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LA MESTIZA HABANA MODERNA

BY / Por Universo García Lorenzo | PHOTOS / Fotos Nestor Martí

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Nestor Martí

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Esta cosmopolita ciudad, temporalmente detenida, alejada medio siglo del mundo globalizado, asume un rol de cultura casi arqueológica, cuya arquitectura doméstica y hábitat entrañan un riquísimo tesoro: Pompeya del Caribe que se va rescatando desde su pasado. Muestra de ello es la renovación de esta casa moderna de los años 1950s en Miramar, urbanización nombrada así por su relación con el mar, locación preferida para convivir con su disfrute.

Nestor Martí

La Habana mestiza, eclécticamente barroca, ciudad bañada de mar y trópico, influenciada culturalmente desde allende sus costas durante cinco siglos, vitrina de refinados gustos, de estilos y tendencias de moda, pionera en el «Nuevo Mundo», en el cálido y luminoso Caribe, identificada por sus palacetes andaluces, barrocos, neoclásicos, mansiones a lo «renacimiento florentino», vestidas de Art Nouveau, Art Decó, Beaux Arts, fue receptora tardía de la modernidad racionalista, tendencia transformadora del siglo xx. Mas siempre extraordinaria y criolla.

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En este decursar la tradición se enriqueció con lo novedoso, conjugado con lo experimental. Lo distintivo concilió lo diverso, la arquitectura albergó contenidos congruentes con su intención estilística. La importación de muebles, luminarias, objetos y obras de arte impulsó y desarrolló una trascendente práctica creativa local, asimiladora y renovadora, evolución respaldada por un diseño nacional consecuente.

En pos del confort —acorde al estatus social de familias pudientes— se siguieron los estándares del momento; mas el gusto clásico disputaba con lo novedoso, pugnando con las estrenadas tendencias, ajenas esencialmente a lo decorativo.

Esa diversidad heredada y controversial se manifiesta en el manejo estético de esta obra.

Sus dos espaciosas plantas combinan extremos expresivos: uno distintivo del diseño racionalista de sus fachadas, con cubierta plana de generosos aleros para sombrear, y amplios vanos con vidrieras hacia terrazas orientadas al Norte. La explanada de recreo que la vincula al mar, cuyo centro es la piscina, se abre al inmenso paisaje azul.

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El otro —sus interiores— sorprende por contraste con la racionalidad exterior, al remitir a un repertorio conservador adaptado al gusto de su propietario. Las áreas comunes y los dormitorios están cuidadosamente amoblados y ambientados. La habitación master y su baño preservan trabajos decorativos de yesería, de madera, de mármol, y arcadas de inspiración romana, incorporados en algún momento anterior, atemperados mesuradamente con el resto.

El tratamiento cromático resalta acogedoramente: los tonos blanco-marfil-crema se han armonizado acertadamente en paredes, techos, pisos de terrazo y en la carpintería, con casi todo el mobiliario, la tapicería y los cortinajes. Un énfasis notable alusivo a su ambiente costero destaca en la tapicería acqua del conjunto del cuarto de estar, mobiliario confortable de diseño más neutral. Aportan novedad las luminarias, de reminiscencia clásica, sobrias y de apropiada escala.

Complementa el interiorismo la selección de obras de artistas cubanos de la plástica contemporánea, lienzos mayormente de formato horizontal que contribuyen a contextualizar y agraciar.

Resulta la actualización de esta casa un reciclaje noble, contrapuesto estilísticamente pero coherente y fiel al instintivo apego a lo ecléctico, convincente y atractivo aquí por su amable conjugación y exquisitez de realización.

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