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LAS FORMAS DE LA COMPARACIÓN: MARC BLOCH Y LAS CIENCIAS HUMANAS
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PENSAMIENTO CRÍTICO / PENSAMIENTO UTÓPICO
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA Rector General Salvador Vega y León Secretario General Norberto Manjarrez Álvarez Director de Publicaciones y Promoción Editorial Bernardo Ruiz López Subdirector de Distribución y Promoción Editorial Marco A. Moctezuma Zamarrón UNIDAD IZTAPALAPA Rector José Octavio Nateras Domínguez Secretario Miguel Ángel Gómez Fonseca Directora de la División de Ciencias Sociales y Humanidades Juana Juárez Romero Coordinadora General del Consejo Editorial de Ciencias Sociales y Humanidades Alicia Lindón Villoria Comité Editorial de Libros Gabriela Correa López (Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa) Pablo Castro Domingo (Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa) Pedro Castro Martínez (Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa) Gustavo Del Ángel Mobarak (Centro de Investigación y Docencia Económica) Gustavo Leyva Martínez (Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa) Alicia Lindón Villoria (Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa) José Manuel Valenzuela Arce (El Colegio de la Frontera Norte, Tijuana) El manuscrito de este libro ingresó al Comité Editorial de Libros del Consejo Editorial de Ciencias Sociales y Humanidades para iniciar el proceso de dictaminación en la sesión trimestral de otoño de 2015, celebrada el 30 de noviembre de 2015, y quedó aprobado para su publicación el 15 de junio de 2016.
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Carlos Alberto Ríos Gordillo
LAS FORMAS DE LA COMPARACIÓN: MARC BLOCH Y LAS CIENCIAS HUMANAS Ensayo de morfología e historia
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
UNIDAD IZTAPALAPA
Consejo Editorial de Ciencias Sociales y Humanidades
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Las formas de la comparación: Marc Bloch y las ciencias humanas : Ensayo de morfología e historia / Carlos Alberto Ríos Gordillo. — Barcelona : Anthropos Editorial ; México : Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa, 2016 237 p. ; 21 cm. (Pensamiento Crítico / Pensamiento Utópico ; 220) Bibliografía p. 217-236 ISBN 978-84-16421-40-4 ISBN UAM: 978-607-28-0792-1 1. Historiografía 2. Lingüística histórica y comparada 3. Morfología 4. Teoría Social I. Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa (México) II. Título III. Colección
Imagen pág. 8: cortesía de Culture & Patrimoine en Limousin, Limoges, en Marc Bloch. Une biographie impossible (1997); composición de Tomás Bustamante Piedragil Primera edición: 2016 © Carlos Alberto Ríos Gordillo, 2016 © Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa, 2016 © Anthropos Editorial. Nariño, S.L., 2016 Edita: Anthropos Editorial. Lepanto, 241. 08013 Barcelona, España www.anthropos-editorial.com En coedición con la Universidad Autónoma Metropolitana Prolongación Canal de Miramontes 3855. Ex Hacienda San Juan de Dios 14387, Tlalpan. Ciudad de México, D.F., México Unidad Iztapalapa Consejo Editorial de la División de Ciencias Sociales y Humanidades San Rafael Atlixco No. 186, edificio H, Segundo piso Colonia Vicentina, 09340 Iztapalapa. Ciudad de México, D.F., México ISBN Anthropos: 978-84-16421-40-4 ISBN UAM: 978-607-28-0792-1 Depósito legal: B. 22.049-2016 Diseño, realización y coordinación: Anthropos Editorial (Nariño, S.L.), Barcelona. Tel.: (+34) 936 972 296 Impresión: Lavel Industria Gráfica, S.A., Madrid Impreso en España - Printed in Spain Este libro ha sido dictaminado positivamente por pares académicos ciegos y externos a través del Consejo Editorial de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa, se privilegia con el aval de la institución coeditora. Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917021970/932720447).
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Para CĂŠdric
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Todos los problemas parecen simples una vez explicados. SHERLOCK HOLMES
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INTRODUCCIÓN
1. Esta obra ha sido concebida a partir de dos niveles de análisis: el vertical o morfológico, y el horizontal o histórico. El morfológico constituye la armazón del primer capítulo, mientras que el segundo y el tercero han sido ensamblados a partir del registro histórico. Morfología e historia se encuentran así reunidas. En todo ello, la arquitectura del trabajo así como la narración que de ella da cuenta, han perseguido el objetivo de explicar una serie de mecanismos metodológicos que atienden a un extraordinario movimiento: el proceso por el cual una operación intelectual, a la vez normal y banal, como la comparación —que ha sido practicada desde épocas pretéritas—, se convirtió hacia el último tercio del siglo XIX y mediados del XX en un método científico y en un paradigma de las ciencias sociales, al igual que en parte fundamental de la concepción de la historia en Marc Bloch (quien es considerado uno de los historiadores más importantes del siglo XX y el portaestandarte de la historia comparativa), y en un paradigma de la corriente historiográfica francesa de Annales. Así, el objetivo fue perseguir la comparación en el registro más largo de su historia. De esta persecución surgió la temática de los tres capítulos: la morfología de la comparación, la tipología del método comparativo, y el procedimiento del método comparativo en Marc Bloch. Dicho de otro modo, la temática se compone de tres historias íntimamente relacionadas: una ‘historia’ de la comparación, otra del método comparativo, y la última sobre la historia comparativa, que en conjunto representan las formas de la comparación.
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2. Para comprender la trayectoria de este ensayo es necesario comenzar con el final. Mas no para señalar que el buque ha soltado anclas al llegar a su destino, sino para mostrar cómo se ha leído la brújula que le ha permitido llegar a buen puerto. Así, el tercer capítulo: «La arquitectura del método comparativo en Marc Bloch», tuvo como objetivo ubicar el específico lugar que ocupaba el método comparativo en la concepción de la historia del historiador francés, y para ello fue necesario historiar este método, concentrándose menos en lo que él hacía (comparar) sino cómo lo hacía: con qué técnica, con qué procedimiento; estudiando tanto los célebres artículos metodológicos que él escribió ex profeso, como toda su obra: desde Los reyes taumaturgos hasta Seigneurie française et manoir anglais, pasando por La historia rural francesa y la Sociedad feudal, considerando además sus múltiples reseñas críticas y los volúmenes de su correspondencia. ¿El objetivo? Restituir la dinámica de este método en su principal característica: una herramienta para escribir la historia. Es decir, la idea de mostrar cómo comparaba el historiador, cuáles eran los pasos que integraban el procedimiento del método comparativo (algo que el mismo Bloch no precisó a detalle), tiene el objetivo de mostrar cómo escribir la historia, y particularmente la historia comparada de las sociedades europeas. En este procedimiento se encuentra la profunda originalidad y la innovación de Bloch sobre el método comparativo, que él definió como un método capaz de recrear las experiencias dentro de la historia; un sustituto del método científico: la experimentación. No obstante, esta transformación metodológica pero particularmente epistemológica, es el resultado de una asimilación original de elementos pertenecientes a diversas tradiciones intelectuales que él transformó en el terreno de la historia, creando un método distinto, más completo y potente que el de las otras formas del método comparativo utilizado en las ciencias humanas, entre el último tercio del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, cuando éste se convirtó en un paradigma científico. Pero la profunda confluencia de estas formas del método comparativo, simbolizada en la historia comparativa blochiana, no era solamente el resultado de su asimilación en los dominios de Clío, sino su sobrevivencia dentro de la historia. De tal suerte que todas estas formas se fundieron en una nueva arquitectura: la historia comparada de las sociedades europeas. 12
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He aquí donde se encuentran las claves que explican el potencial de este método, así como también el papel del autor como descubridor. En este sentido, la tarea de Bloch no fue ‘descubrir’ un nuevo continente, sino identificar, asimilar, recodificar e irradiar en el terreno de la historia los avances más importantes del método comparativo en las ciencias humanas, a través de quienes él reconoció como las influencias intelectuales más importantes a propósito del mismo: Frazer, Durkheim, Pirenne y Meillet, convirtiendo así a la historia comparativa en punto de confluencia de todas las formas de la comparación, y en punta de lanza del proyecto de Annales. Sin embargo, para comprender cómo comparaba el historiador, era necesario responder a una pregunta todavía más compleja: por qué comparaba. Es decir, qué existía en su época, disciplina y medio intelectual, que explicaba tanto la extraordinaria presencia del método comparativo en su obra, como —según él consideraba—, la posibilidad de renovación radical de la historia. Era imposible entender el papel de la biografía intelectual sin restituirla al contexto intelectual; así que para entender a Bloch había que salir de él para luego hacer el viaje de regreso, con el objetivo de saber por qué el historiador comparaba de una manera y no de otra, es decir, conocer a profundidad por qué hacía lo que hacía, y cómo y por qué sabía lo que sabía. Este nuevo abordaje permitía explicar los préstamos y los rechazos de las influencias intelectuales que sobre el método comparativo habían irradiado sobre él. 3. Éste es el fundamento del segundo capítulo: «Hacia una tipología del método comparativo». Sin embargo, para el estudio de las influencias no había ninguna guía a seguir, y los escasos estudios sobre el tema tenían síntomas de enfermedad: la presencia de una influencia rectora de uno u otro erudito sobre Bloch. Sin excepciones, la historiografía representaba un campo de batalla en el cual aparecía siempre un vencedor y tres vencidos (cualquiera de ellos: Durkheim, Pirenne, Meillet o Frazer). La influencia rectora pesaba con fuerza y su papel hegemonizaba las interpretaciones: uno de ellos había definido a Marc Bloch; e incluso determinaba la influencia en términos de una recepción pasiva que había convertido al historiador en mero receptor de las ideas de otros, despojándole de cualquier autonomía, espíritu crítico, creatividad e innovación propias. 13
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Así que para estudiar lo que Bloch había aprendido de todos ellos, primero debía estudiarse a este conjunto de influencias intelectuales. Demandaba analizar su propia concepción del método comparativo, el carácter programático que éste tenía en cada disciplina, y finalmente la serie de préstamos que él había tomado de todos ellos. Pero esto debía explicarse. Señalar qué había aprendido era tan importante como señalar cómo lo había hecho (en qué medios intelectuales, por qué vías, ya fuesen directas o filtradas) y sobre todo, qué había rechazado y por qué lo había hecho. Si los préstamos significaban una apropiación, los rechazos significaban sobre todo una toma de distancia crítica. Y en la explicación de préstamos y rechazos se encontraba la clave para armar tanto la tipología del método comparativo, como la concepción del método comparativo en Marc Bloch. Eso implicaba devolver el dinamismo a las trasferencias intelectuales, la explicación de su funcionamiento, así como la complejidad y sutileza de las relaciones intelectuales. Debía explicar el carácter transformador de Marc Bloch a partir del estudio de la herencia anterior, definiendo por qué su concepción del método comparativo es una tensión dialéctica entre similitudes y diferencias, que sin embargo está basada en una síntesis de los mejores trazos de las experiencias comparativas anteriores a él; o sea, similitudes o diferencias: el núcleo del método comparativo. ¿Cuál había sido el terreno fértil desde dónde había partido el interés por el método comparativo en todas ellas, al igual que el terreno del cual habían emergido las influencias intelectuales que sobre este método habían sido importantes en Marc Bloch? El debate sobre las transferencias intelectuales, así como la discusión sobre el grado de maleabilidad y resistencia de estas transmisiones, me condujo al estudio de una homología profunda: el de las formas del método comparativo. Pues, en la coyuntura de finales del siglo XIX y el primer tercio del XX, todos comparaban: ¿cuál es la relación entre los europeos y los ‘Otros’?, ¿por qué somos diferentes y cuáles son las causas por las que existen los ‘salvajes’ y los ‘primitivos’?, ¿cuál es el origen de las lenguas y las causas de sus parecidos y sus diferencias?, son algunas de las preguntas que fomentaron la comparación intercultural a escala universal. No obstante, esta homología —que da testimonio de la importancia de este método en disciplinas distintas e incluso riva14
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les entre sí—, ocultaba las diferencias, es decir, las prácticas concretas, los preceptos científicos, las aproximaciones a los problemas sociales, las unidades de análisis específicas, y lo hacía en cuatro disciplinas: etnología o antropología, sociología, lingüística e historia. En cada una de ellas apareció una constelación de comparatistas, todos ellos con nombres ilustres: Maine, Tylor, Morgan, McLenann, Boas o Frazer; Durkheim, Mauss, Halbwachs y Simiand; Bréal o Meillet; Fustel de Coulanges o Pirenne. Este interés colectivo, muestra que para la época de Bloch la discusión sobre el método comparativo se había regado por toda Europa. En ocasiones vinculados más directamente que en otras, o incluso influenciados unos por otros de manera directa o filtrada, en esta coyuntura todos comparaban, aunque de manera distinta: en tiempos y espacios próximos o distantes; basándose más en las analogías o enfatizando las diferencias; haciendo hincapié en las tendencias generales o en los elementos comunes o universales de los fenómenos y hasta en leyes de ahí derivadas, o en las originalidades de los medios sociales sujetos a la comparación. Es decir, si este ‘aire de familia’ indicaba que la comparación se había convertido en un paradigma de las ciencias humanas, para estudiarlo era necesario armar una tipología del método comparativo. La atención en las formas (cómo comparaban y por qué lo hacían de esta manera y no de otra), abrió la oportunidad de observar las técnicas y los procedimientos que en conjunto constituyeron las formas en las cuales este método había sido utilizado en cada una de las disciplinas, con unidades de análisis distintas (sea la religión y las civilizaciones, el comercio y las invasiones, o el signo lingüístico y las lenguas), que según fuese el caso, prestaban mayor atención a las similitudes o los parecidos (Frazer y Durkheim), o mayor atención a las diferencias u originalidades —entendidas como diferencias de medio, o sea históricas— (Meillet y Pirenne). En este momento de la investigación surgieron una serie de pistas que permitían aplicar el núcleo del método comparativo (similitudes y diferencias) para estudiar la especificidad de los comparatistas y de las formas de la comparación: ¿hay similitudes y diferencias entre todos ellos? ¿En qué se parece el método comparativo de Frazer con el de Durkheim?, ¿y con el de Pirenne o Meillet?, ¿cuál sería la similitud entre un historiador y un sociólogo, o entre un lingüista y un antropólogo? ¿Es posible 15
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comparar a los comparatistas? Sin embargo, si tanto las similitudes como las diferencias representaban el núcleo de la definición de Bloch sobre la comparación histórica, ¿de dónde habían surgido, dando origen a este paradigma comparatista, a estas formas del método comparativo? 4. Para responder a esta pregunta —que me llevaría muy lejos—, era imprescindible dirigirse hacia un territorio explorado fundamentalmente por Carlo Ginzburg, inspirado a su vez en Wittgenstein y sobre todo en Propp: la morfología, que él ha considerado una «sonda para medir la ubicación de un estrato inaccesible a los instrumentos habituales del conocimiento histórico» (1999: 15) o «un instrumento capaz de señalar nexos históricos desconocidos» (2009: 136). Por ello, el estudio de las formas y sus mutaciones a lo largo de amplios registros temporales, analizando los datos en su relación mutua para sintetizarlos en un modelo general, es la morfología. De esta manera, se impuso un recorrido a través de la Morphologia ancilla historiae. Entonces, para responder a la interrogante sobre la extraordinaria sincronía del método comparativo en una coyuntura determinada, al igual que para comprender por qué comparaba Marc Bloch y otros antes que él, la pesquisa se orientó finalmente hacia la utilidad de la comparación como herramienta intelectual, es decir, ¿cuál es la función de la comparación, para qué sirve? Incursioné por un camino que ya no era el de la historia comparada (primer capítulo), ni el del método comparativo (segundo capítulo), sino el de la comparación. De aquí parte el primer capítulo: «La comparación: morfología e historia». Si en el núcleo de la comparación se encontraban las similitudes y las diferencias, lo que es parecido y lo que es distinto, la necesidad de comparar, intentando encontrar la peculiaridad o la generalidad, entonces esto mismo quizá podría encontrarse en diversos momentos y personajes a lo largo de la historia. Por ejemplo, en un cazador que va leyendo las huellas que el animal perseguido va dejando a su paso (baba, orina, estiércol, mechones de pelo, etc., constituyen la evidencia de que éste pasó por ahí), permitiéndole descubrir y analizar las diferencias de este animal con los circundantes y su semejanza con los de su especie. La huella es lo que al cazador le permite contar con un «marco de referencia contra el cual contrastar el sínto16
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ma», como decía el Subcomandante Insurgente Marcos (Gilly, 1995: 16), a propósito de un debate con Carlo Ginzburg. Por ende, «huellear» al animal implicaba contrastar el indicio, permitiéndole al cazador comprobar la exactitud, la veracidad y la identidad, al igual que identificar la cualidad por la cual algo se distingue de lo otro: la condición de ser diferente. De este modo, esta reflexión acerca del saber venatorio de los cazadores del neolítico implicaba un razonamiento a la vez normal y banal, que es una forma pretérita de la comparación: el razonamiento comparativo. Si a partir del contraste de las huellas de su presa, el cazador podía descifrar las similitudes y las diferencias, la identidad y la alteridad; siglos después, un historiador como Heródoto planteaba un ejercicio parecido: escribir una historia «así de los griegos como de los bárbaros» (Heródoto: I: 1). ¿Era esto una comparación?, ¿si compartía esta similitud, cuáles eran las diferencias? La obra de Heródoto me condujo a su visión del mundo antiguo y la explicación de la condición griega: la orgullosa identidad griega, afirmada sin embargo ante al espejo de los bárbaros, es decir, ante la alteridad. Heródoto elaboró una serie de comparaciones entre pueblos, culturas y civilizaciones. Hititas, persas y egipcios desfilaron por las páginas de ese gran libro de historia. Con la comparación, el historiador dispuso de una herramienta sin la cual una cultura, una civilización o el antiguo Mundo Mediterráneo en la época de las Guerras Médicas, eran por completo incomprensibles. De esta manera, la comparación ingresó así a la historia, como relato escrito, como rasgo de una cultura erudita y no ya como rasgo de un saber de tipo venatorio. Esta jerarquía del conocimiento presuponía que la comparación había sido elevada al conocimiento culto, escrito, positivo. Y en Heródoto, su función denotaba algo nuevo: la comparación entre pueblos, culturas y civilizaciones (no ya entre huellas de animales). Así, con la intención de explicar las similitudes y las diferencias entre la organización política griega y los bárbaros, él utilizaba regularmente dos tipos de unidades de análisis: 1) Comparaciones políticas y patrióticas: Ciudadanía-Libertad y Esclavitud-Servidumbre; 2) Comparaciones etnográficas y religiosas: Griegos-Bárbaros. En el caso de Heródoto, los sucesivos contactos, las interacciones entre pueblos y civilizaciones distintas, crearon las condiciones para la interpretación de las similitudes y las diferen17
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cias, que a su vez ofrecieron múltiples datos comparables a través de tiempos y espacios. ¿Cómo se conocen «las cosas que existen» y en qué medida «las cosas que existen» están constituidas por el que las conoce?, se preguntaba Said en Orientalismo (2004: 396).Como vivimos en un mundo complejo, las relaciones interculturales ofrecen una oportunidad para cuestionar en qué medida las cosas que existen están constituidas por quien las conoce. Así, cada uno es el ‘bárbaro’, el ‘salvaje’, el ‘primitivo’, el ‘oriental’, el ‘árabe’, el ‘indio’ del otro; o como ha señalado Ginzburg: todos «somos forasteros de alguien» (2000: 11). De este modo, identidad (similitudes) y alteridad (diferencias) permanecían en el núcleo de la comparación, tanto en el cazador del neolítico como en el historiador de la Grecia clásica. Pero en Heródoto, a diferencia del cazador, no existía un razonamiento comparativo sino un procedimiento comparativo. Entre una forma y otra, entre un conocimiento popular y uno erudito, existía esa gran diferencia: la estratificación del conocimiento, o de cómo una operación intelectual, elemental cotidiana y normal, como la comparación, de ser un razonamiento comparativo se había convertido en un conocimiento más refinado y jerarquizado, propio de la cultura erudita: un procedimiento de análisis comparativo. 5. Después del cazador y de Heródoto, quizá la siguiente forma de la comparación, convertida ya en método científico, podría encontrarse en el mundo moderno: sea en el Setecento o sea quizá en la Ilustración europea. Una época cuyo conocimiento representó una fuente de inspiración para historiadores eminentes como Pirenne, o para etnólogos británicos evolucionistas, con Frazer a la cabeza, y de sociólogos traspasados por la impronta de la antropología, como Durkheim y sus discípulos, o de lingüistas estrechamente relacionados con el proyecto de L’Année Sociologique, como Meillet, fue una época donde la comparación intercultural también floreció. Así, el análisis estructural converge de este modo con la historia, cuando más allá de los datos empíricos, del caso concreto o de la disciplina, se aplica a estructuras profundas anteriormente inexploradas o hasta desconocidas, y a fenómenos pertenecientes a sociedades distintas, cercanas o distantes en tiempos y espacios, que guardan nexos entre ellos, reales en la mayoría de los casos, aunque en otros tan sólo posibles o probables. 18
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Gracias a los registros vertical o diacrónico, y horizontal o sincrónico, fue posible identificar las homologías profundas y relacionar así la morfología con la historia. La primera no sustituye a la segunda, atendiendo al estudio de las formas y sus relaciones imposibles de reconstruir desde una perspectiva histórica, sino que la convoca precisamente para armar estas relaciones y sus mutaciones, traduciendo la distribución de las analogías, fragmentarias, dispersas e inconexas, en términos históricos; enlazando, por tanto, tramos históricos sumamente distantes. Por todo ello, estas sucesivas formas de la comparación vinculan épocas tan dispares como el neolítico, la Grecia clásica, quizá el Renacimiento o quizá también la Ilustración, con el siglo XIX: la época de los comparatistas. Y todos ellos fueron las influencias intelectuales en Marc Bloch. 6. En el inventario de las características y las formas de la comparación, se observan las relaciones entre éstas; o sea, las similitudes entre todas ellas a partir de su función específica: descifrar las causas de las analogías y las diferencias. Estas similitudes entre lo que se hace y cómo se hace revelan profundas y antiquísimas homologías, y explican el potencial de las comparaciones, su vigencia y actualidad. De esta manera, en esta base se encuentran las formas de la comparación, las causas de sus mutaciones, la explicación de sus características y las relaciones entre éstas. Estratificadas y vinculadas entre sí, a pesar de sus inevitables y profundas diferencias, las formas y sus funciones presentan homologías entre Bloch, Frazer, Durkheim, Pirenne y Meillet, al igual que con Heródoto, quien escribió esa historia «así de los griegos como de los bárbaros», e incluso con el cazador del neolítico, quien al contrastar las huellas del animal que huye perseguido, va haciendo una lectura y poniendo en marcha una naracción. Y este último es una suerte de eslabón perdido de un mundo distante, que todavía se articula con nuestra propia historia. Desde la perspectiva del análisis morfológico e histórico, la historia comparativa de Marc Bloch es tanto un momento de la duración como parte de una historia más amplia: la del método comparativo. Y la historia de este último pertenece realmente a la de una era: la ‘historia’ de la comparación. De tal suerte que, readaptadas y modernizadas en múltiples maneras, similitudes y diferencias ponen a prueba a todas las formas de la comparación. 19
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7. En el transcurso de esta investigación recibí la ayuda de muchas personas y temo que me es imposible expresar a todas mi gratitud. Estoy en deuda con Carlos Illades, Patricia Nettel, Jérôme Baschet y Carlos Aguirre, quienes me hicieron críticas y observaciones mucho antes de que la primera versión de este trabajo fuese presentada como tesis de doctorado. Les reconozco su generosa inteligencia y paciente solidaridad. A mis estudiantes de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, les agradezco la oportunidad de pensar con mayor claridad los temas aquí reunidos. Por su generosidad y apoyo, Alicia Lindón es la responsable de haber creado la chispa de esperanza que ha iluminado la publicación de este libro. Por sus valiosas lecciones y por todo lo que de él he aprendido a lo largo de encuentros y conversaciones sostenidas en los últimos años, recuerdo a Carlo Ginzburg con especial afecto y gratitud. Ciudad de México, Planeta Tierra. Primavera de 2016
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ..............................................................................
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CAPÍTULO I. La comparación: morfología e historia ................... I. El cazador, la huella, la comparación ...................................... II. Heródoto, la comparación, la historia .................................... III. Las formas de la comparación: in illo tempore et nunc ........
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CAPÍTULO II. Hacia una tipología del método comparativo ........ I. El ‘ambiente colectivo’: las influencias intelectuales ............... II. La tipología del método comparativo .................................... II.1. Del método comparativo y antropología ............................. II.2. Del método comparativo e historia comparada .................. II.3. Del método comparativo y sociología durkheimiana ......... II.4. Del método comparativo y lingüística histórica ................. III. El mapa de las influencias intelectuales ...............................
57 57 62 62 79 99 123 144
CAPÍTULO III. La arquitectura del método comparativo en Marc Bloch ....................................................................... I. Marc Bloch: el historiador comparatista ................................. II. El procedimiento de la comparación histórica ...................... II.1. Exploración del problema ................................................... II.1.1. Elección y descubrimiento de los fenómenos .................. II.1.2. Los tipos de la comparación histórica .............................. II.2. La interpretación de los fenómenos .................................... II.2.1 Interpretación de las causas de las similitudes y las diferencias evolutivas .................................................... II.2.2 Formulación de las unidades de análisis ........................... II.2.3 Investigación de influencias y préstamos .......................... II.2.4 Investigación de filiaciones y relaciones ........................... II.2.5 Explicación de las supervivencias ..................................... III. Sobre el método y la unidad del análisis ..............................
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BIBLIOGRAFÍA ...............................................................................
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