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César Sánchez Beras Días de carne BIBLIOTECA DIGITAL DE
AQUILES JULIÁN
Biblioteca Digital
Muestrario de Poesía 58
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Coeditores: MÉXICO Fernando Ruiz Granados José Solórzano José Eugenio Sánchez ARGENTINA Mario Alberto Manuel Vásquez Francisco A. Chiroleu Patricia del Carmen Oroño Ángel Balzarino Fernando Sorrentino ESTADOS UNIDOS José Acosta Aníbal Rosario José Alejandro Peña César Sánchez Beras ESPAÑA Henriette Wiese Giulia De Sarlo María Caballero Elena Guichot Teresa Sánchez Carmona Losu Moracho Rocío Parada HONDURAS Dardo Justino Rodríguez VENEZUELA Milagros Hernández Chiliberti Tony Rivera Chávez URUGUAY Marta de Arévalo APLA Uruguay COLOMBIA Ernesto Franco Gómez Julio Cuervo Escobar PERU Luis Daniel Gutiérrez Nicolás Hidrogo Navarro Juan C. Paredes Azañero REPÚBLICA DOMINICANA Ernesto Franco Gómez Eduardo Gautreau de Windt Félix Villalona Ángela Yanet Ferreira Cándida Figuereo Enrique Eusebio Julio Enrique Ledenborg Vaugn González Efraím Castillo Oscar Holguín-Veras Tabar Edgar Omar Ramírez Carmen Rosa Estrada Roberto Adames Valentín Amaro Alexis Méndez Juan Freddy Armando NICARAGUA Radhamés Reyes-Vásquez CHILE Claudio Vidal Eliana Segura Vega SUIZA Ulises Varsovia HOLANDA Pablo Garrido Bravo PUERTO RICO Mairym Cruz-Bernal ECUADOR Anace Blum
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Días de carne César Sánchez Beras, Rep. Dominicana
Edición Digital Gratuita distribuida por Internet Muestrario de Poesía
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Editor: Aquiles Julián, República Dominicana. Primera edición: Abril 2010 Santo Domingo, República Dominicana Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se envía por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los derechos de autor de cada libro pertenecen a quienes han escrito los textos publicados o sus herederos, así como a los traductores y quienes calzan con su firma los artículos. Agradecemos la benevolencia de permitirnos reproducir estos textos para promover e interesar a un mayor número de lectores en la riqueza de la obra del autor al que homenajeamos en la edición.
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Contenido Salir airoso del reto del soneto / Aquiles Julián La tristeza del inca A diario Balada para Lun Sum Amo este amor que nace Amo tus labios claros Preludio Amor a la medida Modernidad Oda al barrio Cuando en Lawrence llovizna Cuando te beso mar… Riel Los primeros amantes El otro Dios Ella vino del mar Cuando ella besa Sobre tu pecho Belleza Ese viejo mandinga El viaje Parque Campagnone Ubicuidad El reloj de la torre Debajo de los párpados Hacia ti El final de las historias La llovizna del ser Los hijos de la noche Esquizofrenia Cuando se ama con la mano izquierda A Mayra Sánchez Mujer, cadalso, flor… Mi última tormenta Para describir tu pecho El canal de Heráclito No dejes que se muera El mar que mi angustia inventó No mires hacia atrás (bolero a lo Deschamp) Why Qué cosa es un hombre que agoniza A Mercedes Guerra Tauromaquia Nieva en mi corazón Solamente en el mar Sobre el mar de mi sangre
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4 Ofrezco el corazón Esa Palabra única El último vals La otra Penélope Corazón sordo En el fondo Urdimbres… Toda historia A María Montez A Katie Los ojos de Betsy El último performance Danzando sobre el filo La mujer que extravié Yo he visto mi otro yo Tus ojos El vuelo Yo sé bien que mañana Pasión étnica Zarpemos esta noche A Crucita Yin Déjame andar tu cuerpo Regreso La eternidad de Pablo Poética A todos los que amé La vejez del amante El entierro del pastor Mientras llueve Sonidos de ausencia Canción de la pena nueva Me dices que otro amor Sonetillo Altar El otro lado de mí La última palabra Ángel de piedra Soy esa hoja La niña soldado Tatuado El otro Aquiles Tu mundo Envejecido Cuando se fue Para hoy A Carmen Muerte A veces te escribo De tu boca hasta el puente Por si la muerte pasa Cópula
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César Sánchez Beras / biografía
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Salir airoso del reto del soneto Por Aquiles
Julián
New York es la tercera ciudad en importancia de los dominicanos. La población criolla ha hecho de Washington Heights, Manhattan, territorio dominicano y el sueño de Nueva Yol transita en muchos habitantes de la isla. Es nuestra referencia. Si New York es la capital del mundo, allí los dominicanos arañamos el sueño americano. Y la repentina aparición de nuestra nacionalidad en las series de TV norteamericanas, ya cosa común, dan muestra de la creciente importancia que como comunidad hemos ido ganando en ese mosaico de razas que son los Estados Unidos. Y allá, en New York, reside César Sánchez Beras. Se trata de un poeta, no por autolegitimado como tantos, sino por dedicación de años en el trajinar con las palabras sacándoles música, imágenes, sentidos. Aprecio el soneto. Esa breve vasija en que se miden los mejores. Y hay sonetos que en mi vida juegan un papel importante, como ese Soneto de la espera del salvadoreño Hugo Lindo (Muestrario de poesía 2) o los soberbios del colombiano Eduardo Carranza (Muestrario de poesía 4). Sonetista excepcional en la poesía dominicana lo fue Franklin Mieses Burgos (Muestrario de poesía 5). La Generación del ´60, en particular Miguel Alfonseca y René del Risco Bermúdez, tuvieron una epifanía con la poesía de Carranza y, bajo su influjo, produjeron bellísimos sonetos y sus jugos permean incluso aquel poema que René del Risco dedicó a Maximiliano Gómez, No está bien, sin embargo… Otro sonetista relevante lo es Radhamés Reyes-Vásquez, poeta de la Generación del ´70 (Muestrario de poesía 56). Las formas tradicionales en que la poesía se expresó hasta finales del siglo XIX si bien por un lado constriñen, por otro disciplinan. Sólo la ignorancia y el facilismo pueden inducir un menosprecio de las formas y modelos tradicionales del poema. De hecho, la métrica sigue siendo la manera en que los poetas escriben sus versos, pues es en el metro en que se genera el ritmo verbal. La carencia de formación aquí se paga con versos desmañados, ritmos torpes, cadencias estropeadas. Hay quien dispara un estentóreo discurso sobre la libertad formal para encubrir el analfabetismo real, la incapacidad en un desempeño aceptable en el manejo de las estructuras tradicionales de la poesía. Sin caer en el culto al formalismo a nivel estructural, métrica, o sonoro, rima, conocer, practicar y dominar los modelos tradicionales disciplina y enriquece el 5
6 oficio del poeta. Desconocerlos, subestimarlos o ignorarlos es imperdonablemente mortal para quien quiera ganar relevancia y respeto en la poesía. Recordemos que la mejor poesía de todos los tiempos se produjo bajo esas estructuras, salvo la poesía del siglo XX. Y aún en el mismo siglo XX importantísimos poetas mostraron su respeto y aprecio por estas formas tradicionales al escribir buena parte de su producción bajo dichos formatos. César Sánchez Beras en Días de Carne nos regala un generoso puñado de sonetos, 96 en total. Si bien en algunos casos se permite licencias con respecto al riguroso canon de esta formato, lo importante es que nos da un testimonio de aprecio, respeto, valoración y reconocimiento a un formato que ha sido uno de los favoritos por siglos de la poesía, en el cual se han medido talentos como Shakespeare, Petrarca, Dante, Quevedo y demás figuras de primerísima importancia en las letras universales. Acometer la tarea de realizar un poemario íntegramente compuesto de sonetos es, para empezar, sorprendente. Y la sorpresa es, sobre todo, grata. Hay mucha prosa versificada que busca pasar por inspirada poesía. Mucho intento de canto que no roza siquiera el alarido y sucumbe en berrido, en deplorable quejido, en ruido. Hay quien simplemente declara clausurada la tradición y no lee ni estudia a los clásicos para no contaminarse, por un falso prurito de originalidad. Cree que desde la ignorancia se puede producir algo que valga la pena. No entiende que la poesía es una tradición, que parte de unos antecedentes y a la que cada escuela, cada poeta, cada generación da continuidad aún en la ruptura que marca un nuevo punto de conclusión y arranque, en esta tradición de la ruptura, como llamaba Paz a la poesía moderna. El soneto asomó a nuestra lengua con el Márquez de Santillana, aquel Iñigo López de Mendoza que incorporó a nuestra lengua el formato originado en Italia en sus sonetos fechos al itálico modo. Lope de Vega, Cervantes, Sor Juana Inés de la Cruz, Francisco de Quevedo y Luis de Góngora llevaron el soneto en español a cumbres de impresionante depuración. Y Jorge Guillén, Federico García Lorca, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y Gerardo Diego en la poesía contemporánea dieron lustre al formato en piezas de inusual lozanía. En nuestro país, autores como Manuel Rueda, Antonio Fernández Spencer, Mariano Lebrón Saviñón y Franklin Mieses Burgos produjeron sonetos de impresionante belleza. Y ya dijimos cómo poetas posteriores, como los miembros de la generación del ´60 René del Risco Bermúdez y Miguel Alfonseca, influenciados por la exquisita poesía del poeta del Movimiento Piedra y Cielo, el colombiano Eduardo Carranza, escribieron sonetos de sobresaliente calidad. Ahora César Sánchez Beras se pone los pantalones largos como poeta y se mide con los grandes en el formato que los grandes aprecian. Noten los nombres de los cultores del género y verán que se trata de verdaderos grandes ligas en el mundo de la poesía. Y César Sánchez Beras no sólo acepta el reto, también sale airoso de él en este poemario. Celebremos y disfrutemos ese logro.
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“Sesenta son las reinas y ochenta las concubinas y las doncellas sin número” Cantares 6:8 “Yo dije: Subiré a la palmera, asiré sus ramas. Deja que tus pechos sean como racimos de vid y el olor de tu boca como de manzanas ” Cantares 7:8
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A los que como yo, se perdieron buscรกndose.
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“... Esta noche prosigue porque quedan amantes aun quedan días de carne sin quitarse el vestido y lloviznan conjuros las bocas cuando besan y la ciudad despierta cada vez que alguien ama...”
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La tristeza del Inca Acuclillado y triste al borde de la acera, los turistas contemplan su rostro estoico y serio. Reducida al escombro la mano que tuviera, el cayado del Inca, el poder del imperio. Mira un gran edificio levantarse imponente, y ve achicarse el mundo de su mundo pequeño. Quien domara la roca y al oro refulgente, hoy ve pasar su vida cual si fuera un mal sueño. Ayer hijo del sol, hoy hijo del ultraje. Fue señor del desierto y de la primavera, rubricando la piedra con sus lejanas huellas... Acuclillado espera al final de su viaje, aunque sólo le quede del imperio que hiciera un grano de maíz empolvado de estrellas.
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A diario A diario en algún puerto alguien rompe los remos y entierra sus espadas, sus ánforas, sus sueños, sepulta con sus velas la esperanza raída o le entrega a las algas lo que queda del miedo. A diario atracan barcos las playas del ensueño. Alguien iza las velas, desparrama el silencio. Desentierran voces, construyen barcarolas arrojan nuevas flores al pie del sortilegio. Nacer, morir de nuevo, vencer a la agonía. Levantarse del fango, inventar otro día. Correr tras esa música que nos invita al sueño... Desmayar, resistir, volver a izar las velas, Desmontar la penumbra que ahoga la alegría, y tornar a perderse igual que barcos viejos.
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Balada para Lun Sum Amo este chino triste que no conoce a América. Que achicó en sus pupilas un lejano confín. Que por primera vez de una boca quimérica, oyó hablar de Neruda, de Frost y Ho Chi Minh. Amo este chino triste que no oyó de Vespucio, que desdeña el Kung Fu y el Año del Dragón. Este escuálido Buda que idolatra a James Bond, porque no lo dejaron conocer a Confucio. Amo este espejo extraño donde miro mi vida, con su inglés de Hong Kong y mirada perdida, cercado en la muralla que perdió en el camino... Amo este chino triste, este pobre Quijote, que tuvo por La Mancha la cubierta de un bote, y vino a vencer solo este enorme molino.
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Amo este amor que nace Amo este amor que nace a la orilla del miedo y deshace los hilos secretos de su angustia. Amo este amor que tiene como las flores mustias, una rara belleza de perfume inocente. Amo esta cicatriz que llevo en la nostalgia. Esta sombra que tiende sus alas en mis días. Amo esta espina añeja que empaña mi alegría. Esta carne que hierve cada noche en su magia. Por eso voy sonriente por entre el laberinto, quitándole los pétalos a la flor de mi instinto, escondiendo las huellas que nacieron por verte... Por eso voy bebiéndome la noche en el latido, con la sonrisa ajena del guerrero vencido, con un amor que vive cada noche su muerte.
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Amo tus labios claros Amo tus labios claros de boca recién hecha, la claridad que viste tu corazón de lluvia. Amo tu cuello largo donde sé que el otoño, abre surcos por donde regresa la vendimia. Amo tu pelo suelto, tus piernas sublevadas, tus caderas de montes, pinos y madreselvas. Amo tu risa miope que buscando mi pecho, atraviesa mis sienes con límpidas palabras. Amo andar en tu olor, beberme tu mirada, desanudar tu gozo, oírte cantar el alba, descifrar el conjuro que puebla tu cintura. Amo el vuelo que soy cruzando tus volcanes, el párpado que cruje la puerta que se abre, el animal celeste que soy cuando te amo.
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Preludio Anoche había en mis sueños un cementerio en niebla y entre todas las tumbas reconocí la mía. Un ave picoteaba sobre marchitas flores. Lo demás se borraba con la niebla sombría. Anoche había en mis sueños un cementerio en niebla y yo veía perderse entre hileras de tumbas, mi mano de oficiante que descifra conjuros, mi boca de chamán, mi sombra de poeta. Y mientras yo soñaba un cementerio hermoso, con cayenas azules y bandadas de cuervos, con un sol que intentaba desteñirse en el viento... La noche diluía el sendero hacia el sueño, donde se halla la llave que contiene los nombres, de los que como yo no volverán de nuevo.
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Amor a la medida Bórdame un traje nuevo con tu boca de aguja, quítame estos hilvanes de tristezas que tengo, estira con tu piel esta piel que se estruja zúrceme a besos puros, ponme un sensual remiendo. Cóseme un cuello único que tenga tus caricias y puntada a puntada descóseme este miedo, abre un ojal inmenso por donde entre tu risa deshilacha estas ansias que nacen desde el ruedo. Dobla, corta, remata mi sueño descosido, esta pasión maltrecha quiere ser tu vestido, un escote por donde se fugue la ternura... Y después que termine este raro diseño, sobre tu piel desnuda colocará el ensueño el vestido inefable que sueña tu figura.
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Modernidad Como ayer en el gran Circo Romano, el mundo necesita de un payaso, que pueda burlarse del fracaso a donde se dirige el ser humano. Y como ayer, depende del tirano, y de un débil movimiento de su dedo, que todo sea arropado por el miedo, tras el cínico aplauso de su mano. Cuán poco avanza la común historia, cuando están aún frescas al pie de la memoria, las crueldades de aquel circo romano. Y como si fueran mortales enigmas, las carnes masacradas son las mismas, sólo cambian los payasos y el tirano.
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Oda al barrio “ El diente de oro iba alumbrando to’la avenida” Rubén Blades
Cual sensual vendimia del bolero-son, o caribe fuga que en la voz desgarra, del mágico fondo de cualquier guitarra, la alegría y el odio se vuelven canción. Cual resquicio amargo que alguna traición, salvó del olvido con cualquier quimera, se subleva un duende de la vellonera, para abrirse paso con su diapasón. La muerte bendice la púrpura boca, que disfraza el beso que la pasión toca, sobre el caderamen de alguna mulata. Mientras desde el fondo de la misma noche, se oyen los acordes que tiran del coche, del dolor de pobre de alguna bachata...
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Cuando en Lawrence llovizna Cuando es noviembre en Lawrence y llega la llovizna, las ventanas parecen muchachas otoñales. Se mojan de ausencia los amores más hondos. Se ven entre nieblas llorando los cristales. Cuando es noviembre en Lawrence algo en mi se desdobla, y le quita la máscara a mi pobre alegría. Algo rompe sus alas, algo enturbia mis cauces. Algo muere conmigo cuando en Lawrence llovizna. Este pueblo es distinto cuando la lluvia cae. Suena ajeno Tchaikovsky, es insulso Vivaldi, y el amor es el eco de la noche infinita. Sólo Frost y sus cuervos de plumas amarillas, hacen que sea posible que la vida prosiga, cuando es noviembre en Lawrence y llega la llovizna.
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Cuando te beso mar... Cuando te beso mar, cuando te beso, a mis palabras se le rompen las raĂces, y nace un nuevo manantial en mis adentros, con la savia del amor que tu bendices. Cuando me besas mar, cuando me besas, siento en tus labios florecer miles cerezos, y un horizonte de amapolas y sinsontes, se abre a mis ansias, mar, cuando te beso. Cuando me tocas, mar, cuando me tocas, oigo los duendes hechizar tu boca, y tocar al arpa sus nuevos conjuros. Cuando me tocas, mar llega la lluvia, bate sus trenzas de muĂąeca rubia, mientras me besa con sus ojos brujos.
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Riel Cual huella que dejara el potro del pasado, en su viaje tortuoso para vencer los tiempos. Como nota esculpida de instrumento inefable. Como vuelo rasante de un pájaro sin cielo. Cual tatuaje grabado en la piel de la hora. Como una cicatriz que dejara algún sueño. Cual una llamarada que reencarna en cayena, o lluvia horizontal de metal aguacero. Así te veo marcharte a través de los días, resignando tus alas, callando tu alegría, renunciando al peldaño que te negó la historia.
Así te veo marcharte encadenando al suelo, tus vagones de olvido que a pesar del silencio, se alejan lentamente silbando en mi memoria.
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Los primeros amantes Cuenta la leyenda que cuando aun no llovía, y las hojas eran máscara del futuro pecado, hubo alguien que inventó la palabra alegría, esa rara moneda para comprar lo amado. Cuenta la leyenda que en la primera lluvia, se juntaron las aguas convocando al gran río, y ella se fue hasta el fondo con su melena rubia, y él la siguió hasta el fondo con su amor de navío. Y cuenta la leyenda que encontraron sus cuerpos, abrazados de mangles, desnudos como puertos, con un paisaje húmedo en los ojos inertes. Por eso cuando llueve, la leyenda revive, y a todos los amantes un torrente en declive, los arrastra a quererse desafiando la muerte.
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El otro Dios Dios debe tener una cara distinta, y no ese mascarón de espinas y puñales. Sus ojos han de ser de una piedad infinita, como la de los niños que cruzan mi calle. Dios debe tener una piel más oscura, y no esa lividez de caléndulas secas, sus manos han de tener la tibieza más pura, como la de aquel l viejo que ayer tocó mi puerta. Dios debe tener unas ganas enormes, de andar sobre los ríos, de desandar los montes, de dejar ese mundo de vitrales y piedras. El debe parecerse a la legión de Ángeles, que con caras de niños transitas por mi calle, y con manos de viejos han llamado a mi puerta.
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Ella vino del mar De mar adentro vino con sus voces de incienso, con sus manos de azogue, de lumbre y azahar, de mar adentro vino para mojar mi cuerpo, para dejarme anclada su sonrisa de sal. La noche se partía en su pelo de sauce, y yo sentía en mi angustia de inútil pescador, una soledad nueva nacida de sus remos, una marea de olvido poblándome la voz. De mar adentro vino y yo lancé mis redes, para atrapar sus ojos, para cercar sus duendes, para enjaular la noche en mi sombra mejor. De mar adentro vino y me ofreció su boca, y le di tantos ríos que nacían de mi pecho, que me quedé vacío como un gran caracol.
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Cuando ella besa Ella puso su lumbre sobre mi boca hueca, y se llenó mi sangre de pájaros y soles. Ella sembró de nidos los ojos de la lluvia, y de mis manos toscas brotaron caracoles. Ella puso su lengua sobre la nueva herida, y se rasgó en fulgores mi vieja cicatriz, su lámpara cantaba una canción marina, con estrofas de algas, de peces y de raíz. La noche se quemaba en sus ojos de ángel, mientras su boca hurgaba mis nuevos aquelarres, con la llave de un sueño que vive en la otra edad. Su dicha era una bruja que con ojos vendados, desataba en mi boca los últimos conjuros, con una lluvia nueva nacida de los pájaros.
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Sobre tu pecho En tu pecho soñé que el mar era pequeño, que enjaulaba en mis manos su limpia eternidad., Lo soñé con sus muelles, con sus muchos veleros. Lo soñé con sus olas que no tienen edad. En tu pecho soñé que el mar perdía sus límites, que horadaba la tierra desvencijando faros. Soñé que mi futuro lo llenaba de sauces, como llenó de asombro mis aguas del pasado. Me soñé ser el hijo de un cardumen divino, que a mis entrañas iban a morir tantos ríos, que tornaban mi rostro a un azul singular... Soñé que mis palabras se llenaban de lumbres Con mi voz convocaba a todos los delfines. Soñé sobre tu pecho que de mí nacía el mar.
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Belleza Es menos el infierno desde que yo te amo. Es mucho más la aurora desde que estoy en ti. Tu belleza no es hija del semen de la gracia, sino que tú eres reina porque vives en mí. Tu belleza no puede medirse con las manos. Ni es tu cuerpo bandera incendiada que ondeo. Tú eres buena tan sólo porque yo así te nombro. Eres bella tan sólo porque yo te deseo. La beldad y el delirio son sílabas etéreas, de una palabra única ,de una canción eterna. El universo deja de ser cuando no estamos... El invierno es más frío cuando es uno el que espera. Nuestra flor es la flor que abre la primavera. Lo divino acontece en aquello que amamos.
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Ese viejo mandinga Ese viejo mandinga que habla pausadamente, y que cuenta a sus nietos su pasado guerrero, no ha falseado la historia aunque hoy ciertamente, es sólo el negro Charles que sirve de cochero. Ese viejo mandinga que se sienta en el puerto, a ver pasar piraguas y goletas maltrechas, ha dejado que el tiempo sobre su amor abierto, en diluvio de cuitas ponga sus viejas flechas. Este negro que a veces se pinta para el nieto, que se cuelga unas plumas como viejo amuleto, y que sólo la harmónica sabe de su dolor... Mañana no estará para mirar el puerto, pero yo escucharé su corazón abierto, repicando en silencio su lejano tambor.
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El viaje Esta sangre no termina aquí en mis venas, sino en el cauce fraterno de una sombra. Ella es un llanto bifurcado que se ahonda, y desde el fondo de la noche se subleva. Este viaje que comienza en algún sueño, y de algún modo en sueño se termina, es una tregua robada a la vendimia, una ventana abierta al sortilegio. Estos ásperos caminos que se cruzan, voces, naufragios en donde al fin se juntan, los nuevos mares y los barcos viejos... Este viaje es el eco de otra orilla, donde aparecen las noches de vigilias, robadas de los ojos de los muertos.
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Parque Compagnone Este parque en otoño sólo a mí pertenece. Yo sé que fue robado de mi patio de infancia. Por sus hojas desando mis primeros recuerdos, y voy corriente abajo en el río de la ausencia. Cuando miro sus cedros de caras amarillentas, decir con sus colores el himno a la alegría, me siento como él, un dolor que envejece, un bosque que en otoño parece que desangra. Este parque en otoño sólo conmigo habla, cuando observo sus pájaros recogiendo las alas, llevándose sus sombras, empañando sus huellas. Este monte fraterno a escuchar me convida, pues en las sílabas tenues de sus hojas caídas, va contando su angustia y narrando mi historia.
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Ubicuidad El hombre no es de donde nace, sino de donde deja la piel junto al delirio. Donde descama sus huesos y sus olvidos. Donde descubre las ra铆ces de sus cauces. El hombre no es de donde nace, sino de donde rompe los espejos del regreso, cuando escucha su sangre hilvanando nostalgias, cuando quema las naves, donde entierra los remos. El hombre nace donde ama, Donde su cuerpo como vasija rota, se agrieta de pasi贸n y arde en la flama... El hombre nace donde el tiempo, le da una boca para acercarse al mundo, o le da una angustia para volverse eterno.
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El reloj de la torre Este reloj que nunca tiene la hora perfecta, se parece a mi alma de exactitud perdida. Este reloj desdice en su imagen erecta, su redondez de sombra de circular herida. Este viejo que marca las horas de otra vida, y que mira a los hombres igual que si lloviera, es un viejo quijote que pierde la partida, porque su lanza es sólo un sueño de madera. Y así desde su altura lo veo mirar el mundo, numerando las huellas que segundo a segundo, su mano de alquimista las convierte en pasado... Y aunque todos lo miran con un cierto desdén, su pupila redonda va contando también, el tiempo de los hombres que nunca lo han mirado.
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Debajo de los párpados Guardo un mar detenido debajo de los párpados, con sus voces marchitas salidas de los muelles, con orillas blandiendo fulgor de girasoles, con barcos de regreso borrachos de septiembres. Debajo de los párpados guardo un abril de espumas, un malecón de otoño de alegres pescadores, un faro que presagia los nuevos laberintos. donde cuelgan nostalgia los últimos viajeros. Debajo de los párpados me brotan troncos viejos, redes, mástiles, velas, caracoles, helechos, antiguos ahogados durmiendo en las arenas... Debajo de los párpados tengo algunos balcones, donde la muerte siembra oscuros girasoles, y desnuda su sombra un expectro lunar.
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Hacia ti Hacia ti soy un barco con velas de gaviotas, y en mi sombra tirita el nombre de tus piernas. Tu boca mineral, tu talle azul marino, tu risa , daga hirviendo metal y barcarola. Hacia mí tú eres muro con hiedra de presagios, una música rota un tren que se desangra. Hacia mí de tus ojos se cuelan unicornios, y en tu cintura duermen crepúsculos y espadas. Hacia nosotros el mundo asemeja un espejo, una noche de búho, un salmo de gitanos, una lluvia que cortando las raíces del beso. Hacia el mundo nosotros somos sólo la copa, continente de un vino que embriagará la noche, en donde ha de perderse tu cuerpo junto al mío.
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El final de las historias Hay un reloj en el fondo de una sala, marcando la hora roja del abismo. Hay un reloj en el fondo de mí mismo, donde mi abismo se vuelve duda alada. Un espejo bosqueja la antesala. Huelo una fuga que el infortunio nombra. Un cuervo agita sus alas en la sombra. la sombra agita sus manos en la nada. Hay un reloj al final de mis historias, que blandiendo sus lanzas ilusorias, hace un festín con su máscara incierta... Y aunque su ritmo se esfuma inadvertido, ese reloj está diciéndome al oído: “ Se acaba el tiempo, la muerte está en la puerta”
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La llovizna del ser Llueve sobre la senda que me acerca a tu abismo. Llovizna un laberinto de pájaros violetas. Llueve una angustia rancia, un dolor de otros tiempos llueven muecas y espejos mojándome esta pena. Llueve sombras. Me niego y comienzo a ser otro. Existo solamente cuando tu voz me nombra, y soy evanescente, humo fugaz, delirio. corporeidad posible naciendo de tu boca. Tu cuerpo me reclama con su sed primitiva, el agua de los huesos es médula divina. Esa vieja llovizna que nos da la existencia. Llueve, dejo de ser y comienzo a ser otro. Mi cuerpo es ese río que corre hacia la noche, donde llueve tu boca sus pájaros violetas.
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Los hijos de la noche - Para Aris Valdez-
Los hijos de la noche, los parias de la hora los que van silenciosos con la daga en el pecho, los vistos por el mundo como inicuo desecho, los que niegan la muerte que en su sonrisa aflora. Los que van en el fango sin la fe soñadora, los que sólo confían en la mano del vino, los que tienen cerrado el único camino, los que van persiguiendo una luz cegadora. Esos son los que duermen a orilla de mis versos, porque yo fui juntando sus rencores dispersos, para hacer una oda con sus melancolías... Porque en el fondo yo, aunque en distinto coche, soy un paria del mundo, un hijo de la noche, con el viejo antifaz de unaa falsa alegría.
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Esquizofrenia Mi ojo izquierdo está escribiendo un verso, pero el derecho escucha alguna ardilla. Mi otra mitad se sube en una silla, mientras mi lengua recorre el universo. Una paloma se pierde entre los besos, mientras le brotan las plumas amarillas. Ahora también se ven volar ardillas, y las estatuas son ángeles obesos. Están lloviendo melódicas manzanas, y en el fondo de un lago unas campanas, repiquetean con sus notas errantes... Una vaca está saliendo de un espejo, y a través de una copa miro un viejo, leyendo una novela de Cervantes.
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Cuando se ama con la mano izquierda Mi mano izquierda sabe que tu vientre, es un sendero azul al desatino. Que es un camino más... que es un camino, en donde viaja y se eterniza mi simiente. Tu mano izquierda sabe que esta muerte, es un balcón que mira a la ternura, Que es un espejo hirviendo en la locura. en donde viajo y me eternizo inútilmente. La dicha sabe que hay sólo un instante, para rasgar el velo alucinante, y convocar los ángeles profanos... Mientras la noche se apaga en algún cirio, en el fondo de mi muerte está el delirio, escuchando el canto de tus manos.
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A Mayra Sánchez - In memoriam-
Me duele Nueva York como una hoguera, como una mano muriéndose en la brisa, como una flor que apenas se eterniza, con su vieja ilusión de enredadera. Me duele Nueva York como una espera, como un quedarse a mitad del laberinto, como una cicatriz sobre el instinto, como morirse sin ver la primavera. A mí me duele su mirada de cristal, los que recorren su epidermis de metal, o sus cabellos de sórdidos tranvías... Me duele el Nueva York inquebrantable, ese que sigue su marcha inexorable, con la muerte enmascarada de los días.
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Mujer, cadalso, flor... Mujer, cadalso, flor, vendaval y alegría, aliento abrasador calcinante fragancia, resplandor de la sombra, lluvia de lejanía, Innombrable sonrisa en la boca del alma. Soledad de tranvía sinfonía de gaviota, oscuro mar que vuelve desafiando la espuma, lividez de crepúsculo que exorciza las nubes, hálito de placer que florece en la espiga. Intimo regocijo, beso hirviendo en el miedo, labio abierto al delirio, espejo del ensueño, olas de infortunio, crucifixión del tiempo... Rumor de eternidad, ventana de la aurora, inmensidad que teje sus huellas en la hora, oleaje donde cantan las aves del deseo.
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Mi última tormenta Mañana nevará con una angustia nueva y sentiré en los huesos el peso de ayer y el mundo cual bosquejo tatuado en la mirada, cerrará sus cortinas a mi angustia de ser. Mañana nevará y todo será distinto, Sólo algunos seremos lejanamente únicos. Todos tendrán un sólo camino hacia el enigma, mas yo tendré dos puertas abiertas al misterio. Nevará bajo un cielo de mil mundos pequeños, donde cada tragedia será parte de un sueño, donde cada camino se bifurca y se pierde... Pero yo seguiré vagamente distinto, mientras desde las puertas de los viejos abismos, veré un mundo que ajeno duerme bajo la nieve.
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Para describir tu pecho Montaña almibarada del delirio. Faro que enrumba las naves del deseo. Luna febril para horadar los ríos. Lago en que ahoga sus lágrimas Morfeo. Ventana obtusa que desdibuja el vuelo. Ojo que palpa con lenguas encendidas. Címbalo ciego que va tocando un salmo. Huellas que llevan a la otraedad perdida. Llave que abre la puerta a otros misterios. Humo que corta la savia de los miedos. Torres que forman en ajedrez divino... Batalla lúdica donde comienza el rito. En donde el labio apuesta todo por la vida, y la razón le pone trampas al instinto.
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El canal de Heráclito Nadie se ve dos veces en la faz de tu espejo. Nadie bebe dos veces del mismo manantial. Pero puedo sangrar una vez y otras veces, mirando tus reflejos de infinito puñal. Nadie muere dos veces de la misma agonía, ni eterniza dos veces una misma piedad. Pero puedo lavar esta vieja alegría, en las aguas novicias de tu felicidad. Pero cuando es octubre y hay una luna hermosa, los amantes olvidan que se mueren las rosas, y ven brotar geranios de invernales espigas. Porque cuando es octubre en los parques del mundo, los amantes derrochan sus mejores conjuros, arrojando esperanzas al espejo del río.
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No dejes que se muera No dejes que al amor que hay en tus ojos, le llegue el otoño más sombrío. No dejes que esta sed del cuerpo mío, convierta todas mis flores en abrojos. No dejes que este fuego se me acabe, sin que lo aliente tu boca con su llama. No permitas que la nieve del mañana, ponga su escarcha y mi voz se apague. Ven y reclama tu sitio en el banquete, y ante la corte que anuncia el deleite, rasga los velos y enciende tus cirios. Porque el amor solamente abre sus puertas, a quien las bridas de la pasión sujeta, sobre el caballo de todos los martirios.
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El mar que mi angustia inventó No me duele la ausencia de tu risa de otoño, ni tu boca guerreando sin duelo en la penumbra. No me duelen tus manos que aprendieron mi cuerpo, ni mis manos de tierra que en tu piel fueron lluvia. No me duele este irme del fondo de tus pasos, ni tu irte del fondo de mis noches vacías. Me duele este quedarme en las mismas congojas, sin los pájaros nuevos que inventó tu alegría. Yo no niego las flores que nacieron por verte, ni la música cómplice ni la tarde que hiere, en la canción de Silvio o el cuadro de Van Gojh. Lo que duele es mirar perderse tu tranvía, embriagarte de sombras y allá en la lejanía, beberte el mar grisáceo que mi angustia inventó.
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No mires hacia atrás ( Bolero a lo Deschamp) No mires hacia atrás cuando te marches, aunque sepas que mi mundo se derrumba. No tuerzas tu sendero si te enrumba, y mi vida te la llevas a otra parte. No devuelvas en un golpe de desidia, uno por uno los besos que te dieron. Una cascada saliendo de mi boca. Una mañana naciendo de mi pecho. No mires hacia atrás aunque presientas, que no tendrás ya más quien te comprenda, que no vivirás más lo que has vivido. No mires hacia atrás, si oyes un eco, esa es mi alma que vuelve al esqueleto, mientras tus besos van cayendo en el olvido.
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Why ¿Por qué llovizna igual en todas partes? ¿Por qué todas las nubes se mueren de esa forma? ¿Quién les ordena el rumbo a las nuevas angustias para caer de golpe vestidas de cascadas? ¿Por qué la niebla iguala los hombres en su sombra? ¿Por qué sus manos son idénticas si tocan? ¿Por qué la unicidad se diluye en sus ojos y somos simples barcos que en naufragio se hermanan? ¿Por qué llovizna igual en todas las derrotas si son distintas todas las máscaras del llanto si son extrañas bocas las que invocan las penas...? ¿Por qué es distinto el hombre en el mismo sendero? ¿Por qué la muerte sabe el nombre del vencido? ¿Por qué me niega el otro que miro en el espejo?.
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Qué cosa es un hombre que agoniza ¿Qué cosa es un hombre que agoniza sino un pájaro triste creándose en el vuelo?. Unas alas de humo, ámbar y crisantemos perdidas en el póstumo desgarre de la brisa. ¿Qué cosa es un hombre que agoniza, en la sombra penúltima ded viaje, sino un herido bote que siente el oleaje agrietar con sus uñas la madera podrida?. Lo que no tiene explicación es su mirada. Esa que deja sus huesos en la entrada, y camina desnuda sobre el puente... Lo que no tiene explicación es el regreso: Desenterrar la piel, la voz, el sexo, para partir y regresar eternamente.
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A Mercedes Guerra - Mi amor mayor-
Quisiera descubrir tu falta de sonrisa, tu rostro imperturbable tatuado en los espejos. Tu boca que de joven daba besos tan viejos, que el rastro de tus labios era un río de ceniza. Quisiera dibujar tu falta de alegría, tus manos que anunciaban una amorfa ternura. Tu vientre, que cual faro de la desgarradura me llama aun con sus rocas y con su lejanía. Quisiera que por mí ,otro mundo te viera, volverte muro o sombra, volcán o enredadera, levitar... descender... aletear insurgente... Quisiera que otros fueran testigos de tu magia, de convertir en verso las flores de tu rabia, y hacer de tus rencores un himno transparente.
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Tauromaquia - Para Federico G. Lorca-
Sobre la arena, el toro ha blandido su rabia. Las gradas superponen sus vivas y sus gritos. Unos piden la sangre que se embriaga en los ritos, otros piden la sombra que en la muerte se irradia. Sobre la arena el hombre vestido de torero, se ha calzado las u単as y ha esgrimido la espada. Su mirada ha surcado resquicios y sendero, y el filo del acero envidia la mirada. Sobre la arena ,el mundo detiene su momento, se apagaron las voces, se anticipa el tormento, porque el hombre y la bestia ahora son dos rivales... Y de nuevo las gradas reclaman del instinto, que el vencedor resurja, porque en el laberinto, los hombres y las bestias son abismos iguales.
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Nieva en mi corazón Sobre este corazón nieva la escarcha, mientras mis ojos se refugian en tus brazos, y una luna que desanda por tus pasos, desdibuja los motivos de mi rabia. Sobre este corazón nieva la duda, mientras la noche descifra en su alegría, un horizonte de estrellas sublevadas, en las orillas de la melancolía. Sobre este pecho florecido de regresos, cuelgan sus nidos los pájaros sombríos. Nieva la dicha y nievan los silencios... Y aunque del fondo de mi pecho nacen ríos tengo una sed preguntándole al estío por la llave con que tú cierras el sueño.
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Solamente en el mar -
A Persio Acevedo-
Solamente en el mar yo soy el otro, el único y plural. El que seré. Solamente en el mar soy ese espejo, que bosqueja el que sin duda yo he de ser. Solamente en el mar pierdo la sombra, la raíz del no ser, el omnisciente. Y cual veleros hundidos en el pecho, sólo en el mar soy todos los que mueren. Frente a las aguas soy un líquido instrumento, un melódico arrecife de los cuerpos, universal diapasón de las orillas... Solamente en el mar soy todo música, anfibio violín... guitarra húmeda, partitura fluvial ...canción marina.
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Sobre el mar de mi sangre Sobre el mar de mi sangre ella dejó sus peces, su mirada de sauce, su vocación de viento. Su boca era un naufragio de veleros antiguos, y mi sombra un cardumen a la orilla del miedo. Sobre el mar del deseo, sobre el canto del agua, ella puso un relámpago en el filo del tiempo. Mi mano era un tranvía corriendo hacia la noche, apagando las voces nacidas en sus senos. Sobre el mar de nosotros puso el mundo sus anclas, con sus muelles oscuros, con sus paredes altas, desflecando las velas de todos los navíos... Por eso nuestros cuerpos, cual guijarros de arcilla, entonan la canción más honda de la orilla, esperando que el tiempo les devuelva los ríos.
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Ofrezco el corazón Cambio mi corazón por unas alas, para mirar desde otra angustia el universo. Quiero atrapar este asombro tan disperso, desde unas torres elevándome en la nada. Cambio mi corazón por unas alas, ingrávidas, enormes como el ser. Quiero desde mi sombra ver el amanecer, cuando enciende sus lámparas doradas. Quisiera hoy dejar de ser raíz, telúrica... carnal... roca... matriz... volcán... vendaval... secretas aguas. Si pudiera vencer este armazón, le quitaría el ancla a la razón, para cambiar mi corazón por unas alas.
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Esa Palabra única - Para Juan Freddy Armando-
Si yo pudiera hallar esa palabra única, redonda, indefinible, telúrica, total. una palabra inmensa, frutal, lóbrega, impúdica, reluciente, cortante, ilusoria, final. Si pudiera tener ese vocablo mágico, ese término inicuo que lo expresara todo. Un símbolo infinito, un universo trágico que expresara igualmente las galaxias y el lodo. Si me fuera posible tener esa palabra, ese puñal hermoso que con su brillo labra, las puertas infinitas donde se inventa el día... Pero no me es posible y en mis miles fracasos, he tenido que unir disímiles pedazos, de mar, de sol , de tumba, de lámpara y poesía.
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El último vals Sobre la muerte baila una ninfa desnuda, con unas alas grandes que le rozan los sueños. Su sonrisa se enreda en un rayo de luna, y su mirar oscuro hace parir espejos. Sobre las sombras baila un lánguido relámpago, con una cola inmensa de nardos y cometas. Va pisando delirios y rasgando conjuros. Va blandiendo en la noche sus últimas estrellas. Sobre la vida baila una ninfa desnuda. De sus uñas se cuelga el límpido presagio, de un invierno que en ella bien pudo ser eterno... Sobre la muerte baila una ninfa desnuda, un trozo de infinito le sostiene las alas, y un rastro de cayenas la devuelve al misterio.
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La otra Penélope Su cabello de mimbre se está poniendo blanco, y no le queda hoy siquiera un pretendiente. Teje un manto de lana que es su fiel confidente, y su mundo de sueños no es más que un triste banco. Su cuerpo que fue templo de sol y de alegría, donde se refugiaban los duendes soñadores, hoy es tan solo un claustro para viejos rencores, con ventanas abiertas a la melancolía. Ella, que sólo va mirando por los puertos, los barcos que regresan de los mares inciertos, en donde sin cesar su corazón navega... Ella, que sin saberlo, es parte de otra historia, viene desde el pasado cual puerta giratoria, destejiendo su muerte en lo que Ulises llega.
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Corazón sordo (Bolero a Granda) Te dije muchas veces que no amaras. Que no oyeras la voz del desatino. Que dejaras de andar ese camino. Que no bebieras ese vino que te embriaga. Te dije tantas veces que no amaras. Que volvieras tu lengua cual la roca, que dejaras de ansiar tanto esa boca, que maldice y escupe cuando engaña. Y ya ve corazón,que no me escuchas, y de nuevo te envuelves en las luchas, de la que siempre yo salgo derrotado… Porque aunque tú sobrevives a mi sino, mi carne es la que rueda en tu destino, y soy yo quien se condena en tu pecado.
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En el fondo Te pido que me quieras como soy yo por dentro, que atravieses resuelta la epidermis inmunda, que igual como quien busca en las aguas profundas, descorras mis cortinas. Que me enturbies el fondo. Te pido que me veas en el cristal más hondo, que quites las escamas que bosquejan mi ser, que destejas mi sombra, que me quites la piel, que quites las escorias del metal que yo soy. Te pido que esta vez abandones la orilla, que me laves el fango, que descifres mi arcilla, que transiten tus manos mi costado sediento... Y verás que en el fondo de mí mismo, un espejo, repitiendo su luz en múltiples reflejos: tus ojos que me miran en el que soy por dentro.
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Urdimbres... Tejiendo las urdimbres de un deseo, ebria de luz y sombras te eternizas, orillando la noche y sus cenizas, negándole tus ojos a Morfeo. Invitan al vuelo las alas de tu boca. Libre en tu pelo se me perdió la noche, detengo el mundo para quitarle el broche, a la ilusión que tu mirada invoca. Mirando adentro un duende me reclama: Arde conmigo, calcínate en mi llama. Detengo el tiempo para quedarme en ella... Entonces, ciego, buscándome a mí mismo, recorro el mágico sendero hacia su abismo, abriendo flores para encontrar su huella.
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Toda historia Toda historia tiene dos campanas. Dos almas, dos puñales, dos abismos. Dos raíces oscuras, dos infiernos. Dos relámpagos desnudos dos orillas. Toda historia tiene dos infamias. Dos monedas amargas dos instintos. Dos heridas abiertas, dos pendientes. Dos cayenas sembradas en la rabia. Cada derrota se quiebra en dos destinos. En dos vértigos, dos lunas, dos asombros. En dos resquicios acechando la mirada... Todo poema también tiene dos ansias, dos espadas , dos huidas, dos misterios. Dos espejos mirándose en la sombra.
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A María Montez Tu imagen que paseara su frescura, con su donaire de esbeltez morena, luce orgullosa la inmortal diadema, que diera el mundo a tu sin par figura. Tu rostro que fue la imagen pura, de la auténtica mujer americana, sigue siendo la rosa más lozana, que arrodillara un mundo en su hermosura. Porque tu vida fue como la estrella, que en el paso fugaz deja su huella, de magia y de asombro indefinible... Fuiste la diosa con corazón de nube, que deslumbrara al cielo cual querube, con el encanto de ser irrepetible.
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A Katie Tu mano corta esa línea que separa, la rigidez formal y la dulzura, mientras tus ojos denotan la ternura, o el éxtasis en que Eros se fraguara. Tu vientre, ahora azul, desenmascara, la vanidad de seguir siendo humano, y tu boca desdice que la mano, nos conduce a una región más clara. La música que es parte del paisaje, abre las puertas para iniciar el viaje, por los sentidos y son mundos pequeños, las coordenadas de tus movimientos, mientras descubro que sobre los vientos, tus zapatillas dibujan los sueños.
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Los ojos de Betsy Tus ojos como el Hudson enamoran la muerte. En el tren de tus manos desembocan mis ansias. Tu cintura es un subway que me lleva al espejo, en donde dejo herido mi esperma de fantasma. Tus senos desdibujan mis huellas en el espanto, y viaja por mi sangre la angustia de tu frente. Soy otro cuando toco tu lĂquida jaurĂa, eres otra en el justo momento del asombro. Deambulo con tu risa atascada en el pecho, recogiendo las sombras que gotean de tus pasos, escuchando tu canto de bruja o de sirena... Mientras vas corriendo a travĂŠs de la noche, deshojando la flor que resiste a los tiempos, sumergida en la savia de tu llama perpetua.
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El último performance Tú que nunca soñaste con París, bailabas el “Europa” de Barbieri, bailabas de Juan Luis su Guavaberry. En tus nalgas sudaba este país. Tú que a veces soñaba ser feliz, con el aura de diademas extrajeras, le robaba al sueño su desliz, su puñal de ilusiones placenteras. Mas te marchaste al fin como vivieras, entre espinas y fangos cruces y quimeras, venciendo el aguijón con tu alma fuerte... Llevabas apagados los luceros, Ibas tan pequeña, tan en cueros, como naciendo de tu propia muerte.
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Danzando sobre el filo Voy hacia ti en mi angustia de cayena incendiada presintiendo tu piel de lumbre y desamparo, voy hacia mĂ en tus huellas dejadas en la dicha horizonte poblado de lunas y guijarros. Voy hacia ti en mi nada de noches y de asombros descifrando conjuros cifrados en la lluvia, voy desplegando velas de viajes y retornos convocando los duendes de todas las vigilias. Voy hacia ti y la noche desdice mi nostalgia danzando sobre el filo mi sombra se desgarra y soy un ave lĂquida que se pierda en el vuelo Tu risa me desnuda en medio de este abismo en donde la razĂłn como en un laberinto se pierde en tu vendimia de mĂşsica y palabras.
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La mujer que extravié Yo soñé una mujer que en su rizo dorado, enredaba mis ansias con instinto hechicero. Yo soñé que decía con acento extranjero, mi nombre, cual si fuera algún himno sagrado. Yo soné una mujer que su piel parecía, un jardín de cayenas cuando florece abril, y predije en mis ansias que su boca gentil, era un Edén secreto de miel y de alegría. Pero hoy que la encuentro con el pelo rasgado, desdibujo la historia de mi sueño encantado, y olvido el extravío, porque al final no entiendo... Este acento extranjero esta voz desvalida, estos rizos maltrechos y esta mano vencida, que pide diez centavos para seguir muriendo.
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Yo he visto mi otro yo Yo he visto mi otro yo desnudarse en la sombra. Apearse de la máscara y atravesar tu pie., Yo he visto tu otra tú cuando el deseo la nombra, Con las alas enormes que brinda el oropel. Yo he visto mi otro yo destazar en el gozo, el cadáver etéreo que le sirve el deseo. Yo he visto tu otra tú gritarme desde el pozo, con las huellas sangrantes de los cauces fraternos. Pero nadie verá la muerte que en tu pecho, agita ese plumaje que presagia los vértigos, amordazando el grito que amenaza tragarte. Nadie me verá nunca cuando venga descalzo, por la brasa indecible que agoniza en tu boca, a beberme la lluvia que nace de tus párpados.
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Tus ojos Yo presentí en mis noches de lumbres y desgarres, tu vientre de amapolas y morenas espigas. Yo presentí tus pechos de címbalos y lilas, como una llaga azul que sobre el verso arde. Yo descubrí en el lúdico rastro de las aguas, tu pelo ensortijado, tu desnudez de sombra. Yo destacé el cadáver humeante del delirio, en tu boca que puso en mi boca sus alas. Yo presentí esta angustia este sentirse atado. Yo destacé estas ansias. Yo vislumbré esta daga, Yo ya viví esta historia de lumbres y desgarres. Sólo faltaba verte, que corriera en mi sangre, tu aliento de cayena, tu sonrisa de aurora, tus ojos que parecen los ojos de la tarde.
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El vuelo Yo quise como el otro edificarme un ala, desmontar viejos mitos, negarme y ser distinto. Yo quise como el otro, escuchar al instinto, con su máscara azul que en la sangre se instala. Yo quise, como el otro, trastocar el destino, abrir todas las puertas que la certeza cierra, dejar de ser raíz, olvidar que la tierra, es un rumor lejano de aquel barro divino. Pero yo, como el otro, en mi viaje a la nada, me veo en el espejo con el ala prestada, sabiendo que soy único. Que no existe otro cielo... Porque un Ícaro eterno al asombro me invita, a coserme las alas de la noche infinita. A incendiarme en la angustia de quemarme en el vuelo.
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Yo sé bien que mañana ( Bolero a lo Daniel) Yo sé que el sol mañana te besará la frente, y que olvidarás todo lo que viviste hoy. Que será muy trivial todo lo que te doy, cual moneda de amor que se arroja a la fuente. Yo sé bien que mañana serás indiferente, a mis rosas cansadas, a este loco delirio. Que pondrás en el álbum de tu viejo martirio, la pasión que hoy a mí me quema inútilmente. Ya sé bien que mañana no volveré a besarte. Que mi mano insensata ya no podrá tocarte. Que no escucharé al mar cuando cante en tus sienes... Pero hoy, solo hoy, dime con alegría, que tu boca jamás dejará de ser mía. Dímelo con el alma que yo sé que no tienes.
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Pasión étnica Yo te quiero en abril caribe y aguaceros, en hojas amarillas, huracán y rocío. Te quiero en septiembre, en otoño sombrío. Yo te adoro en gaviota, en azul como un vuelo. Yo te busco en tranvías, en patios de colegios, yo te invento en barroco, en violín desterrado. Yo te sueño en delirio, te idolatro en cayena, te necesito en Bécquer y te olvido en Machado. Te recorro en paisajes, te desnudo en Lezama, te maldigo en Macondo y te bendigo en Pampa, y te voy destazando en Rimas y Leyendas... Te poseo en vudú después de amarte en cumbia, te me entrego en mariachi y te presiento en lluvia, como dos tiempos simples del verbo de América.
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Zarpemos esta noche Zarpemos esta noche de ese puerto innombrable, Y de orfandad corpórea presa de la llovizna, dejemos el deleite saqueado en el enigma, con sus muros enormes de ciudad inefable. Zarpemos esta noche de ese mar infinito, que cifró en sus orillas su vocación de río. Que tu miedo desande junto al delirio mío, desvencijando faros con la luz de su grito. Que el mar abra en mi pecho su camino hacia el sueño, que rompan tus deseos los cerrojos del día, en su luz cegadora de cristal calcinante. Que mi barco se quede anclado en el empeño, enredado en los mangles de tu azul lejanía, mirando desde el puerto tu agua agonizante.
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A Crucita Yin
Sobre su amor del ámbar, él cinceló sus nubes y rubricó sus huellas con humo de sus alas. En su vientre azuzaban los buitres del quejido, y en su pecho un torrente de asombro se incendiaba. Sobre su amor de luna ella puso su sombra, y despertó las aves terribles del deseo. De sus manos goteaban los címbalos futuros, y un rumor de cristales se quebraba en el sueño. Al filo de una angustia, ella rasgó su sombra, y se llevó el resquicio de su final mirada rompiendo para siempre el cristal de la historia... Al filo de la noche él deambula sin alma recogiendo las huellas que perdiera la luna en el rastro dejado por la mujer de ámbar.
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Déjame andar tu cuerpo Déjame andar tu cuerpo como se entra en la noche con las huellas inéditas del que comienza un viaje, con el temor profundo del que lo ignora todo, y la alegría remota del que sueña una fuga . Déjame andar tu cuerpo como quien rompe un rito y descubre una cosa inmensamente única. Déjame entrar al mundo secreto de tu sangre esa que me reclama con sus manos impúdicas. Después déjame andar desnudo como el miedo volver a ser la sombra, el rumor primigenio el éxtasis callado de una ventana abierta. Después de estar en ti, déjame ser yo mismo, el que se arriesga iluso al filo del abismo, con esas alas falsas que tu boca le presta.
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Regreso Si me muriera hoy,entiérrame desnudo para andar en la arcilla como no lo hice nunca, dejando mis angustias colgando en los balcones viajando en cada savia de las viejas raíces. Si me muriera hoy, entiérrame desnudo y que solo repiquen cual lejanas campanas tus senos de albahaca y tu ombligo de ámbar porque sería la parca umbral y regocijo. Si me muriera hoy, la muerte sería un canto con las estrofas largas de tus piernas abiertas, con el altar hermoso de tus senos profanos. Si me muriera hoy, entiérrame desnudo, para buscar tu cuerpo a través de la tierra, y desandar contigo el regreso hacia el polvo.
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La eternidad del Pablo Aquel poeta entusiasta que recogía del viento las metáforas húmedas paridas por el día construyó su verso de lumbre y lejanía con las sílabas truncas de su final tormento. Aquel cóndor de humo nacido en primavera que tomaba del fango la flor que se eterniza de pronto vio su musa ahogándose en la hoguera y regresar su verso cantando a la ceniza. Más los buitres que ataban las manos del poeta reduciendo su amor a la simple mortaja de las ánforas rotas y el relámpago lento, hoy mueren a la sombra que dejó su alegría porque la eternidad nace de la poesía que escriben los vencidos con el último aliento.
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Poética Fue a través de tu carne de mujer innombrable y tu rastro de sangre luminosa y fraterna. Fue tu boca de luz y mariposa tierna que me dejó estas ganas de buscar lo insondable. Fue después de beber de tu saliva impúdica que me creció esta sed de beberme la muerte, fue después de encontrarte que yo temí perderte y encontrarme en la noche sin tu sonrisa única. Yo que sólo me he visto cuando miro tu espejo, yo que sólo me palpo cuando en tu cuerpo dejo, mi sombra que pregunta por la copa divina, no quiero que se acabe el milagro indecible, de volverme la fuente donde un agua imposible, anega la garganta y la sed no termina.
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A todas las que amé De todas las que amé, guardo en la piel una ventana lejana e imperceptible, por donde asoma el minuto irrepetible en que viajé por su sangre de oropel. De todas las que amé llevo en los huesos el aullido feroz con que la noche, desataba en un límpido derroche una jauría escondida entre los besos. A todas ellas di un fragmento de alegría. A todas di una cifra de agonía. Por eso en todas ellas viviré... Soy un poco de sus vidas cuando quieren. Soy un poco de sus muertes si las hieren. Yo vivo y muero en todas las que amé.
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La vejez del amante En la cama se yergue la víctima risueña y en la penumbra ruge el tigre angustiado. El tiempo se detuvo y su mente desdeña el mensaje funesto de su cuerpo cansado. Su mano que ayer diestra enervaba la piel hoy apenas recorre la anatomía del fuego. La víctima se burla pues sabe que en su juego agoniza un guerrero sin palmas ni laurel. Mas la belleza siempre impone sus rigores, y el cuerpo casi yerto reclama sus honores, y el agónico trance le devuelve la vida... La mujer no comprende aquel milagro rancio. Se resiste a creer que ese hermoso cansancio, es hijo de la muerte que se marcha vencida.
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El entierro del pastor Los bueyes van mugiendo. Agoniza la tarde. El cielo es una alondra lejanamente fría. En los ojos de un niño hay un salmo que arde, lo demás es un canto con tinte de agonía. Las palabras se ausentan dando paso al dolor, mientras el coro entona su tristeza de lirio, tras la pregunta ingenua se escucha aquel martirio contestar secamente: Se ha marchado el pastor. Es un muerto tan grande que no cabe en el llanto, por eso es que lo llevan entretejiendo un canto, que tiene en la armonía las notas de su nombre... Solamente los bueyes gimen con hondo empeño, mientras llevan a cuestas a quien tuviera el sueño, de humanizar la bestia que dormita en el hombre.
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Mientras llueve
Yo sé que cuando llueve tú dejas de ser hembra, para ser esa sombra que va dejando el viento. Quejido que se arrastra, llama que se deshoja. Un océano de goces que en la piel se subleva. Tú sabes que si llueve comienzo a ser la estatua, en donde se refugian tus pájaros y el sueño, y brotan de mi lengua girasoles que endulzan, el sendero inasible por donde el mar regresa. Yo sé que cuando llueve, la muerte se detiene, para verte desnuda naciendo de mi boca, para tocar el címbalo con el que duerme el sueño... Tú sabes que si llueve la vida es solo el tiempo, que dura tu sonrisa en volverse la espada, con que la primavera atraviesa mi pecho.
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Sonidos de ausencia Extraño el ruido seco de tus ojos ansiosos, hurgándome las penas en medio de las horas. Extraño el ruido tenue de tus manos nocturnas, descifrando la ruta de mis muertes primeras. Ese sonido rancio de tus pasos cansados, conversando en voz baja con mi antigua escalera. Lo extravié con los nuevos sonidos del hastío, con el ruido insensato del que ya nada espera. El ruido de tu boca naciendo de mi boca, el ruido de tus dedos cruzando mi costado, el ruido de tu miedo abrazado a mi miedo... Extraño esos ruidos con que tu amor se viste, tu lengua de campana repicando en mis ansias, el ruido de tus pasos saliendo de mi sueño.
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Canción de la pena nueva Era abril y era el mundo un sendero de besos, que caían de sus manos igual que una llovizna. Era abril y en su pelo se enredaba un enigma, que descifró mi piel andando por su cuerpo. Era abril y la noche desnudaba sus sombras, para hacer de mis ansias un secreto de sauces. Era abril y una brisa atravesó mis sienes, y me dejó esta pena que no ha sentido nadie. Es otoño y la noche tiene las mismas sombras, y en mi pecho vacío unas manos desandan, y un rumor de conjuros se le escucha a los sauces. Es otoño y la noche parece diferente, es otoño y estoy a la orilla del puente, con una angustia nueva que no ha sentido nadie.
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Me dices que otro amor Me dices que otro amor ha llegado a tu puerta, que trajo flores rojas y también un anillo. que su joven mirada clausuró con su brillo, la puerta que mis ansias mantuvieron abierta. Me dices que otro amor te trajo la mañana, con sus duendes mojados vestidos de rocío. Y que un collar de nubes ató a tu desvarío, y un horizonte ardiente dibujó en tu ventana. Me cuentas tantas cosas de tu joven amante, que ha llenado tus días con su estilo elegante que ha poblado de acordes tu silencio y tu olvido... que es el dueño de turno de tu alcoba serena. mas si él llega a tu alma comprobará con pena, que de tu corazón todavía no me he ido.
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Sonetillo
Tu seno. La noche. Derroche. Veneno. Tu piel, y la luna. Aceituna. Clavel. Tu boca, me toca, alegrĂa... La puerta, entreabierta, es el dĂa.
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Altar Allí donde la carne se hace inmune, al gozo que construye sus altares. Allí donde el pecado y sus azares, quitan el velo a la muerte impune. En el altar donde el verso se libera, de la herrumbre de la lengua y los sentidos. Donde pone la noche sus aullidos, inventando su propia primavera. En la vieja taberna del escombro, donde pone el demonio del asombro, su lámpara de púrpura encendida. Allí puse tu boca que se entrega. como una mano que recorre ciega, el viejo laberinto de mi herida.
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El otro lado de mí Para Juan Matos
El otro lado de mí que tú no has visto, es reverso a la moneda de este espanto, una tarja al pie del desencanto, en donde reza “Sufro, luego existo:. El otro lado de mí que nadie siente, tiene un rostro triunfante y lacerado, pues muchos meten la mano en el costado, y siguen sin creer inútilmente. la otra parte de mí - la que aborrezcotiene la palma y el laurel que no merezco, y se embriaga en el licor del homenaje... la otra parte de mí - la que profesono tiene en su morral ni un solo beso, y se embriaga en la cicuta del ultraje.
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La última palabra La muerte habla hasta por los codos, pues es incorregible parlanchina, y es de la parca su plática asesina, una muerte plural de muchos modos. La muerte se agazapa en los recodos. La muerte se arrodilla en los altares. La muerte se subleva en los azahares, porque la muerte es el azar de todos. Ella agudiza su oído en el agravio, poniendo hiel en donde tiene el labio, eterna miel que la quimera labra. Sólo en ese momento se detiene, pues la boca enamorada siempre tiene, ante la muerte la última palabra.
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テ]gel de piedra - Para Pai Alfred_
Ante la piedra, armado de martillo, un hombre triste desviste la belleza tratando de quitarle la tristeza al mテ。rmol que provoca con su brillo. Ante la roca comienza ese proceso, de regresar al barro primigenio, porque la alquimia de dolor y genio tiene la llave del final regreso. Y en ese juego donde sテウlo hay dos, todos los hombres juegan a ser Dios, en el eterno quehacer infinito... Toda la vida para la lucha es poca, pues saca el hombre el テ。ngel de la roca, torna la muerte el hombre hacia el granito.
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Soy esa hoja Yo soy como una hoja que en el tallo, de la rama más verde y más florida. Disfruta del milagro de la vida, bebiéndose el sol en cada rayo. Al igual que en la hoja, en mí revienta un rayo de color que pone el tiempo. Y soy presa fácil cuando el viento, sacude mi cara amarillenta Así, luego, regreso a las raíces, cuando lleno de tantas cicatrices, el tiempo me empuje a la caída. Allá abajo, mezclado con la arcilla, seré la savia que engendra la semilla, para volver a celebrar la vida.
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La niña soldado Aun juega con muñecas y no se pinta el pelo, y nunca le han besado los ojos y la frente. Su mundo está en un cofre donde celosamente, guarda una foto ajada de su madre y su abuelo. La tarde repetida agujerea su espalda, mientras el sol destiñe su breve cabellera. No sabe desde cuando dejó de vestir falda, no sabe desde cuando se viste de guerrera. Pero a veces, una simple mirada de soldado, le toca los postigos donde nadie ha llamado, y un viento incandecente atraviesa sus sienes... A veces, una simple mirada de soldado, tropieza con la orden que el superior a dado, y sus labios murmruran: " Qué lindos ojos tiene".
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Tatuado Sobre su pecho en flor se dibujó un tatuaje, para engañar la vista que buscaba el pezón, era una mariposa que parecía en su viaje, posarse solamente sobre su corazón. Yo me acerqué a su seno con la sola intención, de escuchar la cascada que roncaba en su pecho, pero se me hizo tarde y me quedé en su lecho, escuchando la sangre con su vieja canción, Pero el tiempo pasó ella cambió de lecho, y no sé si el tatuaje se borró de su pecho, y no sé si su sangre tiene aun la canción. Pero el tiempo pasó y si el amor invita, soy esa mariposa que engañaba la vista, y busco en la nostalgia posarme en su pezón.
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El otro Aquiles Igual que Aquiles, yo, fui bañado en la fuente, para que fuera inmune al dolor y a los años. Me bendijo la vida, y me dio la corriente un escudo invencible contra pasión y engaños. Igual que Aquiles, yo, pude elegir mi muerte, morir viejo en la patria, sin la gloria del hombre, o salir a buscar a otras tierras mi suerte, y morir en el alfa y eternizar mi nombre. Igual que Aquiles, yo, corrí tras la alborada renunciando al amor y esgrimiendo la espada, desafiando el peligro abrazado a la parca. Igual que Aquiles, yo, quise entrar a la historia, comprando con mi sangre un sitio en la memoria, sin tener las monedas para pagar la barca.
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Tu mundo El mundo que se esconde en tu mirada, lejano y sensual como un abismo, se levanta seguro de sĂ mismo, abriĂŠndose paso hacia mi nada. La noche que en tu boca se detiene, libando de tus ansias su alegrĂa, se viste con tu azul melancolĂa, amando la vendimia que en ti viene. Mientras yo perdido en otro mundo, invento un sendero hacia tu huella, antes de que esta noche que me invita, muera en los confines del segundo inefable, donde soy como una estrella a la que el tiempo con su luz casi marchita
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Envejecido Yo vi mi juventud pasar del brazo de los malos amores de la noche. vi también mi fe montar el coche que tiraban los caballos del fracaso. Yo me acerqué alborozado a la ventana al escuchar el estruendo y la alegría, esperando el carruaje en donde iría la dicha que prometía el mañana. Y aquí estoy en la ventana todavía pero ya no cruza la alegría y la calle de mi vida está desierta... ¡Ay! cuantas veces me dije alguna noche mañana quizás pasa otro coche sin saber que la ventana estaría muerta.
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Cuando se fue Yo que cerré los ojos y apagué las estrellas para que solamente me brillara su luna. Yo que puse su boca donde jamás ninguna mujer en mi pasado había puesto sus huellas. Yo que saqué del pecho todos los barcos viejos que en mi larga tormenta me dejaron anclados. Yo que inventé un altar con sus duendes sagrados yo que tuve en sus ojos mis únicos espejos. Yo que la vi marcharse con la sola razón de que ya no llevaba sobre su corazón mis palabras de lluvia, mis pequeños enojos... No quise detenerla después de haber vivido sobre su pecho virgen el sueño enloquecido de apagar las estrellas al besarle los ojos.
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Para Hoy Hoy quisiera atarte a mi costado encender la noche y su penumbra, desatar lo que tu luz alumbra y apagar el fuego liberado. Quisiera andarte en todos los destinos para amarte de todas las maneras, o desandarte en todos los caminos desamĂĄndote en todas las quimeras. Hoy quisiera contarte mis locuras descontar una por una las corduras, de nuevo oĂrte cantar tus utopĂas. y volver a pedirte miles besos, y devolverte todos los empiezos, y terminar con las certezas mĂas.
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A Carmen Sacaste mi cadáver que en el barro, en el eterno viaje de la arcilla, regresaba otra vez a la semilla convertido en polvo y en guijarro.
Desenterraste un fantasma triste envuelto en la mortaja de su cruz, y aquel viejo milagro de la luz con tu boca lo luminosa lo encendiste. Por eso voy desafiando laberintos, y me río del peligro del abismo, y no le temo al aguijón de la caída. Por eso voy escuchando mis instintos que me gritan que siga siendo el mismo que tu boca me devolvió a la vida.
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Muerte De todos y de ninguno van tus manos, de ninguno y de todos son tus alas, como sombra agazapada en la vigilia, como diluvio de pájaros en fuga. De todos y de ninguno como un grito que estalla sordo en el brocal de un pozo, de ninguno y de todos como un canto, de todos y de ninguno como el gozo. En la lumbre fatal del fogonazo, en la emboscada senil de la alegría, en la coartada final que da el abrazo. De todos y de ninguno va en tus manos, el aguijón que marcará los labios, con los que habrá de besarme un día.
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A veces te escribo “A veces te mando palomas de humo”, y en código Morse te mando mi sombra. y veces la lluvia del techo te nombra, y yo a fuego lento solo me consumo. A veces me invento lenguajes distintos, fonemas de sueños, grafía de tristezas. A veces te mando vocal de tibiezas, con las consonantes de mis laberintos. Entonces la noche es página en blanco, para rubricarte desde cualquier flanco, algunos grafemas con mi letra loca… A veces la vida me ofrece renglones, para yo escribirte todas mis razones, en la línea larga que me dio tu boca.
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De tu boca hasta el puente Tu boca forjó un puente entre tu amor y el mío, que yo crucé desnudo para encontrar mi suerte. Tu cuerpo fue la base donde obvié la corriente, en cuya turbulencia se ahoga el desvarío. Tu boca forjó un puente de mi dolor al tuyo, que yo crucé vendado agarrado al deseo. Tus ansias arrojaban sus monedas al agua, mis ansias arrojaban sus palomas al cielo. Pero el viejo demonio que extravía los amantes, hizo añicos los puentes enturbiando los cauces, y anegó la corriente con su caudal sombrío... Y yo como argonauta, en mis noches, perdido navego sin tu faro, sin tu luz, sin tus puentes, con la sola esperanza de encontrarte en el río.
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Por si la muerte pasa Pon una cruz de olvido esta noche en tu puerta, márcala con la angustia nacida de mi pecho, y pasará la muerte y no verá mis huellas invocará mi nombre y yo estaré en el sueño. Pon una cruz de espera esta noche en tu puerta y no podrá la parca acostarse en tu lecho, y extenderá sus uñas y afilará sus fauces, pero tú estará a salvo debajo de mi peso. Y veremos la muerte arrebatar impune las pasiones cobardes los amores dormidos cuerpos abandonados cual si fueran veleros. Y no podrá su sombra acercarse a nosotros tú marcando la puerta comiendo de mis manos yo marcando la puerta bebiendo de tus senos.
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C贸pula
Tu cuerpo es una danza mi cuerpo es un misterio tu boca es un abismo mi boca una caverna tu sexo es una fuga mi sexo una llovizna mi voz es una sombra tu voz un laberinto mi pecho es un sepulcro tu vientre es un espejo son miopes mis dos manos es ciega tu cintura tu piel es un aullido mi piel una congoja mi silencio es desierto tu silencio es vendimia mi nuca es un refugio tu nuca es una celda mis brazos son un pozo tus brazos mar abierto tu saliva es incienso mi saliva es saliva mi sangre es una marcha tu sangre es un presagio mis ansias son un 谩rbol tus ansias son ventanas mi orgasmo es un regreso y el tuyo una partida.
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Que el lirismo de Lorca y el dolor de Vallejo, que la angustia de Milton y la fe de Neruda, que la duda de Mieses y furor de DarĂo, sea por todos los siglos, con quienes toquen mi voz en este texto.
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César Sánchez Beras / biografía Nació en Santo Domingo, República Dominicana en 1962. Se graduó de Doctor en Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo en 1988. Ha publicado: - Memorias del retorno, 1993, -Travesía a la quinta estación, 1994 -Con el pie forzado, 1994 -En blanco y negro, 1995 -Comenzó a llenarse de pájaros el sueño, 1999 -Trovas del mar, 2002 -Sapito azul, 2004 -Días de carne, 2004 César Sánchez Beras ha alcanzado las siguientes galardones en distintos certámenes literarios, tanto de República Dominicana, como de España y los Estados Unidos, al igual que otras distinciones: - Primer lugar Concurso Nacional De Décimas, 1990 - Primer lugar Concurso Nacional De Décimas (Cedee) 1991 -Segundo lugar Concurso Nacional De Décimas Juan Antonio Alix, -Mención de honor, Concurso de poesía antitaurina, Madrid, España. - Premio Anual de Poesía (RD) 2004 -Premio Anual de Literatura Infantil (RD) 2004 - Maestro del año, Premios Círculos Dorados, Massachussets - Maestro del año, por la premiación “Quien es quien dentro de los maestros de Estados Unidos, en fecha 2001 y 2004 - Padrino del Desfile Dominicano 2003, Lawrence, Massachussets - Poeta Laureado por Cambridge College (2004) - Hijo distinguido de la ciudad de Santo Domingo, RD. 2004. - Hijo distinguido de la ciudad de Lawrence, MA. 2004 - Hijo distinguido de la ciudad de Providence, RI., 2004 Actualmente trabaja como maestro de español y literatura en Lawrence High School, Lawrence, Massachussets. Ha sido activista cultural y columnista de periódicos y revistas editados en Mass. * Durante el periodo constitucional 1996-2000, fue Asesor Cultural del Consulado Dominicano en Boston (honorífico)
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Muestrario de Poesía 1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos 4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza 5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Burgos 6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Delgado. 8. Haikus / Matsuo Basho 9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Darwish 10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas 11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Drummond de Andrade 13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Enzersberger 14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes contemporáneos 16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego 17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom Raworth 18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú 19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James Rawlings 20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza 22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos Martínez Rivas 24. Antología esencial / Joseph Brodsky 25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova 27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome Rothenberg 28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio Pacheco 29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot 30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas Elytis 31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth Rexroth
32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo Rojas 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio Gamoneda 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa Szymborska 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas / Seamus Heaney 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas / Eugenio Montejo 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano Brull 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir Holan 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas / Gastón Baquero 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín Giannuzzi 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados 51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo Torres 53. Territorios Extraños /José Acosta 54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam 55. La traición de los sueños / Francisco de Asís Fernández 56. Quemaremos los días por venir / Radhamés ReyesVásquez 57. Sobre toda palabra / Rafael Guillén 58. Días de Carne / César Sánchez Beras
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Colecci贸n
Muestrario de Poes铆a 2010
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