FICCIONES ACERCA DEL ORIGEN DEL QUINDIO

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La imaginación bate sus alas, las ideas utópicas recobran fuerza... El libro que tiene en sus manos, es el resultado del trabajo desarrollado dentro del taller literario "VIEJOS Y SABIOS", un proyecto de la División de Bienestar Universitario de la Universidad del Quindío, orientado a estimular la producción intelectual de los jubilados de la institución. A lo largo de ocho meses se llevaron a cabo encuentros orientados a conversar acerca de los conocimientos de cada uno de los participantes en torno al tema del origen del Quindío. En sus manos tiene un valioso documento que recrea la historia de esta tierra desde la ficción, pero también desde el estudio de los hechos históricos. Es este libro, tanto para nosotros cómo para las nuevas generaciones, un producto de la creación literaria que nos lleva al encuentro de lo que realmente somos. Sólo el claro reconocimiento de lo que sé es, permite la adquisición de las herramientas para entender la vertiginosa velocidad del mundo globalizado, un mundo de posibilidades frente a la cultura pero

también de peligros. Es por esta razón que los profesionales de la contemporaneidad debemos ponernos en la tarea de develar y difundir los valores y principios contenidos en las costumbres, tradiciones, concepciones de mundo y saberes de nuestra cultura local, con miras a buscar la propia cabida dentro de la globalidad. “Nuestro primer y desesperado esfuerzo ha de ser el de encontrarnos con nosotros mismos y convencernos además, de que el mejor desarrollo al que podemos aspirar será el de países y culturas capaces de ser coherentes consigo mismas”**. Sólo construyendo puentes entre lo local y lo global encontraremos sentido a todas estas nuevas dinámicas sociales propuestas la contemporaneidad, la que el ACERCA DELporORIGEN DELenQUINDÍO cruce de la ciencia, la tecnología, la política y la economía configuran un nuevo mundo.

CUENTOS DE FICCIÓN

Pero para entender ese nuevo mundo, y sacarle el mejor provecho hay que ir tras las huellas de la propia cultura, para encontrarnos con ese conocimiento natural e instintivo que todos llevamos dentro y que se revive con cada mito, con cada artesanía, con cada baile; aunque los símbolos parezcan diferentes las creencias locales en lo mas profundo de su esencia son muy similares a las creencias locales de cualquier lugar del planeta, en este punto también nos globalizamos, nos


* hacemos universales cuando descubrimos que sin importar las diferencias culturales estamos interconectados con los otros seres humanos. En el viaje hacia nuestras raíces más profundas, un primer y obligado encuentro es con los mayores, ellos, los depositarios de la memoria de un mundo extinto, tienen mucho para contar, sus palabras sabias deben ser escuchadas, porque ellas traen luz, a nuestros interrogantes más íntimos y existenciales. Cada cuento de los aquí recopilados narra una historia de amor, de sabiduría natural, de organización social, de creencias y de aventuras. Es este pues un primer ejercicio que intenta materializar algo del conocimiento de aquellos que han estado aquí antes que nosotros, de aquellos que caminaron por nuestra universidad como hoy lo hacemos nosotros

* Gerontóloga Técnico en Publicidad Aspirante a Maestra en Diseño y Creación Interactiva. ** Max Neef, Manfred. De su libro Desarrollo a Escala Humana.







Gloria Ines Torres Caicedo Nació el 20 de Octubre de 1942 en Tulúa Valle, donde pasó su niñez, allí mismo, adelantó estudios de primaria y secundaria en el colegio Sagrado Corazón de Jesús de las Madres Franciscanas. En la Universidad del Valle estudió Licenciatura en Matemáticas y Física, era el año 1975 cuando empezó su carrera cómo docente en el Politécnico Municipal de Cali. Luego se vinculó a la Universidad del Quindío dentro del

programa de Física; en 1980 adelantó estudios de Maestría en Educación y Biofísica en la Washington University. Luego, en la UTP hizo una especialización en Física Instrumental. Fue una época dode se dedicó intensamente al trabajo y al estudio. Escribió diversos artículos e investigaciones que ahora hacen parte de otra vida. Como jubilada de la institución ha estudiado Artes Plásticas, ha viajado al redor del mundo. Disfruta del arte, de los viajes y de cada instante de la vida.


Aquella tarde empezaba calurosa; muy calurosa pero tranquila. El cielo rojizo presagiaba tal vez un verano muy intenso. Las hojas y ramas de los árboles quietas; sólo se movían por el corretear y trinar de los azulejos y canarios silvestres. Los chupaflores, libando incansables el suave néctar de los guayacanes floridos como si ya se les fuera a acabar, como si no hubiera un mañana para chupar. Los indígenas adultos, en sus

hamacas, pasaban un trago de chicha y limpiaban con sus brazos el sudor que corría a mares por sus rostros; mientras tanto, los niños escuchaban sin pestañar al taita, quien narraba las historietas de sus antepasados, en las que se enfatizaba los tres preceptos fundamentales de su cultura: No robar, no mentir, no ser ocioso. El chaman Xochi, quien era encargado de cuidar y educar a Cocora y Boquía, las dos hijas mayores del cacique Salento, contemplaba el panorama, hundido como siempre en su mutismo. De repente grita: “Cocora, vaya y calle ese tres pies, que sólo nos trae muerte y desgracia”. Cocora, que era bella y altiva, contesta: “Noooo, que vaya Boquía”. Boquía, igual de hermosa que su hermana pero más sumisa y atenta a los oficios y trabajos caseros, dice: “Pero ¿dónde está ese maldingo?”. El chamán replica: Allá en el copo más alto de la palma. Tírele maíz para que baje. Boquía responde: ¿Pero donde? En ese momento sólo se escuchaba el eco de los gritos de Boquía: Dónde... dónde... dónde... y empezaron a confundirse con un brrrrm, brrrrm, brrrrm. La tierra empezó a rugir y a estremecerse de lado a lado y de arriba hacia abajo y por primera vez se vio al tres pies que se elevó junto con Cocora y Boquía, quien seguía gritando: Dónde.. dónde... Los indios de la región corrían a todas partes buscando refugio pues la tierra seguía rugiendo mientras el volcán cercano vomitaba piedras y candela. Era un espectáculo como de fuegos

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pirotécnicos que cubría el cielo cayendo majestuoso sobre la tierra que continuaba estremeciéndose. Fueron tres minutos que para los indígenas que corrían en todas las direcciones fueron eternos. A la mañana siguiente, Boquía despertaba en medio de un hermoso valle y tres inmensas piedras y continuando con los gritos del día anterior: ¿dónde... dónde..? ¿Dónde estoy? Donde está mi familia? ¿Quién trajo estas enormes piedras? Ese día paso tranquilo pero Boquía se sobresaltaba con el menor ruido, aun con el hermoso susurro que provenía del río que corría no muy lejos. En la tarde resolvió caminar con cautela y qué alegría al encontrar el río, donde alivió sus pies y mitigó su sed. Al otro lado, en la parte más alta de la montaña, también se despertaba Cocora y al verse en medio de esta montaña majestuosa, completamente sola, de sus ojos brotaron manantiales de lágrimas que cubrieron los picos de las montañas; el sol a lo lejos los iluminaba con todos los colores del arco iris, mientras que el viento gélido soplaba y congelaba los picos formando hermosos nevados. Sólo se veían volando en el cielo hermosos cóndores que hacían siluetas y escribían en el cielo mensajes que Cocora no lograba descifrar. En la tarde uno de ellos se acercó a Cocora, que se congelaba del frío, y con sus garras la cogió de los brazos y voló con ella hacia las montañas sin nieve y pasando primero por una

montaña llena de frailejones floridos, luego por arbustos y por último la dejó en un hermoso valle lleno de palmas, helechos gigantes, pinos de flores rojas y siete cueros floridos en todos los tonos desde el blanco hasta el azul y violeta profundo. Pasó una semana y ya el llanto de Cocora y de Boquía era una leve llovizna que al atardecer, iluminada por el sol poniente se transformaba en un hermoso arco iris que recogía el llanto de las

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hermanas y lo depositaba en el río, cuyas aguas bajaban desde el Valle de las altas montañas hasta la parte baja. Con los rayos del sol del amanecer parte de esa agua se evaporaba hacia la aparte alta, donde estaba Cocora formando una hermosa niebla que se confundía a lo lejos con las nubes que brillaban en el firmamento con el sol. Este fenómeno se siguió repitiendo y se sigue repitiendo hasta el presente. Cocora en esos días se alimentó de frutas y serpientes que el cóndor traía en sus garras y antes de

salir el sol las depositaba en el suelo junto con hojas de palmeras secas que la niña utilizaba para cubrirse y librarse del frío; mientras tanto en el valle, donde estaba Boquía, un jaguar venia con liebres y sentándose en una de las grandes piedras, las descuartizaba, comía y las mejores presas las dejaba para que Boquía se alimentara. Asi pasaron los días hasta que una noche de luna llena apareció el chamán Xochi, primero donde Boquía y luego de caminar con ella de la mano hacia las montañas encontraron a Cocora; las dos hermanas al verse, dejaron de llorar y abrazándose a Xochi, le contaron todo lo sucedido. Éste, muy atento a las historias de las dos niñas, saliendo de su mutismo les dijo: “Esto es un mensaje de los dioses, por eso han mandado al cóndor como deidad celeste para que habite y cuide junto contigo Cocora este her moso bosque de niebla”. En eso se oyó el aleteo de muchos cóndores que se elevaron hacia las montañas de nieve que resplandecían con la luz reflejada de la luna llena y el rojizo del sol naciente que se vislumbraba por entre las montañas. “La pantera que te ha cuidado por estos días, Boquía” continuó diciendo el chamán, “es la deidad que representa a la pachamama, la tierra, la cual t ú debes cuidar para que

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siempre haya buenas cosechas y alimentos para nuestra gente. Ahora buscaremos a vuestro padre Salento para que nos descifre el mensaje enviado por los dioses “. Y dicho y hecho, cogiendo a las niñas de la mano y con los primeros rayos de sol, salieron los tres caminantes en busca del padre. Después de caminar todo el día, río abajo, al caer el sol y disfr utando de la vista del her moso arco iris del atardecer, encontraron al Cacique Salento que venía con algunos indígenas en dirección contraria, en busca de sus hijas. Al oír las historias dijo: “El mensaje de los dioses es este: T ú Boquía, serás encargada del Valle bajo que llevará t ú nombre y te encargarás de su cuidado y con ayuda de Xochi cultivarás la tierra y harás el Jardín botánico teniendo en cuenta lo que nos dice el sol y la luna en sus diferentes estadios. Y tú, Cocora, estarás más cerca del cielo y las estrellas, cuidando el bosque de niebla que también llevará tú nombre. Así no nos faltarán ni el agua que baja de las montañas ni la comida de nuestra madre, la tierra. Salento reunió a los indígenas dispersos por la región después del terremoto, consecuencia de la erupción. A un grupo lo envió con Cocora a las montañas: los cóndores bajaban en sus picos unos pequeños cocos que los indios sembraron en todas las montañas. Muy pronto brotaron y empezaron a embellecer el valle de Cocora y con su altivez la palma de cera empezó a albergar loros pechiamarillos, monos aulladores, osos perezosos y muchos otros animales. A otro

grupo lo envió con Boquía al valle de su nombre al pie de las montañas y al borde del río. Los pájaros se encargaron de depositar semillas que pronto florecieron, Xochi y los demás hombres se encargaron de organizar en terrazas hechas con guadua todo el jardín botánico y sembrados de papa y maíz de todos los colores. De igual manera construyeron en guadua y barro bohíos desde el valle de Boquía hasta llegar al de Cocora.

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Pronto la tierra reverdeció y los chupaflores recreaban con sus zumbidos y aleteos el jardín y los cultivos en flor. Vinieron las cosechas, se repartieron entre las diferentes tribus, todos aportando el fruto de su trabajo. Boquía y Cocora seguían en su misión de guardianas de la naturaleza encomendada. Su padre las visitaba celebrando encuentros de familia y dándoles consejos. Xochi continuaba con su misión de curandero y vigilante tutor de Boquía y Cocora, para que cumplieran con su misión: Cuidar los bosques y la tierra para que no les faltara ni el agua ni la comida.

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de trabajo de su padre su familia se desplazaba con frecuencia. Esto le permitió estudiar en varios colegios en los que recibió enseñanza de profesores maravillosos quienes despertaron en ella la costumbre de ampliar y profundizar lo que se conoce. Terminó su secundaria en Popayán, y un revés de fortuna de su familia le proporcionó la oportunidad de trabajar desde muy joven y hacerse cargo de su casa. Sus padres fallecieron cuando ella tenia 21 años. Entonces empezó sus estudios en la universidad Santiago de Cali, la cual combinaba con su trabajo en la industria privada. Termina su licenciatura en Química y Biología, viajó al instituto tecnológico y de estudios superiores de monterrey, Mexico en el cual hizo su maestría en ciencias (Química Orgánica) y en donde gracias a sus profesores, conoció un tópico de la Química ignorado hasta entonces por ella: La química de las plantas medicinales, muy desarrollado en Mexico.

Maria del Rosario Bilbao Rodríguez nacío en Palmira , departamento del Valle del Cauca, Colombia, el 20 de Julio de 1939 en el hogar conformado por sus padres Juan Bilbao Santiago y Eufemia Rodriguez Batista, a quienes debe entre muchos otros haberes, una infancia feliz. A los nueve años recibió de su padre lo que ella siempre ha considerado su mejor regalo: un “Club de Libros de cuentos de Fabulas” con los que formó su nueva biblioteca y en los que al leerlos se percato de que se aprende mas de lo que se lee que de lo que se estudia. Residió en varias ciudades y pueblos del Valle, del Cauca, de Nariño y de la Costa Atlántica, porque por razones

Regreso a Colombia en 1971 y casi inmediatamente se le brindo la oportunidad de trabajar como docente de Química, pero nunca había vivido la aventura de escribir un cuento, lo cual se dio gracias al proyecto “Viejos y Sabios” de la gerontóloga Ana María Arrieta León, quien tiene por objetivo rescatar saberes costumbres y tradiciones de nuestros antepasados. Con esta experiencia se ha demostrado así misma que los recursos del hombre son inagotables y siempre se puede empezar algo nuevo. Combina con el ejercicio de su profesión, otras actividades como haber estudiado Música en el instituto de Bellas artes, pertenecer aun coro musical, la guitarra y el gusto por los viajes. Sus cortas permanencias por bellos países como: España, Marruecos, Cuba, Panamá, Argentina, Brasil y Chile le han permitido valorar mas el mundo que habitamos tiene dos hijos que son su mayor tesoro: Diana y Andrés. Ama a los animales y se duele de ver el maltrato que ellos sufren por parte de los seres humanos.


El cacique Salento, en su lecho de muerte, miró con desaprobación de sus actos, a sus dos hijas Cocora y Boquía y haciendo el inmenso esfuerzo de un moribundo les dijo en Quindo, lo que en castellano equivale a lo siguiente: “Vosotras con vuestra rivalidad absurda habéis causado este desastre y la desintegración de la tribu. Nuestra tierra seguirá enojada, hasta el día en que una palma y tres helechos provoquen otro movimiento similar. Después de que ocurra lo que les digo, será tiempo de enmendar errores”, y expiró. A Salento se le atribuía entre otras, la capacidad de “leer en el tiempo”, por lo que siempre se le consideró un hombre sabio y sus consejos eran escuchados y acatados. Tenía, como todo cacique, muchos hijos, pero sus predilectas fueron las dos mayores, quienes habitaban territorios diferentes por razones del origen de sus madres. Cocora habitaba con su gente en la parte alta, desde el Valle hasta la montaña y aunque en sus comunidades no existía la propiedad privada, a Cocora sé le había encomendado la responsabilidad de cuidar su región y sus habitantes. Era responsable de guardar el bosque de niebla, para garantizar la

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existencia del agua y no estaba permitido cortar vegetació. En su territorio, Boquía habitaba con su gente la parte baja, cuyo límite empezaba en la rivera del Río Quindío y su responsabilidad era la agricultura y las plantas medicinales que garantizaban la alimentación y salud de la tribu. Las ocupaciones de los integrantes de la tribu, en ambas regiones eran similares. Los hombres se dedicaban a la caza y la pesca, y las mujeres cuidaban de sus hijos, sembraban, recolectaban y distribuían equitativamente las cosechas. El aprendizaje de los niños no era colectivo. Hasta los once años, niños y niñas participaban de las actividades y juegos domésticos. Durante este tiempo aprendían el idioma, las relaciones en comunidad, el respeto por sus semejantes y sus mayores y el amor por la naturaleza que los rodeaba. A partir de esta edad, los niños acompañaban a sus padres en la caza y en la pesca y en labores que requerían mayor fuerza muscular, como la construcción de sus cabañas o chozas y las niñas continuaban al lado de sus madres, ayudándoles en la crianza de los hermanos menores, la preparación de los alimentos, el hilado, el tejido y la


suavidad de los musgos, el aullido de los perros salvajes cuando la densa niebla de las noches de invierno danza entre el follaje.

elaboración de piezas de cerámica. Su calendario era lunar, lo cual los orientaba para iniciar la siembra y la recolección. Sus estaciones eran de lluvia y sequía, lapsos que determinaban las demás actividades de la comunidad. El cacique no gobernaba solo. Tenía un grupo de acompañantes jóvenes que lideraban las actividades de la tribu en tiempos de paz y guerreros que defendían el territorio contra la agresión de tribus vecinas, pero también tenía un consejo de ancianos quienes con su experiencia refrenaban la fogocidad de los líderes y guerreros jóvenes, y también decidían sobre el castigo que se imponía a quienes violaran las normas de convivencia individual o colectiva.

Si fueran dos hermanos, estas rivalidades las hubieran resuelto con la guerra, pero en este caso, se hacían maldades la una a la otra, tales como enviar a sus emisarios a obstaculizar los caminos, con empalizadas, represar el río y otras. Las dos comunidades, conciente o inconscientemente, participaban de estas fechorías. Y la situación no hubiera empeorado, si no se hubieran dado otros acontecimientos, en los que tuvo que ver indirectamente, el chamán de la tribu.

La rivalidad entre Cocora y Boquía no radicaba en la belleza, pues ambas eran hermosas y muy pretendidas. La rivalidad radicaba en la diferencia de territorios que habitaban. Cocora anhelaba ser la guardiana de las cosechas, tomar decisiones sobre ellas, dominar el secreto de las plantas medicinales existentes en la zona baja, y disfrutar de la multitud de colores con que se pinta el firmamento al amanecer y al atardecer. Boquía envidiaba el bosque de niebla, su frescura, la

El chamán era un personaje legendario. Muchos años atrás, después de las fuertes crecidas de caudal del río Quindío, apareció sobre las grandes piedras de la orilla, en una canoa semidestruída, un hombre joven, enjuto, inconciente, golpeado y consumido por la fiebre. Los indios le recogieron, lo llevaron ante el cacique quien le brindó su hospitalidad confiándolo a su madre, Zuldemaida, india entrada en años que cuidaba con esmero un huerto medicinal, en la parte baja del

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territorio. La india alivió la fiebre del desconocido con agua hervida de corteza de quina, lavó sus heridas con agua de caléndula y le puso por nombre Xochi, porque en su delirio, al joven sólo se le oyó pronunciar ese vocablo, y según la india, su significado era “el que llegó por el rio”. Xochi se curó de su fiebre, sus heridas sanaron, mitigó su hambre y lentamente fue adaptándose a las costumbres y actividades de la tribu. En un principio, todos pensaron que era sordomudo porque superada su inconciencia, no pronunciaba ninguna palabra y permanecía absorto e indiferente. Pero tal vez por imitación o por gratitud aprendió el quehacer de su benefactora, sembraba semillas, hacía almácigos, transplantaba especies, secaba ramas de arbustos y árboles o maceraba frutos silvestres en un recipiente profundo hecho de madera, con un mazo grande, aparato similar al empleado para quebrar los granos de maíz. También empleaba, si se trataba de hojas frescas, una piedra grande, ahuecada en el centro por el uso. Xochi fue el guardián silencioso de los hijos del cacique, a quienes acompañaba a todas partes, especialmente en sus paseos al río, en un día que periódicamente se acordaba como descanso y en el cual, todos los miembros de la familia del cacique participaban. En uno de esos días de descanso, Boquía, quien era muy inquieta de pequeña, resbaló de una piedra y cayó a la parte honda de un remolino. El resto de la concurrencia estaba distraída observando unos barranqueros que revoloteando entre los árboles, lucían su plumaje azul e iridiscente; solamente Xochi se percató del accidente de la niña. Antes de lanzarse al río para salvarla, gritó:“La niña se ahoga”, gracias a lo cual, pudieron auxiliarlos a ambos, arrojándoles unas lianas. Después de lo ocurrido, Xochi continuó hablando el idioma de la tribu, no se lo tomó por un sordomudo y el cacique depositó en él su plena confianza nombrándolo guardián de sus hijas y confiándole la administración del huerto botánico, ya que Zuldemaida estaba anciana. Esto motivó a Xochi para demostrar que además de los conocimientos adquiridos con Zuldemaida, también él traía, no se sabe de dónde, amplios conocimientos sobre especies medicinales. Convirtió el huerto en un verdadero jardín botánico,

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organizó las plantas en terrazas, agrupando las aromáticas como el hinojo (Phoeniculum vulgare), el orégano (Origanum majorana), las analgésicas como el bledo (Amaranthus espinosus), las desinfectantes como la zarza mora (Sambucus nigra), las cicatrizantes como el cordoncillo (Piper aduncum), las desinflamantes como la hierba de culebra (Phytolacca rivinoides) y las que tenían algún efecto sobre órganos internos, éstas últimas, a veces guiado por la analogía entre los órganos vegetales y los órganos humanos. Pero los conocimientos sobre medicina natural no eran exclusivos de Xochi y de Zuldemaida. Por tradición oral, cada individuo de la tribu conocía los recursos básicos para detener una hemorragia, acelerar un parto, desinfectar una herida o tratar una fractura o una infección. Solamente los tratamientos de dolencias más serias eran tratadas por Zuldemaida y Xochi, con ceremonias y rituales diversos. Zuldemaida presidía los rituales, ingiriendo ella misma la bebida del extracto de una planta, que según la tradición daba al celebrante el don de la clarividencia, además de la facultad de curar. Dentro del Jardín Botánico, existía una zona cuyo acceso estaba prohibido y solamente lo manejaban Zuldemaida y Xochi. Esta zona contenía plantas de diversa índole, cuencos de totumo y vasijas de barro que contenían pócimas y materiales vegetales molidos y hasta venenos de serpientes vivas tomadas de ellas, sujetándolas muy diestramente y haciéndolas morder sobre un trozo de vejiga de camuro templado sobre el cuello de una vasija de barro. Xochi periódicamente se adentraba en la montaña, durante un tiempo más o menos largo, durante el cual se pensaba que no volvería, y un buen día aparecía portando una mochila con raíces, semillas, frutos silvestres y tallos que domesticaba en el Jardín. Aunque Xochi recobró la voz y dió muestras de que escuchaba perfectamente, siempre fue excesivamente callado y nunca reveló su procedencia. Los años transcurrieron sobre él, pero en su rostro y cuerpo desprovistos de grasa, no se le observaron arrugas ni flacidez, solamente su piel se fue adhiriendo más a la calavera angulosa y al esqueleto denso. Su llegada a la tribu, su longevidad, sus sucesivas


desapariciones y apariciones, el conocimiento que tenía de especies de toda índole, su comportamiento bondadoso pero sobre todo su mutismo hicieron de él ante la tribu un personaje misterioso. Entre los hijos barones del Cacique Salento, estaban en orden de edad, Aíba, Soytamá, Orobí y Carlacá. Aíba vivía con su tío paterno, Consota, de quien aprendía lo relacionado con la cerámica y la orfebrería. Entre Consota y Aíba guardaban, conservaban y enseñaban la tradición y producción de los artefactos de cerámica: copas, vasijas, jarrones, figurinas y adornos, pero sobre todo las urnas y jarrones de ofrenda funeraria. Esta industria, por decirlo así, estaba instalada en una casa rectangular grande, de paredes de bahareque, de un solo piso y techo a dos aguas, de hojas de palma. Consota organizaba a sus aprendices en grupos y les decía lo siguiente: “Tendrán la oportunidad y el deber de aprender un arte sagrado. Nosotros tenemos dos divinidades: el sol y la luna. Ellos en un tiempo fueron humanos como nosotros, pero fueron castigados por tener relaciones sexuales siendo hermanos. El castigo consistió en que se convirtieron en el Sol y la Luna y no podían verse, pues cuando el sol se oculta, sale la luna y viceversa. Pero a pesar del castigo, el sol y la luna nos pudieron dar como presente los cuatro elementos: el fuego, el aire, el agua y la tierra. La tierra es nuestra madre, es madre de todo lo viviente y de los minerales que se encuentran en ella”. Uno de los aprendices preguntó: “Y que tiene que ver todo esto con la cerámica?” Consota respondió: “la cerámica es la unión de la tierra con el fuego en un proceso de gestación en el que intervienen las manos de quienes aprendemos a moldear la arcilla dándole la forma que deseemos e imprimiéndole la plasticidad necesaria. La arcilla es un mineral especial que nos servirá de base, si la mezclamos con agua y otros minerales extraídos también de la tierra. Aquí tenemos las herramientas que emplearemos: primero que todo un torno que gira y le da la forma al barro. También tenemos espátulas, cinceles, cuchillas y agujas, sobre todo para la decoración de los objetos. Construiremos ánforas, cántaros, copas, vasijas, poporos, figurinas, volantes de uso, rodillos cilíndricos y sellos de decoración, pero sobre

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todo, las urnas funerarias y sus vasijas de ofrenda que acompañarán al difunto en el comienzo de su próxima vida. La cerámica nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte y después de ella, por lo tanto, en las urnas y vasijas de ofrenda funeraria será en lo que más nos esmeraremos. Ustedes se dividirán en tres grupos para explicarles y mostrarles las tres escuelas de cerámica”. Uno de los aprendices preguntó por unas vasijas de color marrón oscuro. Consota les explicó: “Este estilo es el más antiguo. Observen las urnas funerarias en forma de columnas, con sus decorados, bordes moldeados y las figuras de caras humanas en bajo relieve, y estas otras en forma de mujeres desnudas en cuclillas”. Un aprendiz preguntó por otro grupo de cerámicas y Consota explicó: “Este grupo pertenece a la segunda escuela. Sobre el color marrón oscuro se observan dibujos de color rojo y amarillo. Es un modelo de cerámica más nuevo que el anterior.” Después pasaron a observar un tercer grupo y Consota les explicó: “Este estilo es el más elaborado. Observen los colores negro, rojo, blanco y crema. ¿Qué otra característica observan?, preguntó Consota a su auditorio. Los aprendices hicieron comentarios sobre figuras abstractas que ya conocían de su entrenamiento previo y de la presencia reiterada de figuras femeninas en esta tercera escuela. Efectivamente, los indígenas conocían figuras geométricas simples y complejas. Conocían el triángulo, el círculo, la cuerda, la elipse, el espiral y además empleaban un sistema de comunicación y numeración escrito compuesto por 79 caracteres. Esta escritura era común a todas las tribus, aunque hablasen diferentes lenguas. También hicieron alusión a las botellas y vasijas con asa de estribo y a la presencia de figurinas funerarias, alcarrazas y volantes de uso, así como rodillos de decoración y sellos. Cuando Consota terminó de mostrarles e indicarles las características de cada estilo les dijo: “Lo que desprevenidamente se observa como adorno de las piezas, no son en realidad adornos, sino la explicación de cómo se hizo cada pieza o alguna historia o leyenda de nuestras tribus. Hoy y mañana moldearán la arcilla, elaborarán ánforas y en tres días, estará el horno subterráneo disponible para iniciar el quemado. Pero lo más importante consiste en que debe quedar impresa en estas ánforas una

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de nuestras leyendas. Así que os la contaré y cada individuo tendrá la libertad de escribirla con su propio estilo, en el ánfora que elabore. Presten atención a mi leyenda: Como Ustedes bien saben, las bodas son una de nuestras fiestas. También celebramos la cosecha y el regreso de caza. Pero me referiré a una festividad de boda que hubo mucho tiempo atrás cuando ninguno de nosotros había nacido. La festividad se rotaba entre aldeas vecinas como ahora, y a la aldea convenida, llegaban los contrayentes. Tres novias esperaban a sus prometidos que venían de lejos, pero éstos no llegaron porque fueron muertos por una avalancha, durante el viaje. Las tres novias regresaron muy tristes a sus tribus de origen y murieron llorando por sus prometidos. Cuentan que en el sitio donde murieron, se formó una laguna salada, causada por sus lágrimas. Una de las jóvenes se llamaba Uritá y era de nuestra tribu, y la fuente de agua salada de donde obtenemos la sal lleva su nombre y está cerca. Las otras dos novias se llamaban Abibe y Cori. Cuentan que existen hacia el Norte, dos lagunas saladas con dichos nombres. Por ésto, cuando nosotros encontramos un lago salado, decimos: “Aquí murió aquella hermosa novia que nunca se casó. Esta es la leyenda que Ustedes deben escribir en las ánforas”. Uno de los aprendices dijo: “De seguro que éstas serán las ánforas en donde se recogerá el agua salada para evaporarla y obtener la sal”. Consota dijo: “No, porque las ánforas donde evaporamos el agua salada, las rompemos cuando la sal se solidifica, y así obtenemos nuestros bloques de sal para el comercio. Las ánforas que Ustedes graben serán para que nuestras próximas generaciones las lean y así no muera ni la leyenda ni la técnica ni nuestra escritura y arte”. Efectivamente, Uritá llama un sitio cerca de Calarcá donde se encuentra una fuente salada que proveía a los indígenas la sal. En la región de Caldas hay dos poblaciones llamadas Abibe y Cori donde también se encuentran dos lagos salados, y en las ánforas, copas, vasijas y poporos que hoy enriquecen nuestros museos, quedó la huella de los conceptos de figuras geométricas sencillas y complejas que debían conocer, los principios de simetría, de números primos y

números pares e impares, pero sobre todo la inspiración artística que dieron a su trabajo. Consota y Aiba tenían otro grupo de indígenas dedicado a la fabricación de piezas de oro, que comprendía, igual que en la cerámica, copas, vasijas, cucharas, poporos y elementos de adorno como collares, brazaletes, narigueras, pectorales, máscaras y jarrones de ofrenda funeraria. Mantenían trueque con tribus mineras de Marmato y Buriticá. Los mejores oros eran los de Nóvita en Chocó y los de Quinamayó en Popayán, regiones algo lejanas, pero el intercambio con ellos no era difícil. Hacían aleaciones de oro y plata en proporciones aproximadas de 86 a 14%. La tumbaga era una aleación muy popular en la metalúrgica prehispánica que consistía en cobre y oro, éste último en proporciones inferiores al 30%. Conseguían el cobre en la región del Tolima, e intercambiaban la plata, con regiones de Ecuador y Perú. Consota decía a sus aprendices orfebres: La orfebrería también es sagrada para nosotros. Es la unión del oro con el fuego y representa al sol. Con el oro elaboramos nuestros adornos, los cuales nos suministran energía y brillo, dones que necesitamos en nuestra comunidad y en nuestras batallas. No todos los oros son de igual calidad. Nosotros los cambiamos por cerámicas y mantas a nuestros amigos de más arriba del río. Necesitaremos conocer la balanza y las proporciones. Aprenderán a mezclar el oro con la plata para lograr mayor dureza y elaborar los adornos finos y mezclaremos el oro con el cobre para elaborar la tumbaga, que es de menor calidad”. Uno de los aprendices preguntó: “ Pero siendo la tumbaga de menor calidad, no querrán usarla nuestros hermanos”. Consota respondió: “En apariencia, le daremos a la tumbaga el mismo brillo, frotando las piezas con el zumo de una planta llamada chulco, la cual es muy ácida y disuelve el cobre. Pero primero conozcan las herramientas que usaremos: la balanza, cinceles, espátulas, cuchillos, buriles, sopletes de arcilla y moldes y crisoles de piedra y de arcilla refractaria. Primero harán la fundición por vaciado en molde abierto. Los moldes de arcilla nos lo suministran los encargados de cerámica y nosotros fundiremos

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el metal avivando el fuego mediante el soplete. Así haremos figuras macizas de tamaño pequeño.” “Cuál es la fundición a la cera perdida?”, preguntó otro aprendiz. Consota explicó: “Haremos una figura en arcilla refractaria, la cubriremos fielmente con cera de nuestras abejas. Sobre la capa de cera, elaboraremos otra cubierta de arcilla refractaria. Luego por calentamiento, la cera saldrá y dejará el espacio para vaciar el oro fundido”. Otro aprendiz preguntó en qué consistía la afinación del oro. Consota explicó: “Se trata el oro de aluvión con arcilla y sal a la temperatura del rojo naciente. Así se libera un elemento que ataca los metales. Esto permite que se separen el oro de la plata que esté presente y de otros metales extraños que son la impureza”. Tardarán un buen tiempo en conocer y manejar los secretos de nuestra metalurgia y al terminar las piezas que elaboren, recuerden que en cada una de ellas, dejarán grabadas las técnicas que emplearon para elaborarlas, pero sobre todo un mensaje: Nuestra ley comprende cuatro preceptos: No matar, no robar, no mentir y no ser perezosos. Estos preceptos deben ir grabados en nuestras piezas de oro, aprovechando que el oro no se corrompe”. Los entusiastas aprendices iniciaron su entrenamiento que más tarde se convertiría en un arte. De esta forma, en los grabados presentes en la orfebrería, igual que en la cerámica, empleando el sistema de escritura común a todas las tribus indoamericanas, dejaron los indios impresa su historia, sus costumbres, sus creencias, sus leyendas, su trabajo y sus preceptos. Muchas de estas historias se perdieron en los hornos de fundición durante la Conquista y la Colonia, convertidas en lingotes que viajaron en los galeones al viejo continente a adornar los altares en las catedrales, las cabezas reales y a enriquecer las arcas de los poderosos. Otras, aún se pierden en el saqueo codicioso de los guaqueros y el resto, espera en los museos y colecciones precolombinas, para ser descifradas algún día. Cuando los visitantes de estos sitios posan sus ojos con admiración, codicia o indiferencia sobre los simples o complejos caracteres de estas piezas, como pasa el analfabeta sus ojos sobre la escritura que no sabe interpretar, tal vez cada copa, vasija o diadema les esté diciendo: “Este era nuestro oro y nuestro arte, lo trabajábamos, nos daba energía, nos

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adornaba, nos vestía, pero cuidado con él, porque por el oro se mata, se roba, se miente y se es perezoso”. La red de intercambio entre los indígenas era muy completa. Zuldemaida y Xochi les proporcionaban el chulco para dorar las piezas de tumbaga y la sal era obtenida en los lagos salados. Parte de los bloques de sal era transportado por los truequeros a tribus vecinas para ser intercambiados por otros elementos de vida. Una tribu gobernada por una cacica llamada Agúe, era conocida por las hermosas mantas y ornamentos que tejían en sus telares, los cuales intercambiaban por sal. Soytama, otro de los hijos del cacique, lideraba y coordinaba estas jornadas de intercambio y estableció cordiales relaciones de trueque con sus vecinos. En una de sus muchas visitas de comercio, en las que eran recibidos con gran hospitalidad, Agúe comentó a Soytama lo siguiente: “Sé que tu tío Consota y tu hermano Aíba, graban en las piezas de cerámica y oro nuestra historia. Os contaré la historia del origen de nuestros telares y el por qué la tribu entera se dedicó a este oficio. Hace mucho tiempo, tanto que nosotros tardábamos mucho en existir, había en nuestra tribu un cacique que tenía una hija muy hermosa llamada Izcandé a quien quería mucho. Cuando Izcandé estuvo en edad de casarse, dijo a su padre que contraería nupcias con el pretendiente que le llevara el mejor regalo. Varios de ellos llegaron con hermosas ofrendas de oro, cerámica, frutas, guaduas para construir bohíos y hasta esmeraldas traídas de muy lejos de unas tribus llamadas Muzo. Solamente uno de ellos llevó como presente un artefacto fabricado en madera y de apariencia muy especial, porque consistía en varios marcos con estaquitas de hueso muy pulidas insertadas simétricamente alrededor de los marcos. El Cacique primero pensó que estaban siendo víctimas de una burla, pero Izcandé pidió que se le permitiera hablar al portador del regalo. Este explicó que se trataba de un telar y con fibras de una planta llamada fique, y lana de camuro hilada, demostró que un hilo podía transformarse en tela y que esto se lo había imaginado una tarde cuando vio volar unos pájaros entre palmas muy altas, portando lianas para hacer sus nidos y las lianas


se iban entrecruzando a través de las palmas formando una red. Izcandé quedó maravillada con el artefacto y el ingenio de su inventor a quien decidió tomar por esposo. Cuando el Cacique preguntó a su hija por la razón de esta elección, ella respondió: “Con los telares haremos mantas para que nuestra tribu no sufra frío durante el invierno y no tenga que sacrificar animales para usar sus pieles”, como en efecto sucedió. “Desde ese entonces nuestra tribu teje mantas. Es una historia muy bonita y es mi deseo que quede escrita para la posteridad en los volantes de huso que ustedes nos traen”. Soytama regresó con sus acompañantes a su tribu y relató a Consota la historia de Izcandé, quien prometió que contaría a sus aprendices la leyenda para que fuera grabada en su trabajo. De paso observó: “La música es lo que perdura de los pueblos, así que llevaremos estas historias a nuestros amigos, los compañeros de Orobí, nuestro hermano menor, quienes se dedican a la música, ellos con sus flautas, ocarinas y cascabeles compondrán piezas musicales y así tendremos pronto, la canción de Cori y la canción de Izcandé, para deleitar en nuestras festividades de cosecha y bodas”. Pero no todo era perfecto en esta comunidad, y en ocasiones debía intervenir el Concejo de Ancianos para sancionar y tratar de enmendar comportamientos equívocos de algunos de los individuos de la tribu. La responsabilidad de Zuldemaida y Xochi era grande, ya que ellos cuidaban no sólo de la salud sino también de algunos servicios inherentes a los vegetales, como el envío de chulco al proceso del oro o el envío de colorantes como la jagua (Genipa americana), el achiote (Bixa orellana) y la cúrcuma (Cúrcuma longo), a la tribu de los telares o el extracto fermentado de fique (Furcraea spp.), para suministrar a las mujeres y así evitar problemas oseos. Así que ellos tenían un grupo de jóvenes que se entrenaban en tales ocupaciones y aspiraban a suceder algún día a Zuldemaida y a Xochi. Pero ser Chamán no solamente implicaba conocer los efectos fisiológicos de los vegetales, es decir, la parte mecánica de la curación. También tenía mucho de mítico, porque

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para el indígena, el Chamán en los rituales de curación, debía elevarse a un estado superior, que exigía como requisito tener un espíritu limpio, y para comprobarse ésto, debía pasar largo tiempo de entrenamiento y experiencias. Si alguien podía suceder a Xochi era un joven llamado Mohán, quien desde su adolescencia, acompañaba a Zuldemaida y a Xochi en sus actividades. Mohán tenía un hermano mayor llamado Yamba, quien por su mayorazgo había tenido el privilegio de casarse con Tarasca una joven muy bella de quien también estaba prendado Mohán. Al poco tiempo después del nacimiento de su primer hijo, Tarasca convenció a Mohán para huir juntos, fue así como una noche huyeron los dos, llevando Tarasca a su hijo en brazos. Cuando estuvieron en la espesura del bosque, Tarasca acomodó a su hijo entre unos matorrales pero su pié quedó aprisionado por las raíces de un árbol, mientras los perros salvajes los acosaban hambrientos. Tarasca en su desesperación y por tratar de huir, tomó el hacha de Mohán y cortó su pie para quedar libre. Entonces Mohán recapacitando y aterrorizado del daño que había causado, huyó enloquecido, dejando a Tarasca y al niño a merced de los lobos. El Consejo de Ancianos se reunió al conocer los hechos y luego de enjuiciar a los ausentes y considerar muy detenidamente el escarmiento confiaron al mayor de los ancianos, Tacurumbí, para que diera a conocer la decisión del Consejo. Tacurumbí explicó a la tribu: “Mohán y Tarasca han violado gravemente nuestros preceptos. Tarasca ha mentido y traicionado a su esposo Yamba y además ha propiciado la muerte de su hijo, al abandonar al recién nacido en el bosque, a la furia de los lobos. Mohán ha traicionado a su hermano, ha sido cómplice del abandono del niño y de su atroz muerte y nos ha mentido a todos, traicionando nuestra confianza al aceptarlo en tan seria responsabilidad como es la de permitirle ser aprendiz del Chamán. Por faltas menores, nuestra comunidad podría aceptarlos imponiéndoles los trabajos más duros, lo cual es peor que la muerte, pero según parece, a Tarasca la eliminaron los lobos y Mohán huyó por la ribera. Hemos considerado que hay un castigo peor que la tortura y va más allá de la muerte, es perder el buen nombre, a eso los condenamos. Tarasca vagará eternamente por el

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bosque, llorando a su hijo, y quienes la escuchen dirán: Es la Llorona y recordarán su historia. Mohán vagará por las riberas, conquistará jóvenes incautas con sus falsas promesas pero al llevarlas al bosque, los lobos lo destrozarán al él, una y otra vez. Sus nombres estarán malditos. Así manejaremos el temor y la culpa”. El día que empezó nuestro cuento, era un día diáfano, por lo que Carlacá, el hijo menor de Salento, reunió a su gente para salir a cazar un jaguar y una danta. Se trataba de un jaguar viejo que estaba cebado matando los camuros de sus rebaños y había atacado ya a algunos indígenas cuando bajaban al río por agua. La danta era corpulenta y persiguiendo gallinetas, dañaba los sembrados de maíz. Además, necesitaban carne para su tribu. El grupo de cazadores estaba formado por jóvenes atléticos, entrenados desde la adolescencia en el manejo del arco, la flecha, la lanza, la onda y la cerbatana. Carlacá organizó así a su equipo de cazadores: “ Iremos en dirección contraria al viento para que el jaguar no sienta nuestra presencia. Cerca al río soltaremos unas liebres que sirvan de carnada. Ustedes tres, los más rápidos y ágiles también correrán en la dirección de las liebres para que el jaguar los persiga. Y nosotros los seguiremos en tres filas a cada lado bordeando el cañón que forma el río. Debemos lograr que se dirija hacia la trampa de estacas de guadua para que en su persecución caiga en ella, pero si esto falla estaremos listos con nuestros arcos y flechas”. Mientras Carlacá les hablaba, llegó uno de los cazadores, portando unos tallos delgados de guadua con algo viscoso dentro y dijo: “Xochi nos envía el curare (Strychnos toxifera y otras especies del género Abuta), para envenenar nuestras flechas” y Carlacá añadió: “El curare paralizará al jaguar, no debemos permitir que escape, sobre todo si alcanzamos a herirlo, constituirá un peligro que huya herido y además será un sufrimiento cruel para el animal, el morir lentamente”. Dirigiéndose a los tres cazadores que correrían como carnada les advirtió: “Colóquense los rodelos de cabello, a manera de protección, igualmente háganlo los arqueros de la primera fila. En caso de que todo fallare, recuerden que correr despierta los instintos del jaguar, así que como recurso


desesperado, enfréntenlo. Èl tiene ventajas sobre nosotros: sus garras y sus colmillos, también su fuerza, pero nosotros tenemos ventajas sobre él: nuestra agilidad mental y lo que hemos aprendido observando luchas de otros animales que aprovechan en un momento dado, la debilidad u oportunidad que dé el contrario”. Y dicho esto, los indios sumergieron la punta de sus flechas en el brebaje de curare y emprendieron la marcha hacia el bosque. Mientras tanto, en la maloca donde Zuldemaida y Xochi guardaban celosamente las plantas de más peligro, algo ocurría. Desobedeciendo la orden de entrar y manejar esos brebajes, uno de los aspirantes a Chamán cambió los recipientes que contenían el Chulco con el que brillaban la tumbaga, por otros recipientes en los que se guardaba los extractos de unas semillas de almendro (Terminalia catapa) que en contacto con medios ácidos liberaban un gas asfixiante. Estos recipientes equivocados fueron llevados al horno de fundición en donde uno de los aprendices de la metalurgia los mezcló con otros contenidos de Chulco para brillar las piezas de aleación. El efecto no se hizo esperar, se liberó el gas y murieron por asfixia los que brillaban la tumbaga y los que controlaban la temperatura del horno. El fuego se extendió por los árboles, llegó al bosque y ocasionó un incendio catastrófico. Simultáneo a este desastre, el maguaré, tambor elaborado con un gran tronco de árbol hueco, que las tribus utilizaban para comunicarse a grandes distancias, se oyó en la lejanía, transmitiendo una noticia alarmante: Lejos todavía, pero implacable, avanzaba una horda de seres extraños, cuya mitad inferior era similar a venados sin astas y la mitad superior era similar a los humanos aunque más pálidos. Venían en busca de oro, pero arrasaban tribus, sometían a la esclavitud a quienes sobrevivían y se quedaban como amos de todo cuanto lograban capturar, para destruirlo y pisotearlo, si se les oponía resistencia. Sabían matar, mentir, robar y ser perezosos y algunos de ellos eran portadores de una enfermedad asqueante. Los volcanes, como en protesta de la naturaleza por el desequilibrio causado iniciaron una actividad simultánea, y el movimiento de tierra, crepitar de árboles que caen

desenraizados y las piedras y lava no se hicieron esperar. La tribu huyó dispersa, y los sobrevivientes, aún los descendientes de Salento, se instalaron en otras regiones fundando nuevos asentamientos. Salento buscó a sus dos hijas Cocora y Boquía, de quienes nunca se separó Xochi, Zuldemayda fue alcanzada por una gran roca, y Salento fue herido de muerte por troncos de árboles que cayeron sobre él. En su agonía, creyó que alguna de las fechorías que sus hijas cometían para fastidiarse mutuamente había llegado a tal desastre y murió ignorando la magnitud de la tragedia. Cocorá, Boquía y Xochi ayudaron a escapar a muchos de su tribu, pero al final quedaron solos en medio de las llamas y conscientes de la noticia de la invasión. Entonces Boquía, olvidándose de las rivalidades con su hermana dijo a Cocora: “ Yo no entregaré mi valle ni las cenizas de mis sembrados, ni mi jardín Botánico y menos nuestra libertad, a los bárbaros invasores”. Y Cocora añadió: “Yo tampoco entregaré mi bosque de niebla ni nada de lo que nuestro padre nos confió y menos nuestra historia escrita a través de mucho tiempo en nuestras ánforas”. Xochi añadió: “Tenemos una alternativa. Dicen que los invasores manejan un fuego, pero no tan poderoso como el de nuestros volcanes, el nuestro es el fuego que luego se transforma en piedra. Unámonos al fuego de nuestros volcanes, y con ellos defenderemos lo nuestro. Yo conozco unos caminos subterráneos, por donde llegaremos más pronto al cráter. Iremos por ellos”. La travesía fue penosa y larga, pues aunque los caminos subterráneos indicados por Xochi, los llevaron a uno de los cráteres, a él llegaron heridos, quemados, soportando su dolor gracias a la coca de sus poporos, y casi inconscientes por los gases emanados. Se tomaron de las manos y Xochi dijo: “Nos uniremos al fuego y así estaremos más cerca del sol” y se lanzaron. Desde ese día en que empieza nuestro cuento, han transcurrido cuatro largos siglos y algo más. Como lo presintió Salento al expirar, la tierra siguió enojada por mucho tiempo. Hoy, por esta encrucijada de caminos, tierra de viajeros que se quedaron, cerca a un valle próspero que llaman Cocora sucedido por otra región plana denominada

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Boquía, separadas ambas por un río, se encuentran tres grandes piedras. Cuentan que en las noches de luna llena, si un peregrino detiene su viaje para descansar y reclina su cabeza sobre alguna de estas tres piedras, escucha una rara conversación: “Cocora, yo siempre anhelé tu bosque de niebla, el ahuyar de los perros salvajes, la frescura de los musgos”. Y otra voz también femenina, responde: “Boquía, yo igualmente quise tus campos sembrados, tus plantas medicinales y los pintorezcos atardeceres, pero ya no tiene importancia. Era explicable; siempre anhelamos lo que no poseemos. Lo importante fue el cumplirle a nuestro padre y a nuestra tribu cuidando el bosque y el valle”. Después se oye una voz masculina que dice: “Yo disfruto desde aquí al ver crecer mis plantas, florecer los guayacanes (Tabebuia chrysantha) y los sietecueros (Miconia elata) a la sombra de los higuerones (Ficus obtusifolia) y observar que en un sitio que hoy llaman Palestina, aún quedan vestigios de huertos medicinales de los que la gente se sirve para su salud. Y también estoy tranquilo por que ya no tengo que andar tras de ti, Boquía, cuidando de que no caigas desde los puentes al río. Ya no eres la niña inquieta de antes ” y Boquía contesta: “No, Xochi, te equivocas como casi nunca lo hiciste. Estas piedras no me hacen prisionera. Ahora puedo saltar, resbalar y caer sin peligro sobre el remolino de las leyendas, aquellas leyendas que Consota inmortalizó en sus ánforas y alcarrazas… porque ahora soy libre, hasta de las cadenas de la Historia... Libre, como lo fue mi pueblo.” ¿Que Salento “ leía en el tiempo”?, Nadie lo sabrá. ¿Que en sus vasijas y alcarrazas, estas tribus dejaron escrita su historia? Habrá que empezar por descifrar su escritura, trabajo de lingüistas. ¿Que

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su abecedario tenía 79 caracteres?. Ahora se sabe que un metal precioso llamado oro ocupa el número 79 de nuestra tabla periódica. Pero sin tener bases linguísticas que posiblemente algún día nos lleven a despejar tantas incógnitas, hoy, comparando y analogando lo que el Cacique vió: “ una palma y tres helechos”, con nuestro sistema arábigo de numeración, bien sea que “leyera en el tiempo” o bien el simple efecto de la serotonina sobre un cerebro que colapsa: una palma de cera del Quindío que se yergue majestuosa sobre su único tallo, puede ser el uno, y tres helechos gigantescos como los que se observan en el bosque de niebla bordeando el río, e inclinando sus ápices como báculos forman un nueve. Salento describió un número: 1999.






de Libros de Texto, en Computación, en Administración Universitaria y en algunas otras áreas. En la universidad Libre de Colombia, fue miembro de su máximo organismo de gobierno, La Conciliatura, durante toda su permanencia en ella. También ocupó los siguientes cargos en esta universidad: Profesor de tiempo completo del Liceo Aurelio Tobón, rector de los liceos y de la normal, profesor de tiempo completo de la facultad de Ciencias de la Educación y Director del Departamento de Matemáticas. Además, fue profesor del Colegio Max León, profesor de tiempo completo de la facultad de ingenierías de la Universidad INCA de Colombia y de otras universidades de Bogotá. Más tarde fue profesor de tiempo completo de la Universidad del Quindío, donde ocupó los siguientes cargos: Profesor de tiempo completo del Departamento de Matemáticas, director del Departamento de Matemáticas, Decano de la Facultad de Ciencias, Vicerrector Académico y Rector encargado por varias ocasiones. En varios períodos fue miembro de los siguientes consejos de gobierno de la Universidad: Consejo de Facultad, Consejo Académico y Consejo Superior.

Jacob Arana Lozada nació el 17 Julio de 1937 en el municipio de Pitalito, ubicado en el hermoso valle de Laboyos de inigualables paisajes que reciben la suave brisa permanente del río Guarapas. Realizó sus estudios de primaria y parte de la secundaria en la Escuela Normal Superior de Pitalito y algunos colegios del departamento del Huila, para luego graduarse de bachiller en el colegio Interamericano de Bogotá. Más tarde, en Bogotá, se graduó de Matemático en la Universidad Libre de Colombia, en su primera promoción. Hizo estudios de posgrado en Elaboración

Fue autor de varios textos de matemáticas como Algebra Lineal, Matemáticas generales y otros más. Escribió un ensayo, bastante voluminoso, sobre la historia de la Universidad del Quindío, También escribió un ensayo sobre la historia del Quindío, en sonetos de métrica libre. Incursionó en la política durante diez años. Fundó la primera Asociación de Madres Cabezas de Hogar en el departamento del Quindío. Fundó una Asociación de Madres Comunitarias en el departamento del Quindío. Fundó Varias asociaciones de ancianos en el departamento del Quindío. Hoy a sus setenta años, se encuentra retirado del ejercicio profesional y está dedicado a escribir cuentos, a realizar cuadros en collage y a mejorar y a lograr algunas nuevas variedades de aguacate.


Salento, caminaba de un lado para otro, eran ya varias las horas que llevaba en esta situación y no hallaba respuesta alguna que le permitiera resolver el problema que lo condujera a salvar a su pueblo de una tragedia de grandes proporciones. Por fin resuelve llamar a su hijo mayor, quien tenía por nombre Chocoe y con una voz pausada y firme le ordena: “Chocoe, debes marcharte de mi lado lo más lejos que se pueda, con dirección hacia donde se oculta el sol, él te va a dirigir y te mostrará el lugar adecuado en el cual te puedes y debes ubicarte para que las personas que tú conducirás estén a salvo y tengan un promisorio futuro”. “Padre, no te entiendo nada. ¿Qué pasa? ¿Por qué tengo que irme? ¿Por qué tengo que dejarte? ¿Y quiénes se van conmigo? Son muchas las preguntas que tengo para hacerte”. “Hijo, tranquilízate. Miremos las cosas desde el punto de vista realista. Tú te has dado cuenta de la situación que se nos viene presentando desde unos años atrás y todos los que vienen del norte y los que vienen del sur, como todos los que vienen del oriente y los que vienen del occidente traen la misma

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noticia de que no va a quedar nada, que nosotros vamos a desaparecer y todo se va a destruir. La tierra suena, retumba y se estremece en todos los lugares de los que tenemos noticias. Por lo tanto, el destino de tu viaje, debe situarse en un lugar donde esto no suceda. Si después de caminar tanto, que al final se te agoten los caminos y la situación siga la misma, debes de continuar abriéndote camino, a como dé lugar, hasta llegar al sitio en el que te sientas seguro. Tengas la certeza y la claridad en tu mente, que este sitio existe y te está esperando para poner a salvo a las personas que van bajo tu responsabilidad. Contigo irá tu esposa, tus hijos y tu hermana menor, Calima. Además llevarás veinte carruajes, cargados de provisiones, con sus respectivos jaladores para que los conduzcan hasta donde se terminen los caminos. En cada carruaje irá una familia, las que garantizarán la subsistencia y la continuidad de nuestro pueblo. Desde ya, comenzarás los preparativos y antes de tres días debes


tomar la partida”. Un poco cabizbajo y triste, pero seguro de lo que tenía que hacer, Chocoe se retiró diciéndole a su padre: “Lo haré lo mejor que pueda y estaré seguro de que lo lograré tal como me lo has ordenado”.

acompañantes. A cada uno le asignaré dos “chamanes” para que los aconsejen, curen a las personas que adquieran enfermedades en el viaje y preparen a sus futuros reemplazos. Yo me quedaré con mi esposa y mi pueblo esperando el desenlace que me corresponda.

Luego Salento llamó a sus hijos Pijao y Chamí y su hija Quimbaya, a quienes les dio las mismas órdenes que a su hermano Chocoe, salvo, que sus destinos eran diferentes. Salento, sin dejar de sentir su tristeza, levantó su rostro y con su cuerpo erguido, demostrando su seguridad y dominio de la situación, les comunicó: “Pijao, debes marcharte muy lejos, pero muy lejos, con dirección hacia donde sale el sol. Chamí, debes irte, mucho, pero mucho más allá de donde terminan los caminos, con dirección al norte. Quimbaya, hija de mi ser, hija inolvidable, tengo que decirte que te dirijas hacia el sur y no te detengas hasta no llegar a una región donde todo sea calma y no existan las amenazas que tenemos aquí. Todos tendrán las mismas obligaciones y responsabilidades”. Agregó Salento y prosiguió: “Todos estarán dotados de las mismas provisiones y del mismo número de

Tal como se lo dije a Chocoe, todos deben salir antes de tres días. Los veinte carruajes de cada grupo, con sus respectivos jaladores y su debida dotación, están perfectamente listos y la familia que va en cada uno de ellos ya está asignada. Tan solo falta empacar algunos productos para los primeros días de recorrido, los cuales, tan pronto como empiecen a agotarse, deben irlos reemplazando por los frutos que encuentren por los alrededores de los caminos. En cada carruaje van empacadas semillas de: Cacao, algodón, tabaco, fríjol, maíz, papa, yuca, tomate y otras plantas, las que no deben utilizar como alimento, guárdenlas y protéjanlas bien, para que tan pronto lleguen a su destino empiecen su respectivo cultivo. No olviden nuestras costumbres y nuestras tradiciones, consérvenlas y

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enséñenselas a sus descendientes. Lleven siempre consigo la consigna de volver, de volver hasta estos lugares que nos vieron nacer, que nos vieron crecer y que nos dieron un alto grado de desarrollo y de comodidad. Un día después, todos estaban listos para partir. Se hizo una gran despedida, que incluyó: Música, danzas, recitales, discursos, llantos, alegrías, representaciones teatrales y banquetes con comidas y bebidas, habidas y por haber. Ya al amanecer del segundo día, se fueron a dormir y descansaron todo lo que pudieron, para poder estar en forma y dar el debido cumplimiento a lo dispuesto por Salento. Al amanecer del tercer día, los cuatro grupos, partieron con dirección a su destino incierto. Fueron muchos los poblanos que acompañaron a Chocoe hasta el cruce del río “Quindus”, hoy río “Quindío”, y no se fueron hasta no ver que desaparecieron en el horizonte. Otros acompañaron a Pijao hasta el alto de “La Ceja” y los vieron como descendían por el cañón que los conduciría, en primera instancia, hasta “Toche”. Muchos se fueron acompañando a Chamí hasta el cruce del río “Quindus” y algunos los siguieron un poco más allá. A Quimbaya, la acompañaron sus padres con una gran comitiva, en una jornada de medio día. Su despedida estuvo llena de tristeza y llanto, pero algo daba tranquilidad a sus padres y ese algo era la posibilidad de que sus hijos sobrevivieran a la gran catástrofe que se veía llegar. Los días fueron pasando y Chocoe tuvo su primer percance. En unos de los sitios pendientes del camino, un carruaje se encuneta y de inmediato ayudan a bajar a los ocupantes y las provisiones. Luego dedican el esfuerzo a tratar de sacar el carruaje de la cuneta, con tan mala suerte que el vehículo rodó precipicio abajo llevándose consigo a dos de sus jaladores. A la familia y sus provisiones que se quedaron sin transporte, los acomodaron en otros carruajes. La caravana continuó

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su camino hasta llegar al río “Madre”, hoy llamado el río “La Vieja”, lugar donde terminaba el camino, mucho antes de su desembocadura en el río “Caucá”, hoy llamado el río “Cauca”. De este lugar en adelante, les sería todo desconocido y además deberían abandonar los carruajes. Allí, acamparon por cuatro semanas, tiempo que aprovecharon para recolectar provisiones y construir varias balsas de guadua y suficientes canoas de diferentes tamaños en las cuales pudieran movilizarse cómodamente por el río. Luego se embarcaron río abajo hasta llegar al río Cauca, donde acamparon nuevamente por tres semanas. Aquí, Chocoe, resuelve dividir la expedición en dos bloques. Uno lo comandará él y el otro estaría dirigido por su hermana Calima. Ella se dirigió río arriba, mientras su hermano continuó su camino río abajo, hasta llegar a la desembocadura de un río más pequeño que el río La Vieja y posiblemente sea el que hoy llamamos “Risaralda”. Se embarcaron por este río hasta llagar a las estribaciones de la cordillera occidental, donde resolvieron quedarse definitivamente. Calima, subió por el río Cauca hasta la desembocadura de una quebrada, que posiblemente hoy se llama “Media Canoa”. Se instalaron en este sitio para luego subirse un poco, hasta las estribaciones de la cordillera Occidental, donde resolvieron quedarse para siempre. Pijao, acampó dos semanas en Toche, donde terminaba el camino, tiempo que dedicó a recoger provisiones. Continuó cañón abajo, para luego situarse en las cercanías de lo que hoy es Ibagué. A las pocas semanas de estar ubicado aquí, la tierra se estremeció en varias ocasiones haciendo ruidos espantosos y temerarios, por tal motivo, resolvió continuar su camino y para ello siguió el cauce del río Combeima, hasta llegar a su desembocadura en el “Gran Río”, hoy el río Magdalena, el que atravesó y se situó definitivamente en las estribaciones de la cordillera Oriental. Chamí, llegó hasta el río


Roble, donde terminaba el camino. Acampó por unos días y continuó para volver a hacerlo en el río que hoy se llama Consota. Siguió su camino bordeando la cordillera Central hasta llegar a un río que hoy se llama Arroyohondo, donde pensaron ubicarse, pero no fue posible, puesto que la actividad sísmica era cada vez mayor. Les tocó continuar hasta llegar al río Cauca, en el sitio que hoy se llama La Pintada. Aquí estuvieron por unas tres semanas, para luego atravesar el río y dirigirse hacia el nor-occidente. Después de varias jornadas de camino resolvieron radicarse, definitivamente, en las estribaciones de la cordillera Occidental. Quimbaya, resolvió seguir el cauce del río Quindus y acampo al final del camino en el sitio que hoy se llama La María. Aquí construyeron varias valsas de guadua, para luego continuar y hacer un alto en la desembocadura en el Río La Vieja. Permanecieron unas cuatro semanas e hicieron varias canoas en las que se embarcaron río abajo hasta llegar a la desembocadura de una quebrada que hoy se llama La María. En este lugar, a pesar de que la tierra retumbaba y se estremecía, se radicaron definitivamente, en las partes más altas de la región y en el costado occidental del río. El tiempo fue pasando y cada asentamiento se fue consolidando. En todos existía el fresco recuerdo de su antigua comarca, parecía que todo iba a continuar como antes y que ninguna tragedia iría a ocurrir. Cuando una noche, de esas noches inesperadas que traen consigo acontecimientos incalculados, la tierra ruje con soberbia y se ondula y se sacude estrepitosamente, atemorizando a todo ser que tiene vida. Todos salen de sus habitaciones y se sitúan en campo abierto, en el cual con gran dificultad logran tenerse de pie, por lo que prefieren acostarse sobre el piso. Miran hacia La cordillera Central, y de norte a sur observan que al parecer todas las altas montañas de ella han estallado y arrojan piedras y candela. Toda la noche se la pasaron observando el macabro espectáculo, que acabaría con la vida de sus parientes. Mientras tanto, Salento y su pueblo deambulaban de un lado para otro, las calles se llenaron de personas que no sabían hacia dónde ir, esperando la

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certera y candente piedra que acabara con su existencia. La cordillera se incendió por completo, las llamas iluminaban bastas regiones, incluso más allá del pie de la cordillera. Quedó todo completamente arrasado e incinerado. El paisaje cambió completamente, toda la cordillera parecía un desierto rojo, desprovisto de cualquier forma de vida y tan sólo quedaban las piedras como testigos de algo que existió y que de un momento a otro desapareció para siempre. No quedaron ni los menores vestigios de que hubiera existido vida alguna. Las bellas construcciones, los hermosos templos forrados en oro y piedras preciosas y todo lo que el ser humano había construido con su sabiduría y esfuerzo, habían desaparecido para siempre de la faz de la tierra. En pocas palabras la destrucción fue total. Este fue el fin de Salento y de su pueblo, quien murió con la esperanza de que sus hijos se salvaran y que algún día regresarían a recuperar lo perdido y a reconstruir una civilización, que para su época, era de las más avanzadas del planeta. Manejaban un sistema de pesas y medidas, semejante al de nuestra época. La arquitectura y sus métodos de construcción aún serían incomprensibles. Sus conocimientos matemáticos y astronómicos eran asombrosos. El manejo del arte, de la música, de las danzas y de las representaciones teatrales, hoy sería de admirar. En todas las construcciones, tuvo que ver mucho la astronomía y sus altos conocimientos matemáticos. Tenían acueductos, alcantarillados y servicios sanitarios construidos bajo la teoría de la gravedad. En sus técnicas textileras aplicaban variados y alegres colores, los que les daba una elegante presentación a sus trajes, que a la vez eran acompañados de objetos diseñados con plumas, oro y piedras preciosas, lo que dejaba ver el alto grado que habían alcanzado en la confección y la orfebrería. Usaban narigueras, brazaletes, pulseras, fabricados de oro y acompañados de piedras preciosas, como esmeraldas, perlas y otras. Estaban muy desarrollados en la alfarería y en el arte de fabricar canastos, recipientes, esteras, cobijas, ruanas y todo tipo de utensilios de

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uso personal y general. En cuanto a la salud, tenían a los chamanes, que eran unos verdaderos profesionales de la medicina, quienes se preparaban desde muy niños para este oficio. Practicaban una agricultura avanzada, con riego gravitatorio, que les proporcionaba un completo abastecimiento para toda la comunidad. Practicaban la domesticación de animales silvestres, que les permitía tener la carne suficiente para el consumo cotidiano. En fin, era una verdadera civilización, que a través de los tiempos, había logrado obtener un alto grado de desarrollo, tal, que se abastecía por sí sola. Después de la destrucción de toda esta civilización y de quedar la cordillera Central totalmente desértica y desprovista de vida alguna, los volcanes dejan de arrojar lava, gases y piedras y empiezan a lanzar humo en cantidades alarmantes, de tal manera que la cordillera quedó totalmente cubierta por una nube gigantesca, negra y espesa que dejaba caer ceniza, por miles de toneladas sobre ella. La erupción de los volcanes ocasionó inmensos deshielos, los que trajeron consigo impresionantes avalanchas que afectaron gravemente las zonas aledañas, tanto la oriental como la occidental. La avalancha de la quebrada Boquía formó un pequeño valle que lleva su nombre. La avalancha del río Quindus formó el valle de Cocora, para luego juntarse con la del río que hoy se llama Rio Verde y unirse con la del río que hoy se llama Barragán para formar el valle de Maraveles. Las avalanchas de todos los ríos, del lado occidental de la cordillera Central que desembocaban en el río Cauca, formaron el gran valle de dicho río. Las avalanchas de todos los ríos del lado oriental de la cordillera Central, formaron el gran valle del río magdalena. Todo esto nos confirma que el paisaje de un gran sector de Colombia cambió radicalmente y seguirá cambiando con el correr de los tiempos. Ninguno de los hermanos, que se habían radicado en sitios muy diferentes y demasiado distantes, los unos de los otros, conocía la suerte que corrió cada uno de ellos en ese inolvidable y macabro


desastre. Varias de las familias que dirigía Quimbaya, desaparecieron por la avalancha del río La Vieja. Como también, varias de las familias que dependían de Pijao, desaparecieron por la avalancha del río Combeima. Las familias que dependían de Chocoe y de Calima quedaron intactas al igual que las que dependían de Chamí. Todo este balance, mostraba que lo calculado por Salento, fue un éxito, había logrado salvar la descendencia de su pueblo, aún a costa de su propia vida y muchas más que se sacrificaron por tan noble causa. Pasaron quince, veinte y más años y los volcanes seguían arrojando ceniza sobre las estribaciones y cercanías de la cordillera Central, especialmente en la zona donde estaba el poblado de Salento y en las regiones aledañas, hasta tal punto que hubo sitios en que la capa de ceniza era de diez, veinte, treinta y más metros de espesor. Lo que vuelve a cambiar el paisaje radicalmente. Pero después de cuarenta años, el fenómeno se suspende definitivamente y la cordillera, tímidamente, empieza a reverdecer y adquirir vida propia nuevamente. Las temporadas de lluvias, las de sol y la gran fertilidad de la tierra que le había proporcionado la ceniza volcánica, hicieron que la cordillera se reforestara a pasos agigantados. Claro está que con la ayuda de los vientos, de los murciélagos, de algunas aves y de otros animales que ayudaron a transportar las semillas. La exuberancia de la vegetación y la fertilidad de la cuenca del río Quindus fue tan grande, que los diferentes verdes de sus bosques y plantas se sostendrían permanentes todo el año y por miles de años, paisaje que se volvió orgullo de esta única región del planeta que goza de este milagro de la naturaleza, como una recompensa por quienes sacrificaron su vida en bien de su descendencia. El desarrollo de los descendientes de Salento fue lento y de muchas dificultades, puesto que ellos estaban acostumbrados a vivir en una sociedad que se autoabastecía y no dependía ya directamente de la caza, puesto que criaban sus propios animales domésticos. No quiere decir, que no

fuesen cazadores, lo fueron y muy buenos en este arte. Pero ellos, habían abandonado, lo que podría decirse una ciudad, para vivir en la selva, casi en forma primitiva, donde las enfermedades los menguaban y los golpeaban con frecuencia. Aquí no contaban con los medios y conocimientos suficientes para alcanzar un desarrollo, en poco tiempo, comparable con el de sus antepasados. Cada grupo había logrado sobrevivir y aumentado un poco su población, independientemente el uno del otro. Sin embargo, los conocimientos técnicos e históricos, habían empezado a desaparecer hasta cierto grado, pues tan solo se conservaban en la línea de los Chamanes y de los jefes de cada grupo. Realmente dependían directamente de la caza y de una agricultura muy rudimentaria. Los asentamientos, fueron acercándose cada vez más hacia los ríos más grandes, con el fin de obtener el pescado y alcanzar una mayor movilidad utilizando balsas y canoas, de tal manera que la facilidad que tenían para adquirir el alimento principal, que era el pescado, posiblemente los llevó a acostumbrarse a esta vida primitiva. Para esta época, Chocoe había muerto al igual que su hijo mayor, de su descendencia directa quedaba un nieto que llevaba su mismo nombre y seguía al frente de la situación. El desarrolló un poco la agricultura, la fabricación de canastos y la alfarería. Quimbaya, también había muerto y la reemplazaba su nieta Quimbaya, quien se preocupó un poco por desarrollar la pesca, la alfarería y la orfebrería. En cuanto a Chamí, lo sucedió su nieto Chamí, el cual fomentó algo la agricultura, la pesca, la fabricación de tejidos de algodón y otros materiales y la confección de trajes de cuero. La muerte de Pijao y de sus hijos, permitieron que su nieto Pijao asumiera la dirección de su pueblo, quien desarrollo la agricultura, la pesca, la alfarería y la orfebrería. En cuanto a Calima, después de su muerte la reemplazó su nieta Calima, la cual desarrolló la pesca, la agricultura, la orfebrería, la alfarería y los

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tejidos de algodón y de otras materias primas. Calima, la nueva gobernante, había establecido asentamientos en las orillas del río Cauca, desde el sitio de donde hoy está ubicado el municipio de Suárez, precisamente, en el lugar que hoy se encuentra la represa Salvajina, hasta la desembocadura de la quebrada Piedras y en varias oportunidades realizó excursiones hasta la desembocadura del río La Vieja. Y aún se había adentrado por este unos kilómetros, tratando de encontrar la ruta que la condujera al lugar de sus antepasados. Ella tenía un nieto llamado Salento, a quien los Chamanes venían preparando en: La elaboración de utensilios para pescar y cazar, agricultura, orfebrería, alfarería, en tejidos de algodón y de otras fibras, en el procesamiento de pieles de animales, en navegación, en construcciones de viviendas y en muchas otras cosas que lo convertirían, más adelante, en un gran gobernante. También le habían enseñado la historia de sus antepasados y cómo llegar al lugar donde vivieron. Calima organizó un equipo de personas, preparadas y capacitadas en varios oficios y construyó cien canoas de diferentes tamaños y las equipó lo mejor que pudo. Alistó todo tipo de semillas y provisiones suficientes para un viaje de un mes. Una vez tuvo todo listo, le dijo a su nieto Salento: “Te nombro responsable de esta expedición, debes llegar al sitio donde vivieron nuestros antepasados, tú sabes la historia de ellos y debes trasmitírsela a tus hijos por intermedio de los Chamanes. Vas a gobernar a tu pueblo con justicia y humildad. Buscarás la manera, más eficiente, para que tu comunidad logre alcanzar un alto desarrollo, aún superior al que ellos alcanzaron, que los sitúe en un buen nivel de vida. He asignado cien familias que estarán bajo su dirección, para que se radiquen, en un principio, en un mismo lugar y una vez estén bien instalados, con todas las seguridades del caso, empezarás a hacer asentamientos que se vayan acercando a nuestros parientes que están en otras regiones y a nosotros, para que podamos establecer relaciones de amistad, comerciales y de intercambio de nuevos conocimientos. Todos

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los adultos están debidamente preparados para la caza, la pesca, la agricultura, la orfebrería, la alfarería, la elaboración de tejidos de algodón y otras fibras y en muchas otras cosas más que les serán fundamentales para la supervivencia de todos. Conocimientos, estos, que tú buscarás la forma de enseñar a todos vuestros descendientes. También harán los esfuerzos necesarios para ir enriqueciendo estos conocimientos. Independientemente de las cien familias, van algunos canoeros que no tienen compañera y otros que si la tienen, pero no tienen hijos y posiblemente los acompañen algunos de sus hermanos que voluntariamente lo deseen”. Estando todos los preparativos listos, Calima se reunió, en la desembocadura de la quebrada Piedras, con una multitud que los despedía con música y con gritos de aliento, en una mañana en que el sol se asomaba sobre la cordillera Central y sus rayos se reflejaban sobre las cristalinas aguas del río Cauca creando variedad de destellos. Calima besó en la frente a Salento y después de desearle buena suerte, él se subió a la canoa más grande que partiría de tercera y dio la orden de salida. Una a una las canoas iban saliendo en fila para luego colocarse en hileras de tres. La multitud permaneció en su sitio hasta que los perdieron de vista. Las canoas fueron avanzando lentamente, hasta que llegaron a la desembocadura del río La Vieja y siguieron por este río unos dos kilómetros adentro, donde acamparon y descansaron por unos días. Luego siguieron río arriba, claro está, con mucha más lentitud puesto que navegaban en contra de la corriente. Todos los días, más o menos a las tres de la tarde, buscaban un sitio adecuado para pernoctar y al día siguiente salían cuando el sol comenzaba a asomarse y anunciar que el nuevo día había llegado. Cierta tarde, arrimaron a un lugar, que hoy es llamado Rivera Alta y encontraron una canoa amarrada a un palo. Inmediatamente, Salento dio la orden de desembarcar y de hacer los preparativos para acampar, por lo menos, hasta esclarecer la procedencia de la embarcación. Una vez en tierra y debidamente instalados, prendieron algunas hogueras para preparar los alimentos y para tener distantes a los depredadores en


las horas de la noche. Al amanecer del siguiente día, algunos decidieron darse un baño y estaban en estas, cuando de repente observaron que venían unas diez canoas rio abajo, enseguida fueron a comunicárselo a Salento. El salió y creyó que era una de las expediciones que su abuela había enviado con anterioridad por si algo les pasaba. Cuál sería la sorpresa que se llevó, cuando desembarcaron y al frente iba en dirección a él, una dama alta y elegante con grandes y abundantes adornos de oro y de piedras preciosa. A medida que se acercaba percibía cada vez más el increíble parecido con su abuela. Al estar frente a frente, se miraron por un rato sin pronunciar palabra alguna, hasta que ella rompió el silencio y expresó: “Es increíble el parecido que tienes con mi nieto, te lo voy a presentar. Volteó su cara y gritó: ¡Salento! El contestó de inmediato: ¿En qué puedo servirle? Ella volvió su cara hacia él y le preguntó: ¿También te llamas Salento, al igual que mi nieto? “Sí, me llamo Salento y soy nieto de calima, la que tiene un increíble parecido a ti”. ¿Calima? “Sí, Calima”. “Mira mi nieto, tiene un increíble parecido contigo”. ¿Cuéntame de donde vienen y quiénes son? “Venimos de arriba del río Cauca y nos dirigimos a la parte alta del río Quindus, en busca del lugar que habitaron nuestros antepasados”. “Haz de saber Salento, que los dos somos descendientes del mismo Salento que envió sus hijos en diferentes direcciones, para salvarlos de la gran catástrofe. Esto lo confirman nuestros parecidos. De todas maneras te damos la bienvenida y te prestaremos todo el apoyo para que logres tu anhelado objetivo, el cual puedo agregarle que es uno de los nuestros”. “Gracias por tanta generosidad”. Quimbaya habiendo invitado a Salento a su lugar de residencia, partieron conjuntamente hacia allá, donde departieron bebidas y alimentos.

Se contaron muchas anécdotas y comentaron sobre todo lo que sabían de sus antepasados, como también de la ruta, que más o menos, deberían seguir para llegar a su objetivo. Ella ordenó a sus gentes que recolectaran provisiones y que se las llevaran al lugar donde estaban acampando. Dos días después, Salento se despedía de su pariente Quimbaya y le daba los agradecimientos por las atenciones y provisiones que les había brindado y por la comitiva que asignó para que los acompañara hasta la desembocadura del río Quindus. En la desembocadura del río Quindus se despidieron de sus acompañantes, quienes después de desearle éxitos en sus propósitos, salieron de regreso a sus hogares. Acamparon en este sitio y al día siguiente continuaron subiendo por el río Quindus hasta llegar al lugar donde le desemboca Río Verde. Después de descansar dos días, avanzaron hasta el sitio que hoy se llama Calle Larga. Después de dos días de acampar, lo volvieron a hacer, por tres días, en el paraje que actualmente se llama Balboa. En cada lugar que acampaban descansaban dos o tres días y así lo hicieron sucesivamente, en los siguientes lugares que hoy llevan estos nombres: San Nicolás, La María, La Nubia, Navarco y Boquía. En este último, se quedaron más o menos seis meses, inspeccionando los alrededores, tratando de buscar un lugar adecuado en donde ubicarse definitivamente. Hasta que un día Salento dio la orden de ir organizando el lugar en que hoy se encuentra el municipio de Salento, desde donde se divisaba, la exuberante selva que cubría la cuenca de río Quindus, en lo que hoy se llama los valles de Cocora y Boquía. Aquí, se radicó la expedición definitivamente, donde vivieron de la caza, la pesca y de una agricultura insipiente. No usaron las comunicaciones con los otros pueblos y por lo tanto no se desarrolló el comercio y sus avances técnicos fueron casi nulos. Conservaron sus creencias religiosas dentro de toda la comunidad. Sus tradiciones y su historia, solo la conocían los Chamanes y gobernantes. En estas condiciones vivieron mucho tiempo, puede decirse dosmil, tres mil años o más.

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Trascurrieron tres mil, cuatro mil, cinco mil o más años, después de que Salento se ubicó en el lugar de sus antepasados y entonces: El sol se acababa de ocultar, dejando una gran tormenta que estremecía la montaña y pareciese que todo fuese a rodar loma abajo. A medida que la noche avanzaba el aguacero arreciaba, las gotas de agua no eran gotas, eran trozos de granizo que perforaban las hojas de los gigantescos árboles. El fuerte viento sacudía con violencia el inmenso bosque de toda la región, produciendo ruidos extraños y silbidos alargados. Los innumerables rayos y centellas iluminaban por completo toda la cordillera. Los truenos eran seguidos unos tras otros y retumbaban como si la tierra fuese a estallar. Todo parecía un mal presagio. Pero no, la vivienda construida con varas de guayacán, nogal, macana y laurel, techada con hojas de palmas, resistía con firmeza el temporal y quienes habitaban en

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ella sabían soportar con tranquilidad, paciencia y baquía este tipo de situaciones. De pronto, alguien se queja, de inmediato Quindus se levanta y se da cuenta que su compañera está comenzando a sentir los dolores del parto y sin intimidarse por la tremenda borrasca que caía, salió de la casa y caminó con paso firme y lento unos tres kilómetros, por dentro del bosque, hasta llegar a un sitio a orillas del río que tenía su mismo nombre y hoy se llama el río Quindío. Se agachó a recoger las ramas de unas plantas, las cuales colocó dentro de la mochila, que había sido elaborada en fibras de hojas de palma. No había dado tres pasos, cuando sintió que algo lo atropelló y se lo llevó en rastra. De un momento a otro, la luz producida por uno de los rayos le permitió visualizar un árbol muy grande que se había caído sobre el lecho del río, de inmediato se agarró fuertemente de una de sus ramas y como pudo, logró subirse sobre su enorme tronco. Permaneció muy quieto por unos minutos y aprovechando nuevamente la luz de los relámpagos, logró ver que las


raíces del árbol estaban sujetas a la parte superior de la peña que hacía parte de la orilla del río. Lentamente, se fue subiendo por el tronco hasta llegar a la cima de la peña. Allí se sentó por unos minutos y se puso a meditar y a programar su regreso. Desde luego que no era fácil, puesto que había quedado en la orilla contraria del río. Tenía que pasar el río y en la situación en que se encontraba, era imposible lograrlo. Pero al considerar que la salud de su compañera dependía de las plantas que llevaba, decidió caminar río arriba, buscando las proximidades de su nacimiento donde le permitiera cruzarlo sin peligro alguno. Después de caminar unas dos horas se encontró que una de las quebradas que desembocaba en el río, estaba muy crecida y no era posible seguir adelante. No tuvo más remedio que buscar refugio y se devolvió, caminó más o menos una media hora y entró a una cueva de la que en ocasiones anteriores había hecho uso y por consiguiente tenía

algunas provisiones que le permitían pernoctar con alguna comodidad. Prendió fuego para calentarse y evitar que lo fuera a atacar alguna fiera, para luego acostarse y quedarse dormido profundamente. Después de amanecer, lo despertó un fuerte rugido, en segundos estaba de pie en la entrada de la cueva con un hacha de piedra en una mano y en la otra una lanza y se quedó quieto como una estatua, pues frente a él, tenía el espectáculo de un oso de anteojos disputándole la presa a un hermoso leopardo. Pero el conflicto terminó como él lo esperaba. El leopardo no es de los que por defender una presa se hace lesionar, él tiene muy en claro que por pequeña que sea una herida, lo puede inhabilitar para cazar y conducirlo a la muerte. Por lo tanto el oso de anteojos se quedó con el venado, del cual comió hasta quedar satisfecho y se retiró del lugar. Quindus tomó una pierna de los sobrados del oso, entró a la cueva y la puso sobre la hoguera, una

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vez asada se comió una parte y el resto lo colocó dentro de su mochila. El día estaba muy nublado, la visibilidad era de unos quince metros, el río seguía muy crecido para poder abordarlo, por lo tanto resolvió dirigirse río abajo con la esperanza de que cuando el río bajara un poco su caudal, le permitiera cruzarlo, utilizando como puente el árbol que le salvó la vida.

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con una piedra rústica, luego los iba afilando con una menos rústica y por último las asentaba en otras muy suaves que se desgastaban con alguna facilidad. Así terminó el día y al llegar la noche se acostó a dormir. Al día siguiente, se levantó muy temprano y al ver que no estaba lloviendo se llenó de confianza y se fue caminando con mucho entusiasmo en busca de su árbol protector. Pero cuál sería su desilusión al ver que su compañero de infortunios había sido arrastrado por la borrasca y no quedaban ni rastros de él. En esta situación, regresó y se fue caminando río arriba hasta llagar al riachuelo, afluente del río, que le había impedido el paso en la ocasión anterior, pero ahora fue benévolo, y le permitió cruzarlo sin mayor dificultad. Siguió por la orilla del río, por largo rato, y ya al caer la tarde se atrevió a cruzar el río, que logró con uno que otro susto.

Ya hacia el medio día, comenzó a bajar por el tronco del árbol, pero de repente, el árbol se movió bruscamente, él se agarró muy bien de unas de sus ramas, para luego volverse a trepar a la cima de la peña. El río aumentó vertiginosamente su caudal, el aguacero y la tormenta arreciaron nuevamente, de tal forma que Quindus, no tuvo otra alternativa que la de regresar a su refugio. El frío era infernal, todo su cuerpo tiritaba exageradamente y aún más su mandíbula inferior, como pudo prendió de nuevo la fogata y se sentó junto a ella, pronto su cuerpo se secó y de inmediato se puso unas capas de piel de oso, con lo cual logró recuperarse rápidamente. Sacó la carne de venado y la colocó a una distancia prudencial de la hoguera para que el fuego le fuera dando lentamente, para así poderla conservar y tener alimento para unos dos días. Pronto anocheció y la tormenta no cedía, por el contrario, iba en aumento, lo que hacía que su preocupación por la suerte de su compañera, por momentos, lo trataban de sacar de casillas. Pero también lo tranquilizaba un poco, el hecho de que si el parto no se complicaba, ella podría defenderse sola y salir airosa de esta situación, puesto que las mujeres de esa época no necesitaban ayuda para parir, en los casos normales. Haciéndose todo tipo de conjeturas se quedó dormido.

Una vez estuvo en la otra orilla, se sentó y descansó por un momento, para luego seguir río abajo. Ya oscureciendo llegó al sitio donde había recogido las plantas medicinales, tres noches atrás, de ahí, se fue directo a su vivienda y al entrar gritó: “¡Macana, Macana! ¿Dónde estás?” Ella se levantó y lo abrazaba, lo besaba, lo abrazaba y lo besaba. Al fin se quedó un momento quieta y dijo: “Estoy bien y estoy acompañada por mi madre desde ayer”. El con voz suave dijo: “ Te agradezco Cuyabra que hayas venido a acompañar a Macana en estos momentos difíciles”. Ella lo saludó y le dijo que se iba a quedar a acompañarlos en el parto de su hija y algunos días más, para disfrutar de su futuro nieto. Quindus le entregó la mochila y le dijo que en ella venía “pronto alivio” para calmar los dolores y otras plantas que Cuyabra sabría emplear para que Macana tuviese un parto feliz.

Había llovido toda la noche y aún cuando se levantó, seguía lo mismo, no tenía posibilidad de intentar de nuevo su regreso a casa, así que resolvió entretenerse en algo y se puso a elaborar cuchillos, puntas de flechas y de lanzas de hueso y de macana. Los trozos de hueso y de macana los afilaba con unas piedras especiales. Primero los desbastaba

Ellas le sirvieron comida y Quindus comenzó el relato de su odisea, claro está que con alguna que otra exageración, de todos modos la historia las estremeció, pero al final se fueron a dormir felices. Al día siguiente, Quindus madrugó a las cinco de la mañana. En un mate, se tomó una porción de chicha de maíz y se comió un trozo de


carne y bollo de ñame, el cual era elaborado con yuca brava. Luego tomó una cerbatana, una lanza, un arco con suficientes flechas y un calabazo lleno de chicha y salió de cacería. El día estaba fresco, pero no tan nublado, lo que le era favorable para ir en busca de un venado. El conocía muy bien donde podía encontrar el venado, por lo tanto se dirigió hacia un sitio que se llamaba El Salado, estaba situado en unas peñas donde los pobladores de toda la región acudían de vez en cuando a aprovisionarse de sal y los animales cuadrúpedos lo frecuentaban para lamer las paredes de la peña. Buscando un sitio estratégico, se acomodó entre dos peñascos, cubierto por las ramas de unos arbustos, de tal manera, que si se quedaba quieto, no fuera detectado por los animales. Después de esperar unas cuatro horas, arrimaron unas dantas y se dedicaron a lamer la sal, muy atentas, con frecuencia levantaban la cabeza y miraban hacia todos lados, con mucho nerviosismo. Unas dos horas más tarde fueron arrimando los venados uno a uno, mucho más atentos y nerviosos que las dantas. Quindus, preparó su arco, y con gran habilidad lo disparó certeramente sobre un venado macho, que ya lo había detectado como su presa favorita. Todos los animales salieron como locos en diferentes direcciones, en el lugar no quedó sino el venado, que aún estaba vivo y brincaba desesperado sin control alguno. Quindus, fue saliendo lentamente de su escondite con la intención de dispararle una nueva flecha, para darle su tiro de gracia, tal como lo hizo. Pero si el venado cayó muerto al instante, él quedó paralizado y más blanco que la sal, de ver que a la escena, entró a tomar parte un personaje inesperado, que Quindus no previó a su debido tiempo, ya de que lo más seguro era que apareciera de sorpresa el leopardo, porque esos felinos al igual que otros depredadores, asechaban con frecuencia sus presas en El Saladero. Pero pareciese de que la fiera iba de venganza, iba a desquitarse de Quindus, iba a cobrarle el hecho que entre él y el oso de anteojos le habían arrebatado su presa, unos días antes. De tal manera, que serenamente, el leopardo, abrió su tremenda boca, dejando ver sus largos y agudos

colmillos y mordió al venado por el cuello, lo aseguró bien, lo levantó y lo transportó sin dejarlo caer, unas dos cuadras y lo subió a un árbol a la altura de unos ocho o diez metros. Lo más sorprendente era que el venado pesaba casi lo mismo que el leopardo. Quindus, había aprendido muy bien la lección que le había dado el leopardo, cuando el oso de anteojos le arrebató la presa. Por tal motivo, aunque un poco nervioso, ni siquiera intentó preparar el arco para dispararle a la fiera. Prefirió dejarlo que se llevara su presa, porque para él al igual que para el leopardo, eran más importante la seguridad y la salud, para poder conservar su supervivencia y la de su familia. Era una de las leyes de la selva, la de respetarse mutuamente, la de la convivencia razonable y todo aquel que la violara, pagaría el costo más alto, pagaría con su vida. De tal forma que no existía la posibilidad de violarla dos veces. Quindus, aunque un poco aburrido por haber perdido la posibilidad de llevar consigo el producto de su cacería, iba tranquilamente y resignado de regreso a su casa, con la buena noticia, a pesar de los acontecimientos, de que se encontraba gozando de buena salud y dispuesto a regresar al día siguiente a buscar el desquite. Ya en casa, se sentaron a comer y luego de narrar y comentar los acontecimientos del día, se acostaron a dormir. A las seis de la mañana del nuevo día, se levantaron y los tres desayunaron juntos. Quindus, tomó nuevamente sus arreos de cacería y salió con destino al Salado. No había caminado media hora, cuando comenzó una algarabía enloquecedora de monos. El se detuvo y se situó detrás de un árbol grande para resguardarse y se puso a observar lo que sucedía. Pronto se enteró de lo que pasaba, los micos se habían dedicado a un juego peligroso, se habían puesto a jugar con la muerte. Estaban tirándole pepas a una culebra, de un metro de larga, que colgaba de la cola en una rama, se mecía lentamente, pero poco a poco se fue poniendo tensa. El conocía el peligro, porque sabía que se trataba de una víbora muy peligrosa y lo mejor que podía hacer era apartarse del lugar lo más

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rápido posible para no ser víctima de la reacción de la serpiente. Cuando vio que la culebra, a una gran velocidad, volaba de rama en rama y empezaron a caer micos al piso, escudándose en el árbol, corrió, corrió y corrió hasta el cansancio. Se sentó en un tronco y descansó, más o menos una hora. Cuando calculó que ya había recuperado sus fuerzas, se tomó unos tragos de chicha y se fue por un desvío, para evitar encontrarse de nuevo con el reptil. Al llegar al salado, se situó en el mismo lugar del día anterior, claro está, con todas las precauciones del caso. Esperó pacientemente observando el desfile de varios animales. Después de medio día, tomó la decisión de regresar por el temor que le cogiera la noche y en el momento en que se levantó, llegaron los venados. Volvió y tomó posición, armó su arco, escogió su presa y soltó la flecha, los venados se dispersaron y entre ellos iba el que estaba herido. El salió de su trinchera, miró el lugar donde el venado estaba parado cuando lo hirió, vio su rastro y siguió la huella que iba dejando la sangre que salía por su herida. Después de caminar unas cuatro cuadras, encontró al animal recostado sobre la raíz de un árbol gigantesco, se arrimó a él y se dio cuenta de que estaba muerto. Al ver que estaba más grande y pesado de lo que creía, hizo una especie de escalera con unas varas y unos bejucos. Colocó el venado sobre ella y se terció un bejuco que estaba amarrado a los extremos de la escalera y con ella en rastra, se fue de regreso a casa. Esa noche, después de la comida el comentario fue de victoria. Al día siguiente se levantó muy temprano, tomó unos cuchillos, elaborados, unos de hueso, otros de piedras y otros de macana, eso sí, muy bien afilados al igual que el hacha de piedra y se dispuso a arreglar el venado. Después de quitarle el cuero, le dio una cortada profunda del cuello hasta el culo, lo abrió y le cortó el guargüero, el cual lo agarró y lo fue jalando lentamente, a medida que iba cortando las membranas que

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estaban adheridas a las vértebras y las costillas hasta lograr despegar todo el menudo, el cual colocó sobre una batea, elaborada de madera de cedro. Cuyabra tomó la batea, se la subió a la cabeza y se dirigió al riachuelo, del cual recogían el agua para el consumo. Allí, ella muy minuciosamente lavó y organizó el menudo, para luego llevarlo hasta la casa. Mientras tanto Quindus despresaba el resto del venado y Macana iba llevando presa por presa y colocándola sobre una gran mesa construida de madera de nogal. Una vez estando todo el venado sobre la mesa, Cuyabra y Macana picaron una parte de la carne en trocitos pequeños y con una especie de martillo de madera de guayacán, golpearon los trozos hasta desmenuzarlos. Luego la amasaron e hicieron una gran bola de carne, la cual quedó como si hubiese sido molida, la que condimentaron con ají pique pequeñito, hierbabuena, cilantrón, otras plantas y sal. Tomaron las tripas, ya muy bien lavadas y embutieron esta carne en ellas. Una vez terminada esta labor enrollaron el embutido en unas varas que estaban colocadas sobre la hornilla, a una altura prudencial que le permitiera recibir, lentamente, el calor y el humo que se desprendía de los maderos encendidos, sin que llegaran a cocinarse ni a quemarse. Mientras ellas seguían cortando la carne en presas delgadas y largas, Quindus lavaba muy bien el cuero y lo introducía en un recipiente de barro, el cual contenía agua revuelta con el jugo de ciertas plantas que le darían un excelente curtido al cuero. Terminada esta labor entró a la casa y se puso a colaborarles a las mujeres en el arreglo de la carne. El la condimentó y la colgó en las varas que estaban sobre la hornilla al igual que las costillas y el resto del menudo. Este era el método que usaban para conservar las carnes. Además el clima también les colaboraba porque rara vez pasaba de veinticinco grados centígrados. Después de almorzar, los tres se dedicaron a elaborar algunas prendas de vestir, unas las realizaban tejiendo fibras muy suaves obtenidas de


unas plantas especiales, o de algodón y otras las confeccionaban con pieles de conejo, venado, osos, tigre, nutria y de otros animales. Utilizaban plumas de diferentes variedades de aves para adornar sus prendas de vestir, como también objetos de oro y piedras preciosas. La mayor parte de los tejidos los tinturaban con tintas indelebles extraídas de algunas plantas y otras eran obtenidas de algunos minerales o de determinadas piedras. Luego de haberse acostado a dormir, como a media noche, Macana se quejaba continuamente. Su madre se levantó y le dio una agüita de pronto alivio, la cual la calmó un poco. Pero al amanecer volvió con los dolores. Sin embargo no era definitivo, todo era falsa alarma. Así fueron pasando los días y Macana nada que paría. Hasta que un día Cuyabra llamó a Quindus y le pasó una vasija de barro y le dijo que se la llenara de orina. Él inmediatamente salió a orinar y regresó con el recipiente lleno de orines. Ella tomó la vasija, llamó a Macana y le dio la siguiente instrucción: “Tómate esta bebida lentamente para que te produzca un efecto rápido, no me dejes ni una gota en la vasija y verás que pronto tendré a mi nieto en mis manos. Tú parto se está demorando mucho y hay que acelerarlo para evitar complicaciones. Durante toda la noche, su madre le estuvo dando porciones de agua de encino, con el fin de lograr una adecuada dilatación. Al día siguiente, muy temprano, Cuyabra le pidió a Quindus que le trajera unas ramas de ruda, no florecidas, y unas flores de la misma planta. El salió y después de un recorrido de unas dos horas encontró las plantas de ruda, la cogió, al igual que las flores y las introdujo a su mochila, tal como ella se lo había ordenado. A medio día regresó y Cuyabra le solicitó que amarrara una escoba con algunas ramas y barriera tanto las paredes como el piso de la casa. Ella le explicó que así sacaba de la casa a todas las plagas y a los malos espíritus que pudieran perjudicar tanto a su nieto como a ellos. También le dijo que se alistara, porque al anochecer iba a ser padre por primera vez. Cuyabra colocó en un recipiente con agua parte de las flores de ruda y lo puso a fuego lento. Habiendo hervido varias veces lo bajó del fuego y lo dejó en reposo. Cuando el agua declinó a una temperatura

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adecuada, bañó con ella la totalidad del cuerpo de Macana y le comunicó que estaba totalmente purificada, tanto ella como su hijo. Luego que comieron, Macana se acostó y Cuyabra se puso a conversar con su yerno y a buscarle nombre a su futuro nieto. Pasadas unas horas, Macana se quejaba cada vez más de sus dolores, que se iban volviendo más frecuentes y más bajitos. Al ver esta situación, Cuyabra puso a hervir agua en una olla y en otra colocó el resto de las flores de ruda a fuego lento. Teniendo todo preparado para esperar el hijo de Macana, ellos siguieron conversando.

alegría. Cuyabra, bañó a la niña, con el agua de las flores de ruda, la secó, la envolvió y la enrolló en una cinta de colores. Luego se la entregó a Quindus, quien la recibió, la besó y se la entregó a su madre. Las niñas, físicamente, tan sólo se diferenciaban por un lunar que una de ellas tenía en su boca. Como no estaban preparados para recibir una niña y menos dos, si no que esperaban un niño, no tenían nombre escogido para ellas. Pasaron los días y las semanas, hasta que cierto día almorzando, Cuyabra les propuso que escogieran un nombre para cada niña.

Cuando de pronto Macana gritó: “¡Ya, ya mamá!” De inmediato Cuyabra se levantó y se propuso a darle los debidos auxilios. De repente se oyó un llanto de un niño y Cuyabra llena de alegría decía: “¡Es una hermosa niña!”

Cada uno de ellos propuso varios nombres, pero no lograban ponerse de acuerdo. Macana, insinuaba que una de las mellizas se diferenciaba de la otra por el lunar en la boca, que por lo tanto su nombre debería estar relacionado con ello. No poniéndose de acuerdo, se levantaron y se dedicaron a sus quehaceres. El tema vuelve a surgir a la hora de la comida. De nuevo la propuesta sale a flote.

Le cortó el ombligo y la levantó en sus brazos para luego colocarla en una batea, la bañó con el agua de las flores de ruda, la secó, la envolvió en una cinta ancha de tejido de colores. Se la mostró a Quindus, quien estaba muy nervioso y le daba miedo cargarla, después de unos momentos se resolvió y la tomó en sus brazos para darle un beso de bienvenida. Cuyabra se la entregó a su madre, para que la acariciara mientras ella le hacía el respectivo tratamiento. Nuevamente Macana siguió quejándose de los dolores, los que se iban haciendo más frecuentes y bajitos. Al instante, Cuyabra supo lo que sucedía. Colocó a hervir una ollada de agua y llenó de agua la vasija de las flores de ruda y la puso a fuego lento. Ella un poco nerviosa, le expresaba a Quindus: “¡Pronto serás nuevamente padre!”, El no entendía lo que le decía y simplemente se reía. Pensaba que se trataba de una broma. Cuando de pronto sintió el llanto de un niño y se acercó para ver que le pasaba a su hija. Que sorpresa se llevó al ver que su suegra le estaba cortando el ombligo a una nueva niña. Nunca se imaginó, que su compañera, le fuera a salir con el regalo de unas mellizas. No sabía si gritar, reír o llorar. Era tanta la emoción, que temblaba, se arrodilló ante su compañera y le dio muchos besos de agradecimiento, por haberle dado esta infinita

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Pero no tomaban una decisión. Quindus decía: “ boca, boca, boca…” y Macana gritó: “ ¡Sí, sí, sí,…! ¡Boquía es el nombre de la niña!”, con lo cual todos estuvieron de acuerdo. Continuó la discusión por el nombre de la melliza que carecía del lunar y al no lograr solución alguna, resolvieron dejarlo para después. Al día siguiente, Quindus aprovechando el sol, se puso a recoger la leña para preparar los alimentos y para calentarse en las noches de frío. Ya había realizado varios viajes y al regresar al siguiente, vio que algo se movió a la distancia, en la base de un árbol bastante corpulento. Se fue a mirar, sigilosamente, y pudo observar como un armadillo escarbaba con mucho afán, construyendo su cueva para resguardarse de los peligros que lo asechaban. Quindus, esperó con paciencia hasta que el armadillo tan sólo dejó afuera la punta de la cola. Tomó una vara en la mano y se arrimó lentamente y sin hacer ruido alguno, miró muy bien alrededor de la boca de la cueva. “Preciso”, se dijo, al ver una culebra enrollada muy cerca del armadillo. El la reconoció y se retiró, para


volver luego con mucha más cautela que antes, pero llevaba en su mano una vara más larga que la anterior y con una horqueta en la punta. Todo movimiento que hacía lo realizaba con mucho cuidado, no podía descuidarse porque se trataba de una granadilla y a este tipo de serpiente, no se le puede dar ni una pizca de ventaja, ni siquiera puede salir corriendo, puesto que si lo hace, existe la posibilidad que ella lo persiga hasta morderlo. En cuestión de un segundo, empuñando la vara fuertemente, le presionó con la horqueta el cuello, para luego con la otra mano agarrarla por el mismo sitio. La levantó, y con un palo le destrozó la cabeza contra el tronco del árbol. Una vez muerto el reptil, metió la mano en la cueva, agarró el armadillo por la cola, quien enterró sus uñas en el piso y no cedió ni un milímetro a los jalones que le daba. Como la vara anterior era muy delgada en una de sus puntas, se la metió por el culo y el armadillo no tuvo más remedio que entregarse. Tomó la culebra y el armadillo y regresó a la casa, a él lo colocó en una jaula y a la serpiente la colgó de una horqueta de un árbol, le quitó cuidadosamente el cuero y lo metió en el recipiente para curtirlo, luego le cortó la cabeza y la enterró y el resto de la víbora lo colgó de la vara de la hornilla. Terminado este pequeño ajetreo, Quindus siguió llevando leña a la casa, hasta un poco antes del anochecer. Estas épocas de sol eran buenas para aprovisionarse lo mejor posible, para los periodos de lluvia y de mucha calima, que venían acompañados de poca visibilidad y de intenso frío, que en ocasiones bajaba a cinco grados centígrados. Quindus se había dedicado en estos días a recolectar todos los frutos que fuesen posibles conseguir en su medio. Habiendo madrugado un poco y después de comer algunos alimentos, tomó como de costumbre un arco, una lanza, una cerbatana, dos mochilas, una mediana y otra pequeña y su respectivo calabazo con chicha. Su misión, era la de recoger el mayor número de nueces posibles ya que era época de cosecha. Para traer la nueces tomó un canasto de bejuco, grande y fuerte, de boca ancha más grande que su base y una colgadera. Los elaboraban de sinsu y bore negro, los remates los hacían de llago, que era menos quebradizo que el sinsu. El borde o boca era muy bien reforzado con un

soporte o corazón muy grueso, en algunas ocasiones son varios trozos de bejuco, especialmente de kisa o varias fibras. La colgadera la realizaban de hauchira o fibra de cabuya. Esta colgadera se la colocaban en la frente o en los hombros, quedando el canasto sobre su espalda. En ocasiones se colocaban hojas de conga o bijao o un trozo de cuero entre la espalda y el canasto. Los nogales tenían muchos visitantes, especialmente ardillas, las que comían algunas nueces en el árbol y otras las almacenaban para la época de escasez. Claro está que en ocasiones no recordaban en donde las guardaban o sufrían algún accidente, prestando así un servicio de reforestación de la selva, puesto que de estas semillas nacían y se obtenían nuevos nogales, que contribuían a la permanente renovación del bosque. El trabajo de Quindus, parecía fácil, puesto que consistía en recoger las nueces que las ardillas arrojaban al piso, o que el árbol por si mismo dejaba caer. Pero no, era demasiado peligroso. Por lo tanto, él tomó las precauciones del caso, cogió una vara fuerte y resistente con una pequeña horqueta en una de sus extremos y con ella movía la hojarasca del piso hasta dejar completamente limpio de desperdicios vegetales el sitio donde se encontraba la nuez y con mucho cuidado, se agachaba, la recogía y la echaba en su mochila. Todas estas precauciones las tomaba Quindus, porque sabía muy bien que por debajo de la hojarasca y de los residuos vegetales habitaban, aparte de otros animales, alacranes y serpientes muy venenosas al igual que otras no venenosas, especialmente la de la familia de las corales, que a pesar de su lentitud, la mordedura de algunas de ellas era mortal. El sabía diferenciar cuál de las corales era venenosa y cual no. Con solo mirarla detectaba la peligrosidad del reptil. El tenía muy claro que las culebras venenosas tenían la cabeza triangular, el cuello bien definido y una cola corta. Además dibujos bien marcados, con anillos enteros definidos y algunas con color rojo, o colores llamativos. La culebra no venenosa posee una cabeza redondeada, con un cuello poco o nada, cola continua y colores lisos o diseños poco regulares. En cuanto a las

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Corales, tanto las verdaderas como las falsas tienen cabeza ovalada y cuello no diferenciado. En cuanto a la Coral venenosa, el color de fondo es negro, en los que se alternan los tres colores: Amarillo, negro y rojo claramente en forma de anillos completos. Mientras que en la falsa Coral, o sea la no venenosa tiene colores amarillo, rojo y negro. El color rojo es visible solo cuando levanta la cola, como una señal de peligro o como alertando al posible depredador. Sus colores dorsales son amarillos y negros, en ocasiones al observarla con detenimiento, se logra distinguir pequeñas manchas pardas y rojas. Hay otra falsa Coral, la que no tiene anillos, su vientre es completamente liso de color amarillento. Posee los tres colores de la Coral verdadera, con rombos dorsales de color negro y manchas rojas y de color amarillo. Entre las Corales que más se amañan debajo de la hojarasca, está la Rabo de Ají, de la cual también hay verdadera y falsa. Ambas tienen anillos dibujados en la piel, por todo el cuerpo, los cuales son negros y blancos o amarillos claros. Con la cabeza roja y la cola anillada de negro y rojo. Las Rabo de Ají verdaderas, tienen un grupo de anillos negros distribuidos en forma impar, uno o tres, destacables en fondo de franjas rojas. Este diseño de anillos rodea todo el cuerpo. Las corales llegan a medir hasta un metro con cuarenta centímetros, más o menos. Quindus, habiendo llenado, completamente, el canasto grande de nueces, recogió algunas hojas de nogal y las introdujo a la mochila mediana, estas hojas, al igual que la cáscara de la nuez, servían de remedio para ciertas enfermedades del hígado. Luego los colgó en la horqueta de un palo. Tomó la cerbatana y se quedó muy quieto. Una hora más tarde volvieron las ardillas a comer las nueces y él sin hacer ningún tipo de ruido en sus movimientos, destapó un canasto pequeño, llamado borosukas, que tenía atado a su cintura, y sacó un delgado proyectil con una punta muy fina, que lo colocó dentro de la cerbatana, por uno de sus extremos, el cual puso sobre su boca, apuntó y sopló fuerte, inmediatamente la ardilla le cayó a los pies. La recogió y la guardó en su mochila pequeña. Después de haber tumbado cinco ardillas, se terció el canasto grande, las

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dos mochilas y el resto de los arreos y se dirigió silbando hacia la casa. Las borosukas, son canastos de diez a quince centímetros de alto, de tejido asargado, de frente rectangular, son planas y siempre llevan tapa. Poseen algunos dibujos que representan su forma de vida y todo lo que lo rodeaba: Serpientes, conejos, tigres, osos, borugas, venados, armadillos, pescados, plantas, productos vegetales, utensilios, en fin, muchas otras cosas. Estos los colgaban en otros canastos o en las vigas de la casa. También se los amarraban a la cintura, para cargar arreos de pesca y caza y otras cosas livianas. Salió Macana a recibirlo, le preguntó: “¿Por qué vienes tan contento?” Porque da alegría llegar a la casa y saber que tú me estás esperando con mis dos hermosas hijas y en compañía de tu madre, a quienes les traigo unas deliciosas nueces y unas ardillas muy bonitas que alcanzarán para una buena comida. Gracias por tan excelente regalo y por hablarme tan bonito. El entró y colgó el canasto grande en una de las vigas de la casa y la mochila la colocó en otro de los canastos que estaba colgado. Luego se dispuso a arreglar las ardillas, para que las prepararan el día siguiente. Saludó a Cuyabra, quien lo recibió con una totumada de chicha. La totuma, que en ocasiones llamaban mate, era un recipiente obtenido de partir un calabazo o totuma en dos partes iguales. Los había de diferentes tamaños y tenían varios usos. En los cántaros o tinajas de barro grandes, en las que depositaban el agua de consumo y de uso continuo para la cocina, sobre su tapa de barro, siempre había uno de estos utensilios. A algunos mates, más bien pequeños, les atravesaban una varita, como especie de mango, y permanecía sobre la tapa de la tinaja de la chicha. Esta la empleaban para servir la chicha y evitar que introdujeran a la tinaja los mates en los que bebían, puesto que esto haría que la chicha se baboseara, es decir, que la chicha tomara una forma espesa y babosa, que ya no la hacía agradable para consumir y podría causar algunos trastornos estomacales. En la cocina de la casa, siempre permanecían dos o más tinajas con chicha, en ocasiones con diversos contenidos, pues fabricaban


diferentes variedades de chicha. Así por ejemplo: preparaban chicha de cuchuco de maíz, de maíz entero, de pulpa de piña, de cáscara de piña y de otros frutos. Cuando había alguna celebración, dejaban fermentar la chicha un poco más, que al tomarla causaba embriagués. Al elaborar la chicha tenían que tener cuidado con su proceso, ella se podría babosear y por lo tanto había que desecharla y lavar un poco el recipiente para volverlo a utilizar. También se puede pasar de fermentación y se detecta por medio del olfato, su olor penetra por la nariz y da sensación de asfixia, en este caso se dice que está chulka, de tal manera que se desecha y se lava un poco el recipiente para volverlo a utilizar en el proceso. Después de unos días y viendo que los árboles de pepito estaban en cosecha, Quindus tomó sus arreos de cacería y salió con destino a estos árboles. Se situó debajo de uno de ellos, Donde se quedó completamente quieto. Después de unas dos horas, se dedicó a imitar el sonido que producían las torcazas: Coooo, Coooo, coooo, … Pronto ellas llegaron y el árbol se llenó de torcazas y se dedicaron a comer los frutos, los cuales son pequeños, de forma redonda y de color morado. El observó bien a las aves y pronto se enteró de que se trataba de torcazas collarejas y se puso contento por tratarse de las más grandes de esta especie. Ellas tienen un collar blancuzco que bordea su buche, de ahí su nombre. Levantó la cerbatana, abrió su borosukas y sacó un proyectil y lo colocó dentro de ella por uno de sus extremos, que puso en su boca, apuntó y sopló fuerte, la torcaza cayó, sin hacer ruido, a sus pies. No la recogió y repitiendo el proceso siete veces, bajó la cerbatana y recogió las torcazas, las amarró por las patas con un bejuco delgado y resistente y se dirigió a su casa. Al llegar entró de sorpresa diciendo: Coooo, coooo, coooo, … Se levantaron las dos damas a recibirlo, le dieron la bienvenida y mientras se tomaba la totumada de chicha, Cuyabra dijo: “Cooocora, Cocora, Cocora,… Así, así, llamaremos a la melliza”, dijo Quindus. De aquí en adelante, mis dos hijas tienen nombre: Boquía y Cocora. Ya podría venir su abuelo a visitarlas. Solo faltaba que cumplieran las tres lunas. Era tradición que el abuelo paterno, no podía

visitar a sus nietos, antes de haberse cumplido este requisito. Ellos tenían sus leyes, sus costumbres, sus creencias y sus tradiciones, desde miles de años atrás y eran muy cumplidores y respetuosos de ellas. En esta región, adoraban la Luna, el Sol y la Tierra, de lo cual hacían una trilogía. Para ellos el triángulo, no era solo una figura, era más que eso, todo objeto, toda figura que tuviera tres lados, tres vértices, todo conjunto que tuviera tres cosas, todo ello era de gran respeto y lo consideraban con poderes divinos. Para construir sus casas, limpiaban un lote, marcaban un triángulo, de acuerdo con el tamaño de la vivienda y en el centro de él, se hacía la construcción. Había quienes, acostumbraban a hacer un triángulo grande de varas de madera y de lados iguales, el que colocaban en el centro del lado demarcado del lote, frente a la entrada de la casa. Una norma generalizada de construcción, consistía en que el frente de la vivienda, es decir, la entrada de la casa, miraba hacia el oriente. Lo que quiere decir, que siempre el frente de la vivienda recibía los rayos del sol de la mañana y a la parte trasera le daban los de la tarde. Consideraban que de esta manera, la vivienda, quienes las habitaban y las cosas que estaban dentro de ella, eran purificadas por la divinidad el Sol y vivían convencidos de que esto les garantizaba una buena salud. Lo que nos demuestra, que desde esas épocas se aplicaban los tratamientos preventivos. Algunas viviendas, consistían en un solo salón, sin ninguna separación. En el que se encontraba la cocina, el sitio de elaboración de los utensilios que utilizaban, el dormitorio y el comedor. En otras, dentro del gran salón, se separaban con paredes los dormitorios y el lugar de almacenamiento o despensa, el resto quedaba totalmente comunicado. También las había con los dormitorios, cocina, comedor, dispensa y sanitarios separados por paredes, totalmente independientes y el lugar de taller o sitio para la elaboración de utensilios, tejidos, cerámicas, herramientas y otros, tenía una construcción independiente de la casa. Todas por lo general, tenían una acequia de paredes de greda, por donde desviaban una corriente de

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paredes encerraban una parte que utilizaban como letrina. Como ya faltaban tres días para que las mellizas cumplieran las tres lunas, los tres se dispusieron a realizar los preparativos, para la visita del padre de Quindus. Arreglaron una alcoba especial para él y otras tres más para los acompañantes, las que dotaron de las mayores comodidades posibles. En la alcoba del abuelo, colocaron una cama grande de una madera muy fina, que la obtuvieron de un árbol llamado amarillo, una mesa mediana de madera de comino y una mesa pequeña de cedro negro, dos asientos de roble y una especie de estante de nogal. Las habitaciones de los acompañantes, las dotaron de veinte camas sencillas, de asientos, mesas y estantes. En el corredor de la casa, colocaron una hamaca especial para el abuelo y unas veinte más para los acompañantes. En cada una de las mesas de las habitaciones se colocó un candelero con su respectiva vela de cebo. En la alcoba del abuelo se colocaron candeleros especiales y velas de cera de abejas. Debajo de cada cama se situó un recipiente cilíndrico de cerámica, de quince centímetros de alto y con un diámetro de veinte centímetros. Prestaban el servicio de bacinillas. Sobre cada cama, colocaron tres esteras dobles. Unas elaboradas de juncos y otras de conga, iraca, joro o palma amarga. Las esteras de la cama del abuelo, las cubrieron con dos pieles grandes de oso. En el piso, cerca de cada cama, pusieron una estera de un metro de larga por sesenta centímetros de ancha y confeccionada con tejido más tupido y fibras más delgadas que las de las camas. En la alcoba del abuelo se dejaron cuatro cobijas gruesas en tejido de algodón y en las otras alcobas se colocaron dos cobijas sencillas en cada cama. Sobre la cama del abuelo reposaban dos almohadas grandes y una mediana en el resto de las camas. Estas almohadas las fabricaban con algodón, con plumas de aves o con la lana que producía unos gigantescos árboles, de madera muy liviana y fácil de trabajar que se llama balso. Una vez dejaron las habitaciones listas, Quindus se fue con un canasto grande y cuatro mochilas medianas a recoger la cosecha de

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maíz. Al llegar al cultivo, observó que los micos y los pájaros, algo le habían dejado. Llenó el canasto de mazorcas, se puso a revisar las trampas que colocó en días anteriores en el maizal y se encontró con que en cinco de ellas había agarrado micos maiceros. Las trampas consistían en un calabazo con un orificio pequeño, bien amarrado a la rama de un árbol colindante con el maizal. Dentro del calabazo colocaba unos dos puñados de maíz. El mecanismo consistía en que el mico maicero metía la mano por el orificio del calabazo, empuñaba unos cuantos granos de maíz y al tratar de sacar la mano del calabazo, no lo podía lograr, por no soltar las pepas de maíz, de tal manera que era víctima del cazador por su avaricia. El revisó dos calabazos y encontró en cada uno de ellos su respectivo prisionero. Tomó uno por uno del cuello y sacándoles la mano del calabazo, colocó cada uno en una de las mochilas, a las que les amarró la boca para que no se salieran y las aseguró en el canasto, el que se terció en sus hombros y se fue con el primer viaje para la casa. Al llegar, los micos los colocó en una jaula y el canasto lo colgó en una de las vigas de la casa. Realizó quince viajes en este día y veinte viajes más en los siguientes dos días y logró cazar tres micos maiceros más. Así quedó aprovisionado de maíz para unos seis meses. Las mazorcas de maíz, las ponían al sol, el tiempo que fuera necesario, hasta que sus granos tomaran una fuerte contextura, que permitiera almacenarlo por un tiempo considerable. Algunas mazorcas tiernas, que no ponían al sol, las cocinaban para comerlas y otras las raspaban, formando una especie de masa con las cuales elaboraban unas arepas redondeadas, algo gruesas, que ponían a asar o sofreír en tiestos. Los tiestos eran unas vasijas de barro de diferente configuración: Unos eran planos y los empleaban para asar, otros eran cóncavos con una caída suave hacia el centro, otros con una caída más profunda que las usaban para sofreír o sudar alimentos. Algunas de estas últimas poseían tapa del mismo material. Después de tener el maíz seco, venía un trabajo que era de toda la familia, según la tradición. Tanto Quindus como su suegra y su


compañera se dedicaron a desgranar el maíz y una vez lo iban haciendo lo colocaban en un canasto que llamaban jabara, al cual de antemano, en el asiento, le habían colocado unas ramas de ruda o altamisa tapadas con hojas de conga o de bijao. Esto evitaba que las plagas y roedores se comieran o dañaran el maíz. El jabara era un canasto de forma más o menos cónica, con tejido asargado diagonal, boca redondeada y una base rectangular de igual tamaño que su boca. Los fabricaban medianos y pequeños, un poco elásticos y con un tejido muy cerrado y debidamente ajustado. Algunos de estos canastos tenían tapa y los llamaban petá y servían para guardar ropa. Los elaboraban con joro, conga, iraca y en ocasiones utilizaban un bejuco más grueso el sintar o de palma amarga. Por lo regular los hacían de tres colores y con dibujos. Una vez desgranado todo el maíz lo colocaban en los canastos y los guardaban en la despensa, colgado de las vigas. Pero el proceso del maíz no terminaba ahí, luego sacaban canasto por canasto, de acuerdo con la necesidad, y el maíz vuelven a colocarlo al sol hasta que floree o se agriete. Lo recogen y lo tuestan en un tiesto. De aquí lo colocan de nuevo en el jabara. Más tarde lo van calentando de nuevo en el tiesto, para después colocarlo en una piedra cóncava, especial, y con una piedra de mano, lo machacan hasta convertirlo en harina, quedando como si fuera molido. Una vez hecho todo esto, se guarda el harina en el jabara, se tapa muy bien con hojas de conga o de bijao, con una totuma o con una tapa hecha del mismo material del canasto y se cuelga de las vigas de la despensa. Este trabajo era realizado exclusivamente por las mujeres. Quindus, siguió con sus labores de recoger provisiones y madrugó como de costumbre, tomó sus utensilios de cacería, un canasto grande y fuerte con dos borosukas adheridas a él y salía de la casa con la intención de traer una buena cantidad de papas, cuando escuchó a alguien que lo llamó, él no conoció la voz, miró hacia todas partes, y no vio a nadie, de pronto vuelven a llamarlo y ya pudo enterarse de donde venía la voz. Se fue en esa dirección y

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que sorpresa se llevó, al ver que en un tronco estaba sentado su querido suegro con su cuñado. Si la sorpresa fue grande la emoción fue mayor. Se saludaron de abrazos, sonrisas y palabras cariñosas. Quindus le preguntó a su suegro: “¿Chamí, por qué estás aquí? ¿Por qué amanecieron aquí?”. “Muy sencillo” le contestó Chamí, y prosiguió: “Nos cogió la noche y creíamos que estábamos muy distantes y tú sabes que es mejor la seguridad, por eso acampamos aquí. De pronto mi hijo, esta mañana, resolvió mirar los alrededores y caminó unas cuadras adelante y vio una casa a la distancia, se devolvió y me dijo lo sucedido. Yo le dije que esa era la casa de Quindus, que esperara un momento que saliera alguien y unos minutos después saliste tú. De inmediato el te llamó. Eso es todo, aquí estamos”. “Bueno recojamos las cosas y nos vamos para la casa, expresó Quindus. Un momento, un momento, en la olleta hay un chocolate, no hay afán, ya estamos prácticamente en tu casa, déjate atender y tomémonos ese chocolate”. Replicó Chamí. Quindus aceptó con gusto la invitación y se sentaron a conversar y a tomarse el chocolate. Recogieron las cosas y se fueron para la casa. Al llegar, todo fue alegría, felicidad y abrazos. Cargaron las mellizas, jugaron con ellas, se sentaron a conversar un rato y se tomaron una totumada de chicha. Cuyabra llamó a su hijo y le dijo: “Embera, te acabo de arreglar esta alcoba, de tal manera que traigas tus cosas y las acomodes aquí. Tomes el equipaje de tu papá y lo acomodas en la habitación continua, que es donde yo estoy hospedada”. El muy obediente cumplió con lo solicitado por su madre, para luego sentarse con sus parientes, no quería perderse de nada de lo que estaban hablando y además quería participar de la conversación. “Bueno, cuéntame. ¿Qué ibas a hacer cuando salías de la casa?”, le preguntó Embera a Quindus. “Iba a traer unas papas, como ya saben, esta es una época que tenemos que aprovechar recogiendo la mayor cantidad de productos para tener buenas reservas y no estar pasando

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aprietos más adelante. He ido cogiendo unos animales vivos, los que voy enjaulando, para utilizarlos en momentos de necesidad. Nosotros, no solo vinimos a saludarlos y a tener la felicidad de estar con tan grata compañía”. Dijo Chamí y prosiguió: “Sabemos que muy pronto van a tener una visita muy querida y muy ansiada, pero también muy concurrida, lo que hace que debe tener la despensa bien llena y elaborar muchas jaulas y almacenar suficiente comida para los animales que vamos a coger vivos. Estamos aquí para colaborarles en todo esto y para darle las mejores atenciones y orientaciones a esas dos nietas tan hermosas que nos dan y nos darán tanta felicidad, a esas dos nietas que parecen soles y que son la esperanza de nuestro pueblo. Tengo planes para proponerte y si nos ponemos de acuerdo con ellos, tu porvenir será brillante, porque estarás preparado y bien organizado para que le des un buen nivel de vida a tu pueblo, en el momento que falte tu papá. Tu bien sabes que todos los días se va poniendo más anciano y allí es cuando cualquier enfermedad es peligrosa. Además, siendo el único hijo y habiendo ya muerto tu madre, no tienes más remedio que estar bien preparado, para las responsabilidades tan serias que pronto tendrás que asumir. Te solicito el favor de que dediquemos el día de hoy, a revisar esos planes y si nos ponemos de acuerdo, empezaremos a aplicarlos desde mañana mismo”. Quindus, se tenía la cabeza con las dos manos, estaba pensativo y no hallaba que responder. Pero de todos modos sabía que tenía que hacerlo y tomar las cosas con mucha seriedad. Levantó la cabeza y dijo: “Desde luego, que debo escuchar tus planes con mucha atención, vamos a ver si nos ponemos de acuerdo, vamos a discutir los planes y no nos levantaremos de esta mensa hasta que no nos pongamos de acuerdo”. Chamí, les solicitó a sus hijos y a su esposa que los dejaran solos porque iban a discutir cosas muy serias. Ellas y su hijo se retiraron y se dedicaron a los quehaceres de la casa. Chamí empezó su propuesta:


“En primer lugar, te felicito, porque supiste escoger un buen sitio y lo que es más, un sitio muy estratégico, de un futuro muy grande, tu casa la situaste en el centro de toda la riqueza de la región, queda fácil pasar la cordillera y llegar al río Magdalena, como queda cómodo pasar el río Quindío y llegar a las juntas con el río La Vieja, con una igual dificultad atravesar la selva y llegar al río Cauca y con un poco de más dificultad atravesar el río Cauca y llegar al Gran Charco. (Actualmente Océano Pacífico). Viendo estas hipótesis tan claras, mi propuesta apunta a que impulses aquí un gran asentamiento de familias, las cuales en primer lugar te darían mucho apoyo, pero también ellas se sentirían muy seguras al estar cerca de ti. Otro punto de mi propuesta consiste en que cuando el asentamiento esté consolidado, comencemos a colocar asentamientos distanciados y consecutivos hacia los lugares que planteé en la hipótesis”. “¿Qué tal que en esos lugares encontremos algunos asentamientos?” Preguntó Quindus. “Buena pregunta. Sí hay asentamientos en algunos de esos lugares y sabemos cuáles son. Pues bien, lo lógico es establecer una buena relación con ellos y ya hay un principio, tu padre ha tenido magnífica comunicación con ellos, se ha realizado intercambio de productos con mucho éxito. Espero que tu padre te traiga un gran regalo, producto de intercambio con asentamientos de las cercanías del río Magdalena”. “¿Y en qué consiste ese gran regalo?” “No te lo voy a decir, porque te daño la sorpresa y tu padre no me lo perdonaría”. “Tal como me has pintado las cosas tan bonitas, podríamos decidirnos a empezar a ejecutar el plan. Pero madurémoslo un poco más. Deja que piense en él, esperemos que esta tarde el Sol me ilumine y esta noche la gran Luna me dote de los conocimientos, de la tranquilidad y de la sabiduría suficiente, para que todo lo que vayamos a hacer sea un éxito”.

“Desde luego que si, Quindus. Mañana volveremos a hablar”. Quindus, se levantó, salió y se paró debajo del triángulo de varas que había frente a su casa. Alzó sus manos hasta donde pudo, de tal manera que sus palmas se miraran, levantó su cara y la puso frente al Sol. Hizo su plegaria de petición, para que fuese dotado de sabiduría, de nobleza, de cordura, de sencillez, de justicia, de honradez y de templanza. Así permaneció una media hora, luego giró ciento ochenta grados, dándole la espalda al Sol por igual tiempo, con el fin, de que estos atributos, quedaran sellados en él, para siempre. Entró a la casa y los tres se sentaron en la mesa a conversar, mientras las damas preparaban el almuerzo. Después de un rato, ellas les sirvieron una sopa de plátano y arracacha. Luego colocaron en la mesa las cinco ardillas asadas y acarameladas con miel de abejas y acompañadas con papas y yucas cocinadas. Claro está, a cada uno le dieron su respectiva totumada de chicha, la cual no podía faltar. Ya en las horas de la tarde, Quindus y Chamí, se sentaron debajo del triángulo de varas. Chamí, a manera de información, empezó a contarle la historia de sus antepasados, así: “Es bueno que sepas, que hace mucho tiempo, mucho más que cinco mil lunazas. Como tú ya sabes que una lunaza son doce lunas (equivalente a un año), entonces debes de comprender que hace muchísimo tiempo, sucedió lo que te voy a narrar. En estos territorios y en muchos más allá, de los que te he planteado en la hipótesis, existieron en esa época, civilizaciones muy avanzadas, que se comunicaban por caminos muy amplios, bien adecuados, por los que transitaban ciertos carros construidos de madera y de otros materiales que nosotros desconocemos, con dos ruedas atrás y dos adelante, tirados por parejas de dos, cuatro, seis, ocho o más hombres, de acuerdo a las circunstancias. Algunos de ellos techados para protegerse del sol y de la lluvia. En ocasiones tenían dos ruedas adelante y dos patas atrás con dos peldaños que se empleaban para que una persona lo alzara con las manos adheridas a cada uno de ellos y pudieran mover el carro hacia adelante o hacia atrás. Los hombres eran bien entrenados para este oficio y se turnaban periódicamente de

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acuerdo al recorrido. En estos carros viajaban las personas, sentadas, acostadas o de pie, muy cómodamente, de un lugar a otro, recorriendo largas distancias y haciendo la comunicación un poco más fácil y más amena. Es obvio, considerar que este tipo de vehículos trasportaban variedad de productos agrícolas, manufacturas y toda clase de materiales que se comercializaban o que se utilizaban de una forma u otra. Este sistema de trasporte hizo que los diferentes asentamientos existentes se hicieran más cerca y que entre ellos existiera una magnífica relación que les permitiera intercambiar productos y conocimientos. Lo cual contribuyó a que todos lograran un buen nivel de vida para sus pobladores. Los grandes ríos y el Gran Charco eran utilizados como vías de comunicación, tal como lo hacen actualmente en el Gran Río, en el Cauca o en el Gran Charco. A diferencia de ahora que el trasporte se realiza con chalupas, en esos tiempos se efectuaba con chalupas tan grandes como una casa. Hay algo que te va a parecer muy interesante, por ese época, tenían pavas, torcazas, loras, gallinas, guacamayas, chigüiros, venados, armadillos y otros animales domesticados y muchos de ellos se procreaban en cautiverio y lo que era más, algunos los utilizaban para el trasporte de personas y carga. De esta manera tenían la carne y los huevos para consumirlos en el momento que fuese necesario. Ellos llegaron a producir ciertos utensilios como vasos, platos, tasas y otros elaborados de barro, que sometían a grandes temperaturas, en unos hornos que calentaban con un carbón que obtenían haciendo grandes socavones en las montañas. Tengo conocimiento que ese tipo de carbón existe en lugares cercanos a nosotros. Cierta ropa delicada de uso personal la confeccionaban con tejidos muy finos y delicados realizados con unos hilos delgadísimos, producidos por cierto animal pequeño”. “Oye Chamí, me estas contando cosas que yo no me hubiera imaginado nuca y aún ni siquiera soñado, pero son cosas que al parecer son

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factibles, que nosotros podríamos lograr hacer, por lo menos algunas de ellas. Por ejemplo: Buscar y encontrar el carbón, para luego utilizarlo; construir los carros, por lo menos el de las dos ruedas adelante y dos patas traseras con sus dos travesaños, que nos serían muy útiles en nuestras labores cotidianas”. “Eso me agrada oírlo de ti, porque lo que te estoy contando es precisamente para que algunas de esas cosas que sabemos que existieron, en estas regiones, hace mucho tiempo, tu logres ponerlas a funcionar para comodidad y bienestar de nuestro pueblo. He entendido muy bien tus sanas y magníficas sugerencias, las que tendré muy en cuenta, como también entiendo bastante mejor, el hecho que tú eres indispensable para poder lograr, por lo menos, algunas de ellas. Por lo tanto te solicito que te quedes viviendo conmigo, para que me asesores en todas aquellas cosas de las cuales tienes grandes conocimientos. También te solicito que me ayudes, a que mi padre me mande siquiera unos cien hombres, para poder empezar, por ahora con el asentamiento”. “Por eso no te preocupes, que en dos días, tendremos aquí, no cien hombres, sino, cien familias que empezaran a realizar este asentamiento y que asistirán al recibimiento de tu padre. Quiero decirte, que a sabiendas, de tu gran personalidad y del interés que siempre has mostrado de servirle a tu pueblo y estando totalmente convencido de que aceptaría mi propuesta, yo hablé con tu padre que me permitiera traer esas familias. De tal manera que acordamos que ellas llegarían aquí, dos días después de mi llegada. También quiero decirte que apenas estoy empezando a relatarte la historia de mis antepasados y como ya va a anochecer lo mejor es que nos entremos a la casa, para ver si nos dan algo de comer”. Habiendo comido, Quindus salió y se paró nuevamente en el centro del triángulo de varas, mirando hacia el oriente. Cuando la luna empezó a salir en su máxima presentación y con su más bello


esplendor, él levantó las manos lo más que pudo, de tal manera que sus palmas se miraban. La miró fijamente por espacio de media hora e hizo su plegaria de petición, para que fuese dotado de conocimientos, paciencia, serenidad y tranquilidad. Así permaneció una media hora, para luego dar un giro de ciento ochenta grados, dándole la espalda a la luna, por igual tiempo, con el fin de que estos atributos quedaran sellados en él, para siempre. Luego se entró a la casa y junto con el resto de la familia, se sentaron en la mesa y después de conversar un largo rato, se fueron a dormir. Al día siguiente se levantaron temprano, se organizaron y se sentaron en la mesa donde comieron envueltos de maíz con chocolate y una porción de carne asada a la brasa. Chamí, Propuso: Como ayer ibas a empezar a recoger la cosecha del cultivo de papa, lo mejor es ir los tres para que nos rinda más. Así que cada cual coja su canasto y vamos. Gracias dijo Quindus y agregó: Llevemos cada uno dos canastillas, con tapa, adheridas a los canastos, por si acaso encontramos algunos huevos de gallinetas en el camino. Esta es la época de postura. Las canastillas, eran medianas y pequeñas con tapa o sin tapa, según el uso que se les diera. Las fabricaban con tiras de conga, joro o iraca. En algunas ocasiones utilizaban bejucos delgados, especialmente bodre. Cada una de ellas posee una agarradera grande por encima. Se utilizaba para cargar o guardar objetos livianos. Muy cerca de la casa y distante del cultivo de papa, Embera, en voz baja dijo: Quieticos, no se muevan ni hagan ruido y se fue agachando lenta, pero lentamente, con el canasto grande agarrado con las dos manos con la boca hacia abajo. De una manera rápida y haciendo el menor ruido posible, descargó el canasto y atrapó una gallineta con una camada de quince polluelos que acababan de nacer. Tomó la gallineta por las dos patas y se las amarró con una cabuya y los polluelos los colocó en una canastilla y los tapó. Regresó donde sus compañeros, les mostró el hallazgo y los tres resolvieron seguir buscando gallinetas. Al cabo de unas dos horas, habían logrado capturar unas ocho gallinetas,

tres de las cuales tenían polluelos. También recogieron unos cien huevos. Regresaron a la casa, donde organizaron las gallinetas con sus polluelos, en unas jaulas grandes, que estaban en una vegetación de unos sesenta centímetros de alta y cubiertas de un techo de palma. Las que no tenían polluelos las pusieron en otras jaulas semejantes. Tanto a las unas como a las otras les colocaron agua y comida. Aprovecharon para almorzar temprano, para luego dirigirse al cultivo de papa. En el camino se fueron hablando y Chamí les decía: debemos guardar unos cinco canastados de papa de la mejor y bien clasificada. Así tenemos suficiente semilla, para cuando estén con nosotros las cien familias, hagamos un cultivo grade que nos abastezca a todos y sobre suficiente semilla para cada vez ir sembrando un poco más. Esto es con el objeto, de que cuando llegue el momento, estemos en condiciones de abastecer los asentamientos y además que nos quede una buena cantidad para el intercambio con las poblaciones con las que su padre tiene transacciones y para con otras comunidades más. Esta táctica, la debemos aplicar a todos los otros cultivos. Recogieron papa hasta llenar los tres canastos y se fueron con el primer viaje. Esta tarde tan solo alcanzaron a hacer un solo viaje, puesto que el cultivo quedaba a unas dos horas y media de la casa, loma arriba. Al día siguiente madrugaron un poco más que de costumbre, pero no para ir a traer la papa, sino, para hacer los preparativos para recibir las cien familias. Recogieron las hamacas que habían colocado para recibir al padre de Quindus, y dejaron el corredor de la casa totalmente limpio y sin ningún tipo de objetos. Era un corredor en forma de U, supremamente amplio, tenía cuatro dedazos (Cada dedazo es equivalente a un metro) de ancho, veinte dedazos por el frente y treintainueve dedazos de largo, por cada lado. Organizaron un caedizo grande de nueve dedazos de ancho por treinta dedazos de largo, donde colgaban a secar los bejucos, las hojas de tabaco y otras materias primas que utilizaban en la elaboración de sus utensilios y

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herramientas. Además, había otro caedizo mediano, de seis por nueve metros, que se empleaba temporalmente para la alfarería, el cual lo acondicionaron para establecer allí una cocina común en la que pudieran preparar los alimentos para las cien familias. Viendo que eran las dos de la tarde y no habían llegado, mandaron a Embera en busca de ellos. El salió y después de media hora de camino, logró divisarlos y de inmediato, prendió una hoguera que producía abundante llamarada y colocando sobre ella hojas verdes, la hoguera producía suficiente humo para que fuese visto por las familias y por los de la casa. De tal manera que los visitantes vieron el humo y se dieron cuenta que estaban llegando a su destino. Y a la vez, los de casa se enteraron de que sus futuros pobladores llegarían mucho antes del anochecer. Tal como sucedió, faltando unas dos horas para ocultarse el sol, estaban empezando a pasar por el triángulo de las varas y saludando a la vez a Quindus y a los demás de casa, quienes los fueron acomodando en el sitio donde permanecerían por un tiempo corto. Se les dio de beber una totumada de chicha y se le fue entregando a cada uno otro mate con maíz cocinado carne asada y papa. Una vez terminaron de comer, se reunieron frente a la casa y Quindus desde el corredor, se dirigió a ellos y expreso: “En primer lugar les doy la bienvenida y les agradezco mucho que hayan venido a tomar parte de una de las empresas más ambiciosas con la cual honraremos a nuestros antepasados. Digo ambiciosa, porque este asentamiento, del cual ustedes ya están haciendo parte, es el primero de muchos otros que vamos a realizar hasta lograr tener varios de ellos en el Gran Charco. Asentamientos que estarán formados por sus descendientes y por todos aquellos que vengan del asentamiento de mi padre que deseen acompañarnos en esta obra de volver a poblar todos los sitios en los cuales vivieron nuestros antecesores y que por circunstancias, hasta ahora desconocidas, para mí, abandonaron sus territorios y desaparecieron para siempre. De ahora en adelante, el trabajo será comunitario. Tendremos una agricultura, de todos para todos.

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Tendremos una producción en la que participaremos cada uno de nosotros: De minería, herramientas, instrumentos, utensilios, muebles, viviendas y todo aquello que vaya a cubrir, de una manera u otra, las necesidades de cada uno de la población. Los servicios de salud, educación, capacitación y de vivienda, será para todos. -Todos tendrán los mismos derechos y serán tratados y respetados por igual. -Todos tendrán algunas misma obligaciones, como la de cumplir con el trabajo encomendado por sus superiores, a los cuales deben respetar y obedecer. -También deben respetarse los unos a los otros. -Deben respetar la compañera ajena. -Deben respetar al compañero ajeno. -Deben responsabilizarse de sus hijos. -Los hijos deben obedecer, respetar y someterse a la voluntad de los padres, hasta que hayan cumplido las dieciséis lunazas. -El hombre debe respetar y cuidar a su mujer compañera. -La mujer debe cuidar y respetar a su hombre compañero. -Ningún hombre podrá tener más de una compañera a la vez. -Ninguna mujer podrá tener más de un compañero a la vez. -La familia será la base de nuestra sociedad. -Nadie debe golpear o herir a otro. -Nadie debe matar a otro. -Nadie debe robarse lo de los demás. -Los bienes que son tanto de cada uno de ustedes como de toda la comunidad, deben ser cuidados y protegidos por todos. -Todos tendremos el derecho de defendernos como persona y como grupo. -Todos debemos de respetar a los asentamientos y a cada una de las personas que los conforman, incluso, a aquellos que no pertenezcan a nuestra comunidad. A medida que vayan apareciendo más deberes y más derechos, se le irán comunicando y ustedes se los harán saber a quienes no los hayan escuchado. El trabajo lo vamos a distribuir por grupos, en él, todos debemos participar. Esta distribución la


empezaremos desde ahora. Embera escoges diez hombres, con los cuales, mañana irás a traer la papa y además, por ahora, quedan encargados de los siguientes cultivos: Papa, maíz, fríjol, arracacha, calabaza, totumo, zapallo, tomate, ají, plátano, yuca y otros que se les asignen. También me escoges otros diez hombres, que tengan por lo menos algo de experiencia, para que se dediquen a la cacería y a la pesca. La primera mitad de la luna, los acompañaré, con el fin de darles a conocer los sitios en los cuales se puede conseguir cada una de las presas. -Chamí escoges sesenta hombres y vas a traer de la selva los materiales que se necesitan para las viviendas. -Chamí escoge otros diez hombres para que traigan del río y quebradas cercanas, las piedras medianas y aplanadas que nos sirvan como soportes para colocar el marco base para cada casa. -Cuyabra alista diez mujeres para que cuiden los niños mientras sus madres se encuentran trabajando. -También encárgate de veinte mujeres para que se responsabilicen de la cocina y de la preparación de alimentos. -El resto de mujeres y de hombres, estarán bajo la responsabilidad de Chamí, para preparar los terrenos donde se van a realizar las construcciones. -Todos deben de obedecer las órdenes que impartan: Embera, Cuyabra, Chamí, Macana y mi persona. -Pueden irse a descansar y muy por la mañana, deben de estar listos para empezar la jornada. Buenas noches y muchos éxitos”. Los de casa se sentaron a comer, para luego, los tres hombres dedicarse a programar los sitios donde se iban a realizar las construcciones. Se pusieron de acuerdo en que la mitad de las casas iban a quedar, aunque separadas, cerca la una de la otra, rodeando la futura vivienda de Quindus. Las otras quedarían distantes, con el fin de ocupar una gran extensión de territorio, Procurando llegar hasta el río La Vieja, por un

lado, por el otro lado tratando de acercarse o llegar hasta el río Cauca y hacia el oriente llegar hasta el sitio que llamamos Toche. Esta táctica de distribución, iría dando comienzo a los otros asentamientos, por lo menos en algunos de ellos. Se acordó que cada casa quedaría dotada de un lote de terreno, donde cada uno tendría su propia huerta, pata cultivar algunas plantas alimenticias y otras medicinales, acompañadas de ciertos frutales propios de cada región. También se les iría a capacitar, para que en cada uno de estos lotes, empezaran a experimentar el proceso de domesticación de aves y de algunos cuadrúpedos. Al día siguiente, Embera salió muy temprano con sus diez hombres hacia el cultivo de papa y sin mayores inconvenientes, lograron hacer tres viajes, ritmo que cumplieron durante tres días, para completar noventa y tres canastados de papa. Como Quindus había realizado el cultivo de papa por etapas, al igual que el resto de cultivos, volverían a recoger papas después de dos lunas. Por consiguiente, se dedicaron a recoger la cosecha de fríjol, el cual ponían al sol hasta que las vainas se abrieran y azotándolas con unas ramas, se desgranaban fácilmente. Una vez desgranado y bien seco, se dejaba completamente limpio y se colocaba en los jabaras, tal como se hacía con el maíz y los colgaban en las vigas de la despensa. En cuanto a la recolección de yuca y arracacha, se hacía cada ocho días para evitar que se dañara. Claro está, que la yuca también la procesaban y utilizaban el siguiente método: Pelaba cada yuca la que dividían en dos, tres o más trozos, dependiendo de su tamaño. Luego cada trozo lo partían en rebanadas delgadas, las cuales las colocaban al sol hasta quedar bien tostadas, luego se colocaban en la piedra cóncava y se trituran con la piedra de mano, hasta obtener el harina, tal como obtenían el harina de maíz y lo almacenaban igual que esta. El plátano lo cosechaban cada ocho días, lo comían fresco, en sopa, asado y frito. También lo dejaban madurar para comerlo crudo, asado o frito. Para conservarlo, hacían un proceso semejante al de la yuca: El plátano verde lo pelaban y lo picaban en rodajas muy delgadas que colocaban al sol hasta que quedaran bien tostadas. Luego tomaban las rodajas y las

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colocaban en la piedra cóncava y la trituraban hasta obtener el harina, la que almacenaban, tal como lo hacían con el harina de maíz. Embera, amplió los cultivos cada vez más utilizando el método escalonado con el fin de tener abastecimiento suficiente y de sobra durante toda la lunaza. Esto les permitió, rápidamente, establecer un fabuloso mercado con sus vecinos, especialmente con los de los ríos La Vieja, Cauca y Magdalena. Quindus, el primer cuarto de luna, se dedicó a familiarizarlos con los sitios de cacería, de cada una de las aves y de los cuadrúpedos que ellos acostumbraban a cazar. Les mostraba los peligros que podía haber en cada sitio, y como salir airoso de ellos. Les insistía, que frente al peligro, lo más importante, es serenarse, demostrarse así mismo que se está tranquilo, eso sí, alerta y dispuesto a reaccionar y a saber hacerlo adecuadamente en el momento que fuese necesario y en el momento oportuno. Les repetía una y otra vez: “ todos los animales son de respeto, el faltarle al respeto a un animal, puede costarle la vida y no solamente al irrespetuoso, sino también a quienes lo estén acompañando. Los animales son más inteligentes que nosotros. Sucede que los menospreciamos y nos da pena aceptar que lo son. Además son supremamente ágiles, muy rápidos y precisos en su accionar. Es más, por lo regular, siempre el enfrentamiento con uno o más de ellos, es en su propio medio, el cual lo conoce a perfección y es una de sus ventajas que tenemos que tener presente en caso de enfrentarlos. La mejor recomendación, consiste en que a un animal, solamente lo atacaremos, bajo dos condiciones: La primera, cuando vamos a cazarlo para nuestra alimentación y la segunda, cuando en un momento fortuito, no tenemos más salida que enfrentarlo para salvar nuestra vida o la de alguien más. Nunca debemos disputarnos una presa con un tigre, con un leopardo, con un puma y mucho menos con un oso. Por lo tanto debemos dejar que se lleve la presa. Nuestra obligación, es la de llegar vivos y sanos a la casa, después de una cacería.

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Cuando hablo de respeto, es respeto para todos los animales, por grande o pequeño que sea. En ocasiones, molestar una pequeña culebra, concluiría en la muerte de quien la molesta. Cuando vamos a extraer la miel de abejas, debemos hacerlo, con todas las precauciones, se debe utilizar mucho humo para arrimarse al panal. Estos pequeños animales, con tanto bien que nos hacen, al darnos la miel y la cera, si los irrespetamos, pueden acabar con nuestras vidas. Cuando vamos a extraer la cera de la palma de cera, no tumbemos la palma, hagámoslo en una que esté caída. En estos días hemos cazado animales de cuatro patas como venados, conejos, guaguas, armadillos, guaras, chigüiros, saínos y otros. De ahora en adelante, vamos a tratar de cazar estos mismos animales, pero vivos. Ojalá los cojamos pequeños, con el fin de domesticarlos y procurar que se reproduzcan en cautiverio. También se han cazado algunas aves como pavos, pavas, paujiles, gallinas, torcazas de diferentes tipos, gallinetas y otras. De estas aves, hay que coger algunas vivas y pichonas, para domesticarlas y hacer que se reproduzcan en cautiverio. La razón de tratar de procrear los animales que nos sirven de alimento, en cautiverio, tiene una gran importancia, porque así nos evitaríamos seguir dependiendo de la cacería, únicamente, por lo tanto nos quedan las dos opciones, para proveer de carne a nuestra población. Si llegamos a sostenernos con los que se reproducen en cautiverio, la fauna se va a conservar y tendríamos una gran reserva para casos de emergencia. Hay algo más, podemos establecer un comercio de animales vivos, con los asentamientos del río Magdalena o los de algunos otros lugares. Creo que ya estamos preparados para que surtan de carne a las familias que conforman este primer asentamiento. En el otro cuarto de luna que nos falta para seguir juntos, lo vamos a dedicar a la pesca, de tal manera que mañana empezaremos”. Al siguiente día, como de costumbre, salieron los diez cazadores con Quindus, pero no a cazar, salieron a coger unas varas, macizas y pesada, de unos tres deditos de diámetro por un dedazo de largas, eso sí, bien rectas.


Regresaron con las varas y Quindus armando una canasta en forma cilíndrica, les daba las siguientes instrucciones: Se extienden treinta varas a medio centímetro de distancia la una de la otra. Seguidamente, a cinco deditos de uno de los extremos de cada vara, se amarran, muy bien, las varas entre sí. Luego a treinta deditos de este amarrado, se amarran nuevamente todas las varas entre sí. De esta manera se completan cuatro amarrados, distantes uno de otro, treinta deditos. Se unen las dos varas de los extremos y se le dan los cuatro amarrados, formando un cilindro de un dedazo de largo. Se cortan varas suficientes de veinte deditos de largas, a las qua se le afila muy agudamente uno de los extremos. Con estas varas se hace un cono, cuya parte angosta de las puntas, se deja de unos ocho deditos de ancha y su boca más ancha, debe ser un poco mayor que la del cilindro. En cada uno de los extremos del cilindro, se incrusta un cono de estos y se amarra muy bien al cilindro. Por último, se amarra un lazo por cada extremo del cilindro. Así queda terminada la trampa para coger peces. Dentro del cilindro, se puede colocar una o más de estas carnadas: Maíz, yuca, banano, plátano, sardinas muertas u otras. Hecho esto, se mete el cilindro al charco, en el cual se va pescar. Unas horas más tarde o al día siguiente, se jala el cilindro con los lazos, hasta sacarlo del agua. Se desamarra uno de los conos y se saca el pescado que ha entrado al cilindro a comerse la carnada y que de ninguna manera ha logrado salirse de él. Ellos tenían un sistema de medidas equivalente al sistema decimal nuestro, la diferencia consistía en los nombres de las unidades de medidas, así: El dedito equivale a un centímetro, el dedo equivale a un decímetro, el dedazo equivale a un metro, la manita equivale a un decámetro, la mano equivale a un hectómetro y la manaza equivale a un kilómetro. Al día siguiente salieron con unos canastos y se dirigieron al río. Al llegar a él, Quindus se metió en el agua y hundiendo el canasto, se fue caminando raspando la orilla del río. Luego sacó el canasto del agua y dentro de él, se encontraban algunos pescados.

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Quindus le enseñó otros procedimientos de pesca, con diferentes tipos de redes, las que también les enseñó a tejer. Por último los tuvo todo un día pescando con flechas. En la casa los reunió y les dijo: “Hemos cazado y pescado durante media luna, les he insinuado el respeto a los animales, han de saber que el pez es un animal más, por lo tanto se les debe tener el mismo respeto que a los demás. Nunca es nunca, nunca se debe pescar más de lo que vamos a consumir y así tendremos pesca para toda la lunaza y todas las lunazas. Algo que no deben olvidar de ninguna manera, es el respeto que deben tenerle al agua y a la candela, las que deben de manejar con mucho cuidado y talento. El agua es algo vital, para las plantas y los animales, por lo tanto lo es para nosotros. Debemos cuidarla, protegerla y usarla, exclusivamente, para cubrir nuestras necesidades. No se va a un río a jugar con él y a menospreciarlo, mucho cuidado. Hay que tener presente que es un ser vivo, el cual nos puede dar todos los beneficios que uno ni siquiera se imagina, pero también, en un pequeño descuido, nos puede castigar con grandes desastres. Por pequeño que sea el río, lo debe tomar con mucha seriedad, con mucho cuidado y mucho respeto. Porque cuando menos se piensa ya no hay salida. En cuanto al fuego, saben muy bien, de todos los beneficios y comodidades que nos brinda. Hay que saber en qué lugar se debe o no se debe prender fuego. Porque de lo contrario podemos hacer grandes daños. Cuando hagamos una fogata, fuera de casa, tenemos que tener la precaución, de dejarla muy bien apagada, sin posibilidades que se pueda reiniciar ella sola”. Chamí, distribuyó a sus sesenta hombres en tres frentes, a saber: El primero lo destinó a cortar, arreglar y trasladar la madera que serviría para las bases, columnas y vigas de las cincuenta casas. Al segundo frente le dio como tarea: Cortar, arreglar y trasladar la madera que se emplearía en el piso, divisiones y techo de las cincuenta casas. Por último, el tercero lo dedicó a preparar y trasportar el material que se iba a utilizar en el cubrimiento del techo de cada una de las cincuenta casas.

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Además, a cada uno de los grupos, les recomendó: Recoger, organizar y trasportar los diferentes tipos de bejucos que se pudieran utilizar en las construcciones y que todos los animales, útiles para la alimentación, que pudieran capturar vivos, en especial, pichones de aves o cuadrúpedos sin destetar, los trataran con delicadeza y los trasladaran al asentamiento, para colocarlos en jaulas especiales. Chamí dejo los tres grupos trabajando y regresó de inmediato al asentamiento y llevó hasta el río a los que debían clasificar y trasportar las piedras para los cimientos. Para luego volver al asentamiento a organizar a los que se encargarían de preparar cada uno de los lotes en los que se realizarían las construcciones. A estos últimos los organizó, en cinco grupos de catorce mujeres y dos hombres, cada uno. Les demarcó los sitios, los dejó trabajando y les recomendó que las aves pichonas y cuadrúpedos sin destetar que lograran coger vivos, los trataran con delicadeza y los trasladaran al asentamiento. Embera clasifico los niños de la siguiente manera: -Los menores de dos lunazas, a quien les asignó tres mujeres, para que estuvieran pendientes de ellos, en ausencia de sus madres. -Los que estaban entre dos y cinco lunazas, a quien les asignó tres mujeres para que estuvieran pendientes de ellos en ausencia de sus madres. -Los que estaban entre cinco y nueve lunazas, a quien les asignó una mujer para que les enseñara los principios de: elaboración de canastos y afines, alfarería y orfebrería. -Los que estaban entre nueve y dieciséis lunazas, a ellos le asignaron tres mujeres, distribuidas así: Una mujer para que les enseñara a tejer canastos y afines, como también para que les enseñaran a tejer telas, ponchos, hamacas y una especie de paños para ruanas y cobijas. Otra mujer para que les enseñaran alfarería y elaboración de: Utensilios para uso cotidiano, como cubiertos de madera y de totuma e instrumentos para música. Y otra para que los preparara en orfebrería y en la fabricación de: Herramientas de trabajo y equipos para pescar y cazar. Cuyabra, organizó las veinte mujeres que se dedicarían a la


preparación de alimentos y a cubrir las necesidades de servicio doméstico. Y dedicó: Seis mujeres a preparar alimentos, cuatro a servir alimentos, lavar vasijas, cubiertos y ollas y hacer el aseo de la cocina, Diez mujeres a lavar la ropa de toda la comunidad y a realizar el aseo general de las áreas ocupadas por todo el asentamiento. Para el sitio del asentamiento se escogió un lugar estratégico, en la margen derecha del río Quindío aguas abajo. Primero separaron el lote, donde después de realizar la construcción de las cincuentas viviendas, se realizaría el palacio del Cacique, que era la máxima autoridad de todos los asentamientos y a quien todos le deberían rendir tributo, obediencia y respeto.

siguientes nombres: Boquía, el Cruce para Salento, Circasia, Límites y El Sena. En el asentamiento se construyeron cincuenta viviendas muy bien dotadas y el palacio donde viviría el Cacique con su corte. Entre el nuevo poblado y lo que es hoy la ciudad de Cartago, se construyeron diez viviendas dobles y entre este y la desembocadura del río La Vieja, se instalaron otras dos equivalentes a las anteriores. Todas equidistantes unas de otras. Del Asentamiento a la desembocadura del río Quindío, se instalaron seis viviendas dobles, equidistantes, ubicadas en los lugares que hoy tiene los siguientes nombres: La María, San Nicolás, Balboa, Calle Larga, Rio Verde y Barragán.

La ubicación del lote los favorecía por varios aspectos: -Quedaba cerca de hermosos y grandes guaduales. Materia prima para la construcción de viviendas, herramientas, utensilios personales y utensilios de cocina. -Adecuado para proveerlo de agua potable, mediante el sistema de gravedad, por medio de canales, con paredes forradas en arcilla. También utilizaban la guadua para hacer canales que conducían el agua hasta la cocina y otros lugares de cada vivienda. -El lugar era de clima medio, lo cual les permitía obtener y cultivar productos de todos los climas. La distancia hasta los cultivos de tierra fría era corta, como también lo era la de los sectores de clima caliente. -Les quedaba cerca cazar tanto en lugares de clima frío como en lugares de clima caliente. -Algunas plantas y algunos animales de sectores de clima frio y de clima caliente se aclimataban con facilidad. -El lugar era estratégico, para ser el centro de comunicaciones, o el sitio de confluencia de ellas. El lote quedaba a unas cinco o seis horas de camino del lugar donde vivía el padre de Quindus. Más o menos, donde hoy se encuentra el barrio La Castellana de la ciudad de Armenia. Entre estos dos sectores se levantaron cinco casas equidistantes, cada cual con una casa adicional, para el alojamiento de los transeúntes. En los sitios que hoy tienen los

De la desembocadura del río Quindío, bordeando el río La Vieja se situaron, viviendas dobles, en los siguientes lugares: Los Quingos, la desembocadura del río Roble, La María y Riveralta. Por la margen izquierda del río Quindío, en las cercanías del río Santo Domingo y en el territorio de lo que hoy es la ciudad de Calarcá, se instalaron cinco viviendas dobles en los siguientes parajes: Bataclán, La Primavera, Puerto Rico, y La Vella. Siguiendo esta misma ruta se situaron en: Planadas, Córdoba, Pijao, Buenavista y Génova. Tomando la ruta hacia la desembocadura de la quebrada La María en el Rio la vieja, se acomodaron en: La Tebaida y Pueblo Tapado. También se situaron en Montenegro, Pueblo Rico y Quimbaya. Por el sector norte, siguiendo las estribaciones de la cordillera Central, se localizaron en: El Roble, Pereira, Cerrito, La Virginia, Viterbo, Riosucio, La Pintada y Marmato. Cada una de estas viviendas que se construyó estaba debidamente dotada para que viviera cómodamente la familia asignada a ella y para alojar a los transeúntes que viajaban de un lugar a otro. El nombre del sitio en el cual se ubicaba cada una de ellas corresponde al nombre que cada lugar tiene actualmente. Una vez terminado el proyecto inicial de Quindus, se dedicó a preparar la visita de su padre, con la ayuda de Chamí y Embera. Así es que diez

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años después de iniciado el proyecto, su padre Salento, es recibido con todos los honores en el nuevo asentamiento. A su hijo le trajo de regalo: Esmeraldas, Sal, y unas piedras de jade para que construyera herramientas y le explicó que eso era producto del intercambio que estaba haciendo con los Pijaos que venían del oriente por el sector de de Toche. También le trajo carbón de piedra y le dejó dos familias que sabían extraerlo y conocían el lugar de donde lo obtenían. El se sintió muy orgulloso de su hijo y como premio lo nombró Cacique de todo el territorio que había tomado posesión. Durante su mandato, los caminos fueron debidamente arreglados y acondicionados para que el tránsito por ellos se realizara lo mejor posible. En este periodo se inició el comercio con los vecinos. Con la muerte de su padre, nombro en ese lugar a Cocora como nueva Cacica, para ese territorio. Quindus, murió veinticinco años después y vino a reemplazarlo su hija Boquía. El tiempo fue trascurriendo y los asentamientos se fueron desarrollando, un poco lento, pero positivamente, lo que daba muestra significativa de que tendría un brillante futuro. Después, de mil años o más, toda la región se desarrolló, logrando establecer comercio, no solamente con las civilizaciones que habitaban los territorios de lo que hoy es Colombia, sino que también se extendieron a Bolivia, Perú, Ecuador, Venezuela y Centro América. Por lo regular, todas las construcciones se realizaron en madera y guadua, También emplearon un sistema deconstrucción llamado bareque. Los asentamientos gozaban de acueducto y alcantarillado. Se desarrolló extraordinariamente la industria de los textiles, en los cuales utilizaban aparte del algodón, muchos tipos de fibras de origen vegetal y animal. En sus tejidos usaron gran variedad de colores los que les daban una buena apariencia y elegancia. En orfebrería sus avances fueron extraordinarios. Hacían aleaciones de

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oro y cobre, como también de oro y plata y confeccionaban una gran variedad de joyas suntuosas que lucían la mayor parte de los habitantes de la región. Claro está, la mayoría de ellas tenían incrustaciones de buena variedad de piedras preciosas. La técnica con la que trabajaban y hacían las aleaciones del oro con otros metales y como confeccionaban las joyas, era superior y totalmente diferente a la empleada en su época en el resto del mundo. Lo mismo sucedía con la industria textil, que era más desarrollada que en el resto de continentes. Y qué decir de los productos agrícolas que se utilizaban en la alimentación cotidiana de sus habitantes. En el resto de continentes, ni soñar con encontrarse con productos como: papa, yuca, plátano, banano, arracacha, maíz, fríjol, cacao, tabaco, tomate, papaya, moras, lulo, granadilla, maracuyá, cholupa, zapote, chontaduro, guayaba, aguacate, piña y muchos otros más, que ellos cultivaban con métodos muy avanzados, empleado riegos por canales que movían el agua por gravedad. Muchos de estos productos pasaron a ser parte fundamental de la alimentación en el mundo. ¿Cuál no sería de aburrida la vida en Europa, por ejemplo, sin chocolate? Poseían su propia religión, la que no era impuesta con edictos, ni con amenazas y mucho menos utilizando la fuerza bruta. En algunas regiones adoraban el Sol, o la Luna, o la Tierra, o el Agua, o el Aire, o las Estrellas y en muchos casos combinaban algunos de estos. Nunca los asuntos religiosos eran causales de disgustos o riñas y mucho menos enfrentamientos entre tribus. Aunque cerca o dístante una cultura de otra, nunca se presentaron conflictos religiosos o de otro tipo que los llevara a combatir entre ellas. En esta región, como ha debido de ser en el resto de las regiones del continente, las civilizaciones eran pacíficas, no conocían la lucha armada, no conocían la guerra, no conocían las invasiones y mucho menos los desplazamientos forzosos producidos por el ser humano. Hay algo que lo lleva a uno a reflexionar sobre esta veracidad, es el hecho de que siendo civilizaciones tan avanzadas y tecnificadas, para


su época, no se desarrollaron para el conflicto, ni siquiera para una guerra convencional en esos días. De acuerdo con las técnicas empleadas en: El arte Textil, la agricultura, la alfarería, la minería, la orfebrería y otras tantas como la elaboración de instrumentos de caza, pesca, herramientas y de todo tipo de utensilios de uso personal y general. Los métodos de construir los caminos y las técnicas de construcción de viviendas, de templos y de otras edificaciones. Se puede decir que se trataba de civilizaciones muy avanzadas. Si hubiesen sido guerreros, las técnicas para producir armamento, tendrían que haber sido, como mínimo, equivalente a las que usaron para lograr tan alto grado de desarrollo en las otras áreas. Lo que quiere decir, que si las civilizaciones indígenas de América hubiesen sido guerreras, habrían recibido la invasión Española a punta de cañonazos y los invadidos habrían sido otros. Cuentan muchos historiadores, la historia de nuestros antepasados de América, pero a partir de la invasión Española y basados siempre en los documentos escritos por esos invasores. Escritos que a la vista son mentirosos, porque parten de una falsedad: Llamaron descubrimiento a lo que fue una cruel y pervertida invasión, que lo que no se pudieron robar, lo arrasaron de raíz por completo. No hubo pueblo que quedara en pie, los indios que sobrevivieron, se escondieron en la selva, a la cual ya no estaban acostumbrados, porque vivían en ciudades con la mayor comodidad de esos tiempos. Una vez en la selva, empezaron de nuevo su vida primitiva, pero con una visión totalmente diferente, la venganza, la cual ellos no conocían, la aprendieron de los invasores. Les habían violado las mujeres, las niñas y los niños, los que no lograron huir, fueron tomados prisioneros y sometidos a la esclavitud y los trataban como burros de carga, condición que no aguantaron por que no estaban acostumbrados ni a estos trabajos ni a que los trataran como animales. De aquí que muchas tribus prefirieron suicidarse en masa, antes de ser sometidos a esta situación. Otras tribus, se organizaron y se

ocultaron en la selva. Les aprendieron a los invasores a matar, robar y saquear, por lo tanto se dedicaron a hostigar y a atacar a los enemigos invasores con tal fiereza que los degollaban y trataban de presentarse, en ocasiones casos aberrantes, como muestra de su decidida venganza y odio contra quienes les habían causado tanto mal. Los invasores no contentos con todo esto, los contagiaron de enfermedades desconocidas para ellos, como: La tuberculosis, la sífilis, gonorreas, todo tipo de enfermedades venéreas y otras muchas que causaron infinidad de bajas y por las cuales desaparecieron tribus enteras. Pero hay algo más grave: La religión fue impuesta a sangre y fuego, aplicando de lleno la inquisición. Esta ha sido una de las evangelizaciones más sangrientas de la historia, de la humanidad, de la cual sus directrices nunca han dado seña de arrepentimiento alguno por tan salvaje crimen. Todo el mundo sabe, que con el saqueo que realizaron los invasores de América, se llenaron las arcas de varias Monarquías de Europa, en especial la española, la inglesa y la francesa. Y qué decir de las arcas de la Iglesia Católica Apostólica y Romana quien obtuvo tanto oro y piedras preciosas que les sobró para cubrir por dentro las catedrales y principales templos de Europa. Un principio de nosotros los católicos, es el arrepentimiento y la enmienda, pero nunca la jerarquía de dicha iglesia ha tenido arrepentimiento alguno y mucho menos se ha disculpado ante el mundo de tan horrendo crimen. Respecto a esta región, los historiadores, tradicionales, recalcan que en la cuenca del río Quindío y el Río La vieja, nunca vivió la época de la Colonia, puesto que esta regiones estaban conformadas por selvas impenetrables en las que solo se encontraba todo tipo de serpientes venenosa y tigres feroces lo que hacía que transitar por su caminos era muy peligroso, además de que abundaban los aborígenes, que de un momento a otro aparecían y los atacaban. Pero lo que no cuentan ellos,

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es que los asentamientos indígenas de esta región fueron saqueados y arrasados por completo por los conquistadores invasores, hasta tal punto que sobrevivieron muy pocos, de los cuales muchos se suicidaron y otros se organizaron para hostigar a los invasores. En el momento en que las tribus se sintieron atacadas por los foráneos, escondieron y enterraron parte de sus riquezas, para luego desaparecer. Esta es la causa que el Departamento del Quindío, actualmente ha sido una de las regiones de Colombia, más saqueada por los huaqueros en los últimos años. Es sano dejar en claro, que ninguno de los grupos indígenas de América era guerrero, era saqueador, era ladrón y mucho menos era antropófago, antes de la llegada de los invasores europeos. Sucede, que los historiadores invasores los dibujaron así, para ocultar su infamia y su oscuro pasado.

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Jorge Eliecer Arrieta Díaz nació en Chinú Córdoba en 1942, en su pueblo natal vivió una infancia feliz, al lado de sus seis hermanos, al cumplir los diez años su madre Francia Díaz, murió, Jorge se trasladó a vivir a la ciudad de Cartagena donde adelanto estudios secundarios en el Liceo Bolívar de Cartagena. Fue en esta época cuando aprendió inglés al desempeñarse como guía turístico de los extranjeros que llegaban en los barcos al muelle de la ciudad. Al terminar la secundaria fue beneficiado con una beca que ofrecía la asamblea de Bolívar para estudiar en la Universidad de Antioquía. Se Traslado a la ciudad de Medellín, allí inició estudios en Licenciatura en Educación en Química y Biología. Durante el pregrado viajó a California como voluntario de los cuerpos de paz. En University of East Anglia Norwich Inglaterra adelantó su Master en

Ciencias. A su regreso se vinculo como profesor de la Universidad del Quindío. Produjo diversas publicaciones como: Modificación de grupos tirosilicos en proteínas en la revista Febbs Letters de Amsterdan Holanda, Tirosinasa en Berenjenas en la Revista Latinoamericana de Química de México, los artículos: Producción de vinos de naranja, Obtención del Numero de Avogadro¸ Fermentación de la naranja; publicados en la Revista de la Universidad del Quindío. Escribió los siguientes textos científicos: Simetría Molecular, enzimología, textos inéditos de la biblioteca de la Universidad del Quindío. Introducción a la Química Básica editorial Luz 2001, Armenia Q. Creador de la microempresa VINOS DE NARANJA CASARRIETA. Se desempeñó como asesor de Produccion de vinos de uva con levadura de la empresa Levapan en Tulua Valle. Actualmente se encuentra retirado de la docencia y se dedica al Manejo y cultivo de bambu “filostaquis aurea”.


Juan era amigo de Mojame ben Abu, Mojame era un alquimista que le enseñó a Juan a leer y escribir en castellano, y le suministro La Divina Comedia de Dante Alighieri, y las Mil y Una Noches. Juan al leer la Divina comedia, pudo darse cuenta de los horrores del infierno y al leer sobre como Paolo y Francesca son asesinados. “Dante no le interesa el adulterio, el modo como fueron asesinados, le interesa algo mas íntimo: cómo supieron que estaban enamorados, cómo llego el tiempo de los dulces suspiros” Jorge Luís Borges Siete Noches, La Divina Comedia. Las Mil y Una Noches despiertan en Juan el deseo de aventura y de conocer otras tierras y las infidelidades de las amantes de los sultanes lo llevan de nuevo a pensar en los recovecos del amor. Mojame había hecho un destilador de arcilla, que eran dos ollas: La olla superior encajaba muy bien en la inferior y a la superior le había colocado un tubo también de arcilla con un ángulo de 45 grados hacia abajo, ahí Mojame destilaba vinos y extractos de plantas. Mojame destilaba alcohol en su serpentín o alambique para poder hacer los extractos de las plantas y de los pétalos de las flores y yerbas para hacer sus filtros 74

amorosos. Juan, hijo de Juan de la cosa, era un cabrero y puerquero, y vivía enamorado de una pastora llamada Inmaculada Llamas, pero casi no podía ver a Inmaculada, y este era un amor casi imposible, porque a Inmaculada sus hermanos la cuidaban mucho. Por las tardes Juan trabajaba en la posada del sastre Iñaki Ordosgoitia, la mujer de Iñaki era Carmen Vergara. Carmen era una mujer muy joven y pensaba que la vida esta llena de instantes presentes y que hay que gozar la juventud. La madre de Carmen había hecho un amor de compromiso con Iñaki, con la falsa idea que los padres pueden resolver los problemas sentimentales de los hijos y menos cuando hay intereses económicos por delante. Iñaki era un ser apegado al dinero, tenía la adicción al dinero y creía que todo lo resolvía el dinero y que el dinero estaba por encima del amor. Carmen era dicharachera, pronunciaba las haches como jotas y nunca pronunciaba las eses, ni las finales ni las intermedias y menos las consonantes que estaban entre las vocales, era directa y resolvía los problemas al instante y trataba de hacer coincidir su discurso con la


realidad cotidiana. Carmen usaba un Cristo en el pecho y cuando el Cristo sentía el calor del laberinto de las tetas de Carmen, el Cristo perdía el norte, pero en esos laberintos podía justificar la corona de espinas, los latigazos y la puyada en la costilla que se mamó. Juan cada vez que veía a Carmen quedaba turbado y más se turbaba cuando Carmen llegaba con su pelo agarrado atrás con una peineta de carey, cuando llevaba polleras vaporosas y caminaba con un balanceo irresistible. Carmen sacaba las almojábanas calientes del horno, y luego sacaba su turrón blanco como un cristal y le daba un machetazo y brincaban los pedazos de turrones por todas partes y le decía a Juan que los recogiera, que esos pedazos eran para dar ñapas a los niños. A Juan lo enloquecía el meneo de Carmen cuando llevaba la tártara de almojábanas calientes en la cabeza. Juan despachaba en la posada por las tardes y una tarde Juan tenía como de costumbre las manos puestas en el borde interno del mostrador donde nadie se las veía, entonces Carmen, haciéndose la loca, le puso el pubis sobre la mano; Juan que no

era ningún tonto comenzó a mover los dedos y Carmen se enloqueció, se puso roja y suspiraba hondo como si le faltara el aire, cuando llegó un vecino a comprar y Carmen que ya había perdido la cabeza como un fósforo, le dio al vecino mas devuelto que el indicado y también daba ñapas mas grandes que de costumbre. Todo amor es amor a primera vista y sin ningún compromiso ni barreras, Carmen no se aguantó más y le dijo a Juan que la visitara por las noches y que se metiera por el balcón. Juan cumplió el acuerdo con creces varias noches antes de que llegara el sastre, pero una noche que Carmen gritaba así Juan, así Juan, así Juan, el sastre llego y al oír ruidos en la pieza, comprendió todo lo que se había imaginado y gritó: Abre puta ¡ya sé que estás ahí con el coño del Juan. Juan lleno de terror se bajó por el balcón desnudo y para caer suave se agarró de los bolillos del balcón pero éstos se desencajaron y Juan cayó y se torció un pie. El sastre Iñaki salió al balcón gritando va de retro Satanás, con tus filtros amorosos haz embrujado a Carmen, para justificar a su mujer y la soledad que le daba. Juan salió corriendo desnudo por las calles de Sevilla, cuando pasó un coche manejado por su amigo el cochero, pero

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éste al ver un cuerpo desnudo corriendo por la calle pensó que era un loco o un diablo y le dio dos latigazos a los caballos y dejo a Juan con la mano alzada y en plena desnudez. Cuando su madre Almudena Mora lo vio así le dijo: “Puñetero muchacho porque andas así desnudo ¿Que te ha pasado?”, cuando vio a Juan desnudo y cojeando. “Jesús, María y José”, dijo Almudena. Almudena le dio ropa limpia a Juan y fue a averiguar qué había pasado. Almudena se entera que Iñaki va a denunciar a Juan al Santo Tribunal de la Inquisición por escándalos a la moral pública, por prácticas de brujería, hechizos y adonde el alguacil por daño en cosa ajena por dañarle los bolillos del balcón. Almudena sabe que esa noche sale para las Indias una nao, le empaca a Juan la ropa, jamón ahumado, cincuenta cabezas de ajo, dos mazos de arroz sin trillar y le dice que su padre está en las Indias y que se reúna con él. Mojame al enterarse le dice que cuando regrese le traiga semillas del árbol vaca, que le traiga semillas de la planta que quita el hambre y que le traiga la corteza de la planta que cura el mal aire. Como Juan era puerquero sabía como arriar las piaras, como hacer el nudo de puerco en las patas traseras de los cerdos, como capar los puercos machos y las hembras sin que estas se hincharan y se infectaran, pues a las hembras las abría por entre las patas traseras, le sacaba los ovarios y las cosía y luego les ponía en la herida aguardiente con ajo y varios menjurjes que le daba Mojame. Luego hacía una poza y la llenaba de agua y ahí se bañaban los puercos, se untaban de barro y así al rascarse las nalgas con el barro se tumbaban los gusanos y sanaban rápidamente. Juan sabia que entre los Griegos, ser puerquero era de buena suerte. Juan se levantaba a las cuatro de la mañana, cogía una tranca y escogía el puerco adecuado, se ponía por encima del lomo del puerco y le daba un trancazo y privaba al marrano, lo degollaba, le sacaba las vísceras, salaba la carne, la arreglaba con cebollín, la rellenaba con arroz previamente cocido, le ponía ajonjolí, berenjenas, cebolla y pimienta. Tenía varias recetas para hacer lechonas y morcillas,

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una era picar cebolla, cocinar huevos, picar champiñones y puerros y, pimienta molida, rellenar con esta salsa las tripas, ponerles un poco de azúcar de remolacha y cocinarlas en vino. El santo de los puerqueros era san Antón al que le hacían fiestas y mandas y oraciones. Como para los musulmanes y judíos la carne de cerdo era tabú, y estaba prohibida, para los cristianos, comer cerdo era garantía de ser cristianos viejos y de sangre azul. La Inquisición para saber si un converso era auténtico lo ponían a comer carne de cerdo en público, el cerdo lo usaba la inquisición como máquina de la verdad en los juicios o autos de fe. Quien comía cerdo estaba libre de sospecha; quien no, iba a parar a la hoguera por marrano. Juan gastó tres meses en el viaje a las indias, al llegar a la Habana consiguió cogollos de caña de azúcar, su madre Almudena le había dado cien duros que se los había prestado su padrino de bautismo Isidoro Avilé. Juan llega Cartagena, que era unas pocas casa de bahareque y algunas de mampostería, pregunta por su padre Juan de la Cosa y lo mandan a la casa de don Pedro de Heredia, don Pedro le cuenta que en una salida a Turbaco los indios Yurbaco le hacen una emboscada y lo matan a él y a otros seis españoles con flechas envenenadas con leche de sapos rojos. Juan de la Cosa padre subió a la loma de Turbaco y contempló a los alcatraces tirándose en picada en la bahía, oyó al chupaguevo con su canto feliz y bullicioso, al chucha fría, al pájaro negro que se subió sobre la Maria mulata, le echo un polvo rápido, la Maria mulata salió toda desemplumada, se arreglo las plumas y siguió picando la papaya, que el macho le había interrumpido. Juan contemplo los dividivis, los balsos los marañones, los achiotes, los cocos, las palmeras, los cojones de frailes, las ollas de micos, los monos colorados, cuando de entre las guaduas vio ojos que lo observaban y sintió luego la flecha envenenada que le atravesó el corazón, Juan vio en


ese instante la giralda de Sevilla y vio a Almudena preñada entrando a la iglesia. Juan se había graduado en Salamanca con las mejores notas de cartógrafo, había hecho la carta de marear del Caribe, recorrido las Antillas las grandes y las pequeñas, y ubicado las islas de barlovento y sotavento. Don Pedro de Heredia estaba muy agradecido de Juan de la Cosa padre, pues éste había hecho las cartas de marear de toda la Costa Caribe desde la desembocadura del Orinoco hasta las costas de Mosquitia, ubicando las bocas del rió de la Magdalena, del Sinú y todas las islas del Caribe. Don Pedro de Heredia tenía planeada la salida por las bocas del Sinú pues sabía que ahí había oro, especialmente en un sitio llamado Ciénaga de Oro, porque un indio que les vendía patos, en sus buches se encontraban pepitas de oro, además su hermano, Alonso de Heredia, había llegado al Zenú y la cacica Chanú lo había recibido muy bien y había permitido hacer asentamientos de familias españolas en las Sabanas, además había oído hablar del cacique Nutibara. Don Pedro de Heredia no quería que los españoles que estaban en el pacífico regresaran a dañarle sus planes y por eso les enviaba lo que ellos necesitaran. Un día vió a Juan hablando con Catalina y oyó cuando Juan le pregunto a Catalina que significaba: Arista, aristapirapia cunay cunay. Catalina se echo a reír, pero esto fue suficiente para que don Pedro le dijera que tenía que salir hacia el Pacifico a llevar una piara a los conquistadores del mar del sur y que la nao salía para Portobelo al día siguiente. Juan quedó sorprendido por la riqueza vegetal y de animales que alcanzaba a ver desde la nave, vió las tortugas carey, el embrujo de Ulises con las mujeres que nadaban en las playas lejanas, que se convertían en peces y le hacían el amor a los hombres en las noches estrelladas, se oían sus cantos que embrujaban y llamaban a los hombres hacia las profundidades del mar. Se sorprendió cuando siempre oscurecía a las seis y media y amanecía a la misma hora, está

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seguro entonces que estaba en el trópico donde o no hay estaciones o éstas son muy suaves. Las sirenas eran seres reales que atrapaban a los hombres y se los llevan a las profundidades. Cuando oye decir a la marinería que por babor habían atrapado a una sirena Juan salió a ver a la sirena cuando se encuentra con un animal gigantesco con una cara muy fea y muy gordo, pesaba como una tonelada, era un manatí. La comida de los marineros era de tortugas carey, manatíes, peces velas, y delfines, y cuando había calma chicha se tenían que alimentar de ratas y gaviotas. Llegó al caserío llamado Portobelo y de ahí tenía que remontar la cordillera hasta divisar el mar del sur con su piara para llevarles a los españoles hasta un caserío llamado Panamá y de ahí unirse en la isla de las perlas con la excursión de Pascual de Adagoya. De la isla de las Perlas que está en el pacifico, en otra nao llegó a la isla de la Gorgona, y de ahí pasó con Andagoya a un caserío que el nombre de Buenaventura. De ahí subió la cordillera y encontró un valle muy fértil y muy lindo, pero la piara fue perseguida por un tigre y al ir a reunir los cerdos, se perdió del resto de la excursión y se encontró solo con su piara en medio del valle, después de no dormir y de muchas penalidades vio un rió con mucha playa y ahí llego con su piara muy disminuida pues sólo le quedaban cuatro cerdos, un barraco, una puerca preñada y dos lechones muy lindos, manchados de negro con amarillo. En el valle se encontraba de toda clase de animales que nunca había visto, monos colorados que hacían un ruido por todo el valle y cuando se acercaba se quedaban callados y cogían mierda del culo y se la tiraban a él y a su piara. Los perezosos de dos y tres dedos que se dejaban tocar y no se mosqueaban cuando él se les acercaba. Cuando de pronto vio que un tronco se enrollaba sobre uno de los lechones, el tronco abría la boca y comenzaba a tragarse el lechón vivo con pezuñas, pelos y con la cabuya conque él lo tenía asegurado por la pata trasera. En ese rió vio a una india vieja bañándose, esta por señas le dijo que subiera la otra cordillera que ahí iba a encontrar indios buenos y pacíficos. Cuando llegó a la tribu encontró que los indios lo miraban de pies a cabeza y el cacique le dijo 78

que se podía quedar entre ellos. Juan le regaló al cacique su disminuida piara. La princesa hija del cacique era muy linda y tenía las tetas muy bien paradas, pero los indios no hacían caso de este detalle y Juan no le quitaba la vista. La princesa se llamaba Yanuba y le dijo a Juan que le diera un lechoncito, él le dijo que ya la piara se la había regalado a su papá, pero que él podía decirle que le diera el lechoncito amarillo a ella y ella le dio las gracias y le dijo que quería en recompensa, Juan le dijo que le cambiaba el lechoncito por piel, una piel de tigre que ella tenía en el bohío que por la noches hacia mucho frió y Juan la quería para taparse. Juan sembró el arroz, e hizo un horno para preparar una lechona. El cacique le dijo que su hija era casadera pero que había un indígena llamado Quindío que la quería como compañera, pero que la costumbre de ellos era que había que hacer una carrera y quien alcanzara a Yanuba primero se quedaba con ella. Quindío era reconocido entre los indígenas como muy bello y además muy veloz, le decían vuela más que el viento, porque nadie se lo podía alcanzar. El día de la carrera Yanuba salió corriendo primero y luego salieron disparados Juan y Quindío, Quindío salió disparado y en dos trancadas se le adelantó a Juan, cuando en la espesura del bosque un tigre estaba cazando a la puerca preñada, cuando ésta al ver y sentir el olor del tigre salió disparada perpendicularmente a la dirección de los corredores y la puerca como alma que se la lleva el diablo se enredó entre las piernas de Quindío y le quebró la tibia con el golpe. Quindío no se volvió a parar y Yanuba se dejo alcanzar de Juan de la Cosa hijo. Juan hace la lechona y el que más la disfruta es Quindío, en su hamaca, donde Juan y Yanuba lo entablillan. Juan y Yanuba tienen varios hijos e hijas, Juan monta el serpentín como le había enseñado Mohame y destila la chicha que hacia Yanuba, siembra los cogollos de caña, recoge la cosecha, muele fermenta la miel y saca el primer ron de la región. La piara de Juan se reproduce y aparecen así los primeros lechones nacidos en esta tierra que eran muy distintos a los manaos, pues estos eran muy


ariscos y no se podían usar como mascotas para los hijos y nietos de Juan de la Cosa y Yanuba. Quindío termina siendo compadre de Juan cuando aparecen los frailes y bautizan los hijos de Quindío. Entre los indígenas no había propiedad privada y todo se compartía en común, no había que taparse el cuerpo y había un respeto por los niños y los ancianos, todo lo que se obtenía era compartido y nadie pasaba necesidades materiales pues todo se lo daba la tierra, era el paraíso entre los hombres y mujeres. Yanuba era una mujer muy bella y trabajadora, hacia tamales y los cubría con hojas de pringamoza o de bijao y los repartía a los miembros de la tribu, los niños aprendían a conocer y a respetar los árboles y los animales de la región. Cuando Juan tomó una palma para quemarle los pelos al marrano, un alacrán lo mordió en la mano, el dolor era insoportable y el brujo o chaman, tomó el alacrán echo las vísceras en una olla, le puso agua, unas hojas de coca, cáscaras de papa y otras yerbas las hirvió y se las dio a tomar Juan. Juan cayó en un sueño semi profundo y comenzó a ver al chaman dando vueltas con una tea encendida y mientras más vueltas daba el chaman mas mal se sentía Juan y comenzó a penetrar por un túnel de color azul intenso y por un vidrio torcido, cuando vio a Almudena, a Carmen, la giralda de Sevilla y el laboratorio de alquimia de Mohame, con su serpentín sacando filtros de amor y agradeciéndole por traerle tantas cosas de las indias, la planta que quita el hambre y cura el soroche, la corteza que cura el mar aire, y tantas frutas con nombres exóticos como guanabanas, guayabas, curubas, chirimoyas, zapotes, ananas y aguacates. Mojame le dijo a Juan que hay una línea que indica el presente y que si esa línea se une con la del pasado se forma una superficie de presente pasado, y que si otra línea perpendicular al plano formado por ambas es el futuro y que la línea del futuro se une a la del presente se forma otro plano y al unir perpendicularmente los planos se obtiene el cubo del

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tiempo donde caben todos los fenómenos, caben las tres dimensiones espaciales y cabe la materia, tiempo donde caben todos los fenómenos, que todo es un sueño y que la vigilia es otro sueño y todo cabe en el cerebro, Mojame desapareció y cuando Juan se despertó no tenía dolor estaba tranquilo y el chaman había desaparecido también. Juan al vivir con los indígenas se va mimetizando poco a poco, deja de usar pantalones, usa taparrabos y se cubre la piel con achiote, para defenderse del sol y de los mosquitos, usa la corteza de la quina para combatir la malaria, el cordoncillo para los males renales y catarros. Juan comienza a comer micos y manaos ahumados como lo hacen los indígenas y aprende a vivir en comunidad y a compartir todo, se da cuenta que todo puede ser de todos, que la naturaleza es pródiga y que no mezquina nada a los hombres y a los animales. Juan conserva en el pecho el Cristo que le regaló Carmen y lo usa como un amuleto de la buena suerte, Juan usa aretes y aprende los diferentes idiomas hablados por las diferentes tribus. Juan sufre un gran susto cuando ve en la orilla del rió la huella de caballos y pisadas de botas, un día cuando estaba en lo más alto de la cordillera, una mañana soleada, vio que brillaban cascos y oyó el relincho de caballos. Juan vivía una dualidad entre su ser español y su otro yo, que se le había metido en el alma la libertad de la selva, la honestidad de la cultura de los indígenas, su inocencia infantil de esas culturas americanas que durante más de diez mil años habían mantenido un respeto y equilibrio con la naturaleza y con los animales que los rodeaban. El respeto con los anfibios, con las mariposas, como las orugas se comían a las plantas sin destruirlas, dejando los retoños, como aparecía el capullo y como después salía una bella mariposa. Los fantásticos colores del tigre, sus rayas que se confundían con el amarillo verde de la selva. Ese gato gigante que se las arreglaba para cazar los micos y los monos colorados, su rugido nocturno, especialmente en las noches lluviosas y como los indígenas lo respetaban y a la vez le tenían veneración como guardián de los bosques. Como el cóndor todos los días aparecía entre los rayos del sol por la cordillera y cuando el cóndor aparecía detrás venia el sol, si el cóndor desaparece el sol no vuelve y

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seguimos en las tinieblas. Cómo en las guerras con otras tribus había que sacrificar a los perdedores para saciar el deseo de los dioses tenebrosos. Los indígenas eran muy lúdicos; por las noches después de la cosecha de maíz se tomaba la chicha y se bailaba en una rueda pisando duro el suelo del bohío y se festejaba y se regaba la chicha a la pachamama, para que la próxima cosecha de maíz fuera igual de próspera. Sabía que los españoles habían hecho un pueblo, pero que los indígenas lo habían quemado y dispersado a los habitantes. Los indígenas no podían entender como esos seres que montaban en venados gigantes sufrían de una enfermedad incontrolable que era la sed de oro, y por eso ellos les hablaban del Dorada para estimularle la sed y hacerlos creer que el Dorado estaba cerca, pero que no era en el sitio donde estaban los indígenas. Lo peor de los españoles era la plaga que traían con ellos, una plaga que daba fiebres, que llenaba el cuerpo de pústulas y acababa con las tribus indígenas. Los indígenas sabían cuando los españoles se acercaban por el hedor de sus cuerpos llenos de trapos innecesarios, que se enredaban en la manigua y su afán de riquezas materiales, y siempre buscaban como locos y no se daban cuenta que la riqueza era la misma selva, la costumbre de los indígenas, la paz natural de los nativos, la sabiduría de los nativos que habían decantado durante más de diez mil años de convivencia pacífica con la naturaleza y sus elementos. Juan por el contacto diario con Yanuba y la misma tribu se había convertido como una mariposa se había metamorfoseado en un indígena, ya ni siquiera se llamaba Juan, ahora su nombre era Colibrí el pájaro mosca, que es capaz de retroceder en el vuelo que hace vibrar sus alas muchas veces en un segundo, que va de flor en flor chupando el néctar de las flores sin dejar ninguna sin fecundar, con su pico y alas llenas de polen fertiliza las plantas con flores y vuela de flor en flor para ingerir los azucares que le dan la energía necesaria para su diario trabajo. El colibrí anda con su hembra y esta empolla los huevos en un árbol bien alto, puede ser un balso o un yarumo, y defiende su nido de cualquier depredador, y sale todos los días a hacer su diaria tarea de


fecundar las flores. Colibrí vivía en un mundo donde las necesidades eran las del diario vivir, no deseaba tener nada, solo el amor de su mujer, que si ella quería podía irse con otro, de sus hijos, de la tribu y de los animales y plantas que lo rodeaban, no habían ruidos de maquinas, pues las plantas hacen su labor diaria sin ruidos. La realidad de Colibrí era la de su entorno y la de su tribu y la de los animales. Colibrí no se hacía ilusiones con la colonización, pues sabía que seguiría en mayor escala las miserias morales que había conocido, donde las leyes eran las del señor dueño del feudo y donde los indígenas tenían que trabajar de sol a sol en nombre del progreso, de la civilización, de la cruz y de la espada. Sabía que no se necesita tanto el saber leer y escribir como una visión diferente del mundo y él la había tocado la había sentido y sabía que el mundo que se aproximaba estaba completamente errado.Los indígenas que ya consideran a colibrí como uno de los suyos, comienzan a preguntarles sobre los españoles. Quindío: ¿Es cierto que los grandes venados y los españoles son un solo ser? Colibrí: “Los españoles son seres comunes y corrientes como tú y yo, se montan en los grandes venados y también se bajan”. Quindío ¿Es cierto que han sido enviados por los dioses a nosotros a castigarnos con sus truenos? Colibri: No, ellos no poseen ningunos truenos, los truenos son mosquetes, llenos de pólvora con balines, o piedritas, la pólvora al prender, hace explosión, e impulsa las piedritas o balines por un cañón muy estrecho, y sale con mucha fuerza, mucha mas que la que nosotros les damos a los dardos cuando los soplamos para matar los micos. Además ellos no son ningunos dioses, tienen más deudas con los dioses que nosotros. Quindío: ¿Es cierto que sus mujeres tienen pelos en el pubis?

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Colibri: “Claro porque nosotros tenemos mas pelos que ustedes” Quindío: ¿Entonces la virgen de la que hablaba el fraile tenía pelos en el pubis? Colibri: “Si claro y bastantes”. Quindío: ¿Por que su olor lo podemos percibir desde tan lejos? Colibri: “Porque no se bañan como nosotros, porque usan muchos trapos que no se necesitan y cuando el aire no circula bien, en el trópico la ropa toma ese olor que nosotros llamamos grajo, y también les da mucha pecueca, pues las botas al sudar y mojarse, el pie suda y se acumulan esos olores en los pies, a nosotros no nos da mucho porque andamos descalzos y muy escasa ropa solo con este taparrabo o paruma”. Quindio: ¿Como crees tú que podemos, enfrentarlos mejor? Colibri: “Ustedes tienen unas formas de luchas muy buenas, como es el camuflaje, la emboscada, las flechas envenenadas, o los dardos envenenados y darles la sorpresa como ustedes muy bien saben hacer. Colibrí los vio venir, eran unos doce españoles con seis caballos, doce mosquetes y dos cañones, arrastrados por dos caballos más, más media docena de perros, los perros olieron a los indios e iniciaron el ataque, los indios se sintieron sorprendidos por la agilidad y perversidad de los perros, eran unos perros amarillos con negro, con el estomago muy hundido y el pecho muy sobresaliente y neutralizaron a muchos indios. Los españoles subieron a la loma y desde ahí dispararon a las chozas donde estaban las indias con los niños, las chozas o bohíos de palma amarga, cayeron y algunas se incendiaron y los ladridos de los perros hicieron que los puercos rompieran el corral y se perdieran en la selva. Colibrí les mostró un trapo blanco en señal de paz. El conquistador Francisco Becerra le dijo: “He tenido noticias de ti, te has aliado a estos salvajes y vives como ellos, sé que nos has hecho inteligencia militar para defenderlos a ellos, sé que también haces practicas diabólicas, no soy yo quien te va a juzgar sino fray Ángel Fray Angel: ¿Si os volvisteis como ellos como es que osáis llevar ese crucifijo? Colibri: “Para mi este no es un crucifijo ya, es otro amuleto como el

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diente de un tigre o de un caimán. Además este crucifijo fue feliz y perdió su norte en el laberinto caliente de las tetas de mi amada”. Fray Ángel - Encolerizándose y ruborizándose a la vez- “Eres un maldito poseso de Satanás y por eso vives aquí entre estos salvajes como pez en el agua”. Colibrí: “Vuestra religión no trae paz entre los hombrees sino sangre y ambición”. Fray Ángel saliéndose de si le arranca a Juan el crucifijo del pecho, coge un pedazo de carne, lo introduce en la sangrienta carne y lo tira al rió, cuando la carne cae al rió con el crucifijo adentro, los peces comienzan a destruir la carne, pero los caimanes de aguja siente el olor ancestral a sangre y se les despierta el gusto ancestral por la carne y se ponen a luchar por el pedazo de carne y el Cristo vuelve a sentir el puyazo que se había mamado en la costilla izquierda. Francisco Becerra: ¿Cual es su veredicto, su señoría fray Ángel?. Fray Ángel: “ Es un réprobo, mi veredicto es el garrote físico con el. Amen Jesús”.




Bo ocor Zoila de Palos


Zoila había nacido en la población de Palos de Moguer, cuando tenía 10 años había visto morir a su madre de parto, era una época en la que debido a la expulsión de los moros y judíos, la higiene de los cristianos era muy deficiente. El médico que atendió a su madre acababa de hacer una autopsia a un condenado por la inquisición, y este había estado colgado del cuello después de haber recibido el garrote dos días antes, la autopsia era para estar seguros de que el garrote español había sido efectivo, los médicos de la época acostumbraban a amolar el bisturí en la suela de sus propios zapatos, y atendían a las parturientas sin lavarse las manos. Zoila vivía con unos familiares pero solo eran familiares para explotarla haciendo mandados, cocinando y lavando; Zoila era muy disciplinada y aprendió a leer y escribir y se volvió fanática de la lectura, sentía una gran felicidad con las letras impresas, estas lecturas le despertaban la imaginación y además cuando iba a lavar al rió, veía las naves que iban para las indias, oía decir que en las indias había sirenas y seres que tenían los pies tan grandes que se acostaban en la arena y se

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cubrían del sol con sus propios pies, que en las indias existía el paraíso terrenal y todos los hombres y mujeres andaban desnudos, veía partir las naves para indias, los llantos de las despedidas y pensó como una mujer puede viajar a indias sin la protección de ningún amo y de ningún caballero. Un día vio que unas monjas entraban a una nave que iba para indias, le tocaba lavar las ropas del convento y acabó redondeando la idea, se robaría una muda de ropa de las monjas y así viajaría a las indias. El día que la nave partía para las indias, vio al obispo, detrás de el una monja alta, que iban en dirección a la nave, rápidamente se vistió de monja y corriendo se puso en la fila del obispo y la monja alta. EL capitán: ¿Adonde va vuestra excelencia? El obispo: “A Cartagena de indias, su señoría”. EL capitán: ¿Vuestro nombre eclesiástico? La monja: “Sor Raimunda”. El capitán ¿Vuestro nombre eclesiástico? Zoila: “Sor Rita”.


Así pudo entrar Zoila a la nave, Sor Raimunda era una monja muy elevada y pensó que se la habían mandado de la comunidad para que ayudara al obispo, sor Raimunda vio en ella una forma de dejarle la mayoría de los trabajos que a ella le tocaban, como lavarle la ropa al obispo, hacerle la comida, limpiar la litera y biblioteca del capitán y asear las escaleras. Zoila estaba protegida de la lascivia de los marineros, por su uniforme de monja, aunque todos la miraban con muchas ganas, debido al meneo de sus caderas, que se insinuaba un poco por los pliegues de la falda. Zoila manejaba el tiempo por la evolución de su cuerpo, el día que se embarcó comenzaba a menstruar y sabía que exactamente comenzaría a menstruar dentro de 28 días. Los días de sol y mar, mar y sol eran monótonos, veía a los delfines saltando y a los peces velas persiguiendo peces más pequeños, las gaviotas con sus cantos chillones bulliciosos, la calma chicha y luego las brisas y grandes ventarrones, las grandes olas que lavaban la cubierta, los marineros secando la pólvora, salando la carne de cerdo y de res, los barriles llenos de vino, la misa dada por monseñor ayudado por Sor Raimunda. Sor Raimunda había sido criada en el temor del diablo, las brujas, el pecado original, el temor al cuerpo y la obligación

de maltratar el cuerpo para salvar el alma, todos estos temores explotados por las comunidades habían hecho de Sor Raimunda, un ser sado masoquista, era sádica con los que consideraba inferiores y masoquista con quienes consideraba superiores, creía que el mundo estaba hecho por castas fijas e inmutables, se había vuelto una lambona y mentirosa. Zoila al no tener padres y haberse criado entre primas y tías, había formado una personalidad de justicia y quería hacer coincidir las ideas con lo que hacia diariamente, cuando comenzó a menstruar sabia que las indias ya estaban cerca. Sor Raimunda la mandó adonde el capitán para que le diera unos masajes en los pies y en la espalda con aceite de oliva, pues el capitán se había insolado. Tocó en la litera del capitán y éste le dijo: “pase hermana”. Encontró al capitán boca abajo en pantaloncillos y rojo como una remolacha, Zoila le unto el aceite en la espalda y en la planta de los pies, el capitán dijo, gracias hermana. Zoila salió a la cubierta, vio

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las gaviotas y a lo lejos la gran selva, los grandes troncos arrojados por el río de la magdalena, y pensó si esa sería la entrada al paraíso terrenal, cuando vió un cervatillo al lado de la madre pastando tranquilamente, cuando de la rivera del rió corrió un caimán cogió el cervatillo por una pata y se tiro al rió mar que se inundó de sangre y vió aparecer la silueta de las aletas de los tiburones que pretendían arrebatarle el cervatillo al caimán. Luego observó la cercanía de un caserío de techos de palmas, la cruz sobre el techo y escuchó el repicar de las campanas. La llegada de un obispo era un gran acontecimiento, el obispo acompañado de dos monjas, los frailes que hacían las venias y los llevaron a un convento de techo de palma que refrescaba el ambiente; del barco bajaban las gallinas, las vacas, los burros, las mulas, los caballos, las patillas y los melones; bajaron los artesanos, carpinteros talabarteros, albañiles, joyeros, sastres, ceramistas, pintores, y una piara de cerdos. Zoila fue informada por Sor Raimunda de que dentro de un mes saldrían para Santa Fe en un champán. Zoila estaba como en un mundo de fantasías, lleno de frutas con sabores nunca sentidos, como la papaya, el caimito, el zapote, las guamas y los hombres que le abrían camino para que pasara y que la piropeaban. El champán lo tomaron en la bahía, era manejado por unos negros guineos, que no miraban a la cara. Se embarcó en una bahía o en un guafe que era llamado de las Ánimas; la selva se tragaba todo lo que pasaba, había una gran cantidad de palmeras y cocoteros, los loros que volaban y cantaban a la vez, las maria mulatas que perseguían al champán y Zoila les daba papaya, el chupa huevos con su canto alegre y tropical como la introducción a un ritmo nativo, los mil colores de verde de la bahía, algunas naranjas flotando entre los manglares, los flamingos en su vuelo majestuoso, los alcatraces sentados sobre las olas, los alcatraces que alzaban vuelo y se tiraban en picada y salían con un pez en la boca, la brisa marina que todo lo refrescaba, la cantidad de islas llamadas del rosario que vio a lo lejos, la entrada al canal que es la unión de las ciénegas y su conexión con el magdalena. El paso por caseríos con

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nombres como calamar y mompos, la llegada a barrancas, mucho después cuando el champán llegó a un meandro del río, se oyó el ruido de voces que cayeron sobre los pasajeros, eran indios llenos de ira dispuestos a defender sus territorios, el obispo cogió un mosquete y lo disparo contra un indio que murió en el instante, el obispo tomo la espada para defenderse pero un certero flechazo le atravesó la garganta y murió ahogado en su propia sangre. Sor Raimunda quedo petrificada, los negros bogas se tiraron al río y vieron el ataque como una oportunidad de alcanzar la libertad y volarse para el palenque donde conseguirían negras para bailar, llenarlas de hijos y convertirse en abuelos felices. Zoila fue despojada de su cofia y arrastrada por el pelo hacia la orilla del río. Sor Raimunda fue cargada en vilo y tirada hacia la orilla, los indios les amarraron las manos y se las llevaron selva adentro. Los indios las llevaron a una maloca, la maloca era habitada por cinco familias indígenas, que vivían en armonía. Las indígenas las miraron con mucha curiosidad y les tocaban el pelo, que no era tan lacio como el de ellas y comparaban el color de la piel. Les dieron chicha, carne ahumada de manaos y las indígenas las seguían mirando con mucha atención y mas curiosidad. Por medio de señas les dijeron que tenían que seguir hacia otra región pues esa maloca era solo como un sitio de descanso, atravesaron la cordillera pasaron por desfiladeros, y cuando se dieron cuenta ya estaban casi tan desnudas como las mismas indias. Zoila pensaba si ese seria en realidad el paraíso terrenal. Después de cinco días de camino, llegaron a un poblado indígena, donde tendrían que vivir y escoger marido. Entre los indios que hicieron la emboscada al obispo estaba Quindío, hijo de Quindío y Colibrí hijo de Juan de la cosa hijo; Colibrí fue quien tomo a Zoila por el pelo y la saco de las flechas que caían, lo mismo hizo Quindío con Raimunda, el primer indio salvaje que vio Zoila fue a Colibrí y el primero que vio Raimunda fue a Quindio.Tanto Quindío como Colibrí fueron los protectores y educadores de ambas


y les enseñaron como andar por la selva y como orientarse, Colibrí manejaba un castellano bastante rudimentario pero era suficiente para entenderse con Zoila, cuando llegaron al sitio donde vivían los indígenas, Zoila comenzó a sentir aires de libertad, pero una libertad que había que irse ganando cada día, aprendió a escuchar los sonidos de la selva, el del huracán, el cantar de los diferentes pájaros y aprendió a identificarlos, el sangre de toro que era completamente rojo, el pájaro grande que tenia dos plumas largas en la cola que se unían por una pluma, que era azul intenso entre los ojos y parte de la cabeza y el resto del cuerpo era verde, había otro de igual forma y tamaño pero de color marrón, los diferentes tamaños de colibríes, el cóndor que todos los días traia al sol y luego se lo llevaba por las tardes, el tigre que mostraba sus manchas entre el follaje deseando atrapar a los manaos, las corales falsas y verdaderas, los osos de anteojos, los micos aulladores, los perezosos, las zorras chuchas cargando a sus hijos dando ejemplo de maternidad comprometida, el olor nocturno de las flores blancas, el canto y el paso raudo de los murcielagos frugíferos y de los vampiros en busca de animales dormidos de sangre caliente. Zoila fue poco a poco conociendo la libertad de la selva donde el ser humano era otro animal, lleno de deseos y de necesidades, se fue dando cuenta de que el vivir es algo sencillo y que se puede ser feliz en algunos instantes que solo se necesitan otros seres humanos para el disfrute cotidiano y que lo importante es siempre el momento del disfrute presente. Colibrí y Quindío cazaban para ambas y ellas se dedicaban a cocinar, pero no sabían hacer fuego y la hermana de Colibrí les enseño que tenían que ser palos muy secos y de madera fina y tenían que hacer movimientos rápidos y constantes hasta que al fin salía humo y luego se prendían las hojas que previamente habían desmenuzado. Cuando Colibrí o Quindío aparecían con los manaos tomaban sus cuchillos de obsidiana y comenzaban a cortar el manao por el vientre y se dedicaban a despellejarlo y a sacarle el cuero del todo, lo salaban y luego lo secaban al sol y con este cuero hacían taparrabos. Colibrí sabia que Zoila y él serian

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grandes amigos y compañeros. Zoila entendía que Colibrí era muy especial con ella, así que se fueron queriendo poco a poco hasta que terminaron durmiendo juntos, y Raimunda terminó haciendo lo mismo con Quindío, hasta cuando ambas comenzaron a tener una barriga enorme y la mamá de Colibrí les dijo que cuando sintieran los dolores del parto se fueran hacia la quebrada y se metieran hasta el ombligo en el agua, que se abrieran de piernas y pujaran duro hasta que no pudieran aguantar más el dolor y que respiraran profundo, que ella, Yanuba, estaría ahí con ellas esperando la salida de los niños, así lo hicieron y ambas tuvieron partos felices y se dedicaron a la crianza de los niños; el de Zoila era un varón y el de Raimunda fue una niña, a Raimunda le quedó gustando parir y tuvo otras dos niñas posteriormente. Yanuba le aconsejaba que tomara las hierbas para evitar tener hijos todos los años pero Raimunda no le hacia caso. Zoila si era muy obediente. Los niños crecieron sanos y felices y comenzaron a gatear y a empinarse y a agarrarse de las guaduas del bohío comunal. Hubo una reunión de ancianos y se decidió que como Zoila había aprendido rápidamente el Quindo, les podía servir como lengua y además confiaban plenamente en ella, debía ir a un poblado donde estaban los españoles y espiar para ellos cual era la intención de los conquistadores con relación al oro que ellos sabían que se encontraba en los ríos de la región donde ellos habitaban y de las minas que ellos previamente habían descubierto y utilizado por muchos años como las salinas. Debido al contacto entre los indios y los españoles, había trueque de gallinas por frijoles o aguacates, papas, ajíes dulces y picantes. Zoila que era una gran cocinera deseaba mezclar los huevos de gallina con las papas, los pimentones y los ajíes picantes con el cuchillo de obsidiana picaba las papas, les agregaba manteca de manao en una olla, agregaba los pimentones y la sal y obtenía una especie de torta, pero sabía que le faltaba la cebolla y la pimienta. Zoila al ser enviada a la población donde estaban los españoles a averiguar cuales eran sus intenciones futuras con relación a la tribu, tenia

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que aparentar ser una verdulera y llevó al poblado, con la ayuda de Colibrí y otros indios: aguacates, frijoles, ajíes, papas, carne de manaos salada. Iba siempre acompañada de Colibrí y otros tres indios, llegó por la noche. Carmelo era un gitano que vivía con una india, aunque estaba prohibido para moros, judíos y gitanos pasar a las indias. Estos se las arreglaban para hacerlo. Carmelo era un ser muy libre y lúdico, la mujer del alguacil había llegado a las indias junto con Carmelo, pero el conquistador Álvaro Fernández se había prendado de ella, la había hecho su esposa oficial y Rosmira por facilidad y por tener una vida cómoda aparentaba quererlo, pero su gran amor había sido Carmelo, aunque él no le aseguraba ningún futuro, según ella. Carmelo tenía una fonda, donde vendía comidas a los viajeros o hacía servicios a domicilio, mientras las familias se adaptaban al poblado, era una fonda donde se podía pernoctar y tomarse por las noches unos aguardientes. Carmelo había montado una especie de peña taurina con un “tablao” donde se bailaban y cantaban sus aires flamencos y hacían el “zapateao” y el “cante jondo”. Álvaro Fernández había recibido de la corona unas diez mil hectáreas con todos los indígenas que ahí vivían, su obligación era tratarlos bien y cristianizarlos, cobraba impuesto en especies y tenían que trabajar para él. Los frailes hacían el trabajo psicológico del temor a Dios y de los pecados y que debían estar agradecidos de que don Álvaro se había preocupado por salvarles el alma. Fernández gustaba de llegar a la fonda en busca de indias para su gusto sexual, ahí, a esa pensión había llegado Zoila para no despertar sospechas. Cuando Fernández llegaba, Carmelo salía y daba ordenes de que le sirvieran el aguardiente que el quisiera y que trataran de mantenerlo por mucho tiempo en la fonda. Esta era la oportunidad que Carmelo utilizaba para visitar a Rosmira. Rosmira era una mujer de pelo


muy negro, ancha de caderas y usaba un crucifijo en el escote, Rosmira sabia que Carmelo tenía que amansarle una yegua a Fernández y que Carmelo iba por las noches a darle pasto a la yegua y se la llevaba a trotar en la luna llena. Rosmira se montaba en la yegua que ya estaba mancita y se iban los dos con la claridad de la luna, cuando Fernández iba a montar la yegua, Rosmira como buena gitana le ponía una espina entre la silla y el lomo y Fernández no podía montarla y se iba enojado donde Carmelo porque la yegua seguía estando muy briosa, Carmelo le decía que esa noche iba por la yegua. Rosmira le contó a Carmelo que Fernández pensaba salir dentro de un mes hacia el río la vieja con una docena de españoles con caballos y perros para apoderarse de las minas, placeres y salinas que habían en la región, y utilizar a los indígenas como bestias de carga; además que llevaría a fray José para que le hiciera el trabajo ideológico. Zoila le llevó a Fernández su trago de ron, este la vio por primera vez le pregunto que de donde había salido, ella le contó que también era gitana y que era prima de Carmelo. Fernández pretendió tocar a Zoila y esta no aceptó. Fernández al verse rechazado le dijo que a él, ninguna mujer lo rechazaba y que si él quería le daría siete coñazos. Zoila le dijo que no era una mujer de problemas, pero que si él la tocaba se vería en la necesidad de chuzarlo y le mostró el cuchillo de obsidiana. Fernández se calmó y se extrañó de que una gitana usara un cuchillo de obsidiana, le preguntó que como había conseguido el cuchillo de obsidiana y ella le respondió que por trueque de unos espejos con un indio. Fernández se echó a reír y recordó el papel de los espejos que utilizaron los españoles con los indios, sabía que los espejos nos repiten como en un acto sexual pero invertidos, y entendió la función desempeñada por los espejos en la conquista. Carmelo le contó a Zoila sobre los comentarios de Rosmira, y le dice que se cuide de Fernández porque es un tipo con mucho poder en la región y que no se deje ver en compañía de los indios, porque Fernández puede

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hacerla detener y hacerla averiguar por el santo tribunal de la inquisición por tener un arma que sólo usaban los salvajes. En el poblado, la semana santa es de recogimiento y de procesiones. En la procesión de san Simón los indígenas de la encomienda de Fernández sacan los animales que por medio de rezos se les han curado, los pintan de colores con extractos de plantas, como achiotes y pepas de aguacate y hacen desfiles de animales, como caballos, burros cerdos, gatos, perros, en agradecimiento no se sabe si a San Simón o a los propios dioses de la selva; la procesión terminó con una enchichada. Las familias de españoles y mestizos hacían dulces porque había muchas siembras de cañas y trapiches donde sacaban miel, melcochas y panelas. A las panelas les molían cocos y sacaban panelas de coco, los indígenas y algunos negros desfilaban, bailaban con unas gaitas hechas por ellos a partir del palo amarillo que es una especie de balso, le sacaban el corazón de balso a la rama y quedaba hueca y le hacían huecos perpendiculares con tizones y obtenían gaitas que tenían sonidos según el numero de huecos que le hicieren a la rama. A la gaita macho le hacían dos huecos y a la hembra le hacían cuatro, en un extremo le ponían una mezcla de carbón molido con cera de abeja, le hacían un orificio a la mezcla y le ponían una pluma de pato macho. Estas gaitas daban unos sonidos muy alegres, y los negros hacían sus tambores africanos y les sacaban notas muy gruesas. Los indígenas hacían sonar sus ocarinas con melodías suaves y agudas. Zoila enviaba a Colibrí para que informara que dentro de cuatro lunas, los españoles iban a atacar su tribu y que prepararan la emboscada, además le recomendó a Colibrí que se consiguiera cuatro perras en calor para despistar a los perros que iban a llevar consigo los españoles. Además les informó que el único que lleva armadura era Álvaro Fernández. Los españoles salieron según el tiempo acordado, los indígenas sabían que tenían que obligarlos a entrar en la cañada y ahí darles su merecido, pues era ahora o nunca, los doce españoles iban montados en caballos muy briosos y hermosos, eran caballos árabes traídos de Andalucía y esperaban que las yeguas parieran para tener unas

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buenas crías de esos hermosos caballos, cada español llevaba un perro, después de recorrer el valle divisan a lo lejos las riveras del río La Vieja, esa noche se quedaron en sus orillas y montaron ahí un campamento, le dieron de beber a las bestias y los pusieron a comer pasto fresco cerca de la playa del río. Álvaro Fernández revisó el plan pues no deseaba ser sorprendido ni dejar ningún cabo suelto, si el lograba encontrar las minas tanto de sal como de oro y los placeres, esto le daría mucho mas poder y podría regresar a España como un gran potentado. Al amanecer decidió seguir la pista de los perros, esos perros fueron entrenados para husmear seres humanos a distancias de dos kilómetros, de pronto los perros se agitaron y comenzaron a guiar a los españoles por una quebrada muy angosta, mientras los indios les tiraban pedazos de carne a las perras para que no se alejasen en y atrajesen a los perros, los indígenas eran unos cincuenta, sabían que cada español podía acabar con cinco indígenas desde su montura y con la ayuda de los perros y sus truenos y las largas espadas que manejaban a la perfección y también usaban una especie de maquinas de arco llamadas ballestas, cuando los españoles entraron a la cañada, se dieron cuenta de que habían caído en una trampa y pretendieron regresar pero una lluvia de flechas envenenadas les cayo encima y comenzaron a desorganizarse pues no pudieron ver de donde salían tantas flechas. Al verse sorprendidos sacaron las espadas y los indios no aparecieron, pero siguió la lluvia de flechas y de lanzas, los perros no obedecían por andar detrás de las perras, Álvaro gritaba suelten los perros y retirada, seis españoles cayeron fulminados por la lluvia de flechas, los españoles lograron salir de la emboscada y cubrirse, no se movía una sola hoja en la espesura, los indios que se habían camuflado con árboles que habían cortado en el camino, también se retiran, Don Álvaro al ver que ha perdido la mitad de sus hombres decidió voltear grupas y se devuelve, para en un futuro pensar en una mejor estrategia. Fray José le aconseja


que es mejor que haya contacto entre ellos y los indígenas y que penetre pero en son de paz. Álvaro descubre que alguien debió informarle a los indígenas, y notaba la influencia de la cultura española, con la táctica de las perras. Fue a la fonda de Carmelo y comenzó a indagar por las personas que la frecuentaban, pero no pudo explicarse como se enteraron, con tanta exactitud de su salida y como le prepararon la emboscada con tanto éxito. En la fonda esa noche había un “tablao”, Carmelo y Zoila cantaban y bailaban y zapateaban de una manera muy rítmica y acompasada. Álvaro con tres guardas patea la mesa y grita, paren la fiesta hijos de puta, no ven que acaban de matar a seis de mis mejores hombres, esos malditos salvajes. De ahora en adelante este antro será sellado porque de aquí salio la información de mi salida al río la vieja. Ustedes dos Zoila y Carmelo, gitanos hijos de puta quedan detenidos hasta que confiesen su participación en la emboscada. Aquí yo soy la ley y los puedo hacer ahorcar o pasarlos al garrote o acusarlos ante la inquisición de impedir la conversión de los indios. Zoila y Carmelo fueron puestos en el cepo, pero esa misma noche un grupo de indígenas quemaron la iglesia y en el desorden liberaron a Zoila y a Carmelo. Álvaro Fernández entiende que la única persona que sabia de su salida era Rosmira, ahora iba a su casa que ya es un semi palacio y busca a Rosmira por todas las piezas, le pregunta al ejercito de indias y negras que tenia de sirvientas por Rosmira y nadie le da razón, va a la caballeriza y encuentra que su yegua azabache no estaba, entiende que Rosmira se ha fugado con Carmelo. Los indígenas quedaron en posesión de seis hermosos caballos y los doce perros, por trueques con los gitanos, consiguieron tres yeguas y comenzaron a hacer cruces y obtuvieron lo que serian los caballos criollos. El oidor don Melchor Urruchurtu llega a la población que ya era famosa en las indias, se entera de la situación y procede a hacerle un juicio de residencia a Don Álvaro Fernández, el oidor lo acusó de descuido y maltrato a los indígenas, poca preocupación por salvar almas de los salvajes, pero lo peor fue la perdida de seis buenos y experimentados 93


soldados de su majestad el rey y además era él el que debía dar ejemplo de buenas costumbres y no lo hizo; pues se enreda con una gitana, casándose con ella pudiendo haberlo hecho con una castellana o andaluza cristiana vieja, además al saber que los gitanos, los moros y los judíos por sapiencia de su majestad y por potestad conferida por su santidad el papa estaba prohibido que esos herejes llegarán a las indias, y aclara que los gitanos no por herejes sino por tramoyeros, mentirosos, badulaques, puñeteros y perezosos, menos podían pasar a las indias. Don Álvaro Fernández es condenado a entregar sus tierras y títulos y es enviado a la capitanía de Venezuela, con posibilidades de ser recluido en Cádiz. Fray José se acerca al oidor Urruchurtu y le comenta que el nunca estuvo de acuerdo con los métodos de don Álvaro, ni con sus licencias a los gitanos; le expone que siendo él, don Urruchurtu conocedor de las leyes de indias y de las siete partidas donde hay leyes especiales bien definidas para cada casta, que si él le permite él subiría donde esos salvajes y encontraría la forma por medio de los evangelios y no por las armas de traerlos por el buen camino y que estén al servicio de las necesidades de su majestad el rey, y para en engrandecimiento espiritual de las indias. Fray José entendía que toda cultura por muy cerrada que fuese tenia grietas y que esas grietas podían ser penetradas por la sabiduría de los evangelios, como había pasado con el imperio romano y con los bárbaros; ahora él creía que estos bárbaros ingenuos, amantes de los animales, el sol y la luna había que llevarles la luz del evangelio. Entre los indígenas comenzaba a darse vínculos comerciales con los españoles y ellos comenzaban a cultivar verduras traídas por los españoles como las berenjenas, ajos, cebollines, pimientas y alcachofas. Zoila era una amante de la cocina y hacia platos de su propia inspiración, cultivaba cebollines y los abonaba con estiércol de las yeguas y caballos, lo mismo que las berenjenas, con las berenjenas hacia huevos con berenjenas, motes de berenjena, también cabezas de gato que era

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plátanos cocidos majados con ajo, cebolla, ajíes y pedazos de chicharrones fritos. Al fin pudo hacer lo que ella denominó su torta, que era con papas bien picadas, sal, un poco de pimentones dulces, mucha ahora sí, cebollas cabezonas, manteca y todo lo freía al carbón, entendió que para poder hacer su torta, previamente se tenía que dar el descubrimiento de las indias. Raimunda se había convertido en un problema para la tribu, lo que cocinaba inconscientemente lo quemaba, seguía siendo chismosa, embaucadora, perezosa, quería que todos le sirvieran a ella y se las daba siempre de víctima. Había tenido tres hijas con Quindío, pero las descuidaba, no se preocupaba por su alimentación y siempre estaba ausente física y mentalmente del hogar comunitario. Los indígenas, la conocían y la mantenían aislada, en una reunión de ancianos propusieron expulsarla de la maloca por su mal ejemplo para la tribu. Cuando fray José subió a la cordillera en una mula, con una gran cruz donde estaba Cristo crucificado, una imagen de la virgen María y un hisopo con una botella llena de agua bendita, los niños indígenas le hacían romería y barra, Fray José les acariciaba la cabeza y estos salían corriendo detrás de la mula. Cuando Zoila lo vio, hizo entrar a su hijo, y pretendió no haberlo visto, Fray José la saludo desde la mula, Zoila se puso a barrer, como si fray José no existiera. Cuando Raimunda vio a fray José hizo un gran alboroto, se arrodillo, le beso los pies y le dijo que el era el arcángel mandado por el señor a salvarla a ella de esos salvajes y de ese monstruo ateo que era su marido. Fray José la consoló y le dijo que no desesperara que el señor nunca se olvida de sus hijos y que el que mas sufre es mas querido por él, que vivimos en un valle de lagrimas, pero que en la otra vida vendrán todas las recompensas, que ella con esas tres niñas tan lindas era una privilegiada del señor. Raimunda le dijo que ella sufría mucho porque sus hijas no estaban bautizadas y vivían dentro de esos


bárbaros, y le pidió a fray José que las bautizara. Fray José le dijo que el la llevaría con sus tres niñas al poblado para darles el bautismo en la pila bautismal como ellas se lo merecen. Y que les conseguiría los padrinos adecuados. Fray José dice misa ayudado por Raimunda, con el hisopo riega agua bendita y los niños se ponen a jugar y a correr para que les eche agua en la cabeza y en la espalda. Fray José se va con Raimunda hacia la población, los ancianos la ven partir felices de deshacerse de ella, pero con dolor por la perdida de las tres hijas de Quindío. Fray José va feliz por haber rescatado para el señor cuatro almas, pero su íntimo deseo es cristianizar y salvar a toda la tribu. Raimunda rápidamente se adapta a la vida casi religiosa de lamer y vivir sin hacer nada, pero con el deseo de conseguir bienes materiales, se le ocurre montar una prendería. La prendería de Raimunda es exitosa, todos los borrachos le dejaban oro, joyas, ruanas, sombreros, caballos, mulos, pelucas y Raimunda se los entregaba después de haber esquilmado a sus dueños, las tres niñas comenzaron a ver esta conducta de su madre como algo normal y justificable. Quindío se presentó con una caza de tres manaos para la tribu cuando se enteró de que Raimunda se había llevado a las niñas. Quindío bajó a la población en busca de sus hijas, llegó donde fray José y este le dice que Raimunda es una santa y que con su trabajo ha traído prosperidad a la parroquia que lo felicita que ya sus hijas son cristianas que tienen buenos padrinos y que no se las puede llevar porque ellas necesitan educarse en la religión y en los sagrados mandamientos de la santa madre iglesia. Las hijas de Quindío lo ven y salen huyendo, le dicen que no lo quieren volver a ver, Quindío pretende hablar con Raimunda y esta le cierra las puertas; Quindío levanta las puertas a patadas y fray José hace traer a la guardia y Quindío es conducido a un hueco con techo que tienen los españoles por prisión, le tiran una pala para que entierre sus propias materias fecales. Quindío nunca quiso a Raimunda, se acerco a ella por

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inercia, por compasión, por posiblemente pretender ayudarla, se dio cuenta ya muy tarde que no hay actos triviales que cualquier acto que hagamos profundamente nos compromete. Quindío se da cuenta que el esta a unos cinco metros debajo del nivel de suelo, que el techo de palma lo protege del sol, pero no de los ventarrones lluviosos, siente mucho frió por las noches cuando siente que algo encima comienza a hacer ruidos de un animal enjaulado, por el olor sabe que es un tigre. Por la mañana puede ver al tigre enjaulado que esta sobre su cabeza, las manchas hermosas y su bello pelaje. El guardia le dice que ese tigre que tienen ahí lo han capturado como a él, y que él tiene que pagar por la muerte de los soldados del rey, podemos dejar a este tigre sin comer bajarle la escalera y que será feliz cuando el tigre se lo coma, pues se convertirá en parte del tigre, como es el deseo de todos ustedes los salvajes que creen que el espíritu lo tienen en los animales, mira lo bueno que somos, te vamos a convertir en tigre el animal que ustedes veneran, cuando el tigre te coma. Colibrí al enterarse de la situación decidió ir a rescatar a Quindío con diez valientes, estos llegaron al pueblo, ahora ya tenían caballos de crianza y de truque con los gitanos, dejan los caballos cerca, le tiran un dardo al guardián, lo duermen, sacan al tigre liberan al animal que se fue feliz hacia el monte, tomaron la escalera y liberaron a Quindío, a la primera persona que vio Quindío fue a Zoila de Palos se abrazaron y cabalgaron felices, todos comenzaron a cabalgar hacia la cordillera. Los indios sabían que la colonización es una realidad a la que ellos se negaban a sucumbir, por eso se aferraban a sus costumbres, su lengua, sus danzas y sus comidas; y con el consejo de los ancianos se prometieron tratar de no dejarse imponer los valores de los españoles, en lo que más pudieran. Quindío dijo: “El problema es fray José con la terquedad de su dios único, la virgen que parió y siguió siendo virgen, lo que me parece una tontería, las tres divinas personas que son tres pero son diferentes, eso no

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forma a nadie, porque yo veo que ellos son falsos, mentirosos tramposos y ladronees de inmensas cantidades de tierra. Cuando aparezca por aquí fray José lo empelotaremos, le daremos látigo a la mula para que vuelva en pelotas al poblado y lo tomen por loco.




Bo ocor



Pedro Nel Ospina Gómez, nació en Salento Quindío, en febrero de 1947. Fue bachiller del colegio Robledo de Calcará en 1969. En el año 1976 se licenció en Lenguas Modernas en la Universidad del Quindío, luego adelantó estudios en metodología del francés en Dijon Francia, y en el año 1983 estudio Metodología de la enseñanza del Francés en la Universidad de Lava, Canadá. Durante varios años se desempeñó como profesor titular de la Universidad del Quindío. Su vida profesional se caracterizó por la producción intelectual, escribió diversos libros, entre los que se encuentran: La prensa y el español (1989), La enseñanza de las lenguas en la básica de Colombia (1999), Cinco módulos de ingles parael pregrado de Ciencias de la Información

y la Documentación (1990). También escribió diversos artículos entre ellos 15 artículos en la revista cuadernillos de la comunicación volúmenes 1-15, Artículos sobre la reflexiones de la lengua en el periódico “la Crónica” (1997-1999), Artículos y trabajos para promoción en el escalafón. Además adelanto las siguientes investigaciones: El lenguaje familiar y branche en los jóvenes franceses, La competencia argumentativa en los alumnos de 6° grado en los colegios del departamento del Quindío, La interdisciplinariedad al servicio de la enseñanza de la lengua.


Los movimientos telúricos ocurridos en esta región y el choque y separacion de las placas tectónicas, en la Cordillera Central, crearon inmensas grietas subterráneas que en ocasiones formaron túneles que comunicaban los territorios de los Quindos con los territorios de los Pijaos del Tolima. Estos túneles fueron utilizados por los indígenas de ambas regiones, principalmente para el comercio y el trueque de productos agrícolas y artesanales. Muchos de los emigrantes de la región de los bosques de niebla que a causa de la explosión del gran volcán y nevado del Quindío, que era el mas alto y el mayor de la cadena de volcanes y nevados que conforman hoy el parque de los nevados, usaban

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dichos túneles para comunicarse con las tribus del Tolima y transportar por ellos sus productos. En esos túneles y grutas se alojaron muchas familias de Pijaos y Quindos. A la llegada de los conquistadores españolas estos túneles servían de escape y refugio a los indígenas de ambas regiones en sus huidas de los invasores españoles. Cuando los españoles perseguían a grupos de indígenas por la cordillera para hurtarles sus pecheras, brazaletes, narigueras y aretes de oro, o


cambiárselos por espejos, sucedía que en las cercanías de las grandes rocas blancas, los indígenas se esfumaban como por arte de magia y los españoles, enloquecidos buscaban por todas partes, sin que apareciera rastro alguno de los escurridizos indios, parecía que la roca se los hubiese tragado o que un brujo ayudado por los inmensos espejos naturales de la roca quisiera cegarlos para confundirlos y hacerles perder el rastro de los astutos y truqueros indígenas. Existen en la actualidad trochas y caminos que utilizan muchos caminantes y turistas para acceder a la entrada de la roca de Peñas blancas. Algunos llevan antorchas y linternas para ahuyentar a los murciélagos y penetrar en la

entrada del túnel. Cuentan algunos que llegan hasta un agujero estrecho y lanzan una piedrecilla que suena y suena, como rodando por escaleras, hasta cundo se pierde su eco en la distancia. Carlacá, cacique de los Pijaos era un gigante musculoso y moreno de nariz aguileña, ojos penetrantes, boca grande y dentadura perfecta y blanca, cabellera negra lisa y abundante que sostenía con una diadema de oro. Su carácter era recio y rebelde y aunque era muy generoso con sus súbditos, era rencoroso y vengativo con sus enemigos. Nunca se rindió al dominio español. En su rebeldía criticó y atacó duramente al cacique Combeima del Tolima quien era cacique de los Coyaimas y Natagaimas y quien se

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casó con una rubia española. A causa de este evento, Carlacá juro venganza por la traición que cometía Combeima al aliarse con los españoles. De tal suerte que cuando Combeima tubo su primer hijo, Carlacá lo mando secuestrar, descuartizar, asar y se lo envió en una bandeja, como signo de declaración de guerra. Ante tal ofensa, Combeima y los españoles fueron a Peñas Blancas, armados con truenos, lanzas y flechas para acabar con los Pijaos y Carlacá. La batalla fue cruenta y hubo muertos de ambos bandos, pero Combeima y los españoles eran mayoría y diezmaron de tal manera a los

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Pijaos, que sólo quedaron las mujeres, los ancianos y los niños. Estas familias salieron del túnel, se ubicaron en la cima de la roca y esta se desplomó, muriendo todos los indígenas. Parece ser que había un acuerdo entre el pueblo Pijao y la roca de Peñas Blancas, para que, en caso de ser aniquilados, entregar sus cuerpos a la montaña y rondar por siempre con sus espíritus cuidando el tesoro del cacique. Cuentan los habitantes actuales de la región que el Jueves Santo de cada año, en la noche se ve una luz resplandeciente moverse a través de roca, pero que cuando se aproximan, esta desaparece y sólo se siente un


viento recio y el murmullo de muchas personas que se lamentan. La batalla duró una noche y un día y Don Baltasar, como se hacia llamar el cacique Combeima avanzaba como un loco desollando Pijaos, con tal fuerza que llegó a ensartar ciento cincuenta en su lanza, por consiguiente si avanza quedan todos ensartados en su lanza, y decía : “Lanza, no te vayas a caer porque ahí vienen los Pijaos”. Un guerrero coyaima hirió de muerte a Carlacá, a pesar de su pechera de oro macizo, Carlacá tomó al guerrero por la cabeza, lo aprisionó contra su herida y le hizo beber la sangre que salía a borbotones de su pecho, hasta hacerlo

morir ahogado. Desde ese momento, más o menos las cinco de la tarde de aquel día, en adelante se produjo un eclipse de sol. La tierra se oscureció y comenzó un terremoto que anunciaba la muerte del cacique Pijao, quien permaneció, sin vida recostado a una roca en actitud guerrera, por eso los enemigos no se atrevían a acercársele. Desde entonces ha habido excursiones de expertos, nacionales y extranjeros en búsqueda del tesoro de Carlacá y se han tejido miles de historias y leyendas sobre el tesoro, Mito de Peñas Blancas.





Pedro Antonio Arenas Rodríguez, nació hace 58 años, en la vereda San Juan de Carolina, limites entre Armenia y Salento, cerca al Sena Agropecuario de hoy. Sus dos primeros años los hace en el campo con su mamá, que fue maestra. Luego, los otros tres años de la adecuación básica, los hizo en la escuela Simón Bolívar de Armenia. La educación media la cursó en el seminario San Pio X de Armenia, donde se graduó de bachiller en el año 1967. Empiezo carrera universitaria en la universidad del Quindío, haciendo los básicos de Ingeniería Civil, continuando por

transferencia en la Universidad del Cauca, donde se graduó como Ingeniero Civil en el año 1975. Durante 22 años fue profesor de Ingeniería Civil y Topografía de la universidad del Quindío, jubilándose en diciembre del 2004. Ha tenido oportunidad de ejercer su profesión, como empleado público en el departamento del Quindío y como ingeniero particular en diferentes obras y en la reconstrucción de viviendas post-terremoto. Escribir es una de sus pasiones, en algunos medios y a nivel de ejercicio particular.


Don Braulio Gómez Arango, viejo descendiente de los colonos del Quindío, narra a sus nietos, la historia que recibió de Don Juan Suárez (primo de Don Alejandro Suárez, Fundador de Armenia), de la siguiente manera: “Miren Carlos y Esteban, en atardeceres espectaculares, como el de hoy y en la casa principal de esta finca; herencia de la familia; nos sentamos mis hermanos y yo al pie del árbol grande de balso, a escuchar a nuestro vecino, Don Juan Suárez, que nos hablaba de la historia de nuestro país y de las épocas desde la independencia hacia acá y de como transcurría ese desarrollo en el Quindío”. Abuelo dice Carlos: “ ¿Por qué la casa principal? ¿Luego la casa principal no es esta?”. “No hijo, esta es una casa moderna, con la arquitectura colonial europea, construida hace pocos años. Además, esta casa tiene mejor ubicación, aquí puede uno recrearse con el paisaje y a través de observar platanales, cafetales y guaduales, pintar en la mente, una acuarela natural; bordeando el río Espejo; con fondo de Armenia en todo su esplendor. También la comunicación con la carretera de Armenia a Pueblo Tapao es de menor recorrido y está en

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mejores condiciones”. “Bueno jovencitos”, replica el abuelo de nuevo, “no nos desviemos del tema y empecemos. Nos decía Don Juan Suárez, que por allá por los años de 1800, había en el país un descontento general, debido a los abusos de poder de los Españoles y al maltrato, persecución y muerte a que fueron sometidos indígenas y mestizos que no estuvieron de acuerdo con ellos, además del saqueo a que tenían sometida nuestra patria, desde la época de la conquista”. “Abuelo”, dice Esteban: “¿y era que no había sino españoles en el poder? “Efectivamente”, responde el abuelo Braulio, “hasta ese momento, este nuestro bello país era gobernado por los Españoles y además este querido Colombia era propiedad de ellos y de algunos pocos colombianos, nacidos de la mezcla de las razas Española e Indígena, que se llaman, como hemos dicho mestizos”. Interfiere Carlos: “Abuelo, en esa época, ¿como eran las cosas en el Quindío?” “Hijos, continuemos, completemos la idea y llegamos al Quindío. De


ese descontento general hubo el 20 de julio de 1810, un incidente en Santafé de Bogotá, en un negocio de un español entre este y un criollo (colombiano), por la compra de un florero, recordamos. Ese episodio, encendió la llama, de lo que fue para nosotros los colombianos, el principio de la lucha definitiva por nuestra independencia del poder colonizador Español. Aquí comienza el ciclo definido por la organización del ejército Libertador, que a través de batallas, luchas y triunfos, enmarca la gesta y epopeya de libertad del Yugo Español. Fue una guerra, sin cuartel, que duró aproximadamente nueve años y que involucró, hombres preparados en todos los aspectos y que con un profundo amor por el país, la libertad, el orden y la justicia, se entregaron hasta traspasar fronteras y defender una América Libre. Recordamos, resaltamos y exaltamos de esa pléyade de líderes a José Acevedo y Gómez, Antonio Nariño, Francisco de Paula Santander,

José María Córdoba, Atanasio Girardot, Antonio Ricaurte y muchos otros, unos intelectuales y otros guerreros que junto a extranjeros americanos de la estirpe de Simón Bolívar, Francisco José Miranda y Antonio José de Sucre, escribieron con mayúsculas la historia colombiana de esa época”. Interrumpe Esteban: “¿Abuelo no había mujeres en esa época, que no estuvieran de acuerdo con los Españoles?”. “Claro hijo, se me olvidaba recordarlas, hubo tres mujeres principalmente, muy importantes, que lucharon hombro a hombro con los hombres por la causa de la libertad y que representaron a todas las mujeres de la patria. Ellas fueron Manuela Beltrán, Policarpa Salavarrieta y Antonia Santos. También merece exaltación Manuelita Sáenz que aunque extranjera (ecuatoriana), fue baluarte al lado de Simón Bolívar. Ahora sí, llegamos al Quindío. ¿Que había? Desde épocas de la conquista y dado que los Españoles habían llegado a Cartago, Cali, Popayán; que fue centro administrativo y de gobierno; y Pasto, existía el

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camino o trocha del Quindío, camino muy difícil de recorrer, pero que era el único según los historiadores que conectaba a Santa Ana de los Caballeros (hoy Cartago), con Ibagué y Honda, pasando por la balsa (hoy Alcalá), la meseta de Novilleros (hoy Filandia), Boquía y cruzando el rio Quindío para llegar a la meseta de Barcinales (hoy Salento) subir y pasar la Cordillera Central por el sitio Toche y luego bajar a Ibagué. Este camino sirvió para transportar mercancías y artesanías que llegaban de España al país por el rio Magdalena hasta Honda y Girardot, y a su vez para transportar el oro y las riquezas que se llevaron los Españoles por el rio Magdalena, principal vía de comunicación existente en esa época. Luego este camino hizo parte del Camino Nacional que comunicaba a Santafé de Bogotá, Honda, Ibagué con el Valle (Cartago – Cali) y con la provincia del Cauca, donde Popayán siguió siendo centro Administrativo y de gobierno, para el dominio territorial desde el centro hasta el sur del país.

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la humedad, de la manigua y bosques de niebla, no permitían en aquellos remotos tiempos las condiciones de vida que tenemos hoy, donde parece que hubo una transformación extraordinaria, para poder disfrutar de las características de las que gozamos hoy. Lo anterior se rectifica, sabiendo que en el camino del Quindío por los años que estamos refiriendo, 1800-1830 únicamente existían paraderos; con una sola casucha; en la balsa, novilleros, boquía, toche”. El abuelo Braulio, se acomoda en su silla de mimbre, artesanía que adorna el gran corredor y balcón, de la finca, donde están sentados y recalca: “Luis Carlos aprovechando que llegó y escuchó y como usted es muy bueno para los comentarios ¿Que nos dice al respecto?”: Luis Carlos, tío de Carlos y Esteban no pierde la oportunidad y comenta: “Cambiando de tercio; como se dice y se vive en la fiesta taurina (otra triste, folclórica y desafortunada herencia, que nos dejaron nuestros conquistadores españoles); no podemos hablar de todos estos temas y vivencias de nuestra nación en los comienzos de nuestra vida democrática, sin analizar algunos aspectos que aún hoy han sido legados culturales o mejor, vicios políticos de nuestra vida republicana. En los albores de los años 1820 nace propiamente nuestra vida de república y desarrollo de país libre, o mejor aparentemente libre ya que algunos criollos que lideraron estos procesos, políticos, económicos y sociales tenían mentalidades mas esclavizadoras, que los mismos Españoles.

En esta época de la independencia este camino nacional, unía a Popayán con San Juan de Pasto y por allí Bolívar se conectó con Ecuador, Perú y Bolivia. Por los años de 1800 a que nos hemos referido, según los historiadores, había en el país menos de 1.000.000 de habitantes y también afirman dichos historiadores, en el Quindío no existían reductos ni siquiera de nuestros antepasados indígenas Quimbayas, Pijaos, Quindos. Estos grupos indígenas que existieron en épocas Precolombina y de la Conquista, tuvieron varias razones para su exterminio. Otros entre ellos mismos se habían acabado en luchas y guerras por poder y dominio territorial o por posesión de princesas, y algunos historiadores concluyen que los últimos reductos de civilización existente, fueron eliminados por enfermedades y plagas, como también por desplazamientos masivos.

Pero lo más grave y notorio del principio de esta época del paìs, es el afán burocrático de muchos de nuestros líderes políticos por repartir el pastel (repartición de los beneficios del poder del Estado) y desde esos tiempos remotos federalistas y centralistas, continuaron a otro nivel el saqueo iniciado por los españoles.

Otro aspecto que se advierte, es que las condiciones del clima, del suelo,

Estos Centralistas y Federalistas en el último siglo han sido


representados por los liberales y conservadores, que muy bien realizaron la tarea de dilapidar el verdadero desarrollo del país y nos han postrado a intereses, mas colonialistas y esclavizantes como los norteamericanos”. El abuelo Braulio, se para de su silla, respira profundo y dice: “Carlos y Esteban mis queridos nietos, después de esto último que escuché de Luis Carlos, como decía por esa época Bolívar, al morir y parodiándolo ¨puedo bajar tranquilo al sepulcro¨. Porque yo nunca me había emocionado tanto, al relatar episodios históricos, y al escuchar un comentario tan acertado de la historia. Pero además porque les estoy transmitiendo a ustedes que son la prolongación de mi vida; mi sentir, sobre acontecimientos, que si desde esas épocas hubieran sido claros, estoy seguro, otro mucho mejor sería el desarrollo del país”. De nuevo Carlos repunta: ¿Abuelo y en el Quindío como se vivía ese nacer de la república? El abuelo responde: “Una vez más en los años 1820 hacia 1830 en el Quindío no existían ni civilizaciones, ni mucho menos cultura que pudiera perpetuar nuestra participación en el desarrollo de la región y el país. Seguía la brecha entre nuestros antepasados indígenas y el comienzo o los orígenes de lo que somos hoy. Después de 1830 por iniciativa de los gobiernos nacionales de turno, empieza otra época para el país, la de la colonización de las regiones, por parte de colonos criollos principalmente de otras regiones más avanzadas, con el ánimo de poblar y desarrollar el país. Aquí prácticamente nace el Quindío, como región importante, ya que Colonos antioqueños, tolimenses, Ya desde los últimos años de Bolívar, se había incentivado el mejoramiento del camino Nacional, sector del Quindío; y esto sirvió para desarrollar el comercio y otras actividades alrededor del mismo, con el crecimiento poblacional en toda su extensión. Se dice que presos de Panamá, Pereira u otros poblados fueron traídos a

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Boquía para realizar trabajos de mejoramiento del camino y construir viviendas. A partir de 1850 esa fiebre por posesión de tierras e inclusive por la guaquería en busca del oro, buscando zonas despobladas; mirando que nos habían dejado los Españoles; fortalece la inmigración de colonos nacionales hacia nuestras tierras quindianas y empiezan a fundarse los poblados, que hoy son nuestros municipios. El único poblado que existía en esa época era Salento, luego Filandia por el camino nacional y entre 1870 y 1910 se crean o nacen casi todos los caserios, que hoy tenemos como nuestros 12 municipios. Es importante recordar, que todos estos asentamientos humanos comenzaron perteneciendo a Caldas provincia de poder político y administrativo, con capital Manizales. Ya Caldas había dejado de pertenecer a la provincia del Cauca. También vale la pena hacer memoria de las dos formas de colonización, que se presentaron en nuestra región. La primera aquella realizada independientemente y a título particular por personas que fueron llegando al Quindío y se unieron en pos de la causa de posesión de tierras y del progreso individual, colectivo y de región. Esta forma de colonizar daba propiedad de las tierras, por explotación y posesión directa. La segunda aquella avalada por el estado, a través de la unión en sociedad o convenio de vallunos de la Paila con manizaleños prósperos y burgueses, convenio llamado Burila. Esta empresa aproximadamente empezó a operar por los años 1860, comprándole al Estado grandes extensiones de tierra, que luego comercializaba a través de oficinas estatales que hoy son las Notarías. Burila aportó bastante para el crecimiento inicial del Quindío, porque además de vender las tierras, también comercializaba elementos o productos de desarrollo agrícola y prestó asesoría a los productores del campo. Hablamos de los dos sistemas de colonización, porque hacia los años

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1920 – 1930, Burila entró en disolución y una de las razones, fue no tener acuerdos con los colonos independientes, a quienes querían imponer precios y procedimientos, para oficializar o legalizar sus tierras. Desde 1880 hasta 1930 el desarrollo generalizado en el Quindío, es acelerado principalmente en Armenia nuestra capital, puesto que desde finales de 1800 ya Armenia tenía la mayor población del Quindío y su progreso era incuestionable en todos los aspectos, con una clase dirigente emprendedora, con sentido empresarial y desde esos primeros años ya había inconformidad con el manejo centralista de Caldas en la forma de administrar. Por los años 1920 – 1930 se producen varios sucesos que además de dar un inmenso impulso al desarrollo y crecimiento de Armenia y el Quindío, marcan una huella imborrable para lo que es hoy, nuestro territorio quindiano. Estos sucesos fueron: La culminación de carreteras importantes que nos unen con el Tolima, el Valle, el Risaralda y con ello la llegada del automóvil a Armenia. La terminación del ferrocarril del Pacífico y el arribo del primer tren a Armenia. La introducción del Café al Quindío, donde rápidamente comienza a masificarse su cultivo y producción, de tal manera que en dos años el Quindío fue el mayor productor de café del país. Este factor desplaza otros productos agrícolas muy importantes hasta ese momento, como el maíz, el cacao, la caña de azúcar, que pasan a ser secundarios. Interviene de nuevo el tío Luis Carlos y apunta: “Resulta inevitable e irremplazable, hablar de los beneficios obtenidos


en el departamento del Quindío, por el monocultivo del café, como motor del desarrollo durante más de cinco décadas. Prueba de ello y como derivado de la superproducción cafetera en los últimos cuarenta años, fue la existencia de los Comités Municipales de Cafeteros y el Comité Departamental que conjuntamente con gobiernos municipal, departamental y nacional; jalonaron e impulsaron el crecimiento y desarrollo, principalmente de adecuación de servicios públicos básicos para la población, como vias rurales y urbanas, acueductos y alcantarillados, energía eléctrica, telefonía fija y móvil, además como complemento de ello el crecimiento y avance en educación, salud, servicios bancarios y financieros y el comercio en todo los niveles. Tenemos hoy, mis queridos sobrinos una capital que como ciudad intermedia, avanza hacia un desarrollo y progreso acordes a todos los inventos, adelantos y crecimientos del país y del mundo. Por lo que observamos, es notorio un estancamiento en lo que se refiere a desarrollo empresarial e industrial y que puede tener razón de ser; como uno de los motivos; el haber vivido muchos años, solo pensando y viviendo del café, como renglón básico de la economía. Igual podríamos decir de los municipios o la región quindiana, pero después de haber aparecido el turismo rural como uno de los factores de nuestro desarrollo, es incuestionable que se tienen otros elementos que han aportado a mejorar y crecer en muchos aspectos”.

lideres no han tenido ese arraigo de región que tuvieron nuestros primeros pobladores, nuestros abuelos y bisabuelos y sólo han demostrado apetito de poder e interés personal y ni siquiera han tenido un auténtico sentido de pertenencia. Ojalá los quindianos la recuperemos, pues bastante falta nos hace y tengamos un mayor sentido de unidad, para poder definir las verdaderas vocaciones de la ciudad y la región. Estoy convencido que con mejores lideres seríamos mucho más de lo que somos”. El abuelo vuelve y dice: ¿Luis Carlos que otras cosas nos comentas sobre el Quindío?, hijo y tío replican: “No hemos sacado partido de la inmejorable posición geográfica nacional que tenemos. Ojalá nuestros líderes municipales y regionales, empezando por nuestros gobernantes estén proyectando la región para cuando concluyan el túnel de la línea (obra inmensa en todo aspecto: de ingeniería, de desarrollo económico, de carreteras) para que no se enfrasquen en discusiones parroquiales, por apropiarse su autoría. No se quemen las pestañas, que esa obra es del liderazgo del gobierno nacional y nosotros solo somos observadores expectantes. Vuelvo a repetir, aprovechémosla, es una de las maravillas de la ingeniería nacional e internacional, digna de mostrar al mundo. Que nos sirva esta grandiosa obra a los quindianos para crecer, progresar, hacernos fuertes sea con turismo, empresa, industria, comercio”. Interviene de nuevo el abuelo y dice: “se me había quedado en el tintero un tema que tiene mucho que ver con lo que somos.

Esteban interviene: ¿y cuales son esos elementos tío? “Estos elementos los constituyen los parques temáticos, las fincas hoteles, los complejos hoteleros rurales y el incremento de deportes en ríos, parques recreativos, y mayor afluencia humana hacia los parques naturales. También es inaplazable, comentar que en los últimos años nuestros

Hagamos una reflexión de una época nefasta para el país y mucho más para el Quindío. Nos referimos a la violencia partidista de los años 50 – 60. Ojalá ese liderazgo macabro de guerrilleros, chusmeros y antisociales de todos los matices que tuvimos, nunca se vuelva a repetir, pero si que nos ponga a pensar y nos sirva para meditar, somos una raza pujante, 115


emprendedora que si en el pasado lideramos el terror y la maldad, podemos en el futuro liderar el progreso, el crecimiento de todos los factores y la grandeza en paz de nuestra región y porque no de la patria. Bueno hijos, creo que hemos hecho una muy buena reflexión y un buen relato sobre el Quindío en los últimos 150 años. Además la abuela nos llama a comer los frijolitos, remata el abuelo Braulio.

Referencias y consultas: Algunas personas conocedoras de la historia del Quindío, pero principalmente el texto Didáctica de la Historia y la Antropología del Quindío, de los autores: Jaime Lopera, Olga Cadena, Jaime Sepulveda y otros.

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Bo ocor Zoila de Palos



Bernardo Martínez Barrera Nació en La Calera Cundinamarca. Sus padres humildes y trabajadores, lograron educar a 14 hijos, hasta sacarlos profesionales a todos. Es el mayor de los hermanos. Habla Inglés, Francés, Latín y Griego. Toca el piano, armonio y órgano y es experto en el canto religioso y el canto gregoriano . El pregrado lo hizo en Economía y Finanzas, hizo maestrías en Administración Económica Financiera y en Docencia Universitaria. Se desempeñó como jefe de Estudios Especiales de Supercambios en Bogotá y se desempeñó

como profesor de Ciencias Económicas en la Universidad Libre, Universidad de las Américas, Universidad Inca de Bogotá y Universidad del Quindío. Su experiencia en ésta última fue para él la más grata, porque durante los 22 años que trabajó en ella amplió y perfeccionó los conocimientos en los campos de la economía se formó en el ramo de la docencia universitaria. Su labor como docente fue para él exitosa, se esmeró por formar a sus estudiantes en el amor por la lectura, el análisis objetivo frente a los hechos económicos y políticos y su papel en la transformación de la sociedad. Sus aficiones son la lectura, escribir, la música, la relajación y caminar al aire libre. .


Fue don Pedro Macías de la Cerda quien inició y estimuló la apertura de la trocha del Quindío que iría desde Ibagué hasta Cartago. Don Esteban Mejía, ciudadano español residente en Cartago, recibió informes de que en la hoya del Quindío existían varias minas ricas en metales de la región que saturaban las aguas del río La Vieja. Remontándolo con varios compañeros llegó a la desembocadura de los ríos Barragán y Quindío, por la ribera de este último, encontraron las minas situadas en la región de Nabarco. En septiembre de 1801, Alejandro Barón de Humboldt tuvo que pasar por el río utilizando el fangoso camino que comunicaba las colonias de Boquía y Salento y empleando trece días para llegar a Cartago. Por el Quindío pasaron varios de los héroes de la independencia. El 5 de Diciembre de 1810 Antonio Baraya y Atanasio Girardot salieron de Ibagué, cruzaron por la hoya del Quindío y llegaron a Cartago que era el terminal de su viaje. En el año 1815 ó 1816 (no se sabe el año preciso) el pacificador Murillo envió a los condenados por él, a abrir el camino del Quindío de Salento a Cartago mediante trabajos inhumanamente forzados. Los trabajadores estaban obligados a sus tareas sin más ración alimenticia que las míseras comidas suministradas por ellos mismos. Los granadinos eran obligados a dejar sus casas y familias por varios meses para trasladarse a lugares remostos y malsanos. El 25 de Enero de 1830 el libertador y presidente Simón Bolívar dictó un decreto

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ordenando la apertura de los Andes, denominado Quindío desde la ciudad de Cartago hasta Ibagué. Ello porque el sendero era muy estrecho; tenía de cuatro a cinco decímetros de superficie arcillosa, poblado de cañas de bambú y las raíces de estos gigantes arbustos destrozaban los calzados e los viajeros que se veían obligados a continuar el viaje descalzos, empleando entre diez y doce días de penoso recorrido. FUNDACIÓN DE BOQUÍA Y BARCINALES (NUEVA SALENTO). La colonia de Baquía se instaló con un número aproximado de cuarenta individuos, milicianos o presos mancos de los que trabajaban en el camino del Quindío que comunicaría Ibagué con Cartago. La fertilidad del suelo de la región del Quindío, atraía gentes de diferentes regiones del país que acudían para que el gobierno les adjudicara tierras. De donde más acudió gente fue de Buriticá, Antioquía. Ya en 1843 la colonia contaba con un buen número de casas. De allí las personas se internaban en los bosques cercanos en busca de los tesoros existentes, principalmente en las guacas o sepulturas de los indígenas. A los cinco años de fundada la colonia y por repetición de los vecinos, el Gobierno erigió el poblado en regiduría. El primer regidor fue José María Ramírez quien designó como su secretario a Vicente Henao.


Ramón Elías Palau, junto con otros destacados colaboradores, fue el primer y decidido impulsor de la nueva población.

LA COLONIA. Fundación de Armenia

El Río Quindío con el impetuoso caudal que le suministraban los impenetrables bosques aledaños arrasaba con frecuencia los cultivos de los pobladores. Por esta razón los vecinos resolvieron trasladar el caserío al sitio llamado Barcinales, donde el gobierno había creado una colonia en 1841.

Pasada la Guerra del 85 y derrotados los liberales en la antigua Santa Bárbara de Cartago, febrero 23, numerosos guerrilleros se vinieron a la selva del Quindío alucinados por el oro y donde no fueran perseguidos por el gobierno.

En la guerra de 1860 Barcinales convertido en paso obligado de las fuerzas armadas por poco desaparece; solamente quedaron ciento sesenta habitantes.

Jesús María Ocampo tenía que viajar por largos caminos desde su finca cercana al actual aeropuerto El Edén hasta Calarcá o Salento a comprar productos para su sustento. Cuando viajaba a Calarcá tenía que desafiar la impetuosa corriente del río Quindío que en alguna ocasión puso en grave aprieto la bestia que llevaba. Esto le inspiró la idea de construir un puente que se convirtió en uno de los decisivos puntales de la fundación de Armenia.

Parece ser, no se tiene precisión, que en 1860 Barcinales cambió el nombre por el de Nueva Salento gracias a la sugerencia del doctor Ramón Elías Palau. El municipio del Quindío en ese entonces de la provincia de Cartago le confirmó el nombre de Nueva Salento. De la región situada entre los ríos Consota y Barbas llegaron a Nueva Salento numerosas personalidades.

Ante la fertilidad y la aptitud del suelo y a pesar de la escasa acogida de los Calarqueños a Ocampo, éste resolvió fundar un pueblo en la región sur occidental del Río Quindío, propósito que se hizo realidad en el año de 1889, con la creación por Jesús María Ocampo y otros individuos de empuje de la que hoy se conoce con toda razón como la cuidad milagro de Colombia.

Por otra parte, de la Nueva Salento salieron los fundadores de Circasia, Armenia, Montenegro y Calarcá.

Para ello Jesús Arango, Francisco Gómez, Manuel Bedoya y otros autorizaron a Jesús María Ocampo para que comprara unos lotes a

En 1851 se inició la construcción de la primera casa e Ignacio Buitrago fue designado como primer regidor de Barcinales. En este mismo año la cámara provisional erigió la localidad en aldea.

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José de los Reyes Santa en cien pesos de ocho décimos y otros a Antonio Herrera en doscientos pesos. A sus expensas Jesús María Ocampo construyó un amplio edificio en la antigua plaza de Cervantes donde funcionarían las dos primeras escuelas públicas de esa localidad.

Salento negó tal solicitud. No obstante el 18 de julio de 1890 el señor Alejandro Suárez presentó otro memorial insistiendo en la solicitud de reconocimiento. Así fue como el concejo municipal atendió la insistencia del presidente de la corporación don Mariano Restrepo y del señor Eleuterino Trujillo y aprobó el reconocimiento.

Reunidos nuevamente los señores mencionados, nombraron a una junta para hacer la limpieza de la plaza. Hecho esto, ellos y otros colaboradores se entregaron a libar unos aguardientes. Estando en esas pasó don José Herrera, con un conjunto de calabazas. Don Ezequiel Murillo tomó estas calabazas y dijo en voz alta: “Esto se llama Coyabro”. Posteriormente mediante acta del 30 de Noviembre de 1889 se le dio el nombre de Armenia, o sea el de la finca del señor Francisco Gómez.

Las demás etapas del vertiginoso desarrollo de Armenia que como ya se dijo, se ha merecido el título de la ciudad milagro, son tareas de otros comentaristas con absoluta seguridad mucho más sapientes que el autor de esta reseña.

La noticia de la fundación del pueblo corrió con rapidez por Antioquia y centro del país, las guacas y la fundación atrajeron a muchos pobladores. El caserío crecía a ritmo vertiginoso. Ya en los años 1888 su desarrollo había sido extraordinario. En los primeros seis meses de su fundación se trazaron calles, se planeó la plaza, se distribuyeron ciento veinte solares, estaban en construcción cincuenta y ocho edificios y una casa para la cárcel y el funcionamiento de la administración. Se solicitó al concejo de Salento mediante el correspondiente memorial el reconocimiento de caserío como corregimiento. El treinta de Mayo, ante la oposición de Salento, Circasia, Calarcá y Filandia, el consejo de

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La exposición de la fundación de las demás ciudades intermedias del Quindío sería tarea de tratados e investigaciones más demoradas y costosas para lo cual carezco de elementos y recursos necesarios.



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