San Marcos 1 : 9-5 (1 Cuaresma Ciclo B)

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Compartiendo la Palabra que es Buena Noticia para los Oprimidos por un Sistema Ilegítimo (Primer Domingo de Cuaresma) (22 de Febrero de 2015)

Génesis 9:8-17 Este será el signo de la alianza que establezco con ustedes, y con todos los seres vivientes que los acompañan, para todos los tiempos futuros: yo pongo mi arco en las nubes, como un signo de mi alianza con la tierra. Cuando cubra de nubes la tierra y aparezca mi arco entre ellas, me acordaré de mi alianza con ustedes y con todos los seres vivientes, y no volverán a precipitarse las aguas del Diluvio para destruir a los mortales. Al aparecer mi arco en las nubes, yo lo veré y me acordaré de mi alianza eterna con todos los seres vivientes que hay sobre la tierra. Este, dijo Dios a Noé, es el signo de la alianza que establecí con todos los mortales. 1 Pedro 3:18-22 Cristo murió una vez por nuestros pecados –siendo justo, padeció por la injusticia– para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu. Y entonces fue a hacer su anuncio a los espíritus que estaban prisioneros, a los que se resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente, en los días en que Noé construía el arca. En ella, unos pocos –ocho en total– se salvaron a través del agua. Todo esto es figura del bautismo, por el que ahora ustedes son salvados, el cual no consiste en la supresión de una mancha corporal, sino que es el compromiso con Dios de una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que está a la derecha de Dios, después de subir al cielo y de habérsele sometido los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades. San Marcos 1:9-15 En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección". Enseguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". El pasado Miércoles hemos dado comienzo al tiempo de Cuaresma. Tiempo de reflexión que nos llama a renovar la fe, fortalecernos en el amor y mantenernos firmes en la esperanza. Esta última, no tiene nada que ver con resignación sino que es la fuerza para seguir adelante resistiendo al mal. En un mundo en que se nos quiere convencer a toda costa que han muerto las utopías, la esperanza cristiana continúa siendo el horizonte y la fuerza que nos sostiene para seguir en la lucha en la seguridad de que no es en vano resistir. La celebración de Ceniza, con su solemnidad y fuerte llamado a la reflexión es importante. Sin embargo tengo que decir que muchas veces tengo algunos sentimientos encontrados al llegar el momento de la imposición de la ceniza y expresar la frase lapidaria (tomada del Génesis) “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”. Por supuesto que estamos diciendo algo absolutamente cierto, que como hijos e hijas de Adán y Eva, como miembros de una humanidad caída, como pecadores, todos hemos de morir y que nuestra confianza está sólo en la gracia que


nos salva y que ninguno de nosotros y nosotras puede hacer obra alguna para alcanzar la salvación y la vida eterna. Sin embargo… No puedo menos que preguntarme sobre el sentido existencial que tiene para algunos de los/las que se acercan para recibir la imposición de la ceniza. La mayoría de ellos/ellas son gente humilde (“pobres” 1, empobrecidos materialmente – hasta el extremo en algunos casos), que sienten el peso, la carga de una vida que en su mayoría no eligieron. Ninguno de ellos/ellas eligió nacer en un asentamiento marginal, vivir en medio de las emanaciones tóxicas, no tener acceso a la salud, a la educación, no tener un trabajo digno y bien remunerado, ser mujer disminuida por este hecho en una situación de machismo endémico, ser una madre adolescente por falta de información o por no tener acceso a los cuidados adecuados, ser un joven con capacidades diferentes que a menudo sufre abuso y golpes por parte de otros que están “sanos” y viven en barrios de clase media… Ellos y ellas no necesitan (al menos comparativamente) que les recuerden cada año que no son más que polvo, que no son otra cosa que ceniza, la escoria de este mundo para los que diseñaron el sistema económico y financiero que gobierna el mundo. Ellos y ellas lo experimentan todos los días. Puedo pensar en nombres, en rostros, de personas cuya dignidad ha sido vulnerada, que han sido excluidos por la violencia del sistema, y puedo pensarme a mí mismo llegando y diciéndoles con la solemnidad del caso y desde una posición muy distinta “Recuerda que eres polvo…” como si no lo experimentaran todos los días. Hay otros que no llegan a nuestras celebraciones de ceniza. Ellos son justamente los que necesitan recordarlo. Aquellos que han hecho polvo de sus hermanos y hermanas, que han condenado a otros a vivir en la miseria mientras ellos tienen mucho más de lo que se necesita para vivir con lujo (pero nunca es suficiente, siempre quieren acumular más y más). Ellos tienen que recordar que son polvo y volverán al polvo. Tienen que recordar que sus riquezas están podridas y su oro y plata enmohecidos y que testificarán contra ellos en el día del juicio 2. Pero ellos no llegan y si llegan lo hacen con tan fingida piedad que debe producir nauseas en los ángeles de Dios. La ceniza y el llamado al ayuno cuaresmal no son, en este sentido, para los que están ya obligados a ayunar por no tener lo suficiente para comer cada día. Por los que han sido condenados por los poderosos a pagar deudas que nunca contrajeron, a aceptar los planes de ajuste que quitan la comida de su mesa, el acceso al agua potable, la salud, la educación… Hay otros que tendrían que oír con sonido de trompeta el llamado de la Cuaresma con sus cenizas y ayunos. A ellos Dios les estará diciendo nuevamente, como lo dijo a través de Isaías, que el ayuno que les pide es que suelten las cadenas injustas que rompan los yugos de la esclavitud, que dejen en libertad a los oprimidos y que termine la corrupción. Que (en una justa distribución de la riqueza) compartan su pan con quien tiene hambre, su casa con quien no tiene techo (que respeten el derecho a la tierra) y que vistan al que está desnudo (despojado de sus derechos).3 No puedo dejar de pensar en las palabras de Jesús en el Sermón de la Llanura 4 (el Sermón de la Montaña según San Lucas):

1 Los que leen habitualmente estas reflexiones saben que no me gusta hablar de “pobres”, sino de personas en situación de pobreza o empobrecidos. Ser “pobre” no es un destino sino una imposición social. 2 Cf. Santiago 5:1-6 3 Cf. Isaías 58:1-12 4 San Lucas 6:20-26


“¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!... Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!” Con estas reflexiones y algunos sentimientos encontrados estoy comenzando la Cuaresma… Que la gracia de Dios me mueva a abrir el corazón para dejarme evangelizar por mis hermanos y hermanas que viven cada día tan cerca del polvo. Es tanto lo que ellos y ellas tienen para enseñarme, hay tanto Evangelio en sus vidas, tanta experiencia de fe, esperanza y amor… Que Dios abra mis (nuestros) oídos para oír y me guíe en el camino de la conversión. Hay una nota de esperanza y desafío en los textos de este primer domingo. La lectura del Génesis nos dice que Dios es el Dios que dice sí a la vida. El arco iris después del diluvio es el símbolo (tomado de la naturaleza, de los signos cotidianos) de ese Sí. El arco se transforma en el símbolo de la promesa de Dios que permanece firme para siempre. La promesa de vida. El arco es la señal de que Dios se compromete con la vida, nunca con la muerte, se compromete con la esperanza, jamás nos induce a la desesperación. La lectura de la primera carta de San Pedro nos lleva otra vez a pensar en el diluvio y nuevamente nos presenta al Dios de la vida. El Dios que salva, no el que condena. El énfasis de Pedro está en la salvación no en el juicio. Pedro va más allá y nos lleva al compromiso con la vida asumido en nuestro bautismo. El bautismo que es don de Dios, que es pura gracia significa también una respuesta de fe (los sacramentos se reciben por fe y para fe). La fe desde el punto de vista bíblico significa asumir un compromiso, el compromiso de una vida dedicada a los valores del Reino de Dios. La lectura del Evangelio nos enfrenta como corolario de todo esto con dos palabras que son muy comunes y por tan comunes pueden llegar a ser palabras difíciles. La primera palabra es conversión. Una palabra gastada por el uso, mal entendida por muchos. Conversión no es un acto mágico. Tampoco es un acto de una sola vez para siempre. Es un proceso constante. Es el aceptar a Cristo y su palabra de Vida en el devenir de la vida diaria. No es una mera cuestión emocional. (Los luteranos a veces nos sentimos confundidos cuando los hermanos evangélicos nos preguntan si nos hemos convertido o si hemos aceptado a Cristo como salvador). La otra palabra difícil es tentación. También ha sido asociada a lo mágico, al universo de lo oculto, a un personaje siniestro con cuernos y cola. Tentación no tiene tanto que ver con el diablo en el sentido personal. Sí tiene que ver con el diablo en el sentido de personificación del mal. La tentación tiene que ver con el poder del mal que existe en un mundo (la humanidad) apartada de Dios, tiene que ver con el pecado y la corrupción que está tanto fuera como dentro de nosotros. Tanto en lo profundo de nuestras motivaciones que parecen más puras como en las estructuras sociales de injusticia. La tentación nunca aparece como una cuestión demoníaca, por el contrario se viste de luz y aún de vocabulario religioso. Las tentaciones están inmersas en nuestra propia naturaleza como personas, en nuestra cultura, en la sociedad en que vivimos y hasta en la misma estructura de la Iglesia, que muchas veces tiene actitudes contrarias a la letra y al espíritu del Evangelio.


Por eso son importantes los tiempos de reflexión que nos llaman a identificar la tentación y la necesidad de convertirnos. La cuaresma es un llamado a la conversión, tanto personal como social y de la propia comunidad de la iglesia. Basta mirar el diario o cualquier otro medio de comunicación para ver esta realidad. No necesitamos estar echando la culpa al demonio para enfrentarnos con nuestras tendencias destructivas y el desorden ético de la sociedad que produce desde el hambre de los inocentes hasta la impunidad de los opresores que abusan de los débiles. Desde el mismo principio de su ministerio, el Espíritu empuja a Jesús para que deje claro que el poder humano, en su triple manifestación: riqueza, honores y dominio, con sus aliados de violencia, corrupción y mentira, no procede de Dios ni pertenece a Dios, sino a su adversario. El proceso de conversión comienza entonces por la reflexión y el análisis (diagnóstico) y se perfecciona sólo cuando hay una opción por una propuesta nueva. Los nuevos valores del Reino de Dios. Las mayores tentaciones se presentan con argumentos tan sutiles que son difíciles de discernir: el fin justifica los medios, guerras justas, destino manifiesto de algunos, violencia para obtener la paz, mano dura frente al temor que nos producen los excluidos llevados a delinquir, etc. Con respecto a esto último no puedo olvidar, por el espanto que me produjo, una asamblea de un sínodo de la Iglesia Luterana de los Estados Unidos, hace unos cuantos años, en que un grupo importante de la misma estaba a favor de la pena de muerte y lo más terrible de todo es que apoyaba su posición desde argumentos bíblicos y “en defensa de la vida digna para los ciudadanos”. El ejercicio del discernimiento (don del Espíritu) es necesario. Debe ser permanente. Iluminado por la palabra de Dios, por la reflexión comunitaria, por la oración, por el consejo y amonestación fraterna. La reflexión sola no basta. Es necesario vencer las tentaciones con el poder de la palabra y seguir el camino de la conversión aceptando la buena noticia del Reinado de Dios. El gran desafío es cómo vivir esta Buena Noticia del Reino de Dios que se ha acercado en la vida de todos los días. Dios es el Dios del sí y frente a ese Dios debemos responder: Amén. Esto significa que se haga tu voluntad. Que venga tu reino. Que su nombre sea santificado y glorificado. Decir Amén es comprometernos para que realmente se cumpla la voluntad de Dios en el mundo acompañando a nuestros hermanos y hermanas más vulnerables en el caminar en un nuevo éxodo de liberación, paz, y justicia. Ángel F. Furlan Febrero de 2015


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