Sonrisas y la mágica invisibilidad de la pobreza

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Ganador del Reconocimiento al Mérito Estatal de Investigación 2014 en la Subcategoría de Divulgación y Vinculación

Apuntes para una arqueología del saber arqueológico desde Xochicalco Raúl Francisco González Quezada

A

finales de la década de 1960 el filósofo Michael Foucault publicó su obra Arqueología del saber (1969), se trató de un momento en el desarrollo de tres dominios posibles de su genealogía en el estudio de la Historia de la Locura. Los tres ejes posibles de la genealogía según Foucault son, una ontología histórica de los sujetos frente a la verdad; una ontología histórica de nosotros frente a campos de poder y actuamos sobre otros, y al final, una ontología histórica de nosotros frente a la moral, lo que nos coloca como agentes éticos. (Foucault 2013:206). Arqueología del conocimiento es un momento en la ontología histórica de nosotros frente a la verdad y la forma en la que se construyen históricamente los campos del conocimiento.

La Arqueología de Foucault no debe ser confundida con la Arqueología como Ciencia Social. La Arqueología foucoaultiana pretende indagar, al margen de construcciones lineales, de obras y autores fundantes, sobre el proceso de aceptación y su sistema de aceptabilidad involucrado en un discurso determinado, posibilidades que se desarrollan en el entorno del juego del poder-saber (Foucault 1995:14). En efecto, es posible intentar una Arqueología Foucaultiana de la Ciencia Arqueológica, entendida esta última como una ciencia fundada en el juego poder-saber de la época que le dio origen, en los múltiples momentos de las posibilidades sociales que le dieron vida y sin una linealidad exacta que sólo el tiempo y los historiadores de la misma han querido reconocer, por ejemplo, para la arqueología mexicana en la actualidad (cfr. Bernal 1979; Matos 2010). El caso de Xochicalco para el actual estado de Morelos es paradigmático, al igual que el Tepozteco, pues los intereses múltiples en su existencia se han mantenido durante siglos antes de que se desarrollara propiamente la ciencia arqueológica. De hecho, ambas zonas arqueológicas fueron una herencia que el actual INAH, creado a finales de la década de 1930, asumiría como efecto de procesos previos que les dotó de elementos necesarios para ser visitadas por viajeros y curiosos.

Alzado de uno de los costados de la Pirámide de las Serpientes Emplumadas, en la obra de José Antonio Alzate, Descripción de las antigüedades de Xochicalco, publicado en la Gaceta literaria de México en 1831.

Litografía Tomada del libro Voyage pittoresque et archéologique dans la partie la plus intéressante du Méxique, de C. Nebel, de 1836.

Es altamente probable que a pesar de que hacia el siglo XI la ciudad de Xochicalco colapsó como sistema y el área nunca fuera retomada como proyecto urbano, las comunidades aledañas no hayan permitido nunca que algunos de los elementos grabados en la Pirámide de las Serpientes Emplumadas hubieran quedado plenamente sepultadas. La génesis y desarrollo de la ciudad de Xochicalco debió dejar honda huella en la conciencia de la sociedad local y en el entorno regional. Es ampliamente seguro que en su plenitud sistémica, ninguno de sus habitantes lograra atisbar cuál sería el desenlace de aquella urbe que se erguía consumiendo gran energía humana sobre esas lomas. Un espacio físico que fue sometido a modificaciones incluso topográficas que derivaron en esfuerzos hercúleos para darle carácter arquitectónico a estos templos y palacios espacialmente privilegiados en el dominio visual regional, protegidos por el orden topográfico y las construcciones defensivas, murallas y fosos que rodeaban a la ciudad tan grandes como el miedo de sus diseñadores y habitantes. Al final de su existencia, el colapso debió ser un proceso de transformación en la vida de todos aquellos que formaban parte del sistema de vida de esa urbe. Como una implosión, esta sociedad se incendió desde dentro, no sin la presencia de causas externas como la relación regional con otras sociedades, o como la incidencia de fluctuaciones climáticas de este período a nivel regional y mundial; pero fundamentalmente desde dentro. El hecho es que existen suficientes implicaciones lógicas definidas arqueológicamente para sostener la hipótesis de que la ciudad terminó en violencia, muerte, fuego y destrucción. Quizá la hipótesis más certera de que no fue atacada la ciudad desde afuera, por fuerzas políticas que pretendieran su sometimiento, es que la ciudad después de destruida en gran parte, fue abandonada. Si hubiera existido un poder suficiente que quisiera considerar a la ciudad como un botín, la urbe habría sido reutilizada por sus captores. Las condiciones necesarias para el funcionamiento de este sistema social y la ciudad como eje del mismo, dejaron de funcionar, al grado de que ahí no volvió a surgir un asentamiento de tal magnitud. Las consecuencias inmediatas de la destrucción de este sistema social tuvo como efectos ne-


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Sonrisas y la mágica invisibilidad de la pobreza by America Malbran - Issuu