Azul sobre azul

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AZUL SOBRE AZUL


Taller de Poesía II - Comisión 2 Azul sobre azul / Mirian Bocco … [et al]. – 1ª ed – CABA: 2020. 999 p.

Collage de tapa: Luna Schapira

Maquetación: Andrea Marone Gregorio Daura

Este libro se distribuye bajo una licencia Creative Commons

Mirian Boco, Ramiro Birriel, Carla Calliera, Camila Colautti, Gregorio Daura, Alejandro Di Salvatore, Camila Farjat Verdú, Pablo Daniel García, Marta Hrybowicz, Nehuén López, Yésica Margara, Andrea Marone, Sergio Parga, Francisco Pedroza, Juliana Pérez Victor, Julio Sandoval, Luna Schapira, Victoria Suárez, Ivana Szac, Sofía Ursi




Mirian Boco Ramiro Birriel Carla Calliera Camila Colautti Gregorio Daura Alejandro Di Salvatore Camila Farjat Verdú Pablo Daniel García Marta Hrybowicz Nehuén López Yésica Margara Andrea Marone Sergio Parga Francisco Pedroza Juliana Pérez Victor Julio Sandoval Luna Schapira Victoria Suárez Ivana Szac Sofía Ursi



“La poesía crece cuando la historia es adversa a la humanidad” Mirta Rosenberg



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Esta antología está integrada por poemas escritos durante el primer cuatrimestre de 2020 del “Taller de poesía II” en su modalidad virtual de la carrera Artes de la Escritura Universidad Nacional de las Artes en el contexto del aislamiento preventivo obligatorio por COVID. El espacio-taller fue coordinado por la docente y poeta Liliana García Carril.

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INDICE Mirian Boco___________________________________________________17 Ramiro Birriel________________________________________________21 Carla Calliera_________________________________________________23 Camila Colautti_______________________________________________27 Gregorio Daura_______________________________________________31 Alejandro Di Salvatore_______________________________________35 Camila Farjat Verdú__________________________________________41 Pablo Daniel García__________________________________________45 Marta Hrybowicz ____________________________________________51 Nehuén López________________________________________________55 Yésica Margara_______________________________________________57 Andrea Marone_______________________________________________61 Sergio Parga__________________________________________________65 Francisco Pedroza____________________________________________71 Juliana Pérez Victor__________________________________________73 Julio Sandoval________________________________________________77 Luna Schapira________________________________________________81 Victoria Suárez_______________________________________________85 Ivana Szac ____________________________________________________91 Sofía Ursi______________________________________________________95

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MIRIAN BOCCO 1964, BUENOS AIRES No están las manos para las hojas desprendidas que irán depositándose en el colchón de la princesa del garbanzo. Las oigo crujir en el confinamiento las huelo como a una cinta vieja las acomodo en el cuenco de los caracoles. Después las soplo en dirección al chico del boulevard para que las tortillas de harina y agua perfumen las calles desandadas los rincones sin besos sin esquinas la craquelada luz que ya no es día Hay un montón de memoria que las paredes sellan soy la señora que no pasea al perro siempre con la necesidad de contar algo. Soy el ojo del gato que le da forma al almanaque mientras un hombre

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se frota las manos entre frío y aliento, con el mismo cuidado arma la pira desentendido del tiempo organizando el fuego sin un solo testigo más que el hambre. Mi libertad se reduce entonces a la pequeña llama al silencio de la música justificándose.

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El maíz que conozco tiene la trayectoria de una legua hay que caminar desde el puesto de estancia donde en la casa blanca, parecida a una iglesia, mitad sombra mitad verano, mirando cómo crecen las petunias, Marta dice: no se pierdan. Agarrar una rama y así ahuyentar los tábanos la mano siempre abierta para la mariposa con centro de ceniza y con el ojo atento si pasa una perdiz lloviendo plumeritos juntando cortaderas como si fueran ramos de aquel la ceremonia. Después toparse con la inmovilidad de los ladrillos comidos por el tiempo que el fuego desnudó en un instante dejando solo la casa sin fantasmas, tapiz de hiedra ruta de caracoles exiliados perchero de capullos de larvas solitarias. Hay que volver a la llanura que dormía en la tarde al alambre de púas que rasguña la espalda porque es imprescindible sentir que se batalla 19


contra la adversidad del límite para que en cada mordisco, los choclos robados tengan sabor aventurero. Total está Mamá, sobre el rocío que se evapora detrás de los cipreses. Se asombra igual que yo de todo insecto, de tanta flor, de cada árbol que trepamos juntas cuando aún no sabíamos que el sol era de nadie.

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RAMIRO BIRRIEL 1993, BUENOS AIRES

Sí, como todos, hubo un viaje y una cruza nativa que dio origen a un sentido de pertenencia, geográfico, y luego cultural, en el que desenvolverse; toneladas de historias, manías, códigos epigenéticos, y pobreza. Más acá, lo criollo, la vida al sur, el gris del adoquinado, el escondite, por un lado, y por el otro, un viaje más desde el otro lado del río para que se complete la llave que desemboca en mi generación. De mí directamente, no mucho para decir, una obra en construcción aún, una configuración incipiente de traumas, aventuras, e historias de amor. Los alcances de mi percepción en expansión constante, algo de esa 21


pobreza vieja sigue residiendo como un posible peligro, y tengo algunas competencias culturales que son novedosas para el origen del que desciendo. Soy, en sĂ­ntesis, una persona del RĂ­o de la Plata.

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CARLA CALLIERA 1995, TUCUMÁN TE PIDO IMPERATIVO

¡No dejes! Que el sol del infortunio constante seque tus esperanzas de encontrar luz para el crecimiento de la cultivada y difícil apreciar para una la propia, tuya belleza, de nadie para extinguir. ¡No dejes! Que el frío que en aquel momento bramó en tu pecho cuando en otra buscó él el fruto del placer plantando interna espina que en vos creció como arbusto de rosas de grito infinito 23


¡insuficiente vos! No dejes que frío y voz te impidan encontrar calor y calma. ¡No permitas! Que tiempo se escape entonces entre las ropas del miedo abonado de espinas. ¡Deja! Que las rosas negras del temor se marchiten para dar lugar a pétalos dorados guardianes de un núcleo fértil de semillas pequeñas dispuestas a aceptar el calor de una luz que quiere verlas florecer.

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Desde que cruzamos el marco de la puerta mis sentidos se vieron abrumados por tus dedos en mi pelo, tu pecho en mi pecho la lengua en mi boca, el café en mis papilas, los vistazos de tus ojos a los míos estudiando con furia, filtrándose adentro tan profundo que echan ancla en mi estómago. Tus manos me toman, soy muñeca con un movimiento termino en la cama mis ropas desaparecen, intento adueñarme de las tuyas volar lejos las barreras escanear con el tacto, moldear con las palmas cada rincón de músculos tensos cada punta endurecida cada vena dibujada. Estamos expuestos y tus manos me amasan preparan mi cuerpo para la intrusión, me entrego me aferro hasta que las palabras escalan por la garganta 25


saltan fuera de mi boca al acantilado de la tuya y tragás mis súplicas, separás mi carne, la invasión obliga a mis párpados cerrarse traza un arco en mi espalda, despierta las garras que pellizcan las sábanas. Escucho la voz de Dioniso susurra una invitación a abstraerme del mundo, imita mis jadeos y me lleva entrelazo nuestros dedos nos acercamos al Olimpo con cada embestida con cada vaivén dejo atrás las nubes mi cuerpo se convierte en algo más subimos, me empuja hacia la cima una y otra vez hasta que el brillo divino toca mi piel demasiado para un mero mortal exploto en átomos y estrellas remolinos, olas, desastres soy la razón de que el mundo tiemble.

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CAMILA COLAUTTI 1995, BUENOS AIRES Como el tanque de agua de mi casa de Lomas que desborda sin aviso, chorrea aunque lo apaguen, lloro. Acá, en mis dos ambientes de persona adulta, las cañerías no tienen origen y no pregunto de dónde viene el agua ni por qué nada desborda. No hay familiares ni mate con edulcorante ni películas de tiros o chistes malos y ridículos. Sólo hay ruidos de departamento puertas que rechinan movimientos de ascensor cuatro am. A veces hablo sola comento películas 27


en voz alta ceno en la cama. Los domingos visito Lomas, el agua brota de algĂşn lado lloro sin aviso mis padres me consuelan.

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El pasto húmedo y una manta que no abriga no oímos autos ni perros y en la calle abundan hojas secas y crujientes. Compartimos un jugo o unos mates ya no me acuerdo es temprano para mí vos te reís de mis ojos hinchados creo que es por el sueño. Mirás la hora como si estuvieras urgido estirás la manta pidiendo perdón me hago la distraída no sabemos bien por qué aún en invierno venimos a esta plaza. Te suplico que te recuestes una vez más al lado mío aunque después no quede nada. Accedés como si fuera un trámite es que no tenemos nada que decir miramos el cielo buscamos los rastros de algún rayo de sol que no no saldrá por varios días. Las espaldas se humedecen cierro los ojos para sentir mejor el frío 29


para congelar el olor del pasto o de la calle o de tu pelo. De vuelta me confundo no sĂŠ si fue un dos o un tres de mayo los nĂşmeros no son precisos pero una vez dijimos: son cincuenta mil doscientos pastos los que aplastamos con el cuerpo y nos pinchan y lastiman y te vas.

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GREGORIO DAURA 1990, BUENOS AIRES Un aristócrata de la alta alcurnia victoriana pero hippie un Gregorio de Laferrère pero pobre quien busca llamar la atención para demostrar su timidez quien busca buscar y no lo encuentra un actor sin vergüenza un deudor amoroso un músico silencioso un locutor mudo un encontrado caso perdido un perfecto caso de imperfección alguien verdaderamente falaz alguien que se responde antes de preguntar que espera antes de llamar que corre antes de saber hacia dónde que tiene presente el pasado que se reprocha el futuro una prístina playa de aguas cristalinas 31


bien bien al sur una pelota mĂĄgica que siempre entra en el arco de las malas decisiones una deliciosa fruta abrillantada una persona seria pero con tilde en la i

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CATALEJO Era año nuevo y la música hacía retumbar el suelo junto al río junto al mar de jóvenes Me quedé mirando el horizonte cuando mi primo se unió a la mirada. Estaba amaneciendo le dije que mirara todo aquello “¿qué cosa?” —me dijo— Entonces le comenté que acariciaban olas a la costa se mecían los árboles apenas sosteniendo entre ramas un brandy edificios y neblina bosquejados a un lado la brillante luz, la oscuridad del otro lado pincelando cielo, agua y árboles juego de luces y sombras siluetas entre el grisanaranjado

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El me miró como quien mira a un loco “¿y todo eso?” —preguntó mientras señalaba a un costado de los árboles donde estaban las huellas humanas del consumo—“¿y el agua marrón? Yo solo veo un montón de basura” —dijo mientras se daba la vuelta y volvía al círculo que formaban sus amigues alrededor de las botellas llenas de néctar— Yo me quedé admirando lo que para mí era un paisaje soberbio Qué gracioso, pensé, en medio de un boliche improvisado descubrí para qué sirve la poesía

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ALEJANDRO DI SALVATORE 1986, BUENOS AIRES COMO YO Cuando Papá me deja acompañarlo al taller donde guarda la moto y el piso con viruta, la sierra sin fin, prensas y polvillo, en el aire. Papá toma las medidas de las maderas y tablones que va a trabajar una y otra vez mientras yo juego con los restos que caen de los cortes y Papá sostiene los clavos en la boca, martilla fuerte y no se le caen, marca con un lápiz negro de mina gruesa en la madera tibia mide, marca y vuelve a medir y yo lo miro desde abajo, revisar, prueba y vuelve a revisar, a veces las piezas no encajan 35


entonces lija y corrige y vuelve a probar, que esté en escuadra, que no quede torcido, como yo, si no puede, lo deja con una imperfección imperceptible y me sonríe. Cuando Papá me dejó yo empecé un taller de escritura, donde encontré mi motor y el piso con poet, la mesa sin fin, té verde y lecturas, en el aire ahora soy yo el que mide las palabras con las que voy a trabajar una y otra vez mi perro juega con los dedos 36


de la sombra de mis manos dibujadas en la pared, sostengo un cigarrillo en la boca, martillo el teclado y no se me cae, selecciono con el cursor negro de flecha en la pantalla tibia leo, pienso y vuelvo a leer y mi perro que me mira abajo, revisar, probar y volver a revisar, a veces las piezas no encajan entonces borro y corrijo y vuelvo a probar, que esté en escuadra, que no quede torcido, como él, si no puedo, lo dejo con una imperfección imperceptible y me sonrío.

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En la cama donde estuvimos crudos tantas veces, mi vida, estoy borracho de esperarte. Culpa de pollerudo inútil. Nunca más un mamarracho. Soy siempre yo el que llega testarudo a volar. En la cama de pistacho donde pasé una tarde en el engrudo de tus piernas de miel y no me empacho. No la cuelgues. Quiero escuchar tu risa de gran leona burlesca, ojos negros que me acechan con descarada prisa. Venís, llegás y caemos de golpe a la quinta dimensión sin reintegro, desviados, contragolpe a contragolpe.

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CAMILA FARJAT VERDÚ Qué difícil resulta la tarde de mirarse al espejo Verse realmente Hoy me detengo en esa imagen y pienso que soy la mueca de concentración que le robé a mi vieja el carácter fuerte de mi abuela esas tardes de música con esa amiga del colegio algo de las noches mirando las estrellas con mi pareja Y esa vez que el abandono me rompió el alma Y esa herida que dejó la pérdida Soy lo que recuerdo y lo que olvido Soy lo que muestro y lo que escondo Incluso lo que desconozco de mí Soy todavía la nena que se zambullía en los libros de la biblioteca familiar La adolescente que escribía para ser libre Soy la ansiedad atorada en el pecho y espero la fuerza para resistirla 41


Soy la que se aferra a lo que fue a sus cuadernos, a su pluma Soy el eterno borrador en proceso Soy la que siempre estรก perdida la que no sabe a dรณnde ir.

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Sé que voy a pasar por tu casa en unos minutos tu casa de tejas rojas y rosales blancos lo sé incluso si no estoy mirando por la ventanilla Lo que dejó aquel otoño fue la pérdida Imágenes de edificios a través de la ventana de un hospital, Los colores del amanecer reflejados en el vidrio Recuerdo apoyar los dedos, dejar mis huellas. Quise escribir un mensaje secreto, un consuelo para la próxima alma en pena pero nada vino a mí “Estoy lista para caerme en pedazos y levantarme de /nuevo” escribí el día que te fuiste sin saber que te estabas yendo en ese momento Hay cierta fuerza en la inocencia, en el acto de decirse “todo va a estar bien” sin saber cómo sin saber cuándo Tres otoños después sigo eligiendo el mismo asiento en el tren 43


para ver tu casa al pasar por unos segundos apenas los suficientes para imaginarte debajo del ĂĄrbol de la vereda ese del que nadie sabe decirme el nombre.

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PABLO DANIEL GARCÍA 1985, BUENOS AIRES Para el kiosquero soy un cliente, para mi jefe soy un empleado, para mi madre soy un hijo, para ella soy un amante, para vos un desconocido, para mí soy yo. Soy una dialéctica negativa, que nunca llega a la síntesis, marcado por la contingencia del vaso de vino sobre el papel lleno de tinta, la marca del café sobre el fondo blanco. Una mancha me define. Soy un peatón sin rumbo que busca pero no encuentra, que quiere pero no puede. Soy todos mis recuerdos falsos, verdaderos a mis ojos, mentirosos a los tuyos, 45


implacables a mi hermana, vergonzosos a mi abuelo. Soy un ladrรณn de palabras que se oculta en la retorica para no decir nada, porque mentiras me sobran y verdades me faltan.

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LA INUNDACIÓN Camina la casa vacía enorme, mira el estante vidriado lleno de juguetes y se acuerda su padre en la juguetería viendo qué muñeco no puede comprar piensa en la plata y en el hambre pobres niños de África dice la casa vacía blancos niños de África en Lugano uno y dos aspirando poxiran en verano se les nota la panza hinchada, mientras se ve en el espejo yendo al colegio vistiendo un guardapolvo demasiado apretado y las gotas chocan gordas como lágrimas sobre el techo. La vitrina se rompe y el vidrio cae despacio y eternamente hacia el suelo, Batman, Patoruzú y Martín Karadagian siguen el ritmo de las olas, la infancia se levanta para estar presente y con fuerza nada hacia la superficie guiado por el olor de la placita 47


se agarra a un tronco de ombú, abre su boca gigante y respira con un llanto encima. Sigue lloviendo sobre la ciudad inundada arriba las nubes, abajo el Obelisco, él, en su barco de hojas dice tierra. La isla de chatarra está compuesta de páginas oxidadas y en esa isla está ella sin paraguas. ¡María Fernanda! Grita, y ella lo escucha, agitan sus brazos, se saludan a la distancia él rema ese mundo húmedo y desolado, rema con sus manos porque acaba de encontrarla. Ojo periscópico la ve en detalle el cielo se abre, luz y sombra en los pliegues de su piel, María Fernanda es un ocaso, sigue remando porque necesita abrazarla, necesita decirle...

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Me despierto agitado sin brillo de luna y nadie a mi lado, balbuceo su nombre a modo de mantra conjurando a voz pรกlida mientras su rostro se me escapa.

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MARTA HRYBOWICZ Los adoquines tiemblan y dibujan esferas que se aplastan mojadas, contra-luz del farol. Balbucea la lluvia y clava sus espinas en el aire, en tus manos, en tus ojos fugaces. Muda, sabe decir que la tormenta es esto: naufragio, pensamiento y luz en agonía. Sucede así la magia: el otoño deshace las ramas incendiadas de amarillos arcaicos. Agoniza en su trono la mariposa errante acá en esta vereda que añora piedra y sol. El poeta galopa en estrofas desnudas 51


y un soneto dormido se cuelga del semĂĄforo. El silencio susurra versos de luna frĂ­a, escondida, furtiva. Y yo me voy, fantasma.

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EL VIEJO DE LOS CANTARES A las seis de la tarde le gusta sentarse en el banco de /cemento con su tricota negra, desgastada de tanto invierno. Apura el paso arrastrando el dolor de una bala en el /tobillo traído de Guernica antes de cruzar el mar, cuando empuñaba fusiles de rosas rojas. En un bolsillo del saco de paño lleva un volumen de /Historia de la Guerra Civil. Parece que suspira, en realidad, sonríe. Abre el libro, tapas y letras negras. No usa lentes. Lee. ¿Alguien lo escucha? Su boca pronuncia un lenguaje despiadado y le faltan las muelas: acaba de bostezar. Se crispa porque una dura tristeza se cruza por su /frente. Sobre su pantalón gris de sarga arrugada, deformándose en las rodillas, estirado, áspero, bolsillos cargados de nada, /apoya el libro. Ayer por la mañana lo vi por la calle principal, /comprando el pan. El viejo añora sus días jóvenes cuando se reunían, /chavales felices, entre fandangos y pregones, jaranas y vinos, /enamorando a las guapas. En su pueblo la música surgía de las guitarras 53


desgarrando las noches de verano y los cantaores no presentían el bombardeo fatal. Recuerdo aquello que -dice- escribió allá por los 30: Ay, tú, tristeza, tristeza, tristeza, Ya no me lastimes la herida abierta. Escucha un suspiro, blanca azucena, que me mira triste la luna llena... Su rostro es una máscara ceremonial antigua /encarnada sosteniéndole los noventa y tres años de soledad. Ahora sí que lee. Me acerco y puedo ver los títulos: Crímenes en el frente y en las retaguardias. Cuando ya no ve, cierra el libro. Se levanta con lentitud y siente la fatiga final. Mañana será el capítulo siguiente: Muerto cayó Federico – /sangre en la frente y plomo en las entrañas. El nuevo día trajo temblores. Lo esperé. Decían que fue tristeza, que hambre, que la vejez. Yo, que se embriagó de dolor. En el obituario decía murió sin dejar herederos.

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NEHUÉN LÓPEZ

Navego las aguas rojas y turbias sin pensar en lo que queda atrás la sangre de mis enemigos se mezcla con el rio atrapado en una historia de venganza ignoro el monstruo en el que me convertí me sorprende cuando huyen de mí Solo es un juego, me digo, una y otra vez un videojuego, un escape de la realidad una forma de sentirme diferente Mis dedos vuelan, la memoria del cuerpo toma el mando siento la satisfacción de tener el control puedo hacer lo que yo quiero, y eso me gusta pero también me asusta El viaje se vuelve la mejor parte recorrer paisajes diversos: montañas, desiertos, bosques y /selvas todo en un mismo mundo, concentrado, pegados unos a

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/otros aunque los รกrboles se vean borrosos de cerca y la luna sea mรกs grande de lo normal El mundo virtual es como un recuerdo, un poco impreciso pero hay belleza en su sencillez mientras afuera el sol calienta las hojas y los pรกjaros se meten entre las plantas A veces me olvido que existen hasta que los escucho entonces me doy cuenta que estoy perdiendo mi vida frente a una pantalla, momentos que no volverรกn

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YÉSICA MARGARA 1988, BUENOS AIRES Soy la que se mimetiza con la oscuridad la noctámbula de los pensamientos. La sonámbula de la mañana joven mecánica, que acciona robotizada. Dueña de animales pero no la que se encarga. Esa que se esconde entre libros pero no la que emite sonido. La que enroscada por una serpiente es cuando las flores de líquido helado bañan. Imitando cómo lo hacía mi abuelo que todavía en mi recuerdo riega las plantas. La que funciona siempre con la escucha como musa del silencio. La sombra de la sombra,

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bailarina que no baila en una escena saturada. Soy todo lo que dicho fue pero tambiĂŠn soy el averno desatado, de aquel silencio disipado.

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EN LA CARRETERA INFINITA DE MIS SENTIDOS

Un camino de asfalto y polvo en contraste al vivo paisaje ganado en los herbazales, humareda de casas rurales mientras el fuego devora la leña mi zigzagueo es firme y regular mientras tarareo un blues entrecortado. Mis pasos van por delante de aquellos hombres que corren detrás de sus voces dejando las palabras desvanecerse en las sombras de la noche. Percibo el rebotar de pelotas las risas estridentes mezcladas con el lenguaje de las bestias lunares. Un soplo agridulce me envuelve con tintes de azafrán nutre mis orificios. Mi zigzagueo acompasado traza líneas invisibles 59


por un camino inusual. Perdí mi sombra y su tacto pero mis labios se mueven mientras tarareo aquel blues y siento un zumbido en el oído que no me deja tranquilo. Bailo a un ritmo quebrado en la carretera infinita de mis sentidos ¿Encontraré una meta al final del camino? Solo sé que mis emociones florecen que los engranajes de mi cuerpo hierven el jugo carmesí. Cuando vea a mis demonios internos bailar un vals tartamudo cuando mi respiración se cristalice en el paisaje y mis ojos se acostumbren a lo incoloro Sé que habré llegado.

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ANDREA MARONE 1994, MENDOZA Vení a casa: las sombras se esconden como cachorros que huyen a refugiarse en las cuevas durante la noche estrellada chispas de lava de volcán vertidas sobre un manto negro que el tiempo raíz de jengibre aferrada a la tierra fértil no ahogue la esperanza de cada hebra de tu piel contra mi piel de manzana. El desierto reclama la sed de nuestra juventud para humedecer con sudor las plantas que crecen en el jardín. Tu cuerpo al filo de mis caderas

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y yo contoneando con la lengua tersa la línea que te dibuja preciso a contraluz de mi ventana. Seguí la coreografía esa que delinean los pájarosenvolviendo tus brazos largos a mis piernas contraídas así nos vamos acercando exhalación a exhalación hasta acabar equidistantes con la noche plasmada en la piel.

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Una muchacha camina a las seis pm por la alameda es verano el desierto nos apelmaza esquina Córdoba y San Martín, menduco triángulo de las bermudas. Todos pasan nadie está los libreros toman birra, los libros usados se queman al sol zona de cotillón y casas de tela (retazos en oferta, seda, gamulán) Se refracta el sol en las bolsas de nylon de los transeúntes. La piba tiene el pelo seco decolorado medio pajizo, cumbre del agua oxigenada una línea gruesa delineando el párpado bien negra como marca de crayón falda de cuerina descubriéndole los músculos y medias en red. Facha noventosa algo vintage un toque dramática piel trigueña ensombrecida por tatuajes en cada rincón de su fragilidad. Coronándole los brazos ahogados con pulseras de tachas sostiene una mochila, parche cosido de banda de rock. Adentro, como la sangre que pugna por salir de la costra: leche en polvo, una vela 63


número cuatro de parafina azul. ¿Y el niño? no juega más bien se esconde entre los postes bancos municipales y las caderas de mamá hijo de la luna tiene ojos transparentes no es vampiro pero el sol daña su piel el pelo resplandece como un foco de tungsteno y la piel tan blanca, blanca que las flores de los jazmines le tienen envidia. Podría perderse entre los riscos cuando nieva en la montaña, por fin impropio, por fin desdibujado el cachorro albino de mamita punk.

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SERGIO PARGA 1995, BOGOTÁ no siempre es preciso volver sobre las huellas que te persiga el error, dibujar un rincón vacío olvida las señas y el mapa ese camino sólo te trae de vuelta baja conmigo al hades entre góndolas a tientas buscando veamos con las manos hasta encontrar la forma ¿por qué piensas que debemos sufrir en silencio? el oasis en el fondo es desierto ahógate en el lago púrpura antes que el sol

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EL DESCUBRIMIENTO DE EUROPA

“la narración disputa el orden de las cosas. el silencio lo confirma” c.fuentes

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el horizonte de ceniza se aplaca el nuevo templo crece al ritmo de los soles cinco veces más allá de lo que abarca mi vista se levantan paredes de escombros viejos de otros templos apunta al cielo, verdadero dios VIII

nunca antes vi tanta gente reunida hablando tantas lenguas ni en cusco o tenochtitlán tampoco cuando subimos todos a las naves que cubrieron el mar, un manto absoluto de madera, cuerdas y carne VII

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son los estandartes de sus pueblos vienen a rendirse ante nosotros nos esperaban, no pudieron vernos llegar no hubieran podido contar la multitud oculta en el ocaso, entre las olas de rodillas, esperan que les cortemos la cabeza VI

sólo nos quedó el mapa que hizo el pobre cortés pobre cortés me pregunto si quisiera ver su tierra de nuevo aunque fuera para confesarle, a su manera sí, yo te traicioné pero lo hice para bien, lo hice para bien V

agua es todo lo que podemos ver la línea recta que trazamos se convierte en espiral nos queda el amanecer nos queda el anochecer

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IV

¿será posible habituarse al eterno vaivén a la imposible lógica del mar? nunca fui tan lejos, nunca así somos el sueño de otro decidimos creer en él, pobre cortés lo veo temblar apenas, bañado de rojo antes de arrancarse la lengua nos dejó este mapa parecía convencido parece que al fin entendió el sentido de la muerte III

se izaron las velas, mil féretros me preceden se pierden en la espesa bruma que cubre la costa hoy es el día en que se cumple la promesa hoy navegamos al oriente II

hoy es el día, llegaron se ven tan confiados, parece que saben lo que hacen, no lo saben llevamos esperando largo tiempo

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*** I

hace tiempo que partimos la ruta que trazamos se mantiene hay que perderse en la inmensidad para alcanzar destino decĂ­a y antes de perderse olvidar el deseo de llegar

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FRANCISCO PEDROZA 1994, BUENOS AIRES Y cuando vi los ríos, con los peces y sus piedras Lo bordee y lo seguí, el sueño que tuve, la magia del continente, sus ancestros y enseñanzas, ah nomas lo tenía. Pero la antítesis de eso, fue, la aldea que encontré, no hubo utopías ni esperanza. Desolada por miserias, colonizados sin saberlo, los habitantes y las tierras El barro en las casas, el rio que me trajo, con sus peces y sus piedras, se habían vuelto plástico y cadáveres. Borrachos por el capital y ni eso ahí estaba, en las manos que trabajan. Que tristeza la mía, cuando caminaba y buscaba, un mundo, vendido y consumido.

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JULIANA PÉREZ VICTOR CASI AL 100% Todos mis demonios comparten un vino en la mesa desparramados, como quien se arma una picada para tirarse en el sillón, abrir una cerveza barata y no salir más días, meses, hasta quizás años tirada en el sillón mirando una película con la tele apagada respirando por debajo de la almohada. La cueva ni siquiera es íntima, todo hay que compartir y es que en casa somos muchos siempre me toca sacar la basura aunque no quiera, tengo que dar el ejemplo. Me cuesta, pero entro a la ducha y ahí canto, canto tan fuerte que mi vecino me espía por la rendija de la ventana que estuvo siempre rota. Vuelvo todas las noches al mismo sueño hay una escalera espiralada, comienzo a subir cada vez más al trote, me trago escalones 73


a la cima nunca llego siquiera a verla, me canso. Pelos creciendo por todo el cuerpo yo adolescente los observo, juego a retorcerlos yo mujer me han dicho, la pelusa de bigote te queda bien los quiero. Para los veinticinco años, antes de que mamá me deje patitas en la calle, yo con mis ahorros cargados en la sube me volveré inmortal y viviré de terminal en terminal de bondi saludando como saluda una princesa punk con las manos de cuenco y el cigarrillo en la boca.

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PARA MALEN Nunca te quise tanto como el día en que al pie de la cascada, prometimos la eterna primavera. El viento rasca en, quizás un miedo joven casi transparente un eco entre montañas la tarde nos mira, entre los pies la parsimonia de naranjas acuáticas el aliento fresco. Te pienso chiquita, pero enseguida aplacás el sueño: caminemos el río entero, la caída será el precio que tendremos que pagar. El agua gelatina naranja fuego, fuente de leyendas los cuerpos ensimismados en saltar. Besamos gota por gota el río, se culpa de ser 75


el agua torrente de deseo fluvial. Ni una piedra nos quema caminar es casi como nadar el día entero, hasta que alcanzamos un brillo. Vamos más cerca, dijiste anclando los talones al borde de la garganta se disparan los ojos como peces voladores llegan más lejos, más que el paisaje más que el agua perdida cuando cae. Allí cuando se enreda el sueño en su estruendo al final, donde los pies no distinguen su cauce y el río rompe y transforma, das el salto. Yo voy detrás para cuidarte.

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JULIO SANDOVAL 1971, BUENOS AIRES EL GUARDIÁN DEL AGUA

Ese jilguero canta en las claras ramas de la noche brava. La serpiente miente. El búho dice verdad. ¡Vuela más alto que Safo aunque Safo no te quiera ver volar! A Anne Sexton cántale: ¡Ey, no enciendas el motor! En un mundo donde poco queda ese jilguero guarda la memoria de las cosas vagas y los restos: Es el guardián del agua.

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Una miga de pan quedó en la mesa del domingo los ravioles más rechonchos ya se fueron en bandeja. Los culitos del vino en las copas manchadas todavía esperan otra ronda que no sabemos si va a venir. Por la ventana abierta de mi cuarto se volaron los papeles con el grafito colorinche del día del festejo. Cómo te gustaba jugar con la lapicera de brillantina que te regalé. Sin poder hablarme aún con los ojos aún con los gestos me contabas cuánto te gustaba enchastrar las paredes. Hacías cintas de plata sobre papeles dorados le pegabas lunas y estrellitas violetas para así mejor /dormir. Apenas crezcas un poco más me pedirás perdón. Habrá en la casa paz y armonía por los días y podremos sentarnos a tomar el sol de la plaza. Corro detrás de cada hoja que vuela en la casa la beso y la /guardo. Me apuro antes de que cambies otra vez las fibras /colorinches de tu grafía.

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LUNA SCHAPIRA 1995, BUENOS AIRES A la luz de la Luna, tomo una copa de vino. Un fuego tatuado al costado del pecho llama mi espalda de bajo tono muscular. Suaves mis manos tocan el piano la única canción que recuerdo: Hava Naguila sin religión como la Luna me lleno de papa blanca y mis pecas se encienden al sol.

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EN EL PICO Un trote suave marca sobre la tierra un dibujo casi automático que pierde el ritmo, mi respiración, en el pico de la montaña. No freno hasta ver negro: falta de agua o presión baja me despliego sobre una piedra como estrella de cine. Los sauces jadean, el viento me contrae y formo un bollo de masa madre; mi pera siente las rodillas, el hueso curvo ya no pesa. Me detengo un tiempo, pienso en la pose del flamenco curvado hacia abajo descansando en una pata y yo, moviendo el equilibrio, desvío la noche, camino a casa.

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VICTORIA SUÁREZ 1998, BUENOS AIRES CÓMO SÉ ALGO DE MÍ Una tarde llevábamos un finísimo racimo de uvas en nuestro pelo, manzanas verdes donde nuestras incipientes tetas bebés, tan exquisitas éramos entrecerrando los ojos frente al mar ¡qué no entre arena! un mechón de pelo se deslizó distraído por la frente. Me elevé en puntas de pie, al asfalto le cayó encima una señora muy vieja, trece gaviotas volaron en ve, un perro fiel a su correa, ladró . Así fue que en su orilla vi para siempre los sedimentos años tras años acumulados que la hacían ser ésta playa que fue: me volví tosca, severa, urgente. Ahora resolví caminar de la manera en que se mueve /un edificio 85


Es la fuerza de la insistencia, me explico. Las estrellas no cuentan de mí, sí de la memoria traspapelada. Me niego a ser sedimentada y cada vez año tras año, ladrillo por ladrillo, hormigón cemento mesas sillones, se acumulan sobre mi peso minúsculo.

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ES EL ÚLTIMO DÍA DEL VERANO Y CORRO HACIA EL MAR Al borde del terreno se enciman distintos azules. Desparramados están. Uno sobre uno, cielo sobre mar. Cinco perros famélicos, toda una jauría, aúllan salvajes hacia el océano. Un acantilado es la distancia que nos separa de un pececito plateado, tan brillante tan suave sería para tus manos, si lo tocaras. Se deja llevar por la alegría de una nueva corriente de distraído, una gaviota en pleno vuelo, ay! lo caza.

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Entre su pico, el pececito. Más lejos, la jauría. Es el último día del verano y hay un perro muerto al lado de la ruta. Maite propone no mirar. Estas son las palabras con las que se entristece: no, no miremos. Y miramos. Es uno brillante dorado, ¿conocés uno así? ¿uno con dibujos gris siesta sobre una manta de pelo blanco? ¿uno naranja fiesta, de hocico marrón distracción? (Casi lobo marino sabe echarse junto al mar) El sol en la ruta no tiene árboles es en su gracia que se desparrama sobre él para mostrarlo tal cual es: uno 88


que acerca lo lejano (un rayo de sol contra las olas plateadas), que hace el gesto de una luz, los ojos se entrecierran para ver mejor, qué hace a esa luz, cuando después es a mi a quien ilumina, es una imagen en la que insisto. Entre los arbustos, la bajada hacia la playa. Azul sobre azul. Habíamos llegado y se nos ofrecía.

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IVANA SZAC 1980, BUENOS AIRES Soy un rostro pálido que resucita en su cama y se refleja en los vidrios de una casa de madera un cuerpo que se cruza con espejos rotos baúles olvidados una mesa a punto de romperse en las noches cierro las puertas para que no entren los fantasmas al amanecer salgo al jardín a buscar raíces fértiles para alimentar a mis hijos soy artesana en mi tierra hembra que escribe con ojos de fuego.

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Aquella noche nos reímos de las sombras de nuestros cuerpos entrelazados reflejados en la llanura perfumada de lirios y amapolas el paisaje se teñía de un cielo anaranjado que de a poco oscurecía grisáceo tomaste mi mano llegamos a ese arroyo donde meses atrás nos conocimos piedras en el camino el pasto, el sonido del agua la luna era cómplice del delirio de nuestras manos ardientes recostada sobre tus rodillas nos miramos por última vez nos lanzamos a aquel beso que aún conserva el fuego de nuestra aventura. 93


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SOFÍA URSI Reconocerme cuando me veo en el espejo reconocer mis orejas chiquitas reconocer que me encuentro en todas las canciones de Drexler reconocer mi boca contarme todos los besos sonarme todas las canciones en mi reflejo están todos los poemas que escribí me desconozco un millón de veces en torpezas. Me reconozco siempre soñando haciéndome reír en mi tan poco escenario para tanto intérprete

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LA NIEVE Los arbustos escuálidos me dijeron que la vieron pasar casi fantasmal que por la nieve de blanco, subía que no hacían ruido sus pasos, que tampoco dejaban huellas, que ellos, con su andar, casi no se despiertan. Sus voces temblorosas, me lo dijeron: "Estaba aún más alto que la cumbre por donde no pasa ni el cóndor, ahí, donde no se siente ni el vértigo que se enmaraña entre los pelos con el viento. Vos sabés, la vimos preparada en la punta de este inmenso, en donde ya no llega el oxígeno. Y se tiró Y su vuelo fue parecido a una caída y esa caída también fue, su desnudez.

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