Así es Madrid 50 relatos breves que llamaron mi atención sobre la ciudad
Álvaro Trigueros Gallastegui
Así es Madrid 50 relatos breves que llamaron mi atención sobre la ciudad
Álvaro Trigueros Gallastegui
Madrid: que nunca se diga, nunca se publique o piense que en el corazón de España la sangre se volvió nieve.
Madrid, corazón de España – Rafael Alberti
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– Introducción Estaba en Londres y en poco tiempo cambiaron las cosas. Hice las maletas, pegué un vuelco a la vida y con poco más de lo puesto me vine a Madrid a continuar el camino. ¿Sería esta nueva ciudad una etapa más o marcaría un capítulo destacable de la existencia? Aún no lo sé, seis años después continuo aquí, pero cualquier día es posible que la mano agite el cubilete y los dados del destino me encaminen a otro lugar. El tiempo en la capital del reino lo aproveché para fijarme en qué me llamaba la atención, la diferencia con otras ciudades en las que había residido, y así, como reflejo al London topics que escribí cuando vivía en la capital británica, semana tras semana publicaba en el blog entradas referidas a mi nueva condición de madrileño, con algunas lagunas en el tiempo debido a los quehaceres, pero con cierta continuidad y aportando nuevos datos a la enciclopedia del conocimiento. 50 capítulos después puse fin a este Así es Madrid repleto de curiosidades y opiniones aprovechables tanto por el típico gato madrileño como por un desconocedor total del sitio. El blog fue detenido al llegar a ese medio centenar, historias recogidas entre 2015 y 2020, en un momento en el que el autor prefirió poner fin a ese filón de escritura para atender otros temas. Se puede seguir contando y contando historias de Madrid, un lugar tan rico y maravilloso enumera decenas, centenares quizá, de relatos dignos de mención. Aquí se recoge lo que mis ojos, mi mente y mi corazón sentían y apreciaban en dicho periodo, una especie de guía de viaje personal donde la curiosidad es el ápice que da inicio a la palabra escrita.
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Episodio 0 - Nace Así es Madrid Desde hace unas semanas ya no soy un londoner, ahora paso a formar parte de las huestes que se agolpan en el centro geográfico peninsular, allí por donde discurre el Manzanares siempre hay un tren que desemboca en Madrid. Sí, quien no lo sabía todavía se entera por este medio que cambio de capital y tiro porqué me toca. Otras historias, nuevas aventuras, vuelta a las andadas de descubrir lo underground allá donde voy. A partir de aquí aparecerán una serie de capítulos sobre lo acontecido en los madriles, lo disonante, llamativo y el inevitable comparativo entre Londres y Madrid, que tras largos años en las tierras de los albiones ya me había acostumbrado a muchas cosas que chocan al volver a la madre patria (es un decir). Por ahora, veréis las impresiones de los primeros días, lo que me llamó la atención nada más aterrizar cargado con maleta y mochila. Echo la vista atrás a esas escasas semanas y los tiempos de Londres me parecen excesivamente lejanos. Qué rara es la mente humana que retiene con extrema facilidad lo reciente y novedoso y lanza paladas de olvido sobre las vivencias de años que nos forjaron como individuos. De Madrid debo decir que la conozco a nivel turista, pues a lo largo de los años no son pocas las ocasiones en las que he pasado ocasional y periódicamente por la capital del reino y centro geográfico de la península al mismo tiempo. Más o menos me sabía mover y manejar por las calles de la ciudad, al menos aquellas más conocidas entre los súbditos nacionales. Londres, mi anterior etapa, será imposible que entre en el olvido, pero ahora me centraré en dar contenido a este ASÍ ES MADRID. Los golpes de tecla irán dirigidos esta vez a los lugares, gentes, costumbres, hábitos, usos y costumbres de la ciudad que baila agarrada como el chotis. La llegada a Madrid es todavía reciente, soy pardillo en esta ciudad y trabajo en el Pardillo, en Villanueva del Pardillo; sí, sí, es cierto. Muchas cosas me llaman la atención y seguro que otras estarán por venir y darán cuerpo a episodios de esta serie. Os pediré un poco de paciencia y que me animéis con vuestras sugerencias a relatar historias y, así, no ser víctima de la pereza y el cansancio tras una jornada de trabajo y viajes a través de la comunidad de Madrid. 4
Lo dicho amigos, ASÍ ES MADRID, la nueva historia de Alvi que está a punto de comenzar. Desde una lluviosa y recién estrenada primavera en Vallecas, hasta muy pronto.
Episodio 1- Estrés, ¿dónde estás? Cuando salí por primera vez por las calles de Madrid fue lo primero que noté: tranquilidad. Acostumbrado a años de locura, estrés, prisas y masas humanas malhumoradas, arrogantes y con malos modales (es lo que tiene Londres), la capital del reino hispano me parece mas bien una tranquila aldea de pastores que pasean sus ganados o vidas por andenes, escaleras mecánicas, alamedas y avenidas. Una vez más exagero, pero la diferencia entre una y otra ciudad es enorme. Desde esos primeros días me dirigía al trabajo en metro, atravesando la urbe de sureste a oeste, más luego un autobús regional que me lleva al pueblo. Desde entonces ya sentía un ritmo más pausado. La gente sí corre y atiborra los convoyes del suburbano durante las horas puntas que coinciden con la entrada y salida de trabajos y colegios, aunque nada que ver con la descomunal deshumanidad que conocí en Londres. Los trenes son más cortos, los andenes más pequeños, las caminatas de enlace en las estaciones menores y todo así parece como si el metro de Madrid pareciese una maqueta a escala del de la capital británica. Antes de venir aquí había oído historias sobre el caos y el estrés que se vive en Madrid, algo que es común en todo gran núcleo urbano; pero tales comentarios se quedaron en nimiedades desde que tomé el metro el primer día. Caminar por las calles o circular en coche son historias similares al comparativo entre ambos servicios de metro. Si bien el ciudadano madrileño medio se queja del caos circulatorio con el que deben convivir en cada ocasión que se desplazan, amigos míos, coger un coche en Londres es una experiencia mucho más terrible. Madrid cuenta con un servicio de carreteras radiales: M30, M40, M45, M50; mientras que en Londres debía conformarme con la M25, un anillo similar al madrileño M50, distante del centro y de los barrios periféricos, de los que sólo se puede salir en atestadas
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carreteras radiales repletas de trampas en forma de semáforos, rotondas y estrechamientos responsables de ralentizar el tráfico rodado. Las aceras de Madrid no me hacen sentir como en un campo de batalla donde se esquiva sin cesar proyectiles enemigos, digo viandantes, que aparecen a toda prisa y por doquier. Incluso en populares puntos de concentración de paseantes como Sol, Callao, Gran Vía, Preciados o calle Montera no se percibe el agobio que genera intentar avanzar en Oxford Street o Piccadilly Circus. En este episodio 1 de ASÍ ES MADRID doy a entender que me siento más relajado en Madrid que en Londres. A pesar de los cambios que trasladarme a este lugar ha generado en mi vida, que son muy grandes y mi mente todavía no se atreve a asimilar al 100%, cierto es que una sensación de comodidad se va asentando en mí. En definitiva, que menos gente genera menos prisas, que unas redes de transporte más pequeñas son más abordables por las hormigas humanas que nos agolpamos a millones y que si bien hay muchos madrileños que parecen estresados cuando emprenden sus quehaceres cotidianos, yo me dirijo a mi paso pausado por la tranquila aldea de pastores.
Episodio 2 - Bares de Vallekas No es que lo escriba mal, sino al estilo vallekano, con 'k', así que a partir de ahora perdonad
los
que
se
ofendan por no cumplir con el manual de la RAE y me empeñe en sustituir la oficial 'c' por la tan usada 'k'. Desviaciones lingüísticas aparte, en esta ocasión trataremos esos locales con los que topé en las primeras semanas en mi nuevo barrio, algo así como una pequeña guía de los sitios por los que pasé. 6
Como decía arriba, en Vallekas das con multitud de bares sin salir de la manzana de tu portal, es lo que tenemos los españoles, que cuando se piensa en montar un negocio, lo más socorrido es un bar, esa extensión de los salones de las casas donde a casi todo el mundo le apetece pasar un rato agradable tras un día de ajetreo laboral, quien se lo pueda permitir. Mi ruta empieza entonces saliendo del portal y girando a la izquierda. A pocos metros está el Bar Neruda, que toma su nombre del lugar en el que nos encontramos, la Avenida de Pablo Neruda. El Neruda podríamos decir que es el típico bar de tapas, con cañas a precios económicos y una montaña de tapas una tras otra (sí, esto no es del todo normal, aunque en Vallekas sí que ocurre bastante a menudo). La tónica habitual es pedirte algo para beber y te servirán una tapa con tu consumición. Al rato el personal del establecimiento sacará una bandeja con pinchos o tapas ofreciendo a todos los clientes, después otra bandeja, después otra y así hasta que decides salir con la tripa bien satisfecha. Esta saciante costumbre se extiende por muchos bares del barrio, se ve que la competencia es grande y cada vez son más los desempleados que apuestan por abrir bares. Cruzo la calle, bajo una escalera y entro en El rincón de Chito, un pequeño bar, barato (1€ la caña) con tapas calientes a menudo (pollo y conejo). El Chito, como le conocemos, no destaca por su cuidado amueblamiento, digamos que es bastante sencillo, aunque lo mejor de este local es la atmósfera que se respira dentro. Los parroquianos son como un grupo de amigos que hacen una piña en torno al futbolín al fondo de la pequeña sala. Sí, a pesar de todo hay espacio para el popular juego. Una noche habitual en El Chito consta en los camareros abandonando la barra y poniéndose a jugar al futbolín contra los presentes, te ofrecen jugar contra ellos, pasas un rato bien divertido y cuando tienes que ir a casa debes interrumpir la partida y Chito (el dueño) te cobra en un tiempo muerto de la partida. Cruzamos la calle en la avenida Albufera, una de las principales arterias de Vallekas, y damos con el Bar Curro, frente a la estación de metro de Alto del Arenal. El Curro, nombre del propietario, tiene unos acabados más cuidados que los descritos hasta ahora, con sus paredes decoradas en piedra y mesas y sillas de madera. 7
Las cañas tienen precio estándar, con su correspondiente tapa bien rica y unas raciones soberbias, entre las que podemos destacar el cazón en adobo o las croquetas caseras. Una noche buscábamos un bar donde tomar algo, nos apetecía sentarnos, picar algo tranquilos, lejos de las clásicas tasquillas de barrio que encontramos en cada esquina. Es ahí que dimos con La taberna de Baco, un local con mampostería de piedra en su exterior, en un callejón oscuro de una noche lluviosa. La ausencia de puertas y ventanas que mostrasen el interior me daban cierta desconfianza, hasta que entramos. Dentro era más o menos lo que buscábamos. Una vez más, paredes forradas en piedra y mesas y sillas de madera. Muchas mesas y amplias, con salitas privadas. El local dispone de diversas ofertas y nos decidimos por el cubo de cinco botellines más ración. Fue una buena noche en bares de Vallekas, hubo y habrá muchas otras que contaremos en estas páginas. Atentos a Las Historias de Alvi.
Episodio 3 - El Rayo Es el equipo de fútbol del barrio, y es que este barrio es mucho barrio. Fuera de lo común, con una población y extensión sin igual, el Rayo Vallecano goza de ser uno de los 20 equipos que forman la primera división del balompié patrio. Los de la diagonal roja en la zamarra son una de las escuadras humildes del campeonato. A continuación, un repaso a la historia y el significado de este club, muy unido a los habitantes de estas calles en las que me encuentro. Un poco de historia El club fue fundado el 29 de mayo de 1924, con el nombre de Agrupación Deportiva El Rayo. El uniforme original del equipo fue camiseta y pantalón blanco con medias negras y vuelta blanca. Desde 1931 hasta 1936 participó en el campeonato de la Federación Obrera de Fútbol. En una junta realizada el 13 de noviembre de 1947 se acordó renombrar al club como Agrupación Deportiva Rayo Vallecano. Además se acordó utilizar el escudo del ayuntamiento de Vallecas.
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Origen de la franja roja En la temporada 1949/50 se firma un “Acuerdo de Ayuda Mutua” con el Club Atlético de Madrid, donde el Atlético cedió algunos jugadores, mientras que el Rayo debía dejar de vestirse todo de blanco como el Real Madrid y debía añadir algo rojo a su camiseta, lo que hace que se cambie el uniforme y se añada a la camiseta la popular franja diagonal, a semejanza del equipo argentino River Plate con quien tiene una amistosa relación. Se llegó a pensar que con este acuerdo, el Rayo se había convertido en un filial del equipo del Manzanares. El acuerdo sólo duró un año, pero la equipación ya nunca se cambiaría.
Como prueba de la admiración de los directivos rayistas hacia River Plate, aprovechando que durante la pretemporada River (uno de los equipos más importantes de Argentina, que por aquel entonces era muy popular a nivel mundial) fue a jugar un partido con el Real Madrid al Santiago Bernabéu, dichos directivos se acercaron a la delegación argentina obsequiándoles una foto del plantel rayista autografiada por los jugadores. Los argentinos respondieron regalándole al Rayo dos juegos de camisetas y pantalones (se usaron en dos partidos oficiales, pero al ser tallas ajustadas, se usaron para las categorías inferiores). En 1978, después del Mundial, se jugó el único Rayo - River Plate de la Historia, a pesar de su hermanamiento. Fue durante el Torneo Villa de Madrid, organizado por el Atlético de Madrid, invitando a estos dos equipos y al Derby County FC inglés. El River ganaría el torneo. El actual Estadio de Vallecas El 6 de mayo de 1976 se inaugura el Nuevo Estadio de Vallecas con el partido entre el Rayo y el Real Valladolid CF, que ganaron los pucelanos por 0-1. Lleno total en el campo. Hizo el saque de honor un vecino de Vallecas, el campeón del mundo de los Superwelters: José Durán. Sin embargo, la inauguración oficial se realizó en un partido amistoso del Rayo frente a un combinado Real Madrid - Atlético de Madrid. Durante la temporada 1976/77 se consigue el primer ascenso a Primera División. Ruiz-Mateos y señora 9
En 1991, al convertirse en Sociedad Anónima Deportiva, el empresario jerezano José María Ruiz-Mateos compró la mayor parte de las acciones y se convirtió en presidente del club, en tiempos de crisis económica. Se alcanza el ascenso a Primera División siendo su entrenador José Antonio Camacho. El 12 de enero de 1994 le sucedió en el cargo su esposa, María Teresa Rivero Sánchez-Romate, siendo la primera mujer que preside un club de fútbol de Primera División.
El Rayo social A comienzos de la emporada 2014/15, se produce un hecho en el club que da la vuelta a España. El 21 de noviembre es desahuciada en Vallecas Doña Carmen, de 85 años, quien llevaba más de 50 viviendo en su casa. Las primeras palabras de Paco Jémez a sus jugadores en el entrenamiento de ese día trataron sobre una táctica inédita: les propuso ayudar a la anciana que había conmovido al barrio. El técnico, la plantilla, la afición y todo el club se volcaron en ayudar, y se comprometieron a pagarle a Doña Carmen un alquiler mientras viviese o se hiciese cargo la Administración. Tras el entrenamiento, fue el propio Paco el que se lo comunicó a su nieto Luismi y a dos miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. El entrenador asumió el contrato del nuevo hogar que elija Carmen para vivir el resto de su vida, y la plantilla aportará una cantidad para ayudar a su manutención. Un gesto que desbordó las redes sociales y aplaudió toda la sociedad española. Así es el rayo, un club eclipsado por los grandes rivales de la capital, pero que gusta por esa sencillez que lo hace más cercano, sobre todo cuando vives en Vallekas.
Episodio 4 - El 1 de mayo en Madrid Día del Trabajo, Día del Trabajador, el cual a menudo me ha tocado currar. Rara avis en mi historial profesional, este 2015 es día sabático, de asueto, descansando ante la que se avecina. Nunca he celebrado esta fecha como se debe, reivindicando los derechos y
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deberes de los trabajadores. Nunca he tenido ocasión o ganas de acudir a una de las múltiples manifestaciones que recorren las calles de todas las ciudades. Nunca. Hoy casi estuve a punto pero preferí no ir. Mis mayores dicen que dichas reivindicaciones han perdido el sentido frente a las movilizaciones que tenían lugar 30 ó 40 años atrás, y en parte, no les falta razón, en aquellos tiempos se precocinaban los derechos de los trabajadores. Ahora, en cambio, estamos llegando a una jodida zona cero en la que el trabajador se ve obligado a salir a la calle a exigir sus derechos, más bien respeto ante las tropelías del poder. Así, con una jornada libre, y única a la vista por no sé todavía cuántos días, pensaba bajar al centro y puño en alto defender los derechos de todos, de los que están como yo, pero sobre todo de los que tienen menos suerte. Fiel a mi cita tempranera con el despertador al alba, esta vez le gané, tristemente, la batalla y fui yo el primero en abrir los ojos. Café, magdalenas, televisión, música y ordenador. Deseos y planes en la mente y el runrún en la cabeza de bajar al centro y sumarme a una de esas mareas que acostumbra a acompañarse de banderas rojas. El día anterior había escuchado en los informativos que la principal manifestación era la convocada por los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT, esa que a las 11 sale de Neptuno con destino Sol. Mi espíritu dicta que unas peticiones como las del primero de mayo no deben estar bajo el paraguas de unos, cuando somos tantos; mi ética-moral me susurra que es un día para unirse y hacer fuerza en busca de unos objetivos comunes, por lo que me pregunté ¿hay más manifestaciones? ¿Cuál es la general? Echemos un vistazo a la prensa del día. Mi sorpresa se dilata, según los medios nueve manifestaciones diversas recorrerán el centro de Madrid con motivo del Día 1 de mayo. El sindicato de la naranja por aquí, el del limón por allá, el de la remolacha azucarera por la tarde y cerrando la función las columnas formadas por el sindicato de la avellana y el del melón piel de sapo. ¿Piden todos lo mismo? No lo sé, debería desdoblarme y acudir a todas para comprobarlo o hacer caso omiso a las pseudo-informaciones que disparan unos medios de comunicación y otros; y, la verdad, no tengo ganas. He perdido la ilusión al comprobar la disparidad contemporánea ante un mal que es único y afecta a todos. 11
La unión hace la fuerza, dicen, sobre todo cuando tú eres el débil. Pero si los sindicatos del polvorón, el del mazapán y el de la garrapiñada no se dan la mano y cada uno juega en su casa, no me convencen. ¿Me equivoco? ¿Debería bajar al centro? Mi conciencia me dice que suena mal, que por un día podrían ponerse de acuerdo y hacerse oír. El diario El País publica en su versión digital del 1 de mayo que un total de nueve manifestaciones recorrerán las calles de Madrid en esta fiesta nacional, donde cada uno organiza su fiesta particular. Quien no salga de puente en busca de sol, playa, descanso o lo que sea, tendrá la oportunidad de sumarse a las protestas de: 1. UGT y CCOO: Plaza Cánovas del Castillo (Neptuno) – Cibeles – Puerta del Sol (11:00-15:00) 2. USO: Calle de Alcalá/Príncipe de Vergara – Plaza de Manuel Becerra – Parque Eva Duarte (12:00-14:00) 3. SAIN: Plaza de Jacinto Benavente (11:00-14:00) 4. CGT, S. Obrera y COBAS: Plaza de Legazpi – Paseo de las Delicias – Plaza del Museo Reina Sofía (12:00-13:00) 5. UNT: Plaza de Callao (12:00-14:00) 6. CNT: Metro Valdeacederas (Calle de Bravo Murillo) – Cuatro Caminos (12:0014:30) 7. Falange: Plaza de Chamberí (12:30-14:00) 8. CGT y otros: Plaza del Museo Reina Sofía (13:00-17:30) 9. Alianza Nacional: Parque Antonio Palacios – Plaza de la Villa de Canillejas (18:3020:30)
Episodio 5 - Siempre hay vida en Madrid Voy a la cama porque a mi edad ya me empiezan a faltar las fuerzas cuando la misión es llegar despierto y festivo al siguiente día. Hace ya tiempo que no desayuno churros al amanecer tras toda una noche en la calle. Mi espíritu muda y ya no soy esa clase de tipo, 12
quien sabe, quizás algún día vuelva a las andadas. Pero, si quieres, siempre hay vida en Madrid. Qué puedo decir yo sobre la noche madrileña. Cuántas páginas se han escrito sobre las idas y venidas de unos y otros a lo largo de la noche en Madrid. Los escenarios para vivirla son múltiples. Como en cualquier ciudad española, siempre es posible llevar una vida paralela cuando el sol se esconde. Tras mi citado periplo londinense, aquí es mucho más fácil convertirse en ave nocturna, ser un noctámbulo de cuidado es más oportuno cuando los últimos trenes dejan el centro a las dos de la mañana, con un servicio de autobuses nocturnos (o búhos) que unen el centro con las zonas periféricas y gracias a una descomunal oferta, tanto en los barrios como en el centro de la ciudad, es posible disfrutar de una variada noche madrileña. Variedad de precios y de tipo de locales, es lo que más me llama la atención cuando enfrento a Madrid y Londres. En la variedad está el gusto, por eso me gusta que los bares no sean clónicos, a semejanza de la mayoría de pubs de la capital británica. Ya digo que vivo lejos de una prolongada e intensa actividad nocturna, pero lo bueno es que siempre está ahí cuando la necesitas. El optimismo y la felicidad se asoman a la ventana en esas situaciones. Imagina vivir en un lugar donde no tengas dónde ir en una noche en busca de algo de diversión. El clima seco y las buenas temperaturas que se viven durante gran parte del año son otros alicientes que animan a visitar bares, pubs y discotecas. No es bonito estar por la calle una noche húmeda de esas que te hielan los huesos y el alcohol ingerido tarda en hacer su efecto sobre nuestra piel. Madrid en este aspecto ayuda más que Londres. Las últimas semanas han estado repletas de citas de trabajo, sin fines de semana libres, por lo que la actividad noctámbula ha estado más parada que nunca. Con los calores del verano incipiente llegan unos días en los que tendré más tiempo para describir la ciudad donde siempre hay vida. Si os place, podéis dejarme unas jornadas de exploración y desde mi pupitre contaré por qué siempre hay vida en Madrid. Al igual que en anteriores experiencias en Verona y
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Londres, me lanzaré a la calle para conocer lo particular, curioso y único de este viaje. ¿Será el último? Quién sabe, eso es lo bueno. Nos vemos en Madrid.
Episodio 6 - El mítico parque de las siete tetas Mi primer día en Madrid fui hasta allí, sin comerlo ni beberlo, no tenía la más mínima
idea
existencia,
de
pero
su mi
hermano, nuevo vallekano como yo, me dirigió a uno de los atractivos del barrio y, por qué no decirlo, de la ciudad, el Parque Cerro del Tío Pío o, como es comúnmente conocido, parque de las siete tetas. Salimos de casa paseando y en poco más de diez minutos estamos a los pies de las tetas, y Madrid a nuestros pies. No había visto antes la capital desde las alturas. La imaginaba como una gran llanura sin puntos elevados, pero me equivocaba, una gran vista, sobre todo al atardecer y los días despejados cuando se vislumbran las sierras del centro del país, nos recibe en una espléndida mañana dominical de finales de enero. Desde entonces el parque de las siete tetas se convierte en un punto turístico que enseñar a mis visitas, además de uno de mis circuitos preferidos donde hacer running en las inmediaciones. El Cerro del Tío Pío está ubicado junto al barrio de Fontarrón, la Colonia de Santa Ana y a la Colonia de los taxistas. Se le conoce comúnmente como el parque de las siete tetas por la forma de sus colinas, sí, cual senos turgentes apuntando al cielo de Madrid. Este espacio es uno de los mejores lugares de la ciudad para ver atardecer y desde cualquiera de sus cerros, o tetas, puede verse gran parte de la ciudad y las afueras. Orígenes 14
Al Tío Pío no tuve el gusto de conocer, pero según cuenta la leyenda, las colinas son artificiales, formadas por el escombro de un campamento chabolista de gitanos que allí había. En lugar de llevarse la basura a otra parte, fue cubierta por tierra, dando forma a los actuales pechos desde donde mirar Madrid. Tal vez el Tío Pío fue un patriarca de aquellos tiempos de nomadismo. Antiguamente existía una fábrica de cerámica (parte inferior del parque, ocupado actualmente por pistas deportivas). La morfología de los cerros otorga a este parque una peculiaridad única y se debe a que anteriormente eran una escombrera, ahora sepultada y reconvertida. A parte de las tetas también cuenta con carril bici, mirador, bar y una zona de juegos para niños, además de grandes extensiones de césped y arbolado. Alrededores En la zona encontré además un centro de rehabilitación de discapacitados, una residencia, un parque de bomberos con museo temático y dos colegios del Opus Dei, uno de niñas y otro de niños (no comment). Condones y demás El lugar es bonito, no digo que no, pero antes de sentarse en las faldas de las colinas se debe prestar atención al acompañamiento que lleva el césped de las laderas: condones, botellas rotas, basura variada y cacas de perro, todo ello aderezado con múltiples vallekanos que elegimos la zona para contemplar atardeceres únicos.
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Episodio 7 - Cielos de Madrid No va de un rancio anuncio de compresas, ni el famoso del Madrid al cielo ni nada de eso. Algo más mundano al
alcance
de
todas
nuestras narices, simple y claramente: el cielo de Madrid
está
lleno
de
mierda y en esta imagen parece Mordor. Me doy cuenta cuando me alejo un poco de la ciudad, que asemeja una futurística urbe con su cúpula protectora, aunque en el caso que nos ocupa se trate de una burbuja agresiva de contaminación que no se va. Su tono amarillento y marrón nos da idea de la cantidad de porquería que aloja el aire que respiramos en Madrid. Los llamados pulmones verdes, caso de El Retiro, la Casa de Campo o el citado anteriormente en este serial parque de las siete tetas, están ahí para darnos, nunca mejor dicho, un respiro entre la marabunta. Sí, Madrid está muy contaminada. Su hongo perenne merced a una urbe plagada de millones de seres humanos concentrados en el centro geográfico de la península y recocinado a fuego lento hacen de ella una ciudad difícil de respirar, cada vez más. La primavera y sus alergias surgidas del polen que pulula por doquier se añaden a las dificultades respiratorias de quien aquí vive. Cada año son más los que aquejan problemas respiratorios, especialmente durante el mes de mayo, cuando las farmacias se convierten en verdaderos híper mercados de los antiestamínicos. Puede que el nuevo mapa político que se ciñe sobre la ciudad busque soluciones para disminuir los ríos de polución que nos desbordan, puede que no y que los males permanezcan inamovibles por otra legislatura. A estas alturas tempraneras de la partida es difícil saber qué pasará y, como sucede siempre, en el mundo de la política las promesas tienden a convertirse en eternas mentiras y desengaños. 16
No he hecho caso a ninguno de los programas de los grupos que ayer se presentaron en Madrid, tampoco sé si lo haré en breve, pero me alegraría que alguno de ellos tomase en serio y se preocupase de verdad por el asunto de la contaminación, una forma de matarnos a nosotros mismos y al planeta en pocas décadas. Hoy por hoy son muchos los males que nos aquejan, empobrecimiento, reducción del bienestar y condiciones laborales, es como una especie de posguerra en la que la lucha contra la contaminación parece no tener cabida. Ojalá me equivoque y las políticas verdes y ecológicas sí estén en la lista de deseos de los gobernantes del futuro, ya que hasta ahora se ha tratado como a una materia secundaria, algo poco serio que se hace solo para acallar las voces de algunos y darle un aire un poquito más limpio a nuestras ciudades. Cada vez son más los que sufren asma, también otras afecciones respiratorias o las crecientes alergias primaverales, influenciadas por el bochorno de los hongos de polución que cubren las ciudades como Madrid, por eso insisto en la necesidad de políticas que favorezcan la defensa del deteriorado medio ambiente, pues ellos son los que tienen la sartén por el mango a la hora de decidir qué hacer. Espero que me hagan caso.
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Episodio 8 - Mi primer San Isidro Las fiestas del pueblo han llegado, solo que en este caso son las fiestas de la capital del país, por ello esperaba algo más grandioso y fasto. No digo que me decepcionaran, lo que noté es una falta de vinculación de la población local con los festejos madrileños. Será que el ritmo frenético de la gran urbe tala de raíz los lazos con la tradición o que la inmensa
mayoría
de
ciudadanos
foráneos no ve como propias las fiestas capitalinas. Aún así, me divertí en mi primer San Isidro rodeado de no madrileños. Esperaba un ambiente más festivo, con alegorías al santo y a las tradiciones de la fiesta en Madrid, con sus habitantes engalanados con esos trajes de chulos y castizas, chulapos y chulapas que reivindican por un día la gloria de ser de Madrid. Lejos de eso, el ambiente que se vivía en el centro era prácticamente el mismo de cualquier domingo y los únicos que vestían el uniforme típico era algún que otro jubilado. Entonces entendí que estas fiestas eran las más descafeinadas a las que había asistido en todo el país. La sorpresa llegó el día antes en la oficina. Sabía que San Isidro es el patrón de la ciudad de Madrid y que yo trabajo en otra localidad, por lo que entendía que tal jornada festiva no me correspondía. El jueves 14 en reunión de la plana mayor de la plantilla se acordó que la empresa seguiría el calendario festivo de Madrid, por lo que en San Isidro no se trabajaba, ¡bien! Sin haber hecho planes previamente, me dispuse a disfrutar de las fiestas, al menos acercarme a los puntos calientes para verlo de cerca. La alineación para tal expedición fue fácil de conseguir, Omar y Mirka se apuntaron incondicionalmente y juntos tomamos el metro rumbo a Plaza Mayor, uno de los focos de atención de aquel viernes 15. 18
Salimos a tierra en Tirso de Molina, para callejear hasta la iglesia de San Isidro, lugar donde se celebraba una misa a la que asistían autoridades municipales, cuyo indiscreto sequito rodeaba el templo con sus procedimientos poco habituales en la casa del señor de la cruz. Desde allí continúa nuestro paseo hasta llegar a una concurrida Plaza Mayor. El sol brilla arriba y la jornada es ligeramente calurosa, por lo que vestimos camiseta y pantalones cortos (esperamos que aguante el día). Lo dicho, la plaza abarrotada y pendiente de un escenario donde se celebraba un festival llamado Casas de España. Nuestra incultura nos llevó a pensar que consistía en una muestra de diferentes casas del país, ya sabes, caserío, cortijo, masía..., pero no, en realidad se refería a cantes y bailes típicos de diferentes regiones. No vimos a los locales, que imagino serían chulapos bailando el chotis, sino manchegos y asturianos y gallegos armados de gaitas. Camina que te camina vamos hasta otro de los escenarios de las fiestas, Las Vistillas, un lugar en el que no había estado anteriormente y me sorprendió. Se trata de un parquecito arbolado con vistas al barrio que se levanta poco más abajo, imagino que por eso será Las Vistillas. En el parque se ubica el entarimado desde donde una banda de pop pasteloso ameniza las horas de sol. Nosotros preferimos tumbarnos en la campa verde que, en cuesta, sirve de graderío para disfrutar de esas pequeñas vistas. Ya es hora de dirigirnos al meollo de la cuestión, la Pradera de San Isidro, algo así como el recinto ferial en estos días. Por lugares donde antes no había puesto pie bajamos hasta el Puente de Toledo (que llevará a Cuenca, digo yo), una bonita obra de piedra que salva el Manzanares y desde donde se contemplan las zonas ajardinadas de ese pulmoncito verde que es Madrid Río. La marea de fiesteros se dirige como nosotros a la orilla sur, para luego girar a la derecha en busca de la ansiada pradera. Llegados allí no soy capaz de dar con los pastos del santo. A la derecha del camino puestos varios donde se venden chucherías para los niños, vestidos típicos de San Isidro y, un poco más adelante, puestos de comida donde en inmensas parrillas preparan panceta, criadillas, morcillas y otras recetas porcinas, con un olor embriagador que despierta en nosotros el hambre que ya llamaba desde hacía un
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rato. A la izquierda una ladera cubierta por un pinar donde los asistentes se sientan a descansar, comer y beber. Sigo sin ver la pradera. Buscamos donde hacernos con unos bocatas de panceta, qué rico, compramos unas cervezas frescas y nos tendemos en eso que llaman pradera pero que es una ladera, con vistas a los puestos de comida, eso que serían txoznas en Euskadi y casetas en Andalucía, vemos la marabunta pasar calle arriba y calle abajo. Ahora sí se respira una sensación mayor de fiesta, con familias enteras conmemorando las fiestas, al menos la gorra de cuadritos o el mantón, hasta yo mismo compré una gorra y así sellar mi unión con esta ciudad. La tarde va avanzando y hordas de quinceañeras suben por la pradera para asistir al concierto de Carlos Baute. Nosotros, en cambio, navegamos contra esa corriente y volvemos a Las Vistillas, donde se celebra la final de los premios de rock de las fiestas. En el mismo escenario que aquella mañana, varias bandas hacían gala de sus mejores artes para así optar a la victoria. Escuchamos un poco, Mirka nos presenta a varios de sus compañeros profesores extranjeros que allí estaban y, en estas, llega la noche. El cielo ya está oscuro y se siente el fresco que azota brazos y piernas. Con piel de gallina, perdón por la frialdad, entramos en un bar cercano en busca de cobijo, cena y aseo, al igual que han pensado las decenas de personas que atestan el local. Todos nuestros objetivos cumplidos: un pis, una caña y bocata de tortilla. Después de eso, más rock, menos gorras de chulapos (conservé la mía sobre la testa hasta entrar en casa) y brazos con pelos como escarpias, ¿por qué no me traería una sudadera para la noche? Aquella mañana salimos de casa sin ningún plan, sin horario de vuelta, sin expectativas, ignorando lo que encontraría. No fue una de las experiencias de fiestas y ferias más impresionantes que he vivido, no obstante fue divertido y mi gorra ya espera al próximo San Isidro.
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Episodio 9 - Un runner en Vallekas De un tiempo a esta parte ha crecido en mí un extraño interés corriendo
por a
lanzarme las
calles,
sudar, cansarme y llegar a casa con la respiración acelerada
y
dolor
de
piernas. Si bien no es tan exagerado
como
lo
presento en estas líneas, bien es cierto que el deporte cansa y es duro, pero una vez que te habitúas solo puedes ir a más. Toda la vida llamándolo correr o footing, en inglés y más bien sonante, para que ahora le llamen running, a los corredores runners, más anglicismos que añadir a nuestra lengua. Y nosotros que usábamos footing, como pensábamos que decían los anglosajones, y luego van ellos y dicen joying. Bueno, en fin, que los runners y corredores son los deportistas que hoy en día toman las calles de las ciudades por doquier, en grupos o en solitario. Cada vez son más y la fiebre de la carrera no decrece, yo me sumé por casualidad y aquí estoy. Fue en un tiempo donde carecía de una bici competente para realizar rutas. Unas zapatillas deportivas de andar por casa era el material principal que me servía para disfrutar de este deporte. Me lancé a las calles, parques y canales vecinos a mis londinenses residencias (Willesden, Harrow y Mitcham) y aprendí a amar un deporte que nunca antes me había atraído, considero el mountain bike tan divertido que no me apetecía trotar de aquí para allá. En Vallekas sigo trotando. Vivir en Alto del Arenal no es fácil para un runner, estamos en un alto y todos los caminos parten cuesta abajo. Lo bueno es que en la zona hay dos parques por los que correr sin las molestias del tráfico. 21
Siete tetas Por un lado está el escénico parque de las Siete Tetas o del Cerro del Tío Pío, siete colinas desde las que se contemplan una magnífica vista de la ciudad. Desde mi portal al parque hay un kilómetro de distancia y el circuito que completo allí es de cerca de 2km, por gravilla y tierra, más o menos llano con alguna cuesta muy suave. Es el recorrido que practico últimamente, pero es que desde que me compré bici tengo las zapatillas aparcadas. Tarde o temprano volverán a recorrer kilómetros. Parque lineal de Palomeras Fue mi primer escenario runner en el barrio. Es un espacio verde paralelo a la M40, forma parte del anillo verde que rodea Madrid y es utilizado por numerosos runners de la zona. Aquí los desniveles son más elevados, te pasas la mitad del camino subiendo y la otra mitad bajando. Mis tiempos en este circuito son bajísimos, termino fundido y no soy capaz de pasar de 7,5km. Hace ya tiempo que no cató esta ruta, aunque sí paso con la bici, pues, como anillo verde que es, comunica Palomeras con el norte y el sur. Tal vez este corredor vallekano necesita más disciplina, organizarse y seguir una agenda, a ver si así me voy poniendo las pilas y vuelvo al ser un runner en Vallekas.
Episodio 10 - Este calor me está matando Hacía
muchísimo
tiempo que no vivía un verano
tan
caluroso
como éste, y es que los años de exilio entre los hijos e inmigrados de la pérfida Albión habían borrado de mi recuerdo esas jornadas de 40º grados con un sol de injusticia capaz de deshacer a las cucarachas más resistentes. Acabamos de estrenar el mes de julio, pero ya son varias las semanas que llevamos inmersos en una bolsa de fuego que nos derrite. ¿Cuánto durará?
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La respuesta la tienen los meteorólogos, esos señores del augurio atmosférico con predicciones cercanas a las de un echador de cartas, a veces adivinan y otras no. Lo que ayer (lunes) me preocupó de verdad fue escuchar a uno de esos echadores de cartas de los cielos que aventuraba que la nueva ola de calor (¿pero se había largado la anterior?) estará con nosotros hasta el domingo, y que la semana próxima bajarán un poco las temperaturas. En cuestión de poco tiempo los madrileños y no tan madrileños hemos pasado de gruesos abrigos invernales a andar por casa solo en calzoncillos para soportar de forma indigna, mientras veo cómo se derrite el asfalto o como las señoras se desvanecen en los vagones de metro atiborrados, es curioso, los estudiantes están de vacaciones pero el metro sigue atestado de personas y han reducido el número de trenes, como si los demás no trabajásemos, o sea, que vamos más prietos (todavía) que antes y día sí y día sí se avería algún tren. Procuro no salir a la calle durante las horas más calurosas, o sea, que no salgo a la calle, pues cuando me levanto a eso de las seis y cuarto ya estamos a 30º y cuando voy a la cama se superan los 30º. Un soplo de viento fresco en nuestras sudadas vidas no estaría nada mal. La semana pasada nos pasamos en la oficina al horario de verano, jornada intensiva, entramos a las ocho de la mañana y salimos a las tres de la tarde. No está mal, ya que soy uno al que no le cuesta madrugar, aunque tampoco gusta de irse a dormir temprano. A parte de no sentarme a comer hasta las cuatro y media que llego a casa, el principal problema es que Lorenzo a esas horas de la jornada desata toda su furia sobre nosotros torpes humanos que osamos poner un pie fuera. Los cinco minutos de camino del trabajo a la parada del autobús son como un pequeño viaje sobre la superficie del infierno, donde la cabeza se recalienta de forma pavorosa. Intentamos que el tiempo que se pasa en la calle sea el mínimo posible, pero no se puede correr para llegar antes. Cualquier esfuerzo extra o acelerar el paso significa que gruesos goterones corren por la piel simulando a cascadas saladas y calientes. El mareo comprime la cabeza mientras invisibles martillos torturan los tímpanos. ¡No corras! ¡Ve despacio! Como ese que cruza descalzo sobre carbones encendidos a paso moderado sin notar las 23
brasas que ennegrece sus pies, nos movemos ligeros pero cautos por la vía más corta hacia la siguiente sombra. Digo que prefiero estos calores extremos al frío que entumece mis huesos y sitúa mi piel dentro de eso que llamamos la carne de gallina, que rebela mi estado de congelación ante todos. Y sí, siempre me ha gustado más sudar que tiritar, vestir poca ropa a forrarme de capas. Ese calor que es sinónimo de verano y buenos planes y no frío para estar en casa ante un tiempo de perros endemoniados. Por breves momentos me arrepiento cuando mis brazos pegajosos resbalan sobre el escritorio o los mencionados martillazos invisibles en las sienes que golpean cuando se te ocurre la necia idea de pensar a 40º. Aun así, con brazos pegajosos y martillazos invisibles, doy mi voto por esta maldita ola de calor que vivimos y que nos hace ver que tendremos un duro verano, que el cambio climático está aquí diciéndonos –“hola”. Ya están aquí.
Episodio 11 - No me llames madrileño, llámame gato ¿Dónde están los auténticos madrileños? Eso es lo que me pregunto tras varios meses en la capital. He conocido gente nacida aquí,
pero
provenientes
de
familias foráneas. Así, Madrid cuenta
con
heterogénea
una
población
proveniente
de
diferentes puntos del país, sobre todo las dos Castillas, Extremadura y Andalucía. Con más de tres millones de habitantes cuesta mucho encontrar quien tenga ocho apellidos madrileños. Gatos. Gatos es como llaman a los madrileños auténticos, los que reclaman orgullosos haber nacidos en la ciudad, al igual que sus generaciones predecesoras. Y ¿por qué les 24
llaman gatos? Me preguntaba. ¿Será como en Vicenza, donde dicen que sus habitantes comen gatos? Mi curiosidad me hizo investigar y me puse manos a la labor. Diversas son las leyendas que encontré al respecto, captadas a través de distintas fuentes. Ahora os las cuento, a ver qué os parece y con cuál os quedáis. A continuación, por qué a los madrileños les llaman gatos. Edad Media La teoría más comentada proviene de la Edad Media, de hace casi mil años, y la fundación de la villa tiene relación con ella. En el año 852 Muhammad I, fundó la villa de Magerit (actual Madrid), como punto desde donde controlar el valle del Manzanares y la Sierra del Guadarrama. Allí se levantó una mezquita a la que se llamó “Almudaina”. Corría un día de mayo de 1085, cuando las tropas del rey Alfonso VI se acercaron a Magerit con la intención de arrebatársela a sus ocupantes. Al amanecer llegaron las tropas a la Puerta de la Vega, en silencio para no despertar al enemigo y pillarle por sorpresa. Uno de aquellos soldados se separó de su regimiento y cuchillo en mano comenzó a trepar por la alta muralla, hincando la daga por las juntas de los sillares de piedra. Subió tan ágilmente que todos empezaron a decir que parecía un gato. Cuando comenzó la lucha el hombre ya había superado la muralla, corriendo hacia el torreón mientras sus compañeros sitiaban la puerta de entrada a la fortaleza, el muchacho cambió la bandera árabe por la enseña cristiana, de nada habían servido los altos muros contra la agilidad y determinación de aquel “gato”. Desde aquel día a los habitantes de la villa de Madrid, se les conoce con el nombre de este ágil felino. Guerra Civil Otra de las teorías dice que se les llama gatos porque durante la Guerra Civil en Madrid se le agotaron los alimentos y el acuciante hambre provocaba que los habitantes de la villa se comían a los gatos, aunque esto es común a cualquier lugar en tiempos de guerra y ante la escasez de víveres.
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Peajes También se dice que en la época cristiana había puertas para entrar a la ciudad, donde había que pagar tasas o peajes, por lo que, los más hábiles escalaban el muro como auténticos felinos. Tejados de los Austrias Los tejados del céntrico Barrio de la Austrias eran un buen hogar para los felinos, se decía que en Madrid las ratas no entraban porque los gatos las exterminaban. Sea cual sea la teoría verdadera, lo cierto es que en Madrid quedan pocos gatos.
Episodio 12 - El origen de la bandera de Madrid Tal vez pensabas que los rigores estivales y esos calores vaporosos que han acompañado Madrid en las últimas semanas (bastantes ya) habían extinguido mis fuerzas
para
contarte
nuevas historias de este ASÍ ES MADRID. Bueno, en parte sí, por H o por B he estado alejado de estas nuestras páginas que se sumergen,
de
vez
en
cuando, en las curiosidades y todo eso que me llama la atención de vivir aquí en la capital. El tópico que he elegido es la bandera de Madrid, para el que no le venga a la mente inmediatamente (¡es la de la foto!), os recuerdo que consiste en un fondo rojo con siete estrellas blancas.
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Hace tiempo escuche una historia curiosa sobre la creación y significado del estandarte madrileño, diferente, debo decir, a lo que acostumbra a ser en el mundo de la heráldica y todo el simbolismo y tradición que acompaña normalmente a estos paños, por lo que a continuación expreso cómo veo esta bandera, una más de las 19 autonomías que campan a sus anchas por estas tierras iberas. Podemos decir que la partida de nacimiento de la bandera de la Comunidad de Madrid se encuentra en el artículo 2º de la Ley 2/1983, de 23 de diciembre, donde además de la bandera, se establece el escudo y el himno de dicha comunidad autónoma. La descripción de la por aquel entonces parida bandera es como reza el texto de la mencionada norma: de color rojo carmesí (expresando así su castellanidad, como rasgo esencial), con siete estrellas blancas y de cinco puntas, colocadas en el centro de la misma y alineadas en dos hileras, cuatro arriba y tres abajo. Sus proporciones son de siete de ancho por once de largo. El que por aquel entonces era primer presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, recibió el encargo (el marrón) de presentar los símbolos de la institución a la cual representaba, que al igual que las primeras comunidades aparecidas en el estado, la vasca y la catalana con toda la simbología que sus banderas llevan a sus espaldas, debía dotar de cierta importancia al estandarte madrileño. Y ¿cómo representar lo madrileño? Tras unas deliberaciones dignas del mejor de los aquelarres o cábalas, se dio con la solución. He aquí la simbología mística-tradicional-científica de la bandera de la Comunidad de Madrid. Cada una de sus estrellas representa a las correspondientes estrellas principales de la constelación de la Osa Mayor, que se recorta sobre la sierra del Guadarrama (en Madrid), dominando de esta manera el cielo de las tierras que formaban el antiguo concejo madrileño, creado en tiempos de la Reconquista (patriotismo puro) y que abarcaba el territorio situado al sur de dicha sierra, hasta alcanzar el río Tajo (más al sur era todavía territorio comanche). Las siete estrellas del antiguo concejo madrileño descansan sobre un fondo rojo carmesí; color que es del pendón de Castilla, antiguo reino hispánico al que pertenecían las tierras 27
madrileñas, aunque ya no eran siervos de Castilla. Las estrellas tienen cinco puntas por las
cinco
provincias
que
rodean
a
la
de
Madrid,
ya
desde 1833,
Ávila, Segovia, Guadalajara, Cuenca y Toledo. El antes citado Joaquín Leguina debía sacarse de la manga una bandera de la noche a la mañana. Para ello contó con la sabiduría de ciertos personajes que dándole a la cabeza diseñaron en poco tiempo algo que ya vemos como tradicional. La definición de la bandera fue llevada a cabo por el poeta Santiago Amón Hortelano, con diseño de José María Cruz Novillo.
Episodio 13 - Ya no queda nadie en Madrid Este capítulo llega tarde, justo
cuando
va
terminando el verano, la gente vuelve a los trabajos, los niños a la escuela y la rutina vuelve a apoderarse de la urbe. Las últimas semanas me han sumido en una vorágine de viajes y hace más de un mes que no estoy un fin de semana en casa. Aun así, os meto otro trallazo de ASÍ ES MADRID; ya van 13 en esta aventura de las calles que veo cada día. He aquí un relato comenzado a mediados del pasado mes de agosto. Salgo a la calle y se respira tranquilidad. No queda casi nadie en la ciudad, casi todos han huido del descomunal calor que achicharra las calles de asfalto y cemento. El verano llegó hace ya mucho tiempo y ahora con las vacaciones muchos también son los que aprovechan para dejar la urbe en busca del alivio del mar o el campo. Yo salgo a la calle y no encuentro a casi ninguno, bueno, hasta que llego al metro...
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Ese mito de que Madrid en agosto se queda vacío no he llegado a conocerlo. En mi primer verano en la villa, aparte de soportar un calor insoportable, me ha tocado ver cada día las mismas caras de siempre… tantas. Creí que las vacaciones escolares eran es pistoletazo de salida a cientos de miles de madrileños hacia destinos vacacionales, pero, apenas se notaba el éxodo. Cada mañana las colas atestaban los accesos a la ciudad. Mis viajes en metro seguían siendo dentro de la categoría sardina enlatada, con derecho a un espacio de 20 cm² de suelo por persona y a controlar la respiración para no agotar el poco aire existente en los vagones, ya desde las 7 de la mañana y ante un sistema de aire acondicionado en la Línea 1 equivalente a una señora de avanzada edad con un abanico intentando mitigar los sudores de las 200 sardinas que nos apiñamos en ese vagón. Una de las teorías sobre la masificación de los transportes públicos es el descenso del nivel de vida (vivíamos por encima de nuestras posibilidades), que deja a muchos sin dinero para gasolina y automóviles. Cuando salgo a la calle, la verdad es que no salgo a la calle. Mi día a día transcurre en cuatro minutos del portal de casa a la boca de metro. Vuelvo a emerger en Moncloa a bordo de un autobús del que me apeo en Villanueva del Pardillo. Así que vivo en Madrid pero sin ver y oler Madrid, solo lo que hay bajo ella. Desde hace unos días, y coincidiendo con las fiestas de la virgen del 15 de agosto, el tránsito de personas en mis desplazamientos diarios ha disminuido, considerablemente, me atrevería a decir, ¿será que toda esa gente ha perdido sus trabajos, a pesar de las fantásticas e increíbles noticias que intenta vendernos el gobierno cual si fuera una moto?
Episodio 14 - Tu aliento en mi cara Si en el anterior capítulo citaba a los vagones del metro, todavía sigo sin salir de los túneles. No es que viva bajo sin tierra ni ninguna historia apocalíptica o similar, es solamente un nuevo ASÍ ES MADRID.
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Comparado a Londres, las aglomeraciones de estaciones, andenes y trenes es de risa. Esto parece más bien un pueblo de provincia comparado al estrés que se malvive en la capital del Támesis. Qué sí, que en Madrid hay demasiada gente, pero las ingentes masas de ahí arriba no tienen comparación con las de mi actual ciudad. ¡Menos mal! Sobre todo en el verano que acabamos de sufrir, aunque se puede padecer a lo largo de todo el año, una de las cosas que me llaman la atención de viajar en metro por Madrid es la cercanía espantosa que ciertas personas pueden alcanzar con sus compañeros de coche. No hablo de esas horas puntas en las qué tendemos a apretarnos y comprimirnos como miserables sardinas, también cuando se va más holgado hay quien ama arrimarse. Es lo que podría llamarse un desconocido abuso de confianza. Acostumbro a leer, libros y/o revistas, cuando viajo en el metropolitano, suelo viajar de pie porque ya me paso el día sentado en una oficina y considero que hay mucha gente en peores condiciones que yo y viajan de pie también cuando deberían sentarse. Es ahí, cuando voy alegremente con mi libro apoyado en las paredes del vagón o la puerta que no se abre cuando alguien se aproxima a mi libro, se mete debajo de mi libro o estrella su oreja contra mi libro. Sí, no exagero. Parece que viajo con un imán en mis manos, precisamente en mi libro, pues aunque haya espacio suficiente para estar holgados, se pegan a mí, gente de todo tipo, guapos y feas, jóvenes y menos viejos, da igual, todos sienten predilección por empotrarse contra mi libro. Me aman. No es una venada que me haya dado ni nada por el estilo. Probad a viajar en metro con un libro en vuestras manos y veréis cómo siempre hay alguien que se lanza contra sus esquinas o arruga tus páginas con sus coronillas. Sigo sin exagerar. El metro no es aburrido para nada, tienes el aliciente de dar con personajes de lo más diverso, no solo esos que se empotran con tu libro en el párrafo de arriba, también los que respiran en tu cuello, esos que despreocupadamente lanzan su aliento en mi cara. Una cosa más que detestar. Cuando llega la hora de salir del tren corren desesperados por montarse en la escalera mecánica, en la cual permanecen impasibles e inamovibles por la duración del trayecto, como si de una atracción de fiera se tratara. Caras aburridas y cuerpos quietos, esperando 30
con desgana otra jornada en el matadero. Yo me lanzo a zancadas sobre la escalera tradicional donde puedo moverme con amplios movimientos, donde no me golpea su aliento en la cara ni su coronilla se empotra contra las páginas de mi libro. Sin duda no es una opción antisocial ni quiero ir en contra de la mayoría de commuters que atestamos vagones mañana sí y mañana sí, es otra vez el modo en que veo las cosas aquí, cómo veo el acontecer en esta ciudad que nos mata.
Episodio 15 - El día de la Españoleidad Ese día fui a trabajar, aunque fue ampliamente celebrado. El viaje de casa al trabajo en metro y autobús era una sucesión
de
calles
vacías,
vagones
despoblados y carreteras sin coches. La verdad es que daba la sensación d encontrarse ante una de esas películas apocalípticas en la que el paisaje parece irreal. Todo esto es porque ese era el día de la Hispanidad, o lo que yo llamo, el día de la Españoleidad. El día de la Españoleidad celebra la fiesta nacional de España, el enaltecimiento de lo español, se recuerdan las glorias del pasado en forma de conquista y culturización para unos y exterminio y saqueo para otros; se pasean banderas y las fuerzas armadas desfilan por las calles. Todo esto en Madrid cobra un color especial, escenario de la gran fiesta nacional. Lo vi como espectador lejano por televisión y el desarrollo de los acontecimientos me recordaba a imágenes de mi infancia, cambiaban los colores, pero el sentido de nacionalismo era el mismo: vítores, clamor popular, patria, banderas; cosas que poco a poco voy dejando atrás. Si me preguntas de dónde soy, obviamente existe un lugar del que prevengo y al que amo, igual que los demás sitios en que he dejado semillas, huellas y recuerdos. Si pudiera 31
elegir, preferiría no tener nacionalidad, menos aún ser nacionalista de ningún tipo y no defender ni pasear banderas. Es curioso que los humanos vamos cambiando de padecer según crecemos y pasan los años, tal vez sea el raciocinio que nos hace detestar esos signos que diferencian mi pueblo del de al lado. Veo al nacionalismo español tan malo o extremista como pueda ser el vasco o el catalán, que intenta engullir dentro de sí a otros pueblos que llevan décadas o siglos diciéndole que se quieren ir. El día de la Españoleidad me sentía así, rodeado por unos símbolos, banderas que no me identifican, ya que no sigo a ningún pueblo más que otro, solo a las personas que habitan esta tierra en la que tanto nos cuesta entendernos. Respeto a quien celebra la fiesta nacional y más aún a los que defienden su patria sin perjudicar a los demás pueblos o naciones vecinos, punto difícil de alcanzar en este mundo en el que se vocifera a los cuatro vientos “somos los mejores”, “estamos orgullosos de ser de…” y así insistentemente en un frenesí patriótico que rompe más que ata.
Episodio 16 - La vuelta del hijo pródigo Los expatriados que vuelven a casa, qué es lo que encuentran, cómo se sienten, cómo cambia la gente, dónde están sus amigos. Ya no te sientes de ningún lugar. Tal vez sean meras opiniones personales tras mi paso por diferentes países, con casi una década fuera de la piel de toro, pero cuando vuelves ya no estás en el país que dejaste, ni tú eres el mismo. Es una sensación de aquí-allí que te hace ver el mundo de forma diferente. No es ni bueno ni malo, es curioso y diferente. Madrid es una ciudad cosmopolita, centro geográfico, económico, social, de tendencias de esta gran nación, tan grande que caben otras en su seno. Al mismo tiempo que aglutina un poco de todos, y también de fuera reflejado en la extensa comunidad extranjera que en ella reside, es un pueblo, un pueblo cerril opuesto al progreso y que mira a lo de fuera como raro. Ya no hablamos de chinos o sudamericanos que son 32
considerados bichos raros en la capital, a pesar de ser desde hace años amplias minorías, peor es cuando se trata de personas provenientes de otros pueblos de España, con Cataluña al frente, nación que limita con el Averno para muchos madrileños. Esta ciudad “cosmopolita” que digo dista años luz de la amalgama de nacionalidades, lenguas, supermercados y carteles que encontré en Londres. Allí tampoco hay integración, como aquí, el de fuera es siempre un bicho raro, pero también lo es el de los distritos sur en el centro de Madrid, nacionalismo al poder; y luego dicen que no entienden a los catalanes. El madrileño no necesita diferenciarse de los demás por la lengua o por tradiciones seculares, basta con que seas de un barrio periférico o te salgas por un solo renglón de la media para que te consideren “un bicho” ¿Eso no es nacionalismo? ¿Defender la idea de que los que se difieren de ti en la raya del pelo son distintos a “lo madrileño” no es nacionalismo? Eso, me siento en el limbo en esta gran ciudad después de tanto tiempo fuera y haberme perdido esas cosas de las que hablan e interesa a la gente, como Gran Hermano, Operación Triunfo, La Voz o Master Chef. El hijo pródigo ha vuelto pero anhela cosas de aquí y de allá, anhela otros horizontes, siente que su vuelta todavía no está completa y necesite, tal vez, otras estaciones de paso. Puede que la idea de ese gran país que dejó atrás sin mucho apego haya cambiado para siempre y no la encuentre nunca más. La guerra de distritos, de barrios siempre ha existido y existirá, el tirar y afloja con Catalunya NO tendrá fin y mi sitio estará allá donde me sienta a gusto, y son tantos sitios en los que estoy a gusto...
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Episodio 17 - Mañanitas en El Rastro Ya me lo dijo Carol, una expat
de
Londres domingos
Madrid
en
típico
los
“lo es
acudir
al
rastro, pasear por allí, tomar el aperitivo en La Latina y seguir de cañas con los amigos hasta decir, ¡uy, se me hizo tarde! Perdona Carol si la transcripción no es literal, es así como lo recuerdo. Picado por la curiosidad visité el Rastro en uno de mis primeros fines de semana en Madrid. Hice todo lo que dijo Carol y desde entonces he repetido muchas veces, aunque casi nunca busque nada, siempre lo paso bien y merece la pena dejarse caer por esas calles del centro. Desde siempre había oído hablar de este famoso “rastro” madrileño, una suerte de mercadillo donde encontrar cosas viejas, curiosas, lugar variopinto pro donde se pasea todo tipo de habitante de la urbe, además de legiones de turistas que desembocan en sus calles con la guía que hasta allí les ha llevado en sus manos. Ignorante de mí, imaginaba el rastro como un gran aparcamiento o explanada similar donde se colocan los diferentes puestos, a imagen y semejanza de otros mercadillos que se montan en nuestra geografía. Lejos de ello quedé gratamente sorprendido al pasear por el histórico emplazamiento del centro de la ciudad. Estaciones de metro como Latina o Tirso de Molina no tienen pérdida si se busca el Rastro desde allí, pues una corriente de fieles paseantes indica el camino a seguir. Según te acercas la acumulación de personas es mayor, es domingo por la mañana y el ambiente festivo prima por encima de otras cosas, músicos callejeros hacen las delicias de las orejas o no, diferente guisa de artistas de la rúa y fonambulistas de origen diverso entretienen a los pasantes hasta que das de bruces con los miles de puestos que se levantan por los alrededores de la plaza de Cascorro o ronda de Toledo.
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Las mañanas de domingo es una delicia para muchos revolver entre sus montañas de ropa usada o no usada, baratijas, bisutería, adornos para la casa sacados de otra época, monedas oxidadas, vinilos, libros, cómics y colecciones de cromos. Mención especial merece el apartado de muebles, cuadros y enseres para el hogar, donde algo más que el baúl de la abuela sale a las calles. Tanto paseo y las pendientes cuestas donde se ubican los puestecillos hace que tras varias horas de patear la zona entre el hambre, pero no hay problema, desde que llegas la multitud de bares invitan a entrar y pedirse algo. Especialidad del Rastro son las tostas de pan aderezadas con “lo que quieras” que se toman en la calle. Cómo no, mientras la multitud zampa rebanadas de tortilla, jamón, bacalao o pulpo a la gallega no puedes decir que no y finalmente caes también en la tentación. Un poco de historia El Rastro nace hacia 1740 en torno al «Matadero de la Villa», ocupando las aceras de la cuesta de Ribera de Curtidores del barrio de Lavapiés, como un zoco semi-clandestino de venta de objetos usados (baratillos). El lugar está documentado desde 1740 como un lugar de encuentro para la venta, cambio y trapicheo de ropas de segunda mano, alternativo al negocio de la venta ambulante. Se formaba alrededor del antiguo matadero, origen de su insospechado nombre. «Rastro» era en el siglo XVI sinónimo de carnicería o desolladero. La creación del Rastro es contemporánea de la de los Cinco Gremios Mayores en Madrid, y fue creciendo a lo largo de los siglos, hasta los 3.500 puestos -máximo permitido por las últimas leyes municipales- sobre el año 2000. El Rastro tiene lugar todos los domingos y días festivos del año entre las 9:00 y las 15:00 en el barrio de Embajadores, en el distrito Centro. Un máximo de 3.500 puestos de venta se extienden en torno a la Plaza de Cascorro y su monumento dedicado a Eloy Gonzalo en el extremo norte, el eje de la calle de Ribera de Curtidores y calles aledañas, la calle Embajadores al este, y la Ronda de Toledo y la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo al sur.
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Episodio 18 - De traca Un título que dice tan poco o que deja despistado a cualquiera, por eso cuando me aproximo a este artículo debo dirigirme unas líneas más abajo para enterarme de lo que escribí ese día. Groso modo y para salir de claroscuros, hablaré de la sanidad en la ciudad de Madrid. Como siempre en ASÍ ES MADRID, me refiero a lo que he visto, mi experiencia que puede ser diferente a la de cualquiera. Sucedió un mal día, que es lo que suele ser cuando requieres la atención de la Seguridad Social. Todo empezó con una mala jugada de la Ley de Murphy. Mi hermano llevaba meses esperando la llegada de su ansiosa nueva bici. Un viernes fue a recogerla a la tienda. Disfrutó de ella ese fin de semana y el domingo tras la ruta, se ducha en casa y cuando se viste en su habitación golpea sin querer su pie contra la esquina del armario. ¡Ay! Qué dolor. Él, que es estoico y espartano aguanta cojeando ese día. A la mañana siguiente se levanta con el pie hinchado y morado. Bien, vamos a urgencias que no tiene buena pinta. Espera, espera. Todo esto me suena a cuando en LONDON TOPICS contaba mis andanzas con la sanidad en la Pérfida Albión. El chico llega cojeando a la puerta de urgencias del cercano ambulatorio del barrio. Está cerrada y descubre que debe subir una larga cuesta para acceder a urgencias. Una vez allí y tras arrastrar la dolorida pierna por la rampa, le dicen que NO, que tiene que bajar y dirigirse a la entrada general del ambulatorio, que ese lugar no dispone de Urgencias como tal Tras dar la vuelta completa al edificio estamos en la entrada ordinaria, desde donde nos mandan a una consulta donde se atienden las urgencias, que en realidad es una médico pediatra en la tercera planta. Vale, esperamos que le atiendan. Acudimos a la sala de Rayos X, que la médica pediatra dice que está abajo. ¿Abajo dónde? Preguntamos a dos 36
trabajadoras del hospital por el pasillo, y mientras una de ellas asegura que se encuentra en la primera planta, la otra señala que está en la segunda. Vale, la de la segunda planta parece que gana la batalla y vamos allí a mirar. Bingo. Media hora después ya tiene su pie fotografiado y vuelve a la pediatra, quien confirma que se ha roto un dedo y que no sabe cuánto durará su recuperación, queda bautizada como Doctora No sé. Por fin, dos horas y media después de acudir a Urgencias por un dedo roto, podemos salir de allí. Sí, lo sé que no da tanto juego como lo que en su día escribí sobre la sanidad británica en un London Topics. Cada lugar y cada situación son diferentes. Solo espero que no os sucedan casos como el que aquí os cuento y que el nuevo gobierno que aparecerá tras las inminentes elecciones sea capaz de solucionar el caos y escasez que se vive en nuestro sistema sanitario.
Episodio 19 - Mendigos en el metro Menos mal que desde las altas esferas del gobierno se anuncia a diestro y siniestro que estamos saliendo de la esperpéntica crisis. Los más viejos que Matusalén recordarán los tiempos de bonanza, allá cuando la construcción de viviendas era un valor en demasiada alza. Por suerte estamos dejando atrás todo eso, todo hasta que monto en el metro y me doy cuenta que nos mienten, que en realidad seguimos en la parte del túnel desde donde no se ve la luz. Mi vagón está repleto de mendigos, unos piden desesperados, otros con aire burgués, pues son eso, burgueses venidos a menos. Creí que sería algo pasajero, o que un grupo de pedigüeños se puso de acuerdo para sacarse unas perrillas sobre las vías. Hace ya casi un año que les veo y sus historias me resultan familiares. A algunos les pongo motes incluso. La competencia entre ellos es tan elevada que deben luchar por diferenciarse de los
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demás compañeros de fatigas. Una vida muy dura es lo que les toca vivir a los hombres y mujeres del siglo XXI, bueno, a todos no. La línea 1 en la que viajo no es de las más pudientes de Madrid. Atraviesa Vallecas de cabo a rabo, eso son 12 paradas ni más ni menos a lo largo de sus dos distritos. Muchas personas sin trabajo aprovechan ese trayecto para pegar en la conciencia social de los demás y pedirles algo, muchos solo quieren comida o trabajo (¿un nuevo formato de búsqueda de empleo?). Madres solteras desesperadas que me enseñan las órdenes judiciales de alejamiento de sus parejas maltratadoras, ex convictos, extranjeros y personas con dramas varios a sus espaldas pululan a diario por el metro de la capital. No faltan tampoco los tullidos, inválidos y disminuidos físicos de la más diversa índole que sortean, no sé cómo, el azaroso traqueteo del tren. Me da pena que personas en tan malas condiciones se encuentren pidiendo para subsistir. Veo que las pensiones por invalidez no dan para mucho, pues ciegos, amputados y quemados tienen horario fijo en convoyes y estaciones. Debo decir que antes de la crisis apenas había cogido el metro de Madrid en una o dos ocasiones, así que no tengo criterio para asegurar que estas personas están ahí desde que apareció la crisis, aunque los que si llevan más tiempo que yo en la plaza aseguran que antes no era así. Mi deseo con la ciudad este nuevo año es que quienes mendigan limosna, lloran por una manzana o quieren venderme un paquetito de pañuelos de papel salgan, si ellos así lo desean, de una espiral de diferencia entre los que tienen tanto y los que tienen tan poco.
Episodio 20
- ¿Baltasara y Gaspara?
Hasta el año que viene. Se fueron. Punto final a una de las épocas del calendario más bonitas y odiadas al mismo tiempo. La gente se divide a menudo entre esos que añoran con ilusión la llegada de la Navidad y los que desean que pase rápido el periodo festivo cristiano de comilonas, encuentros familiares y regalos. En concreto, hoy toca centrarse 38
en la última festividad, la de los Reyes magos, tan polémica y comentada en su última edición. En un mundo en el que encanta meter la aguja en el ojo ajeno, la Navidad no podía pasar por alto y, ante los profundos cambios sufridos en muchas de las administraciones de este nuestro país, tocaba el turno al papel que las formaciones bajo la órbita de coleta morada han tomado concerniente a tal asunto. Obvio era que las miradas se centrarían en la regidora madrileña y, así, el equipo de gobierno de la ex jueza se hizo notar, para gracia de algunos y aberración de otros. Creo que no toca aquí relatar qué es lo que pasó en el desfile de la cabalgata de Reyes por las calles de la capital, más bien pienso en la guerra que se intenta siempre cubrir huyendo de lo exagerado y tomando posición en, justamente, el lado contrario. El discurso de los trajes o las magas me interesa un comino, bueno, el comino sí que me interesa en mi cocina; muy recomendable, por cierto. Solo decir que no me gustaron, en mi opinión son feos y las carrozas muy de carnaval. Sí tienen razón los promotores de la idea al decir que hay que actualizar las tradiciones, no podemos seguir anclados en un Baltasar pintado con betún y acento cubano. De la misma manera, la caravana comercial de personajes de dibujos animados y juguetes que llenan las carrozas de las cabalgatas me recuerdan a la caravana publicitaria del Tour de Francia. Que sí, que tendrá sentido si lo que queremos es impulsar el comercio, la economía y demás, pero también se salen por la tangente de la tradición. Tal vez sea porque he vivido otras cabalgatas, las de mi infancia allá por los 80, que claro no se puede comparar, la tradición también ha cambiado mucho desde entonces, cuando todo lo que acompañaba el desfile de los magos guardaba relación con la “Navidad” y el cristianismo, más que con el consumismo. Lejos de querer cerrar un discurso plegado a la CUP, también me choca la elección de reinas magas en algunos pueblos y ciudades, para romper la tradición y dar un papel protagonista a la mujer. Pero bueno, como la religión ha estado tan rodeada de mentiras y pecado desde lo más alto de su gestión, no soy quien para polemizar sobre la conveniencia de sentar en un trono a Baltasara o Gaspara.
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También una marca de refrescos de cola, que no es Pepsi, rompió la tradición al vestir a un señor de rojo, y hoy en día nos la pela, será de nuevo la tradición que ha cambiado…
Episodio 21 - La historia de Vallecas Tiene equipo de fútbol en primera
división,
dos
distritos en la ciudad de Madrid,
una
población
mayor que la de muchas ciudades españolas, la San Silvestre
con
más
participación, los payasos de la tele y una rica historia en décadas recientes con pasado obrero mezclado en ocasiones con jeringuillas y marginación. Hablamos de Vallecas, un mundo dentro de Madrid, algo que para muchos es desconocido y donde dentro de sus fronteras hay cabida para casi todo. ¿De dónde viene su hombre, cuál es su historia? Estas notas históricas ayudan a entender un poco por dónde van los tiros. Allá por la reconquista los bereberes eran desplazados hacia el sur de la península según avanzaban las huestes cristianas. Las tierras ganadas a los musulmanes eran asignadas a señores cristianos, que las poblaban con braceros. La reseña más antigua sobre Vallecas se encuentra en el Fuero de Madrid, dado en 1202 por Alfonso VIII al regular el "carasal de balecas". Carrascal de Vallecas Mala tierra si sólo tenía encinas. Estos encinares desaparecieron talados para dar calor a la corte. En esos tiempos surgió un núcleo rural cuyo sustento fue a base de cereales, vid
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y algo de olivar. La conformación del pueblo, a una legua de la Corte, es la típica, formada por una Iglesia y plaza con calles radiales hacia los campos de cultivo. Orígenes del nombre El nombre de Vallecas parece provenir de Vallis Egas, según indica en 1803 Juan Antonio Pellicer y Saforcada. Fernández de los Ríos dice que Vallecas proviene de Valli Egas, valle de Egas, añadiendo que Egas era el nombre del dueño de la alquería. Otra teoría señala Vallis Kas, según versión de Ortega Rubio en su libro de 1921 Historia de Madrid y de los pueblos de su provincia. También podría significar "lugar de valles", del sufijo bereber eca, dado que su territorio tiene los valles: Valdecarros, Valdeculebras, Valderribas, Valdemingómez, Valdeolmos, Valdelázaro, Valdebernardo… Valle de Kas no es una terminología de la movida de los 80; pues ya se utilizaba en 1930. Vallecas fue municipio independiente, dentro del partido judicial de Alcalá de Henares, hasta 1950, en ese año, mediante Decreto-Ley, fue anexionado al municipio de Madrid. Dos distritos El territorio del antiguo municipio se divide actualmente en dos distritos de Madrid: al noroeste Puente de Vallecas (228.803 habitantes) y al sureste Villa de Vallecas (98.699 habitantes, incluyendo el Ensanche de Vallecas con cerca de 20.000 habitantes censados). El censo de 2014 arrojaba la cifra de 327.502 habitantes. Sin embargo, la tradición dice que un rico moro se apoderó del valle donde se encontraba la villa, edificando una casa, varias chozas para viviendas de los pastores y algunos rediles para los ganados. Cuando los cristianos se apoderaron de estas tierras, el rico moro se dirigió con toda su gente al reino de Granada, los vecinos de Torrepedrosa tomaron posesión del valle y le llamaron Valle-kas. Vallekas En un contexto de tradición obrera, contestataria y contracultural, se suele escribir su nombre con una “k”. Muchas de las iniciativas que tienen lugar en Vallecas incluyen la k 41
en su nombre, como la estación de radio comunitaria Radio Vallekas, el canal de televisión Tele K o el festival Vallekas Rock.
Episodio 22 - Auto blu Suenan
las
sirenas
de
alarma. ¡Dejen paso! Es algún
cargo
administración
de que
una no
quiere perderse una cita. Da igual que sea una importante
reunión
de
trabajo o ir a comprar tabaco.
Para
cualquier
situación sirve el privilegio de ser un cargo público a bordo de un coche oficial. Este ASÍ ES MADRID opinará sobre la conveniencia o no de este tipo de vehículos. Cuando vivía en Italia aluciné con los desmanes de los coches oficiales, allí llamados auto blu. Como siempre en este tipo de servicios, se trata de vehículos de alta-altísima gama, tocados con una sirena azul en el techo, siempre encendida y sonando, da igual el caso, aunque se trate de un chófer que acude al bar a tomarse un café mientras su hombre importante está reunido, la sirena no para de sonar, mientras está parado en el arcén leyendo La gazzetta dello sport, la sirena no para de sonar. Este caos sonoro es algo muy peculiar de las ciudades italianas, donde el comportamiento chulesco de tales conductores es algo completamente aceptado por las autoridades, por el ciudadano y por la sociedad en general. Aquí no llegamos a tales extremos. Aquí los tiros van por otro lado. La hornada de nuevos políticos en las instituciones españolas está dando mucho que hablar: cambio de tradiciones, de uniformes, de costumbres y de formas de gastar el 42
dinero público. Una parte de todo esto repercute en los vehículos oficiales, los cuales se están sustituyendo en muchas plazas por bicicletas, taxis o billetes de metro. Creo que la sustitución en los casos arriba mencionados puede ser algo exagerada, pues para determinadas funciones sí que es útil el empleo de automóviles de los que se tiene una completa disposición; siempre que estemos hablando del horario laboral. Lo que antes era un abuso absoluto por parte de unos, con modelos de coche muy caros que se usan también en los días de ocio de sus destinatarios, conductores con sueldos elevadísimos abonados con las arcas públicas… son situaciones que, obviamente, hartan al respetable y queremos acabar con todo eso que nos desangra. Pero, ¿entonces? ¿La solución es que viajen en bicicleta a sus reuniones de trabajo o quehaceres profesionales dentro del ámbito público? Un punto medio es siempre un camino eficaz, no exagerar ni pecar de escasos. Como casi todo en esta vida, la vía del medio puede ser una alternativa correcta cuando tratamos de contener el gasto. Al igual que la empresa privada emplea vehículos de gama media-baja para que sus empleados desempeñen sus funciones, no entiendo porque un cargo público debe tener el privilegio de utilizar coches de lujo de más de 70.000 euros, cuando pueden acudir perfectamente a los quehaceres para los que han sido designados en automóviles que cuestan un cuarto de lo gastado. La solución no está en una tijera que corta por lo sano o no y fulmina lo de antes para situar un nuevo orden; la solución está en ofrecer el servicio anterior, o mejorarlo, prescindiendo de lo superfluo. Vamos que van a ser mismamente buenos viajando en utilitario que en berlina de lujo.
Episodio -23 - Hispapolita Lo sé. No sabes de qué hablo. Me acabo de inventar una palabra. Estaba pensando cómo trasladar el concepto de cosmopolita a una vertiente únicamente hispana. Tiendo a
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comparar las dos últimas ciudades en las que he vivido, intentando atinar con una balanza entre ambas que conduzcan a un lugar perfecto, utópico e iluso. Así, Londres y Madrid ocupan constantemente mi pensamiento, dos mundos tan dispares que coinciden en alguno de sus polos. Si Londres es el mayor centro cosmopolita de Europa y uno de los más destacados del mundo, Madrid se queda en algo más regionalista. Sí, extranjeros hay. Sí, la capital también es un pequeño cosmos que recoge culturas variopintas, pero sigue primando lo español, lo de aquí, a diferencia de a las orillas del Támesis, donde lo foráneo domina por los cuatro costados. Lo más cosmopolita de Madrid es su centro, con los barrios de Lavapiés, Latina o Malasaña como destinos predilectos de los extranjeros por su aire típico. La periferia se encuentra ocupada por obreros venidos de otros países, quienes huyen del centro por los precios, a diferencia de la ridículamente cara Londres, cuando todos, excepto los millonarios, se ven obligados a emigrar lejos o muy lejos. Londres tiene un 45% (o seguro que más) de población extrajera; cuesta distinguir caras locales cuando se viaja en el metro. Aquí no es así, los autóctonos ganan por amplia mayoría. Madrid no es cosmopolita, es hispapolita. La palabra suena mal, aunque polita sea bonito en euskera. Todas las regiones españolas se encuentran representadas a ambos lados del Manzanares. También muchas naciones latinoamericanas llenan las calles con su color y añaden su granito de arena a la creación de la hispapolita. Pero, ¿hay integración? Poca, diría yo. Somos animales de costumbres y tendemos siempre a lo conocido, a evitar, esquivar y defendernos de lo diferente, de la piel distinta, del otro idioma y no nos da por combinar guisos. Juntos pero no revueltos sería una buena manera de describir las relaciones humanas con los de otro lugar. Sucede lo mismo dentro de las fronteras de un país, enfrentamientos regionales, de ciudades vecinas, de barrios limítrofes o incluso rivalidad con el piso de al lado. Así es como están las cosas por aquí. La integración entre las diferentes comunidades de españoles cuaja también gracias al compañerismo que nos hacemos los unos a los otros. Los no gatos desplazados por trabajo nos unimos también en grupo afines; te juntas con gente de tu ciudad de origen, 44
tu provincia, historias comunes que contar en una ciudad que camina deprisa, pero tampoco tanto.
Episodio 24 - Madrid no quiere a Cataluña Como el clásico guiri que va a Barcelona queriendo ver los toros, flamenco y comprarse banderitas españolas. La idea que tienen fuera es que Barcelona es una ciudad española.
Bueno,
ya
he
conseguido que a más de uno le hierva la sangre. Lo cierto es que entre el turista prototipo europeo, Barcelona es la primera opción, por delante de Madrid, en cuanto a preferencia por visitar una de las dos ciudades más importantes de la península. Mar, montaña, modernidad, vanguardia e hispanidad son argumentos poderosos que atraen la atención de ingleses, franceses o italianos cuando eligen su destino de vacaciones. Por eso ven Barcelona como algo español, no como los madrileños. Desde que vivo en Madrid son muy pocas (¿ninguna?) las muestras de cariño que he visto hacia Cataluña, su gente, o lo que significa dicha comunidad en el Estado español. Como a menudo viene a suceder en todas las casas, cosas buenas y malas se dan tanto en una como en otra ciudad. El tema es, ¿qué hace un madrileño para conocer la situación de Cataluña? ¿Para tratar de entender qué es lo quiere o pretende Cataluña? La respuesta formulada arriba se responde con escuchar los medios de comunicación, o sea, dónde va la gente, donde va Vicente. Parece mentira que todos pensemos igual, con las mil caras que tiene Madrid, las mismas que Barcelona. No somos capaces de ver lo
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que tenemos delante de los ojos, ¡imagínate lo que es entender qué sucede a 500 kilómetros! Lo cierto es que, en los comentarios que oigo a menudo, Cataluña queda en mal estado, la desprecian, no la quieren; en cambio no permiten que se vaya.
Episodio 25 - Edificio España Desde que vivo en Madrid no he pasado por allí. Ya conocía la zona, pero hasta hora mis pies no se han parado en ese lugar, y eso que paso todos los días en el
metro.
Hoy
nos
centraremos en un sitio emblemático de la ciudad sobre el que se habla mucho
últimamente:
el
edificio España. Esta pieza arquitectónica es un rascacielos ubicado en Plaza de España, al final de la Gran Vía. Su altura llega a los 117 metros, repartidos en 25 plantas. Es el octavo edificio más alto de la capital y confirma, junto con la vecina Torre Madrid, uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes de la ciudad. Desocupado desde hace 10 años; hasta entonces había albergado el hotel Crowne Plaza, además de un centro comercial, apartamentos y oficinas. La mole parecía resurgir cual ave fénix de sus cenizas cuando el magnate chino Wang Jianlin puso sus manos sobre él, la mayor fortuna del gigante asiático, casi nada. Corría el 2014 y aires nuevos parecían asomar por la plaza. El dueño del grupo Wanda aterrizaba
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a lo grande en Madrid, haciéndose con un 20% de las acciones del Atlético y pagando 256 millones de euros por la mole de la plaza. El consistorio capitalino le exigía a su nuevo propietario conservar intactas las fachadas frontal y lateral, como establece la ley de protección de edificios históricos, después de haber sido rebajado el Nivel 2 grado Estructural a Nivel 3 grado Parcial. Parece que tras varios años de tira y afloja, el súbdito de la Gran Muralla, cansado de las prerrogativas municipales, opta por abandonar el barco, o mejor dicho el rascacielos, y encaminar sus intereses comerciales hacia otros lares más fructíferos. Historia En 1948 se inició su construcción, por parte de la Compañía Inmobiliaria Metropolitana. La obra finalizó en el 1953 en estilo neobarroco, con silueta escalonada en cuatro alturas. El edificio destaca en la Plaza España por su gran simetría de fachada, aunque superado en altura por la torre de Madrid. Dispone de 65.000 metros cuadrados, con un servicio de 29 ascensores, todo un récord en la época de los años cincuenta. Últimamente se ha hablado de derribar su fachada, hacer grandes cambios estructurales, apoyado por los que piensan que el dinero chino puede obrar el milagro de resucitar la economía, mientras que los opositores al radicalismo urbano prefieren que las cosas queden como están.
Episodio 26 - Terrones españoles Aprendí la malsonante palabra en mis años en Italia. Así es como allí llaman los del pudiente norte a los del desolado sur. Los terrones no tuvieron más remedio que dejar sus desgastadas tierras de Sicilia o Nápoles para trabajar en Milán, Turín o el industrializado Veneto. Así que en Verona encontré a muchos de estos terrones entre mis compañeros de trabajo. Un terrone (o terun) es un pobre emigrante que choca con ese mundo creado por los norteños. Dentro de un mismo país llegan a recibir el mismo o peor trato que 47
trabajadores venidos del extranjero. Desvalorado por sus compatriotas, el terrone es un término que me sorprendió cuando lo conocí en el país de la bota, un tipo de racismo interno que divide un estado casi en dos. Pensaba aliviado que en esta España eso no se daba, que tras vivir en Euskadi y Andalucía, ambos márgenes de la piel de toro, nuestras diferencias no llegaban al desprecio, pero sí, también el pensamiento terrón tiene cabida en estos lares. Y ¿quién es el más terrón? Seguramente ese que llama al otro de esa forma, el que desprecia es sin duda el más despreciable, eso sin duda. Por desgracia nosotros también tratamos a los demás como terrones. No es tan fácil como en Italia, con un norte y un sur claramente diferenciados, aquí existe un complejo pandemonio para muchos llamado Cataluña, y, cuando hablamos de Madrid, la cuerda se tensa aun más. Para el capitalino sus compatriotas son provincianos o pertenecientes a regiones que no tienen nada que ver con ellos, incluso si jamás han visitado aquellos lugares a los que critican. Los andaluces puede que se lleven la palma si los comparamos a los terrones italianos. Considerados como vagos y festivos, un estereotipo que los pobres no se quitan de encima. En cierto modo es una constante de los seres humanos, somos arrogantes y no sabemos mirar más allá de nuestro propio ombligo. Eso es cierto, igual que cuando más criticamos a los demás, más motivo tenemos para ser criticados. Al fin y al cabo, todos somos terrones.
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Episodio 27 - Un verano fuera de Madrid La huella de la carretera hace
unos
meses
que
quedó aparcada, pero es ahora cuando hago balance de aquellos días, no de verano, sino de infierno bajo el sol abrasador de Madrid. Hoy, en cambio, llueve y apetece quedarse en casa, lejos ya de ese tórrido estío a medio camino entre la capital y Murcia. ¿Murcia? ¿Por qué? Sí señores míos, en verano emigramos a Murcia por trabajo. Una empresa de eventos se dedica a eso, a eventos, allá donde salgan se montan stands, escenarios, banderas, lonas, pancartas y todo lo demás que acarrea, que es mucho. Durante el mes de julio se preparó todo el trabajo de base para luego aterrizar en tierras pimentoneras. Fueron largas semanas enhebrando los hilos para que luego no cayera nada el día especial del evento. Todo debe salir perfecto, cuidar infinidad de detalles y debemos estar atentos a 4.000 inclemencias que pueden echar el negocio al traste. Agosto fue duro, murciano por los cuatro costados. Cada fin de semana nos dirigíamos allí con los furgones llenos de diversión. El público lo pasaba pipa y nosotros, aunque estábamos trabajando, nos contagiábamos de su alegría. El cansancio se notaba en el viaje de vuelta a casa y los días posteriores, arrastrados sin vida a la espera del siguiente fin de semana. Largas horas de carretera, 450 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, sino más. La monotonía de la ruta y la repetición de eventos se convierten en una rutina veraniega salpicada de locura descarriada para escapar del tedio laboral. Abandonábamos Madrid con la tonta esperanza de olvidar el desasosiego del calor. “En la costa hará más aire, la brisa del mar nos refrescará”, eran mis ilusos pensamientos antes de poner pie en las tierras de la Manga del mar Menor. Qué va, lejos de eso nos
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sumergíamos en un bochorno garrafal. Un calor húmedo que dificultaba respirar. No sé qué era peor, si el infierno seco del centro o el averno húmedo costero. Nos demostramos fuertes aguantando las condiciones meteorológicas, y también sacando adelante con sobrada profesionalidad unos eventos novedosos para el equipo, plagados de, como suele ser habitual en estas lides, un sinfín de inconvenientes que resolver rápidamente sobre la marcha. El equipo es eso, un grupo que funciona como tal y pelea por llegar a un feliz resultado para la comunidad, en este caso la empresa. Al mismo tiempo que al echar la vista atrás y pensar en esas duras semanas siento vértigo en el estómago, por lo duro que resulta la mencionada tarea, estoy orgulloso de la labor desempeñada por el equipo, del primero al último de nosotros. Es cierto que en las peores condiciones es cuando se resalta el valor de las personas, las semanas de Murcia dijeron mucho sobre quién era cada uno. Tal vez para los intereses globales de la compañía no eran más que un ejercicio de probar eventos diferentes a los realizados hasta la fecha, pero a nivel personal fue la misión más complicada a la que nos habíamos enfrentado. Por una parte se debían montar nuevas estructuras, usar materiales por primera vez, llevando a cabo una serie de actividades diversas a las realizadas hasta la fecha. Los chicos se lo tomaron con sobrada profesionalidad y se esforzaron por mejorar el guion que se les había prescrito. El compromiso de todos fue fuerte. Lo bueno es que un equipo así comprometido no se lo toma simplemente como un trabajo, que ofrece un servicio a cambio de un salario. La profesionalidad mostrada indica que todos estaban dispuestos a dar puntos de más por un gran resultado final. Los horarios también se salían de la regla. Acostumbrados a madrugar con los eventos mañaneros, en esta ocasión las energías se dejaban para las últimas horas de la jornada. Al llegar la media noche se daba la despedida a los participantes y comenzaba el desmontaje de la zona. Si bien era menos material que en los montajes habituales, el escenario ocupaba el mayor de los esfuerzos, por la cantidad de pequeñas partes que necesitaban ser desmontadas individualmente, recogidas cada una de ellas en su diseñado espacio.
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Así fue como casi todos nos hicimos un poquito expertos en el nombre de las diferentes luces, o si no había quien los inventaba para amenizar la madrugada. Focos, cables, trust, altavoces y flight cases fueron nuestros compañeros en las noches veraniegas, lejos quedaban las terrazas y las copas de helado. Sin tiempo de descanso entre un evento y el siguiente luchábamos contra el agotamiento, contra el cansancio, improvisando los imprevistos del próximo fin de semana. Con un país en vacaciones nos esforzábamos en conseguir plazos, que nos atendiesen al teléfono y que el día de la partida estuviera todo correctamente cargado en su sitio. Los quebraderos de cabeza perpetrados por la logística de vehículos, materiales, personas y horarios de recogida, salida, entregas, entrada en hoteles y otras cosas que ahora olvido son una de esas partes que tienes que tener en cuenta a la hora de organizar un evento en el que coordinar a decenas de personas. El objetivo es que todo sea perfecto, que el público disfrute y desee repetir la experiencia que le das. Fue un verano diferente a lo habitual. Sí, vimos el mar, nos bañamos en el caldo de Puerto de Mazarrón y estuvimos bajo el sol, aunque buscábamos la sombra de nuestras carpas siempre que podíamos. En la búsqueda de una vía de escape al calor madrileño encontramos la Costa Cálida (nombre muy bien puesto), que nos llevó cuatro fines de semana a sitios como San Pedro del Pinatar, Puerto de Mazarrón, San Javier o el enclave más tierra adentro de Ceutí. No fue un escape total de Madrid, ya que en Murcia pasábamos solo dos o tres días semanales. Por lo que también sufrimos los rigores estivales del centro peninsular. La verdad es que no sé con cuál quedarme. Con una sensación térmica constante de 40º creo que ha sido el verano más duro que he vivido. Las tardes en casa a la vuelta del trabajo las pasaba quieto, intentado moverme lo menos posible, evitando el sudor en la medida de lo posible. Tras esto he descubierto que Madrid tiene cinco estaciones: primavera, infierno, verano, otoño e invierno. Y ya ves tú, aunque solo se diferencian en una letra, qué poca semejanza térmica existe entre el infierno y el invierno.
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Episodio 28 - Egipto está en Madrid Cuando lo vi por primera vez tuve la sensación de estar contemplando algo absurdo, fuera de lugar. Era en un viaje turístico a la ciudad de Madrid, cuando mis ojos parpadearon ante el templo de Debod. Su ridícula
ubicación
llamó
tanto mi atención, que hoy es el protagonista de este ASÍ ES MADRID. ¿Qué es? Pues el templo de Debod es un edificio del antiguo Egipto situado al oeste de la Plaza de España, en una colina donde se encontraba el Cuartel de la Montaña, escenario de batalla en la Guerra Civil Española. Cuando vino a España, en una singular aventura que a continuación relataré, se situó de manera que conservase aproximadamente la misma orientación que en su lugar de origen, de este a oeste, para que nadie se diese cuenta que había cambiado de país. ¿Por qué está aquí? El templo fue un regalo de Egipto a España en 1968, a cambio de la ayuda para salvar los templos de Nubia, principalmente el de Abu Simbel, en peligro de desaparición debido a la construcción de la presa de Asuán. Como de presas nuestro Generalísimo sabía un rato, para ya que fuimos. España no es el único país que goza de un antiguo templo egipcio merced a colaborar en los desmanes hidráulicos. Cuatro naciones colaboradoras en sacarlos a flote sacaron provecho: Dendur a los Estados Unidos (Metropolitan Museum de Nueva York), Ellesiya a Italia (Museo Egipcio de Turín), Taffa a los Países Bajos (Rijksmuseum van Oudheden de Leiden) y Debod a España. ¿De cuándo es? Pues el templo de Debob tiene una antigüedad de unos 2200 años. Dicen que su núcleo más antiguo fue quizás erigido bajo el faraón Ptolomeo IV Filópator, y decorado posteriormente por el rey nubio Adikhalamani de Meroe hacia 200-180 a. C. Se 52
dedicó a Amón de Debod e Isis (no los terroristas, sino el dios egipcio). Posteriormente los romanos añadieron su granito de arena, con aportes entre el siglo I a. C. y el II d. C. El templo no se empezó a desmontar hasta los años 60, pero desde 1907, cuando se construyó la primera presa de Asuán, ya se vio afectado en gran medida, ya que permanecía unos nueve meses al año bajo las aguas, lo que provocó la pérdida de la policromía y el daño de algunos de sus relieves. La piedra arenisca también sufrió un gran desgaste. A los males producidos por la presa se añadían los desperfectos ocasionados por el terremoto de 1868.aa En 1961 se encarga el desmontaje del templo a una misión arqueológica polaca, trasladando sus piedras a la isla Elefantina, para posteriormente embarcarlo al puerto de Alejandría, desde donde hizo su viaje final a España. La cesión diplomática del complejo cuentan que fue compleja, con corrupción, dinero y asuntos turbios de por medio, como tantas cosas en este mundo. La reconstrucción en las proximidades de Príncipe Pío también fue difícil. El Servicio de Antigüedades de Egipto sólo entregó un plano y un croquis del alzado del monumento, junto con algunas fotografías sin referencia de ninguna clase. ¡Hala! A apañarse con eso. Además, más de cien bloques habían perdido la numeración y muchos fragmentos llevaban una marca que no correspondía al plano. Por lo que puede que el tetris de hoy en día no se parece al Debod original. El estanque que rodea al templo tiene su sentido. Recuerda al Nilo cercano de la ubicación original. Los trabajos de reconstrucción del monumento duraron dos años. Su inauguración tuvo lugar el 18 de julio de 1972 (fíjate tú) por Carlos Arias Navarro, entonces alcalde de Madrid. Uso actual. Desde su apertura al público madrileño la conservación del templo ha estado rodeada de polémica. El edificio fue usado de forma indiscriminada para pases de cine de verano, para representaciones teatrales, para anuncios publicitarios, para spots musicales. La contaminación y el clima de Madrid, así como el vandalismo, han dejado huellas profundas en el edificio. La voz de alarma la han dado los Congresos de Egiptología Ibérica y la UNESCO. La postura oficial de la entidad tutelar (el Ayuntamiento de Madrid,
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a través de Museos Municipales) ha sido desmentir los motivos de alarma. Sin embargo, el templo se sigue degradando. Grafitis A lo largo de su historia se han realizado más de doscientos grafitos sobre los muros del templo, desde los grabados por antiguos fieles, a los hechos por viajeros y exploradores ingleses, italianos y franceses del siglo XIX. Gracias a estos grafitis sabemos que el templo recibió la visita de bárbaros nómadas, que posteriormente pudo haberse convertido en una iglesia cristiana (o quizás en refugio de eremitas), que en época islámica también fue ocupado, y que recibió numerosas visitas de viajeros románticos de Occidente. Entre los grafitos de Debod destacan caravanas y rebaños de dromedarios, una gacela, una barca de remos, cruces patadas (coptas), contabilidades, inscripciones griegas, coptas, árabes (de carácter religioso) y una treintena de firmas de viajeros.
Episodio 29 - Una mañana en el museo Hoy era el día. Hacía tiempo que no visitaba
un
museo
capitalino.
Aprovechando las vacaciones, me dije – “¿Por qué no visitar el Thyssen, donde nunca he estado? Dicho y hecho, allí me presenté. Los museos me gustan, aunque no puede decirse que vaya como un loco a por ellos. En Madrid solo he visitado el Prado y el Reina Sofía. De las grandes pinacotecas de la ciudad me faltaba el del aristócrata de austrohúngaro título. Salgo tranquilamente de casa a las 10 de la mañana. El metro está casi vació, 54
comparado con las demás mañanas, cuando voy a trabajar. Me bajo en Atocha y camino por el Paseo del Prado. No hay mucha gente, pero se ve que los otros caminantes se dirigen a sus quehaceres cotidianos. Sonrío para dentro, pienso que estoy de vacaciones y huyo completamente del estrés que inunda a otras personas. Según me voy acercando al museo, ya a la altura de la fuente de Neptuno, se ven cada vez más turistas, nacionales y extranjeros, embutidos en abrigos, bufandas y gorros. No es que haga demasiado frío, pero entiendo que estas señoras y señores que vienen a la capital del reino a contemplar sus gracias se pasarán la jornada entera fuera y estamos ya a primero de diciembre. En la cola para sacar el ticket me doy cuenta que soy un bicho raro, con chapitas en la chupa de cuero y greñas; cuando los demás son jubilados acomodados, elegantes, con sombreros ellas. Me miran con miedo, parece. Mi vista al Thyssen coincide con una exposición de pinturas del francés Renoir, las cuales me fascinan. Tres plantas tiene la galería, plagadas de extensas salas repletas de obras. Esto promete. Empiezo por abajo, por la 0, allí donde estoy y se sitúa la entrada. Entre un empacho de cubistas, abstractos, surrealistas, pop-art y demás tendencias pictóricas de la centuria pasada, me doy cuenta que es hora del pase de Renoir. Tengo hora asignada para admirar las obras del genio galo. En las dos primeras salas de la exposición se agolpa una marabunta de jubilados, todos con sus audio guías que no pierden detalle de cada una de las pinceladas de cada lienzo. Estudian con pasmoso detenimiento uno por uno. No quiero consumirles el escaso oxígeno allí disponible, por lo que echo un vistazo rápido y sigo a zonas más descongestionadas. La verdad es que la baronesa se ha pasado tres pueblos (en el buen sentido de la palabra) trayendo cuadros de Renoir a su museo. Da gusto, así se puede tener una amplia visión de la labor pictórica del artista, retratos de mujeres de largas melenas y verdes paisajes con ese aire descaradamente miope y ebrio del impresionismo. En el primer piso me ofrecen impresionistas y expresionistas, una pasada ver los retratos grotescos de Kokoschka o los patios de Munch. Según avanzo por las salas vamos
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descendiendo por el siglo XIX con cositas del romanticismo, realismo y esos paisajes bucólicos fríos con niebla; para ir pasando a los siglos anteriores XVIII y XVII. Las piernas ya están cargaditas, dos horas y dos plantas. Venga, otro esfuerzo y visito la cumbre del Thyssen. En la planta alta me esperan Murillo, Zurbarán, El Greco (¡qué maravilla!), Canaletto, Caravaggio, Tiziano… y así hasta los flamencos y alemanes de la Edad Media. El empacho pictórico me sentó muy bien, lo necesitaba, y viendo el cariz que van a tomar estos días de vacaciones, pasados en tres ciudades, me lanzo el reto de visitar un buen museo en cada una de ellas. Cuando salgo a la calle las piernas están ya echas polvo. No puedo más. Me duelen. Me pongo a caminar Paseo del Prado para arriba hasta llegar a Cibeles, entonces calle Alcalá, Gran Vía y Plaza España. Pies cansados miro a Sancho a la sombra de su imponente hidalgo. Por hoy fue suficiente. Así es Madrid.
Episodio 30 - ¡Alerta! Una ciudad en Alerta 4 Desde hace unos días cuando oímos un sonido un poco elevado y fuera de lo común pensamos en lo mismo - ¡ataque terrorista! Los tristes sucesos de Barcelona y Cambrils, donde una pandilla de descerebrados se dedicó a asesinar pasantes a diestro y siniestro, nos traen al recuerdo el peligro inminente en el que todos vivimos, también aquí, en Madrid, ciudad castigada por el terror. Hace años que el nivel de alerta terrorista se sitúa en el cuarto escalón de cinco. La situación no cambia y no tiene pinta de hacerlo en meses, tal vez años, venideros. Pero en Madrid debemos seguir viviendo igualmente, se va a trabajar en el metro, en los trenes que ya han sido objetivo de los asesinos en el pasado. ¿Tenemos miedo? Sí, tenemos miedo pero nos atrevemos a vivir y continuar abarrotando las calles con nuestros gritos de vida y libertad.
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Desde hace ya más de una década, desde aquella sobremesa en que uno de los símbolos de occidente se vino abajo en una sesión informativa que superaba a cualquier acción cinematográfica jamás ideada, nos acostumbramos a convivir con policías fuertemente armados en las calles, soldados en aeropuertos y estaciones de tren. Puede que algún día esto termine, puede. Puede que algún día terminen con todos nosotros, también puede. Según ciertas fuentes, que espero estén bien informadas, el nivel de alerta debería subir al grado quinto, guerra casi total. El Gobierno prefiere mantenernos un paso por debajo, sin la necesidad de sacar las tropas a patrullar las calles de las ciudades. El protocolo actual saca a la vía pública un gran número de policías de diversos cuerpos fuertemente armados. Mientras que el quinto estadio sumaría a las Fuerzas Armadas a la vigilancia antiterrorista. ¿Qué sucede si entramos en Alerta 5? En caso de necesidad están preparados más de 5.000 militares de reacción rápida pertenecientes al Núcleo de la Fuerza Conjunta de las Fuerzas Armadas. La cadena de mando también está establecida para tal situación y la encabeza el ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, que tendría a las Fueras Armadas bajo sus órdenes. Otra de las medidas sería la restricción del espacio aéreo nacional, sumando las Fuerzas Aéreas, quienes estarían disponibles para una respuesta rápida en caso de necesidad ante amenaza terrorista. ¿Da miedo? Pues sí. A nadie le apetece sufrir un estado de sitio ni necesitar la presencia militar para desarrollar sus actividades cotidianas. Es muy feo. Los atentados de Barcelona han acentuado una crisis política avivada por los medios de comunicación, necesitados de carnaza que alimente las ansias de los grupos de presión que dominan sobre ellos. Así, día tras día somos testigos del desmontaje de informaciones falsas sobre cómo actúan allí y aquí en materia antiterrorista. Ataques gratuitos a las consecuencias o no de haber negado o no la necesidad de colocar bolardos, o no. El tema de los bolardos, o no, es algo muy serio como para tomarlo a la ligera y, por consecuencia, rendir acusaciones a rivales políticos sin haberse informado correctamente. Está en el recuerdo de muchos las víctimas inocentes, los niños muertos, las personas asesinadas sin enterarse y sin saber por qué eran asesinadas ¿por ser 57
occidentales? Los terroristas deben aplicarse duro, somos miles de millones sus enemigos, a los que desean aniquilar para que impere su ética en el mundo. Catalanofobia = islamofobia Mucho he leído, escuchado, sobre la mala actuación del independentismo catalán, aprovechando el dolor y atención ocasionada por los atentados en beneficio de su causa. Madrid ataca a los separatistas por no tomar este momento de duelo como lo que corresponde, así como condena la defensa catalana del islam, creadora de nidos de terroristas en Cataluña. Cuestionable es y mucho. Incuestionable es el apoyo de la Corona a dictaduras más peligrosas que la venezolana, como es la saudita, terrible represora a la que armamos, a sabiendas de los lazos existentes con esos del Isis; sin hablar de los niños yemenís muertos con armamento español, pero eso es otro capítulo. Mientras, seguimos aterrorizados al oír sonidos extraños, ya no es la ETA, es el ISIS, o algún chalado que asesina en nombre de Dios. Al pobre Alá le tienen hasta el gorro, lo mismo que a los que no somos sádicos como ellos. Estoy dispuesto a salir a la calle y gritar no tinc por, aunque nadie me entienda, aunque nadie me escuche. Bueno, pues molt ben, pues adiós.
Episodio 31 - ¿Cibeles es blanca? Una tarde de invierno, hace tiempo ya, paseaba por el centro de la ciudad. Me di cuenta de la cercanía entre dos puntos emblemáticos de la capital, Cibeles y Neptuno, a tiro de piedra uno de otro. Me pregunté, por qué esa tradición de celebrar los merengues los triunfos de sus equipos en la fuente de una deidad y porqué los colchoneros en la fuente cercana. Me sonaba a historia absurda, un sin sentido de esos que a menudo rodean al fanatismo del deporte. Preso de la incertidumbre busqué respuesta a mi preocupación y encontré lo que esperaba, una historia para taparse los ojos.
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Cibeles es blanca desde hace algo más de 30 años. Antes no. Sucedió en el estadio La Corregidora de Querétaro, donde la selección española de fútbol se jugaba ante Dinamarca los octavos de final del Mundial de México. Un póker de goles del Buitre (5-1) sacó a la calle a medio Madrid que, por primera vez, decidió acudir a la mítica fuente de la Cibeles para celebrar el triunfo del combinado nacional. En 1986, por aquellos tiempos del póker del Buitre, se malvivía en Madrid un verano asfixiante, por lo que los aficionados futboleros de la capital del Manzanares no dudaron en tirarse a la fuente de Cibeles para aliviar el calor y celebrar la victoria. Qué fresquito. Ese fue el primer triunfo deportivo que la diosa pudo celebrar en primera persona. Lo que no sé es si la deidad es futbolera o no. También en 1986, qué coincidencia, los blancos festejaron el título de Liga de esa temporada con baño e invasión en dicha fuente. Cibeles fue una gran testigo de los entresijos futbolísticos en aquel 86. Butragueño, jugador también del conjunto blanco, era por entonces uno de los héroes de aquella Quinta del Buitre, su quinta. Desde ese momento, Cibeles se convirtió de forma oficial en el lugar por antonomasia para festejar los triunfos del Real Madrid. Hasta hoy. Cibeles fue colchonera Lo que no siempre se cuenta en las crónicas es que este lugar de la villa de Madrid, inminentemente blanco en la actualidad, fue anteriormente el destino de celebración de los aficionados atléticos. Desde los años 60 Cibeles era una más en la familia rojiblanca, ¡fíjate! pues ya desde la consecución de la Recopa de 1962, los colchoneros salieron a la calle para celebrar el triunfo (3-0) ante la Fiorentina. Como la sede del club se encontraba entonces en la calle Barquillo, a donde acudieron en primer lugar, los forofos bajaron luego por la calle de Alcalá hasta aterrizar en la plaza de la fuente. Coincidencias de la vida. Tras los sucesos de los tiempos del Buitre y compañía, los del atleti decidieron bajar unas manzanas más del paseo del Prado para trasladar el centro de sus alegrías a la fuente de Neptuno. Digamos que se sintieron desplazados.
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Entonces fue cuando la diosa pasó a convertirse en propiedad «casi en exclusiva» del Real Madrid y tras ese 1986, cuando gracias a la Liga conquistada por la Quinta y los cuatro goles de Butragueño en Querétaro, la Cibeles se transformó en una diosa blanca. Historia de la fuente Hazañas futbolísticas de uno u otro color a parte, se recuerda que la fuente fue erigida entre 1782 y desde 1895 se sitúa en su actual emplazamiento, cuando fue movida de su emplazamiento original. El conjunto escultórico presta su nombre a una de las plazas más emblemáticas de Madrid y se ha convertido en un símbolo de la capital. La fuente representa a la diosa romana del mismo nombre, que es símbolo de la tierra, la agricultura y la fecundidad, montada en un carro tirado por leones. Tanto la diosa como los leones fueron esculpidos en mármol cárdeno de Montesclaros (Toledo). El resto del conjunto se elaboró en piedra de Redueña, población cercana a la Sierra de la Cabrera, a 53 kilómetros al norte de Madrid. Corrían los tiempos del rey Carlos III, el alcalde de Madrid, cuando se concibió el plan de remodelación urbana del siglo XVIII, por iniciativa del mismo monarca. Dicho plan pretendía embellecer la capital del reino según la estética del Neoclasicismo. El diseño de la obra es del arquitecto Ventura Rodríguez, quien también se ocupó de otras fuentes y espacios en aquel periodo. La figura principal de la diosa Cibeles es obra del escultor Francisco Gutiérrez. Los dos leones, esculpidos por el francés Roberto Michel, tiran del carro. Los leones representan a los personajes mitológicos Hipómenes y Atalanta. La fuente no ha sido solo un monumento artístico, desde sus orígenes tuvo utilidad pública para los madrileños. Dos caños de agua se mantuvieron abiertos hasta 1862; de uno se surtían los aguadores oficiales, que solían ser asturianos y gallegos, y llevaban el agua hasta las casas y, del otro, se abastecía el público general. Del pilón bebían las bestias. Misión imposible Como si de la trama de una alucinante película americana se tratase, se dice y se cuenta que en caso de que se intente robar la Cámara de Oro del Banco de España, la sala se inundaría con el agua de la fuente en cuestión de segundos. Suena a fantasía, pero 60
supuestamente, las aguas irían desde el subsuelo de los leones del carro de Cibeles hasta la habitación acorazada que protege los lingotes y las monedas, situad a 35 metros de profundidad.
Episodio 32 - Hay un ángel caído en Madrid En todo lugar hay uno, o más de uno, faltaría más. Es un ángel que cayó del cielo y dejó un profundo surco en la tierra. Sus alas ya no aguantaban tanta maldad, que como al imprudente e insensato de Ícaro, se le vino abajo todo el aire de grandeza. Éste que nos ocupa se encuentra en un lugar céntrico, emblemático e histórico de la ciudad de Madrid. El Jardín del Buen Retiro alberga muchas sorpresitas, fruto también del misticismo de aquellas mentes que le dieron forma. Una puerta con su nombre lleva a una rotonda con su nombre. Por allí pasan al cabo de día miles de personas, qué digo, tal vez diecimiles de personas. En ocasiones, pocas, algunos domingos que no tengo nada que hacer, o sea, muy pocas veces, salgo del metro en Atocha, subo curioseando la Cuesta de Moyano mientras deambulo por los puestecillos de los libreros, hasta que vuelve a aparecer el tráfico rodado, precedido por la estatua de Pío Baroja. Ciclistas, runners y domingueros se agolpan preparados para cruzar el semáforo. Paso por debajo de la puerta del Ángel caído y ya estoy en el parque. La empinada calle se adentra en el Retiro, como un verde vía crucis a cubrir antes de alcanzar la famosa glorieta. La sucesión de corredores, bicicletas, patinadores, perros y niños corriendo se hace ya insufrible. Deseo llegar al Ángel caído, que termine la ascensión, la ropa me aprieta y me sobra. Allí está. Ya se ve. Es el Ángel caído. 61
En la tradición cristiana un ángel caído es un querubín que se ha portado mal y es expulsado del cielo. ¿Cómo? Pues se lo cortan las alas y cae a la Tierra, sí, a mezclarse con los hombres. Y bien. Visto lo visto un ángel caído es un demonio, Lucifer mismo es un pobre ángel caído ¿Por qué hacer una estatua al demonio? ¿Tan satanistas son en Madrid? ¿Una congregación de adoradores satánicos encargo la estatua? Por lo menos eran muy esotéricos, eso sí. Historia de la estatua Es obra de Ricardo Bellver (escultura principal), construida en Roma en 1877, mientras que Francisco Jareño se ocupó posteriormente del pedestal en el que hoy en día se sitúa. La obra fue adquirida por el Estado por 4.500 pesetas (unos 25 euros) y se decidió enviarla a París, con motivo de la Exposición Universal de 1878, donde fue fundida en bronce. Pasó luego a formar parte de la colección del Museo Nacional. En octubre de 1879 su director, Benito Soriano Murillo, sugirió a la Dirección General de Instrucción Pública exponer la obra al aire libre. El conjunto fue inaugurado oficialmente en 1885. La iniciativa fue del duque de Fernán Núñez, con cuyo nombre se bautizó el paseo que llega a la glorieta desde la Puerta del Ángel caído. Haciendo oídos sordos a las protestas de la sociedad madrileña de la época, escandalizada ante la idea de levantar un monumento a Satanás, el osado duque donó la cantidad de 11.000 duros para llevar a cabo el proyecto. El grupo escultórico tiene unas dimensiones aproximadas de 10 metros de largo, 10 de ancho y 7 de alto. La escultura mide 2,65 metros de alto y está situada exactamente a 666 metros sobre el nivel del mar, yo no digo nada. Obviamente, el lugar es punto de encuentro de satanistas, no solo de los viandantes que inocentemente acuden al lugar a disfrutar de su belleza o unos instantes dentro del parque y alejados del caos urbano. Dicen que es una puerta al más allá, alimentada también esta creencia por la desaparición en 1874, tres años de crear la estatua, del cementerio que había en la zona, antes de la creación del Paseo de Fernán Núñez. La fuente está rodeada por un parterre circular de boj, sí, ese seto de nombre extraño. El estanque sobre el que cae el agua es de granito, de forma ochavada. En el centro, se alza el pedestal. Su base de granito, a modo de talud, tiene forma de pirámide truncada, de 62
planta octogonal, y en cada uno de sus lados figura una carátula de bronce. Estas carátulas representan a diablos que sujetan con sus manos lagartos, sierpes y delfines, y en cada una de ellas hay tres surtidores de los que emana el agua. Pasamos a la estatua, está representada con las alas desplegadas y la figura contorsionada, apoyada sobre unas rocas (que sirven de base), mientras una gran serpiente se enrosca alrededor de su cuerpo. La obra de Bellver muestra tres grandes influencias: la helenística, especialmente de Laocoonte y sus hijos; la barroca (sobre todo de Bernini), por su composición de líneas diagonales y su expresividad; y la romántica, por su sentimiento e intensidad dramática. ¿Y qué había antes allí? Pues en dicha glorieta estaba el solar que ocupaba la fábrica de Porcelanas de la China, destruida durante la Guerra de la Independencia en 1813, hasta que pasó a ser los dominios del Ángel caído. No te creas que este es el único monumento en el mundo alusivo al Ángel caído. En Turín, Italia existe una escultura de Lucifer en la cima del Monumento al Traforo del Frejus, y en Tandapi (Quito, Ecuador) se encuentra a obra El poder brutal, que representa la cara del Diablo.
Episodio 33 - Más castizo que el chotis Pensaba en algo castizo de Madrid y me viene a la mente el chotis, ese baile agarrado típico de las verbenas, de moda hace décadas y que pervive en el recuerdo de los más carrozas. Hoy en día, para los jóvenes, no es más que un pedazo de pasado, ajenos a esos viejos que ataviados de forma extraña se mueven en San Isidro por Las Vistillas. El chotis es un pedacito de cultura de Madrid, algo tan típico como abandonado en el siglo XXI. Si se piensa en una danza folclórica o algo común de las fiestas madrileñas, ese es el chotis, acompañado por el chirriante organillo. Se trataba del baile más pegado, hasta que Sergio Dalma impuso el suyo, tan agarrado que condujo a la expresión “más agarrado que un chotis”, en referencia a la tacañería de a quien le cuesta desprenderse de sus dineros.
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Personalmente, no tengo ni idea de cómo bailar el chotis, tampoco me interesa ni me atrae. Lo que me gusta de él es que es algo propio de Madrid, bueno, no tan propio, como se demuestra en los párrafos siguientes. Pocas cosas hay tradicionales de Madrid, un lugar con tantas gentes de paso, conque las influencias pastan a sus anchas en calles, parques y avenidas. No, el chotis no es originario de Madrid, en realidad viene de un poco lejos, de las tierras frías del norte de Europa, tal vez por eso es tan agarrado, ya se sabe que el calor humano anima al baile y calienta el ambiente. Ligado a las fiestas y verbenas de la capital, decía que el chotis es una parte importante de la sociedad madrileña, no tiene origen en estas tierras sino en Centro Europa, concretamente
en
Bohemia y
cuyo
nombre
deriva
del
término
alemán Schottisch (escocés). Este nombre hace referencia a una danza centroeuropea, a la que se quiso atribuir origen en un baile escocés. Este baile nació en Escocia y dio el salto a Francia sobre el siglo XVIII. Allí, empezó a popularizarse y no tardó en llegar a Alemania. En Alemania conocían perfectamente el origen del baile, por lo que se le llamó “Schottisch”, escocés en alemán. A las gentes de la época le debería encantar, este “Schottisch”, pues múltiples variantes pueden encontrarse en distintas tradiciones, como en la italiana, escandinava, argentina, suiza, uruguaya, francesa, inglesa, mexicana, paraguaya, portuguesa, finlandesa, austriaca y brasileña; para terminar como una seña de identidad madrileña. El baile se puso de moda en el s. XIX y se extendió no sólo por Europa, sino que cruzó el charco hasta Latino América. Al llegar a España, y más concretamente a Madrid, lo hizo con el nombre alemanizado de Schottisch y fue tomando un gran protagonismo en las fiestas y celebraciones madrileñas. Tanto fue el éxito que tuvo el baile que el término alemán se fue castellanizando hasta el punto de transformarse en lo que hoy conocemos como “Chotis”. A Madrid llegó en 1850 y se representó por primera vez en el Palacio Real bajo el nombre de Polca Alemana. Gustó tanto que los madrileños hicieron suya la danza, dándole un aire chulo y castizo, al son de un organillo, mientras se baila en pareja cara a cara. El secreto del baile está en los pies de la pareja. La mujer hace girar al hombre como si estuviese en una baldosa o ladrillo con arte y estilo. Primero rotan hacia la izquierda, y cuando la 64
música cambia (es de tres tiempos) cambian el sentido y giran hacia la derecha y después, nuevamente, hacia la izquierda. Es importante llevar un zapato que se deslice bien pues, si el hombre lleva suela de goma no habría forma de hacerle girar. Las mujeres suelen bailarlo ataviadas con un mantón de Manila y pañolón cubriendo media cabeza y los hombres mirando siempre al frente y vestidos con chaleco, pantalón de rayas y una parpusa o gorrita de visera. Según el periodista José Ayala, el chotis, y su organillo acompañante, fue introducido en Madrid por un inmigrante siciliano apellidado Abbruzense, que durante una estancia en Viena aprendió el secreto de las pianolas y fue el primero en traerlas a Madrid, instalando su taller en la Calle de San Francisco. Allí en Madrid se las llamó "organillos", y la música de ritmos austríacos que traían llamada Schotis encandilo a los chulapos madrileños. En una calle de Madrid, en la Cava Baja, aún hay un bar que recuerda esta historia y cuyo nombre es "Schotis". ¡Listos para bailar!
Episodio 34 - Perdido en el anillo verde Sucedió que un día de estos me dio por sacar la bici de casa, bajar las escaleras cargado con ella, ante asombro de vecinas septuagenarias, para rodar por las calles vallecanas en busca de un vergel falto de vehículos a motor donde expresar mi deseo de libertad a pedales. Lo bueno de vivir en la confluencia de M-40 y A-3 es que se dispone de amplios espacios vírgenes al cemento por los que pasar a lomos de mi bicicleta. Así, el Parque Lineal de Palomeras con sus divertidos toboganes o la mesa del Cerro Almodóvar, que despide a Madrid por el sureste, son pedacitos de tierra donde clavar los tacos gordos de mis ruedas. Pero no, un día de estos me apetecía seguir una senda de asfalto, lisa y que no repercuta en este cuerpo que poco a poco se hace vetusto. Era un día de anillo verde. Si eres neófito no sabrás que el anillo verde es una especie de circunvalación ecológica que rodea la ciudad de Madrid; digo ecológica porque está diseñada especialmente para bicicletas, aunque también muchos caminantes usan sus kilómetros rojos como lugar de esparcimiento. Con algo más de 60 kilómetros de recorrido, es una ruta ideal para darse 65
un buen garbeo en bici, bien sea un tramo cercano a la residencia de cada uno o un giro completo en esta vuelta a Madrid, perfecto entrenamiento para el ciclista entre humos. En muchas ocasiones me había aventurado con tramos de ida y vuelta, de entre 25 y 40 kilómetros, debido a las limitaciones de tiempo y, sobre todo, preparación física, daba la vuelta y volvía a casa mucho antes del giro completo. Pero ese día me sentía fuerte, estaba fuete, ¿por qué no? me dije. Así que armado con agua, geles y santa paciencia me lance al anillo verde en sentido antinatural, anti horario, o sea, cuesta arriba, qué bruto soy. La mayoría de las veces sigo esa vía, hacia Hortaleza, en vez de bajar hacia el Manzanares. Esta ruta desde mi casa se engancha en el kilómetro 20. Ruedo por la pista de sobra conocida hasta el kilómetro 0, allá por San Chinarro. Una breve paradita, trago de agua y comida. Me experimento entonces en una dimensión desconocida. Nunca antes he rodado más allá de dicho lugar. No sé si la ruta es cuesta arriba, cuesta abajo, está muy transitada o no señalizada, que me lleve a la perdición. Los primeros kilómetros ruedo tranquilo, entre esos bloques modernos de las zonas residenciales del norte de Madrid, tan residenciales que carecen de comercio, carecen de vida. Un lugar extraño este de la modernidad. Todo transcurre bien, llego a una zona de campo, pero campo campo, al norte de Madrid, no sé en qué distrito estoy. Parece mentira, parece que he recorrido cientos de kilómetros y me he trasladado a un lejano lugar. De repente salgo a una calle muy transitada, hasta entonces parecían caminos rurales, y se pierde el rastro del anillo verde. No hay señales, no hay líneas ni marcas en el suelo. No sé por dónde tirar. Doy la vuelta y me dirijo al cruce anterior, el cual parecía seguir por esa zona de pastos y alquerías. Enseguida el paisaje se transforma. Ahora es industrial, decadente industrial, naves abandonadas de vidrios rotos. Pero ¿dónde estoy? Ni idea, con lo bonito que era hace apenas cinco minutos, es como si hubiese entrado en un apocalipsis nuclear. Estoy en una recta larga, tan larga que no alcanzo a ver el fin. No hay nadie, está todo abandonado. De repente a izquierda y derecha se levantan una especie de vertederos inmundos, con gitanas buscando cosas entre las basuras. Alguna chabola de gitanos entre las viejas naves. Pero, ¿dónde coño estoy? 66
Cada vez hay más basura, más gitanos y desolación. Parecen no verme, debo ser algo ajeno a ese mundo. Me entretengo en pedalear fuerte para salir de allí. Tras dos kilómetros agónicos llego a un barrio con viviendas, cutre, da mala espina. Alcanzo la calle principal y veo que estoy en Fuencarral, en el antiguo pueblo, con sus callejuelas e iglesia. De todo lo que he visto en Madrid, este es uno de los lugares más feos y que peor sensación me ha dado, ¡y dirán luego del sur! Desorientado paro la bicicleta y consulto el GPS del teléfono. Estoy a tomar por c…. muy lejos del anillo verde, que se encuentra más al norte, por lo que he ahorrado muchos kilómetros. Desde Fuencarral decido enganchar el anillo verde de nuevo a la altura de la Casa de Campo, por lo que me toca atravesar el centro de la ciudad. Veremos cómo se da. Enfilo largas avenidas entre coches y autobuses, recuerdo Londres, cuando esprintaba entre buses rojos con manillar estrecho. Plaza Castilla con sus cornudas torres y sigue la marcha hacia el oeste capitalino. Tetuán, Estrecho, Alvarado, Noviciado, Plaza España, Príncipe Pío, ya se ve el río, bajo a la orilla y pedaleo por Madrid Río. Desde aquí ya conozco la ruta. Estoy salvado. Matadero, Arganzuela, dejo las aguas del Manzanares y emprendo la subida hacia Vallecas. Dejo lo más duro del camino para el final. La subida desde Entrevías a Alto del Arenal. Vallecas es un puerto de montaña, una dificultad al sureste de la ciudad. Las calles se huelen ya vecinas, queda poco para llegar. Más de 50 kilómetros pedalada a pedalada. Hoy merezco una buena comida, hoy merezco decir he dado la vuelta a Madrid. Supo a gloria y también a poco. Estoy pensando ya en repetir.
Episodio 35 - Sucedió lejos de Madrid Pues fue en la primera semana de octubre. Llámalo inteligencia, despiste o yo que sé. Olvidé sacar este ASÍ ES MADRID a tiempo y ahora subyace en el mismo punto que lo vio parir. Poco ha cambiado, tipos ambiguos que como peleles pujan por cambiar los designios de la historia. ¿Designios? Son los hechos de los hombres los que crean la 67
historia. ¿Se irá Cataluña? Quien sabe… Es difícil entender en una España ambigua plagada de banderas. Madrid me tiene así, al límite de escupir nuevas palabras sobre ella. Vertido hacia las afueras del país, dejé volar mi imaginación y mi cuerpo lejos de aquí, más allá de las fronteras de los políticos. Somos tan iguales y tan distintos que solo podemos proferirnos amor combativo sin tregua. Lejos, tan lejos como Cataluña, tan lejos de Madrid que se quiere salir de España. Un anhelo de muchos que viene de generaciones atrás y que en esta semana está más cerca de cumplirse que en toda su historia. No tomo posición, ni uno ni otro tiene razón, por la simple razón que odio las banderas, no soy patriota y hace tiempo que dejé de escuchar a los nacionalistas de uno u otro pelaje. Simplemente es lo que veo, la lectura tras analizar lo que pasa, lo que se dice, se cuenta y se graba. Feo por todas partes, parece que todos se odian a todos y no hay buenos. El 1-O parecía una utopía, algo irreal que no podía suceder, pero llegó el día y la versión más surrealista de las guerras de Gila desembarcó en las pantallas de los noticiarios. Son dos bandos que ambos salen ganando de esta guerra, reforzados, cada uno a su manera. La bestia salió a la calle a golpear a sus hijos, cual Saturno hambriento. Abanderados por una especie de Harry Potter adulto, el espíritu independentista catalán se agolpaba ante colegios electorales, donde urnas del chino y censos ilegales esperaban a la jornada del referéndum, un acto que Madrid ya se había encargado de desbaratar e ilegalizar. Qué sentido tenía todo ello, por qué votar en un referéndum ilegal, por qué tanta preocupación por evitar que ciudadanos metiesen papelitos en tuppers gigantes. El sábado por la noche fui a la cama convencido de que todo era fruto de mi imaginación y que nadie se tomaría en serio aquella patraña. Pero no, qué ingenuo soy, se había montado la María Morena en la puerta del colegio electoral. Cientos de miles salieron a votar, hacían caso a su moral. Se toparon con un cordón policial al que trataban mal y les trató muy mal. Dicen, cuentan, no lo vi porque no estuve, que la agresividad policial fue ejemplar, que la resistencia pacífica de los que desobedecieron y acudieron al referéndum ilegal fue desalojada a porrazos y pelotazos. Dicen, cuentan, no lo vi porque
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no estuve, que Policía Nacional y Guardia Civil fue apaleada e insultada. Dicen todo y no lo vi. El resultado de la votación fue absurdo, sin ningún valor, salvo el de los millones de personas que en la calle piden ser escuchadas, de la brecha existente en un país que pide ser países, de la desdicha de un futbolista que siente amores por dos países, beato tú que con tu doble nacionalidad y tus dos pasaportes eres envidiado por tus amigos. ¿Por qué no aceptar dos países en uno? Seríamos un ejemplo de hacerlo bien para Palestina e Israel, para Kosovo y Serbia. Catalufos y meseteros comparten tantas cosas que serían capaces de hacerlo bien, estoy seguro. O, ¿por qué no convocar un referéndum legal? Hay brecha, no se puede negar. El pueblo ha hablado en una recogida de papeletas fraudulenta, ese pueblo que quiere cambiar un dogma político. Lo que la ley dice nadie lo puede cambiar. Hagamos pues un país sin banderas, sin yo soy más, sin patriotas a los que tener que votar, sin intereses, solo palabras verdaderas. La democracia puede mejorar, puede crecer, con todos juntos de la mano, sin tirarnos piedras, escuchando a los viejos, esos a los que faltan el respeto. Puede ser el día en que perdieron los políticos, todos, y que ganaron los ciudadanos sin derecho a decidir.
Episodio 36 - Camacho, el vermú Loco, cogido a tu cintura. Así es como entré pues en Casa Camacho, sí, ese bar, rancio, viejo, castizo dirían, que
te
encuentras
en
Malasaña, que fue Barrio Maravillas. Al final de una cuesta
empedrada,
San
Andrés, 4 se llama, con vitrinas que vieron pasar a generaciones de madrileños, se yergue el sitio. Famoso por sus vermús, famoso por sus yayos, un cóctel de vermú, ginebra y
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casera. Si cabes tendrás la ocasión de trasladarte décadas atrás, envuelto en sus paredes sabias, llenas de historias, que acumulan los suspiros de un mundo. ¿Por qué yayo? Es bebida favorita de esa clientela canosa, abueletes que buscan algo de ardor a la vida. Un yayo cariñoso que se deja caer con gracia por la garganta. Y después, cuando sientes el hachazo que te ha pegado, todo se pronuncia así, como yayo. Barra de cinc, unos grifos como ya no se ven. Te atienden de un modo vetusto, no propio de hoy en día, y que tal vez por eso lo buscamos, esperando el confort de un tiempo pasado que sí fue mejor, cuando la gente era más pequeña y se las apañaba a sus anchas sobre diminutas pequeñas. Confinados en poco más de un metro de sala entre el mostrador y la calle, allí se agolpan los buscadores del sabor de antaño. Curiosidades tiene más, y por eso está aquí, adornando un episodio más de ASÍ ES MADRID. ¿Quieres ir al baño? Pues deberás agacharte y cruzar bajo esa barra con mil surcos históricos. Colarte entre los servidores de los grifos en un camino inusual difícil de encontrar en otro bar. La histórica decoración que alinea ancianas barricas de madera y polvorientas botellas añaden pátina al local. Todo un estímulo que atrae a variopinta clientela. Castizos señores al mediodía y jóvenes de la new wave hipster de la actualidad que se dejan ver por las tardes. El lugar sus puertas abrió allá por 1929, conque mucho ha visto pasar. En sus orígenes fue almacén de aguardiente, del que todavía algo debe conservar. Cuentan que se cita en las novelas de Juan Madrid, Bares nocturnos y Los hombres mojados no temen la lluvia. Leyendas dicen que por años el sitio fue regentado por un tal Camacho, añadiendo entonces un nominativo a San Andrés, 4. Resultó ser un miliciano republicano que entretenía a la clientela narrando historias de la guerra. Mucho ha llovido desde los tiempos del señor Camacho. Hoy en día tres hermanos son, Jesús, Santiago y Miguel, quienes desde 1980 sirven yayos sin parar entre una roña que adoba el espíritu pretérito de este rinconcito de Madrid. Y no toques nada, ya que atesora la nominación de “Establecimiento tradicional madrileño”, sí, lo de la pátina viejuna que decía.
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El Camacho demuestra que para ser siempre tendencia no hay nada mejor como no cambiar, mantenerte fiel al primer día y que te la sude todo. Sí, eso es el carácter. Con narices, un vermú de Reus en el centro de Madrid. 400 litros de vermú a la semana, se dice que se despacha allí, por los tres hermanos de idéntico jersey y sempiterna cara triste. Más carácter todavía a un rinconcito con encanto.
Episodio 37 – Contamíname Era el título de una canción, pero
si
hablamos
de
Madrid, más bien podría referirse
a
algo
completamente diferente. En los últimos tiempos se habla mucha del tema contaminación, ecología, medio ambiente, Madrid Central y mil y un asuntos relacionados, más o menos apocalípticos; bueno, se hablaba, hasta que apareció en nuestras vidas el COVID19. Pandemia apocalíptica a parte, según algunos informes científicos, se pronostica el fin del mundo en el año 2050, a causa de los residuos que producimos en el planeta nosotros los seres humanos. La puntilla tal vez se alcanzó hace unos meses en la cumbre del clima Cop 25 de Chile celebrada en el después infame hospital de Ifema. La actualidad medioambiental de la Tierra tuvo sus ojos sobre la capital de España en un momento delicado para la ciudad, con todo lo vivido en torno a las decisiones tomadas por un gobierno municipal y el siguiente respecto a bajar los malos humos al lugar. La guasa tampoco faltó en esa reunión mientras se aventuraban las formas en que viajaría hasta Madrid la activista sueca Greta Thunberg. En un país tan habituado a la broma como viene a ser el nuestro, donde incluso temas tan preocupantes como éste tienden a encontrar acomodo en el chiste fácil, se encontraba más atención en los medios de comunicación al viaje en catamarán solar de la niña que a la polución que nos mata. 71
Para bien o para mal, la contaminación dejó de matar madrileños. El relevo lo tomó el malogrado coronavirus, peste del siglo XXI que desde hace casi tres meses mantiene sus estragos en la ciudad. Los humanos invernaron, se retrajeron hacia sus madrigueras. Por días las calles estaban vacías, ni un alma en ellas, podríamos decir. Los animales y las plantas se preguntaron entonces “qué pasa, dónde se han metido los humanos”. Muertos de miedo a contagiarse y ante el estado de alarma decretado por el gobierno, las calles se hicieron suyas. Abandonaron los parques abandonados, callejearon por el asfalto sin ninguna oposición, al tiempo que contemplaban un cielo azul, cada día más azul, libre de la otrora contaminación de los coches, de los centros de trabajo, de las fábricas en un lugar poco fabril. El madrileño pudo respirar un aire semi puro desde sus ventanas, al tiempo que a las 8 de la tarde aplaudía a los sanitarios y a favor de todo el que trabajaba con tesón en la labor de contener y remediar el mal que acecha. Hoy estamos en Fase 1, la semana que viene ascendemos a Fase 2, con mayor libertad de movimientos y mayor número de personas realizando actividades a un mismo tiempo. El aire ya no será tan limpio, esa característica capa marroncita de la urbe volverá a ser una protagonista del Madrid del futuro, al tiempo que las fiebres y los ahogos de ese maldito virus dejarán paso a otras formas de modernidad de la brutalidad humana.
72
Episodio 38 - Todos en bici No paro de ver bicis por la calle. El porqué tal vez sea el efecto de la desescalada, de este virus que sigue entre
nosotros
aunque
ahora se le sienta menos, ahí el grandioso número de bicicletas que se ven en estos días por la ciudad. Por eso digo que todos en bici. Estoy habituado a circular por carriles como el anillo verde de Madrid, una especie de M40 para bicicletas que rodea la capital a lo largo de 65 kilómetros. Se me ocurre pensar que los amantes de este deporte somos afortunados, que los pocos ciclistas que lo utilizamos a menudo recibimos un magno regalo por parte del consistorio que cree en nosotros y nos regala dicha infraestructura. Según avanza la desescalada, al igual que mucha gente, me he visto animado a sacar la bici a la calle, tras meses de confinamiento. La gran diferencia con la situación pre COVID19 estriba en que durante los meses de mayo y junio de 2020 todas las bicicletas de Madrid están en la calle al mismo tiempo. Sí amigo, todas. Todas las bicicletas que existen en cada casa se ponen a circular en esos horarios que tan bien sabemos ya, esas horas en que las autoridades sanitarias nos aconsejanobligan a realizar deporte. Los carriles bici, entonces, y especialmente el anillo verde que mencioné arriba, son un continuo desfile de velocípedos de todas las épocas y estilos. Ciclistas de todas las edades circulan en caravana cada tarde a partir de las 8. Nunca antes había visto cosa semejante por aquí. Una fiebre por dar pedales se ha despertado en la ciudadanía. Las vías que antes recorríamos cuatro locos ahora aparecen repletas por gente que ansía libertad, y que por su bien espero que lleguen para quedarse, que aumente el número de personas que se aficionen a este deporte, o que simplemente
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vean la bici como un medio de transporte adecuado, a parte del bienestar físico que les reporta. Ahora, más que nunca, resulta incómodo circular en bicicleta, merced a los pelotones que llegamos a formar en los escasos carriles que tenemos asignados, sobre todo con los novatos e inexpertos que, pobrecillos, estorban peligrosamente a los demás. No obstante, confío en que esta fiebre desatada se convierta en un mayor número de practicantes en un futuro próximo, y no únicamente como vía de escape de un pueblo confinado por culpa de un bichito. Animo a todos esos noveles que continúen a pedales como hacen estas semanas con sus desusados y destartalados cacharros, que le saquen provecho a su manera: para perder peso, para ponerse en forma, por diversión, para ir a trabajar, al colegio, a hacer la compra, a ver a los amigos, a los novios y a las novias, o para lucir su último modelito. Todos sois bienvenidos y espero que en unos meses sigáis siendo legión en las calles de Madrid, que mucho lo necesita y más tiene que mejorar y crecer para ser una ciudad de ciclistas. Puede que algún día Madrid sea una ciudad de bicis como lo son las gélidas Londres, Berlín o Amsterdam.
Episodio 39 - Odia las bicis De nuevo las bicicletas son protagonistas en este blog que habla sobre lo que me llama la atención, a mí como foráneo, de la ciudad de
Madrid.
Segunda
entrega seguida hablando sobre dos ruedas, ya sabéis que me gusta el tema.
74
Deseo que no sea un sentimiento generalizado, pero bien es cierto que para muchos sería mejor que dejásemos de existir. Los malditos ciclistas no paramos de estorbar al resto de usuarios de las vías, peatones y conductores, siempre al acecho de recriminar la mínima infracción vial, es más, en la mayoría de casos improvisan sobre un código de circulación que existe solo en su imaginario. Para ellos las bicicletas deberían volar y así no molestar, son los que defienden un mundo donde los peatones cuenten con impunidad total para plantarse cual olmos en medio de los carriles bici, una realidad donde los coches se suman acariciando ciclistas con los retrovisores. Qué hacéis malditos ciclistas, por qué no dejáis de existir. Se me ocurre pensar esas tonterías de arriba mientras voy en bici por Madrid, la ciudad más nociva de las que he conocido para la práctica del ciclismo. Muchos motivos llevan a que pedalear por sus calles, parques y carriles bici sea un ejercicio de suicidio y menosprecio continuo a uno mismo. Pero, ¿de dónde procede ese comportamiento ofensivo hacia el ciclista? ¿Qué hace mal el ciclista para ser un colectivo tan odiado por el madrileño? Arrancamos desde un punto de vista en que andar en bici es un rara avis, no en esta ciudad, sino en el conjunto de la nación. Así como en muchos países de nuestro entorno se utiliza la bicicleta como medio de transporte urbano en multitud de ámbitos y por personas de todas las edades, en España y concretamente en Madrid, la bici es un juguete de niños o artilugio deportivo de locos corredores de fin de semana que no respetan nada; bueno, también los hay, y de ahí esa fama terrible que tenemos – “es que los ciclistas no respetan nada” – es el comentario típico escuchado cuando una bici circula por la acera o cuando se salta un semáforo en rojo. También soy conductor, también soy peatón y sé cómo se comportan los demás, la cantidad de infracciones que se cometen, que no son recriminadas por esa particular moral ciudadana que solo ve la paja en el ojo ajeno. Madrid odia las bicis, es la conclusión que percibo tras pitarme por circular correctamente por mi carril, tras insultarme por estar delante de ellos. Madrileños, perdonarnos por existir a los que vamos en bici, no lo volveremos a hacer.
75
Pero no os libraréis de nosotros. Hemos venido para quedarnos, para ocupar las calles, para que la masa crítica de ciclistas se adueñe de los espacios que les están vetados de forma legal o alegal. Cada día seremos más, como ocurre en estas semanas de desescalada. Poco a poco los alcaldes y concejales dejarán de colgarse medallitas a costa del velocípedo urbano, los carriles bici “de verdad” serán una red tupida, los aparcamientos de bicis estarán por doquier y el sucio aire que respiremos estará más limpio. ¡Despierta!¡Despierta! Deja ya de soñar. La quimera pasa lejos de aquí.
Episodio 40 - 5 años en Madrid, qué he aprendido En
2015
llegué
para
trabajar a esta ciudad. Aquí sigo. Dejé atrás muchas cosas.
Resulto
ser
un
cambio total de vida. En estos cinco años me he enriquecido, al tiempo que en otros aspectos me he empobrecido. Ahora tengo más canas y he bebido muchas aguas. Se me ocurre contar qué he aprendido en Madrid, una serie de aspectos que desconocía o que han caracterizado este camino, al cual aún no he puesto el punto final. Era enero cuando vine. Hacía frío creo recordar. Me incorporé al trabajo y todo bien. Mi hermano me acogió mientras encarrilaba la nueva situación. Atrás dejaba cosas, muchas de las cuales las quería arrastrar, personas, sentimientos. Hoy en día sigo ahí. Descubría la nueva ciudad, la cual había visitado en alguna ocasión anterior, siempre días sueltos, vacaciones. Me encantaba andar por sus céntricos varios históricos. Por suerte, a la vuelta del trabajo pasaba por Puerta de Sol, estación donde bajarme y ponerme a caminar, en ocasiones hasta casa, más de una hora de paseo, que mis piernas siempre agradecerán. En esas caminatas conocía calles, plazas, negocios, tiendas, bares, lugares
76
curiosos, con encanto, a los que siempre me gusta regresar, intentando disfrutar lo máximo de lo que Madrid me daba. Para bien o para mal, no lo sé, venía de otra gran ciudad, de Londres, donde también escribí un blog similar a este, sobre las cosas que me llamaban la atención del lugar y las diferencias que encontraba con mi país de origen; podéis leer sobre ello en London Topics. Tal vez salía de Guatemala para meterme en Guatapeor, como dice el dicho. Estrés, caos, multitud… ¿era eso lo que encontraría en Madrid? Bueno, si aguanté cinco años y sigo, será que soy un sufridor. La gente que me encontré en Madrid era variopinta, extranjeros, quienes venían de otras partes de España y los madrileños. Lo más habitual era personas procedentes de otro puntos del país, castellanos, extremeños, manchegos, andaluces, asturianos, vascos como nosotros, un poco de todo. Diferentes, sí, pero luego no encuentro muchas diferencias entre todos estos nuevos madrileños, orgullosos de serlo, como si dicha procedencia llevase implícito ser el motor de algo. En todas las regiones llueven los estereotipos, con un fundamento dudoso en ocasiones y justificado e menudo por diversas razones, que si los andaluces son vagos, que si los catalanes tacaños y los vascos fanfarrones. Los madrileños son chulos, se dice a menudo. Hombre, definir chulo es algo amplio, puede significar diferentes cosas, lo que si aprecia el forastero es que los del oso y el madroño plantean su ciudad como centro de un universo de donde surge la sabiduría que emana al resto de comunidades. Lo bueno de esta tierra es la acogida que da a los paletos de provincia, a quienes se debe aleccionar con el gran conocimiento de los naturales de la urbe. Igual que a nivel gastronómico, ya que es cuna de grandes platos y recetas de la cocina nacional. Casualmente, estos últimos días se está hablando mucho de la madrileñofobia, una especie de odio a los oriundos del lugar que se desata a raíz de la salida de la capital de sus habitantes acechados por la COVID. Estas líneas guardan relación 0 con ese asunto, pues para fobias ya están los llamados expertos. La ciudad me ha mostrado sus diferentes caras, reales como la vida misma, con sus pormenores y sus pormayores. 5 años después si sigo aquí, tendré mis razones. La
77
pregunta es, qué he aprendido, ¿he ganado puntos de sabiduría o estoy en el disparadero de salida de 2015? Lo descubriré al tiempo que exploro los confines del universo, quizá.
Episodio 41 - Un Madrid étnico Colores, formas, credos, lenguas. Tanta diversidad bajo una misma cúpula de contaminación.
Cuántos
suspiran en las riberas del Manzanares mientras no se presta atención al respeto de unos a otros. Yo más que tú, por supuesto, no me ganas a listo, habrase visto. Mi color mi bandera y lo que pienso va a misa. Madrid es multiétnico, arco iris
en
la
hispanidad,
cacofonía pronunciada de 1.001 formas que aciertan todas, cada una a su manera de ver la realidad distorsionada del centro geográfico peninsular. A continuación se exponen una serie de cifras y países que explican, con datos se puede decir que estadísticos y que obedecen a una realidad existente, el sentido que tiene que en nuestra ciudad exista tal pirámide poblacional foránea. Como suele ocurrir, muchos de los no nacionales se encuentran aquí por motivos profesionales, básicamente como en cualquier lugar del mundo. Otros eligen a Madrid por el ocio, o por la calidad y bienestar de vida que les otorga. Según indican las cifras del censo municipal del 1 de enero de 2020 recogidas en el sitio online del Ayuntamiento de Madrid, el número de extranjeros residentes es de 513.896 personas, el 15,36% de los ciudadanos, de un total de 3.345.894 personas. Por 78
nacionalidades, lo que más abunda son rumanos (43.441), seguido por chinos (40.245) y venezolanos (39.279) en el top three. El resto de la tabla de las diez primeras nacionalidades se complementa de la siguiente manera: RESIDENTES
Seguro que estos datos no sorprenden a los más
1 RUMANÍA
43.441
avispados, quien viva en la capital conoce más o
2 CHINA
40.245
menos la procedencia de sus vecinos. Así, se
3 VENEZUELA
39.279
observa que entre los diez primeros de la lista
4 COLOMBIA
32.752
aparecen sobre todo países del ámbito
5 PERÚ
26.813
latinoamericano y europeos del sur, con una
6 ITALIA
25.933
gran nación que se ha colado entre ellos, China,
7 ECUADOR
24.141
8 HONDURAS
23.498
9 MARRUECOS
23.133
PAÍS
10 PARAGUAY
20.435
que se sitúa en según da posición. Rumanía es desde hace tiempo la primera fuerza de mano de obra exterior. La tabla aparece aderezada con muchas naciones sudamericanas, como Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Honduras
y Paraguay. A lo largo de los años ha variado la procedencia de los extranjeros en la ciudad, en muchos casos, obedece a la situación económica en sus lugares de origen o la dificultad mayor o menor con la que cuentan para llegar a España. Por ejemplo, hace 15 años los resultados eran diferentes, destacaba el alto número de inmigrantes procedentes de Ecuador, que a raíz de la crisis de 2008 volvieron en masa a su lugar de origen. O los marroquís, otro de los grandes grupos históricamente, que en la actualidad ocupan el puesto noveno. Pero, ¿cómo es la convivencia entre todos estos pueblos? ¿Cómo acoge Madrid a los extranjeros y cómo se relacionan entre ellos las personas de diferentes países? Pues algo complicado de responder de forma breve y general, la verdad. Puede decirse que Madrid es una zona abierta donde abunda la diversidad. Su población española también tiene un alto caldo de cultivo foráneo. Personas llegadas de las dos Castillas, Extremadura, Andalucía, Galicia, Asturias y otras comunidades forman el grueso de lo que hoy en día conocemos como madrileño.
79
Es complicado entenderse con el vecino, o sin ir más lejos, un matrimonio tiene sus disputas habituales. Entonces, lo que sucede entre un habitante orgulloso de su ciudad y que la cree lo mejor que puede haber sobre la tierra y personas llegadas de lugares dispares de la geografía mundial, con hábitos y costumbres completamente opuestos puede resultar en una cacofonía difícil de manejar. Es pues el momento del respeto y la tolerancia entre todos. Más o menos se consigue, siempre caminando por un estrecho e inestable filo de papel. Pero, a grandes rasgos se consigue. Ya sé que siempre recurro al ejemplo londinense, y que éste Así es Madrid sigue los pasos del London Topics que escribí en los años en la capital británica, y que en Londres me llamó la atención la poca interacción existente en una de las ciudades más multiculturales del planeta. Sí, viven todos en armonía, más o menos, pero cada uno dentro de su propio gueto. Algo así es lo que sucede en Madrid. Como si de una tensa espera de guerra fría se tratase, una calma que puede quebrarse ante hechos no solucionados con palabras y que, peor todavía, en ocasiones es azuzado por formaciones políticas con alto grado de influencia sobre las masas. Tal vez se debería hacer mayor hincapié en las políticas de integración, que el foráneo sea más de Madrid, que el madrileño conozca los usos y tradiciones de esa gente desconocida, que funden una hermandad donde cada uno coja lo bueno del otro. Es la utopía del mundo mientras se vive en la cuerda floja de la coexistencia. Y bien, unos cuantos datos para la curiosidad de las mentes. Por continentes, estos son los países de los cuales provienen más inmigrantes en la ciudad de Madrid, datos de enero de 2020. Los cinco primeros del continente americano son Venezuela, con 39.279 censados. La caótica situación política, económica y social que allí se vive es la causa por la que docenas de miles de venezolanos abandonan su tierra en busca de un futuro mejor. Le siguen Colombia, Perú y Ecuador, tres grandes naciones sudamericanas con un alto arraigo de sus comunidades viviendo entre nosotros. El top five lo cierra Honduras, pequeño estado de Centroamérica que cada vez es más presente en nuestros barrios.
80
La cercanía de Europa es responsable de que
AMÉRICA
RESIDENTES
muchos de sus ciudadanos elijan Madrid como
1 VENEZUELA
39.279
destino a sus vidas. El colectivo más grande es el
2 COLOMBIA
32.752
de rumanos, con 43.441 nacionales de ese país
3 PERÚ
26.813
censados en la ciudad. Desde que Rumanía entro
4 ECUADOR
24.141
en la Unión Europea y a sus habitantes se les
5 HONDURAS
23.498
autorizó a la libre circulación por la Unión se han convertido en la mayor fuerza de trabajo foránea del país por detrás de los marroquís. En segunda lugar los italianos, que nos consideran casi como hermanos y disfrutan aquí de los placeres de la forma de vida española. Tras ellos los vecinos portugueses y franceses. Y en quinto lugar, un lejano país, casi en el límite con Asia y ajeno a la Unión Europea, Ucrania, que registra 9.739 individuos censados en la ciudad de Madrid.
RESIDENTES
Por detrás de rumanos, el segundo colectivo de
1 RUMANÍA
43.441
extranjeros es el de chinos, los reyes del mercado
2 ITALIA
25.933
podríamos decir. Obviamente, es la primera nación
3 PORTUGAL
12.086
de Asia en número de inmigrantes, con 40.245
4 FRANCIA
10.957
personas. Debido a la lejanía con España, tanto
5 UCRANIA
9.739
física como cultural, no son tantos los asiáticos
EUROPA
residentes en Madrid, a excepción del caso de China. El segundo en la lista con 13.501 nacionales es Filipinas, un país que en el pasado tuvo un gran vínculo con España, pero a los que hoy en día vemos como a primos lejanísimos. El top five lo complementan Bangladesh, India y Pakistán, que poco a poco van entrando profundamente en nuestras vidas, en gran parte asociados al negocio de la comida rápida y las fruterías de bajo coste.
81
Otrora el principal proveedor de mano de obra
ASIA
RESIDENTES
extranjera y también vecino con profundos lazos
1 CHINA
40.245
es Marruecos, el país con más inmigrantes
2 FILIPINAS
13.501
procedentes de África, con 23.133 personas. En
3 BANGLADESH
6.670
Madrid se sitúa en el puesto noveno del global,
4 INDIA
2.139
pero en otras comunidades como Cataluña
5 PAKISTÁN
1.587
siguen siendo los líderes. Senegal también es un país que, por su relativa cercanía, siempre ha aportado una amplia fuerza trabajadora a España. En el caso de Madrid, se coloca como segunda nación africana y 2.411 senegaleses se encuentran registrados aquí. Tras ellos Nigeria, nación más poblada del continente; Argelia, otro vecino del Magreb; y Malí, que desde el sur del Sahara trae a 1.184 personas.
ÁFRICA
RESIDENTES
1 MARRUECOS
23.133
2 SENEGAL
2.411
3 NIGERIA
1.425
4 ARGELIA
1.247
5 MALÍ
1.184
82
Episodio 42 - El secreto del metro Sucedió ya en Londres, en aquellas narraba
historias en
el
que
London
Topics, el metropolitano de una gran ciudad está lleno de curiosidades, misterios, secretos, fantasmas y niños muertos. Entraré en este berenjenal, que lejos de ser un vergel, una rica huerta de hortalizas, señala lo llamativo del transporte suburbano en la capital. En los próximos párrafos unas serie de hechos trascendentales que pasaron en Madrid. Todo empezó hace 101 años. El Metro de Madrid recibió el banderazo de salida el 17 de octubre de 1919, con el rey Alfonso XIII por allí presente. El primer e histórico trayecto entre las estaciones de Sol y Cuatro Caminos, con un total de ocho paradas y 4 kilómetros de recorrido. Tras ese inicio mediático, se abrió al público el 31 de octubre del mismo año. La obra había comenzado tres años antes, en 1916. Metro de Madrid tuvo otro nombre en su origen, fue denominado Compañía del Metropolitano Alfonso XIII, en honor al Borbón, quien adquirió 2.000 acciones valoradas en un millón de pesetas de la época. La extensión de su red ferroviaria es de 294 kilómetros y cuenta con 301 estaciones, gracias a lo cual es la séptima red de metro más larga del mundo, por detrás de las de Shanghai, Londres, Nueva York, Chicago, Pekín y Moscú, convirtiéndose así en la tercera de Europa tras Londres y Moscú. Otros datos numéricos es que cuenta con cerca de 1.700 escaleras mecánicas y 352 vestíbulos entre todas sus estaciones. Madrid is different, por la izquierda como los ingleses. Sí, el Metro de Madrid siempre ha circulado por la izquierda. El motivo es que en la fecha en que fue construido eran los municipios quienes decidían el sentido de la circulación de los vehículos en sus territorios y, por aquel entonces, en la ciudad se circulaba en tal sentido; curioso. Esta circulación a la inglesa no se modificó posteriormente, ya que el cambio era demasiado costoso, a 83
pesar de que en 1924 se comenzó a circular en todo el país por la derecha. Madrid pues un rara avis. El feminismo llegó tarde al Metro de Madrid. Desde sus inicios hasta los años 80 las mujeres que trabajaban en el suburbano capitalino no podían casarse y aquellas trabajadoras solteras que contraían matrimonio eran despedidas. El absurdo motivo del aberrante hecho era que el trabajo exigía muchas horas de dedicación y se alegaba en su contra que las tareas de una mujer casada no eran compatibles con la labor metropolitana. La primera mujer conductora no llegó hasta 1984. De fantasmas Como en todas las grandes obras en las que sea necesario cavar, se va a tocar con huesos humanos. En los años 20 del siglo pasado se construía la estación de Tirso de Molina, que en aquellas fechas era conocida como Progreso. En los trabajos se dio con los restos de los monjes del antiguo convento de la Merced, derribado durante el siglo anterior. Sus huesos se arrojaron a los andenes y se cubrieron con azulejos, se dice. Se dice también que desde entonces se escuchan sus alaridos al llegar la medianoche. A parte de fantasmas de personas, existe la denominada estación fantasma de Chamberí, operativa hasta mayo de 1966. Esta infraestructura, junto a la Nave de Motores de Pacífico y el antiguo vestíbulo de la estación de Pacífico constituyen el Andén 0 del Metro de Madrid. Este conjunto ha sido transformado en museo, donde se puede visitar la exposición sobre la historia del transporte suburbano en la ciudad, mostrando los andenes originales, carteles, bóvedas, taquillas y mobiliario de la época. Un servicio de transporte público puede ser un buen lugar donde exponer cultura, por qué no. Sobre todo si lo que se muestra al público es lo que había allí antes, los restos encontrados en las excavaciones del suburbano. La estación de Ópera alberga un museo arqueológico subterráneo donde se exponen los restos de la Fuente de los Caños del Peral, el Acueducto de Amaniel y la Alcantarilla del Arenal, de los siglos XVI y XVII. La estación de Carpetana también acoge una particular muestra. En los trabajos de remodelación de dicha infraestructura se localizaron más de 5.000 fósiles del Mioceno Medio. En su vestíbulo se exponen diversas réplicas con dos yacimientos verticales que reconstruyen los paleoambientes. 84
Hay sitios en los que te cansarás de subir escaleras al salir del vagón, como en Cuatro Caminos, la estación de mayor profundidad. En ella se alcanza una distancia que sería similar a un edificio de 20 pisos bajo el suelo. Los andenes de la línea 6 se sitúan 45 metros por debajo del nivel de la calle.
Episodio 43 - Mujeres en Madrid Sucede por doquier, pero Madrid es un buen lugar para hablar de ello; las mujeres
tienen
que
enfrentarse a muchas más dificultades
que
los
hombres para desempeñar su papel vital. Esto parece una
obviedad
de
Perogrullo, aunque desde determinados
partidos
políticos con gran poder de influencia se empeñen en azuzar al ciudadano con la idea de que ya vivimos en igualdad. Lejos queda de la realidad, Madrid es un espejo donde distorsionada se ve esa falsa verdad. A continuación, una serie de mujeres inolvidables, al igual que las 1.745.973 que pueblan la ciudad (censo de enero de 2019). Hacerse pasar por hombre en busca de la igualdad. Calle Pez, barrio de Malasaña. Julia es una chica de bronce, apoyada en la pared, consultando sus apuntes; parece que espere un momento crucial, congelado en el tiempo. Hoy en día sería una cosa de lo más normal, ella en cambio simboliza un importante logro, el de una mujer que se atrevió a romper las reglas en el siglo XIX. En una época en la que solo los hombres tenían acceso a la Universidad Central, en la cercana calle de San Bernardo, esta joven optó por disfrazarse 85
de chico para poder asistir a las clases como oyente. Se dice que es una leyenda, aunque la heroína existió de verdad, era Concepción Arenal y fue en el año 1842 cuando logró lo que nadie había hecho hasta entonces. Voto femenino sí. Huérfana, sin recursos económicos, nacida en Lavapiés. Historia triste. A los 32 años retomó los estudios y se licenció en derecho en 1924, poco después fue elegida diputada. Clara Campoamor fue la primera mujer en tomar la palabra en el Parlamento. Cuando se constituyeron las Cortes durante la Segunda República defendió el voto femenino en uno de los debates más famosos de la historia. Consiguió que se aprobara el sufragio femenino en 1931. Alcaldesas. La capital cuenta con alcaldía desde el siglo XV. Cientos de hombre han presidido dicha alcaldía, tan solo dos alcaldesas, las recientes y conocidas Ana Botella y Manuela Carmena. La escasez habla bien mal de la pobreza en términos de igualdad. Ojalá vengan más Botellas y Carmenas. Por cierto, en la legislatura de Manuela se homenajeó a la abogada Victoria Kent en la calle Marqués de Riscal, donde tuvo su despacho hasta 1936. Ella fue una comprometida feminista, directora de prisiones y diputada de la Segunda República. Ella da nombre al fantástico centro de salud en el que estoy registrado; Federica Montseny fue la primera ministra de la historia de España. Ejerció el cargo durante el Gobierno de Largo Caballero, con el que llegó a ser Ministra de Sanidad y Asistencia Social durante la Guerra Civil. Antes de exiliarse llevó a cabo medidas revolucionarias como eugenesia, sexualidad, control de la natalidad e interrupción voluntaria del embarazo. Además creó los liberatorios, lugares donde las prostitutas recibían instrucción y formación para incorporarse a la esfera nacional. Tantos son los nombres que deberíamos recordar, que no es justo recordar solo a algunas. En un homenaje donde todas las féminas tienen cabida se resalta una serie de placas que recuerdan a varias de las vecinas, como la dramaturga María Lejárraga en Malasaña, prolífica escritora, comprometida feminista y diputada por Granada en 1933; Luisa Carnés, cuyo apodo fue Clarita Montes, en la calle Lope de Vega, su cuna: innovadora, escritora y periodista de la Generación del 27; la literata Ernestina de
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Champourcin, en la calle Barquillo, donde vivió, poeta de la Generación del 27, crítica de arte y literatura. También instituciones como el Lyceum Club Femenino, en su sede de plaza del Rey, presidido por María de Maeztu y por el que pasaron Elena Fortún, Clara Campoamor, Isabel Oyarzábal, María Teresa León, Concha Méndez, Zenobia Camprubí, Hellen Phillips, Victorina Durán, Carmen Baroja o Amalia Galárraga. Habitual era que una mujer firmara sus obras con un pseudónimo masculino o el nombre de su marido. Es absurdo pero común, como el caso de la popular serie de televisión Celia, basada en el trabajo de la escritora Elena Fortún. El tablao Villa Rosa pasa por ser el más famoso de Madrid, en la plaza de Santa Ana. Allí cantó, bailó y “convirtió su cultura en arte”, como indica el rombo dedicado, Dolores Vargas, “La Terremoto”. En la misma zona, en la calle Tamayo y Baus, el nombre de la actriz María Guerrero luce en una placa y en la fachada del que fue su teatro. Y en la avenida de Valladolid el metal amarillo rememora que la malograda cantautora Cecilia vivió y compuso allí Mi querida España. A pesar de todo, el homenaje no termina aquí.
Episodio 44 - Tu barrio me da miedo Conozco mi barrio, camino por
él,
sigo
hasta
el
siguiente, llego al centro de la ciudad para continuar más allá, hasta donde den las piernas, hasta decir basta y pegar media vuelta. Me gusta. Es también una forma de conocer Madrid, sus diferentes zonas, las gentes que por allá se mueven y apreciar las diferencias entre distritos, calles y demás partículas en las que se subdivide la urbe. La conclusión es que 87
cuesta apreciar la diferencia, en todos los patios se observan las mismas miserias y alegrías. Esto es pues la apreciación de los diferentes barrios por parte de los madrileños. Los pueblos de costa, las playas, se conocen mejor que algunos barrios de Madrid, sobre los que los únicos conocimientos que se tienen son opiniones pasadas de tiempos remotos. La ciudad está llena de estereotipos que me han inculcado sus habitantes, al hablar barbaridades sobre barrios que jamás han sido pisados, la referencia es lo que dicen los demás, o lo que se vio en tal película estrenada hace 40 años. Por lo tanto, la inmovilidad tiende a ser una constante en el acontecer de ciertas personas. Lejos de querer entrar en polémicas y generalizar, me toca reconocer que es la visión que tengo de una parte de la población ¿Mayoría? No sé, habrá que preguntar a los madrileños. Puede que se deba a la grandiosidad de la urbe, a la disparidad de sus gentes, donde lo madrileño es escaso y casi todos tenemos un pasado a distancia. Puede que se deba a la costumbre del país consistente a pelearse entre nosotros, entre las distintas regiones, con la ciudad de al lado, con el barrio vecino. ¿Es bueno? ¿Es malo? Es la curiosidad en la que vivimos. Mi barrio también da miedo, al tiempo que es hermoso. Lo mismo diría del de al lado y del de más allá. ¿Que cuál prefiero? Todos y ninguno. No me caso con nadie ni hago ascos a nada. Madrid es una selva, salvaje y llena de compasión, es esa gran ciudad repleta de diferencias que la hace maravillosa de explorar cuando de enriquecer el espíritu humano se trata. Es tal vez esa manía de quien respira por criticar lo que se desconoce, el más vale malo que bueno por conocer. No es un fenómeno extraño, pues como digo arriba, se tiende a diferenciar y pelear con los vecinos a los que, al parecer, se considera como rivales. En el caso de Madrid se me antoja que es más notorio y la ciudad podría dividirse en diferentes zonas, que no se aman entre sí, no se entienden a pesar de estar representadas bajo una misma bandera, y es que en ocasiones los trapos sirven para separar en odio más que a unirse en pasión. No solo el madrileño, el ser humano tiende a construir guetos dentro de sí mismo, a cerrar una ciudad que de otro modo se disfrutaría plenamente. Tal vez el caso español más destacable sea Madrid por el tamaño de su población. No entro en provocar o no, 88
solo en describir del modo que se entienda lo que tengo. Tanto aquí como allí existe el gusto por tergiversar las palabras y entender lo que no se quiso decir. El juego de la dialéctica hace un daño irreparable que mina a las sociedades. Veo un Madrid donde multitud de etnias y de personas que llegaron de todos los puntos del estado no encuentran la armonía para formar una única fuerza que tenga como misión el entendimiento, la tolerancia y la unidad. 1.000 Españas viven en Madrid y eso seguro que no va a cambiar.
Episodio 45 - Esos tópicos molan mazo Ej que si eres madrileño lo dirás, más temprano que tarde. Es que en cada lugar se habla de una forma, ni mejor ni peor que en los demás sitios, ojo, que en todos los campos estamos habituados a discriminar a los otros por su acento, pronunciación o esas palabras extrañas que utilizan. Podemos llamarlo tópicos, los usos y costumbres particulares, exagerados en ocasiones pero existentes gracias a un fundamento. De eso va a tratar este ASÍ ES MADRID, los tópicos por aquí reinantes, ciertos o no, pero sí reinantes. Siempre no entra todo en la categoría de tópicos, sino que una ciudad se hace celebre por las diferencias inconfundibles que la distancian de otras en el estado. Es el caso de las fiestas, de las fiestas mayores, tipo la Feria de Abril de Sevilla, las Fallas de Valencia, San Fermín en Pamplona o la Aste Nagusia de Bilbao por decir tan solo cuatro ejemplos. Su equivalente madrileño no existe. Esto no es un tópico. No existe. Las mayores fiestas son las de San Isidro, una romería con algo de fiesta el 15 de mayo y ya. No digo que esté mal esta fiesta, pues me gusta, pero que la capital del país más fiestero tenga unos
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festejos tan escasos… da que pensar. Ah, se me olvidaba, la mayor fiesta de Madrid es la del Orgullo Gay, sin comparación. ¡Chulos! Esto si entraría en la categoría de tópicos, y es cierto, aunque hay que explicarlo. Como en la mayoría de grandes urbes, se tiende a agigantar la grandeza de la misma, poniéndose por encima de vecinos más pequeños. Es lo mismo que sucede en Bilbao, donde somos unos fanfarrones que defienden que sea el mejor lugar del mundo. La chulería del madrileño la veo ahí. El ojo avezado que conoce a parisinos y demás franceses, londinenses y demás ingleses o milaneses y demás italianos se dará cuenta que esta característica de los madrileños se repite aquí y allá. Estamos en la segunda mayor plaza de pescado del mundo, solo por detrás de Tokio. Parece extraño que ante la lejanía de las costas se dé este particular justo en el centro geográfico del país. Pues sí, eso parece, se come pescado hasta por los codos. El plato estrella de la gastronomía local deja tumbado a los paladares más finos: el bocata de calamares, que me encanta y está riquísimo, y eso que lo dice uno acostumbrado a la ración de rabas del domingo en el Cantábrico. Por lo tanto, es uno de los platos más representativos de Madrid, y por tanto un tópico. Los de fuera y también los que viven aquí piensan que se trata de una ciudad de prisas, estrés, caravanas, gente a diestro y siniestro; y no les falta razón con este tópico. En cambio, y a pesar de sus infraestructuras de transporte bastante competentes, muchas veces me parece que vivo en un pueblo grande, una ciudad castellana de provincias que sufre de gigantismo. Veremos cómo cambia todo, ahora que se ha anunciado la anulación de Madrid Central para dar pasos absurdos a favor de la contaminación. Si bien no es un tópico exclusivo de la capital, el laísmo se utiliza. Ya normalizado por las autoridades de la lengua, siempre un tópico más. Pero el que se lleva la palma es la playa, eso que no hay en Madrid. Se dice que en la ciudad hay de todo, ¿todo? Bueno, no hay playa. Es algo que se echa en falta y cada uno tiende a buscarle solución de la mejor manera posible, en forma de piscinas, ríos o pantanos. Y es que en Madrid, sí, se echa de menos la playa. Esto sí que es un topicazo, sobre todo entre la gente que vive dentro de la M30. Para ellos, el resto de la ciudad es territorio comanche, se sienten indefensos extramuros del 90
primer cinturón de circulación. Tal vez, hace muchas décadas, en otros regímenes de gobierno, cuando en muchas zonas los límites se encontraban junto a la mítica carretera, veían lo de más allá como lejano. Pero es que hoy en día se sigue teniendo idéntica actitud, un comportamiento pueblerino en una gran ciudad, anda qué… Visto lo visto se podría decir que no me gusta Madrid, que la critico negativamente; conque eso es erróneo. No paro de escribir sobre este lugar y sigo viviendo aquí, como signos de encontrarme a gusto, ¿durante cuánto tiempo? Mientras me siga cuestionando por qué así es Madrid seguirá la conexión.
Episodio 46 – Gueto Extraño es el año. Por segunda
vez
se
confinamiento.
sufre La
enfermedad del COVID-19, altamente
contagiable,
letal y sin remedio, por ahora, ha hecho de la vida un infierno. También, sobre todo, en Madrid, donde las consecuencias
han
sido
miles de muertos, una vida cambiada, cerrada
trastocada, y
con
tintes
apocalípticos donde no se sabe cómo será el final de la historia. Tras un parón veraniego por diversos motivos, me embarco en la aventura de relatar Así es Madrid, un compendio de las cosas sorprendentes, diferentes o particulares que me encuentro en la capital, lugar que desconocía y que desde hace cinco años es mi hogar.
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La primavera fue dura, en el verano se dio tregua y el otoño inicia en forma de encierro. Pero no todo Madrid, al menos por ahora. En estos momentos vivo en un gueto. Cuatro calles de las que no puedo salir, salvo por causa justificada, la cual se debe demostrar bajo sanción de 600 euros en caso de no convencer a los agentes. Una de las preocupaciones de mis vecinos de gueto en los últimos días (llevamos una semana de confinamiento en las cuatros calles) es la dificultad de conseguir alimento, ya que tan solo contamos con un insuficiente y precario supermercado Día para miles de personas. La gente duda si cruzar la acera, literalmente, para comprar comida. Entiendo que es una necesidad justificable, así se lo hice saber a la Comunidad de Madrid, obteniendo una respuesta ambigua, dejándolo un poco al libre albedrío. Creo que ni siquiera ellos son conscientes de la magnitud de la catástrofe. Me dio risa el otro día cuando bajé a tirar la basura, pues los contenedores se encuentran en el otro lado de la calle, una zona “libre” de confinamiento y a la que los “infectados” solo podemos acceder presentando un justificante. Por más que busqué, no hallé el formulario necesario para tirar la basura. En fin, convirtámonos en Diógenes. Así es, suena a risa, a cachondeo, a viñeta de El Jueves, conque reiré un rato mientras así estemos. Todo por no llorar y ser fuertes ante lo que ha tocado vivir. Las las calles están tristes, sin gente, miedo de los confinados tras las ventanas, persianas de locales bajadas que no saben cuándo volverán a ser levantadas. No hay tranquilidad, a pesar de ver el barrio vacío, casi sin actividad, las justas y fugaces salidas enmascarados para cumplir con las obligaciones de los seres humanos. El miedo y la tensión se tocan con la punta de los dedos. La crispación vecinal lleva a conflictos y los cabreados antidisturbios patrullan el barrio sin cesar. Confinados, señalados, apestados y a punto de ser tratados como delincuentes. Me siento como un Bárcenas o un Rey. Muchos no se atreven a entrar en este barrio, ahora prohibido su acceso, pero largamente criticado y menospreciado, incluso sin haber puesto pie en él, sin intentar comprender, dejarse llevar por la manifestación de unos supuestos líderes de opinión hace que nos perdamos lo bonito de la vida; más ahora.
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Parece que por ahora el único remedio que se ha puesto contra la enfermedad es el policial. Pero sin médicos, sin medios ni personal que atienda la emergencia, no se parará. Madrid y España en general tienen una enfermedad más grave que cambió el mundo en 2020: la clase política que no deja avanzar a la lucha sanitaria. Tal vez primero haya que derrocar esta enfermedad política.
Episodio 47 - Todo es exagerado Me di cuenta de ello en Londres. ciudad
En
una
gran todo
acontecimiento de peso es más notorio, se amplifica, se exagera, se sufre más y la paranoia de los ciudadanos produce
grandes
movimientos, para bien o para mal. Cuanto más grande es el lugar, mayor el efecto amplificador de las acciones del momento. Madrid es igual, sin medias tintas, cualquier motivo es digno de un altavoz que influya rápidamente sobre las masas. Lo notorios que son los grandes hechos en las capitales es un tópico sobre el que escribir en este Así es Madrid. A veces con motivo justificable, otras veces sin venir acaso, la gente se desplaza locamente en masa por diversos motivos, las rebajas, el encendido de las luces navideñas, buscar un sitio fresco en un día de verano. Lo hacen todos a la vez. Miles y miles de personas que colapsan cualquier sistema de transporte. No hay espacio para tanta hormiguita. En el caso que ahora nos toca vivir, el del COVID, ya que parece no suceder nada más en nuestras vidas plagadas de restricciones, se une el caso de que Madrid es el mayor foco
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de contagios del país, donde fallece más gente y, curiosamente, donde menos medidas se han tomado desde que entramos en mayo en la nueva normalidad. Las televisiones no paran de hablar de ello en todo momento; si a eso se añade la enfermedad política por la cual los dirigentes de las diferentes instituciones se niegan a colaborar y se enrocan en un “y tú más” nos conducen a un espectáculo audiovisual que no deja de preocupar a la población, aparte de sentir vergüenza ajena. Obviamente, las consecuencias de la enfermedad, a la del COVID me refiero, son más visibles en esta ciudad que en otros puntos de la geografía. En ello tienen que ver factores como la mayor población y la alta concentración de ésta. Los madrileños, aunque acostumbrados a los grandes acontecimientos, modas y sucesos, actúan con el aspaviento necesario que agita las situaciones; así, sin querer, se convierten ellos en mensajeros del acontecer. En poblaciones más pequeñas y donde la atención mediática es infinitamente menor, parece que los habitantes de dichos lugares vivan en un mundo más simple, sin grandes alteraciones y que no se sienten sorprendidos por lo ocurrido. ¿Por qué se producen estos episodios? Creo que se puede resumir en un refrán habitual que dice - Dónde va la gente, donde va Vicente. Tendemos a imitar, a copiar lo de los demás, incluso sus sentimientos, nerviosismo o alegrías. Eso hace que ante un hecho importante el reflejo sea mayor en grandes ciudades, como viene a ser el caso de Madrid. A veces parece que estamos ya cansados de tanta exaltación, mareas humanas que reaccionan por contagio ante un impulso, y nos expandimos. Salimos de Madrid o de la burbuja en la que se halla cada uno; para después regresar a la rutina, que en este caso es exagerar ante todo.
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Episodio 48 - Vino de Madrid Vino de Madrid, a quedarse una temporada. No es un chiste malo; es el vino de Madrid.
Impopular
por
desconocido, camuflado en las
baldas
supermercados
de
los
por
esa
otra bebida tan madrileña ella, que no vino de Madrid, el vermú. Vermú de Reus, catalán,
por
doquier
anunciado en la ciudad. Tuvo tiempos de gloria para resurgir con el modernismo en el siglo XXI. Pero no, hablemos del vino de Madrid, ese caldo de la uva que tanto gusta al paladar fino. Pero, ¿es conocido el vino de Madrid? ¿Es apreciado en Madrid? Habrá que ver. Habrá que seguir leyendo esta historia de Así es Madrid. Desde hace tiempo que somos un país con tradición vitivinícola, con denominaciones de origen y especialidades en prácticamente todas las regiones. Algunas de ellas son mundialmente famosas, a todos lados exportadas y con cierto conocimiento sobre ellas por buena parte de las mentes. En el capítulo de hoy se tocan los vinos de Madrid, no muy conocidos (incluso en Madrid), pero que buscan hacerse un hueco en la cultura de los amantes de Baco. Madrid no es ciudad de vinos, aquí las cañas de cerveza y los vermús ruedan por las barras de los bares. Pedirse una copa de vino es visto como snob, posh o cosa de forasteros. Poco a poco, y en diversos círculos, el gusto por el vino, por el buen vino, va aumentando, aunque los vinos de Madrid son dejados de lado, tal vez por desconocidos. El tema es serio, ya que desde 1984 existe el reconocimiento de la Denominación Específica Vinos de Madrid, aprobada en marzo de 1986 por el Ministerio de Agricultura. 95
Posteriormente, en 1990, fue creada la Denominación de Origen Vinos de Madrid, que cuenta con 8.528 hectáreas de viñedo, cultivadas por 3.038 viticultores. La Denominación de Origen Vinos de Madrid, ocupa el 78% de la superficie vitivinícola en la región (más de 8.000 entre las 12.000 hectáreas dedicadas al cultivo de uva de vino). Pero fue más; actualmente sólo se mantiene poco más de un tercio de la superficie de viñedo que existía hace 40 años, al quedar relegada la actividad por la presión urbanística sobre el campo. La D.O. Vinos de Madrid es una de las 94 denominaciones de origen reconocidas en España. Está formada por cuatro subzonas: Arganda, Navalcarnero, San Martín de Valdeiglesias y El Molar. Exporta más de 5.000 hectolitros de vino, el 30% de su producción, a países de la Unión Europea, Estados Unidos o China. La Denominación de Origen acoge a 51 bodegas en la actualidad, la mayoría de ellas en la subzona de Arganda, y alrededor de 110 marcas de vino. La mayoría de la producción madrileña se centra en tintos jóvenes y rosados (Navalcarnero) y blancos, alguno de estos destinados para Crianza (Arganda). También cuenta con tintos de Crianza, algún espumoso y los característicos sobremadre, una especialidad local, que se maceran con la “madre”, la piel de la uva, que con sus bacterias y levaduras añaden aroma a este vino joven. Tal vez, otro día hablemos del vermú.
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Episodio 49 - Una de tapas Ahora que casi no podemos ir a ellos, hablemos de unos lugares que nos gustan, donde pasamos momentos bellos. Son los bares que animadamente salpican las calles de las ciudades. Son las
tapas,
excelencia
esa
mini
gastronómica
que impulsa a acercarse a sus barras; hasta que llegó el COVID. Las tapas en Madrid, algo tan popular como variada su procedencia. Respecto a otras regiones de España la cocina madrileña está algún punto por detrás en popularidad y en la exclusividad de sus ingredientes. Aún así, por supuesto que cuenta con argumentos para que digamos más de un “mmmmhhhhhh”. Influenciada por los guisos, carnes y especialidades propias de las Castillas, en los bares y tabernas de la capital encontramos diversas tapas. Una de las más habituales que se asocia con Madrid y que a menudo viene presentada en forma de ración, es las patatas bravas. ¿Quién no la conoce? Sí, se puede encontrar en cualquier ciudad, aunque su origen está asociado con la ciudad del oso y el madroño. Prácticamente todos los bares la tienen en su menú o barra. La calidad también dista mucho de unos a otros; desde patatas congeladas con salsas de bote de supermercado, a sorprendentes sabores que hacen que quede el plato más limpio que en el lavavajillas. En este pseudo puerto de mar, por algo es la segunda mayor lonja de pescado del mundo, algunas de las joyas de los bares llegan de aguas lejanas. El bocata de calamares es un plato extraño, pero está rico. Llegué a Madrid con el sabor de las ricas rabas de calamar del norte, así que se me hacía impensable ser capaz de meter eso entre dos cachos de 97
pan. No es lo mismo que las mencionadas rabas, son anillas de calamar fritas y que pasa por ser uno de los platos más castizos, reclamo de turistas y que compone un estupendo almuerzo. Los hay de diversas clases, de mayor o menor calidad, de precios abusivos en los bares de turistas. Pero casi casi que todavía hoy los mejores se encuentran en dos pequeñas tascas aledañas a la Plaza Mayor. Sin abandonar el medio acuático, en la próxima me pido una de gambas al ajillo, que desde hace más de un siglo calma las ganas de los madrileños por tener playa. En serio, es de agradecer que en este lugar de secano se tenga tanto aprecio por los pescados y mariscos. Más de mar. El bacalao rebozado no es muy habitual, pero sí que hay algunos bares que te lo ponen decentemente como tapa. Uno de ellos es el Casa Revuelta, cercano a la Plaza Mayor. Si bien no es algo típico, podemos encontrarlo en Madrid. Es lo bueno de un lugar tan multicultural, posiblemente sea el sitio de España donde más platos diversos se puedan probar. Los huevos rotos con jamón. Si bien es un plato la mar de sencillo, y que se prepara en cualquier lugar de este país, en Madrid se le asocia el papel de plato típico. La verdad es que hasta en los Alpes he visto platos prácticamente iguales pero con ingredientes locales. En fin, disfrutemos de ellos, tan típicos en la gastronomía española. Como sucedía con las patatas bravas, en todos los bares de Madrid los tienes, e menudo como ración, pero también en forma de tapa servida en diminutas cazuelas. Ahora que va llegando el frío y no para de llover, va siendo hora de aporte calórico en las tapas. Por ejemplo, los torreznos, con algo de carne en su interior y la corteza churruscada, una delicia para tomar en pequeñas dosis. Siguiendo con el cerdo, a los lugareños también les encanta en sus barras la oreja a la plancha, un plato muy elaborado y que hace las delicias de muchos. Las mías no tanto. Y hablando de cosas castizas, y que no me gustan, no hay que olvidar la casquería, como las gallinejas, esa tripa de cordero que he probado en varias ocasiones y que siempre me echa para atrás. Otros platos de órganos internos fritos serían los entresijos o las mollejas. Al hablar de menudillos he recordado otro bocado que no es tan di cardinale, los caracoles. Al igual que en ejemplos anteriores, en cualquier región de España tenemos 98
los caracoles en la mesa. En Madrid no iba a ser menos. Los probé, pero no me gustaron, su salsa sí, pero los caracoles… Según los entendidos un buen sitio para degustarlos (yo lo hice) es un bar situado en El Rastro, que se llama Los Caracoles. Tras todo lo descrito, lo más habitual es que vayas a un bar y te pongas unas aceitunas o unas patatas fritas de bolsa a modo de tapa. Lo curioso es cuando las patatas vienen acompañadas de anchoas a la vinagreta; curioso, pero está bueno. Una clara combinación de mar y monte.
Episodio 50 - La caída Amarillas,
naranjas,
marrones, verdes; así son las hojas que piso en la humedad de las calles otoñales.
Tras
varias
semanas de sí y no, de verano
que
rehúye
ausentarse, sol y mangas cortas
que
aún
hacen
compañía, su belleza se nota en las calles cuando se sale a pasear, es el otoño que sorprende con su particular esplendor. Así es Madrid, con un cambio de estación que esperamos nos mude algo más. Entre tanto confinamiento y pocas ocasiones de huir, es un alivio lanzarse a los parques de la ciudad. Asustaron al personal, tiempo atrás, al anunciar que se iban a cerrar al público con todo este problema del COVID, pero abiertos están, gracias, todavía podemos respirar. La imagen, estos días sorprende la imagen, árboles de tonos diversos, calles
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cubiertas de hojas secas, óxido que alfombra nuestro caminar. Por suerte, en mi barrio se cuentan por doquier. Y El retiro, tenemos la suerte de contar en Madrid con ese glorioso parque central, un pulmón metropolitano con su aspecto tan clásico y romántico que en estas semanas concentra una belleza sin igual. Y lo que decía anteriormente, gracias a las temperaturas agradables se puede disfrutar con mucho encanto, escapando furtivamente de la maldita mascarilla por algunos momentos para respirar en pseudo libertad. La enfermedad deriva en una prisión colectiva. Mientras unos cavan túneles para escapar en forma de vacunas milagrosas, el común de los mortales necesitamos aire, que no esté enlatado, ni tan contaminado como en la ciudad de Madrid, para respirar y sentirnos vivos. Gracias una vez más parques por darnos ese alivio. Cuando se cruza la valla que lo separa del resto se percibe el olor a mierda, a ciudad sucia. En ocasiones da la sensación de no poder aguantar más y el espíritu del nomadismo vuelve a llamar a la puerta, sugiriendo marchar a espacios más naturales. La lluvia también llegó, varios días seguidos de aguaceros limpiaron un poco el aire, ya no olía tanto a mierda, mientras las hojas oxidadas se iban pudriendo en las aceras. El proceso natural se adueñaba entonces de la ciudad de los hombres, sobreviviendo enganchados a la tecnología que ¿salvará ante la caída de la maldita enfermedad? No lo sé, por ahora disfrutaré de los parques de Madrid un día más.
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– Epílogo Mientras 2020 se apaga, por aquí también se echa la reja. Toda vida concluye con la muerte, y el deceso de ASÍ ES MADRID se cumple tras 50 episodios donde relato qué vi y qué me llamó la atención de la capital de España. Llegué a ella como un completo novato, una nueva ciudad, un nuevo trabajo, una nueva vida. Con pocas referencias a las que agarrarme, las cuales me han sido fieles desde el primer día, me aventuré en descubrir un lugar repleto de nuevas experiencias. La valoración siempre es positiva, pues ninguno de los lugares por los que he pasado llega a disgustarme ni mucho menos, encuentro la belleza en cualquier rincón de la calle, también en lo olvidado y abandonado. El viaje no termina aquí. Continúo en Madrid; no sé hasta cuándo, tampoco me preocupa. Constantemente nacen deseos de escribir páginas diferentes, en otras ciudades, por lo que quizás mañana el motivo de las letras sea otro. Es un no parar, recorrer una carretera secundaria sin fin, sin peajes y con cunetas en las que echarse a dormir. En ningún momento ha dejado de ser un año extraño este 2020. De entrada, esperaba mucho de él y terminé recogiendo los éxitos en una cucharilla de café, fíjate tú. No obstante, son muchas las lecciones aprendidas y los pensamientos acumulados en la cabeza. Pongo el punto final a este discurso en el momento que creo que es el adecuado. Aunque puede ser que más adelante vuelva a las andadas, es hora de que nazcan otros proyectos y centrar esfuerzos en capítulos que tenía un poco abandonados. Quedará aquí el recuerdo de lo vivido en estos casi 6 años en Madrid y dentro de poco aparecerán en formato de libro los 50 capítulos de todo eso que fijó mi atención por un tiempo.
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La capital española no es un ejemplo único de libro de relatos sobre un lugar, antes lo fue el London Topics, curiosidades, aventuras e historias llamativas sobre Londres escritas entre 2013 y 2015. Otras publicaciones incluyen poemarios que pueden consultarse en https://issuu.com/alvarotg.