Una tecnología de la memoria
El libro electrónico: ¿el futuro de las ideas impresas? Ana Elizabeth Martínez
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El libro electrónico: ¿el futuro de las ideas impresas?
© 2018 Ana Elizabeth Martínez Escalante Derechos reservados Primera edición: septiembre 2018 © 2018, Ledar Proyecto editorial, dirección de arte y diseño: Ana Elizabeth Martínez Escalante ISBN: 978 - 281 - 1199 - 60 - 0 No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, incluído diseño editorial, por cualquier medio sin autorización de los titulares de los derechos patrimoniales. Impreso en México Printed in Mexico
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El libro electrónico: ¿el futuro de las ideas impresas? Ana Elizabeth Martínez
A mi madre, excelente modelo de perseverar para alcanzar. A mi padre, ejemplo de vida A mi hermana, quien me impulsa y a quien tengo que impulsar
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Va a desaparecer el libro impreso en la era digital? Es una pregunta que nos pone a pensar en nuestras preferencias, que a su vez han sido formadas por nuestras experiencias, pero este texto pretende echar un ojo atrás para trasladarnos a los grandes momentos en la historia del libro que marcaron y definieron lo que es ahora este maravilloso objeto. ¿Acaso es el libro impreso mejor que el electrónico? Esta discusión ha sido abordada desde diferentes disciplinas y visiones, existen innumerables textos que pretenden concluirla posicionándose a favor de uno o de otro, pero pocas veces la finalidad es exponer la información para que el lector sea quien decida, en otras palabras, se pretende guiar a los lectores, muchas veces –en la actual sociedad capitalista– vistos más como consumidores, a la preferencia de un soporte sobre otro. Lo cierto es que, ya sea que prefiramos los libros digitales o impresos, por tradición, costumbre,
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costo o simplemente por predilección, los lectores como consumidores tenemos voz con gran volumen ante la industria del libro. Para comenzar es importante saber qué es el libro. La Real Academia Española en su diccionario lo define de las siguientes maneras: 1. m. Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen. 2. m. Obra científica o literaria de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte.
En cualquiera de las dos definiciones se presentan puntos rebatibles. La primera, que se remite al ámbito material, excluye al libro electrónico y supone que todo conjunto de hojas encuadernadas que formen volumen, sea que contenga texto o no, es un libro. La segunda definición se centra en el contenido ideológico del libro por encima de su materialidad e inclusive hace alusión a «otros soportes». Claramente se habla de una dualidad complementaria como característica que integra al libro: dual por los dos aspectos material e ideológico que inciden en dicho objeto, y complementaria porque son interdependientes entre sí.
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El ámbito material del libro consiste en el conjunto de elementos a los que podemos acceder a través del tacto, el olfato y la vista como las hojas, las cubiertas, el pegamento, el cosido, el cubre polvos, las guardas, entre otros (podría inclusive estudiarse a profundidad el ámbito material del libro como fenómeno de experiencia sensible). Este ámbito comprende la noción de libro tradicional que se ha posicionado a lo largo de años de historia, ya que ésta marca el surgimiento del libro ante la necesidad de conservar en la memoria colectiva e individual todo tipo de información1 y, más tarde, difundirla, por lo que se han utilizado diversos materiales –a través de las distintas épocas, culturas y regiones– que han ido desapareciendo o transformándose a medida que se encuentran útiles o no y que cubren los requerimientos respecto a su conservación, capacidad de transmisión de contenidos, durabilidad, etc. Pero también, por otro lado, el desarrollo tecnológico ha dotado al libro de recursos que mantengan y mejoren dichos requerimientos, e inclusive que rompan los límites en el libro como lo conocemos hoy. Es importante señalar que la revolución digital no permeó en la industria editorial hasta la aparición del libro electrónico, sino desde la aparición de las computadoras en el proceso de
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producción del libro. En esta era en la cual está a nuestra disposición tanto libros electrónicos como impresos, es válido preguntar ¿por qué la gente prefiere unos respecto de otros? Por lo que, a continuación, se presentan algunos aspectos del libro impreso que influyen en que la gente los prefiera sobre de los electrónicos: Si hablamos de la accesibilidad del medio es muy cómodo ver un libro y conocer inmediatamente su extensión, hojearlo y obtener a grandes rasgos una idea del contenido, consultarlo a la par de escribir nuestras ideas en un cuaderno, resaltar por medio de plumones marca textos una palabra o una frase que nos parece importante, así como escribir notas al margen de reflexiones nuestras a partir del contenido del libro o ¿por qué no? hacer un dibujo que complemente la lectura. Respecto a la accesibilidad al medio, si no se cuenta con un libro impreso en casa, lo cual es bastante raro y poco parecido a la realidad, casi toda la gente tiene una librería o a una biblioteca al alcance donde puede obtener o consultar los libros, las excepciones son muy pocas y se remiten a lugares rurales o fuera de las rutas de distribución consideradas indispensables. Si hablamos de perdurabilidad, existen libros de hace más de mil años; en cuanto a legibilidad y lecturabilidad, los ojos sensibles agradecen
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que el libro impreso carezca de luz, aunque si en la noche no se cuenta con iluminación puede resultar agotadora la lectura. En mi clase de Historia del Libro surgió el término «tecnología de la memoria» como una definición más del libro. Decir «tecnología de la memoria» nos habla de la función del libro para conservar ideas, es decir, preservar –y luego difundir– la información. Esta función se cumple fielmente en el libro electrónico, cuyo contenido es sobre todo ideológico, lo cual nos lleva a cuestionarnos por qué en la primera definición del libro según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) se descarta cualquier soporte que no sea material, y más aún ¿por qué se le da la preeminencia al libro impreso por su materialidad y se desprestigia al electrónico por su soporte? Dentro de las virtudes del libro electrónico podemos mencionar que no tiene peso que agobie al portador, el único peso que presenta es de espacio de almacenamiento (así como el libro impreso en un librero pero en el ámbito digital), además de que se puede leer en dispositivos electrónicos lo cual lo dota de más movilidad, ya que según la Primera Encuesta Nacional sobre Consumo de Medios Digitales y Lectura realizada por la biblioteca IBBY México en el 2015, el dispositivo electrónico más utilizado es el teléfono celular y,
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en este punto de la era digital, aproximadamente un 97% de la población urbana cuenta con un teléfono inteligente que puede abrir libros electrónicos y formatos de lectura; dentro de la accesibilidad al medio también es necesario considerar aquellos dispositivos electrónicos para lectura que cuentan con internet que, aunque son la mayoría, no son todos. Otra ventaja del libro electrónico es que puedes elegir el tamaño de la letra de manera que la lectura sea óptima y responda a las necesidades particulares de cada individuo, aunque después de un rato leer en una pantalla pueda resultar agotador.
A partir de la primera revolución importante en la historia del libro se introdujo la imprenta de Gutenberg que representó un cambio en los modos de reproducción de textos y de producción del libro3. Sin embargo, actualmente vivimos en la era digital que ha llegado por la Revolución Digital, la cual tuvo lugar entre las décadas de 1950 y 1970, y consiste en el cambio de la tecnología analógica, mecánica y electrónica a la digital4, que también representó cambios sociales, económicos, políticos y culturales. Pero a diferencia de la Revolución Industrial, con la proliferación de las computadoras y otros dispositivos digitales como las tabletas y los teléfonos celulares, la revolución digital significó
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además un cambio en las estructuras y en las formas mismas del soporte3, y junto con ello en la forma de interacción entre el lector y el libro y la forma de leer5, además de un conjunto de cambios en el consumo de libros. Como lo dice Roger Chartier, la revolución de nuestro presente es evidentemente mayor que la de Gutenberg. Es curioso que el término «libro» en su raíz etimológica remite a la materialidad del objeto. «Libro» viene del latín «liber» que significa originalmente ‘parte interior de la corteza de los árboles’ debido a que antes de que se conociera el papiro, se utilizaron cortezas de árboles y otros materiales para escribir6. Esto resulta contrastante si recordamos que el libro en su origen y surgimiento responde a necesidades que tienen que ver meramente con el contenido ideológico. Pero más curioso aún es que todo libro electrónico basa su estructura en la del libro impreso, como los índices, los reiteradores o cornisas, el número de página, entre otros elementos; inclusive, la biblioteca digital de libros en el iPad de Apple se simulaba un librero análogo y los libros colocados con sus portadas al frente en el típico formato rectangular. Esto sucede porque finalmente se puede conocer lo funcional de algo a través de su uso, de la misma manera se puede conocer lo funcional en
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la estructura del libro a partir de la interacción del hombre con él, sin embargo, la referencia más grande es –por antigüedad– la que ofrece el libro impreso. Por lo que también se esperarían avances tecnológicos que apunten a la eficacia del libro en su estructura electrónica, dejando atrás la tradición del impreso y rigiéndose por la funcionalidad en su soporte. Se entiende entonces que el libro es un objeto cuya utilidad es la transmisión de ideas mediante un código, para ser leído de la manera más eficaz posible. Su función es almacenar, recuperar y/o transmitir conocimientos. Y es válido añadir que el libro como objeto útil jamás va a desaparecer7. Sin importar si el soporte cambia, el libro jamás dejará de existir porque no está determinado por éste, sino que el hombre va desarrollando tecnologías del libro, por lo cual es de esperarse que haya más cambios en él. Un punto importante que ha resistido al libro electrónico frente al impreso es la costumbre y tradición que ha formado el ser humano frente al soporte material, es decir su estructura y su organización. En nuestra misma experiencia, es preciso recordar que cuando conocimos al libro lo hicimos a través de sus páginas, de su olor y de sus texturas, y fuimos comprendiendo que eso era un libro; nos acostumbramos a leerlo en
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su materialidad por lo que enfrentarnos al libro electrónico también implica una adaptación a su soporte y un proceso para acostumbrarse a las diferencias que representa. Podría decirse que, a la gente, el libro impreso le parece más cómodo porque es lo que ha conocido desde pequeña, sería cuestión de ver con el tiempo si se trata de este fenómeno o simplemente el impreso es más amistoso con los sentidos humanos que el digital. El punto clave que pretendo resaltar es la función narrativa/discursiva implicada en el ámbito material del libro. Al conocer el origen del libro se hace presente que dicha función no nació junto con el libro como objeto útil, sino que fue formándose a lo largo del tiempo conforme se encontraba en su recurso material una manera de decir más. Las imágenes, las texturas tanto táctiles como visuales, la tridimensionalidad y el relieve (así como la música también como forma de comunicación) pueden decir algo que va más allá de lo que el texto indica, inclusive pueden convertirse en el código principal de un libro. Esta cuestión es más notable en el ámbito pedagógico que retoma las Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner8, quien sostiene que «la inteligencia no es un conjunto unitario que agrupa diferentes capacidades específicas, sino una red de conjuntos autónomos,
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relativamente interrelacionados» y propone ocho tipos de inteligencias entre los cuales se encuentran la inteligencia lingüística que abarca las palabras en la lectura, la escritura, el hablar y el escuchar; la inteligencia espacial o visual que tiene que ver con las ideas representadas visualmente, visualización de mapas e imágenes mentales, percepción de detalles visuales, capacidad para dibujar y bocetar; y la inteligencia corporal-cinestésica que se refiere entre otras cosas a la utilización del cuerpo para expresar emociones, competir, crear y aprender. Gardner también menciona que no existe gente más inteligente que otra, sino inteligente de manera diferente, por lo que una persona que tiene más desarrollada su inteligencia corporal-cinestésica no va a obtener el conocimiento de la misma manera que una persona más inteligente lingüísticamente ante un libro exclusivamente con texto, y viceversa. Actualmente existen tantos libros en el mundo con diferente tipo de contenido y de códigos, muchos de ellos basados en la materialidad del libro como forma discursiva en los que, si pretendemos trasladarlos al libro electrónico perderían toda la esencia de su contenido por el cambio de soporte. Por ejemplo, los libros ilustrados, los libros álbum, los libros de artista, los libros con suajes o técnicas pop-up, los libros con texturas
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dadas según los diferentes sistemas de impresión como termo estampado, tintas o barnices especiales, así como los libros interactivos con efectos ópticos dados por el diseño de impresión, y un sin fin de libros que no pueden ser pasados a formato digital ignorando los elementos comunicativos que residen en su materialidad. De manera que pensar al libro únicamente como un contenedor de información es retrógrada. Ante las exigencias de sustentabilidad en el diseño del siglo XXI, sería ideal que los libros cuyo contenido ideológico es más importante y que son flexibles ante el soporte impreso o el digital, se remitan a su reproducción electrónica; y que los libros cuya materialidad forma parte de su discurso, continúen siendo impresos respetando la experiencia que se da entre el lector y el libro como fuente de aprendizaje. Finalmente, existirá un equilibrio entre los partidarios del libro impreso y del electrónico -al menos en los próximos años-, pero a medida que se vaya mejorando cada soporte en favor del lector, va a tener la posibilidad de desplazar al otro, pero no al punto de desaparecerlo. §
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Referencias bibliográficas Bustos, Alberto. “Etimología del ‘libro’”, consultado el 22 de abril de 2007. Sitio web: http://blog. lengua-e.com/2007/etimologia-de-libro/. Chartier, Roger. Del códice a la pantalla: trayectorias de lo escrito. Quimera, 150. Septiembre, 1996. Compra en la Red. “Revolución digital: el cambio social en la lectura y escritura”, consultado el 22 abril de 2017. Sitio web: www.compraenlared. com. La fábrica de libros. “Una breve historia del libro”, consultado el 22 abril de 2017. Sitio web: www. lafabricadelibros.com. Ramírez, Alejandro. El libro y las nuevas tecnologías. Los editores ante el nuevo milenio. México: Solar, 2001. Wikipedia. “Revolución digital”, consultado el 22 abril 2017. Sitio web: es.wikipedia.org/wiki/Revolución_Digital. Wikipedia. “Teoría de las Inteligencias Múltiples”, consultado el 22 abril de 2017. Sitio web: https:// es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_las_inteligencias_m%C3%BAltiples.
Una tecnología de la memoria es un doble proyecto académico resultado de las materias Estudio de Medios Editoriales (Historia del Libro) y Laboratorio de Investigación y Producción en Edición Gráfica; este modelo es un recurso académico para que estudiantes y profesores publiquen contenidos didácticos. Fue impreso este ejemplar de muestra en febrero del 2018 sobre papel Bond de 120gr. Se utilizó la familia tipográfica Thesis en sus variantes Sans, Serif y Mix.
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Una tecnología de la memoria es un doble proyecto editorial que conjunta tanto el aspecto teórico, por medio del contenido encontrado en el texto, como el aspecto práctico, a través del proceso de configuración del opúsculo que tiene en sus manos. Como resultado del trabajo realizado en las materias Estudio de Medios Editoriales (Historia del Libro) a cargo de Benjamín Becerra y Laboratorio de Investigación y Producción en Edición Gráfica a cargo de Mauricio Rivera nace Una tecnología de la memoria, que abre la brecha para la autoedición dentro de la Facultad de Artes y Diseño y representa un recurso didáctico más tanto para estudiantes como para profesores. Ana Elizabeth Martínez es una alumna que habla a otros alumnos con la intención de generar dudas que concluyan en otros proyectos símilares o de mayor alcance; a su vez realizó la producción editorial y de arte del presente ejemplar.