A vestir al niño

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Ganador del Reconocimiento al Mérito Estatal de Investigación 2014 en la Subcategoría de Divulgación y Vinculación

La herencia arqueológica morelense

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l concepto de Patrimonio Cultural que más o menos se maneja a nivel académico y también instrumentalmente en políticas públicas desde 1972 a nivel mundial, es el incluido en la Convención de la UNESCO donde se integran monumentos, conjuntos y lugares incluyendo los arqueológicos, con valor universal “excepcional”. También se considera al patrimonio natural, definido en torno a espacios también con valor “excepcional” (UNESCO 1972). Años después en 2003, a esta idea inicial se le agregaron, en consideración a los fenómenos sociales ancestrales y modernos que quedaban fuera de esa definición, al orden “intangible” de las prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y destrezas sociales (UNESCO 2003). La palabra patrimonio, de común uso para referirse al orden cultural, nos hace olvidar por un momento que el orden semántico del cual proviene históricamente. Esta palabra como signo lingüístico tiene nociones simbólicas atravesadas por el poder tanto económico, como político del mundo donde surgió, como cualquier otro signo de este tipo. Se trata del signo con mayor aceptación en el mundo de lenguas neolatinas. En México se suela hablar más de patrimonio que de otras palabras como herencia o legado. Prácticamente todas sociedades han realizado y realizan procesos de reflexión y acciones sobre lo que las generaciones que les han precedido dejan a su disposición digamos, de manera reiterativa al reemplazo generacional, y lingüísticamente reciben signos que no necesariamente se acercan a lo que la palabra patrimonium significaba en el pasado romano, o a lo que en la actualidad consideramos institucionalmente como patrimonio cultural. La palabra patrimonio deriva del latín patrimonium, donde pater indica padre,

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Arqlgo. Raúl Francisco González Quezada

y monio significa recibido o relativo. Es decir, lo relativo o recibido del padre. El patrimonio era en ese tiempo, una conceptualización vinculada con la praxis social de la época de la República Romana, al menos desde unos cuantos siglos antes de nuestra era en el entorno mediterráneo. El concepto era parte de la ley romana y refería en su margen esencial, a la herencia del padre hacia sus hijos, aunque incluso sus hijos eran considerados parte de ese patrimonio. En su versión más amplia se utilizaba para la posesión del propio emperador conocida como Patrimonium Caesaris (principis) (Berger 1953:622). Sobre la implicación múltiple que pudo tener este concepto entre los romanos y sus sistema jurídico existen autores que consideran al patrimonio como potestas (capacidad de decisión jurídica), como unidad de bienes de una persona, como conjunto de intereses o cómo derecho (Hanisch 1981:24). Lingüísticamente el carácter enunciativo (locutivo) del patrimonium romano deriva de un orden jurídico, e implícitamente, su intención (perlocución) y efectos al utilizarlo (ilocución) contiene la pretensión de establecer propiedad, y esto es relevante. En inglés se utiliza la palabra heritage que bien puede ser literalmente traducido al español como patrimonio, pero también como heredad, es decir, el contenido de una herencia. La palabra herencia también proviene del latín haerentia, que significa en sentido amplio “cosas vinculadas” o “adheridas” (Rodríguez 2005:74, 94). De alguna manera, de ello derivan las palabras coherencia, inherente, entre otras, que indican cuestiones relacionadas, adheridas, pegadas. Como podemos ver, la palabra herencia no implica de manera implícita el carácter de posesión o propiedad que es importante para lo que queremos destacar en este texto según veremos más adelante. La versión en español en México al menos, aunque no menos en otros países, coincide parcial, pero reiteradamente con una perspectiva ampliamente cargada de connotaciones legales, de una perspectiva de propiedad, y además, de una noción de dominio masculino, quizá no lejos que la idea misma de patria. Mantenemos la versión de que el llamado patrimonio, tiene por más extendido que se encuentre, una designación con carga valorativa que no ayuda a integrar un concepto con mayor precisión ontológica. El patrimonio implica sígnicamente nociones de machismo y de manera casi ineludible, añade una clara nota de propiedad con voluntad de grupo e individual. Recuerdo en este momento a una compañera académica que agregó a mi disertación en una conferencia cuando hablaba sobre el patrimonio arqueológico morelense, que no deberíamos llamarlo patrimonio arqueológico, que sería más acertado llamarlo matrimonio porque la cultura la carga y entrega generacionalmente la mujer a través de la educación en casa. Incluso en este sentido creo yo, que podríamos llevar más allá el asunto y podríamos llegar hasta el fratrimonio, como aquello que es recibido por el orden fraterno de la comunidad, pero vayamos más lento en esto. Si entendemos a la propiedad como la capacidad de uso y de determinación sobre algo o alguien, y a la posesión solamente como el uso pero sin la capacidad de determinación, es importante saber qué sucede con este asunto del llamado patrimonio. Existen distinciones entre propiedad o posesión, y además en ambos casos existen tipos distintos de ejecuciones dependientes del orden individual o del colectivo. Así, existe propiedad privada o colectiva, como también existe posesión privada o colectiva. Se podría incluso distinguir en la propiedad privada cuando se tiene acceso en la individualidad absoluta, o cuando son un grupo de personas que la detentas y bien lo podemos distinguir como una propiedad distinta, pero privada al fin. El caso del llamado patrimonio arqueológico en el caso de México, jurídicamente según la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972 y vigente con reformas de 1986, se indica en su artículo 27 que “Son propiedad de la Nación, inalienables e imprescriptibles, los monumentos arqueológicos muebles e inmuebles”, tanto los inmuebles, los muebles, restos humanos, de flora y fauna (DOF 1986:5). Así pues, en las leyes, el patrimonio arqueológico en México es propiedad, y es colectiva porque es de la Nación, que

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661 según la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos somos todos, se dice que la Nación es única e indivisible, con claras representaciones políticas republicanas, elegidas con pretensión democrática. Así, todos somos propietarios colectivos del patrimonio arqueológico. Esto tiene un claro vínculo con la idea del patrimonium romano, con la idea de la propiedad como condición inalienable e imprescriptible, es decir, determinación sobre lo arqueológico. Esto tiene lógica mundial en el entorno capitalista de la conformación de los estados-nacionales, con privilegios sobre su territorio y sus contenidos, así como su orden de soberanía. El asunto es que la propiedad colectiva que enarbola la ley mexicana, pende de que el orden democrático republicano resulte efectivo, que sea equitativo, incluyente, simétrico, éticamente corresponsable, que se mande obedeciendo, etc. ya que si éste es sistema resulta deficitario, pues también lo será la propiedad colectiva sobre lo arqueológico. Acá dejo al lector que saque sus propias conclusiones en un México como el nuestro y en sus muchos niveles de representación política, desde el ejecutivo hasta las municipalidades y ayudantías, incluso hasta los usos y costumbres de dirección política que tienen muchos municipios mexicanos. Sin embargo, ésta es otra vena de reflexión, centrémonos sobre una propuesta distinta a la de patrimonio para referirnos a lo arqueológico, y hablemos sólo de esto porque en realidad el llamado patrimonio, como ya lo vimos, es mucho más complejo que lo meramente arqueológico y yo por lo pronto solamente de esto puedo hablar con mayor amplitud. La cuestión del “patrimonio cultural” así llamado, enmascara un proceso mayor, de fondo, se trataría de lo que hemos denominado como lo heredado. Lo heredado incluye en sentido amplio (lato sensu) al conjunto de efectos sociales tanto de formas culturales como de contenidos sociales que son legadas generacionalmente, es el total de efectos tanto de organización para la producción, para la reproducción y el sistema de valores. Esto que heredamos es la totalidad de lo que recibimos, a lo que estamos adheridos, pegados, lo que nos es inherente como sociedad. Lo heredado existe como realidad, tanto material tangible como suele llamarse, como lo llamado intangible, que también es material, dicho sea de paso. Las prácticas sociales y todo el sistema de valores, se sustentan en ideas que no son éter, sino un proceso real complejo que sucede sinápticamente en nuestro cerebro, uno que está como todos los demás, siempre en comunidad, por decirlo de alguna forma, con muchos más cerebros en obligada comunidad. Este es un concepto materialista y realista de lo heredado, impide la inserción de la idea de propiedad, de la exclusividad masculina, rescata la noción de herencia (García 2010:360-361), e que impide que consideremos que el llamado patrimonio es una construcción que construyen grupos sociales sobre determinada coyuntura histórica (Gándara 2005). Lo heredado para existir no depende entonces, de que sea de valor extraordinario, o que se valore, o incluso de que lo consideremos como tal. De hecho, no todo lo que tenga pretensión de bondad o de belleza será parte de esta heredad, ahí tenemos el campo de concentración de Auschwitz y sus aplastantes 70 años conservado parcialmente para que olvido se llene como siempre, de memoria. Sin embargo, no todo lo heredado se patrimonializa, o por mejor decir, no todo se valoriza como relevante (en el sentido del sistema de valores, no en el sentido del valor de cambio), considérese aquello de lo que habla la UNESCO, “valor excepcional”. Y es precisamente aquí donde ingresa todo el campo económico y político en una sociedad con respecto a lo heredado , y es lo que comúnmente se confunde con el patrimonio en sí. Lo heredado y su proceso de valoración no están ausentes del complejo sistema de contradicciones sociales, y en ellas adquiere dinámica particular. Dicho sea de paso, siempre nos encontraremos ante la idea de la valoración incompleta de esta heredad. Por cuestiones de factibilidad no somos capaces de registrar todo, y además, no somos capaces de estudiar ni de conservar y difundir todo. Así que todos nuestros actos en este sentido serán necesaria y obligatoriamente pretensiones de valoración de lo heredado, con pretensión claro, pero nunca de manera completa, porque es imposible. La valoración de todo lo heredado es una idea rectora como totalidad. Por ello, en sentido estricto (stricto sensu), las sociedades, las clases y los grupos sociales construyen parcialidades de ese todo heredado para la reproducción de la identidad diferencial, esto es, no todo lo heredado termina siendo parte del proceso de patrimonialización, de valoración diremos ahora. El cómo lo logran depende de los mismos procesos generales como se articula la sociedad para la producción y para la representación política. En el caso del Capitalismo se confunde deliberadamente patrimonio con atractivo turístico, se le llama recurso, tal como se le llama al petróleo o al oro por ejemplo, y se transforma en mercancía. Los grupos étnicos por ejemplo, sea reconociendo o no lo que han heredado, reiteran prácticas que las intuiciones nacionales llaman patrimonio intangible dentro de una lógica de grupo social y de una confrontación permanente de carácter étnico-nacional. La reiteración de estas prácticas no implica repetición sin variaciones, al contrario, indica dinámica formal y manutención de contenidos simbólicos, donde se agregan elementos, se adaptan a presiones políticas institucionales, e incluso, si la contradicción local es suficientemente antagónica pueden dejar de ejecutarse. En ocasiones la pretensión de los grupos nacionales es reiterar estas prácticas como en el caso de los llamados pueblos mágicos o con Encanto como se les denomina a la versión estatal que tenemos en Morelos, aunque el contenido de fondo para el que servía dentro de la lógica comunitaria étnica vaya perdiendo valor, o incluso se vaya transformando al grado de resultar una práctica ajena a la que resultaba en un inicio. Dicho sea de paso, incluso este tipo de prácticas, mutadas por decirlo de algún modo, se incorporan nuevamente a ese contínuum que es el proceso de lo heredado. Existen también por otro lado, procesos sociales democráticos, participativos y comunitarios para conservar lo heredado e incluirlo sistémicamente al sistema de valores vigente, como las instituciones de representación política que se encargan de mandar obedeciendo a la comunidad en estos procesos y derivan en museos comunitarios, regularmente muy asombrosos por legítimos, pero casi siempre efímeros, al menos en la experiencia morelense. Sin embargo, no debemos dejar de considerar que incluso en los procesos comunitarios, los métodos de valoración de lo heredado al ser selectivos, no escapan de las contradicciones de género, de grupo de edad, de credo, etc. dentro de la misma comunidad. Una situación problemática precisa sobre lo heredado arqueológico, que sería la totalidad arqueológica heredada, es que lo que considera la institución nacional que es en la realidad arqueológica, no coincide con lo que las comunidades valoran como heredado, esto sin hablar de las clases sociales y sus intereses. En Morelos existen más de mil zonas arqueológicas identificadas y plenamente registradas, y sin embargo, seguramente son miles más. Y aunque la comunidad no las vea, incluso que el arqueólogo no sea capaz de identificarlas todas y registrarlas con toda precisión, que el área de Obras Públicas municipal de aquí o de allá no sepa, o que el particular que efectúa la instalación de cableado urbano o la instalación de grandes áreas habitacionales no considere, todo esto no indica

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que eventualmente estemos frente a procesos que van destruyendo de manera bastante expedita gran parte de esa heredad arqueológica que en el orden legal de nuestro estado nacional nos pertenece a todos, es decir, somos sus propietarios desde la perspectiva legal, pero no necesariamente todos los grupos sociales la quieren. Es para el caso de muchos de estos, una de esas herencias que no quisieran que les hubiera tocado, a la cual no le gustaría estar adherido. En un momento de humor negro, un colega comentaba que a veces lo arqueológico era una herencia, como aquellas enfermedades que heredan los abuelos genéticamente y que hacen “propensos” a adquirirlas sus descendientes. Pero en realidad no es así, lo heredado es relevante porque es el camino puesto ante nosotros para aprender de éste, la cuestión es si tenemos la capacidad de verlo, entenderlo y aprender de lo que ha significado para otras generaciones los logros y los descalabros, que en muchos casos, la única forma de acceder a ellos es a través de la Arqueología. La solución a este desencuentro, deberá resolverse en la integración de una comunidad de comunicación y vida críticos, donde intervienen tanto los intelectuales institucionales, como los comunitarios, en concordancia con las comunidades y se reevalúa lo que de lo heredado es preciso para orientar el presente y el futuro, elementos que permitan situarnos en la Historia y resaltar procesos historificantes; y además, lo que de ello se pueda en términos de factibilidad, porque no todo puede ser investigado, mucho tendrá que conservarse solamente con el horizonte de esperanza de que en otro momento del futuro la potencia se convierta en acto y algunos puedan dar luces sobre lo mucho que aún queda, y lo mucho que deberíamos heredar a los que vienen. Por eso el concepto de lo heredado intenta escapar de la definición de patrimonio que implica propiedad, que como ya vimos, sobre ello descansa la voluntad, la capacidad real de decidir sobre el destino de algo. A lo heredado nos encontramos adheridos, relacionados, somos de alguna forma efecto de eso, y además, no tenemos propiedad sobre ello. Sólo nos compete la posesión, la capacidad de uso, pero no de destrucción o reconstrucción arbitraria, es lo que abre la puerta gigante a la noción de la conservación. Al conservar intervenimos lo heredado, de la intervención actual sobre contextos antiguos se añade la mano actual que los interviene y que de manera indefectible deja su impronta en ello y lo hereda a las próximas generaciones. De alguna manera se hereda por colocar un ejemplo morelense arqueológico, parte del Xochicalco que fue hacia finales del siglo VII cuando la ciudad estaba prácticamente proyectada en la cima del cerro, más lo que ahí ocurrió cuando se quema y se abandona la urbe allá a mediados del siglo XI, más las muchas intervenciones que desde principios del siglo XX se comenzaron a realizar comandados por Leopoldo Batres, hasta el megaproyecto de Norberto González y Silvia Garza a finales del siglo pasado, incluso las últimas intervenciones del siglo XXI. Lo que vaya quedando de ello, lo que se vaya añadiendo o perdiendo lo heredaremos y de ello somos claramente responsables. Cuando la comunidad de comunicación se rompe, cuando la institución que con mandato obediencial en lugar de servir, se sirve para sus fines, cuando el Capitalismo rapta porciones de lo heredado y lo somete a la lógica del Capital, entonces se pierden grandes secciones de esa experiencia histórica sedimentada que es lo heredado . Y eso mismo se convierte en lo heredado para las generaciones futuras que eventualmente podrán leerlo, entenderlo y tomar sus propios cursos de vida con el respaldo que da conocer la historia que los ha precedido. Bibliografía Berger, Adolf 1953 Encyclopedic Dictionary of Roman Law. En Transactions of The American Philosophical Society, New Series, Vol. 43, No. 2, pp. 333-809. Diario Oficial de la Federación (DOF) 1986 13 de enero de 1986. Gándara, Manuel 2005 ¿necesitamos un concepto materialista (realista) de patrimonio arqueológico? Una aproximación congruente con la arqueología social. Boletín de Antropología Americana. No. 41:17-42. Hanisch Espíndola, Hugo 1981 El patrimonio en el derecho romano, con notas en relación con su concepto en el derecho actual. Revista Chilena de Historia del Derecho , No. 8:9-25. García Jiménez, Modesto 2010 Patrimonio y herencia cultural: ¿escenarios de divergencia? Sphera Pública, Número especial:337-372. Rodríguez Díez, Bonifacio 2005 El género: del latín al español: los nuevos géneros del romance. Universidad de León, Secretariado de Publicaciones. UNESCO 1972 Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural. whc.unesco.org. 2003 Convention for the Safeguarding of the Intangible Cultural Heritage. http:// portal.unesco.org/en/ev.phpURL_ID=17716&URL_DO=DO_TOPIC&URL_ SECTION=201.html


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A vestir al niño. La festividad de la Candelaria en Tlayacapan América Malbrán Porto Enrique Méndez Torres

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na de las festividades más arraigadas en la tradición mexicana es el día de La Candelaria o de las candelas, con esta celebración culmina el ciclo de la Natividad de Jesús. Según la tradición es el día de la Purificación de María, pues es la fecha en que el Niño Jesús fue presentado al templo, después de que su santísima madre cumplió la cuarentena de su parto. Hasta el Concilio Vaticano II (25 de enero de 1959) se celebraba como fiesta principalmente mariana, pero desde entonces ha pasado a ser en primer lugar Cristológica, ya que el principal misterio que se conmemora es la Presentación de Jesús en el Templo y su manifestación o encuentro con Simeón. El centro, pues, de esta fiesta no sería María, sino Jesús. María entra a formar parte de la fiesta en cuanto lleva en sus brazos a Jesús y está asociada a esta manifestación de Jesús a Simeón y a la anciana Ana. Hasta el siglo VII no se introdujo esta fiesta en la liturgia de Occidente. Al final de este siglo ya estaba extendida en toda Roma y en casi todo Occidente. En un

Fig. 2. Niño Dios con su ropón

principio, al igual que en Oriente, se celebraba la Presentación de Jesús más que la Purificación de María. No se sabe con certeza cuándo empezó a celebrarse la Procesión el 2 de febrero. Parece ser que en el siglo X ya se realizaba con solemnidad y empezó a llamarse a la fiesta como la Purificación de la Virgen María. Un elemento relevante eran los cirios encendidos y después de ser usados en la procesión eran llevados a las casas y allí se encendían ante alguna necesidad. La ley judía estipulaba que cada primogénito le pertenecía a Dios, por lo que había que rescatarlo pagando por él un sacrificio en el templo a los 40 días de nacido (Éxodo13:1-15) al presentar un niño había que llevar un cordero como ofrenda al Señor. Sin embargo, si los padres eran pobres podían reemplazar el cordero por palomas. María y José, que eran muy pobres, ofrecieron dos palomas en sacrificio el día de la Presentación del Niño Jesús (Lucas 2:22-25). En el templo se encontraba Simeón cuya fama de hombre justo lo precedía. Al ver a la divina familia tuvo la convicción de que actuaba impulsado por el Espíritu Santo, tomó en brazos a Jesús y le bendijo diciendo el Nunc dimittis. Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel» (Lucas 2:29-32). La celebración recuerda las palabras de Simeón, llevando candelas a bendecir, las cuales simbolizan a Jesús como luz de todos los hombres. De ahí el nombre de la “Fiesta de las candelas” o el “Día de la Candelaria”. La profetisa Ana vivía en el templo y al presenciar aquellos acontecimientos comenzó a hablar del Niño a todo aquel que esperaba la redención de Jerusalén: Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Phanuel, de la tribu de Aser; la cual había venido en grande edad, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad. Y ésta, sobreviniendo en la misma hora, juntamente confesaba al Señor, y hablaba de Él á todos los que esperaban la redención en Jerusalén (Lucas 2:3646). En la actualidad en México el 2 de febrero de cada año, se recuerda esta presentación del Niño Jesús al templo, llevando la imagen del Niño Dios a presentar a la iglesia o parroquia, se acostumbra que aquellos que el día de la Epifanía del Señor encontraron en la “Rosca de Reyes” una figurita pequeña de Jesús Niño, serán los padrinos que deberán presentarlo en el templo el día de la Candelas. Para esto, hay que vestirlo y engalanarlo. De esta manera se bendice la imagen del Niño Dios y las candelas, que representan la luz de Cristo en los hogares. De acuerdo con Perdigón (2009) la tradición de vestir al Niño Dios, tiene su origen en la ceremonia de toma de hábitos que se realizaba en los conventos femeninos de la Edad Media y de la Nueva España en particular donde podemos apreciar este ritual a través de los denominados retratos de monjas coronadas. Al encontrarnos con éstos retratos podemos observar a las monjas en el momento crucial de la toma de los votos perpetuos vistiendo el suntuoso hábito ceremonial y una regia corona de flores, sosteniendo en una mano una imagen de bulto del Niño Jesús, como el hijo que no tendrá de un esposo divino que es simultáneamente esa imagen infantil (Fig.1).

Fig. 1. Sor Ana Teresa de la Asunción, con talla del niño Jesús en la mano izquierda. Mariano Peña y Herrera. Museo del Virreinato

Presentación de varios niños Dios vestidos de distintas maneras a la entrada de la iglesia


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Fig. 4. Feligreses llevando a sus niños Dios, nótese el ángel moreno

El vestir al niño va más allá de la mera selección de la ropa, se trata de vestir al Rey de Reyes, por lo que se debe cuidar el atuendo que se le va a poner. En México y otros países católicos se acostumbra vestir al Niño Dios desde el mismo momento en que se le “arrulla”; es decir en la madrugada del 24 al 25 de diciembre, en que se celebra su nacimiento, aunque también en estos días es posible que se lo encuentre sólo cubierto con una cobija. Cualquiera que sea la costumbre, si es la primera vez que se “levanta” al Niño Dios, es decir que es la primera imagen que se tiene en la casa, o bien si se encuentra el muñequito de la Rosca de Reyes y toca por primera vez ser el “padrino” del Niño Dios para vestirlo y llevarlo a bendecir, compromiso que se toma por tres años, lo tradicional es que se le vista como un bebé recién nacido que se va a bautizar, con ropón blanco (Fig.2), y con palomas en las manos y una en la cabeza, como advocación de la presentación de Jesús en el templo, la primera vez que se lo lleva a bendecir no debe llevar aún ningún tipo de resplandor y debe presentarse acostado, de manera similar que un bebé de pocos días de nacido. El segundo año se vestirá al niño Dios de ropón rosa, el tercer y cuarto se viste de morado, el quinto año de niño rey porque se considera que a los cinco años Jesús entró al templo a dedicarse a la oración, a partir del sexto año se lo vestirá como una de las advocaciones de niño, Santo Niño de Atocha o divino niño, o bien según sus distintas advocaciones o devociones, es decir según la imagen o alegoría que represente algún hecho milagroso de la vida y obra de Jesús o bien algún atributo, don o aparición del mismo, como Sagrado Corazón de Jesús, de Cristo rey, de la misericordia o de las maravillas (Fig.3). Por otro lado la arquidiócesis de México desaprueba los atuendos de los Niños Dios que son vestidos con playeras, shorts, futbolista, santos (San Judas Tadeo, San Martín de Porres), papa (Juan Pablo II), Juan Diego, ángel, arcángel, cardenal, o disfrazarlo de azteca, charro, luchador e incluso de la Santa Muerte. Tampoco se debe tomar con fines supersticiosos: “Niño de la Abundancia”, “Niño de las monedas”, “Niño del Empleo, etc. Si todos sabemos que no es correcto “disfrazar” una imagen de Jesucristo adulto ¿Acaso esto sí se puede hacer con su imagen de Niño Dios? Debemos recordar que los Niños Dios no son adornos ni “juguetes”, sino imágenes sagradas que forman parte del altar de cada hogar, y se les debe el mismo respeto que a cualquier otra representación divina. La mayoría de las veces el Niño Dios de una familia se hereda de madres a hijas o

Fig. 5. Colocando la imagen del niño Dios a la Virgen María

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Fig. 6. Feligreses y niños Dios en espera de la misa

de suegras a nueras o se le da como regalo de su boda o el día de su ordenación como monja. Suele suceder que en una familia hay un solo Niño Dios que la madre heredará a su hija mayor o a la esposa de su hijo o también puede haber un Niño Dios por cada uno de los hijos, quienes se lo llevarán cuando formen sus propias familias. Gracias a esta tradición familiar de conservar y heredar los Niños de generación en generación es que existen algunos Niños Dios que por su antigüedad y belleza bien podrían formar parte de alguna colección de arte sacro virreinal, uno de estos casos es el niño de Tlayacapan, que se dice tiene 300 años de antigüedad. Este, al igual que Niño Pa en Xochimilco, no pertenece a una iglesia, sino que se va rotando entre los mayordomos, que lo reciben durante un año en su casa. El dos de febrero salió este Niño Dios de casa rumbo a la iglesia de Tlayacapan en brazos de la imagen de la Virgen María, durante el recorrido se fue arrullando al niño, hasta llegar al atrio de la iglesia donde la comitiva que los acompaña esperó al sacerdote en la para que les diera la bendición, así llegaron a las la iglesia, llena de devotos con sus Niños Dios. Algunos llevaban un pequeño niño Dios y se vio a otros cargando hasta seis niños, apreciándose una gran diversidad de vestimentas de santos y varios niños Dios morenos. Al llegar a la puerta de la iglesia se encontró con que esta ya estaba llena y en el pasillo central acomodados muchos niños dios prestos a ser presentados en el templo. Durante la celebración de la misa, además de bendecir a los niños dios se bendicen las candelas o velas adornadas, junto con las espigas de trigo o semillas de chía, que se podían adquirir a la entrada del atrio, que después serán usadas para decorar el Altar de Dolores que se pone el viernes de Cuaresma anterior al Viernes Santo. Bibliografía Nuevo Testamento 2003 Reina-Valera. Biblioteca Mundo Hispano Editorial Mundo Hispano. Madrid. Perdigón Castañeda, Katia 2009 Vestir al Niño Dios. Un acercamiento a la celebración de la Candelaria, en el Distrito Federal. Tesis para obtener el grado de doctor en Antropología Social, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.

Fig. 7. Señora llevando más de 7 niños Dios en canastas a la iglesia

Órgano de difusión de la comunidad de la Delegación INAH Morelos Consejo Editorial Eduardo Corona Martínez Israel Lazcarro Salgado Luis Miguel Morayta Mendoza Raúl Francisco González Quezada Giselle Canto Aguilar

www.morelos.inah.gob.mx

Coordinación editorial de este número: Raúl Francisco González Quezada Formación: Joanna Morayta Konieczna El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de sus autores


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