London topics Historias de un exiliado viviendo en Londres
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London topics Historias de un exiliado viviendo en Londres
Por Ă lvaro Trigueros Gallastegui altrigueros@hotmail.com 602 48 57 60
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Índice
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1. Calle franquicia 2. Kabul victoriano 3. En cuanto a la comida 4. Esos odiosos trabajos 5. I hate London 6. Esa pestilente ciudad 7. La cultura de los pubs 8. Las fiestas del pueblo 9. ¿Qué me pasa doctor? 10. Los parques de Londres 11. TFL o la encrucijada del transporte urbano 12. Eres tan multicultural que no te entiendo 13. How to fill a form 14. No todo es ciudad 15. La calidad de la vivienda 16. Sociedad de clases 17. A pedales 18. Una ciudad a dos alturas 19. Christmas time 20. Primeras impresiones 21. La experiencia personal 22. Viviendo en Mitcham 23. Sin miedo al ridículo 24. Nueva casa, bici nueva 25. London underground 26. BBQ time, la hora de la barbacoa 27. Boozing at work, beber en el trabajo 28. La tierra de las cervezas 29. Park games 30. Corriendo al trabajo 31. London for free 32. El reino de los prácticos 33. Menos bares que en toda Noruega 34. El día de las amapolas 35. Las invasiones bárbaras 36. ¿Por qué no nos quieres David? 37. London poo 38. Sin miedo al miedo 39. Londres no es así 40. Así empezó todo; punto y final
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Introducción Todo empezó por aburrimiento y por culpa de un libro. Esto que lees, primero fue un blog, luego otra cosa. En estas líneas aparece cómo surgió y en las próximas páginas cómo es la vida allí, en Londres. Al inicio fue un nuevo epígrafe para Las Historias de Alvi, escribiendo sobre aquello que me llamaba la atención en la ciudad, lo que veía en Londres e influía en los quehaceres de nuestras vidas. El blog empezaba así: “Tal ocurrencia se presentó en mi mente al leer un libro, que ayer acabé, de Bill Bryson titulado Notes from a big country. Mr Bryson es un periodista estadounidense que fue a vivir a Inglaterra. 20 años después retorna a su país junto a su mujer y cuatro hijos. Tras un par de años de la vuelta, inicia su colaboración con una columna en un diario, tratando las diferencias entre la vida en Estados Unidos y Reino Unido, qué
ha cambiado en su larga ausencia, qué es lo que le llama la atención, los contrastes entre dos mundos anglosajones que aparentemente son similares. El tipo es divertido y sus comentarios son siempre cómicos, aunque trate temas serios. Pues bien, mi idea es la de hacer un poco como Mr Bryson. Después de cinco años de residencia en Reino Unido, habiendo visto y vivido unas cuantas situaciones curiosas, es hora de dar el pistoletazo de salida a London Topics, o las cosas curiosas que me pasaron al desembarcar en estas tierras. 5
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Viernes, 10 de mayo de 2013 Capítulo I: Calle Franquicia
Tal vez cuando llegué a Londres, hace ya cinco años; por cierto, este 7 de mayo se cumplieron los cinco años (sí, por ahí), era una comodidad disponer en cada esquina, calle de un local perteneciente a una franquicia o gran cadena en su defecto. Ante la falta de tiempo, al tener que escoger entre esa cafeteria o ésta, esa farmacia o aquélla, esta tienda de ropa o la otra, esta tienda de teléfonos móviles o la de más allá, alguna de las casas de apuestas o las tres del otro lado de la acera; tanta oferta te dejaba las cosas a mano. Es lo que yo llamo un buen surtido donde elegir. Cuando abrí un poco los ojos, me percaté que todo eso era un camelo, que a largo plazo es un sistema que cansa, no es vanguardista ni original. No sé vosotros, pero yo ya estoy harto. Eso de salir a la calle y no ver más que franquicias, unas detrás de otras, los mismos negocios en todas
partes. Tan reiterativo es el juego que ya no sé en qué calle estoy, y eso que Londres tiene calles. No daré nombres, pienso que todos las conocéis de sobra. A ver, dime
tres cadenas de comida rápida, dime tres de cafeterías, de muebles, de inmobiliarias,
de
productos
electrónicos,
¿y
cuántos
negocios
independientes has visto? Pues yo ninguno, me temo, o, bueno sí, los kebabs, aunque esos parecen estar explotados por el mismo señor empresario turco. 6
Álvaro Trigueros Gallastegui
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No sólo en Londres, en sus 1.570 km², 32 municipios que rodean la City, sino que allá donde vayas en este país te toparás con los mismos establecimientos por doquier. Sabes que si vas de visita a un pueblo remoto o una ciudad cultural, me da lo mismo, siempre sabrás dónde está cada cosa. Tienes la certeza que detrás de la tienda de fotos de la franquicia X estará la droguería de la franquicia Y, al lado del café de la franquicia Z, y enfrente del kiosco de prensa de la franquicia XX y las tiendas de bicis de la cadena X+Y=Z. Más o menos así es para mí, igual de complicado que una ecuación matemática (hay qué ver lo que me costaba sacarlas) es el mundo de la franquicia y la cadena
para mí. Sí, ya sé, que allí abajo es lo mismo. En cualquiera de nuestras ciudades también las encuentras, ya es un suceso global. La cosa es que aquí en
Londres sólo te encuentras con ellas y nada más. Los únicos que escapan al sistema son los corner shops de los asiáticos, que seguro están también bajo la mano de algún Mr Tata. Siempre me ha echado para atrás entrar a comprar en alguno de estos establecimientos, aunque, a decir verdad, lo que me da grima es comprar desde fuera, desde la calle, pues la mayoría de ellos acumula la fruta y verdura en mostradores sobre la acera pública, macerándose bien las piezas bajo la lluvia ácida, granizo, calor bochornoso, el humo de los coches o algún pasante desaprensivo. Pobres tomates… La falta de profesionalidad, interés en su sector o presión a la que están sometidos quienes trabajan en ellas es otra de las cosas que me disgustan de las susodichas franquicias. La gente está por estar, como yo en mi trabajo. Cuesta encontrar alguien que sienta amor y devoción por lo que hace. 7
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Bueno, creo que lo dejo ya y voy para casa. No, espera, qué no encuentro mi calle, ¡es que todas son iguales con los mismos carteles coloridos!
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Viernes, 17 de mayo de 2013 Capítulo II: Kabul Victoriano O al menos eso es lo que pienso al salir a la calle. El estilo arquitectónico de la ciudad de Londres se quedó atascado hace más de 100 años. El ladrillo que levantaba las fábricas de la Revolución Industrial pasó también a las casas, y así permanece hasta ahora. Las calles tienen un aire clásico con todas sus casitas adosadas alineadas, más que clásico es viejo, pues pocas reformas han recibido desde su construcción, mostrando aún tantos profundos rasgos del siglo XIX.
Así que victoriano por una parte, y Kabul por la otra, porque al salir a la calle me topo con infinidad de afganos, pero también pakistaníes, hindúes, esrilanqueses o bangladesís. Y no hay nada de malo en eso, simplemente, es curioso. Al igual que en otros muchos barrios
periféricos, especialmente si los alquileres son más económicos que en zonas
que
llegan
a
ser
disparatados,
la
gran
mayoría
de
la
población proviene de Asia, y de África en segundo lugar. Los europeos somos minoría en lugares como South Harrow. El distrito de Harrow, perteneciente al condado de Middlesex y parte del Greater London es conocido por la numerosa comunidad proveniente del subcontinente indio. Antaño predominaba la población autóctona, que todavía permanece defendiendo el baluarte estudiantil de Harrow-on-theHill, sede de uno de los institutos más prestigiosos de las islas. Salgo a la calle y siento el gran contraste de las casas típicas inglesas aderezadas con carnicerías halal, tiendas de productos asiáticos o
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puestecillos de tarjetas telefónicas internacionales. Turbantes, pañuelos o largas túnicas cubren a mis vecinos que no pasan inadvertidos ante el paisaje local. Sus atuendos pensados para los climas calurosos de sus lugares de origen llaman la atención por estos lares. Pensaba ver bombines y chaquetas de tweed, en cambio me hago un experto en chilabas y chadores. Crisol de gentes, núcleo cosmopolita de Europa repleto de pueblos extraeuropeos, y también de costumbres. Si quieres ver algo puramente
británico, no vengas a Londres. Todo rasgo de anglosajonismo fue borrado de un plumazo no se sabe cuánto tiempo atrás. El ser uno de los centros mundiales de concentración de diversos especímenes humanos es lo que tiene, se pierde lo tradicional y costumbrista. Así es como se vive en un
lugar sin personalidad propia, como he dicho, un crisol cacofónico donde cada uno recorre su camino, sin fijarse en quién tiene al lado, situado más allá de las antípodas. Este Kabul victoriano en el que vivo podría ser también un Bombay a la hora del té, una pinta en Karachi o la caza del
zorro en Dacca. Tan
mezclado que ya no sé dónde estoy, además, como todas las calles son iguales… Los locales, es decir, los ingleses, parecen sentirse cómodos ante la algarabía que producimos los cientos de etnias, caras y lenguas distintas que por aquí pululamos, ¿todos? Todos no. Cierto partido político nacionalista defiende terminar con el Kabul victoriano, levantar un muro en el Canal de La Mancha y volver a sus ancestrales usos. 10
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En las recientes elecciones municipales celebradas en parte del Reino
Unido, una de las notas más características es el ascenso del partido nacionalista y anti europeísta UKIP, Partido por la Independencia del Reino Unido, o United Kingdom Independence Party en inglés. Se manifiestan euroescépticos y partidarios de que su reino salga de la Unión Europea. El grupo liderado por Nigel Farage obtuvo el 25% de los votos en los municipios representados en la votación, según estimaciones de la BBC, lo que le ha otorgado 147 concejales. Aparentemente, son pocos, comparados con las 2.300 vacantes puestas en juego, pero es que en los comicios anteriores de 2009 tenía sólo ocho ediles en tales localidades. Si se proyecta a nivel nacional, y no sólo en las poblaciones donde se votó, algunas fuentes sitúan al UKIP como tercera fuerza más seguida, estimando un 29% a los laboristas, 25% a los conservadores, 23% al UKIP y 14% a los liberales, de acuerdo a números obtenidos en las municipales de mayo
de 2013. Visto lo visto, por lo menos en Londres, no tiene pinta que llegue este odio al extranjero, la aberración a las políticas de Maastricht, pues somos
mayoría e importantes para la supervivencia de los intereses económicos y financieros británicos. Tal vez se sientan invadidos por todos nosotros, con una prensa que no deja de reflejar lo mal que lo hacemos los “europeos” con nuestras políticas y un primer ministro que insiste en convocar ese referéndum para abandonar la CEE. Mientras tanto, mi calle sigue siendo un variopinto Kabul victoriano.
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Viernes, 24 de mayo de 2013 Capítulo III: En cuanto a la comida En el tópico de hoy vamos a hablar de la comida. Al pensar en Londres, a menudo caigo en la cuestión alimentaria. No es que la vieja Londinium sea célebre por sus exquisitas virtudes gastronómicas, más bien al contrario, pero
un glotón como este bloguero siempre piensa en cómo llenar su tripa. Un tipo me alumbró sobre ese concepto a los pocos días de nuestra llegada, hace ya cinco años. Precisamente, hablábamos de la aparente dejadez de los británicos a la hora de cuidarse. Este estudioso de la cultura local, de origen neozelandés, nos contó que hace más de 200 años, cuando por estas tierras se inventaron la Revolución Industrial, toda la familia, el papá, la mamá e incluso los niños, acudía a la fábrica o a la mina donde trabajaban toda la jornada, con escaso tiempo para ocuparse del hogar o preparar comidas. Cuando pienso en lo disgustosos que pueden ser por aquí a la hora del
almuerzo, me viene en mente esa historia de la Revolución Industrial. No sé si será del todo cierta, pues en algunos aspectos no me cuadra. Por ejemplo, las clases más pudientes de la sociedad siguieron con su exquisita educación y tradiciones mantenidas casi hasta hoy, como una legión de cocineras ante
fogones en sus mansiones, y a pesar de eso, el legado de platos es más bien pobre y básico. Hoy en día, el tema de la comida ha evolucionado un poco, tal vez debido a la globalización y a que ahora son un poco más “europeos”. La nueva hornada de chefs británicos, encabezados por los televisivos y populares Gordon Ramsay y Jamie Oliver, resplandece gracias al lustre de estas
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London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres estrellas. Han puesto de moda el gusto por alimentarse bien, por satisfacer al paladar. Si bien es cierto, su trabajo se basa en la cocina italiana y francesa, referentes en la isla. Cuando se habla de platos locales, pues no es que haya mucha elección. Si te sales de los roast beef, fish and chips o hamburguesas de los pubs, pocas opciones te quedarán. No digo que estén malos estos platos, pero la variedad escasea. Tienen varios ingredientes particulares, pero nada destacable para los anales de la buena mesa.
A la hora del almuerzo, por todos es sabido que el sándwich es el plato nacional. Incluso los businessmen con nóminas de muchos ceros de la City prefieren el clásico bocadillo industrial al menú de restaurante. Lo cierto es que eso del menú de restaurante es desconocido por estas tierras. Así, la cocina internacional es lo más visto en Londres. Quitando los citados italianos y los intentos sofisticados de imitar platos franceses, proliferan las especialidades asiáticas, desde los kebab o shawarma de Oriente Próximo a los tailandeses, indios o vietnamitas presentes en cada barrio. De hecho, uno de los estandartes nacionales es el pollo al curry, que en un pub inglés es como una tortilla de patatas en cualquier bar español. Los años del Imperio trajeron hasta aquí los platos de salsas especiadas, muy del gusto del gourmet inglés. Por lo que aquí te cuento, en Londres puedes comer casi de todo. Sí, es
cierto, pero seguro que no tan sabroso como en su lugar de origen y con un precio sensiblemente por encima del doble que en otros países europeos. Si eres el afortunado que se va a la cama consciente de tener un 13
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sueldo por encima de las 30.000 libras, podrás disfrutar de estos caprichos de la mesa, para el resto de los mortales, nos toca afrontar una partida de
ajedrez donde las blancas son los ingredientes de nuestra dieta y las negras el precio que tiene alimentarse bien. El sabor, el gusto entran en la balanza del mercado local a la hora de
establecer los precios. El concepto que tienen los ingleses del buen gusto es que si algo sabe bien tienes que pagar por ello. Para todo lo demás tienes las cadenas de supermercados de productos industriales, donde lo más natural es el bueno días que me da siempre la cajera. Es ese buen comer que nos distingue a los ibéricos de otros pueblos, como es el caso del inglés. Los hijos de la vieja Albión sólo comen por necesidad humana. Si les bastara regarse los pies con agua, lo harían; para qué perder tiempo con un primero, más segundo, más postre y café, si con un insípido sándwich y su paquete de patatas fritas reglamentario pueden encontrar satisfechas sus necesidades nutricionales (más o menos). Pero todo no es así, también tiene sus cosas buenas, como el desayuno inglés, el popular English breakfast. La primera vez que lo probé fue en Cornualles, en una granja a la 8 de la mañana. Nos trajeron a la mesa una
fuente (no plato) con huevos, salchichas, bacón frito, alubias de lata con salsa de tomate, champiñones y tomates asados y para untar todo unas rebanadas de pan empapadas en mantequilla. Para beber una taza de té, pues el café que tenían era de sobre (qué horror). Hasta las 3 de la tarde anduve como una moto, sin necesidad de tomar nada más. El aporte calórico había sido suficiente para aguantar una semana entera sin probar bocado. Bromas aparte, es un modelo de desayuno que se puede
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degustar de vez en cuando, siempre y cuando vayas a acometer una
actividad física destacada, y más recomendable si se toma alrededor del mediodía y no recién levantado al alba. A partir de entonces lo he repetido con gusto en varias ocasiones, y siempre
el típico domingo que te levantas a la 1 y haces un desayuno-almuerzo, lo que llaman brunch. Aquella granjera quería echarnos de pasto a sus vacas y gallinas. Otro plato destacable que conviene tener en cuenta en tu visita a las islas es el Sunday Roast, o el asado del domingo. Como su nombre dice, es un asado de carne que se toma los domingos. Lo tradicional es reunirse en el pub con los amigos, la familia o tú solo, lo que cuenta es tomarlo. Consiste en unas cuantas rodajas de redondo de ternera, de cerdo, o en su defecto medio pollo asado, acompañado de verduras hervidas, puré de patatas, Yorkshire pudding y caldo de carne. Es uno de los pocos momentos que los
ingleses aprovechan para sentarse todos juntos alrededor de la mesa y socializar mientras llenan la barriga. Ellos son más de refrescar el gaznate. Un buen invento esto del Sunday Roast, sobre todo para los propietarios de
los pubs. Los precios pueden variar. En muchos sitios sirven el plato completo a un precio que va de las 15 libras para arriba, pero también existen opciones mucho más ajustadas y competitivas que no dejan nada que desear a los sitios más sofisticados, como los Wetherspoons, que por menos de siete libras te llevan a la mesa tu platazo de asado con una pinta de cerveza. Escribir una columna sobre comida cuando estás ya en la cama y a punto de irte a dormir es una forma de suplicio, porque me está entrando un hambre… Álvaro Trigueros Gallastegui
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así que lo voy a dejar por hoy. Pero, sin dejar de citar que la tan olvidada
gastronomía londinense también cuenta con té y scones, Cornish pastries, jamón de York ahumado, queso Stilton, helado de Cornualles, muffins y alguna que otra cosa que ahora me voy a buscar a la cocina.
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Viernes, 31 de mayo de 2013 Capítulo IV: Esos odiosos trabajos Pensaréis que soy un bastardo, criticando siempre a los ingleses y sus maneras, pero es que la vida en Londres puede ser muy dura, amigo. Ya habrá momentos mejores para decir que nos ganan en algo. Hoy vamos a hablar del trabajo, pero del trabajo feo, de ese que los londinenses no quieren
hacer
y
con
el
que
debemos
mancharnos
las
manos
los guiris cuando llegamos a la isla. Pocos son los que consiguen un empleo decente nada más llegar a Londres, pues los locales no confiarán en ti por ese acento de fuera.
Haberlos hailos, pero la mayoría hace sus pinitos en el Retail Industry, como lo llaman por aquí. Así que describiré una serie de situaciones curiosas y anecdóticas vividas
en mi periplo londinense. Como ya he dicho más arriba, casi todos los desembarcados en Britania tenemos que dirigirnos a algún restaurante o cafetería para empezar a trabajar. Suele ser bastante rápida la caza de uno de estos puestos de trabajo, donde el salario es el mínimo legal. El contrato es un papelito en el que no hay casi nada escrito, o sea, que poco sabes de tus derechos y deberes. Tras una dilatada experiencia española en empleos similares, hubo muchas cosas que me llamaron la atención cuando me puse a desempeñar la misma función en la tierra de los lores. Antes, siempre me habían hecho una entrevista, y después te llaman si te quieren para que vayas a trabajar. Aquí trabajas gratis los primeros días Álvaro Trigueros Gallastegui
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(algunos me han dicho que les tocó pringar hasta una semana). Por suerte, sólo me tocó una jornada de esclavismo gratuito.
Llegó el momento de la pausa, bueno… no llegó. En la hostelería no se concibe el descanso, debes fugarte cuando nadie te ve. Así puedes pasar tranquilamente las ocho o doce horas de turno, o lo que te toque trabajar ese día. Sin descansar, sin comer, porque tampoco te dan tiempo para ello
cuando es “busy” (cuando hay jaleo), que es casi siempre cuando estás en el centro de Londres. Al principio me llamó negativamente la atención, pero pronto entendí que en Londres es la norma. Cuando llegas al curro, lo primero es ir al vestuario a ponerte el traje de faena. Intenté distinguir entre el de los chicos y el de las chicas, y no hay ninguna diferencia, son ambos el mismo. Tal vestuario acostumbra a ser un cuarto pequeño en el sótano, sin ventanas ni sistema de ventilación alguno, con unos pocos percheros y media docena de taquillas para las docenas de empleados en plantilla. Así que, cuando voy al trabajo me encuentro tías en bragas, ropa por el suelo y una peste nauseabunda proveniente de los
delantales sucios de los varios que estamos allí haciendo un tetris para cambiarnos, entrando a turnos por el gran riesgo de morir dentro asfixiados.
¡Ah! También hay quien se atreve a comer ahí dentro, pues el maldito lugar hace también las veces de sala de comida para los empleados, siempre y cuando tengas tiempo de bajar a comer. Lo normal es picar algo de pies y escondido en algún rincón de la cocina.
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Después de varios días trabajando en Londres bajo esas lamentables condiciones, pensé que me engañaron y aquel avión me dejó en algún lugar olvidado de África en lugar de Stansted. Pero no, no me había equivocado de vuelo, estaba realmente en Reino Unido y entendí entonces la pesadilla que el capitalismo desmedido había extendido por la mal llamada capital de Europa. Antes de en Londres pasé varios años trabajando en España e Italia, con experiencia en pequeñas y grandes empresas de diversa índole, pero lo visto aquí superaba lo demás por todo lo bajo. Para muchos es una tierra de oportunidades, y cierto es que se puede optar a ocasiones únicas, pero al
igual que es posible encontrarse lo mejor, tropiezas con lo más desagradable en el ámbito profesional. Derechos laborables, horarios, convenios que debieron ser establecidos en
plena Revolución Industrial y unos salarios para nada compatibles con el coste de la vida en la ciudad hacen que sea muy difícil la supervivencia del recién llegado. Hay opiniones para todos los gustos, pero debo decir que de todos los sitios que he visto en la Unión Europea, Londres se lleva la palma en lo que respecta a la nefasta calidad de vida. Aun así, la gente sigue viniendo y muchos no nos vamos. ¿Por qué? Pues hay muchos factores, y ya hablaremos de eso la semana que viene. Ciao.
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Martes, 11 de junio de 2013 Capítulo V: ¿Por qué nos gusta Londres?
Buena pregunta con difícil réplica. La persecución de una quimera, del deseo por conseguir algo grande, aprender, conocer. Muchas son las respuestas, los motivos que atraen a la gente al Reino Unido. Y cuando estás aquí, también son muchos los que ya no quieren desconectar y marchar a otro lugar, a pesar de encontrar continuos inconvenientes, confiando sus vidas a un interminable ejercicio de sado-masoquismo.
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Pregunté a varios conocidos, intentando entender por qué les gusta Londres. En la mayoría de los casos tuvieron una experiencia profesional negativa en sus países de origen, por lo que, una mejora respecto a lo anterior constituye una victoria para ellos. No puedo decir lo mismo, pues en España e Italia tuve más suerte y con mejores condiciones laborales. Hay cosas que no están bien, todos estamos de acuerdo en que la calidad de los
servicios públicos (sanidad, transporte), vivienda, precio de la vida o la alimentación en Londres deja que desear si se compara con España. Otros aspectos son más valorados. Hace unos diez años existía el aliciente
de unos sueldos más elevados que en el continente, pero ya no así. Por lo menos el paro no toma la delantera a los trabajadores empleados, y aquí se sigue disfrutando de ciertas oportunidades, aunque cada vez sea más difícil. Aparte de jugar la lotería de cazar un empleo decente, en Londres se puede disfrutar de infinidad de amenidades de ocio (conciertos, teatros, espectáculos,
exposiciones,
conferencias,
estrenos,
encuentros
deportivos…). Pero es la pescadilla que se muerde la cola, pues dichas actividades de ocio tienden a tener unos precios de acceso sólo aptos para los bolsillos más
abultados. ¡Ah! qué pena no ser rico para disfrutar de todo lo que la ciudad ofrece. Somos ciudadanos de segunda clase o pobres de primera división. Toda esta oferta de ocio de la que hablo ha sido completamente mercantilizada hoy en día. Cuesta encontrar algo que sea ajeno a las
grandes compañías organizadoras. Personalmente, pienso que una de las ventajas de estar en Londres es cazar alguno de esos cotizados puestos de trabajo a que se puede optar. También es el punto de encuentro de todas las razas del planeta, que viven Álvaro Trigueros Gallastegui
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cacofónicamente y con escasa integración. Aun así, es interesante ver especímenes tan variopintos deambulando por la city, pero sobre todo en los barrios, verdadero museo de la especia humana. También es el centro neurálgico del que parten vuelos a cada rincón del planeta. Con seis aeropuertos internacionales, repito, seis; es fácil encontrar una oferta a algún lugar del mundo que parta de Londres. Esas son las cosillas que encuentro atractivas. Si se os ocurre algo más, añadirlo en los comentarios, por favor. Sí, ya sé que aparte de eso hay cosas que merecen la pena, como los
museos de entrada gratuita o los parques inmensos y frondosos. Hace mucho que paseo por aquí. Todo ya visto ¿Todo? No. Seguro queda mucho más, lo mismo que existen otros lugares y países que deseo visitar. El mundo es un pañuelo, sí, pero lleno de grandísimos mocos. Un día hablando con un compañero de piso llegamos a la conclusión que estamos en Londres porque somos freakies, una pandilla de raritos e inconformistas que no encajaba en la tierra madre. Estamos ante un abierto zoo humano, un manicomio donde recluir a los que siguen estos pasos. Somos gente que se encuentra a gusto entre los raros, sin fijarse en las extravagancias de los demás, en un sitio, donde de hecho, cuesta ver lo convencional. Así que, todavía no sé por qué nos gusta Londres, que secreto escondido nos trajo hasta aquí, al imán de todos los excéntricos del mundo. Lo que sí sentimos todos es la libertad que proporciona estar lejos de tu mundanal ruido, como un escape a la vida, creando una realidad propia donde todo depende de ti, sin ningún tipo de apoyo o ayuda de quien tenías cerca. Te forjas tú el camino a seguir. Duro y difícil es, pero con una independencia
máxima que antes no podías experimentar.
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Martes, 18 de junio de 2013 Capítulo VI: Esta pestilente ciudad Sales a la calle y la basura está desparramada por todas partes. Papeles, plásticos, latas, botellas, envoltorios, huesos de pollo, todos ellos dan colorido a las aceras, autobuses y vagones de metro londinenses. Las pocas
papeleras públicas están siempre vacías, limpias, impolutas, como si nos diera miedo echar algo dentro que rompa su virginal pureza. En el título digo pestilente, pero después de todo no huele tan mal, al menos en los espacios abiertos. Lo bueno que tiene la ciudad para enmascarar las toneladas de mierda que por ella ruedan es el incesante y moderado viento que la sacude día tras día. Los soplidos de Eolo dan un toque cómico que recuerda a las balas de paja rodando por los pueblos desiertos de las películas del oeste, sólo que con un poco más de grima y menos romanticismo.
La parte pestilente toca cuando montamos en el bus o el metro, que se ventilan solamente cuando les cambian la tapicería cada 30 años de servicio. Cada jornada sus interiores se adoban con pollo frito que le dan un saborcillo especial a los asientos, latas de cerveza que ruedan arriba y
abajo, cayendo a cascada por la escalera de los double deckers. Los sábados noche se añade al aliño las vomitonas de fiesteros que vuelven a casa a cuatro patas. Por una parte lo tienen controlado, gracias al viento que ventila las calles; pero, la verdad, da asco. Las papeleras pasaron a la historia hace décadas, cuando, al ser usadas por el IRA para colocar bombazos, se decidió suprimirlas. Antes sucios que Álvaro Trigueros Gallastegui
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muertos. Tal planteamiento continúa vigente, a lo que se suma la falta de educación y respeto de muchos de sus ciudadanos que no dudan un segundo a la hora de dejar caer descuidadamente sus inmundicias al suelo. La basta procedencia de nosotros londinenses y la poca integración no contribuyen al uso de normas cívicas para prevenir tal cantidad de mierda. Un poco (mucho) de educación no estaría de más, tampoco estaría mal el control de las legiones de individuos que piensan que las calles sean su
urinario público. Ya que hablamos de basuras, por qué no comentar el curioso sistema de recogida de residuos urbanos. En España predominan los bloques de pisos
frente a las casas adosadas, en Reino Unido es al revés. En vez de contenedores comunitarios donde los vecinos echan sus desperdicios, aquí cada vivienda cuenta con sus propios contenedores de plástico, o bolsas, según el distrito (luego explicaré cómo funciona en cada barrio). Por lo que cada casa dispone de al menos tres contenedores: reciclaje, orgánico y genérico, y si sois muchos en casa o tiráis montañas de basura, se puede pagar más para tener un bidón extra. La recogida no es diaria, sino cada semana o quincenal. La basura orgánica se la llevan cada siete días, y las otras dos, una cada semana alterna, para que tus residuos puedan macerar bien y atraer verdaderas nubes de
moscas, ratas e insectos no antes vistos. Menos mal que hace mucho viento. En cada distrito varía el modelo de recogida. Unos se llevan el plástico, otros no. Unos quieren cartón, otros no; por lo que no existe un 100% de
reciclaje. Algunas zonas no tienen capacidad para absorberlo y se echa en la basura general. Ni siquiera todo el plástico se recicla. Álvaro Trigueros Gallastegui
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En el distrito de Brent sólo recogen botellas y botes rígidos, no los envoltorios o embalajes. En Hammersmith & Fulham hay bolsas naranjas para el reciclaje, en Brent una especia de cajones verdes y en Harrow contenedores azules, y así cada uno explota su propio modelo. No existen contenedores diferenciados para plástico, papel o vidrio; va todo junto. Luego pasa el camión de la basura con varios compartimentos y los operarios deben separarlos uno a uno a mano, por lo que el proceso lleva
horas. Obviamente, este modelo debe ser mucho más barato que el usado en España, donde se recogen a diario, por lo que son necesarios más vehículos y efectivos, aunque no tantos contenedores como en Londres (al menos tres por vivienda). Pero luego no se nota en la factura de la recogida de basuras. Se lo gastarán en otra cosa. La alternativa británica no pienso que sea exportable a nuestro país, ¿imagináis la peste que debe desprender la dichosa bolsita tras dos semanas al sol de agosto? Al menos aquí el viento no cesa y el invierno perenne contribuye a que no huela a podrido. Viento y frío aparte, Londres es una guarrada, ¿quién viene a limpiarla?
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Miércoles, 26 de junio de 2013 Capítulo VII: La cultura de los pubs Ir al pub en Londres es algo que llama poderosamente la atención, lo digo por lo diferente que es a cuanto acontece en España, otro mundo en lo que respecta a horarios, tapas, ambientes o clientela. Son muchas las diferencias, y no creo que haya espacio en estas páginas para comentarlo todo. Mientras que en el país de los toros se queda con los amigos entre las 12 y
la 1 de la noche de un sábado, en el país de los tories estás ya de vuelta a casa con casi todo cerrado. Y no hablo de una aldea perdida en las montañas remotas de Escocia, sino de la misma capital del reino. Las 6 de la tarde ya es hora punta. La mayoría de locales cierra entre las 11 y las
12, como el último metro, por lo que a modo de treintañeras cenicientas hay que correr a casa al llegar la medianoche; costumbres del lugar. Al final pasas también cinco o seis horas de bares, pero al día siguiente te puedes levantar siendo persona. Existen dos tipos de pubs: los clásicos y los fiesteros, y a veces se entremezclan y cumplen ambos papeles. Y ya está. Todo bicho viviente debe pasar por allí. El clásico es el que nos viene a la mente al pensar en el pub inglés con sus sillones, paneles de madera y cerveza bombeada, al igual que la moqueta polvorienta chorreando alcohol.
Estos atributos de los pubs se pueden encontrar en los modernos, tradicionales, pijos, rockeros, salseros, de los banqueros o de los
Álvaro Trigueros Gallastegui
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pensionistas. A veces cuesta saber dónde estoy, pues todos los pubs son calcados, como todas las calles de mi barrio. En los pubs siempre hay ambiente. Estamos en Londres, lleno de gente con ganas de mojar el gaznate, y de lunes a domingo encontrarás algo abierto
(hasta las 11). La gente sale de la oficina a las 5 de la tarde, y hasta las 8 estarán tomando pintas sin parar. Esto sucede de lunes a jueves. El viernes beben de 5 a 11, saliendo a gatas para montar en el último tren que les devuelva a casa. ¿Y qué beber en estos pubs? Pues aunque la cerveza local sea la “ale”, sólo las generaciones mayores parecen apreciarla, mientras que sus acólitos se decantan por las rubias, casi siempre extranjeras como Foster, Carlsberg o Heineken. Cocteles:
a
parte
de
los
jariguais
bombardeados
de
icebergs,
los britons son muy amigos del vodka, ginebra, ron o whisky. De hecho, un whisky solo es una de las bebidas más accesibles que puedes pedir en la barra del bar. Ahora que llega el veranito hay que recordar el Pimm´s, bebida nacional con cierta similitud a la sangría. Consiste en licor (brandy,
gin) con gaseosa y fruta (pepino, manzana, fresa), receta que vuelve locos a los locales. El vino también se ha buscado muchos adeptos por estas tierras, en especial
los blancos y rosados, y cuanto más químico sea el color más gusta (en Londres conocí el vino naranja), y cuanto más mareado este el caldo tras largos viajes interoceánicos desde Nueva Zelanda, Australia, Chile o Sudáfrica, pues mejor que mejor para ellos.
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Visto lo visto, a los ingleses les gusta tanto la barra fija como a los
españoles, algo teníamos que tener en común; hasta que les pides que te pongan tapa o unas aceitunillas. Pasemos a las curiosidades. Si montamos un pub en Londres, ¿cómo
debemos llamarle, qué nombre le daremos? Olvida eso de Bar Manolo o Café Central. Aquí no se cambia la nomenclatura desde la Edad Media, parecen nombres de la película El señor de los anillos: que si El Caballo Blanco, La Cabeza del Rey, El Perro Verde o La Liebre y la Gallina. Sin olvidar los dedicados al rancio abolengo de su nobleza: Duque de Wellington, Duque de Argylle o Jorge IV. ¿Te imaginas que en España quedas para tapear en la Duquesa de Alba, tomas el café en el Conde de Montecristo y vas al disco-pub Duque de Palma?, anda que no habría
cachondeito. Pues en Londres puedes hacerlo. ¿Y a la hora de pedir? Pues pides y pagas en cuanto te sirven. Aquí no se estila eso de pagar al final. Y si quieres comer en el pub, el camarero no irá nunca a tu mesa, más que a llevarse los vasos vacíos. Pides en la barra y le das el número de tu mesa, o te dan una cuchara de madera con un número
que colocarás en tu sitio y el camarero se encargará de buscar con cara despistada cuando salga de la cocina cargado de platos. Tan diferente es que cuando voy a España ya no sé cómo actuar, la lío parda y mezclo todo. Uno de los misterios de los pubs es cómo conseguir la licencia para abrir uno. Aparentemente sólo están posibles las de los ya existentes, que deben datar de los tiempos de Ricardo Corazón de León, y hay que hacerse con el Álvaro Trigueros Gallastegui
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permiso de alguien que deje el negocio. Lo tienen mucho más controlado que en España, donde lo normal es encontrar calles llenas de bares, uno tras otro. Hay que ver qué raro es el mundo. ¿Y a quién pertenecen estos pubs? Pues suelen ser particulares, pero cada vez ocurre más que son cadenas o franquicias que se adueñan de ellos, imponiendo precios y servicios homogéneos, aunque en ocasiones pueden
variar sus estilos. Uno de los casos más conocidos es el de Wetherspoon, mi favorito por su excelente relación calidad-precio. Cuenta con una vasta red de establecimientos por toda la ciudad, ocupando casi siempre edificios emblemáticos o históricos. Su larga lista de cervezas tiene unos precios únicos, y recuerda que no todos son iguales, pues algunos son el típico bar de jubilados (Wembley), otros son ideales a la hora del almuerzo (White Hall) y otros parecen más bien discotecas (Camden Market). No sólo de Wetherspoon vive el hombre, también hay buenos sitios, explotados por cerveceras de la zona, como los de Samuel Smith, Fuller´s o Young’s. En cuestión de pubs, pocos son los que me decepcionan en Londres. Después de todo esto, me están entrando unas ganas locas de hacer una ruta de pubs o pub trail, así que ya estáis tardando en apuntaros.
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Viernes, 5 de julio de 2013 Capítulo VIII: Las fiestas del pueblo Acaba de ser San Juan. La gente hace fiestas, hogueras en la playa, se reúne y come sardinas con los paisanos. Los pueblos o barrios que lo tienen como santo lo celebran a lo grande, con comilonas, ferias, conciertos, eventos culturales, deportivos, religiosos, mercados… diversión para los ciudadanos. Estoy en Londres, y tal panorama festivo al que me refiero no existe. Dudo que la alcaldía de la ciudad tenga siquiera un concejal de festejos o algo parecido. Aun así, la agenda cultural local está repleta de eventos más o menos interesantes, eso sí; pero el espíritu colectivo de las fiestas del pueblo, donde te sientes integrado y siempre puedes contar con la participación
gratuita en espectáculos, o en los quehaceres de la comunidad, no existe. Eso lo echo de menos. Tal vez fuera de esta mastodóntica urbe, en otros lugares del Reino Unido, sí existe la tradición, se conserva lo antiguo. Quién sabe. Pero es que ni en la tele encuentro rastro de esas fiestas. Ni en el calendario, pues se decidió suprimir los festivos tradicionales y nominarles con el insulso y aséptico nombre de Bank Holidays. A diferencia de los demás países del entorno, tales jornadas carecen de un significado especial, como si se quisiera sumir a las gentes en la ignorancia de lo que representaban, olvidando los cultos ancestrales y dedicarlo todo a San Bank Holiday, patrón por excelencia del
mundo capitalista que el Reino Unido abandera en Europa. Su ventaja es que siempre son en lunes o viernes, para que te prepares bien el puente. 30
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Puede que se eligiera este modelo de “fiestas” porque aquí todo está plagado de inmigrantes de diferentes credos, costumbres, usos y maneras. Se inventaron el dichoso Bank Holiday, que respetaba cada religión, hábito y monje, ¡viva el Bank Holiday! ¿Es el respeto al extranjero que acabó con las fiestas de este país? ¿o fue sencillamente el capitalismo donde no cabe la espiritualidad humana? Entre las fiestas de su calendario, Bank Holidays a parte, cabe mencionar su San Juan particular, el solsticio de verano que tiene lugar en el centro astrológico
de
Stonehenge,
hasta
donde
cada
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de
junio
se
dirigen freakies de diversa índole y pelaje. En ese místico círculo de grandes rocas se cuelan los rayos del sol en peculiar manera durante tal fecha, hecho que lleva a los estudiosos a pensar que el lugar era un centro astronómico de la Edad de Piedra, hace ya bastantes miles de años, y que aquellas gentes trajeron a lomos mastodónticas rocas de muchas toneladas de peso desde
lejanas canteras de Gales. Más fiestas propias de territorio británico. Se me ocurre citaros el Bonfire
Night, la noche de las hogueras, el 5 de noviembre. No es Bank Holiday, ni se trata de ningún motivo de carácter cultural. Tiene cierto matiz religioso, eso sí, aunque enmascarado tras el autoritarismo político. Se conmemora la muerte en la hoguera de Guy Fawkes, un conspirador del siglo XVII contra el régimen del rey Jacobo I, y que intentaba instaurar el catolicismo en su país. Quiso dinamitar el Parlamento (la noche de la pólvora), pero fue detenido el 5 de noviembre y posteriormente ejecutado. La típica máscara aparecida en la película V de Vendetta, usada por los movimientos de indignados o antiglobalización de hoy en día, representa el rostro de Guy. Así que los ingleses celebran que acabaron con uno de los símbolos de la libertad. En 31
fin…
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Otra fiesta local, que carece también de Bank Holiday, es Halloween. La noche de los muertos, el 31 de octubre, consiste en disfrazarse de muertos o cosas
desagradables. Conmemora una antigua fiesta pagana de los campesinos, que al llegar el invierno y morir la tierra se disfrazaban de muerte y adornaban sus hogares con mal gusto para ahuyentar a los espíritus que en ese momento salían de la tierra yerma. Dentro de poco empieza San Fermín, en un mes mis amigos y familiares estarán disfrutando de la Feria de Málaga o las Fiestas de Bilbao. Aquí no hay nada de eso. Existen algunos intentos de traer a las calles londinenses acontecimientos foráneos, como el Taste of Spain en Regent Street, con más de feria comercial que otra cosa, o el Día de la reina, fiesta holandesa que se monta en Trafalgar Square. Una vez más, hay que salir de Londres para disfrutar de algo del país, para ver algo de humanidad fuera de la vorágine de la gran ciudad.
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Viernes, 2 de agosto de 2013 Capítulo IX: ¿Qué me pasa doctor? ¿Os acordáis del anuncio ochentero de aquel juguete? Pues esa cara de preocupación se me queda cada vez que voy al médico en Londres. No es que en la tierra patria (yo que me siento apátrida) el nivel general sea de felicidad cuando se piensa en el sistema de salud, pero debo decir que está a años luz de lo que prevé el NHS, el National Health System, o lo que es lo mismo: la sanidad británica. Así que “operando, operando” un día me puse malo y fui al médico, paquistaní, como me toca por ser habitante de este oeste de Londres. Y no es que los doctores de esa parte del globo no sean buenos, tampoco lo sé,
pero es que he conocido varios y el resultado siempre ha sido el mismo e insulso. Era un doctor paquistaní el que me tocó cuando me dolía la espalda. Sus comentarios sonaban a chiste de Jaimito - Te duele al hacer esto, pues no lo hagas; te duele la espalda, pues va a ser que tienes dolor de espalda; te duele al trabajar, pues no trabajes; pues dame la baja simpático, que algo tendrás que hacer. La visita al médico se convierte en una cuestión administrativa más que nada, pues el asunto médico no da para más. Ahora, eso sí, mucho más sencillo pedir cita en Londres que en la atareada sanidad española, donde a menudo ya se me había pasado el mal antes que
me dieran turno. El sistema británico no cuenta con los grandes ambulatorios asignados a cada barrio o pueblo que se da en España. Aquí se trata de consultas particulares más pequeñas y numerosas. En cada calle principal hay varias, y tú eres libre de elegir la que prefieras, o sea, la que Álvaro Trigueros Gallastegui
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menos grima te dé, ya que la limpieza no va de la mano de la sanidad por estos lares. Tales consultas sólo se distinguen de las demás casas por el rótulo pertinente. Y, cuando entras, son como el resto de las viviendas del país: 100 años o más de construcción, moqueta zoológica y olor a suciedad que te hace pensar - tierra trágame. Algunos comentarios de conocidos me parecían fuera de la realidad, como un amigo que fue a urgencias y debió rogarle al sanitario que antes de atenderle se lavara las manos manchadas con la sangre del paciente anterior. Sí, deplorable.
Como decía, por lo menos llamas por teléfono y es fácil obtener cita para el día siguiente. Así que llegas allí, te sientas en tu silla reglamentaria de régimen hitleriano y empiezas a explicar qué te pasa al doctor. Al final éste dice: lo siento, pero han pasado los 10 minutos de tu visita, si quieres
puedes pedir cita para otro día. Entonces, piensas en clavarle una jeringa de caballo en la yugular, pero te levantas y sales de ese cuarto con mala iluminación, chorretes negros de humedades que gotean por las paredes y ese olor a polvo de la moqueta que te hace estornudar. ¿Estás resfriado?, pregunta el doctor. No, es tu consulta que me da fatiguita. Lo bueno es que, si como decía te da fatiguita, sólo tienes que buscar una nueva consulta que dé menos grima y pedir que te inscriban allí. Y así hasta que te recorres media ciudad esquivando batas amarillentas e historias de espanto. Sucedió que tenía un hongo en la uña del pie. Consulté con mi doctor de confianza, es un decir, y este me dijo que me la cortara. A eso le llamo yo acabar con un problema de raíz. Hice así y el problema perduró.
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Llamé a otro médico. Me dijo que debían tomarme una muestra de la maldita
uña y enviarla a laboratorio para analizar y si fuese necesario me prescribiría algún fármaco. Bueno, me presento en la consulta el día requerido y me dice que debo traer la muestra de casa. Vale, me meto en mi quirófano particular, amputo el miembro en cuestión y lo meto en un sobre de correo aéreo. Una vez entregado mi apéndice, debo preguntar en la recepción del hospitalillo casero qué hacer para saber los resultados. La que despacha me dice que debo llamar por teléfono; cuándo, le insisto, pues en unas seis semanas dice ella, que son un poco lentos con el análisis, añade. Tendrás que tener paciencia. La tendré. Llegado el momento de llamar, marco el número. Un contestador explica que para resultados de análisis pulse 2. Después no sé qué opción debo seguir y le doy al 3. Tras la musiquita de espera la voz del contestador me revela que debo llamar de 2 a 3 de la tarde, menos el miércoles. Cáspita, hoy es
miércoles. Repito al día siguiente sin conseguir que me respondan, lo mismo el viernes y cuando lo intento en otras semanas. A día de hoy mi uña estará dando vueltas de probeta en probeta por algún pabellón hospitalario del reino. No sé si vuestra experiencia médica en tierra de britones será más movidita que la mía. Yo cada vez que me pongo malo es una nueva aventura. No sé qué pasará.
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Miércoles, 14 de agosto de 2013 Capítulo X: Parques, ardillas, ciervos y tortillas de patata Al ver la cabecera del London Topics pensarás que este bastardo ataca de nuevo, metiéndose otra vez con los pálidos hijos de la Pérfida Albión. Pues no, hoy romperé una lanza a favor de este país que a trompicones me recibió. Y es que sí, en algunos partidos ganan por goleada, como esos parques con su césped bien mantenido en un perenne y natural verde, excepto en este tórrido y casi mediterráneo verano que deja ver grandes manchas amarillentas y calvas que despuntan por la capital del reino. Y de eso hablaré hoy en London Topics, de los parques de Londres. En una ciudad española el concepto de parque, o park como se dice por estos lares, es muy diferente al inglés. Para nosotros es un sitio más bien feo, desértico, tostado por el sol y salpicado por unos famélicos arbolitos que
sobreviven rodeados entre mastodónticas estructuras de cemento a las que llamamos pisos, aunque en realidad parecen colmenas. Insistimos en regar esos utópicos oasis donde el marrón y el pardo dominan
sobre los verdes. Movemos montañas de tierra para luego plantar especies no arraigadas en la región. Así, con ese aspecto antinatural erigimos parques para fama, gloria y bolsillo de políticos, asesores, tesoreros y demás parafernalia institucional. La idea inglesa del parque va más ligada a la sencillez y aprovechamiento de los recursos de la zona, huyendo de proyectos faraónicos con los que los alcaldes hispanos tratan de llevarse su minuto de gloria. 36
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Y pasemos a descifrar las claves de esos idílicos puntos verdes londinenses por los que suelo campar en estos fines de semana tan estivos. Posiblemente, el parque más conocido de la capital británica sea Hyde Park; también es el más céntrico y más visitado por los turistas. En el ranking le siguen Saint James Park y Green Park, en las vecindades del palacio de Buckingham.
Tales parques no están mal para hacer un pícnic. Los súbditos encargados de la tarea los tienen cuidados y bien mantenidos, peinados a raya y todo eso. A parte de los ya citados, un vasto número de espacios ajardinados se esparce por la vieja Londinium. Vasto es el
número y vasto es el tamaño de estos, pues se extienden casi indefinidamente, para volver a encontrar la ciudad tras la reja de salida. ¡Ah!, dije ajardinados. Pues no, ahí reside la clave del típico parque inglés. No plantan florecitas ni especies desnaturalizadas, sino que sus parques son un pedazo de campo, tierra, parcelas dejadas al natural en medio de la ciudad. De tal forma, aunque te sientas atrapado en la gran urbe, vas al parque y olvidas lo que queda fuera de la valla. Momentáneamente te trasladas al campo, olvidando la sensación de estrés producida por los quehaceres urbanitas.
Árboles centenarios, animales salvajes, tumbas y altas praderas componen los parques de cada barrio. Allí pasean los jubilados, juegan los niños, los jóvenes se reúnen y quien no pasea al perro golpea la pelota de críquet. Y cuando llega ese fin de semana donde luce el sol se
convierte en una inesperada playa con bocatas, toallas y bikinis. 37
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Las ardillas corretean tras las migajas dejadas por los humanos. Ajenas al miedo, son unos seres peculiares, raros de ver en nuestros parques. Las simpáticas ratas de larga y pomposa cola son otro de los atractivos del lugar. Posan encantadas ante la boca permanentemente abierta del turista
cámara en mano, buscando siempre la merecida avellana. La fauna urbana es muy extensa: zorros que al atardecer abandonan la espesura del parque en busca de algo que llevarse al hocico entre los cubos de basura de las casas. Cuervos que graznan cada tarde. Urracas carroñeras tras alguna caída víctima. Pero, sin duda, lo más llamativo del mundo animal, aparte de los humanos, son los ciervos que a cientos viven en Richmond Park, uno de los parques más emblemáticos si queremos ver algo distinto al típico Hyde Park. Richmond Park es bastante céntrico, pues todavía está en la zona 2 del
metro. Recordemos que el centro es zona 1 y las afueras 5 y 6. Richmond era un municipio independiente que pasó a formar parte del Gran Londres. Esto se nota en las construcciones y planificación urbana de los entornos, así como el aspecto tranquilo e idílico del Támesis que lo atraviesa. El
parque está elevado y desde allí se ven algunas de las edificaciones emblemáticas de la city, como la BT Tower, el Shard, el London Eye o los rascacielos de Canary Wharf. Más bien es un parque natural, un pedazo de campo dejado entre la ciudad. Según la estación del año en que nos encontremos, es más o menos fácil ver los ciervos que por allí campan. Están acostumbrados a tener personas en su entorno, pero no es muy recomendable acercarse a curiosear a su alrededor. Si conduces por alguna de las carreteras que atraviesan el parque deberás estar atento, pues en más de una ocasión un animal despistado se ha lanzado sobre el asfalto. Álvaro Trigueros Gallastegui
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Son este tipo de parques, naturales y numerosos si nos movemos en la periferia londinense, el que más atrae mi atención. Concebidos como paréntesis de la civilización. Sin artificios ni florecillas fuera de lugar, el típico parque inglés es una pradera con bosque, caza y depredadores. Es, al mismo modo, una forma económica de gestionar un parque. No se modifica el paisaje para su elaboración. Simplemente, se trata de una parcela virgen dejada sin edificar, sin mutar ni transformar su aspecto original. Si en España haríamos lo mismo surgirían los desiertos de zarzas cercados en cada barrio. Las bondades de la fría y lluviosa climatología del país otorgan al parque inglés la posibilidad de un fácil y verde mantenimiento. No se necesita
pantanos para alimentar dichos espacios y requieren de poca atención al ser bosques y campas, lo que ayuda a que no se empunte el bolsillo a la hora de afrontar su puesta en escena.
Este verano se ha vivido algo atípico en el parque londinense. El tiempo tórrido, soleado y la ausencia casi total de precipitación durante casi tres meses han dado un color amarillento a los parques. El césped que no parecía conocer otro tono que el clorofílico verde se ha transformado en colores pajizos, similares a los que estamos de ver en los veranos de España. Y, ¿qué hacer en los parques? Como lugar de esparcimiento al aire libre están muy bien preparados, a pesar de estar anulados durante más de medio año por la climatología local. Así,
entre las instalaciones deportivas que allí encontramos se dispone de canchas
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de baloncesto y tenis en muchos sitios, columpios para los niños y campos de fútbol, rugby y críquet por doquier, aunque para estos tres últimos debes pagar por el uso del terreno de juego, porterías y demás. Siempre es posible acudir con tu balón o bate y jugar donde quieras, fuera de los campos delimitados. A parte de las actividades deportivas, también se practica el pícnic, algo muy inglés. Puedes comprarte unos sándwiches ya hechos y acudir con tu
bolsa del supermercado, aunque los más preparados no se conformarán si no llevan su mantita de cuadros y el cesto de mimbre, que hay muchos. El gran enemigo de los parques es la bicicleta, pues su acceso es muy
restringido, estando su uso casi delimitado al mismo nivel que los automóviles. Para la bici es mejor esquivar parques céntricos como pueden ser Hyde Park y Hampstead Heath. Richmond, Horseden Hill u Osterley ofrecen, por su vastedad, más rincones para el ciclista. Yo, como sigue haciendo buen tiempo, voy a preparar una tortilla de patatas, un tupper con ensaladilla rusa, la botella de vino y voy al parque de pícnic. Mientras, aquí abajo podéis poner vuestros comentarios, quejas, críticas y felicitaciones. Hasta pronto.
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Jueves, 22 de agosto de 2013
Capítulo XI: TFL o la encrucijada del transporte urbano He pensado en dar una tregua a London Topics, no meterme tanto con Londres por un tiempo. Como se suele decir, una de cal y otra de arena. Haré un post alabando un tópico y otro en el que centre mi ira. La semana pasada leísteis sobre lo bonitos y placenteros que son los parques de la ciudad. Hoy tocará sufrir en el bus o en el metro antes de llegar a destino; si es que llegas. TFL es la empresa que explota el transporte público en la ciudad de Londres. Las siglas TFL corresponden a Transport For London. En ella se engloban los diferentes medios urbanos, como metro, autobús, ferrocarril de superficie, ferrocarril ligero de los muelles, tranvía, transporte fluvial, teleférico, bicicletas públicas o “bicis Boris”. Antes que nada debo explicar
que Boris obedece a Boris Johnson, alcalde de la ciudad y responsable de esta quebradura de cabeza que es TFL. El transporte urbano de Londres tiene varios récords. Cuenta con el servicio
de metro más extenso de Europa, con más de 400 kilómetros de recorrido. Es de los más antiguos, recientemente ha celebrado su 150 aniversario. Muchas de sus infraestructuras datan del siglo XIX, como esas estaciones con vigas metálicas claveteadas, antes de conocer la soldadura. También destacan los minúsculos túneles que fueron cavados a pico y pala, en tiempos de los romanos. Los trenes son de los años 70, se nota en su
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desgaste y el olor de los materiales. Recuerdo con sorna que hace un par de años anunciaron a bombo y platillo que renovaban los vagones de la Bakerloo Line, de cara a las Olimpiadas 2012. Tal arreglo consistió en poner tapicería
nueva a los asientos, que no se sustituían desde los anteriores Juegos Olímpicos en 1948. El precio del billete es el más caro con diferencia y eso que no se invierten grandes cantidades en modernizar los servicios. Si va, va. Decía que es caro. Un viaje con tarjeta de transporte Oyster Card de mi casa (zona 5) al centro, que es media hora de traqueteo, cuesta 4,60 libras; 5,40 euros por trayecto en hora punta. Eso de la hora punta es un invento para sacarte más dinero, pues los precios suben un 40% cuando hay más tráfico. Los responsables de TFL llevaron a cabo un estudio sociológico y comprobaron que sus usuarios son amantes de las prácticas masoquistas, por eso el encarecimiento del billete por viajar como indignas sardinas enlatadas. 4,60 libras con Oyster Card, un billete sencillo debe costar un riñón, sin exagerar. Tal vez pidan parte de otros órganos vitales en fianza, pues las
tarifas tienen un aumento anual del 10%. Por ejemplo, cuando vine a vivir a Londres, hace cinco años, un viaje en autobús costaba 90 peniques, con Oyster Card. En 2013 por el mismo trayecto piden 1 libra y 40 peniques, 50 peniques más. Ha aumentado un 55%. Mediante unos sencillos cálculos, merced a mis pavorosas dotes algebraicas, puedo confirmar que hasta mediados de los 90 viajar en autobús por la ciudad de Londres era gratis. Después pusieron el billete a un penique y fueron subiéndolo a ese ritmo de 10 peniques cada mes de enero hasta hoy en día. 42
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Con estos sencillos ejemplos se ve que tenemos uno de los servicios públicos de transporte más caros del mundo. Para muestra otro botón o botonazo. El abono mensual entre la zona 1 y la 2 cuesta 150 libras, entre las zonas 2 y 5
son 200 libras. Mucha gente que trabaja en el centro gana 800 libras al mes, incluso menos, ¿te parecen justos esos precios? Gastan un cuarto de su salario en transporte público. Pero bueno, si cuesta tanto será porque ofrecen algo a cambio. Veamos qué da TFL. La mayoría de infraestructuras son de 1900 o antes: no gastan en mejoras. Los vagones se limpian cada cambio de Papa: no gastan en higiene. Millones de viajeros al día: millones de libras esterlinas en ingresos . Empleados descontentos: continuas huelgas de TFL. A diferencia de la mayoría de servicios urbanos, no puedes combinar y coger dos autobuses seguidos o el metro después del bus. Aquí pagas doble, triple o lo que te
toque: siguen ingresando millones de libras que después no sé dónde van a parar. ¿Y por qué las autoridades prestan poca atención a los servicios públicos de
transporte? El Reino Unido es una criatura prematura del capitalismo. La Revolución Industrial hizo tanta mella en este país que se sigue respirando por los cuatro sudados costados. El espíritu de servidumbre y resignación parece pesar más que en nuestra tradición católica. La sociedad es muy de castas. Un 30% tienen ingresos muy elevados, un 50% subsiste y lo que sería una paupérrima clase media se pierde en el limbo de una ciudad donde la calle Serrano y las 3.000 viviendas coinciden una junto a la otra, donde centelleantes Lamborghini aparcan junto a calles sin asfaltar sobre las que mendigos borrachos vomitan el desayuno. Nadie
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protesta. Funciona al tran-tran. Continúa en boga la idea de la Segunda
Guerra Mundial, cuando había que sacrificarse por combatir al enemigo. Pero, ahora quién es el enemigo. Sólo sé que el único aliado es el dinero. Locura, locurón, así es moverse en el hormiguero cacofónico, el melting
pot, pero sin melting. Todos juntos pero no revueltos. Una sopa donde los alimentos no ligan, los ciudadanos se cierran dentro de los parámetros de su credo, trabajo o posición social. El transporte público es uno de los pocos ambientes en que la variedad de Londres se junta sin integrarse. Es lo que nos ha tocado vivir bajo la orden del alienante “Mind the gap”. Eso sí, el transporte público es digno de los viajes de Willy Fog. Como decía el simpático león–“en barco, en elefante, en tren”. TFL retiró del servicio su flota de paquidermos antes que yo llegara aquí. A cambio colgaron un teleférico para cruzar el río, que suele estar cerrado por culpa del viento imperante en la zona. Si tienes alguna aportación, crítica, queja, consejo hacia TFL, el autor de este topic, Willy Fog o los elefantes en teleférico, te invito a escribir lo que quieras en los comentarios de este blog, bajo estas líneas, o si lo prefieres
en el Facebook, o en los dos, o me invitas a una pinta en el pub y me lo cuentas. Me voy, que pasa mi tren.
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Sábado, 7 de septiembre de 2013
Capítulo XII: Eres tan multicultural que no te entiendo
Londres es la meta de millones de personas de todo el mundo. Y cuando digo todo el mundo, es todo el mundo. En Londres he encontrado gente proveniente de países desconocidos para la ONU, he visto razas humanas que no aparecen en las enciclopedias o la Wikipedia de hoy en día. La ciudad tiene aspecto de zoológico del Homo Sapiens. Tal es el punto de variedad existente que ayer me cruce con un hombrecillo verde, calvo y con antenitas en la cabeza, ¡y no me sorprendí! Con esta exageración o caricatura humana quiero expresar de qué va el London Topic de esta semana: el Londres multicultural, la gran variedad de personas que pululan por las vías de la capital del reino. Debo apuntar
que, sí es multicultural, pero no hay integración, o hay muy poca comparada con la extensa procedencia de los habitantes del lugar. También es de reseñar que existe una cierta tolerancia hacia los demás, aunque de vez en cuando los noticieros hacen eco de sucesos desagradables. Signo de esa poca integración es que existen barrios o distritos enteros ocupados mayoritariamente por una comunidad. Si a través del cine sabemos que existen los Chinatown o Little Italy, en un lugar como Londres también tropiezas con Jamaica Town, Polonia Town, Banglatown, Little India o, mejor dicho, Great India, Kabul Town o Paki Town, por poner
sólo unos poquillos ejemplos. Entre ellos casi hay fronteras.
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Los nombres de las calles y los rótulos de los negocios aparecen escritos en los idiomas de cada comunidad, ni siquiera en inglés. El otro día quería
ir a cortarme el pelo a un barbero de mi barrio, pero lo único que entendía del cartel de la entrada era 4£, el resto eran caracteres en alguna lengua asiática que me parecían jeroglíficos. Podría poner docenas de ejemplos, pero no es plan de gastar papel y tinta. Ahora hablemos de lo bonito de vivir en una ciudad multicultural. He tenido la suerte de conocer gente de Uzbequistán y Kazajistán, que hasta venir aquí lo poco que sabía de esos lejanos lugares era por medio de los libros. También descubrí que tienen variada procedencia étnica. No todos son iguales. Los hay que son rusos puros, centroasiáticos, achinados, de rasgos mongoloides y piel morena. Todo un puzle racial. La mayoría son
musulmanes y me invitaban a sus festines del atardecer en los días de Ramadán. Y así me hice un amigo uzbeco rubio con rastas y musulmán, algo que se escapa de los conceptos preconcebidos si vives en un sitio que no es multicultural, pero que aquí está a la orden del día. Siguiendo con el tema del Islam, que en Londres debe haber unos cuantos millones de musulmanes, más de un millón dicen las estadísticas de 2011, también es destacable que los hay de vasta procedencia geográfica y de grado de creencia religiosa. Además de uzbecos y kazajos he dado con musulmanes de Bosnia, Albania, Turquía, Qatar, Irán, Irak, Afganistán, Pakistán, Bangladesh, Malasia, Indonesia, Somalia, Sudán, Egipto, Argelia, Marruecos, Senegal, Gambia y de algún otro lugar que olvido. Tenemos la idea que el musulmán es muy creyente, no bebe alcohol, no come cerdo, reza cinco veces al día mirando a La Meca y cumple un mes 46
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De ayuno cada año. Bien, al igual que muchos cristianos no comulgan, no
practican la cuaresma, ni se confiesan cuando cometen pecados, muchos musulmanes de la cosmopolita Londres beben alcohol, comen jamón, se conforman con un día de Ramadán y olvidan el resto.
No todos actúan así. Abundan de hecho los integristas y muy creyentes que convierten las calles victorianas en su medina particular, que varía según cual sea el país del musulmán en particular. El tema de la ropa podemos dejarlo para otra ocasión, que tiene tela, nunca mejor dicho. Sólo señalaré como símbolo de la integración que antes demandaba la imagen de los viernes, día de la oración en la mezquita, de hombres ataviados en túnicas y gorros especiales para la ocasión y calzando zapatillas Nike, en vez de las tradicionales babuchas. Fijémonos en algo más cercano, los europeos. Por lazos culturales será con quien nos sea más sencillo interactuar. Tanto es así, que tras atravesar las Galias y un canal, nos juntamos con nuestros vecinos de casa. La verdad es que para todos es complicado socializar con gente diversa, a no ser que el diverso esté interesado en socializar o integrarse con otra cultura. Visto lo dicho, el español en tierras britonas tendrá algún amigo inglés y muchos
españoles, italianos, portugueses; además de otros europeos como franceses, alemanes, belgas, holandeses, suecos, griegos… Bien, es cierto que conoces gente de todos los lugares, con la mayoría
tendrás poca relación. Culpa de ello son las distancias y tiempo monumentales necesarios para moverse por la ciudad. Es como si conoces a alguien en Madrid, tú vives en Toledo y la otra persona en Guadalajara. Va a ser difícil verse a menudo. O como si quedas para salir por el barrio de tu 47
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amigo, y tú vives en Málaga y tu amigo en Granada. Pues llegarás a casa cuando Dios quiera o pasarás noche en Antequera. Al final acabas siendo de tu barrio. Yo ya no vivo en Londres, ahora soy de Harrow. Así que, por una parte tenemos un panorama multicultural casi único en el
planeta, pero cada uno vive dentro de sus propios guetos físicos y mentales. Más o menos se respeta a quien vive dentro de cada gueto, por rarito que sea, y es que un amigo dijo una vez que estamos en Londres porque somos freakies, y yo formo parte de este Kabul victoriano.
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Lunes, 16 de septiembre de 2013
Capítulo XIII: How to fill a form Una cosa curiosa sobre este país es how to fill a form, o cómo rellenar un
formulario. El formulario es el hijo de la burocracia, es el que nos instiga a escribir en un papelito todas nuestras intimidades. Alguien que está deseoso de saber mi talla de sujetador y el color de mis pestañas durante un amanecer en alta mar. Cuando te habías olvidado del formulario, nuevamente te toca
rellenar casillas. Y es que para todo tienes que completar un dichoso formulario: para aplicar a un trabajo, para apuntarte a la Seguridad Social, abrir una cuenta bancaria, para el médico de cabecera, el dentista, acceder a un seguro e incluso ¡para comprarme este bolígrafo! (Sí, existe un manuscrito
de esto). Bien, el formulario más largo y curioso con el que me he enfrentado en Londres es el del censo británico, hace ya unos pocos años. Allí preguntaban de todo. Debías rellenar un libro entero con tus datos, detalles y preferencias. Pasé tres meses rellenando tal documento. Creo que empecé en invierno y lo terminé por San Juan, cerca ya de la fecha límite. Y qué me preguntaron te preguntarás. Pues todo y más. A continuación, unos pocos de los campos con que me enfrenté al completar el censo. El impreso empezaba pidiéndote los datos típicos como nombre, apellido,
mote, tribu, edad mental, signo zodiacal, animal del calendario chino, lugar, hora y fase lunar de tu nacimiento, situación agrario-económica del Alto Volta en la víspera de tu llegada al mundo y eso. Vamos, lo habitual. 49
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Al llegar a grupo étnico, algo que no puede faltar en un formulario británico que se precie, me entró la risa floja. En serio, tenías que elegir entre las diferentes opciones de hombre blanco: blanco de Reino Unido, blanco de otra procedencia (especificar) o viajero irlandés. Lo de viajero irlandés me llamó la atención sobremanera. No sé si fue una raza perdida que Darwin encontró en las Galápagos o si cabía la posibilidad de ser irlandés no viajero. Lo de viajero
me sonaba a nómada, como los gitanos. A mi mente vino de repente la imagen de caravanas, cabras, trompetas y gente pelirroja. Más que intrigado corrí a Google y tecleé Irish traveller, viajero irlandés en inglés, y apareció eso: pelirrojos en carromato. Como más bien soy payo y no británico, me centré en otros blancos, pero no sabía que poner: blanco nuclear o jabón blanco de Marsella no me parecieron oportunos, por lo que escribí en la casilla White as milk, blanco como la leche. Satisfecho con mi opción pasé a la siguiente pregunta: religión. Era un bloque dividido en varios segmentos o capítulos, como religión en la que te has criado, visión religiosa, última vez que fuiste a misa, nombre de tu telepredicador favorito y apariciones marianas a las que has asistido en el último trimestre. La primera, religión en la que te has criado, pues pensé cristianismo. Di con ella, pero se desglosaba en anglicano, protestante, romano católico, ortodoxo ruso, ortodoxo oriental, mormón, evangelista, prerafaelista o de la vieja escuela. Lo que más me sonaba era católico, pero ¿romano? Taché romano y puse así, entre dudas, bilbaíno católico.
No sólo tropecientas variedades y sabores de cristianos, sino que los creadores del padrón te daban a elegir entre un amplio abanico de credos, creencias, doctrinas, fes, deidades y hadas de los bosques, seres mitológicos, paganos y del averno. Para dejar satisfecho a todo quisqui.
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Siguiendo adelante con el entretenido juego de descubre tu propia aventura con el censo, di con un rasca y gana. Conseguí una vida extra y pude seguir rellenando casillas. Preguntaba sobre tendencias políticas: monárquico, conservador, liberal, moderado, ponderado o adecuado. Creo recordar que dije “a favor de una república constituida con tintes marxistas-anarquistas y respetando la visión de un estado laico-apostólico-otomano que apueste por
un mercado neoliberal-socialista-pre-rafaelista. Feliz de no haberme declarado carlista con boina, seguí poniendo X,1, 2. Ya habían pasado un par de meses desde que empecé a completar aquel
legajo de papeles y aún no había llegado a la mitad. Cuando me tocó describir la composición del grupo que vivíamos en la casa me quedé sin cuadros en las casillas. No podía poner papá, mamá, mi
hermano y yo; porque no es el caso. Así que tuve que acompañar mis datos del padrón con dos archivos adjuntos en PDF que sujeté con un clip. Bien, señor empadronador, expliqué. El modelo de familia en mi hogar consta de un matrimonio homosexual, un activista bisexual, algún que otro indocumentado, una nigeriana directora de cine gay africano y algún personaje más. Una vez que el plazo había caducado mandé el formulario a la oficina del censo, que estará archivado para el recuento del próximo quinquenio. Dado lo complejo o variopinto de mis respuestas, es de esperar que mis datos del censo no se publiquen antes que Madrid logre su añorada Olimpiada.
Siempre que tengo que rellenar uno de tales formularios: trabajo, banco, médico, carné de puntos del supermercado o libro de visitas de la reina ; doy los mismos datos standard marcados con asterisco, como mote, número astral, peso atómico, serie dibujos animados favorita o teléfono de contacto
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en caso de ganar la Euro Millonaria. Lo de los número de teléfono en un formulario también es una materia ardua. Debes poner teléfono de casa, del coche, del trabajo (si tienes), del otro trabajo (si tienes), del móvil, de la mujer, de la amante e incluso una vez tuve que poner el número E, con prefijo internacional si llamas desde fuera de Madrid. En definitiva, cada vez que encaro un formulario me acuerdo de mis días de Selectividad, saco la chuleta y cruzo los dedos esperando que me toque un
suculento apartamento en Torrevieja. También pienso en la jugosa combinación de alguien que perjure ser un viajante irlandés, adorador de Ra, Thor y Odín y que vote a la Falange. ¡Ah!, se me olvidaba, en el grupo sanguíneo puse roja. No sé en qué grupo social, religioso, poético, viajero o
sanguíneo del censo me habrán clasificado. Tampoco es que me importe.
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Lunes, 28 de octubre de 2013
Capítulo XIV: No todo es ciudad
Continuamente pido a mis amigos y allegados que me sugieran nuevos temas para continuar con esta aventura de los London Topics. Las sugerencias de la gente a mi alrededor son importantes para entender qué os interesa y qué quiero. Así que, si tienes algún tema que piensas deba tener cabida en London Topics, mándamelo por email o me lo dices a la cara en el pub. Concretamente, Giorgia me dijo “¿por qué no hablas de las maravillas que hay
a las afueras de la ciudad, que son completamente diferentes a lo que encuentras en el caótico y urbano centro?” 53
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Si sigues de cerca estas líneas, habrás visto que en los últimos meses veraniegos he descrito los canales, ríos, bosques, lagos, parques y praderas de los suburbios londinenses por los que hemos pedaleado cientos de millas en bici durante largas jornadas de fin de semana. En London Topics no lo he reflejado, aunque es cierto, es algo peculiar que a menudo no nos viene a la mente cuando pensamos en una mole como la ciudad del Támesis. Londres es verde, sí, la ciudad tiene muchos parques; y también es gris como la ceniza de un “ducados”. A nivel urbanístico no conozco ninguna capital tan fea como Londres. Cemento gris y ladrillo pintado de negro son sus dos
ingredientes estrella. Estrés, prisas, caras frías e incompasivas. Categórico me muestro al citar la oscuridad del lugar, que cambia cuando te desplazas a su extrarradio y, dentro todavía de sus fronteras, descubres lugares que viven en plena naturaleza. En unos pocos kilómetros físicos de recorrido tu espíritu
camina mucho más hasta verte sumergido en un salvaje mundo natural. En este viaje pasaremos por el oeste, lejano oeste de Londres, que es lo que más conozco, aunque tengo noticias que en todos los puntos cardinales se puede dar con lugares encantadores y campestres. La principal vía de acceso a estas rutas ha sido el Grand Union Canal, el canal artificial que atraviesa la ciudad. Sus márgenes son un oasis herbáceo entre el humo y un escape al peligroso tráfico de la calle. Enfilando tal canal en dirección oeste se llega a una bifurcación crucial en Hayes. El punto se llama Bull´s Bridge. Hay un puente, pero ni rastro del toro.
Desde allí hacia el sur se desemboca en el río Támesis, muy cerca de Richmond Park, uno de los parques emblemáticos londinenses, por lo majestuoso de su tamaño, aceptación entre los ciclistas, sus manadas de ciervos y vistas sobre la city. En cambio, si desde el tal Bull´s Bridge miramos
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al norte veremos una señal que indica Birmingham 118 miles. La vena aventurera me asalta en ese momento, las endorfinas y la adrenalina crean un cóctel explosivo y me digo “¿por qué no seguir hasta Birmingham?” Alguna vez me gustaría hacerlo, aunque sea en varias etapas. Y esto es lo que nadie nos cuenta de Londres. Parece que todo sea ciudad y
nada más. Casas, ladrillo gris, gris, gris y gris; pero también hay sitio para los parques, lagos, canales y espacios naturales descritos anteriormente. Estos lugares dan un aire más placentero a la histriónica ciudad que palpita estrés día y noche, aunque de noche cierre el transporte cual Cenicienta descalza. De todas las Londres que he visto y conocido: la comercial, a la moda, clasista, cacofónica, me quedo con ésta tan verde que he podido degustar en el verano de 2013, un estío fuera de lo común, soleado y caluroso, con el que
daba gusto lanzarse cada fin de semana al descubrimiento de la naturaleza que nos rodea detrás de las hileras de casas todas iguales. Lo dicho, la Londres que más me gusta es la menos representativa, la que puedes encontrar a las afueras de Burgos o de Castellón. En cambio, estoy aquí, respirando estrés y viendo el mundo con otros ojos, pero por lo menos eso, viendo el mundo por mi cuenta sin que otros me lo cuenten y pensando en verde a mi manera.
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Jueves, 31 de octubre de 2013
Capítulo XV: La calidad de la vivienda Curioso país éste, símbolo del capitalismo en Europa, la tierra del dinero. Si
hay pasta les gustará gastarla en calidad, digo yo; bueno, todo es subjetivo. La calidad de la vivienda en Londres deja mucho que desear. Seguro que todos han oído esas historias de que los ingleses son sucios, no limpian, ponen moqueta hasta en el baño. Bien, todo eso es cierto. Pasemos a
describir un poco cómo es la calidad de un hogar londinense. A través de unos ilustrativos y disgustosos ejemplos os narraré lo que he visto, olido y aborrecido al entrar en una casa de esta ciudad. Cuando
llegamos a Londres no teníamos donde vivir ni trabajo, así que buscar esos pilares fundamentales en nuestra sociedad fue la prioridad absoluta. La capital británica no se conforma con tener unas condiciones un tanto pésimas de la vivienda, también detenta los precios más elevados. Para que os hagáis una idea, una habitación en una casa compartida con otros individuos, en la mayoría de los casos sin salón porque éste ha sido convertido en otra habitación, cuesta un mínimo de 500 libras mensuales si vives a por los menos 30 o 40 minutos del centro en desvencijado metro. Si optas por un apartamento para ti sólo, lo más barato arranca en unas 1.000 libras mensuales, eso sí, con aspecto de haber tomado parte en la Batalla de
Inglaterra y permanecer desde entonces así, como documento histórico. Si tu estómago es débil o no aguantas el gore, deja de leer esto. A continuación, lo que para mi desgracia he visto y olido en Londres. Uno de los
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sitios más horrendos en los que he puesto pie fue cuando, de pardillos, buscábamos nuestra primera habitación en West Kensington. El lugar era céntrico, la habitación para dos personas costaba 150 libras semanales, más de 600 al mes. Los muebles eran de la época de Sherlock Holmes (sin restaurar), había trampas para ratones por el suelo y cuatro cerrojos en la puerta para cerrarte por dentro y así estar a salvo de tus compañeros de piso
descuartizadores y adoradores de Satán. Por desgracia, insistimos en ver el baño, situado en otra planta. El cuarto de baño en cuestión era NEGRO y no porque tuviera azulejos de ese color, cuando digo NEGRO es porque la capa de moho, humedad y suciedad varia era más oscura que el casco de Darth
Vader. Salimos de allí conteniendo por poco el interior de nuestros estómagos. Vimos varias casas más esos días. Por fuera todas me recordaban a la de la Familia Munster, abandonadas y siniestras. Por dentro eran un calco a las
del párrafo anterior. ¿Y si probamos un piso? En Londres proliferan las casas adosadas en detrimento de los pisos, que los hay, pero en su gran mayoría en un régimen similar al de las viviendas de protección oficial, los llamados
council flats. Arriesgamos la vida entrando en alguno de esos portales repletos de basura, latas, con bebidas desparramadas por el suelo y tremendas manchas por las paredes de un color y consistencia a medio camino entre la sangre y el kétchup. Esperaba que apareciera tras cada sucio rincón un yonqui jeringa en mano, aunque nada de eso sucedió.
Finalmente dimos con un sitio un poco más decente. Con tesón lo encontrarás, pero viendo antes mucha mierda. Si lo piensas un momento, por el precio que pagas por una habitación en una casa compartida con siete personas en Londres, en Madrid o Barcelona alquilas un apartamento para ti
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sólo. A partir de entonces descubrimos algunos de los pormenores de vivir en una casa en las islas, que paso a citar por ser singulares. Las tuberías de los saneamientos van por fuera de la casa, por lo que todas las fachadas están repletas de estrechas cañerías metálicas paridas en plena Revolución Industrial. Al llegar al suelo de los patios se juntan con los
desagües de la cocina que van a parar a una rejilla de barrotes junto a la casa, así que cuando friegas los platos o la lavadora expulsa el jabón, parece que hay una fiesta de la espuma en el jardín.
Los principales materiales de construcción son ladrillos estrechos y maderas de baja calidad, por lo que las casas crujen como las calaveras de Colón. En la mayoría de habitaciones a 600 libras al mes las ventanas y puertas son
de tan mala calidad que permiten el escape del calor y la entrada de viento y lluvia (lo he experimentado en diversas ocasiones). La moqueta es a las casas como el césped a los parques, están por todos lados. Pero si la hierba la siegan a menudo, no toman los mismos cuidados con los carpet, como llaman a semejantes alfombras fijas, sino que cuando los ácaros y demás fauna viviente son más grandes que tú, se cambia por una nueva y ya está solucionado. Tan grande es el amor por la moqueta que los médicos la tienen en sus consultas, listas para atacar a los pacientes más debiluchos; o también en los pubs, donde lucen tupidas gracias a la levadura de tantas cervezas derramadas. También es llamativo que planten moquetas
en cocinas y baños, donde mutan en pantanos ennegrecidos. Debo decir que sí he visto viviendas de aspecto digno y noble, para las cuales debes recibir sueldos de director general, al resto de los mortales les quedan
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ácaros y cañerías antediluvianas. Una vez fuimos a ver un apartamento de dos habitaciones con una pareja de amigos, pedían 760 libras, entre cuatro nos lo podíamos permitir. Estaba en una zona ”buenecilla”, aunque el edificio era viejo y en un bajo. Para llegar a la puerta de entrada había que saltar, esquivar o apartar los trastos de los
vecinos desparramados por el pasillo. El piso no estaba mal. Lo estaban reformando, era bonito y ¡no tenía moqueta! Hasta que el casero nos dijo que eran 760 a la semana, ¡glub! Por aquella época ese era nuestro sueldo mensual, así que si no comíamos e íbamos andando siempre a todas partes,
¡podíamos hacerlo! Ese era el precio sin gastos, 40.000 libras anuales (46.600 euros). Perplejos nos fuimos. Lo peor es que hay muchos sitios más caros aún.
Los gastos. Aparte de pagar un ”sueldazo” a tu casero a cambio de una choza (literalmente), tienes una serie de gastos fijos bastante elevados. El equivalente al IBI lo pagas mensualmente; el precio medio es de 1.400 libras anuales. Canon de televisión; en Reino Unido se paga una licencia para ver la televisión, que son más de 150 libras anuales. Gas, agua, electricidad, Internet, teléfono y demás ponen el montante mensual en un mínimo de 250, 300 libras. Caro no, carísimo. Serás afortunado si dispones de lavadora en casa, los muebles son siempre los mínimos, si le pides a tu casero que te ponga una tele o algo similar, se ríe en tu cara. Los termos y calentadores tienden a ser
de mala calidad o funcionan a determinadas horas al día, por lo que continuamente hay problemas o averías. La lista podría ser larguísima, pero lo voy a ir dejando que tengo que ir a
ducharme (si el boiler quiere). Un senegalés me contó que recomendaba a Álvaro Trigueros Gallastegui
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sus amigos africanos no venir a Europa, que el viaje era arriesgado y la vida muy dura, que costaba mucho prosperar y en muchas ocasiones vivĂan como en su tierra de origen. Yo no voy a aconsejar eso a quien lea esto, pues no es comparable nuestro caso con lo que me ha contado gente de Senegal o Somalia, pero chicos, si no tenĂŠis un sueldo de 2.000 libras netas al mes, por lo menos, la vida en la salvaje Londres es dura y cara, muy cara.
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Lunes, 11 de noviembre de 2013
Capítulo XVI: Sociedad de clases En un mundo organizado y que está situado en las altas esferas financieras,
todo está programado a través de una férrea disciplina. Así, aunque en teoría se diga que las sociedades actuales apuestan por la democracia igualitaria y participativa, todos tenemos nuestro puesto en esta nave comandada por la economía, como ya sabéis. En la nave de mi barrio abunda la población oriunda del subcontinente indio y zonas limítrofes, que están muy acostumbrados a la sociedad de castas. En muchos aspectos Londres es una inmensa sociedad de castas. Por ejemplo,
tenemos la de los conductores y la de los peatones. Si vas en coche significa que tienes más dinero que un pobre viandante, al cual podrás avasallar y menospreciar en cualquier ocasión. Londres no es una ciudad especialmente amiga del peatón; los pasos de cebra son prácticamente inexistentes y junto al alto volumen de tráfico rodado por las calles hacen que cruzar la acera sea una operación de vida o muerte. Sociedad de clases también cuando tu vida depende de servicios públicos, como la dejada sanidad, los híper poblados transportes, las carísimas universidades en las que no todos podemos estudiar o el subsidio de desempleo de 300 libras mensuales para vivir en este lugar; de risa y
completamente lejos de la realidad social. No se trata de una sociedad igualitaria para nada. Digamos que el bienestar que se conoció en España a comienzos del presente siglo y hasta el 2008, no
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existe absolutamente en Reino Unido. La clase media es menos media. Bien es cierto que campa mucho rico por las calles, individuos con cantidades escandalosas de billetes y muchos, muchos más obligados a la cábala financiera para llegar a fin de mes. No, estas castas impuestas por el capitalismo difieren de aquellas del subcontinente, pero al fin y al cabo dividen a los seres humanos en grupos según lo que tienen; la división por lo
que son es también otro tipo de clasismo. Clase porque el inglés tiene clase, su clase diría yo. Ese estilo propio de finales del siglo XIX, clásico y señorial que perdura más de 100 años después. Lo
habitual es que el individuo tenga un estilo “peculiar”, llamativo ya desde lejos. Ciertos especímenes son elegantes. En Londres ves de todo, tenemos todas las castas presentes: con sombrero, con calcetines rojos o naranjas, pañuelos de seda asomando pomposamente desde el bolsillo de la americana
y mucho tweed. Por otra parte, abunda toda una retahíla de lo conocido por el señor o señora lectora como canis, chonis, chusmillas, bakalas, merdellones, chandaleros, jinchos o poligoneros. Por aquí también abundan, tanto que casi es la base de la población. En gran parte no trabajan y viven de subsidios. Chándal, oro y la visera los distinguen; uniforme internacional. Su business es tener hijos como fábricas en serie, por lo que reciben cuantiosas subvenciones, así, cuantos más hijos, más ricos son. Curiosas costumbres. Luego pasan el día tomando pintas en el pub y con lo que les sobra por ser padres reincidentes compran papilla para sus críos en los supermercados baratos de congelados. Curiosas costumbres, sí. Ahora echan la culpa a los inmigrantes extranjeros del colapso en su decrépito sistema sanitario. Somos fácil chivo expiatorio, la última de las castas en una sociedad que pelea por separar cada vez más su
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isla del continente. La casta del extranjero, que cuando oyen tu voz foránea o no entiendes a la primera, prefieren concluir la conversación, colgarte el teléfono y dedicarse a otros menesteres. Esta sociedad de clases o castas no es materia exclusiva de las calles de Londres, sino que se repite por doquier por todo el mundo, también en esa
España con la que me gusta comparar para entender a los de aquí y a los de allí. La diferencia la marca la carencia de los aspectos sociales públicos como se entiende más en el continente, pues en Reino Unido se deja al individuo solo para que luche, triunfe o sufra contra la sociedad capitalista actual que
permite el sistema de las castas. Vivimos en Londres, en la expresión máxima de la exageración humana, donde todo se percibe con mayor amplitud y ruido que en el resto de lugares.
Si cada vez hay mayor diferencia entre bienestar y pobreza, es aquí donde se notan las diferencias más abrumadoras que nos hacen decir: basta, hay que cambiar esto.
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Viernes, 15 de noviembre de 2013
Capítulo XVII: A pedales Una de las cosas que más sorprende de la ciudad de Londres es la cantidad
de ciclistas que se enfrentan a las adversidades y salen durante todo el año a recorrer las calles de la mega urbe. La mayoría lo hacemos para ir a trabajar, aliciente suficiente para ahorrarte las 2.000 libras anuales de la tarjeta de transporte público. Muy lejos de los niveles de España, los British nos ganan
por goleada. A pesar de la prácticamente inexistencia de carriles bici, el espeso tráfico rodado y las adversas condiciones meteorológicas, docenas de miles de cycle commuters se lanzan a diario a combatir su guerra.
Como es lógico, en invierno se ven menos, pero sigue destacando que hay gente que combate el frío y la lluvia con tal de no dar su brazo a torcer, a pesar de los riesgos e inconvenientes. Si el individuo hispano se queja “es que debo ir por la calzada, no hay carriles para bicicletas”, en Londres tampoco. “Es que hay cuestas y llegas sudado al trabajo”, en Londres también. “Es que el tráfico es peligroso”, en Londres también. Excusas, nada más que excusas por no esforzarse en hacer deporte. Y ¿cuáles son las claves para que los ingleses nos ganen por goleada? Disciplina y falta de sentido al ridículo veo que son dos motivos diferenciadores para que otros pueblos se atrevan a la sana costumbre de
pedalear en ciudad. Y recuerda que cuanto más vayamos en bici, más sano será al reducir los índices de contaminación del transporte público y los vehículos privados. 64
Álvaro Trigueros Gallastegui
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En España decimos “pero si los ingleses no tienen tradición ciclística, bueno ahora un poco con el pistard Wiggo y el africano Froome”, pero hasta reciben descuentos por acudir al trabajo en bici. “En España sí que tenemos cultura ciclista: Bahamontes, Ocaña, Indurain, Contador…” En cambio, seguimos viendo como cosa de pobretones o raritos eso de ir al trabajo o a los recados en bici. Así somos, orgullosos de nuestros ciclistas pero despreciando ser
ciclistas. Con sus más y con sus menos, en Londres han dado un paso adelante en el mundo de la bici. Aprovechando que existe mucha gente adinerada en la
ciudad, se lanzó hace varios años un sistema de alquiler de bicicletas compartidas, que es uno de los más caros en servicio, pues con el precio del abono anual puedes comprar una bicicleta. En Londres cuesta 90 libras la tarjeta para todo el año. En España suele oscilar entre 25 y los 40 euros de la
más cara, Barcelona. La primera media hora es gratis en muchos casos y luego se suele abonar un euro por cada hora de uso. El precio de las bicis compartidas públicas londinenses se corresponde con el resto de transportes públicos, tres o cuatro veces más caro que sus equivalentes europeos. Aun así, tienen una gran acogida entre las clases más pudientes de la ciudad. Tanto es así que Londres, con 8.000 bicicletas repartidas en 1.450 estaciones por el centro, es la segunda ciudad europea en número de unidades tras París con 20.000 bicicletas. Barcelona es la siguiente en el ranking con 6.000. Las primeras del mundo son los centros urbanos del sudeste chino de Wuhan (90.000 bicis) y Hangzhou (65.000 bicis). Como decimos, a pesar del precio descaradamente ridículo, las campañas de publicidad orquestadas por el banco Barclays y el estrambótico alcalde Boris 65
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Johnson en sus apariciones a pedales, han dado como resultado que tales “Barclays bikes” sean deseadas por muchos que llegan a poder permitírselas. Frío, lluvia, tráfico y bicis públicas carísimas no echan atrás a las hordas ciclistas londinenses que se enfrentan a los elementos. Nadie se lo pone fácil y como una masa silenciosa cubre las calles y gana peso por eso mismo, por
el peso y la fuerza que les da la unión desorganizada, como una marea a dos ruedas cubriendo las calles. Respecto a Madrid, Londres tiene una partida ya ganada. Barclays y Boris
facturan desde hace ya varios años. La ciudad comandada por el PP no tiene nada parecido. Se prevé que una flota de bicis eléctricas, a 1.300 euros la unidad, inunde las calles de la capital del reino desde mayo de 2014. Dicen que por crisis y otros pormenores se había retrasado la inauguración del
servicio. Me da miedo pensar el fin prematuro que tendrán los velocípedos asistidos por motor eléctrico, siendo el vandalismo y la falta de consideración por parte del usuario los dos males que acostumbran a acompañar estos sistemas de bicicletas compartidas. Espero que los malditos se comporten. Volviendo a Londres, otro de los males con los que se encuentra el ciclista urbano es la escasez de aparcamiento. En muchos sitios está prohibido encadenar bicicletas a vallas, postes y señales. De nuevo la masa silenciosa de la bici gana por la fuerza, porque no tiene más remedio ante la falta de equipamiento adecuado y legal.
Trabas, trabas y nada más que trabas. No paramos de encontrar dificultades para el colectivo ciclista. No importa, seguimos insistiendo, presionando a pedales como sabemos hacer. Eso sí, la próxima vez vamos en bici. 66
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Capítulo XVIII: Una ciudad a dos alturas Un hecho llamativo de Londres es la ausencia de altos bloques de pisos, como esos de 10, 12, 14 o más plantas que tanto se ven en las ciudades españolas. La capital británica está más bien edificada con casas adosadas de dos alturas.
La población es elevada, ocho millones y 16 en total contando su área metropolitana, por lo que la extensión de Londres es de muchos kilómetros, digamos que unos 50 km de lado. Se pierde la vista entre tantas hileras de casitas adosadas. 1.570 km2 de superficie, frente a los 600 km2 de Madrid,
casi el triple. La llanura del lugar y la escasa altura de los edificios permiten contemplar el cielo casi desde cualquier sitio y disfrutar de espectaculares puestas de sol. Algunos edificios altos sí hay, como las meigas, pero su número es mucho menor comparado con el porcentaje de tal modelo de vivienda en España. Su presencia aquí es algo anecdótica. Lo bueno es que de esta manera casi todo el mundo puede disfrutar de jardín en casa. Cosas buenas y cosas malas hay en este asunto de las casas bajitas. Es una ciudad gris, oscura, con la mayoría de los días un cielo encapotado que nos hace soñar con vacaciones en destinos tropicales. Por suerte, la escasa luz reinante llega a todas partes al no contar con grandes rascacielos. Lo que de verdad aburre y cansa son las distancias kilométricas para desplazarte de un lugar a otro. Tardas tanto en llegar que se te quitan las ganas de ir. Una
ciudad
desparramada,
vasta,
que
ocupa
una
superficie
de
terreno
mastodóntica donde se esparcen miles de calles residenciales. 67
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Casas, casas y nada más que casas. Siempre existe una vía principal donde se apiñan negocios, bancos, cafés o supermercados. La vida y el tránsito se desarrollan en esa calle, la High Street, quedando desiertas y sin apenas vida el resto de las calles. En otras ocasiones ya he comentado cómo son y qué me parecen dichas
viviendas desparramadas a lo largo de kilómetros y kilómetros. No es un país donde se tenga gran apego a la calidad y buena conservación del hogar. Tampoco existe mucho apego o sentido de posesión. En la mayoría de casos el comprador de la vivienda no es dueño único de la propiedad, pues se trata
de concesiones por 100 años, al término de los cuales pierdes la casa comprada con el sudor de la frente. Se dan casos de encontrar algo en el mercado por un precio inferior a lo habitual y eso es porque le queda poco a ese periodo de un siglo, por lo que tras unos años perderás tu inversión; de
forma que la reina siempre gana. En las últimas décadas la población de Londres aumenta a pasos de gigante, en cambio, al construcción de nueva vivienda para acoger el flujo migratorio no va de la mano. Todos nos apiñamos en esas viejas casas victorianas que en su origen albergaban una familia de ingleses, pero que hoy en día se dividen en dos, cuatro, seis, ocho viviendas diferentes donde se habita con estrecheces y el casero se frota las manos gracias a esa especie de balseros en vuelos baratos que aspiran a arribar al Reino Unido a cualquier precio. La ciudad también es así de extensa gracias a unos cuantos cientos de
parques públicos que se abren paso entre esas hileras de casas bajitas. En la mayoría de ocasiones dichos parques no son más que un pedazo de bosque, campo, tierra virgen vetado de construcción que se respeta como espacio 68
natural entre la vorágine de ladrillo.
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Digamos que el plano urbanístico londinense no ha sufrido grandes variaciones con el desarrollo industrial y automovilístico del siglo XX. Sigue estando diseñada para carruajes tirados por caballos. Las casas victorianas, georgianas o eduardianas son tan comunes como el curry o el tweed. El aumento de habitantes no ha encontrado refugio en los bloques “colmena” que acostumbramos a ver por España, sino que el modelo local aboga por
estirar todos los costados de Londres hacia las campiñas del sureste del país. De este modo que describo la ciudad crece sin parar, absorbiendo poblaciones cercanas que integra en su seno.
Algún día Londres encontrará su fin, puede ser cuando llegue al mar o cuando el inmigrante cambie de destino. Por ahora, tiempo y combustible son el pan nuestro de cada día, cuando toca desplazarse de aquí a allí por la mega urbe.
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Capítulo XIX: Christmas Time Viendo que las Navidades están a la vuelta de la esquina, en esta ocasión hablaré de cómo veo las fiestas en la capital británica. Es una de las fiestas más seguidas en nuestra sociedad; pero, en un lugar tan multicultural como
Londres ¿será lo mismo? Desde mi punto de vista, que me gusta celebrar estas fiestas por diversos motivos, pasaré a explicar mi visión de la Navidad aquí y allí.
A estas alturas de la vida ya no sé si estoy aquí o allí, ni cuando estoy en casa o fuera. A veces, me siento despistado o un poco perdido a decir verdad. Lo que sí tengo claro es el concepto que tengo de la Navidad, que sigo viendo con los ojos del niño que quedó prendado de tales fechas. Muchas nevadas caídas desde entonces, pero me resisto a que el recuerdo caduque. La fiesta religiosa conjugada con el pagano fin de año le da a tal periodo ese espectro de mezcolanza que tanto me gusta. El misterio de los Reyes Magos, el espíritu navideño y lo oculto por el manto blanco son cosas que no me apetecen despejar ni descubrir su sentido, por eso lo sigo viendo como un niño. Por lo que había oído sobre Londres, esperaba unas fiestas llenas de luces y bonitas decoraciones, y eso que pienso que en España ya son exagerados al adobar ciudades y pueblos con millones de lucecitas. En cambio, desde mi primera Navidad inglesa, en 2008, me dio la impresión que la cara más sucia y pobre de la crisis había llegado aquí. A parte de Piccadilly Circus, Regent´s
Street u Oxford Street, poco más se ve adornado en la capital. Los barrios dan pena de verdad, con esas luces tan escasas como viejas, pero sobre todo feas. No es que esté a favor del consumo desmesurado de
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recursos públicos ni del gasto energético que tales iluminaciones implican, pero un mínimo de gusto y equilibrio entre zonas privilegiadas y barrios obreros no estaría mal. Para colmo, si queremos comercializar un poco más el asunto, estos adornos están llenos de publicidad y la mayoría de diseños obedecen a los deseos de
los anunciantes, con lo que ya se pierde el poco espíritu navideño que nos queda. Último apunte del tema decoración: los árboles navideños en las calles.
Siempre me han llamado la atención esos grandes pinos llenos de bolas y lucecitas en las plazas más emblemáticas de nuestras ciudades, al mismo tiempo que me doy cuenta del desastre ecológico que supone. Pues bien, en España es habitual ver estos pomposos pinos, compitiendo un barrio contra
otro por tener el más bello, mientras que en Londres escasean. Tal vez el más famoso sea el que cada diciembre se erige en Trafalgar Square, regalo del pueblo noruego. Ahora bien, qué mal caen los ingleses en Noruega, pues el arbolito en cuestión es uno de los más feos con que he tropezado. Otro de la subespecie del pino navideño viene a mi mente. Dije erigir en el párrafo anterior y eso me hizo pensar en cuando vivía en Harlesden. En dicho barrio intentaban levantar un pobre arbolito desangelado con tres bolas mal puestas. Tan desgraciado se le veía que un día después de plantado cayó sobre la calzada. Fue re-erigido para quedar torcido el resto de las fiestas.
Acabado el capítulo decoraciones horribles pasemos a los festivos en sí. Para nosotros el día grande es la Nochebuena, el 24 de diciembre, más que el propio día 25 de Navidad. En Inglaterra todo al 25, como en la ruleta. El 26 71
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aprovechan y se lo cogen de resaca, es el llamado Boxing Day, día que empiezan las rebajas y la gente se lanza como loca en busca de saldos. Con Año Nuevo finaliza el periodo navideño, pues por aquí no pasan los Reyes. Lo que decía al principio, es una ciudad tan cacofónicamente multicultural y religiosa que la sensación navideña se pierde, sobre todo cuando vives fuera del
centro donde toda la acción sucede y debes recurrir a los anuncios televisivos para darte cuenta que estamos en Navidad. Aun así, dependiendo de por dónde te muevas, los tópicos de estos días te llegarán o no, sobre todo si entras en uno de los múltiples centros comerciales recargados de guirnaldas, Merry
Christmas y villancicos 24/7. Y ¿qué hacen los ingleses en Navidad? Pues la verdad es que casi nunca he pasado las fiestas con ellos, a parte de venderles muchos kilos de salmón
escocés en mis tiempos de pescadero. Desde que campo por estas tierras he compartido con italianos, brasileños y chipriotas casi siempre. Algún británico también había, pero lejos de los estándares de este pueblo. Prácticamente hacen como nosotros: se reúnen, comen, beben, cantan y se entregan regalos. En la Noche Vieja inglesa se congregan en las orillas del Támesis alrededor del
Big Ben, cuentan los 10 últimos segundos del año y lo festejan, brindan, se desean amor y suerte y lanzan fuegos artificiales acompañados por estridente música. Yo lo veo por la tele, nunca he estado entre tanto mogollón, que hace frío. Lo bueno es que si quieres pasar esa noche en la calle tienes transporte urbano hasta las 4 de la mañana, única vez en el año, y encima gratis. La parte triste de la Navidad del expatriado es pasarla lejos de la familia. Para muchos son unas fiestas para estar en compañía de la familia. En cambio, yo 72
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hace ya unos cuantos inviernos que falto a esa cita. Siempre incomodado por los quehaceres de la vida debo estar en la isla y decir al teléfono “sí mamá, el año que viene paso la Navidad con vosotros”, hecho que se lleva repitiendo muchos años. Por suerte siempre tenemos cerca otros expatriados como nosotros con los que pasamos estos días.
De todas formas, sigo pensado que la ilusión por vivir la Navidad que tenía de niño será difícil que se vuelva a repetir. No sólo por el hecho de los regalos, mazapanes y turrones; de las abuelas, tíos y primos congregados en torno a una mesa engalanada, también por todo el misterio alrededor de las
vacaciones con festividades y comilonas incluidas que una vez al año centraban toda mi atención, son para siempre un precioso recuerdo que jamás me abandonará.
Por consecuente, los adornos públicos dejan bastante que desear, los días festivos son 25, 26 y 1 de enero, una semana justa en la que se concentra todo, habría que salir de Londres para vivir una Navidad propiamente inglesa y no contaminada por los cientos de etnias que por aquí pululamos, mezclando tradiciones y dando pie al nuevo orden mundial natalicio.
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Capítulo XX: Primeras impresiones Dicen que las primeras impresiones son las que quedan. No estoy de acuerdo, a veces he cambiado de idea al conocer mejor algo o alguien, olvidando aquella sensación inicial que había registrado en mi cabeza, sea para bien o para mal. Obviamente, en London Topics hablaré de las primeras impresiones
que me causó la ciudad de Londres. Yo les cuento y ustedes verán si son positivas o no, o si piensan que en algún momento he dado mi brazo a torcer y ya no pienso igual.
La primera vez que puse pie en este lugar fue en 2006, unas mini-vacaciones en las que pasaríamos tres días aquí tras un verano trabajando en Italia. Aterrizamos en uno de esos aeropuertos lejanos donde llegan los vuelos de bajo coste. Era finales de agosto o primeros de septiembre, no lo recuerdo
con precisión. Abandonamos Verona con un calor sofocante y pegajoso, propio de esa estación en el valle del Po. En Londres el cielo estaba encapotado, con nubes que presagiaban lluvia y un aire fresco que nos hacía temblar dentro de nuestras cazadoras. Era el aeropuerto de Stansted. Recuerdo viento y frío, que tras tres meses sin bajar de 30ºC se nos antojó como algo glacial. Encogidos salimos de la terminal para coger el autobús. Todo es gris, mucho cemento a la vista y una arquitectura que no se daba la mano con la belleza y armonía. Las personas del lugar también daban la sensación de ser grises, embutidas en ropa que no se correspondía con el verano, era como estar en una permanente nube de tabaco negro. Así hasta
que el autobús entró en la ciudad. Al ver las primeras casas me dije a mi mismo “mira, ya estamos en Londres, enseguida llegaremos a Liverpool Street”, nuestro destino. Sí, estábamos en
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Londres, pero todavía tardaríamos un buen rato en llegar a la estación. Una sucesión infinita de casas bajas hacían del lugar una urbe interminable. La primera impresión fue la de casas desvencijadas, sucias, llenas de basura, chorretones de bebida por las aceras, mugre con pedigrí. Los habitantes caminaban revestidos de pesados abrigos, capuchas (y eso que era verano),
ropa desentonada y caras no aborígenes que parecían metidas a la fuerza con calzador en aquellas calles. Recalco estas visiones iniciales porque son las que veo día a día desde hace un lustro cuando voy de paseo.
A diferencia de otras grandes capitales monumentales como pueden ser París o Roma, donde no dejas de asombrarte a cada paso ante la belleza de sus arquitecturas, en Londres me cuesta decir “¡oh!, qué bonito”. No llego a ese punto de encantamiento. Falta personalidad y armonía del conjunto para
encontrarse a gusto. Bien es cierto que tenemos rincones bonitos para disparar una fotografía y dos, pero el aire de post-revolución industrial hace que sintamos fatiguita al caminar por la acera. En cuanto al londinense. La primera impresión fue también nefasta. Suele ser así en las grandes urbes dominadas por el estrés y la descortesía humana. Tal vez es normal que al vernos superados por la estupidez atmosférica del lugar, actuemos a la defensiva y tratemos como diferentes a los iguales. Es lo que ocurre cuando como turista extranjero te diriges a alguien a solicitar información o vas a pagar en un bar o restaurante, que corres el riesgo de ser maltratado. Es lo que digo, primeras impresiones en una ciudad no apta para personas, donde la forma de vida es diferente a la que la naturaleza nos proporcionó en origen. Mi conclusión es que en sitios como el que describo surge un nuevo
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tipo de hombre especializado en vivir o malvivir en una jungla de acero y cemento. Queda algo de auténtico en esta frenética experiencia que deja latir el espíritu y atrae sin pausa a miles de nuevos ciudadanos cada día. Muchas de las primeras impresiones de aquel día desde el autobús siguen vigentes en mí. No es que me cueste cambiar de opinión, sino que Londres se
mostró auténtica como es ante mis ojos, sin falsas miradas ni guiños al otro lado. Me dijo, me tomas o me dejas.
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02-01-2014
Capítulo XXI: La experiencia personal Los fieles al London Topics habrán captado las varias semanas de ausencia,
sin nuevas entradas. Quehaceres cotidianos símiles a volátiles castillos de naipes me mantienen alejado de la creación y edición de textos. Nuevo año y volvemos a las andadas. No lo había olvidado, simplemente faltaba tiempo.
No es lo mismo para todos. Cada uno lo percibe desde su perspectiva. El pasado influye para valorar el presente, por eso ante situaciones homólogas cada cual actúa según su parecer. Lo mismo siento cuando hablo con diferentes personas que viven en Londres; paraíso para unos y agujero para
otros. En esta ocasión hablaremos de cómo se ve la botella, si medio llena o medio vacía, referido a Londres, claro. Los años me han dado la oportunidad de contrastar la experiencia personal de Londres. En la mayoría de casos donde el individuo ama la capital inglesa, se repiten las constantes de una mala experiencia profesional o personal en su país de origen, lo que hace ver Londres como la solución a todos los males. Me alegro por ellos, han encontrado la felicidad a orillas del Támesis. Otro modelo de amantes del modelo inglés son quienes tienen dinero de sobra para disfrutar de las virtudes que estas tierras ofrecen. Sabido es que
Londres es una ciudad donde no existe el aburrimiento, cuando tu bolsillo se adapta a los precios infinitos y fuera de lugar. Para los demás, siempre queda pan y circo. 77
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El caso de Gustavo es bastante significativo. Dejó Andalucía tras años de trabajo sin contrato, aguantando las groserías de su jefe o la presión a su alrededor para comprar casa y coche con unas condiciones laborales más inestables que la isla del Hierro en estos días. Harto de todo eso marchó convencido de odiar a su patria, como años antes gritaba RIP.
Encontró también deficiencias en la vida londinense, cierto bienestar que tenía en casa estaba años por delante del modelo capitalista de revolución industrial que allí campaba. Todo sumado, amó la Union Jack y no piensa en dar marcha atrás. Antonio venía de una situación familiar compleja. Al igual que Gustavo quería dejarlo todo atrás y encontró en Londres un nuevo hogar que podía construir a su gusto. Tuvo también la suerte de llegar en los años de bonanza
económica, cuando todavía no se vislumbraba la crisis que asola el mundo. Sin comerlo ni beberlo dio con un trabajo bien pagado, sin necesidad de experiencia o cualificaciones espectaculares como hoy en día. Él es otro de los que no se moverá de la isla, pues Antonio compró hace varios años un apartamento que ahora cuesta más del doble en el mercado. Otro caso es el de Ariadna, la cual vino para estudiar en una universidad de la ciudad. Se alojó en casa de su tía el primer año. Ella quería más libertad y pidió dinero a su padre para alquilar un piso para ella sola (1.000 libras mensuales). Mientras estudiaba, consiguió un trabajo a media jornada merced a amistades de la familia. La novata Ariadna con su salario de iniciación se
permitió el lujo de cambiar de casa y optar por algo más sofisticado que le costó 1.500 libras mensuales más gastos. Ella está encantada de la vida y de Londres, y ¿quién no en su caso? Como el
de Ariadna se encuentran múltiples casos por aquí. Pero es que personas Álvaro Trigueros Gallastegui
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como ella lo tienen fácil para encontrarse bien casi en cualquier lugar. Parece un poco la quimera de los huevos de oro. Muchos sí llegaron y besaron el santo y cierto es que se consigue trabajo con menor tesón que en España. Aún así, ahora no es cómodo para el recién llegado y el poder económico saca todo el partido a la crisis económica. Por todo esto digo que la experiencia personal es importante a la hora de decir "me gusta Londres". Cada uno tiene su opinión según sus expectativas, lo que espera de la ciudad, de su vida, de si mismo. No se puede juzgar si un
sitio es conveniente o no, depende de las personas. Hay quien es conveniente para estar allí y quien no reúne los estándares de la ciudad. Felicito a quienes están encantados con su elección o destino, y deseo suerte a esos que esperan o buscan el cambio a mejor. En cuanto a mi experiencia personal, creo que ya he escrito demasiados
London Topics donde recojo cómo es la vida en la Pérfida Albión. Por eso, ya va siendo hora de cambiar registro e ir buscando una salida o, tal vez, una pausa a este epígrafe de la vida. Además, en este nuevo año respiro aire distinto que nos llevará hacia nuevas aventuras. Siento que algo está cambiando.
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17-02-2014 Capítulo XXII: Viviendo en Mitcham Hace unas semanas que nos mudamos a Mitcham. Un barrio al suroeste de Londres. Se rompía la relación que tras más de cinco años manteníamos con
nuestros compañeros de casa. El motivo es que dos de ellos han comprado piso y van a vivir por su cuenta. Los demás pensamos que también era hora de decir adiós a esa peculiar comunidad, con una alineación que apenas se movía desde hace unos tres años. Así, cuando ya habíamos perdido la costumbre de buscar habitación, nuestra cuarta vivienda en Londres, nos pusimos manos a la obra en una fecha que se nos antojaba complicada, pues debíamos abandonar la anterior casa el 7 de
enero, justo después del periodo navideño, con pocos cambios en el mercado y muchas fiestas de por medio. Tras mucho mirar, pues la cantidad de viviendas denigrantes existente es masiva, dimos con el sitio menos malo y, entonces, aterrizamos en Mitcham, distrito de Morden, al este de Wimbledon y Morden y al sur de Tooting; una zona completamente diversa a las conocidas con anterioridad. El motivo de mudarnos a esta parte de la ciudad es la cercanía al trabajo de Giorgia. Harta de invertir tiempo y dinero en acudir a la oficina, la muchacha deseaba un lugar cómodo y desde donde pudiera ir en bici. La casa se
identificaba con nuestro estándar de limpieza y presupuesto. La zona también cuenta con atractivos interesantes para nosotros que decantaron la elección. 80
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A dos minutos de reloj de casa tenemos un Wetherspoon, nuestra cadena de pubs favoritos en UK, tanto por su precio, como ambiente, calidad de la comida, variedad de cervezas y locales emblemáticos donde a menudo se levantan. Justo en frente tiene un pub de la Young's, la cervecera líder del suroeste de Londres, por lo que la guerra de precios está asegurada.
En cuanto a supermercados estamos bien surtidos. También a dos minutos de casa tenemos un Lidl y un Morrison, a día de hoy mis dos favoritos entre lo que se encuentra por aquí. Una vez más sus precios, calidad y variedad inclinan la balanza a su favor. Ya paso de Tesco, Sainsbury's, Waitrose, Asda...
Cómo es Mitcham La gente por la calles es diversa de la que te encontrabas en South Harrow. Aquí hay mayor variedad: británicos, africanos, esrilanqueses. Se ve un poco de todo, no monótono como antes. Eso se agradece porque existe diversidad y se ve que el grupo social interactúa, es más cosmopolita. Por consecuente, hay más cosas que hacer. Los parques son una constante en Londres y en ese aspecto estamos bien servidos con el Mitcham Common, que tiene unos dos kilómetros de largo, algo más diría yo, y llega hasta Croydon. Como suele pasar en estas tierras,
es un pedazo de naturaleza dejado salvaje, donde se encuentran bosques, praderas, suaves colinas y muchos estanques. El Seven Islands Pond es la laguna central de nuestro parque local y, como su nombre indica, es una charca con siete islas, bonito de ver. Entre la fauna que campa pro aquí tenemos liebres, ardillas, patos, gansos y garzas. El sábado pasado estuvimos allí, caminando hasta Croydon, bajo una fina e incesante lluvia. Había barro, teníamos botas y té caliente en nuestro termo nuevo que estaba de estreno. Álvaro Trigueros Gallastegui
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En el apartado transportes Mitcham no es que sea un centro neurálgico de comunicaciones. Tampoco nos preocupa eso a estas alturas de la partida. Nos conformamos con residir en un área "vivible", y Mitcham y sus alrededores lo es mucho más que el triste South Harrow. El medio de comunicación más rápido y cercano para ir al centro es la
estación de trenes de Mitcham Eastfields, a 10 minutos caminando de casa, que comunica con Victoria. El metro más cercano es Colliers Wood, 20 minutos a pie, donde la Northern Line conecta con el centro. Autobuses muchos: a Putney, Tooting, Wimbledon, Brixton, incluso un nocturno al
centro. No, no está mal. Ah, y también hay tranvía. La vida del barrio La vida por las calles es tranquila, con gente campechana, aire de pueblo,
lejos del estrés del centro. No hay prisas, ni grandes negocios que tratar. Esto es Mitcham, una zona sin importancia en el suroeste de Londres, a caballo entre otras áreas de mayor envergadura, como pueden ser Wimbledon o Croydon, fácilmente alcanzables. Tampoco es que sea un barrio dormitorio para los commuters de la city, mas bien, es una aldea que resiste al invasor en medio de la mega polis londinense. Cercano todavía a la vida de la ciudad, pero suficientemente alejado y con encanto para ser un destino óptimo donde retomar un poco de buen sabor tras un periodo diverso, y ante una posible salida futura que está por ver cómo se materializa. El cambio de residencia lo hemos visto como algo
positivo en este nuevo año del que esperamos grandes cosas.
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Espero que el último párrafo no sean palabras que queden ahí, ahogadas en páginas que pronto olvidaré y que su lectura tardía en años venideros me recuerden la esperanza perdida, ya convertida en triste nostalgia, de lo que mucho esperaba y terminó sólo en tinta. No obstante, varias son las estrellas (hoy luce el sol velado por la lluvia) que nos hacen pensar bien del 2014. No hay que confiar plenamente en las señales de los astros, día a día hay que ir
forjándose la tela de araña que nos proporcione el sustento. Para eso, la isla de náufragos encontrada en Mitcham puede ser el acicate que dispare la lanzadera hacia planes venideros.
Este invierno está siendo extraño; ni demasiado frío ni gota de nieve hasta el momento. Lo que sí tenemos es un viento atroz y lluvia incesante, que me recuerda a los inviernos bilbaínos. El viento asola toda Europa, con un ciclo de ciclogénesis explosivas que no cesa, produciendo desastres aquí y allá. Lo
malo es que tales ráfagas vienen acompañadas de lluvia, convirtiendo cualquier intento de poner un pie en la calle en una sucesión de paraguas rotos y pelos locos. Dicen que el Támesis se desborda a las puertas de Londres, suerte que estamos a 9 kilómetros en cuenta-kilómetros de la bici del punto más cercano del río, y con las colinas de Richmond Park de por medio para salvarnos de una eventual inundación. De bares Los pubs de la zona ayudan a pasar mejor este extraño invierno (que pienso
en marzo llegará su época más virulenta con bajadas de temperatura, heladas y las consecuentes nevadas). Como dije antes, el Wetherspoon cercano a casa es favorito y más visitado por obvias razones. De nombre The White Lion of Mortimer, sirve una selección de ales que se van rotando según la estación,
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además de las clásicas lagers y Guinness de cualquier local. La comida es de la más barata que encontrarás en un pub de Londres. La clientela es variada: viejos fijos de bar, gente joven, familias... lo más variopinto de Mitcham. Si sales de Mitcham y caminas 25 minutos hacia el norte das con Tooting Broadway, una zona que, poco a poco, se está transformando en trendy y en
un futuro puede que atraiga hordas de "modernitos", con la consabida subida de precios. Por ahora, un puñado de locales centran el pasar de los jóvenes en sus calles. Uno en el que se bebe bien es The Antelope, con una gran selección de cuidadas y sabrosas ales, una decoración vintage atractiva y un
gran ambiente los fines de semana. Si quieres un sitio realmente especial, a escasos metros del Antelope y en la misma acera tienes el Tooting Tram & Social, un inmenso local que
antiguamente hacía la función de cocheras de tranvía, tram. Como se puede imaginar, el lugar donde se levanta este bar tiene un carácter especial. Grandioso en su aforo, con escenario para conciertos y DJ las noches de viernes y sábado, cuando casi se transforma en una discoteca. Ambiente festivo, porteros por doquier y una barra no tan cuidada como en el caso del pub descrito anteriormente. No te dejes engañar por su escondida y diminuta entrada, pues no hace honor a lo que dentro esconde. Otros garitos donde no he puesto pie, pero que ya les he echado el ojo, son el Little Bar, cercano a los dos anteriores y, como su nombre sugiere, pequeño, pero con encanto. Ya cerca de casa está el Gorridge Park, con una atmósfera
similar a la del Antelope. Veremos si en la próxima entrada son visitados por la Nazionale Italiana di Bevitori di Birra. También tiene su faceta cultural, pues hace las veces de sala de cine. Por ahora, seguiremos explorando Mitcham y 84
sus alrededores.
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14-03-2014 Capítulo XXIII: Sin miedo al ridículo Si algo nos difiere de los ingleses es el sentido del ridículo, aunque se pasen el tiempo diciendo "it´s ridiculous". Así, nadie dice nada si te vistes
extraño, hortera, sin peinar, con ojeras o comiéndote un pollo frito en el autobús. En este sentido es la tierra de la libertad. Cada uno va como quiere y no se mete en los asuntos de los demás. Al menos es así en teoría.
Cuando en España se respiraba el profundo aliento del franquismo, Londres era una especie de tierra prometida para aquellos que anhelaban una, por entonces, desconocida libertad. Las ideas y modas iban y venían por las calles del Soho londinense. Poco a poco la situación fue cambiando y la
democracia vino también a las tierras iberas. Pero quedó mucho de ese pasado lleno de tradicionalismo, tabús y costumbres beatas que aún sacude a nuestra sociedad, por eso, Londres sigue siendo un lugar único en Europa, donde ver freakies y gente fuera de lo común. Mi madre no deja de sorprenderse cada vez que me visita. Tanta libertad en las apariencias hace daño a la vista, no es que sea una libertad armoniosa, sino que la gente sale a la calle con cualquier trapo que se encuentra por casa. No hay belleza, a nadie le preocupa ni mira mal. No hay necesidad de arreglarse para salir, todo vale ante la falta de ridículo de los locales. Son muchos los que, tras pasar un periodo en la ciudad, anhelan esa libertad de actuación, de las formas e intimidad cuando tornan a la madre patria. Aquí estás lejos de todo lo anterior, nadie se fija en mí y yo no señalo con el dedo
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por llevar un pañuelo colgado de la nariz o una bota de cada color. Qué más da, es su problema o su virtud, yo tengo que inmiscuirme en mis propios asuntos. Esa libertad falta a tantos que se sienten observados y juzgados por los demás. En Londres te ven, pero no te observan; gozas de la intimidad que supone que el individuo carezca del estúpido ridículo y los prejuicios que se acrecentan en las tierras del orgullo ibérico. Esta relajación de las formas se da en ciertos aspectos de la vida londinense, pues en determinadas situaciones todo está estudiado y controlado dentro de la gran urbe. Son defectos o virtudes que permiten valorar el esfuerzo y la
visión de cada uno. Todos tienen su interés dentro de su campo en el imaginario inglés, lejos de la actitud española de mirar con crítica, burla, ironía o envidia lo que hacen y no hacen los demás. Mucho decir y poco hacer, será cosa latina. No quiero dar la sensación que defiendo su esfuerzo frente a nuestra tópica vaguedad, sólo que la falta de prejuicios les hace más fuertes y efectivos cuando toca lograr metas. No creemos en nosotros mismos, ellos nos ven con mejores ojos de lo que admitimos. La autocrítica no nos deja avanzar, perdonando la vida a políticos y dirigentes inadecuados hasta la médula. Sí, en este sentido envidio a los ingleses. Reconozco que en ocasiones también yo mismo me dejo llevar por esa relajación de las formas en las calles londinenses. Salir a los recados sin peinar o con el primer trapo que encuentro por casa es una
gozada. Pasas desapercibido y olvidas que otros hacen lo mismo. En parte pienso que se debe a que todos venimos de sitios diversos. Cada uno viste a su manera o según su tradición, motivos por los que nadie mira a aquel que le es diferente. Pero no sólo se da entre nosotros inmigrantes, este fenómeno
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de las particulares apariencias ocurre igualmente con las clases inglesas, con varios modelos de estilo, pero que todos ellos son fácilmente reconocibles con lo que es el look británico.
Chavs Digamos que es posible clasificar los modelos de look desenfadado y fuera del
ridículo existente en las calles londinenses. Una de las tribus urbanas más extendidas es la de los chavs, que en España encuentra a sus semejantes entre chonis, chusmillas, merdellones, y poligoneros. Su atuendo y comportamiento es una reverberación de los congéneres hispanos de la
especie. La finura y discreción no son sus puntos fuertes y enseguida se hacen notar. Chándal, gorras, cadenas gruesas de oro, gritos y cochecitos de bebé son sus signos de identidad, todo dentro de una vasta gama de tonos horteras como carta de presentación.
Gentlemen Los reyes de la elegancia son otro de los puntales de la moda llamativa y atrevida de los ingleses. Su imagen no está descuidada en ningún aspecto, como esos calcetines rojos que despuntan sobre mocasines último modelo y pantalones graciosamente
remangados que dejan
al descubierto
los
adminículos de los pies. Ellos son los herederos de aquellos lords de otro tiempo que sobreviven todavía gracias al revival del vintage. Los clásicos nunca mueren y son otra de las referencias cuando hablamos de estos urbanitas ataviados de manera curiosa. Pensaba que no habría tantos
por las calles, pero es un estilo que causa furor entre ellos. Lo bueno es que sí, es bastante elegante, aunque haya quien insista en llevar sombreros, fulares, bufandas o los, ya mencionados, calcetines en coloridos tonos que 87
dan la nota con el resto de su vestuario.
Álvaro Trigueros Gallastegui
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Hipsters La armada más grande y que, al mismo tiempo, lucha por distinguirse con atuendos que en otras partes del mundo pecarían de absurdos, por el mero hecho de ser diferente a la media que prescribe la moda, es la de los hipsters, esos freakies modernos que luchan por destacar entre las multitudes. A pesar de su descuidada imagen, todo en su aspecto es premeditado y cada pelo mal puesto va acompañado de un mantenido flequillo, sabiamente mal doblados pantalones de marca y "aparentemente" sencillas camisetas de diseñador. Y sin miedo al ridículo por osar gorros imposibles o descuidadas barbas y bigotes trabajados a diario. Como ya dije antes, todas esas virtudes que aportan a la falta de sentido del
ridículo en el vestir, a no obedecer los cánones estrictos de nosotros mediterráneos, da alas, libertad en otros aspectos de la vida que posteriormente otorgan avance y prosperidad en muchos ámbitos a los que nos enfrentamos a diario. Tal vez nosotros mediterráneos ya disfrutamos
demasiado con el sol, la comida, el vino y la fiesta y nos acontentamos con el tradicionalismo donde se acomoda la corrupción que nos tiene sobrepasados.
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21-03-2014
Capítulo XXIV: Nueva casa, bici nueva
Como ya he comentado en anteriores London Topics, recientemente nos hemos mudado a Mitcham, al sur de Londres. Ese cambio vino acompañado por otras novedades, como mi nueva bici. Mi vieja bici ya venía aquejada de
una maltrecha existencia plagada de averías que la califican como la peor bicicleta del mundo. La primera de ellas llegó el mismo día de su estreno sobre el asfalto inglés, cuando una biela se salió del eje del pedalier y cayó al 89
suelo, así de impresionante.
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Tras múltiples percances: cadena rota el segundo día de uso, infinitas caídas de biela y reaprietes en mi avergonzada tienda de desconfianza, pedales rotos, radios rotos y la última que ya partió la pana y me obligó a colgar el cartel de "se vende"; llegó el momento de deshacerme, por fin, de la Hawk de cuadro colosal que sirvió bajo mis nalgas durante varios años, cientos de kilómetros e idas y venidas a mis trabajos londinenses. Un día a la vuelta de las compras en el supermercado noté cómo uno de los pedales se salía para precipitarse contra la carretera. Otra vez, pensé, pero esa fue la definitiva. La rosca en la biela estaba completamente deformada,
horadada y sin muchas esperanzas de volver a funcionar. La mudanza provocó que la bicicleta estuviese aparcada, esperando un momento mejor para que la meta mano. Un anuncio en Gumtree fue el
camino para decirle adiós y dar la bienvenida a una nueva integrante a la familia sobre dos ruedas. Al mismo tiempo que ponía a la venta semejante elemento, buscaba una nueva montura que la sustituyese, de segunda mano, usando el mismo canal de Gumtree. El estado tan lamentable de la Hawk me hacía pensar que no me ofrecerían mucho por ella, por lo que opté por desmembrarla y venderla a cachos. La
canibalización es una de las maneras de dar vida a otras bicis que no les llegan recambios por vías más ortodoxas y pudientes. Así, puse el cuadro a 10 libras, las ruedas a 15 y el sillín a 5.
Una tarde vi una mountain bike interesante cerca de Mitcham, por 45 libras, anunciada en Gumtree. Hablé con Lee, su dueño, y fui a por ella. Empezó a llover mientras esperaba al inglés vendedor en la estación del metro en Colliers Wood. No hacía un frío helador, pero el viento unido al punzante
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flagelo de las gotas de agua no albergaban una agradable espera. Apareció Lee, probé la bici, le di las 45 libras pertinentes y partí a todo gas hacia casa, mientras cataba mi nueva adquisición en los 10 minutos de trayecto. Ya era un hombre feliz, con una bici "pedaleable" y dispuesto a recorrer los caminos que desde Mitcham se dirigen hacia el sur y otras partes de Londres
vírgenes para explorar. Al llegar a casa veo un nuevo email. Alguien está interesado en comprarme el cuadro, que quiere venir ahora, pues acaba de cobrar, y se llama Lee. ¿Será
una extraña coincidencia? ¿Es que Lee y Alvi son los dos únicos que se dedican a la compra-venta de ciclos en esta parte de la ciudad? Digo que sí al amigo Lee y en media hora le tengo llamando a la puerta de casa. Abro y sí, es él. En cambio no fue así. Abrí la puerta y vi a Lee montado en bicicleta pasando por la calle con aire despistado y buscando el número de la casa. Seguían los golpes que me hicieron abrir pensando que era él, entonces miro a la derecha y veo una anciana golpeando con el bastón la ventana frontal de nuestra casa. Me llama y se le escapa el báculo. Corro hacia ella pensando que necesita ayuda, que va a caer por tierra. La miro extrañado y la vieja dice que hay un problema con la electricidad de su casa. Lee no quiere intervenir y yo no entiendo bien a la vieja. Más o menos dice que no tiene luz en el hall de entrada y que entre para comprobarlo. Me dice que cierre la puerta, me niego y se cabrea conmigo. Allí la dejo con sus historias y su fierro golpeador
bastón. Lee perplejo me dice "this peolpe's crazy". Era el mismo tipo, reímos la anécdota y pasamos al patio. Le gusta el cuadro tullido y se interesa también por las ruedas. Mañana o pasado vendrá a por
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ellas, cuando tenga dinero; éste está más pelado que yo. El bueno de Lee me cuenta que es mecánico de bicis y que pronto quiere abrir una tienda de reparaciones en la zona. A ver si me lo vuelvo a encontrar. Gracias a tal bici ya hemos empezado a completar rutas por aquí. Estoy contento y de momento el cacharro aguanta el ímpetu de mi pedaleo.
Además, está llegando la primavera y cada vez es más factible salir a montar en bici. Como dice una vieja frase de ciclistas, happy trails y hasta el próximo London
Topics.
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02-04-2014 Capítulo XXV: London Underground Hace siete años estaba en Italia, allí trabajaba, pasé un año en el que aprendí muchas cosas, a vivir en otro país, lejos de casa, buscarme la vida sin los
apoyos de siempre y empaparme un idioma a todo correr; el tren no paraba. En ese tiempo escribí un diario al que llamé Verona Underground y donde se recogían los aspectos underground de la ciudad véneta. En este London Topics buscaré hacer algo similar: el London Underground, y no hablaremos
del metro, no, sino de los garitos donde se concentra la culturilla contracultura de la capital británica. Al igual que sucedió en Verona, me di cuenta tras una intensa búsqueda, que
aún no ha acabado, que mi idea de lo underground tampoco se encuentra aquí, y eso que Londres ofrece muchas cosas. Seguro que tras años de diarios ahondando en el género daré con lo que quiero en alguna recóndita cueva de La Rioja. En fin, posiblemente en los 60 y 70 Londres era un agujero donde sumergirse en garitos fuera de todo lo común. Hoy en día el mega-capitalismo popular y las mareas que arrastran tendencias han terminado con la idea de conceptos similares a lo que planteo. En los tiempos que corren todo está perfectamente calculado y preparado para que quepa en un tweet.
Sí, la primera idea, recién aterrizado en Londres y desconociéndolo todo, era dirigirme al Soho o Camden, donde pensaba encontrar todo lo fuera de lo común. Pero no, estos barrios han cambiado su esplendor por atracciones que mas bien los asemejan a Port Aventura o Disney Land. Sí, recuerdan mucho a
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esos mundos artificiales donde representan la realidad con cartón y corcho. Son lugares llamativos, sin personalidad y recomendables si te gusta el peregrinaje turístico con un aire a lo Justin Bieber. En estas que me dirigí un poco más hacia el este, la otrora tierra peligrosa plagada de delincuencia a la que se está lavando la cara desde años pasados.
Allí se alzan zonas como Shoreditch, Old Street, Brick Lane o Hackney, que atraen hordas de jóvenes a habitar en reconvertidas fábricas y talleres, cercano a la city y un incesante aumento de locales modernos, tiendas de ropa, últimas tendencias y fixies. El incremento del número de jóvenes que
quieren colocar allí su residencia es proporcional al alza de los alquileres de vivienda. No, no encontré el London Underground, aquel era el London más
hipster habido y por haber. Sin una zona específica donde cavar en la materia y encontrar algo de cultura urbana, hui hacia los suburbios en la esperanza de dar con sitios menos comerciales. Anhelaba bares que se salieran de la norma, sin el aire netamente empresarial y perfectamente ordenado que pesa sobre los pubs ingleses. Exploré olvidados barrios de la capital faltos de vida. Aquel Kabul victoriano del que hablé en su día se extendía por todo el oeste de Londres, de East Acton a Harlesden o South Harrow. Nada de underground, incluso de noche te quedas sin el otro underground, pues a las 12 cierra el metro. Había que llamar a otras puertas, reunirse con gente con acceso a lugares secretos
y que permitan de una vez por todas encontrar respuestas a la peculiar agenda oscura. Una fría, muy fría, noche de invierno fui a una fiesta de estudiantes, cerca de
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Hackney, con el colega Guillermo. Era un party privado en una residencia de estudiantes, o algo así. Buscamos el acceso pero no damos con él. Encontramos otra gente, invitada a aquella fiesta que, al igual que nosotros, intentaba dar con la puerta. En un parking descubrimos una puerta escondida, allí, un portero custodiaba el acceso y nos pidió la contraseña; por suerte,
alguno recordaba parte de aquella absurda frase y el amable guardián nos cedió el paso al montacargas; sí, el montacargas para acceder a la fiesta. Bebidas
de
supermercado
tras
la
barra,
DJ
y
chicas
con
ropas
vintage esperaban allí arriba. Sí, ya sé que experiencias underground como ésta las he vivido anteriormente en lugares dispares como Antequera o Verona, pero algo tenía que contar de ese London por el que pasé.
No existe un London Underground a parte del que cierra a media noche y cada fin de semana nos vuelve loco con sus cierres para actualizar el sistema ferroviario de los Tudor. Tal ambiente vive sólo en las personas que desean crearlo. Se pueden vivir muchas experiencias en Londres, tantas como personas curiosas pululan por la urbe, tantas como las habidas en las noches de Archidona o Alpedrete. Al igual que pensé cuando finalicé el Verona Underground, tal idea vive dentro y es creada por las personas que lo siguen, aquellos que influenciados por un pasado diferente intentan contentar a su mente y las historias propias de cada uno. Esto es lo que opino del London Underground, que no está en ningún barrio o tipo de bar determinado. Puede que al final todo en Londres sea
underground, pues es diverso a lo visto antes, y esa novedad y gusto por lo
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desconocido es lo que nos hace seguidores o admiradores de tendencias con las que nos identificamos. No importa, siempre seguirĂŠ buscando sin parar el lado oscuro de la vida, quĂŠ remedio me queda.
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11-04-2014 Capítulo XXVI: BBQ time, la hora de la barbacoa
Cada mes de abril sucede lo mismo: llega la primavera, con
ella el buen
tiempo y los jardines y patios londinenses se llenan con los aromas de salchichas, hamburguesas y filetes a la brasa de las innumerables barbacoas
que aquí y allá se organizan apenas comienzan a despuntar los rayos de sol.
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Es típica la imagen de una Londres lluviosa y cubierta por una espesa cortina de niebla, sin embargo, desde que estoy por aquí sólo la he visto en tres o cuatro ocasiones; es el lugar con menos niebla de todos en los que he vivido. En cuanto a la lluvia, en mi natal Bilbao tal fenómeno era más frecuente que en la capital británica. Como se ve, dos tópicos menos para el London Topics.
Si bien es cierto que los veranos ingleses tienden a ser templados y desagradables, los dos últimos años disfrutamos del cambio climático con estíos más calurosos y soleados, lo que provoca la alegría de carniceros ante la inminente cantidad de barbacoas que se avecina. Cuando se olfatea la hora de las barbacoas, el vestuario veraniego despunta por todos lados: chancletas, camisetas de tirantes y falditas cortas. Apenas se superan los 15 grados de temperatura, la locura aparece y se vive un espíritu
propio de agosto. Es entonces cuando la gente se lanza a la calle, los parques se convierten en infinitos comedores con pícnics multicolores y quien tiene coche abandona la ciudad. La barbacoa es como un ritual, una ceremonia, una obligación cuando vives rodeado por ladrillo en 50 kilómetros a la redonda. La ciudad se extiende durante millas y millas, esto es porque los ingleses son poco amigos de nuestros bloques de pisos como colmenas. Ellos se decantan por el modelo de la Primera Revolución Industrial (donde el país sigue sumergido) donde imperaba la casita de ladrillo y contrachapado, con el jardín en la trasera y la insustituible barbacoa que de abril a septiembre es la protagonista de las
fiestas. El carnicero brasileño del barrio en que viví durante años se frotaba las manos cada domingo que brillaba el sol; no paraba de despachar kilos de picaña y
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otros suculentos bistecs provenientes de su tierra. También los supermercados se hacen partícipes de la fiesta y se lanzan en una guerra por la mejor oferta
en cajas de latas de cerveza. Este tipo de evento es un encuentro social donde reunirse con la gente. Si durante el resto del año el pub concentra el grueso de las relaciones
interpersonales, con la llegada del buen tiempo, la carne a la brasa es el momento elegido por muchos para tratar interesantes temas entre amigos, amores, clientes y personas en general con las que se quiera entablar algún tipo de contacto, sin dejar por ello de acudir al pub de turno. Los fuegos en los parques están prohibidos, tampoco se puede decir que exista una gran red de espacios públicos donde asar salchichas y hamburguesas, pero más de la mitad de los hogares disponen de jardín, el lugar ideal para una barbacoa. Así que, casi todo el mundo tiene al menos un conocido que el domingo organiza una fiesta con carne y cerveza al aire libre.
No importa de qué etnia o continente sean tus vecinos, seguro que el tímido calor primaveral les invita a cumplir con el rito de la parrilla. A todos gusta y también es un modo de integración multicultural, en teoría, pues todos somos muy nuestros. Una gran parte de las parrillas de barbacoa enrroñecen durante el invierno inglés, abandonadas a su mala suerte y sufriendo las inclemencias de lluvia y heladas. Nunca me han gustado las chuletas al grill naranja, al principio pensé que era pintura al minio, en cambio no, una costra de óxido cubría los barrotes que separan la chicha de las llamas del infierno. 99
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Durante los últimos años causan furor las parrillas de un sólo uso, vamos, de usar y tirar. Cómodas, baratas, prácticas y que solucionan la papeleta cuando no tenemos nada más a mano. Consiste en un receptáculo en papel de aluminio que aloja el carbón ya incluido, con una parrilla sobre la que se coloca lo que queramos cocinar y voi-la! Este modelo ya fue probado en nuestra morada anterior, con notable éxito, dentro de lo que cabe. Con todo esto y con los humos que se avecinan por el jardín, apetece apuntarse a la próxima barbacoa en cartel. Hace ya falta estrenar la presente temporada. Si te apetece, después de leer esto, avísame y me presento allí
con cervezas y salchichas. Todo sea por seguir socializando por y con el mundo.
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16-04-2014
Capítulo XXVII: Boozing at work, beber en el trabajo
Si no eres capaz de pillarte un ciego más grande que tu jefe en una cena de trabajo, no tendrás su visto bueno. Si no eres capaz de perder los papeles con la corbata todavía puesta con tus compañeros de departamento, te verán como un bicho raro, un nerd, un geek del que desconfiar y si eres mujer vestirás con total indiscreción diciendo obscenidades delante de los colegas de
la oficina. Esto es Londres y la cultura del alcohol está MUY presente en el mundo empresarial. Bienvenidos a Boozing at work. 101
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Cuando hace unos años aun se podía beber a bordo del transporte público, me quedaba impresionado al ver a esos elegantes ejecutivos apurar sus latas de cerveza barata escandalosamente en el metro. La cultura del alcohol está muy ligada a la vida inglesa, tanto que en cuanto terminan de trabajar van de cabeza al pub, unos con traje de raya diplomática, otros con chaleco reflectante y casco de la obra. Las 5 de la tarde es hora punta en cualquier pub de la ciudad. A las 5 no toman el té, beben cerveza. El té lo toman a todas las horas del día y de la noche. Otro tópico que desmentir. Los pubs cierran a las 11, ¡normal! si empiezan a las 5 de la tarde, luego vuelven a casa a rastras literalmente (ellos) y con los tacones en la mano (ellas). Eficientes como los demás a la hora de ganarse el jornal, o sea,
tampoco ellos dan palo al agua, y a menudo pensando en irse a tomar unas pintas en cuanto suena la campana, así es como son los currantes por aquí. Si en el fondo todos somos iguales, sólo que los ingleses llevan hasta un peligroso extremo eso de las birras y cubatas, y si es a la salida de la oficina y con los compañeros de faenas, mejor que mejor. Muchas compañías organizan encuentros entre sus empleados, con el fin de conocerse en profundidad y estar más compenetrados cuando se trata de conseguir resultados óptimos para el negocio, como era de esperar. La mayoría de estas reuniones extra-trabajo tienen al alcohol como protagonista. Además, acostumbran a organizar 'welcome drinks' y 'leaving drinks' cuando
entras y cuando abandonas tu puesto, momentos que muchos aprovechan para perder el control. Las empresas cuentan con una 'drink card', una tarjeta de crédito usada para
pagar los vinos, cervezas, copas y cócteles de los empleados. Así, la cirrosis se Álvaro Trigueros Gallastegui
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convierte en una de las inversiones de la compañía. No es para tanto, pero sí hay quien abusa de tales mítines y dicha tarjeta queda temblando. Aquí no existe esa aberración de otros lugares a relacionar trabajo y alcohol, más bien, se dan la mano y forma parte de las relaciones interpersonales en la empresa. Y si no bebes ¿quedas excluido? Pues hay bastante respeto hacia
ello. En un lugar tan multicultural es necesario, aunque sí que hay quien te mira mal si rehusas a tu dosis de cubatas o no eres capaz de seguir el alto ritmo de ingesta de la media, acumulando en fila los vasos llenos que los demás van pidiendo para ti. Y ¿qué es lo que se bebe en estas reuniones de oficina? Lo habitual por estas tierras: de todo. Vino (preferentemente rosado o blanco), cerveza lager de importación, sidra, ginebra, vodka, whisky y lo que sea que llegue a los
gaznates. Todo ello en cantidades industriales. ¡Gracias al jefe! Los altos impuestos sobre los productos alcohólicos disparan los precios de las bebidas, por lo que el ofrecimiento de los superiores es más que bienvenido. Todo esto lo agradece el empleado. Todos salen ganando, excepto los hígados. Dichas reuniones, como se ha dicho, fortalecen lazos entre el personal, se crea alma de equipo y se mejora la comunicación entre los diferentes componentes de la empresa. Los trabajadores consiguen beber 'por el morro', lo cual es un gran logro en un país donde el 'bebercio' está tan extendido y las cantidades consumidas por cabeza son abrumadoras.
Imagino que mucho ha de llover en España para llegar al ritmo de los amigos ‘British'. No lo digo por el aguante de los pueblos iberos antes unas copas en el bar de la esquina, que no lo pongo en duda, sino a los tintes que va tomando la situación de la empresa en el país de la piel de toro. Imagino,
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también, que se está a años luz de que imperen tales costumbres. Antes comentaba que entre los amigos locales hay quien abusa y saca ventaja de tales reuniones informales en el pub para pillarse un buen pedal, pero es que en la tierra de la picaresca acabaría por yéndose de madre. No importa si tu jefe no está por la labor e invierte en ti sólo lo necesario en
tenerte esclavizado, pues, por suerte, en el mundo siempre existirán esos a quienes llamamos amigos y no pondrán pegas en ser un fijo en tu alineación ante la barra del bar. Dicho esto, cuéntaselo a tu director, veamos si se anima y nos alegra el día.
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16-05-2014 Capítulo XXVIII: La tierra de las cervezas
Dicen que los ingleses sirven la cerveza caliente. Caliente se me antoja algo difícil, ¿cerveza como sopa? ¿como el café? Todo esto me tenía intrigado hasta que pasé por las calles de Londres. La curiosidad llamaba a mi cabeza y costaba imaginar ese brebaje caliente. ¿Se habrán equivocado? ¿Tomarán la cerveza como el humeante té? Pronto descubrí que no era así, que tal vez está un grado o dos por encima de la nuestra, pero de ahí a decir que la
toman caliente...
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Lo que sí es cierto es que la cerveza inglesa es diferente a nuestra popular rubia. La más bebida tiene un tono que va del dorado al ámbar, con una consistencia más espesa y poco gas, no sale helada como la típica del chiringuito de la playa, pero tampoco caliente, ni siquiera templada, entre fría y templada diría yo. Tampoco sale a presión del grifo, al ser de poca gasificación se debe bombear y la variedad es inmensa. A continuación
describiré un poco algunas características de una de las cosas que mejor hacen por aquí, cuando hablamos de gastronomía se refiere, claro. A pesar de la gran tradición cervecera inglesa, con importantes productores
en la misma Londres, lo que más se consume es lager, la cerveza rubia, casi siempre de exportación, siendo marcas como Stella Artois, Kronenbourg, Foster, Carlsberg o Heineken las más consumidas. Será por cuestiones de modas o tal vez el influjo de la publicidad marca el consumo, lo que es cierto
es que si te pides una ale, verás cómo eres de los pocos del pub con una de ellas en la mano. Si quieres saborear una rubia local no te quedará más remedio que decantarte por una Carling, a no ser que estés en un 'buen' pub que ofrezca lager inglesa de calidad. Aún así, Londres está lleno de pequeños y grandes productores de la bebida de cereal. Muchos cuentan con pubs y locales propios donde tiran pintas ofreciendo los diversos caldos de sus cosechas. No todas son iguales, una amplia gama de cervezas están a disposición de quien quiera, especialmente en los frecuentes beer festivals, ferias donde se puede elegir hasta más de 200 variedades, además de sidras distintas. El universo de las ale Las denominadas ale tienen un sabor afrutado, origen de una rápida fermentación a altas temperaturas, con variedad de levaduras que una vez
consumido todos los azucares suben en lugar de flocular. Este procedimiento Álvaro Trigueros Gallastegui
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es conocido como alta fermentación. El color y la fuerza del producto varía. Los tipos más populares son Bitter, Brown Ale, Pale, Indian Pale o Mild. La graduación alcohólica media es de 4-4.5 grados, aunque también se encuentran por debajo de 3 y casos extremos que alcanzan 11 grados.
La negra se llama Stout Su ejemplo más conocido es el de la irlandesa Guinness, pero en Londres conviven muchas pequeñas cerveceras (micro brewery) creadoras de grandes
stouts. Es negra porque se tuesta la malta con un proceso de alta fermentación. El sabor es dulce, la espuma parece crema y en ella se notan sabores de café, chocolate, banana u otros frutos. Todo un mundo el de las
stout. La graduación media es de 4.5 grados, pero existen exquisiteces que doblan o incluso superan esa cantidad. Los soldados de la India Las tropas británicas destinadas al subcontinente indio durante el siglo XVIII disponían de su propia versión de ale, la conocida como IPA (Indian Pale Ale) se caracteriza por su alto contenido de alcohol y su amargor (¡delicioso!), que consigue un balance perfecto con el dulce caramelizado de maltas especiales. Esta pálida cerveza de fermentación alta suele tener una graduación alcohólica superior al 6% y destaca por su sabor, intensidad, el cuerpo y el aroma. Los soldados de la colonia extrañaban la típica ale de la patria. El largo y
caluroso viaje en velero no era idóneo para la bebida transportada en barriles, demasiado largo y con fuertes oscilaciones térmicas desde que salía de Londres, cruzaba el ecuador, doblaba Buena Esperanza y subía por el Índico hasta los puertos indios. Aquellas gentes no contaban con sistemas de
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refrigeración ni se había descubierto la pasteurización, por lo que una buena dosis de alcohol mantenía los microbios a raya, y el alto contenido de lúpulo prevenía el desarrollo de bacterias. Así nació aquella IPA que seguimos buscando en los grifos de los pubs, con los logos evocadores a los tiempos de la metrópoli en aquellas tierras. Como vemos, son muchos y variados los tipos de cerveza que corre por las barras de Londres, donde los colores, graduación alcohólica, amargor y gama de sabores dan múltiples posibilidades a quien gusta decantar la milenaria
bebida. Podemos decir que la tradición y pasión con la que los maestros cerveceros cuidan sus productos son ya parte del folclore de las islas, y dentro de la estresada ola de modernidad que arrasa la capital del Támesis resiste una vasta red de micro y grandes birrerías que defienden la posición
adelantada de la ciudad en el mapa mundial de la cerveza. Toda esta veneración e historia desencadenan el nacimiento de grupos y asociaciones dedicadas a promover los valores culturales cerveceros, algo que veremos en el siguiente párrafo dedicado a la CAMRA. CAMRA Lo de arriba nace con la sana intención de promover, difundir y proteger una campaña por la ale auténtica: Campaign for Real Ale. Esta asociación nació en 1971 y celebra multitud de festivales por todo el país, verdaderas fiestas de la cerveza. CAMRA concede premios y galardones a las mejores cervezas y pubs,
tanto a nivel nacional como regional. Con su nombre la CAMRA deja claro su deseo de preservar el modelo de elaboración tradicional de la ale. La campaña se sigue con veneración casi
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religiosa por muchos pubs londinenses, siendo su aprobación un auténtico sello de garantía en cuanto a este líquido se refiere. Al igual que en países como España o Italia se vive toda una cultura en torno al vino, los ingleses dedican su atención a las cervezas, siendo verdaderos expertos creando diversos brebajes de cebada. Así, cada uno se dedica a lo suyo, lo que se le da bien y es natural en su tierra. Tan preciadas son estas cervezas artesanas, que a ciertos pubs acuden clientes cargados con su tetrabrik de casa, para que se lo rellenen en el grifo con la ale de su elección. Cultura y tradición nos han acompañado en este
London Topics, un poco separado por el tiempo de la anterior edición, debido a los absorbentes quehaceres cotidianos de esta nuestra vida. Con un poco de suerte, hasta la semana que viene.
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31-07-2014
Capítulo XXIX: Park games Cuando llega el buen tiempo a Londres, los parques se convierten en un
hervidero de londinenses que pululan como si fueran hormigas ansiosas por transportar su miguita, pero ellos por ponerse un rato al sol. Dedican su tiempo a los park games, juegos en el parque o la cancha improvisada donde cada domingo acudir con los palos del críquet, las raquetas de bádminton, el
frisbee o la siempre socorrida pelota de fútbol. Da gusto ver a la gente haciendo deporte, relajarse al aire libre, quemando toxinas y generando endorfinas, y más si el show tiene lugar en una megá
polis estresada como viene a ser Londres. En ocasiones cuesta encontrar un espacio libre en el césped, bueno, esto último depende de en qué parte de la urbe te muevas, pues las hectáreas de parque parecen infinitas, sólo que la masificación y afluencia a las praderías centrales es digna de un colorido parque de atracciones. Los parques, sobre todo con tiempo benigno, son los puntos escogidos por la mayoría. La playa, que es otro posible destino, no es que quede demasiado lejos, alrededor de una hora en coche, pero las carreteras, congestionadas hasta la saciedad con el brillo de Lorenzo, hacen que tal empresa se convierta en todo un acto de locura mayúscula. Así, no sólo de juegos de parque se llena el parque, muchos acuden a correr, presos en esa fiebre mundial que ha hecho aumentar el negocio del running como la espuma, propiciando que los fabricantes de zapatillas deportivas se
froten las manos, o ¿debería decir las plantas de los pies? Álvaro Trigueros Gallastegui
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Los deportes favoritos Muchas son las gentes que copan la ciudad y muchos, y variados, los deportes de parque ¿El más visto? Depende de por donde te muevas. Podemos decir que el críquet, si en tu barrio abunda la población del subcontinente indio.
También el bádminton, fácil, asequible y para toda la familia. Lo malo de éste es que el fuerte viento que acostumbra a asolar las islas molesta hasta el punto de poner al ligero volante en órbita.
Igual se puede decir del frisbee. La ligereza del plato de plástico favorece que tome el rumbo deseado por Eolo. Pero, no importa, siempre hay quien lo practique en las perennes campas de los parques.
El fútbol El partidito de fútbol en el parque es también un clásico. Los hay para diferentes niveles y edades, desde la pachanga de amiguetes con la clásica portería a base de jerséis y mochilas, a las liguillas 'semi profesionales' de los domingos con uniformes, arbitro, marcadores y porterías reales. Inglaterra es la madre del fútbol, y de ahí el equipamiento 'brutal' de la mayoría de parques. Algunos parques cuentan con diez campos de fútbol con medidas reglamentarias, y más, con su césped bien cuidado, que ya quisieran para sí muchos clubs profesionales. Por lo tanto, si amante del fútbol eres, el campo
no te faltará. Los jugadores son tan dispares como habitantes tienen las calles de la ciudad. Es fácil encontrar grupos de ingleses blancos, ingleses negros, africanos,
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árabes, asiáticos. Como intenta promover la FIFA, el fútbol no tiene fronteras, más allá de las del dinero. A veces es posible jugar un 'mini-mundial' en uno de tales parques, dada la alta concentración de nacionalidades en torno a un balón ¿En qué otro lugar podrías ver un Bangladesh-Polonia, o un Uzbequistán-Albania?
El fútbol es el deporte rey, pero la organización de los parques no está al alcance de todos. Alquilar un campo durante una hora costaba desde un mínimo de 50 libras, hace unos años, así que las múltiples cuadrillas de amigos se conforman con los laterales fuera de esos céspedes. Una estampa típica del parque inglés es la de los campos con líneas marcadas y porterías montadas completamente vacíos, mientras que, a su alrededor, en zonas menos preparadas, se concentra una muchedumbre que corre tras el
esférico de cuero. Rugby No hemos hablado todavía del rugby, otro de los divertimentos nacionales, si bien el fútbol es el rey, igual que en el continente. El rugby también cuenta con serias instalaciones en los parques, en forma de enormes 'H' que hacen de metas, pero su demanda es todavía menor que las del fútbol. Tal vez en los barrios ricos y refinados de la capital sí funciona la modalidad de alquilar un pedazo de parque, pero en los inmensos suburbios donde se aglutina la clase media, las cosas no son así. Raramente se llegan a ocupar.
Tenis Olvidaba el tenis, otra de las estrellas de los parques. La ciudad que alberga el torneo de Wimbledon promueve el tenis de base de forma notable. La mayoría de parques cuenta con canchas, en el de mi barrio son hasta cinco
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las que aparecen alineadas, y los fines de semana hay que hacer cola para jugar. Son gratuitas y de libre acceso, y los sábados por la mañana dan clases gratis, ¿qué más quieres? Con todo el panorama aquí descrito, vemos que es fácil ponerse en forma viviendo en la mega urbe londinense. El número de metros cuadrados verdes
en comparación a lo construido es bastante alto y eso contribuye sobremanera a que cualquiera tenga un espacio cercano a casa donde practicar ejercicio físico, ya sea park, common, garden o forest. ¡Todos al parque!
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Álvaro Trigueros Gallastegui
London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres
25-10-2014 Capítulo XXX: Corriendo al trabajo También se podría titular Cómo las empresas potencian el ejercicio físico entre
sus empleados, pues cierto es que en Reino Unido se facilita que los currantes utilicen la bicicleta para acudir a sus centros de trabajo, o incluso corriendo a pie, en detrimento del coche y el transporte público. De lo atléticos que son algunos empleados británicos es de lo que hablaremos en este London Topics.
El otro día nos sorprendíamos al oír las noticias provenientes de Francia, donde pretenden que las empresas paguen a los empleados que acudan al trabajo en bicicleta 15 céntimos por kilómetro recorrido. No está mal. Recuerdo en mis tiempos de supermercado que pedaleaba unos 20 kilómetros
diarios ida y vuelta, lo que me hubiera supuesto quince euros extras semanales en la Galia actual. Volviendo a Londres, aquí son legiones los que eluden el transporte público y se decantan por las dos ruedas sin motor, a pesar de los inconvenientes que presenta la gran ciudad en forma de distancia, tráfico masivo y conducción paranoica por parte de muchos vehículos a motor. No sólo en bici, sino que también hay quien se calza las zapatillas de correr y las mallas con la mochila a la espalda y se pega su carrerita hasta la oficina. Así, entre ciclistas y runners son legión los que cada mañana aprovechan el
rato de acudir a su empleo para practicar deporte, además de ahorrarse tiempo y libras. Mención aparte merecen los que pasan la pausa del trabajo corriendo por las calles de la City, para después comerse un sandwich sentados en su mesa frente al ordenador mientras reprenden la jornada
laboral. Álvaro Trigueros Gallastegui
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La empresa media esta sensibilizada con esta forma de transporte y a menudo se facilita que los empleados acudan en bicicleta al trabajo, en muchos sitios existen duchas disponibles para la plantilla, de forma que estén presentables a la hora de comenzar su tarea. No sólo existe la posibilidad de aparcar la bicicleta en la calle, lo cual nunca
deja de ser peligroso, sino que cuando una compañía tiene un tamaño, digamos grande, los empleados tienen a su disposición espacio para dejar la bici dentro de las dependencias, que puede ser en el aparcamiento de la empresa, una jaula especialmente diseñada para albergar bicicletas o
simplemente un cuarto dentro de las instalaciones donde están más seguras y protegidas que en la calle. La empresa no es la única que cuida y apoya a sus empleados que desean
acudir al trabajo en bici, existen programas del gobierno por los que se descuenta el IVA de la bicicleta cuando se adquiere ésta en un negocio que comparte el mismo esquema de devolución de impuestos que la empresa. Todo esto son ventajas que muchos aprovechan, a pesar de las inclemencias del tiempo y el peligroso tráfico que cada año se cobra varias víctimas en las calles londinenses. Tal vez en España somos más de 'a ver quién es el más chulo yendo a la ofi' o el '¿yo? ¿pa' qué voy a sudar yendo al trabajo? ¡Quita, quita!' Los británicos tienen menos sentido del ridículo, son prácticos y llegan a la oficina sucios y
sudorosos, por el bien de su estado físico y el bolsillo. ¿Y todo el humo y contaminación que tragas? Bueno, en todo caso somos unos amantes de la auto contaminación que viven en ciudades pluri
Álvaro Trigueros Gallastegui
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polucionadas. En fin, os animo a ir en bici al trabajo. Y aquĂ abajo unas cuantas webs sobre este tema de que la empresa pague el IVA de tu bici: http://www.cyclescheme.co.uk/ http://www.cycle2work.info/
http://www.bike2workscheme.co.uk/ Y el sitio del gobierno sobre esto https://www.gov.uk/government/publications/cycle-to-work-scheme-
implementation-guidance
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Ă lvaro Trigueros Gallastegui
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07-11-2014 Capítulo XXXI: London for free
Bueno, no tan free, eso es inadmisible en Capitalism land, pero intentaremos aproximarnos, sin pasarnos, a lo que nos ofrece la ciudad sin necesidad de desangrar excesivamente el bolsillo. Sobre cómo dar con los sitios más económicos en la ciudad del Támesis es sobre lo que irá este London Topics,
el número 31 de la serie. Cabe decir que pensaba poner punto y final a esta saga hace ya dos números, en cambio, ya ves, seguimos incomodando. 117
Álvaro Trigueros Gallastegui
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¿Estás harto de esas guías que enumeran los 10 mejores pubs de Londres, los mejores parques, hoteles o chiringuitos para comer fish & chips? Yo también. A menudo tienen en mente un público adinerado al que lo que menos preocupa son los ceros que tenga la cuenta al pagar. Pero para ti, que te rascas los descosidos de los bolsillos en busca de sucias libras, será más apta la guía Alvariana del London for free, bueno, o no tanto. El viaje Lo primero es llegar a Londres, para ello lo más sencillo y económico es buscar un vuelo desde la península. Tú que buscas un viaje barato evitarás la
agencia de viajes y expondrás a tu cutre tarjeta bancaria (obviamente no Black Card) a los abusos y desmanes de la red. En Internet existen muchísimas webs donde buscar vuelos: rumbo.es, skyscanner.net, edreams.es o atrapalo.com son algunos ejemplos. También puedes buscar en las compañías de bajo coste que unen España con Londres, como Ryanair, Monarch, Easyjet, Aer Lingus, Norwegian, o Vueling. Por entre 50 y 70 euros podrás viajar, quitando fechas señaladas (Navidad, festivos) y comprándolo con dos meses de antelación, menos que de tu ciudad a Madrid. Alojamiento Una vez llegado a la ciudad el siguiente problema es el de la cama. De antemano, que sepas que la oferta es cara y cutre, así que busca lo más barato. Los alojamientos se buscan siguiendo la misma tónica descrita que
para los vuelos, a través de sitios de Internet como hostelworld, booking... Algo que también se lleva es alquilar una habitación en una casa compartida por días, semanas, de alguien que va de vacaciones a su país o similar
(gumtree.com). Algo que también se lleva es dormir en el sofá de un Álvaro Trigueros Gallastegui
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desconocido, en ocasiones gratis. Para esto último busca en couchsurfing.org Bueno, bueno. Esto ya va tomando aires de guía tradicional de viajes con los consejillos y demás. Cambiemos de tercio. ¿Tienes hambre? La hora de la comida es uno de los momentos más peliagudos en Londres. Si
bien es cierto que hoy en día encuentras de todo y más, no es de recibo pagar por un plato cuatro veces más de lo que cuesta en el lugar de origen. Ante todo prima el fast food y la comida precocinada y congelada en los restaurantes turísticos de nivel medio, caso de la multitud de franquicias
"italianas" existentes. Si quieres comida británica por precios de risa tienes Wetherspoon a tu alcance, una cadena de pubs típicos ingleses que salpican las calles
londinenses y de otras muchas poblaciones del país. Echa un vistazo a su web para ver donde hay alguno que te sea conveniente. El precio de una pinta de cerveza está entre dos y tres libras, frente a las cuatro o cinco que cuesta en un local convencional. Un buen plato de comida con su pinta de cerveza cuesta entre seis y siete libras, lo que es súper competitivo para ser Londres, donde es fácil dejarse 20 libras por cabeza y comer mal. La cadena O'Neill's, más internacional que la anterior, tiene una política de precios similar. La hora del café
Si quieres café, por favor, evita Starbucks, Costa y Caffe Nero, las franquicias del café de broma. Vuelve al Wetherspoon y pídete un auténtico Lavazza (1,15£), más calidad y mitad de precio que en cualquier cafetería de la ciudad. Una vez más, Wetherspoon vuelve a ser la opción ideal si no eres de los que
gastan sin pensar. Álvaro Trigueros Gallastegui
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Pero tú quieres un café más barato aún. Sí, existe. Sacándote la tarjeta del supermercado
Waitrose,
completamente
gratis,
podrás
tomarte
un
cappuccino, latte o espresso al día en uno de sus establecimientos. No es necesario realizar compra alguna para calentarte con tu vaso de café. Un chollo. Ya lo sabes. Visita la página web de Waitrose para conseguir tu tarjeta. No es publicidad gratuita lo que hago con este "caro" supermercado, sino que
te ofrezco consejos gratuitos a ti, como gesto de la buena persona que puedo llegar a ser. Viaje en bici por dos libras al día
Parece que los señores dirigentes del servicio de bicis compartidas de Londres, popularizadas por el alcalde de la ciudad Boris Johnson, y llamadas 'Boris Bikes', se han bajado de la parra y abren las posibilidades a las clases populares para disfrutar de susodichos velocípedos. Ahora por dos libras puedes usar estas bicicletas durante 24 horas, siempre que tus viajes duren menos de media hora y devuelvas la bici en una de las estaciones. Posteriormente puedes tomar las bicis que quieras durante las 24 horas de validez del ticket. Recuerda, no pases de media hora con una bici o tendrás que pagar un recargo. Como ya se ha dicho anteriormente en este blog, circular en bicicleta por Londres tiene sus riesgos. El tráfico rodado es inmenso y veloz, los carriles bici brillan por su ausencia en la mayoría de zonas, no se facilita el uso de bicis en los parques y los continentales debemos dar la vuelta al cerebro para
acostumbrarnos al tráfico inverso de los británicos. Los museos siguen siendo gratis No todos, pero muchos y muy importantes museos londinenses no cobran
entrada, haciendo así las delicias de los amantes del arte y la historia que Álvaro Trigueros Gallastegui
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hacia allí quieran dirigirse. El British Museum, la National Gallery, la Tate Modern Gallery, la Tate Britain, Museo de la Ciencia o de Historia Natural son algunas de estas espléndidos instalaciones que podrás visitar completamente gratis. Two for one
Las entradas para monumentos (20 libras) o viajes en tren en el Reino Unido suelen tener unos precios, digamos que, absurdos. Brutalmente caros y pensados para personas con sueldos de 4.000 euros mensuales, o sea, no para mí. Pero si buscas, quitas piedras y tropiezas con la letra pequeña,
encontrarás que en ocasiones efectúan el 2x1. Paga uno y entran dos, o viajan dos y pagas uno. Si deseas visitar atracciones turísticas en el área metropolitana de Londres,
existe el programa
Two For One, si viajas en tren hacia el lugar que
pretendes visitar, no vale el metro (underground-overground). Con tal programa pagas la entrada de una persona y entran dos, si presentas el billete de tren de ambos. En cuanto a los trenes y sus precios de AVE por una cafetera de cercanías, si viajas en grupo de cuatro, pagas la mitad, en la mayoría de trayectos, así que tenlo en cuenta. Nunca he tenido las ganas ni la intención de mostrar aquí una guía sobre Londres o algo similar, para tal fin existen cientos de publicaciones variadas.
Lo que habéis visto son las experiencias de alguien acostumbrado a vivir en la ciudad del Támesis por poco dinero, algo que a menudo olvidan la mayoría de manuales para turistas y viajeros. 121
Álvaro Trigueros Gallastegui
London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres ÂżQuieres las direcciones de Internet para acceder a todo esto? No te lo voy a
poner a huevo. Usa un poco tus dotes de buscador e investigador. Piensa un poco.
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Ă lvaro Trigueros Gallastegui
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14-11-2014 Capítulo XXXII: El reino de los prácticos En Reino Unido el gasto público no es excesivo, así el dinero llega para más. Por lo menos el ciudadano medio no nota la inversión. Una nación como ésta
donde el liberalismo económico campa por sus anchas, amparado por un alto consumismo y ser uno de los centros neurálgicos del tráfico del comercio global, solidifican la economía nacional. Gracias a ella los directivos de compañías reciben salarios paradisiacos, al igual que muchos de sus altos
mandos y algunos de los intermedios. Girando en torno a la cuestión de dónde va el dinero que el ciudadano entrega en modo de tasas tratará este London Topics.
Para que unos ganen mucho dinero, hablando claro, otros tienen que verlo de lejos, olerlo y conformarse con lo que consiguen para su supervivencia. No hablo de que los banqueros de Londres sobreviven gracias a trabajadores de Bangladesh, sino que lo propios súbditos del Reino Unido sufren la inclemencia de un sistema desigualitario. No nos engañemos, el salario medio británico no es más elevado que en el resto de la Unión Europea, el precio de la vida es mucho mayor y las condiciones laborales pueden ser denigrantes. ¡Ay si lo vieran aquellos luchadores sindicalistas de los años 70! El reino de los prácticos es el título de este London Topics, porque mientras en España
estamos
henchidos
de
orgullo
por
una
red
de
carreteras
estratosféricas, calles asfaltadas, aceras repavimentadas a cada suspiro, líneas de trenes de alta velocidad por doquier y una asistencia sanitaria que te cuida, Reino Unido, pero sobre todo la masificada y absurdamente descomunal Londres eligen el método de "para qué cambiarlo si funciona
bien". Álvaro Trigueros Gallastegui
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Así, los vagones de tren, estaciones, carreteras, limpieza de calles y otros servicios públicos, que a menudo demandamos reluzcan y se presenten en perfecto orden de revista, en Londres malviven y resisten cual soldado en trinchera parapetado bajo el fuego enemigo, hasta que no queda más remedio que salir del refugio, y en el caso de la ciudad renovar el sistema de alcantarillado victoriano, del que se muestran orgullosos. Darse un paseo por Londres con un ingeniero o arquitecto español, o un electricista italiano (que también lo he hecho) es recibir una inacabable clase de cómo no se deben hacer las cosas, de cómo en España o Italia irías a la
cárcel y aquí es el pan suyo de cada día, pero es que también me lo tengo que tragar. Y diréis, ¿en qué se gastan los ingleses el dinero? ¿No es un uno de los países
con el bienestar más elevado? Bueno, cuando eres rico y lo tienes todo, te da igual el bienestar de la comunidad. Si eres millonario seguro que te encuentras a gusto tanto en Londres, como Madrid, Antananarivo o Uagadugú. Mucho se habla, o hablaba, de las ayudas sociales a familias con hijos, desempleados. Hoy en día obtienes poco más que una cuchara para que vayas a pedir a los comedores sociales. Los subsidios por desempleo son ridículos. Pero, bien es cierto, que familias enteras de veinteañeros con cuatro o cinco hijos recibían vivienda y manutención del gobierno, en una operación de buena imagen de los distintos gobiernos británicos. 2014, con la eclosión migratoria que empuja a gentes de todos los continentes a buscarse un porvenir en la ciudad del Támesis, los recursos dedicados a intentar balancear la balanza del capitalismo han menguado o desaparecido.
Álvaro Trigueros Gallastegui
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Tal vez la culpa es nuestra, que en España se limpian las calles a diario, que la basura es retirada a diario y no cada siete días, que cuando un cable eléctrico está pelado y dando chispazos se arregla, que cuando un tren es demasiado viejo para circular y transportar personas se sustituye y no se sube el precio del billete hasta límites absurdos, a cambio de seguir viajando en esos vagones que se caen de viejos. Seguro que si hay crisis y las cosas van mal en nuestro país es por culpa de ponerlo bonito, de plantar árboles nuevos en la misma calle año tras año, de despilfarrar en ser los más elegantes y con servicios sanitarios que curan.
Habrá que aprender de los británicos, hacerse práctico, espartano y sobrevivir bajo la herrumbre. Eso sí, si eres directivo de empresa tienes tus métodos para huir de esa degeneración dejada a los súbditos más parias.
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Álvaro Trigueros Gallastegui
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19-11-2014
Capítulo XXXIII: Menos bares que en toda Noruega Joaquín Sabina decía que "sólo en Antón Martín hay más bares que en toda
Noruega", haciendo referencia a la juerga padre que se vive en Iberia, al gusto de los latinos por salir, trasnochar y divertirse hasta las tantas. Londres debe ser un caso similar al de Noruega. No he estado en el país escandinavo, pero la proporción de locales existentes respecto al número de habitantes y visitantes de la capital británica, la escasa variedad y las ilusiones que se hace uno al sentir '¡Londres!', cual si fiera la ciudad del desenfrene; hacen que, me temo mucho, lo visto aquí se asemeje a una aldea vikinga.
Marca de la casa, este vuestro escriba particular pasa a narrar lo visto y vivido en la ciudad de Londres, haya por la plena crisis que aconteció a nuestra inmunda humanidad en los buenos años de nuestro señor de la recesión económica. He aquí un nuevo London Topics. Menos bares que en toda Noruega, tal vez sea exagerado, pero visto lo visto y bebido lo bebido, la estructura, formato y naturaleza de esos lugares a los que acudimos con la insana intención de castigar un poco el hígado, a cambio de ingentes cantidades de diversión y felicidad social, es bastante dispar si lo comparamos con el caso español. El famoso pub inglés, ese local victoriano, eduardiano o tudoriano que se caracteriza por su decoración clásica, maderas nobles (también innobles), sillones de cuero, moquetas que supuran cerveza y paredes empapeladas en tonos verdes y rojos sacadas de una pesadilla kafkiana es lo que nos
Álvaro Trigueros Gallastegui
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encontramos día a día. El turista, el recién llegado los adora, yo también los adoro siete años después de vicisitudes. Lo que lamento es la escasa variedad de locales, la falta de estilos. Lo dicho arriba también tiene su lado positivo, casi en cualquier pub es posible encontrar todos los tipos de clientes imaginables. Si bien en España podemos
dividir entre bares de tapas, aperitivos, de noche, de copas, disco-pubs, bar de abuelos, de viejos, de moda, de niñatos, de treintañeros y otras modalidades que se te ocurran o haya en tu aldea (no vikinga), Londres reúne todos esos géneros bajo un mismo techo. ¿No es fantástico asistir a un
completo zoo humano entre cuatro paredes que atrapan los vapores del alcohol? A veces esta atmósfera resulta entretenida, no siempre, también cansa la
monotonía y en cada ocasión apetece un ambiente diverso, pero en Londres es difícil tarea encontrar algo así. La cuestión económica entra también en juego. Mientras que los súbditos del Reino de España pueden elegir entre una variedad de precios que abarca casi todos los bolsillos, en el caso de las calles londinenses se paga tarifa plana en los bares, con sólo dos rangos de precio: caro o muy caro. Mención aparte merecen los Wetherspoon de los que ya hemos hablado en otras ocasiones en estas páginas, considerados por los hipsters más elitistas como 'bares cutres de viejos'. Sin embargo, esos bares cutres de viejos cuentan con la mejor y más extensa carta de cervezas disponible, que lo sepas. La distribución difiere a la de mi país de origen, si allí en cualquier calle, barrio o pueblo encontramos la variedad de bares, señalada antes, destinada a múltiples públicos o momentos del día, los ingleses tienen lo que ellos
Álvaro Trigueros Gallastegui
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denominan como local pub, local porque es el que tienen cerca, para el siguiente tienes que coger el autobús o caminar media hora entre la niebla hasta llegar, no como en ese país del que procedo donde se alinean como fusileros unos después de otros en casi todas las calles, barrios o pueblos. Los guetos afortunados también existen, allá donde la proporción de bares
por calle es mayor, caso de Soho, Camden, Clapham o Shoreditch. Pero en el resto de la ciudad, donde 16 millones de humanos se extienden en 45 kilómetros de cemento, te tocará caminar media hora entre la neblina cuando quieras cambiar tu local por el más vecino.
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Álvaro Trigueros Gallastegui
London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres 27-11-2014
LONDON TOPICS XXXIV: El día de las amapolas
El recientemente clausurado mes de noviembre cuenta con varios hechos destacados en Londres, los fuegos de Diwali y Bonfire Night no paran de atronar y llenar el aire de pólvora durante días. Tres o cuatro semanas (también alguna más) de petardos y fuegos artificiales en las que muchos londinenses lucen orgullosos una amapola roja de plástico en la solapa. Sobre
esto último tratará el London Topics que tienes a la vista, the poppy...
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Álvaro Trigueros Gallastegui
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La razón de tocarse camisa, chaqueta o jersey con la amapola roja es mantener el recuerdo de los británicos caídos durante la I Guerra Mundial, que no fueron pocos. Como suele ocurrir en estos episodios de barbarie, casi todo ciudadano tiene algún ser querido o conoce alguien que cayó en ese descomunal ejercicio de violencia.
Un ejército de voluntarios recorre calles y avenidas ofreciendo las flores a los pasantes, a cambio de un donativo destinado a excombatientes. El Día del Recuerdo, Día de la Amapola, Día del Armisticio o Día de los
Veteranos tiene lugar cada 11 de noviembre. Es una fecha muy señalada en el Reino Unido. Se celebra desde 1921 y conmemora a los soldados caídos en la Primera Guerra Mundial. Está inspirada por un poema de la Gran Guerra titulado "In Flanders Fields" (En los campos de Flandes). Fue usada por primera vez por la Legión Americana para conmemorar a los estadounidenses fallecidos en el conflicto entre 1914 y 1918. Diferentes grupos de veteranos de naciones combatientes del antiguo Imperio Británico, como Reino Unido, Canadá, Australia o Nueva Zelanda adoptaron la tradición. Hoy en día se usa principalmente en Reino Unido y miembros de la Commonwealth para recordar a sus tropas caídas desde 1914. Quien se ocupa de distribuirlas es la Royal British Legion, a cambio de donaciones que van destinadas a los veteranos de las fuerza armadas. Cualquier británico que se precie y quiera prestar respeto a su patria no evita
llevar el 'poppy' (amapola). También entre ellos hay quien lo define como 'poppy fascism', pues se emplea para glorificar las guerras actuales, es decir, los asesinatos de niños y violaciones de mujeres. 130
Álvaro Trigueros Gallastegui
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En Irlanda del Norte también es una cuestión delicada. Los nacionalistas y católicos la rechazan, debido a los problemas ocasionados por la ocupación militar del ejército británico en la región del Ulster. La amapola blanca La amapola blanca es usada por algunos como símbolo de pacifismo, en
oposición a la amapola roja. El gremio de mujeres cooperativistas británicas introdujo esta costumbre en 1933. Conflicto diplomático
En 2010 el Día del Recuerdo le pilló al premier David Cameron de viaje oficial en Pekín. Las autoridades chinas le solicitaron que se retirara la amapola roja de la solapa, ya que resultaba ofensiva por su asociación con las guerras anglo-chinas del opio en el siglo XIX, que permitió a los británicos hacerse con
el control del tráfico de la droga. También en el año 2010, la ceremonia del Día del Recuerdo fue interrumpida por miembros de Muslims Against Crusades (Musulmanes Contra las Cruzadas), quienes protestaban por las operaciones del ejército británico en Afganistán e Irak. Durante los dos minutos de silencio en recuerdo a los militares caídos se dedicaron a quemar amapolas gigantes y a gritar "los soldados británicos arden en el infierno". Durante los últimos años se han producido arrestos en Reino Unido por quemar
amapolas
conmemorativas,
como
el
caso
de
dos
jóvenes
norirlandeses que 'postearon' en Facebook una foto suya dando fuego a la citada flor. 131
Álvaro Trigueros Gallastegui
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Aquí son muchos los que siguen la tradición año tras año, como muestra de solidaridad, recuerdo y patriotismo, incluso adornan monumentos con coronas de amapolas de plástico, los coches y ventanas de casa; parece casi como cuando juega la selección nacional. En varias ocasiones me han ofrecido ponerme la amapola, pero me niego. Las
celebraciones o conmemoraciones relacionadas de cierta manera con el poder militar y que contribuyen a su recuerdo o permanencia no me parecen éticos con mi conciencia antibelicista, pacifista y defensora del desarme mundial, favorable a políticas que proclamen la destrucción de todos los arsenales. Sé
que es una cuestión utópica, pero hay que intentarlo, ¿no?, o por lo menos mostrar mi descontento con las armas mata hombres. Diréis que estoy loco, razón no os falta, que si licenciamos a los soldados,
mañana Marruecos nos invade, pues será porque nos lo merecemos, porque llevamos más de un milenio a palos con los vecinos. Diréis que soy enemigo a la patria, que no defiendo lo mío. Me da igual, la patria me pervirtió, el Estado se corrompió y el país se fue a la mierda. Mi florecita y mi medallita van destinadas a esos niños muertos o que viven la tortura en todas las guerras, violencia que se legitima por ser una guerra legal ante el amparo internacional. La guerra es sólo ese periodo de locura humana en que se asesina y con pedir perdón nos sentimos exentos de toda culpa al cometer los crímenes más atroces. Por ello, todas las guerras, y aquellas que sostiene la OTAN o legitima la ONU con más motivo aun, pues ellas son las
mayores responsables políticas de nuestra sociedad. ¿Cómo es posible que en nuestro cochino mundo tengan cabida esas guerras crueles, que desangran a la infancia y violan a las mujeres por ser una
Álvaro Trigueros Gallastegui
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mezquina 'ley de guerra' que se respeta más que a todos los sacramentos? Por eso, porque vivimos en un cochino mundo. Di no a las armas, di no a las guerras, di no a los soldados. Podemos cambiar el mundo para que sea más justo y pacífico. También en el año 2010, la ceremonia del Día del Recuerdo fue interrumpida
por miembros de Muslims Against Crusades (Musulmanes Contra las Cruzadas), quienes protestaban por las operaciones del ejército británico en Afganistán e Irak. Durante los dos minutos de silencio en recuerdo a los militares caídos se dedicaron a quemar amapolas gigantes y a gritar "los
soldados británicos arden en el infierno". Durante los últimos años se han producido arrestos en Reino Unido por quemar
amapolas
conmemorativas,
como
el
caso
de
dos
jóvenes
norirlandeses que 'postearon' en Facebook una foto suya dando fuego a la citada flor. Aquí son muchos los que siguen la tradición año tras año, como muestra de solidaridad, recuerdo y patriotismo, incluso adornan monumentos con coronas de amapolas de plástico, los coches y ventanas de casa; parece casi como cuando juega la selección nacional. En varias ocasiones me han ofrecido ponerme la amapola, pero me niego. Las celebraciones o conmemoraciones relacionadas de cierta manera con el poder militar y que contribuyen a su recuerdo o permanencia no me parecen éticos
con mi conciencia antibelicista, pacifista y defensora del desarme mundial, favorable a políticas que proclamen la destrucción de todos los arsenales. Sé que es una cuestión utópica, pero hay que intentarlo, ¿no?, o por lo menos mostrar mi descontento con las armas mata hombres.
Álvaro Trigueros Gallastegui
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Diréis que estoy loco, razón no os falta, que si licenciamos a los soldados, mañana Marruecos nos invade, pues será porque nos lo merecemos, porque llevamos más de un milenio a palos con los vecinos. Diréis que soy enemigo a la patria, que no defiendo lo mío. Me da igual, la patria me pervirtió, el Estado se corrompió y el país se fue a la mierda.
Mi florecita y mi medallita van destinadas a esos niños muertos o que viven la tortura en todas las guerras, violencia que se legitima por ser una guerra legal ante el amparo internacional. La guerra es sólo ese periodo de locura humana en que se asesina y con pedir perdón nos sentimos exentos de toda culpa al
cometer los crímenes más atroces. Por ello, todas las guerras, y aquellas que sostiene la OTAN o legitima la ONU con más motivo aun, pues ellas son las mayores responsables políticas de nuestra sociedad.
¿Cómo es posible que en nuestro cochino mundo tengan cabida esas guerras crueles, que desangran a la infancia y violan a las mujeres por ser una mezquina 'ley de guerra' que se respeta más que a todos los sacramentos? Por eso, porque vivimos en un cochino mundo. Di no a las armas, di no a las guerras, di no a los soldados. Podemos cambiar el mundo para que sea más justo y pacífico.
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Álvaro Trigueros Gallastegui
London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres 01-12-2014
LONDON TOPICS XXXV: Las invasiones bárbaras
Los romanos construyeron el Muro de Adriano para aislarles, el Canal de la Mancha cumplía la misma tarea cuando se les dejó toda la isla para ellos solos, viviendo aparte de Europa, viviendo en su mundo, quedando así la Vieja Europa a salvo de las invasiones bárbaras. Cada uno fue evolucionando en su dirección, cada uno conduciendo la vida por su lado de la calzada, midiéndose y pesándose de distinta manera, limpiándose unos y no los otros. Hasta hoy en día nos llegan esos vestigios sucios de la época de los bárbaros, de las tribus que poblaban la isla, que luego formaron reinos y en 2014
dirigen las finanzas mundiales. Sí, un London Topics más que habla de la vida en la ciudad, de cómo los ingleses han modificado sus costumbres "poco refinadas" gracias al impulso obtenido tras la industrialización y el colonialismo. Los nuevos bárbaros visten elegante (pero soso), almuerzan con un capuchino en vaso de papel y pierden el decoro ante unas pintas de cerveza. Fijarse en la gente hace que entiendas su manera de hacer las cosas, por qué actúan así; y te das cuenta que en algunos aspectos somos todos iguales, pero que en otros pueden llegar a ser más raros que un perro verde. Dicen que el porque de tanto orden, reglas y precisión de los británicos se debe a que, ante esta falta de disciplina, sale a relucir lo más bárbaro de su cultura, su ancestral grito de guerra, pie descalzo y estómagos destrozados por ingestas masivas de alcohol. ¿Creéis que soy exagerado? Después de lo
que he visto por estas tierras, de vivir con ingleses y ver escenas jamás Álvaro Trigueros Gallastegui
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London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres
imaginadas, tengo motivos para saber lo que digo. Sí, algunas normas las siguen muy a rajatabla dentro de su código ético particular, pero es que ellos deben pensar lo mismo de nosotros, esos bárbaros del sur, conocidos como PIGS (Portuguese, Italian, Greek, Spanish) amantes del ajo y la juerga, con economías que se van al garete ante nuestra
falta de conciencia y seriedad laboral. Lo mismo que pensamos nosotros cuando hablan a gritos en la oficina mientras se comunican con palabrotas. Qué decir del comportamiento del londinense tipo en casa, donde una capa de
costra aumenta ante su negación a los hábitos de limpieza, donde caminar descalzo sobre colillas y comida derramada semanas atrás están a la orden del día, donde cada vez que mis compañeros de piso ingleses pasan por la cocina queda ésta como una zona catastrófica nuclear. No es ni uno ni dos ni tres, sino TODOS los ingleses con los que he convivido durante este tiempo. No digo que todos sean unos guarros, que seguro ocurre como con las meigas, pero la media-media cuida (en parte) su imagen personal y suspende con muy deficiente de puertas para adentro. La gente se escandaliza al leer aquellos documentos del Edimburgo de la Edad Media, donde sus habitantes moraban 'literalmente' entre basuras y excrementos. Salvando distancias y siglos, el Londres del 2014 no es que sea tan diferente, hablando en términos comparativos. Si evitamos los barrios ricos de la clase alta, gran parte de la ciudad desconoce eso que nosotros
llamamos limpieza pública, pues amparados en las frías temperaturas, lluvia y molesto viento reinante, las autoridades londinenses dejan por los suelos, nunca mejor dicho, la tarea de sanitizar la vía pública. Menos mal que el 136
fuerte aire se lleva los olores.
Álvaro Trigueros Gallastegui
London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres
Sí, son los males de la gran ciudad, pero es que... tiene delito lo que aquí pasa. Lo dicho, sin todas estas normas y 'pulcritud' en las formas, los bárbaros se desatarían.
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Álvaro Trigueros Gallastegui
London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres 08-12-2014
LONDON TOPICS XXXVI: ¿Por qué no nos quieres David? Londres es la capital financiera de Europa, algo así como el mercado del pescado, pero a lo grande. Los negocios de medio mundo pasan por las sucias
manos de la city. Para que la maquinaria del sistema funcione a la perfección es necesaria la colaboración de una numerosa mano de obra volcada en los servicios y que sirva de intermediario con ese medio mundo al que chupan sangre y otras cosas. La maquinaria necesita lenguas que ganen negocios y cierren acuerdos al teléfono, también lenguas extranjeras para comunicar con "eso" que queda más allá del Canal de la Mancha. Sin embargo, David no nos quiere. La fuerza laboral londinense se apoya en el foráneo, de hecho, somos más de la mitad de los habitantes de esta ciudad. Para castigarnos por levantar el país (suena irónico pero es la pura verdad), el primer ministro ha anunciado el plan de su posible próximo gobierno de expulsar a los ciudadanos comunitarios que en un plazo de seis meses no sean capaces de encontrar trabajo. Tampoco desea cubrir con ayudas sociales a los ciudadanos de la Comunidad Europea durante sus primeros cuatro años en el Reino Unido. Estas medidas se antojan absurdas e imposibles, al menos dentro de la Unión Europea. No obstante, el partido conservador del primer ministro David
Cameron mantiene su deseo de convocar un referéndum en 2017 donde planteará la salida de la unión. O el Reino Unido sale de la Unión Europea o aplica la misma política a los ciudadanos británicos, ya que todos somos europeos y contamos con la misma libertad de movimientos, aunque les
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Duela y sólo piensen en ella para lo que les interese, como viajar a España a recibir asistencia sanitaria gratuita y residir allí de manera irregular. Este feo debate surge como consecuencia del apoyo recibido por el polémico partido nacionalista de extrema derecha UKIP, cuyo líder, casado con una alemana, solicita la expulsión de los extranjeros del país por considerarlos
fuente de todos sus males. Cameron parece no querer perder el apoyo del creciente partido xenófobo, que se basa en una incierta creencia que corre por ahí diciendo que los
extranjeros vienen al país a aprovecharse de las ayudas sociales sin trabajar, algo que, si se comprueban los datos, se entiende que es falso, tal y como indica el Centro de Investigación y Análisis de la Migración www.creammigration.org. Seguro que sí habrá quien hace vida parasitaria, lo mismo que muchos británicos que se inflaban a tener hijos para recibir subsidios que gastaban en cervezas en el pub, y no es un mito, es una amplia realidad. Las palabras del premier suenan bastante a propaganda, para mantener contentos a los sectores totalitaristas del partido racista, de cara a las próximas elecciones. El discurso británico de la salida de la unión viene de largo, de hecho, ya desde el principio se mostraban en contra de un movimiento que les iguala al resto de europeos. Ellos siempre han querido ir por libre. No pienso que se llegue a los extremos de desclasarnos a los ciudadanos de Europa, suena a estratagema para ganar la confianza de los xenófobos y 139
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Cameron lo sabe, somos necesarios para ellos. Tal vez a Nigel Farage, el líder de UKIP, le van las cosas mal en casa y tiende a externalizar el asunto; quién sabe. La opinión de la calle es diversa, hay quien entiende los beneficios de formar parte de la maquinaria europea, que aunque se encuentre en la enfermedad y
contagie al país anglosajón, son otros los lazos que les une al continente del que les aislaría una potencial salida. Otros, en cambio, tiran de patriotismo y detestan que extranjeros puedan decidir sobre los designios de su reino.
Es más un sueño romántico que una posibilidad certera y que lleve a buen puerto. Si hace unos meses veíamos como casi lloraban para que Escocia no se vaya de su lado, ahora (y no es la primera vez) amenazan ellos con independizarse de la bandera de las doce estrellitas. La cuestión de fondo no es que los ingleses nos quieran o no, que no nos quieren, es que el partido conservador coquetea peligrosamente con los de la intransigencia, que son enemigos de un progreso en forma de economía global que circula como tren expreso imposible de frenar. Los señores del UKIP no llegarán a cifras de importante peso político (espero), pero toda mano que se les tienda es abrazar la intolerancia y despedirse del respeto a los demás que tanto se venera en Reino Unido. Ahora crucemos los dedos para que las propuestas independentistas de David Cameron perezcan en el olvido, que la crónica periodística no entregue alas a esos movimientos
peligrosos de la intransigencia y que la alemana haga las paces con su marido, igual nos hace un favor a todos. 140
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London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres 16-12-2014
LONDON TOPICS XXXVII: London poo
No es la primera ni última vez que este blog trata las pestilencias emanadas por la ciudad de Londres. Hace poco un amigo mostraba el artículo que aquí recojo. London Topics tiene el placer de presentarles toda una mierda: London
poo, un catálogo escatológico que pasará a los anales de la historia londinense. Antes que surgieran los sistemas de desagüe y los inodoros como los conocemos hoy en día, ir al retrete era una lúgubre tarea, los orinales y las fosas eran una desagradable rutina por la que se debía pasar. El olor de los
excrementos lo inundaba todo. Samuel Pepys nos cuenta como era ir al baño allá por 1660: "bajé a la bodega y posé mi pie sobre un gran zurullo, entonces descubrí que la casa de Mr Turner estaba llena y se filtraba en mi bodega, lo que me preocupó". Hackney y el papel de váter Hay una placa en White Post Lane, Hackney Wick, que señala que en ese lugar fueron pioneros en eso del rollo de papel higiénico. El origen de este producto es complejo, pues diversas compañías se atribuyen su invención, aunque Hackney tiene la placa de reconocimiento. En Walthamstow fundaron una marca de papel de váter - Andrex - la cual toma el nombre de la calle donde se fabricaba, St Andrew's Road. Fundado en 1942, el producto era originalmente llamado Androll (rollo de St Andrew's), pero posteriormente se cambió por el más familiar Andrex. 141
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Bermondsey y el tráfico de caca En la época victoriana los perros eran libres de cagar en plena calle (más o menos como ahora). El mercado del curtido de pieles era uno de los mayores beneficiarios de tal hecho. El proceso de curtido requería de una gran cantidad de excrementos, conocido coloquialmente como 'puro', que los
peleteros frotaban contra las pieles. Los recolectores de 'puro' rastreaban las calles en busca de heces caninas, que luego vendían a los centros peleteros de Bermondsey, donde los ansiosos curtidores ofrecían dinero por la nauseabunda mercancía. Trata de no recordar esta historia la próxima vez que
visites uno de los cafés donde venden brownies artesanos en Bermondsey. La Gran Peste La historia más conocida sobre excrementos humanos es la de la Gran Peste
de 1858, cuando por el Támesis fluía tal cantidad de deshechos que el Parlamento (a sus orillas) tuvo que cerrar. Esa historia y la construcción de las cloacas de Bazalgette se parecen bastante, así que en lugar de entrar en detalle, aquí tenéis un poema surgido unos años antes de la Gran Peste. El río incorregible ¡Oh! no intentes endulzar el feculento arroyo De Londres que lava las cloacas y desagües; Aunque transparente como el cristal el agua pudiera ser, Toda la inmundicia soluble en que fluyen los restos.
Tú puedes esforzarte - tú puedes filtrar el Támesis como quieras E iluminar la sensiblería de esa gran fregadera abierta; Pero las sales de amoniaco flotarán todavía en él, Y tú obtendrás, después de todo, una detestable bebida.
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Ahogado en las cloacas En septiembre de 1908 sonaron las alarmas en Church Road, Leyton. El pequeño Alfred Couch, de 5 años, cayó dentro del alcantarillado. El pobre chiquillo no podía nadar y pronto se lo tragaron las aguas marrones. Un artículo de periódico de la época elogia "la noble acción de dos niños que se zambulleron en el depósito de heces para rescatar a su compañero de
juegos". Desgraciadamente no tuvieron éxito. Desastres residuales En 1878 se vivieron varias historias trágicas y turbias en el Támesis, la más
famosa es la del barco de vapor Princess Alice, que colisionó contra una barcaza que transportaba carbón, llamada Bywell Castle, en Tripcock Point, río abajo de Thamesmead (cerca del aeropuerto London City). 650 personas fallecieron en el accidente, el mayor desastre en la historia del transporte de
la ciudad. Su nefasto destino se acrecentó al encontrarse sobre los 340 millones de litros de aguas residuales que habían sido lanzados al río en la zona una hora antes. El desafortunado navío era, hasta tiempos recientes, recordado con un pub homónimo en Spitalfields, hoy en día ya olvidado al ser remplazado por el
gastropub Culpeper. Artefactos provenientes del desastre pueden visitarse en el museo de London Docklands, mientras que en el cementerio de Woolwich un monumento homenajea a las víctimas. Más ahogados
Ya que las cloacas londinenses absorben filtraciones de lluvia y de otros residuos domésticos, son propensas a desbordarse con fuertes lluvias. Muchos trabajadores han sucumbido durante estas riadas marrones. Aquí se recoge uno de estos incidentes acaecido en 1905 en Euston Road.
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Un feculento experimento Pensemos en la cantidad de estiércol humano con la que tenemos que lidiar. Asumamos que cada londinense (¿8 millones?) acude de media una vez diaria al baño a descargar. Cada descarga tiene al menos 10 centímetros de largo. No todos defecan con la misma periodicidad y medida, pero el déficit puede ser solucionado con lo que aportan los turistas. Si ponemos todo eso en fila india nos sale un zurullo de 800 kilómetros de largo, al día, casi nada. Dicha cantidad sería suficiente para construir un arcén biológico que dé cuatro veces la vuelta a la M25 (la circunvalación
londinense), al día; suponiendo que sean capaces de encontrar un constructor dispuesto a cumplir ese horroroso proyecto. Con una semana de recogida, serían capaces de edificar un puente de 5.600 kilómetros para unir Londres con Nueva York. La historia de Andrex es de Leigh Clothier.
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London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres 18-01-2015 LONDON TOPICS XXXVIII: Sin miedo al miedo
Inseguros y miedicas, cualidades muy propias de los humanos. Tales comportamientos refuerzan a otros con su superioridad, la de aquellos que
anhelan poder y subir a lo más alto del reino de los cielos. No es que se trate de un tópico típico de Londres, pues en dicha alineación podemos englobar a la entera esfera terrestre, pero el termómetro mundial en
que se convierte la ciudad del Támesis cuando se quiere analizar fenómenos sociales, permite que nos fijemos en ella como en un espécimen único como muestra de estudio. He aquí, Sin miedo al miedo, todo un London Topic.
Yo no tengo miedo ni lo quiero tener, por eso observo Londres como realmente es, una globo esfera repleta de pánico, de chillidos cacofónicos que se cuelan por los estrechos túneles del metro. Cuando sales a la calle, todos piensan igual y te acompañan en tu paseo, que parece una manifestación. Cuando se da la voz de alarma, suena alto en todas las cabezas, corren organizados hacia el mismo lado, como soplados por la corriente del frío río; corren desconsolados, alma en vilo, deseando no ser soplados por la corriente del frío río, furioso. La prensa anuncia que algo va a pasar, los ciudadanos piensan que el
apocalipsis llegó y el miedo empapa a todos como gotas de niebla y humedad de la inmensa ciudad que solicita más carne nueva para poblar barrios y más barrios. 145
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Los grandes pasos de la humanidad se sienten por aquí palpitar. La masa se vuelve demencial cuando los titulares dicen que algo va a cambiar. Es el miedo entonces muy notorio, el londinense muta a paranoico; y es verdad, enfurecido corre bajo el estrés, bajo las calles, en los túneles, oscuros túneles, estrechos túneles.
La barbarie inunda las calles donde el cielo cae pronto en invierno. Sus reglas lo llenan todo para no sucumbir ante la niebla. Un inglés sin normas se convierte en hooligan. De chico apocado con corbata y Louis Vuiton, tras la oficina se transforma, cual Jekyll y Hyde, en beodo arrastrado en las aceras. Así son las calles de este lugar, donde tantos estamos para respirar, sin sitio para desarrollar la sonrisa final. Tú me dices que esto es lo mejor, que no hay nada igual, pero sobra el mal olor, la mala educación, el abuso, la indiferencia
donde no está a gusto un bicho raro como yo.
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London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres 25-01-2015
LONDON TOPICS XXXIX: Londres no es así
Los tópicos nos aburren en muchos casos. Cansa esa idea de generalizar y tratar a todos por igual por el mero hecho de provenir de tal lugar. Bien es cierto que por algo existen, son como las meigas. El origen de los tópicos se pierde, en muchas ocasiones, en la inestabilidad de las mentes actuales; no somos capaces a discernir el por qué de esas asociaciones. Algunas parecen mentiras y distan de la realidad del momento, tal vez en otra era fuese el plato común de cada día, y hoy sobreviven como reliquia en las voces populares deseosas de advertir la diferencia, el fuera de la norma y
señalar al diverso como perteneciente a una clase inferior, menos instruida y, por descontado, peor que lo que tenemos en casa. Estos que siguen a continuación no son más que una serie de tópicos, algunos
mitos, sobre la ciudad de Londres, unos London Topics, nunca mejor dicho, que llegan en el ocaso de esta misma serie, que os habrá deleitado, o no, durante una experiencia de 40 capítulos mencionando lo que me llamaba la atención de la capital británica. 10 tópicos y cosas que no sabías sobre Londres: 1. Londres tiene más españoles que muchas capitales de provincia. El número de españoles (registrados en el consulado) que vive en Londres en la actualidad es de 80.000 aproximadamente, según datos de 2014. A estos habría que sumar los miles que no están registrados en el consulado
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(más que los que sí están contabilizados), por lo que la cifra, posiblemente, se acerque a los 200.000 españoles. En los últimos años han acudido en masa a la llamada de escape de la crisis. 2. No hay niebla en Londres. La mítica niebla humeante que aparece en todo film clásico sobre la ciudad no existe. Todos pensamos que cuando acudiríamos a los alrededores del Big Ben nos cubriría una gruesa capa de
vapor, capaz de ocultar al mismísimo Jack el destripador. En casi 7 años de vida londinense solo vi la niebla dos días, contados. 3. Los ingleses no toman el té a las 5. Otro mito que se cae por los suelos. Tal vez la aristocracia en tiempos pasados se deleitaba con la
planta asiática y el agua hervida, pero en el siglo XXI y en Londres, nadie se acuerda de tomar el té a las 5. Si bien el té lo toman durante todo el día y en tazas de proporciones industriales, con la medida pinta casi como un estándar, a las 5 la gente sale del trabajo y la ciudad se transforma en un
hervidero de empleados que corren desesperados por no perder su tren. No hay tiempo para el té. 4. La compostura británica se pierde en el pub. La buena educación y la compostura británica es una de las características que a menudo achacamos a los hijos de la pérfida Albión. Es cierto que las buenas maneras destacan en muchos ámbitos de su vida, en cambio, cuando entran al pub... todo se acabó. A pesar de vestir traje y corbata, el pub transforma al inglés medio. La camaradería y las pintas engullidas sin cesar desembocan en un descenso de ese saber estar. Lo comprobarás cuando los veas gatear camino a la estación del tren. 5. Paraíso cervecero. La cerveza inglesa es mucho más que las ale, si bien
es cierto que las doblemente fermentadas se dividen a su vez en un número considerable de variantes, algunas de ellas capaces de llamar la atención a los paladares más sibaritas. ¿Las quieres degustar? Pues dirígete a uno de los tantos festivales que se organizan en todos los
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barrios de la ciudad, donde tendrás la oportunidad de catar cientos de preparaciones diferentes. Experimenta los sabores de las IPA, las Pale, Golden, Stout... Otra forma de tomar cerveza que merece mucho la pena. 6. En Londres no hay ingleses. Uno de los peores destinos del mundo para aprender British English es Londres, un lugar en el que cuesta encontrarse con ingleses, y sobre todo londinenses, una rara especie que
se concentra en determinados barrios, prohibitivos en precio para nosotros los inmigrantes. Cerca de la mitad de los registrados en el censo de la ciudad son extranjeros. 7. Lo tienes todo. Sí, así es. La variedad de personas que componen la
población que se agolpa a las orillas del Támesis conlleva que la oferta gastronómica y de productos a adquirir provenientes de diferentes países y regiones sea inmensa. Si buscas un plato o ingrediente especial, el lugar perfecto para encontrarlo es Londres. Eso sí, los precios pueden llegar a
ser desorbitados. 8. Ni rock, ni punk, ni culturas alternativas. Cuando fui a Londres esperaba encontrar corrientes culturales diversas, personas con ideas diferentes, la vanguardia de esta nuestra sociedad. En cambio, lo que pude constatar a lo largo de los años es que esa reivindicación y signo de modernidad que fue entre los años 60 y 80 han dejado paso a un consumismo y capitalismo desmadrado, dando el aspecto a la ciudad en su conjunto de un gran parque de atracciones con centro comercial incluido. Ya quedan pocas ideas y sí muchas “chinflainas” que comprar. 9. Puntualidad británica. Puede que fuera de Londres sea diverso, pero la mítica puntualidad del país cae por los suelos cuando montamos en el
metro o en el autobús. Colas infinitas, retrasos inciertos y líneas que terminan de repente y apean a los viajeros en calles desconocidas, por no citar cuando los conductores no se dignan en parar ante las repetidas llamadas de candidatos a pasajeros desde las marquesinas de la línea.
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10. Familia real mitificada. Al contrario que la campechanía de nuestro exmonarca, la familia real inglesa, colocada por la gracia de Dios según rezan sus monedas, se sitúa sobre un etéreo escalón muy superior al de sus súbditos. No es que vayamos a tropezar con Juan Carlos, Felipe y compañía de cañas y tapas en el bar de abajo, pero si nos quejamos de la monarquía hispana, en Londres son mucho más herméticos, más ricos y
distantes de las realidades del momento, como ocurre siempre entre nobleza y plebe.
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London topics - Historias de un exiliado viviendo en Londres 14-03-2015
LONDON TOPICS XL: Así empezó todo; punto y final
Toda etapa llega a su fin, por eso son etapas. En el caso del London Topics, muerto por éxito o fracaso, no se sabe. Muerto por aburrimiento y apuñalamiento vil de alguien que lo vio crecer y le otorgó la vida. ¿Y por qué?, me pregunto. Nuevas ideas, nuevos proyectos, cansancio o yo que sé. Lo cierto es que ante el abandono que sufre esta entrada que me gritaba ¡basta! He decidido señoras y señores decir hasta la vista. Hace ya tiempo, cuando todavía vivía en Londres que se cocía en mi mente el plan de dar carpetazo a London Topics y buscar nuevas metas hacia donde
dirigir mi tinta. Viendo que un capítulo literario llegaba a su madurez y los frutos pesados y oscurecidos caían al suelo, decidí decir adiós a esta columna con el número 40, el XL.
El proceso de finalización del London Topics fue un poco más lento de lo esperado. Los habituales a esta página de referencia estáis acostumbrado a la inconstancia de los artículos de vuestro escriba. Mes tras mes quedaba inconclusa la operación de cierre del epígrafe londinense. Un hecho lo aceleró todo. En diciembre de 2014 me dirigí a Madrid, donde, por fin, me ofrecieron un puesto de trabajo indefinido a jornada completa. Era la conclusión de una romería de flagelación por la que había peregrinado durante los últimos tiempos. Aferrado como a un clavo ardiendo que me ofrecía ventajas futuras dejé la capital del Támesis para dar inicio a un nueva aventura.
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Madrid es mi nueva casa desde hace mes y medio. Las primeras semanas estuvieron llenas de añoranza y recuerdos de todo lo que había sido mi hogar durante más de un lustro y, poco a poco, me voy acostumbrando a mi vida vallecana. Me gusta, me gusta Vallecas y me gusta Madrid. Como bien imaginaréis, no tengo a Londres en el olvido, allí está una parte
MUY grande de mí a la que permanezco unido mediante un largo e inquebrantable cordón umbilical. Aunque nada es infinito y todo hilo se puede romper, sólidos muros se levantan en ese camino de ida y vuelta.
El cierre de London Topics significa que mi mente inquieta e inconstante dedicará a partir de ahora sus recursos para ofrecer nuevos contenidos, que obviamente estarán centrados en la ciudad de Madrid. Estad atentos porque en próximos meses caerán en vuestras manos diferentes capítulos sobre qué,
cómo, quién, dónde, cuándo y por qué sucede por aquí. Las 6W del periodismo atacan otra vez. Espero que estas páginas os hayan entretenido o, por lo menos, haber hecho pensar a vuestras mentes y crear inquietudes, simpatías o rechazos hacia lo que digo, algo que a día de hoy no consigue todo medio de comunicación. Seguro que volveré a Londres en futuras ocasiones, pues mis vínculos con dicho lugar son grandes y la existencia me ha llevado a ser euskaldun, malagueño, veneto, londoner y ahora también vallekano. Puede que esos retornos, como turista, produzcan en mí visiones diversas y algún especial o
revival del London Topic llegue en cualquier momento. Por ahora tengo ya visita programada: Londres me espera en Semana Santa. 152
Álvaro Trigueros Gallastegui
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Las Historias de Alvi seguirĂĄ disparando otros textos sobre, como siempre, temas diversos. Muchas cosas hay ya en mente, falta ponerse manos a la obra y entreteneros, aburriros o incordiaros, que para eso estamos. Dicho estĂĄ. Punto y final.
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