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El aprendizaje de la inteligencia emocional
Goleman y Cooper mencionan que la naturaleza humana es más racional que afectiva. Las principales decisiones son influidas por la capacidad intelectual; una muestra palpable de esto son los modelos matemáticos para resolver problemas con un alto porcentaje de probabilidad de éxito.
Un ejemplo de que la naturaleza humana es racional es el caso del directivo de una empresa de maquila. En medio de una crisis de autoridad y poder, un día me llamó para consultarme acerca de la resolución de un problema de organización, el cual resultó ser de interrelaciones personales y conceptuales de los directivos involucrados. Después de analizar y discutir el problema y sus soluciones, me dijo: “¡¿De qué sirve que sea un humanista responsable y no me guíe por el comportamiento político, si al final una decisión política es la que gana?!” Yo le contesté: “La inteligencia emocional y la empatía que estás manejando para resolver este problema te sirven para entender que en las organizaciones muchas veces prevalece el comportamiento político si el directivo no logra una empatía entre todos sus subordinados, y los guía al objetivo común y con resultados donde no exista el desgaste personal y grupal que genera un comportamiento político”.
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¿Cuándo se aprende inteligencia emocional? ¿Se puede aprender en el aula? Ambas fueron las preguntas que nos hicimos al realizar una investigación con alumnos de la Universidad de Guadalajara. Primero analizamos las teorías de IE, y encontramos varias, pero enfocadas hacia las organizaciones y el liderazgo estudiantil. En Latinoamérica existe poca evidencia de investigaciones sobre el tema; en cambio, en España se investiga el impacto en el estudiante y su relación con diferentes variables. De estas investigaciones podemos mencionar a Fernández-Berrocal y Extremera (2006), quienes hacen una crítica constructiva sobre el buen y mal uso que se ha dado al término, principalmente en el área empresarial, donde, según ellos, se sobreexplota el término, sin que éste dé el aporte que debería para beneficio de la empresa y del propio talento humano.
Manilla (2006) y E. de Valdés (2006), así como Pérez Costa (2006), establecen un precedente importante para tomar en cuenta la inteligencia emocional como factor catalítico en el desempeño satisfactorio de los estudiantes, al demostrar que a mayor desarrollo de dicha capacidad, el estudiante posee mayor nivel académico.
En otros enfoques sobre IE, se estudia el tema del nivel de inteligencia emocional (coeficiente emocional) como un factor determinante para la salud psicológica y el bienestar mental. De Morales Ibáñez y Alzina realizaron un estudio (2006) en donde plantean un programa piloto de evaluación para un programa de educación emocional que tiene la finalidad de prevenir el estrés psicosocial al que se puede encontrar expuesto el alumno en el aula. Algunos estudios sobresalientes que abordan tales temas son: “Relación entre inteligencia emocional percibida y ansiedad ante la muerte en estudiantes universitarios”, de Limonero, Sábado (2006) y Fernández-Castro (2006), y “Análisis de las relaciones entre la inteligencia emocional percibida y la salud mental en la pareja”, de Sánchez, Montañés, Latorre y Fernández-Berroca (2006).
También existen estudios de las diferentes escalas y sistemas de evaluación para la medición del CE y CI, como el estudio de Ferrándiz, Marín, Gallud, Ferrando, Pina y Prieto