Escocia
EDIMBURGO★★ De rasgos vigorosos, vistas sorprendentes y paisaje urbano cambiante, Edimburgo (495.500 hab.) es una de las ciudades más activas del norte de Europa. Su nuevo papel de “capital”, culminado con la construcción del nuevo parlamento escocés, simbólicamente ubicado frente a la residencia real de Holyrood Palace, ha contribuido a incrementar el prestigio de esta sorprendente y acogedora ciudad que la UNESCO ha declarado Patrimonio de la Humanidad. La ciudad En realidad, Edimburgo es más bien la unión de pequeñas ciudades, de núcleos arquitectónica e históricamente diversos que se han sabido adaptar a las necesidades impuestas por la llegada de los nuevos tiempos. El punto de referencia geográfico y simbólico es el castillo (donde se custodian la Piedra del Destino y las insignias de la corona escocesa), que domina el perfil de una ciudad sin rascacielos y de modestas dimensiones pese a ser un importante centro económico y financiero. Es una ciudad
fácil de visitar incluso a pie, al menos su casco histórico, plagado de monumentos y museos. Además, la rehabilitación del puerto de Leith y sus muelles (docks) ha aumentado la oferta turística. La ciudad está encerrada por la barrera, innatural pero funcional, del City By Pass (la circunvalación de la que salen todas las carreteras que se dirigen hacia el sur, el este y el oeste) y, al norte, por el Firth de Forth. De este modo quedan delimitadas las zonas de la ciudad: dentro, los barrios; fuera, la zona rural de Lothian —región dividida en West,
Edimburgo es una ciudad bulliciosa en la que no es extraño encontrar, sobre todo en las tortuosas callejuelas del centro, numerosos pubs tradicionales.
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Historia
Mid, East— que en pocas millas nos lleva a un contexto ora montañoso, ora marino, en la hermosa y poco conocida costa oriental. Las buenas comunicaciones viales y ferroviarias facilitan la visita y ofrecen una alternativa de alojamiento si se desea evitar la abarrotada ciudad. No hemos de olvidar que, por mucho que Edimburgo cuente con una buena red hotelera, en el mes de agosto se celebran el Edinburgh Festival y el Military Tattoo [véase recuadro, pág. 27], por lo que en esas fechas conviene reservar el alojamiento con bastante antelación. Por otra parte, durante este mismo mes, los museos suelen prolongar sus horarios de apertura. Historia Edimburgo y su castillo son dos puntos esenciales de la historia escocesa, sobre todo desde que en 1124 el rey David I abandonó Dunfermline y convirtió la ciudad en la capital de su reino, trasladó la corte al castillo y fundó la abadía de Holyrood. Sin embargo, un turbulento periodo condicionó su desarrollo: la capital fue
trasladada a Perth, y habrá que esperar hasta 1437 para que Edimburgo vuelva a convertirse en el centro de la vida política escocesa. Con Jacobo II se levanta el primer recinto amurallado y la Old Town comienza a desarrollarse con las típicas casas largas y estrechas que aún caracterizan a la ciudad. La trágica época de la reina María Estuardo sigue en el corazón de todos los escoceses. Educada en la fe católica en Francia, María regresa a Escocia en 1561, cuando estalla la Reforma protestante del predicador John Knox, hostil al catolicismo y al anglicanismo. La reina consigue, en un primer momento, conciliar las tensiones religiosas, pero las luchas de poder en la corte derivarán en la derrota, la abdicación (1567) y, por último, la condena a muerte (1587), por decisión de su prima Isabel I. El hijo, Jacobo IV, unifica las coronas de Escocia e Inglaterra, pero al llevar la corte a Londres, Edimburgo pierde su poder. En 1637, el intento de Carlos I de imponer la iglesia anglicana provoca la revuelta de los covenanters de Greyfriars que apoyan a Cromwell en la
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Edimburgo
guerra civil. Como consecuencia, seguirá una dura represión durante la restauración del poder. En 1707 se firma la unión de los parlamentos, que supone el fin de la independencia escocesa: sin embargo, al verse poco influida por las revueltas jacobitas y quedar por fin libre de tensiones religiosas, el siglo xviii es el siglo del renacimiento económico e intelectual de la ciudad. Las clases adineradas abandonaron la ya atestada y malsana Old Town, dando lugar a nuevos barrios proyectados de un modo más racional. Es la época del arquitecto Robert Adam y del filósofo David Hume, de los pintores Raeburn, Ramsay y Wilkie, y de los escritores Burns y Scott. El crecimiento demográfico del siglo xix comporta el desarrollo urbanístico, aunque este no llegó a modificarla sustancialmente con edificios modernos. Organización de la visita La visita a Edimburgo (plano: pág. 16) consta de tres itinerarios típicamente urbanos, otro dedicado a los barrios y el último, al área de Lothian, la región que se extiende alrededor de la ciudad. El primer itinerario urbano es el más clásico y está íntegramente dedicado a la celebérrima Royal Mile, que, al descender del peñón sobre el que está encaramada la Old Town (Ciudad Vieja), comunica el castillo con el Palacio Real de Holyrood, para después subir a la panorámica colina de Calton. Tiempo estimado: un día. El segundo, aunque se mantenga en la zona de la Old Town, se separa ligeramente del eje principal para concentrarse en el complejo del Royal Museum y del Museum of Scotland. Tiempo estimado para los museos: medio día. El tercero nos lleva a conocer la fascinante New Town (Ciudad Nueva), uno de los principales ejemplos de planificación urbanística del siglo xviii, con sus cuatro galerías (National, Portrait, Modern Art y Dean) y las hermosas plazas. Tiempo estimado: de Princes Street, la calle de las compras, a la acogedora Charlotte Square y la monumental George Street, el recorrido (con las cuatro galerías) podría requerir un día. El cuarto itinerario dedica su interés a los barrios, con el famoso zoo, el jardín botánico y el renovado término marítimo de Leith, tan de moda hoy en día. Tiempo 14
estimado: si se planea pasar la velada en Leith, se necesitará medio día para las demás atracciones. La “exploración” de Lothian, la región que rodea Edimburgo, procede a lo largo de tres itinerarios, todos ellos con salida desde la capital (plano: pág. 36). El primero, que recorre el Midlothian, al sur de la ciudad, comprende un total de 33,5 mi (53,5 km). Tras dejar Edimburgo por Liberton Road (II, F6), pasa primero por Roslin (7 mi – 11 km al sureste por la A701), donde se alza la Rosslyn Chapel; prosigue hacia el Scottish Mining Museum, en Newtongrange, en la A7, al que se llega tras 1 mi de B7003 y 2,5 mi (4 km) de A701; para terminar en el Crichton Castle, que se encuentra al suroeste, en la A68, cerca de Pathhead (2 mi al sur por la A7 y desviación a la izquierda de 3 mi por a la B6372). El segundo, de 23 mi (37 km) hasta Falkirk, explora la zona del West Lothian, al oeste, dejando la ciudad por Queensferry Road (II, C1) y llegando tras 12 mi (19 km) de la A90 a South Queensferry (antes del pueblo, una desviación a la derecha por la carretera B924 lleva a la Dalmeny House); desde aquí se embarca hacia la isla de Inchcolm, en la que se halla la Inchcolm Abbey. Continúa por la A904, por la que se encuentran sucesivamente Hopetoun House y House of the Binns, desde la que una breve desviación por la B9109 lleva al Blackness Castle. De nuevo en la A904, se dirige hacia la cercana Linlithgow, desde donde prosigue por la A803 hasta Falkirk (6 mi – 9,5 km por la A803). El tercero (112 mi – 179 km) es un itinerario circular que sale de Edimburgo por la London Road (II, D6), sigue la costera A198 y hace una parada, después de 24 mi (38,5 km), en North Berwick, con su hermoso paraje y muchas atracciones turísticas en los alrededores; para más tarde seguir hacia el sur, entrar en la A1 (8 mi – 13 km), desviarse por la A1107 (tras 13 mi – 21 km) y llegar (después de otras 8 mi – 13 km; con una breve desviación final por una carretera secundaria) al pueblo de St. Abbs. Al retomar la A1, vuelve rápidamente a Edimburgo, encontrando tras 15 mi (24 km) East Linton, donde se puede visitar el molino llamado Preston Mill y, después de otras 5 mi (8 km), la localidad de Haddington.
1.1 EL NORTE DE LA CIUDAD VIEJA (OLD TOWN) Todo o casi todo por un mismo camino, la Royal Mile (o milla real) que en suave descenso comunica los dos puntos cardinales de la historia de Edimburgo: el castillo, que domina la ciudad desde lo alto de su peñón; y el Palacio Real de Holyrood, prácticamente escondido a los pies de las colinas que encierran la ciudad al este y anuncian la entrada a unos campos realmente inauditos para una capital. Todos pasan por la Royal Mile, que desciende lentamente con una sucesión de pequeñas tiendas multicolores, históricos pubs, nuevos bares que venden pizza y kebab, y casas con mil historias que contar. Si se recorre con calma, se podrá admirar uno de los muchos patios escondidos (closes) que se ocultan a los lados de la calle principal. El primer tramo de la Royal Mile, el que va desde el castillo hasta el puente de North Bridge, es sin lugar a dudas el más animado y rumoroso, mientras que la parte final, denominada Canongate, es más tranquila, ya que hay menos tiendas y menos turistas, que suelen desviarse por el North Bridge hacia la zona comercial de Princes Street. Al final se puede subir a la panorámica Calton Hill para disfrutar, de vuelta, del camino recorrido y relajarse en este bizarro escenario de verdes prados y monumentos neoclásicos inacabados.
Edinburgh Castle★★ (I, D2-3). Visita previo pago, de abril a octubre, de 9.39 h a 18 h; de octubre a marzo, de 9.30 h a 17 h; www. edinburghcastle.gov.uk. El emplazamiento del castillo de Edimburgo, un promontorio de roca basáltica con tres abruptas paredes de más de 100 m de altura, ha estado habitado desde la Edad de Bronce. Las primeras fortificaciones fueron erigidas en el siglo viii por Edwin, rey de los anglos de Northumbria. El castillo fue objeto de una dura disputa entre ingleses y escoceses, por lo que se convirtió en el símbolo de la independencia nacional. En él murió el rey David II Bruce (1371) y María Estuardo dio a luz a Jacobo VI Templete de Calton Hill
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Edimburgo
(1566), el futuro Jacobo I de Inglaterra; poco después, en 1573, el castillo capituló ante los ingleses de Isabel I y, en 1650, ante las tropas de Cromwell. A pesar de estar formado por construcciones de muy diversas épocas (siglos xii-xviii), no ha perdido su aspecto compacto y homogéneo. La visita, que comprende las explanadas, las joyas de la corona escocesa, el Great Hall y varios museos militares, dura al menos tres horas. Al castillo se entra por la Esplanade, donde en agosto se celebra el famoso desfile del Military Tattoo [véase recuadro, pág. 27]. Tras cruzar el foso, defendido por militares en uniforme (cambio de guardia cada hora), y el portal neogótico que precede a la entrada original, la
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Portcullis Gate (1574-1577), hay que subir (a la derecha, distribución de audio guías, disponibles también en español) hacia el patio de la Argyle Battery, con su batería de cañones (el bastión ofrece unas bellas vistas★ de la New Town y, más allá, del Firth of Forth). Desde aquí salen varios caminos hacia los baluartes y puestos de guardia de abajo. Más adelante, a la derecha de la cafetería, se encuentra la Mill’s Mount Battery, donde está el llamado One O’Clock Gun, un cañón de la segunda guerra mundial que todos los días laborables, a las 13 h, dispara un cañonazo de advertencia, por lo que siempre atrae a algún grupo de curiosos. Debajo de la plataforma de tiro hay una exposición que cuenta la historia de esta costumbre.
El nortE dE la Ciudad ViEja
A la derecha se desciende hacia el Scottish National War Museum★, moderno museo que ilustra, a través de vídeos, uniformes, mapas, armas, fotografías y otros materiales, la participación de los ejércitos escoceses en eventos bélicos de distintas épocas y partes del mundo. De nuevo en la Argyle Battery, se vuelve a subir hasta lo alto del castillo. Merece la pena desviarse a la derecha para visitar el Royal Scots Regimental Museum, dedicado al regimiento escocés de la segunda guerra mundial; las Castle Vaults, sótanos que se utilizaron como calabozos para los prisioneros de guerra; y la Military Prison, edificada más tarde con el mismo objetivo y en la que unos maniquís representan escenas de la vida en la prisión.
Pasando por el Foog’s Gate se llega a la parte superior del castillo. A la izquierda se halla la construcción más antigua, la St. Margaret Chapel (siglo xii), pequeña capilla románica erigida por el rey David I en honor a su madre santa Margarita. Junto a ella se encuentra el Mons Meg, cañón del siglo xv. La plaza de Crown Square es el punto central del castillo. Al norte se encuentra el Scottish National War Memorial, monumento a los soldados escoceses diseñado por Robert Lorimer en 1923-1927. Al este está el Palace★ (con la torre del reloj), palacio del siglo xv, varias veces restaurado en los siglos sucesivos. Por una pequeña puerta se sube a los Honours of Scotland, interesante recorrido con reconstrucciones de ambientes y figuras de cera que ilustran la historia de las insignias reales escocesas (Regalia) y que lleva a la sala en la que están expuestas; dichas insignias permanecieron ocultas durante 111 años
Esplanade, la entrada del castillo
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■ TERRITORIO Y POBLACIÓN Defensa de una identidad Sean Connery, el agente 007 más famoso, es escocés y le gusta decirlo, pero, al igual que James Bond, también es muy fiel a la reina y al Reino Unido. Esta doble identidad nacional es un sentimiento que comparten los escoceses, a pesar de que la unión con Londres no haya sido fácil: se ha luchado mucho por la independencia y la autonomía, hasta llegar a la actual devolution (autonomía) y a la constitución de un parlamento regional. En ciernes se halla la convocatoria al referéndum histórico que decidirá la autodeterminación o no del Reino Unido. Pero desde hace tiempo, Escocia cuenta con su propio banco central, su bandera, su capital, su Iglesia nacional (presbiteriana) y su nacional de fútbol, además de sus propias costumbres regionales vinculadas al folclore, como la gaita, el sistema de los clanes, el kilt, los deportes y los bailes tradicionales. En pocas palabras: Escocia jamás ha perdido su identidad, si bien es cierto que a lo largo de su historia ha tenido que doblegarse a la supremacía de la lengua inglesa. La variedad del paisaje nórdico Escocia es esencialmente montañosa y, como el resto de Gran Bretaña, se caracteriza por relieves de origen antiquísimo, poco elevados, con formas redondeadas y con cimas que dominan extensas sierras. Las tres cadenas montañosas escocesas son prácticamente paralelas: las Uplands del sur, en el confín con Inglaterra, los Montes Grampianos (Grampian Highlands o Highlands meridionales) y, en el extremo norte, las Highlands occidentales. Las tres están formadas por antiguas rocas metamórficas o sedimentarias, modeladas por la acción glacial y pobladas de brezales y praderas. Las colinas de la región del Dumfries y Galloway y la de The Borders –antiguo escenario de las luchas entre los escoceses y sus poderosos vecinos ingleses–, son la puerta de entrada a Escocia para quienes llegan desde el sur: se alzan suavemente hasta las Uplands, el sistema montañoso menos elevado de la región, con cimas que alcanzan los 850 m de altitud. Desde aquí hacia el norte, las colinas descienden gradualmente hasta la única zona de llanuras, las Lowlands 138
(tierras bajas), formada por los depósitos fluviales de los ríos Forth y Clyde. Cerca de sus estuarios (firth) se sitúan Glasgow y Edimburgo. Esta estrecha franja de llanura separa los dos mares de Escocia, el Atlántico y el Mar del Norte, en el punto en que más se acercan entre ellos (menos de 40 km entre las zonas del interior de ambos estuarios). Las Lowlands no son más que una breve interrupción del ondulado perfil regional, que retoma su forma algo más al norte con el vistoso límite geológico de Highlands Boundary Fault, la falla que marca el límite meridional de las Highlands. En los alrededores de la ciudad de Stirling, considerada la «puerta del norte», el baluarte de la defensa de los caminos que van hacia las tierras altas septentrionales, la historia y la geología se explican mutuamente: aquí se extiende el campo de la batalla de Stirling Bridge, que tomó el nombre de Braveheart Country por el título de la película sobre la vida de William Wallace, el héroe escocés que venció a los ingleses en Stirling. Las Highlands meridionales ocupan toda la parte central de Escocia y alcanzan las mayores altitudes de la región, con diversas cimas que superan los 1.200 m (el Ben Nevis, 1.343 m, es la cumbre más alta de todo el archipiélago británico). Entre las crestas montañosas de las Highlands abundan las fracturas de los lochs, los lagos de forma alargada que se alimentan de una densa red de ríos y torrentes. El Ness es el lago más grande de Escocia por volumen de agua –y por ello, supuestamente, es capaz de albergar a su gigantesco y legendario monstruo– y marca el límite entre las Highlands meridionales y las occidentales (Western Highlands), medianamente más bajas, aunque asimismo entalladas por una miríada de torrentes y lochs. Escocia posee tres archipiélagos, las Hébridas (Hebrides), las Orcadas (Orkney) y las Shetland. El grupo de las Hébridas más cercanas a la costa forma las Hébridas Interiores (Inner Hebrides), a las que se accede desde los puertos escoceses de Kyle of Lochalsh, Mallaig u Oban. Desde las islas de Skye y de Mull, las más
TerriTorio y población
Sin altas cumbres, lo más llamativo son las caprichosas formas de sus relieves. Arriba, Bowfiddle Rock en la costa de Moray; izquierda, La Buachaille y paisaje de la Royal Deeside.
interesantes desde el punto de vista paisajístico debido a los relieves internos de origen volcánico y a los tramos de acantilados, se llega a las Hébridas Externas (Outer Hebrides), entre las que se encuentra Lewis, la isla mayor del archipiélago. Desde el puerto de Thurso, cerca del cabo Dunnet (el punto más septentrional de Gran Bretaña, y Finisterre escocés), se llega a las Orcadas, antiguos altiplanos de arenisca roja con tramos costeros repletos de acantilados cortados a pico sobre el mar. Las más lejanas, perdidas en el océano a casi mitad de camino entre Escocia y Noruega, son las Shetland, islas de origen volcánico en las que la violenta acción del mar y los vientos han labrado líneas costeras escarpadas y recortadas por numerosos fiordos. El clima también es muy variado. En las islas, como en las Highlands occidentales, llueve abundantemente, entre 2.000 y 3.000 mm anuales (a modo de comparación basta decir que la lluviosa Londres registra unos 1.000 mm al año), sobre todo en los meses de otoño. El clima, como en todo el archipiélago británico, se caracteriza por su extrema variabilidad, incluso a lo largo de 24 horas, ya que entre las nubes bajas se suelen abrir espléndidas manchas
azules y soleadas. En verano, cuando no llueve, el sol se pone tardísimo, permitiendo disfrutar tanto a los turistas como a los jugadores del deporte nacional, el golf (convencidos de que la pelota se ve hasta las 10 de la noche); aunque esta claridad se paga en invierno con interminables horas de oscuridad, como siempre ocurre más allá del paralelo 55º. Edimburgo y Glasgow están a 56º Norte, mientras que las Shetland superan el 66º: si no fuera por la corriente del Golfo, Escocia sería una yerma extensión de hielos y tundra, al igual que las áreas de Canadá y Siberia que se hayan a la misma latitud. Carácter cultural Gàidhealtachd es una palabra impronunciable incluso para la mayoría de los 5 millones de habitantes de Escocia, que desde el siglo xviii hasta hoy han ido perdiendo su lengua más antigua. Significa «área de difusión del gaélico», la lengua celta que ya no hablan más que 60.000 personas, confinadas en las áreas más periféricas, las Hébridas Exteriores y la zona occidental de la región de las Highlands, donde aún podemos encontrar algunas escuelas e institutos bilingües. Las leyes que prohibieron el gaélico 139