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CIENFUEGOS, LA PERLA CUBANA

BY / Por Alicia García Santana | PHOTOS / Fotos Julio Larramendi

Óleo que representa la fundación de Cienfuegos el 22 de abril de 1819 por el brigadier don Luis de Clouet, realizado en 1878 por Juan Roldán y Eduardo Carbonell

Julio Larramendi

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Cienfuegos fue una de las ciudades surgidas al calor de las poderosas palancas que transformaron la vida de Cuba en las primeras décadas del siglo XIX. Su trayectoria urbana y arquitectónica se asemeja a la de urbes fundadas en el mismo período, algunas en la región central como Sagua La Grande (1812), Cárdenas (1828) y Caibarién (1831), grupo al que puede añadirse Colón (1836), en el centro de la actual provincia de Matanzas, pero comunicada con los puertos gracias al establecimiento temprano del ferrocarril en el territorio, y homologar también la ciudad de Matanzas, que fundada en 1693, alcanzó su consolidación urbana y arquitectónica en las primeras décadas del siglo XIX. Son todas de muy diferente talante al de las villas hidalgas establecidas en el siglo XVI y representadas por las cercanas Trinidad (1514), Sancti Spíritus (1515) y Remedios (ca. 1520-1528).

«Plano del puerto de Xágua en la costa del Sur de la Isla de Cuba» realizado por Alejandro de Bouyon, 1818. Se aprecia la bahía de Jagua, y marcada en rosado la península de La Majagua, sitio de asentamiento de la ciudad

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El carácter de los asentamientos tempranos fue básicamente rural hasta finales del siglo XVIII, largo decurso histórico en que fraguó la versión criolla-local configuradora de la entidad urbano-arquitectónica sobre la cual habrían de evolucionar dichas poblaciones. La vivencia de la ciudad por individuos pertenecientes a familias radicadas desde antiguo, miembros de las poderosas oligarquías locales, propició un conservadurismo que motivó la perdurabilidad de determinados modos de vida, entre ellos los relacionados con la forma de la ciudad, sus edificios y viviendas. En el siglo XIX, la dinámica comercial de los puertos modificó raigalmente el ritmo de la vida y rompió el aislamiento de las poblaciones entre sí y con el exterior.

Los puertos abrieron el país al mundo, y los comerciantes, españoles y extranjeros, alcanzaron rango protagónico en la vida ciudadana, los más prósperos devenidos hacendados. Se consolida una alta clase cuya preeminencia no se apoya en el linaje sino en el dinero, pues si lo primero falta, lo segundo hizo posible subsanar la carencia. La generalización de la imprenta y la circulación de periódicos permitieron acceder a informaciones de todo tipo. La radicación como vecinos de numerosos extranjeros, muchos dedicados a trabajos constructivos y artesanales, amplió el alcance de las realizaciones arquitectónicas y urbanas. La elevación del nivel de vida modificó las costumbres sociales, que rebasaron el estrecho marco de las devociones religiosas para incorporar disímiles actividades de índole civil.

Catedral de Cienfuegos (1845-1869), construida por el arquitecto norteamericano James Murray

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Las modernas ideas de tipo económico y social engendradas en el último tercio del siglo XVIII bajo la Ilustración influyeron en el accionar de los grupos dirigentes, que tendió a la modernización física y funcional de las ciudades. Las nociones de progreso consolidan la eficacia de la tipología urbana regular. A los efectos hispanoamericanos, la ciudad ortogonal con una plaza central, circuida por portales y rodeada de los edificios representativos del poder religioso y público, era bien conocida desde el siglo XVI por la existencia de innumerables villas diseñadas en cuadrícula, modelo utilizado por los españoles desde los albores de esa centuria. La recuperación de la cuadrícula en el XVIII se acompañó de proposiciones que enfatizaron la significación civil y ornamental de los espacios públicos con recursos derivados del urbanismo barroco y del ilustrado, como la colocación de mobiliario urbano con finalidades funcionales o decorativas, el uso de los portales en paseos y calles principales en remedo de lo helenístico y la inserción de ambientes verdes ajardinados, junto a medidas de tipo administrativo.

Vista aérea del centro histórico urbano de Cienfuegos, que muestra el parque José Martí, antigua plaza de armas, así como el diseño ortogonal de la ciudad

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Emerge bajo la Ilustración una urbe distinta, definida formalmente por su unidad, axialidad, simetría, regularidad, proporción y racionalidad. Un paisaje inédito por la fusión a lo largo de las cuadras de estructuras de escala uniforme, proporcionales al ancho de las calles, y realzadas por elementos de inspiración neoclásica que, en su repetición, configuran un ritmo constante. En sentido estilístico, es precisamente el neoclasicismo la corriente que se impone en el siglo XIX, y uno de los principales fundamentos de la unidad urbanoarquitectónica de nuestras poblaciones.

Teatro Terry (1887-1890), obra del coronel de Ingenieros Lino Sánchez Mármol

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Lo más relevante de las moradas cienfuegueras decimonónicas deriva de las nuevas propuestas tipológicas que fraguan en la segunda mitad del siglo. Como hemos apuntado, la ubicación geográfica de Cienfuegos al centro de la Isla determinó la injerencia de influencias diversas —unas procedentes de las villas tempranas cercanas, muy en particular de Trinidad; otras, de la región matancera-cardenense-sagüera—, que al contaminarse y mezclarse dieron por resultado la definición de un tipo reconocible desde mediados del XIX, expresión de una tendencia general que afecta a la vivienda. Pero las cosas no quedan en este punto. Seguida o paralelamente se erigen residencias que asimilan elementos derivados de la casa-quinta que desde los Estados Unidos propone soluciones ajenas a la tradición hispánica de la casa-patio, hasta entonces dominante como modelo de la vivienda vernácula cubana. Aparece una sorprendente casa-jardín lateral con acceso desde la calle, enclavada en la parrilla urbana, tipo nuevo que, al mezclarse con el anterior, da origen a la expresión de arquitectura doméstica por excelencia de Cienfuegos en el siglo XIX.

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En el XX florecerán en las periferias urbanas ejemplos de arquitectura maderera

Casa de Serafín Ros Cárdenas, 1889, Punta Gorda, a cargo del maestro de obras Domingo Ferreiro

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En el XX florecerán en las periferias urbanas ejemplos de arquitectura maderera, desde los inicios parte de su acervo constructivo, pero que en aquel momento alcanzan refinamiento y singularidad. Mientras en el corazón de la ciudad y en los barrios del ensanche se levanta uno de los conjuntos de residencias eclécticas más extraordinarios del país, significadas por la marcada coherencia formal que deriva de la adopción de un tipo internacional «renacentista», con o sin logias en los pisos nobles, pero con los ámbitos principales dispuestos acorde con lo definido por el modelo de la etapa anterior, lo que constituye testimonio de continuidad y ruptura. Se trata de una arquitectura de autor, obra de cienfuegueros o de profesionales de otras procedencias radicados de modo permanente en la ciudad.

Casa de Pedro Antonio Aragonés, 1924, Paseo del Prado

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Exteriores del Palacio de Valle (1913-1917), diseñado por el arquitecto Paolo Donato Carbonell

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Interiores del Palacio de Valle (1913-1917), diseñado por el arquitecto Paolo Donato Carbonell

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Interior del Palacio Blanco, 1871, actual Palacio de la Artesanía

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Completan el panorama muestras influidas por el Art Decó, el neocolonial, el racionalismo, las vanguardias de la década del 50 y la obra desarrollada en los ensanches y nuevas urbanizaciones durante la segunda mitad del siglo XX. El resultado es la consolidación material de una de las ciudades más hermosas del país, abrazada a su insondable e inmensa bahía, silueteada por el macizo montañoso de Guamuhaya, fertilizadas sus pródigas tierras por caudalosos ríos, y erigida sobre una trama de perfecta regularidad. Habitada por individuos que con orgullo trabajan y viven en la llamada Perla del Sur o Perla de Cuba, declarada por la Unesco en 2005 Patrimonio de la Humanidad. ▪

Famoso paseo en los alrededores de la bahía de Cienfuegos

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