Tocar y acariciar el cielo di Nelly Irene Zita García

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Autore: Š Nelly Irene Zita García Prima edizione marzo 2017 Ricerca Immagini: Danila Oppio Impaginazione e messa in rete: annamontella2007@libero.it Le immagini liberamente reperite in rete restano di proprietà dei legittimi autori

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INDICE

Prefacio ..............................................p.4 ¿Quieres que te narre mi viaje? ............p.8 Aterrizaje en el Aeropuerto y llegada a Sharm El Sheikh .................................p.13 Excursión al Monte Sinaí .....................p.28 El hombre de las mil expresiones ........p.34 El Monasterio de Santa Catalina ..........p.42 Snorkeling .........................................p.49 El Parque Nacional de Ras Mohamed

(Cabeza de Mohamed) .......................p.54

Excursión a Dahab .............................p.68 Ultimo día en Sharm El Sheikh ............p.76 Han pasado diez años ........................p.81 3


PREFACIO

Parece mentira, pero uno de los motivos que hizo a Patricia sentirse obligada a comprar una computadora, fue la necesidad de comunicarse con sus hermanos, sobrinos, primos y amigos, que viven en otros continentes y países de Europa. Respecto a Patricia, las otras personas casí siempre compran una computadora para trabajar y conectarse vía Internet. Algunas lo hacen para poder conocer el mercado monetario, inmobiliario, de viajes y otras, para conocer nuevas personas. En realidad, ella la utiliza para su trabajo, para escribir los informes que tiene que redactar, los cuales pueden estar dirigidos a profesionales psicólogos, abogados y al Tribunal de Menores, entre otros. Ella sabe que este trabajo lo puede continuar haciendo en su viejo cuaderno, pero no es suficiente; además, necesita comunicarse. La enorme e interminable distancia, que existe entre el viejo y el nuevo continente, el distinto huso horario y la imposibilidad de participar en algunos acontecimientos importantes de su familia y de su país, la ha hecho sentir muchas veces temerosa de no alimentar el amor, que existe en ella por sus seres queridos y por ella misma.

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Ese temor que es mudo, algunas veces se transforma en una estruenda tempestad de sentimientos nostálgicos, devastantes e insidiosos, los cuales dejan impresos en su mente, pensamientos y sensaciones indeseables. Cuando ya, estos se desvanecen dentro de ella, se repite a sí misma en silencio: “Gracias a Dios, que logré superar una vez más este angustioso momento” y en lo más profundo de su alma, dice: “espero no se repita más”. Una vez constatado, que necesita sentirse más cerca de su familia; transmitir y recibir el cariño necesario para superar los huracanes emocionales causados por tanta distancia, ha hecho todo lo posible para comprender y buscar solución al problema. Después de haber reflexionado sobre distintas posibilidades, decidió que la menos costosa y apropiada oportunidad era comprarse una computadora. Así lograria enfrentar esta dificultad de manera virtual, pero concreta. Cada fin de semana, cuando le es posible, se conecta al Internet para ver si los hermanos le han escrito. Le interesa saber si Sofia consiguió trabajo; si a Thaís, la esposa del sobrino Ibrahím, le nació el bebé, así como saber si Mariangélica y Cristian, otros sobrinos, lograron pasar sus materias. De esta manera, está al día con las cosas que pasan en su familia y en su país.

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Patricia vive en Italia desde hace muchos años. Es una profesional venezolana, que trabaja para un hospital del norte del pais. Ha decidido narrar su último viaje, porque en el pasado verano escribió a sus hermanos comunicándoles, que por una semana no iban a recibir noticias de ella y de su esposo Lorenzo, ya que habían organizado un viaje a Sharm El Sheikh y se ausentarían desde el 14 hasta el 22 de julio. Algunos de ellos le escribieron invitándola a narrar su viaje. Isabel, una de sus hermanas apenas supo de la ruta del viaje le manda un e-mail, en fecha 13 de julio del 2001: “Hola querida hermana, me encanta que tengas unas merecidas vacaciones y que te puedas divertir en compañia de tu esposo. Cuando me cuentas todos esos viajes a esos sitios que son exóticos, me transporto y me pregunto: ¿cómo serán todos esos lugares que Patricia me nombra?” Sofía, otra hermana, le escribe un e-mail en fecha 18 de septiembre: ¡Hermanita! Espero que estés muy bien. Por correo electrónico no he recibido ningún mensaje, ¿Qué pasó?. Te cuento que conseguí un trabajo en una empresa buenísima y me va muy bien. También te cuento que tengo un papel en una nueva obra de teatro. Así que por este lado, todo bien. A Gabriel le quedó bien su chaqueta y a mamá le gustó lo que le mandaste. Cuéntame acerca de tu viaje. Los quiero mucho a todos. Un beso más grande para ti. Sofía”. En otro e-mail, Sofía le contesta: “Hola 6


hermanita, aquí estoy, no creas que me he olvidado de ti, de tu lindo mensaje contando lo del viaje. Está espectacular la historia, tienes que seguir contando”. Un amigo escribe a una de sus hermanas y le dice: “Se ve que tu hermana es buena conversadora. Muy bello ese recuento. Pero ¿A dónde está la belleza que dijeron encontrarían en esos sitios? ¿Te escribirá otro capítulo? Gracias por haberme enviado el mensaje de tu hermana”. Por esto, Patricia empezó a narrar ese viaje, lo que le ha hecho descubrir que en nuestra memoria emocional si nos esforzamos, afloran pensamientos, recuerdos, sensaciones dulces y amables, que nos enriquecen y nos hacen sentir llenos de vida. La memoria emotiva nos hace descubrir un mundo, que está lleno de impresiones y que muchas veces no sabemos escuchar, leer o interpretar.

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¿Quieres que te narre mi viaje? En realidad fue muy lindo. Patricia dice que: todo empezó durante una cena con Lorenzo y dos amigas. No se si se acuerdan de ellas: Vilma y Maria Teresa. Fueron compañeras de curso durante mi Especialización. Vilma estaba narrando su último viaje a Cuba, describiendo lo entusiasmada que estaba y como todavía tenía una semana de vacaciones, estaba pensando regresar a ese país. Patricia continúa su relato: me acordé que también tenía cinco semanas de vacaciones y que cuatro, las tenía que disfrutar con la visita de Nancy aquí a Italia y me vino a la mente, que también hay muchas ofertas de viaje de último minuto. Pensé que podía aprovechar la quinta semana y debía ver como estaba con mis citas. Cuando desperté al día siguiente, la primera cosa que hice después de haberle dado desayuno a Cielo y preparado el nuestro, fui a ver mi agenda. Con sorpresa, conseguí que todo el mes de Julio estaba lleno de citas, pero tenía solamente dos en la semana del 16 al 21; después de haber considerado si era oportuno hacerlo, las pasé para otra semana. Le conté a Lorenzo la idea, que había tenido y empecé a ver las ofertas de última hora, en las propagandas de viajes. 8


Las ofertas eran casí todas para las islas de Grecia y además, había una para Sharm el Sheikh. Le pedí a Lorenzo, que se acercara a la Agencia de Viajes que conocemos, para que nos aconsejaran. Estábamos orientados hacia las islas de Grecia, aunque no sabíamos si era más oportuno ir a Rodas o a Creta. En un primer momento, Lorenzo se comportaba como si mi idea fuese una locura, ahora no lo piensa así; por el contrario, él se siente el protagonista de toda esta aventura. Estaba diciendo, que él fue a informarse a la Agencia de Viajes. Manuela, una de las empleadas, le presentó varias ofertas y entre esas estaba la de Sharm El Sheikh. Llamé imedíatamente a algunos amigos que habían pasado algunos días allí, para preguntarles si valía la pena realizar ese viaje. Todos me aconsejaron, no renunciar a esta posibilidad, porque era un lugar muy bonito. Inclusive, fui a buscar algunas postales que me habían mandado desde allá, para ver si ésta podía ser nuestra meta. Teníamos una dificultad. El vuelo salía el sábado 14 de julio y debíamos estar en el aeropuerto a las cinco de la mañana. Meses atrás, habíamos planeado un viaje a la ciudad de Verona, para el día 13 de julio y reservado espacio, para presenciar la representación de “AIDA”, la obra de Giuseppe Verdi.

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Las representaciones teatrales en Verona, durante el verano, las hacen en Arena. La Arena es un monumento muy famoso y además está muy conservado, fue construido en el Siglo I después de Cristo. Internamente es muy grande y consta de grandes escalones, posicionados en círculos y sostenidos por triples anillos de galerías. Es un local todo descubierto, no tiene techo y se aprovecha de la puesta del sol para encender los reflectores y demás luces. Esto ayuda a enfatizar los trajes de los artistas y las decoraciones, lo que contribuye a que se cree una atmósfera tan sugestiva, que pasan las tres horas y medía de la representación y si los actores tienen en la sangre recitar, al final te dices: que lástima que se terminó. Las representaciones empiezan más o menos a las 9 de la noche. Entonces, terminan como a las doce y medía de la noche y en nuestro caso, para regresar a Milán, tendríamos que emplear dos horas y medía de viaje. No sabíamos si renunciar al viaje o a la representación, nos parecía que intentar disfrutar las dos, simultáneamente, era ser demasíado ávidos. Decidimos viajar a Verona el día antes de la representación. Luego, después de ésta, regresaríamos a casa a ducharnos, cambiarnos y salir para el aeropuerto en Milán, a las tres de la mañana. Pensamos preparar el equipaje y dejarlo 10


en el maletero del carro e inclusive conseguir un estacionamiento, no muy caro, donde pudiéramos dejar el carro por siete días. Así lo hicimos y llegamos a Verona con suficiente tiempo. La única cosa que no teníamos, era el equipo para bucear durante nuestra estadía en Sharm El Sheikh. Considerando que María Teresa, mi amiga había dicho, que “era esencial tener las máscaras y las chapaletas personales”, decidimos comprarlas. Nunca en la vida se nos había ocurrido, pasear por el fondo del mar, pero teníamos que adquirirlas. El pequeño detalle era, que no habíamos tenido tiempo para hacerlo, así que mientras esperábamos que llegara la hora de entrar a Arena, decidimos visitar los negocios de Verona para comprarlas. Las coseguimos para los dos. Estuvimos haciendo la cola enfrente a la entrada de Arena, donde ibamos a ver la representación de teatro, tratando de disimular nuestras bolsas, donde se veían perfectamente las chapaletas. Naturalmente, las personas que como nosotros, estaban esperando su turno para entrar, nos preguntaban: “¿Para donde tienen que ir?, ¿por qué tienen ese equipaje?”, considerando que en Arena no era necesario. Estábamos de lo más contentos por la aventura que íbamos a realizar y dimos explicaciones a todos los que nos preguntaban. Consideren que estuvimos en la cola como hora y medía. Imagínense cuanto hablamos.

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Al finalizar la representación, partimos hacia Milán y cuando llegamos a las tres de la mañana, sólo nos faltaba meter en la maleta lo que habíamos comprado en Verona y ducharnos. A las cuatro y un cuarto salímos para el aeropuerto. Dejamos el carro en el estacionamento y nos presentamos al mostrador, donde teníamos que entregar el equipaje y hacer el embarque. Sentía los ojos tan pesados y tenía un gran sueño, mientras estaba en la sala de espera, me parecía que de repente me podía quedar dormida, aunque estaba de pie. A Cielo, le habíamos comprado todo tipo de alimento para que su cat-sitter, o sea, el tio Luigi, tío de Lorenzo, se lo diera todas las mañanas y las tardes, cuando pasara por la casa. El avión no era demasíado grande y estaba lleno. Yo, durmiendo apenas se me presentaba la posibilidad. Inclusive, esto lo habíamos planeado: “al llegar, dormiremos todo el primer día”; nos habíamos dicho, “lo importante es que no perdamos esta oportunidad”.

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Aterrizaje en el Aeropuerto y llegada a Sharm El Sheikh

“La península del Sinaí es un territorio caracterizado por ser áspero y desértico”, es así, como una revista turística que compramos en el hotel describe esta tierra. Continúa la descripción con, “La historia de esta península se complementa con la leyenda: por sus majestuosas montañas, las costas del Mar Rojo, las bellezas de sus barreras coralinas y la rica fauna, ha sido justamente denominada “El jardín de Allah”. Es

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rica en yacimientos de cobre y de turquesa, los faraones, regularmente, mandaban expediciones para procurarse estos materiales preciosos. Más o menos después de mil años del inicio de la especulación de sus recursos, el Sinaí se convirtió, según la tradición bíblica, en la tierra del Éxodo que recogió por cuarenta años a los Hebreos que huían de Egipto. Aquí, Dios quiso manifestarse a los hombres, dándoles las Tablas de la Ley” En árabe Sharm significa “Bahía” y El Sheikh se puede traducir “El Jeque”, así que en conjunto Sharm El Sheik puede significar Bahía del Jeque. “Fue construido entre 1967 y 1970, durante la invasíón israelí, sobre un promontorio de piedras formado por una barrera de corales y fósiles que caracterizan la bahía de Sharm el Maya.” Sharm El Sheikh, es un pequeño pueblo de beduinos, que en los últimos años, ha tenído una metamorfosis debido al gran interés turístico. Ha mantenido sus caracteristicas egipcias, con pequeñas bodegas, bazares, restaurantes y cafetines orientales. El avión tocó pista a la hora indicada. Al bajar, estabamos como hipnotizados, al menos yo. Antes de entrar al aeropuerto para entregar los pasaportes, veías un paisaje muy particular, en esos instantes pensé en muchas cosas. Pensé: ¿a dónde estamos? ¿Hemos entrado en otra

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dimensión?. ¿Cuándo construyeron esto? todo esto y algo más.

Pensé

Parecía que alguien había pasado de prisa, la semana antes de que nosotros llegáramos y se había puesto a construir algo, que podía parecer unas paredes. Esas eran las paredes del aeropuerto. Hechas con ladrillos de cemento gris y más nada. Había mucha policía que te miraba con ojos enigmáticos, pero no entendías porqué te miraban así. Luego comprendí por qué tenían esa mirada, lógicamente, cuando uno llega por esos lugares nuevos y extraños, piensas que te miran así porque son demasíados severos. Mientras caminábamos se sentía un fuerte calor, que te abrasaba pero no te afectaba, porque no era un calor húmedo. Observabas a los policías y al extraño aeropuerto, tenías la posibilidad de mirar un poquito más allá de las paredes del aeropuerto y veías un paisaje sugestivo. Tu mirada no lograba llegar hasta el horizonte porque no lo veías, pero sabías que existía. Era sugestivo por todos los colores, parecía que constrastaban entre ellos y al mismo tiempo, creaban una armonía. Veías montañas de un gris azulado, otras rojas un poquito más allá, más adelante de repente una palmera y si volvías tu mirada hacia la otra parte, veías tierra amarilla y en el medio, una carretera ancha y más nada. Todos estos colores, 15


venían marcados más intensamente por la posición del sol, que entre un momento y otro cambiaba, logrando así dar distintos reflejos a lo que estabas admirando. Entramos al aeropuerto. Allí, había un hombre alto, delgado, trigueño, con anteojos, que tenía entre las manos un letrero con el nombre de la compañía que nos vendió el paquete del viaje. El quería hablar en un italiano comprensible, su intención era explicarnos, que teníamos que mostrar el pasaporte y el documento, en el cual declarabamos dónde ibamos a permanecer y cuánto tiempo. Esa planilla se la teníamos que dejar a los primeros funcionarios, que nos recibieron. Después que habíamos hecho esa primera cola, tuvimos que hacer otra y otro policía nos ponía un sello de entrada, en la hoja del pasaporte. Luego, salimos a buscar las maletas y no era demasíado largo lo que teníamos que caminar. El guía que tenía el letrero entre las manos y estaba bién vestido, nos dijo, que cuando hubiéramos ultimado todos los trámites, lo teníamos que ubicar donde nos esperaba, fuera del aeropuerto, para ír hacia el autobús, que nos llevaría al hotel. Cuando estábamos esperando que llegaran las maletas, tuve la sensación que improvisadamente habíamos traspasado algo, no 16


perceptible, era la misma sensación de antes, estabamos en otra dimensión. Habíamos previsto, conseguir una correa eléctrica que hacía pasar las maletas delante de ti y tú, con calma las reconocias y las colocabas en el carrito e ibas a buscar al guía que te estaba esperando. Esto era lo que creíamos iba a pasar. En vez de eso, nos conseguimos con una cantidad de hombres, creo que más o menos podían ser quince, que saltaban de la correa eléctrica hacia ti, preguntándote si ese era tu equipaje o apenas tú levantabas el brazo, otro hombre agarraba lo que estaba pasando delante de ti y te decía algo con la mirada: ¿es tuya esta maleta?. O si no, mientras veías a esos hombres que parecían zamuros, que estaban volando y observando desde lejos las carcazas que los invitan al almuerzo, tenías que estar escuchando a otros dos o tres, que te halaban por un brazo y pedían dos mil liras para llevarte las maletas. Al fin, Lorenzo y yo agarramos nuestras maletas y conseguimos al guía quien nos dijo: “síganme”. Como antes, no nos dijo nada más. De repente, cuando Lorenzo y yo, así como también todos los demás que estaban con nosotros, levantamos el primer pie del suelo para dirijirnos hacia el autobús, nos rodearon otro grupo de hombres, vestidos con pantalones y camisa con algunos botones abotonados o franela por fuera de los pantalones, sin un distintivo ni 17


carnet. No se decirte cuantos eran, se te acercaban tratando de quitarte las maletas de las manos, diciéndote, dos mil liras o tres mil liras. Lorenzo y yo llegamos cerca del autobús muy satisfechos porque ninguno se había apropriado de las maletas de nosotros. Nos paramos esperando el turno para meter las maletas en el maletero, un señor, alto, robusto con voz clara y decidida nos preguntó: ¿ustedes también son del grupo?. Agarró las maletas, las colocó en el maletero, se paró y nos dijo: ¡cinco mil liras! Lorenzo y yo pusimos una cara y le preguntámos los dos: ¿usted, qué fue lo que nos dijo?. El tipo, esta vez con una vocecita, que casí ni lo oímos, nos contestó: ¡yo trabajo!. Y le contestamos ¡Nosotros también!. El hombre nos dijo: bueno, -dénme dos mil liras-. Nos volteamos y cerca del autobús no se veía ni siquiera la sombra del guía. Cerca del autobús habían más hombres con la misma mirada del policía y así fue como comprendimos, que ahí había más miseria de lo que podíamos imaginar. Dimos al hombre las dos mil liras y subímos al autobús. Esta fue la primera vez que pensé que, esta gente era demasíado pobre, que no había trabajo. Los que te perseguían por ese breve espacio que hay entre el aeropuerto y el sitio donde estaba estacionado el autobús, pidiéndote dos o tres mil liras para llevarte las maletas, no eran niños ni

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adolescentes. Eran hombres, que sin duda tenían familia e hijos. La única mujer que vi, en esos pocos momentos, desde cuando llegamos, hasta cuando subímos al autobús, fue una, que escondida entre unos velos estaba limpiando los únicos vidrios, que habían en el aeropuerto. Ella fue la única mujer, que logramos ver en los primeros cinco días que estuvimos ahí. La otra la vi en la playa, donde íbamos cuando no habíamos organizado ningún tour. La vimos sentada en las sillas donde tomábamos el sol. Tenía el pelo oscuro, largo y recogido en un moño, de piel lisa, se veía que era gordita. Estaba sentada a la sombra, con un vestido largo, mientras tanto su hombre y sus niños se divertían en el mar. Su rostro no tenía expresión, no se le leia cara de felicidad, ni de sufrimiento, ni de ira, creo que la expresión más apta era la de resignación. He olvidado decirles que la temperatura era casí de 42 grados. Cerca de mi, estaba una muchacha muy delgada en monoquini, que tomaba el sol, con su novio enfrente de ella y yo me preguntaba: ¿quién sabe que está pensando esta señora de nosotras, mujeres del occidente?, que estábamos desvestidas para tomar sol.¿Quién sabe si sentirá verguenza?. ¿Ira?. ¿Verguenza?... El hombre que estaba con ella, me hacía sentir muy mal. Tenía puesto su traje de baño, estaba 19


en el agua bañandose, miraba y observaba a las otras mujeres occidentales, como yo, que se bañaban mientras ella estaba sentada, envuelta en sus vestidos a la sombra y bajo 42 grados de temperatura. Bueno, subimos al autobús ¡finalmente!, sobre todo porque hacía tanto calor y la primera sensación, que tuvimos fue tan alentadora, porque estaba encendido el aire acondicionado. Nos sentamos todos y los muchachos de la animación, nos explicaron lo que teníamos que hacer y no hacer, para evitar problemas con la policía o con los del hotel y además, nos dieron algunas indicaciones para pasarla bien durante esos días de permanencia allí. Desde el aeropuerto hasta el hotel, donde ibamos a permanecer, empleamos más o menos unos quince minutos. Fuimos hacia la recepción, entregamos los pasaportes, nos enteramos a qué hora servían el almuerzo, agarramos las llaves de la habitación, nos duchamos y fuimos a almorzar. Apenas lográbamos tener los ojos abiertos y al terminar de almorzar, el resto del grupo se fue para la playa, mientras Lorenzo y yo nos fuimos a dormir. Descansamos como tres horas. En los quince minutos que hay entre el aeropuerto y el hotel, sólo se veía tierra, soledad, una imensidad de tierra, donde no logras ver ni 20


siquiera un pajarito volar y el paronama era el mismo que antes describí. De vez en cuando veías una camioneta o un carro grande enorme que pasaba con algunos hombres dentro. ¡Tenían una cara, por Dios! En esos días veía a Lorenzo como Alain Delon, pero cuando tenía veinte años menos. Solamente cuando estábamos cerca del hotel, donde había un pueblo, se veía un conjunto de casas blancas, algunos negocios y un carro, que transmitía una música local. Apenas entrabas al hotel, veías una puerta grande, alta y amplia. Todo el arrendamiento era muy simple, con muebles de vimini, mesas con vidrio, tapices y cuadros colgados en las paredes. Los cuadros eran muy bonitos porque tenían unos colores muy alegres. La mayoria representaba mujeres muy bonitas. Además, había tiendas, donde te vendían las cosas características de artesanía y una joyería. Enfrente de la puerta grande en la entrada, había otra por donde salías, hacia un patio lleno de flores y de árboles, matas muy bien cuidadas y una grama verdecita. Además, habían tres piscinas, dos toldos y en otra parte estaba el teatro y antes de eso, unos sofás y poltronas, donde en la noche, se sentaban los hombres a fumar. Alrededor de todo esto estaban ubicados los apartamentos. Internamente los apartamentos

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eran muy confortables acondicionado.

y

tenían

aire

Algunos amigos me habían dicho, que no existian los zancudos y de verdad no vi ni uno. Pero en cambio habían muchas moscas. Nos habían aconsejado llevar un aparatico de esos eléctricos, que matan las moscas... pero el aparatico, que me llevé como que servía nada más para moscas italianas, porque las moscas egipcias, continuaban volando para arriba y para abajo, sin la más mínima consideración por nosotros, a cualquier hora y momento. Considerando que era algo muy fastidioso, no solamente para nosotros, sino para otros huéspedes, cuando nos conseguimos en el salón del hotel, logramos hablar con algunas personas, que nos aconsejaron la técnica más antigua del mundo, o sea, matar moscas con un paño, así que todos los días matabamos, en realidad lo hacía yo, mataba tres moscas. Lógicamente la primera vez no logré darles un buen golpe con el paño, pero luego me perfeccioné. Esta era una condición, para poder empezar a hacer cualquier otra cosa, dentro de nuestra habitación. Sinceramente, no hablamos más de este tema con los demás. Cenamos tranquilos y cuando salimos satisfechos del restaurante, logramos admirar el cielo, era de un azul marino profundo y estrellado. Las estrellas eran lindas y de un plateado brillante que junto al canto nocturno de los grillos y el 22


aliento del aire, que te envolvía en una sensación etereamente placible, te dejaba trasportar por el parque y caminando con la mirada hacia el espacio, tenías la sensación de poder flotar. Cuando llegabamos a los apartamentos escuchamos unas voces y ahí desapareció el encanto. Nos acercamos al palco del teatro y estaba por empezar la presentación del grupo de animadores y quienes trabajaban ahí y que son parte de la compañia Planeta Tierra. “Ellos pertenecen a un grupo de trabajadores del turismo, que tienen como objetivo principal respetar, valorizar y defender la naturaleza...” así se presentan en la guía turística que compré en el hotel. Hicieron una buena presentación: nos hablaron de la naturaleza, de cómo teníamos que respetarla, de las excursiones que se podían organizar, del programa que ellos nos ofrecerían todas las noches y durante el día. Son 6 jóvenes italianos, que desde el mes de abril estaban ahí en Sharm el Sheikh para trabajar como animadores, hacían teatro y comedía, cantaban, bailaban y contaban chistes. Bueno, hacían de todo para que disfrutaramos de una semana de vacaciones y creo, que era útil para ellos así el tiempo les pasará más fácilmente y con menos sentimientos nostálgicos. Cuando supe de las excursiones que se podían hacer, pensé como proponerselas a 23


Lorenzo para que él se entusiasmara. A él le gusta mucho la playa y sobre todo este tipo, que tiene todas las características de las playas exóticas. Al fin lo convenci y nos inscribimos en la excursión al Monte Sinaí, o sea el Monte de Moisés y al Monasterio de Santa Catalina (esta era una sola excursión), que la hicimos el lunes. El miércoles fuimos al Parque Ras Mohammed (o sea cabeza de Mohamed) y el viernes, fuimos a ver cómo se construye el papiro y a visitar un pueblo, que vive de la artesanía. Naturalmente, el primer día lo pasamos frente al mar. El hotel ofrecía un viaje a la playa en una pequeña camioneta o si no, podías llegar a ella, caminando unos quince minutos, a veces íbamos o regresabamos a pie y otras veces, con la camioneta. Ese primer día, nos levantamos a buena hora y fuimos a desayunar. El restaurante ofrecía un menú variado. Dentro del restaurante estaban todos los hombres que allí trabajaban, las únicas mujeres que vi estaban en cuadros colgados en la pared. Cuadros pintados con colores muy alegres y decididos. Una de las recomendaciones escritas a la entrada del restaurante, era la de entrar con un tipo de vestuario, adaptado a la temperatura fria por el aire acondicionado y también por buena educación.

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Cierto, hay que colocarse por un momento en la situación de los hombres que viven en los paises del oriente, su educación, mentalidad y lo que imponen a las mujeres, como por ejemplo: que no se ofrezcan a la vista de los demás; al ver a las mujeres occidentales, sobre todo las más jovenes y bonitas, aunque lamentablemente no todas, que pertenecen a otras culturas como las alemanas, ingleses, inclusive las italianas e igualmente, los hombres, que se presentaban vestidos al restaurante como si estuvieran en cualquier lugar occidental, estos pobres hombres, no se si todos eran árabes o egipcios, se perdían o mejor dicho, no lograban una buena concentración cuando al lado de uno de ellos, o un poquito más allá, pasaba una mujer a quien se le veía el traje de baño, debajo de un velo transparente, se quedaban como hipnotizados. Creo, que para ellos era un sufrimiento, miraban, se hipnotizaban, pero se permitían solamente eso. Eran aparentemente muy respetuosos, otros eran juguetones, cuando uno se presentaba frente del buffet y se volteaba para elegir algo y no mirabas el plato que tenías en la mano, porque estabas buscando la manera de elegir o buscar lo que más te agradaba; uno de los cocineros que estaba ahí para ayudarte, te ponía algo en el plato o si soltabas el plato por un momento, porque ocupabas las dos manos, uno de ellos te lo escondía y después cuando observaban tu cara de sorpresa te sonreian y 25


entonces, te ponías a reir. Las mismas cosas se las hacían a los niños, les escondían la comida o se escondían detrás de una columna, ésto los hacía resultar más simpaticos. Estas eran las únicas veces que un hombre te sonreia o te miraba a los ojos, porque las otras veces hablaban primero al caballero que estaba contigo. Otra caracteristica de los hombres que trabajaban en el restaurante, o los que limpiaban (aquí tampoco las mujeres limpiaban), era que se designaban como tu camarero o tu servidor, porque más luego, esperaban una propina. Entre ellos, se disputaban al cliente benefactor en un idioma no muy comprensible para nosotros occidentales, pero si con una gestualidad facial muy clara, que hacía entender que ese era su cliente, tal como el animal salvaje defiende su territorio. Fuimos a la habitación a buscar las chapaletas, las máscaras y lo necesario, que ya habíamos dejado preparado y nos dirigimos hacia la playa. Llegamos, entregamos el carnet que nos habían dado en el hotel, para obtener las toallas para la playa y las sillas de extensión, buscamos un lugar donde podíamos dejar las cosas y empezamos nuestra experiencia. Cuando llegamos a la playa me encontré una muchacha que estaba con nosotros en el hotel, nos presentamos y lo mismo hizo Lorenzo. Ninguno de los tres había practicado snorkeling. El agua era tibia, así que no sufrías cuando 26


empezabas a entrar al mar. Al lado de la playa, habían construido un muelle donde estaban pocas embarcaciones, los buceadores empezaban sus aventuras submarinas y donde los turistas como nosotros, empezaban a practicar snorkeling. En el viaje conocimos a una señora argentina que vive en Italia y quien nos dió su dirección para que le mandaramos las fotografías que había tomado Lorenzo, sobre todo la de una tortuga gigante. Después de almuerzo fuimos a descansar, porque a las once de la noche ibamos a participar en una excursión y debíamos tener muchas energías. Ibamos al Monte de Moisés o sea Monte de Sinaí.

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Excursión al Mont Sinaí

A las once de la noche, las seis personas quienes iban a participar en la excursión, más nosotros dos y el guía con el chofer, estabamos delante del hotel. Nos parecía exagerado lo que nos habían dicho los organizadores de la excursión y que además, estaba escrito en las propagandas turisticas, teníamos que llevarnos vestuario pesado, de lana, para la excursión. Nosotros lo hicimos, más por precaución que por convencimiento; luego más tarde, nos dimos cuenta que en realidad, era necesario. Condición

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importante era tener siempre el pasaporte con uno. Salimos en un viejo autobús y ahí se presentó el guía, de nombre Miled. En su idioma, significa Navidad. Hablaba un discreto italiano. No muy alto de estatura y de constitución delgada. Tenía una mirada distinta a los demas egipcios, me daba la sensación, que era una persona acostumbrada a pensar bien lo que te iba a responder, cuando le hacías una pregunta. Estabamos todos muy emocionados, nos presentamos y el guía nos describió lo que iríamos a presenciar y a conocer al término de las tres horas y algunos kilómetros, que teníamos que recorrer en el autobús. Creo que Lorenzo y yo estabamos todavía envueltos en las sensaciones etéreas de la noche y por las bellezas, que habíamos visto durante el día. Sinceramente no nos preocupamos. El objetivo de salir a la montaña a esa hora, es presenciar el levantarse del sol en un lugar que está a 2285 metros sobre el nivel del mar. La importancia turística no solamente es porque Moisés en esta montaña, según la tradición biblica, recibió los diez mandamientos o sea las Tablas de la Ley sino que en su parte más alta se construyó una capilla en el año 1934, sobre las ruinas de una Iglesia del siglo V y para llegar cerca, hay que subir 700 escalones tallados en la misma roca.

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A la una de la madrugada llegamos a un lugar, donde la oscuridad del cielo estrellado te impresionaba e hipnotizaba y donde teníamos un sólo rayo de luz, que provenía de la linterna que nos había dado el guía y con ésta iluminabamos el camino. Lamentablemente, la luna no nos honró con su presencia. Empezamos a caminar y a subir. Todos estábamos llenos de energía. Al continuar subiendo, te das cuenta que, estás en un lugar que no conoces, en el que no existen límites y la oscuridad de la noche se confunde con la oscuridad de la tierra; de improviso, en esa oscuridad y el silencio más profundo empiezas a sentir la presencia de sombras. Todo estaba oscuro. Cuando te das vuelta, estas sombras con su mumurar se sienten más intensas, levantas la linterna y la sorpresa es que éstas sombras son beduinos con sus camellos, que están esperando a los turistas para llevarlos a la cima del Monte. No sé cuantificar exactamente cuantos eran, pero creo que en esa pequeña curva podían haber como cincuenta con sus respectivos camellos. El mal olor, la oscuridad y las expresiones de estos hombre me inquietaban, me empezó a latir fuerte el corazón, tuve un síntoma de ansiedad fuerte, tenía miedo, llamé al guía, estaba muy asustada y le pedí el favor de no olvidarse que estábamos en el grupo. El no comprendió porque tenía tanto miedo. Continuamos subiendo, estas sombras comenzaron a seguir silenciosamente tus pasos, de 30


repente te consigues con el hocico de un camello cerca de tus orejas, que hace un extraño rumor y te muestra todos sus dientes. El corazón empieza otra vez a latir más fuerte y siento una gran ansiedad, lo cual me creó un nudo en la garganta, me volteo y veo el rostro de un hombre bronceado por el sol, con un turbante en la cabeza, con una mirada fija, la expresión de la cara era esquelética, con pocos dientes y unos colmillos que habían asumido una forma extraña, parecían realmente las raíces de un viejo árbol y silenciosamente susurraba: “camello, camello, camello, camello” Lorenzo comenzó a sentir el cansancio y yo que corria de vez en cuando para alcanzar al guía y pedirle, que le dijera a los beduinos que se fueran, el corazón rimbombaba en mis orejas, tenía ganas de empujar a todos los camellos y sus beduinos al abismo que estaba, según salíamos en las vueltas, a la derecha o a la izquierda. Creo que Miled comprendió, que realmente yo estaba mal por estas silenciosas presencias, que mientras más subias, más aumentaban como fantasmas y que te susurraban: “camello, camello, camello, camello”. De repente veías que en silencio algunos turistas, debido al cansancio, desistían y alquilaban al camello y su beduino. Se hacian pagar 10 $. Por un momento pensé que eso podía ser una solución, pero solamente cuando tenías atrás de ti 31


otra presencia, que te decía: “camello, camello, camello, camello”, sentía un escalofrío por todo el cuerpo y ganas de llorar, que por respeto a mi misma no lo hice. Muchas veces pensé: ¿quién me mandó a meterme en esta situación?. Pero no decía nada, porque veía que también Lorenzo estaba agotado. Le quité el morral y lo cargué yo para ayudarlo. No eramos los únicos en esta aventura. Era un mar de personas que subían: hombres, mujeres, niños, niñas, alemanes, italianos, españoles, franceses, ingleses y americanos, todo el mundo subía con prisa, porque querían alcanzar la cima antes, que levantara el sol. Otro motivo, que me hacía sentir asustada cuando pensaba la alternativa del camello para llegar a la cima, era que ya caminando tenías que estar atenta para no caer en el abismo, que se veía cuando salías de las curvas, imagínate, yo montada sobre un camello, ¿cuán alta me sentiría? y además, así me hubiera parecido, era más grande la altura que me separaba del precipicio y más profundo el vacio. Pasan dos horas de camino, subimos y subimos, entre el cansancio que estabamos acumulando, la ansiedad por las sombras de los beduino y las sombras de sus camellos, el rostro marcado de estos hombres, la oscuridad, el caminar por lugares que no conoces y la sensación de tener alguien atrás, que está esperando que abandones, porque la sensación que transmitían 32


en sus miradas era, “tu vas a renunciar, aquí estoy esperándote, aquí estoy, “camello, camello, camello, camello”. Nosotros con el morral lleno de suéteres y de vez en cuando, pasaban cerca de nosotros personas en shorts y camisetas; al verlos, pensaba: ellos sí que son inteligentes y nosotros cargando con este morral. Pedimos al guía que se parara dos o tres veces, Lorenzo estaba sudando, casí todos los camellos habían sido alquilados y quedaban dos beduinos con sus camellos, que nos perseguían como hombres silenciosos, pegados a tu persona para recordarte que estaban ahí y te susurraban, “camello, camello, camello, camello”. Aquí, le pedi el avor al guía que le dijera a los beduinos, que se desaparecieran; él, no sé si se los dijo en su idioma, pero se fueron. Empecé a relajarme por este motivo, Lorenzo estaba realmente demasíado agotado, reconoció que no podía más y me pidió que pararamos.

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El hombre de las mil expresiones

Estabamos cansados y agotados, habíamos dicho a los otros componentes del grupo que estabamos sintiendo el cansancio y les dijimos que si querían adelantarse, para nosotros no había ningún problema. El cielo estaba de un azul marino intenso y lleno de estrellas, era bellisimo. En una de las curvas habían construido un negocio, con unos cuatro ladrillos y una ventanita abierta, donde vendían Coca-Cola, café, te y creo, que algo como caramelos. Llamamos a Medid y le dijimos, que no nos era posible continuar. Lorenzo

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estaba demasíado agotado y sudado. El nos indicó, que el dueño de la bodega era una persona que le daba confianza y le preguntaría si nos podíamos quedar con él. Mientras tomabamos esta decisión, Miled creia que se iba quedar nada más Lorenzo, pero le dije, que no lo dejaria solo, él se ofreció a quedarse con Lorenzo, para que yo pudiera alcanzar la cima de la montaña a tiempo. Pensé que dejar a Lorenzo solo en esa situación, con un egipcio que apenas hablaba italiano y otro que hablaba inglés, no le hubiera gustado para nada. Además, no me sentía muy segura caminando sola por esa montaña, aunque ya estabamos muy cerca de la meta y también, porque el guía tenía la responsabilidad del grupo y no me pareció muy buena idea, que los dejara solos. Lorenzo estaba muy apenado conmigo, pero me parece que cuando un compañero de vida y de viaje te comunica que no puede dar más, hay que comprenderlo y aceptar la situación. Logré disfrutar lo mismo y compartir con él un hermoso panorama e intensas emociones, que estando separados no lo hubiéramos podido hacer. Miled continuó su viaje y nosotros nos quedamos con el hombre de las mil expresiones. La bodeguita tenía una ventana, que se abría por delante, como si fuera una tapa que se levantaba con una cabuya. No tenía luz eléctrica, pero había una lámpara de kerosén. Esta permitía iluminar un 35


poquito adentro de su bodega y un poquito afuera, todo el resto estaba oscuro. Era la condición ideal que permitía disfrutar un espectáculo maravilloso, el cielo azul marino, estrellado, millares de estrellas que brillaban, donde no habiendo luces artificiales, en consecuencia, no existía la contaminación de otras luces, nada más veíamos estrellas plateadas pequeñas y grandes, una más brillante que la otra. Parecía que se habían dado cita en ese lugar y estaban participando en un concurso entre ellas mismas. Querían demostrar, cuál de ellas lograba iluminar más intensamente la oscuridad de la noche y la oscuridad de la tierra. Todas esas pequeñas luces juntas creaban un espectáculo inolvidable. Estando a esa altitud y aunque no logramos llegar a los 2285 metros, la sensación era que estábamos más cerca del cielo, deseé y pensé sobre lo que cada niño pide a un adulto, y me dije a mi misma: “casí, casí, si me pongo en punta de pie logro alcanzar una estrella o toco y acaricio el cielo con la mano” todo era silencio. Sabía que no era posible pero con el pensamiento lo hice, sólo que mientras más me ponía en punta de pie, más se perdía mi mano en el profundo azul y cuando parecía, que estaba logrando alcanzar una estrella, ésta se me resbalaba de la mano. Pero me sentía igualmente feliz, porque sabía que podía pensar en hacerlo.

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Todo era silencio, había pasado como medía hora que estabamos ahí sentados y de vez en cuando pasaban, algunos turistas corriendo porque se estaba acercando el amanecer, una vez pasados los turistas volvía el silencio. El hombre de las mil expresiones continuaba haciendo sus cosas, nos preguntó en inglés si queriamos tomar te caliente, le agradecimos, pero preferimos no tomar nada. El hombre parecía tener mil expresiones, cuando la bodega estaba abierta y la lámpara de kerosén iluminaba en prospectiva, su rostro parecía el de un hombre mayor. Cuando salía para ir a lavarse las manos, la expresión era la de un joven y cuando se volteaba para buscar algo, la expresión era la de un hombre sin edad. Sus manos eran delgadas, finas, dedos afilados, no tenía las manos arrugadas. Me quedé por algún tiempo admirandolo e intentando darle una edad, me fue imposible. Se habían hecho casí las cuatro de la madrugada, el hombre nos invitó a entrar en la bodega porque estaba listo para cerrar y nos ofreció unas cobijas, que tenían el mismo olor de los camellos. Este hombre me daba confianza. Lo segu¡ con la mirada buscando siempre lograr captar algo particular, en su cuerpo, que me ayudara a darle una edad, pero al final renuncié, para mi quedó impreso en mi memoria como el hombre de las mil expresiones. Ya casí no pasaba ninguna persona, el hombre de las mil expresiones cerró su bodega con 37


nosotros adentro y empezó a hacer sus rituales para ir a dormir. Dentro de esta bodega había una habitación vacía, la única cosa que tenía eran unos asíentos alrededor de las paredes hechas con el mismo cemento. Ahí fue donde nos sentamos. El hombre arregló su cama. Creo que ahí todas serán más o menos iguales, bajas, apenas levantadas del piso y hechas con materiales que no logré ver bien por la oscuridad. Habían cobijas y tenía al lado un pote de lata o algo similar que usaba como mesita de noche, donde estaba su peine, sus cigarrillos y su cenicero; cuando terminó de hacer todos sus ritos apagó la luz, nos saludó y se durmió. Nosotros estabamos ahí en silencio y sabíamos, que en una hora más o menos, pasarían nuestros compañeros de viaje, porque por ahí tenían que regresar. Después de algunos momentos, decidimos salir y ahí fue cuando comprendimos, por qué teníamos que llevar los suéteres y abrigos, !qué frio!. Entramos inmedíatamente a buscar las cobijas, que el hombre de las mil expresiones, amablemente nos había prestado y apenas nos cubrimos, nos sentamos sobre una piedra, uno muy cerca del otro y comentamos la belleza, que teníamos delante de nuestros ojos. Créeme que ahora cuando estoy escribiendo estas páginas, es como si el paisaje lo tuviera delante de mis ojos, ese cielo azul oscuro con todas esas estrellas brillantes, plateadas y tan 38


cerca, casí al alcance de mis manos. Lorenzo y yo muy cerca porque el frio era fuerte. Yo casí pidiendo a Dios, que se acelerara el amanecer, porque aunque tenía encima todo lo que me había traído; además, de las cobijas que el hombre de las mil expresiones nos había prestado, yo tenía frio. Después el espectáculo se hace más bonito, cuando ves que empieza a cambiar el color del cielo, comienza el amanecer, los colores que se presentan a la vista de tus ojos te transmiten emociones de maravilla, esperas que llegue el momento más bonito y entusiasmante para fotografiarlo, sin pensar que cada momento que estás viviendo, es el más bonito y que no lograrás verlo otra vez, porque nada se repite del mismo modo, en la naturaleza. Toda la luz del sol con sus colores, empieza a asomarse con delicadez, ingenuidad, pudor, reserva detrás de la montaña y nosotros, calladitos casí para evitar fastidíarlo, como si hubiesemos tenido miedo, que una vez descubierta nuestra presencia se atemorizaría y regresaría a esconderse. En vez de esto, el sol con sus colores empezó a tomar más energ ía y todo lo que nos rodeaba hasta ese momento y la oscuridad de la noche que se confundía con la oscuridad de la tierra, empezaba a desaparecer. Todo estaba tomando color y todo estaba tomando calor. Todo lo que hace algunas horas parecían sombras tomaba aspecto humano, todo 39


estaba perdiendo su anonimato, lo que nos rodeaba empezaba a tener colores maravillosos: la tierra amarilla, las montañas de un gris azulado, los abismos se veían claramente, hasta los camellos que empezaban a bajar, con sus turistas sobre el lomo eran simpáticos y hasta le tomé fotografías a Lorenzo cerca de ellos. Los beduinos que bajaban a pie, al lado de sus camellos quedaron igualitos, no lograron beneficiarse del aspecto mágico de las primeras luces del día. Mientras más salía el sol, empezabas a sentirte mejor y a despojarte de todo lo que hasta hace poco tiempo te cubria. Doblamos las cobijas y las colocamos dentro de la bodeguita sobre algo, que podía parecer una mesa y le dejamos algo de dinero al hombre de las mil expresiones, para agradecerle por su hospitalidad. Oímos voces, eran nuestros compañeros de viaje quienes nos estaban llamando y cuando llegaron cerca de nosotros, nos contaron todo lo que habían logrado ver desde los 2285 metros, haciendo una comparación con lo que habíamos visto nosotros. Amablemente, nos dijeron que era la misma cosa, que nosotros habíamos presenciado. Empezamos a descender, todo tenía otro aspecto y de vez en cuando pensaba en la sugestiva sensación, que había tenido la noche anterior: la angustia, el miedo a esos hombres, la oscuridad, el no lograr ver hasta donde tenías que 40


llegar, que comparado con lo que estabas viendo en este momento, parecía que habían sido sensaciones de hace mucho tiempo, el espíritu con el que estabamos bajando era distinto, hablabamos, reíamos y hasta intercambiamos chistes con el guía. La nueva meta era el Monasterio de Santa Catalina, para lo cual caminamos otras dos horas y medía para poder alcanzar el sitio, bajando por la parte opuesta, a donde subimos.

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El Monasterio de Santa Catalina El célebre Monasterio de Santa Catalina, construido por el Emperador Justiniano al pie de la montaña sagrada, donde Moisés recibió las Tablas de la Ley, ha sido desde el Medioevo una de las grandes metas de los peregrinos de la cristiandad. La región de Santa Catalina, con sus 4.300 kilómetros cuadrados, constituye la parte protegida, más grande del Sinaí. El clima y la naturaleza del sitio ofrecen un paisaje único al mundo, con una flora y una fauna particular, que

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han mostrado una sorprendente adaptación a las dificiles condiciones ambientales. La región de Santa Catalina es importante por su Monasterio, ubicado a una altura de 1570 mts, en la montaña de Moisés. Según la tradición, el Monasterio fue construido donde Moisés vio prendida la zarza que ardía sin quemarse, más o menos en el siglo VI. De este mismo período se puede resaltar la muralla, que todavía circunda los edificios que forman el Monasterio. Solamente a partir del siglo XI el Monasterio fue dedicado a Santa Catalina, una joven cristiana de Alejandria, martirizada a inicios del IV siglo. Según la leyenda, su cuerpo fue encontrado milagrosamente en la cima de una montaña cerca de la Montaña de Moisés y por eso desde ese momento la denominaron Gebel Katherina. Es la montaña más alta del Sinaí, tiene 2.637 metros. Actualmente, sólo una pequeña parte del gran Monasterio es accesible al público; las zonas que se puede visitar son la Basílica al estilo bizantino, de tres naves; el pozo de Moisés, donde la tradición nos hace saber, que fue ahí que por primera vez donde él encontró a su futura esposa Séfora, la Zarza Ardiente, el jardín de los monjes y el osario. La biblioteca (considerada por muchos estudiosos como la segunda de importancia en el mundo, después de la del Vaticano), el antiguo

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refectorio y la Capilla de la Zarza Ardiente no están incluidos en las visitas. Hoy, en el Monasterio están activos unos quince monjes, quines siguen la liturgia de la Iglesia Ortodoxa de Oriente, según la guía del Archivo de Santa Catalina. Nos dimos cuenta que estabamos llegando, porque empezamos a conseguir niños que vendían piedras o pequeños objetos; cuando ellos veían que no estabas interesado en lo que te proponían, te pedían dinero porque tenían hambre. No fueron muchos los niños que encontramos por ese camino áspero, fueron sólo tres o cuatro. Ya empezábamos a sentir que el sol estaba calentando mucho por donde estabamos caminando. Logramos entrar al recinto, nos sentamos y quien tenía necesidad fue a buscar un baño. El sol estaba empezando a pegar fuerte. Todos estabamos ahí, había quien tomaba agua y quien comía lo que el hotel nos había preparado. Observé lo que estaba a mi alrededor: veía niños, hombres vestidos de manera distinta respecto a los de Sharm Sheikh, llevaban una túnica larga y en la cabeza como un gran pañuelo, se parecían a los personajes de las películas de Moisés y de Jesús, además habían gatos egipcios.

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Una de las muchachas que estaba con nosotras y otras fueron a buscar un baño y regresaron; no nos dijeron que lo habían utilizado, puede ser que lo único que consiguieron fue la posibilidad de que no las viera ninguno, pero de baño había nada más, cuatro paredes y un hueco. Viendo los gatos egipcios pensé mucho en Cielo, no son feos los gatos egipcios, pero estoy tan acostumbrada a mi gata, que en mi pensamiento repetí varias veces, que ella es una hermosura de gata. Muchas veces me repetí a mí misma que mi gata era la más bonita del mundo. Acostumbrada a ver siempre ese hocico chato y con todo ese pelo largo enrollado de color gris perla, distintamente a lo que son los gatos egipcios, que tienen una cara con forma de cono y las feas orejas; sin duda, si lo pienso otra vez, estoy segura que repito, Cielo es verdaderamente muy linda. Con nosotros estaba un señor, quien tiene una particular pasíón por Sharm El Sheikh y nos contó, que esta era la tercera vez que regresaba ahí, aunque era la primera vez, que venía a ver la Montaña de Moisés y el Monasterio. El señor se había traido algo para desayunar y delante de él se habían colocado dos o tres gatos y él de vez en cuando les echaba algo en el suelo; yo veía que, los gatos no le quitaban la mirada de encima al señor que estaba con nosotros, pero veía también

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que había hombres, que no le quitaban la mirada de encima a los gatos, no se porqué. Nos sentamos a esperar a que abrieran la Basílica y nos acercamos a la entrada, ya que había que presentar los documentos a los policías antes de entrar. Abrieron las puertas y el guía comenzó a explicarnos algo, nos hizo ver el pozo donde Moisés conoció a su esposa, la Zarza Ardiente, la Basílica: los íonos y sus monjes, el osario etc. Nos quedamos ahí como unas dos horas y luego, empezamos a caminar para regresar al autobús por la parte trasera del Monasterio, donde habían algunos niños que te pedían algo, te decían “hambre, hambre”. Eran de caras lindas, con el pelo que parecía estopa, por la arena y por la falta de higiene. Cuando te sonreían veías unos dientecitos blancos y todos con las encías llenas de sangre. Hice una pregunta al guía, que pensándolo bien hoy, fue muy ingenua: ¿a estos niños no les enseñan nada?, ¿no van al colegio?, ¿no los instruyen? y Miled me preguntó si yo era una maestra. Conseguimos otro grupo de niños, que estaban jugando con un tablero dibujado en la arena y lo que más me sorprendió fue que como fichas, usaban unas peloticas de color marrón. Fue solamente después, cuando pasando cerca de unos camellos, observé lo que estaba en la tierra 46


junto a las patas de ellos, capté y comprendí el origen de esas pelotitas y que era lo mínimo, si a esos niños les salía sangre en las encías. Me quedé muda cuando me di cuenta, que los niños estaban jugando con algo, que nunca en mi vida se me hubiera ocurrido pensar, podía ser una solución para un juego. Caminamos y llegamos a donde estaba el autobús. Nos montamos, el sol estaba más fuerte, sentía los ojos pesados por el sueño y por el cansancio. Todo lo que estaba delante de nuestros ojos cansados, era arena, sol, montañas de gris azulado, montañas rojizas, tierras amarillas y un sol fuerte que te hacía pesar más los ojos. Entre el calor y el cansancio te dejabas mecer por el movimiento del autobús y luchando con el sueño, te hacía sentir que estabas por caer rendida. De repente el chofer para el autobús y me despierto. Lorenzo me dice, que se ha detenido para hacernos ver esas montañas. Busco mi cámara de fotografía y bajo junto a algunos del grupo, en realidad valió la pena. Eran montañas en las que se veían algunas figuras, parecían pequeños animales y personas esculpidas en esa montaña, si no fuera porque sabía que estabamos en el desierto, hubiera podido preguntar, si alguien había hecho semejante obra de arte. El escultor existía y ese era el viento. Es el viento del desierto, que completa semejantes obra de arte, es el que elabora en algunas montañas esas pequeñas figuras. Estaba muy emocionada por lo 47


que estaba viendo; tomé unas fotografías, pero no se como usé la cámara entre el calor y el haberme despertado de repente, porque cuando mandé a revelar la película, ni siquiera salió una fotografia de esa montaña. Cuando regresabamos al autobús, conseguimos cuatro o cinco niños, que no se de dónde salieron, porque estábamos en el medio del desierto. Decían “hambre... hambre.” Siempre con las encías llenas de sangre y el pelo que parecía estopa, con unos grandes ojos y muy flacos, eran hijos de beduinos, que vivían en el desierto. Teníamos nuestros desayunos y se los ofrecimos, pero por el hambre que tenían, no era suficiente lo que le dimos. Llegamos al hotel a las doce y medía del día martes. Lo primero que hicimos fue ducharnos, porque se sentía mucho el olor a camello y no era agradable. Aunque estabamos muy cansados fuimos a almorzar y luego a descansar. En mi mente emotiva se han grabado esas lindas sensaciones y emociones, que aunque ya han pasado varios meses, cuando las evoco en mi memoria, me hacen sentir flotante y liviana, como cuando empecé a admirar la belleza del desierto, al momento del amanecer.

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Snorkeling Después que regresamos de la excursión al Monte del Sinaí, descansamos y pasamos el resto de la tarde en la piscina. El sol estaba muy caliente y muchas personas estaban ahí, debajo de los toldos, como yo o estaban en la piscina para poder sentir confort, sumergidas en el agua. Mientras tanto, Lorenzo decidió quedarse en la habitación para descansar un poco más. Después de cenar, caminamos por el patio del hotel y de nuevo entramos en contacto con esa atmósfera tan agradable: el silencio, la oscuridad del cielo, las estrellas plateadas, los grillos que armonizaban con una particular melodía y ese

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calor que te hacía sentir rodeada por unos brazos, relajada y sostenida. Decidimos mantenernos ahí y nos sentamos a escuchar ese melodioso silencio y disfrutar de esta atmósfera mágica. Mientras estabamos ahí, comentabamos que antes de irnos a dormir, nos hubiera gustado sumergirnos en la piscina. Sabíamos que muy pocas personas lo harían y así la piscina sería solamente de nosotros dos o casí de nosotros dos. Escuchamos voces que venían de la dirección del Anfiteatro. Los animadores estaban por dar inicio al espectáculo y decidimos unirnos a los demás, ahí conseguimos a algunos del grupo, que había participado en la excursión de la noche anterior. Nos pusimos a hablar y a comentar, por un breve momento, lo que habíamos visto durante la excursión. Llegó un grupo de muchachas que conocían a algunos de nuestros compañeros de viaje, una de ellas era sobrina de uno de ellos. Nos presentaron y empezaron a hablar entre ellos. Las muchachas, al menos una de ellas había hecho una conquista, otra se sentía perdida por uno que sinceramente le había confesado, que a él no le interesaba nada de ella. Pasaron el resto del tiempo haciendo planes, una para salir con la conquista y la otra para ver cómo podía hacer, para que otro se interesase por ella. Bueno, desde el momento que llegaron las muchachas con sus problemas de amores, participé y no con Lorenzo, me sentí muy fuera de 50


la situación, en algunos momentos pensaba que había sido excluída, estaba pasíva, fuera de mi lugar, aburrida y brava . Nos despedimos y nos preparamos para meternos en la piscina. El agua estaba caliente, a pesar de que eran las once y medía de la noche y se sentía de lo mejor estar sumergidos. Cuando intentamos salir de la piscina hacía mucho frío y Lorenzo, como siempre, decía que no era así. El día siguiente sería dedicado a la playa. Así fue. Nos levantamos a buena hora, desayunamos y un poco más tarde, con máscaras y chapaletas nos fuimos a la playa. El agua estaba calientica, los peces multicolores te pasaban muy indiferentes cerca de tus piernas o cuerpo. Después de haber saludado a los demás, nos fuimos a otra playa, porque había otro muelle y con chapaletas y máscaras, fuimos a pasear por el fondo del mar. Aunque ya había visto los peces, tenía siempre la sensación que lograba maravillarme como si hubiera sucedido por primera vez. Pasamos todo el día sumergidos en el agua practicando snorkeling y haciéndonos señas el uno al otro, para indicarnos y así poder participar ambos de lo que en ese momento estaba delante de nuestros ojos. Era un espectáculo que te dejaba absombrado. Oservabas distintas especies de peces grandes, pequeños y cualquier cantidad de seres vivientes marinos delante de ti. Los colores eran vivos y fuertes, algunas veces los colores

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contrastaban entre ellos y había peces con colores que, estaban en perfecta armonía entre ellos... Podías quedarte ahí, flotando en esa agua tibia, limpia, transparente, en completo silencio, observando como se comportan los peces, como se te acercan, o como escapan cuando se dan cuenta que había algo que los amenazaba. Lo que más me dejaba abismada era el silencio que te rodeaba, era un silencio que después de haber transcurrido algunos minutos de presenciar lo que veías delante de tí, te hacía sentir que pertenecías a la naturaleza y al profundo mar azul intenso, lleno de luz y aquel grupo de peces que te pasaban muy cerca, te hacían sentir emociones fuertes, eran vehementes y al mismo momento dulces y agradables. Quedas asombrada por todas las emociones que existen dentro de ti y que en situaciones normales, no eres capaz de vivirlas, escucharlas y descubirlas. Esto es uno de los motivos que te hacen dejar transcurrir el tiempo, observando esos maravillosos mares, donde existen colonias de corales en amplia extensión. Snorkeling es un deporte de mar, que lo puede practicar quien lo desee, no eixiste limite de edad. Lo importante es no ser demasíado anciano o niño. Es suficiente ponerse un par de chapaletas, una máscara, un tubo para respirar, llamado snorkel y poder admirar la profundidad del mar. Los lugares adaptados a este deporte, que los aborígenes aconsejan visitar están al sur de Naama Bay en 52


dirección a Tiran: “The Tower”, “Thomas Ree ”, “Gordon Ree ” y en la punta de Ras Mahommed: “Anemone City” y “El Garden”. Antes de salir de Italia, compramos una cámara fotográfica submarina. Vilma que había ido antes que nosotros, se había arrepentido de no haberla llevado. Lorenzo se sentía un conquistador, se ponía sus chapaletas, su máscara para bucear y cuando regresaba se sentía satisfecho. Me describía peces enormes de mil colores, vió una tortuga inmensa y otros ejemplares. Yo no me sentía muy segura de alejarme tanto, pero lograba igualmente disfrutar de los peces, que pasaban delante de mí. Cuando comentabamos con personas, que conociamos en la playa, él describía muy contento, como igualmente los otros lo hacían y las bellezas, que habían descubierto. Supimos que en la playa donde estabamos existía como un pasíllo, que te indicaba lentamente la profundidad y lo que podías ir descubriendo. Luego fuimos a almorzar y nos encontramos con una de las muchachas, que estaba con nosotros y le contamos lo que habíamos descubierto y así, nos pusimos de acuerdo para ir juntos por la tarde.

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EL PARQUE NACIONAL DE RAS MOHAMED (Cabeza de Mohamed)

Estábamos todos listos o casí todos. Respecto a la excursión del día lunes, éste era un grupo con mayor número de participantes. Había más guías, entre ellos estaba también Miled y otros dos guías más, que no conocíamos y dos animadores turísticos. Como antes, la primera cosa que nos recomendaron fue tener siempre los documentos de identificación con nosotros.

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Esta vez, no habían pedido a los del hotel que nos prepararan almuerzo, ya que en la excursión estaba incluido el almuerzo en la playa. En el autobús donde estabamos, el guía era Miled. Esto me hacía sentir tranquila. Estuvimos sentados en el autobús como medía hora, esperando que terminaran de controlar a todos los pasajeros y que nos recomendaran, que no olvidaramos los documentos de identificación y además, que llegaran los que estaban retardados. Terminadas las recomendaciones, el chofer, finalmente, logra accionar la llave para encender el motor y partir. Miled nos explicó sobre el Parque que iríamos a visitar. Pasamos algunas alcabalas, de una de ellas salieron unos militares y nos pidieron los documentos de identificación. Detrás de nuestro asíento había una pareja que provenía de Roma, el militar les quitó los documentos e hizo saber a Miled (luego él nos lo explicaría), que esa pareja no tenía sellado el pasaporte como todos nosotros, a la entrada del aeropuerto. Miled tuvo que bajar del autobús e ir a hablar con los militares de la alcabala; ellos regresaron y pidieron a la pareja seguirlos. Miled estaba detrás de los militares. La pareja se bajó y logramos verlos solamente después, cuando regresamos al hotel para la hora de la cena. Los guías, los dos animadores que estaban con nosotros y los militares decidieron que podíamos continuar la excursión, mientras la 55


pareja junto con Miled tenían que quedarse para explicar a las autoridades militares por qué extraño motivo, estaban ahí sin el permiso de entrada. Los dos autobuses con sus ocupantes, lograron continuar su viaje. Este momento no fue muy agradable, creo que muchos de los participantes de nuestro grupo, como yo, por un momento tuvimos miedo por esa pareja, pero la expresión de preocupación de Miled mientras caminaba hacia el autobús y al mismo tiempo, la capacidad de sonreirnos y decirnos, que no nos preocuparamos porque él iba arreglar eso, nos tranquilizó. La única cosa que pensé de esa pareja es que estaban demasíado distraídos cuando llegaron, pero igualmente me había causado ira. Me pareció que habían tenido un comportamiento demasíado superficial, pero también pensé que no eran ni serán, los primeros turistas que habían tenido ese tipo de problema. A nuestro grupo ahora le faltaba un guía y esto podía ser un problema y realmente lo fue. Así que cada vez que pensaba, que era mejor que el guía se hubiera quedado con nosotros y pensaba en esa pareja, mi sentimiento de ira, aparecía de nuevo. Con el grupo se habían quedado los otros dos guías y dos animadores turísticos.

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Llegamos a una playa que estaba más o menos a 20 Kms de Sharm El Sheikh. Era maravillosa, podías caminar adentro del mar por un medio Km más o menos y el agua te llegaba más arriba del tobillo. La arena clara se veía por el agua transparente, lo cual tenía reflejos verdes, era caliente e invitaba a bañarte. Aquí, todos con el equipaje necesario o sea máscaras y chapaletas, nos preparabamos para hacer una zambullida en el inmenso mar. Los guías preguntaron ¿quién sabía nadar? y ¿quién tenía el equipaje necesario? Aquí se presentó la primera dificultad, tuvieron que hacer grupos más grandes porque el otro guía, Miled había tenido que quedarse con la pareja. Ellos nos confesaron la dificultad que tenían. Esto no me tranquilizó, así que aunque me había puesto mi máscara y mis chapaletas, no me atreví a meterme en los grupos que habían organizado. No se lo que pasó en ese momento, de repente la gente empezó a correr hacia el mar, había una cumbre es ese punto, esa maravillosa playa de agua verde, caliente, de arena blanca, que te invitaba a bañarte, no existía más, de repente toda esa gente tenía que meterse en un agua azul oscuro, donde no se veía la profundidad. Todos querían ir a ver el fondo del mar con sus lindos y desconocidos habitantes. Yo también quería entrar con el grupo, pero cuando escuché a algunos del grupo que gritaban auxilio y se lamentaban, di medía vuelta, me hice 57


la desentendida y me quedé con el otro grupo pequeño de personas, que tenían miedo de meterse en ese mar. A las personas que escuché pedir auxilio y lamentarse, fue porque cuando pasaban corriendo por la barrera de corales, como si estuvieran enloquecidas, algunas tropezaron y empujaron a las otras, sobre unos corales llamados corales del infierno. Las personas habían sentido un gran ardor, porque al contacto con la piel, esos corales crean una reacción en la epidermis que se presenta como las burbujitas de agua, que se crean cuando uno se quema. Muchas veces me he preguntado porqué esa gente salió corriendo por esa playa desesperada, sin ver a quién tenían adelante o al lado, sin darse cuenta que ese comportamiento, estaba dejando las huellas impresas en el cuerpo de otras personas, que se habían sentido embotelladas en esa barrera coralina. Creo que todo es debido a la curiosidad. Todos tenían miedo de no estar cerca del guía,como si fuera suya la decisión de hacer pasar por delante del público un pecesito de color azul, otro de color amarillo, una tortuga gigante, o un gran pez. Así como también, porque puede ser que todos pensaban que si les pasaba algo, tenían el experto al lado, ¡qué creencias!. Sin pensar que quizás, era la cosa más peligrosa que podían hacer. De todas maneras, me quedé con los demás y de repente aparece uno con una pierna llena de 58


sangre, porque en el apuro, como que se raspó la pierna cuando estaba cerca de un coral. Yo no sé como se sentía él, pero creo que en ese momento yo estaba mejor. Después de un rato regresaron dos o tres personas más, porque habían tenido miedo. Se creó espontáneamente, en el grupo que se había quedado, un comportamiento solidario. Todos admitían haber sentido miedo y se veía, que si uno u otro quería sumergirse, pero le hacía falta una chapaleta, una máscara o algo más, otro se lo ofrecía. La otra persona muy contenta por la comprensión, el impulso y por la ayuda que le habían demostrado, agradecía e intentaba entrar al agua. Cerca de mi había una pareja, él había intentado ir pero luego renunció. Nos pusimos a hablar y no se si fue porque habíamos pasado un poco de tiempo hablando o porque le dije algo de particular, me di cuenta que se sentía más tranquilo. Más tarde, todos regresaron lentamente, nosotros estabamos contentos porque no habíamos creado problemas a los demás y ellos nos contaban, que habían visto peces muy bonitos. Lorenzo me dijo que todo lo que había visto, era como lo que habíamos observado el día anterior en la barrera coralina de la playa, cuando practicabamos snorkeling. Luego nos reunimos todos, en el grupo había quien decía, que sentía un fuerte ardor en los muslos de las piernas o quien se las había rasguñado. En el grupo había también personas que se sentían satisfechas, 59


porque salieron sin miedo y sobre todo con la certidumbre de que eran capaces de ser autónomas y no crear problemas al grupo. Esto les permitió disfrutar de todo lo que la naturaleza en ese momento, les estaba ofreciendo. Subimos cada quien a su respectivo autobús, eran dos. Los guías se intercambiaron en los autobuses y considerando, que no nos habíamos olvidado de la pareja, que se había quedado con los militares, intentamos preguntarle al guía que no conocíamos, si sabía si el problema se había resuelto. Era como si estuvieramos haciendo una comparacion entre los dos guías, casí para ver si nos estaban diciendo la verdad. Naturalmente, decían que todo se estaba solucionando. De ahí salimos y nos dirigimos al Parque Cabeza de Mohamed, osea, Ras Mohamed National Park. El guía nos explicó, que desde hacía pocos años, el gobierno egipcio había declarado esta zona Parque Nacional. Exactamente desde 1983. Esta es una península que lentamente se ha convertido en una de las atracciones más importante de Sinaí. Ha sido declarado Parque Nacional, nos explicaba el guía, por la extraordinaria belleza y gran interés por la naturaleza. Es un promontorio poco elevado y formado por una costa coralina, que apareció después de una modificación de la costa. Viven en estas 60


aguas 1.000 especies diferente de peces tropicales, 150 especies de madréporas y una infinidad de esponjas. En el Parque coexisten tres distintos ecosistemas: la barrera coralina, las mangrovas y las dunas. El tesoro fáunico de estas aguas lo explica, científicamente, el hecho de que Ras Mohamed se encuentra geográficamente en un punto estratégico, en la punta de la Península del Sinaí, donde las aguas del Golfo de Suez, que son saladas y pocos profundas, se encuentran con las aguas del Golfo de Aqaba, que son más profundas y poco saladas. Antes de entrar al Parque, vimos unas piedras inmensas rectangulares en posición vertical. Delante de esas piedras, dos guardias. Todos los que habían preparado la respectiva cámara para empezar a tomar fotos, fueron invitados a no hacerlo porque estaba prohibido. No supieron darnos una explicación. Parece que a los guardias no se les podía tomar fotos. Esto lo pensé, porque después que ingresamos al Parque, el autobús se detuvo y bajamos a tomar las fotos, desde el otro lado de la entrada. En esa inmensidad de tierra desierta, la segunda cosa que nos hicieron ver, fue un sitio donde la tierra se partió creando una grieta que parecía más bien una gran cavidad profunda en la que, al asomarte te quedabas impresionada porque lo que veías, era como una cueva llena de agua marina. El guía nos explicó que creen que 61


esto fue consecuencia de un movimento sísmico. Algunos buceadores se han sumergido para averiguar donde inicia y donde termina la grieta, pero ninguno consiguió dar respuesta a estas preguntas. Luego, nos llevaron a ver una zona que estaba llena de Mangrovas, que pertenecen al tipo de las Avenacias marinas. Estas todas reunidas formando una isla, que reciben el nombre de “Isla de las Mangrovas”. Nosotros, occidentales que estamos acostumbrados a ver vegetación en el agua, no nos podía crear emoción particular, ver esa que llaman Mangrovas. Pero uno reflexiona y se da cuenta que estamos en el desierto, que esa es agua del mar y que esa vegetación está gozando de perfecta salud. Este tipo de vegetacion existe también en Venezuela, en la zona de Los Roques. Las Mangrovas son arbustos que se reproducen en los paises tropicales, sobretodo en zonas lagunares o cerca de los ríos o litorales. Sus raíces y arbustos se ven sólo cuando la marea está baja, mientras su extremidad superior está siempre en exposición. Las Mangrovas son formadas pricipalmente por Rhizophora mucronata, raíces aéreas que se hunden en el pantano para salir verticalmente (pneumatofori), asegurando así el oxigeno necesario para la planta. Este tipo de vegetación tiene la capacidad de aprovechar del oxigeno, que logran absorber por sus raíces aéreas y utilizar el agua marina. Este procedimiento 62


permite filtrar y expulsar la sal a través de sus hojas. Algunas se reproducen mediante las semillas, que germinan en el fruto cuando está todavía pegado a su planta madre y que después, que se ha desarrollado, ha creado una nueva plantica se destaca, cae y se fija en la tierra. La Isla de las Mangrovas como ecosistema, adquiere un valor muy particular para algunas especies de animales, como protección y como recurso para procurar el sostenimiento y la supervivencia. Después de habernos tomado las fotografías necesarias, subimos al autobús y nos dirigimos hacia la “Laguna Mágica”. Creo que todos teníamos calor y al llegar nos sumergimos en ella. La temperatura era casí de 42° al sol, mientras la temperatura del agua de la laguna como la del mar, era de aproximadamente 29°. La laguna mágica es de agua salada y no se conoce su profundidad con exacta precisión. La llaman “Laguna Mágica” porque, quien se baña en ella logra rejuvenecer. Esto era un cuento del guía o una leyenda, que no recuerdo si nos las relató. De lo que estoy segura, es que todos fuimos fascinados por los poderes que le atribuían. Todos tuvimos la necesidad de vivir por un momento, la ilusión de ser tan afortunados y poder disfrutar de tal magnitud.

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Bueno, la cosa era realmente así, puede ser que los guías tuvieran más años de lo que demostraban, porque viviendo ahí tan cerca de esa fuente de belleza, quién no hubiera aprovechado. Puede ser por esto que cuando todos estabamos en la laguna, inclusive los guías y el animador turístico, nos dividimos en grupos y empezamos a jugar como adolescentes. Lorenzo y yo no nos unimos a los distintos grupos que se formaron, nosotros nos divertimos viendo los juegos que organizaron y nos incorporamos al grupo, que se había formado como público. Terminado el tiempo que nos habían dado para disfrutar del agua de la Laguna Mágica, nos invitaron a montar al autobús para ir a otra playa, donde todos podíamos asomarnos por otras ventanas de esos mares. Así fue, todos llegamos y siempre en grupos se fueron a asomar por esta otra ventana. Aquí pasó lo mismo que la vez anterior, salieron corriendo como si este fuera el último tren de la metropolitana y tenían miedo de quedar a pie. Pero la fortuna fue, que como teníamos que almorzar en esa playa, teníamos más tiempo y quien no lo hacía antes, lo podía hacer después. Llegamos a esa amplia playa de arena muy clara, que a nuestros ojos estaba desierta. Todos andabamos de prisa, porque el sol estaba fuerte, además porque queríamos llegar todos antes que el tren se fuera. En la playa conseguimos un amplio y largo toldo. Era uno de esos toldos que usan en las películas, que son 64


ambientadas en el desierto y donde están los sultanes. Lorenzo salió con uno de los grupos, además de sus chapaletas y máscara, se llevó después de todas mis recomendaciones, la cámara fotográfica, diciéndole que fotografiara las cosas maravillosas que veía. Cuando regresó me contó que había tomada fotografías a distintos ejemplares, me los describía por el color y por su tamaño. Estaba muy entusiasmado y yo empecé a desear, revelar esa pelicula para ver tanta belleza. Inclusive, me dijo que había logrado fotografiar una tortuga gigante. Cuando todos regresaron, estaba listo el almuerzo. Los que nos habíamos quedado en la playa, no nos habíamos dado cuenta del trabajo que habían hecho. Como por encanto, habían preparado un señor almuerzo. Aparte de la comida que era exquisita, lo que te llamaba la atención era la extraña y mágica atmósfera, que se había creado a nuestro alrededor. En realidad, era como si otra vez hubiéramos traspasado la barrera del tiempo y hubiésimos caído en una época lejana a la nuestra, donde no existía otro mundo. El mundo era el que nosotros estabamos viviendo. Cuando nos ofrecieron el café o el te, tuve la sensación de que esa atmósfera que se había creado estaba desvaneciéndose. Terminado de almorzar, antes que empezara mi digestión, me puse de acuerdo

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con Lorenzo para ir a asomarnos desde esa ventana al mar. Me puse mi máscara y chapaletas. Me acerqué a la ventana y de repente me encuentro con semejante precipicio marino. El agua era azulita, la sensación era como si tenía que lanzarme en el vacío. El corazón me empezó a latir, cuando me iba a lanzar pensé: ¿y si me hundo?. Pero no fue así, no había esa multitud de personas cerca de nosotros, estabamos él y yo solitos. Estabamos flotando, ¡qué maravilla!. Parecía que la luz del sol, en vez de iluminar al profundo abismo de ese maravilloso mar, era al contrario. Se veían rayos de luces, que venían del profundo mar e iluminaban al cielo. Qué lindo, yo en silencio con mis emociones de maravilla y asombro, cuando pasaba cerca de mí un pez grande, pequeño, negro, amarillo, rojo. Ya lograba reconocer el uno y el otro. Creo que esa tierra tiene realmente, la particularidad de hacerte vivir momentos mágicos. Las emociones que escuchas dentro de ti misma, cuando estás sumergida en esos mares o en el desierto, te hacen sentir libre y te descubres cándida, inocente, sin malicia, aunque por la edad que tengo, no puedo decir que esas son mis características. Cuando me preguntan: ¿pero qué es lo bonito que tienen esos lugares o esas tierras?. Creo que 66


nunca podré contestar de manera tal, que me sienta satisfecha por mi respuesta, porque creo que con cualquier cosa que diga o describa no lograré nunca darle justicia con mis palabras. Pero sí puedo describir lo que sentí: la certeza que todos mis sentidos eran atraídos por los colores, luces, expresiones, sonidos o el silencio y esto, me hacía sentir en armonía dentro de mi y sobre todo, la clara sensación de sentirme llena de vida y deseosa de utilizar todas mis capacidades, para disfrutar lo que se me presentaba en mi camino. Es como si pudieras dialogar con la naturaleza, donde no es necesario hablar para entenderse. La única cosa necesaria es abrir tu corazón y escuchar las emociones, que te susurran en tu oido emocional, en el mismo instante que paso a paso, las vas descubriendo.

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Excursión a Dahab Regresamos de la excursión a Ras Mohamed a las seis de la tarde. Estabamos exhaustos, pero contentos. El tiempo antes de cenar era suficiente para descansar una media hora, ducharnos y prepararnos para ir al restaurante. Durante la cena nos encontramos con la pareja, que habían detenido durante el paseo a Ras Mohamed, porque no tenían el permiso de entrada. Estaban solos y no nos dijeron nada y nosotros tampoco hablamos con ellos o si lo hicimos, nos dieron a entender que no querian conversar sobre lo que había sucedido. Después de cenar encontramos, que en el patio se habían organizado distintos grupos: un grupo 68


había alquilado un taxi y se iba a pasear por el pueblo de Naama Bay; otro grupo decidió prepararse porque habían comprado un ticket para ir a una discoteca, que parece ser era muy importante en la zona; otro iba a disfrutar la presentación teatral, que había preparado el grupo de animadores del hotel y otro grupo había decidido esperar, que la discoteca del hotel abriera para ir a bailar. Nosotros dos nos quedamos en el hotel para presenciar el espectáculo, que los animadores habían organizado: “la danza del vientre”. Habían invitado a un conjunto de música folklórica, que tocaban distintos instrumentos y cantaban. Todo lo que decían era incomprensible para nosotros, pero la melodía era agradable. Además de los hombres que pertenecían a este conjunto, había también una muchacha que bailaba la danza del vientre. Me quedé sorprendida por dos cosas. La primera porque pensé: ¿quién sabe cómo esa muchacha ha logrado obtener la libertad de participar de noche y bailar algo tan sensual a los ojos de hombres, que no son de su familia? La otra cosa que me sorprendió fue que el vestido que la muchacha llevaba, que por cierto era muy bonito, no era transparente, como desde lejos parecía. Donde creíamos que se veía la carne desnuda de su cuerpo gordito, era una tela de color carne del mismo vestido que la cubría.

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Me hubiera gustado preguntarle ¿cómo se presenta ella a los demás, cuando le preguntan su profesión y además cómo son consideradas en esta cultura, las mujeres que tienen ese amor particular para danzar? Son preguntas que como mujer occidental, me he hecho, sobretodo, porque conociendo un poco la cultura de estos paises, me parece esto contradictorio, con respecto a lo que vi. Al día siguiente nos quedamos en el hotel y la pasamos practicando snorkeling. El viernes nos habíamos inscrito en un paseo a la península de Dahab. Teníamos que estar listos para las dos y media de la tarde. Así fue. También esta vez los participantes eran numerosos. El itinerario a esta pequeña península caracterizada por su artesanía, hizo que todos fueramos con intención de hacer compras. Además, antes de llegar al pueblo nos iban a llevar, así nos había explicado el guía, al lugar donde fabrican los papiros. El guía nos aconsejó comprar los papiros alli, porque era un sitio donde ellos garantizaban la calidad del producto. El guía que estaba con nosotros esta vez era distinto a Miled. De él no recuerdo el nombre. Recuerdo que era un hombre un poco más alto que yo, medía más o menos 1,65 cms, robusto, con una mirada pícara y me dió la impresión que era una persona muy instintiva y poco reflexiva. El ya conocía a algunos del grupo. 70


Después de esperar, como la vez pasada, que llegaran los autobuses y que se presentaran los guías, a todos los que se habían inscrito en la excursión y nos recomendaran, que no olvidaramos los documentos de identificación, finalmente logramos salir. Pasamos por una gran inmensidad de tierra aparentemente desolada. Digo aparentemente, porque el desierto es habitado por beduinos, nos explicó el guía. Los beduinos son los habitantes originarios del desierto y de las montañas del Sinaí y viven del pastoreo y la agricultura. Viven al pie de las montañas, sus casas son carpas hechas por ellos mismos. Los más ricos construyen casas con bloques. Pero ellos, que son nómadas, organizan la respectiva vida de manera, que pueden transportar las cosas que les pertenecen. Construyen las carpas con telas gruesas y con pelo de camello pintados de colores oscuros. Vienen sostenidas por palos de palmas instalados en el suelo. Estas carpas los protegen del fuerte calor del verano y el fuerte frio del invierno. Localizan las carpas cerca de pequeños oasis, hoyos o fuentes. Una vez a la semana, pasa un camión que vende las cosas necesarias. El guía pidió al chofer del autobús que se parara delante de una inmensa duna. Era la Duna de Dahab, una montaña de tierra no muy grande, que se destacaba en el panorama por su específico color. A su alrededor, había extensiones de tierra y 71


montañas de colores distintos y contrastantes. Esa duna parecía una mancha amarilla en medio de ese territorio. Después de haber recorrido algunos kms, llegamos a la fábrica de papiros. Cuando entramos nos estaba esperando un joven; otros más estaban detrás del mostrador, hablando entre ellos. El joven que nos recibió, nos reunió y empezó a explicar como fabricaban el papiro. Lo hizo con una rapidez, que no te daba tiempo para pensar. El negocio estaba en un edificio de dos pisos, todo tapizado de papiros de todos los tamaños y todos los colores. Te daban explicaciones de todos los dibujos, si tu preguntabas. El joven comenzó explicándonos que el papiro pertenece a la familia de las plantas Ciperáceas (Cyperus papyrus), que en el antiguo Egipto crecía en las orillas del rio Nilo. Es una hierba rizomatosa con el tronco verde, hueco, cilindrico y liso, alto de 2 a 5 mts, con vainas prolongadas en láminas, en la parte superior del tronco exibe una gran sombrilla con numerosas flores. Del tronco de esta planta, los egipcios obtenían fibras muy sutiles, dispuestas en doble capas sobrepuestas, de manera que las fibras de una resulten perpendiculares a las de la otra. Estas se comprimen y unen conjuntamente para formar una hoja y usarla para escribir. Después que terminó de explicarnos, nos invitó a dar una vuelta por el negocio y a comprar.

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Algunos de los turistas terminaron de comprar y estuvimos listos para subir al autobús y salir para el pueblo de las artesanía. Cuando llegamos allí, nos encontramos en una calle parecida a una avenida llena de bazares o almacenes, esperando que llegaran los turistas. Si hubiera sido por mi, no hubiera comprado nada, porque los dueños de estos negocios están acostumbrados a decirte un precio y tú tienes que regatearlo. Tu le dices un precio más bajo y si no lo aceptan, te haces la desentendida y le dices que no estás de acuerdo, te volteas y haces como si te quisieras ir. Entonces, el dueño del negocio te llama, te dice otro precio más bajo, hasta que aceptas y se llega a una negociación. Aquí, Lorenzo se divirtió mucho. Empezó a negociar con los egipcios y se entendieron de lo mejor. Parecía que Lorenzo había vivido ahí, desde hace mucho tiempo. Cuando Lorenzo se dió cuenta, que habían dos o tres cosas, que yo consideré buenas para comprarlas, se lanzó en su negociación. Yo no decía nada y asísti con curiosidad al negocio que Lorenzo iba a concluir. Viendo la cara del egipcio, parecía que le daba gusto tener que hacer tanto trabajo, para vender sus productos. Después paseamos y vimos muchos negocios y restaurantes en la orilla del mar. Los negocios estaban unos pegados a los otros y tenían cualquier cantidad de mercancía, vestidos típicos 73


expuestos en ganchos, zapatos, franelas, artesanía de cuero, de cobre, de plata y de lana. Otros tenían expuestos carteras, objetos para arredamiento, todo estaba en exposición. Si te ponías en el medio de la calle y veías desde lejos, parecía haber expuestas como mil banderas de distintos colores y tamaños. Los restaurantes o cafetines no tenían mesas y sillas como los que estamos acostumbrados a ver. Eran mesitas bajas y los asíentos eran grandes cojines que rodeaban las mesitas bajas. Debía ser muy sugestivo de noche. Se venían como linternitas para iluminar de noche. Todo estaba abierto hacia el mar, sin edificaciones cerca de la playa, había palmeras y se podía ver y escuchar perfectamente, cuando las olas silenciosamente acariciaban la orilla de esas playas. Estuvimos caminando como dos horas por esa calle. Estaba anocheciendo y teníamos que irnos, pero no habían regresado al autobús dos muchachas y el guía. Fuimos a buscarlos y estaban en un negocio de artesanía comprando objetos de plata. Una de ellas no lograba decidirse. Estaban todos deseando que lo hiciera, pero cuando parecía, que ella había tomado una decisión y estaban por preparar el paquetico, ella improvisadamente decía: “esperen, no, ese no, quiero el otro”. Era ya de noche, nos regresamos al autobús y los dejamos ahí negociando. Cuando las dos muchachas, el guía y otro grupo de 74


personas llegaron al autobús, hubo una manifestación de protesta de parte de los demás. Ninguno culpó al guía o a las muchachas. El pidió disculpas y asumió toda la responabilidad. Llegamos al hotel más tarde de lo previsto, pero todavía el restaurante estaba abierto. Cuando fuimos a la recepción nos dieron la noticia que el vuelo en el que teníamos que salir el día siguiente lo habían diferido. En vez de salir a las once y medía de la mañana, tendríamos que salir a las cuatro de la tarde. Para mi fue un placer, porque quería decir que podía estar un día más en la playa. Otras personas reaccionaron distintamente y tenían razón, porque tenían parientes o amigos que iban a estar esperándolos en el aeropuerto. Pero creo que algunos otros, reaccionaron como yo.

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Ultimo día en Sharm El Sheikh

Preparamos el equipaje, porque antes de las diez de la mañana teníamos que dejar libre la habitación. Lorenzo se quedó en el hotel hablando con el esposo de Graciela, la señora argentina. Yo me fui para la playa. Pasé toda la mañana sentada en el muelle, observando quién pasaba a bucear, a practicar snorkeling, a tomar sol y quién salia en los barcos para hacer paseos turísticos. De vez en cuando me sumergía en el mar y observaba los mil peces, que de distintos tamaños y colores, pasaban cerca de mí.

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Aquí tuve una sorpresa, algunas familias de egipcios habían organizado un paseo. Eran familias porque con los hombres había muchos niños y mujeres. Fue la primera vez que ví tantas de ellas. Algunas salían en los barcos que tenían el fondo de vidrio, que permitía admirar la flora y fauna submarina. A otras mujeres las ví en traje de baño. Todos los trajes de baño eran del mismo color y modelo. Era un traje de baño negro entero y encima a eso, pantalones panti negros, que les llegaban más arriba de las rodillas. Dos de ellas que se sentaron cerca de mí hablaban entre ellas y parecían alegres y contentas. La sonrisa que tenían era bonita y la expresión de la cara era juvenil. Parecían niñas que estaban jugando, que no me dieron la impresión de ser mujeres amargadas, más bien parecían sumamente felices. Es como si ellas no hubieran perdido la virtud, de saber gozar las cosas, que se les presentan en la vida, delante de sus cinco sentidos, fueran esas las más pequeñas y aparentemente insignificantes. Estuvimos las tres sentadas por mucho tiempo en el muelle, ellas se bañaban y se mostraban contentas, cuando muy cerca de ellas pasaban un pez loro (lo llaman así porque la boca es como el pico de un loro), un pez sargento mayor (este tiene en su cuerpo rayas negras como los grados que tienen los militares para indicar su jerarquía) y un pez angel. Luego, ellas decidieron ir a bañarse a la otra parte del muelle y yo me quedé observando a los demás.

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Regresé al hotel, Lorenzo conversaba todavía con el esposo de Graciela. Fui al baño y me preparé. Esperamos que llegaran los demás y se hicieran las cuatro de la tarde, para salir en ruta al aereopuerto. Llegaron los guías, entre ellos estaba Miled. El se comportó como si yo fuera transparente. Casí todos estabamos en el vestibulo del hotel. Era el lugar más fresco. Pasamos el tiempo viendo las cuatro tiendas de artesanías, que estaban ahí: la joyería, los dos negocios de artesanía y el de recuerdos y postales. Cuando llegaron los autobuses que nos iban a llevar al aereopuerto, los guías y los animadores, nos saludaron. Teníamos que entregar una planilla, que los animadores nos habían solicitado llenar, para expresar si nos había gustado como se habían comportado con nosotros. Lorenzo y yo fuimos a saludar a Miled, su nombre fue el único que se megrabó en la memoria porque cuando se presentó hice una asociación en castellano de su nombre, Miled=Humilde. Cuando nos acercamos para saludarlo y agradecerle, por lo bien que se había portado durante la excursion, él no me dejó terminar de hablar, agarró la mano que yo le estaba ofreciendo y se acercó para darme un beso en la mejilla. Se acercó lentamente y cuando se tuvo que alejar, después que me había dado el beso, lo hizo también con el mismo ritmo. Yo no comprendí el significado de ese beso ofrecido con 78


tanta ternura. Entré de nuevo en contacto con la misma sensación que me había acompañado durante todo el viaje, entrar en otra dimensión. No terminé de hablar, me distraje por la extraña sensación que adverti cuando sus labios tocaron mi mejilla y empezó a alejarse casí sin despegarse de mi rostro, era como si estuviera acariciando mi mejilla con la suya. Aunque hacía mucho calor, su piel era fria. No fuí capaz de decir nada. Lorenzo y él comenzaron a hablar y yo me quedé escuchándolos. Cuando se alejó comenté con Lorenzo lo sorprendida que había quedado por el gesto de Miled, él me sonrió. Salimos todos para el aeropuerto. Me había preparado para defender mi equipaje de los hombres que imaginé que iban a asaltar el autobus. Esta vez, no había ni siquiera sombra de ellos, además los guías nos acompañaron hasta que entregamos los documentos y sin darnos cuenta se disolvieron. Las únicas personas que estaban en el aereopuerto era nuestro enorme grupo. Mientras esperabamos que nos llamaran para el embarque, paseamos por las distintas tiendas que allí había. Ha transcurrido un año desde que regresamos y como ves, no logré escribir todo al mismo tiempo, la segunda mitad la terminé de escribir después de siete meses. Muchas cosas se quedaron impresas en mi memoria emocional y creo, que esto es por 79


la belleza que consigues en esas tierras y por la linda sensación de poder comunicarte, silenciosamente, con todo lo que te rodea y de sentirte correspondida. No logramos hacer lo mismo con la cámara fotográfica. Después que estuvimos esperando todo ese tiempo para ir a revelar el rollo y luego que nos entregaran el revelado con las fenomenales fotografías que habíamos tomado, tuvimos una desilusión, no con el rollo, sino con nosotros como fotógrafos. De todas esas fotografías, que tenían que tener peces maravillosos y tortugas gigantes, nos conseguimos con la sorpresa que la única cosa que Lorenzo había fotografiado era pedazos de su cara. Si hubieramos unido todas las fotografías habríamos podido componer su cara, era un rompe cabeza. El posicionó mal la cámara y en vez de tomar fotos a los peces se las tomó a si mismo. Después de la desilusión no nos quedó otra cosa que reirnos de la aventura.

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Han pasado casi diez años...

Desde entonces han pasado casi diez años cuando Lorenzo y yo visitamos esos lugares y muchas veces he pensado que, no ha sido casual la excursión al monte Sinaí o monte Horeb, al Monasterio de Santa Catalina y encontrarse delante a la zarza ardiente osea en lugares considerados sagrados por judíos, musulmanes y cristianos. He continuado a razonar sobre esto y muchas veces me he preguntado: ¿ por qué encontrarse o elejir esa meta donde Moisés recibió las tablas de los Diez Mandamientos o también llamado Tablas de la Ley y según la tradición, donde Dios habló por la primera vez desde el arbusto ardiente (Éxodo 3 y19; Deuteronomio 6:4-6; Levítico 19:18; Mateo 22:36-40)?. Me he interrogado: ¿en ralidad, ese viaje lo hemos realizado sólo por qué quedamos entusiasmados por lo que nos contaron mis amigas, Vilma y María Teresa? o ¿ por qué había sido ya designado y bastava sólamente aderir a ese proyecto?. Reflexiono y considero que en esos años yo estaba ciega y sorda, que tuve que llegar hasta ahí, para poder tomar conciencia, para empezar a evolucionar, finalmente hacer desarrollar y dejar libre ese amor que yo no había descubierto en mí y que lo he buscabo erróneamente en otra parte o lugar.

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Ahora he comprendido después de todos estos años que el objetivo era observar sí, el maravilloso espectáculo del amanecer desde esa cumbre pero lo más importante era que en mi surgiera el sol y yo tomara conciencia de eso, luego de haber cumplido, metafóricamente, mi purificación, mi penitencia. Lorenzo y yo no llegamos hasta los escalones de la Penitencia, como tampoco a la Puerta de la Confesión, donde una vez el Mónaco escuchó las confesiones de los peregrinos, Puerta de San Esteban, o hasta la fuente de Moisés, que fluye de una pequeña cueva, porque puede ser que hemos recorrido el camino más tortuoso. Como puede ser que hemos percorrido "el camino de los camellos" que llega a los últimos 750 escalones de la escalera del "arrepentimento", cerca de la cantera de Elia; ésto núnca lo sabremos. Cierto, es que Lorenzo y yo, hemos vivído todo el recorrido de ésa espantosa noche, come una verdadera expiación. He llegado a esta conclusión después que un día leí "... En un registro espiritual, citado repetidamente por los teólogos como el “ Sinaí místico“, como un rito de iniciación, consagración de una espiritualidad al alza que llevaron al descubrimiento de un “ser superior” en la cumbre del monte Sinaí. Una cumbre que se

convierte en meta simbólica de permanecer en el centro de prácticas de iniciación e inspiración cristiana....

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Después de un año (más o menos) de la realización de este viaje, he empezado mi camino espiritual con una padre carmelita, p. Claudio Truzzi y cuando pienso a las emociones que prové entonces, y las que he sentido en estos años me parece siempre de poder revivirlas de nuevo y tener la sensación y sentimientos de poder tocar y acariciar el cielo.

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Nació en Venezuela Caracas ( D. F.), desde 1972 emigró a Italia, Piedimonte Matese (CE). A partir de 1983 reside en Canegrate (Provincia de Milán). Completa sus estudios de Psicología en la Universidad de Roma " La Sapienza", en 1984.Trabaja en el Servicio Público desde 1985. Formando su experiencia en distintas Areas (Psiquiatría de Adultos, Consulta Externa de Psicología, Psicoterapia Infantil y Psicología Escolar). Actualmente coopera con el Instituto de Investigaciones de Grupo (I.R.G.) en Lugano (Suiza). Miembro de la Asociación de EMDR de Italia. Publica artículos en revistas científicas. Sus últimas publicaciones: "Toccare e Accarezzare il cielo " (2007), "La Memoria Emotiva" (2009) y En el Camino (2016).

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