La voz de la esfinge - numero 06

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í Revista de Literatura Año ii • Número 6 Segunda Época Abril-Junio de 2001 Directora Isabel Jazmín Ángeles Editor Antonio Marts Consejo Editorial Luis Armenta Malpica Hilda Figueroa Carlos Maldonado León Plascencia Ñol Elizabeth Vivero Marketing Heinzy Arturo Cruz Diseño

Imagen portada Rodrigo Medina Revista electrónica Antonio Marts Correspondencia y colaboraciones

Apartado Postal 39-37 C.P. 44171 Guadalajara, Jalisco, México. Teléfono 35 63 01 07 correo electrónico: antonio_marts@hotmail.com

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antecámara

d

i

poemas

C. K. Williams La alondra, el tordo, el estornino. (poemas de Issa) C. K. Williams versión de Rubén Gil 16

c

e

Valle de los reyes

de

tres poemas

Václav Hrabe Poema casi de despedida Václav Hrabe versión de Helena Buixaderas 4 de

Variación de un tema renacentista Václav Hrabe versión de Helena Buixaderas 10 Otoño Václav Hrabe versión de Helena Buixaderas 12 Un poema guaraní Hija de aquel verbo Susy Delgado 14

Alejandría Una cuestión de fondo Martha Cerda 18

Doble Horizonte Escritorio Patricia Medina 21

Doris Lessing «Una vida notoria» Dwight Garner entrevista a Doris Lessing versión de Isabel Jazmín Ángeles 30

Plástica dibujos de

Rodrigo Medina texto Abril Medina 40

Heliópolis memoria en el corazón

Envidia luminosa Ricardo Venegas 27

No lo sé, Dios tal vez Francisco Magaña 42

Dos poemas María Cristina Ramirez 28

Los libros robados Carlos Yusti 43 Una Tijuana polifónica Elizabeth Vivero 46

http://read.at/paraisoperdido


La memoria de la ciudad Harriet Quint 48 Paraíplos de Ricardo Sigala Dulce María Zúñiga 49 Inscripciones de abril Guillermina Delgado 52 Sobre Elogio del libro Carmen Villoro 54 Cuaderno de cuatro años e.v. 55 Para la gente que sabe reír a.m. 56

Ilustraciones Rodrigo Medina

Rodrigo Medina Guadalajara, México. Inició sus estudios en “El nigromante” (inba) y en el Instituto Allende, de San Miguel de Allende, más tarde en la Escuela de Artes plásticas de la Universidad de Guadalajara y el Instituto Cultural Cabañas, así como en diversos talleres de connotados maestros jaliscienses. En 1995 se traslada a la ciudad de México, ingresando al taller del pintor Pedro Medina Guzmán, así como al taller de Patricia Soriano en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Posteriormente estudia en Guanajuato con Luis Nishisawa. Desde 1999 radica entre Guadalajara y París, donde estudió dibujo en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Francia. Entre otros ha ganado los siguientes premios y distinciones: Primer lugar (pintura menores de 35 años) en el Salón de Octubre-Premio Omnilife 2000 y fue seleccionado en el Encuentro Nacional de Arte Joven 2000, en Aguascalientes, Aguascalientes.


4 ~ La Voz de la Esfinge

Václav Hrabe

Tres inéditos en español de


Poema casi de despedida versión de Helena Buixaderas

El sol hermosísimo maniquí rígidamente hace una reverencia al oeste Se cierran las flores y los comercios Praga cansada del elogio de los poetas y de su belleza se agrisa con el crepúsculo Es tan extraño cómo todo se te parece Es tan extraño este pensamiento de que puedo perderte porque en el mundo todo cambia constantemente Puedo perderte y de nuevo habrá mañanas llenas de cigarrillos

Václav Hrabe Pribrami, Checoslovaquia, 1940. Estudió en la Facultad de Pedagogía de Praga. Escribió la obra de teatro Margot y el relato Fiebre (Horeèka) que se publicó en la revista Divoké víno en 1967. Publicó poesía para la revista Tvaø. Murió en el invierno de 1965. Sus libros de poemas son Stop-time, Blues en azul y blanco y Cielo negro sobre la ciudad. La recopilación completa de sus poemas se publicó con el título de Blues.

~ La Voz de la Esfinge

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Hrabe

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Poema casi de despedida

~ La Voz de la Esfinge


antecámara

Buixaderas

que seducirán a la bella y pomposa tristeza Puedo perderte y de nuevo habrá noches la luna flotante en el firmamento será semejante a la sombra de tus cabellos despeinados no podré dormir y odiaré los clásicos Puedo perderte y después probablemente lo más apropiado será desviarlo a la dialéctica Sí todo esto puede pasar Pero ya nunca perderé todos los banales, maleducados y extraños hijos de nuestro amor todo lo que no se puede manosear en el Tuzex empollar durante la noche obtener protección con la sonrisa deseo y valor no esperar a que la vida transcurra alrededor como un desfile de barracas no dejarse seducir por la suerte que cae en la medida y viene bien

~ La Voz de la Esfinge

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Hrabe

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Poema casi de despedida

~ La Voz de la Esfinge


antecámara

Buixaderas

no estar aquí en vano no comer aquí pan gratis Ver por la mañana en el Moldava caballos salvajes enumerar mis amores y si fuera necesario dejarse matar por ellos

~ La Voz de la Esfinge

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Variación de un tema renacentista

Václav Hrabe

Tres inéditos en español de

Hrabe

~ La Voz de la Esfinge


antecámara

Buixaderas

Variación de un tema renacentista versión de Helena Buixaderas

El amor es como un lucero flotante en el negro firmamento ¡Atrancad las puertas! Apagad en casa todas las velas y atrincherad vuestros cuerpos vosotros a quienes se os endureció el corazón El amor es como un barco hermoso que perdió su capitán a los marineros les tiemblan las manos y temen qué ocurrirá mañana El amor es dolor del despertar y manos calientes de estrellas que te arrojan por la ventana de la prisión flores del viaje de novios El amor es como un lucero flotante en el negro firmamento Nuestra vida arde como una vela y los muertos no pueden amar

Helena Buixaderas Murcia, España 1969. En 1994 recibió el premio «Manuel Siurot» de narrativa breve (Huelva,España) y en 1995 una mención honorífica en el premio «Ciudad de Miranda» de poesía (Miranda de Ebro, España). Tiene publicado el libro de poemas A través de los senderos infinitos (Editorial Estío, Miranda de Ebro, Burgos, España). Actualmente reside en Praga, República Checa.

~ La Voz de la Esfinge

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Václav Hrabe

Tres inéditos en español de

Hrabe Otoño

~ La Voz de la Esfinge


antecámara

Buixaderas

Otoño

versión de Helena Buixaderas

Sol tuberculoso Campos de remolacha A ras de tierra respiran las nubes, como grandes y grises tilos y desde sus ramas alzan el vuelo las aves comediantes que abandonan el último refugio veraniego En los bosques de Praga se lame las heridas un acorralado y sudoroso Octubre, en los campos embarrados, crucificado de otoño Olmo tembloroso Desnudo como una oración ¡Cerrad las ventanas! el verano se acaba

~ La Voz de la Esfinge

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Hija de aquel verbo

un poema

guaraní

Delgado

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Ayvu membyre Susy Delgado

1 Peteï ko’éme oja vaekue che hüre, opu vaekue che jurúpe mba’e guasuete, ñe’ë. Mba’e kyrÿimi, marangatuete, ára pytumi ñanemoingovéva sapy’ aitemi, pyhare pytépe.

~ La Voz de la Esfinge

2 Peteï ko’éme ohopa vaerä chehegui akói ñe’ë rayhumi, ñe’ë tavymi, ñe’ë haise, ñe’ë membyre ñe’ëngatuete, ñe’ë reiet ñe’ë reiete.

3 Peteï jey che mba’e ñandu, che mba’e rayhu, che mba’e pota, che mba’e pochy, che mba’e rairö, che mba’e mbyasy, oikóne chugui che mba’ekue, ñe’engue, mba’eve. Pyhare jeybe upérö.


antecámara

Delgado

Hija de aquel verbo versión de Susy Delgado

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1 En un despertar se pegó a mi lengua, estalló en mi boca, cosa insospechada, el habla. Cosa tiernísima, buena de verdad, aliento del cielo, que nos da la vida un momentito, en medio de la noche.

2 En un despertar se habrán de ir todos de mí el amor al habla, habla niña y torpe que quiere escribirse, el hijo del habla, el habla habladora que habla por hablar tanto inútilmente.

Y alguna vez mi presentimiento, mi cariño, mi deseo, mi enojo, mi pelea, mi nostalgia, se harán cosa vieja, habla vieja, habla vacía. Será noche de nuevo [entonces. Susy Delgado Es periodista y escritora bilingüe. Dirige el área cultural del diario La Nación de Paraguay. Ha publicado cuatro poemarios en castellano y tres en guaraní, el último es Ayvu membyre, del cual se tomaron estos tres poemas y que será próximamente editado en una edición trilingüe.

~ La Voz de la Esfinge

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La alondra, el tordo, el estornino

C.K. Williams

Poemas de

C. K. Williams

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The lark, the thrush, the starling. (Poems from Issa)

~ La Voz de la Esfinge

C. K. Williams

I know nothing anymore of roads. Winter is a road. I know, but the body, the beloved body, is it, too, only a kind of road? *** That night, winter, rain, the mountains.

No guilt. No not-guilt. Winter, rain, mountains. *** Listen carefully. I’m meditating. The only thing in my mind right now is the wind. No, wait... the autumn wind, that’s right, the autumn wind!


antecámara

Gil

La alondra, el tordo, el estornino. (Poemas de Issa) versión de Rubén Gil

Nada sé ya de caminos. El invierno es un camino, lo sé, pero el cuerpo, el amado cuerpo, es, también, ¿sólo un tipo de camino? *** Aquella noche: invierno, lluvia, las montañas.

Sin culpa. Sin inocencia. Invierno, lluvia, montañas. *** Escucha con atención. Medito. Lo único en lo que pienso ahora es en el viento. No, espera: en el viento otoñal, eso es, ¡en el viento otoñal!

C. K. Williams Newark, New Jersey, 1936. Es ganador del premio Pullitzer y autor de Lies, I Am the Bitter Name, With Ignorance, The Lark. The Thrush. The Starling. (Poems from Issa) de donde se tomaron estos poemas, Tar, Flesh and Blood, Poemas 1963-1983, The Bacchae of Euripides, A Dream of Mind, Selected Poemas, The Vigil y Repair. Rubén Gil Guadalajara, 1972. Estudió la carrera de Filosofía en la Universidad de Guadalajara. Es traductor profesional.

~ La Voz de la Esfinge

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Martha Cerda

L

e sobresalía el refajo. Desde antes de que yo empezara a ir a la escuela, por debajo de la falda de doña Catalina, se asomaba, como buscando respirar, un holán de encaje beige que contrastaba con las medias gruesas, para las várices, que le cubrían las piernas. Yo aún no me alzaba mucho del suelo, un metro veinte, a lo más, pero me tiraba de panza cuando ella pasaba, dizque para jugar a las canicas, a ver si podía mirar algo de aquella tela tan delicada, que no parecía pertenecer a la misma mujer de sesenta años, que era doña Cata. Doña Cata iba diario al mercado; de ida, llevaba colgando del brazo una bolsa de plástico, a cuadros rojos y blancos, que se balanceaba de tan vacía. Al regreso la bolsa no venía llena: un ramo de perejil, dos zanahorias, tres huevos, un bolillo que, sin embargo, pesaban lo suficiente para darle forma a la bolsa de plástico. Doña Cata compraba su mandado en el estanquillo de Hilarión, igual que todos los del barrio, porque era el que más fiaba:


—Luego le pago, don Hila —le decía mi mamá. —No se apure, Lolita —contestaba él. A veces mi mamá y doña Cata se encontraban en el mercado. Más bien no se encontraban, porque mamá le sacaba la vuelta como si le debiera algo y ella miraba a mamá de reojo, como si no se atreviera a cobrarle. Y es que éramos muy pobres, decía mi mamá, cuando le pedía dinero para comprar caramelos. Consuélate con comer frijoles, Luisito, me contestaba dándome un pellizco suavecito en el cachete. Mi mamá parecía señorita, como la hermana de Polo, mi amigo. O sea, no parecía mamá mamá, igual a las del barrio. Ella caminaba ligerito y no era regañona, hasta se sentaba en el suelo a jugar a las canicas con Polo y conmigo. Así la vio una vez doña Cata. Mamá no pudo sacarle la vuelta, nada más inclinó la cabeza, como queriéndose esconder, pero doña Cata ni en el mundo la hizo, pasó de largo, con el refajo de fuera. Mamá ya no pudo atinarle a la canica y eso que iba ganando. Quién sabe qué le habría prestado doña Cata a mi mamá, que se ponía tan nerviosa al encontrarse con ella, pero al mismo tiempo le daba gusto verla, se le notaba en la mirada, que se le convertía en un chorro de agua clara, y en la media sonrisa que no podía disimular. Doña Cata parecía no fijarse, aunque bien que le gustaba pasar por la casa, habiendo tantas calles, decía yo, pensando qué habría debajo de la falda de esa mujer. A mamá nunca le salía el refajo porque no usaba. Viejos pendejos, qué les importa, decía cuando don Chuy Cabrera, el sastre de la esquina; don Pepe, el peluquero; o hasta Santos, el sacristán, le gritaban a la pasada, mirándola de arriba abajo: Ay Mamacita, andas a ráiz. Pero a mí me llamaba más la atención el refajo de doña Cata, que se había ido deshilachando.

Martha Cerda Guadalajara, Jalisco, 1945. Ha escrito los títulos Juegos de damas (Joaquín Mortiz, 1988), Y apenas era miércoles (Joaquín Mortiz, 1993), y La señora Rodríguez y otros cuentos (Joaquín Mortiz, 1990; Indigo, París, 1993; La luciernaga Editores, 1994), Figuraciones y transfiguraciones (Editorial Biblioteca de Textos Universitarios, Salta, Argentina, 1995), Las mamás, los pastores y los hermeneutas, (Ediciones Castillo,1995), entre otros. Ha recibido premios internacionales y es Premio Jalisco en Letras 1998.


Cerda

Una cuestión de fondo

Ya me alzaba del suelo metro y medio y seguía jugando a las canicas. Doña Cata también seguía yendo al mercado, sin saludar, con su paso cada vez más lento. El día que se cayó en la calle fui el único que corrí a ayudarle. Déjame, muchacho, decía ella tratando de recoger los huevos rotos y los jitomates apachurrados por su peso: había caído de cuerpo entero encima de la bolsa. Luego se sacudió, se estiró la falda, me dijo: Gracias, Luisito, y siguió su camino, con la orilla del refajo deshilachado moviéndose a su paso. En el barrio todos me decían El Pelón. Nunca entendí por qué ella me diría Luisito, ni por qué mi mamá lloró tanto cuando la del ocho vino a avisarnos que doña Cata había amanecido muerta;

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~ La Voz de la Esfinge

ni por qué, desde entonces, mamá empezó a usar refajo y dejó de trabajar de noche, en la funeraria que estaba al lado de la cantina de don Chon, el que cada que me veía me preguntaba: ¿Cómo va la escuela, hijo? Menos entendía por qué me llamaban El Pelón, si tengo el pelo chino y abundante, no como don Chon, que parecía bola de billar. Mi amigo Polo tampoco entendía por qué había sido hijo de su papá, que era carpintero, y no del presidente de la república. Huy, Polo, yo nomás quisiera entender por qué doña Cata enseñaba diario el refajo, como si fuera manda, me hubiera gustado decirle; pero, en lugar de hacerlo, le apunté a su cacalota con todas mis fuerzas y grité: ¡Chiras pelas!


doble horizonte

d o b l e

Medina

h o r i z o n t e Escritorio Patricia Medina

El lápiz está quieto un hachazo lejano cae sobre el ahuehuete carbón ensimismado humea desde el tapiz grietas del árbol abren sus enorme mandíbulas y degluten la línea que el grafito inaugura en la página. un hijo no se duerme da vueltas sobre el mundo de sus brazos con la muerte en su risa En el perenne insomnio de las cosas un hijo va en su orilla va, y me falta. Papel para escribir para tapar el frío que las palabras sienten (Qué buen papel evita el hollín vestido. De loca, le anda quedando bien la mascarada.). Original y copia el borrador con muescas y cada tachadura que se llame siempreviva ~ La Voz de la Esfinge

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Medina

Escritorio

y cada titubeo que se regrese al fósforo donde todo se asienta. Papel para envolver las manos delatoras que hicieron agujeros en los días por rascarle los versos Ah, qué testarudez la cruz el ademán de adiós las señales secretas para encender al otro y cocerlo en el giro levísimo del ave que se estrena en la boca. Papel que diga casa y huela a musgo que ningún aire eleve y deposite en la escalera de las desapariciones. ¿vas a creer, hijo mío, que los dos, solos nos fuimos dividiendo como paredes viejas en el zaguán de la milagrería? ¿Le vas a creer al miedo que se divierte enchuecando tus labios tan atentos al beso? Papel para medir el grosor de la niebla que enturbia la visión: no te me escondas, sueño camino de mi voz viene la estrofa con las mejillas altas de los ripios. No te devuelvas, río 22

~ La Voz de la Esfinge


doble horizonte

Medina

ya se ahogaba en tus vados el de la cuerda al cuello y te cruzaba. Papel para las cartas: Hijo de mi voluntad: ¿te acuerdas de los gatos que rasgaban tu piel mientras veías el mapamundi? Tú los oíste husmear las azoteas —encrespados y flacos— en las tardes azules, cuando el amor rondaba con sus apariciones de susurros y su explosión de apremios en tus muslos. (Mamá, ¿por qué mi sangre es blanca?) Y yo te puse a salvo de los gatos, cuando dije: es la sangre del alma. Papel de arroz que roce mis párpados, mi frente y traiga flor de loto en sus resquicios por si se cumple la sonrosada entrega sobre el polvo. Papel para mirar a contraluz el invierno en la estepa que no tuve porque otros escenarios acercaban el guiño de un verano para el acto final de la pastilla empapada de alcohol. No; vuelva a comenzar su parlamento. Debe decir: «A fe de mis mayores que no supe aprovechar el sol». Cierre el libreto y que sea de memoria. ~ La Voz de la Esfinge

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Medina

Escritorio

Papel de partitura:

porque mi canto es rojo yo lo entono a las vírgenes barrocas que ocultan en el seno sus heridas. Canto, porque allá, abajo los que gimen me producen un vértigo y me llaman.

Papel impreso, en cuya tinta fresca La huella dactilar identifique y salte el laberinto De los espejos cóncavos: Sociales:

Nota roja: Política:

María conoce a Juan Se aman Pero Juan no quiere que María Se parezca a su madre. Hoy Juan mató a María Se le juzga. El presidente electo Indulta a un condenado Juan se salva.

Papel para la cura: Ahí, donde los críos con una ciega ausencia y se callan sus rastros a golpes en la arruga que crece como una herida sobre la media noche.

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~ La Voz de la Esfinge


doble horizonte

Medina

Querías un tren de azúcar para llegar al sur Donde estaban tu abuelo con sus charreteras Y tu padre con su saracof. Y te advertí: en esta casa se han prohibido La miel, los sucedáneos de la fruta Y algunos nombres propios. Papel para picar monitos en busca de los ojos de los niños (ah, la encrespada leche en los bigotes las preguntas: ¿Quién pinta cada noche? ¿Quién le da vuelta al mundo? ¿Y no se cansa?) pasmados en la alquimia de sus cuerpos con alas. Papel cobija que abandone el colchón y se meta en la abuela que le tejía bufandas al suicidio. Dame tus pies de carretera vieja para llegar hasta tu corazón de estuche de rosario y hallar las madreperlas. Después te fuiste y me quedé sumergida en barcos al garete ~ La Voz de la Esfinge

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Medina

Escritorio

de banqueta a banqueta con raquetas de viento hendiendo los pasillos y una fe bajo el polvo que empapaba tu cama.

Patricia Medina Guadalajara, 1947. Autora de los libros de poesía Mi palabra, Avatares, Trayectoria del Ser, La memoria era hoy, Fronteras de cristal, Trópicos fundamentales y Azúcar limpio, así como de la novela Contracorriente (Grupo editorial Planeta, 1991). Coordinadora de talleres multidisciplinarios de literatura desde 1985. Presidenta y fundadora de la Asociación de Autores de Occidente, s. de a. de i.p., y directora de su Área de Estudios Literarios, desde 1989. Fundadora y Directora de Literalia Editores. Este poema forma parte del libro Lo mismo en Pan y Flor, con el cuál gano el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2001.

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La pulpa con que se hizo El papel viejo y nuevo El liso y corrugado El del verso y la cuenta. La pulpa se ha agotado.

~ La Voz de la Esfinge

El hijo es una culpa en el casquillo De pólvora quemada Y un agujero negro En cuyo fondo voy cargando a un ángel.


doble horizonte

Venegas

Envidia luminosa Ricardo Venegas

Luzbel es el autor de la primera envidia, el ángel luminoso, el más turbio milagro de la luz. El cielo de esta enfermedad antigua erige la avidez de muchos herederos sin alas. A la hora marchita de los vahos cuando un arcángel ronda la fortuna escucho las campanas de los muertos y entiendo que me dicen: Nada es cierto.

Ricardo Venegas San Luis Potosí, 1973. Estudió Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Textos suyos han aparecido en las revistas Siempre!, Tierra Adentro, Los Universitarios (unam); y en los periódicos El Financiero, Excélsior , El Universal, El Nacional y en el suplemento La Jornada Semanal entre otros. Su trabajo ha sido incluido en diversas antologías. Es autor de los libros de poesía El silencio está solo (1994), Destierros de la voz (1995), Signos celestes (1995) y Escribir para seguir viviendo (2000). Actualmente dirige la revista literaria Mala Vida.

~ La Voz de la Esfinge

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RamĂ­rez

Dos poemas

Dos poemas MarĂ­a Cristina RamĂ­rez

1 Mujer incauta amurallada con madera, clavos miel destino de soplar en el rescoldo de la herida en la luz: amasar sacudir el polvo de las lunas. Campanario en medio de quietud y de pesar hierro en el yunque de las hojas bosque en llamas borrador de Dios. Te sumas donde la esfera calla al misterio de yerbas y telares. Vuelve ya.

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~ La Voz de la Esfinge


doble horizonte

Ramírez

2 Al convocar a los fantasmas pregunten por los vivos qué opinan del mundo qué sueña esa muchacha con la falda llena de estrellas y las ojeras de luna. El porqué de las manos en el musgo y el vino amargo. Que nos liberen del miedo y las preguntas que nos destejan el alma que nos traigan el viento que nos lleven con la noche en el grito acorralada.

María Cristina Ramírez Guadalajara, 1958. Estudió la carrera de Ingeniería electrónica en el iteso. Actualmente estudia la Maestría en Filosofía. Cuentos suyos han aparecido en la revista El cuento. Tiene publicado el libro La gota justa de agua (Literalia editores, 2001).

~ La Voz de la Esfinge

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Lessing

Una vida notoria

v a l l e Doris Lessing Irán, 1919. De padres británicos, en 1925 se trasladó a la colonia británica en Rhodesia meridional (ahora Zimbabwe). Estudió hasta la secundaria, después fue autodidacta. A los quince años se fue de casa y trabajó como ama de llaves, al mismo tiempo que comenzó a escribir y publicar cuentos. En 1937 se trasladó a Salisbury; a los diecinueve años, se casó y tuvo dos niños. Algunos años más tarde, se separó y conoció a Gottfried Lessing con el que se casó y tuvo un hijo. En 1949 se trasladó a Londres y publicó La hierba está cantando, con lo cual comenzó su carrera de escritora. A esta novela la siguieron varias otras, entre las que destaca El cuaderno dorado y la serie Los hijos de la violencia. Ha recibido una gran cantidad de reconocimientos por su obra literaria, el más reciente fue el Premio Príncipe de Asturias de este año.

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d e

l o s

r e y e s

Doris Lessing Una vida notoria

Dwight Garner entrevista a Doris Lessing —traducción del inglés Isabel Jazmín Ángeles—

L

os dos volúmenes de la autobiografía de Doris Lessing —Bajo mi piel (1995) y Caminando en la sombra (publicada recientemente)— son excepciones a la regla de que incluso los novelistas extraordinarios tienden a llevar vidas ordinarias. Es imposible leer estos libros (se planea una tercera entrega) sin la sensación del resplandor grosero, sano, de una vida vivida completamente. Ambos libros están llenos del lenguaje y las observaciones sagaces y sin sentido de Lessing. Bajo mi piel evocó su niñez presuntuosa en Rhodesia meridional (fue hija de padres británicos) al igual que sus dos matrimonios fallidos, el inicio de su interés político y el sentimiento cada vez mayor de que tendría que abandonar la comodidad de su vida para convertirse en escritora. Caminando en la sombra la retrata en 1949, cuando se trasladó a Londres con su hijo pequeño poco después de la publicación de su primera novela, La hierba está cantando, y llega hasta 1962. En Caminando en la sombra atestiguamos cómo extiende sus músculos, visualizando el agitado intelecto que se convertiría en el sello de su carrera literaria. Son pocos los escritores cuyo trabajo ha sido tan influyente como difícil de clasificar. El trabajo de Lessing incluye La hierba está cantando, una crítica de la política racial en Rhodesia; la cual fue seguida, después de 17 años, por las cinco novelas autobiográficas en su serie Hijos de la violencia, que incluye La búsqueda de Martha y La ciudad de cuatro puertas. En 1962, publicó El cuaderno dorado

~ La Voz de la Esfinge


valle de los reyes

su novela más famosa y más polémica con un estilo atrevido, que influyó a toda una generación de escritoras y lectoras. También se ha aventurado en la ciencia ficción en una serie llamada Canopus en Argos: archivos. Su trabajo más reciente incluye La buena terrorista (1986), una sátira sobre lo romántico de la política, y Amor, otra vez (1996) acerca, entre otras cosas, de las posibilidades del romance y del amor en una edad avanzada. La escritura puede ser una ocupación solitaria, pero en Caminando en la sombra su autora aclara que encuentra tiempo para otras cosas. Este libro es uno de los mejores relatos acerca de cómo el comunismo dominó la vida intelectual de esa época, y de cómo se encontró a menudo a la vanguardia política. Pero estas memorias también están llenas de preocupaciones más personales: evoca la sensación del Londres de la posguerra: monótono, gris; retrata cómo era ser madre soltera en los años 40 y 50; está lleno de los amigos y de los amantes, y es una elegía a una época casi olvidada: el principio de la revolución sexual, cuando casi toda la gente bebía demasiado, fumaba demasiado y quizás tenían demasiado sexo. Con 83 años, aún sigue siendo vigorosa —con su peinado de partido en medio y sus ojos acerinos, parece una madre tierra herida. Entre los muchos temas de los que habla está el estado actual de las

Garner

publicaciones, el problema del feminismo y cómo una generación dejó de amar al comunismo.

—Cuando usted se traslada a Londres desde Rhodesia meridional, al principio de este libro, es 1949. Usted es no solamente una madre soltera sino una mujer que se ha casado y se ha divorciado dos veces. ¿Había un estigma social asociado a estas cosas? —El término madre soltera todavía no había sido acuñado, sin embargo había otros padres solteros alrededor. No sabíamos que éramos especiales. Era ya un acontecimiento, en cualquier lugar, comenzando en Rhodesia meridional. No debido a mis matrimonios, sino porque era amante de un kaffir y era roja. Ser amante de un kaffir es un millón de veces peor que ser rojo en esa sociedad. Me tuvieron mucha aversión por esa razón. Odiaron y discriminaron a los pocos de nosotros que teníamos esas opiniones. El tío Joe (Stalin) era un gran favorito entre nosotros. Era aceptable, nosotros fuimos rojos durante la guerra, porque estábamos todos del mismo lado. Pero entonces la guerra fría comenzaba. Casi de la noche a la mañana nos hicimos enemigos de quienes eran amigos cercanos ~ La Voz de la Esfinge

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Lessing

Una vida notoria

—cruzaban la calle para evitarnos. Cuando vine a Inglaterra estaba muy triste debido a la guerra. Todas las personas que había conocido acababan de regresar de algún frente de lucha o venían de atravesar la guerra. Era una escena bastante fea, realmente. Londres estaba sin pintar y gris y arrasado. El café no se podía beber. El alimento era indescriptible. Y las ropas eran horrorosas. Yo estaba muy emocionada de estar ahí por razones culturales. Pero la guerra había creado una manera de ver las cosas que es muy difícil de entender ahora. Nadie se preocupaba de tener algo de dinero, porque nadie tenía dinero. No pensabas en nada en particular. Y lo que es ahora común —definirte a ti mismo por lo que vistes o por lo que posees o por lo que comes— hubiera sido considerado vulgar en extremo. —Usted escribió en alguna parte que había pasado por un momento especialmente difícil al tratar de entender dos cosas: una, la atmósfera de la guerra fría, y dos, cómo había cambiado la escena de las publicaciones. —Éstas son las dos cosas más difíciles, creo. —¿Por qué la guerra fría? —Impregnó todo. Había un miedo perpetuo a la guerra. Lo recordé el otro día cuando un hombre, ahora de mediana edad, dijo, «¿se da cuenta de que mi niñez y la de todos nosotros estuvo llena del terror a la bomba?» Era una 32

~ La Voz de la Esfinge

atmósfera muy venenosa, muy paranoica. Significó que todas las reacciones eran extremas. A favor o en contra. El capitalismo estaba muerto. Se hizo y se acabó. Y el futuro era socialista o comunista. Íbamos a tener justicia, igualdad, paga justa para las mujeres, lisiados, negros —todo, en muy poco tiempo. Esta situación absurda fue creída por gente extremadamente inteligente. Éso es lo que me interesa. —Usted llama a estas creencias un tipo de hipnosis colectiva. —La llamo psicopatología total. Porque lo que creíamos era basura. No tenía absolutamente nada que ver con lo que estaba pasando en el mundo. —¿Pero era una creencia embriagadora, no? ¿Realmente todo era basura? —Mire, la mayor parte era basura. Pero tenía una carga emocional enorme detrás de ella, lo que significaba que la gente podría alcanzar más si creían en esta clase de cosas. Usted sabe, si esta sola creencia le proporciona combustible, entonces cosas asombrosas se consiguen. —Usted escribe acerca de esta gente interesante, ansiosa, apasionada, que hizo tanto por su creencia en el comunismo, y lo que consiguieron fue a Stalin. Era un tipo de broma cruel.


valle de los reyes

—Bueno, éso es el por qué el socialismo está, en nuestra época, muerto. Porque la gente joven dice, «Está bien, ustedes los rojos —miren lo que apoyaron: China y la Unión Soviética.» Lo interesante es hacerse esta pregunta: ¿Por qué los europeos estaban incómodos con la Unión Soviética, después de todo? No tenía nada que ver con nosotros. China no tenía nada que ver con nosotros. ¿Por qué no construimos, sin referencia a la Unión Soviética, un buen socialismo en nuestros propios países? Pero no, estábamos todos —en una forma u otra— obsesionados con la Unión Soviética sangrienta, que era un desastre. Lo que la gente apoyó se descompuso. Y continuamente lo justificaban. Eso tenía un efecto desastroso en —éste es un cliché, perdóneme— el pensamiento progresivo de todo tipo. —Usted compara esa clase de pensamiento progresivo a la corrección política de hoy, para utilizar otro cliché. ¿Qué tan cierto es eso? —Pienso que es cierto. Pienso que las actitudes mentales detrás de él son iguales. —¿Cuáles son esas actitudes? —Una necesidad de sobresimplificar. De controlar. Y una desconfianza enorme hacia lo innovador, hacia las nuevas ideas. Todos los movimientos políticos son así —estamos

Garner

en lo correcto, todos los demás están mal. Las personas de nuestro propio lado que discrepan con nosotros son herejes, y comienzan a ser enemigos. Con esto viene una convicción absoluta de su propia superioridad moral. Hay sobresimplificación en todo, y un terror a la flexibilidad. Esto caracteriza a la corrección política. —Su libro está, de muchas formas, a punto de dejar al comunismo. Para usted era quizás más fácil que para la mayoría, porque usted se preocupó más por su escritura que por la política. Pero debe haber sido difícil para muchos admitir que estaban equivocados con el comunismo. —Este proceso era así desde el principio. Estoy hablando de la Unión Soviética —gente viendo cómo era y alejándose. A donde quiera que ibas encontrabas gente que había sido comunista y que entendía perfectamente bien los peligros del sueño, y estaban enojados ahora consigo mismos por haber caído en él. Pienso que [este interés en el comunismo] estaba arraigado en la primera guerra mundial y en la identificación apasionada de lo que había pasado con los soldados, la cual cruzó todos los límites nacionales. Creo que aquí es donde la repugnancia y el desprecio hacia el gobierno comenzaron, en el nivel que ahora lo vemos. La reacción automática de prácticamente ~ La Voz de la Esfinge

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Una vida notoria

cualquier persona joven es, inmediatamente, contra la autoridad. Eso, creo, comenzó en la primera guerra mundial debido a las trincheras y a la incompetencia de la gente en todos los frentes. Pienso que una amargura y una cólera terribles comenzaron allí, lo cual nos llevó hacia el comunismo. Y ahora eso alimenta al terrorismo. De todas formas, ésa es mi teoría. Está sobresimplificada, como usted puede ver. —Sus experiencias políticas y el hecho de que usted llevó una vida exterior vigorosa, ¿le ayudaron como escritora? ¿Una escritora necesita participar en los acontecimientos de su época? —No. Mire, yo no era como aquellos para quienes el partido comunista era literalmente su educación, o su familia. Cuando se derrumbó el comunismo, para esta gente fue una tragedia. Yo no era así. Estaba verdaderamente apesadumbrada por ellos. Mucha gente se suicidó. —Usted describe la escritura como una clase de «distracción». Es un proceso lento, difícil. ¿Cómo logró educar sola a un niño, involucrarse en la política y además encontrar tiempo para escribir? —No estaba muy involucrada en la política, ésa es la cosa. He descrito las cosas más relevantes —como ir a la Unión Soviética o verse envuelta con los africanos y los rodesianos del norte, es decir, los zambianos. Pero mientras 34

~ La Voz de la Esfinge

tanto, tenía muy poco que hacer. Era miembro del grupo comunista de escritores. Asistí a 8 o 10 reuniones. —Entonces, ¿no era difícil encontrar tiempo para escribir? —Sí, era duro. Pero todo trabajo es duro. No tenía ninguna vida social de la cual hablar. Eso lo hizo más fácil. Los jóvenes escritores, creo, tienen una gran dificultad con eso. —¿Estaba sorprendida con la crítica que recibió después de escribir, en su primer libro, acerca de haber dejado a los niños de su primer matrimonio? —Por supuesto que no estaba sorprendida. La cuestión era que eso fue una cosa terrible, pero tuve que hacerla porque no tengo ninguna duda de lo que hubiera pasado si no lo hubiera hecho: me habría vuelto alcohólica o habría terminado en el manicomio. No podría haber aguantado esa vida. No podría soportarla. En ese asunto se debe dar todo el tiempo, día y noche, intentando conformarse con algo que se odia. Nadie puede hacerlo sin volverse loco. Mi marido era un funcionario, se volvió cada vez más importante en la jerarquía. Él no podría tener una esposa que tuviera ideas radicales. No hubiera durado. Me hice amiga de los niños más adelante, y de los nietos. No estoy fingiendo que no sucedió una cosa terrible.


valle de los reyes

—Acaba de decir que si se hubiera quedado se habría vuelto alcohólica. Me gustaría retomar eso. —O me hubiera hecho pedazos. Una cosa o la otra. —Mencionaba que tuvo problemas en evocar en este libro cómo ha cambiado la escena de las publicaciones desde entonces. Asumo que eso significa que usted piensa que es mucho peor ahora para los escritores. —La escena actual en cuanto a publicaciones es extremadamente buena para los libros grandes, populares. Los venden muy bien, los promocionan y todo eso. No es bueno para los pequeños libros. Y los libros realmente valiosos ya no se imprimen. En los viejos días, los editores sabían que estos libros difíciles, los libros que le hablan solamente a una minoría, eran muy productivos a largo plazo. Porque son probablemente los libros que serán leídos por la generación siguiente. Es desgarrador cómo tengo que decir a menudo cuando estoy dando conferencias, «este libro ya no se imprime, este libro está agotado.» Es como pasar lista a los libros muertos. —Usted dice que publicar es peor ahora. Pero hay una escena en sus memoria en la cual describe cómo Knopf quiso que agregara una escena explícita de violación en su primera novela, La hierba está cantando.

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—Bueno, era Blanche Knopf —la gran Blanche Knopf— quien quiso que pusiera una escena explícita de violación. Y me disgusté, porque ella era un gran gurú en las publicaciones, en Nueva York por lo menos. Nunca la satisfice. No estoy diciendo que los viejos editores eran perfectos. Por supuesto que no lo eran. Cometieron equivocaciones terribles. Pero había una atmósfera diferente. La gente no era tan impaciente y no estaba trabajando siempre para obtener resultados inmediatos. —¿Usted culpa a la televisión de alguna manera? Escribió en este libro que llegó la tv y repentinamente una era terminó. Describe a la tv como ese «sapo en la esquina.» —Eso es sobresimplificar, porque algunas cosas de la tv son buenas. Terminó con una cultura verbal, gente que se sentaba a hablar. Tú sabes, haces este tipo de declaraciones por ejemplo, «la situación está mal debido a la tv,» o debido al cine, o porque tú lo dices. ¿Pero cómo sabemos cuál es la falla? —Usted ha causado ya una cierta controversia aquí con su nuevo libro. Describe el ser encasillada por un escritor del New York Times, en el artículo «superficial» que escribió. Pero su editor le dijo que el artículo ayudaría a la venta de miles de copias de su libro en las cadenas de almacenes.

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—No era un artículo muy bueno. El punto fue que se vendieron 1,500 libros. —Su punto, creo, era que sentía que la gente no estaba leyendo esos libros. —Sí. Eso es lo que sucede ahora. La gente ve una reseña, o lo que sea, y dice, «está bien, compraré ese libro.» Mientras que en el pasado, estaba la lenta formación de reputaciones, los amigos recomendaban los libros, y te familiarizabas con el trabajo del escritor. No creo que se compraran muchos libros y no se leyeran. Otro problema son las líneas llenas de elogios y los signos de exclamación que dicen, «este es el libro más grande desde Shakespeare». A largo plazo, es ineficaz. Me gustaría mucho ver que adquiriera un tono más reservado. —¿Son diferentes las cosas en el mundo de las publicaciones en Londres? —No, es justamente lo mismo. Recogí un libro justo antes de irme. Es un libro agradable, no voy a decir que no. Veía los adjetivos en el libro y uno pensaría que era Proust. No el Proust que era cuando comenzaba. ¿Cómo puede un pobre lector encontrar su camino entre todo esto? Lo que sucede es que los editores nos envían libros, y debido a la dificultad de conseguir que los libros sean notados, y pensamos, «¡Dios mío, el futuro de este escritor puede depender de que diga una cosa agradable!» Y

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todas esas frases se unen, y suena como si éste fuera el escritor más grande que haya habido. Es terrible. —Su nuevo libro se trata además de la era sexual. Usted escribe acerca de cómo de alguna manera se equivocaron los nuevos libertarios. Los sentimientos de la gente se vieron lastimados gravemente, particularmente los de las mujeres, por la noción de que uno podía tener sexo y no importaba mucho. —La gente dice que todo comenzó en los ‘60s; Creo que comenzó en los ‘50s. El asunto era que no había reglas. No había reglas de ninguna especie. En el pasado, todos sabían cuáles eran las reglas. Podías romperlas o respetarlas. Pero no tener reglas... Hubo control de la natalidad por primera vez en los ‘60s. Esto significó un máximo de oportunidades y un mínimo de información. Y lo que veo ahora es gente confundida, que no sabía, realmente, cómo comportarse. Y entonces llegaron los ‘60s y todo cambió, fue una especie de libertad para todo, que no creo que haya sido necesariamente una buena idea. Las cosas parecen haberse calmado. Escuché a mis nietas, por ejemplo, quienes estudiaron en la Universidad de Cape Town, que la gente tenía compañeros. No dormían juntos, porque estaban asustados. Bueno, eso no sucedía en los ‘50s o durante la guerra, porque no había que temer. La sífilis


valle de los reyes

había sido derrotada, la gonorrea se podía curar con medicamentos, y nadie había oído hablar del sida. —Escribe que el sida de alguna manera reinstituyó la moralidad. ¿Piensa que sea mejor —el hecho de que así muchas muertes insustanciales se eviten— que sean forzados a tener más cuidado? —Pienso que tener más cuidado es algo bueno, sí. No creo que el andar acostándose, para la mayoría de la gente, sea algo bueno. Conozco a gente que parece que obviamente nunca se ha puesto a pensar al respecto... son perfectamente felices con las relaciones de una noche. Los conozco. Y creo, está bien, bueno, eso fue para ellos esa revolución. No creo que haya sido lo mismo para la mayoría de la gente. —Hay algo profundamente encantador para la gente de mi edad acerca de su generación. No solamente esa libertad sexual, sino el fermento político y todo el asunto de beber y de fumar. —Fumé como una chimenea. Todos fumamos. Todos. Sabes, encontrar gente que no fumara, era extraordinario. La gente era absolutamente apologética: «Lo siento, pero no fumo.» ¡Y la bebida! ¡Bebíamos! Y todo

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eso se fue completamente, porque si pregunto a la gente ahora, menos y menos alcohol es consumido. Mientras que si había una fiesta, digamos, en los ‘50s, normalmente se bebían enormes cantidades. —¿Qué ha cambiado? —Quizá la gente está mejor informada. Creo que el alcohol tenía encanto, y ése encanto venía de las cosas nuevas y brillantes en los ‘20s. La reacción a la primera guerra mundial eran cosas nuevas y brillantes y el jazz y el beber y el fumar y aquello que debía ser liberado. Y todo eso se rezagó. Seguía siendo bien visto beber y fumar, era sofisticado. Ahora realmente no es así, no más. —Quizá algo así. ¿Dejó de fumar porque sabía de alguna manera que era malo para usted, o sólo porque lo deseó? —Estaba tan enganchada, apenas podía soportarme. Desperté una noche, a la una de la mañana, y tenía cinco cigarrillos. Pensaba, «Dios mío, supón que despierto antes de que la tienda abra. Solamente me quedan cinco. ¿Qué debo hacer? Correré a la máquina de cigarrillos y conseguiré un paquete.» Y pensé, «Dios mío, mujer, estoy loca!» [ risas ] Entonces decidí dejarlo, y me tomó dos años dejarlo, hace 35

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años, y ahora no soñaría con tener un cigarrillo porque me perdería de nuevo. Porque pensé que era maravilloso, y lo es. Es el más agradable de los vicios, casi. —Deseo preguntarle acerca de El cuadeno dorado. Es un libro que la convirtió, en algunos aspectos, en un icono feminista. Se dice a menudo que es su mejor libro, con todo, ha sido criticada por él. —Es un poco como los albatros alrededor de mi cuello, porque pienso que he escrito algunos libros interesantes aparte de ése. Y en parte porque no me gusta que sea visto sólo como un libro feminista. No creo que sea sólo un libro feminista. A todos les ha gustado. Se mantiene haciendo ruido en diversos países. Cuando pienso que el asunto está muerto, no se cae, se levanta otra vez. —¿Qué quiso decir cuando dijo que lo escribió tranquilamente pero que la gente lo tomó histéricamente? —Mire, posiblemente eso no tiene nada que ver con El cuaderno dorado. Me asombra cómo automáticamente siempre vemos qué nos divide y separa. Nunca vemos qué tenemos en común. Si te fijas, la gente negra y la blanca, ambas miran para ver las diferencias, no miran qué tienen ambas. Hombres y mujeres, viejos y jóvenes. Es una enfermedad de la mente, de 38

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la forma en que lo veo. Porque en los hechos reales, los hombres y las mujeres tienen mucho más cosas en común que aquéllas que los separan. —A propósito de feminismo, déjeme hacer una pregunta diferente. Usted ha escrito que parece que las mujeres se asombran con mucha más facilidad actualmente. —Sí, así es. Casi como una intención política, se asombran. No puedo recordar haberme asombrado alguna vez si alguien se exponía, o si hacía algo que pensaba que era tonto. Sólo era: «bueno, así es la vida.» Pero ahora, es un problema político completamente. —¿La moda repentina del hostigamiento sexual, quiere decir? —Bueno, no estoy diciendo que esto no sea serio, obviamente no. Ésa es la dificultad de esta discusión, porque no deseo sonar antipática a las mujeres que han sido acosadas sexualmente, porque sé que lo han sido. Pero creo que una gran parte de las mujeres se queja del hostigamiento sexual, cuando no se trata de eso. Es apenas una de las molestias de menor importancia de la vida. Cuando el hecho de que un muchacho bese a una muchacha en la escuela y eso se convierta en una noticia nacional, ¿qué podemos decir sobre esto? Es una locura. —Déjeme hacerle una pregunta del tipo


valle de los reyes

de Bárbara Walters. ¿Está contenta de haber nacido cuando lo hizo? ¿Cree que vivió en una buena época, un tiempo emocionante? —Bueno, no habría podido ser más interesante. No quisiera haber sido una mujer en

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algunas culturas del pasado o del presente. No quisiera ser una mujer en una sociedad musulmana. En conjunto, pienso que he sido muy afortunada.

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Rodrigo Medina obra plรกstica


Poema Abril Medina fragmentos I Tengo una idea escurridiza, Unos ojos que miran constantemente al mar, Y unos labios que comienzan a fallar O a servir de algo II …el pavimento se llenó de agua y el aire se inundó de palabras de la palabra que creó al mundo entonces me encontré…


No lo sé, Dios tal vez

Magaña

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Memoria en el corazón Francisco Magaña

No lo sé, Dios tal vez Sombra divina; el infierno de las voces tras de mí. J.B.

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n 1987, al recibir el Premio Nobel, Joseph Brodsky dijo «el poeta sabe siempre que aquello que comúnmente llamamos la voz de la Musa es en realidad un mandato de la lengua, sabe que no es la lengua la que le sirve de instrumento, sino que él es el medio del que la lengua se sirve para prolongar su existencia». Ante tal afirmación su vocación de poeta lo acompañará siempre, a pesar, o tal vez porque la biografía de los poetas rusos era fácil de encontrar, antes que en las cuartas de forros, en los archivos del deshielo soviético. 42

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Brodsky nació en Leningrado el 24 de mayo de 1940 y murió en Nueva York el 28 de enero de 1996. Generacionalmente pertenece al grupo de artistas que recuperó el hilo perdido de aquel Siglo de Plata ( el Siglo de Oro pertenece a la época de Pushkin) representado por artistas que reinterpretaron la cultura universal desde la propia y desde la materialidad de sus medios de expresión. En 1972 fue prácticamente obligado a emigrar para siempre de su tierra. Abandono tajante: nunca más volvió a sus espacios, y antes que regresar a casa decidió ser enterrado en Venecia. Lo triste es que el suyo no sea un caso aislado. La denigración del ser humano a manos del totalitarismo soviético, puede leerse en ese libro demoledor de Nadiezdha Mandelshtam, Contra toda esperanza. En 1999 Ediciones Cátedra publicó el último libro del

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poeta: Etcétera, en versión de Alejandro Valero. A manera de despedida, en este libro aparecen sus lugares de residencia —Massachussets, Nueva York, San Petersburgo y las grandes ciudades de Europa— y quizá unos de sus poemas mayores: «Infinitivo», «La estrella de navidad», «A la memoria de mi padre: Australia», «Vertumnus» y «Homenaje a Chéjov». Gracias a Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, en 2000 apareció una antología poética, No vendrá el diluvio tras nosotros, que reúne trabajos del periodo comprendido entre 1960 y 1996. Con la excepción de algunas versiones de Ernesto Hernández Busto y José Manuel Prieto, la responsabilidad de la traducción, selección y prólogo corresponde a Ricardo San Vicente. Contra la idea de un libro antológico delimitado por sus años de aparición (y por la sola omi-


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sión de fechas limítrofes) los poemas, que conviven sobre la base de un criterio cronológico, lo hacen de una manera natural, espontánea, que forma un conjunto notable en el que puede apreciarse la mirada del poeta. Admirador de Ajmátova y de Auden (quien descubrió su pasión por la tradición clásica y sobre todo por la poesía inglesa), es la suya una poesía en la que aparecen claramente al menos cuatro constantes: por un lado el mundo físico rebasado (esto es, la poesía como el hilo que une al mundo con lo eterno: su recurrencia por el tiempo, su reflexión, aunque en este sentido no defendiera una poesía filosófica y sí una filosofía poética) y por el otro, su vida de errante, resultado de la expulsión de su país, aunque no como lamento sino como motivo de meditación. Incompleta sería esta mirada hacia su poesía si se relegara a un segundo orden la preocupación, la experiencia del sentido religioso en el poeta, quien cada 25 de diciembre escribía

un poema sobre Navidad; y si se olvidara el sentido irónico y punzante de sus cartas, como que se aprecia, al estilo de Marcial, en su «Carta a un amigo romano». Como anota Ricardo San Vicente, Brodsky más que antisoviético fue asoviético; la corteza del país simplemente no fue tema de su predilección. Cuando tenía 20 años, debido a su actitud libre, fue deportado a una granja colectiva del norte ruso, a remover estiércol. Se le aplicó algo muy similar a la ley franquista de «vagos y maleantes». Es conocido que cuando el juez le preguntó: «Y quién le ha concedido el nombre de poeta», el joven contestó: «No lo sé, Dios, tal vez».

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Los libros robados Carlos Yusti n lugar común pontifica que es un tonto quien presta un libro, pero es doblemente tonto el que lo devuelve. Comodín verbal para justificar el robo descarado de libros. Robar libros es una práctica, ésta tiene sus niveles y matices, habitual de los amantes crónicos de la lectura. En ocasiones se convierte en una patología incontrolable (digna más del diván psiquiátrico que de la cárcel) que afecta/infecta a bibliófilos y libreros. Las hipótesis embozadas en torno a esa acción banal de robar libros son variadas y muchas poseen costuras freudianas realmente espeluznantes. En mi caso, bastante familiar y que he seguido muy de cerca, robé libros en mi adolescencia debido a la pobreza familiar. En la casa faltaba el dinero. Parecíamos gitanos. De todas las habitaciones y casas en las que vivíamos alquilados nos echaban. A duras

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Los libros robados

penas cursaba el bachillerato y como vivía a tiempo completo en las bibliotecas públicas me aficioné a la lectura. Como era visitante constante de la biblioteca tuve como norma jamás robar allí. De alguna manera sentía que esos libros eran de mi propiedad. Por ese motivo nunca le robé libros ni a las bibliotecas públicas ni a los amigos. Las librerías eran mi fuente de abastecimiento principal. Robar libros era sencillo, lo difícil era justificar el libro ante mis padres. En mi casa escaseaba la comida, el dinero, la ropa y los lujos, pero sobraba la honestidad. Un libro era un lujo muy difícil de esconder. Cuando mis padres me interrogaban sobre la procedencia de algún libro. Cambiaba el tema y si insistían mucho decía que un compañero de clase me lo había prestado o que la maestra me

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lo había regalado. Si me descubrían me esperaba una soberana paliza con un cinturón de cuero. Llegué al robo de libros por mi incontrolable afán por la lectura. Comencé leyendo los libros de la biblioteca. Así pasé algunos años leyendo a los clásicos. Luego llegó un momento en el que los libros de la biblioteca ya no satisfacían mi curiosidad, que apuntaba ya a autores contemporáneos y por ende a libros recientes. Pero esta compulsión por leer me asustaba. Además también estaba la queja recriminatoria de mi madre cuando me quedaba leyendo hasta altas horas en la noche: «Deja de leer tanto que te vas a volver loco». Pero de este miedo a la locura me curó la lectura misma. Leí El Quijote y supe enseguida que la locura del famélico hidalgo era creativa, imaginativa y a contracorriente. Una locura así bien vale el

riesgo. También el cuento de Onetti sobre el escritor Somerset Maugham. Narra Onetti que en una oportunidad Maugham, en uno de sus viajes a la India, cierta noche quedó varado en una remota estación de ferrocarril. Descubrió con terror que sus maletas se habían quedado en otro tren que tardaría varias horas en llegar. No le quedaba otra que esperar. Su preocupación por el equipaje no era por sus objetos personales, sino por los libros dispuestos para su viaje. El escritor hizo una exhaustiva revisión de sus bolsillos leyó sus documentos y algunas cartas una y otra vez. Sin más nada que leer tuvo que conformarse con la guía telefónica de aquel remoto lugar. Así pasó horas. Leyó repetidas veces nombres apenas comprensibles hasta que por fin llegó el tren con su equipaje. Luego se quejó de que el pueblo tuviese tan pocos habitantes. Hechos así me decidieron a no tener escrúpulos ni prejuicios al momento de leer. Con mi amigo fotógrafo Yuri Valecillo realicé algunos robos


heliópolis irracionales. Por esos días de mi adolescencia conocí a Yuri, indiscutible buscavidas, mitómano y excelente artista con la cámara. Éramos opuestos en todo. Mientras Yuri era locuaz, pillo redomado, alborotado, abstemio, pendenciero y rojillo, yo era lo que se dice un taciturno a media marcha, un observador silencioso, aficionado a la bebida y petulante. Nos hicimos grandes amigos por esa afición de leer libros. De padres comunistas, Yuri tenía una buena biblioteca donde sobraban aquellos con títulos marxistas. Intercambiamos experiencias lectoras. Así comencé yo a leer a los clásicos comunistas y él se introdujo en los clásicos de la literatura. Cuando robábamos libros juntos no teníamos un plan preconcebido. Sólo entrábamos a cualquier librería y cada cual se servía de lo que más le apetecía, o de lo que estaba más fácil de esquilar. Como siempre andábamos cortos de dinero y leer libros no alimenta, nos ingeniábamos para comer. Com-

prábamos el periódico y revisábamos los obituarios. Si algún chivo grande, algún megaterio del dinero, se había marchado al otro barrio hacíamos acto de presencia en la lujosa funeraria donde lo velaban. Lo único malo de ésto era que nos topábamos con la valencianidad encopetada y de gafas oscuras. Compungidos hasta las lágrimas dábamos el sentido pésame a los deudos, los cuales absorbidos por la pena poco reparaban en nosotros. Le echábamos un vistazo al ataúd y luego sin prisa y con sutileza nos colocábamos cerca de las mesas con las viandas. Un mesonero nos servía con pulcritud y diligencia. Había jugo, café, pastelitos, tequeños y una buena variedad de bocadillos dignos de nuestra hambre juvenil y canina. En una oportunidad Yuri y yo entramos a una librería. En uno de los mostradores laterales había libros apilados de mayor a menor. Álgebras y otros libros técnicos, de un grosor considerable, se entremezclaban con obras

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de Rimbaud, Henry Miller, Sade, etc. Enseguida nos percatamos que sólo había un dependiente. Yuri apenas me hizo una seña que entendí de inmediato. Le saqué lata al vendedor mientras Yuri birlaba los libros de literatura. Pero algo no estaba bien. No nos percatamos que la pequeña montaña de libros estaba toda unida por un cordón fino de nylon. Nueva seña de Yuri. Pedí un libro al dependiente; éste se introdujo entre los estantes. En esa fracción de segundos Yuri tomó todo el lote del mostrador (12 o 14 libros) y salió por la puerta principal. También me apresuré a salir. Estaba asustado y sorprendido. Eso ya no era robar libros, sino vandalismo puro. Aún sorprendidos por semejante audacia repartimos el botín y los libracos técnicos los donamos a la biblioteca pública. Mi pasión por los libros sigue intacta. Pero mis días de bandolero han quedado atrás. Andrés Trapiello ha escrito: «El

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Una tijuana polifónica

planeta de los libros, para usar la expresión que Cabañete aplicó al mundo de los toros, está formado por libreros, por bibliófilos y por ladrones de libros. Es una sociedad, un sistema diríamos, que ha logrado un raro equilibrio». No sé, pero estoy convencido que todos los actos involucrados con la literatura no ocurren por azar, todos forman parte de ese tejido extraordinario de la palabra escrita. Y asevero ésto debido a que, por avatares del destino, estuve varios años como director de biblioteca. Zamuro cuidando carne, dice el adagio popular. Aunque mantenía, junto con el personal, una estricta vigilancia, los libros eran robados. Las auxiliares se quejaban y yo sólo las consolaba diciéndoles: «Es mejor que se roben los libros y no que se deterioren por el polvo, la falta de uso y el olvido». En una oportunidad lograron capturar in fraganti a un ladrón de libros. Era un estudiante de bachillerato, con esa luz de vida y sueños en los

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ojos que yo mismo tuve alguna vez cuando tenía esa edad y ese tamaño. Además el libro que hurtó era un delgado libro de poemas. Lo primero que pensé fue: «si alguien tiene deseos de leer poesía el mundo no está tan perdido como parece». No fui capaz de sermón alguno, además se dan buenos consejos cuando ya no se pueden dar malos ejemplos. Así que hablamos sobre literatura. Tuvimos largo rato hablando de libros y poesía. Me confesó que el libro que se llevaba(una antología de poemas de Fernando Pessoa) lo había leído varias veces, pero que deseaba tenerlo. Convenimos entonces que yo le regalaba el libro, pero que desde ahora se convertiría en un guardián de los libros. El joven estudiante siguió asistiendo a la biblioteca con más regularidad que antes. Le recomendé algunas lecturas e incluso le regalé algunos libros de los que se donaban. Luego recibió un diploma por ser un lector destacado, solidario y consecuente.

Una tijuana polifónica Elizabeth Vivero na de las características más significativas de la narrativa mexicana de escritores nacidos en la década de los sesenta, es sin duda la incursión de la alteridad tanto en la estructuración argumentativa como en el desarrollo de la trama. Si bien es cierto que la presencia del otro no es un recurso privativo de esta nueva narrativa, sí es importante resaltar que para los jóvenes escritores, a diferencia de las generaciones anteriores, el otro no sólo aparece en la trama como un recurso más, sino que es éste y su mundo lo que es verdaderamente importante mostrar. Así pues, la alteridad es ahora colocada como centro de la trama por lo que sus acciones, su cosmovisión e incluso su identificación con el subgrupo del cual forma parte, serán retratadas a través de un lenguaje que en

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primera instancia pareciera nada complejo, pero que en el fondo ha sido trabajado de tal manera que se evidencia la carga semántica del discurso de ese otro. Un claro ejemplo de lo anteriormente descrito lo constituye la obra del tijuanense Luis Humberto Crosthwaite (1962), autor que desde sus primeros escritos, particularmente en su novela El Gran Pretender (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1992), plasma por medio de un lenguaje «no ficticio» la realidad de una Tijuana que vive continuamente el choque y la irrupción de la frontera hacia el centro. Situación que se reitera en el cuento «La fila» y en su relato «Sabaditos en la noche», por citar algunos de sus trabajos más significativos al respecto. En estos textos, pues, Crosthwaite retrata una vez más las voces subalternas que, parafraseando a Spivak, no pueden hablar en tanto que no son capaces de eliminar de forma eficiente y definitiva el límite que los separa del sector dominante.

presentada como un personaje que se constituye por medio de y gracias a esta alteridad, pero que no puede sustraerse de una dicotomía que la ha marcado y significado. El laboratorio postmoderno mexicano por excelencia, recordando a Néstor García Canclini, se muestra entonces como una ópera en donde sus diversas voces confluyen en ocasiones, y en este punto me atrevo a señalar como las menos, de manera melodiosa y armónica, siendo su principal nota los agudos contrastes en tiempos poco coincidentes. Polifonía que, por otro lado, no se realiza plenamente en sentido bajtiniano, sino que se desarrolla en parte más bien en un sentido derrideano en cuanto a que estas voces van dejando una cierta huella, una marca, que parece perder todo origen y todo principio a lo largo de los textos, debido a que va dando paso a otras significaciones que se distancian de las primeras. En otras palabras, las voces hablan por primera vez, pero conforme avanzan los textos dan paso a toda una serie de significaciones

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que borran paulatinamente, aunque sin aniquilar del todo, el significado original. Ello finalmente arroja una lectura distinta a la que en primera instancia pudiéramos intuir. Para finalizar este breve retrato de la obra de Crosthwaite, deseo traer a la página algunas palabras del filósofo Emmanuel Levinas, tomadas de su libro La huella del Otro, con el fin de esclarecer por lo menos un poco el por qué se produce este choque entre el yo y el otro que nos presenta Crosthwaite. Leamos, pues, lo que Levinas apunta: «el Otro me interpela y me significa una orden por su misma desnudez, por su indigencia. Su presencia es una intimación a responder.»

http://read.at/paraisoperdido

De esta manera Tijuana es ~ La Voz de la Esfinge

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La memoria de la ciudad

La memoria de la ciudad

Narrativa La cruz de la bestia Rafael Medina Editorial Paraíso Perdido Acento Editores Guadalajara, México, 2001. Harriet Quint a ciudad cobra vida, fue la primera idea que se me ocurrió cuando terminé de leer el libro La cruz de la bestia de Rafael Medina. ‘La ciudad cobra vida’, me dije, pero tuve que agregar ‘por la gente que la habita’. Y cuando puse un poco de orden en este pensamiento y empecé a desglosarlo, me di cuenta que contenía tres elementos firmemente ligados, e indispensables en una narración: el autor y su perspectiva, el espa-

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cio —en este caso Guadalajara— y el tiempo histórico. El autor ubica con su perspectiva el espacio en un tiempo reconocible en la historia de México. Empieza con la época después de la Independencia, a la que le suceden la Reforma, la Guerra de los Cristeros, el inicio de la destructiva modernidad, las violentas tendencias comunistas de los estudiantes de la Universidad de Guadalajara, y finaliza con la explosión de 1992. Esta sincronía, o coexistencia de los tiempos en un solo espacio, Goethe la llamaría la «plenitud del tiempo histórico». La voz que narra estos hechos en algunos cuentos es de los mismos personajes, en otros en tercera persona. La facilidad con la que el autor cambia, no tanto la voz narrativa, sino más bien el tono de voz, me parece uno de los grandes logros de Rafael Medina. Ubicar al personaje en cierto momento histórico e impregnarlo con la idiosincrasia adecuada a su época, demuestra un amplio conocimiento de técnicas de escritura, y le otorga al texto veracidad

y realismo. De esta manera, la niña, cuyo padre es asesinado por ser español, queda «atrapada en el tiempo» con su amargo dolor, y su angustia infantil no la deja abrir los ojos para ver el presente sombrío, en el que su felicidad se hizo astillas ante las ráfagas de la Independencia; «el representante del nuevo México» cuenta de un soplo, sin punto ni coma, y a su modo dicharachero, los ideales anticlericales de la Reforma; el estudiante de la vocacional, embebido con ideas revolucionarias comunistas padece de una «muerte roja» en un miserable cuarto de hotel, mientras su madre se queda mirando el póster del Che, «implorándole que le devuelva a su hijo»; un habitante del centro de la ciudad, nos cuenta a su manera coloquial la demolición de la Plaza de Toros. Los personajes, todos ellos habitantes de Guadalajara, sufren en sus vidas de manera directa los cambios que la ciudad padece en el transcurso de la historia. Es así como nos encontramos ante un efecto que me gustaría llamar de bumerán,


heliópolis

donde un objeto lanzado regresa a su punto de partida, proceso en el cual una actitud dinámica se vuelve pasiva, y la acción se convierte en espera; porque el hombre hace la historia, el hombre construye o destruye su espacio según las tendencias de la época, y a su vez, estos cambios que él provocó o permitió, repercuten en su vida cotidiana. Este quehacer humano cuando se vuelve devastación, para algunos políticos es sinónimo de modernidad y progreso, y en la perspectiva de Rafael Medina adquiere el símbolo de «bestia». Una tremenda nostalgia, impotencia y rabia por los lugares demolidos en el centro histórico de Guadalajara resaltan de las páginas de este libro. La bestia, en su bruto afán de convertirse en «mensajero del futuro», impregna en las «cabezas huecas de los gobernantes» la palabra «olvido», destruye a su paso sitios que marcan la ciudad con una enorme cruz, y deja en la memoria de los habitantes el amargo recuerdo de aquello que ya no es recuperable.

«La verdadera ciudad la lleva uno dentro» nos dice Rafael Medina. Y es así, de esta manera, como el asunto de la ciudad que cobra vida se convierte en un asunto interior, particular, que está escrito en la memoria de sus habitantes. Para cada uno de nosotros algún sitio específico de la ciudad representa un momento de nuestra vida. Caminamos por las calles y recordamos esto o aquello, ratos de felicidad, de tedio o tristeza. Por eso, un edificio no sólo es una estructura arquitectónica; una calle una vía de transporte; el follaje de un árbol un toldo que da sombra en días calurosos, sino que cada uno de ellos cobra vida en nuestra memoria mediante nuestros recuerdos. El hombre le infunde sustancia a la ciudad. El libro de Rafael Medina me parece un recuento de memoria individual que se convierte en memoria de la ciudad. Nos cuenta un lapso de la existencia de algunos de sus habitantes y construye de manera calidoscópica la imagen de Guadalajara, de esta Guadalajara que respira a través de nosotros.

Zúñiga

Paraíplos de Ricardo Sigala

Narrativa Paraíplos Ricardo Sigala Editorial Arlequín Guadalajara, México, 2001. Dulce Ma. Zúñiga Para qué se escriben libros? ¿Para qué se publican? ¿Para quién se escribe? Arriesgo: un libro se escribe y se publica para que sea leído por personas que han leído otros libros, para que sea colocado en un librero hipotético ideal junto con otros libros. Cada vez que un libro es leído, ingresa al librero hipotético y, al hacerlo de algún modo modifica la disposición: desplaza a izquierda o derecha algún volumen, hace que otro retroceda a

¿

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Zúñiga

Paraíplos de Ricardo Sigala

segunda fila, y que avancen a la primera otros títulos... Cada vez que un lector lee un libro algo sucede: se teje una red de relaciones en ese librero imaginario donde los títulos se reacomodan y se ponen unos al lado de otros. Cuando leí Paraíplos de Ricardo Sigala, entró en mi librero hipotético para acomodarse en el estante donde están el Antiguo testamento, El Aleph, de Borges, Las ciudades invisibles, de Calvino, no lejos de los volúmenes de los cronistas de Indias. ¿Por qué escribió Ricardo Sigala Paraíplos? seguramente porque no pudo evitarlo: tenía aún muchas cosas qué decir. En 1995 había publicado un pequeño volumen de relatos titulado Periplos, editado por ediciones del Plenilunio, en el que se habla de viajes por lugares existentes pero en un tiempo difícilmente identificable, antiguo, que se remonta a los ciclos de los descubrimientos,

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a la búsqueda de las rutas de las especias —cuando todavía quedaba territorio por inventar—, o bien, se aventuraba en periplos hacia el futuro, terreno del deseo. En esta nueva entrega, encontramos algunos elementos que se gestaron en el volumen anterior. Hay en Paraíplos una voz narradora que se identifica con la de Periplos: alguien sin nombre que reporta las cosas que ve en su recorrido. Paraíplos es también de alguna manera un libro de viaje, de travesías, pero esta vez son viajes por lugares totalmente ajenos a la geografía terrestre: son viajes en busca del Paraíso, pero los viajeros no saben que están en él y siguen buscando. Encuentro difícil hablar de la trama de Paraíplos. Los personajes están buscando el Lugar, y al hacerlo revelan —es decir ponen de relieve— una azorada sorpresa ante la diversidad desordenada y anárquica de los entes que componen el universo que se está formando ante sus ojos. El libro consta de 46 relatos breves (algunos de un párrafo, los

más largos se extienden apenas por 5 o 6 páginas) y se ordena alrededor de 8 ejes, cada uno de ellos cuenta con un número diferente de relatos: Del conocimiento 1, 2, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 11, 15, 16, 17, 18, 19, (14) De la búsqueda 1, 2, 3, 6, 8, 4, 5, 8, (8) De espejismo del paraíso 4, 5, 6, 7, 8, 11 (6) De las criaturas 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 9, 9, (9) De las generaciones 7, 9, 12, (3) De la inmortalidad 1, 2, 7, (3) De la pérdida, 1, 3, (2) De las revelaciones 1 (1) Si analizamos los títulos de los grupos de relatos, vemos que son muy significativos. Dije antes que se trataba de un viaje, de un periplo en el Paraíso, y notamos que el viaje se realiza desde un punto de partida que es (espero no equivocarme), el «Conocimiento», para llegar a la «Revelación» (en este apartado hay un solo relato, lo que nos revela que es un punto final, no hay continuación del viaje). El recorrido conduce al viajero por todo el esquema que implica que el per-


heliópolis

sonaje (aquí el personaje puede ser el Hombre) debe emprender una «Búsqueda», enfrentarse al «Espejismo del Paraíso», encontrar «Criaturas», ver cómo se forman las «Generaciones», que pretenden la «Inmortalidad», que fatalmente sufren una «Pérdida» para llegar finalmente a la «Revelación». Sin embargo, el viaje no es directo (sabemos con Dante que el único camino posible para alcanzar el Paraíso no es el recto, hay que tomar la senda del desvío), el viajero alternativamente pasa del conocimiento a la búsqueda o a alguna de las otras categorías. Una clave está en el índice, ahí percibimos el movimiento del viaje, y seguramente que los números y el orden de los relatos obedecen a alguna aritmética simbólica cuyo significado se me escapa por ahora.. Otra clave se nos da en el primer relato «Del conocimiento. 1» Ahí se refiere una historia en la que «Desde todos los puntos de la tierra, los hombres se dirigen a la ciudad de Edenia» a consultar un oráculo. Aquellos que van, ven nacer en sí mismos la

duda, una duda que los impulsa a recorrer el mundo. El narrador transcribe para el lector una serie de preguntas que le acosan: «¿En qué idioma habló Adán con Dios por primera vez?» «¿Cuál es el aire que Dios respira?» «¿Qué edad tendrían Adán, Eva y las otras criaturas en el momento justo de la creación?» «¿Cuál es el paraíso que imagina Dios para sí mismo?» «¿Qué razones tendría para hacerlo aquel que cercó el paraíso?» «¿Qué Dios proporcionó por accidente o maldad, la esperanza del paraíso?» «¿Será acaso nuestra vida una versión terrena de los ángeles caídos?» «¿La realidad del paraíso abolirá la deliciosa tentación?» «¿Qué paraíso anhelarán los que ya a nada aspiran?» (Sigala; 2001, p. 8) Esas interrogantes son las que Paraíplos intenta responder a lo largo de las 122 páginas que lo componen. No se dan respuestas, sólo se sugieren. El tiempo de los

Zúñiga

relatos es un tiempo antes de la cronología, en el nacimiento del mundo: las cosas se están formando, es un génesis. La creación del mundo por la palabra. Finalmente, es una experiencia de la decepción del Paraíso: llegar a comprender que comprender es imposible. El personaje, el Hombre, hace el Camino hacia la revelación y una vez que llega ahí, se encuentra con la nada. Paraíplos me recuerda al calidoscopio: con la misma serie de elementos se construyen diversas imágenes. En Paraíplos das vuelta a la página y te encuentras de algún modo con lo que acabas de ver en la anterior pero con una forma diferente. La aparición de los personajes y situaciones en Paraíplos sigue un orden: al centro de la narración no está sólo la explicación de un hecho extraordinario (como el nacimiento de un mundo), sino el orden que este hecho extraordinario desarrolla en sí y

~ La Voz de la Esfinge

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Zúñiga

Paraíplos de Ricardo Sigala

en torno a sí mismo: el diseño, la simetría, la red de imágenes que se depositan en torno a él como en la formación de un cristal. La de Ricardo Sigala es una literatura construida con literatura. En cierto modo fantástica: implica un distanciamiento por parte del lector, una levitación, la aceptación de otra lógica que conduce a otros objetos y a otros nexos, distintos de los que establecemos en la experiencia cotidiana. El placer de lo fantástico se encuentra en el desarrollo de una lógica cuyas reglas, puntos de partida y llegada reservan siempre una sorpresa Admiro en Paraíplos la economía de la expresión que lo emparenta con Borges (el maestro de la brevedad) y Calvino (discípulo y heredero del primero). Economía que le concede la capacidad de condensar en pocas frases e imágenes una cantidad importante de información, sin que la densidad provoque congestión, sino que se realiza por medio de una sintaxis sobria, cristalina, aireada. Su manera de contar sintética y

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escorzada no lleva nunca a una escritura de resumen meramente denotativa, sino que toma forma en un lenguaje concreto y preciso cuya riqueza inventiva se manifiesta en la variedad de los ritmos, de los movimientos sintácticos, de los adjetivos siempre insospechados y sorprendentes: éste es un logro estilístico. Termino con un ejemplo: «De la búsqueda. 3 Una noche ante el innumerable espectáculo de los seres celestes (hay dos grandes grupos de éstos: los oscuros y los luminosos; los primeros hacen posible la noche y los otros son exiliados de los días) creí saber que el paraíso se extiende sin orillas ni confines, que no tiene principio ni fin y por lo tanto está en ningún lado. Más de alguno en el camino ha preguntado por la región llamada Ningún Sitio...» Paraíplos es un libro digno de integrarse a nuestro librero hipotético e ideal: lo aseguro, abrámosle un espacio.

Inscripciones de abril*

Poesía Inscripciones de abril Patricia Velasco Literalia editores Guadalajara, México, 2001. Guillermina Delgado oy nos hemos reunido para compartir las primicias de Inscripciones de abril, un libro de poemas escrito por Patricia Velasco Medina. Patricia es una mujer que levanta la voz sobre sí misma y la vuelve verbo, en tinta y papel. La poesía es finalmente la autodenuncia de la sensibilidad humana. En ella se encuentra

H

* Texto leído en la Alianza Francesa de Guadalajara, en la presentación del libro.


heliópolis un conocimiento profundo de nuestro ser: de la pérdida, de la búsqueda, del encuentro, del hacer cotidiano, de la vivencia en sociedad, de los amigos, de los enemigos. Todo esto se ha mencionado ya de muchas maneras, y aún siguen existiendo un cúmulo de palabras que ordenadas en versos nos muestran nuevas formas extraordinarias para plasmar: nuestros motivos, nuestras emociones, nuestras voces. Por eso, presentar Inscripciones de abril me lleva a mover las manecillas del reloj hasta ubicarlas en diferentes tiempos. Y recuerdo a Baudelaire, y a Vallejo, con esa agitación en el pensamiento y ese palpitar adolescente que me duele hasta las costillas. «Salvamento» es el refrendo anticipado de los días perdidos. Es la evocación del insomnio. Es la voz que no encuentra la puerta de salida. Es el temblor en un cristal donde se juntan los hemisferios. Es el final de un principio que nunca ha existido. «Mar adentro» es el abandono silencioso, son dos sombras en

caminos opuestos, es llevarse del entorno una taza de café con un cigarro, una cama desierta, dos almohadas y un cuerpo. Es el reencuentro con la vida que entre tropiezo y tropiezo trata de apoyarse en las sombras que se confunden con los fantasmas del pasado. Con «Letras agridulces» viene la eutanasia y el sepulcro que deja entreabierta su lápida hostil, donde mira de reojo una mano dura, que a veces tiembla y que acicaló su pelo recién nacida. Trata de asirse a ella, pero mejor intenta volar. Patricia Velasco, calla y deja pendiente el renacimiento, que seguramente será el crisol de un segundo libro de poemas. Mientras, nosotros convocamos durante la lectura profunda de Inscripciones de abril, a nuestras emociones (a nuestros propios fantasmas). Es ese devenir que no cambia y del que todos alguna vez nos hacemos dueños, de manera consciente o inconsciente. Inscripciones de abril es la búsqueda apresurada de la luz

Delgado

entre calles que atropellan todo, y una y otra vez se leen los flashazos, se escucha a las piedras golpear el corazón hasta que lo endurecen, y de tanto ir contra el crepúsculo, se abre la puerta hacia el vacío y cae en el vertiginoso mundo de la nada. «Canto sin fondo», es, como dice Patricia Velasco, levantar los brazos para detener la ira; pero también es el recuento de los avatares, es asumir que el amor tiene dos caras y dos tiempos, que se cuentan una y mil veces en el péndulo de la muerte. «Canto sin fondo» hilvana las palabras en la garganta, hace que tiemble el oído hasta que el cuerpo logre sucumbir y caiga hasta el fondo, de rodillas. La búsqueda es un encuentro constante con el miedo, es la huída virtual por una ventana donde la luz se rompe con el rostro, mientras las palabras oscuras quedan selladas en la puerta del olvido, la palabra perdón huye del papel, se terminó la tinta.

~ La Voz de la Esfinge

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Sobre Elogio del libro

Villoro

Sobre Elogio del libro

Poesía Elogio del libro Jorge Esquinca Rayuela, diseño editorial Guadalajara , 2001. Carmen Villoro odo libro es un libro de aventuras. Se trate de un ensayo, de un conjunto de poemas, de una novela policiaca, de un cuento de hadas. El lector que abre la primera página se convierte de inmediato en el protagonista a quien las páginas, las imágenes, las palabras, le irán presentando una serie de desafíos que él, acompañado del amuleto de la curiosidad y de la buena estrella que otorga el

T

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~ La Voz de la Esfinge

abandono, irá venciendo. En su libro de ensayos poéticos, Elogio del libro, Jorge Esquinca le da una categoría sublime al ejercicio de la lectura, al que junto a Michel Tournier considera un «milagro», y le devuelve al lector su lugar justo: él es el otro autor sin el que el libro no existe verdaderamente. El elogio de la lectura es un acto de gratitud. Todo escritor ha sido un buen lector. Por su texto La Isla, el libro sabemos que el autor de estas páginas, el poeta Jorge Esquinca, es el niño que un día, en el librero familiar, descubrió a Robinson Crusoe, y con él, la Isla encantada a la que, después del fastidio de la escuela, del bullicio del campo de fut- bol, en medio de las alegrías o las adversidades de la vida diaria, podía volver. Desde entonces Jorge Esquinca supo que la lectura es un viaje y los libros su medio de transporte. El lector que toma un libro en sus manos, lo hojea, mira sus dibujos, escucha sus palabras, inicia una travesía más larga o más corta, pero siempre en otra dimensión del

tiempo y del espacio. La acción de leer pide el abandono del viajero que no tiene nada previsto y que se dejará sorprender por el paisaje, los hechos, los personajes que encuentre en el camino, o las nuevas ideas que puedan sorprenderlo. Acto de renuncia al control de las propias emociones, acto de liberación de las restricciones impuestas por la realidad, acto de creación de un mundo paralelo en el que podemos perdernos, sueño del que podemos salir, basta cerrar sus páginas a la vigilia pero siempre transformados, siempre enriquecido el mundo interno con las nuevas voces que lo pueblan. Por eso el ejercicio de la lectura es un ejercicio de independencia y autonomía con el que uno queda inoculado por el resto de la vida. Hay libros trasatlánticos, uno aborda las escalerillas y se despide del puerto cotidiano con un pañuelo, esperando historias espectaculares. Otros libros son trenes, avanzamos lentamente por los rieles de su prosa o nos dejamos mecer por el ritmo


heliópolis acompasado de sus versos, por sus ventanas vamos viendo aparecer imágenes oníricas. Elogio del libro, de Jorge Esquinca, se transita en canoa. Ante nosotros se abre un lago prístino y quieto, apenas herido por unas cuantas líneas. Habremos de surcar ese espacio con sigilo, con el cuidado del remero que quiere respetar el descanso de los habitantes de sus islas. El libro no es solamente escritura, no es solamente fragmentos de tierra firme, es también el agua que los baña y los circunda y los hace emerger; la blancura de la página, las pausas son parte de la escritura, son escritura, forma y no solo fondo. Vacío que significa, silencio que dice, diástole y sístole en la palpitación del texto. Por eso el poeta admira la arquitectura de Barragán, que incluye, como elemento de fundación, la ausencia. Esquinca nos hace ver la geografía del texto, el dibujo, el continente, pero no se queda en la apreciación pictórica, el texto es un mapa de territorios complejos, signo de lo que no

está, códice de una civilización formada por los libros que nunca fueron escritos, los pasos de los hombres, la respiración callada de los siglos. El libro es una huella digital que puede navegarse. La lectura es pues, un acto de comunión con lo humano, un sumarse al festejo de que el mundo exista, un puente entre los sueños del lector y los sueños de la historia. Ya lo decía Octavio Paz: Somos tiempo. La magia de la lectura consiste en que no sólo los ojos, no sólo las manos, el cuerpo entero palpa el tiempo, se sumerge en sus ríos, los siente pasar y detenerse. La obra de Jorge Esquinca está llena de tiempo, desde sus reflexiones hasta la composición misma de su arquitectura, es un homenaje al devenir, pero que paradójicamente, ha quedado eternizado en un objeto. La flama de una vela después que esta se ha apagado; la voz del que ha callado; el sueño del despierto; la infancia del que ya creció, cobran su intensidad, su brillo, su sonido cuando alguien en un sillón mullido de su casa, conjura a los

ev

fantasmas humanos con un acto simple; abre las páginas, enfoca la mirada. Se ha cumplido el milagro: es la lectura.

Cuaderno de cuatro años

Poesía Cuaderno de cuatro años Eugenio Montale Universidad iberoamericana / artes de méxico México D.F. , 1999. Adquiéralo en: Librería Códice ev

E

ugenio Montale es considerado uno de los poetas más importantes de la posguerra junto con sus compatriotas Giuseppe Ungaretti y Salvatore Quasimodo.

~ La Voz de la Esfinge

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e.v.

Paraíplos de Ricardo Sigala

Montale, quien recibiera en 1975 el premio Nobel por su obra poética, evoluciona de un hermetismo casi impenetrable, al utilizar un lenguaje preciosista de sintaxis densa, a un lenguaje llano, pero sin dejar de lado la exploración por los vericuetos psicológicos que marcaron desde el principio su producción. De esta manera, en Cuaderno de cuatro años, Montale habla al lector de manera diáfana, aduciendo a situaciones cotidianas que lo acercan a temas trascendentales: la perdurabilidad de la obra artística, el acontecer cíclico, el tiempo inagotable, entre otros. Cuaderno de cuatro años, publicado en 1977, recoge la producción del poeta de 1973 a 1977 en un total de 111 poemas, llegando ahora a nosotros bajo la esmerada edición bilingüe de la Universidad Iberoamericana. La traducción, que corre a cargo de Ernesto Hernández Bustos, nos ofrece la posiblidad de adentrarnos en los sueños y recuerdos de un autor que supo dejar plasmados en imágenes momentos aparentemente triviales, pero sobrecargados de una búsqueda infinita.

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~ La Voz de la Esfinge

Para la gente que sabe reír

historieta La familia Burrón Gabriel Vargas Tomo 2 Editorial Porrúa México, 2001. Adquiéralo en: Jardín de senderos am

U

n divertido acierto es el que ha conseguido la editorial Porrúa (conocida por su colección «Sepan cuántos» y sus libros de ciencia jurídica), con la salida al mercado de una colección, que al final constará de 15 tomos, en la que se recopilan historias de la Familia Burrón, la historieta más popular de México según dicho de sus edi-

tores y comprobado por multitud de lectores. Hasta la fecha se han editado dos tomos, ambos en pasta dura y con interiores en tinta negra, lo cual se entiende como una manera de hacer accesible a los bolsillos cada uno de estos libros, pero que hace extrañar el colorido de sus historietas semanales, que por cierto aún se venden en algunos puestos de periódicos de la ciudad. Diez son las historietas compiladas en cada tomo, lo cual nos dará un total de 150 episodios una vez que la colección sea totalmente editada. Por supuesto que esta cifra es lejana a la totalidad de las historias que se han publicado. Desgraciadamente la obra, al menos el tomo dos, no cuenta con un prólogo que nos hable del porqué de compilar parte de la Familia Burrón, si los episodios son cuentos ya publicados que se recopilan, si es obra inédita, si son los que Gabriel Vargas considera mejores. Se extraña saber cuál es el hilo conductor de esta colección. ¿Qué va a encontrar uno en


heliópolis este tomo? Diez historias en las que los Burrón (retratos caricaturescos de una gran parte de la población mexicana, la de la clase media y hacia abajo), se enfrentarán a situaciones casi increíbles: desde un viaje a París, hasta la muerte de uno de ellos. Todo esto relatado en su singular lenguaje. No se puede menos que reír ante los juegos lingüísticos de los creadores de esta historieta. Cada personaje,

cada lugar son convertidos en una fiesta donde la fantasía se da vuelo. Para qué contar lo que por largos años ha ilustrado y realizado mejor que nadie Gabriel Vargas y su equipo. Como bien dicen ellos mismos: si usted tiene los nervios alterados, si le dan ganas de tromponear o patear la pared, tenemos el antídoto para sus males...leer las chispeantes aventuras de la historieta más popular

a.m.

de México, «La familia Burrón».

Cuatro autoras, cuatro libros, cuatro novedades

De sol y niebla

Margarita Mendoza Palomar

Bajo la Voz del agua

Rosana Sapién

La gota justa de agua

María Cristina Ramírez

Inscripciones de abril Patricia Velasco

información y ventas

31 22 63 84

~ La Voz de la Esfinge

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Revista de literatura de la Asociaci贸n de Clubes del Libro A. C.

Tel茅fono 36 86 42 40 correo electr贸nico: mgurrola@infosel.net.mx



Museo de Maquinaria y Herramientas Antiguas de la Joyería • Exposición Permanente de la Obra de Don Jesús Valencia González • Galería de Artes Aplicadas • Exposiciones Temporales • Escultura en Plata Pequeño Formato • Arte Objeto, Pintura, Grabado, Cerámica • Joyería de Artistas Plásticos Ediciones Limitadas

Libertad 1939 Col. Americana S.J. C.P. 44160 Tels 38 26 45 38 38 26 45 09 Horario de visitas Lunes a Viernes 10:00 a 18:00 hrs Sábado 10:00 a 15:00 hrs



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