Susurros de antiguos edificios
Jorge Linares Ramírez
Raúl Francisco González Quezada
E
l sismo del 19 de septiembre de este año nos ha conmovido como sociedad en su totalidad y el cotidiano actuar se ha visto trastocado. El sufrimiento de las víctimas que no sospecharon que algo así podría ocurrir y que, sin embargo, perdieron mucho o todo, quedaron sin casa, vieron la configuración de sus comunidades alteradas a niveles inusitados, perdieron familiares y seres queridos, es un hecho que quedará indeleble como severas cicatrices, en las emociones y en los cuerpos de muchos de los que vivimos estos angustiantes momentos. Cuáles son las razones para construir y habitar en una región altamente sísmica como en la que nos encontramos en el suelo morelense. Toda una serie de comunidades, desde grandes ciudades hasta pequeños caseríos, desde lo alto de los cerros hasta los bordes de las barrancas y las riberas de los ríos están vinculados a esta región sísmica. Los factores sociales que orientan a una sociedad a ocupar un espacio determinado son diversos, pero sobresalen los del orden productivo, político y claro está, aquellos vinculados al sistema de valores. El orden básico para que una comunidad elija un lugar donde ocupar sistemáticamente un espacio, depende de la relación orgánica entre la capacidad técnica con que se cuenta para producir y la disponibilidad de elementos presentes o accesibles para la realización de dichos procesos productivos. Se trata en sencillo, del aseguramiento de la producción para lograr la reproducción y la reiteración de las comunidades en un sitio determinado. Para la producción y la convivencia es necesario, además, la definición de un orden político, donde se decide la delegación de la dirección de las actividades comunitarias a un grupo que se erige como el dirigente. El poder lo tiene en esencia la comunidad, pero lo delega o lo es arrebatado por el grupo políticamente representante, para lo toma de decisiones colectivas. Producción y política se efectúan, además, en el contexto de un sistema de valores comunitario, aquel que le otorga sentido a su medio y también a sus acciones, lo constituye la religión, la cosmovisión, la sicología social y la ideología. La capacidad histórica de la mayoría de las sociedades para asentarse en el medio hasta el momento no ha alcanzado la ha-
afectaciones por el sismo del 19 de septiembre al templo del convento de San Guillermo, en la comunidad de Totolapan, Morelos, construido fundamentalmente durante el siglo XVI.
bilidad para desarrollar procesos efectivos que aminoren certeramente los riesgos que se tienen al no atender con responsabilidad, por un lado, pero también, con capacidad técnica, la dinámica de la naturaleza. Aunque está claro que los ritmos del medio físico no son predecibles, como no lo es ningún fenómeno en la ciencia, sí es factible proyectar con base en la astucia de la razón humana, algunas de las variables involucradas en los procesos, así como sus funciones, y establecer en el orden de lo posible, los probables escenarios para la toma de decisiones. Ocupar la ribera de un río que es factible que al incrementar su caudal arrase con la comunidad, colocarse en el borde de una barranca o en la ladera de una serranía con peligros reales de colapsos son el pan de cada día en múltiples comunidades de nuestro territorio estatal, y están en estos puntos ante estos riesgos porque el orden productivo, político y el sistema de valores locales se los ha permitido u obligado incluso. Sabemos históricamente de sismos de gran magnitud con epicentro intraplaca que han afectado directamente al estado de Morelos, como el del 24 de octubre de 1980 a 19 km. al oeste de Acatlán, Puebla,
que fue de magnitud 7.1 (Grupo de trabajo del Servicio Sismológico Nacional UNAM 2017); o los que se han sucedido también de carácter intracontinental como lo fue el del 19 de septiembre de 2017, en la región de Oaxaca-Puebla, donde se tienen contabilizados los de 1928 (6.5), 1937 (7.3), 1945 (6.5), 1959 (6.8), 1973 (7.3), 1999 (7.0), y en particular el del 15 de junio de 1999 a 20 km. al sur de Tehuacán, Puebla, que fue de una magnitud 7.0 (Ramírez y Lugo 2000:32-33) y dejó una estela de destrucción amplia en Morelos. El sismo del 19 de septiembre causó afectaciones en el observatorio de Xochicalco, el cual fue construido quizá entre el año 600 y el 700 n. e., y en este espacio no se tienen aparentemente daños previos manifiestos de esta magnitud derivados de un sismo, esto nos pueden dar una idea cronológica de la ausencia de este tipo de magnitudes sísmicas en la entidad, con esas características y con un epicentro a esa distancia, al menos desde esas fechas. Arqueológicamente identificado, hasta el 19 de septiembre de 2017, no se habría dado un movimiento telúrico de esta magnitud con este espacio comprometido en al menos 1300 años.
Es para nuestra generación un hecho inédito y el Servicio Sismológico Nacional no tienen precedente inmediato ni espacial, ni magnitudinalmente, de un sismo de mayor dimensión a esto, por lo cual se puede decir que es el más fuerte y más cercano a las comunidades morelenses que conocemos, sobre todo, por su cercanía a comunidades grandes y a las tres ciudades más importantes de la entidad, Jojutla, Cuautla y Cuernavaca. El sismo del 19 de septiembre afectó prácticamente la totalidad del territorio morelense. En este contexto, cientos de familias sufrieron la pérdida total de sus viviendas por colapso inmediato efecto del movimiento telúrico, muchas otras más tuvieron que ser evacuadas ante la amenaza de desplome. Cientos de edificaciones virreinales y del siglo XIX sufrieron importantes daños, muchas de ellas se vieron más gravemente afectadas incluso, por las intervenciones realizadas durante el último siglo, cuando le fueron agregados elementos arquitectónicos con el uso de concreto, material que mostró ante el movimiento sísmico, una dinámica diferencial a la de los materiales constructivos originales, causando un daño mayor.