DIALOGAR TAMBIÉN ES RUIDO Iván Insunza Fernández
Dialogar es ir al encuentro del otro. Dialogar supone un espacio intermedio que no soy yo ni el otro. Dialogar es salir al encuentro del otro sin pretender habitarlo, sino encontrarlo en el camino mientras el otro viene también hacia mí. Dialogar supone, entonces, no negar la opacidad, no negar la pérdida, la fuga, el error, “el otro es siempre un error” comentará alguien en el encuentro. Es que no somos transparentes a nosotros mismos, no nos tenemos completos al frente, nos hablamos también a nosotros mismos por la espalda. La comunicación con el otro es entonces también un tramado de interferencias, ruido, fragmentos inaudibles, destellos incomprensibles. Esta cuestión ha sido central en la concepción de los criterios editoriales de la presente entrega. Creemos que dicha interferencia no debe ser borrada, al contrario, debe ser incorporada como parte de un diálogo que va ahora en busca de un lector. De la palabra al registro, del registro a la transcripción, de la transcripción a la edición, de la edición al diseño, del diseño al papel, del papel al lector. En ese sentido, se han conservado aquí las vacilaciones, las invitaciones al café, el error, así como también se han mantenido las señas de transcripción que aluden a fragmentos inaudibles o incomprensibles. Van quedando sobre el papel también las referencias a los videos y presentaciones audiovisuales que allí, en el papel, ya no están. Esta decisión persigue, además, intentar reconstruir la experiencia del encuentro y no sólo registrar el contenido, pues entendemos que lo valioso no es sólo la posibilidad o el espacio para los núcleos de exponer su trabajo, sino también y, sobre todo, el intercambio y las interferencias que suponen los diversos lugares disciplinares que allí conviven. El ruido, la pérdida, sería también una invitación al lector a hacer un trabajo, una arqueología mental que supone asumir que la experiencia es irreproducible y que lo que hay sobre el papel son materiales para esa reconstrucción, esa reconstitución de escena, imaginar cómo fue y enfrentar los propios desafíos de la pérdida en el diálogo y en la lectura. Incorporar los alturajes de esas interferencias, o de esos materiales audiovisuales, permite al lector rastrear el registro original si sus obsesiones o investigación lo requieren. Hacer su propia reconstrucción del pasado desde los archivos posteriormente transcritos.
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El dialogo supone interferencia, dijimos, y bien lo sabe este encuentro que fue realizado en un momento complejo de la Facultad de Artes durante el 2019. Esa matriz de interferencia lleva a constantes referencias a personas que no están o cosas que fallaron. Esos elementos, por supuesto, también han sido conservados en el diálogo y también hablan de las condiciones en que se desarrolla la investigación y la creación en nuestra Facultad.