P A N O S E C U E N C I A S Fragmentos de arquitectura residual
Andrés Muñoz Valdivia
Este libro ha sido desarrollado en la Región de Los Lagos y cuenta con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura y Las Artes, a través del Fondo Nacional de Desarrollo de las Artes (FONDART REGIONAL) 2016. Autor: Andrés Muñoz Valdivia Co-editor: Sebastián Baudrand Colaboración: Tamara Rammsy Coordinación general: Graciela Carrasco Ediciones Galería La Monja Impreso en Maval ISBN: 978-956-368-545-9 1ª edición, 500 ejemplares. Sur de Chile, febrero de 2017. http://cargocollective.com/amv amunozvaldivia@gmail.com +56987457502
P A N O S E C U E N C I A S Fragmentos de arquitectura residual
*¿Qué hay con todas estas casas, restos de lo que fue una casa o grandes caserones que se encuentran en las calles ‘de Puerto’? ¿Más bien, qué hay con estas imágenes de fachadas? Fachadas deslavadas con el paso de los años, que dan hacia el espacio público, hacia la vereda y la calle ¿Qué me dicen?... No soy yo quien sale a la cuidad a descubrirlas. Soy observadora de una otra mirada; de estas panosecuencias, como las define el autor. En cada una de estas fachadas me voy encontrando con trozos de realidad, cortes de tiempo diseccionados verticalmente. Pareciera que en cada tajada el que observa pudiera hurgar y llevarse algo consigo, un souvenir de esta experiencia, un algo para no olvidar. ¿Será que el habitante necesita de las ruinas para resguardar su historia y su paso por los lugares? ¿Puede ese algo encapsular el paso del tiempo, de cada uno de los tiempos y volver a hacerlos vívidos? De alguna manera las ruinas nos hacen estar atentos, despiertos frente a la velocidad con que avanza la vida: –¡detengan la micro que me quiero bajar! Tal vez las construcciones debieran llevar estampado un rótulo con su fecha de vencimiento. ¡Donde se encontrará el ‘conchal’ de las casas que ya expiraron! Se van los dueños, los habitantes primigenios y se va con ellos ese sentimiento de pertenencia: aquí creció, aquí vivió, vivieron, aquí se pasaron penurias y alegrías, aquí hubo frío, se sintió la soledad, el eco de las conversas, el quehacer, la monotonía, la compañía, también la muerte... Desde la ausencia estas imágenes devuelven el reflejo de quién las habitó, su decadencia, su finitud, como una biografía espacio-temporal, donde el espacio narra y el tiempo preserva o diluye. ¿Qué pretende el fotógrafo al registrar esas casas antiguas y derruidas? ¿Será acaso la belleza de lo perecedero la obsesión de su búsqueda? ¿El espacio volumétrico que se esfuma y se vuelve espacio representativo? ¿Será ese momento de letargo, ese último suspiro de vida, esa agonía la que quiere dejar suspendida en la memoria de la imagen?. Habemos los nostálgicos que buscamos esos hongos amarillos en las maderas, los musgos verde negruzcos, las trepadoras, la pátina del uso para sentir que estamos vivos y que vivimos en un algo, un algo sobre lo que aferrar nuestras historias comunes. A veces el vacío, o el eriazo dejado por la ausencia de estas construcciones nos hace imaginar un lleno, o sentir un gran vacío mientras perseguimos la memoria de lo ausente… Pero acá no se busca saber la historia de quienes habitaron estas fachadas; el autor propone que la arquitectura hable por sí sola, que se queje, que alegue, que solloce y que nos muestre su decadencia viva desde el persistente silencio del tiempo.
*. La belleza de lo perecedero. Tamara Rammsy. Febrero 2017.
*Este trabajo tiene un contexto específico: Puerto Montt, al sur de Chile, en la región de Los Lagos. Una ciudad crecida en 165 años sobre el antiguo Melipulli (como lo nominaron los habitantes originarios). De aproximadamente 250 mil habitantes. Ciudad capital, con sus similitudes y distancias de otros proyectos esparcidos en la planificación espacial del mundo. Una ciudad contemporánea, como muchas otras, con pretensiones de transformarse urbe, en espacio infalible, ordenador. Condicionante de flujos, ritmos, trayectos. Un conjunto de engranes muy bien concertados para cumplir el necesario funcionalismo que se exige a sus componentes, en medio de una amplia oferta de soluciones para evitar el desvío e ir encausando la dinámica de sus habitantes en ritmos predeterminados; invisibilizando las perspectivas del imaginario, elevándose para desdibujar la línea del horizonte y conformar el necesario laberinto operativo que plantea la sociedad hoy. Una ciudad que, como otras, se encapsula y transforma en estructura autónoma, impermeable a aquello que está fuera de su itinerario, tapiando los caminos de conexión entre la certeza del cotidiano y las expansiones de la casualidad. En ese entramado se va confundiendo y desplazando su límite espacial y simbólico, la línea en que el eriazo no es sólo un lunar despoblado, si no el inicio de la continuidad permanente del espacio. El límite en que el ciudadano se enfrenta a su condición de ser simplemente, ya no de actor del guión socio-histórico-cultural, sino de componente anónimo inserto en un geo-sistema de interrelaciones mucho más confuso, de un tiempo vago, fuera de los ciclos de la ciudad política-capitalista y su espacialidad mercantilizada. Pero a pesar de la coraza compacta del orden, de sus agentes coordinadores y su persistencia expansiva, el voluntarismo del hombre y sus temporalizaciones no pueden escapar a la grieta, y así, la ciudad va dejando entrever en su fractura el tiempo inclasificable, el lugar de incertidumbre por el que se cuelan su historia y sus posibilidades futuras. En la degradación de la materia, en el agrietamiento de los soportes, en el asentamiento de la estructura arquitectónica como geometría final, va la ruina abriendo intersticios desde donde vencer la opacidad del tiempo, para casi alcanzar los vestigios de la ciudad primaria, la más elemental, la que crece desde la materia que el mismo contexto ofrece y cuyo mismo contexto erosiona para revelar, paulatinamente, la verdadera naturaleza que la sostiene…
*. Intersiticios en la materia. Nota del autor.
Paisaje exterior y paisaje interior. La ventana es el primer intersiticio, el derrumbe el boquete final.
*Hace frío, el viento norte se mete debajo de las puertas, tironea las ventanas para colarse en una corriente buscando los lugares de abrigo; la estufa, la chispa azul, la vela mal parada, la fuga invisible, la ceniza fresca del último cigarro del día. Un piso bien encerado y unas cortinas a la mano, quizás el visillo recién estrenado en sociedad (con su inflamabilidad rococó made in China). Hay intereses, motivos, excusas y pueden sobrar las causas... La ciudad va ardiendo lentamente; crisoles en el entretecho; el juego abrasador de los mejores postores del negocio inmobiliario local... entre $200 mil y $600 mil el mt2 de vacío urbano... entre $200 mil y $600 mil el mt2 de privilegio para ser parte de la construcción de la ciudad futura. El único llanto que rebota en esta tragedia de imposturas, es la sirena del carro bomba, que a lo lejos pasa con su lastimera noticia de que en la ciudad otra casa se está quemando.
*. Apunte sobre el fuego. Nota del autor.
Histórica sede de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) en Puerto Montt, quemada un día antes que se decretara oficialmente su demolición.
*Lo que degrada la ciudad, más nocivo que el tiempo, el fuego o los terremotos, es un poder que se despliega en tasaciones, transferencias, ofertas, negociaciones, traspasos, resquicios y operaciones financieras. En medio de ese tiranteo económico y leguleyo, se engendra la ‘broma’1, especimen de termita que coloniza la estructura constructiva, acelerando con su apetito ansioso la decadencia de la materia obsoleta y propiciando el colapso definitivo. Desde los interiores de los viejos cuerpos, se va venciendo el uso y constituyendo el estrato, el espacio es llenado por vacío y la estructura se vuelve una capa muy endeble. El límite de lo propio se transparenta y aparece el tiempo expresado en una última gesticulación, un intento de permanencia desesperado y frágil, como la mascarilla funeraria de un anciano solo; sin más porvenir que el trayecto de vuelta a su estado de materia inicial, el camino inverso de la obra, la ‘desarquitecturización’ y la rematerialización de las piezas. En la construcción del vacío especulativo, aparece la posibilidad de reclasificar el residuo, y desde su identificación más elemental, la proyección de nuevos usos.
Panosecuencia de desarme, conjunto comercial en calle Cauquenes, esquina Diego Portales. 6 piezas reconstructivas.
* Apunte sobre la especulación. Nota del autor. 1. El concepto de ‘broma’ hace referencia a un tipo de molusco que atacaba los cascos de las antiguas embarcaciones de madera. Por alguna razón, este concepto fue adoptado en Puerto Montt (quizás por su condición de puerto y su relación con marinos de diversas latitudes) para referirse, en términos generales, a los tipos de termitas que atacan y degradan la madera.
Tres momentos. Calle Antonio Varas, esquina Illapel.
*La cuadrilla1 se sitúa sobre la cumbrera2, desde ahí, comienzan la faena de demolición; cubiertas, costaneras, clavos y más clavos. Altillos, forros, tijerales y cumbreras, son los primeros en la linea de abordaje. Ya sin un techo sobre ellos, se dispersan por la casa3, por áreas, dependiendo de su experiencia, siempre comunicados y manteniendo el orden para evitar un colapso estructural. Capas y capas de pintura, papel mural, arpilleras, guardapolvos y forros, son removidos dando asomo a las soleras, pies derechos, cadenetas y diagonales que componen la tabiquería. Desmontan ensambles, dinteles, ventanas y puertas. Entre las lineas verticales aparecen los entrepisos, sus vigas, entramados y entablados, los cuales se conectan a otros pisos a través de escaleras, pilares y más tabiques. Una vez que llegan al primer nivel lo desarman hasta dejar al descubierto los apoyos (fundaciones), y si están en buen estado, hacen el último esfuerzo para removerlos íntegros del suelo.
*. En Terreno. Sebastián Baudrand. 1. Cuadrilla. Diccionario de la lengua española. f. Grupo de personas reunidas para el desempeño de algunos oficios o para ciertos fines. Cuadrilla de albañiles, de malhechores. 2. La cumbrera, se utiliza en el remate superior de una construcción y es la última pieza estructural del rompecabezas constructivo en madera. Por lo general es la pieza más larga y cumple la labor de un gran dintel capaz de recibir el techo que la cierra. La cumbrera, al igual que otras piezas de la casa que se encuentren en un buen estado, tomarán el nombre de madera reciclada, y dependiendo de su tipología y especie –alerce, pellín, laurel, coigüe, canelo, mañío, ulmo o tepa– se les dará un valor correspondiente en el mercado. 3. Casa. Diccionario de la lengua española. Una casa (del latín casa, choza) es una edificación destinada para ser habitada. Puede organizarse en una o varias plantas, y normalmente, aunque no exclusivamente, se refiere a un edificio destinado a vivienda unifamiliar. Puede también disponer de un sótano, o un semisótano, y de una cubierta superior transitable denominada azotea o terraza. Si dispone de terreno suficiente, puede contar también con patio y jardín.
Teodoro Soto, carpintero. 25 aĂąos de trabajo en demoiliciĂłn de construcciones.
Panosecuencias de 3 piezas reconstructivas.
*Este trabajo es una propuesta tipológica, fragmentada, de un tiempo crítico, en que la materia constructiva se ofrece como vestigio de la transformación cultural, como vínculo entre pasado y presente, como lugar de convergencia entre la intención eternizante del hombre, a través de la obra arquitectónica, y el absolutismo implacable de la naturaleza. Relatos concéntricos de tiempos paralelos, fragmentados en un encuadre. Signos de la transformación material y de un momento histórico en permanente huida. Espacio en uso, espacio en tiempo, espacio en gesto, como una mueca en que la acción del ambiente acaba por reducir la obra arquitectónica a un mero gesto residual. La propuesta parte de la fotografía como medio de registro y ocupa la degradación estructural de la arquitectura como insumo. Desde ahí se propone un sistema de reconstrucción visual en que están representadas la espacialidad, la experiencia de tránsito y el contexto. Una mirada fraccionada, que descompone el estado físico actual de las edificaciones para hablarnos de las transformaciones de la ciudad, los cambios en los paradigmas urbanos, los usos de la arquitectura, las transparencias del tiempo, el medio natural y la mercantilización especulativa del suelo. No es la letanía lastimera del patrimonio perdido o en riesgo, si no la constatación de la dinámica del espacio, de la afección del clima y la geografía (la lluvia persistente, el viento majadero, los terremotos, los tipos de suelo, la orografía), de la consecuencia del descuido (la ‘broma’ que carcome; el fuego que extingue), del precio de la especulación y la fragilidad de la naturaleza (natural) de la materia constructiva. La arquitectura en su agonía funcional, relatando acerca de la ciudad que está dejando de ser, que se traslapa con el curso de la ciudad contemporánea. La organicidad de la materia propicia que el proceso sea latente, paulatino y distendido, para dejar entrever, en la asimetría del asentamiento estructural, el patrimonio descubierto de su máscara simbólica, que con su verdadera cara hoy nos interroga sobre aquello que pretendemos volver a construir.
*. Arquitectura Residual. Nota del autor.
Asentamiento (3 a 5 grados de inclinaciรณn). Calle Crucero.
*¿Cuál es el sentido de reconfigurar esta arquitectura inutilizada o en pleno deterioro de su función original, en un nuevo sistema de referencias y representaciones? ¿Cuál podría ser la función de la imagen fotográfica en este contexto de resistencia cúlmine de un tipo constructivo y una materialidad tan asociada a un territorio en particular? Este proceso se construye también desde el cuestionamiento crítico al oficio, a la fotografía, al sentido del registro y sus posibilidades en cuanto documento y recurso concreto. El trabajo incorpora la referencia como materia prima para intentar, con todas las limitantes del espacio de construcción simbólico, reensamblar campos que actúan como capas, sedimentos de procesos históricos y culturales, provocaciones para el revisionismo propio de las búsquedas visuales, pero también para las reflexiones acerca de la poética de la espacialidad y sus recovecos experienciales y conceptuales. La propuesta, desde la fotografía y su ‘analogon’, toma elementos propios de la arquitectura clásica, que se han insertado al repertorio de representaciones que ofrece el arte popular americano. Así podríamos establecer una relación con el retablo, que es fachada, apariencia, aproximación a una escala, analogía de la dimensionalidad y la materia de un tipo arquitectónico representativo, pero que en su origen, asociado a la arquitectura religiosa del barroco español, se expresa como disposición modular para la presentación de un relato con un fin de estimulación religiosa y de didáctica para la propagación de la fe católica; una estructura que asume recursos de la escenificación para transmitir una idea, un discurso integrado a una arquitectura particular, que se inserta en el sistema constructivo de un periodo, pero que en nuestro continente logra separarse del soporte arquitectónico (y religioso) para constituirse en pieza específica y autónoma, como sucede en el retablo ayacuchano, que mantiene la idea del relato pero que es capaz de liberarse de su adosamiento al templo, o el retablo chileno, donde se elimina el relato evangelizador para montar una idea de arquitectura representativa, con un sentido de construcción identitaria, que toma la exterioridad del referente mediante la manufactura artesanal para transformarlo en pieza tradicional. En este planteamiento de reconstrucción desde la imagen fotográfica se puede inferir ese lugar de conexión en lo epidérmico. El espacio exterior es el plano en que se articula la narrativa secuencial, que intenta introducirse a través de las fisuras del residuo material, en la arquitectura de la sociedad que habitamos. Lo extrínseco se vuelve un campo exploratorio muy amplio y la especificidad de la arquitectura es el signo mediante el cual podríamos ir penetrando el relato superpuesto que ofrecen estas capas de tiempo desencajado y mohoso, al borde de la extinción definitiva o de su desplazamiento a nuevos ciclos estructurales, que acabarán invisibilizando su naturaleza, uso y contexto originales. *. Apunte final. Nota del autor.
A Graciela, por cada calle y camino recorridos y abiertos. A Rosa Miranda por todo aquello que logra traspasar la distancia, el tiempo y la muerte. A Sebastian, por darle tiraje al habla y a las elucubraciones interminables. A Tamara por su poĂŠtica generosa. A Mario Bossano, por creer en el trabajo del otro y valorarlo de verdad. A Amanda y Laura, por las dosis diarias de curiosidad y alegrĂa.
Puerto Montt, febrero de 2017.
Andrés Muñoz Valdivia (Santiago, 1980). Fotógrafo y diseñador, con estudios en Arte y Cultura en la Universidad ARCIS, Universidad de Los Lagos y Universidad de Chile. Ha desarrollado su trabajo en los ámbitos de la comunicación visual, gestión cultural y proyectos de creación independientes en fotografía. Desde 2010 se desempeña como Coordinador de Artes Visuales de la Casa del Arte Diego Rivera de Puerto Montt. En fotografía, estuvo a cargo de los proyectos colectivos ‘La Ciudad Contemporánea. Fotografía Vernácula de Puerto Montt del Bicentenario’ (2010); ‘Chorrillos-Miraflores. Álbum foto-barrial’ (2011) y ‘DAR LA CARA’ (2013-2017) desarrollados con el Colectivo Cataivelo. En 2015 y 2016 participa de la creación del proyecto ‘Galería La Monja’, espacio de experimentación, circulación y editorial de arte contemporáneo en la Región de Los Lagos. Vive y trabaja en la ciudad de Puerto Montt, Chile.
ANDRÉS MUÑOZ VALDIVIA