comisario de exposiciones y ha participado en congresos sobre historia de las peregrinaciones e historia del arte en diversos países de Europa, América y Asia.

“Un análisis y una biografía de un pintor introvertido y celoso de su intimidad que ahora aparece tratado y estudiado de un modo creativo, nuevo y original”. VÍCTOR NIETO ALCAIDE

© Fotografía: Xacobe Neto

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© ALVARELLOS EDITORA, 2013 Rúa de Sempre en Galiza, 4 15706 Santiago de Compostela correo@alvarellos.info www.alvarellos.info © FRANCISCO SINGUL Diseño de portada: Senhor Tocas Maqueta: Uzkiaga [diseño y comunicación] Impresión: Tórculo Artes Gráficas ISBN 978-84-89323-85-8 Depósito Legal C 72-2013

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.


FRANCISCO

SINGUL

Vida y Obra de Don Diego Velázquez de Silva, según manuscrito de su puño y letra, trufado con los pensamientos expresados por su fidelísimo amigo y testamentario Don Gaspar de Fuensalida, Grefier de Su Majestad Don Felipe Cuarto, en Madrid, A. D. MDCLXVI



ÍNDICE PRÓLOGO, por Víctor Nieto Alcaide ......................................................9 1. SEVILLA .....................................................................................13 2. LA INSATISFACCIÓN...............................................................33 3. MADRID Y LOS ELOGIOS DE LA CORTE ............................67 4. RUBENS, LA PINTURA ..........................................................101 5. VIAJE AL PARNASO ................................................................115 6. EL TALLER DEL CIERZO .......................................................155 7. LAS VANIDADES DEL BUEN RETIRO .................................169 8. UNA INCIERTA LIBERTAD ...................................................197 9. OPORTUNIDADES PERDIDAS.............................................225 10. EL ESPEJO EN SU LUZ ...........................................................237 11. MURMURANTE VANAGLORIA ............................................251 12. LA ESPERANZA DE ESPAÑA .................................................295 13. LAS SEDUCCIONES DEL MUNDO .....................................327 14. MEMORIAS SEPULCRALES ..................................................339

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Prólogo por Víctor Nieto Alcaide Catedrático de Historia del Arte de la UNED Académico de Bellas Artes de San Fernando

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a biografía del artista, los escritos novelescos o anovelados de los artistas, son casi tan antiguos como el nacimiento de la historiografía artística moderna. Muchos pasajes de las Vite de Vasari contienen numerosos fragmentos que hacen que, en muchos casos, el relato científico se convierta en un relato literario. Sin embargo, ha sido especialmente durante los siglos XIX y XX cuando la novela del artista se ha convertido en un género literario. En él, aquellos artistas con leyenda, como Gauguin, Van Gogh, Caravaggio, Goya o Pollock, han sido objeto de obras de reconstrucción literaria de sus vidas. En cambio, otros de vidas más pausadas y exclusivamente profesionales no han sido objeto de la atención de los escritores. Acaso porque no existían ingredientes novelescos, tan solo profesionales vinculados exclusivamente a la vida de trabajo del artista. Velázquez ha sido uno de ellos. La bibliografía sobre su obra es inmensa pero su biografía solo ha interesado como fondo de su producción de pintor. Su vida, tras su formación y etapa inicial en Sevilla, discurrió en la corte sin acontecimientos sobresalientes, salvo los dos viajes que realizó a Italia. Algo que hizo afirmar a Ortega y

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Gasset que “la vida de Velázquez es una de las más sencillas que un hombre haya podido vivir jamás”. Lo más notorio y trascendental fue que Felipe IV le nombrara su pintor en 1623, cuando el artista contaba tan solo veinticuatro años. La novela del artista, al ser un género practicado por escritores, poetas y novelistas, ha centrado casi siempre el argumento en la mitificación de los componentes dudosos –sobre los que resulta facil especular- y legendarios, aquellos que, sean ciertos o no, atraen el morbo de los lectores. El libro de Francisco Singul, La luz dormida en el espejo. Memorias de Diego Velázquez, solamente tiene de común con esta literatura que no es un libro histórico de carácter monográfico. En vez de un relato externo, el autor lo hace asumiendo el género de la autobiografía, del relato de su vida realizada por el pintor en primera persona. Pero también, aunque tiene todos los componentes de una ficción, es un libro realizado por un historiador del arte que conoce a fondo y con precisión las fuentes, las obras y los estudios realizados sobre el pintor. Para un historiador realizar un libro de estas características le permite discurrir por las peripecias vitales del personaje, narrar sus avatares y existencia sin entrar en la ficción. Porque cuando aborda algún aspecto no constatado el historiador no puede entrar en el cómodo mundo de la ficción. Lo que hace es introducir hipótesis como historias reales del relato.

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Benvenuto Cellini, en La vida de Benvenuto Cellini hijo del maestro Juan Cellini escrita por el mismo en Florencia, afirmaba en el Prefacio que “todos los hombres de cualquier parte que hayan efectuado alguna cosa que sea virtuosa o que a la virtud se asemeje, deberían, procurando ser verídicos y honrados, describir por su propia mano su vida”. Velázquez no lo hizo. Tuvo que pasar mucho tiempo para que un historiador se atreviera a “escribir al dictado” sus memorias. Y lo hace comenzando directamente, con sus primeros años en Sevilla, sin que preceda un prólogo o justificación, sino como un cuaderno de notas autobiográficas dadas a imprimir.


El carácter de memorias le obliga a seguir un orden cronológico, cargado de noticias y observaciones, escrito con un lenguaje claro, clásico y ágil que se adapta a un lenguaje de la época modernizado y en el que son numerosas las interpolaciones de palabras y frases de textos de la época. Pero, en realidad, con su apariencia literaria y su condición de “Memorias” el libro de Francisco Singul es un estudio pormenorizado, planteado desde el enfoque literario de una autobiografía de la vida y la obra de Velázquez. Todo el texto se desarrolla en un bello lenguaje característico de una autobiografía, sobria, ordenada, pausada como correspondería a la personalidad flemática de Don Diego. Pero sobre todo es un ejemplo de discurso literario, de buen hacer, analizar y escribir, de haber hurgado en la bibliografía, de manejar con precisión la documentación conocida sobre Velázquez para obtener de ella el devenir de una existencia, con sus contradicciones, sus luchas, sus ambiciones, sus reflexiones y, describir de forma minuciosa el contexto artístico, social, familiar y económico que rodeó al pintor. Todo ello basado en fuentes constatadas y, cuando el relato surge de la hipótesis y de la imaginación del autor, siempre aparece como algo verosímil e irrebatible. Este rigor en el uso de la información, hacen que lo que podía ser una aventura literaria se convierta en una forma nueva afrontar la monografía de un pintor. En lugar de analizarlo con perspectiva y un enfoque distanciado, Francisco Singul se introduce en la piel del artista para, usando la documentación conocida, transcribir y transmitir la visión del mundo y de la vida del artista realizada. En ningún momento del libro de Singul abandona esta interioridad, ni siquiera para explicar el libro desde una advertencia, prefacio o introducción. Es un libro que se presenta como unas memorias redactadas por Velázquez y que ahora, varios siglos después de escritas, ven la luz. O de la reedición de un libro antiguo, publicado en 1666. Los análisis formales de las obras se describen como aspectos pretendidos por el pintor, como la afirmación de una

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kunstwollen, o voluntad de forma, intencionada. La forma del relato convierte el libro en una crónica de la vida, las costumbres y los acontecimientos históricos de la época ricamente recogidos y descritos con gran detalle. De esta forma la historia no aparece como introducción sino como parte de la trama existencial en que se movió la vida del artista. Para ello, los supuestos imaginarios se convierten en sugerencias verosímiles que constituyen aportaciones importantes sobre el pintor. En suma, un estudio, la edición de un libro de memorias del siglo XVII, un análisis y una biografía de un pintor introvertido y celoso de su intimidad que ahora aparece tratado y estudiado de un modo creativo, nuevo y original.

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arece que el tiempo ya se acaba, y viene a mí como manto de aire ambiente, más denso que el real, esa sucesión de sombras en la que toda sutileza de luz es posible. Pienso, sin embargo, pese a los vanos logros de esta vida, que todavía me queda mucho por hacer y por decir. Querría sanarme, relegar al olvido este malestar que quema, y seguir con mi servicio en el Alcázar, terminar el retrato de la infanta, poner más luz en su guardainfante, hacer casi transparente su pañuelo y su piel, y plantearle al rey un nuevo cuadro de historia o mitología, cuyo tema esté basado en la paz con Francia recién lograda. También quisiera cuidar de mi pobre Juana, que anda desmejorada y muy callada, y disfrutar con la compañía de las nietas, cada vez más crecidas, más alejadas; y aguardar la descendencia de Inés, que pronto me hará bisabuelo. Si me bajase este calor del cuerpo y el estómago pudiera darme tregua, saciando su ardor con el compuesto del galeno, podría conversar mañana temprano con su ilustrísima, el señor Patriarca de las Indias, que sin duda acudirá a mi lecho con un nuevo sermón de su cosecha. Le consolará saber de mi mejora y se lo comunicará al rey; y le agradará la historia de la madre Jerónima de la Fuente, de cuando la pinté de joven en Sevilla, mientras aguardaba el barco para llevarla a Indias.

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Yo, Diego Velázquez, pintor de cámara de Su Majestad y aposentador del rey, de natural discreto y complaciente, he querido dejar noticia en estos pliegos de todo aquello que me animó a pintar y a vivir. Antes de emprender el viaje final que me lleve hacia esa luz que hay dormida en el espejo, decidí sincerarme en este recio papel que resiste mejor que mi alma el duro rasgueo de la pluma. Quisiera en esta noche hablar con el necesario sosiego de muchas cosas de mi vida ya gastada, y sobre todo hablar con Juana, de quien solo espero comprensión y perdón; mi querida esposa, alegría de mi infancia, compañera de mi vida, sangre de mi cuerpo, desguarnecida ante la desdicha, dulce como los pecados de bruma con los que nos asombra el recuerdo. Llegué a concebir su abandono, dejarla a ella, a mi familia y a mi señor don Felipe, olvidar mi puesto y mi fortuna, por ir en pos de la quimera de un amor tardío, encontrado sin querer en una tierra lejana y despreocupada; un país donde la admiración de los extraños inflamaba mi vanidad, cimentada en un arte al que incluso pensé renunciar, por ser función servil e indigna de hidalgo. Al cabo, quise ser ordenado caballero de Santiago, gozar de mejor hacienda y ganar prestigio en palacio y en Madrid; en parte para que las gentes de estos reinos valoren en su justa medida el noble arte de la pintura. Vanas pretensiones, pero a todo eso quise renunciar, acaso durante un tiempo breve, para abandonarme con ceguera en el lodazal de una pasión de purgatorio.

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Desconozco, como cualquier mortal, lo que me aguarda al otro lado, cuando se corra el velo de la muerte y mi consciencia y mi entendimiento se apaguen para siempre. Si me acomodo al pensamiento de la Iglesia, igual para teólogos y confesores que para el pueblo crédulo, me enfrentaré a un juicio personal que me llevará de modo inexorable a ese otro purgatorio, en el que mi alma, lejos de arder de pasión carnal, penará de modo intenso durante un período de tiempo difícil de imaginar, pues es claro que ni he sido del todo bueno, ni tampoco demasiado malo. Mi natural tranquilo y confianzudo, despreocupado por las cuestiones morales, poco escrupuloso con los mandatos de la Santa Madre Iglesia, me ha llevado a una existencia sin apenas


prácticas devocionales, con una tibia vivencia de la religión plasmada en una escasa asistencia a misa, sin tomar comunión las más de las veces, solo cuando era obligación de protocolo o de ceremonial. Si esta tibieza fuese fruto de un descreimiento agnóstico, no tendrían sentido mis temores a pasar una prolongada existencia, descarnada pero sensible, en un lugar de padecimientos crueles como ese purgatorio de fríos gélidos y llamas vivas. Preferiría enfrentarme a la nada, a un vacío sin luz ni sombras, a la inconsciencia eterna; mejor eso que el largo padecimiento que me espera tras el tránsito. Sin embargo, tengo para mí que son ciertas esas creencias de los teólogos más doctos, relativas a la doctrina del purgatorio expuesta por san Agustín, según la cual existe ese lugar o estado intermedio, situado entre el cielo y el infierno, que nos aguarda a los más tibios. No sé cuánto tiempo me resta, creo que no demasiado, pues intuyo que son graves los malestares que siento, y que por ello mi señor Patriarca tendrá que conformarse sin ese relato mío sobre la monja que pinté de joven en Sevilla. Hace semanas que no vivo tranquilo, pues los dolores me roen el cuerpo y logran mi desesperanza. Pero sacando fuerzas de flaquezas siento necesario dejar nota de mi vida, para consuelo de mi alma, y quizá como lección para futuros pintores que gusten seguirme. He soñado con los honores del mundo y en mi vida he gozado con fiestas y mercedes, viajes y experiencias gratas. Mi creciente ascenso en la corte y las bondades de la vida familiar y cotidiana, con todo lo que tiene de sensualidad y de placer, me han permitido colaborar en la buena marcha de palacio y obtener satisfacción con la tertulia y el paseo, la poesía, la música, el teatro, el amor conyugal, la voluptuosidad de la mesa y el ocasional lecho de alquiler. Mi inclinación me llevaría a dejar constancia en estos papeles de esa vida ritual y hasta cierto punto festiva que, por mi condición de cortesano y servidor de Su Majestad, ayudé a crear con mi trabajo y mi presencia en los grandes escenarios del poder que he conocido, tanto en la corte como en Italia. Pero a pesar de tan altas funciones, en las que he gastado mucho tiempo como corresponde a quien tiene obligaciones de

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Por vez primera —y tres siglos y medio después de su muerte — “habla” Velázquez. El historiador gallego, y doctor en Historia del Arte, Francisco Singul ha emprendido la difícil tarea de reconstruir el relato de la vida del gran pintor sevillano. Estas Memorias de Diego Velázquez, elaboradas con precisión de fuentes y una narración que fluye sobria y reveladora, nos aportan las claves de su pintura, el fondo íntimo de su pensamiento, y son un retrato fiel del siglo XVII español.

Francisco Singul es autor de libros como Historia cultural do Camiño de Santiago (Vigo, 1999), La Ciudad de las Luces (Santiago, 2001), Cammino di Santiago. Cultura e pensiero (Roma, 2007) y Vino y cultura medieval (Santiago, 2010). Trabaja como comisario de exposiciones y ha participado en congresos sobre historia de las peregrinaciones e historia del arte en diversos países de Europa, América y Asia.

“Un análisis y una biografía de un pintor introvertido y celoso de su intimidad que ahora aparece tratado y estudiado de un modo creativo, nuevo y original”. VÍCTOR NIETO ALCAIDE

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