Revista Rosa+Cruz Nº. 70 - Invierno 2010

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Nº 70

Invierno 2010

ROSACRUZ REVISTA TRADICIONAL DE LA ANTIGUA Y MÍSTICA ORDEN DE LA ROSA-CRUZ Esta revista trimestral se publica por la Gran Logia española de la Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz, conocida mundialmente bajo las siglas de “AMORC”. En todos los países en los que puede ejercer sus actividades libremente, está reconocida como una Orden Tradicional e iniciática que, desde hace siglos, perpetúa de forma oral y escrita el conocimiento que le han transmitido los sabios del antiguo Egipto, los filósofos de la Grecia antigua, los alquimistas de la Edad Media, los esclarecidos pensadores del Renacimiento, y los más eminentes espiritualistas de la época moderna. La Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz, que también se denomina “Orden de la Rosa-Cruz AMORC”, no es una religión, ni un movimiento político. Y tampoco es una secta. De acuerdo con su divisa “La mayor tolerancia dentro de la más estricta independencia”, no impone ningún dogma, pero propone sus enseñanzas a todos aquellos que se interesan por todo lo que el misticismo, la filosofía, la religión, la ciencia y el arte, pueden ofrecer a la humanidad para su regeneración física, mental y espiritual. La AMORC es la única entre todas las organizaciones filosóficas y místicas que tiene el derecho de utilizar la Rosa-Cruz como símbolo. En este símbolo no hay ninguna connotación religiosa, la cruz representa el cuerpo del hombre y la rosa la evolución progresiva de su alma. Publicación trimestral Dirección: Irene Regidor Diseño y maquetación: Gran Logia de España Salvo mención especial, los artículos en esta revista no representan el pensamiento oficial de la AMORC, sino únicamente el de sus autores.

NUESTRA PORTADA: TIBET: KHAROLA GLACIER 5560m. sobre el nivel del mar

ANTIGUA Y MÍSTICA ORDEN ROSAE CRUCIS Flor de la Viola, 16. Urbanización “El Farell” 08140 CALDES DE MONTBUI (Barcelona) Teléfono:938 655 522/ Fax: 938 655 524 e-mail: amorcgle@amorc.es

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Sumario La Filosofía moderna o l a reconciliación de l as Paradojas...........................3 por Aur. Las Ot ras Ciencias ...............................................................................................................................15 por Adrián Pérez de Vera.

Neurofilosofía y misticismo: Sobre E l Camino .........................................................29 por Javier del Arco Carabias La Nieve ......................................................................................................................................................46 por Nayra Ruiz

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Por Aur

Cuando examinamos el pensamiento de los distintos filósofos es curioso comprobar que, en sus tesis, todos parecen tener razón por muy opuestas que éstas sean. Esto me trae a la memoria el viejo cuento sufí que narra cómo un día fueron encerrados todos los sabios que en el mundo eran en una habitación a oscuras. En ella había algo que después debían describir. Hubo quién había percibido unas fuertes y poderosas columnas. Otros, algo semejante a una manguera. Otros más, unos enormes soplillos. También hubo quien expuso que era una es-

pecie de berbiquí. Pero nadie fue capaz de describir al elefante. La Verdad es como ese elefante. Es una bajo múltiples aspectos. Para alcanzarla debería el filósofo no obviar nada. Los antiguos asumieron la responsabilidad de estudiar todos los aspectos de la vida, del hombre y del universo dando lugar a una ciencia que se llamó Filosofía. Sin embargo, no es eso lo que observamos en las tesis de los filósofos modernos. Parece por el contrario que cualquiera de ellos se queda tan ensimismado en su propia contemplación del

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árbol que rara vez ve el bosque. Partiendo de los filósofos franceses contemporáneos, el objetivo de este trabajo es realizar una crítica, por supuesto subjetiva, del pensamiento de cada uno de ellos e intentar recomponer en base a lo que dijeron, como si de un rompecabezas se tratara, la totalidad del elefante. Comte (1798-1857): la preponderancia de la razón.

declararse escéptico. Una nueva diosa ha subido a los altares. Su nombre es Razón. No es de extrañar por tanto que se asista al nacimiento de una nueva corriente filosófica a la que se ha dado en llamar positivismo que, de manera sistemática y razonada, intenta acabar con todas las formas anteriores. Para Comte la humanidad debe pasar o ya ha pasado por tres estados: El primer estado es el teológico o preparatorio, situación inicial de la inteligencia. Este estado comienza con las primeras formas de religión: Fetichismo y politeísmo. Degenera más tarde al monoteísmo, siendo esta filosofía inicial la base del vínculo social necesaria para el desarrollo de la inteligencia.

Empecemos analizando las ideas de Comte. Vive en plena Ilustración, cuando ciencia y tecnología experimentan una gran expansión. Los seres humanos comienzan a cuestionar los dogmas y conceptos que habían mantenido durante siglos. Ya no bastan las creencias, ahora deben atreverse a saber, Sapere Aude. Lo sensato en esos tiempos era

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El segundo estado es el metafísico o transitorio. En realidad, es una prolongación del estado anterior, pues se mantiene la tendencia hacia los conocimientos absolutos. Propugna una ontología similar a la del primer estado, pero sin recurrir a agentes sobrenaturales. Es un ejercicio mental sin consecuencias prácticas.


El tercer estado es el positivo o reino de la razón. La imaginación es un espejo engañoso, luego debe ser sustituida por la observación. ¿Puede demostrarse la existencia de las causas absolutas? En todo caso, conviene más renunciar a investigarlas y adaptar los conocimientos a las necesidades reales. No son las causas las que importan, tampoco el destino final, sino las leyes o relaciones constantes entre los fenómenos observados. El espíritu positivo consiste en ver para prever, estudiar lo que es, a fin de averiguar lo que llegará a ser según la invariabilidad de las leyes naturales.

En el momento en que la humanidad estaba saliendo de las tinieblas de la ignorancia, cuando comenzaban a tener una explicación científica muchos hechos considerados hasta entonces como “milagros” o “misterios”, era fácil caer en la trampa de que todo puede alcanzarse utilizando únicamente la razón. Sin embargo, no es así, sin los valores del humanismo la sociedad queda mutilada. Veamos, por ejemplo, que la imaginación puede ser tan necesaria como la propia razón. Las ciencias, por no hablar de las artes, necesitan de la imaginación. El científico rara vez emprende una prueba si no es para confirmar una teoría que había sido concebida y tomado forma previamente en su mente. Vemos de lo anteriormente expuesto que la razón es el árbol de Comte que le impide ver el bosque donde florecen la imaginación, la intuición, la sensibilidad, las fantasías y los sueños que han hecho posible el progreso de la humanidad.

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Ante esta exposición, no s se puede negar que Comte conttempla de manera inteligente c cuál ha sido el desarrollo humano d de la civilización occidental, d desde las primitivas creencias al dominio de la razón. Su error a consiste sin embargo en pensar c que los pilares que sirvieron para q levantar y hacer crecer a nuestra le sociedad podían ser derribados s en un futuro. e


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Pierre Joseph Proudhon (1809-1865): La libertad por encima de la propiedad. La nueva ciencia y la tecnología habrían de tener influencia no solo en el pensamiento sino también en la forma de vivir de los humanos. La revolución industrial que se lleva a cabo en muchos países hace que, al menos en las ciudades, cambien las condiciones de trabajo y que los hombres se conviertan prácticamente en esclavos de fábricas y talleres. Esta es la causa de que en los países industrializados comiencen a alzarse voces que cuestionan que la filosofía sea algo práctico si no contribuye a elevar la calidad de vida de los seres humanos. Entre ellas, se encuentra la de Proudhon.

Proudhon es un utópico. Es adversario de Marx y, sin embargo, ejerció una gran influencia sobre él. En su texto: ¿Qué es la propiedad? Considera que si la esclavitud es un asesinato, la propiedad es un robo que debe desaparecer en una sociedad mejor (lo mismo diría del salario Marx). Lo que entrega el trabajador es más valioso que el salario que recibe. No se puede lograr la evolución del hombre robándole el resultado de su trabajo. No se puede ser rentista y vivir del trabajo de otros. Podríamos apuntar a Proudhon que, aunque los estados europeos se fueron asentando en torno a las ideas y en los siglos XVIII y XIX era necesario que se establecieran los límites entre liberalismo, capitalismo y socialismo, no por eso parece menos cierto que las ideas de Proudhon corresponden más bien al terreno de las ciencias políticas o sociales que a lo que hasta entonces se había entendido por filosofía. La sociedad ideal, esa edad de oro tan buscada por la humanidad de todas las épocas, era una utopía en el siglo XIX y continúa siéndolo en nuestros

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Henri Bergson (1859-1941): La consciencia humana como espejo de los cambios y como una parte del Espíritu Universal. Bergson se ocupa de los problemas de la existencia. Para él existir es tomar consciencia de todos los cambios que se producen en nosotros. Esos cambios ocurren forzosamente porque nada permanece invariable. La vida es por tanto una percepción continuada de las modificaciones que ocurren en nuestro entorno. Sería la sombra del yo proyectada en el espacio homogéneo.

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días, y así seguirá siendo por los siglos mientras los individuos sean educados en el ansia de “tener” y se olviden constantemente de que lo importante es “ser”. Esto lo vio claro Proudhon: es más significativo ser libre que propietario y poderoso. Sin embargo, se olvida de que no se puede reducir al ser humano a la simple condición de trabajador o patrón.

Contra quienes basan en las ciencias todas las fuentes de conocimiento de que puede fiarse el hombre, Bergson asegura que éste no es medible ni cuantificable con los mismos patrones que se utilizan para la materia porque la naturaleza humana dispone de cualidades que la hacen diferente. Para Bergson el ser humano dispone de libre albedrío y de libertad. Piensa, evoca y es consciente de sí mismo. Es poseedor de una consciencia que no es sino una parte del Todo. El “élan vital” (impulso vital) es el Espíritu Universal del que la consciencia humana no es sino una parte. Es común a todo lo que es y quiere seguir siendo. Los rosacruces coincidimos con Bergson en que el universo sería una continua creación de formas donde nada permanece inmóvil, todo se mueve, todo vibra. Las Ciencias se consideran omnipotentes, pero aíslan continuamente una parte del saber, aunque cualquier sistema aislado tiene influencias exteriores. No se puede negar que la vida está regida por fenómenos físico-químicos, pero

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esto no significa que la química y la física posean la clave por la que ésta se rige. Porque ¿el alma, el espíritu y la mente son simplemente algo que acompaña al “cuerpo”? Este debate todavía no está resuelto.

parte o parcela de la Consciencia o Espíritu Universal. No se trata de la creencia en un dios más o menos antropomórfico, sino de reconocer lo que ya decía un antiguo axioma: “El universo es mente, el universo es mental”. Sartre (1905-1980) – La soledad y la responsabilidad del hombre

Para quienes nos negamos a aceptar, porque repugna a nuestra mente, a nuestro ser interior, que el ser humano sea solamente materia, no cabe duda de que Bergson es un oasis dentro del pensamiento filosófico de finales del XIX y principios del siglo XX. Con él parece que la metafísica vuelve a encontrar su lugar. De nuevo toma relevancia el interés por la existencia y el dar respuesta a una antigua pregunta ¿Quiénes somos? Bergson preconiza que lo que diferencia a nuestra especie de las otras es su mayor grado de consciencia de sí misma, no siendo esta consciencia sino una

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El haber puesto de moda una corriente que tuvo un gran auge en la segunda mitad del siglo XX y que se llamó existencialismo, ha hecho que el pensamiento de Sartre se haya visto a menudo desnaturalizado y mal comprendido. El mismo trató de poner freno a esta incomprensión con la publicación de su obra El existencialismo es un humanismo, donde describe con toda claridad el alcance de sus tesis.


medio de mi actuación, tengo que ser muy cuidadoso con “mi actuar”, porque soy responsable del mundo.

allí donde se refleja nuestra percepción. Por lo tanto, el ser humano es responsable de lo que es, no solamente él mismo, sino todos los hombres, porque al crear al hombre que queremos ser, estamos creando al mismo tiempo una imagen de lo que consideramos que el hombre debe ser. Luego nuestras elecciones comprometen a toda la humanidad.

considerarse como una condena, pues cargo con mi libertad y estoy obligado a decidir.

¿Cómo puede existir la percepción pura sin el lenguaje? ¿Lo que yo denomino es lo que realmente “es”? Sin las palabras, todo desaparece y todo parecen manchas. Nada existe fuera de lo que delimita el lenguaje. Todos estamos de más en el mundo. Pero si yo creo el mundo por

Mi existencia no es necesaria, no tiene un sentido único, luego en el ejercicio de mi libertad puedo hacerla como quiera. Si el mundo no tiene sentido y yo no soy necesario, cada uno de mis actos me configura a mí mismo y me hace responsable de mi propia existencia. Esto puede

Esta responsabilidad crea angustia, desamparo, desesperación. Nos obliga a realizar en cada instante actos ejemplares. Se trata de la angustia de quien tiene responsabilidades. De la angustia de aquél que sabe que ha sido condenado a ser libre. “Es necesario que el hombre se encuentre a sí mismo y se convenza de que nada puede salvarlo de sí mismo, ni siquiera una prueba valedera de la existencia de Dios”. El infierno no está fuera, sino dentro de cada ser humano. El error que quizás comete Sartre es el establecer una

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Lo que caracteriza a Sartre en relación con los filósofos anteriores es su idea de que la existencia no precede a la esencia como se había mantenido hasta entonces. Para que algo se realice no tiene por qué haber sido concebido previamente. El hombre primero existe, luego se define. Empieza no siendo nada, solo será después y tal como él se haya concebido y hecho a sí mismo. El yo no está en la interioridad de la consciencia, sino


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barrera entre la interioridad de la consciencia y lo que se proyecta al exterior. Esa barrera es absolutamente inexistente y es solamente un producto de nuestra imaginación, pues en lo absoluto no existe ni “fuera” ni “dentro”, eso son solo conceptos humanos. Resulta chocante igualmente que al mismo tiempo que admite que cada ser humano no solo es responsable de sí mismo sino de lo que la humanidad debe ser, afirme que no somos necesarios para el mundo. Esto parece una contradicción, porque si soy responsable del mundo, también soy necesario para que el mundo sea tal como es, porque sin mí no sería lo mismo. Si un árbol cae en el bosque y no hay ningún oído humano que lo perciba ¿se habría producido el ruido de la caída? Los estructuralistas Aunque posiblemente ninguno de los dos habría pretendido crear una nueva escuela filosófica, basada en las teorías de Ferdinand de Saussure y de Claude Levi-Strauss, a partir de 1949 surge una nueva corriente que se llamaría estruc-

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turalismo. La podríamos también llamar la destrucción del mito del hombre y la negación de su libre albedrío. Ferdinand de Saussure (1857-1903), lingüista y filósofo, preconizaba que la visión del mundo depende de la lengua que utilizan los hombres. No pueden

ver el mundo de la misma manera un europeo y un chino. El idioma sería por lo tanto una estructura condicionante. Por su parte Claude LeviStrauss, (1908), antropólogo y filósofo, dice que la estructura es diferente en las diferentes culturas, pero todas dependen de una estructura común. Hay


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estructuras que nos condicionan desde el nacimiento, impidiendo que los seres humanos sean independientes al verse condicionados por ellas. La comunicación entre los sujetos está igualmente condicionada por las estructuras, teniendo éstas la función de permitir la cohesión del grupo social. Pero ¿qué es una estructura? Estructura es un conjunto de relaciones que hace que los individuos estén conectados entre sí. Las estructuras no son

estables, sino dinámicas y con capacidad de autotransformación. La estructura condiciona o determina a los sujetos. Condiciona nuestro comportamiento, nuestra manera de hablar, de vestir, etc. Se llamaría sincronismo a la coincidencia de los elementos de la estructura en un momento dado, mientras que diacronismo es la modificación temporal de una estructura. Las normas que rigen a la naturaleza son las mismas que rigen al hombre, luego éste puede ser estudiado ateniéndose a las mismas reglas. Los seres humanos no son distintos sino que viven dentro de distintas estructuras, aunque los sujetos no sean conscientes de ello. Las estructuras no son evitables, son omnipresentes. Podríamos decir que, si esta teoría se toma de forma radical, todo está prefijado en la estructura y no hay libertad de elección. ¿Existe por tanto la libertad humana? Para el estructuralismo no. Los estructuralistas cuestionan tanto el espiritualismo de Bergson como el existencialismo de Sartre. Si con Nietzche Dios ha muerto, con el estructuralismo es el hombre

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quien ha muerto. Se acaba con el hombre del humanismo, el del yo y la libertad. Nietzche no solo dijo que Dios había muerto, también añadió: “nosotros lo hemos matado”. Si aceptamos en su totalidad las ideas del estructu-

ralismo, habría que decir igualmente respecto al hombre que hemos sido nosotros quienes lo hemos matado. Pero no es matando al hombre como construiremos el futuro. La filosofía de nuestros días se pierde en tesis antagónicas, pero con su actitud excesivamente materialista, está creando una crisis en la huma-

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nidad que va en contra de su propia evolución. Sería vano negar la influencia del entorno en nuestros actos y el que continuamente estamos siendo expuestos a estímulos que intentan condicionar nuestra libertad de elección, pero eso no significa que estos parámetros anulen por completo nuestro comportamiento hasta el punto de convertirnos en robots sin ninguna posibilidad de ejercer el libre albedrío. El diacronismo, es decir, la modificación temporal de la estructura, no se produce sola, sino que es consecuencia de los actos promovidos por la voluntad del hombre. Si fuera cierto, como preconiza el estructuralismo, que no somos libres de actuar, si estamos totalmente condicionados por las influencias del entorno, tampoco somos responsables de nuestros actos. ¿Qué valor puede tener lo que hagamos o dejemos de hacer? Lo único que importa es la satisfacción inmediata de nuestros propios apetitos y el conseguir cada día una parcela más grande de placer. No hay más que mirar a nuestro alrededor para comprobar que ésta


Conclusiones Resumiendo todo lo anteriormente expuesto, llegamos a las siguientes conclusiones:

partiendo de todas las premisas anteriores. El ser humano, como decía Comte, debe utilizar su mente para conocer lo que él es y lo que le rodea, pues es su facultad principal y lo que ha hecho que alcance cotas de desarrollo muy por encima de las de cualquier

1.- Comte, el racionalista, incide en el reino de la razón. 2.- Proudhon, el sociólogo, pone la libertad por encima de la propiedad. 3.- Bergson, el espiritualista, recapacita en el alcance de la consciencia humana como espejo de los cambios y como una parte del Espíritu Universal. 4.- Sartre, el humanista desencantado, se enfrenta a la soledad y a la responsabilidad del hombre. 5.- Ferdinand de Saussure y Claude Levi-Sstrauss, los estructuralistas, contemplan los condicionamientos a los que se encuentran expuestos los humanos, llegando incluso a destruir el mito del hombre y a negar su libre albedrío. Pero nada en la naturaleza es unívoco, todo tiene dos polos; las verdades son solo medias verdades y los extremos se tocan. Intentemos ahora reconciliar las paradojas. Construyamos un Hombre completo

otra especie de las que pueblan la tierra. Sin embargo, como afirmaba Proudhon, asegurar las condiciones que dignifiquen sus condiciones de vida es de mayor importancia que cualquier filosofía o manera de pensar; por lo tanto, el primer esfuerzo de toda ciencia debe ser mejorar el bienestar físico y material del hombre. Tampoco andaba errado Bergson al conceder a los humanos una trascendencia y un estatus universal reconociendo que no se le puede relegar al mismo nivel de la materia porque en él hay otro componente que podríamos llamar espiritual.

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es la situación a la que se está llegando en nuestra avanzada civilización occidental.


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Q Queda ed fin finalmente lmente po por dilucidar qué hacemos con la idea de la libertad. ¿Son reconciliables Bergson y Sartre con las ideas estructuralistas? Claro que sí. No cabe ninguna duda de que el lugar y la época de nacimiento, la familia, el lenguaje que utilizamos y la constitución de la sociedad en la que nos ha tocado vivir tienen una fuerte influencia en nuestro desarrollo y en nuestra manera de pensar, pero no son más que las bases, los materiales de los que habremos de servirnos para construir, con toda libertad, nuestra propia existencia de la que somos los solos y únicos responsables.

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Esto E to no nos lle lleva a lla sii guiente definición del Hombre: “Ser provisto de razón y de consciencia que debe evolucionar de manera digna dentro de una sociedad y que construye su futuro y el de toda la humanidad tomando como base las condiciones del entorno en el que le ha tocado vivir”. Vaya a modo de conclusión la siguiente reflexión: ¿qué es finalmente el hombre? Nada con respecto al infinito, todo con respecto a la nada. Incapaz de comprender la totalidad de las cosas, sigue apuntando ideas antagónicas en su necesidad de explicar los secretos que todavía son para él impenetrables.


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Por Adrián Pérez de Vera

En algunas ocasiones dudamos sobre el significado preciso de algunos términos que escuchamos y decimos en nuestro círculo. Por esa razón he consultado una enciclopedia1 y he recopilado la terminología más usada. No he tenido otra cosa que hacer que copiar y pegar. Por tanto, este trabajo de hoy no tiene ningún mérito personal, el mismo debe dársele a la enciclopedia consultada. La idea es recopilar en un solo legajo las definiciones enciclopédicas de la terminología que nos interesa y distinguir un sistema de otro al tanto que se incluye una pizca de historia para que sea más amena su lectura. Por supuesto no se han incluido todos los términos, solo aquellos que más nos pueden confundir y que usamos cotidianamente en nuestros es-

1 Enciclopedia Encarta de Microsoft 2003

critos o conferencias. Es posible que las definiciones dadas no sean idénticas a otras que podamos tener, son, sin embargo, las definiciones enciclopédicas.

Esoterismo En términos generales, serie de conocimientos cerrados y ocultos para la mayoría de las personas, pero accesibles para los ya iniciados. En un sentido más estricto, es el conjunto de enseñanzas, doctrinas o técnicas simbólicas destinadas a unos cuantos iniciados que deben

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buscar lo que hay más allá de lo externo, es decir, lo interno, lo que permanece oculto. El adjetivo esotérico lo aplicó por primera vez Clemente de Alejandría en el año 208 de nuestra era refiriéndose a las enseñanzas que Aristóteles impartía a sus discípulos ya instruidos. Sin embargo, todos aquellos discursos que fueron recogidos en

Algunas prácticas exigían una manera de ser —en cuerpo y alma— que adoptara una forma diferente de aproximarse al mundo: desde el interior y buscando la metafísica de las cosas, es decir, ir más allá de lo físico. La alquimia o el druidismo serían casos de esoterismo: ambos exigen una serie de conocimientos ocultos que se pro-

un lenguaje común y destinados al público se denominaron exotéricos. El concepto esoterismo proviene, pues, del adjetivo esotérico, mientras que exoterismo es lo abierto, lo que no requiere ningún conocimiento previo.

yectan hacia la búsqueda de algo alejado de los sentidos físicos. Al mismo tiempo, el esoterismo rechaza por naturaleza que esos conocimientos se divulguen, ya sea porque hay que preservar el secreto (el arcano) para que no se envilezcan y pierdan su valor, por seguridad (para no exponerse a los peligros de los experimentos de la alquimia), o por razones políticas (para no ser perseguidos debido a las prácticas heréticas). Metafísica Rama de la filosofía cuyo estudio se centra en la naturaleza de la realidad última. La metafísica está dividida en la ontología, que analiza los tipos fundamen-

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tales de entidades que componen el Universo, y en la metafísica propiamente dicha, que describe los rasgos más generales de la realidad. Juntos, esos rasgos generales definen la realidad que tal vez pueda caracterizar a cualquier Universo. Como aquéllos no son definitorios de éste, sino que son comunes a todos los mundos posibles, la metafísica puede alcanzar el mayor grado de abstracción. La ontología, en cambio, como investiga las divisiones últimas dentro de este Universo, está más relacionada con el plano físico de la experiencia. El término “metafísica” fue acuñado, alrededor del año 70 a.C., por el filósofo peripatético griego Andrónico de Rodas cuando recopiló y editó los 14 libros de Aristóteles que se encontraban “después de (la) física” (en griego, meta (ta) physica); es decir, los textos aristotélicos dedicados a la primera filosofía, al estudio del ser, que seguían a los que integraban su Física. La palabra adquirió popularmente connotaciones que la hacían remitirse a las cuestiones que trascienden la realidad material. En sentido filosófico, sin embargo, y en particular en oposición a la utilización de la palabra por los ocultistas, la metafísica se aplica a toda realidad y se distingue de otras formas de investigación por su generalidad.

jaron el que durante siglos sería principal contenido de la especulación metafísica. Entre los filósofos del escolasticismo medieval, la metafísica era conocida como la “ciencia transfísica”. Suponían que, a través de ella, el estudioso podría hacer la transición filosófica desde el orden físico hasta un mundo más allá del sentido de la percepción. En el siglo XIII santo Tomás de Aquino declaró que el propósito de la metafísica era la cognición de Dios a través de un estudio causal de los seres finitos sensibles. Durante el siglo XVI, debido al desarrollo de los estudios científicos, la reconciliación entre ciencia y fe en Dios se convirtió en un problema cada vez más importante.

Los temas tratados en la Metafísica de Aristóteles (sustancia, causalidad, naturaleza del ser y existencia de Dios) fi-

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Ocultismo Ocultismo (en latín, occulere, ‘ocultar’), creencia en la eficacia de una serie de prácticas, tales como la astrología, alquimia, adivinación y magia, basadas en el conocimiento esotérico u oculto acerca del Universo y sus fuerzas misteriosas. Este conocimiento incluye como característica propia el concepto de las correspondencias, relaciones entre entidades del Universo —estrellas, planetas, gemas, colores—y, por ejemplo, partes del cuerpo humano o sucesos de la vida, de manera que utilizando esos conocimientos se pueden lograr curaciones o conocer el destino. También puede incluir la creencia en seres intermediarios —ángeles, dioses menores, espíritus, maestros ascendentes— entre la humanidad y Dios, con quien, los que son capaces, pueden contactar. El verdadero conocimiento oculto se obtiene a través de la iniciación por aquellos que ya lo poseen o por el estudio de los textos esotéricos en los que se expone. Existen corrientes ocultistas de conocimiento en casi todas las civilizaciones. El ocul-

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tismo occidental hunde sus raíces en las antiguas sabidurías populares y religiones de Babilonia y Egipto, en especial la registrada y transmitida por los filósofos herméticos y neoplatónicos. Con importantes aportaciones del misticismo judío de la Cábala, tuvo una importante presencia en la Edad Media, a través de la astrología, la alquimia y los rituales mágicos ceremoniales que convocaban a los espíritus. Muchos sabios medievales importantes, como Roger Bacon o Paracelso, fueron en realidad enlaces entre el antiguo ocultismo y la ciencia moderna. Las grandes persecuciones de la brujería constituyen una parte siniestra de la historia de la Europa moderna (entre 1400-1700), cuando miles, si no millones, de mujeres fueron torturadas y aniquiladas por sacerdotes y clérigos bajo acusaciones de mant e n e r prácticas ocultas. El ocultismo fue considerado cada


A pesar de la religión y de la aparición de la ciencia moderna, el ocultismo mantuvo su presencia intelectual durante los siglos XVIII y XIX, aunque más valorado por su significado espiritual que por sus aplicaciones prácticas. Para el médico austriaco del siglo XVIII Franz Anton Mesmer, padre del hipnotismo moderno, el ocultismo era esencialmente una manera de afirmar la naturaleza fundamental del Universo como conciencia, así como del poder de la mente humana para interactuar directamente con él. Desde semejante perspectiva, el ocultismo encontró con facilidad su función en el romanticismo del siglo XIX, que preconizaba la recuperación de las tradiciones populares antiguas, el simbolismo y el poder creativo de la imaginación. Estos elementos fueron importantes en el nuevo modo de entender el ocultismo que se dio a mediados del mismo siglo bajo las formas del espiritismo, la Sociedad Teosófica (1875) y la Orden Hermética del Golden Dawn (1889). A estos dos últimos grupos pertenecieron un gran número de artistas, poetas e intelectuales.

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vez más por la Iglesia como un culto relacionado con Satán.

Durante el siglo XX se ha desarrollado un renacimiento del ocultismo desde la contracultura de la década de 1960, con el resurgir de la astrología, los objetos adivinatorios y los rituales mágicos; e incluso más tarde con el movimiento New Age de las décadas de 1980 y 1990. Aunque muy criticado tanto por la Iglesia como por los científicos, el ocultismo parece saciar determinadas necesidades humanas profundamente arraigadas de significado, poder y expresión simbólica. Hermetismo Se dice de las especulaciones, escritos y partidarios que en distintas épocas han seguido ciertos libros de alquimia atribuidos a Hermes, filósofo egipcio que se supone vivió en el siglo XX a. C.

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Libros herméticos Recopilación de tratados y diálogos metafísicos que datan de mediados del siglo I a.C. al siglo IV d.C., y que se supone son las revelaciones de Thot, el dios egipcio de la sabiduría. La mayor parte están escritos en griego y en latín, y tratan de alquimia, astrología y magia negra, exponiendo creencias e ideas que predominaron durante la primera época del Imperio romano. Los 17 tratados del Corpus Hermeticum hablan de cuestiones teológicas y filosóficas, siendo su tema central la regeneración y deificación de la humanidad a través del conocimiento del único Dios trascendente. Aunque el origen de la recopilación es egipcio, su orientación filosófica es griega (platónica).

tenticidad de tal experiencia no depende de la forma, sino tan sólo del tipo de vida posterior a ella. La vida mística se caracteriza por un aumento de productividad, serenidad y alegría, mientras los aspectos interiores y exteriores armonizan en unión con lo divino. Se han elaborado complejas teorías filosóficas con el objetivo de explicar el fenómeno del misticismo, incluida su manifestación en algunos credos seculares en apariencia ateos.

Misticismo Misticismo, un conocimiento inmediato, directo, intuitivo de Dios o de una realidad esencial, adquirido por medio de experiencias religiosas personales. Hay grandes variaciones tanto en la forma como en la intensidad de la experiencia mística. Sin embargo, la au-

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Aquíí será á necesario esbozar algunas ideas personales no enciclopédicas, aunque no nos desviaremos de la línea del texto sino que intentaremos ampliarlo. Como vemos, el misticismo es un conocimiento directo, inmediato e intuitivo, pero no solo de Dios, aunque el sueño del místico es


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llegar a la unión con Dios, sino de todo objeto de conocimiento. Por ese motivo vamos a ver un misticismo influenciado por un maestro o gurú o líder religioso, con lo cual, dicha experiencia vendrá enmarcada con el contenido de tales influencias. No obstante, también podemos hablar de un misticismo natural, no religioso, esto es, producido por la forma de pensar del sujeto. Casos de este tipo han ocurrido en poetas y psicólogos como Walt Whitman, William James o el mismo Emerson. El misticismo rosacruz no tiene la influencia de un maestro toda vez que el rosacrucismo expone que cada uno tiene su propio maestro interno, de manera que lo que se busca es que

cada estudiante experimente por sí mismo, que sea su experiencia personal lo que le proporcione el conocimiento de aquello que estudia y que culmina con la Realización del Ser. Misticismo Hindú Quizá el hinduismo sea el que cuente con la más antigua tradición de misticismo. En la filosofía hindú, y de forma muy acusada en el sistema filosófico conocido como el Vedanta, el yo o atmán de una persona se identifica con el supremo yo o brahman del universo. Se considera que la aparente separación e individualidad de seres y acontecimientos es una ilusión (en sánscrito, maya) o una convención de pensamiento y sentimiento. Se puede disipar esta ilusión logrando la identificación esencial de atmán y brahman. Cuando el religioso iniciado ha superado la ignorancia absoluta (en sánscrito, avidya), de la que depende la aparente posibilidad de separación entre sujeto y objeto, de yo y no yo, se llega a un estado místico de liberación, o moksha. La filosofía hindú del yoga incorpora quizá la más completa y rigurosa disciplina

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jamás diseñada para trascender el sentimiento de identidad personal y despejar el camino para una experiencia de unión con el yo divino. Por su propia tradición, el misticismo ha estado en la esfera de los sadhus, que alcanzan meritorios extremos de ascetismo en el cumplimiento de sus devociones como, por ejemplo, utilizar durante años una sola pierna o renunciar al vestido. Semejantes trabajos son considerados como un corolario de la batalla espiritual para conseguir la liberación mística.

tado de nirvana, ya sea en su encarnación actual o en otra futura. El budismo no tiene clérigos seculares en el sentido cristiano, sólo monjes masculinos y feme-

Misticismo Budista

ninos que se esfuerzan por lograr la iluminación a través del ejercicio espiritual y de una vida adecuada, despojándose de esta manera de la carga de karma que les mantiene en el mundo de la reencarnación perpetua.

Desarrollado al margen de las tradiciones hindúes, pero basado en conceptos hindúes, el budismo perpetúa la tendencia mística del hinduismo. El Buda histórico practicó yoga durante años antes de abandonarlo por un régimen más moderado, y el budismo en sí puede ser contemplado como un movimiento de reforma opuesto a los más severos excesos del misticismo hindú tradicional. Se puede considerar al budismo como una religión mística, puesto que su único objetivo es conseguir en todos cuantos lo practican una trascendencia mística en el es-

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Aunque todo budismo es místico por definición, algunas sectas lo son mucho más que otras. Esta circunstancia se debió en parte al tradicional énfasis budista en la transmisión de la doctrina en innumerables sutras y en una compleja metafísica, en tanto que la experiencia mística se aborda casi siempre para superar distinciones racionales y de lenguaje. La escuela de bu-


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dismo zen, que apareció por primera vez en China en el siglo VI d.C., en parte como resultado de la fecundación cruzada con el taoísmo, y extendida más tarde a Japón y a otros países, se centra en la realización inmediata de la vacuidad de las cosas por la destrucción de las estructuras conceptuales. El budismo esotérico, y de modo particular el tantra budista, desarrolló también una disciplina mística donde los maestros conducían a los discípulos a la iluminación a través de rigurosos ejercicios físicos y mentales, creación y contemplación de motivos místicos o mandalas, y comunicación de verdades secretas a través de gestos y posturas conocidos como mudras. Misticismo Chino En China, el confucianismo, que presidió la vida en este país casi desde sus comienzos hasta el siglo XX, es formalista y antimístico, aunque el taoísmo, como expuso su fundador tradicional, el filósofo chino Lao-tsé, tiene un marcado acento místico. El taoísmo subrayaba la relatividad y falibilidad de las distinciones racionales, desarrolladas por medio

del pensamiento y del lenguaje, para comprender y controlar el mundo, y defendía su eliminación para restituir a la mente a una unidad indiferenciada del universo, un estado al que se denominó “el bloque compacto”. Un experto taoísta logrará de esta forma armonía mística con la medida de las cosas poseyendo un corazón, espejo que reflejará con espontaneidad el orden universal. El sabio taoísta Zhuangzi (siglo III a.C.) comparó semejante estado al de un nadador capaz de navegar por torrentes como un pez o al de un experto cocinero capaz de cortar un buey en trozos con absoluta seguridad. Por eso el taoísmo fundó monasterios organizados y una tradición de genuina contemplación mística, aunque al relacionarse con la primitiva ciencia química china produjo también alquimistas pseudo místicos que buscaban los elixires de la inmortalidad en lugar de la unión con el Infinito.

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Misticismo Grecia

en

la

Antigua

Las ideas filosóficas de la antigua Grecia fueron ante todo naturalistas y racionalistas, aunque un elemento del misticismo encontró expresión en el orfismo, en los misterios de Eleusis y otros ritos. Un movimiento griego tardío, el neoplatonismo, basado en la filosofía de Platón, presenta también influencias de religiones misteriosas. Plotino fue quizá su mejor exponente, y su pensamiento ejerció una considerable influencia en el cristianismo primitivo. El misticismo del periodo precristiano quedó de manifiesto en los escritos del filósofo judeohelénico Filón de Alejandría.

Misticismo Islámico

fíes buscan la unión directa con Dios lograda por el favor divino. El lenguaje extático de unión con Dios con el que los sufíes describen sus experiencias, y las doctrinas panteístas desarrolladas por algunos de ellos, han dado lugar a acusaciones de heterodoxia. En el año 922 el sufí al-Hallaj fue ejecutado en Bagdad acusado de haber manifestado su identidad con Dios. Correspondió al filósofo del siglo X, Algazel, reconciliar el sufismo con el islam ortodoxo. El sufismo encontró su expresión más memorable en las obras simbólicas de los poetas persas Mohammed Shams od-Din, más conocido como Hafiz, y Jalal ad-Din Muhammad Din ar-Rumi, así como en los escritos del persa Algazel.

El sufismo islámico adopta una forma de teísmo místico muy parecida a la del vedanta. Desarrollado en la temprana historia islámica, el sufismo se centra en la unión personal con Alá. A través de disciplinas ascéticas y contemplativas, los místicos su-

Ibn Arabi (1165-1241), filósofo y místico sufí hispanomusulmán, también conocido por el nombre de Abenarabí, está considerado como al-Shaykh al-akbar (‘el más grande de los maestros’). Además de su importante obra teórica, Ibn Arabi

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contó numerosas experiencias y encuentros místicos (premoniciones, visiones, diálogo con los muertos, etcétera) que tuvo a lo largo de su vida. Es también autor de libros de poesías místicas. Abu Bakr Muhammad ibn Arabi, su nombre completo, nació en el reino musulmán de Murcia, en al-Andalus, en 1165. Ibn Arabi fue el primer filósofo musulmán que formalizó el sufismo, corriente mística cuyos dos fundamentos teóricos eran el Corán y la Sunna (palabras y hechos del profeta Mahoma). Lo esencial de este movimiento era la iniciación práctica a los ejercicios espirituales por parte de un maestro a su discípulo. Sus tíos también eran sufíes y su padre fue amigo del filósofo Averroes, al que fue presentado. Los numerosos viajes y estancias en los grandes centros intelectuales del mundo musulmán permitieron a Ibn Arabi hacer, de una parte, la síntesis de las corrientes sufíes y, de otra, difundir a numerosos discípulos lo esencial de su doctrina y la práctica de la vía sufí.

Dios es la realidad absoluta y esta realidad se manifiesta en todas las cosas en niveles diferentes de existencia. La vía (tariq) sufí es, por lo tanto, el método que permite leer e interpretar esos signos de la realidad con el fin de acceder a un estado espiritual cercano a un conocimiento íntimo de Dios. La progresión comienza por la toma de conciencia de uno mismo en el mundo y la obligación del discípulo de volverse hacia Dios y de no ser receptivo más que a Él. Esta primera etapa es una renuncia. El segundo nivel es un estado de adoración sin límite y de admiración. El sufí es, en el corazón del mundo, un reflejo de la realidad de Dios. El resultado de la vía sufí es la experiencia íntima y el conocimiento puro de la Divinidad. Tras Ibn Arabi, Al Sarraj definió las virtudes que desarrolla el sufí y que marcan su iniciación. En primer lugar, el arrepentimiento y el escrúpulo, luego la abstinencia y la pobreza, la paciencia y la confianza y, finalmente, la satisfacción y

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La vía Sufí


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la contemplación. Murió en Damasco en 1241. Misticismo Cristiano El misticismo cristiano como sistema procede del neoplatonismo a través de la obra de Dionisio el Areopagita, o de un filósofo posterior al que se conoce como Pseudo-Dionisio. El filósofo escolástico del siglo IX, Juan Escoto Eriúgena, tradujo las obras en griego de PseudoDionisio al latín, introduciendo de este modo la teología mística del cristianismo oriental en la Europa occidental, donde se fusionó con el misticismo del prelado y teólogo cristiano primitivo san Agustín de Hipona. En la Edad Media el misticismo estuvo con mucha frecuencia asociado al monacato. Alguno de los más famosos místicos se encontraban entre los monjes tanto de la Iglesia oriental como de la occidental, en particular a los hesiquiastas del monte Athos del siglo XIV en aquélla, y San Bernardo de Claraval, San Francisco de Asís y San Juan de la Cruz en ésta. El monasterio francés de Sainte Victoire, cerca de París, fue un centro importante de pensamiento místico durante el siglo

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XII. El conocido místico y filósofo escolástico San Buenaventura, fue discípulo de los monjes de Saint Victor. San Francisco, cuyo misticismo procedía del Nuevo Testamento sin referencia al neoplatonismo, permanece como una figura dominante en el misticismo moderno. Entre los místicos holandeses se hallan Jan van Ruysbroeck y Gerardo Groote el Grande, este último religioso reformador y fundador de la orden conocida como los Hermanos de la Vida Común. La figura de Johannes Eckhart (siglo XIII), mencionado como Maestro Eckhart, es considerada como el primer místico de la tradición alemana.


Por su búsqueda de libertad espiritual, a veces a costa de fórmulas teológicas y disciplina eclesiástica, el misticismo podría haber contribuido al origen de la Reforma, aunque sin duda hubiera entrado en conflicto con las autoridades religiosas protestantes como lo hizo con las jerarquías católicas romanas. La Contrarreforma inspiró los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. The Practice of the Presence of God de Brother Lawrence fue una obra clásica francesa del siglo XVII. Los más notables místicos alemanes protestantes de la época fueron Jacob Boehme, autor de Mysterium magnum, y Kaspar Schwenkfeld von Ossig. El misticismo también tuvo su expresión en la teología de numerosas sectas protestantes y constituye una destacada característica entre los anabaptistas y los cuáqueros.

Entre los místicos cristianos más importantes hay un grupo de mujeres, sobre todo Santa Hildegarda, Santa Catalina de Siena y Santa Teresa de Jesús. La mística francesa del siglo XVII Juana María Bouvier de la Motte Guyon introdujo en Francia la doctrina mística del quietismo.

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Otros importantes místicos alemanes fueron Johannes Tauler y Heinrich Suso, seguidores de Eckhart y miembros de un grupo llamado los Amigos de Dios. Uno de sus miembros escribió la Teología alemana que influyó en Martín Lutero. Entre sus prominentes figuras posteriores se incluye a Tomás de Kempis, conocido autor de la Imitación de Cristo. Entre los místicos ingleses de los siglos XIV y XV están Margery Kempe y Richard Rolle, Walter Hilton, Juliana de Norwick, y el anónimo autor de The Cloud of Unknowing, un influyente tratado sobre la oración mística.


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En Nueva Inglaterra, el famoso teólogo congregacional Jonathan Edwards mostró una fuerte tendencia mística y el renacimiento religioso que comenzó en su época y que se difundió por Estados Unidos en el siglo XIX procede en gran medida de su peculiar facultad de asumir principios místicos, subrayando el sentimiento en su modo más intenso como una intuición directa de la voluntad de Dios. El misticismo se manifestó en Inglaterra en las obras de los platonistas de Cambridge; en las del escritor piadoso William Law, autor de Serious Call to a Devout and Holy Life, y en el arte y la poesía de William Blake.

lliam Inge y el teólogo alemán Rudolf Otto. Un importante comentarista seglar ha sido el psicólogo y filósofo estadounidense William James en The Varieties of Religious Experience (1902).

Misticismo contemporáneo

fasis particular en los escritos de la Cábala de la Edad Media y en el movimiento del hasidismo del siglo XVIII, fue descubierta de nuevo por el filósofo e investigador austriaco moderno Martin Buber. Son conocidos como místicos modernos la filósofa social francesa Simone Weil, el sacerdote y filósofo francés Pierre Teilhard de Chardin y el monje trapense estadounidense Thomas Merton.

En el siglo XX se ha experimentado un renacimiento del interés por el misticismo cristiano y no cristiano. Primeros comentaristas de renombre fueron el barón austriaco católico Friedrich Hügel, el poeta y escritor británico Evelyn Underhill, el cuáquero estadounidense Rufus Jones, el prelado anglicano Wi-

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En las tradiciones no cristianas, el comentarista más destacado sobre budismo zen ha sido el japonés Daisetzu Suzuki; sobre hinduismo, el filósofo indio Sarvepalli Radhakrisnan, y sobre el Islam, el investigador británico R.A. Nicholson. La segunda mitad del siglo XX ha conocido un progresivo interés por el misticismo oriental. La tendencia mística en el judaísmo, que recibió un én-


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Neurofilosofía y misticismo

por Javier del Arco Carabias Kenneth Earl Wilber Jr. (nacido el 31 de enero de 1949 en Oklahoma City, a las 22.30 CST es un filósofo estadounidense cuyos intereses versan principalmente sobre psicología, religiones comparadas, historia, ecología y misticismo. Aunque con frecuencia se le describe como un escritor new age, su obra es severamente crítica con este movimiento. Practicante de distintas técnicas budistas de meditación (en especial zazen) e incluso reconociendo su posición filosófica ampliamente influenciada por N g rjuna, Wilber no se identifica como budista.

La Filosofía Universal o Perenne es una visión mínima común del Mundo, un consenso filosófico único, de amplitud universal, que ha sido sostenido por muchos que han compartido las mismas experiencias y han transmitido esencialmente la mismas enseñanzas, hoy o hace seis mil años, a lo largo y a lo ancho del mundo. En este artículo profundizo en la crisis general producida por la “divinización” del ego, del sujeto material, devenido en objeto de lujo, “sobjeto” como dice Verdú. Es una reacción contra la debilidad en el pensar, en el hacer, el gobernar y el vivir. Es un grito contra la filosofía “personista” egocéntrica, materialista y destructora.

Kenneth Earll Wilb Wilber JJr K th E El legado experiencial de la humanidad Estas verdades de naturaleza universal constituyen el legado experiencial del conjunto de la humanidad que, en

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un actividad muy interesante. Pero si bien es cierta la existencia de una relatividad cultural, ello no constituye toda la verdad.

todo tiempo y llugar, ga ha llegado a un acuerdo sobre ciertas verdades profundas referidas a la condición humana y sobre cómo acceder a lo Trascendente. Esta es una forma de describir lo que es la Philosophia perennis. Modernamente se afirma que es el lenguaje y la cultura lo que modela todo nuestro conocimiento. En caso de ser esto cierto, y dado que las diversas culturas y lenguajes son muy diferentes entre sí, cabría la posibilidad de que apareciera alguna verdad universal o colectiva sobre la condición humana. Desde este punto de vista, no existe una condición humana como tal, sino tan solo historia humana; y esa historia es muy diferente en cada caso, planteamiento éste claro de relatividad cultural Ciertamente, existen, sin duda, una diversidad de culturas que poseen un diferente “conocimiento local”, y la investigación de esas diferencias constituye

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Además de las diferencias culturales evidentes, como son el tipo de alimentación, las estructuras lingüísticas o las costumbres de apareamiento, por ejemplo, existen también muchos otros fenómenos en la existencia humana que son, en gran medida, universales o colectivos. El cuerpo humano, tiene por ejemplo doscientos ocho huesos, un corazón y dos riñones, tanto si se trata de un habitante de París, Pekín o Ciudad del Cabo, y tanto hoy día como hace miles de años. Estas características universales constituyen lo que se denomina “estructuras profundas” porque son esencialmente las mismas en todas partes. Sin embargo, parece que las diversas culturas utilicen esas estructuras profundas de maneras muy diversas, como los chinos que vendaban los pies de sus mujeres o los de Ubangi que estiraban sus labios, o bien el uso de tatuajes y de prendas


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de vestir, los juegos, el sexo y el parto, todo lo cual varía considerablemente de una cultura a otra. Todas estas variables reciben el nombre de “estructuras superficiales”, porque son locales en vez de universales. La mente humana Esto mismo ocurre también en el ámbito de la mente humana. La mente humana posee estructuras superficiales que varían entre las distintas culturas, y estructuras profundas que permanecen esencialmente idénticas independientemente de la cultura considerada. Aparezca donde aparezca, la mente humana tiene la capacidad de formar imágenes, símbolos, conceptos y reglas. Las imágenes y símbolos particulares pueden variar de una cultura a otra, pero lo cierto es que la capacidad de formar esas estructuras mentales y lingüísticas y las propias estructuras en sí, son esencialmente las mismas en todas partes. Del mismo modo que el cuerpo humano produce pelo, la mente humana produce símbolos. Las estructuras mentales superficiales varían considerablemente entre sí, pero las estructuras mentales profundas son, por su parte, extraordina-

riamente i t similares. i il Ahora bien, al igual que el cuerpo humano produce universalmente pelo y la mente produce ideas, el espíritu humano también produce universalmente intuiciones sobre lo Divino. Y esas intuiciones y vislumbres configuran el núcleo de las grandes tradiciones espirituales del mundo entero. Una vez más, aunque las estructuras superficiales de las grandes tradiciones de sabiduría sean, desde luego, muy diferentes entre si, sus estructuras profundas, por el contrario, son muy similares y algunas veces idénticas. La Filosofía Perenne se ocupa fundamentalmente de las estructuras profundas del encuentro humano con lo Divino. Porque aquellas verdades sobre las cuales los hindúes, los cristianos, los budistas, los taoístas y los sufíes se hallan en completo acuerdo,

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suelen referirse a algo profundamente importante, algo que nos habla de verdades universales y de significados últimos, algo que toca la esencia fundamental de la condición humana. Verdades profundas. Llegados a este punto deberíamos considerar cuales son esas verdades profundas y esos puntos de acuerdo fundamentales. Como señala Ken Wilber, los más importantes son: a) El Espíritu existe. b) El Espíritu está dentro de nosotros. c) A pesar de ello, la mayor parte de nosotros vivimos en un mundo de ignorancia, separación y dualidad, en un estado de caída ilusorio y no nos percatamos de ese Espíritu interno. d) Hay una salida para ese estado de caída, de error o de ilusión; hay un Camino que conduce a la liberación. f) Si seguimos ese camino hasta el final llegaremos a un Renacimiento, a una Liberación Suprema. g) Esa experiencia marca el final de la ignorancia básica y del sufrimiento. h) El final del sufrimiento conduce a una acción social amo-

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rosa y compasiva hacia todos los seres sensibles. La experiencia directa Afirmar con Ken Wilber y además tan categóricamente que el Espíritu existe, me va a poner en una posición incómoda con muchos colegas. Se van a sentir incómodos cuando no van a proceder a descalificarme. Me es igual. Sé que es posible llegar a esa conclusión por diversas vías. Personalmente me decanto por la experiencia directa. Sus afirmaciones no se basan en meras creencias, ideas, teorías o dogmas, sino en la experiencia directa, en la experiencia espiritual Real. Esto es lo que diferencia a los verdaderos místicos


En cualquiera de estos casos debemos haber tenido la experiencia real para saber de que se trata. Pero no por ello se debe concluir que la puesta de sol, la fruta o la música no existen o son experiencias no válidas. Además, aunque la experiencia mística sea, en gran medida, inefable, puede ser comunicada o transmitida. Así, por ejemplo, de la misma manera que la danza se puede enseñar aunque no se pueda transmitir con palabras, también es posible aprender una determinada práctica espiritual que muchas veces sobreviene a través del cuidado esmerado de un Espíritu que la fe supone y la perfección nos muestra o nos desvela. Admito que esa experiencia mística, que tan verdadera le parece al místico, bien puede ser cuestionada. Ningún conocimiento es absolutamente seguro.

en que la experiencia mística no es más cierta que cualquier otra experiencia directa. Pero ese argumento, lejos de echar por tierra las afirmaciones de los místicos, los eleva, en realidad, al mismo estatus que yo definitivamente acepto. En otras palabras, el mismo argumento que se puede aducir en contra del conocimiento místico puede aplicarse, en realidad, a cualquier otra forma de conocimiento basado en la experiencia evidente, incluida la experiencia empírica. Creo que estoy mirando la luna, pero bien pudiera estar errado; los físicos creen en la existencia de los electrones, pero podrían estar equivocados; los críticos consideran que Hamlet fue escrito por un personaje histórico llamado Shakespeare, pero podrían estar en un error, etc. ¿Cómo podemos estar seguros de la veracidad de nuestras afirmaciones? Mediante más experiencias.

Ta m b i é n estoy de acuerdo

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de los religiosos de carácter más dogmático. Ciertamente la experiencia mística es inefable y no puede traducirse enteramente en palabras, pero lo mismo ocurre con cualquier otra experiencia, ya se trate de una puesta de sol, el sabor de una fruta fresca o la armonía de una fuga de Bach.


orden rosacruz amorc Pues bien, eso es precisamente lo que han estado haciendo históricamente los místicos a lo largo de décadas, siglos y milenios: comprobar y refinar sus experiencias, un récord de constancia histórica que hace palidecer incluso a la ciencia moderna. El hecho de que este argumento, lejos de echar por tierra las afirmaciones de los místicos, lo que hace es conferirles de una manera sumamente adecuada el estatus de auténticos expertos e informados sobre su especialidad y, por consiguiente, los únicos verdaderamente capacitados para establecer aseveraciones al respecto. La visión mística Quienes atacan la visión mística afirman que bien podría tratarse de una patología esquizofrénica y, al igual que Wilber, afirmo que se sabe que ciertos místicos presentan rasgos esquizofrénicos y que hay esquizofrénicos que experimentan

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intuiciones místicas. Pero desconozco a cualquier autoridad en la materia que crea que las experiencias místicas son básicas y primordialmente alucinaciones esquizofrénicas. Está claro que también conozco a muchas personas no cualificadas que así lo piensan y que resultaría difícil convencerlas de lo contrario. Diré, tan solo, que las prácticas espirituales y contemplativas utilizadas por los místicos, como la oración contemplativa o la meditación, pueden ser muy poderosas, pero no lo suficiente como para atraer a un número significativo de hombres y mujeres normales, sanos y adultos y, en el curso de unos pocos años, convertirlos en esquizofrénicos delirantes. El Maestro de Zen Hakuin transmitió su enseñanza a ochenta y tres discípulos que se encargaron de revitalizar y or-


En cuanto a la objeción de que la posibilidad de la noción de “ser uno con el espíritu” no sea más que un mecanismo de defensa regresivo para proteger a una persona contra el pánico ante la muerte y lo impermanente, cabe decir que si la “unidad con el Espíritu” fuese simplemente algo más en lo que uno cree y se tratara, por lo tanto, de una idea o una esperanza, entonces, ciertamente, solo formaría parte de la “proyección de inmortalidad” de una persona, es decir, de un sistema de defensa diseñado como Wilber ha intentado explicar en sus libros “Después del Eden” y “Un Dios sociable” para protegerse mágica o regresivamente de la muerte bajo la promesa de una prolongación o continuación de la vida. Pero la

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ganizar el Zen japonés. Ochenta y tres esquizofrénicos alucinados no podrían ponerse de acuerdo ni siquiera para ir al baño... ¿Qué habría pasado con el Zen japonés si éste hubiera sido el caso?

experiencia de unidad atemporal con el Espíritu no es una idea o un deseo; es una aprehensión directa. Y sólo podemos considerar esa experiencia directa de tres maneras diferentes: • Afirmar que se trata de una alucinación, a lo cual acabo de responder. • Asegurar que es un error, cosa que también he rebatido. • O aceptarla como lo que dice ser: una experiencia directa de nuestro Ser Espiritual. La Filosofía Perenne Mi defensa del misticismo genuino, a diferencia de las posiciones tan sólo dogmáticas, tiene un fundamento científico porque se basa en la evidencia y la comprobación experimental directa. Los místicos te piden que no creas absolutamente en nada y te ofrecen un conjunto de experimentos para que los verifiques

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en tu propia conciencia. El laboratorio del místico es su propia mente y el experimento es la meditación. Uno mismo puede verificar y comparar los resultados de su experiencia con los resultados de otros que también hayan llevado a cabo el mismo experimento. A partir de ese conjunto de conocimiento experimental, consensualmente validado, se llega a ciertas leyes del espíritu, o a ciertas “verdades profundas” si preferimos llamarlo así. Y esto nos lleva de nuevo a la Filosofía Perenne, a la filosofía mística y a sus siete grandes principios. El segundo principio era: el espíritu está dentro de nosotros, de ti. El espíritu está dentro de ti, hay todo un universo en tu interior. El asombroso mensaje de los místicos es que en el centro mismo de tu ser, tú vives la divinidad. Estrictamente hablando, Dios no está dentro ni fuera, ni en este o aquel lugar concreto -ya que el Espíritu trasciende toda dualidad y está fuera-dentro del espacio y del tiempo- pero uno lo descubre buscando fuertemente adentro, hasta que ese “adentro” termina

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convirtiéndose en “más allá”. El Chandogya Upanishad nos ofrece la formulación más conocida de esta verdad inmortal cuando dice: “En la misma esencia de tu ser no percibes la Verdad, pero en realidad está ahí. En eso, que es la esencia sutil de tu propio ser, todo lo que existe Es. Esa esencia invisible es el Espíritu del universo entero. Eso es lo Verdadero, eso es el Ser. ¿Y tú? Eso eres tú”. Tat Tuam, Asi, tú eres Eso. Es innecesario decir que el “tú” que es “Eso”, el tú que es Dios, no es tu identidad individual y separada, el ego, ésta o aquella identidad, el Sr. o la Sra. de Tal. De hecho, el yo individual o ego es precisamente lo que impide que tomemos conciencia de nuestra Identidad Suprema. Ese “tú”, por el contrario, es nuestra esencia más profunda, o si lo preferimos, nuestro aspecto más elevado, la esencia sutil, como lo describe el Upanishad, que trasciende nuestro ego mortal y participa directamente de lo Divino. En el judaísmo se le llama el Ruach, el espíritu divino y supraindividualidad que se halla en cada uno de nosotros, y que se diferencia del


El caso de San Pablo es muy claro. Él dijo: “Vivo. Pero no soy yo, sino Cristo, quien vive en mi”. ¿Significa eso que San Pablo descubrió su verdadera Identidad, que era uno con Cristo y que éste sustituyó a su antiguo y pequeño ego, su alma o psique individual? Realmente así es. Nuestro Ruach o fundamento es la Realidad Suprema, no el nefesh, el ego. Si crees que tu ego individual es Dios, estás evidentemente en situación comprometida por decirlo suavemente. De hecho, estarías padeciendo una psicosis, una esquizofrenia paranoide. No es eso, por cierto,

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nefesh, el ego individual. En el Cristianismo, por su parte, es el pneuma, el espíritu que mora en nosotros y que es de la misma naturaleza que Dios, y no la psique o alma individual que, en el mejor de los casos, solo puede adorar a Dios. Como dijo Coomaraswamy, la distinción entre el espíritu inmortal y eterno de una persona y su psique (entendida ésta como capacidad sensorial e intelectiva limitada) individual y mortal (el ego) constituye un principio fundamental de la Filosofía Perenne.

lo que conciben los más grandes filósofos y sabios del mundo. Tercera cuestión: la caída. Entremos ahora en el tercer punto. Si realmente soy uno con Dios ¿por qué no me doy cuenta? Algo me está separando del espíritu ¿Por qué esta Caída? ¿Cuál ha sido el error? Las diferentes tradiciones, dan distintas respuestas a este asunto, pero todas ellas concluyen fundamentalmente en lo siguiente: “No puedo percibir mi Verdadera Identidad, mi unión con el Espíritu, porque mi conciencia está obnubilada y obstruida por alguna actividad; aunque recibe muchos nombres diferentes, es simplemente la actividad de contraer y centrar la conciencia en

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mii yo iindividual, di id l en mii ego personal. Mi conciencia no se halla abierta, relajada y centrada en Dios, sino cerrada, contraída y centrada en mí mismo. Y es precisamente la identificación con esa contracción en mí mismo y la consiguiente exclusión de todo lo demás lo que me impide encontrar o descubrir mi identidad anterior, mi verdadera identidad con el Todo”. El hombre natural Mi naturaleza individual “el hombre natural” ha caído y vive en el error, separado y alienado del Espíritu y del resto del mundo. Estoy separado y aislado del mundo de “ahí afuera”, un mundo que percibo como si fuera completamente externo, ajeno y hostil a mi propio ser. En cuanto a mi propio ser en sí, desde luego que no parece ser uno con el Todo, con todo lo que existe, uno con el Espíritu Infinito, sino que, por el contrario, permanece encerrado y aprisionado dentro de las paredes limitadoras de este cuerpo mortal. Esta

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situación

la

llamaremos ll “d “dualismo” li ” porque me divide a mí mismo en un “sujeto” separado del mundo de los “objetos” ubicados ahí fuera y, a partir de ese dualismo original, sigo dividiendo el mundo en todo tipo de opuestos en conflicto: placer y dolor, bien y mal, verdad y mentira, etc. Según la filosofía perenne, la conciencia que se halla dominada por el dualismo sujeto-objeto, no puede percibir la realidad tal como es, la realidad en su totalidad, la realidad como Identidad Suprema. En otras palabras: el error es la contracción de uno mismo, la sensación de identidad separada, el ego. El error no descansa en algo que hace el pequeño yo, sino en algo que es. Y aún más: ese ser contraído, ese sujeto aislado “aquí


No son sólo los místicos orientales sino también los occidentales quienes definen el pecado y el Infierno como algo inherente al estado de identidad separada. El yo separado y su codicia, deseo y huída, carentes

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dentro”, al no reconocer su verdadera identidad con el Todo experimenta una aguda sensación de carencia, de privación, de fragmentación. En otras palabras: la sensación de estar separado, de ser un individuo separado, da nacimiento al sufrimiento, da nacimiento a la “caída”. El sufrimiento no es algo que ocurre al estar separado, sino que es algo inherente a esa condición. “Pecado”, “sufrimiento” y “yo” no son sino diferentes nombres para un mismo proceso que consiste en la contracción y fragmentación de la conciencia. Por eso es imposible rescatar al ego del sufrimiento. Como dijo Gautama el Buda: para poner fin al sufrimiento debes abandonar al pequeño yo o ego; pues ambas cosas nacen y mueren al mismo tiempo. Así que este mundo dualista es el mundo de la caída y el pecado original, es la contracción del ser, la auto contracción en cada uno de nosotros.

de amor, está en la antesala del infierno, si no ya en el infierno mismo. Es cierto que Oriente, y en especial el Budismo y el Hinduismo, hacen mucho hincapié en equiparar al Infierno, o Samsara, con el ego separado e individualista. Pero en los escritos de los místicos católicos, de los gnósticos, de los cuáqueros, de los cabalistas y de los místicos islámicos también nos encontramos con las mismas imágenes. Al respecto, hay un texto interesante de William Law, un místico cristiano inglés del siglo XVIII que dice: “He aquí la verdad resumida. Todo pecado, toda muerte, toda condenación y todo infierno no son sino el reino del yo, del ego. Las diversas actividades del narcisismo, del amor propio y del egoísmo que separan el alma de Dios y abocan a la muerte y al

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infierno eterno”. O las palabras del sufí Abi l-Khayr: “No hay Infierno sino individualidad, no hay Paraíso sino altruismo”. También encontramos este mismo tipo de declaraciones entre los místicos cristianos, como lo demuestra la afirmación de la Theología germánica de que “lo único que arde en el infierno es el ego”. En sánscrito, este “pequeño yo” o alma individual se denomina ahamkara, que significa “nudo” o “contracción”; y es este ahamkara, esta contracción dualista o egocéntrica de la conciencia, lo que constituye la raíz misma del estado de caída. Llegamos así al cuarto gran principio de la filosofía perenne: hay una forma de superar la Caída, una forma de cambiar este estado de cosas, una forma de desatar el nudo de la ilusión y el error básico. El cuarto principio Rendirse o comenzar a morir a esa sensación de ser una identidad separada, al pequeño yo, a la contracción sobre uno mismo, es empezar a morir para siempre. Si queremos descubrir nuestra identidad con el Todo debemos abandonar nuestra identificación errónea con el ego aislado. Pero esta Caída se puede revertir instantáneamente comprendiendo que, en realidad, nunca ha tenido lugar, ya que solo existe Dios y, por con-

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siguiente, el yo separado nunca ha sido más que una ilusión. Sin embargo, para la mayor parte de nosotros, esa situación debe ser superada gradualmente paso a paso, con ayuda, con la ayuda más apropiada según su credo. Claro, sin credo, sin guía, resulta todo mucho más complicado. Existe un Camino. En otras palabras, el cuarto principio de la filosofía perenne afirma que existe un Camino y que, si lo seguimos hasta el final, terminará conduciéndonos desde el estado de caída hasta el estado de iluminación, desde el Samsara hasta el Nirvana, desde el Infierno hasta el Cielo. Naturalmente, hay diversos “caminos” que constituyen lo que estoy llamando ge-


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néricamente “el Camino” y nuevamente se trata de diferentes estructuras superficiales que comparten todas ellas la misma estructura profunda. En el hinduismo, por ejemplo, se dice que hay cinco grandes caminos o yogas. “Yoga” significa sencillamente “unión”, la unión del alma con la Divinidad. La palabra inglesa yoke, la castellana yugo, la hitita yugan, la latina jugum, la griega zugon y muchas otras proceden de la misma raíz. En este sentido, cuando Cristo dice: “Mi yugo es leve”, está queriendo decir “Mi yoga es fácil”. Pero quizá podamos simplificar todo esto diciendo que todos esos caminos,

ya sean hinduistas, cristianos o provenientes de cualquier otra tradición de sabiduría, se dividen en dos grandes caminos. A este respecto conviene recordar algunas cuestiones importantes. Hay dos caminos, uno de ellos consiste en expandir el ego hasta el infinito y el segundo en reducirlo a la nada; el primero es una vía de conocimiento mientras que el segundo, por el contrario, es una vía devocional. Cristo dijo: “Yo soy el camino de la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí”. Un Jnani (sabio hindú) también dijo: “Yo soy Dios, la Verdad universal”. Un Devoto, por su parte, dice: “Yo no soy nada ¡OH Dios! Tú lo eres todo”. Recordemos Prov. 14:12: “Hay un camino que parece derecho para el hombre, pero su final es un camino de muerte”. En todos estos casos desaparece la sensación de identidad separada. La clave del asunto es que en cualquiera de estos dos casos el individuo que recorre el Camino trasciende o muere al pequeño yo y redescubre, o resucita, a su Identidad Suprema con el Espíritu universal. Y eso nos lleva al quinto gran principio

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de la filosofía perenne, es decir, el del Renacimiento, la Resurrección o la Iluminación. El pequeño yo debe morir para que dentro de nuestro ser pueda resucitar el gran Yo. El quinto principio Las distintas tradiciones describen esa muerte y nuevo renacimiento con nombres muy diversos. Así, por ejemplo, en el Cristianismo recibe los nombres de Adán –a quien los místicos llaman el “Hombre Viejo” u “Hombre Externo” y del que se dice que abrió las puertas del Infierno y de Jesús el “Hombre Nuevo” u “Hombre Interno” que abre las puertas del Paraísopues en opinión de los místicos, la muerte y resurrección de Jesús constituye el arquetipo de la muerte del yo separado y la resurrección a un destino nuevo y eterno dentro de la corriente de la conciencia, a saber, el Ser Divino o Crístico y su Ascensión. Como dijo San Agustín: “Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera hacerse Dios”. En el Cristianismo, este proceso de retorno desde la condición “humana” a la condición

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“Divina”, de la persona externa a la persona interna, se denomina “Metanoia”, una palabra que significa tanto “arrepentimiento” como “transformación”. En tal caso, nos arrepentimos del pequeño yo (el ego individualista) y nos transformamos en el Ser (o Cristo), de modo que, como afirmaba San Pablo, “no soy yo sino Cristo quien vive en mí”.

De manera similar, el Islam denomina tawbah (que significa “arrepentimiento”) y también galb (que significa “transformación”) a esa muerte y resurrección que Al-Bistami resume del siguiente modo: “Olvidarse de sí es recordar a Dios”. Tanto en el Hinduismo como en el Budismo se describe esta muerte y resurrección siempre como la muerte del alma individual (jivatman) y el despertar a esa verdadera naturaleza de la persona que los hindúes describen metafóricamente como Totalidad del Ser (Brahman) y los budistas describen como Apertura Pura (Shunyata). El momento en que tiene lugar esa ruptura o renacimiento se denomina iluminación o liberación (Moksha o Kaivalya).


El Lankavatara Sutra describe la experiencia de la iluminación como “una transformación completa en la misma esencia de la conciencia”. Esta “transformación” consiste simplemente en desactivar la tendencia habitual a crear un yo separado y substancial donde, de hecho, sólo existe

La iluminación, aunque supone un cambio profundo y a veces se experimenta realmente como una muerte real, en realidad esto se refiere a la muerte del ego individualista. Los relatos de esa experiencia, que pueden ser muy dramáticos pero también muy sencillos y nada espectaculares, afirman claramente que de repente te despiertas y descubres que, entre otras cosas, y por más extraño que pueda parecer, tu verdadero ser es todo lo que has estado mirando hasta ese momento, que literalmente eres uno con todo lo manifestado, uno con el universo y que, en realidad, no te vuelves

una conciencia clara, abierta y amplia. El Zen denomina Satori o Kensho a esta transformación o Metanoia. “Ken” significa verdadera naturaleza y “sho” significa “ver directamente”. La Iluminación y el Ego Ver directamente

uno con Dios y el todo, sino que entonces tomas conciencia de que eternamente has sido esa unidad sin haberte percatado antes de ello. Pero junto a ese sentimiento, junto al descubrimiento del Ser que todo lo im-

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nuestra verdadera naturaleza es convertirse en un Ser totalmente autorrealizado. Y como dijo el filósofo cristiano Maestro Eckhart: “En esta transformación he descubierto que Dios y yo somos lo mismo”.


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pregna, se experimenta también la sensación muy concreta de que tu pequeño ego ha muerto, que ha muerto de verdad. El Zen llama al Satori “la Gran Muerte”. Eckhart era igual de categórico. “El alma-dijo- debe darse a sí misma”. Coomaraswamy dice: “Solo cuando nuestro ego muere comprendemos finalmente que no hay nada con lo que podamos identificarnos y entonces podemos transformarnos realmente en lo que ya somos”. Y surge tras esto una pregunta fundamental: ¿Al trascenderse el pequeño ego se descubre la eternidad? Siempre que no consideremos que la eternidad es un tiempo que no acaba nunca sino un momento sin tiempo, el presente eterno, el ahora atemporal. El Ser no mora para siempre en el tiempo sino en el presente atemporal previo al tiempo, previo a la historia, al cambio, a la sucesión, al Cosmos. El espíritu, el Ser, está presente en el sentido de ser Pura Presencia, no en el de estar en un ahora interminable que no es sino una noción concebida desde una óptica demasiado terrena. En cualquiera de los casos, el sexto gran principio fundamental de la filosofía perenne afirma que la iluminación o liberación pone fin al sufrimiento. Su causa es el apego

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y el deseo de nuestra identidad separada; y lo que pone fin al sufrimiento es el camino meditativo que trasciende al pequeño yo y al deseo y el apego. El sufrimiento es inherente a ese nudo o contracción llamado ego y la única forma de acabar con el sufrimiento es trascender el ego. No se trata que después de la iluminación, o después de la práctica espiritual en general, ya no sientas dolor, angustia, miedo o daño. Todavía sientes eso, si. Lo que simplemente ocurre es que esos sentimientos ya no amenazan tu existencia y, por tanto, dejan de constituir un problema para ti. Ya no te identificas con ellos, ya no los dramatizas, ya no tienen energía, ya no te resultan amenazadores. Por una parte, ya no hay ningún ego fragmentado que pueda sentirse amenazado y, por otra, nada puede amenazar a ese gran Yo del Ser original y auténtico, puesto que, siendo el Todo, no hay nada ajeno a él que pueda hacerle daño. Esta situación pro-


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duce una profunda relajación y distensión de los sentidos y de la mente. Por más sufrimiento que experimente ahora el individuo, su verdadero Yo no se siente amenazado. El sufrimiento puede presentarse y puede desaparecer, pero ahora la persona está firmemente asentada y segura en “la paz que sobrepasa el entendimiento”. El sabio experimenta el sufrimiento, pero éste no le hace “daño”.

Y como es consciente del sufrimiento, se siente motivado

por la compasión y el deseo de ayudar a quienes sufren y creen en la realidad del sufrimiento. Y esto nos conduce al último punto de Wilber, la motivación del iluminado. Se dice que la verdadera iluminación deriva en una acción social inspirada por la misericordia y la compasión, en un intento de ayudar a todos los seres humanos a alcanzar la Liberación Suprema. La actividad iluminada no es más que un servicio desinteresado. Como todos somos uno en el mismo Ser, entonces, al servir a los demás estoy sirviendo a mi propio Ser.

“Adéntrate en ti mismo, digiere lo que viste, húndete en el mutismo de tu mundo interior, y recobra, -si puedes-, el Edén que perdiste. Todo lo que contemplas dentro de tu alma existe: es tu propio espectáculo y tú, el espectador.” Amado Nervo NOTA: Javier del Arco Carabias, es biólogo y filósofo. Profesor de Universidad y Coordinador Científico de la Fundación Vodafone España, basado sobre la interpretación del pensamiento de Kenneth Earl Wilber Jr,

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Hoy, de e nuevo, he visto el milagro. Mis ojos han n presenciado el milagro de la luz materializado en lágrimas blancas. Perfecta y sincronizada danza de pompas de jabón levitando como sueños perdidos, cruzando el infinito y depositándose en forma de alfombra blanca ante nuestros pies. Obra digna de Dioses, expuesta ante nuestros mortales ojos. La pureza de lo divino lo ha envuelto todo y no puedo aunque lo quiera, renegar de un Dios. Mis profanadores ojos no han podido ser merecedores de tan hermoso espectáculo y mi alma ha temblado como una gota de rocío al contemplar el embrujo de su belleza. Mañana, cuando la ciudad despierte con sus primeros ruidos, la magia de lo idílico habrá desaparecido, dejando tan solo a su paso el recuerdo de lo que vimos y sentimos. Pero esta noche he vibrado bajo la simplicidad de lo perfecto. He sido cómplice de la misteriosa luz de la nieve, que me ha rozado suavemente, creyendo así tocar la eternidad. Y como dos niños, a lo que nada temen, hemos intercambiado esperanzas. Tal vez, no sea más que nieve, la que brota como una suave lluvia de algún lugar del universo. Y aunque este no ha sido más que otro hecho habitual en la vida de los humanos, para mí ha sido un milagro, el poder presenciar la llegada de la luz abriéndose paso a través de la oscuridad. Nayra Ruiz

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