José Alejandro Peña 1
Iniciación final
BIBLIOTECA DIGITAL DE
AQUILES JULIÁN
Biblioteca Digital
Muestrario de Poesía 63
Coeditores: MÉXICO
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Fernando Ruiz Granados José Solórzano José Eugenio Sánchez
ARGENTINA Mario Alberto Manuel Vásquez Francisco A. Chiroleu Patricia del Carmen Oroño Ángel Balzarino Fernando Sorrentino Claudia Martin Trazar
ESTADOS UNIDOS José Acosta Aníbal Rosario José Alejandro Peña César Sánchez Beras
ESPAÑA Henriette Wiese Giulia De Sarlo María Caballero Elena Guichot Teresa Sánchez Carmona Losu Moracho Rocío Parada
HONDURAS
Iniciación Final José Alejandro Peña, República Dominicana
Edición Digital Gratuita distribuida por Internet Muestrario de Poesía
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Dardo Justino Rodríguez
VENEZUELA Milagros Hernández Chiliberti Tony Rivera Chávez
URUGUAY
Editor: Aquiles Julián, República Dominicana.
Marta de Arévalo APLA Uruguay
COLOMBIA Ernesto Franco Gómez Julio Cuervo Escobar
Primera edición: Agosto 2010 Santo Domingo, República Dominicana
PERU Luis Daniel Gutiérrez Nicolás Hidrogo Navarro Juan C. Paredes Azañero
REPÚBLICA DOMINICANA Ernesto Franco Gómez Eduardo Gautreau de Windt Félix Villalona Ángela Yanet Ferreira Cándida Figuereo Enrique Eusebio Julio Enrique Ledenborg Vaugn González Efraím Castillo Oscar Holguín-Veras Tabar Edgar Omar Ramírez Carmen Rosa Estrada Roberto Adames Valentín Amaro Alexis Méndez Juan Freddy Armando Sélvido Candelaria
NICARAGUA Radhamés Reyes-Vásquez
CHILE Claudio Vidal Eliana Segura Vega Astrid Fugellie Gezan
SUIZA Ulises Varsovia
HOLANDA Pablo Garrido Bravo
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PUERTO RICO Mairym Cruz-Bernal
ECUADOR Anace Blum
EL SALVADOR Manuel Sigarán
COSTA RICA Ramón Mena Moya
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Contenido La continuación de una tradición de excelencia / Aquiles Julián In albis In Memoriam a Lemba Era la luz un sueño Himno fluvial Soliloquio con Girondo Aimé Cesaire Homenaje a César Vallejo Iniciación final Máscara del silencio Dilación El círculo mágico Rompimiento El salto inigualable Efectos habituales Interrupción del desterrado Soliloquio de Chopin Dibujo marginal Diverso Circunloquio vertical Resistir Materia fugitiva Ferocidad del recuerdo Homenaje a Lupo Hernández Rueda Alfred Hitchcock retorna del infierno La luz si sangre o muere Circunloquio vertical Diluvio de la paloma Epitafio Suma del eco La tenuidad está en el ojo Premonición de la libélula Chasquido del reloj Una chispa amenaza todo un bosque Rebeldía Vendajes del subsuelo Manhattan´s Debris El unicornio de cuerda José Alejandro Peña / biografía
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José Alejandro Peña, la continuación de una tradición de excelencia en la poesía. Por Aquiles
Julián
El género en que mayor renombre y en donde podemos encontrar simultáneamente en República Dominicana las obras más sólidas y nombres que no desmerecen entre las más altas cumbres de la literatura hispanoamericana y universal, es, sin lugar a dudas, la poesía. Desde los mismos Virgil Díaz y Zacarías Espinal, pasando por el Postumismo de Domingo Moreno Jimenes y Andrés Avelino a ese movimiento excepcional en nuestras letras que fue La Poesía Sorprendida, en donde esplendieron sus talentos autores como Franklin Mieses Burgos, Manuel Rueda, Antonio Fernández Spencer, Aída Cartagena Portalatín, Mariano Lebrón Saviñón y Freddy Gatón Arce, entre otros, a autores como Héctor Incháustegui Cabral, Manuel del Cabral, Rafael Américo Henríquez y Tomás Hernández Franco, para continuar con poetas de la excelencia de un Pedro Mir, el grupo que vio la luz desde las páginas de El Caribe: la Generación del 48, con autores como Máximo Avilés Blonda, Rafael Valera Benítez, Abelardo Vicioso, Luis Alfredo Torres, Lupo Hernández Rueda, Abel Fernández Mejía y al decano de nuestros poetas vivos, el muy querido Víctor Villegas. Para los años cincuenta emergen Marcio Veloz Maggiolo, poeta, narrador y ensayista de sobresaliente calidad, al igual que Juan Sánchez Lamouth. La caída de la dictadura de Trujillo permitió la eclosión de poetas que incorporaron los vientos libertarios que refrescaron una atmósfera opresiva y ominosa. La Generación del ´60 trajo a Jeannette Miller, quien ha destacado por igual últimamente como narradora de grandes dotes, al excepcional Miguel Alfonseca, tal vez el autor más admirado por mí, René del Risco Bermúdez, Juan José Ayuso, al épico Ramón Francisco, al que recuerdo leyendo-cantando-encantándonos su extraordinario poema coral La Patria Montonera en uno de esos tantos recitales poéticos de los años ´70; Norberto James Rawlings, Enriquillo Sánchez, Antonio Lockward Artiles, entre muchos otros escritores. La accidentada situación política del país post-Trujillo que incluye el golpe de Estado al gobierno constitucional de nuestro cuentista mayor, Juan Bosch; el infausto levantamiento guerrillero de Las Manaclas que facilitó eliminar físicamente el prometedor liderazgo de Manuel Aurelio Tavárez Justo; el corrupto régimen del
5 Triunvirato y la conspiración cívico-militar que desencadenó la Guerra de Abril del 1965 y la segunda intervención militar norteamericana en el país, y los odios y resentimientos que nos sumergieron posteriormente en una espiral de crímenes, atracos, torturas, secuestros, tiroteos, terrorismo, abusos de poder y conatos guerrilleros, con sus consecuencias de dolor, pérdidas humanas, traumas, etc., corrió paralela a la irrupción de una poesía política, instrumentalizada la más de las veces por el extremismo totalitario de las agrupaciones comunistas locales y con un tono estalinista. Así salió a la luz el grupo de poetas de post-guerra, cuyos autores de mayor relevancia han sido el brillante y versátil Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio, Mateo Morrison, Soledad Álvarez, José Molinaza, Rafael Abréu Mejía, Andrés L. Mateo, Tony Raful, Pedro Caro, Federico Jóvine Bermúdez, etc. La década del ´70 vio la emersión de poetas que empezaron a decantarse de la poesía política para indagar en la poesía como expresión lúdica, filosófica, artística y humana. Autores como Pedro Pablo Fernández, José Enrique García, Cayo Claudio Espinal, Aquiles Julián, Raúl Bartolomé, René Rodríguez Soriano, Miguel Aníbal Perdomo, Juan Freddy Armando, Manuel Núñez, Diómedes Núñez Polanco, Luis Manuel Ledesma, Juan Carlos Mieses, Julio Cuevas, Abil Peralta Agüero, Apolinar Nuñez, Radhamés Reyes Vásquez, Denis Mota, Rafael Peralta Romero, Cándido Gerón, entre otros, abrevaron en las fuentes de la poesía contemporánea y la universal, e incorporaron temas, formas, estilos y recursos que enriquecieron la poesía. Para la época, los poetas Manuel Rueda y Lupo Hernández Rueda, con el patrocinio de la Universidad Católica Madre y Maestra, acometieron la Antología Panorámica de la Poesía Dominicana, un trabajo de soberbia factura, que quedó trunco. La salida del poder del presidente Joaquín Balaguer en 1978 dejó sin tema y sin razón de ser a la poesía de circunstancias. Y produjo una renovación de la poesía que esta vez, con el auspicio del poeta Mateo Morrison, tuvo como epicentro el Taller Literario César Vallejo, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD. Allí, sobre todo allí, emergió la Generación del ´80. Autores que ya tienen justo renombre ganado en nuestras letras como José Mármol, Víctor Bidó, Manuel García Cartagena, Médar Serrata, César Zapata, Basilio Belliard, José Alejandro Peña, Dionisio de Jesús, Tomás Castro, Juan Manuel Sepúlveda, Miguel de Mena, Adrián Javier, Sally Rodríguez, Sabrina Román, Pedro Ovalles, Mayra Alemán, León Félix Batista, Miriam Ventura, Dulce Ureña, Carmen Sánchez, Ángela Hernández, Plinio Chahín, Marta Rivera, Aurora Arias, Irene Santos, Marianela Medrano, Pedro Antonio Valdez, Carmen Imbert Brugal, Chiqui Vicioso, José Acosta, Frank Martínez, Leopoldo Minaya, Nan Chevalier, Rannel Báez, Ylonka Nacidit-Perdomo, Homero Pumarol, Armando Almánzar Botello, Alejandro Santana, Rafael Hilario Medina, Manuel Llibre, César Sánchez Beras, Eloy Alberto Tejera, Jorge Piña, etc., aportaron a nuestra poesía y, en general, a la literatura dominicana, una vocación enriquecida en selectas lecturas, en un coloquio en ocasiones apasionado, sobre la poesía; una práctica del verso que les ha ganado un espacio de singular reconocimiento en nuestras letras.
6 Y ya podemos ver los atisbos de una Generación del 2000 que, con las ventajas que se derivan del fomento de la literatura mediante talleres, conferencias, actividades como La Feria del Libro y el Encuentro Internacional de Poesía de Santo Domingo, etc., promovidos por el Ministerio de Cultura, los libros digitales, la Internet y una mayor exposición pública del país, una mayor presencia y un mayor reconocimiento internacional, están haciendo auspiciosos pininos en nuestras letras, sobresaliendo ya algunos nombres como Elsa Báez, Isis Aquino, Rita Indiana Hernández, Patricia Minalla, Valentín Amaro, Taty Hernández, Osiris Vallejo, Jael Uribe, Hermes de Paula, Alexei Tellerías, Rey Pérez, etc José Alejandro Peña, como hicimos ver en esta rápida panorámica por nuestra poesía, no exclusiva, faltan muchos otros, pertenece a la Generación de los Ochenta. Y dentro de su Generación ha sido un singular apasionado por la poesía, no sólo como autor, también como promotor incansable, editor y lector voraz. En su poesía emergen sus lecturas: rinde homenaje a autores que impactaron su vida y dejaron su huella en su sensibilidad. No se escribe y se aporta a partir de cero. Hay que abrevar en las fuentes tanto de la poesía contemporánea como en la poesía sin apellidos, la universal: aquellas obras que han sentado hitos, que han aportado y que son referentes del quehacer poético. Hay que elegir, en ciertos sentidos, los intertextos de nuestros versos, las voces que resonarán en nuestra voz. Eso lo sabe José Alejandro Peña y de ahí su pasión por autores y su afán de compartir y dar a conocer versos, autores, obras. Ha sido un gestor entusiasta y persistente, que asume la divulgación de la poesía, el acercar personas a ella, el compartir poetas y poemas, como un apostolado que lo honra y distingue. Tiene un corazón generoso, apasionado por el quehacer poético, entusiasta y desbordante de nuevos proyectos, ideas e iniciativas. Y sin dudas, es el más importante promotor y divulgador literario de su generación y uno de los principales de nuestra literatura. Pocas personas se acercan o igualan su afanoso trajinar por divulgar y expandir la lectoría de la poesía. Lo conozco desde aquellos años primerizos y siempre ha sido un escritor a tomar en cuenta. Hace más de una década partió, como muchos otros, a los Estados Unidos. Y allí ha proseguido, en un mejor entorno, su labor misionera de promoción y difusión de la poesía. Por eso, al incorporarlo a nuestra colección, me siento más que orgulloso de saber que la gran tradición poética dominicana tiene en él a un gran continuador de quien esperamos mucho. Y sé que él, talentoso, no nos desfraudará.
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In albis Todo vuelve a la vida con su larga ansiedad y su sed de pantano. Todo arde tan pardamente en la distancia que hasta el blancor del labio se transforma en eco de una sustancia virgen. Todo arde por dentro asfódelo instantáneo de mi mano. Ah si me doliera menos la palabra “suplicio” o la palabra “espanto” que viene de roer mi virulencia acústica perenne y ya maciza como el nervio de hielo de los cuervos como el hielo de nervio de las barcas del ojo... ¿Qué sería de la desesperación de mí mismo? ¿Qué sería de mi rostro si no fueran costra y aire los ápteros muñecos que blanquean rosáceos pedúnculos ascárides y clámides que curan de la muerte con la muerte? No por inserción de esdrújulos paraguas en la herida se adivina el dolor de cierto oráculo bisoño que para ser me vasta lo que bulle en mi interior como la arena que contiene lo frío en lo caliente. Todo arde en la voz ¿o es la voz que arde en todo y en sí misma? ¿En qué latido mío arderá más la muerte? Blancor del labio que retiene trémulo navío de quebrantos Blancor de un vuelo que no acaba ni empieza en el aire o en el pájaro sino en la nieve callada que va tachando todo.
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In Memoriam a Lemba Este fuego engendrado por las ciegas palomas del ansia de la muerte es el poema bajo la piedra con tu cráneo ¿en qué ola negra se disipa el mar? El aire como una vieja úlcera en la boca cierra sus amplios ojos en los tuyos. ¿Te acuerdas de la piedra con tu cráneo bajo la negra ola que era el cielo? Recuerdo que en tu sangre los árboles tenían un color diferente y una forma más pura... Un “no” dejaste en medio de las sombras y el rostro de la muerte se quebró en el espejo y todos sus pedazos se juntaron en ti por la deforme unidad del descalabro.
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Era la luz un sueño Era la luz un sueño y se adhería al blancuzco sonreír de los cuervos bajo la piedra con tu cráneo partido por la ola. Cada sueño en el polvo desunido era una lengua bífida salobre y cada rencor tuyo un pájaro vacío dando sordas vueltas a la cerradura y cada muerte mía era la vida entonces encogida como un nervio.
Santo Domingo, 1984
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Himno fluvial Yesca del pensamiento la mirada. Los pájaros tardíamente deshojados por la brisa invernal. Esta rabia solar de todo asombro no es un jardín de ahogo que la ausencia derrama ni una música enferma que retoña ni una sed vampira contra el labio ni es mi mano fluvial melancolía ni es la rosa que aúlla a la incolora oscuridad siempre uniforme ni es el mar que sueña ser espora ni es cosa que pueda ser nombrada sin que arda en el aire la informe soledad del yo consciente pues sólo la conciencia otorga al hombre dimensión y pureza.
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Soliloquio con Girondo Se rompe el ojo tierno como un lago. Se mastica la soledad y el frío cabeceo de este día. Llueve en la muerte o así lo imaginamos verticales lagunas. El tic tac de la libélula y su fúnebre calcado escalofrío están en mí tienen mi forma. Soy dimensional como el rocío y oscuro de intención como una grieta en el agua. El polvo (chasquido del reloj) hace del ojo-vendaval una vertiente de su continuidad. ¿Qué pesa más en mí mi malestar o mi conciencia de llevarlo? ¿A qué otro cómplice que ame mis defectos? Yo soy como la vasta selva unánime: ondulada quimera del nenúfar. Ah, desdecir a tientas por las calles este añico de mí que oscila en todo. ...y pensar que la muerte es en verdad un caso tonto que juega a desquiciar que anula tanto.
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Aimé Cesaire Aimé Cesaire dejó en el aire un tenue arrobamiento de laúd matinal y se hizo un collar de brasas y de orejas nocturnas símbolo del viaje inusitado hacia una infancia de luces que devora el regreso. Y en las tardes oscuras arrancaba palabras del fondo de su pecho rojizo como un súcubo y las dejaba morir sobre la blanca arena estremecida. Dijo casi a mi oído (sin que la sangre llevara al espejismo de la noche): Deja que tus palabras terminen sofocadas lleva una vida errante de náufrago indeciso y verás que no mienten los tránsfugas ni el polvo. Y yo todo una válvula cargada de señales miré la claraboya oscurecida. ¡Cuánto envejece un hombre en un cerrar los ojos! En la voz-escolopendra de los niños exangües el hosco sol ondula se disgrega la muerte como un laúd de tenuidad fingida.
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Homenaje a César Vallejo ...y para henchir mi vértebra, me toco. César Vallejo
¿Qué puede ya la luz sino cambiar sus botines viejos por un cabecearse en la brisa? ¿Qué eternidad exterminada hunde su mano en mi pecho arácnido y volcánico? Adiós Rilke purísimo volcado contra sí adiós mi trago de Voltaire. Adiós dice la nube Baudelaire. Adiós también a ti huesudo niño atroz me dice el viento. Y la luna se convierte en llanto y el llanto en llama impura y la llama del árbol en ojillo cerrado. ¿Ves qué tanto mi voz sube se altera y fosforece en toda su sustancia elemental? Ven toca este hueco en lo profundo.
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Iniciación final Ópalo de cristal en llamarada el inicio de todo final es una fiesta: áspero cemí de lluvia o fuego ¿qué perdura en el hombre que ignora su vida? El tiempo máscara de sueño máscara de aire máscara de bruma repartida en soles ¿qué es una voz sino una piedra que se desgrana inmarcesible?. Sólo pido un agua de unidad para mi ojo izquierdo un agua dura y rancia como un viaje del ojo a la mirada un agua menos líquida que un pájaro un goterón vivo que me queme los glóbulos y el espacio en que se abren hacia el mundo hacia la vida. Sólo pido un temblor que me quepa en la mano un frío ardor de música en mi lengua para cantar las cosas que giran en el centro de sí mismas y en mi alma porque las cosas cobran un calor no tenido y una forma que no tuvieron antes en mi mano. ¿A qué la eternidad podrida entre mis venas? ¿A qué seguir pensando que de cierto se posee alguna cosa cuando ni siquiera el alma es duradera? Ningún alma es mortal o inmortal si no se posee a sí misma. ¿Qué cosa son los sueños para el hombre sino un andar a tientas por el mundo?
15 No hay un camino cierto para mis turbios pasos: vivo muerto o distante porque la oscura emanación de todo ¿no es acaso engendro mío y del tiempo? Un cáustico balance de las cuerdas internas para golpear las sombras que rodean mi pecho y lo interceptan como salamandras enfermas entre las ranuras del ópalo y del pulso... El ansia de verter lo ya vertido en todo lo que resta de este ahora pero el mar ya no está se volvió roca también la tersa opacidad de lo que toco yaravíes de una ciega insistencia que ahoga que separa porque sudo cansancio a llamaradas y me duele la vida al dorso de tenerla y sobra espacio en mí para este yo abolido por el ser de mis ansias músculos no más el pensamiento arremolina la voz también es músculo y coraza de todo lo que arrastra hacia su centro para luego lanzarlo por un hueco trizado de palabras. El fuego se transforma en suspensión la lluvia en un satélite de flechas. Todos los pensamientos me arrojan de su hálito de su descenso de su carril barato de su herrumbrosa soledad sin ósculo. La luz es un pantano que arrastra una idea fija. ¿Qué sería de mi destino sin un poco de sol llorado en la calzada?
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Máscara del silencio Un árbol no es la porción de sangre que bebemos dormidos. Es la máscara roja del silencio que sale a cazar muerte con el huevo deforme de la risa es la máscara negra con un niño que quiere ser de humo para cortar el aire en veinte pájaros es la máscara idílica que se perdió en mi cara es la palabra “humilde” con su jaguar de fieltro y sus vasos de sed y sus pasos de red sobre el vacío. Es el sexo colgante de las bailarinas el sexo tibio y húmedo de las colegialas que vuelven de mi cuarto con una flor azul, pobre y sagrada... ¡Qué muerte tan atroz se amuralla en los labios repentinos! Un árbol no será más esa porción de sangre que bebemos dormidos ni la angustia remota de soñar que se acaba trazando un maleficio un ópalo siniestro entre las hojas o una resonancia fugitiva (¿qué es un rostro sino una larga pausa con un beso?).
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Dilación En un ojo de caballo se quemaban mis nervios. En un latir de estatua iba la noche sola el mar se había dormido en su nido de algas y tú poesía flauta ebria de mis furias nacientes remolino y muralla cielo y sombra por la voz manando torrente dilatado fija proclama de abandono y rechazo ¿dónde en qué silueta de árbol se esfumaron la verdad el misterio la alegría las aves que se juntan para morir un poco bajo la luz del polvo de tus huellas?
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El círculo mágico En un rincón del ojo se va pudriendo el mar. La fiera porcelana de la voz se rompe y en mi mano se acumula el vacío como un seno. Irrumpo oh genios con mi trágico volumen genital irrumpo con mi lenta soberbia perfumada y con mi voz templada como un lago y por si queda espacio la blanca eternidad de mi pensar. Un lento caduceo a lo Pessoa una rabia silente a lo Rimbaud una mueca en el polvo dibujada con electrones y cifras de un Bretón. Y luego que las nubes se forjaron blancas y negras desde siempre y que se fue gastando el cielo con la vista me vino un remolino en la cabeza y lo escribí sobre las tablas de la barca que se hundía. Y yo que entonces leía a Mallarmé junto a una estatua pobre de Cesaire huí de mis pisadas ávidas. Huí —a pesar de la brisa cadenciosa— del círculo de tiza que la brisa rompe. Huí —a pesar de la mímica del sueño— de mi voz que se encierra en sí misma que separada de sí misma no es sino un eslabón de algo que se pierde es una ausencia indefinidamente oscura es una secuencia relativamente mala.
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Rompimiento Desde la ventana del alto edificio abandonado al ceniciento ardor de lo intangible o roto a lo exquisito y lóbrego del llanto a la parálisis al vértigo al colapso donde fluye o se acumula el grisú la mala espina la conjunción del nervio y su chatarra díscola y donde ser lumbre o vigilia o babosa materna da lo mismo que dejarse aplastar por un temor real o por un llanto inexorable. Y da lo mismo que me asfixien con granos de anís o con caricias y bellas palabras melladas. Da lo mismo que quieran hundirme en las ondas del caos o del hambre da lo mismo si vivo o si muero sonriente o callado con soleados intentos de ser como el cielo: raíz y mudanza parpadeo de dichoso azul mientras la nieve alarga lentísima y sublime esta ansiedad del vidrio que nos corta el aliento. Rompo con todo y salto al otro lado donde la angustia pule las máscaras deshechas por el trueno de todas las pausas vigiladas por el aséptico derrumbe de mis voces erguidas que permanecen sueltas en el umbral del todo como un murmullo de soles perseguidos por entre las galaxias de mis certidumbres mi paso firme y largo que me impone el camino que los otros eligieron para sí sin tener piernas. Retrocedo un instante para buscar un poco mi hermandad con las cosas del prójimo que dejo entre papeles dilatadas.
20 Rompo con todo lo que a todos llena y cubre de una pegajosidad involuntaria de una decantación cobarde o negra. No tiene mi palabra designio de arrebol sino de trueno ni mentidas coronas ni pujanza ni pueril desenlace ni modestia: asombro y vastedad duda y calor tiene su lumbre para sí guardada en sigilosa o bella irreflexión madura mi palabra no esconde circunspección ni desarrollo ni ternura mi palabra es un bosque en un grano de arena donde todo lo hilvana la tormenta. Romper con todo es casi no saber lo que ocurre en la vida de todos es casi hacerse ya invisible al dolor y la queja es dar la espalda a todos los puñales que te asignan un pacto con el polvo.
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El salto inigualable La lluvia me enseña a ser paciente la lluvia con su precipicio de mil toneladas de vidrio que se dispersan al caer. Una brizna se clava en el ojo atónito como una manzana líquida de plomo. Cada gota de lluvia es una lenta queja Cada breve insistencia de la ola es también tu destino. Deja que todo se impregne de tu respiración y de tu tacto. Deja que todo intento de salvación te anule. Vive sin prestar atención a las cosas que te hieren o perturban de ese modo habrás dado un salto inigualable.
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Efectos habituales La lluvia me enseña a ser distinto a la humedad del camino distinto a los contornos áridos del nombre y de la cosa que puede nombrarse o sugerirse. Ella se impregna de mi transparencia con toda esa ansiedad despedazada que la hace ser lluvia y no el intervalo entre una cosa que dura veinte siglos y otra que dura lo que dura un fruto en ser gusanos. Ella me dicta cosas que pongo en el poema cosas que tienen su espesor su movimiento y su fuerza. Si la palabra suma una sombra a luz del sentido de otra palabra y esa otra suma al ritmo de su alianza sorpresivos contrastes que a su vez ponen el mundo a girar al revés hasta que se hace un silencio mortal. Si digo que estoy roto en la palabra "espejo" ¿es por hacerme cómplice de un crimen contra mí? ¿O es para indicar que el rompimiento es anterior al espejo a la memoria?
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Interrupción del desterrado Si la palabra es dueña del silencio o el silencio dueño de la palabra silencio que se parte en la palabra que se aparta de la palabra para hacer el silencio de otra palabra idéntica al silencio de esa otra palabra que es ninguna ¿qué hace que una palabra coincida con las otras palabras que el silencio destierra? ¿Qué hace que el silencio contenga la misma densidad profundidad y transparencia que la palabra "intenso”? ¿Qué perturba a la lluvia más que el polvo?
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Soliloquio de Chopin El silencio como un trapo que envuelve los latidos del alba con su fijo aleteo sempiterno con su sed y su número bastardo es algo que se ha roto en la palabra algo descomunal como una rodillera lastimada en el tendón que marca el punto de rechazo entre dos cataplasmas reforzados con un diente de profeta y un dedo álgido de piano visceral. Sí como las playas cuyo nervio se endurece con el rodar del agua.
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Dibujo marginal En cada voz (lo dijo mi otro yo mi yo desordenado mi yo rayado y simple mi yo mudo y sincero que se enturbia que no se amolda a nada y que se eclipsa mi yo que tiene un tono desmedido mi yo su pulcra baba su espadín de bronce) la palabra está al margen del sentido y el sentido está al margen del sentido y la voz está al margen de la voz y del eco. La imagen está dentro de la imagen y al margen de la imagen está el mundo con sus torres de cuarzo fermentado con plumas de optimismo y flechas que hacen el dibujo del día y de la noche.
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Diverso Dentro de la imagen que pierde su contorno el mundo es una cáscara una piel un poco de aire en el que gira un puñado de polvo. Muchos mundos cohabitan en el signo en la ausencia del signo en la gravitación del signo contrapuesto en la separación de la luz y la sombra en la dinámica del juego de los símbolos que integran un fragmento de la primavera en el sueño que sueñas en mi sueño con tijeras y alambres y madejas...
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Circunloquio vertical La palabra al margen del sentido La palabra al margen del sonido La palabra y su punto de unión con lo fallido con lo ausente de sí con lo arruinado. La palabra que busca en la palabra su punto de equilibrio y su contraste la palabra que en el silencio de las otras palabras se rebosa de ese otro silencio de sí misma que no está que no lo mide el tiempo ni lo agota.
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Resistir Contra la movilidad y la inmovilidad contra el espacio recubierto de honguillos y de trampas contra la luz encubridora y mentecata murciĂŠlago del labio atormentado batiendo mentalmente sus alas laceradas contra el filo de la tempestad inaccesible... Rompo con el diafragma de todas las vertientes que limitan mi vuelo mi ĂĄmbito inconcluso mi universo formado de nuevas densidades cristalinas que reflejan al mundo en sus burbujas imantadas como una pelambre que resiste el salitre o el fuego.
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Materia fugitiva La voz que rompe el aire y lo rehace la luz que rompe el tiempo en cada ida la luz que s贸lo sabe retornar a su espacio vac铆o a su raci贸n letal a su contorno ajado la voz que nadie oye la luz que nadie afirma soy.
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Ferocidad del recuerdo Las miradas son ángeles o túneles con nieve. El sol desfonda las pupilas con sus pinzas de humo. Infancia ferocidad que aliña los metales los líquenes del beso o esta lámpara que divide el lugar y la memoria -tan desajustadaque tengo de cada lugar en la distancia. ¿Dónde están mis amigos Lucifer? ¿dónde esas formas abiertas que esperan mi retorno para asirse a los sueños que la nada me inventa? Una rosa recomida en la muerte coágulo del labio coágulo de luz para mis limbos hechizados. El mar es un guijarro maldito que el sol mancha ferocidad de la fiesta del recuerdo una paloma se desgaja al volar se extingue como una ola en el pudor funesto. Cuando el olvido posa su pie negro sobre el cráneo ladeado de un amigo ¿a quién la noche busca para ocultar su pena para empalmar los rotos huracanes de su labio de arena? ¿A quién la mansedumbre anula con su lumbre de plástico? ¿A quién dar esta luz que me deshace a gritos? ¿A quién tomar el nombre la fecha y el lugar del muro porque todo termina junto a un muro desde el festivo huracán de las arterias hasta el lingote pálido de un ala?
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Homenaje a Lupo Hernández Rueda Los círculos del agua agrandaron la noche. ¡Qué sereno el estanque de un corazón rebosado! Poeta todo lo centran tus ojos aceitados con alas de dragón y tinta china. y tu voz desgranada en el presagio de cada cosa viva o germinante. Tu voz no es un zumbido quieto sino una tempestad pausada que mis labios prolongan afanosos. Yo le doy forma a las cosas que dejas. Yo pupila entre los huecos del pensar acabo inicialmente en gota pura y muy tosca o muy oscura mi voz sube hasta el fondo de su claridad. ...y vuelve el agua a segregar sus círculos sus fuegos con un pájaro y la noche. ¿Acaso no es un círculo la noche que golpea con una mano enferma aquí en mi pecho? El agua es pensamiento irrevelado. El fuego debilidad depara. Por lo ilusorio lo trágico lo absurdo del reloj nace una voz: centauro entre las llamas. Las hojas del camino o la nostalgia amordazan la forma de avanzar. En la boca sedienta es un laúd el polvo. Espejo el agua para el labio que le da transparencia.
32 El labio con sus hélices hechiza las luces de una parda muchedumbre en la memoria: el hombre no termina de arrodillar las sombras... Oh anchura deleznable la nieve con su torso exangüe pule tus ondas perfumadas allí donde se mezcla al mar la sangre de este encogido masticar del suelo: los carbones de la mente en la brisa quedarán o quedará la brisa sola en sí evaporada. También en mi final hay un comienzo de algo así sublime como un árbol. En toda iniciación en todo paso hay un escalofrío de raíces.
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Alfred Hitchcock retorna del infierno Si hay (para el ojo que lo capta) un deterioro cíclope del alma éste yace como un cansancio de las vértebras como una sed que se derrama o que se agrieta. El dios hostil de las señales vagas retorna al hueco que se ahonda o que se eleva en la mirada acuosa o desterrada. La luz duele en sus ángulos informes o yace en el olvido de esta errancia del labio ya consciente de su hechizo. La desesperación disuelve las cadenas. Desde la nieve que golpea con sus alas sombrías (así florece el polvo) en la buhardilla interceptando a las hojas del sauce de los sueños el monstruo llora en el espejo luciérnaga distante: es un trozo de árbol o de lengua dulcísima. La sed bebe los labios polvorientos de la muerte (la cicatriz de un muro del infierno se prolonga en los rostros que miro). Oigo pasos en la memoria pasos que me repiten la agonía del ancla.
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La luz si sangre o muere La luz si sangra o muere no termina en lo exangüe de sí misma como el hombre. Ah el hombre esa bestia domada... Cada pisada engendra un destino de pájaro o de selva. Los ladridos del árbol se han secado y se reduce a lágrima la sed. No sé si es huella o tumba este delirio de avanzar. Las ciudades como un olvido de luces arrancadas sueldan sus alas al rocío que es una pus informe como un dios injuriado.
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Circunloquio vertical El pensamiento en su fugaz astronomía: materia iluminada por un golpe de brisa. Todo se purifica con el polvo hasta las horas que lastiman a los caminantes distraídos. Universo del labio el pecho en su fracción contemplativa. La palabra en su pureza elemental fuera de su círculo es una suerte de combinación entre la línea y el pulso. Como la luz tiene el corazón masticado. Como la oscuridad tiene dos túneles inversos que dan distintamente a todas partes. La luz es casi un torvo niño enfermo. Se instala en los lugares pardos y húmedos del huero palpitar. Yo no pido una lámpara de nervios sino un rincón oscuro en mi memoria para estarme allí solo con mi sangre diverso y puro como un aerolito. Solo sin que la luz o lo que así llamáis perturbe el movimiento de ese oleaje sin pausa sin densidad de flauta súbita o blasfemia sin pretensión de nada sin una queja muda o alterada sin otra realidad que la del páramo que está fuera del tiempo aquí entre los hombres.
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Diluvio en la paloma Muera mi casi voluptuoso mediod铆a que arrastra su blancura mal herida. Oh emanaci贸n de polvo la paloma boreal de mi tristeza. Oh diluido cerrojo de la dicha claraboya de nervios desatados en mi memoria la paloma es un diluvio en la voz desgarramiento. Rancio de soledad es brasa y pulso este nombrar atroz este acerado caos de los sentidos que pone de cabeza a quien se abisma en su propia candidez buscando un rumbo marginal un rumbo exacto. El deseo es la muerte y es la vida. Una paloma llueve si es octubre.
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Epitafio En las grietas del aire mis ojos se cerraron. Una hoja cae desnuda como un cofre desnuda como el miedo a la oscuridad de nuestra infancia. En las manchas rojizas del mantel arde la sombra del que pierde por exceso de callar la dentadura. Una hoja cae desnuda como un traje cubierto de hojas negras y de lava. En la muerte vivimos de una doble conciencia: la que niega recordarse tránsfuga de lo solo y la que aún no tiene una ventana. Es la impaciencia lo que deteriora los modos de avanzar. Cuidado con el ojo: arde menos que el labio. Como una sombra mía decapitada por la luz de los trenes va naciendo (invocación del polvo) la lluvia entre los goznes de un párpado así blondo. El dios-mosca de la palabra “tierno” se ha quemado las alas y ahora entre los dioses-larvas y los dioses-ópalos hay un poco de arena con una flor-demonio que llamamos “destierro” -¿Quién eres? pregunta la flor-demonio a la flor-cielo -¿Quién eres? pregunta la flor-ojo a la flor-boca... -flor de hoguera cristal y remolino de lo que no comienza ni termina.
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Suma del eco Por la quebrada muralla del murmullo y la suma del eco de la flor blanca por la luz en zozobra y el desliz de la causa olvidada por el retraimiento de la palabra “soplo” se ha desligado el hielo de su fiero ademán púrpura. El que sólo se posee a sí mismo al desierto sin cactus llama “reino” y es la luna su amparo y el cielo su pisada.
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La tenuidad de todo estĂĄ en el ojo No hay tenuidad sino en el ojo garfio de soledad incierta. No hay abismo como la mirada ni espejismo como la conciencia de la voz. La tenuidad de todo estĂĄ en el ojo. La muerte muerde las pupilas de los niĂąos en Bunker Hill la muerte suma trenes a la palabra inercia.
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Premonición de la libélula Rabiosa eternidad de febril sombra flamante membranilla de lo solo que rebosa se carboniza el tiempo y la luz pasa a través de mi cuerpo así deshabitado. No la enlutada manecilla efímera del labio dura en todo sino la tarde parda del ahogo. Naufraga mi casi ya un desvelo y se abandonan a las pulsaciones huidizas del navío la luz el mar en la ranura gastada premonición de la libélula y el viento. ¿No es cierto que la muerte da la vida?
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Chasquido del reloj Un hombre bajó por la escalera cabeza abajo. Era el año 1984: yo iniciaba un viaje interno como la luz hacia el muro la luz que muere siempre al momento de nacer. La luna sacó de mi bolsillo un ojo negro que flotaba. El ojo o la mirada oscilaba (oh celuloide) como una escolopendra entre los labios. La luz una pelambre oscura un sótano cuajado de alaridos y un desplome de cosas inexactas y mi sombra una voraz mancha de vino sobre el agua... Tal vez yo lo soñé o lo inventé llorando para que algo nuevo terminara de ocurrir. ¿No ocurre a cada instante algo nuevo aquí donde cada sórdido chasquido del reloj es una interrogante una respuesta un comienzo?
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Una chispa amenaza todo un bosque Lo que importa es ser múltiple y ser solo. Domingo Moreno Jimenes
1 Una chispa tan sólo para peinar las breñas descuidadas... Mi casi golpeado metaloide sube por las ramas cansadas del agobio y un agua oscura que se espesa y la sed que chorrea sus cristales y el polvo y la nieve entrelazando huellas... Ah y hasta el cuervo se arremolina en su bunker de Londres como esas pinzas hidráulicas que prensan el torso esfuminado de la muerte.
2 Acalorado como un asfódelo instantáneo que casi ya se amolda a los andenes este yo tan espantosamente oscuro y desolado no tiene amputación ni tiene oscuras marcas de viejos utensilios de hospital. Este yo tan idéntico a la aurora es una chispa que amenaza un bosque.
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Rebeldía Una lágrima sucia raja el pómulo de la muerte rebeldías del agua estas pisadas mansas yo y mi unánime aureola que me anula en el hueco bastardo de lo inulto ampliando más el hueco donde habita esta yesca de mí que son los otros. Ah los otros tinturas no más que caen al lado.
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Vendajes del subsuelo Las negras pinzas del agua transparentan la tarde que se abisma desde el blanco toser de las paredes el cuarto despintado como un tañar lejano se agrupa en algún ángulo siniestro. Acaso ya los genios (mis amigos de antes) como ese blanco sucio del vendaje en mi cabeza cediendo a la quietud esa avalancha del acorazamiento y de la inquina doblando tiernamente los hilos de tortura sueñan que un batir del polvo quema los ejes del asombro y este vuelo. Al dorso de sus hojas está el arce al dorso del acero reflejado en su náutica palidez de abandono mi navío como una pelambre con oxiuros sobre los pardos lagos que me inyecto libidinosamente lívido genial como este ciego caer desde la lluvia.
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Manhattan´s Debris Al fondo del espejo las luces se suicidan. La mañana está tibia de blancor y de ruinas. Alguien allí en lo oscuro de mi vieja memoria está sangrando siempre gastadas melodías. La noche al polvo de sus soles retorna con un presentimiento de extravío con un chaleco albino de tristeza con una sed vacía de pozo milenario y de abandono. Una música acaba de sepultar en su abismo de algas un latido caníbal porcelana del viento. Anclando los navíos de la muerte están la lluvia de Manhattan y esta cosa que se ha quedado así tan suspendida...
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El unicornio de cuerda El sucesivo unicornio de la muerte llega rozando los metales que anteceden a esa torpe música enroscada al polvo de los ojos y a la nieve. La sangre es esa cosa que rebosa vertiginosamente los armarios y va suelta en los trajes de una viuda nostalgia por las calles angostas de Berlín. El unicornio de coral tan sucesivamente solo inventa nuevos modos de conciencia con una simplicidad de bruma férrea que ahora ondula en mí como un obsceno girasol de fiebre: la luz lo inventa todo y hasta sueña con ese asombro absurdo que la hace durar y retorcerse sobre las vagas sombras de un cisne babilónico y burlesco.
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José Alejandro Peña / biografía José Alejandro Peña (Santo Domingo, Rep. Dominicana 1964). Obtuvo en 1986 el Premio Nacional de Poesía con su libro "El Soñado Desquite"(Colección Orfeo, Biblioteca Nacional, 1986). Desde 1995 reside en los Estados Unidos de América. Dirige la revista de poesía Paradoja. Se desempeña como editor e impresor deEdiciones El Salvaje Refinado(www.esrefinado.net). Fundador de la Sociedad Internacional de Escritores. Ha traducido poemas de Wallace Stevens, Mark Strand, Ives Bonnefoy, Vasko Popa, Theodore Roethke, Ezra Pound, W. B. Yeats, Sylvia Plath, Howard Moss, Henrik Nordbrandt, Emely Dickinson, Allen Ginsberg, entre muchos otros. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Iniciación Final (1984), Pasar de Sombra (1989), Estoy Frente a Ti, Niña Terrible (1994), Blasfemias de la Flauta (edición bilingüe de Essential Icon Press, Nebraska, 1999), Tomorrow, The Paradise (versión inglesa, XLibris Corporation, Pennsylvania, 2001), Mañana, el Paraíso (Ediciones El Salvaje Refinado, Mayo, 2001) y El Fantasma de Broadway Street y Otros Poemas (Ediciones El Salvaje Refinado, Mayo, 2001), La vigilia de todas las islas (2004, Ediciones El Salvaje Refinado). Sus poemas han sido traducidos al francés y al inglés y publicados en diversas revistas nacionales e internacionales. Las siguientes antologías muestran algunos de sus poemas: Al filo del Agua, XX años de poesía dominicana 1979-1999, Miguel Antonio Jiménez, Universidad Autónoma de Santo Domingo; Juego de Imágenes, la nueva poesía dominicana, Frank Martínez, Isla Negra Editores, Puerto Rico; Miroirs de la Caraibe, douze poetes de Saint-Domingue, Editorial Les TEMPS des Cerises -Francia-Rep. Dominicana, Abril 2000; 1ª Antología Poética (edição histórica), Andre Correia y Maria Inés Simões, Academia Virtual Brasileira de Letras, Junio 2004.-
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Muestrario de Poesía 1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos 4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza 5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Burgos 6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Delgado. 8. Haikus / Matsuo Basho 9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Darwish 10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas 11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Drummond de Andrade 13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Enzersberger 14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes contemporáneos 16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego 17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom Raworth 18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú 19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James Rawlings 20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza 22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos Martínez Rivas 24. Antología esencial / Joseph Brodsky 25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova 27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome Rothenberg 28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio Pacheco 29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot 30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas Elytis 31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth Rexroth
32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo Rojas 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio Gamoneda 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa Szymborska 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas / Seamus Heaney 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas / Eugenio Montejo 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano Brull 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir Holan 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas / Gastón Baquero 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín Giannuzzi 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados 51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo Torres 53. Territorios Extraños /José Acosta 54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam 55. La traición de los sueños / Francisco de Asís Fernández 56. Quemaremos los días por venir / Radhamés ReyesVásquez 57. Sobre toda palabra / Rafael Guillén 58. Días de Carne / César Sánchez Beras 59. Bajo la noche enemiga y otros poemas / Ulises Varsovia 60. La imperfección es la cima / Yves Bonnefoy 61. Voluntad de la luz / Luis Armenta Malpica 62. Ciudad en llamas y otros poemas / Oscar Hahn 63. Iniciación final / José Alejandro Peña
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Colecci贸n
Muestrario de Poes铆a 2010