MUNDO A SOLAS
AUTORES, TEXTOS Y TEMAS
L I T E R AT U R A 49
Vicente Aleixandre
MUNDO A SOLAS
Edición crítica de Sergio Arlandis
Mundo a solas / Vicente Aleixandre ; edición crítica de Sergio Arlandis. — Barcelona : Anthropos Editorial, 2018 LXXI p. 86 p. il. ; 21 cm. (Autores, Textos y Temas. Literatura ; 49) Bibliografía p. LXIX-LXXI ISBN 978-84-16421-81-7 1. Poesía castellana - S. XX 2. Aleixandre, Vicente - Crítica e interpretación I. Arlandis, Sergio, ed. crítica II. Título III. Colección
Portada: Eje acotado de un acto solemne, obra de Albert Requena Ramiro Primera edición: 2018 © Vicente Aleixandre, 1950, y Herederos de Vicente Aleixandre © de la edición crítica, Sergio Arlandis López, 2018 © Anthropos Editorial. Nariño, S.L., 2018 Edita: Anthropos Editorial. Barcelona www.anthropos-editorial.com ISBN: 978-84-16421-81-7 Depósito legal: B. 6.855-2018 Diseño de cubierta: Javier Delgado Serrano Diseño, realización y coordinación: Anthropos Editorial (Nariño, S.L.), Barcelona. Tel.: (+34) 936 972 296 Impresión: Lavel Industria Gráfica, S.A., Madrid Impreso en España - Printed in Spain Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia. com; 917021970/932720447).
INTRODUCCIÓN
1. Vicente Aleixandre y «su mala salud de hierro» El 26 de abril de 1898 nació Vicente Aleixandre Merlo, en Sevilla. Su infancia la pasó en Málaga, hasta los once años de edad, cuando se tuvo que trasladar con su familia a Madrid, donde acabaría fijando su residencia en 1909. De todos aquellos años de infancia y juventud fue especialmente decisivo el verano de 1917, cuando conoció a Dámaso Alonso, en un pequeño pueblo de Ávila, llamado Las Navas del Marqués. La casualidad (o el destino) hizo que estos dos singulares jóvenes se encontraran y decidieran experimentar con la palabra, hablar de poesía, de Rubén Darío y de Machado y lanzarse a la escritura con aquellos poemillas recogidos, más tarde, en un volumen titulado Álbum donde ya se podía ver «la silenciosa prehistoria de Vicente Aleixandre» (Duque Amusco y Velo, 1993: XIV), aunque las conclusiones críticas no puedan ir más allá de lo anecdótico. También fueron años en los que Aleixandre se estaba preparando en lo laboral: en 1919 obtuvo la Licenciatura de Derecho y un año más tarde fue nombrado profesor ayudante de la Cátedra de Legislación Mercantil en la Escuela de Comercio, aunque por intercesión de su padre, acabó trabajando en las oficinas de los Ferrocarriles Andaluces. No parece, pues, que la poesía fuera uno de los objetivos vitales del joven Aleixandre, quien gozaba no solo de una próspera carrera profesional, sino también de sus amistades, sobre todo, femeninas. La poesía, en definitiva, era una afición, un pequeño pasatiempo producto de su avidez lectora, de su honda sensibilidad, pero no de una decidida vocación de poeta. Ya en 1922 —el mismo año que conoció a Alberti y a otros muchos poetas y artistas vinculados a esa juventud VII
impulsora de los aires de cambio político, estético y cultural— aquel joven dinámico iba a sufrir una artritis infecciosa en la rodilla derecha que acabó dejándole secuelas posteriores en la articulación de la rótula. Leopoldo de Luis (1970: 71) apuntó que este repentino contratiempo ahondaría seriamente en los valores personales del poeta, hasta llevarlo a una profunda crisis personal de todo tipo. En cambio, fue en 1925 cuando sintió más intensamente la angustia de la enfermedad y la invalidez, al diagnosticársele —tras un estado febril preocupante— una nefritis de tipo tuberculoso, derivada seguramente por un contagio de transmisión sexual, obligándole a trasladarse, por las condiciones climáticas, a la sierra de Guadarrama, en Miraflores, dejando incluso, momentáneamente, de ejercer en su empleo en la Compañía de Ferrocarriles del Norte. Se iniciaba así una forzosa vida contemplativa que sellaría su devenir cotidiano en una auténtica lucha contra el dolor físico. Tras sentir una leve mejoría, Aleixandre retomó la actividad literaria, hasta que en 1926 un amigo suyo encontró seis poemas sobre la mesa del inédito Ámbito (escrito en su totalidad entre 1924 y 1927) y los entregó a la prestigiosa Revista de Occidente, con el ánimo de dar a conocer a un poeta sorprendente por su inusual madurez. Más tarde, ya en 1928, vería publicada su versión definitiva, confirmándose —ahora sí— como otro joven valor poético del momento. Ya instalado en su residencia de la calle Velintonia, número 3, en el parque Metropolitano (hoy con el nombre de Vicente Aleixandre), el poeta se sintió llamado, como lector, a profundizar en la formación de una realidad poética autónoma, partícipe del mundo onírico y de lo mistérico irracional. Y quizá este fuera el primer paso dentro de su creciente vocación de poeta y de su consideración de la poesía como evasión, como ruptura con las limitaciones de la propia vida. También como su lectura en clave. Fueron años en los que Aleixandre se dejó llevar por la lectura de autores como Lautréamont, Rimbaud o Novalis. Claro está, fueron los años de creación del poemario Evasión hacia el fondo, que tras una dubitativa selección del título —Hombre de tierra, Superficie del cansancio, incluso Espadas como labios— acabó por darse a conocer con el título de Pasión de la tierra, con volcada mirada al ámbito del subconsciente, superando así, con creces, las actitudes eclécticas de los vanguardistas españoles. En España, por decisión del autor, la obra no se dio a conocer VIII
hasta 1946, en la colección Adonais, dirigida ya por entonces por José Luis Cano. En México el libro había visto la luz once años antes (1935), aunque de modo incompleto y en una serie limitada de 150 ejemplares: las modificaciones, en todo caso, que sufrió en su segunda edición son tan numerosas que se podría poner en duda esa lectura evolucionista que el mismo poeta había reforzado y que más tarde veremos. Ciertamente, fueron tres años también de estabilidad física que coincidieron con la escritura de Espadas como labios —cuyo título original era Cantando en las Carolinas, tal y como se lo anunció a Gerardo Diego en la famosa antología de 1932 (Emiliozzi, 2001: 64-66)—. Pero en 1931 se agudizaron sus dolencias renales, hasta que al año siguiente le extirparon el riñón afectado, salvándose de este modo de una muerte que vaticinaban como segura. La enfermedad era ya, por desgracia para nuestro autor, compañera inseparable, sintiéndose en secreto encerrado en la cárcel de un cuerpo sin respuestas, pero dando la mejor de sus sonrisas al mundo exterior. En 1932 vería la luz editorial su convulso Espadas como labios. ¿Era el poeta la otra cara del hombre, su lado oscurecido por la vida? ¿Nació la poesía, como insinuó Luis Cernuda (1950: 9-15), de aquella imposibilidad física, de aquella reducción al mundo contemplativo? Posiblemente: nadie duda, pues, de que su destino se vio truncado por su empeoramiento físico y que, paralelamente, su figura de poeta iba ensanchándose en el panorama poético español. Precisamente fue Cernuda quien alentó a Aleixandre a que se presentara al Premio Nacional de Literatura con un libro aún inédito, La destrucción o el amor (1935), que acabaría ganando. Solo un año más tarde moría su madre, quedándose en compañía de su hermana Conchita y de su padre, de avanzada edad. Fue también el año en el que comenzó su intensa amistad con Miguel Hernández; también fueron los años de mayor escritura de Mundo a solas, justo en el preámbulo de la fatídica Guerra Civil española. Fueron años de salidas repentinas de Velintonia, de estancias angustiosas en la casa de la sierra (Miraflores), de incertidumbre y de desolación, pues su casa sería saqueada, así como su biblioteca y sus recuerdos personales: había que reconstruir no solo las paredes de la casa, sino también su propia vida y hasta la cultura nacional española. En otoño de 1939 comenzó Aleixandre sendas tareas a través de la poesía: era el momento de Sombra del paraíso (1944). IX
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tiempo remarca la pérdida de la armonía o conexión entre cuerpo y espíritu (realidad-deseo), de tal modo que la celebración se convierte en melancólica visión del paraíso perdido: el presente se transforma en tiempo de privación y en antesala de la sombría muerte. Tan solo el poeta, con su simbólico rapto profético y su velada mirada sobre los hombres que deambulan por el mundo, anuncia la inconsistencia de esa vida, tan ajena al dictado primordial de la naturaleza. Su destino, en consecuencia, será ofrecer sombra a los hombres, como la mayoría de árboles; y, al mismo tiempo, revelar la autenticidad (la luz) de las emociones humanas, tanto su intensidad como la fugacidad de esa unión amorosa que busca restituir la divinidad perdida, tal y como afirmasen los versos finales de «El fuego final»: «esa espada en la sombra que inmóvil va a abrazarse, / va a derretirse unida cuando las llamas lleguen». Es, sin duda, un libro en el que se condensa la búsqueda de destino por parte del poeta: encontrar las claves de su propia existencia, la razón de una soledad forzada, de una vigilia impuesta en un mundo que desea, pero que, en su constante rodar, le ignora, aislándolo de esa armonía que ya nunca, en vida, volverá a tener.
4. Diseño y estructura del libro Es Mundo a solas un libro donde impera una significativa voluntad organizativa, sobre todo porque Vicente Aleixandre siempre articuló sus poemarios de una especial manera, con valores simbólicos añadidos (Arlandis, 2004: 88-89). Tras su inicial diseño (primera edición de 1950) más el añadido de esos cuatro poemas (uno, en 1968; y tres en 1970), el libro, no muy extenso, quedaba de la siguiente manera:
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Muchas lecturas podrían sugerirnos, en un primer momento, esta curiosa disposición numérica de los poemas: por un lado, en su primera edición, vemos la irregularidad de la parte central y que fuera la primera corrección que el poeta hizo. Ya en la edición de 1968 el azar hizo que el número fuese el 666, como sabemos, el reverso, el número de la condena, el luciferino signo de la rebeldía. Posiblemente tanta notoriedad no le encajara del todo a Aleixandre y quisiera darle otra forma estructural, como tres ciclos cumplidos, con su parte de divinidad (así es el número siete concebido), pero también de temporalidad. Valoraciones generales que cabría ir desarrollando poco a poco. 4.1. Las partes generales del libro: líneas de interpretación El número tres tiene una amplia y vasta tradición simbólica y suele aludir a la perfección y al orden de lo acabado: unión de la unidad y de la dualidad que, en principio, nos llevaría a la conciliación con la creación y al movimiento (ruptura del estatismo dual). Valores que el libro, temáticamente, negará, como en disociación entre la forma, la estructura, el cuerpo y su alma, su fondo, su contenido. Incluso se afirma que el tres se convierte en el esquema básico de comprensión del mundo, lo que vendría a reforzar esa desarmonía interior del poemario, en una percepción de ese mundo a solas, sin la dualidad (el Amor). No en vano el tres es también el número que relaciona lo divino, lo humano y lo cósmico: la trinidad cristiana, la trinidad budista, la trinidad taoísta o la trinidad hindú dan buena muestra de ello. Pero la desconexión entre ellos queda patente, sobre todo en la primera edición, con esa parte central desigual. Lo cierto es que en el libro se impone la ruptura y no la unión, la soledad y no la complementariedad, el aislamiento y no la integración, lo desdivinizado y no la divinización. Es, por tanto, un libro de contraste, de despertar trágico, de herida simbólica, de desconexión: recordemos que tres son también los niveles de la vida humana (física, racional y espiritual), así como la evolución vital de la mística (purgativa, iluminativa, unitiva). Nuevamente la idea del reverso sobrevuela en el poemario, ya que si la poesía de Aleixandre se había calificado —incluso por él mismo— como mística de la LX
materia,26 en este poemario solo parece darse la purgación, dándose la constatación de una imposible unión e iluminación: dos cualidades que, por otro lado, tienen en su obra el Amor y la Poesía. Y también resultará sintomático anotar que el tres es, según Jean Chevalier y Alain Gheerbrant (1999: 1016), el número que representa la unión del cielo y la tierra, de igual modo que lo representa el árbol que, como hemos visto, resultaba clave en el libro. Y también es llamativo que este haya sido el único poemario que Aleixandre dividiera en tres partes y con una exacta simetría entre el número de poemas que lo componían en último término; por tanto, no se trata de un diseño tan habitual en el poeta, que solía dividir en cinco o seis partes sus libros, aunque tampoco hubiese un modelo regular en la distribución y segmentación de sus poemarios. Tampoco tiene especial relevancia el número tres en el poemario, pero lo cierto es que ese diseño tan armonioso contrasta con la desarmonía emocional. Es más, el poemario tiene un total de 21 poemas, como sabemos: según la cabalística podríamos ver esta combinación numérica por una doble adhesión, con cierta lógica en el desarrollo del libro, aunque su interpretación podría estar muy lejos de las intenciones (o al menos de la consciencia creadora) del poeta. En ese número, tenemos la unión de la dualidad y de la unidad (20 + 1); pero también debemos considerar que el número 20 representa el símbolo de la creación de universo (su totalidad), lo que, llevado al texto en concreto, podría indicar que el libro muestra el mundo y una soledad en él, una escisión, que es la ruptura original del hombre, pero también la suya propia, la del joven que ya comienza a tener presente su destino, no elegido por él en verdad. Es el número de la perfección, pero aquí vemos exactamente esa quiebra, lejos de la renovación cíclica de la Naturaleza, lejos igual26. En estos términos se explicaba Vicente Aleixandre en una carta a Dámaso Alonso, fechada el 19 de septiembre de 1940: «En el fondo no es más que el ansia de unificación, de la cual el amor es como un simulacro, el único posible en la vida, porque su cabal logro no está más que en la verdadera destrucción amorosa: en la muerte. // Todo esto de mí lo sabes tú bien, aunque nunca te lo he formulado con tanta concreción. La conciencia de ello la tengo desde hace varios años. Sabiéndolo, fácil es explicar mi amor por la naturaleza, mi sensibilidad para el placer de los sentidos: vista, oído, etc.; mi adoración por la hermosura visible, y hasta la mística de la materia que indudablemente hay en mí» (Apud. Duque Amusco, 2002: 748).
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mente, de la plenitud, de la armonía cuerpo-alma, cielo-tierra, vida-muerte. Así que, haciendo un cierto juego semiótico, podríamos traducir esos 20 + 1 poemas como «mundo» + «a solas» respectivamente. Pero tengamos muy presente que tal conjetura interpretativa solo puede darse en la última de sus ediciones, esa que el poeta consideró como su definitiva versión. No antes, lo cual descartaría, en buena medida, la perfecta combinación de estos elementos. 4.2. La estructuración de los poemas: los tres ciclos Ya hemos indicado que el libro tiene un diseño que apenas entraña complejidad estructural: sin poemas que hagan la función de prólogo, ni de epílogo; tampoco de poética velada, ni de punto axial dentro del libro. Todos los poemas llevan título y nada parece indicarnos que exista una marcada correlación estructural entre ellos; si acaso, destacan los títulos con algún elemento negativo, de privación, con lo que tendríamos:
Frente a esa negación (presente en el título de seis poemas), también tenemos la presencia del Amor, aunque siempre con modificaciones importantes: por tanto, tenemos cinco poemas donde el amor, a pesar de sus modificaciones, queda presente ya en el título, frente a los seis poemas con esas negaciones imperantes. Tan solo en «Bulto sin amor», en cambio, se combinan los dos. De igual modo, podemos establecer otro tipo de relaciones tales como las siguientes:
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Y de tal disposición podemos concluir que impera la aspiración celeste (6 poemas), aunque finalmente la condición humana, atada a lo terrestre, acabe imponiendo sus límites, su realidad (7 poemas). Más llamativa resultará la elección del número de poemas que componen cada una de las partes: el siete. Como sabemos, este número hace referencia al ciclo cumplido, es decir, de acabamiento de un período de plenitud, con la posibilidad, o no, de un reciclamiento cosmogónico (de ahí también que sea el número de lo eterno). Es el número de la temporalidad, aunque en su reverso implique también su acabamiento, el cumplimiento, por eso —en la tradición occidental— son siete los ojos de Dios, pero también son siete las cabezas de la bestia del Apocalipsis; también son siete los días de la creación, siete el número de las vacas gordas y la flacas que veía José en sus sueños como parte del destino de su pueblo. Y los ejemplos harían una larga lista tomando solo como referencia la Biblia; pero más allá de esto, recordemos que son siete los planetas, los días de la semana, los colores; siete son las virtudes y las ramas de los árboles de los chamanes, del mismo modo que tenemos siete sacramentos y se dice que este es el número los coros angélicos y de los cielos. Sin olvidarnos que también son siete los peldaños de la evolución (aunque a veces se representa con seis), por tanto, es también en camino hacia la luz, hacia el conocimiento ¿quería plasmar alguna de estas ideas Aleixandre en su libro? Sin duda, siemLXIII
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Vicente Aleixandre
MUNDO A SOLAS (1934-1936)
NO EXISTE EL HOMBRE1
Solo la luna sospecha la verdad. Y es que el hombre no existe.2 La luna tantea por los llanos, atraviesa los ríos, penetra por los bosques. Modela las aún tibias montañas. Encuentra el calor de las ciudades erguidas. Fragua una sombra, mata una oscura esquina, inunda de fulgurantes rosas el misterio de las cuevas donde no huele a nada. La luna pasa, sabe, canta, avanza y avanza sin descanso. Un mar no es un lecho donde el cuerpo de un hombre puede [tenderse a solas. Un mar no es un sudario para una muerte lúcida. La luna sigue, cala, ahonda, raya las profundas arenas. Mueve fantástica los verdes rumores aplacados. Un cadáver en pie un instante se mece, duda, ya avanza, verde queda inmóvil. La luna miente sus brazos rotos, su imponente mirada donde unos peces anidan. 1. Una de las cuestiones más llamativas y significativas de todo el libro es la sorprendente ausencia de dedicatorias y citas en los poemas. 2. Dos principales protagonistas van a concentrar la atención del libro: por un lado, el hombre cuya condición será la de estar «degradado, enajenado, de aquella englobante y totalizadora unidad amorosa del mundo» (Jiménez, 1998: 55) y sentirse infinitamente reducido hasta la más baja condición de ser la inmóvil sombra de lo que pudo haber sido ¿por culpa de la escisión primigenia del ser humano?, ¿por motivos personales? Por otro lado, la luna, como símbolo que condensa toda la desolación del libro (Villena, 1977: 8) y muy directamente queda asociada al mundo de la privación, de la soledad y del sombrío acabamiento. En ambos casos (y este poema resulta modélico) parece concentrarse la idea del ser inauténtico: el hombre porque ha perdido por completo su auténtica esencia y trata de enmascarar su mísera condición; la luna porque su luz no le es propia y finge tener una claridad que no posee (Arlandis, 2004: 114). Véase la personificación del astro como muestra de lo apuntado.
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Enciende las ciudades hundidas donde todavía se pueden oír [(qué dulces) las campanas vividas; donde las ondas postreras aún repercuten sobre los pechos [neutros, sobre los pechos blandos que algún pulpo ha adorado. Pero la luna es pura y seca siempre. Sales de un mar que es una caja siempre, que es un bloque con límites que nadie, nadie estrecha, que no es una piedra sobre un monte irradiando.3 Sales y persigue lo que fuera los huesos, lo que fuera las venas de un hombre, lo que fuera su sangre sonada, su melodiosa cárcel, su cintura visible que a la vida divide, o su cabeza ligera sobre un aire hacia oriente. Pero el hombre no existe. Nunca ha existido, nunca. Pero el hombre no vive, como no vive el día. Pero la luna inventa sus metales furiosos.
3. En MS1 existe un espacio a final de este verso. Dicho espacio desaparece en MS3 y tampoco se da en MS4 ni en MS5.
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EL ÁRBOL4
El árbol jamás duerme. Dura pierna de roble, a veces tan desnuda quiere un sol muy [oscuro. Es un muslo piafante que un momento se para, mientras todo el horizonte se retira con miedo. Un árbol es un muslo5 que en la tierra se yergue como la erecta [vida. No quiere ser ni blanco ni rosado, y es verde, verde6 siempre como los duros ojos. Rodilla7 inmensa donde los besos no imitarán jamás falsas [hormigas.
4. Este poema va acompañado por una ilustración fotográfica de Joaquín Alcón, sin firmar, en MS3. Es interesante anotar que el poema «El muerto» (que pertenece a Nacimiento último) fue publicado en Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, nº 8, 1949, pp. 313-314, con el título «El árbol». Más tarde Aleixandre, al escribir o titular este poema, decidió modificarlo, aunque existe directa relación con la imagen del muerto a lo largo de todo el poemario. Se establecería una doble hipótesis sobre su datación: o bien el poema es posterior a 1949; o bien Aleixandre lo había titulado de otro modo previamente. El primero de los casos rompería drásticamente los márgenes temporales señalados por el poeta «(1934-1936)» ya en su primera edición. 5. Como ya apuntamos en la introducción, esta es una clara referencia a la lesión que sufrió Jacob al luchar contra el ángel (Génesis, 32, 23-33), del mismo modo que el árbol (el destino revelador del poeta) quedará marcado en su muslo-tronco. 6. Recordemos que el color verde no solo se asocia a la vida y a la esperanza: el surrealismo, por ejemplo, lo usó para expresar, en numerosas ocasiones, lo onírico, pero también lo putrefacto. En el primer caso, por ejemplo, lo veríamos en muchos de los poemas de Federico García Lorca. En el segundo caso, lo vemos aquí: visión degradada de la materia que avanza hacia su descomposición sin sublimación alguna. Será este color, por tanto, predominante en el libro. 7. La primera lesión que dejará convaleciente al joven Aleixandre será aquella artritis infecciosa de la rodilla derecha (año 1922) que el poeta interpretó como la primera señal de su auténtico (y fatal) destino de poeta.
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Donde la luna no pretenderá ser un sutil encaje. Porque la espuma que una noche osara hasta rozarlo a la mañana es roca, dura roca sin musgo. Venas donde a veces los labios que las besan sienten el brío del acero que cumple, sienten ese calor que hace la sangre brillante cuando escapa apretada entre los sabios músculos. Sí. Una flor quiere a veces ser un brazo potente. Pero nunca veréis que un árbol quiera ser otra cosa. Un corazón de un hombre a veces resuena golpeando. Pero un árbol es sabio, y plantado domina. Todo un cielo o un rubor sobre sus ramas descansa. Cestos de pájaros niños no osan colgar de sus yemas. Y la tierra está quieta toda ante vuestros ojos; pero yo sé que ella se alzaría como un mar por tocarle. En lo sumo, gigante, sintiendo las estrellas todas rizadas sin un [viento, resonando misteriosamente sin ningún viento dorado, un árbol vive y puede pero no clama nunca, ni a los hombres mortales arroja nunca su sombra.
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ALGUNAS PÁGINAS HAN SIDO ELIMINADAS
ALGUNAS PÁGINAS HAN SIDO ELIMINADAS
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ............................................................................ 1. Vicente Aleixandre y «su mala salud de hierro» ................... 2. Algunas claves en torno al vitalismo aleixandrinista: versos y reversos .................................................................. 3. Versos para una crisis: sentido de un libro ........................... 3.1. La difícil articulación de Mundo a solas en la «aspiración a la luz» aleixandrinista: las peripecias editoriales ................................................ 3.2. El poeta y su destino ..................................................... 3.3. La quietud del árbol: atarse a la raíz de unas palabras reveladoras ..................................................................... 3.4. Desamor y expulsión del paraíso: bases de un fatal destino para el amante ................................................... 4 Diseño y estructura del libro .................................................. 4.1. Las partes generales del libro: líneas de interpretación ............................................................ 4.2. La estructuración de los poemas: los tres ciclos ...........
VII VII XIII XVII
XXIII XXXII XLVII LIV LIX LX LXII
NUESTRA EDICIÓN .......................................................................
LXV
BIBLIOGRAFÍA CITADA ...................................................................
LXIX
MUNDO A SOLAS (1934-1936) NOTA EDITORIAL DEL AUTOR .......................................................
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[NOTA DEL AUTOR] ......................................................................
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I No existe el hombre ................................................................... El árbol ...................................................................................... Bulto sin amor ...........................................................................
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Pájaros sin descenso .................................................................. Bajo la tierra .............................................................................. En un cementerio ...................................................................... Humano ardor ...........................................................................
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II Ya no es posible ......................................................................... El sol victorioso ......................................................................... Al amor ...................................................................................... Libertad celeste ......................................................................... Filo del amor ............................................................................. Humo y tierra ............................................................................ El fuego final .............................................................................
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III Mundo inhumano ..................................................................... Tomento del amor ..................................................................... Guitarra o luna .......................................................................... El amor iracundo ...................................................................... Luna caída ................................................................................. Nadie ......................................................................................... Los cielos ...................................................................................
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APÉNDICES APÉNDICE 1. Poemas coetáneos La tristeza .................................................................................. El mar negro ..............................................................................
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APÉNDICE 2. Notas editoriales Para la edición de 1950 ............................................................. Para la edición de 1970 ............................................................. Para la edición de 1998 .............................................................
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APÉNDICE 3. Notas del autor en otras ediciones Fragmento del prólogo de Mis mejores poemas ........................ Nota previa de Mis mejores poemas ..........................................
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APÉNDICE 4. Otros textos sobre Mundo a solas Reseña de Antonio Fernández Molina (1972) .......................... Texto de Javier Climent en la edición de 1970 .......................... Artículo de Alejandro Duque Amusco: «Un poema sobre el desamor» (1998) ..............................................................
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APÉNDICE 5. Material gráfico Retratos / portadas / ilustraciones ..............................................
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