F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I CA ABRIL DE 2018
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Emma Godoy y la emancipación de la mujer
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l fce conmemora el primer centenario del nacimiento de Emma Godoy, poeta, narradora, maestra, dramaturga, crítica de arte, locutora, promotora de nobles causas y autora de esta casa desde 1968 con Sombras de magia. Poesía y plástica. Gabriel Zaid la sitúa junto con Margarita Michelena, Griselda Álvarez, Guadalupe Amor, Dolores Castro, Margarita Paz Paredes, Rosario Castellanos y Enriqueta Ochoa, quienes “replantean el lenguaje poético recibido y su propio papel en el mundo de la cultura. Casi todas empiezan en una militancia femenina, católica, literaria, que toma como modelo a sor Juana o a Gabriela Mistral […] Tratan de ser profesionales y de abrirse paso por sus obras, no como hijas de familia o señoras que escriben” (Leer poesía, fce, 1987). De todas ellas, Emma Godoy fue la más militante como católica. Fue colaboradora regular de la revista Ábside, foco de cultura cristiana desde 1937 hasta 1979. Es notable que, no obstante su credo religioso, o acaso debido a él, haya sido también una mujer emancipada en sentido espiritual y material, sentando así un precedente valioso para el diálogo entre las feministas contemporáneas y las mujeres de raíz católica, espíritu abierto y maneras recatadas. Esta afirmación puede parecer temeraria, pues Godoy fue adversaria frontal de las feministas desde la década de 1970. Su encono se alimentó de las posturas de éstas últimas sobre la libertad sexual, que ella llamó “libertinaje”, y del aborto, que condenó como un “crimen”. Emancipación de la mujer, dijo, no significa “liberarse de la cintura para abajo, sino superarse de la cintura para arriba”. Entre posturas tan encontradas parece haber, no obstante, terreno común respecto de la emancipación económica por medio de la formación profesional y de la emancipación espiritual por la formación filosófica y artística. Para Godoy, liberación de la mujer no significa imitación del hombre, sino reconciliación con el propio ser femenino, sin violentar los condicionamientos biológicos ni pretender equipararse con Dios. Esto último es para ella el peor error humano, la causa de toda tragedia, como lo representa en su drama Caín, el hombre. Su crítica al arte contemporáneo, en particular a la plástica, también tiene tela para cortar. El arte moderno, dijo, “está cumpliendo con su misión de expresar verazmente el interior del alma. El que anda mal, muy mal, es el hombre […] El alma […] se ha vuelto banal […] el arte ya no dice nada porque sencillamente el hombre ya no tiene nada qué decir […] Ya no se le ofrece al arte otra perspectiva […] sino la de repetir mecánicamente, o la de callar”. Godoy descarga su artillería contra este estado de cosas en la novela Érase un hombre pentafácico (Jus, 1961, Premio de Novela William Faulkner 1962 por la Universidad de Louisiana; fce, 2008). Debe mencionarse su activismo en pro de la dignificación de la mujer y de la vejez, que resultó fructífero. En 1977 fundó la asociación Dignificación de la Vejez (Dive), antecedente directo del insen y el inapam. “La vejez es la edad suprema del hombre porque es la del espíritu, y no hay que temerla”, dijo. (Sobre este tema, un punto de vista en el contexto europeo en Bienaventurada vejez, Robert Redeker, fce Colombia, 2017). De Emma Godoy no se puede decir que haya sido partidaria franca de la democracia, pero su obra literaria y humanitaria terminó por desembocar en ella, enriqueciéndola. Los caminos de la democracia también pueden ser misteriosos. •
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Pintar la luz homero aridjis
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Muralismo y democracia dossier
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Nueva revisión del muralismo mexicano y su expresión moderna itzel rodríguez mortellaro
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Emma Godoy: una deuda por saldar virginia bautista
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Presentación Desde el sexto piso de José Sarukhán javier garciadiego
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Academización vs politización juliana gonzález valenzuela
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Una página brillante en la historia de la unam leonardo curzio
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Comunicación y cambio luis peirano falconí
José Carreño Carlón Director general del fce Susana López, Socorro Venegas, Octavio Díaz y Juan Carlos Rodríguez Consejo editorial
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Miedo kevin brooks
Rocío Martínez Velázquez Editora de La Gaceta Ramón Cota Meza Redacción León Muñoz Santini Arte y diseño Andrea García Flores Formación Ernesto Ramírez Morales Versión para internet Jazmín Pintor Pazos Iconografía Impresora y Encuadernadora Progreso, S. A. de C. V. Impresión
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Suscríbase en www.fondodeculturaeconomica.com ⁄editorial ⁄ laGaceta ⁄ lagaceta@fondodeculturaeconomica.com www.facebook.com ⁄ LaGacetadelFCE La Gaceta es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Ciudad de México. Editor responsable: Roberto Garza. Certificado de licitud de título 8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de abril de 1995. La Gaceta es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro postal, Publicación periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716 Ilustración de portada Diego Rivera, El hombre, controlador del universo (detalle), fresco sobre bastidor metálico transportable, 480 x 1145 cm, 1934. Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México (Rockefeller Center, Nueva York: destruido en 1933-1934).
La gran transición Retos y oportunidades del cambio tecnológico exponencial josé ramón lópez-portillo romano
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Golden teachers bernardo esquinca
poema
Pintar la luz Homero Aridjis
Pintar tu cara como pintar un sueño a falta de palabras de agua. Pintar tus ojos como pintar distancias, como pintar la lluvia, como pintar el aire. dejar ver en el fondo de todo el paso de los sueños. Pintar tu espíritu impintable. •
De Homero Aridjis, Octavio Paz dijo: “…aquel que tiene necesidad de decir y que sabe que todo decir es imposible…”. Aridjis escribió: “Las palabras no dicen lo que dice un cuerpo.” El poeta en busca de lo inefable, helo aquí…
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Muralismo y democracia En este número el fce dedica sus páginas a pensar en el arte y los discursos que contribuyen a edificar la democracia. Se conmemoran cien años del nacimiento de la poeta, narradora, maestra, dramaturga, crítica de arte, locutora y autora Emma Godoy, evocada desde la pluma de Virginia Bautista. Publicamos un poema de La poesía llama, la obra más reciente de Homero Aridjis. Compartimos las participaciones de Javier Garciadiego, Juliana González y Leonardo Curzio en la presentación del libro Desde el sexto piso, donde José Sarukhán rememora los episodios más significativos como rector de la unam. Les recomendamos leer el texto “Nueva revisión del muralismo mexicano y su expresión moderna” que realiza un minucioso análisis a la obra El muralismo mexicano. Mito y esclarecimiento de Eduardo Subirats. Y en nuestra conocida sección Trasfondo, el novelista Bernardo Esquinca escribe la misteriosa narración “Golden teachers”.
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josé clemente orozco, f r an c isca no, p i ntura al fr esco, 192 6. escue la naci onal p r e parator i a, uni ve r s i da d n aci o n a l au tó n o m a de m éx i co .
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Nueva revisión del muralismo mexicano y su expresión moderna
Con este libro enriquecemos nuestra colección editorial de arte y muralismo mexicanos. Subirats subraya el contenido político y universal inherente a su estética expresiva, en particular su compromiso democrático y soberanista. Para repensar nuestra vida pública.
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nueva revisión del muralismo mexicano y su expresión moderna
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l muralismo es fruto de una época convulsa. Los primeros murales que se pintaron al fin de la guerra revolucionaria fueron parte del esfuerzo — fomentado al principio por José Vasconcelos— de sanar las heridas anímicas de los mexicanos. En aquel ambiente de reconstrucción nacional, los artistas que recibieron muros en antiguos templos católicos y edificios virreinales definieron la misión del arte público: transformar y regenerar el espíritu humano, la conciencia social y política y la propia actividad artística. Este acuerdo colectivo inicial de llevar el lenguaje artístico a cumplir una finalidad social y humanista, así como un propósito político, nunca significó uniformidad del muralismo. Cada artista desarrolló su propio camino, el cual podía confluir con los de otros artistas o conducir a distanciamientos y hasta radicales enfrentamientos. De ahí que se hable de muralismos en plural, dada la diversidad y complejidad de este movimiento de arte público, el más influyente del siglo xx. Las diversas expresiones de los compromisos asumidos por muchos artistas que pintaron murales como respuesta a las crisis y aspiraciones del mundo que vivieron, reclaman la revisión constante de una historia que, desde su origen, ha estado impregnada de polémicas entre detractores y apasionados defensores. Eduardo Subirats, reconocido intelectual, profesor y prolífico autor, es un profundo conocedor de la teoría e historia de las vanguardias artísticas, europeas y latinoamericanas. En esta ocasión propone al lector el libro El muralismo mexicano. Mito y esclarecimiento (fce, Colección Historia del Arte Mexicano, 2018). En él expone sus reflexiones sobre el muralismo mexicano a partir de obras de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Su apreciación crítica se construye en constante diálogo y discusión con el arte y el pensamiento moderno de distintas latitudes y épocas. Es revelador –esclarecedor, diría Subirats— observar el arte mexicano a la luz de lenguajes, postulados y concepciones culturales surgidas de las distintas experiencias de modernidad vanguardista en Latinoamérica, los Estados Unidos y Europa. En el amplio repertorio de personajes de este relato figuran: Tarsila do Amaral, Oswald de Andrade, Oscar Niemeyer, Lina Bo, José María Arguedas, Fernand Léger, Umberto Boccioni, Pablo Picasso, Edvard Munch, Paul Klee, Max Beckmann, Octavio Paz, Clement Greenberg, Barnett Newman, Harold Rosenberg, Jackson Pollock y más. Ante este mosaico vanguardista, el autor no oculta sus amores ni sus odios; sus juicios son terminantes y traslucen una vehemente convicción en la fuerza redentora del arte. Subirats apuesta por lenguajes artísticos que transmitan la experiencia social, política y poética y se comprometan con la condición existencial del ser humano. Desde las primeras páginas amalgama el vanguardismo del muralismo y del arte latinoamericano con el valor ético y estético de las miradas críticas y expresivas de los artistas. Estas experiencias, que responden a una condición poscolonial, fueron y siguen siendo estereotipadas y denigradas por los lenguajes abstractos y comerciales impuestos por el establishment cultural de los Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría. Nuestro autor condena las posiciones “formalistas” del arte, especialmente las de la crítica, como ejercicios estériles, vacíos de experiencia vital y social y, por lo tanto, de valor estético. En su acalorada discusión sobre la dialéctica entre los realismos del arte latinoamericano y el abstraccionismo del arte norteamericano, Subirats acusa a la “máquina académica” (sobre todo norteamericana), a la industria editorial y a la museografía de disminuir la obra de arte “a un concepto plano de ficción o de abstracción” porque degradan la experiencia estética a la categoría sociológica de entertainment. Tales afirmaciones ponen en blanco y negro la retórica del autor, así como sus ideas sobre la finalidad del arte y del papel que deben jugar los intelectuales y artistas de nuestro propio tiempo. Subirats asume una misión: involucrar al lector en la experiencia estética del muralismo. Para ello exalta la dimensión revolucionaria del arte público mexicano. El fundamento histórico de este movimiento fue la revolución de 1910-1921. El autor postula que el carácter “revolucionario” del muralismo radica principalmente en la voluntad crítica, en la acción estética y social, y especialmente en la expresión. Al definir la acción revolucionaria del muralismo, el autor aduce la oposición de los artistas
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al “colonialismo cristiano y capitalista”, pero su ar- bién proponen un caleidoscopio de imágenes sobre gumento principal descansa en la característica del la tecnología y el industrialismo norteamericano. muralismo que considera más relevante: su fuerza Con estos escenarios en mente, el autor ensaya un expresiva. diálogo entre las culturas originales de México y Cuando se habla de arte suele usarse la palabra América con el mundo moderno de la tecnología, la “expresión”, término que generalmente resulta am- ciencia y la revolución social. Los frescos de Rivebiguo y difícil de asir ¿Qué significa que una obra ra que sirven a la muy personal interpretación de sea expresiva? Esta pregunta nos acompaña a lo Subirats (cuestionable en ciertos aspectos, en mi largo del libro. El autor la responde de distintas ma- opinión) de la “representación de la civilización inneras, con contundencia conceptual. Puede decirse dustrial desde el espíritu de la revolución agraria que su revisión privilegia la forma de expresión que de México”, fueron pintados en el Instituto de Artes transmite la angustia existencial del ser humano, de Detroit por encargo de Henry Ford, magnate de experimentada ante la ruptura de su unidad esen- la industria automotriz. Otra lectura, con un sesgo cial. De ahí que asigne un papel fundamental a las más mitológico y menos histórico, merece el mural miradas mitológicas y filosóficas de los artistas so- en la capilla de la ex hacienda de Chapingo, otrora bre la condición humana y el destino de la civiliza- Escuela Nacional de Agricultura y hoy Universidad ción: la Madre Tierra, el dios del fuego y las figuras Autónoma Chapingo, institución dedicada desde la heroicas de Prometeo, Cristo y Quetzalcóatl, los posrevolución a las ciencias agronómicas para el mitos cósmicos de la Antigüedad, el deseo de redi- desarrollo del medio rural mexicano. Finalmente mir a los seres humanos a través del arte. El mura- se analizan los motivos subyacentes a la desaparilismo posrevolucionario legó estos y otros sustra- ción del mural Hombre en el cruce de caminos (Man tos míticos a una estética que resultó recuperada at the crossroads), cuya primera versión fue encarpor futuros muralismos: el chicano, el zapatista y gada (y después destruida) por Nelson Rockefeller distintas manifestaciones de arte público urbano. para su flamante edificio RCA (Radio Corporation El autor argumenta que la revolución de los of America) en Nueva York, y que Rivera volvió a muralistas fue, en primer lugar, estética, porque pintar, con algunas variaciones, en el Palacio de Betransformó los lenguajes, la función comunicativa llas Artes de la Ciudad de México. y las formas plásticas: “Una transformación polítiEn cuanto a la obra de David Alfaro Siqueiros, la ca de la estética de los pioneros del siglo xx y una que merece el más amplio análisis en el libro, al tratransformación estética de la política revolucio- tar las estrategias de la revolución estética y el nuenaria”. Los murales no se definen revolucionarios vo humanismo, es La marcha de la humanidad en el únicamente por la iconografía que incluye a cam- Polyforum Cultural Siqueiros, inaugurada en 1971 pesinos, soldados y obreros o porque visualicen los en la Ciudad de México. Esta impresionante obra, tópicos de la reforma social y política emprendida que culmina la trayectoria de Siqueiros, “genera en en los años posrevolucionarios. Desde una visión fi- su interior un diálogo entre la construcción plástilosófica, el sentido revolucionario de la obra de arte ca pura, la reflexión sobre la historia humana, sus se establece cuando su acción estética responde a luchas y sus conflictos, y la expresión emocional de las crisis históricas que enfrenta la humanidad. En la realidad compulsiva”. La marcha de la humanieste rasgo se finca también el sentido universal de dad cumple el ideal de la integración de las artes la creación artística. El cuadro monumental Guer- —pintura, escultura y arquitectura— en una sola nica (1938) es el ejemplo más acabado de esta solu- unidad plástica, valiéndose de herramientas y técción al resumir un ideal vanguardista: audacia es- nicas modernas y transformando radicalmente el tilística reconciliada con responsabilidad política. espacio arquitectónico mediante el uso de distintas José Clemente Orozco, quien declaró públicamente perspectivas. Aquí alcanza su clímax el futurismo su admiración a Picasso por su capacidad de llevar de Siqueiros, un dinamismo dramático identificalo local y anecdótico a un plano universal, impreg- do con la intensa praxis revolucionaria del artista na toda su obra de un anhelo universalista. Pense- y con la violencia que determina a la historia. Este mos, por ejemplo, en el mural portátil de paneles futurismo representa también la defensa de la cienintercambiables que el mexicano realizó en 1940 cia y la tecnología como fuerzas que humanizan. en el Museo de Arte Moderno de Nueva York: Dive El libro de Subirats viene a enriquecer la histoBomber and Tank. La denuncia plástica de las cri- riografía contemporánea del muralismo, la cual sis humanitarias provocadas por el belicismo pue- cuenta con un extenso catálogo de estudios que prode referir específicamente a los bombardeos sobre fundizan en su historia, sus obras y actores, aborpoblación civil en la segunda Guerra Mundial, pero dan las interacciones con el poder político, con los también representa la miseria que todas las guerras movimientos sociales y con la élite transnacional, de la historia han traído. y discuten el carácter moderno del arte público, Al analizar la obra de José Clemente Orozco, distinguiendo sus rasgos originales. La historiadoinvariablemente se hablará de expresionismo. La ra del arte Rita Eder —ciertamente referida en el intensificación de la “expresión” como atributo libro de Subirats— repensó el muralismo a la luz de la estética de Orozco ha sido relacionada con de los conceptos “moderno” y “vanguardia” en “El Goya, Grünewald, El Greco y José Guadalupe Po- muralismo mexicano: modernismo y modernidad”, sada. También se le han encontrado afinidades con en Modernización y modernidad en el arte mexiel expresionismo de Roualt, Munch, Ensor, Grosz cano, 1920-1940 (tres volúmenes, inba, México, y Beckmann, así como con el verismo de Otto Dix. 1991). Con estos términos caracteriza la resistenLas semejanzas de Orozco con otros expresionistas cia del arte público a lo establecido, así como sus no pueden reducirse a la noción de “influencia”, ni respuestas, sociales y filosóficas al cambiante y limitarse a una comparación formal. La deforma- perturbador presente. Este y otros ensayos dejaron ción expresiva que vemos en su obra se relaciona atrás desde hace décadas la época de las descalidirectamente con su visión crítica del mundo y de ficaciones simplistas e ideológicas —como escatilas crisis de la humanidad. Subirats acude a una mar la idea de modernidad al realismo muralista, concepción metafísica del expresionismo porque o condenarlo como “propaganda”—, por lo menos piensa en el vínculo espiritual y ontológico de la en el medio académico. Uno de los grandes suceobra de arte con la realidad natural, existencial y sos en este campo fue la publicación de Muralismo social. Para el autor, Orozco puede calificarse como mexicano, 1920-1940, compuesto por tres tomos “expresionista abstracto” porque elimina de sus de ensayos y dos catálogos razonados, coordinado representaciones todo aquello que no sea esencial por Ida Rodríguez Prampolini y publicado en 2012 a su comprensión de la realidad. Es expor el Fondo de Cultura Económica junto presionista porque pone de manifiesto la con la Universidad Veracruzana y el inba. profundidad dramática y mitológica del Este compendio reúne algunas de las mumundo que lo rodea. Con estos postulachas miradas de los murales que se han dos, el lector revisará el sentido de imágepintado —y destruido— en México y otros nes fundamentales en la obra orozquiana: países. Prometeo en el mural de Pomona College, Con cada nueva lectura del muralismo en California, transfigurado en hombre de se enriquece la significación del arte púfuego en la cúpula del Hospicio Cabañas, blico monumental. Ahora damos la bienen Guadalajara; Cristo y Quetzalcóatl en venida a El muralismo mexicano. Mito El muralismo el programa mural de Dartmouth College, y esclarecimiento, de Eduardo Subirats, mexicano en New Hampshire, en diversas pinturas libro erudito, apasionado y arriesgado, Mito y esclarecimiento de caballete y en Cortés y la Malinche en que incita al lector a encontrar en el arte público un espejo crítico de la condición el Antiguo Colegio de San Ildefonso, en la eduardo subirats humana, de las luchas sociales y polítiCiudad de México. fce, méxico, 2018 cas y de las más altas aspiraciones de la Para Subirats la mayor y mejor expresociedad. • sión del fondo mitológico de la Antigüedad indígena americana está en los murales de Diego Rivera. Las obras que analiza tam-
josé clemente orozco, l a tr inchera , p i ntura al fr esco, 192 6. escue la naci onal p r e parator i a, uni ve r s i da d n aci o n a l au tó n o m a de m éx i co .
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Emma Godoy: una deuda por saldar La escritora y polemista merece ser sacada de la marginación y revalorada como la valerosa y ue. contradictoria mujer que fue. Antifeminista declarada, su vida y su obra son un ejemplo para la emancipación de la mujer. virginia bautista
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cien años del nacimiento de Emma Godoy (1918-1989), su obra literaria y filosófica permanece poco estudiada y escasamente reeditada, lo que ha impedido que las nuevas generaciones de lectores la
conozcan. Lo que sí se sabe es que esta autora de cuentos, novelas, poesía, biografías, crítica de arte y ensayos filosóficos fue una mujer segura de sí misma, multifacética, fuerte, generosa, valiente, provocadora y una de las pioneras de la lucha por la dignificación de la vejez. En esto coinciden el poeta y dramaturgo José Ramón Enríquez y las investigadoras Elvira Hernández Carballido y Sara Poot, quienes admiten que existe una deuda con ella y que su legado debe ser sacado del olvido. Godoy no llegó directamente al terreno de la literatura y de la creación. Primero ingresó a la Escuela Normal Superior, donde obtuvo el título de maestra en lengua y literaturas españolas, y luego se dedicó a impartir clases de la materia en la misma institución. Ya encarrilada en la docencia, estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, donde obtuvo el doctorado en filosofía y luego las licenciaturas en psicología y pedagogía. Después viajó a París para realizar cursos adicionales de filosofía en La Sorbona y de historia en la École du Louvre. La autora de la novela Érase un hombre pentafácico (1961), El artista y su creación (1967) y Mahatma Gandhi. La victoria de la no-violencia (1969) tuvo una educación católica conservadora y solía definirse como “antifeminista”, aunque, paradójicamente, su vida terminó siendo un ejemplo de independencia y libertad: no se casó, no tuvo hijos, se dedicó a lo suyo de tiempo completo e incluso decidió cómo morir. Fumadora empedernida y locutora de radio, se le diagnosticó cáncer de pulmón a los 71 años de edad, cuando le quedaban pocos meses de vida. “Rechazó las quimioterapias que le iban a dar y quiso morir con dignidad. Se despidió de la gente que quería. Dejó todo ordenado en vida, empezó a donar sus libros y vendió a precios módicos, a los inquilinos que lo habitaban, un edificio que tenía en los alrededores del Viaducto Miguel Alemán de la Ciudad de México. Se fue tranquila”, comenta Elvira Hernández Carballido, estudiosa de su obra. Hernández Carballido detalla que la narradora nunca quiso mostrar fragilidad. “Una amiga suya, Lidia Camarena, comentó que la llamó a pocas horas antes de su muerte y que Emma le contestó para decirle que el arzobispo le estaba dando los santos óleos y colgó. Camarena le llamó media hora después y le contestó la trabaja-
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dora doméstica, confirmándole que acababa de morir. Así era ella”. La escritora es más recordada hoy en día gracias a que fundó y presidió en 1973 la asociación civil Dignificación de la Vejez (Dive) y a la labor de concientización que realizó a favor de la senectud a través de la radiodifusora xew. En respuesta, el gobierno mexicano creó en 1979 el Instituto Nacional de la Senectud (Insen), que décadas después fue transformado en el actual Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam). Los restos mortales de Emma Godoy fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres en noviembre de 2006. El rezago Para José Ramón Enríquez, quien la conoció de niño, pues en 1963 debutó como actor en el papel protagónico de su obra Caín, el hombre, Godoy siempre fue “una auténtica figura como escritora y como católica, en la línea de Paul Claudel o de François Mauriac”. El director de escena piensa que una de las razones de que la obra de Emma haya quedado rezagada fue su actitud conservadora. “Fue una católica de avanzada hasta antes del II Concilio Vaticano pero el Concilio la rebasó y, conforme los católicos íbamos avanzando hacia posiciones progresistas, ella fue quedándose donde estaba, es decir, atrasada. Sus temas eran los de la filosofía de Maritain, el neotomismo, el problema del mal, a la manera de Mauriac y Bernanos. Esa primera parte de su obra, a la que pertenecen su poemario Pausas y arena, su extraordinaria novela Érase un hombre pentafácico y Caín, el hombre, no tiene parangón en la literatura mexicana”, agrega. El también ensayista y editor añade que, desde su perspectiva, ya en la década de 1960 la escritora tomó “una actitud anti-modernista que repercutió para mal en su obra, haciéndola acabar, prácticamente, en escritora de autoayuda. ”Creo que sus primeros títulos son poco conocidos. Sus libros más leídos son los de temas educativos, apologéticos y de autoayuda pero precisamente esos han ocultado a quien debió ser una autora mayor de nuestra lengua”, destaca. Señala que la autora de Sombras de magia. Poesía y plástica (fce, 1968) “es un caso de adelantada (discípula de humanistas como los hermanos Méndez Plancarte y el padre Garibay) a la que la apertura de la Iglesia cogió desprevenida. Mientras muchos salíamos de los clósets de todo tipo, ella los fortaleció con concreto reforzado y acabó por autocensurarse de diversas maneras. Sin embargo, nunca perdió la brillantez, lo cual volvió aún más trágicas sus contradicciones”. El pedagogo y crítico de teatro considera que su generación la ha olvidado. “Para nosotros, en el
postconcilio y después del 68, dejó de ser interlocutora. Imagínate, yo ya militaba como cristiano en el Partido Comunista mientras ella seguía defendiendo la ortodoxia de la Iglesia preconciliar. “Tal vez soy duro y seguramente injusto pero de alguna manera no es sólo porque me haya decepcionado (ese era mi problema y no tenía por qué importarle demostrarme nada), sino porque estoy seguro de que se autoinmoló innecesariamente y eso es una lástima para nuestra cultura”, concluye. No obstante, Enríquez la recuerda con cariño. “Actuar en esa pieza fue muy importante para mí, sobre todo porque recibí grandes elogios de su parte. Ya más entrados los años 60 dejé de verla. La primera obra, como toda primera vez, es fundamental, aunque se trate de un trabajo escolar; aún recuerdo parlamentos 55 años después.” Fortaleza multifacética Como el “enorme libro abierto” que franquea su tumba en la Rotonda de las Personas Ilustres, así describe la comunicóloga Elvira Hernández Carballido la vida y obra de Emma Godoy, que ha comenzado a estudiar con la intención de revalorarla. En su investigación sobre cultura funeraria y muerte, la doctora en ciencias políticas y sociales por la unam se sorprendió con esta mujer que tuvo la fortaleza de decidir cómo morir, que logró dignificar a la vejez y “supo aprovechar todos los espacios desde su convicción: radio, prensa escrita, libros y la creación de cuentos y poemas…”. Por esta razón se dio a la tarea de escuchar numerosos programas de radio hechos por y sobre ella y revisar los comentarios que han dejado sus escuchas en YouTube. “Hay personas que la ubican porque su mamá la escuchaba. Es una voz muy importante. Estuvo muchos años en la radio. Es una presencia inolvidable y una personalidad muy fuerte.” La especialista en estudios de la mujer por El Colegio de México encontró que Godoy se definía como “antifeminista” y que hacía fuertes críticas a este movimiento, pero con argumentos. “Decía que estaba a favor del feminismo de la cintura para arriba, pues apoyaba a las mujeres que piensan y utilizan el intelecto para sobresalir, pero que estaba en contra del feminismo de la cintura para abajo, en contra del libertinaje sexual. También rechazó el aborto. ”Puedes no estar de acuerdo con su postura, pero se reconoce que no opinaba a la ligera. No hablaba con insultos, groserías ni descalificaciones, sino con argumentos bien sustentados, basados en sus lecturas de filósofos. A veces pienso que su crítica era sólo una provocación, pues realmente vivió como una feminista”, asegura. La catedrática de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo destaca la ironía de Godoy y la forma sencilla en la que aborda temas como el amor por la vida, la fe, la religión y la fragilidad humana. “Va de lo absurdo a lo trágico, de lo apasionado a lo amoroso, de la fuerza al cuestionamiento”, explica. Por su parte, Sara Poot observa que hay escritoras que han estado en el margen y que, de éstas, “Emma es una de las más olvidadas”. La catedrática de la Universidad de California en Santa Bárbara afirma que tiene una deuda con ella y que es importante irla leyendo para recuperar lo mejor de su propuesta literaria. “Yo me asomé a Érase un hombre pentafácico, novela que desde el título denota una gran inteligencia. Es la idea de tener varios rostros, no dos, sino cinco. ¿Qué haces cuando cargas cinco destinos distintos? Pero luego me ocupé de otros autores. Ella es una deuda para mí; abordó temas muy importantes, como la caída, la expulsión, la traición, la idea de la hermandad, de los hermanos enemigos, la inocencia, la soledad, la angustia; su literatura no es facilona porque toca fibras muy profundas.” La doctora en literatura hispánica por El Colegio de México considera que es momento de rescatar la obra de esta narradora y poeta, como en su momento se hizo con Nelly Campobello y Josefina Vicens. “Fue una mujer independiente que no estuvo en el reflector. Luchó por sí misma. No buscaba la fama.” El Fondo de Cultura Económica, que ha reeditado algunos títulos de la ganadora del premio IberoAmerican Novel Award (1962), otorgado por The William Faulkner Foundation de la Universidad de Virginia, ha puesto el nombre de Emma Godoy a su librería en Irapuato (Guanajuato). •
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tercer concurso iberoamericano de ensayo para jóvenes
Desde el sexto piso de José Sarukhán Este riguroso libro merece ser leído por todos los universitarios que viven en, para y de la universidad; es también un ejemplo para otros rectores.
Presentación javier garciadiego
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y, si hubiera sido posible leer unos años antes este libro hubiera sido un menos desacertado presidente de El Colegio de México. Sin embargo, me consuela ver que me será de enorme utilidad, el tiempo que me quede, para ser un mejor miembro de la Junta de Gobierno de la unam. No pienso sólo en mí; este libro, así como el título reciente de Guillermo Soberón, El médico, el rector, deberían ser de lectura obligatoria para toda la comunidad universitaria del país, y por ésta implico a los (y las) que viven en, para y de las instituciones universitarias. A su vez, escribir sus memorias debería ser el último compromiso de los rectores. Para mejorar nuestro sistema universitario necesitamos conocer sus posibilidades y problemas a través de la visión de sus principales protagonistas: saber de los peligros que asedian a las universidades, de los retos que enfrentan, de los compañeros que colaboraron con ellos, de sus aciertos y sus errores, así como de los problemas cuya solución quedó pendiente; necesitamos saber, por último, de la naturaleza de sus esfuerzos, de su compromiso. Obviamente, no pienso en manuales ni en libros plagados de consejos. Tampoco en un conjunto de páginas autocelebratorias o justificativas. No: su valor dependerá de la sinceridad de la reconstrucción, de la amplitud y riqueza de los elementos considerados, de la madurez de los juicios y de la solidez del análisis. Libros que propicien la reflexión pero que también sean fuente de identidad, esto es, que cohesionen, no que dividan. Aunque, claro está, son preferibles los deslindes que las complacencias, y las precisiones que los olvidos pudorosos. Todo esto y más contiene el libro de José Sarukhán que aquí
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nos convoca. Permítaseme, como historiador que soy, tratar de dilucidar primero qué tipo de libro es. En principio, los textos del género autobiográfico suelen dividirse en diarios, tanto íntimos como públicos, que tienen el valor de dejar registros inmediatos, al paso mismo de los hechos, lo que les otorga gran crédito documental, aunque carezcan de las reflexiones posteriores, de las evaluaciones solo posibles a la distancia de los acontecimientos, de la sana perspectiva que sólo el paso del tiempo nos obsequia. Este es, precisamente, el valor de las memorias basadas en los recuerdos del autor, siempre selectivos y cambiantes, subjetivos. Ceden exactitud por sabiduría. Desde las primeras páginas queda claro: este libro de José Sarukhán, Desde el sexto piso, no se amolda a ninguno de estos dos tipos de escritura autobiográfica. No es un diario, pero tampoco un libro de memorias, de recuerdos. En rigor, es un texto de reconstrucción histórica sobre la historia reciente de una institución, elaborado por uno de sus protagonistas, pero no solo gracias a una memoria prodigiosa, sino mediante la esmerada consulta de sólidos cuerpos documentales. Esto lo hace un libro más valioso en tanto más riguroso. Dos actitudes y posiciones de José Sarukhán quedan plasmadas en estas páginas: la primera, amor a la universidad, en concreto a la unam, pero no se trata de un amor complaciente sino de uno severo, sin cursilerías ni ampulosidades, como deben ser los amores auténticos y maduros. La segunda: estar en o pasar por una universidad no es lo mismo que vivir para y de la universidad. Sí, claro, éstas son instituciones agradabilísimas: se goza de un ambiente de libertad imposible de encontrar en cualquier otra institución —piénsese en la burocracia o en el ejército. Pero para aquellos (y aquellas) que viven para y de la universidad se trata de una gran libertad con una dosis idéntica de responsabilidades; esto es, de trabajo y disciplina. Este no es un libro simplemente gozoso; es el
Desde el sexto piso josé sarukhán
En este volumen coeditado por la unam, el Colegio Nacional y el fce, José Sarukhán presenta un recuento de sus dos periodos al frente de la máxima casa de estudios del país, entre 1988 y 1996, y destaca los momentos más significativos de su mandato —como la realización del Congreso Universitario en 1990 y la inauguración del museo Universum— al tiempo que hace un balance de los éxitos y fracasos del proyecto de su rectorado: volver a colocar a la academia en el peldaño superior de la estructura universitaria. Se trata de las memorias de un personaje y periodo claves para entender el panorama de la educación superior y de la ciencia en México. La obra cuenta con un prólogo de Gonzalo Celorio, ex director del fce y coordinador de Difusión Cultural de la unam durante el rectorado del doctor Sarukhán. Se incluyen dos anexos que facilitan la consulta del libro: un listado de los directores académicos del periodo 1989-1996 y un índice onomástico. vida y pensamiento de méxico 1ª ed., 2018
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testimonio de cómo su autor enfrentó un gran reto. Además de leer el libro como universitario profesional, mi lectura también fue hecha desde mi visión disciplinaria, la historia, y desde mi circunstancia biográfica: concluida mi licenciatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en 1974, dediqué después varios años a mis estudios de posgrado, regresando a la unam, al entonces cesu, en 1982, para luego pasarme a El Colegio de México en 1991. En síntesis, no fui colaborador del rector Sarukhán, y sólo estuve como joven investigador un par de años de su rectorado —1989 y 1990. Lo traté muchos años después, cuando él fue miembro de la Junta de Gobierno de El Colegio de México. Su papel en dicha Junta fue decisivo: gracias a él El Colegio pudo pasar de ser una familia grande a convertirse en una institución pequeña. El cambio fue profundo, atinado y muy provechoso. Esta observación me permite hacer mi primera reflexión sobre el título de su libro, Desde el sexto piso. Precioso, muy ocurrente. Sin embargo, desde el sexto piso solo se divisa el campus, pero el rector de la unam es mucho más que esto, que sólo de suyo es mucho: es la cabeza del sistema universitario nacional; por su centralidad y su influencia, es rector entre los rectores. Su figura alcanza a todos los universitarios del país. De allí la importancia de este libro. Aunque se circunscribe a la unam, constantemente la trasciende. Entrando en materia, Sarukhán llegó a la rectoría teniendo una rica experiencia, una cabal carrera universitaria: comenzó como estudiante en la Facultad de Ciencias, con posgrado en el extranjero, lo que luego le permitiría comparar, traer propuestas probadas lejos; después fue investigador, director por ocho años del Instituto de Biología y finalmente Coordinador de Investigación Científica, lo que le permitió ensanchar su visión, hasta entonces estrictamente disciplinaria. Pero no se trató de un paso lineal del tiempo, sin obstáculos; fueron años con problemas, los que pueden convertirse —depende de uno— en experiencias aleccionadoras: pienso en el conflicto sindical de 1972 y en el movimiento huelguista estudiantil de 1987-1988. A pesar de haber tenido estas experiencias, llegado el momento Sarukhán creyó carecer de algunas cualidades que él consideraba imprescindibles para ser rector, cualidades “de tipo político”, como el liderazgo y la cortesanía (p. 28). Lo que inmediatamente entendió es que cada tiempo tiene sus particularidades y que cada rector enfrenta diferentes retos. Él recibió una institución en ebullición. Por lo mismo, para despolitizar aquella unam, para sacarla de las primeras planas de la prensa, de las imágenes estelares de los noticieros (p. 40), se requería hacer otra forma de política: una rigurosa política-académica. Soy historiador, lo repito: parafraseando a Porfirio Díaz, diría que el lema del rectorado de Sarukhán pudo ser “poca política, mucha academización”. Esto fue lo que hizo tan provechoso su rectorado. La unam llevaba varios años inmersa en asuntos políticos, y Sarukhán logró que durante sus años como rector predominaran las temáticas académicas. Este fue su gran mérito: en su rectorado se recuperó el impulso rumbo a la “academización”. Esto no significa que no haya habido conflictos políticos
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durante su periodo; mucho menos que no los enfrentara, que delegara o pospusiera su solución. De hecho, al asumir la rectoría, la unam venía “preñada” —la palabra es de Gonzalo Celorio en el prólogo— de un compromiso ajeno: la realización del Congreso Universitario. La institucionalidad de Sarukhán y la intuición política que creía no tener lo llevaron a organizar correctamente un Congreso Universitario en el que él no tenía mayores expectativas. Preciso: era partidario del Congreso en tanto ayudara a mejorar las actividades académicas de la unam, pero rechazó, afortunadamente, sus injustificables pretensiones refundacionales. De haberle concedido su exigencia de ser un Congreso “resolutivo” se hubieran violado los principios de legalidad y representatividad de la unam. Lo tenía claro: las universidades no se construyen en asambleas multitudinarias. Gracias, doctor Sarukhán, por haber logrado organizar un Congreso ordenado, propositivo y acotado (p. 78). Así ahorró usted a la unam muchos problemas insospechablemente graves e irresponsablemente provocados. La demagogia y los intereses políticos no deben imperar en universidad alguna. El libro Desde el sexto piso tiene dos ejes: el prioritario, el análisis del proceso que llevó a una indudable y muy benéfica “academización” de la unam, proceso que implicó cambios estructurales —o sea institucionales—; diseño de programas de estímulos, siendo el más importante, incluso hoy, el pride; mejoramiento de la docencia desde el bachillerato hasta el posgrado, con cambios a los planes y programas de estudios (p. 115) y limitando la matrícula; crecimiento de la investigación con la creación de nuevos institutos y programas multidisciplinarios; enriquecimiento y equipamiento de las bibliotecas, y uso de la tecnología como soporte de la “academización” buscada. Obviamente, la búsqueda de la “academización” se hizo a través de varios caminos, involucrando a diversas instancias, lo que sólo se pudo lograr con el liderazgo de Sarukhán, con su mente estratégica y con la capacidad y entrega de sus colaboradores, a los que trata con enorme agradecimiento en cada página de su libro. En un momento (p. 99), Sarukhán dice que se emociona al recordar el impulso que se dio al programa para que los estudiantes más jóvenes se involucraran en la investigación científica. Pues bien, a mí me emociona que lo que a él le emocione sean los asuntos académicos. También me entusiasma su entusiasmo —la palabra es suya (p. 117) — por desarrollar un pertinente servicio social que permitiera a los jóvenes conocer la complejidad y las desigualdades de México. La generosidad de Sarukhán se manifiesta en todas las páginas del libro, en tanto que sus logros los comparte con sus colaboradores, a pesar de que al final del libro se lamente de no haberles expresado suficientemente su agradecimiento en aquel entonces (p. 253). La calidad humana de un individuo se puede medir por cómo hablen de él sus colaboradores después de 15 o 20 años de haber trabajado juntos, cuando ya no tienen relación laboral alguna. Asimismo, la alteza de cualquier persona se mide por la calidad humana de sus convocados como colaboradores. Del área científica, conozco a pocos; de muchos sólo he oído sus nombres, siempre en forma encomiástica. En cambio, conozco a casi todos los que fueron sus colabo-
radores en las áreas de humanidades y ciencias sociales. Todos espléndidos: en orden alfabético menciono a Gonzalo Celorio, Xavier Cortés Rocha —arquitecto humanista—, Julio Labastida, David Pantoja, Ricardo Pozas y Fernando Serrano Migallón. Del lado científico los más relevantes me parecieron Gerardo Suárez, Jaime Martuscelli, Salvador Malo, Tomás Garza y el Ingeniero Covarrubias, así como Francisco Barnés, Juan Ramón de la Fuente y José Narro, pruebas irrefutables de la imprescindible continuidad que requieren estas instituciones. Mención especial merece Rosa María Seco, coautora de estas páginas. Un mea culpa: hasta que fui presidente de El Colegio de México entendí lo importante que es construir puentes de comunicación e instancias de apoyo para los estudiantes. Lo confirmé al leer este libro, con la gran labor de Rafael, el Fayo Cordera. La personalidad de Sarukhán, que se refleja claramente en su libro, es amable y ponderada pero firme. Cuando describe y analiza los principales problemas políticos que enfrentó no hace reclamos personales altisonantes. Tampoco apela al tono quejumbroso, victimizante, tan común en la vida nacional. En su descripción y análisis de los tres mayores conflictos políticos que padeció durante su rectorado, da los nombres completos de los implicados, cita sus argumentos (bueno, más bien sus propuestas y alegatos), describe sus acciones y analiza sus objetivos. Me refiero a sus graves diferencias con el Patronato, que lo obligó a sacrificar injustamente a Tomás Garza en beneficio del tesorero-contralor Jorge Parra Reynoso y, sobre todo, para proteger a un tal Miguel Solórzano Albores, director de Finanzas del Patronato por 16 años. Un segundo conflicto fue el Movimiento de los Excluidos, surgido del fracaso de algunos jóvenes en el examen de ingreso al bachillerato y que concluyó con una agraviante toma del edificio de la rectoría. Como lo dije antes, Sarukhán no fustiga ni denuncia, pero narra los hechos como le tocó verlos, sin exculpar a quienes estuvieron involucrados en él, como Adolfo Llubere y Fernando Balaunzarán, voceros del movimiento; como Cuauhtémoc Cárdenas, fundador y líder moral del prd, o como el entonces diputado Salvador Martínez della Rocca, quien propuso la creación de otros cinco planteles de cch, a lo que Sarukhán respondió que es más difícil contar con los maestros adecuados que conseguir los recursos económicos básicos. También anota, claro está, la falta de apoyo del presidente Zedillo. Así como Sarukhán cita a unos, también cita a los otros, en este caso la firme y masiva expresión de la comunidad en la explanada, que forzó a los ocupantes de la rectoría a desalojar el edificio. La conducta de los universitarios lo hizo estar, con sobrada razón, “rebosante de orgullo” (p. 112). Me atrevo a hacer aquí una digresión: la Revolución mexicana, pensando en su proceso de reconstrucción nacional, tuvo tres grandes proyectos: entregar tierra a los campesinos, reconocer los derechos sociales de los trabajadores y universalizar la oferta educativa y cultural en el país, propuesta hecha, por cierto, por el entonces rector José Vasconcelos. Sin embargo, así como el crecimiento de la Universidad Nacional es producto del Estado mexicano del siglo xx, sus mayores problemas son consecuencia de algunas carac-
terísticas del país: para comenzar, el descontrolado crecimiento demográfico y de la Ciudad de México, crecimiento que no fue acompañado por los servicios sociales adecuados, llámense educación primaria y secundaria, oferta adecuada de habitación y transporte, o de opciones culturales y deportivas para los jóvenes, todo lo cual ha afectado y seguirá afectando a la unam. Pienso también, y vuelvo así al ceu y al Movimiento de los Excluidos, en que la izquierda mexicana carece de trabajadores de industria. Su nutriente principal ha sido la comunidad universitaria, y como prueba me puedo remontar a Lombardo Toledano, para no tener que citar muchísimos nombres hoy en boga. Invirtiendo la famosa sentencia de José Revueltas, en México tenemos ‘una cabeza sin proletariado’. Después de 1985 dicha izquierda se vio enriquecida en el df por numerosos sectores urbanopopulares. El día de hoy estos dos elementos, universitarios y sectores urbano-populares, siguen siendo sus bases sociales. No es queja ni denuncia; es intento de explicación. Mientras no cambie la composición social de nuestros partidos de izquierda, la unam seguirá siendo su escuela de cuadros y permanecerá como su arena política. Concluyo con el tercer problema político que enfrentó el rectorado de José Sarukhán, consecuencia del intento para que la unam tuviera un programa de cuotas diferenciadas. En varias páginas (145-155) se describe la preparación de dicho programa: los diferentes montos de las cuotas, todos más que accesibles; las encuestas y los estudios sobre los ingresos familiares; sobre todo, las favorables respuestas a la propuesta. También se describen, con precisión y sin adjetivos calificativos, las tergiversaciones del diario La Jornada, que habló del cese del llamado “pase automático” y de la supuesta privatización de la unam, así como el aprovechamiento del tema por Cuauhtémoc Cárdenas. Era mediados de 1992, se acercaba la sucesión presidencial, lo que explica la intervención de Manuel Camacho, aspirante al puesto. Su plan de acción lo usó en otras ocasiones: con la mano derecha organizaba algunas protestas, y con la izquierda las resolvía. Su objetivo era dar la impresión de ser el único político perspicaz, sensible y hábil en la negociación. Convenció al presidente Salinas, y el programa tuvo que ser pospuesto indefinidamente. Dar marcha atrás al programa debilitaba al rector, quien incluso pensó en renunciar. Afortunadamente no lo hizo. ¿Habrá sabido Manuel Camacho lo provechoso que hubiera sido para la unam contar con el equivalente de hasta un 5% del presupuesto, proveniente de aportaciones voluntarias, acaso mejor nombre que el de cuotas diferenciadas, ingreso propio etiquetado para beneficio de la docencia? ¿Habrá sabido Camacho lo beneficioso que hubiera sido para la identidad y la cohesión de la comunidad que los alumnos se supieran corresponsables del financiamiento de su universidad? ¿Habrá sabido lo conveniente que hubiera sido para la imagen de la institución que la sociedad mexicana supiera que los estudiantes —o sus padres— colaboraban con los enormes gastos que implica su educación, la que por cierto les garantizaría mejores ingresos una vez que fueran profesionistas? ¿Lo habrá sabido? Este asunto nos permite precisar el título del libro. La palabra Desde
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tiene un par de acepciones. Ya dije que podría entenderse al sexto piso como un mirador privilegiado desde el cual se divisa el campus. No fue el significado que le dio Sarukhán. Desde también significa punto de partida, y fue este el uso que él le dio. Lo dice muy claro en su libro: gobernó la unam trabajando en el tercer piso (p. 64), el del Consejo Universitario, cuyas escaleras de bajada le producían “mariposas en el estómago”. También dice que sus dos mayores preocupaciones fueron mejorar cada vez el presupuesto (terminó por quintuplicarlo) y presentar buenas ternas a la Junta de Gobierno (p. 137). O sea, también gobernó la unam en sus visitas al cuarto piso, y en este tema confío en que mis antecesores no le hayan causado ningún revoloteo estomacal. Pero no se limitó a “la Torre”: Sarukhán fue un rector presente en las facultades, escuelas e institutos, tanto en el df como en la zona metropolitana y en otros lugares del país. Hubo un lugar especialmente importante para su rectorado: me refiero, obviamente, a su domicilio, pues todas las decisiones importantes que tomó las discutió antes con su esposa Adelaida. Trataré de poner en términos políticamente correctos un sabio refrán: junto a cada gran hombre hay una gran mujer. Agrego: si Darwin tuvo sus musas, Sarukhán tiene la suya. Yo no sé si Adelaida “arrastró el lápiz” en la confección de este libro. Lo que es evidente es que fue corresponsable de las mejores decisiones del rectorado de su marido. Adelaida, la unam está en deuda contigo. Concluyo con un único reclamo: si comparamos este libro con el del doctor Soberón, Sarukhán nos quedó a deber. Soberón nos narra su rectorado, pero también su valiosísima participación en el sistema de salud del país. Por lo tanto, Sarukhán ahora debe escribir sus memorias como ecólogo y ecologista. Es, sin duda, el creador de esta disciplina en México: precisó su importancia y la necesidad que teníamos de ella, preparó a sus futuros colegas, motivó a los primeros alumnos, creó sus instituciones y construyó sus instalaciones, sembró el tema en la opinión pública. De todo esto tendrá que tratar el segundo tomo de sus memorias. En un conmovedor párrafo (p. 80), Sarukhán confiesa que le “gustaría ser recordado” como un rector que dejó a la unam “en marcha, centrada en la academia”. Lo lograste, querido y admirado rector: pero te recordaremos, además de por la prioridad dada a la academia, por otras muchas cosas: por dejar claro que la docencia no es un empleo sino una “misión” (p. 245); por la fuerza que le diste a la tarea cultural de la unam y por tu dignísimo talante personal; por ser un mexicano comprometido con la compleja problemática nacional, y por tu cultura personal (con humor citas a Mussorgski en tu libro). Nos dejas muchos ejemplos, pero también un gran reto: eres un espejo ante el cual debemos permanentemente medirnos. •
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Academización vs politización Los programas impulsados por José Sarukhán fortalecieron la vida académica de la unam pero terminaron inclinando la balanza hacia la investigación en detrimento de la docencia. Presentamos el testimonio de la exdirectora de la Facultad de Filosofía y Letras.
juliana gonzález valenzuela
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La academización de la unam fue la idea central que dio unidad y sentido a mi administración”, dice José Sarukhán desde la primera página de la Introducción, y lo reitera a lo largo de su libro Desde el sexto piso. Él mismo la resume así: La unam tenía que recuperar el liderazgo en el país y seguir marcando la pauta de superación en los niveles de enseñanza, aspectos poco atendidos en los años anteriores, debido a los problemas políticos en los que la institución había estado inmersa. Y para ello me comprometía a impulsar una universidad donde el académico fuera el personaje central, alrededor del cual girarían el diseño, el funcionamiento y el desarrollo de la institución (p. 32).
¿Y qué quiere decir con academizar, señor rector? ¿Cómo se puede “academizar” una institución que de por sí es académica? —recuerda el propio Sarukhán que yo le pregunté—, a lo cual él me dio la respuesta categórica que no pude dejar de reconocer: academizar implicaba no dejar espacio para que la Universidad fuera: …una institución doctrinaria: científica, filosófica o políticamente; evitando todo aquello que la distraiga de su función académica y reforzando su vocación de enseñanza, investigación y difusión de la cultura” (p. 48).
Y en efecto: la conciencia expresa de la academización de la unam se halla presente desde los inicios de su rectorado en 1989. Éste fue el propósito central que se tradujo en la creación de múltiples programas institucionales, mismos que fueron determinantes para llevar al universitario, desde el profesor y el investigador hasta los propios alumnos, a desplegar tareas fundamentalmente de estudio, de docencia, de efectiva investigación; desde los niveles estudiantiles hasta los de la creación en el ámbito científico, humanístico y artístico de los universitarios. La Universidad entera, así, desde sus niveles de preparatoria y bachillerato hasta el de la investigación en ciencias o en disciplinas humanísticas (filosofía, historia... letras…) se desplegaron conforme a los diversos programas especiales que, justamente, se instauraron en su rectorado: los programas de liderazgo académico, de estímulo a la productividad, de rendimiento del personal académico, de recuperación de los ingresos del personal académico de carrera, de apoyo a proyectos de investigación e innovación docente, entre tantos otros. Programas todos que, a juicio del
propio rector, permitieron que se diera “una sana competencia” que propició tanto el trabajo de docencia como el de investigación, permitiendo a algunos académicos “salir de la zona de confort en la que se habían instalado durante años”. Por mi parte —dice Sarukhán en un pasaje decisivo— estoy convencido de que la unam se habría desdibujado en pocos años del panorama académico nacional si hubiera seguido con la inercia que llevaba al desaliento y desencanto de su planta académica. La academización presente en acción, en programas, en actitudes, en futuro esperanzador, dio un nuevo aliento a la unam de aquellos años (p. 87).
Como profesora y directora de mi Facultad de Filosofía y Letras fui testigo de esta casi milagrosa movilización de las actividades normales de la comunidad universitaria: los salones con clases, los seminarios de investigación trabajando, los pasillos de mi Facultad con alumnos hablando de los profesores o de las materias que estaban cursando. Y fui testigo después de las reuniones de directores, algunas fuera de la unam, donde compartíamos nuestras experiencias. Múltiples datos concretos, cualitativos y cuantitativos, se recogen en el libro. Pero antes de proseguir con la temática central de la academización de nuestra casa de estudios, hay en estas memorias un pasaje particularmente significativo para mí, que no puedo dejar de destacar: En 1989, el primer año de su rectorado, se celebró en México y en la unam el cincuentenario del exilio español, y Sarukhán promovió un magno homenaje a los maestros del exilio. Qué puedo decir yo respecto al excepcional reconocimiento que él personalmente hizo entonces y rememora en este libro a Eduardo Nicol, mi maestro a lo largo de mi vida filosófica, primero como estudiante de licenciatura, maestría y doctorado, los más de 20 años en que fui secretaria académica de su seminario de metafísica, y después en tanto que su creación filosófica ha estado presente hasta hoy en mi propia docencia y en mi propia obra filosófica. Cito aquí el significativo reconocimiento que hace el autor a Nicol: Su impecable lección de dignidad, de rigor intelectual, de voluntad creadora y de compromiso, con una concepción de la cultura que buscaba construir dedicando a ello sus esfuerzos.
Qué puedo hacer yo sino compartir hasta lo más profundo el juicio valorativo de Sarukhán del siguiente “Discurso memorable” que dio Nicol al terminar el homenaje a los eméritos del exilio: Mi obra entera —dijo Nicol— la he escrito en México. En este sentido… cabe decir que aquí me he formado, a la vez que se iba formando la universidad que ahora tenemos, digo ahora, cuando ya está cercano mi fin, que me siento bien pagado si algunos creen que el proceso de esa formación mía personal ha podido contribuir a la otra. En todo caso, fue una tarea gozosa. Hacer lo que uno quiere, pensar y enseñar a pensar ¿qué más puede pedirse? Por todo ello, repito, muchas gracias.
Sarukhán comenta que esa fue “una de las ceremonias más universitarias y más sentidas de los ocho años del rectorado”. Y narra, asimismo, que lo que vino ese mismo día fue la descompensación cardiaca de Nicol, que seis meses después lo llevó a la muerte. Vuelvo entonces al tema de las amenazas a la vida académica de nuestra universidad. Politización No sólo las inercias eran amenazantes para la vida propiamente académica, según lo que destaca Sarukhán. Lo eran también, aunque en parte subyacentes, los afanes politizantes de los estudiantes y profesores, ellos mismos politizados…. La academización, el enriquecimiento intrínseco de la unam en sus funciones sustantivas, se logró no porque se hubiera alcanzado un plácido periodo de pura estabilidad y calma, tanto en ámbitos internos como externos. En gran medida fue lo contrario: se logró mientras bullían los conflictos estudiantiles y las injerencias extrauniversitarias: no sucumbir ante estas presiones fue señaladamente meritorio del rectorado de Sarukhán. Es notable en este punto su sensibilidad cuando expresa, por ejemplo, su tristeza por la actuación de los jóvenes ACTIVISTAS, que se llamaban de “la izquierda universitaria”, “y actuaban como marionetas de adultos con consignas políticas”[…] “no con la ética de una ideología legítima sino con un oportunismo político chato e irritante, que no debía tener cabida en una universidad” (p. 72). Impresión esta que yo misma compartía y que particularmente en mi Facultad llegó a tener una presencia lesiva para todas nuestras carreras, ya desde los tiempos del ceu. Y yo personalmente, como profesora, tuve desde entonces la experiencia de dialogar horas tras horas con grupos de alumnos, ellos mismos contradictorios; así, había individuos que sostenían la defensa de renovación genuina de valores y al mismo tiempo enarbolaban las consignas politicoides, destructoras de la vida propiamente universitaria. No obstante, nuestra universidad no sólo sobrevivió sino que logró un indiscutible fortalecimiento de su esencia académica. De éste dan cuenta y razón estas memorias. Academización como implicación recíproca. Docencia-investigación Coincido plenamente con el reconocimiento que hace Sarukhán cuando dice: Desde mi punto de vista la organización de la unam en facultades y escuelas, por un lado, e institutos y centros de investigación por el otro, no permite de manera natural la presencia de la investigación en el proceso de enseñanza… mi propósito de academizar la unam llevaba implícito el apoyo a la investigación como parte del proceso enseñanzaaprendizaje… Los alumnos, de acuerdo con mi visión, debían ser los primeros y principales beneficiarios de la investigación que se realiza en la unam (p. 124).
Este es para mí el punto neurálgico de la vida universitaria y coincido plenamente con esta apreciación de
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la importancia que tiene la relación entre la docencia y la investigación a nivel universitario. Pues otra es la significación de instituciones dedicadas exclusivamente a la investigación o a la docencia. Mi apreciación personal y mi experiencia como directora de una Facultad con alrededor de 15 carreras es que, a pesar de todos los esfuerzos, los programas de estímulos inclinaron la balanza de la vida académica hacia la investigación en detrimento de una verdadera renovación creativa del mundo de la docencia en su especificidad y su complejidad. La docencia se renovó sólo en tanto que el profesor tenía más contenidos originales que transmitir, pero no por su capacidad de “salir de sí” y entrar al desarrollo verdadero del crecimiento cognoscitivo del alumnado. Esto, salvo honrosísimas excepciones. En este sentido, me parece todavía más decisivo el pasaje de las páginas finales donde Sarukhán dice: Siempre me pareció una aberración que se disociara la figura de investigador de la de docente. Para mí, lo repito de nueva cuenta, no existe una sin la otra. La mayoría de las acciones y programas llevados a cabo en mi rectorado tenía ese sello particular: acercar la docencia a la investigación y viceversa, y crear las figuras de profesor-investigador y de alumno-aprendiz de investigación. Insisto, el proceso de enseñanza-aprendizaje es un acto de intercambio intelectual íntimo entre profesores y alumnos, que ni las computadoras ni el mercado pueden sustituir (p. 254).
Para terminar, quiero hacer expresas unas breves consideraciones cualitativas sobre los que son, a mi juicio, valores intrínsecos, formales y de estilo de estas significativas y excepcionales memorias: Respecto al estilo, considero que el autor tiene notables virtudes de narrador, una significativa capacidad de transmitir, junto con el interés por el asunto, una carga emocional y valorativa que se manifiesta en la diversidad de tonos, riqueza caracterológica, suavidad, seriedad, rigor y soltura. Es notable su armonía entre inteligencia y emoción, por un lado, y por el otro, entre la seriedad (el juicio grave y profundo) junto con una capacidad, hasta lúdica, de juzgar algunos acontecimientos; contrastes que están presentes en toda la obra. •
Una página brillante en la historia de la unam Las reformas impulsadas por José Sarukhán pusieron en primer lugar el mérito académico, energizaron la vida colegiada y pusieron la administración al servicio de la academia.
leonardo curzio
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a obra que hoy presentamos tiene para mí un doble valor. Por un lado es un testimonio importante de la historia con-
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temporánea del país que nos permite conocer las interacciones entre la universidad y el entorno institucional, así como algunas de las picantes rivalidades intelectuales que un muy celebrado Coloquio de Invierno suscitó. Políticos de salón que callaban convenientemente cuando se ponía al rector en una esquina difícil en la casa presidencial o incluso un presidente muy poderoso que mostró interés en apoyar la casa, pero no usó sus facultades arbitrales cuando en su propio gabinete se permitía que avanzara una conjura sui generis para abortar un proyecto de cuotas que le daría un margen de autonomía financiera a la unam y procuraría una justa distribución de las cargas entre clases sociales. Ese tema fue entonces y lo sería más adelante uno de los nudos gordianos de la personalidad universitaria, un fundamentalismo instalado, cual sangrienta paradoja, en la comunidad más sofisticada intelectualmente del país, donde el mythos puede más que el logos; pero en toda familia hay disfuncionalidades, y en la nuestra esta parece ser una constante. Pasarán todavía muchos años para que ese expediente pueda reabrirse sin causar otro conflicto. Pero por el otro lado encuentro un libro evocador que permite recordar a mi generación la importancia que tuvo la administración de José Sarukhán, quien con su liderazgo académico cambió la trayectoria de muchos jóvenes universitarios, y hoy (disculparán ustedes la inmodestia) lo contaré en clave personal. Empiezo diciendo que he leído emocionado Desde el sexto piso porque he tenido una experiencia paralela a la del doctor Sarukhán. Simplemente, por azares de la vida, mientras el rector entraba al sexto piso de la Torre emblemática para asumir la conducción de nuestra universidad, yo entraba como joven investigador al cuarto piso de la Torre II de Humanidades. Desde la Torre dos, que como ustedes saben está enfrente de rectoría, el sexto piso de la torre de enfrente se veía con una distancia reverencial que refleja, a mi juicio, una de las fortalezas principales de nuestra casa, tema que en múltiples ocasiones se menciona en el libro. Y es que el rector es entre nosotros algo más que un cargo académico administrativo, tiene una especial consideración porque es la cúspide de una institución basada en el mérito, una institución de pares, porque quienes tenemos nuestra plaza de carrera no tenemos, como ocurre en la administración pública con indeseable frecuencia, que recurrir a artilugios y zalamerías para conservar nuestro empleo; somos una institución que respeta a su jerarquía porque en muchos sentidos refleja el sentido de cuerpo de una comunidad orgullosa de sí misma. Y, a pesar de los años transcurridos, conserva una particular forma de gobierno que le ha dado gobernabilidad y posibilidad de recrearse en distintas circunstancias. Ese es el tema del que se ocupa Sarukhán en varias ocasiones al referirse a la ley orgánica y a algunas tentaciones del Congreso Universitario en el que se apostó por formas que se presentaban como democráticas y proponían en nombre de la modernidad el sufragio universal para elegir a nuestras autoridades. El sueño de opio de algunas universidades de provincia que naufragaron en el clientelismo más envilecido se preconizaba en las mesas con
una rotundidad que asustaba. Ahora lo vemos con cierta distancia, pero en aquellos años el fantasma de la Universidad de Guadalajara (udg) recorría el campus. La unam logró preservarse, entre otras razones, por la tenacidad con que el rector defendió su tesis de academizarla. La explicación dada a Juliana González sobre lo que esto significa es uno de los puntos más importantes de la concepción universitaria del autor. Academizar implicaba redimensionar e incluso adecentar la administración para que no fuese un fin en sí misma, sino un instrumento al servicio de la academia. Era también despojar a las dependencias de ese ánimo de control político de los estudiantes, incluida la utilización de intervenciones telefónicas. Pero, por encima de todo, academizar significó no solo salvar una forma de gobierno propia de una institución académica sino abrir una trayectoria que hoy valoramos con satisfacción, no por lo que hemos hecho, que en este caso es lo de menos, sino por la forma en que encauzó nuestras carreras. Primero por abrir a los jóvenes una carrera que parecía reservada a los de la sexta década, que con antigüedad y otros complementos podían continuar sus vidas. Para quienes empezamos nuestra carrera en aquellos años los mecanismos de iniciación en la investigación, los programas de estímulos, la reforma del posgrado y el reconocimiento a los jóvenes universitarios marcó un antes y un después. La puerta de entrada al Sistema Nacional de Investigadores (sni) también se abrió para nosotros, y el Programa de Estímulos a la Productividad y al Rendimiento del Personal Académico (prepac) desató una dinámica novedosa y benéfica para todas las comunidades. Prescindo de las críticas de entonces de que el prepac era un programa neoliberal, darwinista o de “tortibonos”. Los estímulos consiguieron impulsar tres tendencias que cambiaron al personal académico. La primera fue recordar que el mérito, la dedicación y la productividad contaban. Fue doloroso experimentar que cuando en los primeros consejos nos tocaba asignar los niveles por salarios mínimos, era duro recordar a titulares C que su última investigación databa de dos décadas. Era embarazoso y duro pero sirvió. La segunda fue ayudar de manera decisiva a que una buena parte del personal tomara en serio la obtención del grado de doctor para hacer y dirigir investigación con autoridad. Venían las soflamas típicas de quienes postergaron sus tesis por años pero al final la senda marcada era la correcta. Nos ayudó también a desarrollar la vida colegiada y a valorar el escrutinio de los pares, que al igual arbitramos y dictaminamos libros y artículos, y ahora nos tocaba evaluar el trabajo de los colegas. No es fácil, créanme, ser miembro de la comisión Programa de Primas al Desempeño del Personal Académico de Tiempo Completo (pride) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (preferiría no hacerlo). Una intensa vida colegiada que mitigaba decisiones verticales y nos hacía más responsables ante nosotros mismos. Era como si rindiéramos cuentas ante nuestra comunidad. Fue refrescante. Y finalmente la estructura de los estímulos favoreció que todos participáramos de las dos carreras (investigación y docencia) y además tuviéramos que hacer vida
colegiada, la temible participación institucional porque quita mucho tiempo y le gana a uno más reproches que amistades. En el área de humanidades recibimos el proceso de academización con beneplácito, aunque por celos disciplinarios sentíamos que nuestro rector entendía mejor las ciencias de la vida o de la materia; los celos son muy malos, pero al leer sus memorias no puedo borrar del todo aquel sentimiento de que los cambios se pensaban desde una playa lejana a las ciencias sociales. Las rivalidades y los celos disciplinarios son cosas humanas que también se sienten en las instituciones complejas. Sin embargo, el portentoso aliento a desarrollar una óptica interdisciplinar nos ayudó a entender que, más que rivalidades, lo crucial era ubicar y cruzar la frontera del conocimiento. También descubrí que los medios de comunicación no son el ecosistema favorito de José Sarukhán, y no lo culpo. Desde el primer boletín sobre su rectorado le cambiamos el nombre. Y en Cancún, con motivo de la Conferencia de las Partes (cop), una periodista insistía en llamarlo don Mario (confundiéndolo con Mario Molina) y a Molina don José (menos mal que nos los confundió con Julia Carabias) cuyo libro reciente, El cambio climático, dicho sea de paso, demuestra la resuelta pasión de Sarukhán y coautores por la alta divulgación. Regreso al sexto piso. Sarukhán se pregunta en la página 200 por qué la figura del rector es reconocida y respetada por las instancias políticas; su juicio y su pensamiento son tomados en cuenta y escuchados con atención, y responde: no podría ser de otra manera, ya que el rector representa a una institución que alberga la conciencia crítica y fundamentada del acontecer nacional e internacional. Es verdad, el rector es en esencia la cabeza de una estructura colosal, pero también es cierto que la persona cuenta y en el caso de Sarukhán no hay más remedio que reconocer que tener a un sabio como rector le cambió la vida a la institución. No hablaré de su libro Las musas de Darwin (fce, 2013, 6ª ed), que a muchos de nosotros marcó por su capacidad para soldar epistemológicamente las ciencias de la vida, la demografía y las ciencias humanas. Tampoco hablaré de su talento para coordinar el compendio del capital natural de este país, las deudas son enormes. Hoy quisiera recordar que el poeta decía que no sabiendo los oficios, los haremos con respeto, y Sarukhán consiguió entender, como probablemente ningún político lo hubiese hecho, que la universidad estaba en una disyuntiva y que él optó por seguir la ruta de la academización que tantos años de brillo y esplendor le han dado a esta casa. Y en política las cosas se juzgan por sus resultados: Sarukhán eligió la senda correcta y su rectorado quedará como una de las páginas más brillantes de la historia de esta ilustre casa. •
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Comunicación y cambio ¿De dónde vienen y hacia dónde van los estudios de comunicación latinoamericanos? En los lindes con la filosofía, la religión y otras formas de la comunicación humana, el presente estudio intenta responder o al menos plantear adecuadamente estas cuestiones. luis peirano falconí
Introducción1 El campo de la metacomunicación, que es en realidad el que nos preocupa cuando revisamos nuestro trabajo en esta aparente nueva zona de estudios académicos —esencialmente interdisciplinaria—, colinda con el de la filosofía y supone básicamente preguntarse por el más profundo sentido de nuestro quehacer como comunicadores. Se trata de pensar sobre lo que hemos hecho a lo largo de las últimas décadas en el campo de la comunicación a través de lo que se llamó, sin mayor
1 Buena parte de las ideas de este texto fueron compartidas en varias reuniones académicas y, más recientemente, en la última asamblea y seminario de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (alaic), realizados en Lima en agosto de 2014.
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modestia, el pensamiento crítico latinoamericano, y de prefigurar todo lo posible los nuevos desafíos del discurrir histórico. El trabajo de quienes se dedicaron a pensar la comunicación en Latinoamérica tuvo siempre la vocación para entender y procesar los aportes de las diversas aproximaciones teóricas que intentaban explicar el arrollador avance de las comunicaciones en el mundo. De alguna manera, estos incluyeron de modo medular los debates sobre el pensamiento sociológico de mayor raigambre latinoamericana, tales como la teoría de la dependencia y del imperialismo cultural, para insistir casi siempre en una comunicación alternativa, independiente y responsable. Estos esfuerzos nos han llevado a una posición de in-
cuestionable respeto en el ámbito de la comunicación internacional. Nos interesa plantear en este ensayo los términos de un consenso autocrítico desde que llegamos a la comunicación para luego proponer algunas ideas que den cuerpo a una agenda futura que reformule, en los nuevos contextos del siglo xxi, los retos vigentes. Las preguntas sobre lo que está por venir son obviamente mucho más difíciles de responder si no guardan relación con lo que quedó en el camino de las viejas preguntas de la agenda que, tal vez, no fuimos capaces de responder cabalmente. El pasado y el futuro requieren hoy de honestidad y solvencia, creatividad y cuidadosa planificación de los recursos conceptuales que nos permitan reconocer de dónde venimos y hacia dónde vamos. Tenemos que reconocer, para empezar, que el campo de la comunicación muestra mucha reflexión y esperanza, pero también alguna desazón. En los últimos años hemos visto a muchos académicos y políticos —interesados en la comunicación— arrojar por la borda buena parte de su trabajo por la incapacidad de vincular esa reflexión conceptual con el papel que ha venido cumpliendo la comunicación en el devenir de nuestras sociedades. Entre los más valiosos aportes a la teoría de la comunicación se encuentran los testimonios de quienes intentan esclarecer el campo de la comunicación humana a partir de su propia experiencia, especialmente desde la evaluación de sus propios fracasos.2 A lo largo del trayecto en pos de entender la comunicación, han evaluado en soledad el sentido y lugar no solamente de enormes cambios producidos por el desenfrenado avance de la tecnología, sino especialmente por los pensamientos —o sentimientos— que los habían marcado, y cómo estos pasaban al universo extraño pero fundamental de la memoria. Estas revisiones personales son una suerte de microcosmos, una muestra individual de la permanente relectura o reelaboración de las agendas, guías y mapas diurnos y nocturnos que los investigadores de la comunicación en América Latina trazaron con el afán de comprender más la situación de cada país y de orientar mejor su trabajo colectivo. En este campo se hace evidente que, mientras más sabemos de la comunicación, entenderla a cabalidad es una tarea probablemente imposible. Desde siempre, la comunicación parece haberse apropiado del postulado “nada de lo humano me es ajeno”, que pertenece no solo a la comedia y a la filosofía de Terencio, y a la pasión y el compromiso de Unamuno, sino también a cada pensador y poeta que tiene presente el caudal subjetivo de todo proceso de comunicación. Los temas más diversos se vinculan siempre con fundamento y pasión al estudio de la comunicación. Nuestras propias instituciones nacionales 2 En el Perú, la marca fundamental de estos estudios la produjo el fracaso de los intentos de reforma de los sistemas de comunicación durante el gobierno militar entre 1968 y 1980, mismos que fueron fuertemente influidos por las corrientes internacionales del nuevo orden informacional y comunicacional promovido por el denominado movimiento de los países no-alineados.
andrea garcía flores
y regionales han multiplicado sus grupos de investigación de manera consistente con los requerimientos de sus miembros, y obligan a una permanente revisión de su agenda. La comunicación está en todos lados y, tal vez por eso, es despreciada muchas veces como disciplina propiamente dicha, tanto por ilustres académicos del establishment como por muy activos y beligerantes comunicadores autodidactas que recomiendan todavía a los jóvenes estudiantes comprometerse con otras disciplinas aceptadas como “serias” y no perder el tiempo en una escuela de comunicación, porque la comunicación, según ellos, se aprende solamente en el oficio específico que se quiera o se pueda asumir. Atender esta crítica no significa darle aprobación, sino la urgencia de rebatirla con fundamentos y propuestas concretas. Entender cómo se llega y cómo se sale de la metacomunicación, de este pensar, investigar y compartir la preocupación común sobre el tema de la comunicación humana, es una suerte de eje articulador fundamental entre el pasado y el futuro.
Espacios comunes de cada agenda En estas evaluaciones-prospectivas, para llamarlas de alguna manera, hay líneas de pensamiento que varían en sus contextos de acuerdo al tiempo y al lugar. Pero hay también algunas dimensiones comunes, los temas de fondo, que es imperativo hacer evidentes y compartir entre nosotros. Me refiero a las dimensiones que funcionan como referentes principales al tratar la comunicación: la política, la religión, el desarrollo, el Estado, el mercado, el talento, la creatividad humana, el entretenimiento, el ocio, la academia propiamente dicha y, por supuesto, la tecnología. Aunque no necesariamente en ese orden, estos son los temas que, de una u otra manera, se plantean en nuestro quehacer y, por ello, regresan a nuestra agenda cotidiana bajo diversas manifestaciones. La reflexión sobre cómo se llega al estudio de la comunicación —y también cómo se sale de este, por lo menos formalmente— es un tema apasionante y recurrente en conversaciones entre colegas latinoamericanos desde la década de 1980. Recuerdo especialmente a uno: Héctor Schmucler, el notable cofundador y director, junto con Armand Mattelart, de Comunicación y Cultura, una de las revistas más leídas y discutidas en nuestra región. Dicha revista, en palabras del propio Schmucler, “nunca disimuló que la lucha de ideas era la razón de su existencia” (Schmucler, 1997, p. 12). Con estas palabras hacía evidente que los principales esfuerzos por pensar la comunicación se nutren mucho de la política (en su sentido más alto). Estoy convencido que este es un fenómeno global pero que, en el caso de América Latina, es una marca indeleble que requiere especial consideración y análisis. De esta forma, si queremos saber Comunicación dónde se origina la pasión y cambio por entender y pensar la carla colona comunicación, debemos guadalupe empezar por reconocer el y jorge vergara peso y la pasión que tiene la gerstein confrontación de ideas en fce, méxico, 2018 nuestra historia. Las primeras páginas que se escribieron desde
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un punto de vista latinoamericano sobre la comunicación fueron, sin duda alguna, de confrontación o de cuestionamiento de las ideas, tanto a nivel académico como político. Antonio Pasquali escribía hace más de cincuenta años, en un tono serio y fundamentado pero también con obvia irreverencia, sobre el positivismo que impregnaba de manera autoritaria los proyectos de comunicación que nos llegaban del norte. Y, de inmediato, sobre el injusto orden social del cual la comunicación era una suerte de consecuencia lamentable. No hay duda que en América Latina, quienes se interesaron en pensar la comunicación, lo hicieron procesando e incluso denunciando como insuficientes los derroteros que a nivel mundial heredamos para tal efecto. Y, al mismo tiempo, denunciando un injusto orden social que tenía manifestaciones muy dolorosas en el campo de la información, la educación y la comunicación. De hecho, los principales investigadores en ciencias sociales y los preocupados por la comunicación en América Latina llegan a nuestro campo de estudio a través de un fuerte acento crítico a la corriente de pensamiento social que empezó a difundirse en nuestros países a mediados del siglo xx, cuando surgen las primeras escuelas de comunicación con influencia de las universidades norteamericanas. El tema ha sido tratado de manera diversa, pero a modo de motivación, provocación o propuesta, quiero señalar una pista que me parece imprescindible. El talento, la política y la religión Es una suerte de axioma que el talento para comunicar representa un factor congénito, de primera magnitud, que lleva a muchos a dedicarse a la comunicación. Se reconoce también, como es obvio, que esta habilidad puede desarrollarse mucho con la infinita variedad de recursos que el ser humano ha creado para tal propósito. El desarrollo de los talentos para comunicar caracteriza buena parte de nuestra historia y está particularmente emparentado con las diferentes formas de manejo del poder en la vida social: la adhesión religiosa y la búsqueda de comunidad que ella requiere no hubiese sido posible sin la comunicación. Lo entendieron bien los religiosos de todas las épocas y es claro que, dejando de lado el cuestionamiento de las formas y los métodos, es en las iglesias —entendidas éstas como instituciones sociales— donde, de alguna manera, se han nutrido nuestros especialistas en pensar y mejorar la comunicación humana. Llamará tal vez a sorpresa esta afirmación —que, en todo caso, constituye una hipótesis de trabajo— a quienes desde una posición laica, agnóstica, atea o totalmente desvinculada de espíritu religioso alguno, se empeñaron en entender la comunicación. Pero ¿es darle demasiada importancia al pensamiento y a la vivencia religiosa en la comunicación? Pienso que no. Especialmente porque lo religioso se ha vinculado generalmente con alguna forma de opción política. La pasión por la política pone en evidencia y completa el vínculo genético de la comunicación con alguna dimensión religiosa. En algunos casos, el vínculo más abiertamente político sustituye el origen religioso, pero me atrevería a afirmar que solamente aquellas propuestas que
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conservan un sustrato religioso en su comunicación política han tenido éxito en nuestros países. Estudiar con detenimiento el problema puede ayudarnos no solamente a desplegar un profundo examen histórico de la comunicación humana, sino a sentar sólidas bases de una agenda futura para quienes vivimos en una cultura con inocultables marcas religiosas. La comunicación estuvo siempre vinculada —y lo sigue estando hoy a través de la política— con alguna forma de defensa o de insatisfacción frente al orden social de las cosas y no solamente con la vivencia sobre lo que no podemos explicar de manera cabal. Esto se cumple en cualquiera de sus opciones sobre el ordenamiento social y, en el caso de la comunicación en América Latina, a través de una opción por el cambio, que en términos generales podemos calificar de contestataria, de cuestionamiento del statu quo, de alguna forma de confrontación con el establishment y donde confluyen acción y pensamiento no necesariamente propios. Con las distancias y diferencias de cada caso, “la política gira hoy en torno de las comunicaciones”, decía José Joaquín Brunner a poco de asumir el cargo de ministro secretario general de Gobierno de Chile en 1994. Y añadía que ambas son, en las sociedades contemporáneas democráticas, fuente principal de entendimiento entre gobernantes y gobernados. El mercado y el pensamiento crítico latinoamericano Tampoco es menos promotor del pensamiento sobre la comunicación el reconocimiento de la lógica del interés en las relaciones humanas, la que se expresa especialmente en el mercado. Buena parte de lo que nos enseñaron —y tal vez aún enseñamos— en nuestras escuelas, es cómo se vende y se compra en nuestras sociedades y cómo la información comercial intenta presentarse como comunicación —que, en definitiva, no es— para consumar sus planes. Sin embargo, y aunque parezca extraño, los primeros investigadores de la comunicación en Latinoamérica han sido reacios a aceptar la importancia del mercado en la comunicación, como fueron renuentes a incorporar entre sus filas a publicistas, encuestadores de mercado y especialistas en marketing, más por una cuestión ideológica que por pensar que lo que ellos hacían no era relevante en el discurrir económico, social y político.3 Partiendo de una suerte de alternativa a los condicionantes de la religión y la política, así como a los intereses del mercado y, en algunos casos, tal vez valiéndose de ellos, la comunicación para el desarrollo hace hincapié en la responsabilidad que tienen las instituciones de la sociedad —especialmente los centros educativos de todo nivel, así como los sindicatos, colegios profesionales y asociaciones civiles en general— de fomentar no solo un mejor manejo de la información de servicio público, sino en favorecer las diferentes instancias de comu3 Sucedía —y sucede aún, aunque nos cueste reconocerlo— algo similar con los periodistas, algunos de los cuales simplemente escribían en favor de quienes les pagaran mejor. Para ellos el argot popular inventó el término “plumífero”. Pero no sería justo decir que todos los periodistas eran plumíferos o informantes con la lógica del interés. En realidad, buena parte de nuestros más representativos comunicadores latinoamericanos fueron primero periodistas de muy buena ley.
nicación como un factor clave de desarrollo humano y sus propuestas desde la academia. El papel del estado y la regulación de los medios En esta dinámica a favor de una nueva y auténtica comunicación surge la necesidad de una legislación alternativa y de una activa regulación del Estado. Es en la acción estatal donde despunta el reflejo más inmediato, aunque la formulación general viene desde el contexto internacional y de los organismos en los cuales el propio pensamiento latinoamericano empieza a tener presencia. Esta es la historia del movimiento internacional por un nuevo orden mundial de la información que tuvo como protagonista principal a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco, por sus siglas en inglés) y que produjo el denominado Informe MacBride. No fue accidental que varios latinoamericanos tuviesen activa participación en dicho informe, que merecería más atención que la que hoy tiene. El capítulo de las acciones de los estados latinoamericanos para proponer cambios en el manejo de la comunicación, especialmente a través de la intervención de los medios, sigue siendo el punto culminante de la relación entre la comunicación y la política; incluso para aquellos que no estuvimos de acuerdo con dichas medidas y que probamos que estas habían sido fruto del error político. Como reacción a tamaño error, se ha producido, en el Perú por lo menos, una suerte de alergia o de tabú frente a cualquier posibilidad de medidas regulatorias sobre el manejo de los medios; y el rebrote, abierto o velado, de la más fuerte raigambre populista en nuestro manejo político. Hoy existe una abierta confrontación entre quienes sostienen la imperiosa necesidad de una regulación en el campo de la comunicación y quienes están plenamente en contra. El temor a una intervención de los medios por parte de quienes accedan al poder del Estado, incluso si es por la vía de las elecciones democráticas absolutamente libres, es definitivo. Incluso la autorregulación, que surgió como una propuesta alternativa por parte de las empresas privadas de medios, y que tiene en el caso peruano una experiencia original, es tolerada con muchas restricciones y es sujeto de críticas que merecerían mejor fundamento. Desde 1998 el Consejo de la Prensa Peruana, que agrupa a los dueños de los principales diarios de circulación nacional, viene promoviendo el funcionamiento de un Tribunal de Ética, que se ha convertido en una de las experiencias más importantes de autorregulación en la región latinoamericana. El arte y la cultura Finalmente, en Latinoamérica muchos hombres y mujeres de talento llegaron a la comunicación a través del arte y la cultura. Esto tuvo su máximo exponente en lo que se llamó el arte comprometido (concepto que, por lo demás, nos vino fundamentalmente de Europa y, más específicamente, de Francia). La Revolución cubana fue también un factor muy importante en cuanto impactó en la producción artística con una suerte de compromiso antiimperialista. Es sorprendente revisar la bibliografía de la época en esta perspectiva. Hacerlo
es mucho más que un ejercicio de revisión histórica, porque el sentido de la producción artística presiona para obtener respuestas de la academia. Es justo decir que este proceso fue acompañado por un desarrollo de las ciencias sociales y también por la difusión de nuevas corrientes en la educación, la literatura y el arte. Por ejemplo, la educación no escolarizada que caracterizaba los postulados de Paulo Freire, así como el éxito de las propuestas de la creación colectiva, el arte pobre, el cine imperfecto o el teatro del oprimido, de Augusto Boal, fueron firmes acompañantes en este proceso. En esta misma línea, muchos artistas y creadores se sumaron a la preocupación por propiciar una comunicación que sirviera a las grandes mayorías. “El arte es en primer lugar comunicación”, se repetía como alternativa a la posición extrema que insistía en “el arte por el arte”. Permanencias, cambios y el gran cambio Venimos, pues, de un pasado cargado de confrontación de ideas y de pasiones, de esperanzas y frustraciones, de aciertos y errores. Frente a este pasado se impone una actitud que reconoce, por un lado, que a pesar de todo lo avanzado conservamos dilemas que no han sido resueltos y que, en algunos casos, presentan disyuntivas prácticamente inalteradas (aunque, claro está, en situaciones diferentes). Nuestra pequeña historia nos fuerza a reconocer que hay todavía mucho pasado en nuestro presente; que seguimos, aunque sea de manera parcial, en el siglo xx. Por supuesto, es imposible no reconocer que ya estamos en el xxi y, por tanto, muy dentro del tercer milenio; y que los desafíos del nuevo siglo, especialmente por el vertiginoso desarrollo tecnológico, son apabullantes. De una actitud que reconozca ambas cosas —que hay mucho pasado en nuestro presente y que el futuro nos apabulla con demandas— se han de derivar los derroteros, todavía un tanto oscuros, de nuestros estudios en el futuro. Afirmar que el siglo xx de la comunicación sigue presente, quiere decir que debemos revisar lo vivido, lo pensado y hecho, porque, si bien han cambiado los contextos, la comunicación sigue siendo, como en el inicio, profundo motivo y consecuencia de la confrontación de ideas en la religión y en la política. La lógica del interés comercial, por su parte, la tiñe de manera indeleble —y no solamente en su aspecto más obviamente comercial— y sigue siendo un lugar donde el talento y la creatividad son fundamentales, aunque de uso y forma muy diversa. El Estado ha sido el referente principal de la comunicación y lo sigue siendo. Si bien no existen hoy —sino de manera aislada— intentos de control estatista, no han desaparecido las tendencias controlistas, de inteligencia policial y manipulación social; tal vez porque son, de alguna manera, inherentes a su función reguladora, presentes incluso en los Estados más democráticos y liberales. El poder militar, por su parte, sigue siendo un factor fuertemente condicionante en la esfera de la geopolítica. Los nacionalismos de diverso tipo cobran vigencia insospechada y prevalecen las lógicas de los intereses materiales más concretos como parte de la acción de los Estados. Tenemos así, formalmente, Estados laicos, pero con fuertes
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condicionantes religiosos, incluso fundamentalistas. Superadas las guerras mundiales y las guerras frías, no podemos escapar siempre a los conflictos bélicos y de todo tipo; y sabemos muy bien que muchos inventos tecnológicos de la comunicación surgieron de ellos, como también muchas propuestas y teorías sobre cómo entender y manejar la comunicación. El gran cambio está presente de manera principal en el desarrollo tecnológico, cada vez más vertiginoso y condicionante de la vida cotidiana. Sin embargo, el ser humano no ha superado en lo medular los males que lo aquejaban en tiempos pasados. Los saldos de hambre, sufrimiento y muertes injustas son alarmantes. Esto hace muy difícil avizorar perspectivas desde el punto de vista académico y político en el siglo xxi. Pero al señalar que hay mucho pasado en nuestro presente no nos referimos solamente a la pobreza, a la falta de educación (de civilización, dirán algunos), sino también a la resistencia de muchas comunidades a integrarse a formas de vida diferentes a las que heredaron de sus padres y abuelos. Somos países en los que privilegiar el tratamiento de la interculturalidad que nos marca es una obligación. Y, de alguna manera, ella aparece también como una forma de resistencia al cambio, lo cual nos enfrenta con uno de los fenómenos más claros e importantes de la comunicación, cuyo signo en todos los tiempos (y mucho más en los actuales) es precisamente el cambio. La historia se hace presente entre nosotros a través de la diversidad cultural y la vigencia de diferentes formas y niveles de comunicación. En pocos campos como el de la comunicación humana puede confirmarse la confluencia de los diferentes tiempos de la historia de los que hablaba Braudel. El pasado se hace presente en la vida cotidiana de nuestros países. Y se hace patente, aunque de otra manera, cuando llegamos a la universidad y nos enfrentamos a estudiar la teoría y la epistemología de la comunicación y nos vemos obligados a recordar las diferentes maneras de hacer y pensar la comunicación que nos antecedieron. Tenemos así que el positivismo, con el cual los pensadores de nuestros países mantuvieron una distancia crítica desde sus orígenes en América Latina, de alguna manera sigue vigente. Podría decirse que nunca nos libramos completamente de él, pues permanece como paradigma del conocimiento que marca efectivamente una forma de hacer ciencia de la cual la universidad no puede prescindir. De tal manera resulta impostergable conocerla y darle su lugar. Las escuelas de comunicación y los centros o institutos que estudian y producen comunicación se han multiplicado de manera abrumadora en los últimos veinte años. Hay cientos de miles de estudiantes de comunicación en nuestros países, lo cual los convierte, en palabras de Aníbal Ford, casi en un movimiento social. Pero este potencial aparece desdibujado e inoperante, incluso en situaciones más críticas que en tiempos pasados. Es obvio que no hay, a nivel de esta academia, alguna suerte de agenda común con criterios metodológicos de alguna manera convergentes. Por el contrario, hay repetición monocorde con escasas alternativas aisladas.
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En este contexto ha vuelto a florecer la idea de una cultura única, fruto de la comunicación internacional bajo el signo de los avances en la tecnología digital. Para decirlo con una figura conocida, el futuro ya no le pertenece a la bien intencionada escuela difusionista de innovaciones en técnicas agrícolas y control de la natalidad, sino a los gurús de la tecnología digital. Para resumirlo en una sola frase que puede escandalizar a alguien: se trata del reemplazo de la imagen de Everett Rogers por la de Nicholas Negroponte. Comunicación y universidad Antonio Pasquali ha dicho recientemente que hay que cerrar las escuelas de comunicación… en todo caso, refundarlas. Solo quien tenga título avanzado en otras disciplinas puede aspirar a estudiar la comunicación, ha señalado en más de una ocasión. No se podría decir lo mismo de las escuelas de ciencias sociales y menos de las ciencias exactas. ¿O sí? La comunicación requiere, al menos desde la universidad, de una nueva epistemología y de nuevas propuestas. Esta es una alarma que compromete a toda la sociedad, por cierto. Necesitamos una universidad para el tercer milenio. Conservando mucho de lo bueno que propuso la universidad del medioevo, de la era moderna y contemporánea; reconociendo y valorando el aporte académico de todos los continentes; recuperando, manteniendo y conservando el conocimiento de toda la historia, pero siendo conscientes de que los cambios que vivimos a nivel global requieren de una nueva manera de conocer, de relacionarse y de comunicarse. Debemos cerrar y refundar escuelas y las disciplinas que allí se enseñan, aunque nunca de manera impositiva. Este es un proceso lento pero que no debemos dejar de lado. Lo claro es que, más allá de la academia, la comunicación en todos sus niveles sigue su curso. La marca más fuerte es la de la tecnología, pero es imposible eludir la marca de la política, de la religión, de las culturas diversas dentro de cada unidad geopolítica, de la estética, el arte, la filosofía. Las exigencias más importantes a la comunicación en nuestros países no han venido de la academia, sino de la vida sociopolítica misma. Las nuevas formas de la comunicación Hoy en día conviven en nuestro medio el interés por el estudio de las formas más antiguas de comunicación y, a la vez, por las más desarrolladas, que se sostienen en las nuevas tecnologías. Ejemplo de lo primero es el interés por el estudio de los quipus y tocapus en el incanato, especialmente en el Perú y Bolivia. En contraposición, interesa el mundo de los universos virtuales que altera de manera drástica el orden familiar y doméstico. Y entre una preocupación y otra existe un número enorme de temas y objetos de comunicación que no podemos abandonar. Una nueva agenda que coloque en una dimensión académica correspondiente a los tiempos que se nos vienen para el desarrollo humano, tiene que tener en cuenta su procesamiento en la política, en las propuestas de quienes detentan el poder, muy especialmente desde el Estado. A ello se han acercado quienes han planteado el concepto de ciudadanía distinguiéndolo del concepto de consumidor. Tenemos
que aceptar que hay quienes en su libre albedrío quieren acceder al derecho y capacidad de ser consumidores, pero no están interesados en los mismos derechos y capacidades para ser ciudadanos. De igual manera, el enorme esfuerzo que algunos definen como capital humano, dedicado a la producción y al consumo de la industria del entretenimiento, y el elevado ranking que tienen en la estadística económica, no tienen equivalente en el cuidado político que merecería. La actividad humana del juego, que ha sido muy importante en la historia de toda sociedad, ha adquirido una dimensión absolutamente diferente gracias a la producción tecnológica que crea universos virtuales. Existen patrones emergentes de socialización que no se conocen sino de manera muy somera en nuestro medio o por estudios en países desarrollados, y que guardan una relación específica con la calidad y el contenido de los juegos en universos virtuales. El concepto play, el juego que se institucionaliza con el teatro, y que se mantiene en pequeña escala pero con gran diversidad y riqueza en nuestros países, tiene poco que ver en su ejecución con el play en el universo de los juegos virtuales. El juego y el entretenimiento tienen potencialidades extraordinarias, no solamente por el uso instrumental del juego sino por el valor intrínseco de este. Guarda equivalencia con el valor del arte, lo cual puede sonar a herejía para quien creyó siempre en el papel humanizador del juego y del arte, de la importancia del entretenimiento, del uso del tiempo libre, de la relación entre ocio creativo y cultura. Tenemos que reconocer que, durante largo tiempo, nuestra academia rehusó atender los temas del entretenimiento, el ocio creativo y el juego. Si bien esto ha sido superado parcialmente, dista mucho de tener el reconocimiento que se merece. La historia demuestra que la comunicación centrada en el juego ha librado al hombre de morir por la peste, las consecuencias de la guerra, el hambre y el desaliento. El problema parece haberse trasladado a la tecnología y a los juegos virtuales, incluso a los juegos en red que persiguen poco más que el empoderamiento del individuo como consumidor. La distancia entre la condición de consumidor y la de ciudadano es real. Y hay quienes quieren relacionarse más con consumidores que con ciudadanos. Les viene mejor a su negocio. Y, lo que es peor, hay quienes no tienen interés en constituirse como ciudadanos si es que tienen la oportunidad de ser buenos consumidores. Las tecnologías digitales continúan su masificación, desplegando su impacto en la vida cotidiana. Es indispensable pensar que
Hoy es un derecho y una alternativa libre del usuario-consumidor acogerse a cualquier manera propia de los universos virtuales para desarrollar su capacidad lúdica. En este sentido, el estudio de lo que se conoce actualmente como performance en las ciencias sociales, es una estupenda manera de establecer la relevancia social del contenido y la forma del juego a lo largo de nuestra historia, en “la conducta estudiada o revisitada”, y que tiene su referente primigenio en el teatro, donde conviven todos los tiempos de la historia. Una nueva agenda Hemos sido sumamente concesivos —y, de alguna manera, irresponsables— en aceptar una definición genérica y gaseosa de los medios de comunicación. El cine no fue tal sino hasta que adquirió el estatus de arte. Al principio era un experimento técnico del que nadie podría esperar su transformación en el séptimo arte. De alguna manera, ha sucedido lo mismo con el invento de cada recurso tecnológico que permitía alguna comunicación, especialmente con la radio y la televisión. Desde el punto de vista conceptual, nos hemos quedado cortos en definir qué es realmente y qué sentido permite cada recurso tecnológico. El factor determinante para esa conceptualización ha sido principalmente —en la mayoría de los casos, exclusivamente— económico y comercial. Existe la urgencia de una nueva agenda concertada para la América Latina del tercer milenio. Al respecto, quisiera referirme a un tema planteado por Héctor Schmucler, quien ha salido de la comunicación a través de la filosofía y la teología. Schmucler me dijo una vez, y lo repite en la introducción de su Memoria de la comunicación (1997), que los términos memoria y comunicación son excluyentes y, a la vez, complementarios. Porque la comunicación alude casi necesariamente a la simultaneidad y no al tiempo; mientras que la memoria alude a la duración y la persistencia, sin velocidad, cada vez más propia de la comunicación, y que es posible por señales electrónicas. A pesar de todo, hoy valen para la memoria las unidades de tiempo, acción y lugar, que eran las que regían el acto de representar una historia. Schmucler nos dice que, como en la tragedia: “Hablar de la presencia de lo trágico pretende ser, aún, un gesto de esperanza. La tragedia, al poner de manifiesto el indescifrable enigma del destino humano, permite un aguardar incesante”. •
las transformaciones operadas por este tipo de innovaciones contribuyen a transformar también una gran parte de las actividades que los seres humanos realizan día a día […] al estudiar, trabajar, entretenerse, relacionarse, intercambiar información, pasan a ser actividades mediadas tecnológicamente que exigen a los usuarios apropiarse de los nuevos recursos digitales, lo que les conduce a transformar sus prácticas sociales y culturales.4 4 Véase Convocatoria xii Congreso Latinoamericano de Investigadores de la Comunicación (alaic). Lima, agosto de 2014. Recuperado de
http://facultad.pucp.edu.pe/comunicaciones/ files/2013/09/Convocatoria-Ponencias-xiiCongreso-alaic-2014.pdf
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mur alismo y democr acia
adelanto
Miedo El protagonista de las historias de Kevin Brooks es el miedo, estado emocional que nos acompaña toda la vida, especialmente en la infancia y la adolescencia. Acaso por eso sus historias son tan leídas entre los jóvenes. Presentamos un fragmento de Miedo, próxima publicación de esta casa editorial. kevin brooks
Menos que nada Mis pastillas para el miedo son amarillas, que es un color que no me queda mal. El rojo es sangre (y Santa Claus), el negro es muerte, el azul es el mar que ahoga… El amarillo es queso y plátanos. Y pastillas. No sé por qué las llamo pastillas para el miedo. En realidad, son pastillas contra el miedo. Le tengo un miedo crónico a casi todo. A veces creo recordar haber sentido miedo cuando estaba en el vientre de mi madre. No es mucho más que una sensación lejana, y no tengo idea de qué podía haberme dado miedo ahí dentro, ni cómo, en aquel estado sin terminar, pude haberlo percibido. A menos que… A menos. Quizá sea más exacto decir que a veces creo recordar haber sentido miedo cuando estábamos en el vientre de nuestra madre. Éramos dos ahí dentro: yo y mi hermana, Ellamay. Éramos gemelos y en mi
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corazón sé que mis temores embrionarios, si eso es lo que eran, pertenecían tanto a Ellamay como a mí mismo. Ambos teníamos miedo. Juntos. Éramos uno mismo. Y todavía lo somos.
y me sorprendería mucho saber que existe alguien que lo recuerde claramente. Lo cual es bastante extraño, ¿no? Lo que sí recuerdo es el efecto que aquel momento tuvo en mí. No sé cuántos años tendría por entonces, ¿cuatro?, ¿cinco?, ¿seis?, pero recuerdo claramente estar Y quizá ya sabíamos lo que se acostado en mi cama con la cabeza avecinaba. Quizá teníamos miedo debajo de las cobijas tratando de porque sabíamos que uno imaginar la muerte. La de nosotros estaba murienausencia total de todo. Sin do… vida, sin oscuridad ni luz, No, no creo que haya sin nada qué ver, nada qué sentir, nada por saber, sin sido eso. tiempo, sin lugar ni hora, Me parece que nadie sin nada, para siempre… sabe lo que es la muerte Era aterrador. hasta que alguien nos lo Y lo sigue siendo. explica. Y lo más raro es … horas ahí acostaque, aunque en la vida de do viendo la oscuridad, todos nosotros hay un Miedo buscando un vacío inimamomento crucial en el ginable, pero lo único que que por primera vez nos kevin brooks veo es una vasta franja de damos cuenta de que todo fce, méxico, 2018 oscuridad absoluta que se lo vivo debe morir y que en extiende hasta el espacio algún momento del futuro miles de millones de kilónuestra propia vida llegará metros, y aun así sé que a su final, sin duda yo no no es suficiente. Sé que recuerdo cuándo lo supe
andrea garcía flores
cuando muera no habrá negrura ni miles de millones de kilómetros, ni siquiera estaré en la nada, todo será menos que nada… Y ese pensamiento me llena los ojos de lágrimas. Pero a veces… A veces. A veces siento que ese recuerdo no me pertenece, que es algo que le ocurrió a alguien más. O quizá lo leí en algún libro, en algún cuento sobre un chico con problemas que se acuesta en su cama por las noches para imaginar la muerte, y yo me identifiqué con esa historia de tal forma que gradualmente me convencí de que aquel chico con problemas era yo y que lo que imaginaba era algo mío. Aunque, la verdad, supongo que no importa gran cosa. Un recuerdo es un recuerdo, sin importar de dónde venga. Ahora estoy agazapado sobre el suelo del pasillo, estoy sentado con los ojos cerrados y la espalda contra la pared. Intento hacer que mi respiración sea pausada, intento calmar mi corazón que late con fuerza, intento vaciar la mente.
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Tras un momento Ellamay llega a mí y su voz silenciosa me reconforta como siempre. Está bien, Elliot. Todo va a estar bien. —Tengo miedo. Lo sé. Pero no estarás solo. Yo estaré contigo todo el tiempo. —No creo poder hacerlo. Sí, sí puedes. —Es demasiado. Tienes que hacerlo, Elliot. —Lo sé. Tienes que hacerlo por mamá. —Lo sé. Por nosotros. Al nacer prematuros a las veintiséis semanas de gestación, yo pesaba poco menos de medio kilo y Ellamay era más pequeña todavía. Fue un nacimiento traumático y, al principio, los médicos no estaban seguros de que podríamos sobrevivir. Mamá perdió mucha sangre y estaba realmente muy mal, y mientras a ella le hacían una operación de emergencia, a Ellamay y a mí nos llevaron a la unidad neonatal de cuidados intensivos en la que nos metieron a una incubadora y nos conectaron a todo tipo de máquinas para mantenernos con vida. A Ellamay no le sirvió de nada. Sólo vivió una hora. Yo casi muero con ella. Nuestros corazones dejaron de latir literalmente al mismo tiempo. Y aunque de alguna forma los médicos consiguieron salvarme a mí, no pudieron hacer nada por revivir a Ellamay. Parte de mí murió con ella y parte de ella sobrevivió en mí. Estamos muertos y vivos juntos. La primera vez que sentí miedo en el mundo exterior, en contraste con el mundo interior que era el vientre de mi madre, fue la primera vez que desperté en la incubadora tras la muerte de Ellamay. Ese momento es tan parte de mí como todas las otras cosas que me convierten en quien soy: mi corazón, mi cerebro, mi carne, mi sangre. Yo estaba acostado, bocarriba, con los ojos abiertos, mirando a través del domo de plástico de la incubadora el cielo blanco que era el techo. A mi alrededor había sonidos apagados: pitidos suaves, voces silenciosas, un ligero zumbido, y aunque no sabía qué eran aquellos sonidos, no me daban miedo. Eran los sonidos de mi mundo, tan normales como el sonido de mi propia respiración entrecortada. Todo cambió repentinamente. El cielo blanco se oscureció y de la nada aparecieron tres cosas desconocidas que me miraban desde arriba. No sabía lo que eran; se movían, eran amenazadoras, eran cosas que emitían sonidos incoherentes: ué eo… oe eé… too eo ble… e ie ué too… Eran monstruos. Uno de ellos se movió y se acercó a mí por encima del domo de la incubadora, se hacía más y más grande cada vez… y fue entonces que el miedo hizo erupción en mi interior. Era incontrolable, sobrecogedor, absoluto. Terror puro. Eso era. Las tres cosas desconocidas de aquel día eran mi mamá, su hermana mayor: Shirley, y el doctor Gibson, y lo gracioso (o peculiar) es que, si bien ellos fueron los primeros en asustarme de muerte, desde entonces se han convertido en las tres únicas personas a las que no les tengo miedo. Para mí son las únicas personas reales en el mundo entero.
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Todos los demás son mincos. Todos mis días y todas mis noches Son las tres con veintiún minutos y estoy de vuelta en el pasillo haciendo unos ajustes finales a mis botas de lluvia. En realidad, son las botas del Doc. Una vez las dejó en mi casa, no sé por qué, y están aquí desde entonces. Me quedan demasiado grandes y por eso relleno las puntas con bolas de periódico. Yo tenía mi propio par de botas de lluvia, pero hace mucho que no me las pongo, hace muchos años que no las necesito, y no tengo idea de dónde están. De hecho, es posible que mi mamá se haya deshecho de ellas hace mucho. Incluso si no lo hizo y yo supiera dónde están, ya me quedarían al menos dos tallas más chicas. No me siento cómodo con las botas de lluvia del Doc, pero son las únicas que pude encontrar, así que no tengo otra opción. Los guantes y el abrigo que llevo puestos tampoco son míos, son de mi madre. Como en el caso de las botas, yo tenía mi propio abrigo y todo, pero cuando uno sale tan poco de la casa como yo, y yo casi no salgo de mi habitación, ya no digamos de la casa, no tiene mucho caso tener ropa abrigadora. Además, si la necesito puedo usar la de mi mamá. Sólo es un poco más grande que yo, así que no me queda mal. Aunque, dicho eso… ¿Qué estamos haciendo?, pregunta Ellamay. —Estos guantes están un poco grandes. Voy a intentar rellenarlos con un poco de periódico. No me tardo. Ya basta, Elliot. —¿Qué? Tenemos que irnos. Sólo lo estás posponiendo. —No es así… Sí, es así. Y lo sabes. Por supuesto, tiene razón. Intento convencerme de que estoy listo para hacer esto, de que lo tengo bajo control… pero lo cierto es que ahora mismo estoy tan asustado como hace veintiún minutos. Lo único que quiero es volver al santuario que es mi habitación y quedarme ahí para siempre. Es el único lugar donde me siento seguro, el único sitio donde quiero estar. Mi habitación. Mi todo. Mi mundo. El campo puede ser un lugar temible cuando cae la oscuridad. Antes de contar con mi propia habitación especialmente modificada para ser a prueba de miedos, con frecuencia me quedaba despierto esperando que comenzaran los sonidos del horror. El lacerante ulular de un búho, el grito de algún zorro (como el de alguien que padece un dolor terrible), los lastimosos chillidos de los conejos agonizantes… y los ruidos de los mincos, disparos de los cazadores nocturnos, el devastador rugido de algún auto o motocicleta a toda velocidad, mincos borrachos que pasaban frente a la casa gritando y riendo. Y encima de todo, el constante sonido de las maniobras militares en los páramos, el distante ra-ta-ta-ta de las armas, el retumbar de los tanques, los gritos de guerra de los soldados, el zumbido de las bengalas lanzadas al cielo… Incluso cuando la noche está en silencio, es un silencio de oscuridad y pavor, un silencio que siempre está esperando el siguiente grito infame. Pero yo ya no oigo nada por las noches.
Mi habitación a prueba de miedo es cien por ciento a prueba de sonido. No sé exactamente cómo funciona, pero básicamente se trata de que las paredes y el techo están compuestos por varias capas de distintos materiales que absorben o reflejan el sonido, y la única ventana tiene un vidrio cuádruple. La ventana da al campo en la parte trasera de la casa, pero casi nunca lo veo porque hay una cortina que ofrece oscuridad total y no me permite ver afuera. Puedo abrir la cortina si quiero, y ocasionalmente me armo de valor y me asomo un momento, pero la mayor parte del tiempo la cortina está cerrada protegiéndome del mundo exterior. Toda la habitación está pintada de blanco. Elegí el blanco porque para mí es el color que más se parece a nada. Es el color que menos miedo me da, el color que no llena mi cabeza o mi corazón con nada. Puedo acostarme en la cama y observar el techo, en ocasiones durante horas, y no tengo que preocuparme por que el cielo de blancura vaya a invadir mis pensamientos o sentimientos. Me deja estar en paz… Nos deja estar en paz. A mí y a Ellamay. La soledad nos favorece. Mi habitación contiene todo lo que necesito. Tengo mi propio baño, regadera, lavabo, escusado… pero no tengo tina. Las tinas me dan miedo. Uno puede ahogarse en una tina. Tengo una tetera y tazas y cosas así, de modo que puedo prepararme una bebida caliente cuando quiero (sólo té o chocolate caliente: el café me pone nervioso y me hace temblar como una hoja). Tengo un pequeño refrigerador (bebidas frías, leche, yogurt, mantequilla), una cocineta con platos y cubiertos y una panera, así que puedo prepararme un sándwich o algo así cuando me dé la gana. Tengo una cama, por supuesto, y mis propios muebles: sofá, sillón, escritorio. Tengo una laptop, una pantalla plana de 24 pulgadas, una línea de teléfono y un celular. La línea fija está modificada de manera que sólo entren llamadas de mi madre (y en lugar de sonar, se enciende una luz verde que parpadea cuando llama), y el celular es sólo para emergencias. Aquí tengo toda la ropa que necesito, que no es mucha, y también tengo todas las cosas de la escuela: plumas, libretas, libros de texto (mi madre hizo su mejor esfuerzo por inscribirme en la escuela local, pero tras dos intentos desastrosos, mismos que me traumatizaron durante semanas aceptó que la educación formal no era una opción viable para mí y desde entonces ella misma me da clases en la casa). Lo más importante de todo es que aquí tengo también todos los libros que no son de la escuela, los libros que me gusta leer. Dos de las paredes de la habitación están completamente cubiertas con repisas y las repisas están retacadas con miles de libros. No sé exactamente cuántos libros tengo, pero la última vez que los conté, hace poco más de un año, eran un total de 1 762. Y eso es todo. Ése es mi mundo. Mi santuario. Todos mis días y todas mis noches. Una cosa de helado silencio El otro yo es ahora algo distinto. Algo más. Una cosa de helado silencio, de corazón muerto… no soy yo.
Yo sigo arriba mirando hacia abajo… observando esa cosa que ya no es exactamente yo… mirando mientras deja caer la piedra ensangrentada y recoge el rifle del montañés sin mirar siquiera al monstruo que está tirado en la nieve junto a él, sin importarle si está vivo o muerto. El otro yo sencillamente se pone de pie con el rifle en la cintura y voltea hacia el compinche/hermano. La linterna del rifle sigue encendida y cuando el otro yo apunta hacia el compinche/hermano, la blanca luz ilumina su cara cubierta de miedo. Sin quitar la mirada del otro yo, tras un instante da un paso atrás, tropieza con algo y levanta las manos. Está congelado de miedo y no se da cuenta de que aún tiene el ciervo muerto en la mano y el animal cuelga y se balancea sin vida entre el viento blanco y negro. —Bájalo —le dice el otro yo al compinche/hermano. —¿Qué? —El ciervo… déjalo en el suelo y hazlo con cuidado. Si lo dejas caer, disparo. El compinche/hermano no entiende: “Está muerto… no es nada… ¿qué más da si lo dejo caer?” Pero cuando un chico enloquecido con un rifle te dice que hagas algo, no se hacen preguntas, ¿verdad? Simplemente se siguen sus órdenes. De modo que el compinche/hermano se agacha lentamente asiendo al ciervo por los cuernos, y lo coloca con cuidado sobre el suelo. —Ahora date la vuelta —dice el otro yo una vez que el compinche/ hermano se incorpora de nuevo. —¿Qué? ¿Por qué…? ¿Qué vas a hacer…? —Hazlo. El otro yo eleva el rifle y lo coloca sobre el hombro apuntando directamente a la cabeza del compinche/ hermano. El compinche/hermano puede ver la sangre fría de la verdad en los ojos del otro yo: le disparará si no se da la vuelta, y sabe que no tiene alternativa. Ahora tiene la boca seca, tiene la garganta tan cerrada que casi no puede respirar y, mientras se da la vuelta torpemente, casi puede sentir el impacto seco de una bala que lo golpea en la espalda… lo siente físicamente… está ahí, ahí mismo, entre el hombro y el omóplato… y se imagina caer al suelo cuando sus piernas ceden… el cuerpo se desploma… cae muerto sobre la nieve… como un ciervo al que le han disparado. El otro yo espera hasta que el compinche/hermano termina de dar la vuelta y hace una pausa observando fijamente las botas del monstruo-montañés. Son grandes, por lo menos talla nueve o diez, y normalmente le quedarían demasiado grandes, pero su pie derecho está tan inflamado que incluso la talla diez le quedará pequeña. El otro yo echa un último vistazo al compinche/hermano. Lo mira de pie con las manos temblorosas en el aire y los hombros encogidos y rígidos por la tensión, listo para recibir el terrible impacto de la bala, y el otro yo sabe que no tiene que preocuparse más por ese hombre. No intentará seguirnos… ¿A nosotros? ¿A eso? ¿A él? ¿A mí? Ya no lo sé. No sé qué es lo que me pasa. •
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La gran transición Retos y oportunidades del cambio tecnológico exponencial Los efectos negativos del cambio tecnológico se acumulan más rápido que los efectos positivos porque el avance institucional es lineal y los mercados son imperfectos. Presentamos un fragmento de este libro. josé ramón lópez-portillo romano
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esde que Prometeo robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres, ha habido muchas versiones sobre las dichas y desgracias que aguardan a la humanidad por el uso de ese fuego. Se han formulado diversas teorías sobre cómo redimir a la humanidad de esta carga y salvar a Prometeo de su condena. Las tecnologías y las técnicas para su desarrollo y aplicación siempre han tenido esta ambivalencia de salvación y condena, de ventura y adversidad, de progreso y catástrofe, de oportunidad y riesgo. La precipitación de las revoluciones tecnológicas recientes ha provocado una gran alerta en los sectores modernos y muchas interpretaciones sobre su impacto futuro. La interpretación general es que el cambio tecnológico está íntimamente ligado al progreso de la humanidad. Lo que sigue son algunas posiciones que enmarcan conceptualmen-
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te la forma en que diversos estudiosos exploran el cambio tecnológico y sus efectos. Muchos han concebido el progreso o adelanto como un fenómeno racional y evolutivo que reside en la naturaleza de la humanidad y en la mecánica de la historia. Karl Marx y muchos otros racionalistas así lo percibieron. El capitalismo del siglo xx arrebató a Marx la idea de que las “leyes científicas de la historia” definen su programa de desenvolvimiento. Desde tiempos del presidente Truman en los Estados Unidos,1 esas leyes históricas que postulaban la inevitabilidad del comunismo y la dictadura del proletariado se transfirieron a los técnicos y
al capital. Se abrió la época del desarrollo. En ella, los países atrasados pudieron seguir un camino racional y predecible, una matriz de cambio cognoscible que los llevó de un estado de atraso a otro de adelanto y bienestar. El progreso ha sido la concepción moderna del destino. Justifica la desigualdad y el sacrificio como condición para avanzar. El hombre moderno está definido por el trabajo para el progreso, por su voluntad de progresar. Tal es su verdadero fundamento social, espiritual e intelectual, y su brújula hacia la felicidad. Bajo el progreso, los hombres se desvinculan de su comunidad y se preocupan solo por ellos mismos. Sin embargo, como argumentan estudiosos:
1 “Debemos emprender un nuevo y audaz programa para que los beneficios de nuestros avances científicos y progreso industrial estén disponibles para la mejora y el crecimiento de las áreas subdesarrolladas […] lo que consideramos es un programa de desarrollo basado en los conceptos de acuerdos democráticos justos” (Harry S. Truman, Discurso Inaugural, 20 enero 1949).
La práctica de la virtud y la fidelidad a los principios sagrados abarcaban y daban sentido al conocimiento intelectual, que sólo podía enriquecerse con ello. Pero la fe en el progreso es fe en un conocimiento puramente intelectual, matemático y científico ‘liberado’ de toda restricción moral y contexto ético. […]
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El hombre moderno tiene que creer que sus ideas y acciones están enteramente basadas en lo que es racional y no apoyadas por la revelación, o una visión, o por esperanza. La fe en el progreso se ha reducido a la confianza necia de que los predicamentos de la civilización moderna van a resolverse a través del delirio sicótico de abstracciones y creaciones tecnológicas, que han cobrado vida por sí mismas.2
Visto así, el progreso es también una cuestión de fe, una en que hay un camino a desenvolver, a desenrollar, dando los pasos requeridos hacia el bienestar y la felicidad. Sin haber terminado de progresar, los países desarrollados ya pasaron por la etapa del atraso y la infelicidad. Aquellos en desarrollo pueden llegar a esos estadios si siguen ciertas pautas de comportamiento económico, político y social según la mecánica del desenvolvimiento económico racional. Esto implica que tienen que adoptar los esquemas de racionalidad económica probados y dictados por las democracias avanzadas. El cambio tecnológico es tan solo un producto inevitable de este avance, del progreso. Tiene su propia dinámica sin que ésta sea fija. Su rumbo puede ser alterado para que sirva a todos, no solo a unos cuantos, para que reduzca y evite riesgos, para que sea sostenible. Hace más de 80 años, Oswald Spengler atinadamente argumentó que la industrialización conduciría a serios problemas ambientales y a la pérdida de la biodiversidad. Señaló que la mano de obra de los países en desarrollo superaría cada vez más a la de los ricos con salarios más bajos. Eventualmente, las manufacturas se trasladarían a países de Asia y Sudamérica. Según él, la tecnología permitiría al hombre aprovechar las fuerzas de la naturaleza pero a costa de su enajenación. El hombre se convertiría en esclavo de la técnica. Para Spengler, el progreso tecnológico (producto de la técnica)3 no puede ser detenido. En su primera etapa de pensamiento sobre estos temas, concluyó que la civilización tecnológica estaba condenada a la destrucción del sistema que la originó, el capitalismo. Sus ecos reverberan hoy, igual entre neomarxistas que entre liberales, que ven aproximarse la era postcapitalista. Para Spengler, el capitalismo será sustituido por una “tercera vía” entre la democracia liberal y el comunismo.4 En su segunda etapa, su antropología filosófica reconcilia la tecnología con la naturaleza humana, en cuanto que es la expresión más alta de las capacidades humanas cognitivas y creativas. Es la etapa final de la evolución cultural humana.5 Por su parte, Jacques Ellul advirtió hace más de 50 años sobre los acosos de la sociedad tecnológica. Para él, esa sociedad está constituida por “la totalidad de los métodos racionalmente alcanzados y con una eficiencia absoluta (para una determinada etapa de desarrollo) en todos los campos de la actividad humana”.6 El progreso técnico está empotrado en el sistema económico liberal. La razón y la ciencia están detrás del desarrollo de la técnica, que a su vez interactúa con la organización social y condiciona la totalidad del sistema económico. El intervalo entre descubrimiento científico y aplicación tecnológica se acorta constantemente, generando siempre expectativas sociales e individuales en demanda de más satisfactores técnicos. El riesgo y la incertidumbre medran en el progreso técnico, que es imparable, y arrastran a la sociedad y al individuo hacia el totalitarismo. “En el conflicto entre la técnica y la economía liberal, la técnica es vencedora y la somete a sus leyes […] La unidad entre la economía y la técnica se restablece, pero el liberalismo es eliminado.” Solo el consumidor se beneficiará del progreso técnico, aunque el individuo quedará disuelto en la masa amorfa. El diálogo cara a cara entre los individuos cede crecientemente ante la comunicación con las máquinas. La educación queda al servicio de engen2 José María Sbert, “Progreso”, en Wolfgang Sachs (comp.), The Development Dictionary: A Guide to Knowledge as Power, Zed Books, Londres, 1992, pp. 199, 201 y 203. 3 La técnica es distinta de la tecnología. Se debe entender como el conjunto de procedimientos para alcanzar un resultado de la manera más efectiva posible, incluida la tecnología, que para Spengler es la máxima expresión de las capacidades cognitivas y creativas de la humanidad. 4 Oswald Spengler, The Decline of the West, Oxford University Press, Oxford, 1991. 5 Man and Technics: A Contribution to a Philosophy of Life, Arktos Media, Oxon, 2015. 6 Jaques Ellul, The Technological Society, Vintage Books, Nueva York, 1964, p. XXV.
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drar más técnicos.7 El enfoque enajenante en la eficiencia somete a la economía y al gobierno a sus dictados. La sociedad termina por obsesionarse con el rendimiento, con la eficiencia y la técnica, independientemente de sus consecuencias buenas o malas sobre la naturaleza y el futuro de la civilización. Inspirados en Stephen Jay Gould y Niles Eldred y su concepto de la evolución y el equilibrio puntuado, algunos teóricos sostienen que la evolución del progreso tecnológico y de su impacto social no es gradual sino que está marcado por saltos, caídas y estancamientos, similares a los provocados por la incertidumbre en los mercados financieros. Phillip Ball8 argumenta que los fenómenos económicos y sociales pueden ser estudiados de manera similar a eventos físicos, donde las partículas de un sistema interactúan entre sí a través de fuerzas de atracción y repulsión. Sugiere evitar la explicación de las decisiones y el comportamiento in-
El diálogo cara a cara entre los individuos cede crecientemente ante la comunicación con las máquinas. La educación queda al servicio de engendrar más técnicos. El enfoque enajenante en la eficiencia somete a la economía y al gobierno a sus dictados.
dividual, y enfocarse en el acumulado de cientos de miles, o millones, de personas que cooperan o se enfrentan. A pesar de la relativa simpleza y el determinismo de las interacciones de las partículas físicas, el comportamiento del sistema es muy complejo. Darle seguimiento preciso es prácticamente imposible. No obstante, sus manifestaciones son recurrentes con una periodicidad y dimensión identificable.9 Un enfoque similar es el de la teoría de la complejidad, que puede aplicarse a la naturaleza intrincada de las interacciones económicas y sociales, y el cambio tecnológico. Sistemas adaptativos y complejos enfrentan situaciones cambiantes internas (tales como el cambio tecnológico) y externas (por ejemplo, las transformaciones de los medios socioeconómicos y políticos). Esto genera tensiones internas en dichos sistemas. La acumulación de esas tensiones conduce naturalmente a situaciones críticas. Cualquier pequeño evento puede desatar un trastorno, o volcamiento, en parte o en la totalidad del sistema. La adaptación subsecuente a un nuevo entorno, con un arreglo interno diferente dentro del sistema, se manifiesta como bifurcaciones, ya sea en una evolución gradual (neodarwinismo10) o en una evolución puntuada, como proponen otros.11
La gran transición Retos y oportunidades del cambio tecnológico exponencial josé ramón lópezportillo romano fce, méxico, 2018
7 Ibidem, pp. 201, 203, 205-210, 248, 333, 348 y 379. 8 Philip Ball, Critical Mass: How One Thing Leads to Another, Arrow Books, Londres, 2005. 9 Por ejemplo, se pueden apilar granos de arena, uno sobre otro, hasta que se forme un montón. Eventualmente, las pendientes de esta pila sufrirán avalanchas. Muchas serán pequeñas, otras más grandes, pero menos frecuentes. No se puede predecir con certidumbre qué tan grande será cada una. Tampoco cuándo ocurrirán. Pero sí se puede saber la probabilidad de su tamaño y de que ocurran en cierto momento. La tensión de la pila, o del sistema, puede medirse. Lo más sorprendente es que la relación entre la dimensión de las avalanchas es perfectamente identificable. Es similar al tamaño de las olas, de los terremotos, de los huracanes, de las crisis financieras, de los embotellamientos de tráfico. 10 La síntesis evolutiva moderna combina la teoría de la evolución de las especies con la teoría genética (las mutaciones, la herencia genética aleatoria y la genética de poblaciones) y con el proceso de la selección natural. Sus principales defensores modernos han sido Ernst Mayr y Richard Dawkins. 11 En relación con el planteamiento de la evolución puntuada, véase: Stephen Jay Gould y Niles Eldredge,
En algunas versiones de la teoría de la complejidad, las decisiones y la conducta de los actores económicos o políticos pueden simplificarse en cada modelo, que es lo que pretenden hacer las teorías económicas. Sin embargo, se distancian de las teorías económicas neoclásicas, las cuales anteponen la idea de las tendencias naturales de los mercados hacia el equilibrio, es decir, de verlos como sistemas de equilibrio. La economía de la complejidad acomoda mejor la información del comportamiento de los mercados, basándose en que éstos son sistemas adaptativos y complejos. Para las teorías de la complejidad, los sistemas de equilibrio son solo un subconjunto de un universo mucho mayor y complicado de posibles dinámicas. La razón probable de que los economistas disientan en sus formulaciones e interpretaciones de la realidad es que las predicciones y las pruebas empíricas que aducen son muy inconsistentes y están empapadas de agendas políticas e ideológicas preexistentes. Los conservadores interpretan las pruebas de manera diferente a los progresistas. Se han elaborado todo tipo de estudios para justificar unas y otras. Unos indican que las predisposiciones se pueden trazar hasta causas genéticas que condicionan la psicología de cada quién. Otros están orientados hacia el individualismo, la suspicacia y el temor. Alternativamente, otros se orientan hacia la compasión, el altruismo y el sacrificio. Cuando los fenómenos de la sociedad en masa se perciben solo como hechos no predecibles en sí, se visualizan sistemas que espontáneamente reaccionan y se adaptan a circunstancias cambiantes. Cuando las tensiones entre los elementos de tales sistemas se extreman y llegan a situaciones críticas, aparecen debacles o catástrofes. Cuando dichas relaciones se distienden, surgen situaciones de estabilidad o de inacción.12 Este comportamiento genérico que se observa en los fenómenos económicos, sociales y políticos produce patrones y distribuciones de la posición de los elementos que los componen, que se asemejan a acontecimientos físicos y que se pueden modelar matemáticamente. Esto es cualitativamente diferente a lo que sugiere la teoría económica neoclásica, que en general defiende la tendencia al equilibrio y a la racionalidad del sistema económico dejado en libertad. Los experimentos en organización política o social compleja producen resultados que se pueden empatar con modelos en experimentos en ciencias naturales. Todo esto es relevante para estudiar el impacto tecnológico sobre las actividades humanas porque sus efectos empujan a las sociedades a situaciones de inestabilidad dinámica que pueden ser cada vez más agudas. Mientras más compleja sea la interacción entre el cambio tecnológico y el progreso social, más frágil será la estabilidad del sistema, y más propenso a saltos, caídas y crisis. El devenir socioeconómico tiende a organizarse cada vez más críticamente. De aquí la fragilidad de la gran transición y el cuidado que debemos poner en navegarla certeramente. Lo más importante de la argumentación de este capítulo es que apuntala una de las hipótesis de este libro: que los efectos negativos del cambio tecnológico exponencial se agolpan cada vez más rápido, mientras que los efectos positivos tienden a ser absorbidos gradualmente, debido a que las instituciones avanzan linealmente y a que los mercados son imperfectos. •
“Punctuated Equilibria: the Tempo and Mode of Evolution Reconsidered”, Paleobiology, 3 (2): 1977, pp. 115-151. Sobre el debate entre neodarwinismo y equilibrio puntuado, véase Kim Sterelny, Dawkins vs. Gould: Survival of the Fittest, Icon Books, Cambridge, 2007. Sobre teoría de la complejidad y evolución, véase Melanie Mitchell, Complexity: A Guided Tour, Oxford University Press, Oxford, 2009 (pp. 84-87). 12 Hay múltiples libros y estudios que abarcan estos temas: Mitchell Waldrop, Complexity: The Emerging Science at the Edge of Order and Chaos, Viking, Londres, 1992, pp. 141-197; John L. Casti, Complexification: Explaining a Paradoxical World Through the Science of Surprise, HarperCollins, Nueva York, 1994; Melanie Mitchell, op. cit.; Gregoire Nicolis e Ilya Prigogine, Exploring Complexity: An Introduction, W. H. Freeman and Company, Nueva York, 1989.
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Imposible isol
Toribio tiene dos años y medio y sus papás lo quieren mucho, pero algunos días cuidarlo se vuelve un reto imposible. No quiere bañarse ni tomar la siesta y, por más avioncitos que intenten aterrizar en su boca, es imposible hacerlo comer. Al final del día sus padres terminan rendidos y sueñan con el día en que Toribio cambie. Una tarde descubren en el periódico el anuncio de una hechicera que promete solucionar cualquier tipo de problema, y deciden pedir una cita. Con un final inesperado y sorprendente, Isol nos va envolviendo en una divertida historia donde chicos y grandes se verán reflejados. El humor, rasgo predominante en sus obras, está presente desde la primera página y las imágenes y los textos se van complementando para retratar las distintas situaciones que se viven al cuidar a un niño pequeño que está lleno de energía y curiosidad. Desde su primer libro, Vida de perros, que publicó en el fce, Isol no deja de asombrarnos con una mirada llena de humor que pone el foco en situaciones cotidianas y, a veces, también imposibles. los especiales de a la orilla del viento 1ª ed., 2018
Corridos, trovas y bolas de la región de Amecameca-Cuautla Colección de don Miguelito Salomón
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¿Me planchas mi elefante, por favor?
Olivia, la espía ian falconer
rafael barajas, el fisgón
Simón, el protagonista de este álbum, es un niño como todos: odia las matemáticas y le aburre aburrirse; en cambio, le encanta jugar con sus amigos y el momento justo en que llega el recreo. Es más tímido que otros, pero también más educado: cualidad que lo mete en grandes problemas, pues siempre que alguien le pide algo “por favor”, sin importar que tan extrañas sean las peticiones, nunca puede decir que no. Cuando en su escuela se dan cuenta de esto, sus problemas se convierten en pesadillas. Todos los niños de todos los salones de la escuela empiezan a pedirle favores: que vaya a clases de matemáticas por ellos, que les lleve las boletas con malas calificaciones a sus papás, que reciba los castigos que les dan los maestros… Incluso los profesores y la gente de la ciudad comienzan a pedirle favores y pronto se encuentra haciendo cosas tan peligrosas como extraordinarias. Pero nada tan peligroso como enfrentarse a Rudolfo y su pandilla. Cuando ese día llega, Simón tendrá que pronunciar la palabra correcta: ¡NO! Éste es el primer libro álbum de Rafael Barajas, El Fisgón, quien construye personajes empáticos y situaciones divertidas para abordar un tema muy común entre los niños —y también entre los adultos—.
guillermo bonfil batalla, teresa rojas rabiela, ricardo pérez montfort
Esta recopilación de 170 piezas, que incluye corridos, bolas, canciones, coplas, duelos, quintillas, octavas, saludos, dedicatorias y esdrújulos, nos remite a tiempos de la Independencia, de Juárez, de Maximiliano, de la Revolución mexicana, por lo que también evoca sentimientos de júbilo, amor, dolor, venganza, etc. La obra es una antología de canciones de fines del siglo xix y principios del xx reunidas a partir de dos fuentes originales que poseía Miguel Salomón, músico y cantante nacido en Amecameca, en 1897. Este corpus excepcional de la lírica popular mexicana, presenta tres notas introductorias de Teresa Rojas, Guillermo Bonfil y Ricardo Pérez Monfort. Con la aparición de esta obra se cristaliza un propósito concebido hace casi cuatro décadas por Guillermo Bonfil Batalla. Este proyecto “se remonta —comenta Teresa Rojas Rabiela— a una experiencia de prácticas escolares que tuvimos en Amecameca, junto con el maestro Bonfil, un grupo de estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, cuando tuvimos la fortuna de conocer a la familia Baños Soriano y a don Miguel Salomón”.
En esta nueva aventura, Olivia pasará por una serie de malentendidos, y todo por escuchar a hurtadillas las conversaciones de otros: una tarde, Olivia escucha a su mamá hablar por teléfono con su tía, al parecer, están comentando su falta de “juicio”, Olivia se molesta y se da a la tarea de investigar qué otras cosas estarán diciendo de ella. Desde ese momento, decide convertirse en una espía que se camufla en todas partes: bajo la lámpara, sobre la alfombra, e incluso logra ocultarse en las pinturas que cuelgan en la sala. Todo va bien hasta que escucha que sus papás planean llevarla a una “institución”. Olivia no sabe qué es eso, entonces su maestro le explica que existen diferentes instituciones, como la biblioteca o la cárcel. Angustiada, Olivia se resigna a que la encerrarán en una prisión por desobediente, ¿en dónde terminará al final del día? Después de cinco años de la última entrega de esta serie, Falconer regresa con esta nueva aventura llena de misterio y el clásico humor que caracteriza al personaje de la cerdita más querida del catálogo del fce. los especiales de a la orilla del viento 1ª ed., 2018
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Viaje de mi hermano Alexei al país de la utopía campesina
De la carrera de la edad I De ida gonzalo celorio
Convivencia y utopía El gobierno indio español de la “ciudad de Mechuacan”, 1521-1580
alexander chayanov
Tras derrocar a los bolcheviques en 1930 y decretar la eliminación de las grandes ciudades en 1934, el avasallante campesinado ruso logra tomar el poder y construir una nueva sociedad a la que Alexei Kremnev, funcionario soviético y viejo socialista de la década de 1920, llega en 1984, haciendo un inexplicable viaje al país de la utopía campesina. A través de esta narración, el autor critica el modelo de industrialización y la desaparición de la pequeña economía rural, sometida al control del poder obrero urbano en la Rusia de su época. Esta obra es una utopía basada en la coexistencia del socialismo y el campesinado. El autor fue economista agrario por el Instituto Agrícola de Moscú y su principal interés de estudio fue la teoría de la unidad económica campesina. Este texto resulta idóneo para contextualizar las dificultades y retos de la construcción del socialismo tras la revolución y las discrepancias ideológicas de algunos sectores de la sociedad rusa. tezontle; serie: -topías 1ª ed., 2018
La ira y el perdón Resentimiento, generosidad, justicia martha nussbaum
Caracterizado por el impulso lírico, la pasión, el azoro, la vocación literaria, la voluntad de estilo, el volumen I, De ida, está integrado por cinco secciones, las cuales están conformadas por cuatro libros y un opúsculo: El viaje sedentario (1994), que se refiere al barrio de Mixcoac de la Ciudad de México donde el autor vivió durante cerca de veinte años; México, ciudad de papel (1996), que fue su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, al que se le ha agregado una docena de ensayos dedicados a la capital del país, entre ellos Tiempo cautivo. La Catedral de México (1980); Los subrayados son míos (1987), que da cuenta de sus lecturas de Reyes, Borges, García Márquez, Monterroso, y El alumno (1996), donde reconoce el magisterio de Edmundo O’Gorman, Luis Rius y Rubén Bonifaz Nuño. El opúsculo, Un río español de sangre roja, publicado en 2004, a 65 años de la llegada de los exiliados republicanos españoles a México. letras mexicanas 1ª ed., 2018
rodrigo martínez baracs
En Michoacán, como en el resto del continente americano, la conquista española trajo una catástrofe terrible que castigó con suma severidad a los nativos, víctimas de la muerte y el sufrimiento, provocados por la guerra, las desconocidas epidemias, el exceso de trabajo, los abusos y la represión religiosa. Sin embargo, muchos españoles reaccionaron frente al horror y trataron de defender a los indios proponiendo varias opciones de organización social que les dieran cierta protección y les permitieran recomponerse. Los frailes, particularmente los franciscanos, buscaron separar a los indios de los codiciosos españoles aislándolos en sus pueblos, bajo la tutela paternal de los mismos frailes. Otros, como Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán, propusieron organizar a los indios en ciudades y pueblos, pero no aislados, sino manteniendo relaciones económicas y sociales justas con los españoles. historia 2ª ed., 2018
Desde la Antigüedad, la ira ha derivado en grandes debates religiosos y filosóficos, así como tensiones representadas en la cultura. Martha Nussbaum analiza las raíces cristianas del perdón y las contrapone a otras propuestas éticas —tales como el arrepentimiento judío, la generosidad incondicional o la empatía predicada por Martin Luther King— en la búsqueda de una apuesta filosófica para trascender el deseo de venganza inherente a la ira. La autora ilustra su argumentación recurriendo a la obra de Esquilo La Orestíada, la cual expone de manera estética el peso que adquiere la razón y la transformación de ciertos sentimientos para alcanzar la justicia. La tesis principal consiste en que la ira siempre implica un deseo de venganza, sentimiento que se debe trascender, en opinión de Nussbaum, quien es una de las filósofas más importantes en la actualidad. Esta obra es resultado de las Conferencias John Locke de Filosofía que la autora dictó en la Universidad de Oxford la primavera de 2014, las cuales son consideradas como uno de los cursos académicos más prestigiosos del mundo. historia 1ª ed., 2018
La teoría del crecimiento Una exposición robert merton solow
La primera edición de esta obra apareció en 1970, cuando la desaceleración de la productividad se extendía por todo el mundo y la teoría del crecimiento parecía estancada. No fue sino hasta 1980 cuando autores como Paul Romer, Robert Lucas, Gene Grossman y Elhanan Helpman reavivaron el debate. Esta nueva edición inicia con el discurso de aceptación del Premio Nobel de Economía de 1987 que precede a los seis capítulos originales, los cuales presentan una visión condensada de lo que Robert Merton Solow llama la vieja teoría exógena del desarrollo. Este libro contiene seis capítulos adicionales en los que el autor actualiza la bibliografía y contrapone su trabajo con lo que llamará la nueva teoría del crecimiento o teoría endógena del crecimiento. Incluye, además, un ensayo titulado “Intermezzo” en el que Solow ahonda en el periodo de inactividad de la teoría del crecimiento (década de 1970 del siglo xx), antes de entrar de lleno en la nueva teoría endógena y contrastarla con su trabajo previo. economía 3ª ed., 2018
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Golden teachers Bernardo Esquinca Relato de viajes al trasmundo por la ingesta de hongos alucinógenos y la suerte del profesor cuya mente es engullida por su propia materia de estudio. La más reciente novela del autor es Inframundo.
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o me sorprendió lo que encontré en casa de Aldo cuando fui a buscarlo tras un año sin noticias suyas. Un sofocante olor a putrefacción vegetal ingresó por mi nariz al abrir la puerta con el juego de llaves que conservaba de la época en que fuimos pareja. Avancé por el pasillo frío y húmedo, preguntándome si habría logrado multiplicar sus cultivos hasta el grado de generar aquel microclima boscoso, pero sabía que me aguardaba algo más: la consecución de una utopía privada, la transformación de un laboratorio casero en un santuario consagrado a la Otredad. Al desembocar en la estancia pude comprobarlo: el piso estaba cubierto de aserrín y estiércol, las paredes tapizadas por enredaderas. Caminé con cautela; la penumbra no me permitía distinguir si en aquella inmensa composta había brotes de los maestros, como él los llamaba, y aunque era poco probable que germinaran en ese lugar de la casa, no deseaba aplastarlos. Sabía dónde encontraría a Aldo pero retrasé el momento, revisando el resto de las habitaciones para comprobar hasta dónde había llegado en su búsqueda de la verdad. Ya no había sillones, ni cuadros, ni libreros; la casa entera transformada en un jardín que buscaba cristalizar su más grande ambición: dejar atrás
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los kits de cultivo que compraba por internet, los pasteles que preparábamos extremando precauciones, y ser autosuficiente con la materia prima de su investigación. Tras contemplar los resultados de su empeño con una mezcla de admiración y miedo, me dirigí por fin al sótano, el lugar ideal para el desarrollo de sus especímenes. ¿Qué me espera allá abajo?, pensé, mientras descendía los escalones, sintiendo cómo el frío y la humedad se intensificaban, haciéndome lamentar el haber elegido un vestido tan corto y primaveral, con el que pensaba alegrar un poco a Aldo y distraerlo de sus manías. Gruta de Montespan, Pirineos franceses, 18 000 a.C. El Hechicero tomó el alimento sagrado y lo masticó en silencio. Sentado junto al fuego, el Aprendiz aguardaba su turno, nervioso. Las llamas proyectaban sombras en las paredes, que parecían moverse de manera amenazante, pero también permitían contemplar la figura que el Hechicero recién había pintado en la roca: un bisonte atravesado por una lanza. Era el objetivo del Aprendiz, su primera presa. Ya había acompañado antes a los cazadores adultos y observado su técnica; la visita al Hechicero era el último paso, el más importante. La pintura resultaba
vital para su tarea, pues mediante ella se le pedía permiso al animal para ser sacrificado; y el alimento sagrado también: su percepción cambiaría, agudizando sus sentidos, volviéndolo un cazador eficiente. Cuando al fin comió, el Aprendiz cerró los ojos. Sabía que primero tenía que saludar al mundo invisible, donde habitaba Ella, la dadora de vida y muerte. Al principio acudieron a su mente imágenes de espirales que brillaban en la oscuridad como estrellas en el cielo. Giraban sobre sí mismas en una danza hipnótica. Pasó largo tiempo contemplándolas, intentando tocarlas. Después, sin previo aviso, Ella llegó. El Aprendiz se estremeció cuando la Diosa Madre apareció frente a él, con su enorme cuerpo, sus gigantescas tetas y sus prominentes nalgas; sin embargo, ésta inclinó la cabeza, dándole su aprobación, tranquilizándolo. Entonces el Aprendiz recobró el valor, abrió los ojos —que ahora podían ver en la oscuridad—, cogió su lanza y abandonó la gruta soltando un grito de excitación que anticipaba la sangre, las entrañas calientes de la bestia palpitando entre sus manos. El Hechicero lo miró alejarse, complacido. Ya volvería. La caverna siempre estaría esperándolo. Si el piso superior de la casa de Aldo parecía un jardín, el sótano era un pequeño bosque. Pude contemplar su creación a la luz mortecina de una lámpara cenital: el suelo estaba cubierto por una densa capa de humus rojizo que delataba su antigüedad; a partir de ella se desparramaba una tupida variedad de especies: musgo, helechos, arbustos, orquídeas, plantas trepadoras. El concentrado olor a materia orgánica resultaba estimulante y sofocante a la vez. Del techo colgaban aspersores, de los que salía una brisa que se activaba a intervalos regulares para dotar al ecosistema de humedad. Aldo lo había logrado. Aquel lugar podía ser la envidia de cualquiera de sus excolegas. O quizá no: en medio de la orgía de vegetación y detritos yacía su cuerpo, cubierto por un manto de micelio que había crecido de manera desproporcionada, envolviéndolo como a un insecto en su capullo. Capullo o telaraña, pues las hifas se habían enredado con particular énfasis en sus manos y pies, sujetándolo en una trampa letal… Agité la cabeza para aclarar mis ideas. Aquella imagen podía ser producto de la escasa luz y la atmósfera asfixiante. Me moví con rapidez entre las plantas sin importar lo que pisara, hasta inclinarme sobre el cuerpo de Aldo. Tenía los ojos abiertos, fijos en una expresión de miedo cerval, como si lo último que hubiera contemplado fuera una revelación insoportable. Acerqué mi mano a su cuello para tomarle el pulso. Entonces comprendí y me puse a llorar. Aldo estaba vivo. La visión lo seguía atormentando. Lo conocí en la Facultad de Biología pero nos relacionamos sentimentalmente años después, cuando ambos trabajábamos en el Departamento de Botánica de la Universidad. Siempre estuvo interesado en la micología y en las culturas antiguas, por lo que encausó sus estudios y posteriormente sus investigaciones hacia el terreno de la etnobotánica. En los tiempos de la Facultad sosteníamos largas conversaciones en la cafetería, donde me compartía sus teorías
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sobre el origen del pensamiento y la autoconciencia. Era ferviente seguidor de Robert Gordon Wasson, Terence McKenna y otros estudiosos de la relación milenaria entre las plantas alucinógenas y los humanos. A mí me divertían su charla apasionada y sus ideas, que en ese entonces me parecían hippies, disparatadas. Al reencontrarlo en el trabajo lo noté cambiado, más serio e introspectivo; sus ojos se mostraban inquietos, como si procesaran algún tipo de información que sólo a él concernía. Su nueva personalidad misteriosa me atrajo y lo invité a salir. No tardé en averiguar que ahora sus investigaciones incluían también la praxis. Así lo dijo, bajando la voz, temeroso de que alguien lo escuchara. Ese fue el primer destello de paranoia que le noté, condición que se fue agudizando con el paso del tiempo. Lo sentí frágil y a la vez más convencido que nunca de sus ideas. Me enamoré sin remedio, dejé mi departamento y me fui a vivir a su casa. —Debes comerlos, Alicia— me dijo a los pocos días, con ese aire de gravedad que imprimía a sus palabras cuando hablaba del tema. —Es la única manera de entender el vínculo que tenemos con ellos, todo lo que nos han dado... Y lo que pueden quitarnos. No me gustaba el toque melodramático —o siniestro, mejor dicho— que solía coronar sus frases cuando hablaba de los maestros. Fue justamente eso lo que me hizo animarme a probarlos. Debía ver por mí misma lo que había del Otro Lado, como Aldo lo llamaba, experimentarlo junto con él para comprobar qué tanto había de cierto en sus teorías. Sin darme cuenta, lo que empezó como un reto terminó convirtiéndose en adicción. La psilocibina cambió para siempre mi percepción del mundo. También dañó de manera irreparable mi relación con Aldo. Altiplano de Tassili-n-Ajjer, Argelia, 8 000 a.C. El Mensajero caminó entre las cúpulas de arenisca hasta que encontró una pared adecuada para realizar su trabajo. El vasto conjunto de formaciones rocosas en el que se había adentrado semejaba un laberinto donde era fácil perderse; sin embargo, confiaba en poder orientarse gracias a las numerosas pinturas que otras manos habían realizado tiempo atrás. Dispuso sus materiales en el suelo, se sentó junto a ellos y cerró los ojos. Antes de plasmar el primer trazo quería evocar con precisión el encuentro que sostuvo el día anterior, cuando comió el alimento sagrado. Recordó que vio el verdadero rostro del Hechicero y que éste tenía forma de abeja. Quizá lo dibujaría en otra ocasión. Lo más importante era lo que vino después. Los Dioses Cabeza Redonda que flotaban sobre él con la ligereza de una pluma a pesar de tener cuerpos enormes, no le habían hablado, sólo se quedaron suspendidos en el aire, por lo que dedujo que ellos mismos eran el mensaje. Quienes miraran la pintura que se disponía a realizar tendrían que comprenderlo, aunque transcurrieran muchos ciclos lunares. Existen, existen, existen… Nadie sabe a ciencia cierta de dónde provienen los hongos. No forman parte del reino animal ni del vegetal; tienen el suyo propio: fungi.
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Se reproducen mediante esporas, “semillas” microscópicas que pueden viajar cientos de kilómetros en el aire o en el agua, soportando las condiciones más adversas. Esto les ha permitido multiplicarse con eficiencia y colonizar nuevos territorios. Además, pueden desarrollarse en el bosque o en la ciudad, sobre cualquier superficie: árbol, animal o humano. Hay aproximadamente 80 mil especies en todo el mundo. En la Facultad, Aldo les llamaba invasores; después, cuando comenzó a ingerir las variedades enteógenas, cambió el mote a maestros. Sin duda, son ambas cosas, lo cual los convierte en organismos tan peculiares como inquietantes. Aldo afirmaba —combinando las teorías de distintos expertos— que la relación entre los homínidos y los hongos alucinógenos había despertado la autoconciencia en nuestros ancestros, propiciando un salto evolutivo donde el lenguaje y el pensamiento místico emergieron. Había suficiente evidencia sobre esta simbiosis, tanto en las cavernas que habitaron como en el arte que produjeron. Muchas culturas aborígenes en diversas partes del mundo, puntualizaba Aldo, aún practicaban este culto ancestral a los hongos mágicos, a los que siempre se había considerado como Dioses. —Nuestros antepasados vivían en armonía con la naturaleza— me explicaba Aldo en la Facultad, mientras bebía café de manera compulsiva. Se consideraban parte integral del mundo que los rodeaba. No hacían la guerra ni saqueaban. Tomaban respetuosamente lo que necesitaban del entorno. Los hongos alucinógenos les ayudaban a conectarse con una sacralidad hoy perdida por completo… Sé que es cierto porque lo experimenté. Aldo fue mi guía. Sin embargo, ahora que estoy en el sótano de su casa, buscando la manera de traerlo de regreso de su viaje, debo decir —porque también lo viví— que además existe un lado oscuro del hongo, un abismo al que uno no debe asomarse jamás. Las esporas llegaban por correo, dentro de jeringas. Existían distintas cepas, un auténtico menú de posibilidades alucinógenas que se ofertaba por internet: mexicana, tailandesa, colombiana, brasileña, hawaiana… Había que inocularlas en pasteles que preparábamos con arroz, mijo, alpiste y agua en moldes de aluminio. La tarea de cultivarlos resultaba engorrosa pues debíamos ser muy cuidadosos durante el proceso, empezando por la esterilización, y luego controlando continuamente la luz, la humedad, la ventilación. Primero brotaba el micelio, después los hongos, que crecían día con día hasta que se formaba un simpático bosquecillo sobre el pastel. Entonces los extraíamos uno por uno con delicadeza, y los poníamos a secar. Había tres posibilidades para ingerirlos: masticarlos, pulverizarlos y meterlos en cápsulas o hervirlos en té de limón. El lugar favorito para hacerlo era la sala; nos acostábamos en los sillones con la completa disposición de dejarnos llevar. El viaje tenía tres fases definidas: el Ascenso, que era el primer golpe de la psilocibina; una etapa frenética, de imágenes caóticas, que Aldo definía también como “el Peaje”, el costo que pagábamos por entrar al Otro Lado. Después venía la Meseta, donde la mente se aclaraba, aparecían las imágenes más nítidas y panorámicas, generalmente placenteras. Al final, el Descenso o Salida; a veces
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ocurría poco a poco y otras de golpe. Aquello dependía de la conexión que uno lograra con la totalidad de las visiones, pero también con el humor del maestro. Sé que muchas de las explicaciones y términos que doy no son del todo claras, pero lo cierto es que no hay manera de describir de manera objetiva una experiencia de naturaleza profundamente subjetiva. Como afirmaba Aldo a todo aquel que quisiera escucharlo, la experiencia debe vivirse en carne propia… Si es que a alguien le quedan ganas tras conocer el resto de mi relato. Tengo en mis manos las últimas anotaciones que Aldo dejó en una libreta; la encontré al apartar el micelio que cubría su cuerpo. La aferraba contra su pecho, como si se tratara del último cable que lo conectaba con este mundo. Isla de Creta, 1 150 a.C. El Sacerdote tomó el tarro de miel que utilizaba para conservar hongos. Llevaba varias noches teniendo sueños extraños, plagados de señales ominosas, y deseaba respuestas. Comió cuatro brotes, mientras observaba el mar desde la terraza del templo. El sol descendía hacia el horizonte, no tardaría en oscurecer. Recordó la ocasión en que vislumbró al Toro de enormes cuernos navegando sobre una barca, y cómo éste se acercó hasta la orilla para hablarle. Se preguntó si también ahora acudiría a su llamado o si sería otra manifestación. Las olas del mar se fueron transformando lentamente en meandros, como los que los artistas del templo pintaban en vasijas; luego adquirieron la solidez de la piedra y, en algún momento, el Sacerdote se vio en el interior de un imponente laberinto. Escuchó un siseo, luego el sonido de un cuerpo arrastrándose sobre el piso. Esperó. Pudo sentir cómo afuera, en los campos de la isla, los granos de trigo crecían, maduraban y morían. Continuó esperando; la paciencia tenía recompensa. Finalmente, la Serpiente dio vuelta en una esquina del laberinto y se mostró ante él. Era dorada: en lugar de escamas tenía cientos de abejas que refulgían con luz propia. El siseo se transformó en zumbido. El Sacerdote lo interpretó como la señal para iniciar la conversación. —He visto carruajes y hombres armados, dijo—. ¿Debemos preocuparnos? —No debes preocuparte por lo que no tiene remedio— respondió la Serpiente. —Un ciclo termina y empieza otro— agregó el Sacerdote con resignación. —Cada ciclo es apenas un parpadeo en el curso del tiempo. El bronce dará paso al hierro. La Serpiente se elevó, impulsada por las alas de las abejas. Un reptil enjoyado, espléndido. —Aguarda— pidió el Sacerdote. ¿Te volveremos a ver aunque seamos destruidos? La criatura alzó la cola y la metió en su boca, formando un círculo perfecto. El Sacerdote sonrió. Cuando despertó, una hilera de antorchas iluminaba la playa. En su mente aún resonaba el eco de la última frase de la Serpiente: —Jamás nos iremos. Vivimos dentro de ustedes. Nuestras cepas favoritas eran la camboyana y la amazónica. Pasamos incontables horas perdidos en sus reinos. Los nombro así porque a eso accedíamos: a vastos territorios con
características propias. El del hongo camboyano tenía un color verde intenso y la forma de un panal. Mientras lo explorábamos prevalecían una sensación de benevolencia y una certeza: todo lo vivo estaba conectado, era parte de un mismo organismo. Las cosas que allí veíamos y tocábamos vibraban. Por momentos daban la sensación de no ser sólidas, de que podían escurrirse entre los dedos. El hongo también nos permitía salir suavemente de la experiencia; cuando Aldo y yo volvíamos a distinguir los cuadros y los libreros de la sala, los percibíamos entre los rombos del panal, como si aún nos cobijara, juntando los dos mundos en un mismo umbral. El reino amazónico se nos presentaba similar a una selva en la que siempre llovía. Allí nunca caminábamos: flotábamos. Sin embargo, no lo hacíamos a nuestro libre albedrío; éramos conducidos por una mano invisible hacia ciertas cosas que debíamos ver. De manera evidente, el maestro se comportaba igual que un guía que impartiera una lección. Recuerdo una en particular. Me encontraba contemplando una crisálida que colgaba de la rama de un árbol. Su belleza resultaba hechizante, pues tenía un color plateado, mercurial. En ese momento recordé un breve cuento leído en la adolescencia: “Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces qué?” Decidí realizar un experimento: arranqué la crisálida y la guardé en mi puño. De inmediato fui arrojada fuera de la experiencia. Una salida tan abrupta, que incluso me caí del sillón. Abrí la palma de mi mano con urgencia. Estaba vacía. Durante meses, las vivencias con los hongos alucinógenos nos trajeron felicidad; ya fueran un “paseo” o un “regaño” –como las dividíamos– nos unieron en la indagación de un mundo alternativo, al que pocas personas tenían acceso. Y así fue hasta que descubrimos la existencia de los Golden Teachers. A diferencia de las variedades de hongos que habíamos probado, nadie sabía de dónde provenía esta cepa. Una especie robusta y carnosa, de sombrero alargado, atractiva a la vista. A pesar del manejo que ya teníamos de los enteógenos, nada nos había preparado para los Golden Teachers. La vivencia terminó por dividirnos, pues yo no quise volver a probar ningún hongo, mientras que Aldo se obsesionó aún más. Con el tiempo, mi mente ha ido bloqueando la mayor parte de las imágenes de aquel viaje, pero conservo algunas muy claras que me han ayudado a mantener la abstinencia. Recuerdo pantanos. Un sonido gutural de fondo, persistente, agotador. Patrones ubicuos de serpientes. Una casa en ruinas en la cima de una colina y su habitante; de hecho, el único habitante de ese reino cuya condición parecía ser la ausencia de vida. Lo vimos a la distancia, pues temíamos acercarnos; además, un río de excremento rodeaba la colina. El habitante era un ser hecho de chatarra. Dentro de la casa poseía el tamaño de un adulto; al salir, su volumen se triplicaba. La escoria y los desechos que cubrían su cuerpo parecían orgánicos: sus múltiples partes se destruían y regeneraban constantemente, como si se alimentara de sí mismo. Un reciclaje perfecto, maligno. En algún momento se nos quedó mirando. Tuvimos la impresión de que nos llamaba, que nos invitaba a pasar
a su morada. Quisimos retroceder, pero a nuestras espaldas se abrió un abismo. Al mismo tiempo, la colina comenzó a aproximarse. La puerta de la casa se abrió; en cuestión de segundos nos sería revelado su interior. No había tiempo que perder. Tomé a Aldo de la mano, giré y lo obligué a brincar junto conmigo al vacío. El viaje terminó de manera repentina. Entonces vimos la locura reflejada en nuestros ojos. Nos pusimos a reír histéricamente; fue puro instinto, pero funcionó como antídoto. La crisis pasó, nos creí a salvo. Me equivocaba: las fijaciones de Aldo se convirtieron en una sola. —Debo hablar con él— insistía con serenidad escalofriante. Debo preguntarle. —¿Preguntarle qué?— lo cuestionaba, molesta. —Quiénes son, por qué están aquí. Por qué han estado con la humanidad desde el principio. Aldo continuó experimentando solo. Soporté las primeras semanas, pero su mente se deterioró con rapidez. Se volvió huraño, críptico, detestable. Cuando comenzó a preparar la composta masiva que terminaría inundando la casa, tomé mis cosas y me marché sin mirar atrás. Aldo registró en la libreta sus experiencias con los Golden Teachers. Visitó en varias ocasiones el reino pantanoso, cruzó el río de mierda e incluso habló con el ser de chatarra. Sus anotaciones dejan claro que, para su último viaje —en el que aún se encuentra perdido— tenía como misión entrar a la casa de la colina. Los viajes anteriores fueron tan sólo una “preparación” para ese momento “culminante”. Allí es donde su mente está cautiva, y de allí es donde debo liberarla. Antes de que me coma algunos de los hongos que crecen en el suelo del sótano, dejaré constancia de los pasajes de la libreta que más llamaron mi atención. No sé si logre traer a Aldo de regreso, y mucho menos si yo misma conseguiré volver. Que estas frases queden entonces como un testimonio, una advertencia, un epitafio tal vez… Con una caligrafía cada vez más temblorosa, apunta: “El pensamiento no es humano”. También: “He sido cazadorrecolector en el Paleolítico, pintor en los laberintos de Tassili-n-Ajjer, sacerdote en los templos de la Creta minoica”. Más adelante: “Nos hemos equivocado. Los hongos no son dioses. Ellos sólo nos inocularon. El auténtico Dios es el Pensamiento que nos gobierna con tiranía desde el interior de nuestra propia mente”. La última anotación, apenas legible, reafirmó mi decisión de ir a buscarlo. “Es terrible caer en las manos del Dios vivo.” Estoy frente a la puerta de la casa en ruinas. Todo lo demás que constituía este reino pantanoso ha desaparecido, incluida la casa. Sólo quedan la colina y la puerta, que se alza ante mí como un monolito. Me parece que fue hace milenios que crucé el río de excrementos, y que interrogué a la criatura de chatarra. Si me dio alguna respuesta o me dijo algo importante, lo he olvidado... Empujo la puerta con la mano; está helada igual que un bloque de hielo. Dentro veo paredes de roca, el trazo de un bisonte que agoniza. •
l a g aceta
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PENSAR LA DEMOCRACIA
Pensar nuestra democracia es un ejercicio necesario para construir como ciudadanos el país que queremos. El FCE tiene una vasta oferta de libros, entre novedades y títulos del catálogo histórico, que de manera interdisciplinaria son herramientas para el diálogo. De la lista que ofrecemos, elige un título, reséñalo en 280 caracteres desde Twitter —incluidos foto del libro y HT #PensarLaDemocracia—, gana otros libros de este tema y más premios. Condiciones: • Ser seguidor del @FCEMexico en Twitter, radicar en la República Mexicana y ser mayor de 18 años. • Tuitear una o varias microrreseñas (una distinta por libro, máximo 3) de cualquiera de los títulos que se muestran en la selección, a partir de la fecha en que se publica esta convocatoria, con la etiqueta #PensarLaDemocracia (incluir foto del libro). El cierre de participación es el lunes 7 de mayo a las 23:59 horas. Premios: • Charla entre los 10 ganadores y el ministro José Ramón Cossío. • Paquete de libros de la selección sobre democracia. • Invitación a presentar un libro reseñado en la Ciudad de México. • Publicación digital desde www.fondodeculturaeconomica.com y en La Gaceta del FCE. • Aparición del texto y datos del autor en carteles exhibidos en las #LibreríasFCE de la República Mexicana. Los ganadores serán seleccionados por un jurado interdisciplinario determinado por el FCE. BUSCAMOS A 10 GANADORES, TÚ PUEDES SER UNO DE ELLOS ¡PARTICIPA!
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