Alvaro 2005
IDEA ORIGINAL C.P. ‘‘Gabriela Mistral’’ Solana de los Barros. Badajoz
DISEÑO DE LA COLECCIÓN Alvaro Indias Ortiz
COLABORADORES Profesores del Colegio Público ‘‘Gabriela Mistral’’
AYUDANTES DE REDACCIÓN José Mª. Corraliza Sánchez Román Reviriego Domínguez
REVISIÓN DE LA EDICIÓN Fernanda Bote Martín
MAQUETACIÓN Álvaro Indias Ortiz
ALUMNOS DIBUJANTES Raúl Flores Benítez (6ºA) Mª. Ángeles Merchán García (6ºB) Fco José Pérez García (6ºB) Sandra Mª. Royán Peguero (6ºB)
Indice La mariquita que salta (Amanda Gallego Acedo, 1ºA) .................................. 4 Hada mágica (Inmaculada Garrido Santos, 1ºA) ..................................................... 5 El hombre pobre (Sonia Pérez García, 1ºB) ........................................................ 6 El perro espadachín (Fco. José Peguero García, 1ºB) ..................................... 7 El lápiz y la goma (Pedro José Díaz García, 2ºA) .............................................. 8 Norfray (Manuel Acedo Montero, 2ºA) ........................................................................ 9 El gato y el ratón (Modesto Lavado Gutiérrez, 2ºB) ........................................ 10 El pájaro y la rana (Alejandro Zamora Zapata, 2ºB) ....................................... 11 María y los peces del estanque (Nuria Lavado Campillejo, 3ºA) ......... 12 Los niños aventureros (Ángel García Pérez, 3ºA) ....................................... 14 La piedra mágica (María Isabel Merchán Solís, 3ºB) ...................................... 15 ¡Tenemos un problema! (Carlos Rangel Gómez, 3ºB) ............................... 17 La isla de los tiburones (Marta Barrera Domínguez, 4ºA) .......................... 19 La jirafa que tenía gafas (Mª. Elena Baquero Salguero, 4ºA) ................... 22 Fiesta en la cocina (Gema Pérez García, 4ºB) ............................................... 24 El halcón triste (Rubén García Higuero, 4ºB) .................................................... 26 La niña que quería volar (Mª. Jesús Garrido Santos, 5ºA) ....................... 28 Los cuatro corderos (Isabel Delgado Vaquerizo, 5ºA) ................................... 30 Sebas y su tesoro (Sebastián Salguero Venegas, 5ºB) .................................. 32 Mait y Dogu (Mª. del Alba Merchán Merchán, 5ºB) .............................................. 36 El misterio de la cueva secreta (Lara Escobar Gallardo, 6ºA) ............ 38 Un viaje inesperado (Isabel Becerra Morán, 6ºA) ......................................... 44 Los niños discriminados (José Luis Sabido Rangel, 6ºB) ......................... 48 Juanito y el fantasma (Esteban Merchán Romero, 6º B) ............................ 51
La mariquita que salta
Érase una vez una mariquita que fue al bosque y se encontró con una liebre y ésta se la quería comer. Después saltó la mariquita y saltó la liebre, pero no la cazó. Y colorín colorete, por la chimenea sale un cohete. Amanda Gallego Acedo (1º A)
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Hada mágica
Érase una vez un hada mágica que paseaba y paseaba. Un día se encontró a un dragón y se hicieron amigos. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Inmaculada Garrido Santos (1º A)
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El hombre pobre
Érase una vez un hombre pobre. Un día se encontró una moneda y se compró una hormiga de la suerte. Desde ese día dejó de ser pobre. Y colorín colorete, por la chimenea sale un cohete. Sonia Pérez García (1º B)
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El perro espadachín
Érase una vez un perro que quería ser espadachín, pero pasaba una cosa... que no podía ser porque era muy difícil. Pero él siguió intentándolo y al cabo de varios días se hizo espadachín. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Francisco José Peguero García (1ºB)
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El lápiz y la goma
Érase una vez un lápiz y una goma que vivían juntos en un estuche. El lápiz tenía pegatinas y era muy flaco y alto, por lo menos de medio metro. La goma estaba un poco gastada y era redondita y un poco presumida. Los dos se llevaban muy mal, siempre estaban riñendo. Un día estaban tan hartos, que hicieron una guerra entre gomas y lápices: lo que escribían los lápices lo borraban las gomas y los lápices pinchaban a las gomas con sus púas. Al cabo de diez días quedaron ellos dos solamente y para que volviera la paz, se hicieron amigos y terminó la guerra dándose un abrazo. Pedro José Díaz García (2º A)
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Norfray
Érase una vez una familia de 30 conejos que decidieron ir de vacaciones a una ciudad llamada Norfray. Una semana después se pusieron en camino, pero se les acabó la gasolina del coche y tuvieron que seguir el camino andando. Cuando llegó la noche, como estaban cansados de tanto andar, se quedaron dormidos y cuando despertaron... ¡menuda sorpresa! ¡Ya estaban en Norfray! Aquello era algo raro. Estaban en Norfray porque la carretera era mágica y se había movido mientras dormían. Manuel Acedo Montero (2º A)
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El gato y el ratón
Érase una vez un ratón que era muy bueno y juguetón. Un día el ratón se encontró con el gato, que era malo y torpe. Entonces el gato vio al ratón, lo cogió y se lo llevó a su casa. El ratón se asustó porque pensaba que se lo iba a comer el gato, pero se llevó una sorpresa, porque el gato quería ser su amigo y al final se hicieron amigos. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Modesto Lavado Gutiérrez (2º B)
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El pájaro y la rana
Había una vez un pájaro que estaba triste porque no tenía amigos. Un día, el pájaro se encontró con una rana, que era muy guapa, que tampoco tenía amigos. El pájaro invitó a la rana a cenar y después bailaron juntos los dos y nunca más se separaron. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Alejandro Zamora Zapata (2º B)
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María y los peces del estanque
María era una niña a quien le gustaban mucho los animales. Cerca de su casa había un estanque con peces de colores. Todas las tardes iba a ver a sus amigos los peces. Al lado del estanque había una fábrica. Una tarde, cuando María llegó al estanque, vio que algunos peces estaban muy enfermos y entonces descubrió que la fábrica estaba contaminando el estanque.
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María se dirigió a la fábrica para pedirle al dueño que por favor no siguieran contaminando el estanque. El dueño de la fábrica, al ver que María era una niña buena y amaba a los animales, le hizo caso y, gracias a María, los peces volvieron a nadar con la misma alegría de siempre. Nuria Lavado Campillejo (3º A)
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Los niños aventureros
Hubo una vez una pandilla de niños aventureros. Todos los días hacían toda clase de travesuras. Un día, aquello cambió porque se fueron a pescar a un río que venía muy crecido, a pesar de que se lo habían prohibido sus padres. De repente, Juan se cayó al agua: - ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro! – gritaba desesperado. Entonces le lanzaron una cuerda desde la orilla y de esa forma pudo salvarse. Los niños fueron castigados por sus padres por su desobediencia. A partir de aquel día no volvieron a hacer travesuras peligrosas. Ángel García Pérez (3º A)
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La piedra mágica
Había una vez un niño que estaba pescando con su padre, el niño se aburría y se puso a tirar piedras al agua. Cuando tiró una de las piedras, no se hundió y después tiró un vaso de plástico y se hundió. Al ver eso, se quedó sorprendido y pensó: - Tiene que salir en los periódicos.
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Pero tuvo un problema y es que sus padres no creían que la piedra fuera mágica. La piedra le concedía deseos a todo el mundo: a su madre, a su tía, a los vecinos... y hasta al perro. A todos menos a su padre, porque un día la quiso tirar al río y la piedra se enfadó con él y le castigó con no concederle ningún deseo. Un día, un niño le quitó la piedra, pero como era muy lista, hizo como si no funcionara y el niño se la devolvió. Cuando la tuvo otra vez en su poder, la piedra habló y le dijo al niño: - Yo quiero ser un niño y sólo tú puedes hacerlo. Yo te doy poderes y tú me convertirás en un niño. Así lo hizo y la piedra se convirtió en un niño de verdad. María Isabel Merchán Solís (3º B)
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¡Tenemos un problema!
Érase una vez un pueblo donde todas las personas vivían muy alegres. Un día, unos ladrones fueron al pueblo y robaron los árboles de Navidad, los caballos, los perros... Cuando se dieron cuenta, todo el mundo se puso a buscar todas las cosas, pero lo que más les preocupaba es que sólo faltaban dos días para la Navidad... y no tenían árboles para las fiestas. De pronto dijo un hombre: - Podemos cortar uno de ésos. - ¡No! –exclamó una niña-, ésos son demasiado pequeños y no aguantarán el peso de los adornos.
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A la niña no le hicieron caso y cortaron los arbolitos y pusieron los adornos. Ese día, cuando terminaron de cenar, se encontraron todos los árboles caídos en el suelo y todos quedaron muy tristes porque las Navidades no iban a ser como otros años. Al día siguiente se reunieron todos en la plaza para intentar solucionar el problema, y como seguían sin tener un gran árbol de Navidad, decidieron hacer entre todos un Belén viviente. Aquellas Navidades fueron las más felices que se recuerdan en el pueblo. Carlos Rangel Gómez (3º B)
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La isla de los tiburones
Érase una vez un niño llamado Agustín, cuya mayor ilusión era ir a una isla de tiburones con su tío Manuel, que era pescador de tiburones. A sus padres les daba mucho miedo, porque pensaban que se lo podía comer un tiburón. Una tarde llegó su tío Manuel para ver si se quería ir una semanita con él. Agustín se puso muy contento y daba saltos de alegría cuando se enteró de que su tío venía a por él para pasar una semana en la isla de los tiburones.
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Pero sus padres no pensaban lo mismo y estaban muy nerviosos y preocupados. Agustín les dijo: - No os preocupéis ni os pongáis tan nerviosos. El tío Manuel cuidará de mí. Al verlo con tanta ilusión, sus padres cedieron: - Está bien, te dejaremos ir –dijo el padre-, pero sólo una semana. Al día siguiente se dirigieron a la casa del tío en la playa, se comieron unos bocadillos, se pusieron los trajes de agua, cogieron el barco con motor y zarparon rumbo a la isla de los tiburones.
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Cuando llegaron a la isla, encontraron un montón de tiburones. Agustín dijo: - ¡Qué alegría, ya estamos aquí! En esos momentos pasó por allí un tiburón y Manuel sacó su caña especial para tiburones, pero no fue capaz de coger ninguno y un poco después descansaron para merendar y acostarse un ratito. Después continuaron, pero tampoco fue capaz de coger ninguno. Al día siguiente siguieron intentándolo y esta vez pasó por allí un gran tiburón, era impresionante; tenía filas y filas de dientes. Pero tampoco consiguieron atraparlo. Al anochecer, ya cansados por el esfuerzo que habían hecho, se quedaron dormidos en el barco. De repente, algo empezó a dar golpes muy fuertes bajo el barco. Despertaron rápidamente y se asomaron para ver lo que era. Allí estaba el gran tiburón de dientes afilados. Manuel se puso bastante nervioso y le gritó a Agustín: - ¡La caña, corre a por la caña! Por fin lo capturaron y lo llevaron a tierra. Los especialistas lo descuartizaron, cogieron la carne, disecaron la mandíbula del tiburón y se la regalaron a Agustín. Cuando terminó la semana, Agustín regresó a casa muy contento porque había vivido una aventura alucinante. Habían pescado el tiburón más grande de la Tierra. Marta Barrera Domínguez (4º A)
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La jirafa que tenía gafas
Érase una jirafa llamada Estrella, porque tenía un color tan amarillo y brillante como éstas. Era muy alta, delgada, amable y simpática y necesitaba gafas para poder ver bien. Estrella tenía amigos y amigas que salían con ella a dar paseos por las tardes y ella quería mucho a sus amigos. Sus preferidos eran el topo Bartolo, la osa Malena y el conejo Casimiro. Un día, echando una carrera, a Estrella se le cayeron las gafas al suelo. La jirafa Estrella lloró mucho porque las gafas se las habían regalado sus padres con todo su cariño. Su amigo el topo, aunque era oculista, no podía arreglarlas porque estaba trabajando en otro país. Al día siguiente, la osa Malena, que era muy inteligente, le propuso ir a un aeropuerto y compraron dos billetes de avión para ir a visitar al topo. El vuelo no salía hasta dos semanas después y la pobre jirafa no veía bien sin sus gafas.
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Llegó el día del vuelo, cogieron el avión y tardaron en llegar casi diez horas. Por fin llegaron, después de un precioso viaje. En cuanto llegaron, se dirigieron a la clínica del topo. Cuando encontraron la clínica del topo, se puso muy contento y comenzó a arreglar las gafas. Aprovechando la visita, pasaron toda la semana visitando la ciudad y disfrutaron mucho. Al final, la jirafa y la osa regresaron, pero antes le dieron las gracias al topo por haberse divertido tanto durante su maravilloso viaje, que no olvidarían jamás. Mª Elena Baquero Salguero (4º A)
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Fiesta en la cocina
Había una vez una familia que vivía en una casa. Un día el niño se fue a la escuela, su padre se fue al campo y su madre se quedó limpiando la cocina porque todas las cosas amanecieron sucias y fuera de su sitio. La mujer creía que entraban ladrones. Cuando anocheció cenaron, recogieron todo y dejaron la cocina muy limpia. A la mañana siguiente, otra vez todo estaba revuelto y otra vez a limpiar, fregar y colocar de nuevo. El niño ayudó a su madre porque aquel día era sábado y no había escuela. Pero su padre no pudo porque él sí tenía que trabajar. Cuando llegó el padre, aún no habían terminado y les ayudó también. Luego, mucho más tarde, la madre se acostó, pero el padre y el hijo se quedaron vigilando por si entraban los ladrones.
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Apagaron las luces y entonces...¡No lo podían creer! Los cubiertos salían de su sitio y se ponían a bailar las cucharas con los tenedores; el frigorífico tocaba la trompeta, el congelador el tambor; y la cocina de gas hacía fuegos artificiales. Así estuvieron toda la noche. Al final se dieron cuenta que no eran ladrones si- no una gran fiesta en la cocina, pero ¿qué podían hacer? Si lo contaban todos creerían que estaban locos. Entonces decidieron guardar el secreto, sólo se lo contaron a su madre y entre los tres escribieron un libro contando las aventuras que titularon «Las entretenidas noches en la cocina». Resultó un éxito y colorín colorado esta fiesta se ha acabado. Gema Pérez García (4º B)
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El halcón triste
Había una vez un halcón que vivía en una enorme montaña. Por culpa de un descuido, mientras jugaba con unas palomas, se cayó y rodó hasta llegar al suelo. Al intentar levantarse se dio cuenta de que se había roto el ala y tuvo que subir como pudo hasta llegar a su nido. Pasaron meses y vio que ya estaba curado, pero había un problema, que cogió miedo y no quería volar. Entonces sus amigos le invitaron a dar un paseo. Nada de nada, no quería. Estaba muy triste viendo a sus amigos jugar y él no podía. Un día al amanecer vio a una cría de otro nido cercano que estaba en peligro y no se lo pensó dos veces, echó a volar, la rescató y la llevó a su nido. Sus padres estaban muy, pero que muy , preocupados porque al volver no lo encontraron en el
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nido. Cuando vieron que se acercaba con su cría, lo trataron muy mal porque creían que la había robado. El halcón se fue mucho más triste de lo que estaba, porque no lo creyeron. La cría les contó todo y sus padres comprobaron que no se la había llevado, sino que la había salvado. Fueron a buscarlo, pero era demasiado tarde, se había ido. Le preguntaron a todo el mundo, pero nadie sabía de él. No se dieron por vencidos y, cuando pasó algún tiempo, volvieron a intentarlo. Al final lo encontraron en un nido nuevo y le dieron las gracias. El halcón les preguntó: - ¿Cómo me habéis encontrado? Se lo explicaron todo y lo invitaron a vivir con ellos. Así fue como el halcón volvió a tener familia y a divertirse mucho. Rubén García Higuero (4º B)
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La niña que quería volar
Érase una vez un lugar muy lejano donde vivía una niña que quería volar, pero no podía conseguirlo. Tenía muchos animales: un pájaro, un perro, dos gatos, una cotorra y decía que, cuando se hiciera mayor, iba a ser veterinaria para curar a los animales enfermos. Un día le ocurrió algo a la niña: se fue a pescar y se encontró con un pez que le concedía tres deseos. Pidió que su sueño de volar se hiciera realidad. Y se cumplió, pero ella pidió más deseos y también se cumplieron, y luego más y más. Así que se fue al río otra vez y llamó al pez y le dijo que quería un castillo que tuviera criados y muchas cosas más, tantas que un día desapareció todo lo que había pedido.
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Volvió al río, llamó al pez y el pez le dijo que había pedido tantos deseos que habían desaparecido. Entonces se dio cuenta de lo egoísta que había sido y pensó que ella sólo quería volar. Le pidió solamente eso al pez y... voló para siempre. Y colorín colorado este cuento se ha terminado. Mª Jesús Garrido Santos (5º A)
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Los cuatro corderos Érase una vez unos corderos a los que no les gustaba salir de casa porque por su calle pasaban muchísimos coches y no había manera de cruzar la calle. No había pasos de peatones, ni señales de tráfico para detener a los coches y que pudiesen pasar los corderos. Entonces, los corderos fueron a cruzar un día la carretera para ir al colegio y ¡casi les atropella un coche! Uno de los corderos continuó su camino para decirle a los hombres que pusieran pasos de peatones, pero se desvió porque no podía pasar por la carretera. Después dio un gran salto ¡boom! hacia la otra acera y de salto en salto llegó delante de los hombres y les dijo: - ¿Ustedes por qué no ponen pasos de peatones en la carretera y señales para parar los coches? Nosotros no sabemos poner nada de eso porque sólo somos corderos y si vosotros nos explicarais cómo se hace, lo haríamos, pero es que hoy, al ir al colegio, a mis hermanos y a mí casi nos atropellan. Para poder llegar hasta aquí he dado un montón de saltos y estoy reventado.
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- Escribe una carta a tu cuidador. Él nos puede ayudar a hacer todo lo que has pedido. - Bueno, le escribiré, pero le advierto una cosa, como mi cuidador no nos ayude, lo hará usted. Y respondieron todos los hombres: - ¡Oh, qué valiente es! Cuando el cordero llegó a casa, cogió un lápiz y una hoja y se puso a escribir: Querido amo: Quiero decirte una cosa: soy un cordero pequeño y no tenemos señales de tráfico y ni siquiera paso de peatones. Ayúdanos a hacerlos, por favor. Hoy casi nos atropellan a mis hermanos y a mí. Entonces le puso la carta al cuidador en la entrada de su casa, pero él la piso con desprecio. El cordero se enfureció y dijo: -¡ O ponéis lo que os he dicho, o sabréis lo que es bueno! Todos los hombres se asustaron y de pronto, aquello era impresionante: estaba todo el mundo trabajando. Se hicieron los pasos de peatones, las señales y varias cosas más, como una jirafa de adorno, varias fuentes y...unos payasos de adorno que les hicieron reír mucho. Al día siguiente estaba todo terminado. De verdad creo que han aprendido la lección. Ahora se paran los coches, se divierten los corderos con los payasos ¡ja, ja ,ja! Y ya no tienen que saltar. Yo paso tranquilamente por los pasos de peatones. Isabel Delgado Vaquerizo (5º A)
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Sebas y su tesoro
Érase un niño que se llamaba Sebas. No tenía amigos. Sus padres no tenían dinero. Sebas vivía cerca del mar. Un día cuando estaba jugando con el balón, vio una botella flotando sobre el agua. Fue por ella y la cogió. Parecía que había un carta en su interior. La abrió, desenrolló el papel y comprobó que se trataba de un mapa. Sebas creía que era un tesoro marcado en un mapa y pensó que si se lo enseñaba a los demás niños del pueblo, ellos querrían ser sus amigos. Pero los niños no le creyeron y le dijeron que los tesoros no existían. Así que siguió sin amigos.
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Entonces, una mañana temprano, Sebas cogió una barca que su padre tenía atada en la playa, se hizo con algunas provisiones y se echó al mar. Durante los primeros días, el viaje iba muy bien, pero pronto empezaron a faltarle el agua y los alimentos. Empezó a cansarse, se quedó muy agotado y se durmió. Cuando despertó, había llegado a una isla. Se bajó de la barca y, como tenía hambre, se fue hacia unas palmeras a buscar cocos para comer. Luego buscó agua. Encontró también madera para hacer una lumbre y construir una pequeña cabaña que le sirviera de protección. Pensó que a lo mejor aquella era la isla donde se encontraba el tesoro del mapa. Al llegar la noche, se quedó dormido profundamente. Al día siguiente se puso enseguida en camino para buscar el tesoro. Mientras caminaba, saltaron sobre él unos monos salvajes. Él intentó huir corriendo, pero los monos le perseguían . Entonces saltó un barranco y fue a caer junto a unas chozas. Era un poblado de hombres negros que lo recogieron y ahuyentaron a los monos.
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Los hombres negros le preguntaron si quería quedarse con ellos. Sebas contestó que sí, porque necesitaba un lugar donde pasar la noche y dormir. La tribu le construyó una tienda y una cama y allí pasó la noche. Al día siguiente fue a cazar con la tribu y Sebas logró matar a un ciervo y a un jabalí. Luego, cuando se iban a comer el jabalí, Sebas pidió al jefe que si se podía quedar con los colmillos del jabalí. - Claro que sí – contestó el jefe. - Es para enseñárselo a los niños de mi pueblo, a lo mejor así se hacen mis amigos. - Y también tienes que contarles que has estado con nosotros y te hemos enseñado a cazar con el arco y las flechas –dijo el jefe.
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Después de comer, Sebas se despidió de la tribu porque tenía que seguir su camino en busca del tesoro. Se puso en marcha y caminó durante mucho tiempo hasta que llegó a la sombra de tres palmeras muy grandes y se sentó a descansar. Miró el mapa y comprobó que aquellas tres palmeras eran el lugar donde se hallaba el tesoro. Empezó a excavar y encontró un cofre lleno de oro. Cogió el cofre y fue a buscar la barca. Se montó en ella y se dirigió a su casa. Al cabo de pocos días llegó por fin a su pueblo y contó a sus padres todo lo que le había ocurrido. Sus padres al verlo le abrazaron y se pusieron muy contentos. Sebas les enseñó el cofre y le dijo a sus padres que ya no iban nunca más a ser pobres. Al día siguiente, en la escuela, todos los niños querían ser sus amigos y que les contara su aventura. Sebastián Salguero Venegas (5º B)
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Mait y Dogu
Hace unos cincuenta años, en un poblado africano al lado de la selva y de un lago, vivían una niña y un niño . La niña se llamaba Mait y el niño Dogu. Mait era tímida y aventurera, curiosa, alegre y ordenada. Le encantaban los misterios y era muy cariñosa. Era muy guapa, alta, el pelo lo tenía oscuro, sus labios eran rojos y sus ojos marrones y grandes. Dogu era travieso, aventurero, desordenado, alegre y cariñoso. Le encantaban los misterios y estar con su amiga Mait. Él era guapo, delgado, alto, con los ojos marrones, la boca pequeña y el pelo negro. Un día, el jefe de la tribu, el padre de Mait se fue con sus hombres a cazar y se quedaron en el poblado las mujeres y los niños.
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Al pasar una semana, Mait y Dogu empezaron a acostumbrarse. Como llegaba el invierno Mait y su madre cogieron lana y tejieron mantas, jerseys y bufandas. Hicieron bastante comida y arreglaron la cabaña. Mientras la madre de Dogu tejía y hacía la comida, él arreglaba la cabaña. - ¡Ya vienen, ya vienen! – gritó Dogu desde el tejado. Todos salieron corriendo, vieron a los hombres y se abrazaron. Y por la noche, para celebrar el regreso, hicieron una fiesta, se pusieron a bailar alrededor de la hoguera. Al día siguiente, Mait y Dogu se fueron a coger frutos y se encontraron con un tigre. Mait y Dogu se subieron a la copa más alta de un árbol y allí tuvieron que pasar la noche. Mientras tanto, en el poblado estaban muy preocupados. Así que a la mañana siguiente, sus padres decidieron ir a buscarlos. Cogieron sus lanzas y atraparon al tigre. Mait y Dogu estaban llenos de heridas. Entonces la madre de Dogu les curó. El padre de Mait era un aficionado a los caballos y enseñó a montar a Mait y a Dogu. Un día estaban montados y el caballo de Dogu se asustó y echó a correr. Dogu se cayó y se quedó inconsciente, tendido en el suelo. Mait buscó en unos libros un remedio para poder curar a su amigo y encontró uno: tenía que estar una noche cubierto con una manta impregnada en canela, agua, sal y aceite. Al día siguiente, Dogu despertó gracias al remedio de su amiga y todos se pusieron contentos. Mait y Dogu se casaron y vivieron felices. Mª del Alba Merchán Merchán (5º B)
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El misterio de la cueva secreta
Hace muchos años, en un pueblecito de Escocia, vivía un viejo marinero, muy humilde, que cuidaba de sus dos nietos: Marta y Luis. Vivían en un pueblo de pocos habitantes, pero aún así, los dos niños lo pasaban muy bien porque el pueblo estaba rodeado de verdes praderas, extensos bosques y grandes lagos donde jugaban con sus amigos. Marta era alta, de pelo oscuro y ojos marrones. Era una chica responsable, atenta muy cariñosa y algo sensible. Le encantaba jugar con sus amigos en el río.
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Luis era bajito, de pelo rubio y rizado y ojos verdes. Era alegre, inteligente, muy silencioso y glotón. No solía jugar con los demás chicos del pueblo, excepto con su hermana Marta y Paula, una amiga inseparable. Paula era alta. Su pelo era rubio y cortito y sus ojos azulados. Era muy amable, sincera, simpática y muy divertida. Le encantaba jugar con su amiga Marta a todas horas. Las dos tenían algo en común: les encantaban las aventuras. Desde muy pequeños, el abuelo les había contado a Luis y a Marta una hermosa leyenda: que allí, en Escocia, en las montañas, existía una cueva repleta de tesoros y joyas. Unos antiguos vikingos habían guardado sus tesoros más preciados, pero cuando su barco naufragó, todas sus joyas quedaron allí encerradas hasta que alguien las descubriera y se las llevara. - Pero nadie ha logrado nunca llegar hasta allí, porque hay muchos peligros...- les había dicho el abuelo. Una tarde de verano, Luis y Marta salieron a jugar con Paula. - Paula, tú que también has escuchado a nuestro abuelo contar muchas veces la leyenda del tesoro, ¿te apetecería venir a buscar esa maldita cueva? – preguntó Marta entusiasmada. - ¿Estáis mal de la cabeza o qué? – dijo Luis. - Vamos, no seas aguafiestas, Luis, anímate – respondió Paula. Tras mucho pensarlo y convencer al abuelo, los padres de Paula también aceptaron. Y al fin, el veintiocho de junio salieron en busca de aventuras. Recorrieron verdes praderas y hermosos campos de margaritas y, por la noche, durmieron en una tienda de campaña y pasaron mucho miedo. Al amanecer, anduvieron hasta llegar al Lago Oscuro. Decían que al otro lado del lago se encontraban las montañas rocosas y la buscada cueva, pero no sabían qué podía ocurrir... Se construyeron una barca con maderas y ¡al lago!
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- ¿Seguro que en este lago no hay nada, Luis? – Preguntó Marta algo asustada. - No, no lo creo, lo que dice la gente, sólo son bobadas... En ese momento sonó un fuerte ruido y comenzó a nublarse el cielo. - ¿Qué, qué ocurre? - tartamudeó Paula asustada. Y entonces sonó una horrible voz que decía: «¿Quién osa perturbar la calma de mi lago?» - ¿Quién eres? - preguntó Luis, convencido de que las palabras que había escuchado no eran reales. Entonces apareció un señor montado sobre una barca de madera en medio del lago. - Soy el guardián del Lago Oscuro y no permitiré que nadie penetre en él – dijo.
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- Sólo queremos encontrar la Cueva Secreta - dijo Marta tímidamente y muy asustada -. ¿Nos podrías ayudar? - ¡Estás loca, Marta! ¿No ves que nos quiere hacer daño? – susurró su amiga. - No, no os quiero hacer daño – atronó de nuevo la voz. - ¿Cómo me ha oído? - Pensó Paula. - No, no os quiero hacer daño – siguió hablando – y, aunque lo parezca por mi voz, no soy malo. Vivo muy solitario y triste en este lago, porque todos huyen asustados y nadie quiere ser mi amigo. Los tres niños sintieron pena. - Pobrecillo – dijo Marta -. Si tú quieres, aquí, delante de ti, tienes a los amigos que deseas –añadió con decisión. - Gracias por animarme, pero sé que luego me abandonaréis y me quedaré de nuevo completamente solo. - Nosotros no somos así. Lo que queremos es que nos ayudes a encontrar la Cueva Secreta. Con el tesoro que encontremos podremos ayudar a nuestro pueblo, construir un buen colegio, una biblioteca, un hospital y podremos estudiar y aprender todos los días – dijo Luis. - Si es por esa buena causa, os ayudaré. Todos los niños merecen estudiar para aprender y ser alguien en la vida – respondió el guardián. Se pusieron en marcha y navegaron durante dos días sin descanso hasta que atravesaron el lago. Entonces el guardián exclamó: - ¡Mirad, allí está! Bajaron y se acercaron a unas rocas. - ¿Estás seguro de que «esto» es la cueva? - Se sorprendió Marta. -Si, conozco bien este lugar. Muchas veces vengo aquí para contemplar las hermosas vistas. Esta piedra es una puerta secreta y en este agujero hay que meter la llave. Pero para poder abrir, tenéis que encontrarla.
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En la puerta había escrito una especie de acertijo:
gritó:
Los tres amigos se pusieron a cavilar y al cabo de un rato Luis
- ¡Ya lo sé! La respuesta es PALO – MAR, Palomar. - ¡Claro! Quiere decir que la llave secreta está en aquel palomar! – dijo Marta. En efecto, corrieron hasta el palomar y cogieron la llave. Era dorada y parecía muy antigua. Abrieron la puerta y descubrieron una sala repleta de joyas y cofres llenos de monedas. - ¡Guau! – exclamaron los cuatro a la vez. En ese momento se cerró la puerta y apareció un ser extraordinario: un dragón de dos cabezas. Los chicos no salían de su asombro. - ¡Rápido, corred, yo le detendré! – gritó con decisión el guardián. Marta, Paula y Luis se apoderaron de todo el oro que pudieron y llenaron sus bolsillos y mochilas; luego huyeron a toda velocidad. - Chicas, no podemos dejar solo al guardián – gritó de pronto Luis. -Yo iré a buscarlo – dijo Paula mientras corría.
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Rápidamente cogió una de las antorchas que colgaban del techo de la cueva y la lanzó al dragón con todas sus fuerzas. Éste alzó sus alas y echó a volar. - Gracias, Paula – dijo el guardián con alivio cuando se vio libre de la bestia monstruosa -. Os doy las gracias a los tres por no haberme abandonado en el peligro. Vosotros regresaréis a vuestro pueblo y yo debo irme al Lago Oscuro, sigo siendo el guardián. - Todos los días vendremos a verte y estaremos contigo – dijo Marta. Se despidieron del guardián y volvieron al pueblo, donde repartieron el dinero entre todos sus habitantes y el alcalde pudo construir un colegio, una biblioteca, un hospital... Y desde ese día vivieron muy felices todos juntos. Lara Escobar Gallardo (6º A)
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Un viaje inesperado
Esto era una vez un pueblo muy, muy pequeño, llamado Cacahuete, donde sólo había personas mayores y casas abandonadas. A un grupo de amigos que iban a pasar allí unos días, les ocurrió algo inolvidable. Virginia y María, que se llevaban muy bien, tenían un gato cada una. El de Virginia era más salvaje y siempre lo llevaba con ella en una mochila. Aunque el gato tenía mal humor, no era malo y los chicos y chicas jugaban con él. Los niños que componían la pandilla se llamaban Virginia, María, Mª del Mar, Lucía, Pedro, Antonio y Jaime. Siempre iban por ahí a ver las casas abandonadas, aunque no tenían nada de especial porque sólo encontraban telarañas, arañas, polvo y cosas viejas que no se podían usar. Sólo les quedaba por visitar una de las casas, que era la más grande de todas.
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Un día soleado se propusieron ir a aquella casa. Como era de pensar, Virginia se llevó a su gato y Antonio le dijo: - Si hay muchos ratones y ratas, tu gato nos servirá para que los mate. Todos se empezaron a reír porque el gato era muy raro y no había cazado un ratón en su vida. Llegaron a la casa y subieron las escaleras hasta llegar a una habitación en la que había una estatua de mujer que parecía una bruja. De pronto habló María: - A mí me huele a gato encerrado. ¡Una bruja, una casa rarísima...! De pronto se vio un relámpago con un sonido increíble. Todos dieron un grito y comenzaron a bajar las escaleras.
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Cuando todo se calmó, volvieron arriba, la estatua se iluminó y aquella bruja se salió de la estatua y se convirtió en persona. El gato salió de la mochila y la bruja, al verlo, dijo: - ¡Un gato no! Ahora mismo os voy a mandar a un lugar más solitario que este pueblo y yo desapareceré para siempre. ¡Zas!, la bruja con sus uñas largas y puntiagudas les envió a ese lugar, pero el gato se quedó en aquella casa. Cuando los niños llegaron a ese nuevo lugar a donde les había enviado la bruja, se dieron cuenta de que su gato no estaba. Era un paisaje muy bonito pero ellos no se habían parado a verlo, sólo buscaban y buscaban sin encontrar rastro del gato. Empezaron a andar, andar y de pronto se encontraron un semáforo en el que se podía leer: «Si pulsas el color verde, encontrarás algo que has perdido». Virginia inmediatamente pulsó el botón y fueron a parar a un bosque oscuro donde se oían gatos y búhos. Como ya era muy tarde y estaban muy cansados, todos se tumbaron rendidos junto a un árbol. A la mañana siguiente, cuando se despertaron, había un montón de gatos iguales que el de Virginia. - ¿Cuál será el mío? - ¡Ya sé, el gato tenía un collar! – exclamó María. - Entonces ya tenemos una pista – respondió Antonio. - Pero, ¿de qué color era el collar? – preguntó Lucía.
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- Era rojo – respondió Mª del Mar. De pronto Jaime y Pedro dijeron: - En el collar estaba escrita tu dirección. Todos empezaron a buscar como locos hasta que encontraron al gato. Virginia estaba segura de que era el suyo. Dieron un paseo por allí y se encontraron un botón en un árbol que ponía: «Pulsa y volverás a casa». El primero en pulsar el botón fue Pedro. Instantes más tarde, una bola de humo les rodeó y cayeron por un túnel negro. Empezaron a girar y girar hasta que cada uno se fue por un túnel distinto que les llevó a sus casas. Todos dieron un suspiro de alivio y dijeron: - No volveremos a esa casa maldita nunca más. Aunque todas las noches tenían miedo de que la bruja volviera y se los llevara otra vez. Isabel Becerra Morán (6º A)
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Los niños discriminados
Había una vez un niño que vivía en Carnef y le gustaba mucho estudiar; lo contrario que a sus compañeros que no estudiaban ni hacían los deberes y se pasaban todo el día jugando con lo que fuera con tal de no hacer lo que les mandaban en el colegio. Este niño se llamaba Last y era el mejor estudiante del colegio. Todos los maestros estaban encantados con él y, siempre que algún compañero suyo no sabía algo, le preguntaban a él. Le podías preguntar cosas de lengua, de mate, de cono, de inglés, de educación física..., que él lo sabía todo. Y hasta cosas de niños que eran dos cursos mayores que él. No había una sola vez que no supiera algo. Last era muy listo y sólo salía para ir desde su casa al colegio y del colegio a casa. También de vez en cuando iba a visitar a sus familiares.
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Un día se mudaron a la ciudad de Peterhan. Last quería hacer amigos, pero lo único que consiguió fueron burlas, insultos, peleas y ningún amigo más que su maestro, Don Fausto Pérez. Era un día soleado, alegre y bonito, un sábado y Last se encontró con Don Fausto cuando venía de casa de su abuela. Last le preguntó a su maestro: - Don Fausto, ¿Por qué todos los niños me insutan, me pegan y se burlan de mí? Don Fausto respondió con voz lastimera: - No lo sé, hijo, no lo sé. Un viernes se trasladó al lado de la casa de Last un niño con sus mismas características. Se conocieron y por fin Last tuvo con quién resolver ecuaciones, el magnetismo, la electricidad y muchas cosas más. Ellos compraban libros, hasta escribieron uno: «Last y Sarcant en filosofía». Lo escribieron en un año y a máquina de escribir.
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Crecieron juntos y en todos esos años eran los dos niños más discriminados de la ciudad de Peterhan. Todo lo que Last y Sarcant descubrían lo anotaban para después hacer otro libro: «Ciencias Naturales». Al cabo de un año, se interesaron por la Química e inventaron la «energía del mañana» llamada Electar. Inventaron el petardo atómico con protones de 7 Kg., la bomba «subtómica» de 10,45 Kg. y muchísimas cosas que mejor no mencionar. Y un día fueron contratados por una empresa que investigaba la anatomía humana. Ellos destacaban en todo y todo el mundo estaba contento con ellos. Salvaron vidas, mejoraron el mundo, resolvieron problemas de todo tipo. Inventaron la vacuna contra el sida, una máquina que eliminaba las lesiones cerebrales y anomalías, pero seguían siendo discriminados. Sólo hasta del descubrimiento de su nueva máquina que eliminaba las discriminaciones llamada Antidiscriminator. Y así es como los chicos y chicas de Peterhan se dieron cuenta del error que habían cometido con los dos amigos y decidieron tratarlos como eran de verdad: los dos chicos más listos del mundo. Moraleja: No debemos discriminar a nadie por cómo es o por lo que hace. José Luis Sabido Rangel (6º B)
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Juanito y el fantasma Érase una vez un niño que vivía en un pequeño pueblo de montaña en el que no vivía ningún niño, solamente ancianos. El niño se llamaba Juan y tenía nueve años, era alto, guapo, delgado, rubio y tenía los ojos azules. También era simpático, pero sobre todo era valiente, por eso todos le llamaban Juanito, el Valiente. Pero él se sentía muy solo sin nadie con quien jugar. Un día, Juanito se atrevió a ir a la casa fantasma que había enfrente de su casa, aunque nadie se atrevía a entrar, él iba muy ilusionado porque creía que podía encontrar un amigo con quien jugar; pero, al poco tiempo, de entrar, se dio cuenta de que había una sombra en la pared. Él se acercó más porque creyó que era un niño, pero... - ¡Ahhh! ¡Socorro! – gritó Juan - ¡Es un fantasma! - No tengas miedo, no te haré daño – contestó el fantasma. - Yo... lo siento, sólo venía en busca de un amigo, pero ya veo que ha sido un error. - No, no te vayas, yo también me siento muy solo, como tú, y quiero un amigo para jugar.
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- Está bien, me quedaré. Juanito y el fantasma se lo pasaron muy bien y cuando llegó la hora de irse a casa, se dieron cuenta de que el tiempo se les había ido volando. Cuando Juanito se marchó, el fantasma se quedó muy solo, pero fue por poco tiempo, pues al día siguiente Juanito volvió a ir temprano y estuvo todo el día jugando con el fantasma y por la noche, cuando Juanito volvió a casa, le contó lo sucedido a su madre y ella no le creyó, pero a Juanito no le importó porque él sabía que era verdad y que se divertía mucho jugando todo el día con el fantasma. Una semana después, Juanito fue con sus padres a visitar a su primo Jorge y se lo contó todo. Su primo quería comprobarlo y ver el fantasma. Entonces, después de mucho pensar, a Jorge se le ocurrió
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que se podía esconder en el maletero del coche de sus tíos e irse con ellos. Juanito le ayudó a meterse en el maletero y mientras los padres de Jorge creían que su hijo estaba en el parque, él estaba de camino a la casa de Juanito. Cuando llegaron, Jorge, en un descuido de sus tíos, salió del maletero y se escondió. Después, Juanito le dijo a sus padres que iba a jugar un rato y él y su primo fueron a la mansión y jugaron con el fantasma. Poco tiempo después, los padres de Jorge se dieron cuenta de que su hijo no estaba y fueron a buscarlo a casa de Juanito. Allí, su madre recordó lo que Juanito le había dicho días antes sobre el fantasma y todos se dirigieron a la casa encantada. Vieron a Juanito y Jorge jugando muy contentos con el fantasma. Los padres de Jorge decidieron mudarse a vivir a este pequeño pueblo. Una vez instalados allí, hicieron una fiesta a la que fueron muchos niños de otros caseríos. Unos meses más tarde, empezaron a llegar a aquel pequeño pueblo muchas familias con niños y así Juanito y el fantasma no volvieron a sentirse solos, ya tenían muchos amigos. Esteban Merchán Romero (6º B)
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El presente volumen recoge una selección de cuentos que han sido escritos por los alumnos del C. P. ‘‘Gabriela Mistral’’de Solana de los Barros (Badajoz) y que, con motivo del VIII Certamen de Cuentos Infantiles, han resultado ganadores de dicho Concurso, al que podían concurrir los alumnos de Educación Primaria de dicho Centro. Esta selección de cuentos será expuesta el día 23 de abril con motivo del Día del Libro.