LOS VIAJEROS DE ESTA EDICIÓN FUERON: Contenido
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ALEJANDRA VÁZQUEZ CAMPOS Alejandro Barrera Sánchez Arturo Peña CECE Eduardo Salud J. Edgar Enríquez Mayoral Magdalena Alpizar Roger Caimán Dinorah Montiel Luis Rueda Araceli Navarro Fer Montoya ALEJANDRA BECERRIL losanacronautas@gmail.com
ALEJANDRA VÁZQUEZ CAMPOS
RUINAS ¿Por qué dejaste tú pueblo ingrata?, abandonaste a tus padres, a tus amigos, a tú gente, ¿qué buscabas?, ¿qué encontraste?, ya estarás contenta con el pago que te ha dado la vida, dejaste este lugar en ruinas y asimismo lo encontraste. Hace uno, dos o hasta cinco años parecen pocos si los mides en tiempo, pero demasiados si se miden en recuerdos. Ahora sólo queda la nostalgia de tu padre y la impotencia de tu madre. Nada pretendes remediar con tú regreso, entonces ¿para qué has vuelto?, ya quedó sepultado tu pasado, al que tanto le temías y aún con eso, no puedes hacer frente a tu presente. Cuando viste acercarse la decadencia hiciste lo que mejor sabes hacer, ‹‹huir››, y hasta ahora te das cuenta, que el olvido también puede ser cruel. A veces parece todo una farsa, un truco barato para justificar tu egoísmo, tu falta de empatía, una forma sutil para disimular tu distancia o tu falta de interés por los tuyos, te convenciste de que era por tu bien, por el bien de ellos, pero bien sabías que eso era sólo una fantasía, el pretexto que abría las puertas de un fracasado retorno, al que volviste con las manos vacías y con un montón de planes sin sentido. ¿Por qué siempre miraste todo desde afuera? Pudiste acercarte un poco, sentir la tristeza de tu madre entre sus canas, ver la decepción de tu padre en su mirada. Cuéntame ahora, si de algo te valió ese sacrificio, te fuiste sin saber quién eras y regresas para darte cuenta que no sabes quiénes son, no los reconoces, no sabes quién es tu pueblo. Aquí y allá eres una extraña, ¡tú!, que renegabas de este pueblo, de sus calles, de su gente, ¡tú!, que juraste no volver a poner un pie sobre este suelo y, mírate hoy, ¡qué pena siento por ti! Casi lloras de ternura, un nudo en la garganta. Tu memoria sabe lo feliz que fue tu infancia, no tienes cara para negarlo, la que decía que ni por todo el oro del mundo regresaría, estás aquí, sin un centavo, y lo peor, te sientes bien. Estás feliz, es tu hogar, repítelo: Este es mi hogar, tu casa... nuestra casa... Eres feliz, grítalo: ¡Soy feliz! Te sientes feliz con este regreso, pero no te culpo, era sólo miedo, terror a ver las ruinas y de convertirte en ellas...
J. EDGAR ENRÍQUEZ MAYORAL
Políticas a largo plazo Segunda parte La situación es mucho más compleja cuando nos damos cuenta que el contenido de la información es contrastante y paradójica, tan contrastante como la realidad en donde la verdad ya no importa; es decir, que pese a las fuentes de financiamientos de cierto sector cultura racista, su contenido intenta promover una serie de valores de manera compleja en donde la contradicción y las declaraciones políticamente correctas sirven y funcionan como un reflejo de nuestra realidad. Pensemos en la cinta Avatar esta película muestra el fracaso del colonialismo terrestre con fines lucrativos, sin embargo, ese colonialismo se ve interrumpido porque el protagonista se enamora del tipo de vida de estos seres extraños-azules, por ello no tiene más opción que responder a la guerra, cuando en un primer momento su misión estaba enfocada a que los avatares se rindieran. No es desquiciado pensar que este filme funciona como el reflejo de la historia europea y occidental, llena de conquistas y colonialismo; sin embargo, lo que nos muestra la película es la disposición a la guerra entre dos valores y percepciones del mundo enfrentadas, en dónde alguno de estos bandos ganará. Afortunadamente, se glorifica el lado políticamente correcto, pero eso no significa que en una guerra histórica haya ocurrido así, de hecho, sólo la discursiva judía reconoce ese tipo de milagros en sus situaciones bélicas. Por eso me parece que el detalle remarcable de esta película es que no se duda en el desarrollo del conflicto, es decir, en comenzar una guerra entre dos civilizaciones completamente desproporcionada en fuerzas. Si en el mundo hay una guerra, ¿quién está triunfando?, además de verdad quisiéramos vivir un conflicto en donde no hay formas de ganar. La respuesta de Hollywood es sí, sí quieres.
Me parece que esa guerra ya comenzó, no sólo en Estados Unidos, sino en las regiones donde los efectos materiales del discurso cultural masificado con tendencias capitalistas-ultraderechistas- xenófobas comienzan a latir nuevamente en cada rincón del mundo a través de diferentes maneras y contextos. Richard Spencer es el nombre de un joven universitario, “fundador del movimiento supremacista blanco conocido como derecha alternativa”. Personaje histórico que no deberíamos olvidar fácilmente, quien cree que: “(Estados Unidos) lo fue durante un tiempo (una nación blanca)”, dijo Wiginton a CNN. “Creo que la reacción al elegir a Trump, y la reacción con la popularidad de la derecha alternativa, es una reacción a su disminución como una nación blanca”.” ¿Qué significa este tipo de personajes en el desenvolvimiento de un país que ha peleado tanto en contra de la discriminación, donde se pensaba que un presidente negro era la cúspide del fin de esas luchas en contra del odio? Volvemos a una pregunta anterior, ¿esos sujetos ya estaban ahí porque si lo estaban entonces nunca se logró nada o eran la almas errantes de un discurso que tendía a desaparecer hasta que vio su oportunidad de salir a la luz, es decir, que son el producto de una fundamentación mediática? Quizás se trata de una respuesta compleja, donde hay más de una solución fácil. Igualmente preocupante es saber si se masificó el mensaje, se comparten valores que se creía extintos, se reviven, etc. ¡qué importa! Ellos ya encontraron su voz, según en una gran cantidad de sujetos como Spencer que están surgiendo aunque con peculiaridades llamativas: comentarios políticamente correctos, posturas altamente xenófobas pero de respeto, desacreditación de los actos cometidos por Hitler en la Segunda Guerra Mundial, discurso de poder que se relaciona con la historia y el flujo de capitales, diferencias ontológicas mercables, entre otros contenidos en sus discursos. A través de todo esto podemos encontrar situaciones altamente paradójicas, que no pierden su relación entre el desarrollo de la cultura y la politización de ésta a través de los medios masivos: la muerte del pensamiento crítico a nivel institucional. Es, en el escenario donde se realiza este crimen, cuando el mejor politólogo resultó ser un cineasta, específicamente un documentalista, ¡qué gran contradicción! Todo el mundo auguraba el fracaso de Trump
y una voz delirante predecía justamente lo contrario, con palabras realmente fuertes: la verdad no sirve y el mentiroso ganó. Efectivamente ganó y todavía no vemos los efectos materiales de sus mentiras, sin embargo, tenemos todo un tema para analizar: la cultura y la masificación de discursos en las democracias, frente a la desaparición del pensamiento crítico. ¿Por qué si se necesita de la desaparición del pensamiento crítico, en especial de la filosofía, fue un personaje próximo a la educación “humanística”, haya tenido o no los estudios, quien le ganó a politólogos reconocidos con aparatos científicos al predecir el triunfo de Trump? Me parece que ni la democracia funciona en este tipo de situación como la que vivimos; ni la desaparición de la voz filosófica en el mundo occidental está atendiendo a un problema de importancia, sino que parece ser parte de la misma disposición de los ejercicios del poder político. Un círculo completo de acciones que atentan contra una parte de la composición de todos los individuos: sus características críticas-analíticas. No me quiero adentrar en más situaciones ilusorias por no caer en la especulación delirante, al final, no hay pruebas que justifiquen todo esto, sólo ensoñaciones de personas que siguen el curso de la historia apostando por la cultura, la ideologización y la masificación de mensajes como forma de introyectarse antes de la experiencia de los individuos.
ROGER CAIMÁN
Soñé contigo Platicabas en un café y reías con la sonrisa tímida que te oculta las pupilas bajo los párpados entrecerrados. Te acompañaba. Hablábamos de quién sabe qué cosas. Creo que de un trabajo que habías conseguido días antes en alguna gran empresa. Estábamos en las mesas exteriores de un café. Te miraba como un niño frente al aparador de la tienda. Tú alimentabas mi atención con el roce de tu aroma y miradas deliberadas de coquetería. El café estaba lleno pero nada nos rodeaba. Largas carcajadas nos descarnaban. Fuimos una misma voz por instantes, tal vez horas. Largas horas. Hasta que interrumpí con un par de palabras torpes que salieron de nosédonde. Te pusiste seria. Te acomodaste en la silla y me miraste de fijo; tus ojos reclamaban la vuelta abrupta a la realidad. No supe, ni quise retractarme. Aludiste a la paradoja que implicaban mis palabras, así como la imposibilidad de sentir algo mientras estás en un sueño. Titubeaste mientras el mesero llegaba con un café que no habíamos pedido. Tu mirada en la taza, los hombros apretados y las manos entre la silla y tus piernas dijeron que no podíamos continuar viéndonos de esa manera. Disfruté mucho el tiempo contigo, agregaste por último. Me abrazaste y callamos.
ARTURO PEÑA
Por poco barbón En la vieja casa de Ángel, situada en medio del bosque, ya no quedaba nada nuevo. Todo ya pintaba más de los años que alguien pudiera calcular al ojo del buen cubero. Su casa era ya un harapo comparada a sus años mozos. Lo más nuevo que uno encontraba en esas paredes de roble era a Demi, con sus ojos siempre llorosos y su sonrisa casi perpetua. Demi, el girasol con hojas doradas como el oro y un cuerpo tan verde como la misma naturaleza. Demi era lo que le había dado vida de nuevo a Ángel y había rescatado a esa casa de desplomarse en su vejez. Demi era bastante versátil. Dormía de pie en un plato hondo lleno de agua. Ocupaba de los rayos del sol por la mañana, un baño rejuvenecedor. Se la pasaba con Ángel, viéndole todo el día, mientras el viejo hacía su rutina de toda su vida senil. Ángel, por otro lado, y acompañado de su bastón para cualquier lado, era más bien modosito. Tenía una rutina bastante estructurada, sólo el ir de visita o recibir visitas podía siquiera intentar rasguñar un poco a esa rutina que poseía un muy grueso caparazón. Se despertaba y tendía su cama, aún en calzoncillos se dirigía al baño, se tardaba su tiempo –ya saben, la edad. Salía y se disponía a ponerse su pantalón del día anterior si consideraba que aún no estaba tan sucio para ya no merecer otra puesta. Con los pantalones bien puestos, se enfilaba a la cocina donde se preparaba o cogía lo primero que encontraba. Recuerden que sólo se bañaba los fines de semana y a mitad de la misma, pero si el frio arreciaba y Ángel creía que sus huesos, o sea su espalda y sus piernas, podrían sucumbir ante el dolor, posponía el baño para un día soleado. Él y el baño en invierno no se llevaban muy bien. Después de desayunar iba a su puerta en busca de su periódico. Con el papel en mano, salía de sus duras paredes de roble y se dirigía a un árbol bastante viejo que daba justo en frente de la puerta de su casa. Armado con su banco de tela y cuerpo de titanio, se sentaba bajo tal anciano árbol a tomar el sol, junto con Demi, que era cuando éste desayunaba, comía y cenaba de aquel eterno astro. Entonces su periódico. Lo leía y comentaba con Demi todo lo que el papel le gritaba o le contaba casi al estilo de susurros –ya saben cómo son esos impresos de seis columnas.
Demi casi nunca entendía de qué diablos hablaba el viejo, pero aún así sonreía y le parecía de lo más bello: verle hablar, escuchar su voz, ver sus manos que asimilaban la piel de un viejo elefante muy sabio pero elegante; sencillamente algo digno de ser grabado en mil y dos libros de historia. Ya con el medio del día casi llegando a la puerta, Ángel tomaba puesto en su trinchera, lejos del sol que ya le había calentado el pulmón y sobre su mecedora. En este lugar era donde muchas historias de la juventud de Ángel volvían a ser realidad. Muchas otras tomaban lugar en distintos andares que Demi y Ángel hacían, ya fuera yendo por medicina o por comida, siempre había un punto, una imagen, un olor, una risa, un sonido, un algo, que hacía la mente de Ángel volar y viajar en el tiempo. Una de esas historias favoritas de Demi era el infame recuerdo de cuando Ángel por poco se enamora de un tal comunismo. Una de esas veces que él estuvo en el lugar justo en el momento exacto. Era cuando Ángel trabajaba arriando a las gigantes bestias de fierro, que tragaban fuego y escupían nubes negras como el carbón. Fue ahí donde conoció a dos pelados que conocieron a otros pelados que cuando los primeros los conocieron lucían imberbes, pero que, a su partida rumbo a una tierra dominada por el terror, de repente ya eran muy berbes. Entonces los primeros pelados decidieron dejarse la barba y estudiar los mismo escritos de otros viejos aún más berbes. Bueno la historia se enredó entre que si berbes o no berbes. Más simple, pues: Ángel conoció a dos pelados que conocieron a una bola de personas que venían de una isla presa del terror y la injusticia, junto con estos de la isla también viajaba un doctor que tenía el acento más raro de todos y que confundía el mambo con el tango. Bueno, entonces que esta bola de personas que no era de donde Ángel, llegaron a su tierra a aprender a echar plomo con unos armatostes de fierro y madera. Aprendieron pues en un cerro cerca de la casa de Ángel. Ahí fue que sus dos amigos los conocieron haciéndose muy afines a su modo de pensar y a su modo de sentir el mundo. En la bola de personas andaban dos hermanos Ruz, otro que algo de llamas o fuego o algo así, otro, el del acento más raro, el doctor, algo que de la Serna –Ángel a veces ya no daba bien los detalles. Fue entonces que se fueron. Partieron a la isla
y empezaron a echar estrategia, tácticas, balazos, derrotas, victorias y así hasta que ganaron esa guerra contra un Goliat. Ya para cuando ganaron, ya todos traían el cabello largo y la barba del mismo calibre. Con todo esto, los amigos de Ángel siguieron intercambiando correspondencia con los hermanos Ruz. Entonces dichos amigos le convencieron de dejarse la barba, el pelo nunca largo, pero la barba larga sí. Ya con la guerra ganada, los Ruz les invitaron a ir a vivir a la isla y trabajar con el pueblo, a construir una utopía. Ángel por poco se va, quizás sellando así una historia completamente distinta y dejando a Demi, quien no estaría ahora con vida. Ángel no se quiso ir, se quedó donde nació para emigrar a otra tierra, no tan alejada como la isla, pero sí como para que hiciera más calor. Ya ahí su vida se firmó con fecha de recibida y… eso será para otra ocasión.
MAGDALENA ALPIZAR
Asterión En el camino a casa un minotauro me nació bajo los párpados Lo encerré en mi córnea izquierda para que pudiera como yo devorar las flores y el silencio Le enseñé el lenguaje de los hombres y le hablé de las aves que han visto y no han visto a dios de los impermeables y los multiversos Le di el agua y los aeroplanos para que viajara a algún lugar en el que no fuera como yo un monstruo cargado de tiempo Aquella noche durmió tranquilo Soñó que las estrellas soñaban minotauros y dormían tranquilas Siete cuernos de oro / uno de deseo Nunca más supe de él A la mañana siguiente entre los hilos dorados de mi otra córnea había nacido Teseo
Contar Uno dos tres no recuerdo el primer día de escuela pero hacía mucho tiempo que tu voz me había hablado ya del orden de las cosas Aprendí a contar hasta diez y pronto era una niña grande porque ir del uno al cien y de regreso no lo hace cualquiera Tu orgullo era enorme cuando te hablaba de los miles y dosmiles y tresmiles pero sabes, madre algo ha cambiado ayer leí en el periódico que van 60 000 cadáveres y creo que he olvidado cómo contar No me alcanzan los dedos para la muerte madre nunca me dijiste que los números de aquí no bastan para el dolor que palpita en la eternidad
ALEJANDRO BARRERA SÁNCHEZ
Copas Las malditas copas maltratan al cuerpo, renace en mi pecho las heridas y las promesas que he roto. Renace el amor en mi pecho cuando llega la muerte y le he preguntado al viento lo que dice mi suerte, pero el regreso cansado y el olor a café mantienen viva la esperanza de volver a encontrarme. Es curioso hablar de la muerte, se vuelve cotidiano cuando ya se vivió, destierra mis latidos y hazlos vivir, condena mis pasos y no me detengas. Vuela a donde quieras ir, sueña donde quieras estar, que mis pasos estarán lejos de seguir tus huellas, que mi sombra estará lejos de poder abrazarte. Y quisiera engañarme, engañarme a mí mismo, pensar que estoy vivo, que puedo empezar de nuevo, pero el sabor a cobre y el matiz distinto, mantienen siempre mi esperanza de volver a encontrarme. Ocasos para mis latidos, excusas para mi sentir, flores para mis muertos, migajas que me sepan a ti. Un poco de vida un poco de muerte, impulso inminente, mi realidad inconsciente, besos de alcohol entre recuerdos que me saben a mí. Después de todo esta es mi fortuna y es todo lo que ofrezco. La historia que escribí a pulso de mi sangre muerta, brillante carmesí y las quimeras que encarnaron en mí. Caminando entre los demonios que pretenden llevarme, entre ángeles muertos y esperanzas vivas. Palpitares para mis letanías, descanso para mis huesos, el tiempo corre y no se detiene, se aleja para no regresar. Guardo mi historia en secreto, olvida mis noches y olvida mi pecho, sangro, desvanezco y las malditas copas maltratan al cuerpo.
EDUARDO SALUD
Pinches pelones Desde que subieron al puente supe que querían ocupar un atajo y cruzar por mi entrada. Lo recuerdo ahora porque suenan Los Ángeles Negros, esa tonada me regresa a la Ciudad de México. Amor adiós, no se puede continuar, ahora tengo que marchar… No sufras más, quizá nuestro llanto quedé atrás… y volveré como un ave que retorna a su nidal, verás que pronto volveré y me quedaré. Los pinches pelones me decían El Chueco, por mi mandíbula, que había quedado con una pronunciada inclinación a la izquierda por una bronca al entrar en el colegio militar. Pinches pelones. En los años 70 entrabas al colegio por muerto de hambre o por castigo. Yo vivía en las vías de Buena Vista, robaba para comer y para chupar. Hasta que me cansé y entré al colegio porque me dijeron que me darían de comer. La mía no fue una elección patriótica, ni heroica, fue pura hambre. Lo primero que recuerdo fue a mi mayor decirme: “Eres un pinche pelón y no vales una mierda, vas a convivir con la mierda para que lo aprendas”. Pinche mayor, su acento jarocho me encabronaba más que lo que decía. Pero así inicié, durmiendo en los baños y como un pinche pelón. En esos años yo quería ser Leo Dan, tener un pinche nombre chingón, no ser el pinche Chueco. Salir a rolar, como cuando existía el Esmirna, aunque de eso ya pasó un chingo de tiempo. Ser Leo Dan y decir un poema en medio de la canción: solo y herido, así me dejas, sabiendo que mañana irás con otro al altar, llorarás, llorarás por tu capricho… no podrás ser feliz con ningún otro, pues conmigo conociste el amor. Pero no, de Leo Dan no tenía ni sus discos, la vida en el colegio era una rutina para someter nuestras pasiones. No éramos militares todavía, no habíamos jurado, éramos estudiantes de bachillerato con rutinas marciales y armas; salíamos a hacer misiones inventadas, no podíamos hacer otra cosa. Éramos niños con armas, pero yo era diferente, yo era el Chueco y chupaba como un santo. En el colegio
era famoso por la mandíbula y porque hacía los exámenes pedo, dormía pedo, nadaba pedo, comía pedo, respiraba pedo. Antes de ponerme pedo estaba pedo, pero mis calificaciones decían otra cosa, mi memoria era lo único que sostenía mi estancia en el colegio. Pinche Leo Dan, el pendejo nunca debió cantar con mariachi. Cuando los vi cruzar me faltaban dos meses para graduarme, sería oficialmente militar y juraría la ley castrense. En ese momento era jefe de pelotón, los pinches pelones se chingaban, los tenía a todos amenazados. Ya sabían que cuando me tocaba guardia tenían que conseguirme unas buenas caguamas y tabacos. Siempre he sido un hombre simple. Me pregunto cuándo se morirá Camilo Sesto, ese cabrón no me gustaba tanto, pero tenía sus buenas rolas: Sueños que son amor, son sueños que son dolor y yo necesito saber si quieres ser mi amante. Pinches pelones, no sabían ni madres. Ese día teníamos guardia en el acceso norte, lo cual me quedaba de perlas porque la pinche jaula de seguridad tenía una jardinera enfrente, me encantaba tumbarme a ver las nubes de la Ciudad de México, mi metralleta FAL y mi caguama, o mi vodka, o mi tequila. Desde ahí yo controlaba el mundo: a ver tú pinche pelón lánzate por más hielos, pero sin que te vean huevón, porque si te caen te echo la culpa y a detención; a ver tú, pinche pelón, explícale a ese pendejo cómo compramos los pinches hielos, además de pelón tienes cara de puto y eres pendejo, cabrón, a ver si aguantas, pinches pelones, órale jijos de mi huevo izquierdo, a darle pendejos, que para llegar a este jardín se necesitan caguamas. Entonces los vi acercarse. Miren pinches pelones, a esos dos que vienen allá no los dejen pasar, su entrada no es por acá y los putos quieren tomarnos de atajo, que los ataje su pinche madre. Eran dos mayores, como yo, pero me valían madre, a esas horas no habría dejado pasar ni a un general, además si esos putos me veían acostado y chupando en mí guardia, me armarían un pedote con tal de sacarme una lana o algún pinche favor.
Lo recuerdo. En ese momento escuché sonar Only You de los Platters, esa inconfundible entrada: only you, can make all this world seem right. Mientras la música suena en la entrada, los pinches pelones discuten con los putos mayores. Si un ave nos hubiera visto desde las alturas, escucharía a los Platters en un cielo inundado de azul, vería un pequeño grupo de uniformados discutiendo y, al fondo, un tipo tirado, bebiendo en una jardinera con una ametralladora a un lado. Lo vería todo muy lentamente, sin entender nada: ni la música de los Platters, ni los chingadazos que abajo, en el mundo terrestre, se daban esos seres extraños. Ni siquiera lo pensé. Cuando los dos cabrones lograron pasar a los pelones sólo grité: ¡Alto!, y tomé mi FAL. Les vacié mi carga. Los Platters seguían cantando Only You y al dar el último trago de mi caguama vi desplomarse dos cuerpos. Escuché el batir de las alas de cientos de aves atemorizadas por los disparos, caí sobre el pasto, vi un ave surcar entre las nubes. Me sentí lleno de amor.
CECE
Crónica del fin de un Mundo -El comienzo En realidad es irrelevante para esta redacción -o para casi todo lo que es importante como el principio del fin de un mundo, lo que te lleva a un punto fulminante. Es la consistencia de varios momentos de satisfacción. (El propósito es una firme creencia del ser, de un ser en forma intrínseca). -SucedióLa acción que estaba por realizar era hincapié a una complicada letanía del porqué las acciones deben ser pensadas dos veces. Un beso, dos o tal vez un millar de ellos. Una melodía distorsionada por el sentimiento. La respiración de dos personas en un mismo espacio es lo que nos lleva a una -ComplicidadAl atenuar todo, podría decirse que lo siguiente fue palabrería, uno que otro cumplido, un par de miradas y, claro, lo que nos lleva al fin de toda estabilidad. -SeducciónAunque esta escena es muy interesante, de igual forma se vuelve un acto caótico, de completa demencia, de estribos perdidos y lo consiguiente son hechos de destrucción masiva para tu alrededor. (No obstante, los seres de ahora no se toman muchas molestias en esta parte, la simplicidad de ellos puede más). Eso me lleva a la parte súbita de un -OcasoDestello que ardió en el rojo vivo de sus labios, el término en la sensatez de mi querer por él, de su interés por mí. La muerte de un cariño que fue resplandor, locura e infortunio, el semblante de un escenario erótico. El FIN DE UN MUNDO como se conoció.