Pediodico Crónicas

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Nº 63

Periódico-Taller

Universidad Central del Ecuador

Portón negro Pág. | 3 |

Noviembre 2011

Los años del “San Roque” vs. los años de su gente

“Permita cerrar las puertas por favor” Pág. | 4 |

Memorias de la Marín Pág. | 6 |

El tradicional voley de Chimbacalle Pág. | 7 |

Discotecas llenas y calles vacías Pág. | 8 |

¡Vamos con rumbo al tren! Pág. | 9 |

La vida en una lustrada Pág. | 10 |

El comercio informal del C.C. Montufar Pág. | 11 |

María Beatriz Jácome se ha dedicado por 50 años a la venta de cereales, granos y especias, en su plaza del mercado San Roque.

Los vendedores de la tercera edad, tras décadas de trabajo, batallan por continuar con sus faenas en uno de los mercados más ajetreados de la ciudad. Ellos han visto nacer la feria.

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i usted ha asistido alguna vez a ferias o mercados con seguridad no le resultará ajena su algarabía. Aquellos de gran

abasto, en especial, conforman un escenario variopinto de productos, pregones y mercantes de a pie que concurren al intercambio. San Roque es, precisamente, uno de los principales lugares de comercialización en Quito. A partir de 1981 recibe a los capitalinos entre las calles Loja, Cumandá y 24 de Mayo; en una portentosa estructura que alberga a miles de hombres, mujeres, niños y ancianos que han entregado su vida a este lugar a cambio de su sobrevivencia. |Pág 5|


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Universidad Central del Ecuador

Un periodista y una historia

“EL SOLISTA” Reseña: Milagros Villarreal Rivera

Un Globo de Oro y una nominación al Óscar por los filmes “Orgullo y prejuicio” y “Expiación” recuerdan el éxito de Joe Wright. Este joven y prometedor director estrena –en 2009 para USA y en febrero del 2010 para España– “The Soloist”. El biopic traducido al español como “El Solista” despliega el encuentro y la amistad de un periodista y un talentoso pero indigente músico. Steve López –protagonizado por Robert Downey Jr– trabaja para el diario Los Ángeles Times. Vive una racha negativa al no encontrar una historia que contar, alejarse de su familia, sufrir un accidente y una plaga casera. Sin embargo, descubre al violinista Nataniel Ayers –representado por Jamie Foxx– quien tras el fracaso en la prestigiosa Academia Juilliard vaga por la ciudad. Este prodigio se convierte en la inspiración de López, pero poco después, se ve mortificado, pues a pesar de su

Créditos Mass Comunicación es un proyecto de la Cátedra de Comunicación en Impresos II de la Facultad de Comunicación Solcial de la Universidad Central del Ecuador. Redacción: Herrera Estefanía, Mayorga Alba, Morales Rosario, Pazmiño Sofía, Pupiales Diana, Robles Cintia, Sánchez Diego, Villarroel Milagros. Diseño gráfico: Basantes Cristian, Coyantes Cindy, Flores Oscar, Neto Alexandra, Ruiz Jaqueline, Sánchez Paúl, Verdesoto María Belén, Zambrano Karen. Distribución: Atiencia Ángel, Caisa Mayra, Carrera Jenifer, Escobar Freddy, García Pablo, Herrera Jefersson, Jácome Santiago, Tocaín Bladimir, Villacís Laura. Coordinación General: Marco Villarroel A.

ayuda la esquizofrenia del músico no le permite progresar. La cinta traza el drama mientras recuerda la niñez y juventud de Ayers signada por la pobreza que deviene en la indigencia del barrio que hacina a los afroamericanos indigentes, enfermos, drogadictos, proxenetas… dentro de Los Ángeles. Pero se ilumina con los momentos de lucidez de Ayers, cuya interpretación despierta admirablemente los inmortales acordes de Beethoven. Esta genialidad humana penetra en la sensibilidad de López, cambia su vida, enrumba su matrimonio con Mary Weston –protagonizada por Catherine Keener–, evoca la solidaridad de los lectores y evidencia la miseria de un mundo paralelo en la metrópoli. Hechos que trascienden al basarse en la historia verídica plasmada en el libro del periodista así como en la realidad humana, y conmue-

ven a través de las interpretaciones de cada actor que traslada la vida de estos personajes. La naturalidad, la frustración y finalmente la satisfacción de Steve López junto al talento truncado por los trastornos de Nataniel Ayers, saltan como travesías cotidianas, a veces duras mientras se duerme con las ratas de los coladeros y los drogadictos en las calles, enternecedoras cuando se forma la amistad de los dos hombres que se apoyan y corren para llegar al Disney Hall, y sublimes al presenciar los conciertos o la propia destreza del genial intérprete. Joe Wright traslada un filme más con sencillez y realismo, junto grandes actores, la guionista Susannah Grant, el fotógrafo Seamus McGarvey, la vestuarista Jacqueline Durran… todos nominados e incluso oscarizados colaboradores que en esta oportunidad encienden, entre la música y la amistad, una emocionante historia.

Crónicas de un

Quito desconocido Este proyecto Más Comunicación que los estudiantes de la cátedra de Comunicación en Impresos II le apostaron con inquietud y entusiasmo. En esta etapa, decidimos elaborar una edición especial del periódico-taller que sea el reflejo de la irreverente ciudad de Quito. Queremos mostrarles personajes, sitios y juegos que son perceptiblemente invisibles. Aquellos rincones donde el alma se pierde para disfrutar de los sabores más exquisitos que la urbe esconde. O tal vez, encontrar en las estrechas y bulliciosas calles a los errantes sin nombre. Esos, a los que evitamos tocar. Pero cuántos no hemos suspirado por escondernos un instante en el regazo de la oscuridad del día. Ser cómplices de los más delirantes placeres en compañía una historia. Narraciones que se construyen y destruyen con el pasar de los años. Y es a partir de la crónica, que estos deseos de volar por un paraíso posible, se pueden hacer realidad. Es para nosotros, un placer compartir ciertos relatos que llegaron a nuestros oídos y que a base de dedicación y entrega estas experiencias quedaron grabadas en nuestros corazones. Amable lector, nos gustaría contar con su opinión.


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Portón negro

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La prisión es una tremenda educación en la paciencia y la perseverancia. Nelson Mandela recorrían cada parte de su cuerpo. Observaban esa cabeza rapada que dejaba al descubierto un par de marcas, ese tatuaje extraño que adornaba su cuello, esos aretes que representaban la feminidad que él intentaba desaparecer. Todo lo vi, nada se me escapó, hasta el momento en que mi atención se desvió por aquel beso candente que una mujer pelirroja plasmó en la boca de ella/él. Preferí ver la infraestructura del lugar, la cárcel estaba conformada por tres edificios. Edificaciones en los cuales las reclusas están distribuidas en una especie de jerarquización: las más peligrosas en el edificio más deteriorado, las medianamente “difíciles” en la mitad, mientras que las “más buenas entre las malas” al inicio. Ahí se encontraba Anita. Una mujer pequeña, blanca y de cabellera extremadamente larga se me acercó. Un gran beso en la mejilla fue la entrada a la más dulce y sincera que podría llegar a tener con una persona que apenas conocía. Inicio el recorrido, ella sujetaba mi brazo como esperando que alguna fuerza fantástica la adhiriera a mí y así poder ir conmigo a la calle. Recorrimos el lugar, conocí los mejores barrios de Quito en la cárcel: “EL BOSQUE”, “EL CONDADO, esos eran algunos de los nombres asignados a los pabellones. Anita vivía en EL BOSQUE, tenía una habitación de 2x2 que compartía con una japonesa que estaba presa por “mula”.

| Reclusorio femenino ubicado en el barrio de El Inca, al norte de Quito.

Por: Jennifer Carrera

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ientras fumaba el décimo cigarrillo de la tarde, Anita recuerda con nostalgia y un poco de vergüenza el “maldito día” en que creyó que nadie notaria el pequeño déficit en los ingresos, especialmente si estos provenían de una empresa tan grande. Creyó que no lo notarían como aquel problema de estatura, que en realidad solo representaba un problema para ella, ya que únicamente Anita y su familia sabían que tan corta talla se debía a un negligente taxista que la había atropellado a la edad de 13 años, impidiéndole así su crecimiento normal. Conocí a Anita en una tarde helada, una de esas en las que uno prefiere invernar para no sentir ese frio insoportable. El portón negro y desgastado divide lo correcto de lo incorrecto, adentro lo malo y afuera lo bueno. Filas largas conformadas por mujeres, hombres, niños, bebes y amantes. Todos esperaban con ansias la oportunidad de ver, hablar, o besar a una de la “malas”. Una mujer gorda y de mirada intimidante recibe los documentos que te dan acceso al siguiente paso protocolario: la colocación de un par de sellos, que te marcan como “buena”. Después de pasar un año alterando cifras, “para sacar dinero extra” como manifiesta Anita, la es-

tafa se descubrió y ella pasó a formar parte de las 300 mujeres que se encuentran encarceladas en el reclusorio femenino, ubicado en el barrio del Inca al norte de Quito. Mujeres que fueron encerradas por distintos ilícitos: testaferrismos, estafas, asesinatos, infanticidios pero sobre todo por tráfico de drogas. Si, las drogas siguen siendo la causa de la detención de miles de mujeres y hombres tanto nacionales como extranjeros en nuestro país. Ingresar al patio principal del lugar es la parte más difícil. El no saber si aparentar ser fuerte o amable es un dilema que pasa por mi cabeza. No sabía si la mejor opción era tratar de crear una idea de igualdad al ser ruda, o si tal vez una sonrisa sería mi boleto para la empatía y me permitiría pasar desapercibida. Una mujer, que en realidad hubiera preferido ser llamado hombre, me habla al oído: - “A ver mamita, a quién le llamo…” Qué debía decir, me preguntaba… Claro tanto nervio me entorpeció. Solo una respuesta era valida - A Anita (____), le respondí - Ya mi amor Mientras ella él buscaba a Anita, mis pupilas

El plato fuerte de la “visita” fue el último edificio, que es como un mundo distinto. En realidad ese es el fin, el meter a las mujeres más peligrosas en el mismo lugar tiene su intencionalidad. Tal vez pretenden que las demás no sean infectadas. Paredes sucias y deterioradas decoran el lugar, una mujer tuerta nos da la bienvenida: doña Meche “la de las tortillas” nos previene, dice que es mejor no subir por qué a “las de arriba” no les gustan las visitas. Anita y yo preferimos quedarnos comiendo tortillas. Mientras ella encendía el cigarrillo número mil de la tarde, yo me preguntaba si en verdad doña Meche resguardaba nuestra seguridad o si fue unaestrategia para vendernos su especialidad. Si fuera la segunda opción quien podría juzgarla. Permanecí aproximadamente cuatro horas en el lugar, y salí con la misma sensación con la que entré: intrigada. Escuchar la historia de Anita me estremeció, sorprendió, indignó. Conocer la cárcel me enseñó que ir una sola vez no sirve de mucho, el describir el lugar y las mujeres que viven ahí no es suficiente para entender y sobre todo conocer las historias que ahí se esconden… Anita con un hijo de 33 años, dos nietos, miles de deudas, una casa que está en juego, una adicción al cigarrillo y una terrible decepción con ella misma. Hoy trabaja de profesora tratando así de saladar su cuenta con la sociedad, mientras que las de la frustración aún siguen pendientes. Concluyo esto mientras cierran detrás de mí el portón negro…


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“Permita cerrar las puertas por favor”

Una voz ronca e incomprensible

da a la parada del Playón de la Marín estos buses están llenos de ruidos de todos los tipos y sabores. Sí, sabores. Porque varios son los vendedores de caramelos y dulces que abordan a este bus en cada una de sus paradas. Lo penoso de todo esto es que la mayoría de vendedores son niños que no bordean más allá de los 10 años. Todos ellos a la voz de una tecno cumbia tratan de vender sus caramelos que según dicen servirán para alimentar a sus muchos hermanos. El “tararán tan tan… AUUU” de sus canciones se ha vuelto común para los usuarios y al parecer más que indignación genera burla y risotadas. Esto junto a la música de los celulares y conversaciones lo convierten en un bullicioso medio de transporte. Y nuevamente esa voz ronca e incomprensible diciendo “avancen de las puertas, permitan que salgan, cuidado con las puertas, permitan que se cierren las puertas por favor”. | Los usuarios de este sistema entran como si fueran una sola masa.

Por: Wladimir Tocain

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l problema del tráfico le quita el sueño a muchos quiteños. El no saber cómo llegar pronto a sus lugares de trabajo ha sacado una que otra cana verde a los miembros de esta ciudad.

Al parecer está es cada vez más una ciudad invivible, donde el tráfico ha puesto a trabajar las mentes de urbanistas e ingenieros sin tener mayores resultados, ya que las propuestas son muchas pero las verdaderas soluciones son muy pocas. Es para esto, por ejemplo, que se creó El Corredor Central Norte. Desde hace seis años 74 buses articulados circulan desde La Ofelia hasta la Marín en un recorrido que es usado por cerca de 200.000 personas diariamente. Son cerca de las 06:45 en la Estación La Ofelia. El frío de la capital se hace sentir en su mayor expresión pero al parecer lo que más preocupa a los usuarios es el intentar llegar lo más pronto a sus destinos. Columnas de hasta 20 metros se han formado. La verdad, más que columnas parecerían ser ríos de gente yendo a alguna procesión. Me recuerda a la caminata de El Quinche por la cantidad de gente que se observa y la mucha que sigue llegando minuto a minuto.

De repente, el alboroto se arma. El bus articulado se ha estacionado y ha abierto las puertas. Las columnas se rompen abruptamente y cual rebaño sin guía las personas empiezan a entrar como pueden en el bus articulado. En seis segundos está lleno hasta reventar y se escucha, por primera vez, esa voz ronca y casi incomprensible que dice “Permita cerrar las puertas por favor”. Lentamente el bus empieza su recorrido. La cara de sueño de muchos se mezcla con el titiritar de otros, y mientras los que están sentados se aferran rápidamente a sus cosas antes de quedarse dormidos los que están parados tratan de agarrarse cómo sea y de dónde sea para no caerse. No sé porque sostenerse si estamos tan apretados que sin querer todos somos el sostén del otro. Mujeres embarazadas o con niños en brazos sin nadie que les ceda su asiento, ancianos que luchan por sostenerse, jóvenes que parecen estar muy cansados para cederle el asiento a alguna persona con capacidades diferentes, en fin, estas son imágenes muy constantes en este medio de transporte. La bulla es otra cosa común de este medio de transporte. Desde su despegue hasta su llega-

Es la parada del Seminario Mayor. Mucha gente, estudiantes de la Central entre ellos, se bajan en esta parada. Lo hacen rápidamente porque al parecer, y como en todo el recorrido, el chofer está tan apurado que destina a penas 5 o 6 segundos para que los usuarios desembarquen. Incluso en la parada San Gabriel un chico debió gritar de manera desesperada para que el bus reabriera sus puertas porque se le había quedado parte de su mochila. –No sé a dónde irán tan apurados- comenta Sarita, una usuaria continua de este medio de transporte –parece que pensaran que somos Flash para bajarnos tan rápido- dice. Varias son las quejas respecto a este tema y muchas de ellas son más subidas de tono que las de Sarita. En muchos casos los insultos en contra del chofer se vuelven comunes. “Ha sido un placer servirles” dice el chofer por el megáfono. “Ha sido no tan placentero viajar en esta unidad” pienso dentro de mí, y por la cara de muchos puede ser que no sea el único que piensa eso. Es la parada del Playón de la Marín y hasta ahí llega el viaje. Con el mismo apuro con el que lo abarrotaron comienzan a desalojarlo. Como si se estuviese despidiendo, y como para que no lo olvidemos nunca, el chofer vuelve a indicar que nos apresuremos a la salida para que “PERMITAN CERRAR LAS PUERTAS POR FAVOR”.


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UN DESAFÍO A TRAVÉS DEL TIEMPO:

Los años del “San Roque” Vs. los años de su gente zapatos, aparatos eléctricos.... Si se detiene por un segundo es presa del torbellino de voces y cosas que cruzan por su rostro para promover la compra, y del tropel estrujador que impide avanzar rápidamente hacia el lugar donde ofertan un DVD en 25 dólares. En conjunto, los precios, calidad y procedencia de cuanto objeto se encuentra resultan inesperados. Al dejar atrás este barullo se da paso a las plataformas internas de productos comestibles. Esta área es la mayor y sus ventas se extienden hasta la feria de la calle Loja. Aquí se condensan las vivencias que, más allá de lo que la teoría ilustró como otredades, se plasman y legan tan cercanamente en pobreza y marginalidad.

Las ventas se desplazan hacia los flancos del mercado San Roque. La calle Loja se atiborra por la concurrencia de mercantes.

Por: Milagros Villarreal Rivera

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i usted ha asistido alguna vez a ferias o mercados con seguridad no le resultará ajena su algarabía. Aquellos de gran abasto, en especial, conforman un escenario variopinto de productos, pregones y mercantes de a pie que concurren al intercambio.

San Roque es, precisamente, uno de los principales lugares de comercialización en Quito. A partir de 1981 recibe a los capitalinos entre las calles Loja, Cumandá y 24 de Mayo; en una portentosa estructura que alberga a miles de hombres, mujeres, niños y ancianos que han entregado su vida a este lugar a cambio de su sobrevivencia. Según la Administración Zonal Centro, 2700 personas organizadas en 21 asociaciones trabajan en el mercado “San Roque”. Cada uno atiende hábilmente su negocio para vender más. Es por eso que han atiborrado el edificio, sus flancos exteriores, las calles aledañas y cada uno de los accesos. Como el extenso puente de cemento suspendido sobre la Av. 24 de Mayo, desde donde se atisba el movimiento de la feria sabatina que a siete de la mañana ya está en auge. A través de él se abarrotan artículos cuya condición deslucida descarta la compra por parte de los visitantes que pugnan por avanzar hacia los corredores exteriores donde el espectáculo es mayor. Las mercancías se despliegan formando montañas de ropa usada, artículos de aseo, celulares,

A pesar de ello, los perjudicados por la entropía social del sistema que Lomnitz, Levinas y otros teóricos dilucidan con tanto acierto, continúan enfrentando el desafío de sobrevivencia que el tiempo les coloca en frente cada día. Los ancianos que laboran en San Roque conocen bien aquella lucha. Sus años de vida y trabajo rivalizan e incluso superan la historia del mercado que los ha acogido. Al parecer, pretenden eternizar su estancia al igual que la decadente edificación cuyos ventanales polvorosos y rotos dejan atravesar el tibio resplandor del sol que desde el levante penetra y baña de luz a los puestos. Esa claridad se identifica con la cabellera totalmente nívea de María Beatriz Jácome, vendedora de granos, cereales y especias, quien lleva medio siglo dedicada a su negocio.

–Yo soy graduada en corte, pero mi marido era muy celoso y no me dejaba trabajar. Hasta que decidí poner el puesto. Siempre he trabajo solita y voy a seguir vendiendo hasta que tenga fuerza, porque me gusta mucho atender a la gente. Aunque ya es más difícil. Hoy día mismo no vino el señor que me trae desde mi casa en Monjas. Pensé: ¡chuta como bajo, Dios mío! Pero logré venir en el carro de un vecino. ¡Me doy modos! Considera que antes era una época mejor. Esta nostalgia por el pasado coincide con la de la mayoría de ancianos que trabajan en este lugar. La añoranza de Emma Fasez y sus 45 años de venta de canastas que ahora la destierran al lugar más desolado del mercado, se identifican con la añoranza de Josefina Caisaguano, una campesina de Tigua, quien a pesar de sus 75 años se debate con agilidad en los pasillos de las plataformas para vender cañitas. Con la añoranza de Arturo Salazar, un estibador que compite con los cerca de 600 que existen en el mercado y que vive solo mientras su familia permanece en Ambato. Y con la de muchos otros. Estas generaciones han visto al tiempo imponerse sobre ellos. Por eso todos están conscientes de aquel peligroso mutatis mutanti vital. No obstante, los abuelos de San Roque se aferran a la lucha blandiendo su insignia: ¡Hasta que Dios dé vida y salud!

El orden, el color y la fragancia de sus productos le otorgan un perfil especial a su plaza que resulta agradable a los ojos de los transeúntes. Doña Beatriz se incrusta en un taburete colocado en medio de los fardos. Desde allí discute con una clienta por el precio del medio kilo tamarindo que cuesta 1.50 USD. A ella no le gusta perder, así que prefiere perder una venta, aun cuando no es una época en que se pueda prescindir de los caprichos de los compradores con tanta facilidad, según lo ha expresado ella misma. –Inicié desde antes; cuando el mercado era en San Francisco. Ahí tenía otro negocio. Antes las ventas iban bien, pero ahora han bajado hartísimo. Ahora no vale el negocio, hasta por la competencia. Sin embargo, asegura que Dios le ha ayudado, pues a pesar de la irresponsabilidad de su esposo, consiguió educar a sus tres hijos y construir un departamento del que le “cae 100 dolaritos” mensuales.

El ambateño Arturo Salazar es uno de los 600 estibadores que trabajan en el mercado San Roque.


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Nervio vital de la unidad

Memorias de la Marín y que sabe que desde aquí hay un universo de posibilidades para trasladarse, se ha instalado una estación de buses y articulados. Piiiiii, es la voz de los buses que compiten por llevar a más pasajeros. Pero en la Marín, a más de su comercio, de su bullicio, de los corre corre, de las personas que caminan ajetreadas, también encontramos inseguridad y delincuencia que ha hecho su nido en las calles, callejones y escalinatas que rodean la plaza, lo que ha corrompido este tradicional e importante lugar. El hampa en este lugar está muy bien organizada, existe como una empresa del crimen que crea terror en inseguridad en las personas que transitan por aquí. Quién no ha visto cómo pillos y rateros cometen sus fechorías solos y en pandilla, mujeres que en la incomodidad de subirse al bus les han arrancado de sus orejas joyas lastimando su piel e integridad psicológica, magos que desaparecen billeteras y relojes entre empujones, arranchadores que disfrazados de supuestos vendedores se camuflan con el cambio de sacos y camisetas para confundir a los afectados. | San Marcos - La Marín

Por: Alexandra Neto

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ispersos rayos ultravioletas que solo en el paralelo cero pueden caer, atacan el cutis de los agitados capitalinos y de los que sin serlo transitan y hacen suya esta ciudad, los buses y peatones ágiles y veloces llegan al centro de la urbe, la Marín. No tan justo, pero sí necesario, es atravesar el Playón de la Marín, ya que por su ubicación estratégica y neurálgica es la pieza central del rompecabezas de los barrios y zonas de esta inmensa y creciente ciudad. Miles caminan por este espacio público día a día, el cual está polucionado de smog y bullicio en las horas pico, sin imaginar tan solo que aquel piso aparentemente firme y desgastado es un relleno a la quebrada del Machángara, que fue abierta en el siglo XIX por iniciativa del doctor Francisco Andrade Marín, lo que al clamor popular se bautizó como plaza Marín, en honor a su nombre, y que hasta hoy perdura.

| Estación Principal Ecovía - La Marín

Bajo el barrio La Tola, designación que se la puso por su semejanza con las tumbas prehispánicas de nuestro país, se encuentra La Marín, punto dinámico del comercio en el que concurren coloridos objetos y mercancías que llaman la atención de los que pasan habitual o esporádicamente por allí, de aquellos que con un aire político se dirigen al Municipio de Quito y al Palacio de Carondelet, y de aquellos que todos los días cruzan la plaza para ir o venir al sur y al valle. La Marín es un teatro al aire libre, sin techo más que las nubes, tan altas como los sueños de los artistas o guitarristas, que con un sombrero a sus pies interpretan pasillos y boleros a la espera de una dádiva que en algo recompense su amor a la música. También se encuentran estatuas humanas con piel de bronce, rígidos de cuerpo, opuestos a lo móvil de su mente cambian de posición por cada moneda que les llega, a veces unas más pronto que las otras. Desde que la sociedad quiteña tiene memoria

Es anecdótico y difícil de creer que a la policía, órgano civil encargado de mantener el orden y la seguridad, se les hayan hurtado en una ocasión una motocicleta al dejarla estacionada en las afueras del Puesto de Auxilio Inmediato del sector. Aquí hasta ellos necesitan protección. Caotizado es el ambiente y viciado el aire que emanado por los motores es absorbido por nuestros pulmones, solo aquí las nubes son negras y no llueve, sino que una polvareda de micropartículas dañinas envenena nuestro ser. Es verdad, durante muchos períodos alcaldes que han pasado por el poder han implementado políticas de rescate urbano con miras a un futuro optimista para el playón, poco se ha logrado para un lugar que hace mucho por la ciudad, es imprescindible para la imagen de la ciudad recuperar este espacio público que es de propiedad de los quiteños y foráneos, pues es imposible saltarnos y rodearnos la plaza. Así que como antaño se logró rellenar está quebrada ahora es un reto llenar esos vacíos de seguridad, orden y vida.


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“El perro”, “El poste grande” y “El licenciado” ejecutan memorables encuentros

El tradicional voley de Chimbacalle Todos los días varios deportistas y aficionados de todas las edades se reunen en Chimbacalle para jugar, apostar, reír, recordar y disfrutar | Deportistas de ecuavóley - Estadio de Chimbacalle

Por: Freddy Escobar

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on casi 40 años de juego en este tradicional barrio del sur de Quito, desde cuando las vías eran de tierra, según cuenta un vecino. El popular estadio de Chimbacalle no solo reúne a deportistas de ecuavóley, fútbol o rugby, sino también a cientos de aficionados de todas las edades que ven en ese escenario un lugar propicio para charlar, reír, recibir el sol, disfrutar de la vida y del deporte.

Todo comienza antes de las 16:00, cuando rodean la cancha principal de ecuavoley, los deportistas se tardan en llegar. Uno por uno ingresa, ante la atenta mirada de quienes, en algún momento, también fueron protagonistas bajo la red. Poco a poco se van llenando los graderíos. La entrada cuesta un dólar y la gente sin problema y con paciencia, espera la hora del primer encuentro. Los de la tercera edad no pagan y se dedican a jugar naipes en un ladito de la cancha. Cuando ya se han conformado los dos equipos para establecer un partido, comienza un análisis prodigioso para integrar a los dos tríos que se enfrentarán. El público los anima y empieza a sacar sus billeteras para apostar unos cuantos dólares. Unos le van al trío del lado derecho y otros al del izquierdo, se forma un debate entre los que están afuera de la cancha. Mientras risas van y vienen cada uno expone sus puntos de vista y su marcador final. Mientras tanto el juez ya tiene en sus manos unos $600, $300 por cada lado. Es el responsable de que el partido sea lo más transparente posible. Los equipos ya están listos en la cancha para iniciar el primer quince. En los alrededores del terreno ya no entra un aficionado más. Entonces Héctor Cueva, presidente de los pequeños comerciantes de Chimbacalle, llama por los parlantes a los jugadores del primer “match” y salta la pelota de un lado a otro.

Don Alfredo Cabrera empieza a ofrecer sus empanadas, hechas en horno de leña. En ese lapso, el sol de la tarde pega fuerte en el sector derecho, pocos se animan a probar sus empanadas, sobre todo, porque “el Negro”, “el Calacalí”, “el Caballo”, “el Chino”, “el Licenciado” y “el Tripero” ya disfrutan de los saques, las servidas, las voladas, las puestas, los puntos y el partido, o sea que son ‘partidos a muerte’, en los que intervienen equipos que vienen del norte, centro y sur de la ciudad. César Mancero, de 82 años, contó que el ecuavóley de Chimbacalle “es el mejor de la ciudad” y que por eso sus camaradas acuden desde diferentes localidades de la capital, como Chillogallo, La Forestal, Argelia, La Mena, Biloxi, La Loma, entre otros. “Lo lamentable es que ahora ya no juegan técnicamente, sólo se preocupan del dinero, ya han hecho de este deporte un negocio”, manifestó mientras sus amigos Gonzalo Cruz, de 83 años, y Néstor Núñez, de 75, comentaban sus hazañas en este deporte en Cotopaxi, su provincia natal. La mayoría han hecho del ecuavóley su cotidianidad. Entre jugadores y espectadores todos se conocen, pero no por los nombres, sino por sus apodos. Nadie se escapa de tener su calificativo. Tampoco se molestan que los llamen por sus sobrenombres. El campeón de Pichincha de la tercera edad, Stalin Borja, “el Perro”, relató porque lo llaman de esa manera: “Un día un perro mordió el balón con el que estábamos jugando y yo, de una patada, lo maté. En ese momento me vio un bombero y me dijo que ahora yo tendré que reemplazar al perro. Así empezó mi calificativo”, dijo. El primer partido no dura mucho, al “Negro”, al “Calacalí y al Caballo no les costó mucho ganar los dos primeros quinces, con lo que ya no fue necesario el tercero. Los aficionados que apostaron se lanzan hacia el juez para reclamar sus ganancias.

Ya están listos, el “Quintal de Sal” (apodo que se le concedió porque casi nunca gana), el “Siéntate Vinicio” (porque cuando va perdiendo se sienta en el piso y no se levanta) y el “Puerco Chileno” (porque es gordito y colorado) para formar otro partido, aunque ya cae la noche. Todos ríen y disfrutan de los disparates que hacen y dicen los protagonistas (jugadores), el estrés, la tensión de que no salga una jugada, la desconcentración por cualquiera que se mueva son factores que inciden en el resultado. Las malas palabras son el plato esencial del día, los aficionados tanto hombres como mujeres, grandes y pequeños sólo muestran una sonrisa ante el enojo de sus ídolos. Chimbacalle es uno de los pocos lugares donde se toma al volibol más que un deporte una forma de trabajo. Los deportistas hacen lo que más les gusta y por si fuera poco llevan la quincena a sus hogares. “El Perro” no se cansa de repetir que en Chimbacalle hay excelentes jugadores, como “el Poste Grande”, “la Mama Lucha”, “el Sargento Mala Cara”, “el Margarito”, “el Cuchillo”, “el Bailarín”, etc. Entre los jugadores, el “Negro” lo llaman así por ser de piel morena; “Calacalí”, por ser de Calacalí; “Caballo”, porque es de Loja; “el Chino”, porque tiene ojos achinados; “el Licenciado”, porque siempre vende sus helados de una forma muy elegante, y “el Tripero”, por vender tripas. Ya en la mitad del primer quince, en la otra cancha, más jugadores están listos para iniciar un nuevo partido. A los pocos minutos, ese escenario también se llena de espectadores y vendedores. Pasadas las 18:00, el estadio se queda con poco público, el frio comienza hacer su labor y los visitantes comienzan a degustar lo típico, los de la tercera edad, se retiran a sus casas. Se despiden y aseguran que “volverán mañana, a la misma hora”.


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Discotecas llenas y calles vacías

Un espacio en el que se desarrollan historias que van más allá de lo que uno imagina. Eduardo ha ingresado a su espacio. Un lugar en el que no siente vergüenza de mostrarse tal cual es. Mientras espera a sus amigos cuenta que lleva dos años yendo al bar, fue y es uno de los más fieles clientes que asiste a este bar, por lo general los sábados. “Vengo a este bar porque me parece más agradable, hay más gente y por supuesto porque abren desde temprano, los otros bares abren a partir de las 10 u 11 de la noche, aquí puedes encontrar con quien conversar, distracción, algo de diversión y sexo, este lugar es una caja de pandora, un coctel de emociones”

| Discoteca Budda - Zona Rosa

Por: Santiago Jácome

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compañado por el frio que cobija la capital camina Eduardo por la Foch, un joven de 32 años de contextura gruesa y con 1.65 metros de alto. Viste un jean azul un tanto apretado al igual que su camiseta negra, una gorra del mismo color le ayuda a ocultar la luminosa miel de sus ojos.

Con paso flemático cruza la Juan León Mera, calle ubicada en plena zona rosa de Quito. El celaje de la noche lo invita a refugiarse, por lo que va en busca del “Buddha”, un extravagante sitio en el que los más ínfimos deseos se dan cita mientras el mutismo desaparece.

Eduardo con la mirada fija en un colosal espejo recuerda la vez que les contó a sus padres sobre su orientación sexual, me quité cinco cruces de encima dice mientras se frota las manos, y le asigna a cada dedo el nombre de sus hermanos y padres. “Para mi padre, que era militar, la noticia le impactó, pero con el tiempo me aceptó, al principio me escuchaba, callaba pero no decía nada o mucho menos entendía. Ahora puedo contarle mis amoríos, mi vida en el ambiente, todo con más libertad…” En el ambiente puedes conocer la bola de amigos, pero no es cantidad sino calidad, cita enfatizando aquellas palabras, ya que hace poco Josué, uno de sus amigos, le hizo una mala pasada de la que prefiere mejor no hablar porque asegura ya la ha olvidado pero no perdonado. Al final de la noche Eduardo simplemente espera relajarse, sentirse bien, conocer a alguien no

es trascendental para él ya que como dice “si es que se da bien, si no también” En un paneo del lugar la mirada de Eduardo reconoce a uno de sus tantos amigos de ambiente, él es Sebastián, un joven delgado, de piel blanca con 1,60 de estatura y un aire juvenil que se refleja en su corta edad, tiene 19 años y hace poco descubrió el ambiente. Para Sebastián las cosas han mejorado, ya que antes no era permisible asistir a estos lugares, existía control policial, era penado ser gay; pero todo cambió el 24 de junio de 1998, con el plan de derechos humanos de la Constitución del Ecuador, la cual consideró la diversidad sexual como una política del Estado. Al ritmo de Lady Gaga, un repentino frenesí emana del los que en ese momento habitan el Buddha, Sebastián conteniendo sus ganas de bailar menciona a manera de reflexión que el ambiente involucra más cosas, no es solo un mundo de amanerados, como se cree, hay todo un mundo detrás de esas mascaras que la mayoría muestra. Al ambiente no hay que tolerarlo sino aceptarlo, ser diferentes en algo no hace a las personas extrañas, hay que detenerse y mirar los detalles que la rapidez no nos permite captar, al ambiente solo lo entienden los que están dentro de él, en ese pequeño espacio en el que se desarrollan historias que van más allá de lo que uno imagina, y que es capaz de comprender por los prejuicios morales que acarreamos por herencia social.

Una escarlata puerta da la bienvenida mientras un corpulento hombre revisa sus papeles, para después, con el caminar de los segundos rastrear sutilmente con sus manos el cuerpo de Eduardo, con esto busca encontrar elemento alguno que atente con la seguridad de los intrépidos invitados. Todo aquel protocolo para Eduardo es normal, hace ocho años eso le parecería extraño, pero ahora no, ahora con algo de experiencia espera paciente a que el guardián haga su trabajo. Soberbio, camina hacia una segunda puerta, que al abrirla lo traslada a su ambiente, a reconocerse entre quienes comparten un estilo de vida que rompe con la lógica heterosexual. Cortinas carmesí adornan el techo que sujeta unos cuantos candelabros que alumbran bermellones y cárdenas paredes. A su vez soportan seis ventiladores que buscan atemperar las flamas vivientes que reposan inquietas. Así es el ambiente en el Buddha, uno de tantos bares gay que existen en la capital.

| Asistentes Nocturnos de la Discoteca Budda


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Revivir al “tren más dificil del mundo”

| Carlos en el tren - Estación Chimbacalle

¡Vamos con rumbo al tren! Por: Lorena Yépez

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xiste un lugar en la capital que al visitarlo te transporta al entrañable pasado, ese lugar es considerado como el Primer tesoro del Patrimonio Material de Quito. Es la Estación Ferroviaria Eloy Alfaro, ubicada en el tradicional barrio de Chimbacalle, al sur de la ciudad. Un monumento patrimonial que recuerda la culminación del denominado Ferrocarril del Sur. Su construcción se realizó entre 1905 y 1908, año en el que llegó por primera vez el tren a Quito.

Ante la expectativa y la evocación de recuerdos de su infancia, Carlos llega a la estación, tras veinte minutos de viaje en el trole siente que ha valido la pena. Es sábado y la tarde presenta un clima cálido. Va en busca de información, desea realizar un viaje con sus amigos en la ruta Quito-Boliche-Quito. Él los motivó, ya que mientras conversaban de las maravillas que posee el Ecuador, Carlos mencionó que junto a sus padres cuando éste tenía tan sólo 6 años realizaron un viaje en tren, ahora que tiene 23 quiere re-vivir esa experiencia y ¿ por qué no? hacerlo con sus amigos más queridos. Al arribar a Chimbacalle, el muchacho se lleva una sorpresa, las oficinas no atendían en horario dominical, lamentablemente al revisar en la página web tuvo una confusión. Sin embargo no todo estaba perdido, Carlos se enteró que en la estación existe un museo, el mismo que recrea la historia de la construcción del ferrocarril y atiende los fines de semana, así que decidió aguardar e ir con una de sus amigas , el siguiente sábado para aprender más de este maravilloso lugar.

Este paseo lo vino programado desde hace tiempo, pensar en recorrer en tren las maravillas del país le apasiona, sobre todo llegar al Cotopaxi donde pretende tomarse muchas fotos con sus amigos y jugar con nieve. Así, la semana siguiente llegó y Carlos se encontró con Alejandra en el Centro Comercial “El Espiral”, caminaron unas cuadras y comentaban sobre lo que esperaban de aquel museo.

Carlos y Alejandra remontarán a la historia para conocer las dificultades de la construcción del Ferrocarril del Ecuador. Los problemas políticos y económicos de la época, pero sobre todo, los inconvenientes geográficos y naturales le atribuyeron el calificativo de “Tren más difícil del mundo”, como se lo conoce hasta la actualidad.

El barrio de Chimbacalle se muestra tranquilo, las calles son angostas y poseen mucha historia. ¡Es hora de que comience la aventura!, la estación de ferrocarril es gigantesca alberga varios trenes, en el suelo hay rieles, en fin ¡parece otro mundo!

El Museo del Tren de Chimbacalle tiene un espacio interactivo, áreas de juegos y de aprendizaje tales como el telégrafo, aquel equipo de comunicaciones fundamental a inicios del siglo pasado; un prototipo acústico del “Efecto Doppler”; el mecanismo de biela - manivela que transforma un movimiento circular en uno de traslación; y el efecto que causa que causa la fuerza centrífuga.

Carlos y Alejandra sienten emoción al entrar al museo, ya que observan muchas cosas interesantes. Una guía está dispuesta a explicarles todo sobre el tren, a medida que caminan por la sala se van enterando de cosas nuevas, el museo es espacio destinado a recrear la historia e ilustrar a los visitantes la construcción del ferrocarril, sus misterios, vivencias y anécdotas. El museo constituye un ícono de la infraestructura ferroviaria recuperada.

Tras media de hora de recorrido, los jóvenes terminan satisfechos, les impactó el alcance nacional que tiene este tren. Nuevamente no pudieron averiguar personalmente sobre los viajes, pero al siguiente lunes, Carlos vía telefónica los reservó, luego de conocer sobre la maravillosa historia del tren les atrae aún más vivirlo de cerca, ahora ya tienen su pasaje reservado para el 20 de noviembre.

Los visitantes encontraron en su interior los elementos que componen la línea férrea: base, subbase, balasto, rieles, durmientes y un coche de mano. Además de una maqueta a escala donde se observa todo el recorrido del tren desde Quito hasta Durán y lo que fueron los ramales del norte y del sur.

Es momento de regresar a casa con la certeza de que emprenderán un buen viaje, el Gobierno ha abierto las puertas al ferrocarril para aventurarse por el Ecuador , así se forjan sueños. ¿Por qué no darse un tiempo en conocer sobre este maravilloso avance que tuvo el país en la época de 1905?, ¡vamos a disfrutarlo!

- Ojalá haya un mini tren para subirnos- dijo bromeando Alejandra, así se aventurarían a aprender más sobre la historia de nuestro país.


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Universidad Central del Ecuador

La vida en una lustrada | Don Luis precisa la cantidad de polvo de gamuza para aplicarlos a Santiago.

Por: Diana Pupiales

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icen que, éste, es uno de los oficios más sucios de Quito. Pues, no lo es, porque, su trabajo implica, conocer muy bien las exigencias del cliente y su tipo de empleo para iniciar el respectivo ritual. Y se preguntará querido lector, ¿Cuál es ese ritual? Quizá la fórmula secreta esté en la dedicación y el cariño que le pone en cada zapato sucio. Aquel día caminaba por las bulliciosas calles de Quito, pensaba en una persona que compartiera parte de su vida. Y entre el ir y venir, miró que sus zapatos deportivos estaban un tanto descuidados por lo ajetreos de la universidad. Los vio poco presentables, grises y tristes. Pedían una urgente limpieza así que, miró a su alrededor buscando a un hombrecito que los consintiera y los tratara con amor. En ese instante no lo halló y resignado siguió el camino. De pronto, a la entrada del Hospital Carlos Andrade Marín apareció un señor de 68 años, estatura mediana, ojos negros, su cabeza la cubría con una gorra aunque su piel estaba tan maltrata a causa de su trabajo. Su rostro denotaba tristeza, cansancio y muchos sueños incumplidos. - ¿Tiene gamuza para estas zapatillas? – preguntó Santiago. - Sí, sí tengo, pero espéreme un ratito. - ¿Cuánto me cobra? - Ya, le cuesta un dólar.– dijo Se sentó, levantó el pie hacia el cajón y este mago comenzó su tarea. Sacó envueltos cinco trapos largos, seis cepillos, tres botellas pequeñas que contenían los colores negro, vino y blanco. Después de evaluar sus herramientas tomó dos cepillos entre sus manos y comenzó a expulsar el polvo.

Sus movimientos eran relámpagos, iban y venían. Lentamente, estos zapatos cambiaban su cara. Con un brusco golpe en la punta del pie señalaba que debía poner el otro zapato. E hizo lo mismo. Mientras, le sacaba la mugre a esas cochinas zapatillas, intenté un primer acercamiento. Claro, él no me conocía y yo tampoco. Así que no tenía porqué charlar conmigo. La única relación que podía existir es, la de cliente y trabajador. En donde no intervienen los lazos afectivos. Ya que son muchas las personas que pasan por estos cajoncillos. Decidí intentarlo otra vez, respiré hondo, muy hondo y le arrojé la primera pregunta: - ¿Cuánto tiempo lleva lustrando zapatos? En un primer instante, recibí como respuesta un silencio, pero no me convenció, él quería contarme algo sino que no sabía cómo decirlo y de qué manera. Pues a quién se le ocurriría contar parte de su vida a una total desconocida. Y lo tuve presente hasta que lo dijo: - Llevo lustrando zapatos 25 años porque ya nadie quiere darle trabajo a un viejo casi ciego. - ¿A qué se dedicaba en su juventud? - Yo era carpintero, albañil y chofer profesional. Sus ojos se cristalizaron y su mente se perdió entre los escasos recuerdos de su Época de Oro. Ahora, Luis Chiluisa toma confianza y comienza a relatarme su historia. Su voz era más clara y segura, además al conversar miraba mis ojos como señal de atención. - Son las 10:36 de la mañana – puntualizaba la presentadora de un programa radial. Bajo su toldito, el sol era más placentero. Observaba sus movimientos con tanta atención

UN OFICIO NADA SUCIO que los memoricé. Pues se traba de tomar los cepillos darles dos o tres vueltas luego envolverse un trapo en los dos primeros dedos y con la otra mano coger el bote de polvo. Untó con delicadeza aquella tinta y entre masajes cubría los blancos de las puntas. Es posible que más de una persona haya utilizado sus servicios sin preguntarse el esfuerzo de limpiarles “la pinta a sus shoes”. Los zapatos son la imagen porque denotan limpieza, elegancia y distinción. Dígame amable lector, ¿Se siente tranquilo cuando su calzado está descuidado? ¿Cómo lo miran el otro género con sus mocasines relucientes? Así comienza a sentirse Santi, porque su personalidad ahora resalta con el brillo de sus amigas inseparables. Con nueva cara, está listo para continuar con la aventura de recorrer la incansable ciudad. Y los zapatos “carcosos” quedaron para la historia. Los miró, y parecen recién compraditos. Es paradójico porque, sus manos se ensuciaron limpiando un par de tenis sucios. Terminada su obra, toma sus trapos, cepillos y botellas esparcidos por el piso y los acomoda otra vez en su cajón. De mi bolso, saco una moneda de un dólar y le pago. También Luis se levanta con dirección a la radio, lo levanta y abre una agenda café de donde extrae un papel sobre “La felicidad de la familia”. Nos comenta que la felicidad en este mundo es la que tenemos en casa y que debemos cultivarla todos los días mediante el amor, respeto y comprensión. Santi y yo lo dejamos porque otro cliente espera con impaciencia, retorna a su asiento y comienza nuevamente su ritual.


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El comercio informal del Centro Comercial Montúfar EN EL CENTRO DE QUITO: Existen lugares donde se venden y compran objetos usados y de dudosa procedencia | Los visitantes pasan mucho tiempo mirando los modelos de teléfonos que están en los exhibidores.

Por: Mauricio A. Mosquera A.

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on las 10:30 y Juan Fernando Flores llega a su trabajo. Él es comerciante de un negocio que ofrece servicio técnico y compra y venta de teléfonos celulares. El local está ubicado en el Centro Comercial Montúfar, lugar conocido en Quito por la comercialización de objetos robados. - “Puta, no madrugará mucho. Un poco más y se atrasa” le dice entre risas el dueño de un negocio vecino a Juan, mientras el comerciante levanta la puerta del local 156 (Tercer nivel pasillo B), donde trabaja. - “Hable serio “vecindio”, ni bien llego y ya comienza a joder”, contesta Juan en tono burlón al comerciante con rasgos indígenas. El comerciante parece no molestarse y continúa: - “Puta, abren a las 11:00 y así quieren tener plata”. La mayoría de estos locales, son lugares pequeños de unos 3 x 2.5 metros, tienen una mesa en el fondo con decenas de teléfonos celulares desarmados, piezas electrónicas, herramientas, etc. Además existen exhibidores donde se muestran los teléfonos que están a la venta, tienen un par de bancos, paredes decoradas con calendarios de chicas en terno de baño y repisas con santos y vírgenes. En los siete pisos de los que dispone el Centro Comercial Montúfar se encuentra casi de todo. Hay teléfonos celulares, electrodomésticos (televisiones, equipos de sonidos, juegos de video, planchas, etc.), cámaras fotográficas, radios de automóvil, relojes de marca, perfumes, gafas originales, grabadoras de voz, accesorios de computación, computadoras portátiles y de escritorio, controles remotos, entre otras cosas. La mayoría de estos objetos son de medio uso

y los dueños de los locales donde se comercializan no piden factura a quienes les venden la mercancía ni tampoco entregan el respaldo legal a los compradores. A las 11:00 llega un joven, de entre unos 20 a 25 años, apodado como “Boby”. Viste una chompa lila hecha con material impermeable, una gorra con las iniciales NY (Nueva York), zapatillas deportivas blancas y jean azul. El “Boby” mide aproximadamente 1.65 metros de altura y es de contextura delgada. - “Habla Pedro Navaja”, le dice el joven al comerciante. - “¿Qué tiene, qué tiene?, le responde Pedro. - “Vea papá sólo para usted lo que le traje y ahorita están calientitos (recién robados)”, dice el “Diablo” y le muestra dos celulares. Pero no todo en este lugar es compra y venta de artículos robados, en el Centro Comercial Montúfar también hay otro tipo de negocios: cabinas telefónicas, pequeñas despensas de víveres, venta de artesanías, películas piratas y gafas de imitación, un estudio de tatuajes, un cajero del Banco del Pichincha y un patio de Comidas, en el último piso. A las 11:40 llega un cliente a un local de entrada principal. Un hombre de unos 50 años, aparentemente de origen humilde. - “Diga mi rey en qué le ayudo”, son las palabras con las que un afroecuatoriano aborda al cliente. - “Quiero que me dé revisando este teléfono, que no se me prende la pantalla” expresa el cliente. - “De una (en este momento) pero la revisada le cuesta $1. Si es que hay que cambiarle algo o arreglarle alguna nota (pieza) le cobro aparte”, sorprende el comerciante.

Durante la tarde algunos comerciantes y otros propietarios de negocios similares intercambian libremente piezas de teléfonos celulares, teléfonos celulares, accesorios como cargadores, audífonos, tarjetas de memoria, herramientas y demás sin llevar un registro de lo que prestan. Lo mismo ocurre con el dinero. La mayoría de locales del centro comercial abren entre las 10:00 y las 10:30 pero la actividad comercial comienza, por lo general, a partir de las 11:00. En la tarde, la actividad comercial es intensa. Eso sumado a la fragilidad de la memoria contribuye a que los comerciantes se olviden de las cosas o el dinero que se prestaron. Por ello, alrededor de las 18:00 cuando hay poco trabajo y falta poco para cerrar, los comerciantes empiezan a saldar deudas y a entregar piezas, herramientas, dinero y todo lo que pidieron prestado. Uno de los aspectos más interesantes en este lugar es la forma en la que algunos comerciantes abordan a las personas que pasan por sus negocios. Sin necesidad de que los comerciantes conozcan a la gente que llega al centro comercial, solo por caminar por los pasillos, les preguntan “¿qué busca socio, qué busca, dígame nomás?”. Si la respuesta es nada. Enseguida le preguntan qué es lo que está vendiendo. Antes de salir, algunos de los comerciantes pagan diariamente las cuentas que tienen con los usureros que tienen puestos en el mismo centro comercial. Luego los locales empiezan a cerrar y los comerciantes se retiran. Algunos bajan a los parqueaderos y otros en cambio van a coger bus en la Marín, estos segundos primero pasan por las empanadas y morochos que expenden en la esquina.


¿Semana de Aprendizaje o de Descanso?

Crónica de la Ciudad de Quito

Se dice que el objetivo de las actividades optativas es priorizar las capacidades de los estudiantes en un modo práctico, esto quiere decir que el estudiante debe tener la misma entrega, responsabilidad y compromiso que en las clases normales. Pero se ha mal entendido esta opción, ya que a unos pocos días de iniciar los talleres, los estudiantes están pensando ya, en qué taller será el menos exigente. De este modo salen asustados ante talleres con títulos ambiciosos, que nunca cumplen las expectativas, y no por la capacidad de los profesores sino porque temáticas de esas magnitudes solo podrían ser desarrolladas en tiempos similares. Esto se reflejó en las inscripciones, donde talleres que aparentaban dificultad estaban completamente vacíos hasta altas horas de la tarde.

En las manifestaciones de izquierda, desfila a la cabeza. Suele asistir a los actos culturales, aunque lo aburren, porque sabe que después hay farra. Le gusta el ron, sin hielo ni agua, pero que sea cubano. Respeta los semáforos. Camina Quito de punta a punta, al derecho y al revés, recorriendo amigos y enemigos. En las subidas, prefiere el ómnibus, y se cuela sin pagar boleto. Algunos choferes le tiran la bronca: cuando se baja, le gritan tuerto de mierda. Se llama Choco y es busca bronca y enamorado. Pelea hasta con cuatro a la vez; y en las noches de luna llena, se escapa a buscar novias. Después cuenta, alborotado, las locas aventuras que viene de vivir. Mishy no le entiende los detalles, aunque le capta el sentido general.

Por otro lado, algunos profesores también creen que los talleres optativos son una pausa en las actividades académicas, pero en esto debemos ser puntuales, distinguiendo que una pausa no significa un descanso o una semana más de vacaciones, a propósito del largo feriado que se acerca.

Una vez, hace años, se lo llevaron muy fuera de Quito. La comida no alcanzaba, y resolvieron dejarlo en el lejano pueblo donde había nacido. Pero volvió. Al mes, volvió. Llegó a la puerta de su casa y se quedó ahí tirado, sin fuerza para celebrarlo moviendo el rabo, ni para anunciarlo ladrando. Había andado por muchas montañas y avenidas y llegó en las últimas, hecho una piltrafa, los huesos a la vista, el pellejo sucio de sangre seca. Desde entonces odia los sombreros, los uniformes y las motocicletas.

Temáticas más atractivas; profesores con mayor disposición a cambiar su método de enseñanza y respetar que los talleres son prácticos y no solo lecturas y teorías; estudiantes más interesados que aporten con propuestas innovadoras para “abandonar las aulas” y hacer práctica de sus conocimientos; son algunas constantes que debemos interiorizarlas para rescatar el valor de esta opción académica.

Darío Ledesma

Jesús El Poder

Se acercan las fiestas de Quito y con ello, desfiles, comparsas, festivales y… la Feria Jesús del Gran Poder que, en esta ocasión tiene como novedad la muerte del toro puertas adentro, a pesar de que se aprobó la pregunta número ocho de la consulta popular realizada el 7 de mayo pasado, en la que textualmente indicaba: Con la finalidad de evitar la muerte de un animal por simple diversión, ¿Está usted de acuerdo en prohibir, en su respectiva jurisdicción cantonal, los espectáculos públicos donde se mate animales?

Reflexión

Eduardo Galeano, de El libro de los abrazos

Retornando a la festividad, veremos que nos ofrece el cronograma de actividades del municipio y qué tan tolerantes somos.

¿Si comunicar es poner en comunión, por qué los procesos comunicativos que se realizan en este gobierno no practican la producción de un código compartido? Es importante aclarar que se vive en un país que constitucionalmente garantiza a su pueblo: la democracia; la convivencia intercultural, diversa y plurinacional; y la participación. Es decir que se acepta con respeto y dignidad principalmente las diferencias. Si la comunicación es poner en comunión, tómese en cuenta las dimensiones cotidianas, colectivas y personales; las desigualdades sociales, políticas y económicas; las confrontaciones internas, de reconocimiento y de identidad. A pesar de estas constantes en una cultura, si la comunicación es poner en comunión, tómese en cuenta, una característica común que tienen los seres humanos, la diversidad. La diferencia posibilita el conflicto de la afinidad.

http://cenicientademendigosyladrones.blogspot.com/2008/09/crnica-dela-ciudad-de-quito-eduardo.html

Diego Sánchez

María Belén Verdesoto

Nuevas y más crónicas en:

Después de lo decretado, esta ley ha tenido muchas interpretaciones pero la que más peso obtuvo fue la de que se prohíbe la muerte del animal en espectáculos públicos, es decir, frente a los espectadores. De esta manera se lavan las manos y lo ejecutan puertas adentro para no ofender al público. La ofensa no es con los asistentes que en su mayoría votaron por el NO en esta pregunta, sino con la mayoría popular que decidió democráticamente y que ahora ha sido pisoteada con este trastocamiento que pone en escena a un gobierno que ha perdido respeto y que quiere recuperarlo con cárceles y demandas.

www.alterfacso.com


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