#79 a帽o vi octubre 2014 precio: este peri贸dico
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ilustraci贸n por daniel mart铆n - www.dmdesign.com.ar - mardaniel@gmail.com
PARADA OBLIGADA EN LA COMPRENSION DE LA REALIDAD
estado esquizoide
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editorial
estado
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planta estable
como un padre castrador que imparte órdenes sin dar explicaciones. En el mejor de los casos, luego de un proceso de disciplinamiento, internalizamos la ley. Hobbes estaría orgulloso de nosotros, hemos logrado superar nuestros instintos de satisfacción a cualquier precio para dar lugar a una convivencia pacífica y organizada. ¿Pero, de dónde nace la ley? ¿Quiénes definieron ese contrato inicial? ¿Podemos o debemos reformularlo? Preguntarnos por el Estado implica entonces hacer lo propio con el poder. ¿Cómo circula el poder en nuestra sociedad? Si imaginamos el poder como una fuerza que circula unidireccionalmente, una especie de entidad compacta y homogénea, entonces podríamos tomarlo, apropiárnoslo y quizás, mediante una revolución, cambiar abruptamente el orden de las cosas. Pero si, por el contrario, creemos que todos tenemos poder y en cada interacción lo ponemos en juego, la situación se vuelve más compleja: Cambiar el orden de las cosas implicaría entonces desandar y negociar una compleja trama de relaciones y sentidos. Una tarea de difícil resolución en un terreno plagado de contradicciones. Un camino (casi) seguro hacia la locura. Pierre Bourdieu describe estas ambivalencias señalando que el Estado acaricia con la mano izquierda mientras reprime con la mano derecha. ¿Es el Estado por definición un conjunto de instituciones relacionadas de manera esquizoide? ¿Qué nos pasa a los ciudadanos? ¿Estamos todos locos? Como si todo esto fuera poco, los Estados cuentan con un gran argumento para interpelar los sentimientos de sus ciudadanos: la Nación. Toda una red de instituciones y rituales al servicio de generar ese sentimiento aglutinante que nos identifica y nos distingue del resto del mundo. Tenemos entonces dos dimensiones, según los antropólogos Phillip Corrigan y Derek Sayer. Una dimensión totalizante, relacionada con el carácter y la identidad nacionales. Y por otro lado, una dimensión individualizante que define, clasifica y regula a la población según su ciudadanía, género, estado civil, etnia, etc. ¿Cómo navegamos diariamente en este mar de clasificaciones? Esperamos, queridos lectores, que encuentren, en estas preguntas y en las que surjan de la lectura de este número, elementos para generar sus propios cuestionamientos acerca del estado de las cosas. Y quién sabe, en algún momento, se animen a cambiar algunos pequeños detalles del orden del mundo.
maquinista juan ignacio basso
el que no se quiere bajar del tren césar maffei
la que dice que el tren no tiene que poner guiño para doblar yael tejero
el que insiste con el carbón gustavo guevara
chancho gustavo zanella
la que pasa por abajo del molinete giselle méndez
la que endereza las vías maría virginia compte
la que hace sonar la bocina lorena barbosa guardabarreras gabriela giambroni
la que se pasó de estación maría belén morejón boletero jorge augusto cuello
staff
el
n el número de documento, en un guardapolvo, en los impuestos que se pagan, en los colores de la bandera, en la cadena nacional que interrumpe el programa de televisión favorito, en la decisión de un juez sobre la libertad de una persona, en un satélite que orbita alrededor de este planeta; se encuentra el Estado en multiplicidad de circunstancias, encarnado en diferentes sujetos. Como con la mayoría de las cosas que ya existen cuando se llega a este mundo, se suele naturalizar su presencia, a veces con resignación, otras con indiferencia. Cuestionar el estado de las cosas es un ejercicio incómodo y, para muchos, innecesario. Quienes hacemos Andén estamos convencidos de que sacudir la modorra intelectual y hacer(nos) preguntas son parte fundamental de nuestra tarea como comunicadores. En este número, entonces, se reflexiona sobre el Estado, pensando en los vaivenes históricos que tanto la institución como nosotros, en tanto ciudadanos, hemos experimentado en los últimos años. Una primera intuición nos lleva a pensar que el moderno Estado capitalista, como institución garante del orden social, se presenta generalmente como un mal necesario. Si rastreamos el mito fundante sobre el que se construyó esta necesidad, llegaremos a las palabras del filósofo inglés Thomas Hobbes, quien sostuvo que en la mismísima naturaleza humana radica el peligro de su extinción. Si el hombre es el lobo del hombre, necesita una herramienta que le permita superar las pulsiones individuales en pos de un equilibrio que beneficie a todos en medidas similares. ¿Qué sería de nosotros sin Estado? La guerra de todos contra todos, la primacía injusta de los más fuertes sobre los débiles. Ahora bien, si miramos a nuestro alrededor, ¿qué tan lejos estamos de eso? A lo largo de los últimos quinientos años, se han desarrollado distintos tipos de gobiernos estatales: monárquicos, absolutistas, democráticos, parlamentarios, socialistas, comunistas, totalitarios, religiosos, neoliberales, populistas. Entre el tipo ideal y la manifestación real de cada una de estas instituciones de gobierno, hay tantas variables como circunstancias históricas y límites territoriales. ¿Cuáles de estos elementos elegimos para pensar y describir los Estados actuales? Podemos mirar al aparato estatal como un ente represor y autoritario, la manifestación de la ley, un conjunto de instituciones y prácticas que ordenan nuestro universo cotidiano y nos interpelan a actuar siguiendo innumerables rituales, casi
jefe de estación horacio ernesto giambroni el que no vio la barrera pedro pertusi los que corren la zorra manuel fontenla franco dré
el que corta las vías martín giambroni
el que pinta grafitis en la estación daniel martin
encargado del salón comedor luciano pablo basso
la que se roba los quebrachos natalia lópez el que se dedica a otra cosa nicolás alejandro miguez
colgados del tren, como racimos grupo de estudios para la liberación (gel): martín forciniti, juan francisco martínez peria, mercedes palumbo, ezequiel pinacchio, soledad ramati y mariana fernández talavera
caminantes de las vías que se detienen en esta estación
natalia sánchez, cecilia canzonetta, fernando bogado, horacio cárdenas, ezequiel alasia, magdalena grass, matías chiappe, andrea vallarini, gonzalo rodriguez, julio bárbaro, mauro benente
gratarola boleto
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L pobreza y desarrollo cognitivo
la pobreza y la desigualdad social generalmente son atribuidas a una disminución de una amplia gama de posibilidades en los niños, adolescentes y jóvenes. entonces, la pregunta es: ¿la pobreza y la desigualdad social son realmente consecuencia de una disminución de posibilidades o la disminución de posibilidades es consecuencia de la desigualdad? la respuesta se asemeja bastante al enigma sobre qué fue primero, si el huevo o la gallina, ya que pensar en un factor nos hace remitirnos inmediatamente al otro. la respuesta es ambas. son factores que continuamente se retroalimentan.
natalia sánchez /
a pobreza incluye diversos puntos de impacto, a nivel social, por ejemplo, factores como la segregación, la falta de estimulación, la dificultad para acceder a la educación; y a nivel físico y psicológico, como los déficits en la alimentación, en la actividad física, el descanso y la contención afectiva, entre muchos factores más. Encasillar estos factores en un nivel socioeconómico particular es reduccionista ya que son factores que no solo se relacionan con el nivel de ingresos de una familia, sino con aspectos mucho más complejos; no obstante difícilmente se pueda negar que probablemente alguno o varios de ellos se presenten en familias y niños en situación de pobreza. Si nos ponemos a pensar sobre cómo influye específicamente esto en el desarrollo físico y mental de cada niño, podemos encontrar múltiples investigaciones que arrojan algo más de luz sobre el origen social y/o biológico de las desigualdades. Podemos decir que todos estos factores generan un nivel, de moderado a alto, de estrés en quienes están expuestos a estos, o, poniéndonos más técnicos, distrés (referido a un tipo de estrés negativo que tiende a generar consecuencias negativas para la salud). Pues bien, este tipo de estrés, al que en general se lo asocia con el mundo adulto, es mucho más complejo en sus consecuencias cuando quien lo sufre es un niño. Detallemos un poco más. El protagonista estrella del estrés es el cortisol, una hormona que genera el cuerpo desde la glándula suprarrenal, frente a situaciones estresantes para el individuo. En cantidades adecuadas, el estrés, junto con la segregación de cortisol, es beneficioso para la especie en tanto permite responder rápido y de manera eficiente en situaciones de peligro. Pero aquí no hablamos de ese buen uso que nuestro cuerpo le da a este mecanismo para defenderse del ambiente. El exceso de cortisol en edades tempranas genera dificultades en el desarrollo de áreas cerebrales fundamentales para funciones importantísimas para la vida del niño. El área principalmente afectada por este “exceso de estrés” es (entre otras) el lóbulo frontal. Esta área del cerebro (específicamente su parte más anterior llamada corteza prefrontal) es la encargada de regular la mayor parte de las funciones de nuestro cerebro tales como: la planificación y control de procesos cognitivamente complejos, la orientación y monitoreo de la conducta, la regulación de las emociones, y aspectos que, como muchos autores describen, nos hacen específicamente humanos. Pues bien, varios estudios comprobaron que toda esta respuesta biológica a un medio recurrentemente adverso genera una disminución en la materia gris de dicha área. Estudios, como el de la Universidad de Wisconsin en 2011, brindan sustento científico a dichas afirmaciones. Esta investigación comparó el desarrollo cerebral de niños de cinco meses a cuatro años, provenientes de distintas situaciones económicas y sociales. Utilizaron técnicas de resonancia magnética para evaluar a lo largo del tiempo cómo se iba desarrollando el cerebro de esos niños. Si bien los resultados de las evaluaciones durante los primeros meses de vida arrojaban datos similares para toda la muestra, las evaluaciones posteriores encontraron una disminución significativa en la materia gris de las áreas parietales y frontales de los niños provenientes de familias con bajos recursos. Podríamos nombrar infinidad de consecuencias que esto puede acarrear en el desarrollo de la personalidad y del aprendizaje de un sujeto, como dificultades en el desempeño escolar, tanto desde los aspectos cognitivos como los aspectos sociales, dificultades en la planificación de actividades, en la regulación de la conducta, en el manejo y monitoreo de las emociones, en la manipulación de aprendizajes previos, entre
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texturas
muchísimas otras. Es decir, la pobreza no solo genera exclusión, sino que es en sí misma fuente de la disminución de recursos de ese individuo para enfrentarse a la sociedad y al futuro. Para explicarlo en ejemplos simples, cotidianos: a un niño en esas condiciones seguramente le será complicado hacer el seguimiento de la maestra durante las clases, se sentirá cansado, tal vez desanimado, irritable, impulsivo lo que podría a su vez hacerle más difícil entenderse con sus compañeros, sumado a la frustración que cualquier ser humano sentiría al tener que lidiar cada día con desafíos que se vuelven tan cuesta arriba. El área prefrontal también se encarga de la planificación, con lo cual podemos ya imaginarnos que será también más trabajoso establecer metas a plazos más prolongados que la satisfacción inmediata frente a un objetivo. Es decir, pequeños grandes inconvenientes que vuelven el día a día algo normal, pero agotador. Imaginemos sumarle, a esto, un ambiente, poniendo ya en juego la sociedad, donde los referentes cercanos tal vez no comprendan estas dificultades, no esperen, no se adapten, no entiendan las necesidades que una persona puede tener en esas circunstancias. Ahí todo se vuelve más complicado, es tan amplio el abanico de factores que influyen, la cultura, la familia, la escuela, que sería difícil nombrarlos todos, así como sería mucho más difícil pensar por dónde deberíamos empezar para que de alguna manera ese problema se pueda revertir. Ahora bien, mirando el vaso medio lleno y poniendo un gramo de optimismo a esta situación, es importante destacar que nuestro cerebro no solo puede ser afectado por factores ambientales, sino que, también, tiene la capacidad de desarrollarse y optimizarse. Hay un factor muy importante que también se pone en juego en toda esta cuestión, una capacidad valiosísima a la que llamamos “resiliencia”. Se entiende por “resiliencia” a la capacidad psicológica de las personas para sobreponerse a episodios de dolor emocional o a grandes contratiempos. Académicamente, se define la resiliencia psíquica como el "resultado de múltiples procesos mentales que contrarrestan las situaciones nocivas”. Para mayor claridad: una persona resiliente es aquella que logra salir enriquecida de una situación difícil que le tocó vivir. Sería algo así como lo que no te mata te hace más fuerte, por explicarlo de una manera poco científica. Entonces, y acá viene la parte esperanzadora, un ambiente que fomente y soporte esta capacidad resiliente, que dé herramientas para aprender a hacerse fuerte, será la gallina o el huevo de solución. Porque la dimensión del problema es inversamente proporcional a la dimensión de nuestra capacidad de salir adelante, de aprender, capacidad que, por suerte, nos viene con la infraestructura que traemos desde el vamos. Es decir, más o menos afectado por el cortisol y otras yerbas (no viene mal la analogía ya que la propensión a las adicciones también se incrementa con los factores desfavorables que leyeron antes), nuestro cerebro tiene la maravillosa capacidad de aprender, de generar nuevas maneras de funcionar y de superarse a sí mismo. En resumen, si logramos concientizarnos sobre la importancia que tiene generar situaciones de contención, de educación, de inclusión y de estimulación, muchos de estos factores afectados pueden ser revertidos. Y sí, con la esperanza sola no alcanza, pero saber que existe la posibilidad de cambiar es el primer paso para generar ese cambio.
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diálogo diálogo con mauro benente, abogado y doctorando en derecho
“tenemos dificultades para pensar prácticas emancipatorias que no sean en torno al estado” yael n. tejero yosovitch/
yael.tejero@gmail.com
a menudo identificamos el neoliberalismo con un repliegue del estado que da lugar al libre juego (y abuso) del mercado. sin embargo, cuando se estatizan deudas privadas, es el estado el que ofrece los marcos legales para ello. ¿y entonces? ¿no era que el estado estaba ausente?, ¿o eso era para la gilada? en esta oportunidad, dialogamos con mauro benente, abogado y doctorando en derecho (uba), becario del conicet, investigador del instituto de investigaciones jurídicas y sociales “a. l. gioia”, profesor de derecho en la uba, la universidad de palermo y la universidad nacional de josé c. paz. mauro es miembro del grupo de trabajo “crítica jurídica latinoamericana. movimientos sociales y procesos emancipatorios” del consejo latinoamericano de ciencias sociales, y del proyecto ubacyt “¿qué memoria y justicia puede hallarse si la crítica de musealiza? conflicto y negatividad en la teorización crítica y las intervenciones reparadoras”. nosotros teníamos algunas preguntas y él, muchas respuestas posibles que abren nuevos interrogantes. conocelos.
Queríamos hacer un número sobre el Estado, centrado en la idea de su presencia o ausencia. A priori, uno diría que el Estado debe estar presente para garantizar la igualdad de derechos y oportunidades. Es algo que repetimos aun cuando no sabemos muy bien cómo construir esa realidad. Desde tu línea de investigación, ¿qué significa que el Estado esté ausente o presente? En la línea teórica que me interesa ahora, pierde sentido la idea de ausencia, o presencia, del Estado y cobra más sentido la idea de estrategias o prácticas de gobierno, que pueden estar operadas por Estados o no estarlo. Por otro lado, otra línea que tiene actualidad en Argentina (pero que también la tuvo en Bolivia y Ecuador) plantea que el neoliberalismo no implicó un retiro del Estado, sino una mutación de prácticas desarrolladas, o no, por el Estado. No se trata de un capitalismo desorganizado, sino de prácticas concretas. Además, a nivel global hay conflictos que no pueden reducirse a problemáticas interestatales. El de la deuda externa es un ejemplo paradigmático: hay algunos privados que modulan las acciones que el Estado argentino puede o no puede tomar, y esta situación no se explica por presión de un Estado a otro, sino por particulares que tienen capacidad de modular decisiones nacionales. Estas líneas que yo trabajo relativizan un poco si el Estado es centro o foco del poder o si las decisiones son estatales o no lo son. Hay otros poderes.
El tema nos surge como pregunta, como ciudadanos más que como intelectuales o periodistas. Buscamos plantearlo como problema y la idea de presencia o ausencia, está muy presente en la doxa. Justamente, lo que hay que preguntarse no es si el Estado está presente o no, sino dentro de qué lógicas gubernamentales de prácticas de gobierno se inscribe el Estado. Una idea frecuente es presentar los noventa en América Latina como ausencia y pliegue del Estado y un avance
del mercado sobre algunas esferas que antes estaban organizadas y pensadas desde el Estado. Pero en Argentina, Bolivia y Ecuador, el Estado se inscribe dentro de políticas más amplias de gobierno dictadas por otras instituciones que tampoco son estrictamente estatales: el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo Monetario Internacional. Ya no es el viejo imperialismo en el que un Estado con una soberanía dicta las pautas de lo que otro debe hacer o no. Gran parte de los mecanismos de implementación de tecnologías neoliberales en Argentina y América Latina vino de la mano de una política de financiamiento y desfinanciamiento por órganos multilaterales de crédito como los ya mencionados.
¿Cuál sería un ejemplo que ilustre este panorama? Si uno toma el período boliviano un poco anterior a la asunción de Evo Morales, y el período de la Constituyente en Bolivia, que duró dos años y fue un trabajo difícil de articular, observa que hay una memoria muy cara para el pueblo boliviano, que fue la Guerra del Agua1. En los documentos de los propios sectores sociales, sean indígenas o cercanos a los movimientos obreros u otras organizaciones, la memoria de la Guerra del Agua aparece muy marcada, y ésta puede ser utilizada como un laboratorio conceptual para pensar cómo prácticas de gobiernos desarrolladas por el Estado estaban pensadas para llevar adelante prácticas neoliberales que excedían al propio Estado. ¿Qué pasó en ese entonces? En Cochabamba, tercera ciudad más importante de Bolivia después de La Paz y Sucre, se produjo este intento de privatización del servicio de prestación de agua en los domicilios, que era muy precario. Uno podría decir que como el servicio era estatal, lo que hay es un retiro del Estado para que avance el mercado. Sin embargo, si uno analiza algunos documentos del Banco Mundial, gran parte de los préstamos que se le daban a Bolivia tenían que ver con modernizar al Estado, reorganizarlo para que las inver-
siones pudieran desarrollarse como tales, hacer más eficiente la prestación del servicio de justicia, crear marcos regulatorios apropiados para preservar los intereses de las multinacionales, etc. No hay algo así como una exigencia de que el Estado se retire, sino que se reordene para garantizar determinadas prácticas. En Argentina, esto sucedió durante el período de privatización de los servicios públicos. Después, el Estado está ahí para mantener esa tecnología, por ejemplo, sancionando leyes que permitan que las divisas puedan ir al exterior. Por eso, las dos primeras leyes que hizo Menem fueron la Ley de Reforma del Estado y la Ley de Emergencia Económica.
¿Qué panorama internacional permitió estos mecanismos de privatización en América Latina? En general, estos mecanismos de privatización fueron acompañados por los Tratados Bilaterales de Inversión (TBI), que suponían que los Estados en los que se desarrollaban las inversiones no pudieran juzgar esos procesos. Lo que hay ahí es una prórroga de la jurisdicción. Argentina lidera a nivel mundial la cantidad de tratados bilaterales de inversión firmados. El Estado no juzga ni ha juzgado las cuestiones relativas a la privatización del agua, de la energía eléctrica, del gas, sino que eso se sustancia en el tribunal del CIADI (Centro Mundial de Arreglo de Diferencias) del Banco Mundial. Volviendo al ejemplo de la Guerra del Agua, en Bolivia, se instala una empresa que tiene capitales mayoritariamente norteamericanos, que en principio sería la prestataria del servicio del agua. Esto nunca se termina de consolidar. Lo curioso es que esta empresa termina fijando domicilio en el Estado holandés, porque Bolivia tenía un tratado bilateral con prórroga de jurisdicción en los Países Bajos. Las inversiones que tuvieran domicilio en Holanda, no iban a ser juzgadas en el Estado boliviano. Los tratados son una pista que muestra que la lógica de la presencia del Estado, o su ausencia, está relativizada, porque acá no
es que hay un Estado presente que obliga a otro a firmar un tratado: no son los capitales norteamericanos los que fuerzan a ello (el tratado estaba ya firmado) y no va a ser el Estado norteamericano el que termine juzgando los eventuales problemas de privatización que existan alrededor de este contrato. Estamos frente a mecanismos gubernamentales que pueden estar gestionados por el Estado o no estarlo y que no necesitan indefectiblemente la presión de un Estado extranjero para desarrollar esas prácticas, sino que quienes las desarrollan pueden ser privados.
¿Podrías explicar la idea de tecnología gubernamental? Es una idea que es desarrollada por Michel Foucault en Nacimiento de la biopolítica (1979). Es un Foucault interesado en pensar el presente. En general, sus trabajos genealógicos sobre el origen de algunas prácticas se circunscriben a la época clásica. En este caso, analiza lo que estaba comenzando a desplegarse: el neoliberalismo. Eran los recientes gobiernos de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan. En este libro y en Seguridad, territorio y población (Curso en el Collège de France, 1977-1978), su propósito es ahorrarse una teoría del Estado e inscribirlo en tecnologías gubernamentales más amplias. Allí acuña el concepto de gubernamentalidad. No podemos negar la existencia del Estado, dice, pero éste no puede ser un universal que explique cómo funcionan las estrategias de gobierno. Hay que pasar al Estado por la grilla de inteligibilidad de estas prácticas. Estas tecnologías más amplias tienen una racionalidad: algo que las inspira, una lógica de funcionamiento, de programas y de técnicas para ponerla en juego. En América Latina hubo una tecnología neoliberal de gobierno que supuso un tipo particular de funcionamiento del mercado, basado en la idea según la cual la competencia no era natural, sino que había que lograrla artificialmente. El Estado tiene que crear las reglas del juego en el mercado. Para el neoliberalismo, a diferencia del liberalismo, el mer-
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diálogo
cado no es una entidad natural que funciona sola, sino que hay que crear esas condiciones de competencia. Se crea un marco de juego. Algunos juristas hablan de la seguridad jurídica, es decir, que las reglas sean claras. Que todos los individuos logren ingresar al juego del mercado. Por eso, algunas líneas del neoliberalismo se interesan por la pobreza no en términos relativos, sino en términos absolutos: que no haya individuos por debajo de determinado umbral que no puedan consumir. Eso se logra con planes sociales focalizados. Si bien algunos planes son interesantes, si no van acompañados de una mejora del lugar en donde se vive, de los suministros, las escuelas, el barrio, el hospital, etc, solo permiten que ese sujeto ingrese al mercado. Por otro lado, el neoliberalismo intenta lograr que los individuos se vean como empresarios de sí mismos que deben invertir constantemente a través de la capacitación, el aprendizaje de idiomas, ir a tal escuela, etc. ¿Cómo funciona bien esta tecnología del empresariado de sí mismo? A partir de una situación de inestabilidad y riesgo creada por tecnologías de gobierno. Por ejemplo, la flexibilización laboral. Entonces, dos patas: competencia de mercado y empresariado de sí.
¿Cómo se puede pensar, a la luz de estos postulados, el caso de la deuda? La deuda es una tecnología de poder. Sobre el endeudado pesa una imposibilidad de tomar cualquier decisión a futuro. A nivel microfísico, no es el Estado el que modula estas decisiones. Estas situaciones, que son tecnologías de gobierno, se pueden trasladar a las situaciones en las que el Estado está endeudado. El problema de la deuda no acosa solo a los países latinoamericanos. Todos los países europeos se encuentran también endeudados y no solamente con Estados, sino con particulares o clubes de particulares, como el Club de París. Esos acreedores tienen la capacidad de modular decisiones de los países a futuro. En algunos
casos, ni siquiera son grandes multinacionales, sino pequeños privados.
¿Qué alternativas hay para pensarnos por fuera de esta lógica o para evitar subyugarnos a estas tecnologías de poder? Cuesta pensar todavía cómo hacemos para tener prácticas de resistencia que no sean relativas al Estado. Si estuviéramos en el siglo XIX, en la medida en que el poder funciona concentrado en el Estado, desarticularlo sería el camino para tener prácticas emancipatorias. Ahora, si las tecnologías de gobierno no transitan exclusiva y excluyentemente por el Estado, sino que están dispersas en distintas instituciones y prácticas, no alcanza con tomar el Palacio de Invierno para modificar esas prácticas. ¿Cómo lograr articulaciones emancipatorias quitándole la cabeza al rey y dejando de pensar que es el Estado el que concentra todas las actividades gubernamentales?
Quitarle la cabeza al rey es algo que puede leerse en dos sentidos posibles. Hablás de quitarle centralidad. Bien podríamos entender “decapitación” en sentido metafórico. Si pensamos en la “decapitación” (en sentido metafórico), se está perdiendo una parte del problema: quizás haya otros tantos por “decapitar”. Esta es una discusión que se ha desarrollado en Bolivia: para decapitar otros focos de poder quizás sea necesario reactivar ciertas prácticas estatales. Seguimos pensando en la centralidad del Estado y tenemos dificultades para desarrollar otro tipo de prácticas que no sean respecto del Estado. En algunas campañas relativas al cuerpo de la mujer o en algunas líneas del feminismo, como en el caso del aborto, se advierte una demanda de distribución de mecanismos anticonceptivos o del aborto legal, seguro y gratuito. La lógica sigue siendo respecto del Estado, pero éste no produce medicamentos. La gran industria de los laboratorios ─cuyas ganancias solo son superadas por el trá-
fico de armas y drogas ilegales─ es la que produce medicamentos y aún no tenemos un modo conceptual de exigirles a ellos que presten este tipo de anticonceptivos. Es un ejemplo pequeño de que en algunas luchas que son microfísicas, como la anticoncepción, todavía tenemos dificultades para pensar prácticas emancipatorias que no sean en torno al Estado.
En el caso de Bolivia, ¿tampoco hubo innovaciones en cuanto al modo de pensar las prácticas emancipatorias? Veamos el caso. La demanda por una nueva Asamblea Constituyente, en Bolivia, no se plantea verticalmente; son los propios movimientos sociales los que la piden. Esto se puede ver en los títulos de las marchas. A inicios de los años noventa, varias organizaciones indígenas marchan por la tierra y algunas cuestiones de jurisdicción2. En los primeros años de este siglo, aparece la Asamblea Constituyente3: el reclamo de la sociedad civil se construye por fuera de los movimientos clásicos como la Unión Obrera Boliviana, a través de nuevos movimientos u otros históricamente postergados. Bolivia tuvo muchas Constituciones y estos sectores nunca formaron parte de ellas. Estas organizaciones, nucleadas en el Pacto por la Unidad, armaron dos borradores de proyectos constitucionales, en los cuales se animaron a pensar en la propiedad comunal de la tierra para los indígenas ─cuestión que no entró en la Constitución─, en instituciones políticas indígenas ─que entraron parcialmente─ y en la administración de la justicia ─que entró bastante bien─, pero siguen pensando en el Estado como único foco de poder. Casi no hay huellas sobre el camino por seguir, si deseamos pensar prácticas emancipatorias sin referencia al Estado. En el texto constitucional boliviano, ¿cuáles fueron las discusiones? La Asamblea Constituyente planteó cuestiones (algunas más radicales que otras) que provinieron del Pacto de la Unidad, que
incluía a gran parte de los movimientos sociales e indígenas, que solo estuvieron muy parcialmente representados por el MAS. La lógica es más o menos la misma: había una consagración de derechos y un reclamo hacia el Estado, que debía garantizarlos. ¿Cómo ponemos límites a prácticas gubernamentales que no transitan por el Estado? ¿Cómo hacemos para exigirles otro tipo de funcionamiento? Lo cierto es que no ha habido mayores límites a poderes no estatales, salvo en el caso de la limitación del latifundio o la explotación de los recursos naturales. Nuestra concepción de los derechos está articulada en relación al Estado. Pero saliendo de esta lógica de la presenciaausencia del Estado, todavía no sabemos cómo articular los derechos. En el caso de Venezuela, Ecuador y Bolivia se dio algo interesante y fue la desestructuración de algo que es caro al Estado moderno: la idea de que solo el Estado puede administrar violencia. Eso fue así en el proyecto. Ahora eso está desdibujado en la práctica. Pero tanto en Bolivia como en Ecuador, ya no es el Estado el que puede hacerlo, sino que las comunidades (en Ecuador, se llama Justicia Indígena; en Bolivia, Justicia Indígena Originaria Campesina) pueden tener su propio derecho penal. Entonces vemos que es posible que proyectos políticos institucionales permitan y legitimen la administración no estatal de la justicia o la violencia. Esas lógicas de desgajar el Estado moderno y señalar dónde no estaría el Estado, no se advierte en otras partes del texto constitucional. No se han pensado los derechos sin el Estado 1 Se denomina Guerra del Agua a una serie de protestas que tuvieron lugar en la ciudad de Cochabamba, Bolivia, entre diciembre de 1999 y abril del 2000. Su causa fue la privatización del suministro de agua.
2 En 1990, se desarrolla la “Marcha por el Territorio y la Dignidad” protagonizada por Organizaciones de los Pueblos Indígenas de Tierras Bajas.
3 En 1999, se desarrolla la “Marcha por la Asamblea Constituyente, por la Soberanía Popular, el Territorio y los Recursos Naturales”.
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territorios
el estado
valium césar maffei/
S
gabycesar2010@yahoo.com.ar
¿lo necesitamos?, ¿vale la pena sostenerlo?¿es una herramienta para quiénes? leyes, soberanía, participación, educación, deuda externa e interna, redistribución de la riqueza. el estado, una forma a la que están ligados, también, los que miran para otro lado.
egún la definición de la RAE1, el estado es la forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la población de un territorio. Parte de los integrantes de esa población, generalmente la mayoría, nace en el territorio de ese estado, sin elección, solo dependiendo de la ubicación geográfica de su madre en el momento del parto. Otra parte es inmigrante, y no necesariamente por decisión libre. Difícilmente esos habitantes tengan alguna responsabilidad por cómo es dicho Estado en el momento en que llegaron. Somos parte del estado, con obligaciones y derechos escritos en infinidad de leyes, tantas que desconocemos la mayoría, tantas que no alcanza con guiarnos por lo que creemos que es el bien para todos, para cumplirlas. “La necesidad de una ley escrita, jamás hubiera tomado cuerpo si el gobierno y la jurisprudencia no hubieran realizado la arbitraria conversión de lo inocente en culpable”2 . Frase interesante, seguramente hay necesidad de que haya ley escrita, al menos hasta que evolucionemos lo suficiente como para prescindir de ellas. Las leyes se escriben con intencionalidades y presiones de todo tipo. Un lobby de un poderoso necesita la oposición de una gran lucha de la población, que se moviliza al tomar conciencia y obrar en consecuencia. Esa conciencia nos llama a luchar para modificar muchas de esas leyes, o, en situaciones más urgentes, a la desobediencia civil.
Empresas del estado Desde chico, nací en 1960, me gustó la idea de un estado ideal. Prefería las empresas estatales porque consideraba que eran un bien social, un avance. Más allá de quienes tenían el control de estas, significaban un escalón desde el que se podía discutir, tal vez con menos dificultad, algo realmente justo, sin ser garantía definitiva, sin quedarnos con los brazos cruzados. Por eso luché como pude en los noventa contra las privatizaciones y las desregulaciones. Justamente, haciendo uso del más duro pragmatismo, el Kirchnerismo estuvo a favor de esas privatizaciones, así como un gran sector de la actualmente llamada “oposición”. Este término tan usado, tanto por los medios que impulsan a sus candida-
tos para focalizar la vidriera en ellos, como por el gobierno, para convencer que solo existiría lo que está “más a la derecha de ellos”. Participación Es fundamental preguntarnos: ¿quién se ocupa de cambiar esta realidad que es tan injusta?, ¿en manos de quiénes dejamos las decisiones? Frente al modelo de estado burgués actual ─herramienta fundamental para sostener el capitalismo, que nos está llevando a la catástrofe total─, se ha planteado, como un opuesto por negación, la anarquía. ¿Cómo transformar este sistema en otro que garantice la equidad? ¿Cómo lograr un estado basado en una forma de organi-
zación distinta? La tarea es difícil, ya que una sociedad sobreexplotada y alienada no tiene casi margen para proyectar y construir otro modo de organización social que reemplace el capitalismo, pero es ineludible, porque lo reclama el dolor que provoca y porque no tenemos margen, ya que está terminando con nuestro planeta. Al respecto hay distintas posturas sobre el posible fin del capitalismo: “Se cae sólo”, “Hay que apurar la caída”, “Hagamos lo que hagamos, no se cae”. También hay distintas miradas respecto, por ejemplo, al parlamento. Algunos partidos anticapitalistas, como el P.R.T., sostienen que no se debe participar de las elecciones porque implica ayudar al sistema y ponen su esfuerzo en otras opciones. Otros, como los que participan del F.I.T., tienen tres diputados nacionales haciendo un intenso trabajo, presentando proyectos, hacien-
do “tribuna”, sin abandonar su fuerte presencia en las luchas sociales. Al contrario, dando ejemplo de que se puede.
Algunos ejemplos y contraejemplos de participación La Constituyente Social es una interesante propuesta que empezó a funcionar hace cinco años impulsada por la CTA, hasta su división, a raíz de las elecciones internas, en septiembre del 2010. “Consiste en la organización y promoción de un proceso de debate y organización popular que busca alentar una nueva experiencia política y social en nuestro país, que recupere para las mayorías su capacidad de autogobierno en el marco de un proyecto de sociedad justo, equitativo y democrático, con el mayor grado posible de protagonismo y unidad popular, con la representación más amplia de las expresiones organizadas de nuestro Pueblo y en función de las prioridades y acciones que se definan participativamente en Asambleas distritales, regionales y nacionales”3. No puedo dejar de señalar que el texto dice “recuperar”, lo que implica que alguna vez las mayorías habríamos tenido, en nuestro país, auto gobierno. De algo, no me enteré. El sector a cargo de Pablo Micheli4 no borró la idea de la Constituyente de sus proyectos, aunque no parece haber avances notables. El sector dirigido por Hugo Yasky5, convertido en un verdadero felpudo-apéndice del gobierno, ahora habla de la “convocatoria económica social”, una invitación a “los trabajadores
y los sectores productivos”, y declara, a través de Stella Maldonado, que “no existe un programa más revolucionario que la fuerza política y social dispuesta a sostenerlo”6. Creo que confunde la sopa con la olla. Siguiendo con lo sindical, Claudio Marín, de FOETRA, declaró en “Minuto1” que: “Hasta que no haya una alternativa mejor para los trabajadores [según ellos, no la hay] habrá que apoyar a este gobierno”, por eso no pararon los pasados 27 y 28 de agosto; lo mismo que dije de la palabra oposición. En la línea de nuestra Presidente, que dijo que a la izquierda de ella solo está la pared; si es por negar, el sionismo negó repetidamente, a través de sus representantes, la existencia de los palestinos ─por ejemplo, Golda Meir dijo, en 1969: “No existe tal cosa como los palestinos, nunca existieron”─. También la reina Victoria de Inglaterra llegó a decir que Bolivia no existía, luego de que un diplomático inglés tuviera un incidente en dicho país. En la Constituyente Social se planteaba “no seguir delegando” y se invitaba a “descubrir las raíces de nuestra capacidad en cada problema”7. Es que es ridículo confiar nuestra representación en quienes en la práctica se guían por el mandato de otros intereses, o por otro tipo de corrupción, o por burocratización, no haciendo más que empeorar la situación. Se marcaban, como ejes fundamentales, la distribución de la riqueza, la democracia participativa y la soberanía sobre los recursos naturales, el medioambiente y el hábitat. Claro que (opino), al analizar la distribución de la riqueza, se debe llegar a cuestionar los modos de producción. Lo demás, como reformas impositivas, son solo eso: reformas; un poco de oxígeno. “Si la distribución primaria, la que se materializa en el transcurso del propio proceso de producción, fuese satisfactoria, ¿habría necesidad de mecanismos que vuelvan a actuar en el ámbito de la distribución? Indudablemente no. Pero tal equidad está fuera –objetivamente– de la lógica interna del capitalismo”8. Con la Constituyente Social se buscaba impulsar un cambio en la línea de acción, pasando de “confiar en otro apoyándolo” a ponerse a construir por uno mismo. Sin duda, en el momento histórico en que vivimos, es una propuesta muy interesante, pedagógica
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lo frágil de la locura, o del intento de
transitar los extremos sin perder la razón
y generadora de cambios más profundos. Es necesario observar qué partidos políticos llevan adelante la organización de Asambleas y Congresos abiertos con verdadera intención de lograr participación, y cuáles hacen otro tipo de encuentros, por ejemplo, con los representantes de las corporaciones. En el caso de estos últimos, es muy elocuente la ceguera, y muy perverso el sistema, porque la publicidad utiliza siempre palabras como futuro, esperanza, impulsando a dejar en las manos de los que “saben qué hacer”, mostrándose siempre como algo nuevo y distinto. Y no lo son. Podemos mencionar otras propuestas que, si bien pueden ser didácticas, también son anestesiantes, como los “presupuestos participativos” que suelen ser una porción del presupuesto que se deja pendiente para que, en reuniones organizadas con ese fin, la gente decida los beneficiarios de ciertas partidas de dinero. También hay letra en la Constitución, como los artículos 39 (derecho de iniciativa) y 40 (consulta popular) que son más simbólicos que verdaderas herramientas de participación. Más bien parecen ser elementos para convencernos de que tenemos un verdadero sistema democrático
El Estado y sus funciones Más allá de la discusión sobre la necesidad o no de una organización social llamada Estado, en nuestro país, los trabajadores nunca tuvimos en nuestras manos esa herramienta. Podemos discutir intencionalidades, distintos períodos históricos con mayor o menor mirada de la situación de los sectores más postergados. Refiriéndose a la primera etapa peronista, dice Javier Lindenboim: “Sin perjuicio de lo afirmado en las conocidas estrofas partidarias, estas políticas de ninguna manera solucionaron las profundas contradicciones de una sociedad como la argentina que era víctima tanto del desarrollo del capitalismo como de su insuficiencia”9. Por ahora el Estado es un moderador de algunos efectos negativos, y en muchos casos genera una dependencia que garantiza la continuidad del mismo efecto. Los sectores más duros de los privilegiados presionan para sacar mejor tajada, con el riesgo de que se les muera el
esclavo o la gallina de los huevos de oro. Por ejemplo, Gary Becker, premio Nobel de economía 1992, declaraba en plena década de esplendor para ellos: “El Estado solo debe ocuparse de los más marginados para que no cometan delito”. Critican el estado grande, porque consideran que pueden tener más exclusividad como beneficiarios. Regulan la desregulación. Pero, muchos saben que eso no alcanza para sostener la hegemonía. Necesitan convencer a las mayorías de que hacen lo mejor para todos. Por eso necesitan el estado benefactor. Mientras, se toma deuda cuando la necesitan ellos con objetivos variados que van desde fugar capitales, pasando por todo tipo de negocios hasta para hacer una guerra, si la necesitan. Y después quieren convencernos de que el país necesita ser considerado buen pagador, sino “no tenemos acceso al crédito”. Y la deuda siempre la pagamos con la crisis social de las grandes mayorías.
Conclusiones Simplemente he tocado algunos aspectos del tema, como amerita un artículo. Tratando de hacer un simple aporte, aunque el tema da para mucho más. El hecho de que soy docente y no toqué el tema educación, que tanto tiene que ver con el estado y con el pueblo, es una buena muestra. De lo que no cabe duda es de que urge pasar de este estado adormecedor, herramienta para garantizar un sistema indudablemente injusto y depredador, a otro que sea realmente instrumento de cambio de estructuras, y de que debemos poner todas nuestras capacidades y voluntades, porque tenemos tanto la obligación como el derecho de hacerlo. Más allá de la visión que cada uno tenga, desentenderse es ser cómplice del estado, de este Estado
1 http://lema.rae.es/drae/?val=estado
2 Godwin, William, “De la educación nacional”, en La
educación en las ideas libertarias, colección crítica
social, Ediciones FORA.
3 http://www.constituyentesocial.org.ar 4 http://www.ctanacional.org 5 http://www.cta.org.ar
6 http://www.cta.org.ar/stella-maldonado-3020.html
7 http://www.constituyentesocial.org.ar
8 Lindenboim, Javier (2005), El reparto de la torta.
Claves para todos, Editorial: Capital intelectual. 9 Ídem
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giselle méndez/
a vorágine de la vida urbana es fácilmente asimilable a la locura. Miles de estímulos, órdenes, un ritmo de vida y expectativas que se reciben, se procesan y actúan con un mínimo de conciencia disponible. Ya Marx nos explicó que la alienación es parte de nuestra vida desde que venimos a este mundo capitalista. ¿Es posible entonces escapar a la locura? ¿Un segundo de conciencia libera? ¿Cómo pasamos de ella a la acción coherente? A mediados de la década de 1950, Gregory Bateson desarrolló la teoría del double bind o doble coacción para explicar el origen de la esquizofrenia. Básicamente esta patología era el resultado de la exposición a mensajes ambivalentes ante los cuales era imposible, para el sujeto, dar una respuesta correcta. Imaginemos, por ejemplo, a un niño al que su madre le reclama con palabras afecto, pero que al mismo tiempo en los actos lo rechaza físicamente. Haga lo que haga el niño será reprendido por su madre. La prolongación de este tipo de situaciones en el tiempo produce en el sujeto una incapacidad para producir o codificar cierto tipo de mensajes y se manifiesta en una inhabilidad emocional y social. Ahora si pensamos en la inmensa cantidad de mensajes ambiguos que recibimos de parte de la sociedad desde que somos niños, ¿cómo hacer para no volvernos locos? ¿Es posible resistir o mejor nos entregamos a la locura? Bateson vino a mi mente mientras miro a través del enorme ventanal. Estoy en un piso treinta y nueve en una torre en Puerto Madero. Son las seis de la tarde. Desde acá arriba, los kilómetros de reserva ecológica se ven como una placita. La altura y el cambio de perspectiva hacen que todo se vea pequeño, insignificante, aunque al mismo tiempo las luces que se empiezan a encender me recuerdan la vastedad de la ciudad. Miro los suburbios y pienso en Cami y en lo que pasó apenas unas horas atrás. Mi mente suele empeñarse en conectar los extremos y reparar en las contradicciones. Cami seguramente ya esté empastillada, perdida en alguna esquina de Soldati o Flores. Todavía me resuena su voz: “Yo no voy a volver. Te acompaño hasta la parada del colectivo, pero no voy a volver”. Me sonó sincera. Y me dejó desconsolada. No me daba
mendez.giselle@gmail.com
miedo quedarme sola en la villa, conocía el camino de salida. La abracé, la insulté, le dije un montón de cosas. Supongo que en realidad le quise decir que volviera conmigo para dejarse cuidar un rato más. Es difícil ser empleado estatal y tratar de poner curitas donde en realidad hay hemorragias. Uno es parte del mismo aparato estatal que sostiene la desigualdad de clases y que reprime (gracias, señor Marx, otra vez), y después (en el mejor de los casos) intenta reparar y restituir derechos. Esos motivos, entre otros, cruzaron la vida de Cami y la mía. No puedo dejar de pensar en los suburbios desde este piso donde todo es dorado. El arreglo floral que corona la enorme mesa del living es bellísimo. Dos docenas de rosas blancas, frescas, impolutas. Si acá hay basura, está bien escondida. No como en los barrios, donde todo está tan expuesto. Todo lo que hay, lo que sobra, lo que falta. La basura, los transas, el desamor. ¿Cuántos narcotraficantes vivirán en esta lujosa torre? ¿Cuántas madres desamoradas y niños tristes habrá? Y pienso además que si no me debieran cuatro meses de sueldo, no hubiera llegado hasta acá. Siento que mis horas de trabajo extra dando clases de apoyo escolar subsidian la desidia e ineficacia estatal. El Estado, que debe garantizar los derechos de todos sus ciudadanos, pero especialmente de los niños, niñas y adolescentes, no puede garantizarles un sueldo, ni A.R.T., ni obra social a los empleados que se ocupan justamente de aquellos niños. Y eso ahora me pone enfrente de otra jovencita que probablemente vaya a uno de los colegios más caros del país. Tratar de procesar las realidades contradictorias en un razonamiento lógico y coherente es una tarea ardua. Buscar una respuesta correcta, sin caer en la locura probablemente sea imposible. Bateson sabía perfectamente que la salida del laberinto siempre es por arriba. Eso incluye usar la lógica para entender el sistema en un sentido más amplio y elevar la conciencia para encontrar algo de paz. Más tarde será tiempo para eso. Mientras tanto, solo me queda disfrutar de un mundo donde no caben todos, pero sí muchos y variados mundos
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descolonialidad felipe guaman poma de ayala es reconocido indiscutidamente como uno de los primeros pensadores descoloniales. sin embargo, los rasgos coloniales del estado que proyecta nos permiten poner en duda esa consideración, al tiempo que nos invitan a seguir indagando sobre la naturaleza misma de la descolonialidad
guaman goma y el estado utopías descoloniales, prácticas coloniales
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omo hemos mencionado reiteradamente en esta columna, la perspectiva descolonial estudia el surgimiento del patrón de poder moderno-colonial en América y su desarrollo. Uno de sus componentes fundamentales fue la consolidación de los Estado-nación capitalistas, monoculturales, monoétnicos y monojurídicos. Se trata de un proceso de larga duración que hunde sus raíces en la época colonial, durante la cual determinados sujetos y lógicas sociales fueron afirmando su hegemonía, en detrimento de otros. Me refiero, por ejemplo, a ciertas formas y relaciones de producción (la plantación con trabajo esclavo, la hacienda con trabajo servil, la estancia con trabajo asalariado), a una cultura (cristiana, patriarcal), a una etnia (los “blancos”) y a una manera de instituir normas jurídicas (desde arriba hacia abajo de la pirámide social). De más está decir que esta historia estuvo plagada de conflictos y proyectos alternativos, desde su mismo comienzo. En ese sentido, los intelectuales descoloniales señalan a Felipe Guaman Poma de Ayala como una las más tempranas expresiones integrales de resistencia frente al patrón moderno-colonial de poder y, especialmente, frente a esas prácticas hegemónicas de las que surgiría el Estado-nación capitalista eurocéntrico. Walter Mignolo lo considera el primer teórico político descolonial (“La opción de-colonial: desprendimiento y apertura”, en Tabula Rasa N° 8, pp. 259-264); mientras que, para Enrique Dussel, se trató de la máxima conciencia crítica posible a la modernidad eurocentrada en su tiempo (“Meditaciones anti-cartesianas”, en Tabula Rasa N° 9, pp. 179-195). ¿Qué lo hizo merecedor de estos laureles? Pues bien, Guaman Poma fue un indígena (yarovilca por línea paterna, inca por línea materna) que vivió en los Andes entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII, se convirtió al cristianismo, aprendió castellano y escribió un voluminoso libro titulado Nueva Corónica y Buen Gobierno. Esta obra era en realidad una carta dirigida al rey español Felipe III, en la que denunciaba la opresión y la explotación que ejercían las autoridades coloniales sobre los pueblos andinos. Hay más. Su carta no sólo condena los padecimientos de los indígenas en ese presente, sino que también se refiere al pasado y al futuro. Por un lado, relata una “historia universal” que comienza con la creación del mundo, como la Biblia, y luego se desarrolla a partir de la fusión de elementos cristianos y andinos. Por ejemplo, asegura que los indígenas son descendientes de Noé y que empezaron a poblar América luego del diluvio universal. También que el apóstol san Bartolomé predicó el evangelio en los Andes durante los primeros siglos del cristianismo, mucho antes de la llegada de los españoles, y que solo el reciente dominio inca sumió a los indígenas en la idolatría. Es por esto último que los señores andinos no incas, como su padre, no se resistieron a la conquista y recibieron pacíficamente a quienes venían a devolverlos a la senda del verdadero Dios. Estas ideas son mucho más que las fantasías mestizas de un inspirado escritor; constituyen las bases para la formulación de un proyecto político. En sus consideraciones sobre el futuro, Guaman Poma se atreve a proponerle a Felipe III una modificación sustan-
martín forciniti (GEL) martin.forciniti@gmail.com
cial de la situación de la colonia: el fin de las encomiendas, la restitución de las tierras a los señores andinos y el establecimiento de un Estado autónomo gobernado por los propios indígenas, aunque sometido a la “monarquía universal” del rey español y a la iglesia cristiana. Como dije, este proyecto se apoya argumentativamente en la historia universal previamente relatada, por lo menos en dos puntos. En primer lugar, si los andinos ya eran cristianos antes de que los españoles llegaran, resulta injustificable la explotación (anti-cristiana) a la que los someten los encomenderos, so pretexto de instruirlos en la fe; con la disolución del imperio inca ya están dadas las condiciones para una reevangelización pacífica. Además, si
n o hubo oposición violenta a la conquista, los españoles no pueden apelar a la doctrina de la “guerra justa” para legitimar su apropiación de las tierras indígenas. ¿Es descolonial la utopía estatal de Guaman Poma? No caben dudas de que tanto el proyecto como sus fundamentos contienen elementos que se oponen directamente a la matriz de poder modernocolonial: los indígenas aparecen reconocidos como sujetos capaces de autodeterminación política; su condición de siervos explotados es absolutamente condenada; la cultura cristiana de los conquistadores es reapropiada sincréticamente, aprovechándose su potencial liberador a favor de los subalternos y en contra de la dominación. Sin embargo, el Estado de Guaman Poma no carece de marcas coloniales. Tomemos en cuenta que este se postula como una de las cuatro partes del mundo, cada una gobernada por sus respectivos pobladores nativos (y todas sometidas a la monarquía universal de Felipe III). Así, además de una “América para los indígenas”, habrá una “Guinea para los negros”, una “Turquía para los moros” y una “Roma para los europeos”. De modo que se trata de un proyecto político monoétnico, tal como se pretenderán los Estadosnación modernos. No deberá sorprender entonces que Guaman Poma manifieste en reiteradas ocasiones que los mestizos, negros y mulatos son los que más rápidamen-
te adoptan las conductas corrompidas de los españoles, a diferencia de los “pobres indios”. En segundo lugar, creo que su reapropiación sincrética y liberadora del cristianismo merece ser examinada con mayor atención. Guaman Poma no se limita a valerse del cristianismo como herramienta crítica del colonialismo; proyecta un Estado cristiano. Y más allá de argumentar que los indígenas eran cristianos en el pasado, reconoce que en el presente son “idólatras”. Por lo tanto, la realización de su utopía debe transitar necesariamente el camino de la evangelización. ¿Hay algo así como una evangelización descolonial? Para esclarecer esta cuestión, es completamente pertinente mencionar que Guaman Poma colaboró de hecho en la evangelización. Sabemos por su propio testimonio que ofició de intérprete en una de las campañas de extirpación de idolatrías, dirigida por el visitador de la iglesia Cristóbal de Albornoz contra el TakiOnqoy. Este fue un culto andino que profesaba el rechazo de todas las imposiciones del colonizador español (nombres, vestimenta, comida, religión) y el retorno a la adoración de las huacas, las divinidades locales. Dicho episodio ha sido llamativamente omitido por quienes han elevado a Guaman Poma a las más altas cumbres del pensamiento descolonial; sin embargo, creo que merece una seria reflexión. La práctica evangelizadora de Guaman Poma está muy lejos de ser dialógica e intercultural, como podría sostenerse que fue la desarrollada por Bartolomé de las Casas. Las extirpaciones de idolatrías recurrían a la represión de los “idólatras”, a la confiscación de sus objetos sagrados, etc. Surge entonces una nueva pregunta: ¿puede una práctica colonial colaborar en la construcción de un Estado descolonial? Desde ya rechazo cualquier intento de rehuir al problema, del tipo “admitamos en el panteón descolonial al Guaman Poma teórico político progre, y reneguemos del Guaman Poma evangelizador retrógrado”. Solo un idealista que separa el pensamiento individual de la praxis social de la que ineludiblemente forma parte podría realizar una propuesta semejante. Pero como dije: el proyecto estatal de Guaman Poma resulta perfectamente compatible con la evangelización forzada. La única solución consiste en asumir que, tal como la modernidad que la engendra, la descolonialidad posee caras liberadoras y dominadoras. No han existido, ni existen, prácticas descoloniales “puras”; quienes combaten el patrón de poder moderno colonial en alguna de sus formas lo replican en otras. Y quienes pretenden construir un Estado descolonial corren siempre el peligro de que su práctica se convierta en un episodio más en la historia de la consolidación del Estado-nación moderno capitalista. Los pensadores descoloniales poseen también un lado oscuro. Si lo ignoramos, se nos tornará incomprensible por qué, teniendo tantos próceres, la batalla contra la colonialidad sigue estando tan lejos de haberse ganado.
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¿cómo hacer?
o tiene por qué sorprendernos que los recientes estudios de filosofía política hayan concentrado sus fuerzas en repasar los momentos en los cuales los grandes nombres de su panteón han trabajado con las formas preestatales. Los diversos acontecimientos históricos abiertos por la caída del bloque soviético en 1989 han demostrado que revisar las proposiciones referidas a esos vínculos pre-estatales puede derivar rápidamente en un posible estudio de lo que llamaremos “formas protoestatales”, ya no ligadas estrictamente a un vínculo histórico que indicaría una preexistencia a la aparición del Estado moderno, sino una forma de apuntar a las ligazones que persisten por debajo de la conformación de un aparato de Estado y que, sin embargo, si se observa con cuidado, el propio Estado administra para poder prevalecer. No hablamos aquí de un Estado por fuera del Estado –tal como se considera, vulgarmente, al cerrado movimiento de ciertas organizaciones, como la mafia–, sino a vínculos de circulación de flujo (digamos: no solamente de dinero) considerados por el propio Estado fuera de sus “satélites” o dependencias, pero dentro de su administración, una protoforma que ya determina circulaciones sin quedar organizadas en la rígida estructura del Estado (socialista o capitalista). El ejemplo más concreto que podemos retomar y que pertenece a nuestra historia reciente es el (aparente) surgimiento de los llamados “clubes de trueque” entre 1994 y el 2002, aunque los límites estrictamente históricos son difusos y ameritan un estudio aparte. Esos “clubes de trueque” nacieron amparados en formas de autogestión no incentivadas por el aparato estatal y fueron las principales protagonistas de reorganizar la estructura estatal desde sus operaciones políticas específicas (las asambleas barriales). La posterior consolidación de un nuevo pacto estatal a partir del 2003 con la asunción del gobierno por parte de Néstor Kirchner y continuada hasta nuestros días no pudo darse sin esta reorganización promulgada “desde abajo”, a nivel molecular, que derivó en formas molares como las del resurgido Estado. ¿Qué verdadera alternativa de izquierda o, al menos, de ciertas características progresistas, podemos señalar como posibles para tratar de escapar a esa derecha fantasma innombrable, pero tangible en sus fragmentarias apariciones que nos atosiga desde el más allá (nuestro 2015)?
Un repaso marxista ¿Cómo hacer con el Estado? Esa es la gran pregunta abierta por el siglo XX desde su propio nacimiento. En El Estado y la revolución1, Lenin observa que el propio Marx va cambiando su perspectiva para asegurar que el objetivo primordial de la revolución no sea apoderarse de alguna manera específica del Estado burgués por parte del proletariado, sino destruirlo. Dice Lenin: “Sin perderse en utopías, Marx esperaba de la experiencia del movimiento de masas la respuesta a la cuestión de qué formas concretas habría de revestir esta organización del proletariado como clase dominante y de qué modo esta organización habría de coordinarse con la “conquista de la democracia” más completa y más consecuente”2. Destruir el Estado burgués y reemplazarlo por una nueva forma propia del proletariado, ese sería el objetivo pri-
mordial que sólo el devenir histórico aseguraría. Pero en esta tarea, es necesario retomar los estudios de las formas preestatales y precapitalistas que Marx considera imprescindibles para entender la ideología burguesa a destronar. Esa misma ideología burguesa, por caso, determina que el trabajo es la verdadera fuente de riqueza del hombre y que toda forma de organización de ese trabajo (la capitalista y, por extensión, la propia forma del Estado moderno) es necesaria para mayor provecho del hombre. La crítica de Marx es implacable:
“El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre”3. Cualquier forma de revelarse en el accionar revolucionario, para esta perspectiva, debe atender que la fuente de riqueza es la naturaleza y que el trabajo es una forma de acción (del que se deriva una forma de organización) que trata de entender la manera en que esa riqueza puede extraerse y distribuirse. Después de la destrucción del Estado burgués, lo que quedaría por hacer es revisar de qué manera se puede administrar la fuerza del hombre y la riqueza obtenida de esa fuerza ejercida sobre la naturaleza. Esa era la lectura de Marx, pero, ¿qué nos queda a nosotros?
De aquí para adelante No podemos decir, en nuestro contexto, que el Estado ha sido “destruido” en algún momento histórico específico. Podemos decir, en lo que corresponde al último cuarto del siglo XX y a los catorce años del siglo XXI, que hemos pasado de un Estado represivo que buscó cumplir a rajatabla el mandato liberal de un mercado incondicionado a un Estado “debilitado”, reducido, que trató de cumplir el
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preguntas
fernando bogado fernandobogado.com @letristefebo
mismo objetivo, pero con un aparato represivo mucho más abstracto, digamos, que supo combinar con siniestra elegancia los golpes con las proclamas, las balas de plomo y de goma con los programas educativos, el aparato represivo con el ideológico. La crisis de 2001 cerró este proceso y permitió la reapertura de lo estatal a partir de 2003, pero en el actual clima de “cierre de etapa” puede verse aflorar violencias particulares y reclamos de represión por parte de diversos sectores sociales. A eso debemos sumar la reaparición de movimientos obreros que vuelven a recalcar el marco de lucha contra un Estado represivo (como sucede con los obreros del sector automotriz), la preeminencia de figuras represivas supuestamente progresistas como salvación de todos los males (Berni), la descentralización de las fuerzas policiales (o sea, las “policías municipales”), la resistencia a abandonar modelos represivos en la transmisión ideológica (la resistencia a la mal llamada “flexibilización” de los aplazos en la educación primaria bonaerense), etc. Todo este panorama dibuja un potente movimiento a la derecha impulsado (¿dialécticamente?) por el mal llamado giro a la izquierda del gobierno, el cual, estrictamente, nunca adoptó esta tendencia, sino que supo leer el panorama y llevar adelante políticas particulares con las cuales la izquierda se podía identificar. Si las experiencias del 2001 demostraron la importancia de revisar las formas de organización popular para repensar un vínculo con lo estatal, quizás una lectura política y estratégica de relevancia para el actual gobierno o para cualquier postulante progresista a hacerse con él sería la de revisar los modos de articulación de esas prácticas con una organización estatal acorde. Todo el mundo lo sabe, pero nadie lo ha pensado con seriedad, y aquí está nuestra concreta afirmación: el verdadero espacio político del porvenir es la así llamada villa miseria, en donde se producen experiencias cotidianas de intercambio por fuera de la regulación estatal, algo que no tiene por qué condenar esas prácticas a la ilegalidad mientras no haya una propuesta efectiva que busque administrar esas relaciones para producir un nuevo pacto estatal. Lo que decimos no es parte de un discurso bienpensante que quiere pasar por progresista, sino que es un verdadero llamado al pensamiento crítico y político del mañana: ¿hasta qué punto se ha visto la villa miseria fuera de la máscara pequeño burguesa de la “excentricidad” (tal como lo demuestra ese tonto exotismo decimonónico que escribe “crónicas” de personas que “visitan” las villas) o del peligro? ¿No será que todo nuestro actual pensamiento en torno a las villas miserias ha estado teñido de la curiosidad sociológica-antropológica y no ha recalado en un verdadero pensamiento político? ¿Cuáles son las formas protoestatales que podemos encontrar en esos espacios y qué metodología revolucionaria o progresista puede extraerse de esa experiencia? Preguntas abiertas de quien suscribe que, tal como se sospechaba en el título y en lo escrito, solo pueden resolverse una vez entregados a la acción. 1 Lenin (2012) El Estado y la revolución. (J. A. Alemán, Trad.), Buenos Aires: Sol 90. 2 Ídem, p.61. 3 Marx, K. (2014) Antología (P. Scaron, Trad.), Buenos Aires: Siglo XXI, p. 340.
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cecilia canzonetta /
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oy me levanté pensando en el Mundial. Salí de casa con el café en la mano. Últimamente nunca estoy donde tengo que estar. La vida es eso que te pasa mientras estás llegando tarde. Pongo el auto a 140 por Panamericana, para sentir algo, aunque lo único que sienta sea el auto temblar. Se repite el disco de Cerati, no quiero escuchar la radio porque sé que están todos hablando de la ceremonia inaugural y eso me deprime. Últimamente nadie dice lo que quiero escuchar. LLego al trabajo, son las 9.32 del jueves. Desde hace seis años que trabajo en un Centro de Salud, en algún punto del conurbano bonaerense. Un barrio perdido donde no llega ni el diario. El Centro es una casa venida abajo con dos consultorios, una sala de espera, una cocina. Está al final de una calle de tierra, la rodea una enorme cancha de fútbol, tiene un quincho y una pileta que hoy está vacía y llena de grietas. Diez años atrás acá había un Hospital de día, se atendían un montón de pibes que querían salir de las drogas. Se armaban torneos de fútbol con los chicos del barrio. Para dejar las drogas, tenías que ofrecer algo a cambio. Hoy, el pasto está largo y todo lleno de barro. La miro mientras me hago el primer mate del día. Desde que trabajo en el Estado tomo más mate que nunca. Miro la cancha por la ventana, afuera hace frío; adentro, casi que lo mismo. Vuelvo a pensar en el Mundial. A las 10.15 de la mañana, llega el primer paciente del día. Al lado de su nombre figura un cartel que dice “urgente”. Es un hombre de unos treinta años, está agitado y acelerado. Se sienta en frente de mí. El consultorio grande tiene algunas sillas y un escritorio que separa tu vida de quien tenés enfrente. El hombre tiene puesto un jean gastado y varias capas de abrigo. Me cuenta que su único hijo está internado por algo que le agarró en el riñón. Que desde que pasó eso su vida cambió. Apoya los codos sobre sus rodillas, para contener las manos que le tiemblan, queriéndose escapar de sus muñecas. De la frente, le caen gotas de sudor mientras repite que está desesperado, que ya se agarró a piñas con varios médicos. Me dice que necesita plata. Que no sabe qué hacer por su hijo. Que él siempre había soñado jugar al fútbol con su
hijo varón, que ahora estaba enchufado, me dice algo de la mala praxis. Yo lo escucho, y él sigue. Que lo tengo que ayudar, que necesita plata ya. Que si acá no le damos respuesta, se va a encadenar en la plaza municipal. Me dice que va a salir por televisión y que yo voy a quedar pegada por haberlo atendido hoy y no haber hecho nada. Me mira fijo, buscando mi reacción. Le digo, sonriente, que no sería la primera vez que un paciente mío salga por Crónica, que por mí estaba bien, que hasta me da chapa. A un psicópata no hay que tenerle miedo. A un psicópata, psicópata y medio. Me mira sorprendido y su actitud cambia. Le digo que se quede tranquilo, que piense qué es lo mejor para su hijo, y ya que estamos que intente no fumar marihuana así puede manejar un poco mejor la situación. Se va más tranquilo, pidiéndome otro turno para el próximo lunes. Después de él, llega Franco. Es el único paciente que me llama por la primera sílaba de mi nombre. Ni doctora ni licenciada. Franco llegó un año atrás, chupado y atrapado entre psicofármacos que usaba para drogarse. Tenía una cicatriz en el cuello, de punta a punta, había intentado matarse. No podía ni hablar, veía cosas que no estaban, pesaba menos de cuarenta kilos. Se internó y ahora le dieron el alta. Viene a verme para hacer la reinserción social. Esa parte es la más difícil, porque volver a casa sin ser fisura es volver y no ser nadie. Me cuenta que el domingo quiso ir a la cancha. Me lo cuenta para que yo le diga que no puede. Franco sabe lo que implica ir a la
cancha. Me agradece que le ponga límites porque nadie más lo hace. Franco me pide a gritos que lo cuide de él mismo. Me pregunto si alguien lo entiende, si alguien en su familia sabe lo qué es que algo te mate, pero que siga siendo el amor de tu vida. La droga nunca deja de gustarte, aunque te quite todo, hasta el hambre. La hora del almuerzo es un segundo termo de mate. Me siento afuera al sol para que me dé calor. Me pongo a leer algo, pero no me puedo concentrar, no me acuerdo la última vez que pude terminar un libro. Mi compañera de trabajo se queda adentro. El silencio es infinito. Al rato me avisa que llegó Claudia con su hermano. Los dos son menores de edad, yo insisto en citar a la madre, pero la madre nunca vino. Tiene que ir a trabajar para poder darle plata a sus hijos, plata que gastan en consumo y en venir a tratamiento solos. Solos, porque su mamá se está ganando el peso que ellos gastan en drogarse, que es lo que les hace venir a verme. Se los quise explicar, agarré una hoja, dibujé un círculo que mostraba el circuito; les dije que ésa era la cuerda por donde se estaban ahorcando. Por último, llega Evelina, a quien siempre le doy el último turno así vuelvo a casa un poco más optimista. Evelina, a mí, me salva la vida. Empezó tratamiento el verano pasado. Tenía la cabeza rapada porque se había cansado de que su padre la arrastrara por el piso tirándole de los pelos. Cuando llegó vivía en la calle. Evelina fue la primera persona a la que vi llorar de hambre. Uno estudia psicología y después descubre que a veces es más terapéutico un paquete de fideos. Ahora dejó las drogas para estudiar Filosofía. Esta es la Argentina: en medio de la villa, te hablan de Sartre. Evelina me salva la vida. Evelina no sabe que hoy empieza el Mundial, Evelina es hija de la tierra, así dice. Termina la jornada. Trepo por la enredadera social y llego a mi barrio. Estaciono detrás de una Honda Cr-V polarizada. En mi barrio los hombres están bronceados todo el año. En mi barrio, hay un spa para perros y gatos. Subo al séptimo cielo de mi casa. Son las 5 de la tarde, empieza el primer partido del Mundial. Suena el silbato y en todos los televisores del mundo están mirando lo mismo. Hoy, somos todos argentinos.
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metal pesado
Otro día para ser…
según aristóteles1, la metáfora consiste en darle a una cosa el nombre de otra. desde ya entendemos que no es posible pensar sin metáforas y que todo pensamiento es interpretación. estos pensamientos muchas veces son impuestos a partir de una serie de relaciones sociales que componen y se identifican con lo que hoy conocemos como “estado”. este concepto que, para foucault, podría ser una “realidad compuesta”2 , emerge de las distintas relaciones que se dan en el marco de una sociedad: gobierno, instituciones, moral. esto les permite a las clases dominantes regular la conducta de las personas con el fin de lograr ciertos objetivos, pretendiendo que los sujetos la asimilen y la reproduzcan, volviéndose, así, el estado un dispositivo que se desarrolla de manera dinámica y que excede la esfera de lo burocrático e institucional.
E
n la literatura, y precisamente dentro de la poética que se inscribe dentro del género del Heavy Metal, surge un concepto que retoma varias de las definiciones que dimos anteriormente: la enfermedad. El metal activa la metáfora de la enfermedad para deconstruir de manera crítica el funcionamiento social. No es solo una figura retórica, sino un mecanismo para comprender el mundo3. Este concepto que es recurrente dentro de la literatura occidental aparece en el metal bajo las siguientes formas: - Como la fibra moral del individuo y la sociedad4; - Como metáfora común para la decadencia moral o social5; - Como señal de un individuo para escapar de un destino6; Como método de redención para los enfermos y marginados7; - Como medio de realzar la conciencia de la muerte, evocando cuestiones de moralidad y complejidad de la vida8; - Como una extraña fuerza que penetra la vida humana y la destruye9. La enfermedad nace del desequilibrio impuesto por el propio lenguaje político que tiende a escindir nociones como estado y sociedad, público y privado, gobierno y mercado. Este desequilibrio puede ser identificado a partir de la organización social que se impone a partir de la lucha de clases. Beatriz Preciado teoriza sobre la enfermedad10 a partir de la idea de estigmas. Estas estigmatizaciones11 son generadas para controlar a la sociedad y que esta misma se autorregule, reproduciendo los mismos conceptos hacia su propia clase. Este lenguaje “enfermo” permite al capital suprimir y fragmentar a aquellos sujetos que no reproducen la homogeneidad cultural, haciendo que se organicen a partir de la categoría que les es impuesta. El heavy metal, en una suerte de reformulación, denuncia esta fragmentación bajo el lema de que todos están enfermos. Rompe las categorizaciones e incluso las divisiones de clase ya que tanto los dominantes como los dominados son parte de dicha enfermedad, unos imponiéndolas y otros reproduciéndolas12 , la burguesía y el proletariado, el estado y el pueblo. La poética del heavy metal observa y construye el concepto de enfermedad a partir de una serie de relaciones que se
dan en un nivel más complejo, donde sin pensar en el estado, lo estamos reproduciendo. La enfermedad es el campo estratégico de las relaciones de poder donde se establecen los diferentes tipos de conducta tanto del gobernante como del gobernado. Es allí donde la literatura emerge para poder develar las distintas articulaciones de sometimiento que se reproducen no solo en los dispositivos institucionales, sino en las mismas personas. Son estas articulaciones que, en una necesidad de categorizarla para poder comprenderla mejor, remiten a un tipo de enfermedad conocida como “esquizofrenia”, palabra del griego clásico que significa dividir (schizein) y mente (phren), dándole una connotación aun mayor a los dispositivos de control y dominación que operan a partir de la fragmentación y orientación de las mentes hacia ideas que puedan seguir desarrollando su modo de producción, su existencia. 1 Aristóteles. Poética 1457 b. 2 Masseta, Paula. 2009, pp. 37-55.
3 Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas dice que hay que desactivar la metáfora de enfermedad para entender el funcionamiento social. En la poética heavy es a la inversa, se la activa para explicar y representar la sociedad. 4 “Ya no creo en nada; Ya no creo en ti; Ya no
creo en nadie; Porqué nadie cree en mi”. V8 (1983:1). 5 “La gran masa anestesiada; se revuelca en egoísmo.; Y sin el común sentido; se ha entregado al escapismo”, Hermética (1989:2). 6 “Robo un auto para trasladarse; hacia las sole-
dades vivientes”, Hermética (1991:1). 7 “Mata el miedo que guarda el animal.; Limpia el cuerpo, pues dentro de él estás”, Hermética (1989:5). 8 “Basta, no hay nada que ocultar.; Muerto estoy
aquí.; Tras el porvenir.”, Hermética (1991:6). 9 “La ciudad duerme en un corte de luz.; El vaciamiento se está efectuando.; Y entreverado en la confusión,; se ahoga mi grito de desesperación”, Hermética (1989:4). 10 Preciado, Beatriz (2013) La muerte de la clí-
nica. 11 Metáforas que son impuestas por las distintas relaciones de poder (instituciones, estado, medios masivos). 12 “Ser guardianes o vigías de toda la miel; que
guarda en toda colmena el sucio poder.; Predador, ecologista, pobre o gran señor.; Drogadependiente, doctor o paciente; entreverado en el montón”, Hermética (1994:2)
ezequiel alasia /
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territorios
La
reconstrucción de la dignidad del trabajo en la era del capitalismo financiero
magdalena grass /malenagrass@hotmail.com
tomando la convocatoria de andén para reflexionar sobre el estado, en este momento de recuperación de la democracia en términos políticos y económicos, me pareció relevante la pregunta planteada: ¿para quién es el estado? al recordar nuestra historia como estado, vemos que con los gobiernos de facto siempre se ha retrocedido en los derechos políticos, sociales y económicos. comprendiendo el trabajo como un derecho social fundamental, planteo un breve recorrido de la recuperación de trabajo asalariado y algunos desafíos que llevan a cabo organizaciones de trabajadores dedicadas a tan ardua labor.
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esde el 2001 a la actualidad la desocupación pasó de un 25% a un 7, 8%. Más allá de las condiciones estructurales que posibilitan su crecimiento cuantitativo y las actuales limitaciones, me gustaría centrarme en el aspecto político que implica la recuperación de la “cultura del trabajo”, y las dificultades que esto significa en términos prácticos –desarrollo de un oficio, recuperación de la dignidad de al menos dos generaciones sin ganarse el sustento–, y en términos políticos –recuperación de derechos –, tal como lo mencionan algunos sindicatos y organizaciones sociales de trabajadores excluidos. ¿Qué significado ha tenido el trabajo asalariado en la Argentina? Situados históricamente, la crisis mundial de la década del treinta puso en jaque la doctrina del liberalismo como único modo de organizar la sociedad. Los desarrollos teóricopolíticos del modelo keynesianoconcibieron un capitalismo más moderado, en el que el obrero era considerado como parte de la demanda de productos, y el estado, como agente de redistribución económica de la riqueza social. En Argentina con el estado benefactor consolidado desde 1945, el trabajo asalariado junto con un desarrollo de industria nacional, fue la propuesta política de un estado con ampliación de soberanía. En nuestro país, la dignidad del trabajador se construyó históricamente con gobiernos populares, ligada a la identidad nacional. El trabajador asalariado se incorporaba a la vida social y política, ampliando sus derechos, con el movimiento peronista. Al conversar con antiguos trabajadores de las grandes empresas estales – YPF, Ferrocarriles, talleres de exploración del Ministerio de Minería–, es notorio el orgullo y sentido de pertenencia del obrero por saberse constructor de pueblos y caminos y proveedor de todo aquellos que se consumía y producía en el país en un modelo social con redistribución de la riqueza so-
cial: en 1954 los asalariados participaron en un 50% de la apropiación de la riqueza, y el período 1950-1973 fue el más favorable, con un promedio de superior al 44%1. Desde 1976, las complementarias políticas de financiarización de la economía (sanción de la Ley de Entidades Financieras en 1977) y de destrucción de la industria nacional, hasta el Plan de convertibilidad (privatizaciones de las empresas estatales) del ´90 hicieron que ese Estado Benefactor quedara materialmente destruido2. Durante el período de inestabilidad política del ´55 al 73´ y luego de dichas reformas, comenzó una caída abrupta de la participación de los trabajadores en la riqueza que culminó en los años noventa. (Debido a que ha cambiado la forma de realizar las estadísticas, no se puede establecer un porcentaje para establecer la magnitud precisa que permita comparar con la década del ´50. No obstante, estiman que es menor al 30%)3. A pesar de todo este proceso histórico, durante la década del noventa, los trabajadores continuaron resistiendo las políticas de vaciamiento, reorganizándose para mantener sus fuentes de trabajo y cierta forma de concebir la sociedad, basada en el trabajo como fuente de socialización e integración social.. Sin duda el recuerdo del estado benefactor construido bajo el peronismo sigue teniendo peso en nuestra cultura y nuestro imaginario. ¿En qué medida es posible recuperar el estado con fines redistributivos ante un capital altamente concentrado? Los aspectos macroeconómicos (fragmentación social, financiarización de la economía global, grado de penetración del capital concentrado en los principales ejes de la economía argentina- minería, energía, etc.). Son relevantes y sin duda constituyen un límite o condición necesarios para esbozar una respuesta a esta pregunta. No obstante, me parece importante al momento de pensar la recuperación del trabajo la noción polí-
tica como espacio de lo humano – que la doctrina neoliberal nos quiere apropiar-, pues entiendo que aunque lo estructural sí condiciona el funcionamiento del Estado y de nuestras vidas, no son determinantes. Desde este punto de vista, es posible comprender al estado como un espacio de disputa política en el que diversos grupos de interés (económico, político) pugnan con diferentes posibilidades de imponer su postura.
Breve repaso histórico respecto del trabajo asalariado en Argentina La Argentina se caracteriza por ser uno de los países más industrializados y urbanizados de América Latina; por eso el trabajador asalariado, desde un punto de vista estructural, tuvo y tiene tanta relevancia. Y desde el histórico - político, por el rol protagónico de la clase obrera en la conquista de sus derechos. En el año 2001, la desocupación en la Argentina alcanzó su pico más alto con el 25%. La reducción de la economía implicaba más de 6 millones de argentinos con problemas laborales producto de la desocupación y la precarización laboral4. La privatización de las empresas estatales y la pérdida de derechos históricos que significó la Ley de Flexibilización Laboral5 de la década del ´90 fue reconfigurando un mercado de trabajo con menor capacidad de negociación que lo llevó a aceptar condiciones cada vez más desfavorables., asolados por el fantasma de la desocupación. La desocupación, - en términos teóricos el “ejército industrial de reserva” (Marx6)- es un aspecto estructural del sistema capitalista, de carácter cíclico y se relaciona con las relaciones políticas en un momento histórico. En América Latina, la población sobrante aumenta por el predominio de estructuras productivas dominadas por el capital extranjero y su asociación con dominios internos. El otro gran golpe dado a la clase trabajadora fue en 1976 con el quiebre del movimiento obrero, que había adquirido gran capacidad de lucha y conciencia de
su rol en la construcción del estado nacional. Tal como afirmaron luego algunos de los dictadores: “… lo que buscamos fue debilitar el enorme poder sindical que era uno de los grandes problemas del país. La Argentina tenía un poder sindical demasiado fuerte, frente al cual era imposible el florecimiento de cualquier partido político (…) Hemos debilitado el poder sindical y esta es la clave para cualquier salida política en la Argentina”. (Juan Alemann, Secretario de Hacienda)7.
Luego, durante la década del ´90, los trabajadores expulsados se organizaron para sostener su dignidad. Todo esto en un contexto mediático de estigmatización sobre los “piqueteros”, equiparados a bárbaros. Brukman, Zanón en Neuquén, IMPA, Grisinópoli y tantas otras fábricas recuperadas, MTD de Solano, Maximiliano Kosteki, Santillán. El recibimiento de los comerciantes con vasos de agua al entrada de la capital a los piqueteros denostados en los medios. Stiglitz criticando al Banco Mundial. Argentina despertaba. A la fuerza. Por la fuerza. En el año 2003, con el gobierno de Néstor Kichner, comienza a recuperarse la economía y a desarrollarse políticas para recuperar la cultura del trabajo y la sanción de leyes que van restituyendo los derechos avasallados8. Se reabren y se amplía la disputa de espacios dentro de algunos organismos del Estado para concretar la política de inclusión – entendiendo esto como cierto rol benefactor del estado- en un contexto de crecimiento de la desigualdad a nivel mundial y nacional. Avances y desafíos en la recuperación de los derechos laborales: de la exclusión a la dignidad Como parte de la recuperación de derechos, ha aumento del trabajo estatal con un 39% en los últimos 11 años. (aunque de manera precarizada en un
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territorios del
estado a la escuela. nos da lo que
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252%)9; la Asignación Universal por Hijo, la ampliación de la cobertura jubilatoria y otro tipo de subsidios contribuyen al mejoramiento de los trabajadores asalariados en general. Pero como signo de este momento del capitalismo, se distingue el crecimiento del trabajo precarizado. Existe también una parte importante de la población que ha padecido a dos generaciones realizando trabajos considerados socialmente como “poco dignos.” El sistema genera un tendal de excluidos, figura que se construye sobre el principio de que hay una población que no tiene una función social ni como vendedora de fuerza de trabajo ni como consumidora. En esta “categoría” pretenden ser considerados los jóvenes de los barrios – amenazados por el paco y la delincuenciacartoneros, recicladores de basura, vendedores ambulantes, cooperativistas, micro emprendedores, trabajadores “autónomos”. Organizaciones como la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) interpelan al estado en sus políticas públicas: no sólo ser considerados como objeto de asistencia social sino como sujetos de derechos. Plantean, que su trabajo es tan valioso como otros, y que la categoría de monotributista, cooperativista etc., bajo la que prestan servicios a empresas privadas y al estado, se encubre lo que es, desde el punto de vista del derecho laboral, una relación de dependencia10. Proponen también creación de mercados populares para combatir la inflación, por acceso a la salud y por un trabajo digno y sin explotación. 1 Javier Lindemboim, Centro de estudios sobre población , empleo y desarrollo, Facultad de Ciencias EconómicasUBA. http://eco.mdp.edu.ar/cendocu/repositorio/00161.pdf
2 La Ley de Entidades Financieras, sancionada durante el gobierno de facto de Videla el 14 de febrero de 1977. Ministro de Economía: Martí-
nez de Hoz. Actualmente rige la Ley 21.526. http://www.envarelkadri.org.ar/index.php/otros -articulos/organizaciones/1013-la-ley-de-entidades-financieras-y-el-plan-de-martinez-de-hozel-proceso-sigue-vivo-por-revista-zoom
3 Para este punto consultar: Centro de estudios sobre población , empleo y desarrollo, Facultad de Ciencias EconómicasUBA. http://eco.mdp.edu.ar/cendocu/repositorio/00161.pdf
4 http://www.cta.org.ar/Desafio-romper-el-nucleo-duro-de.html. Pedro Wasiejko, Secretario General Adjunto de la CTA.
5 Sancionada el 15 de marzo de 1995 - que, entre otras cosas, eliminaba la negociación salarial colectiva, entre otros abances sobre los derechos laborales.
6 Marx denominaba “ejército industrial de reserva” a una parte de la población que periódicamente estaba desocupada como algo inherente al sistema capitalista y fluctuaba según el ciclo económico y las crisis periódicas. A lo largo de estos 200 años, se consideró “normal” que el porcentaje de personas desocupadas oscilara entre el 2 y el 5% de la población económicamente activa. 7 Citado extraída de “Pensar la Dictadura: terrorismo de Estado en Argentina. Ministerio de Educación, Presidencia de la Nación”. Pág. 35.Del libro Dossier Secreto, Planeta, 1993.
8 Para una enumeración de las leyes sancionadas en materia de protección laboral, consultar: http://www.cta.org.ar/Los-derechos-laboralconquistados.html
9 Si la planta de trabajadores del Estado nacional creció en los últimos 11 años un 39 por ciento, lo hizo de la siguiente manera: los puestos de trabajo generados dentro de la planta permanente, lo que incluye los derechos consagrados por las leyes y la Constitución lo hicieron en un 25 por ciento, mientras que los puestos de trabajo de “contratados” – trabajadores sin derechos- aumentó un 252 por ciento entre 2002 y 2013. Fuente: http://www.aterosario.org.ar/article2782.htmldencia 10 http://blogsdelagente.com/derecholaboral/ tag/dependencia/ dependencia jurídica, dependencia técnica, dependencia económica.
pide y lo que nos
horacio cárdenas / cardenashoracio@yahoo.com.ar
el trabajo comunitario en las escuelas, de las clases en aulas y veredas, de rondas abrazadas entre maestros, alumnos, padres y vecinos, surgen estas preguntas, airadas e inquisitorias denuncias. En cada una se enhebran mil respuestas, por eso preguntamos, porque algo sabemos. Más que una ausencia son invitaciones, manos tendidas para pensar sobre lo que nos merecemos. ¿Cuál es la función de la escuela? ¿Qué le pedimos? ¿Qué ser humano debe formar? ¿Un consumidor, un dócil empleado, un ciudadano libre que paga sus impuestos? ¿O un trabajador consciente de su lugar en el mundo? ¿Para qué hay que aprender? ¿Para qué saber más? ¿Para pasar de grado? ¿Para agenciarse credenciales? ¿Para entrar al VIP? ¿Para ampliar un repertorio de vocablos seductores? ¿Para acomodarse y cuidar la “quintita”? ¿O para reinterpretar las propias interpretaciones, generar nuevas relecturas de la realidad y permitir que la escribamos entre todos? ¿Cuáles son las funciones de los docentes? ¿De qué nos tenemos que hacer responsables? ¿Estamos para cuidar blancas palomitas? ¿O somos los encargados de crear las condiciones para un proceso de producción colectiva de conocimientos? ¿Somos además camareros (de viandas y meriendas), enfermeros (de golpes y raspaduras), médicos de cabecera (de controlar vacunas, enfermedades, pediculosis y miopías), secretarias ejecutivas (de sobres, asistencia, registros, comunicaciones, documentos y constancias), madres y abuelas (de cariño, contención y “educación en la convivencia democrática”), asistentes sociales (del hambre y del abandono) y hasta Reyes Magos (del Día del Niño, las vacaciones y algún cumpleaños)? ¿Será el proyecto que la escuela enseñe menos y se dedique más a contener? ¿Merece un maestro cobrar lo que cobra? ¿Es posible que el Estado pague en negro casi la mitad de un sueldo? ¿Así financia su proyecto de nación? ¿Es la docencia un trabajo pensado para hacer en doble turno? ¿Hay manera de no llegar a casa, encorvados y maltrechos, para dormir y salir, enseñando entre los últimos suspiros? ¿Es el problema de la educación el dere-
cho a huelga? ¿Por qué hay que garantizar ciento ochenta o ciento noventa días de clase? ¿Cuántos más días, mejor? ¿Deben ser a toda costa, a como dé lugar, en cualquier condición? ¿Es eso la publicitada “inclusión”? ¿Cómo propone el Estado resolver la emergencia educativa que deja sin maestros a los niños? ¿Qué hace por la apremiante falta de profesionales de apoyo a la enseñanza (maestras recuperadoras, de apoyo, psicopedagogos, asistentes sociales)? ¿Qué dice de la superpoblación de las aulas? ¿Se puede enseñar y aprender dignamente en salones con más de cuarenta alumnos, hipocresía de un edificio guardaniños? ¿Qué funcionario alimentaría a sus hijos con las viandas que dan en las escuelas? ¿Hay algún criterio nutritivo en su elaboración? ¿Las escuelas son comedores? ¿Se puede estudiar matemática entre gajos de mandarinas? ¿Por qué más horas de inglés y no de plástica o de música? ¿Una lengua extranjera enseña más que los lenguajes artísticos? ¿Por qué se aumentan los subsidios a las escuelas privadas? ¿Los intereses de quién se defienden? ¿Por qué los maestros no participamos ni en las decisiones ni en las discusiones sobre la política educativa? ¿Acaso no estamos en condiciones intelectuales para hacerlo? ¿Nada tenemos para decir? Si los directivos desbordan de tareas administrativas, ¿quiénes coordinan los aspectos pedagógicos? ¿Los directores son gerentes? ¿Las escuelas son empresas? ¿La competencia beneficia a los consumidores? ¿Qué será la “oferta educativa”? ¿Los alumnos son clientes? ¿La educación es una mercancía? Si hay cosas que no nos gustan, ¿cómo las podemos cambiar? Si bien estas preguntas están teñidas por la bronca, todas nacen de una clara alegría. Y de la convicción de cómo debe cocinarse la tortilla. Porque lo cierto es que, en las escuelas públicas, se enseña y se aprende rotundamente mucho mejor que en cualquier otro lado. En ellas vivimos diariamente pariendo encuentros, festejos, letras y colores para todos. Porque la Escuela Pública es el único camino en el que cada cual contribuye al destino del conjunto, peleamos para que crezca y se multiplique.
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arte menor
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cinco discos cinco
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/Tan hoy como ayer
Cuál es la magia que nos encandila del Estado? ¿Por qué insistimos en pensarlo, en desearlo, en deplorarlo? Una vez instituido el pacto social, no hay marcha atrás. Lo dijo ese viejecillo salvaje de Hobbes y tal vez Platón antes que él: solo puede substraerse de la influencia del Estado un dios o una bestia. Ese pacto ─el Estado─ no fue firmado por nadie, nadie fue consultado, nadie lo acordó. Esa es su ilusión primigenia: parecer natural. Los psicoanalistas dicen que se adquieren rasgos esquizoides cuando no se instaura el nombre del padre, cuando no se introyecta el límite. ¿Será porque San Martín fue un padre ausente que el Estado no asume una identidad
homogénea? ¿Será que de chiquito lo dejaron matar a tanta gente que ahora no se banca hacerse cargo de todas sus deudas pendientes y las asume un día sí y otro no, como esos amantes fóbicos que dicen “te amo” para olvidarlo en la mañana? Vayan los dioses a saber. Lo cierto es que no sabemos qué esperar para la próxima pantalla y es en esa angustia de políticas cotidianas donde pedaleamos en falso cuanto nos toca proyectar. Por eso 5 discos 5 que construyen a futuro, que se plantearon a sí mismos como continuación de un pasado con la esperanza de ser consecuentes ante el porvenir, y en algún que otro caso hasta la pifiaron. Porque la coherencia hay que conjurarla y conjugarla, hoy, ayer y todas las veces que haga falta
gustavo zanella
/ locardeux@hotmail.com
The wedding album - 1993 -Durán Durán. ¿Qué pasa cuando la banda más glamorosa del pop de los ochenta entra a una nueva década con un disco que no está a la altura de su historia? Lo más lógico del mundo: sus fans los defenestran. Sin embargo The wedding album es un trabajo que, mirado en retrospectiva, no desentona del todo con el pop de sintetizadores que propusieron unos años atrás. Tal vez el aggiornamiento no fue del todo fructífero y tal vez sus fans ya no gustaban con las mismas ganas del hedonismo pretencioso vuelto balada, pero lo cierto es que el sonido de ese disco es una fiel postal de muchos sonidos que se volverían lugares comunes de los noventa, y eso los coloca en el mismo pedestal donde comenzaron: en el de una banda que marcó –le guste a quien le guste– la forma de ser popular y cool al mismo tiempo. Más maduros a fuerza de perder proyección, los Durán Durán siguieron, y siguen, sacando discos buenos, bailables, sin novedades y eso no deja nunca de ser una buena noticia. Imaginaerum - 2011 -Nightwish. Luego de la partida de Tarja Turunem, Nightwish pareció perder por momentos el rumbo. El componente lírico que le aportaba la soprano fue reemplazado por un viraje hacia el metal más clásico con la incorporación de Annete Olson, quien debutó en Dark passion play. En esa búsqueda en pos de la independencia del componente lírico, se llegó a “Imaginarium”, un resultado casi lógico de su disco anterior. Sin embargo, la sinfónica de Londres no predomina en todos los cuadros, sino que deja lugar para que la banda despliegue el metal pesado del que tanto había dado cuenta en sus conciertos en vivo. Un disco donde lo circense tiene lugar, donde lo existencial se abre camino y en donde puede verse la continuidad y la ruptura de una agrupación que siempre se reinventa sobre la base de los aciertos y errores de su historia. Pendular, claro, pero sin perder su identidad. Yo estuve ahí -2001 -La Mississippi. ¿Cuándo se comprueba la coherencia (o la falta) de los propios actos? Cuando se hace un repaso y se enumera y se reordena y se da cuenta de eso ante otros. Por eso, cuando la que quizás es la mejor banda de blues nacional hizo el recorrido de sus cinco discos en un teatro Astros abarrotado, la audiencia comprobó que estaba ante una agrupación cuyas elecciones estéticas siempre fueron consecuentes con el espíritu de un sonido que de tan foráneo se vuelve cercanamente barrial. Blues, rock de la vieja escuela, boogie, de los buenos, siempre nostálgicos pero nunca tristes. Un disco enormemente parejo, virtuosamente ejecutado, con lo mejor de un repertorio que, por si fuera poco, cuenta con la voz en su mejor estado de Ricardo Tapia. Ningún péndulo chicos, siempre la misma línea de excelencia.
Último bondi a finisterre -1998 - Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. ¡Cuánto odiaron sus fieles este disco! Luego de nueve trabajos a puro rock inteligente para las masas, Patricio Rey vira hacia un sonido industrial, con sintetizadores, inesperado y lúdico. Se ha dicho –tal vez como parte del mito– que la intención de agregar sonidos de juegos de video era una manera de acercar a los oyentes los sonidos que se veían llegar, como si esa entelequia que fue Patricio Rey fuese además un educador de los tiempos por venir. Tal vez sea mentira, pero ninguna historia se construye sin un relato de futuros posibles, y en aquella ocasión Solari, Skay y compañía le dieron la espalda a su historia y proyectaron la dimensión en la que seguirían moviéndose y que los llevaría al indigno desplome de su proyecto y de sus relaciones. A veces pasa.
Jeremias pies de plomo -1972- Vox Dei. Los fans deben haberse preguntado qué vendría después de “La Biblia”, esa ópera rock basta y maravillosa. ¿Cómo seguir adelante luego de haber dado a luz la perfección? Y la respuesta no se hizo esperar: Vox Dei avanzó volviendo sobre sus pasos hacia un rock que aún hoy suena pesado, original, sin nada que envidiarle a bandas de la época como Deep purple, Black Sabbath o Led Zeppelin. Rockblues-folk en estado puro, sin concesiones comerciales de ningún tipo y abandonando definitivamente el matiz progresivo que cubría sus dos discos anteriores. Veloz cuando debe serlo, tranquilo y romántico cuando lo exige la sensibilidad sobre la que está construido. Las voces de Willy Quiroga y Ricardo Soulé también reflejaron esa construcción, superponiéndose y complementando un trabajo que, con 40 años de historia sobre sí, sigue siendo el ejemplo de cómo pasar de una etapa a otra sin traicionarse a uno mismo.
16 opinión
notas para pensar un estado invisible
(un breve delirio sobre teoría-política poscolonial)
L
manuel fontenla/
manuruzo@gmail.com
a mayor parte de las notas periodísticas llamadas “de opinión” o “de análisis” suelen contar con una estructura argumentativa sencilla. Se describe un problema, una situación, un conflicto o un tema, se da una caracterización de este, se recorren algunas opiniones importantes al respecto y se finaliza con la posición del autor. De forma más resumida, se plantea una hipótesis de lectura (no siempre explícita), unas premisas y una conclusión. Esta nota, intenta violar cada uno de estos principios de forma deliberada. En primer lugar, no analiza el tema o problema sobre el que trata, sino que lo construye a partir de generalizaciones y afirmaciones poco rigurosas; en segundo lugar, no aclara sus premisas ni expone argumentos; y en tercer lugar, diluye la conclusión. Esto lo hace al invitar a cada lector a investigar e inventar sus propias premisas y sus propias conclusiones, por lo tanto, la última transgresión es relacionar necesariamente esta nota con la que le sigue y con el futuro de sus lecturas.
A lo largo de los últimos cincuenta años, las discusiones y debates en las ciencias sociales han hecho colapsar y explotar muchos tópicos y categorías centrales para el pensamiento social, político y cultural del siglo XX. Pensemos por ejemplo en categorías centrales como la de sujeto, la de cultura, la de representación, la de identidad, o en nuevos temas como la sustentabilidad ambiental, los modelos económicos extractivistas, los fenómenos migratorios, los movimientos sociales, las nuevas configuraciones políticas, las culturas globales, la financiarización de la economía mundial, entre muchos otros. Estas transformaciones no han sido solo de categorías teóricas y enfoques de análisis. El cambio de siglo, sus crisis y rebeliones, sus indicadores de pobreza y concentración de la riqueza, sus renovadas guerras por recursos naturales, las dictaduras y genocidios vigentes nos han obligado a empezar a trabajar en pos de un cambio, no simplemente de perspectiva, sino de intervención teóricapráctica en el mundo. Un cambio profundo de episteme a partir de la cual decodificar y transformar la realidad en curso.
En este contexto de transformación de las ciencias sociales hay algunos tópicos que cuanto más se quieren superar, con más fuerza parecen afincarse en nuestro pensamiento, un caso paradigmático, sin lugar a dudas, es el del Estado-nación. Desde el siglo XVIII hasta la actualidad la persistencia del Estado como uno de los ejes centrales del pensamiento histórico, social y político es innegable e inevitable. Más aún, en las recientes décadas, se han multiplicado los enfoques, las perspectivas, los análisis críticos, los comparativos, los histórico-conceptuales, y muchísimos otros; y justamente por la diversidad y la
Esta extensa, desordenada, mezclada y un poco confusa enumeración es justamente para mostrar la infinidad de formas de análisis y problemáticas en torno a las cuales se construyen y actualizan perspectivas actuales sobre el Estado. Frente a este panorama podemos preguntarnos qué tiene para aportar una perspectiva poscolonial/ posdictatorial sobre el Estado, qué registro o matiz tiene relevancia en estas perspectivas, en definitiva, que las distingue de las anteriormente enumeradas.
Teniendo en cuenta lo dicho al comienzo de esta nota, mi sugerencia para estas respuestas es muy simple, y en esa simpleza radica su virtud: el Estado no existe. El Estado es un Estado invisible. Por supuesto que con esta afirmación no pretendo negar la existencia de todas y cada una de las múltiples instituciones, políticas y programas estatales, lo que quiero señalar es que, en cada una de las temáticas y perspectivas antes mencionadas, el Estado se conceptualiza y piensa a través de una cosificación, de una objetivación determinada. Y en relación a esa definición y determinación del Estado, se analizan efectos, imaginarios, discursos, prácticas, etc. Todo se ve en relación con, atravesado por, en contraposición a, paralelamente a, en disputa con..., el (un) Estado.
ilustración: gonzalo Rodriguez gonrodriguez02@hotmail.com
complejidad de esta temática sería muy difícil atinar algunas ideas que resuman estos aspectos.
Me permito señalar alguno de los elementos centrales para el análisis del Estado en las ciencias sociales contemporáneas: a) la cuestión de la soberanía, estado jurídico y muerte del soberano; b) la idea de territorio y territorialidad; c) las temporalidades del Estado (progreso, desarrollismo, evolución); d) uso legitimo/ ilegitimo de la violencia (fuerzas para-policiales, ejércitos para-estatales, represión de la protesta social, lucha contra el terrorismo, privatización de la violencia; e) poderes transnacionales, desarticulación de las fronteras, relaciones global/ local; f) cultura nacional/ cultura global; g) éxodos urbanos, migraciones forzadas, extranjerismo, presencias foráneas en la nacionalidad; h) racionalidad del Estado, administración de los recursos materiales; i) institucionalidad, representación y gobernabilidad; j) derechos civiles, derechos sociales. Construcciones de la memoria nacional, crímenes de lesa humanidad; k) imaginarios de pertenencia, ciudadanía e identidad nacional; l) nuevas subjetividades políticas, movimientos sociales; etc.
Frente a esta forma de comprensión, lo que sugiere mi lectura de algunas perspectivas poscoloniales/ posdictaroriales es la posibilidad de pensar al Estado como un tipo de relación que está presente en muchos lugares. Esa es la simpleza, hay relaciones (de poder/ saber) que atraviesan y constituyen los ámbitos de la ley y el derecho, el territorio y la soberanía, la sexualidad y el género, la nacionalidad y la cultura, la ciudadanía y la identidad, etc. etc. etc.; y en cada una de esas relaciones hay un tipo de Estado. O en otras palabras, cada una de esas múltiples y heterogéneas relaciones son las que definen y conforman el Estado en cada una de sus infinitas “caras de Jano”. Analizar esas relaciones que trascienden los marcos y criterios académicos comunes permite preguntarnos por las conexiones entre el estado hoy y el estado en la dictadura, por citar un caso; nos permiten pensar las discriminaciones y racismos del siglo XVIII y las actuales, y ver cómo aparecen y se configuran distintos tipos de estados en la continuidad y ruptura de esas relaciones, nos permite preguntarnos cómo persisten, resisten y se transforman políticas emancipadoras y cómo episódicamente confluyen con formas estatales de esas relaciones. Visto el problema desde esta perspectiva, cualquier enumeración o determinación de elementos para estudiar el Estado a priori pierde toda relevancia. Su estudio queda enteramente abierto a la posibilidad de las relaciones que nosotros podamos construir para estudiarlo y hacer aparecer su infinita y dispersa invisibilidad