Anacronautas 1ra edición

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ILUSTRACIÓN / Lena Rey


LOS VIAJEROS DE ESTA EDICIÓN FUERON: Alejandro Pina / Diseño Armando NavarrO /Fotografías Dinorah Montiel /Del primer número o la embarcación Anacronauta

Edgar Enríquez / La campaña presidencial de Trump Fernando Leonel /

Son oscuras las calles

Laura Roldán /

Un instante de felicidad

Lena Rey /

Ilustración

LUIS RUEDA /

coordinación

Marianna Stephania /

Cuando vayas a buscarme

Omar Nieto /

Quién nos quita lo bailado

Del primer número o la embarcación Anacronauta. Editorial El tiempo: qué terrible tirano nos gobierna… En cualquier área, éste es un factor determinante. Qué sería de la Física sin él, o de la Medicina que siempre lucha en su contra, qué reflexionaría un filósofo si no hubiera tiempo. Y es que, ni vida ni muerte; en realidad es el paso de las horas, los cambios que el tiempo produce lo que mueve y regula al mundo. Nada, ni el poder, ni la sabiduría pueden detenerlo. El tiempo es tan valioso que se puede ahorrar, invertir y es muy peligroso cuando lo perdemos. El tiempo lo devora todo, hasta a sus hijos. Nuestro padre y verdugo, transforma montañas en llanos y hace que hasta lo que no se mueve deje huella. Es por eso que nosotros nos rebelamos contra el tiempo y su poderío en estas páginas viajeras.


No pretendemos la inmortalidad, pues de antemano sabemos que es una batalla vencida. Lo que queremos es recorrer los tiempos. Crear espacios en hojas engrapadas para no estar encadenados al lucro, el alza de los precios, ni al gasolinazo. Queremos que esta viajera tenga las agallas de ser austera, pero franca. En esta primera navegación nos equipamos con voces creativas de diferentes dimensiones y momentos. Dibujos y narraciones suben esta vez a la tripulación, pero cualquier texto o idea tienen un lugar en la nave que pretende que usted, amable lector, coopere en esta aventura y nos ayude a matar al tiempo de una manera más sana que la televisión, menos enajenante que Facebook y más barata que un café. El éxito de nuestro viaje, sólo el tiempo lo dirá…

CUENTO

QUIÉN NOS QUITA LO BAILADO

( Homenaje a Juan García Ponce ) Por Omar Nieto

Vio las luces de Cuernavaca lejanas; dentro de él, también se estaba apagando todo. Lo confesó después. En 1967 puso la pistola en su boca, el cañón le lastimó el paladar y cerró fuerte los ojos. Recordó que apenas unos meses atrás todo pasó de golpe. Intentó levantar una caja y las piernas no le respondieron. Sintió oscuridad: le habían aceptado dos adaptaciones al cine, tenía dos libros de cuentos y cinco novelas. Y había amado a tantas mujeres… El neurólogo Mario Fuentes le diagnósticó una enfermedad terminal, degenerativa. Le había dado solo seis meses de vida.

“Qué tal si en un año pasan muchas cosas y yo me las pierdo”, pensó, en el mirador de la carretera a Cuernavaca. Entonces retiró el arma de su boca, la guardó en la guantera, y reflexionó en la vida, en las dulces voces y manos femeninas que había oído y tocado. No dijo nada: la muerte no puede reducir al amor. Y aún menos si él era quien más sabía de cuerpos, de qué cosas ve una mujer en los ojos de un hombre como para enamorarse y entregarse. Él, el gran escritor del erotismo mexicano, lo sabía mejor que nadie. Regresó al Distrito Federal por la carretera vieja, pensando en sus libros, en los autores alemanes que tanto admiraba, en la pintura, pasión que compartía con su hermano. Luego conoció a Michèle, su segunda esposa. Escribió más de los senos con pezones oscuros como carbones y del reino milenario. Usaba ya bastón y se dedicó a hacer las preguntas que verdaderamente importan. Por ejemplo: 1.- ¿Sin la piel puede existir el amor? 2.- ¿No es acaso el cuerpo más que el alma? El médico le había diagnosticado el fin del simple caminar, del tocar a una mujer con las manos para conocer el universo, pero no supo decirle qué pasaría con su espíritu de gato. Le quedó claro después. De haber detonado el arma en la carretera a Cuernavaca nunca habría sentido ese coraje por el poder de “aquel abogaducho con gruesos lentes que parecía tener hacia fuera su propia calavera”, como bautizó a la sonrisa de Díaz Ordaz. No habría sido testigo de los Juegos Olímpicos. Tampoco lo habrían confundido afuera del Excélsior con Marcelino Pereyó, líder del movimiento estudiantil, pues ambos andaban en silla de ruedas. No habría recordado que ese día un policía le puso una pistola en el estómago y le dijo: “Párese, hijo de la chingada”. A Juan nada le pareció más afortunado y cómico que estar postrado en aquella silla móvil, pues sólo respondió: “Me encantaría oficial, pero no puedo”. A Juan le sacaron líquido raquídeo de la médula sin anestesia, metiendo una aguja


en el hueso, mostrando cuán doloroso podía ser la muerte en vida. Juan no murió el año siguiente en el que le dijeron que se le agravaría la esclerosis múltiple, sino hasta 30 años después. Fue el erotismo, su sensibilidad y su imaginación lo que lo mantuvieron vivo. En él, Eros le ganó a Thanatos. Luego del diagnóstico, sintió entre las piernas la presencia de Clarisa, la bella gata negra que regaló Michèle. Fue entonces cuando supo que viviría mucho más de lo que había dicho el médico, incluso hasta recibir la Cruz de Honor de Ciencias y Artes de Austria, a pesar de ya no tener voz y verse obligado a pedir que le metieran el micrófono en la boca, o que Manuel Felguérez tuviera que sostenerle el cuello con una tela agregada a la silla de ruedas para que descansara un poco en un homenaje público. Sí. Qué bueno que Juan no se metió aquel balazo en la carretera a Cuernavaca, porque preferimos recordarlo bailando, pintando, escribiendo. Pero sobre todo, habría que agradecerle a ese ángel, o tal vez a ese recuerdo de una mujer inolvidable, que le detuvo la mano aquel día del 67, porque sin esos 30 años más que nos regaló, no sabríamos apenas nada de lo que significa vivir. Sí. Qué bueno, porque como él mismo decía siempre: “lo bailado ya nadie nos lo quita”.

Son oscuras las calles Por Fernando Leonel Ahí vengo, caminando sin ritmo, arriesgando la vida pasando por las casas que no tienen focos en la fachada,(los ricos, con sus súper portones, tienen 3 focos ahorradores toda la noche; los medieros, apagan las luces a las diez de la noche en punto, y nosotros no tenemos focos, ni tiempos ni nada, puro grillo mudo), las calcetas bien empapadas y la vida seca.

Me siento culpable con las señoras que se cambian del lado de la banqueta cuando ven que van a cruzarse conmigo. Les pido perdón en mi cabeza. Me fijo en las muchachas de cabellos maltratados que caminan sobre las coladeras sin preocupación, con la piel salpicada a brochazos de canela, una que tengo en la lengua; me fijo en los muchachos fracasados de las cejas pobladas, van encorvados siguiendo al sol, pero es de noche, están perdidos y aunque les direccioné con el dedo, siguen su rumbo; me rindo y los dejo, no sin antes besarlos de último. Y es que llega un momento del desmoronamiento en que son oscuras las calles, en que un caminar nocturno se termina en una búsqueda sádica de un poco de tiempo para ponerse a pensar que la vida no cambia, las horas no cambian, ni los nombres de los callejones en donde paseábamos los domingos. Pero yo sí, mi cuerpo terminó cual sauce llorón en épocas donde el calor aúlla un tibio acorde unísono: ya tengo mis primeras hojitas, quizá pronto sea una puerta con muchos dibujos tallados y una cerradura hermosa que tal vez se abra… O no. Ya me perdí... No me gusta entrar en las calles que no conozco, porque no me gusta que me ladren los perros que no conozco y no me di cuenta, pero llevo 46 lágrimas caídas al suelo (cada una hace sonar una campana diferente), acompañando a esta noche del mal tiempo, a esta noche ¡yo la vi nacer!, y arrancarle con las uñas las esperanzas a un día que quiso iluminar por siempre y qué egoísta es ella, uno llega a ella con esa visión de avanzar con dignidad, y termina arrastrando los trozos de carne por ahí, la piel gimotea para buscar ayuda humana, pero todo muere de noche, las faldas largas, los sonidos, la gente que fuma, la que llora y la que se ríe muy fuerte también. Las casas, los coches y cualquier otra seña de una sociedad se quedan atrás, no hay de eso por aquí. Pasando por una calle de terracería justo a cincuenta y dos pasos de la últi-


ma casa que vi, me encuentro con una flor. Tiene un tallo largo y un montón de pétalos púrpuras del centro y blancos en los extremos. Un empujón airoso se lleva de las manos todos los pétalos de esta flor, menos uno, esta flor, este pétalo, es mi último pedazo de humanidad, con ella se me van los sonidos del teclado, las ventiscas, el aliento estomacal y el equilibrio; tardé relativamente poco en arrancarla de su lugar en el suelo. Todo se mueve, menos yo. Un paseo, una oportunidad, me hago estatua y veo. Mi cuerpo está siendo ajusticiado (y digo ajusticiado, por todas cosas que hice, que pensé, por ese día donde hice falta en el cumpleaños de un amigo, por esa lluvia donde no quise abrir la puerta, y cuando de niño juré alejarme de las drogas: apenas el sábado trataba de hacer que el vello nasal acariciara cada mota de polvo blanco y cristalino): suenan cuatro cuchilladas muy lentas pero efectivas porque me hacen hablar unos ruidos muy raros y sacar sangre por los oídos y la boca. Él es esbelto, moreno y joven, tiene un lunar muy grande en el cuello, un anillo de la Santa Patrona en el dedo anular de la izquierda, con la derecha sostiene la navaja; asustado recoge mi mochila y se va corriendo, dejando tras él, una hermosa estela de tierra, el paseo se acaba y regreso a donde estaba. Una luz se enciende, una última. No sé si se acerca a mí o yo a ella, pero la veo blanca, la siento pulsar, la oigo pura, la pruebo vital y la huelo a sanar, todo aca-

ba para no saber nada, no aprender nada, doloroso nacer, aliviante morir. Después entro en la garganta de la luz –o al revés –a velocidad de un instante y no vuelvo a sentir nada jamás.

ENSAYO

Políticas a largo plazo

(1RA PARTE )

Por J. Edgar Enríquez Mayoral. La campaña presidencial de Trump comenzó hace más de 25 años, cuando lo vimos pasearse en la película que todos recordamos como Mi pobre angelito. Sin embargo, no fue la única ocasión en la que se le vio dando instrucciones al protagonista principal de alguna muestra de Hollywood; también el magnate inmobiliario fue estelar en algunos reality- shows o invitado especial para varios programas como la WWF. Todos estos programas fueron enfocados a un tipo de público, que, al parecer, no falló en el momento de las votaciones. Esta es una de las claves fundamentales en la democracia actual. ¿Qué relación tuvo la culturalización a través de medios masivos de comunica-


ción con la campaña presidencial de un personaje completamente polémico por sus comentarios sexista, racista, conservadores, conflictivos, que desarrolló promesas enfocadas a una insostenibilidad económica y, además, se trata de una persona profundamente ignorante? Michel Moore, cineasta norteamericano, expresó después del segundo debate entre los presidenciables republicano y demócrata: “Se acabó. Trump, el egoísta, el racista, el narcisista, el mentiroso ‘ganó’. Todos nosotros perdimos. Sus números (de apoyo) subirán. Ella dijo la verdad. ¿Y qué?”. Esta cita es lo suficientemente escandalosa para despertar algunas cuestiones que tienen que ver con el mundo de la filosofía, la política, las artes, la cultura y, bueno, la democracia. Preguntémonos: ¿en qué momento un cineasta se convirtió en el mejor analista político? Y ¿por qué podría serlo? Si la verdad en un campaña política no es un incentivo necesario para ganar un contienda electoral, entonces ¿por qué las mentiras y expresiones racistas abiertamente expuestas pueden ser los motores de un triunfo?, ¿por qué es posible que todo eso ocurra y al mismo tiempo despertar los sentimientos más aberrantes de una sociedad consumida por el odio cultural-racial-económico en donde, supuestamente, se ha trabajado incesantemente para desaparecer esas fobias sociales e históricas? A partir del emblemático momento en que Donald Trump tenía tomado el triunfo electoral, no tardaron más de un día en hacerse visibles las formas de odio de muchos ciudadanos blancos. Aunque propiamente la campaña de Trump se creó bajo esa temática, por lo que esa discriminación ya estaba presente. Pero cambiemos un poco la perspectiva, que Hilary Clinton hubiera ganado no habría sido menos interesante, ya que nos dejaba la pregunta abierta: ¿dónde estarían esas expresiones de discriminación que aparecieron cuando tuvieron su oportunidad? Bajo nuestra realidad, en donde Trump será el presidente, esa posibilidad se materializó. Pero eso no es lo llamativo del problema, lo que realmente impacta debería pensarse bajo

la semblanza histórica de que las luchas raciales en Norte América no han tenido avances sustanciales, pese a grandes movimientos culturales, sociales y civiles: todo ese odio, esa esclavitud y esas guerras terminaron formando un lugar privilegiado en el subterfugio de la realidad, en donde la cultura puede continuar esa guerras a través de ideologías transmitida por medio de imagines que provocan llantos, risas, admiración, o impresiones sobre cualquier situación que sea enfatizada a través de una lente. Es, a través del cristal de la cultura, que las guerras ideológicas parecen continuar, donde, además, tienen todo el permiso para proferir discursos sin intenciones, ya que sólo se trata de una situación artística, ocasional y sin pretensiones (supuestamente todavía no se sabe cómo medir la recepción de una obra de arte). Por otro lado, tampoco nos debería de sorprender que si este es el nuevo terreno donde se ejercen las guerras ideológicas, entonces tendremos como resultado una zona altamente desproporcionada en fuerzas y consecuencias tendenciosas, pues quien tenga más acceso a un mayor número de público, ganará contundentemente. Ese resultado no tiene mucho de democracia, sino de fuerza de capitales aplicados a la cultura en programas de televisión, cine, literatura, prensa, teoría, universidades, etc. Una de las preguntas que este breve ensayo no se va a resolver, pero es importante realizar para vislumbrar las relaciones entre la cultura y la política es: ¿qué tanta producción cinematográfica con intenciones multiculturales ha habido desde los 90 a la actualidad y, a su vez, cuántas de éstas tuvieron la propaganda suficiente y el reconocimiento para llegar a una cantidad oportuna de espectadores, además, sería interesante saber si esas cintas fueron producida por las grandes empresas “hollywoodenses”? Pese a que la respuesta abriría datos más duros, lo que podemos resaltar en esos números es que una imagen “artística” tiene repercusiones en la escena social de acuerdo a sus formas de difusión. Podemos citar el nombre de


Steven Mnuchin, quien será el secretario del tesoro en el mandato de Trump, que además “tiene un pie en Hollywood, como fundador de la productora RatPac-Dune, responsable de superproducciones como Avatar, American Sniper o X-Men.” (...)

UN INSTANTE DE FELICIDAD Por Laura Roldán Fue un día común a la hora de salida. Después de un buen o mal día en la oficina, ya no recuerdo, caminé a la parada de trolebús como todos los días. Aquella vez, ese gran camión eléctrico que pasa las 24 horas por Eje Central fue el escenario de la historia que estás por leer. No puedo recordar el día o la hora, pero sí puedo recordarlo sentado en aquel parabús. Por lo regular encontraba gente aburrida o cansada, gente ansiosa por subir a ese trolebús y llegar a casa, pero ese día fue diferente: su mirada se cruzó con la mía y sonrió. No estaba segura si él se dirigía a mi o sólo lo hizo porque sí. En fin, el esperado camión llegó. Abordé yo primero y entre tanta gente, no sé en qué momento lo hizo él. Después de unas cuantas paradas y un grupo de gente recorriéndose, finalmente llegó a mi lado. Ambos estábamos parados, sosteniéndonos del pasamano para aminorar el impacto de los frenos; mirábamos hacia la ventana. Debo admitir que me resistía un poco, no podía mirarlo, estaba totalmente sonrojada. Eventualmente lo hice y ¡él lo hizo de nuevo! Esta vez no había duda, esa sonrisa era para mí. Yo tenía los audífonos puestos como de costumbre, pero estando a su lado el sonido se fue. La comunicación con miradas y sonrisas se dio de forma tan natural, que me sentí en confianza. Pronto mi mente explotaría en el momento que tocó mi mano sobre ese pasamanos, en aquel trolebús de Eje Central.

Por mi mente pasaban muchas cosas, la cuestión principal era clara… ¿Cómo le diría “hola”? ¿Cómo le preguntaría su nombre? Estábamos a 15 minutos de llegar a la base y aún no lo descifraba. Al llegar a División del Norte, soltó mi mano y se encaminó a la salida. Se alejaba poco a poco y no podía dejar pasar la oportunidad. Él ya se encontraba en la puerta, había tocado el timbre. Decidida, caminé hacia él, pero en ese momento, parecía que una pasajera me había ganado la palabra: ¿Vas a bajar? En ese momento el mundo se paralizó y todo pasó en cámara lenta. Sorpresivamente ambos soltaron una carcajada, ¿qué estaba pasando? De pronto, él y ella se besaron. El camión se detuvo y bajaron; desde la ventana pude ver cómo se tomaban de la mano y caminaban de forma contraria a la mía. Estaba confundida e incrédula; no sabía si reír o llorar. ¿Todo fue parte de mi imaginación? Todo pasa en un instante. Aquel breve enamoramiento que terminó con un beso ajeno y una chica sola en ese trolebús. Hoy no recuerdo su aspecto, ni siquiera recuerdo esa sonrisa que me conquistó, pero sin duda me dejó marcada. No vale la pena seguir pensando en lo que pasó. Prefiero conservar ese enigma en mi memoria que al momento de escribir estas letras me resulta divertido. Al final, después de todo, no me queda más que tomarlo como fue: un instante de felicidad.

POESÍA

Cuando vayan a buscarme Por Marianna Stephania I

Hablo de nuestro miedo de cómo lo vivimos cada día. Empieza en la infancia y


crece contigo dentro de los huesos. Se hace tan normal, como un acompañante ineludible e indeseable cada vez que te atreves a salir de casa. Es algo tangible, palpable, en cada calle y cualquier lado cuando se hace de noche. En cada nueva noticia de un cadáver de mujer violada, tirado al río o abandonado en una maleta a mitad de la calle. II

Cuando creas que te has librado del temor acuérdate de cuando vinieron y pusieron un cuchillo en tu garganta y abrieron tus piernas a la fuerza y no hubo nada que pudieras hacer para salvarte. Se despidieron diciendo: Da gracias porque estás viva. Desde entonces, este país es la cicatriz que arde en mi garganta.

III Deseo: Si me matan espero dejen mi cuerpo cerca. Así mi familia no tendrá que pasar seis o diez años intentando hallarme en la morgue o en una fosa en Veracruz. IV Cuando vayan a buscarme encontrarán: Tres mil seiscientos cuerpos humanos Trozos de tela cubiertos de sangre Diversos artilugios sadomasoquistas Te puedes imaginar qué pasó conmigo Te puedes imaginar cómo fue con todas las demás Mis padres me tuvieron que armar como a un rompecabezas. En vida nunca llegué a pensar si mi madre podría reconocer los dedos de su hija entre otros sesenta mil fragmentos. Esto es lo que encuentran cuando buscan a las desaparecidas. V

México: Fosa común 475,000 resultados Veracruz: Tiradero de cuerpos 38,000 resultados Ecatepec: Cuna de feminicidios 24,000 resultados Un país que mata a sus habitantes De hambre De violencia De terror

HASTA EL PRÓXIMO ENCUENTRO, LECTORES.


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