San Juan 20:1-8 (Pascua)

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Compartiendo la Palabra que es Buena Noticia para los Oprimidos por un Sistema Ilegítimo (Domingo de Pascua) (5 de abril de 2015)

San Juan 20:1-18 El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos regresaron entonces a su casa. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'". María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras. El Evangelio del Señor.

Como primer paso procuraremos mirar el Evangelio de la Resurrección en sus imágenes y símbolos. El primer día. Tiene un profundo significado simbólico. Para los cristianos no es, no debería ser, sólo el cambio del sábado por el domingo en una festividad religiosa. Este primer día es el día uno de la nueva era, del nuevo mundo. La nueva creación. Es comenzar una nueva cuenta. Hasta ahora reinó el poder del pecado y de la muerte, este es el primer día a partir del cuál la victoria sobre el mal y la muerte comienza a contarse.


La piedra con el sello del imperio. La piedra que aseguraba la victoria de la muerte, ha sido quitada, el sello del poder del anticristo que tiene el dominio de la muerte ha sido roto en mil pedazos y sus soldados han huido despavoridos. Hay un poderoso grito en esa piedra y en el poder del sello que imponía el terror. En mi país el grito que surgió frente al fin de la dictadura y el terrorismo de estado (con treinta mil crucificados – que no son otra cosa los desaparecidos) fue “¡Nunca Más!”. La piedra quitada y el sello roto es el poderoso Nunca Más de Dios. El movimiento. Todos gritan, todos corren en el cementerio. La “paz” de la muerte ha sido alterada para dar lugar a la buena noticia del Shalom de Dios. La iglesia tiene que dejar la paz y solemnidad de los cementerios para transformarse en lugar de movimiento y alegría. Dejar de ser un cristianismo de un viernes resignado para ser el movimiento poderoso y movilizador de la Pascua que anuncia el mundo nuevo de Dios con todo lo que su shalom significa. El encuentro de Jesús con María Magdalena (el énfasis en San Juan está en María de Magdala). La Pascua es encuentro, encuentro que devuelve nombres. Que transforma realidades. Jesús con el nombre le devuelve identidad a la mujer. La transforma en ángel y apóstol. Anunciadora de la buena noticia de Dios. Esto significa un cambio profundo en las relaciones sociales en el nuevo mundo de Dios. (Como diría luego San Pablo, no más diferencias entre los seres humanos: no más varón ni mujer, esclavo ni libre, judío ni pagano). Son todas imágenes que nos ayudan a pensar, a profundizar, a entender mejor qué significa la resurrección de Jesús. Anunciar la resurrección de Jesús es mucho más que proclamar un dogma de la Iglesia o predicar que volvió de la muerte a la vida. En un mundo con tanta capacidad de muerte como aquél en que nos toca vivir, anunciar la resurrección de Jesús significa decir del lado de quién está Dios (muchas veces los dirigentes religiosos lo han hecho y aún lo hacen, aparecer del lado equivocado). Es decirle al mundo que Dios no está con los que fabrican, producen o bendicen la muerte, sino con los pobres, los humildes, todos aquellos que están amenazados por el poder de la muerte, con todos aquellos que tienen que luchar todos los días para poder conservar la vida. Dios está del lado de ellos. Dios está con todos aquellos/as que son capaces de darse a sí mismos, que ponen su fuerza y su energía, que ponen alma y vida y la vida misma para que sean posibles la justicia, la dignidad, y la felicidad para todos los seres humanos. Y hay gente que lo hace, eso es lo maravilloso. No aparecerán en los diarios ni en la televisión, como la resurrección de Cristo no hubiera aparecido en la televisión si en aquél entonces la hubiera habido. Los poderosos se hubieran ocupado de ocultarla, de la misma manera que pagaron para que los soldados mintieran y dijeran que se habían robado el cuerpo de Jesús.


Como decíamos, al proclamar que Jesucristo ha resucitado estamos proclamando la victoria sobre la muerte, sobre el dolor, sobre la miseria, sobre el temor, sobre todo lo que oscurece el horizonte y deshumaniza la vida. En un mundo que pretende convencernos de que no hay alternativa a este sistema de violencia, de temor y de muerte, Dios nos dice que sí hay una alternativa, que Él tiene la alternativa, y esa alternativa es el poder de Dios, el poder de su amor que vence a la muerte, el poder de la Resurrección. Este era el mensaje que caracterizó a los primeros cristianos: Jesucristo vive ¡El que fue crucificado ha resucitado! El anuncio de la Resurrección se convirtió muy pronto en grito contestatario, en pasión movilizadora, en canción de resistencia. Como se escribió también en el libro del Apocalipsis: Ellos (los poderosos de la tierra, la Bestia y el Falso Profeta) lucharán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de los señores y Rey de los reyes. Con él triunfarán también los suyos, los que han sido llamados, los elegidos, los fieles.1 "No nos vencerán" ni los poderosos de este mundo, ni el sistema, ni siquiera la muerte. El amor que se entrega hasta el fin tiene fuerza para sobrevivir y cambiar el mundo. El líder aymara Túpac Katari en 1781 antes de ser descuartizado por orden de una autoridad del Imperio Español pronunció una frase que sería fuente de inspiración para muchos en América Latina “volveré y seré millones”. El poeta argentino José María Castiñeira de Dios atribuye la misma expresión a una mujer que todavía vive en el recuerdo de excluidos y desposeídos en la Argentina (Eva Duarte de Perón: Evita). “¿Qué pasó en la tierra mía desgarrada de aflicciones? ¿Por qué están las ilusiones quebradas de mis hermanos? Cuando se junten sus manos volveré y seré millones.” Habrá momentos en que parece que nos están venciendo, que la utopías han muerto, que Dios mismo ha muerto. Pero nos vencerán. No podrán descuartizar el poder de la esperanza que comenzó en la aurora de la Pascua. No habrá muerte que pueda vencernos. Dios hoy nos llama a ser testigos de la resurrección, como a los apóstoles. Testigos de la última Palabra de Dios que respalda a Jesús, del Sí a la Vida, del abrazo con los otros crucificados. Del comer y beber con los pobres y marginados. Dios nos llama a ser mensajeros de esperanza. La muerte, el poder de la muerte no puede vencer. Dios hoy nos llama a vivir la Pascua con todo lo que significa. Vivir la Pascua es caminar en el camino de la solidaridad (que no es sólo dar una limosna sino no dejar solo al otro/a), de la esperanza, de la resistencia. Es caminar junto a 1 Apocalipsis 17:14


nuestro prójimo tendiendo puentes, siendo mensajeros y sostenedores de la esperanza de otros. Ayudando a nuestro prójimo a no bajar los brazos. Decirles a todos que esperanza no es espera resignada, es resistencia, es lucha por vivir un mundo mejor. Es trabajar cada día en la construcción de un mundo nuevo, el mundo de la nueva era que comenzó en la mañana de la Pascua hasta el día en que, finalmente, nos sentemos a la mesa de su Reino en ese lugar donde ya no habrá muerte, ni temor, ni soledad, ni hambre, ni angustia… en ese lugar donde el Dios Todopoderoso y el Cordero son el templo y donde nada mortífero puede entrar. En el entretanto, no hay tiempo para descansar y mucho menos para desalentarse. Ángel F. Furlan Abril de 2015


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