El huérfano sistía en permanecer a la defensiva en el norte, mientras los nubios atacaban desde río arriba en dirección a Tebas, la maniobra de la puerta trasera. Cuando la situación fuese desesperada, sería tarde para ser cautos. Los nuevos acontecimientos aconsejaban actuar con la mayor celeridad posible, pero, antes de ir al norte, nuestro rey fijó su atención en el sur. Los monarcas de las dinastías XII y XIII habían logrado conquistar y pacificar los territorios septentrionales, pero al final de esta última su poder se esfumó como la niebla al salir el sol. Los gobernadores de estas provincias sureñas, los nomarcas, habían escapado al control real y estaban enzarzados en luchas fratricidas, intestinas y violentas con el objetivo de controlar el mayor territorio posible. Unas veces se aliaban los unos con los otros para arrebatar territorios a un tercero, y en otras ocasiones, las más, contaban con el apoyo de los nubios. A estos últimos la situación de guerra civil les resultaba sumamente provechosa ya que cada campaña se hacían más ricos y poderosos y, con la nueva alianza en ciernes con los hicsos del delta esperaban ampliar su esfera de influencia hasta la propia Tebas. Se sentían fuertes y seguros, sabedores de la delicada situación de los gobernantes tebanos que ya habían perdido a dos reyes en combate en muy poco tiempo. Pero su impaciencia fue su perdición. Ahmose les presentó batalla en un lugar escogido por él; si quieres vencer a un enemigo superior a ti debes elegir el lugar y el momento del combate. Si el plan surtía efecto la victoria estaba asegurada, sólo faltaba saber el precio a pagar, la cuenta del carnicero. Una vez en posición la flota fluvial, los soldados desembarcaron y comenzaron a cavar zanjas dejando pequeños espacios entre ellas. La idea era que los enemigos se aplastaran los unos contra los otros al intentar pasar por los espacios abiertos y de esta forma podrían ser fácilmente diezmados por los arqueros de Kemet. A la derecha estaba el río, totalmente controlado por la flota de Ahmose, y a la izquierda se encontraban los carros de guerra. La batalla se desarrolló según lo previsto, el enemigo cayó en la trampa. Aquellos que no fueron asaeteados por los arqueros situados en los barcos, se precipitaron al interior de las zanjas, empujados por el avance de la infantería y, los que trataron de ponerse a salvo se vieron alcanzados por los veloces y ligeros carros de guerra que los aplastaban, pisoteaban e incluso amputaban sus miembros. Los nubios supervivientes huyeron hacia el sur, buscando refugio en la ciudad de Kerna. Una Boletín de la Asociación de Egiptología Iteru
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