Jordania total

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Jordania


AMMAN★ “Ciudad Blanca” es el nombre con que se conoce a Amman, la dinámica capital de Jordania, una ciudad que acoge a casi dos millones de habitantes (un tercio de la población de todo el reino). Amman tiene dos rostros: uno tradicional, en torno al núcleo antiguo surgido a los pies de la Ciudadela y a las ruinas romanas; y otro moderno, constituido por edificios comerciales, bancos, restaurantes de moda, villas hollywoodienses y hoteles de lujo. Ambos rostros representan el alma del país, forjada a un tiempo sobre sólidas raíces y un ritmo más acorde con los tiempos. ¿Y por qué Ciudad Blanca? Edificios comerciales y casas están edificados con piedra blanca procedente de las canteras locales, lo que contribuye a dar una idea de orden y pulcritud que se refleja hasta en las minúsculas callejas del casco histórico, a las que dan los puestos del zoco. Amman es una ciudad agradable de visitar, aunque no tenga grandes monumentos, abierta a un mundo occidental donde encuentra muchas de las respuestas a sus propias exigencias. Desde lo alto de la Ciudadela se observa una visión de conjunto, como un nacimiento hecho de innumerables casas colgadas en las colinas. Colinas que originalmente eran siete y hoy son veintidós y que dan testimonio de la transformación de Amman desde lo que fue un pequeño pueblo a un foro de nivel internacional en la actualidad. El proceso de transformación comenzó en 1922, cuando el rey Abdullah I trasladó el gobierno a Amman, impulsando así un crecimiento sostenido, basado tanto en la expansión comercial de las inversiones extranjeras como en la emigración forzosa desde las zonas ocupadas por Israel. Esta expansión tuvo como consecuencia la creación de grandes zonas residenciales modernas, caracterizadas por amplias calles flanqueadas por centros comerciales, bancos y hoteles. En los barrios del centro tienen su sede las oficinas y embajadas, mientras que el casco histórico ha conservado su tradicional carácter árabe. Historia Fue una región habitada durante el Paleolítico (el primer asentamiento se remonta a 15.000-10.000 a.C.), el Neolítico y el Calcolítico, pero fue en el Bronce antiguo cuando se funda el primer asentamiento, como prueban documentos encontrados en la acrópolis de la Ciudadela. Fue aquí donde surgió la “Rabbath Ammon” bíblica, la gran ciudad de los amonitas, cuyos fundadores, según el Génesis, fueron Lot y su hija menor. Los amonitas, asentados durante el éxodo de los judíos a Palestina, al norte de la actual Wadi Zarka, se enfrentaron reiteradamente con los israelitas. Estos conquistaron “Rabat Ammon”, pero en el 14

siglo ix a.C. los amonitas la volvieron a conquistar. La expansión de los asirios hacia el valle del Nilo fue una nueva amenaza para el pueblo amonita, que en el 733 a.C. tuvo que plegarse a la tutela de un gobernador. Después de los asirios vendrían los medos y los babilonios, quienes en tiempos de Nabucodonosor pusieron fin al reino de Ammon. El área comprendida entre Amman y el Jordán estuvo dominada hacia mediados del siglo v a.C. por Tobías el Amonita, de la familia de los Tobiades, que gobernó en el siglo iii a.C. bajo el poder de la dinastía ptolemaica de Egipto. Fue Ptolomeo Filadelfo (285-246 a.C.) quien reconstruyó la ciudad y le dio el nombre de “Philadelphia”. Con la llegada de los romanos (63 a.C.), “Philadelphia” entró a formar parte de la Decápolis y en 30 a.C. quedó bajo el control de Herodes el Grande. La anexión del reino de los nabateos por parte del emperador Trajano (106 d.C.) y la construcción por voluntad del mismo de la “Via Nova Traiana” (111114 d.C.), transformaron la ciudad en una próspera localidad en la ruta de las caravanas que la administración romana embelleció con numerosos monumentos. Así empezó la edad de oro de la ciudad, que en época bizantina, al parecer, formaba parte de los dominios de los gasánidas, una tribu árabe cristiana aliada de los bizantinos en la guerra contra los persas. En el año 638, los árabes, al mando de Yazid bin Abi Sufyan, se apoderaron de Amman, incorporada posteriormente al imperio omeya con el nombre de “Ammon”. Convertida en capital de la provincia de al-Balqa, se embelleció con el palacio del gobernador, cuyos restos se conservan en la Ciudadela.


Historia

Mezquita de al-Malik Abdullah.

Con la llegada de los abasíes se trasladó la capital del imperio de Damasco a Bagdad, lo que llevó a Amman a un lento declive, hasta quedar completamente abandonada en el siglo xiii. La región estuvo deshabitada hasta la llegada en 1880 de los circasianos, pueblo caucásico de religión musulmana expulsado de Rusia en 1864-1865, asentado en Amman bajo los otomanos. El renacimiento de la antigua “Rabbath Ammon” se decidió en 1921, cuando el entonces ministro para las colonias, Winston Churchill, y Abdullah bin alHussein proyectaban la creación de un Estado nacional árabe con capital en Amman. ❙ VISITA El mejor modo de conocer la ciudad es comenzar la visita en el lugar de su fundación, la Ciudadela, adonde se llega cómodamente en taxi. Allí, un lugar lleno de vestigios de las edades de Bronce y del Hierro, se encuentra el templo de Hércules, edificado en honor al emperador Marco Aurelio. Después de contemplar una vista panorámica de la ciudad baja y el teatro romano, la colina de Ashrafiyah con la mezquita de Abu Darwish y la de Raghadan con la residencia real, se sigue la visita a la Ciudadela al otro lado de la carretera, donde se conservan las ruinas de una iglesia bizantina. Siguiendo por la colina se llega a alQasr, palacio omeya, que tenía funciones administrativas. En las inmediaciones de

la entrada, a la derecha, hay una amplia cisterna. Volviendo a la calle, hacia el templo de Hércules, está el Museo Arqueológico, con una muestra interesante de hallazgos de diversas épocas históricas. Una vez terminada la visita se puede seguir hacia la ciudad baja [pág. 22], casco antiguo de la “Philadelphia” romana. Destaca por su belleza el teatro, sede de dos museos: el Museo del Folclore y el Museo de las Tradiciones Populares. Cerca, en la misma plaza que antaño acogiera el foro, se encuentra el Odeón, utilizado sobre todo para eventos musicales. A la derecha del teatro se halla el ninfeo, oculto por edificios modernos. Poco después, la mezquita al-Hussein, cerrada a los turistas. En esta zona comercial palpita el corazón árabe de Amman, con comercios de todo género, entre puestos de verdura y los escaparates del zoco del oro. La ciudad moderna [pág. 24], aunque de carácter más anónimo, resulta un lugar agradable para pasear. Es una sucesión de edificios blancos a lo largo de las avenidas de circunvalación comunicadas por túneles subterráneos y puentes futuristas. No faltan recuerdos del pasado, como la torre amonita junto a la sede del Departamento de la Antigüedad de Jordania (entre los Círculos III y el IV). Por lo demás, lo que destaca en la ciudad moderna es su vida cultural y su dinamismo comercial, más que sus valo15


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res arqueológicos. No obstante, merece la pena la visita a la mezquita de al-Malik Abdullah, concluida en 1990 y situada en el barrio de Jabal al-Waybdah. El conjunto acoge también un Museo Islámico. Por otra parte, la Sport City, espacio multifuncional inaugurado en 1971, y el Royal Cultural Centre, están pensados para realizar en ellos numerosas actividades deportivas y culturales. Otra visita interesante es la colección de hallazgos prehistóricos del Museo Arqueológico de la Universidad de Jordania, que también acoge el Museo Nacional Antropológico del Folclore.

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LA CIUDADELA★ Para visitar el núcleo originario de la capital es recomendable coger un taxi. Al final de la visita se deja el área arqueológica peatonal para volver a la zona abierta al tráfico. Se puede tomar otro taxi o seguir a pie un buen trecho por la carretera hasta la ciudad baja (visita: de 8 h a 19 h, viernes de 10 h a 16 h, en invierno de 8 h a 16 h). Desde lo alto del gebel al-Qalah (nombre de la Ciudadela en árabe) se divisa toda la ciudad. Era la zona de la acrópolis, situada en un espolón rocoso que cae a plomo, antaño estaba rodeada de una muralla con torreones de distintas épocas históricas. Por la carretera que asciende al área arqueológica se ven restos de las antiguas murallas (de época romana). Una vez arriba, destacan las ruinas de un templo romano dedicado a Hércules (siglo ii d.C.), una iglesia bizantina y un palacio de época omeya. En las áreas norte y este se han descubierto restos de fortificaciones de la Edad del Bronce medio, del Hierro y de la época helenística.


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A la izquierda de la carretera que conduce al Museo Arqueológico surgen de improviso los restos de las columnas del templo de Hércules (D5), construido en honor al emperador Marco Aurelio (161-180 d.C.) sobre un santuario anterior dedicado a Melkom, divinidad amonita. En el templo, tetrástilo (con cuatro columnas en el frente), se conservaba una estatua de mármol dedicada a Hércules, una escultura monumental de 9 m de alto. Un témenos rectangular unía el lado oeste del templo al foro y otros lugares de la ciudad baja, a los pies de la acrópolis, a la que se bajaba por una escalinata monumental; no quedan restos de ella, aunque se sabe que partía de los propileos al norte del cardo máximo y terminaba en la muralla de la acrópolis. En las inmediaciones del templo se pueden ver las ruinas de una torre de las fortificaciones de época islámica, construida con material de deshecho del templo. Desde la terraza panorámica próxima a las ruinas del templo hay una vista admirable del casco antiguo de la ciudad, con el teatro romano, el odeón, la plaza de los Hachemíes y la del foro antiguo.

De frente, en la colina de al-Ashrafiyah, destaca el bello edificio de la mezquita de Abu Darwish, edificada en blanco y negro. Una colina al este de la ciudadela acoge el palacio de Raghadan (D6), antigua residencia real rodeada de un gran parque, con el palacio Basman en su interior. Alberga la tumba del rey Abdullah I, fundador del reino de Transjordania. Al otro lado de la carretera (a la derecha yendo desde la ciudad) se ven las ruinas de una iglesia bizantina (D5) del siglo vi. Se distingue el ábside y columnas de magníficos capiteles corintios. Más al este, en una terraza inferior, se han descubierto restos de la Edad del Hierro, entre ellos las cuatro cabezas bifrontes del siglo vii conservadas en el Museo Arqueológico. En la misma colina se conservan ruinas de época romana y helenística, mientras que más abajo, en la ladera meridional de la acrópolis, se halla la tumba de Amminadab, ministro del rey “Rabbath Amon” (siglo vii a.C.), excavada en la roca. Pasada la iglesia bizantina, el camino lleva a al-Qasr★ (D5), actualmente remodelado, y a la derecha se puede ver una Ruinas del templo de Hércules en la Ciudadela

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gran cisterna circular de época romana que recogía el agua del tejado. Este edificio formaba parte de un conjunto atribuido, según una moneda encontrada, al período omeya tardío (720-750). Construido sobre un témenos romano, el palacio fue utilizado como residencia del gobernador (o emir), o como sede administrativa, si bien en ambos casos hacía las veces de palacio de gobernación (Dar al-Imarah). Por el lado sur, se accede a través de una puerta monumental que constituía la entrada principal al conjunto. La puerta daba a un patio, desde el que se accedía al gran vestíbulo (antesala o sala de audiencias), con planta de cruz griega delimitada por un muro cuadrangular de 25 m de lado; el espacio entre los brazos de la cruz albergaba cuatro cámaras. Destacan las bóvedas de cañón, los grandes arcos y las semicúpulas, y en particular la decoración del área central, a base de piedra esculpida y pequeños arcos ciegos de exquisita ornamentación, sustentados por semicolumnas pareadas. En el exterior, cerca de la cisterna y de las dependencias destinadas a la vigilancia, destaca un gran patio cuadrangular con una avenida que comunica el norte y el sur del conjunto (9,9 m de ancho). Patio y avenida estaban flanqueados por pórticos, formados por 13 columnas y 14 arcos cada uno, al otro lado de los cuales se hallan tres edificios similares, con patio central porticado en tres de los lados y diversas estancias, en el estilo tradicional de la casa islámica. Como el palacio principal, también estos edificios hacían funciones de residencia y de dependencias de la administración. La avenida termina en una de las entradas del témenos romano, de donde se baja hacia un segundo patio situado en el lado norte de la ciudadela. Aquí se alza el “iwan” (atrio rectangular) con bóveda de cañón (y probablemente pavimentado con mosaico), desde el que se accede al “diwan” (sala del trono), de planta de cruz griega. El lado este albergaba diversas dependencias, seguramente destinadas a uso administrativo y protocolario. Volviendo a la calle principal, pasado el templo de Hércules a la derecha se halla el Museo Nacional de Arqueología de Amman, que no hay que confundir con el museo de la Universidad. 20

Museo Arqueológico★ (D5). Visita previo pago, de 9 h a 19 h, viernes de 10 h a 16 h; en invierno de 8 h a 16 h. La colección, de diversa procedencia, sigue un orden cronológico. Se presentó un proyecto para una instalación renovada donde se mostrarían solo fondos procedentes de Amman, mientras que el resto de colec-

ciones se ubicarían en un nuevo Museo Arqueológico, pero hoy en día aún no se ha llevado a término este proyecto. La visita a este museo no requiere mucho tiempo, pero merece la pena, ya que algunas piezas revisten gran interés. Se destaca en particular las estatuas antropomorfas de Ayn Ghazal, descubiertas en el lugar del mismo nombre, no lejos de Amman. Son estatuillas del Neolítico realizadas en piedra caliza y arcilla, decoradas con betún negro (sobre todo los ojos), unas bicéfalas y otras acéfalas. Su hallazgo tuvo repercusión internacional. Se descubrieron en el fondo de fosas de un pueblo cuyos habitantes practicaban un culto a los an-


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tepasados, basado en la magia y en el uso de talismanes. Es la hipótesis más acreditada sobre la función de las estatuillas. En concreto, las acéfalas hacen pensar en un tipo de sepultura familiar, cuyos miembros separaban la cabeza del cuerpo del difunto, que enterraban fuera del pueblo.

de Warhoh de Dhiban, la capital del reino de Moab. En la inscripción de la estela, el soberano narra la victoria de su ejército sobre Israel, citando una serie de localidades, así como el Camino de los Reyes. Los sarcófagos antropoides (siglo xi a.C.), de factura moabita, están realizados en terracota.

En la colina de al-Ashrafiyah destaca el bello edificio de la mezquita de Abu Darwish.

La estela de Balwa★, del siglo xii a.C., se encontró en la zona del uadi al-Mawjib. Reproduce las figuras de un rey moabita, Kemosh, divinidad moabita, y la diosa Astarté con la doble corona del alto y el bajo Egipto, el tocado que recuerda la tiara de Osiris. Está realizada en basalto, es triangular y lleva una inscripción. En el museo también se expone una reproducción de la estela de Mesha (la original está en El Louvre; las otras dos reproducciones en territorio jordano se hallan en los museos de al-Karak y Madaba). Narra las gestas del rey moabita Mesha. Se erigió entre los años 830 y 805 a.C. en honor de Kemosh, en el templo

Las cabezas con dos rostros★★, del siglo vii a.C., fueron descubiertas en la Ciudadela de Amman, donde habían hecho funciones de capitel. Tienen ojos de piedra negra y pupilas de marfil; el cuello estaba decorado con collares de perlas. La estatua de Yerahazar, un rey amonita, también fue hallada en la Ciudadela. Se remonta al siglo viii a.C. Está tallada en piedra caliza y lleva una inscripción incompleta en arameo. El rostro del soberano aparece con barba, lleva un tocado rizado de influencia asiria y los ojos antes tenían las pupilas de marfil. Viste una refinada túnica de tela y va descalzo, para indicar que se hallaba en lugar sagrado. 21


TERRITORIO Y POBLACIÓN Territorio y población Tiene corazón de árabe y cerebro de inglés. Es lo que decían del artífice de la nueva Jordania, el padre de la patria que ha transformado un territorio de piedras y arena en un país bien considerado en las altas esferas del poder internacional. El rey Hussein pudo haber sido el más perjudicado tras el conflicto entre Israel y las grandes personalidades del petróleo y del mundo árabe. No fue así. Le dio dignidad internacional al pueblo nómada de beduinos, supo encauzar políticamente la oleada de huidos de Palestina y, en definitiva, logró proteger a su país de cuantas tormentas, desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, han sacudido a Oriente Próximo. El apoyo que su sucesor, el rey Abdullah, ha tenido de Estados Unidos, Israel y los estados árabes del Golfo denota que todos los grandes protagonistas de la política de la región están interesados en la existencia de una Jordania estable y digna de confianza. Mantener el equilibro entre los intereses occidentales y los del mundo árabe es el destino y la razón de existir –puede que para algunos la eterna condena– del reino Hachemí, creado por Gran Bretaña para el bisabuelo del actual rey Abdullah, como reconocimiento por su contribución a la derrota de los turcos. El territorio en sí ni poseía ni posee grandes riquezas: ni una gota de petróleo, poca agua y mucho sol. Sus fronteras resultaron imposibles de defender ante la inmigración palestina (a la que hoy se ha sumado la iraquí y la siria), un hecho que modificó sustancialmente la composición étnica del país y que puso fin a la supremacía numérica de los beduinos. Para sobrevivir en tales circunstancias, se requiere buen temple político. Hay que estar demostrando continuamente a unos y otros, a occidentales y árabes, que se es necesario, sin molestar demasiado a la otra parte. Y, sobre todo, hay que saber recoger los réditos derivados de cada acuerdo alcanzado. Hoy son los de la paz con Israel, destinados a remediar algunos males crónicos, como el desempleo y la pobreza extrema del 15 por ciento de la población. 128

Desierto bajo el suelo Su extensión es apenas un quinto de la de España y el 90 por ciento es terreno árido, sin apenas vegetación. Excepto el desierto, todo es de formato reducido: solo un río, (el Jordán), apenas 25 km de costa en el Mar Rojo y un 1 por ciento de superficie con vegetación. La agricultura y la población se concentran en la región noroeste del país, donde el clima es más suave que en el desierto, la tierra es lo bastante fértil y, lo más importante, dispone del agua necesaria para el cultivo del campo. Es una de las cuatro regiones naturales que forman el país, la más habitable y por ende el corazón económico y urbano de Jordania. La tierra de Gilead, que constituye el extremo norte y donde se encuentra la ciudad de Irbid, es una de las zonas más fértiles, expuesta a los vientos húmedos del oeste. En el otro extremo se encuentra el interminable desierto de la región oriental, que al nordeste avanza geométricamente hacia Iraq y al sudeste hacia Arabia Saudí. El desierto, en Jordania, es parte de una gran altiplanicie que se extiende con una altitud media de 1.000 m, formada de piedra y arena, en ocasiones sembrado de guijas de los uadis, secos pedregales testimonio de la antigua presencia de cauces vivos. El desierto de Al-Harrah que avanza hacia Iraq es un desierto clásico donde la vista alcanza el infinito, castigado en invierno por vientos helados y en verano por temperaturas inhumanas. Tan difícil de sobrellevar como las condiciones del desierto meridional, que constituye las primeras estribaciones de la desolada Península Arábiga. Pero aquí el paisaje al menos brinda puntos de referencia que rompen la infinitud de las arenas, una cadena montañosa (el gebel al-Adhiriyat) o las rocas espectaculares que surgen entre las arenas rojas del Wadi Rum. La tercera de las regiones morfológicas del país también se llama “gebel”, porque la recorre una cadena montañosa que va de norte a sur y separa los desiertos del valle del Jordán. En esta región hay agua, bosques y pueblos, pero las dos vertientes montañosas son tan escarpadas que actividades como la agricultura o el pastoreo resul-


TerriTorio y población

tan muy difíciles. La vertiente occidental está surcada por ríos y torrentes que bajan hacia el Jordán. El más importante de todos es el Yarmuk, río que hace frontera con Siria, país con el que Jordania mantiene un largo conflicto por el usufructo del agua para la agricultura. El valle del Jordán (al-Ghawr), junto con el Mar Muerto y el uadi al-Arabah, constituye la cuarta región del país, que ocupa una estrecha franja occidental. Se carac-

teriza por una cierta presencia de agua en el norte y un clima casi tropical que hace posible el cultivo de la caña de azúcar y el plátano. La temperatura es muy elevada en verano y templada en invierno, pero se hace más extremada al sur, en el uadi al-Arabah, que antes de verter sus aguas en el golfo de Aqaba atraviesa un paisaje y una zona climática parecida a la del desierto. Esta región es parte del valle del Rift, que se extiende desde el El “monasterio” de Ad-Deir

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