Identikit de Yolanda Bedregal

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Yolanda Bedregal

De puro olvido está hecho mi recuerdo Sé que fui sin embargo patícula perfecta de la primera cifra sin ecuación ninguna


Déjame llorar el llanto de todas tus soledades y de todos tus cansancios. Siempre he llorado abandonos y pena de los demás, mi amor nunca fue mi amor. Siempre fue cubrir heridas abiertas por otra mano. Mi vida nunca fue mía. Cada vida es algo mía, yo soy de todas las vidas. No será mía mi muerte. ¡Ni eso tengo sólo mío! todos se mueren en mi sólo lloro el llanto ajeno y el dolor de los demás. Has de olvidarme mañana, lo mismo que él me olvidó. Tengo en mí, sino de madre todos lloran en mi falda y yo siempre lloro sola. ¿Será que rechazo al hijo eterno que duerme en mi y su lamento obstinado es un gong de negación? Lloro por todos los hombres en/ cansancio y soledad, ¡Nada es mío! ¡Nada es mío! Ni mis ansias, ni mi hijo/ ni mi vida, ni mi amor. Sobre el sordo Cosmos lloro cansancios y soledad.

Ojos para el llanto ajeno


Yolanda Bedregal (1913-1999) es otra voz esencial de la poesĂ­a latinoamericana. Desde Bolivia hasta las calles de Nueva York, fue la primera en recibir una beca en la Universidad de Columbia para sus estudios de estĂŠtica. Fecunda, madraza de varias generaciones de escritores, novelista, poeta y escultora. Una trabajadora indiscutible que trasciende con sus palabras la carcasa opresora para lograr el goce rĂ­tmico de la vida cotidiana.


Para qué el mar? Para qué el sol? Para qué el cielo? Estoy de viaje hoy día en viaje de retorno hacia aquella palabra sin orillas que es el mar de mi misma y de tu olvido. Después de que te he dado mar y cielo me quedo con la tierra de mi vida que es dulce como arcilla mojada en sangre y leche. Ahora me sobra todo lo que tuve porque soy como acuario y como roca. Por mi sangre navegan peces ágiles y en mi cuerpo se enredan las raíces de unas plantas violetas y amarillas. Tengo en la espalda herida cicatrices de alas inservibles, y un poquito en mis ojos todavía hay humedad inútil de recuerdos. Pero, qué importa todo esto ahora? cuanto estiro los brazos y no hay nada que no sea yo misma repetida. Acaso no soy mar y no soy roca? Misterios de colores en mi vida suben y bajan en mareas altas y extraños animales y demonios se ngen ángeles y helechos en mis grutas. Están además el mar, el sol, la tierra. Ahora que he vuelto de un amor inmenso, tengo ya en la palabra sin orillas lo que pudo caber entre tus manos.

Viaje inutil


fragmento de La Danza

Hubo todos los gestos en los hachones ebrios terror espanto súplica ternura amor deseo laxitud plenitud. En el cuerpo danzante se acechaban venciéndose, uniéndose, rompíéndose juntándose de nuevo el Espacio y el Tiempo.


Cuando el sol cae como una inmensa piedra que cierra el horizonte cada día cuando la luz se extingue lenta y la sombra sale de los valles profundos, vanguardia oscura de los ejércitos negros de la noche que vienen a su colosal parada de silencio, cuando la tierra toma un rostro de asfalto como un espejo para mirarse agonizante bajo el desierto ceniza de las nubes inmóvil como una mano una mano muerta, mientras que la hora en todos los relojes del mundo suena una misma melancolía, he aquí que yo, exprimido como una esponja amarga bajo el cielo que se desploma no soy sino unos ojos dónde se petrica toda tristeza, un agua limpia que recibe acaso el temblor de una esquila lejana, sin ser cuerpo ni ser hombre, sino una vaga niebla que piensa y se funde y se aniquila y se esfuma lentamente cuado pasada la angustia de la hora en que el universo duda su cambio la noche extiende su túnica y cubre el cadáver frío del horizonte derrumbado

Crepusculo




No ves que en cada cosa que se dice algo se acaba? Todo lo que llega a ser luego se muere. Y lo que no ha nacido, esta en la vida eterna.



Cuando ya la resaca deje mi alma en la playa y el arco agobiado de mi espalda se vaya el ala cercenada, cual vela desaante en cicatriz y estela prolongará el instante. Quedarán vigilando, símbolo intrascendente dos pobres ojos pródigos y una mendiga frente ¡Catacumba de agua, Amor! ¡No me conoces! Ni nadie nos conoce. Solo hay fugaces roces, desencuentros en la prieta mudez de encrucijadas ¡Expían su demora presencias nunca halladas! No son cruz ya los brazos ni altar para holocausto de salvajes ternuras. Con su claror exhausto, un sol desalentado ahonda los abismos. ¡Somos polvo y lucero, todo en nosotros mismos! Para esta elemental ceniza taciturna será la inmensa lágrima del Mar celeste urna.

Resaca



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