San Marcos 1 : 1-18 (2 Adviento Ciclo B)

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PROGRAMA DE INCIDENCIA SOBRE DEUDA ILEGÍTIMA Y JUSTICIA ECOLÓGICA FEDERACIÓN LUTERANA MUNDIAL Compartiendo la Palabra que es Buena Noticia para los Oprimidos por un Sistema Ilegítimo (B2) San Marcos 1:1-8 Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”. El tiempo de Adviento es la preparación para celebrar la Navidad. Esta preparación intenta decirnos que la Navidad es más que pesebres y arbolitos y que también es más que un recuerdo piadoso o festivo. La Navidad es mucho más. Este tiempo litúrgico nos anima a reflexionar sobre ese mucho más. La Navidad es desafío, el desafío del Reino de Dios que irrumpe en el mundo y en la historia de los seres humanos. Es Dios que se encarna, que entra en la vida común y corriente de la gente, que nos dice que no estamos solos, es Emanuel – Dios con nosotros – no como presencia mística sino como el compañero de camino, que está, que se juega por nosotros, que se hace uno con nuestras luchas de todos los días y con las luchas de las masas esclavizadas y oprimidas de nuestro tiempo. Santo, santo, santo, santo, Santo, santo es nuestro Dios, Señor de toda la tierra; Santo, santo es nuestro Dios. Santo, santo, santo, santo, Santo, santo es nuestro Dios, Señor de toda la historia; Santo, santo es nuestro Dios. Que acompaña a nuestro pueblo, Que vive en nuestras luchas, Del universo entero el único Señor. Benditos los que en su nombre El evangelio anuncian: La buena y gran noticia de la liberación. (Santo de la Misa Salvadoreña)


Celebrar verdaderamente la Navidad es entender y aceptar que Dios nos llama a hacer lo mismo, a hacer como él hace, a comprometernos como él se compromete. La Navidad es un llamado a vivir de una manera distinta. El Bautista nos expresa hasta el extremo cómo es vivir de una manera distinta, Juan nos muestra el tipo de “santidad” que agrada a Dios. Si la santidad de Dios es el ser “totalmente otro”, la santidad que él quiere ver en nosotros cuando nos dice “sean santos como yo soy santo” no consiste en cumplir una simple moralina pseudo religiosa. Ser santos es vivir la clase de otredad de ese “otro mundo posible”, el Reino de Dios. Ser santos es atrevernos a enfrentar el sistema y el orden (des-orden) de este mundo. Es negarnos, como los primitivos cristianos, a honrar la imagen del poder imperial. Juan nos muestra en su misma persona esa clase “otredad”. En Juan vemos expresada en su forma de vida la oposición entre los valores del sistema anticristiano que gobierna el mundo y los valores del Reino: • Juan no se presenta en Jerusalén (la ciudad, la metrópolis o poder central) – Juan comienza su proclamación en el desierto (la periferia más allá de los centros de poder). El desierto nos lleva a pensar también en el Éxodo, los ídolos de Egipto o el Dios de la Vida y la Libertad. Las iglesias y la misma FLM deberíamos pensar seriamente en la teología del desierto. A veces parece que coqueteáramos demasiado con el sistema. • Juan no usa ropa de lujo (no depende de la tiranía de las marcas con el costo de lo que llaman “royalty”) - Juan usa una vestimenta sencilla (que no está fabricada merced al trabajo esclavo de las mujeres en las “maquilas” de Centro América, o de las Filipinas, o en los talleres clandestinos de Buenos Aires). • Juan no come comida de lujo, “de gourmet” (que significa esnobismo y desperdicio). Tampoco acepta ir a los Mc Donals que han invadido nuestros pueblos latinoamericanos (junto a otra gran cantidad de cadenas “gringas”) vendiendo comida chatarra y dejando pingües ganancias a la transnacional a expensas de más pobreza para nuestros pueblos – Juan se alimenta en forma sencilla y saludable haciéndonos pensar en un modelo de “desarrollo” que sirva a la alimentación de todos y todas y no al lujo y lujuria de unos pocos o a las ganancias de una transnacional. Lo que impacta en Juan es su misma persona y no sólo sus palabras. Juan hace opciones radicales. Vive lo que dice. No juega a ser profeta, sigue la larga tradición de los profetas del A.T. (él es el último de ellos) de no predicar sólo con palabras sino con gestos concretos. El evangelista nos dice que éste es el comienzo de la Buena Noticia de Jesús. La Buena Noticia no es meramente una historia del pasado, es el presente de Dios. Dios que se hace carne nuevamente hoy. El cristianismo no consiste sólo en conocer la historia, es descubrir que Dios está presente. En este segundo Domingo de Adviento la Palabra de Dios llega a nosotros tanto como mensaje de consuelo y fortaleza como con el desafío del compromiso con el Reino de Dios, con el cumplimiento de la tarea que Dios nos pide que hagamos. La Palabra de Dios siempre es fuente de fortaleza. El segundo Isaías escribe a un pueblo que espera su liberación. Les dice: Anímense, Dios está con ustedes. Superen el desaliento y todo sentimiento de fracaso y desilusión. Miren el futuro con la fuerza poderosa de la esperanza.


Hay muchos falsos profetas en nuestro tiempo. Quizás uno de los peores es el desaliento. El anticristo (el sistema enemigo de los propósitos de Dios) intenta robarnos la esperanza (el poder para la resistencia y la lucha). San Pedro nos dice que se burla, tanto con palabras como con hechos, diciendo: ¿Dónde está la promesa de Dios? ¿Dónde está su juicio? No se dan cuenta que somos impunes, que no se puede luchar contra el poder. El sistema nos dice constantemente: No se dan cuenta que es imposible. Los que representan al sistema nos dicen: somos impunes, la impunidad triunfa. No se puede luchar, no vale la pena. Pero nosotros confiamos en Dios. Esperamos su Reino. La utopía de un mundo en el que reine la justicia y la verdad sostiene nuestra esperanza. No nos resignamos, seguimos esperando y luchando, en “esperanza contra esperanza”. Y que no nos digan que no vale la pena porque no lo creeremos. Sabemos que vale la pena seguir luchando porque es Dios que nos convoca y desafía. Dios nos llama a preparar el camino. No nos llama a una actitud contemplativa y quietista, no nos llama a quedarnos encerrados en un templo o enmarañados en la burocracia eclesiástica en actitud conformista y suficiente. Dios nos llama a arremangarnos y trabajar por su Reino, a jugarnos, a arriesgarnos, a hacer opciones radicales. Los luteranos deberíamos pensar seriamente y hay grupos que trabajan en ese sentido, en la radicalización de la reforma. El llamado es a trabajar unidos como comunidad y preparar el camino para el Adviento, el ad-venimiento de su Reino. Un camino es un trabajo de equipo. Por lo menos de una cuadrilla de trabajadores. Codo con codo, hombro con hombro. El trabajo en equipo al que Dios nos llama no significa sólo ser parte de una institución y seguir estrategias de participación democrática, esto puede ser una parte, pero es mucho más, es un llamado a ser una comunidad. El hecho de que, como iglesia, podamos ser comunidad es una buena noticia en sí misma. Lutero decía que cuando en el Credo Apostólico recitamos “creo en la comunión de los santos” estamos hablando de la comunidad de los santos. Frente al sálvese quien pueda o al individualismo que nos han enseñado desde hace tanto, nosotros queremos ser comunidad porque Dios mismo es comunidad. El llamado es a quitar los obstáculos y limpiar el terreno. A sacar las piedras, a enderezar lo que está torcido. En otras palabras a quitar de en medio todo lo que pueda ser sospechoso o poco transparente o no adecuado, a dejar los individualismos y las ambiciones de poder, a considerar a los/las demás como superiores a nosotros/as mismos, a escuchar con humildad la opinión de los otros y las otras y a rendirnos cuentas mutuamente. El llamado es a allanar el camino, haciendo que sea más fácil. Esto es facilitar a otros la tarea, hacerles más fácil la vida. Hechos concretos a favor de la armonía, las buenas relaciones, la justicia, la verdad, la solidaridad. Acciones concretas en las que Dios se exprese. Que la gente pueda decir: allí está Dios. No esperando los grandes milagros, o prodigios de lo alto. Acciones humanas sencillas pero marcadas por los valores del Reino de Dios. Tan simples y sencillas como una semilla de mostaza.


Es un llamado a acompañar los tiempos de Dios. Sin prisa pero sin pausa. No está todo perdido como algunos nos quieren hacer creer, Dios está vivo, Dios sigue actuando. ¿Qué puedo hacer yo? Sencillamente lo poco o mucho que me toca. Ese pedacito, esa parte, de camino que es mi responsabilidad al lado de otros con su también pequeña o gran parte. Debo preocuparme por las piedras que tengo que sacar, por ese tramo que debo alisar y también ayudar a otros y otras en la tarea que les toca. Darme cuenta que esto que me toca hacer es importante y poner en ello mi corazón y mi vida. Así lo cantaba la Negra Sosa en forma maravillosamente poética: [Mercedes Sosa. Cantora folklórica argentina.1935-2009. Se definía a sí misma como cantora. Como luego diría Facundo Cabral cantante es el/la que puede cantar, cantor/a es el/la que debe cantar.]

Quien dijo que todo está perdido, Yo vengo a ofrecer mi corazón. Tanta sangre que se llevo el rio Yo vengo a ofrecer mi corazón. No será tan fácil, ya sé que pasa... No será tan simple como pensaba Como abrir el pecho y sacar el alma Una cuchillada de amor. Luna de los pobres siempre abierta, Yo vengo a ofrecer mi corazón Como un documento inalterable Yo vengo a ofrecer mi corazón Y uniré las puntas de un mismo lazo, Y me iré tranquila, me iré despacio, Y te daré todo y me darás algo... Algo que me alivie un poco más. Cuando no haya nadie cerca o lejos Yo vengo a ofrecer mi corazón Cuando los satélites no alcancen Yo vengo a ofrecer mi corazón... Y hablo de países y de esperanzas, Hablo por la vida, hablo por la nada Hablo de cambiar esta nuestra casa De cambiarla por cambiar nomas... Quien dijo que todo está perdido Yo vengo a ofrecer mi corazón. Mucho de lo que está escrito en esta reflexión puede parecer duro y para algunos/as demasiado radical (no se aflijan me lo parece a mí mismo) pero no nos olvidemos del poder radical del grano de trigo que cae en la tierra y muere. Que en este tiempo de Adviento Dios nos ayude a comenzar sencillamente ofreciendo nuestro corazón. Que con la Negra Sosa queramos (pongamos la voluntad para) poder decir: “vengo a ofrecer mi corazón”. Ángel F. Furlan Diciembre de 2014


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