Norberto James Rawlings Título del Libro
Los inmigrantes -Poesías completas-
BIBLIOTECA DIGITAL DE
AQUILES JULIÁN
Biblioteca Digital
Muestrario de Poesía 68
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Coeditores: MÉXICO Fernando Ruiz Granados ARGENTINA Francisco A. Chiroleu Patricia del Carmen Oroño Ángel Balzarino Fernando Sorrentino Claudia Martin Trazar ESTADOS UNIDOS José Acosta Aníbal Rosario José Alejandro Peña César Sánchez Beras ESPAÑA Henriette Wiese Giulia De Sarlo María Caballero Elena Guichot Teresa Sánchez Carmona Losu Moracho Rocío Parada HONDURAS Dardo Justino Rodríguez VENEZUELA Milagros Hernández URUGUAY Marta de Arévalo APLA Uruguay COLOMBIA Ernesto Franco Gómez Julio Cuervo Escobar PERU Luis Daniel Gutiérrez Nicolás Hidrogo Navarro Juan C. Paredes Azañero REPÚBLICA DOMINICANA Eduardo Gautreau de Windt Félix Villalona Cándida Figuereo Enrique Eusebio Efraím Castillo Oscar Holguín-Veras Tabar Carmen Rosa Estrada Roberto Adames Valentín Amaro Juan Freddy Armando Sélvido Candelaria NICARAGUA Radhamés Reyes-Vásquez CHILE Claudio Vidal Eliana Segura Vega Astrid Fugellie Gezan SUIZA Ulises Varsovia HOLANDA Pablo Garrido Bravo PUERTO RICO Mairym Cruz-Bernal ECUADOR Anace Blum EL SALVADOR Manuel Sigarán COSTA RICA Ramón Mena Moya
Los inmigrantes Poesías Completas
Norberto James,
Rep.
Dominicana
Edición Digital Gratuita distribuida por Internet Editor: Aquiles Julián, República Dominicana. Primera edición: Abril 2011 Santo Domingo, República Dominicana Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se envía por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los derechos de autor de cada libro pertenecen a quienes han escrito los textos publicados o sus herederos, así como a los traductores y quienes calzan con su firma los artículos. Agradecemos la benevolencia de permitirnos reproducir estos textos para promover e interesar a un mayor número de lectores en la riqueza de la obra del autor al que homenajeamos en la edición.
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Los inmigrantes PoesĂas completas
Norberto James Rawlings
Muestrario de PoesĂa 68 3
© 2011 Libros de Regalo, editorial digital sin fines de lucro. Colección Muestrario de Poesía. Edición a cargo de Aquiles Julián. 1ª edición, abril 2011 Editado en Rep. Dominicana Se autoriza la reproducción parcial o total de esta obra y su difusión.
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A Beth y a mis herederos Malva, Ruth, Tito y mi nieto Rey
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Índice Las Poesías Completas de Norberto James Rawlings / Aquiles Julián
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SOBRE LA MARCHA
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Sobre la marcha II III IV V VI VII VIII IX X XI XII XIII XIV XV XVI Poema 1
25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 42
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II Poema 2 Poema 3 Poema 4 Retorno inesperado Si me ves llegar Te sentí venir Tendrás derecho Silencio para el canto Canto para ahuyentar el miedo Los vencidos El precio Uno a uno II Los inmigrantes Quien no recuerde
44 45 46 47 49 50 51 53 55 57 59 60 61 62 64 68
LA PROVINCIA SUBLEVADA
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I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII XIII XIV XV XVI
72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87
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XVII XVIII XIX I II III IV V
88 89 90 91 92 93 94 95
VIVIR
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Recién llegados Lo recuperable del pasado Quién ha de rescatar el grito Noviembre Ejercicio de ternura A orillas del Sena Pavesas Bandada No sé quién sea Vedado A un niño vietnamita Fuego en que ardemos Hábito de sueños Tu ciudad Ozama Deja caer una flor Aire propicio Flor de fuego Pequeña elegía a Joe Bass Pasajera
98 99 100 101 102 103 104 105 106 107 108 109 110 111 112 113 114 115 116 118
LECCIONES PARA UNA AUSENCIA
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Los márgenes del sueño
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Historia propia Cada noche Postdata Primera carta Amuleto De tu pelo Nosotros Tu habitación Guardo cielo en los ojos Las nostalgias también cambian de lugar Oscuro mapa es mi espalda Ganancias y pérdidas Domingo Mirada seca La casa De tarde en tarde Imagen lejana
121 122 123 124 126 127 128 129 130 131 132 133 134 135 136 138 139
LA URDIMBRE DEL SILENCIO
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Prioridades 143 Sparks street 144 Voluntad de luz 145 Vía Crucis 146 No olvido nada 147 Torre del deseo 148 Señal de identidad 149 En estas aguas 150 ¿Quién desvía nuestra columna de luz? 151 Asta de vientos 152 Pugna interna 153 Extranjero 154 ¿Qué tedios (re)cubren las rendijas de tu casa? 155 Mano derecha 156 Apuntes para el poema 157
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Árbol Beechwood road Pensar la rosa Retrato Esbozo de tu tristeza Simple recuerdo Sin título Estatuas Piedra de la noche Genealogía II III Árbol de mis juegos Ejercicio de jardinería Pike Antonio Álvarez Sello de agua Cansancio visible Jardinera Siempre cercanas En tus cabellos (Re)posesión Algo en mí Conocía el mar La urdimbre del silencio Ante la puerta Impromptu II, III, IV Giraldilla Invierto Toda mano Aire verde Chichigua ¿What do I do now? Transeúnte
158 159 161 162 163 164 165 166 167 168 169 170 171 173 174 175 176 177 178 180 182 183 184 185 186 188 189 190 192 194 195 197 198 199 200
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Si se miran los espejos Negros espejos Álbum familiar Paisaje Aire anclado Mi almohada
201 203 204 205 206 207
OSCURO AMOR
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Llamas de la noche Retorno Lo que no sabe el cuchillo Silencio Premonición (Re)encuentro Creencias de la rosa Cuando te alcance Otra manera Desatado fervor Oscuro amor Lugar incierto Oscura transparencia Descubrimiento Esos que arrastran Trueque Cartografía sentimental Ausencia Como beso fresco Recuerdos que no fueron Tu partida Beso a beso Mañana Nada Escudo Mis manos
211 212 213 214 215 216 217 218 219 220 221 222 223 225 226 227 228 229 230 231 232 233 234 235 236 237
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Reclamo Excúseme señora Sobrevives Mitad de semana Tu retrato Ventana Segunda ventana For ever you Ceremonia Despedida Habitar los pronombres Parquecito del Cacán Al principio Casi haikú La otra mujer Nota al pie La distancia Estado de reposo Presente Valle de tus brazos Mía Muchacha triste Como un país anclado Tenue luz Ahora Domingo por la mañana
238 239 240 241 242 243 245 246 247 248 249 250 251 252 253 255 256 257 258 261 262 263 264 265 266 267
PAÍS PORTÁTIL
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Lección Encuentro Bardo Testamento Sintaxis del olvido Palabras en desuso
270 271 272 273 274 275
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Da igual Confesión Casi biografía Compañera Mi calma Las casas Cuando hablas Opción Repatriado Definición del miedo Anécdota Patría portátil Animal acorralado Naufrago ¿Qué hago? En el Callejón de Regina Viejo patio Mambrú no fue a la guerra Los primeros desterrados No mienten los árboles Destino final Siempre tú El peso del recuerdo Puerta trasera
276 277 278 279 280 281 282 283 284 285 286 287 289 290 291 292 293 294 295 296 297 298 299 300
Norberto James Rawlings / biografía
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Las Poesías Completas de Norberto James Rawlings Por Aquiles
Julián “…aferrados a la esperanza de recibir algún mensaje que anuncie que en el país algo ha cambiado.” Noberto James Rawlings
Iniciamos Muestrario de Poesía como un acto de fe en la palabra y una misión de compartirla. Si la cultura digital nos abría amplias puertas: a la edición, a la difusión allende nuestras costas, al contacto y al intercambio ¿por qué no aprovecharla para crearle a la poesía un nuevo caballo verde cibernético? ¿Por qué no desafiar el infeliz concepto de que la poesía no vende, proponiéndonos, entonces, regalarla? ¿Por qué no distribuirla, implicar a otros en esta conspiración y desatar la poesía sobre un mundo cada vez más
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enloquecido, atrapado en los discursos delirantes, en la exaltación de la frivolidad y el vicio, en siniestras matanzas y los mismos abusos de siempre? Lo empecé también como un ejercicio del Poder de Uno, la prueba de que no hay que esperar que otro: una persona, una institución, el Estado, la ONU o quien sea a quien le endilguemos la responsabilidad, haga. Hay que proponerse y ponerse a hacer. La voluntad puede más que la posición o el presupuesto. Lo mejor de la cultura dominicana se ha hecho al margen del Estado y al margen de los generosos presupuestos públicos. ¿Por qué habría de ser distinto hoy? Poco a poco Muestrario de Poesía ha ido creándose un espacio de respeto. Hemos tenido, desde el inicio, la colaboración desinteresada de amigos como el poeta Alexis Gómez Rosa. Y hemos hecho nuevos amigos, como el poeta mexicano Fernando Ruiz Granados. Acopiamos, con paciencia y amor, poemas y reunimos en un espacio de desprendimiento y generosidad de autores, traductores y colaboradores las voces de poetas relevantes, en especial algunos que no solían ser amplificados por los circuitos editoriales impresos, que no aparecían en nuestras librerías, que no eran conocidos más allá de sus países.
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Tuve la bendición, vía la mano amiga de Alexis Gómez Rosa, de arrancar con una antología del poeta mayor de Honduras, Roberto Sosa, quien aprobó nuestra iniciativa. Y he recibido un desprendido apoyo de los poetas dominicanos radicados en los Estados Unidos y otros países. Y para más regocijo, el gran poeta argentino Carlos Barbarito nos concedió la primicia de un libro inédito para que lo diéramos a conocer por este medio, que es el próximo a editar. Hoy nos engalanamos con un número que marca un hito: las Poesías Completas de Norberto James Rawlings. Norberto James fue, más que nadie, el poeta de referencia para los que iniciábamos en los afanes del verso para la década de los años ´70. Tiempos feroces, marcados por el diálogo a balazos de los extremismos: terrorismo de izquierda, que se complacía en bombas, atracos y muertes viciosas de infelices policías y soldados; terrorismo de Estado, dedicado a descabezar a la izquierda, certero y letal. Discursos seudorradicales, negación de la democracia y el pluralismo, exaltación de la dictadura y la fuerza, del odio y la barbarie. Fuimos comparsas de una guerra de la que no conocíamos sus intríngulis; simplemente nos dejamos usar, coreamos las consignas y aportamos nuestra ración de irracionalidad.
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Estábamos convencidos de marchar del lado luminoso de la Historia. Hoy sabemos que no había lado luminoso alguno, ningún sendero luminoso, sino crimen de un lado y del otro. Cuando no eran los cinco clubistas del “Héctor J. Díaz” asesinados por una patrulla de la Policía Nacional, era Miriam Pinedo descuartizada por sus propios camaradas. O el billetero de la esquina. Fuimos más que ingenuos, más que comparsa, de aquella orgía de sangre. Al final, unos salieron con grandes obras físicas y grandes crímenes que exhibir. Otros, sólo con crímenes: ningún aporte. Y algunos, de atracar billeteros y cambiacheques dieron el gran salto a atracar el presupuesto del Estado y hoy muestran las mieles de la bonanza sin pudor alguno. Estos juicios, aclaro, son míos. En nada comprometen e implican a Norberto James. No los consulto. No pido permiso a nadie para exponerlos. Tampoco abarcan a nadie a nadie más fuera de mí. Es mi evaluación, sólo mía, aclaro. A Norberto se le quiso encuadrar como el “gran poeta proletario” que el momento requería. Él llegaba de San Pedro de Macorís, del batey, hijo de inmigrantes negros de las Antillas inglesas venidos a estas tierras, acicateados por la necesidad, a trabajar en las zafras azucareras y que aquí se afincaron,
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echaron raíces y construyeron una identidad: los cocolos, y una historia de decoro humilde, de paciente trabajo, de modestia y respeto que les distinguió y apartó de la cultura local tan dada a la molicie, los vicios y el jolgorio. Era, lógicamente, una trampa. La instrumentalización de la poesía para fines siniestros por quienes asesinaron y siguen dispuestos a asesinar a poetas, escritores, artistas y a todo el que disienta. Y de alguna forma su razón o su instinto le permitió escapar a ella. Se fue a Cuba, aprovechando una beca, a concluir sus estudios universitarios. Y se graduó en Filología en la Universidad de La Habana, en 1978. Vio cómo los viejos discursos caían desmantelados y las antiguas máscaras dieron paso a otras; un nuevo viento frío recorría la República: un viento de oportunismo y de indecencia y de descaro. Entonces se marchó hacia el Norte revuelto y brutal. Allí, como sus padres acá, se afincó, hizo familia, se dedicó a la docencia y a añorar, desde el frío de Boston, Massachusetts, cercano a la frontera de Canadá, la tibieza de la isla, su infancia sin bicicletas ni libros. Allí completó su Maestría y su Doctorado. Y allí ha seguido escribiendo, desde la nostalgia y el amor.
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Su poesía posee un tono lírico que alcanza, en ocasiones, la fuerza épica de un poema como Los emigrantes, oda a la raza de humildes braceros que cruzaron el mar para fundar familia en nuestras costas y hoy son tan dominicanos como el que más. En otras se hace íntimo. Y en muchas otras cosas escarba entre los trastos y fotos de la añoranza y la rememoración y nos atrapa en ella. En algunos de sus temas e imágenes se siente el hálito, el vocabulario, los recursos de La Poesía Sorprendida, como este título: Desatado fervor. ¿No hay un hondo homenaje a Franklin Mieses Burgos en esas Creencias de la rosa? Otro de sus títulos es: Palabras en desuso, y lo quiero emplear para decir que hay otras palabras en desuso relativa a las esperanzas abortadas, a los sueños frustrados, al futuro que envejeció y no fue. Esas palabras que habitan los primeros poemarios de Norberto siguen vivas. Y hay que recuperarlas de quienes las instrumentalizaron. Tenemos que seguir propiciando la democracia, la libertad, los derechos civiles, la tolerancia, un país de oportunidades y apego a las normas civilizadas de convivencia, ya sin la amenaza del autoritarismo que quería colarse usándolas, para quitarnos aún las
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magras libertades que la acción viril de los héroes del 30 de Mayo nos legaron. No vamos a renunciar ni a un país mejor ni a una sociedad más justa y decorosa. Tampoco a dejarnos manipular por quienes se apoyan en los anhelos redentores de tantos para estafarnos y despojarnos y devolvernos a la tiranía. ¿Y qué decir de su generosidad? Cuando le envié un número de Muestrario de Poesía que dediqué a su obra y le pedí su colaboración, me sorprendió otorgándome el honor de publicarle sus Poesías Completas para regalarlas al público. Helas aquí, el pan de la palabra, para alimentar una época sedienta de poesía y de sueños y de esperanzas; aturdida en discursos estentóreos y cañonazos, en la frivolidad y la insensatez que nos promueven y en las que nos educan. Y nos enclaustran. Alguien las leerá y apreciará, las atesorará en su corazón y se enriquecerá con ellas, ampliando su visión y nutriendo su propia voz. En alguien retoñarán estos versos y serán la progenie de Norberto James como lo fui yo, como los fuimos tantos de los poetas que hacíamos nuestros pininos a comienzos de la década de los ´70. Gracias a ti, querido amigo, por el altísimo honor que nos concedes.
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Sobre la marcha Santo Domingo, 1969
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Escribo para el pueblo aunque no pueda leer mi poesĂa con sus ojos rurales. Pablo Neruda
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Sobre la marcha Sobre la marcha Vamos construyendo el canto articulando lentamente los pesados peldaĂąos de nuestra sangre. (En cada caĂda que acontece hay un imperceptible pero seguro ascenso).
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II Sobre la marcha vamos venciendo la angustia derrotando pausadamente la tristeza que antecede la tierna dulce ingenua carcajada juvenil reprimida aun antes de nacer.
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III Sobre la marcha propiciamos el hundimiento de las oscuras rutas de la derrota. Las persistentes posibilidades del llanto más allá de nosotros mismos más acá del sueño concluido.
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IV En medio de esta ambiciĂłn crecen las rĂgidas espigas buscadoras de luz peinando la brisa caminando aun sin rastro en lo alto. En el mismo centro de nuestro sueĂąo se elevan apaciblemente como crecida esperanza que -sobre la marchanos damos.
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V La tristeza nos precede.
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VI Siempre que intentamos cantar la gloria de estos pueblos compartir la poca dulzura de los días sonreír junto a los niños en lo etéreo de su mundo ingenuo encontramos siempre el áspero e invisible muro de la angustia alzándose cortándonos el paso perturbándonos la marcha.
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VII Siempre que alguien nos cobija de afecto procura albergue a nuestras palabras trata de aminorarnos lo escabroso de esta marcha. Siempre que procuramos hacer menos pesadas las alforjas del sueĂąo menos densa la oscuridad de noches perdiĂŠndose perdiĂŠndonos. Nos sale al paso lo triste con sus terribles y amargas consecuencias para el amor que preservamos -a pesar del llanto-.
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VIII
Los que te soñamos paisaje amplio creciente de laboriosa alegría. Los que ofrendamos osamenta y sangre para edificar los escalones que ahora sirven a la muerte al destierro prematuro de los defensores del sueño somos burlados por quienes en un momento juntaron su canto con el nuestro. La traición extendió sus raíces en la débil contextura de su fe y ya no fue suyo el riguroso tormento que sobre la marcha abolimos.
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IX Cada paso dado en esta marcha. Cada caída. Cada nuevo grito. Cada ramalazo del dolor constante -casi doblegándonosllenan de sentido el huevo y torpe vocablo. En realidad no es sólo una palabra. No es sólo la agredida y mínima geografía de talada luz que nos sostiene que nos recibe es: abierto portón hacia la vida hacia la desconocida estación del amor el sosiego que forjamos a cada paso en cada caída en cada grito desatándose y esta fijo amargor. Esta llama de adulta pena que extinguimos sobre la marcha.
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X No sé si el tiempo será capaz de ofrendarnos la tranquilidad que buscamos. Sé que ahora hoy somos como objetos de obligada sumersión --raíces quizás-constantemente hundidas en el intacto material de la angustia y este cósmico dolor llenándolo todo. Todo. (Por ahora dejamos este amargo alfabeto con la única permanente y cierta explicación de nuestro anhelo.)
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XI S贸lo habr谩 final para esta marcha cuando cada mujer posea su sonrisa y cada hombre recobre su arrebatada dignidad.
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XII Al final nadie echará de menos el rumbo de las mariposas ni la exigua alegría del niño. Junto al hombre liberado de la angustia poblarán una misma estación todos dulcemente apaciblemente llenaremos la interminable estación del amor.
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XIII No es culpa nuestra -Maggyque los niños ignoren la casi inexplicable ternura de la flor la ida constante de los ríos que nuestras casas tengamos que numerarlas con la vencida savia de los ausentes para distinguirnos de los demás porque la verdad Maggy no es sólo la tristeza nuestro signo.
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XIV Yo sé y lo sabes tú también que no es culpa nuestra el que nadie en el barrio ahora hoy pregunte con justificada precaución: -¿Qué tal...cómo te va? -Ahí ahí... Y sé como lo sabes tú también que es justa esta ira que no es posible la alegría mientras exista tanta pena por vencer mientras no sean cumplidos los estatutos del amor y en el amplio e invencible corazón del hombre se instaure la definitiva morada de la paz.
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XV El agujerado techo de zinc. Las apretujadas paredes de madera vieja y este piso de tierra muy nuestro son los Ăşnicos testigos reales de nuestra nocturna derrota ante el pan ausente el abundante sexo.
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XVI Yo no soy un extranjero más. Soy sencillamente uno de ustedes con la mínima diferencia de los libros subrayados con una sonrisa brevemente trazada. En mí -como en ustedesno hay paz sólo la insistente y milenaria angustia que heredamos sólo el aprendido miedo a las palabras que sobre la marcha vencemos.
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Poema 1 Qué difícil se me hace permanecer en calma estar alegre sabiéndote flagelada por la severidad del exilio. -Tu autoexilio-, Te marchaste precisamente cuando me aprendía tu voz el calor de tus manos en mi frente de hombre abatido por la angustia y es inexplicable la dureza de esta soledad. En este instante - mujer detenido ante esta puerta despojada de tu inalterable mirada me propongo a entrar a permanecer solo con la fija presencia de la melomanía y estas penas lancinantes que casi no me advertiste.
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Me dispongo a entrar y sé que estará todo en orden. Lleno de tu ausencia repleto de tu preocupación por nosotros por esta ruda lucha que libramos por esta brega que por momentos crees inútil.
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II Tengo la certeza de tu doble dolor: de madre de mujer exiliada. Espera persistente forjadora de nuestra primitiva alegría. Espera que pronto iremos juntos hombro con hombro. Marcharemos sobre la noche aplastaremos su oscuridad sus innombrables bestias. (La infinita extensión del llanto tendrá su convergencia en la sangre). Espera. Pronto el sosiego en toda su amplitud será nuestro aprenderás a amar sabiamente esta Patria porque otra no conoces.
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Poema 2 Desde lo profundo de los altos barrios llega tu protesta. - AquĂ nos levantamos en obligado apoyo de estas simientes ante la amenaza del enemigo que pretende excluir de ruta a los seguros continuadores de la jornada. Nos levantamos contra quienes te piden que mates el natural producto de nuestra sangre que sumes indiferencia a la oscuridad que combatimos que des la espalda a nuestro grito que es el tuyo propio.
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Poema 3 Después del tiempo muerto no tendremos que sumirnos en el alcohol para evadir la horrible amargura de estos días esta horrible angustia que nos fatiga. Ya habremos dado pruebas de la firmeza de este odio que nos unifica. Después - cada mañana la ardorosa alegría de los niños la apacible dulzura de la amada todo el oro del alba.
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Poema 4 Yo soy dolor y primavera abierta. Contra mí están los viejos cuchillos levantados. Andrés L. Mateo
Si en medio del fuego ves extinguirse repentinamente el vivo símbolo que soy. Si a mitad de camino me pierdes de vista sientes que mi voz la sepulta el dolor - amargo gajo que no he procurado vuelve presurosa por el tiempo reinventa para los dos aquella vieja alegría que compartimos. Busca en la amarga penumbra de las cárceles solitarias en los pasillos en el escaso silencio de las aulas en cada libro subrayado. Busca - sobre todo -
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en el origen de la triste calma de las provincias. Busca en la abulia misma quizĂĄ allĂ encuentres la razĂłn de este silencio repentino.
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Retorno inesperado Tú que vienes de lejos con los pasos elásticos y traes viejas humedades en los ojos. Tú que llevas la boca untada de cantos en la vestimenta polvo de caminos dime antes que nada ¿qué de la alegría? Detente y responde. ¿Bajo las alas de qué mariposas se esconden tus palabras que hoy vienes callada y casi cansada con tus pasos elásticos? Mi estancia es sólo sombras como las que ajaron tu blusa y tu cuerpo y cambiaron tu ruta. Yo recuerdo el día que partiste y las palabras que iban contigo como agua perdida. Hoy llegas y no sé de dónde quizás del otro lado de la noche y traes la inseguridad de tu palabra ausente cansada ajada la blusa manchada de llanto.
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Si me ves llegar Si me ves llegar -sonrientecon un libro bajo el brazo beso tu niña te pido me cuentes de tus viajes y sonrío mientras hablas alegremente de la primera vez que te perdiste en Riverside no me creas. -Aquíjunto a estos cuadros y la sonora presencia de Für Elise te siento ligada a cada objeto y por momentos me veo obligado a aceptar que te he perdido y que realmente no eres la misma colegiala del amor breve que no supe buscar a tiempo.
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Te sentí venir
Te sentí venir con tu lento acopio de luz cargada de alegrías quise compartirlas ignorando quizás tu brevedad en mi tiempo. No pude darte más que amor y la limpia timidez que de niño me acompaña mas ¿qué puede dar un triste muchacho sin paz que no sea su heredada calma su duro silencio de batey en tiempo muerto? De alegrías no podría contarte porque no las conozco sin embargo ahora que estás ahí -inmutablesituada exactamente en el sitio donde no sé si los invisibles brazos de mi amor pueden asirte
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-levemente siquierao sentir la discreta seda de tu cabello anudándose a mis dedos siento la extraña alegría de tener la continuidad de tu afecto que por momentos confundo con tu amor mismo. Ahora no sé si será mejor resistir en silencio esta tibia agresión de tu luz o esperarte calladamente.
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Tendrás derecho
Tendrás derecho a preguntar ¿quién escribió esto? Tendrás derecho a no llorar -quizáscomo hacemos nosotros en la entrada misma de las estaciones detrás de cualquier pared no hoyada por las balas no manchada por la sangre libre de las consignas que proclamamos continuamente para que después de todo este llanto sea justa la razón de tu risa sin el constante temor a la tristeza que a nosotros nos ha precedido siempre cada mañana cada despoblado mediodía cada noche pendiendo peligrosamente sobre nuestras cabezas sobre nuestras casas como guardiana terrible y segura
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de un tormentoso amanecer. Tendrás derecho -lo séa interrogarnos a interrogarte no importe nuestra ausencia no importen los años pasados Cuando la inquietud de conocernos en nuestra distancia se torne preguntas en tu voz este triste acento que nos distingue de los demás se habrá tornado alegre Este odio necesario que poseemos perderá toda su razón de ser y el hombre no será más enemigo de sí mismo.
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Silencio para el canto
Pídanles que hagan silencio es hora de iniciar el canto y lo haremos por esta generación irrenunciable Que hagan silencio Que sepan que no tienen derecho a oírnos o dejar de oírnos siquiera Esta es la hora de la esperanza la hora de fijar la mirada y encaminarnos como los ríos Ya es hora de que el silencio deje de ser -entre nosotrosy de que el grito nazca libremente Pídales que hagan silencio No tuvieron tiempo para esgrimir el hacha derribar el árbol encender la hoguera sembrar la luz -peor aúnse negaron a cantar Se negaron a cantar
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precisamente cuando nac铆amos Hoy nos sobran las palabras y nos piden que bajemos la voz Que callen Es hora de iniciar el canto y lo haremos por esta generaci贸n irrenunciable.
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Canto para ahuyentar el miedo
Jamás la esperanza fue tuya No podrás adueñarte del cansancio nuestro ni podrás escuchar este canto escrito en un aula de silencio para ahuyentar el miedo Tú jamás podrás escuchar esta nueva voz que me nace sangrante cansada Ya no tendrás esperanza la dulce esperanza de ver el día del triunfo No la tendrás no podrás tenerla la muerte te ha cerrado el paso Quien fuiste o quieras ser -no importapara ti escribo este débil canto en nombre de estas tierras para ti escribo
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y mi coraz贸n abarrotado de interrogantes te sufre mis labios -poblados de dolorte nombran.
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Los vencidos a Ernesto “Che” Guevara
Los vencidos somos siempre los poseedores de la esperanza a pesar de todo. Toda la tierra del mundo la ineluctable sombra del sepulcro son insuficientes para opacar la luz de nuestro pensamiento. Los vencidos de hoy somos los inexorables edificadores del nuevo orden. Somos los mismos con la misma trayectoria de ira sangre muerte unidos por el vínculo común de la Paz la Emancipación la Alegría.
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El precio Jamás dudaste que el precio sería el silencio la eterna soledad. No quisiste nunca el florecimiento de las palabras que luego fueran elogios. Ahora estás solo con tu pedazo de Patria sobre el corazón palpando por siempre el precio.
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Uno a uno A Juancho Lamouth*
Uno a uno han silenciado los perros. Una a una se han apagado las lámparas amargas amargas lámparas que rodearon tu borrascosa existencia. Ahora desciendes hermano. Ahora se escapa raudo tu cuerpo de obrero apaleado por la angustia. Ahora cesa la oscura lluvia que abatía tu corazón de hombre sencillo crece el racimo de hojas apagadas que siempre quisiste para los hombres y que para ti no tuviste.
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II Ya no te alcanzan las sales del viento. Ya no te alcanzan los continuos dolores que aquí permanecen te ha ausentado la muerte hermano. Estás exento del odio y lo amargo que nos toca vencer del largo trayecto que nos toca recorrer. No descanses hermano esa que ahora tienes no es la paz que mereces.
*Juan Sánchez Lamouth
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Los inmigrantes Aún no se ha escrito la historia de su congoja. Su viejo dolor unido al nuestro. No tuvieron tiempo -de niñospara asir entre sus dedos los múltiples colores de las mariposas atar en la mirada los paisajes del archipiélago conocer el canto húmedo de los ríos. No tuvieron tiempo de decir: -Esta tierra es nuestra. Juntaremos colores. Haremos bandera. La defenderemos. Hubo un tiempo -no lo conocíen que la caña los millones y la provincia de nombre indígena de salobre y húmedo apellido tenían música propia
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y desde los más remotos lugares llegaban los danzantes. Por la caña. Por la mar. Por el raíl ondulante y frío muchos quedaron atrapados.
Tras la alegre fuga de otros quedó el simple sonido del apellido adulterado difícil de pronunciar la vetusta ciudad el polvoriento barrio cayéndose sin ruido la pereza lastimosa del caballo de coche el apaleado joven requiriendo la tibieza de su patria verdadera. Los que quedan. Estos. Los de borrosa sonrisa lengua perezosa par hilvanar los sonidos de nuestro idioma son la segura raíz de mi estirpe vieja roca
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donde crece y arde furioso el odio antiguo a la corona a la mar a esta horrible oscuridad plagada de monstruos. Óyeme viejo Willy cochero fiel enamorado de la masonería. Óyeme tú George Jones ciclista infatigable. John Thomas predicador. Whinston Broodie maestro. Prudy Ferdinand trompetista. Cyril Chalanger ferrocarrilero. Aubrey James químico. Violeta Stephen soprano. Chico Conton pelotero. Vengo con todos los viejos tambores arcos flechas espadas y hachas de madera pintadas a todo color ataviado de la multicolor vestimenta de “Primo” el Guloya-Enfermero. Vengo a escribir vuestros nombres junto al de los sencillos ofrendaros
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esta Patria mía y vuestra porque os la ganáis junto a nosotros en la brega diaria por el pan y la paz por la luz y el amor. Porque cada día que pasa cada día que cae sobre vuestra fatigada sal de obreros construimos la luz que nos deseáis aseguramos la posibilidad del canto para todos.
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Quien no recuerde Quien no recuerde que las campanas son construidas por estas manos las mismas que rascan con amor la oscura cáscara del suelo de igual modo pasará inadvertida la alegría final del hombre. Quien ignore siempre nuestras ansias el redondeo silencio del tiempo la sencillez del guerrillero abatido no podrá al final cantar con nosotros. (Hablo de nosotros: Los identificados por el silencio los tatuados por la angustia). Cuanto hemos amado y perdido cuanto edificamos a golpe de amor y ternura y vemos destruir violentamente regresa a cada momento recreando singulares imágenes golpeando fuerte recordándonos
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que no hemos perdido que es imposible llegar desunidos. ¿Qué estandarte defender sino el de los sencillos? ¿Qué fronteras violar sino las del odio cotidiano? ¿Con qué luz desterrar la oscuridad de este tiempo sino con la del canto encendido que descansa en las fauces del fusil? A lo mejor no me comprendas -lo sépero más que este pan diminuto más que este techo con su multiplicación de agujeros más que este sólo y único derecho a morir sin nada más que la angustia -injusta heredad que combatimosestá el amor suma de fraternidades ondeantes como única bandera posible del hombre.
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La provincia sublevada Santo Domingo, 1972
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A Marino* Porque casi al mismo tiempo nos fueron cerradas las puertas hacia la infancia.
*Maximiliano G贸mez (El Moreno)
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I
En la honda ternura de manos lavanderas. En el insomnio a la temprana edad de mis noches. Por el crecido amor a la vida. No morirรก la lumbre que disminuye las sombras.
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II ¿Quién con el hielo de esta angustia no siente la ausencia de tus manos no advierte lejanía en tu voz deshaciéndose a cada momento?
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III Aquí arden las sales de tu presencia en cada empresa frustrada triunfadora. Aquí se levantan los cimientos más puros con que te fundó la sangre se renueva -a cada momentola herida de la piedra del hierro se agiganta el dolor crece la ausencia de quienes preservaron tu pureza con su sangre. Aquí se multiplican los metales que defienden tu heredad. Se alza la decidida voluntad de fundar -aquíla arrebatada paz del hombre.
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IV A partir de ti empieza la vida. A partir de ti la inconmensurable extensi贸n de la patria se encienden los ondeantes colores de las banderas se comprende el amplio idioma de tantos gestos reprobatorios.
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V No será jamás necesario recuento alguno de esta historia. El grito se eleva a la ruidosa estatura del cañaveral y dolorosamente recordamos -todos el momento exacto el tiempo justo de la ausencia sin ninguna condición previa para el recuerdo.
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VI Si se estancan las aguas a la entrada de tu puerta si la telaraĂąa recubre tu ventana y la lluvia frĂa hincha la madera de su marco si se apagan tus lĂĄmparas y aumenta tu dolor ten fe y canta -muchachoque en la sencillez de tu canto aguarda la necesaria muerte de todo lo triste.
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VII Si pudieras percibir -como yoel casi invisible polvo ígneo que riega el sol sobre la ciudad la repentina dulzura de unos ojos de mirada huidiza. Si pudieras sentir aún la tibieza de unas manos en tus hombros en momentos en que todo parece inútil será porque heredas lo puro del amor que defendemos.
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VIII Es como si regresaras cansado. Es como si al llegar no te esperara nadie y creyeras encontrarlo todo en orden todo trastornado todo deshecho. Y ahora cuando justamente buscas la salida -el escape mejorte encuentras como atrapado en la vieja foto. Ahí permaneces. Ahí te quedas para siempre. Ahí te quedas por cuanto dure por todo el tiempo que resistas verla. Ahí estás con partituras de viejas músicas que casi olvidas. ¿Quién hubiera pensado que este verdísimo césped serviría como alfombra a la derrota en tantos días? Así es -muchacho-.
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IX Si conocierais el reverso de nuestros toscos escudos si tan sólo poseyéramos lo nuestro -lo que nos arrebatáisalgo de alegría el sosiego que por siglos reclamamos pudierais compartir la pureza de la luz que construimos aprehender la música de los días. Toda la tibieza de estas sonrisas retenidas. Si pudierais si tan sólo pudierais -como nosotrosasir la dulce mano de la victoria vuestro no sería este final que os espera.
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X Insisto en reclamar para nosotros la adolescente ternura de la flor. El imaginado sosiego del sitio donde guarda el viejo rĂo las raĂces de sus aguas. Insisto mas no sin antes derribar los altos muros del; odio esta terrible mole de angustia que nos circunda. Insisto mas no sin antes asegurar el dulce disfrute de la vida libre de todo lo triste (seguro lĂmite de nuestras deudas de alegrĂas de amor no compartido).
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XI Yo no tuve libros ni bicicleta. Toda la poesía de los días logré captarla en difusos colores de lápices ajenos sólo fue mía la temprana edad de lo triste la antiquísima soledad del hombre las tibias noches del puerto la sal marina la brisa y un incansable amor a la vida y a la música que la hace posible. Yo para mis sueños no tuve protección suficiente y como hojarasca rodaron muchos anhelos. (Sabor de almendra tierna tuve por muchas horas). La angustia fue como ineludible signo heredado la soledad marco permanente de toda alegría en asomo.
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XII La mĂşsica que yace a ras de mis dedos esta que ahora puebla mis versos llena mi risa de hombre triste con algo del sabor dulce que en ti conocimos asciende en medio del canto conforma el himno final.
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XIII Por la vastedad del mar que de tarde en tarde sube como queriendo mezclar su azul con el cielo subieron mis ansias de niño buscando la tibieza no habida. Me figuré el invierno incierta estación que de tiempo en tiempo nos golpea con su viento y su agridulce alegría. El tiempo pasa y no sé por qué tendrán mis manos este permanente gesto de supinación si me llega tu luz si conservo lo que has podido darme si no pido más de lo que me has dado.
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XIV De mi padre conservo igual manera de contar las cosas. SĂŠ buscarle mĂşsica al paso de la multitud en protesta al crujir de la vieja puerta de madera al cobertor de luz anaranjada de cada tarde.
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XV Quizá no sepas nunca que aquí no hubo grandes retratos rígidos rostros octogenarios abuelos almidonados. Orgullosos. La sencillez fue norma inviolable como o fue el abierto amor a lo humano.
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XVI ¿De qué latitudes vendrán los vientos a borrar estas imágenes? ¿De qué desconocido cielo caerá lluvia que lave la sal de nuestros rostros estos ojos fijos en el camino por donde sé que vendrás porque estás entre nosotros entre quienes pretendemos buscarte a cada instante en cada acto o gesto de pureza porque te sabemos pura? No vendrás. No. Estás aquí -entre nosotrosesperando tu rescate definitivo.
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XVII Esta estancia sin luz -que nos confierenno es lo que merecemos. Si hemos reclamado el más alto azul de los días no creáis tan insaciable nuestra sed. El hombre merece más que oxígeno le es preciso tiempo espacio para recorrer los luminosos trayectos de la paz no esta fría soledad y este silencio a que cotidianamente lo condenáis.
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XVIII La calamidad de no estar de acuerdo nos cuesta bien caro. El viento sopla a muerte calle arriba calle abajo a las puertas de no abrirlas se les hincha la madera y no hay forma ni manera de conciliar el sueño. Entonces viene el recuerdo de la Biblia abierta de la vieja piedra que reposaba en ella como antiguo e inmóvil corazón. El antiquísimo pañuelo de madrás el delantal impecable las continuas lecturas de aquel salmo de martilleante número y raudas sentencias: “Dios de las venganzas muéstrate” la mansedumbre del hombre es pisoteada.
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XIX Altas columnas de garzas surcando lo gris de la tarde noche cayendo difuminado gajo de luna ventanas que se cierran con cuidado suave brisa marina viejo reloj de agujas rotas rostros tristes o alegres tibios corazones en actitud de espera. Ventana sur flexible forma geométrica por donde penetran lentos la fría brisa el gris de los días, el aroma de la yerba recién cortada del parque la agridulce risa de la muchedumbre que tu amor ató a mis pasos. Altas columnas de garzas noche cayendo ventanas que se cierran con cuidado.
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I Cuando un hombre cercano a tu corazĂłn cae pierde su sombra es inĂştil que escondas -presurosoentre papeles viejos tu tristeza o salgas a mostrarla por la calle como ropa reciĂŠn estrenada.
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II Cuando un hombre que crecido en tu amor se aleja -sientes el vacĂono lo llores la tarea que en ĂŠl termina en nosotros apenas comienza.
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III Yo sé que esta breve lenta historia podría resumirse en una sola pregunta. Sé que ningún ángel puede detener la diestra sangrante. ¿Pero qué ángel da estas señales de exterminio cuando apenas es botón la flor de fuego que encarnamos?
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IV Lo que sobre el corazón descansa lo que el tiempo no logra explicar esto que gravita pesadamente sobre la frágil alegría de los días a lo que podría renunciar a ras de piel es lo combatido lo negado. ¿De qué paz hablarían estos hombres cuando sobre cráneos y banderas derribadas levantan sus monumentos al odio?
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V Te levantas cada dĂa con el mismo rostro padeciendo la misma historia los mismos dolores y esperas paciente porque nada puede doblegar la joven espiga de tu fe. Porque de tu amor del mĂo del nuestro pervive la esperanza en la esperanza del pueblo a pesar de la ira y el odio.
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Vivir Santo Domingo, 1982
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‌quien quiera que seas y en cualquier circunstancia prepårate a vivir como si nunca tuvieras que morir. Nazim Hikmet
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Recién llegados No siempre los recién llegados arribamos a las terminales sobrecogidos de asombro. En el equipaje cargamos materiales para fundar lo que en noches y tedios acumulados fueron sueños. Nuestros más recientes asombros se solidarizan al pie de los monumentos en medio de larguísimas avenidas. Se reconocen a sí mismos en las enormes vidrieras recreando el pasado.
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Lo recuperable del pasado Lo recuperable del pasado no es la escasa alegría. Lo triste del momento en que dimos -sin mediar palabrasla otra mejilla. Ocurre -ciertamente- que de él permanecen objetos abandonados ciudades de cuyos nombres saltan imágenes como el resplandor de la brasa. Lo que del pasado ha de recuperarse no son los grises metales del invierno sino el oro que de repente encuentras acuñando monedas entre los dedos. Lo recuperable del pasado no es la alegría inicial lo premonitorio de tus trazos en la arena al amparo de las más antiguas sombras del almendro.
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Quién ha de rescatar el grito ¿Quién ha de rescatar el grito quebrado de los vencidos? ¿Quién la dignidad del héroe aplastada por la bota enemiga? Del pasado ha de recuperarse lo que tiene de valor la ira del torturado la cólera del desterrado la milenaria brega las pautas del sacrificio.
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Noviembre Por una vez el día se viste de igual sonido que mis ruidos familiares -anárquicos y dulcesen los que ruedan invisibles monedas con que alguna vez he soñado comprar nuevas alarmas ante el eventual asalto de la nostalgia. Noviembre en París se reviste de mayor penumbra como también es mayor en su penúltima profundidad de niebla mi creciente y circular soledad de extranjero y de poeta.
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Ejercicio de ternura Inicio nuevas realidades y a diario asumo mi escondida ternura. La ejerzo en cada gesto posible que cursan mis manos sobre las cosas. Nuevas realidades inicio y a viva voz pido -para mitigar lo oscuro de mis soledades internasel impalpable oro del sol que de tarde en tarde confundo con su pelo pese al obstinado y terco invierno y sus mĂşltiples grises.
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A orillas del Sena Tentado a regresar a mi infancia a retrotraerla libre de sus casi naturales interrogantes siento deseos de desnudarme de correr bajo la lluvia ver mis piedras quebrar las ventanas del río en lentos repetidos y semicirculares saltos. Invierno. París. Orillas del Sena. Releo el casi incomprendido capítulo sin advertir que lo poco que pudo liberarse del fuego se me ha extraviado en la estación de Austerlitz al arribo del último tren.
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Pavesas Siempre serĂĄn menos las llamas que las cenizas de algĂşn fuego apagado. Ellas persisten invaden el aire se hunden en la dĂŠbil luz de las habitaciones orbitan las cosas como pequeĂąos y artificiales astros flotan libremente incapaces de alumbrar como llamas que las precedieron en incierta permanencia de pavesas sin rumbo fijo.
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Bandada Cualquiera dirĂa que las aves tienen deseos de transparencia y que por eso vuelan contra el sol.
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No sé quién sea No sé quién sea esta mujer. Llega cada noche batiendo palabras doblegando -a fuerza de su feroz ternurami reestrenada timidez pidiendo que le cuente de mí de mi tierra. Carezco de historia y cuento la de abril y su crueldad. Le hablo de mi media isla que no es media sino una con la sola demarcación de un orden en declive y otro que emerge amorosamente.
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Vedado Calles escalonadas cifras como golpeándose. Calles como inmensas cintas de agua. Luz desparramándose sobre las casas. Andamios que se levantan contra el cielo. Aquí y allá la violencia de los colores. Aquí y allá el aire jugueteando brindando canciones. Aquí y allá -de manos con la alegríahombre que se tutean con la muerte por el asfaltado alfabeto de las calles camino a casa cargado del blanco sosiego de la única estrella.
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A un niño vietnamita Tú no tienes cielo. Tu parcela azul tu pedazo lo ocupan en constante descenso rudos emisarios de la muerte. Tú no tienes cielo. Tu cielo lo harás tú mismo -aquísin la risible condena al infierno que ya conoces porque no tienes cielo.
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Fuego en que ardemos ¿Cuál es el secreto de tu limpia armonía? ¿Cuál la que sólo yo encuentro? Aterra la inexactitud de las cosas antes de ti. La preestablecida forma de los días en su discurrir. Si de repente te fueras si de pronto no estuvieras te buscaría primero en la ondulante y azul llama de este fuego en que ardemos casi sin advertirlo.
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Hábito de sueños A René del Risco
Ahora es tan tuya la certidumbre de lo circunstancial y eterno del tiempo nadie mejor que tú para negarle utilidad a los badajos. ¿De qué sirve el redoblar de campanas ante tanta ausencia precipitada? A lo mejor debía ser más reverente al abordar el tema. Quizá no debía decir nada. Pero ¿quién puede reprimir nuestros hábitos de sueños y esperanzas? Después de todo la obediencia será siempre norma deleznable para nuestras almas.
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Tu ciudad A Antonio Lockward
Grande y alegre es tu ciudad en medio del día Mas si llega la noche cae empequeñecida y los años recientes dejan a su paso esta hojarasca -como de muerteque a-toda-máquina la recorre. Ahora nadie camina solo. Cada cual va con su miedo que a veces lo empuja hasta la tibia boca de los callejones cuando la oscuridad de adueña del breve espacio entre poste y poste. Grande y alegre es tu ciudad de día. Con la oscuridad empequeñece crecen su ira y el terror que la acordona.
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Ozama La ciudad puede cotidianamente despertar y morir en su horizontal crecimiento. Pueden los mondos funcionarios del régimen multiplicar sus espejos renovar sus roperos sin que los líquidos de tu cólera laven de sus solapas los colores de la sangre. Esa es su marca: señal convenida. Cuando los diminutos ángeles populares rescaten nuestras banderas pisoteadas ignoro qué escondidas muertes qué húmedas y oscuras historias podrán retener tus aguas. Pierden majestuosidad las lilas en tus espejos. Pienso que no tendrías razón de existir a no ser por la aleve aridez que recorre el corazón de esta isla.
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Deja caer una flor
Deja caer una flor a la fosa de los caídos. Si crees en “el poder de la oración.” Si eres creyente reza. Recoge al igual que los niños en el cementerio la cera tibia y hazte velas que alumbren más. Aléjate de coro de quienes burlan a vivos y a muertos. Honra sencillamente la memoria de los héroes y espera. Yo sé que pese al resbaladizo tramo de tu razón conservas tu noción de patria.
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Aire propicio Siempre que abres tu puerta y suenan diminutas campanas -como tocadas por ángeles en descuidado cueloinvado tu recuerdo. Hago mío y comparto tu más amplia sonrisa de aire propicio a mi incontenible ternura. Amiga cercana a los orígenes de mis deseos ¿sumergida en cuáles inciertas aguas te encuentras que para mi sed de viandante baste imaginar e hueco húmedo de tus manos?
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Flor de fuego El apagado hueco que en el aire se establece por cada flor derribada es espacio propicio a ser llenado de amor -hecho piedra o plomopara romper los cercos del odio. ¿En cuáles circunstancias puede ser útil una flor en tantas y tan amargas rutas del hombre? La sal de los caminos hemos sido hoy somos flor de fuego para las más puras sombras.
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Pequeña elegía a Joe Bass Porque no conocí tu voz. Porque nadie podrá retomar de su sonido los tristes matices de un blues que aprendieras de tus mayores. Yo -pequeño Joe Bass negro no niño ni muerto aúndigo por ti la palabra clave que silenció en tu garganta el blanco escopetazo que aún resuena en Newark. Porque me duele tu sangre cabalgando el oscuro asfalto. Porque siento crisparse tus manos como caricia sobre las borras de algodón no vacilan las mías en señalar los artífices de tu caída. Joe Bass pequeño forjador de albas diminuto peldaño
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por donde ascenderá la dignidad del hombre. ¿En qué inexistente lugar estaría el Ángel de la Guarda a la hora de tu muerte? A lo mejor Dios no tuvo tiempo para crear un ángel de la guarda para los niños de Newark y Harlem de Little Rock y Biafra.
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Pasajera Yo era como signo errante -indescifrablecuando tu estremecimiento tocó los límites de mi hastío. Era tan sólo un viandante más cuando tu noche me sobrecogió y el peso del sueño me cerró los ojos. Ahora tu voz me viene alada color de mariposa y la dulce tosquedad del polen es su única huella. Queda tu aliento. Mueve las hojas del recuerdo ya caídas.
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Lecciones para una ausencia Santo Domingo, 1999
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Las márgenes del sueño No sé realmente quién sea esta mujer. Sé que puede flamear en la oscuridad y puede arder invisible su fuego sin tocar las márgenes del sueño. Puede su vigencia de luz llenar los recintos intocados del día. Puede ir río arriba atravesar paredes romper aguas caudalosas confundirse con los peces. Al doblar de la esquina en salas de espera en medio de la multitud -puños alzados contra el cieloesta mujer existe late y flamea sus colores orbita dulcemente nuestras pupilas.
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Historia propia Carezco de historia propia y cuento la de abril que bien pudiera ser la misma un horizonte de herrumbre la carroĂąa rĂo abajo el horror orbitando las pupilas el incendio de verdor abatido en el parque la palabra del combatiente sus flaquezas su coraje su entereza lo palpitante de la palabra Patria.
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Cada noche Se cruzaron con las mĂas sus interrogantes y por momentos no supe si contarle de mĂĄs inmensa caravana de estrellas de este ruido que trae el mar adherido a sus olas. Cada noche como quien asegura llaves joyas o secretos guardo signos suyos bajo mi almohada.
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Postdata Releo siempre tus poemas y siempre descubro nuevos aspectos de tu realidad imposibles de explicar. Ahora comprendo la terrible autoridad de tu cariĂąo siempre ejercido a impuesto a mis temores. CuĂĄnto darĂa por la libertad de tus manos por tus caricias.
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Primera carta Si el horror del olvido toca a tu puerta no vaciles en llamarme. No entristezcas si crees verme en medio de la multitud y la certidumbre de tu creencia te hace correr llamándome. No te abismes cuando el invierno en nieve cabalgue tus trenzas y no estén mis manos -siempre aptasa sumergirse en ellas despeinarte y tejer la más efectiva red para sus caricias. No dejes que de tu sonrisa se apaguen los soles. No te canses no ni te aísles de mis recuerdos. No temas a la lluvia toma para ti las múltiples y efímeras coronas que lanza contra el suelo y sé siempre mi reina.
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No reniegues tus debilidades. Reconócelas. Combátelas. Véncelas. No seas como estos abuelos estériles y conformes con su inmundicia que muy orondos proclaman la bondad de su tiempo “aquel tiempo.” No te descuides de la codicia. Yo si tu nombre brilla entre mis cosas lo bajaré no sea que nos descubran el amor. Haz tú lo mismo.
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Amuleto
“You can connect me with your life here because I’ve loved being part of it however brief.” Jane Norling
Tu caracola de música muerta pende de mi cuello. A veces cuando el día toma de los ígneos estanques del sol su mejor calidez su difícil color suelo revisar con especial febrilidad tus diminutos papeles tus últimos signos tu presencia fija apetecida.
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De tu pelo Supe que mis besos cumplĂan su edad en tu pelo que la oscuridad toma de ĂŠl su textura de innegable manto cada vez que cae la noche.
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Nosotros
Tú y yo no somos los únicos habitantes de la tierra aunque así me parezca cada vez que pecho a pecho nuestros corazones parecen iniciar el primer y único diálogo hasta entonces posible. Lo cierto es que no somos los únicos porque los relojes marcan el tiempo y tu tardanza o la mía en algún lugar del mundo llena de impaciencia salas de espera sobresalta corazones funda – por así decirlofunda la angustia. Amiga tú y yo -evidentementeno somos os únicos habitantes de la tierra.
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Tu habitación ¿En qué resquicio de tu habitación tramas la dicha para mí la alegría para mí tu alegría que es nuestra? Cada vez que la noche lanza sus redes sobre la ciudad yo soy el atrapado a quien formas que no le son dadas a elegir se le aglomeran al borde mismo de los sueños.
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Guardo cielo en los ojos
Guardo cielo en los ojos para toda tu luz retenida. DĂas en mi tiempo para todo tu calor de derretido sol. Aguas en mis manos tibias y profundas aguas para toda tu sal ardiente viva.
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Las nostalgias también cambian de lugar Cuando arriban las lluvias de la tarde con inapreciable puntualidad desandamos presurosos las calles de una ciudad cualquiera. El extranjero el desterrado tiene la impresión de que sus nostalgias también han cambiado de lugar entonces a lo mejor un poco tarde al amparo de los más próximos brazos quien sabe en qué rincón o esquina de barrio pone a resguardo la poca alegría que atesora en una sonrisa en un te/eché/de/menos.
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Oscuro mapa mi espalda
Dos pasos más y me doy de cara contra mi nostalgia mi miedo o sencillamente mi tristeza. Reconstruyo tu imagen que se me disuelve entre el tiempo y la distancia. Me imagino tendido en tu regazo y que lees con tus manos el oscuro mapa de mi espalda. A estas horas ¿qué extraños mundos qué figuras alfabetos trazas sobre la piel del aire? ¿Quién trata de leer en tu sonrisa -ahoralo que fue para mí cotidiano alimento?
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Ganancias y pérdidas La soledad en este país es mucho más que el tiempo para vivir. No pocos habitantes advertimos su creciente presencia cortejando con prolongada insistencia a jóvenes viudas ilusos solterones solteronas insomnes agresivos dipsómanos militares retirados políticos viejos quienes –sin rubor- confiesan por ella sus ganancias y pérdidas.
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Domingo
Terso tenso mediodía de la isla. Dulce y cálido estanque al que vienen a mirarse el sol y las invisibles estrellas que al acecho se bañan en la luz del día. Suave brisa que con firmes e intactas columnas sostiene banderas. Con la frente entre las manos oigo partir el domingo ahíto de abulia que en cuestión de horas regresará todo lunes apresurado con mil asuntos.
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Mirada seca
Las estatuas miran y su mirada parece perdida en no se sabe qu茅 lugar del horizonte. Saben sin embargo que lo que en realidad observan eternamente es su indescriptible desolaci贸n interior.
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La casa
La casa en que vivo es un pequeño recinto de sombras viejas lámparas de agotado aceite empolvados tomos que a ratos releo subrayo comento. Las sombras que llenan la casa que habito son gárrulos y deleznables inquilinos de oscuro lenguaje que nadie logra descifrar a no ser los antiguos habitantes. La casa que ahora habito llena de viejas lejanas y ajenas sombras está también poblada de augurios que navegan de una a otra habitación. Al pasar ante los espejos se detienen fijan en ellos antiquísimas imágenes se bañan en el silencio cada vez que veo repetidos mis gestos
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en la misma luz. Esta casa entristece. No quiero evocar sus antiguos ruidos no sea que me empujen el recuerdo hacia la infancia.
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De tarde en tarde
Para cuando sean las cinco puede que mi más franca sonrisa falte en algún lugar de la vieja Habana y el aire opaco y frío ablande los más firmes hombros. bien pudiera ser que en un ómnibus repleto de becarios no se advierta mi presencia en tu mirada en el tiempo perdiéndose.
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Imagen lejana SabĂa que callaba tu nombre que no era otra sino la tuya esta historia que reinvento y reconstruyo. JuntĂŠ madurez y coraje para olvidar lo que ahora tiene en mĂ de angustiante tu imagen lejana y sola.
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La urdimbre del silencio Santo Domingo, 2000
Primera Mención de Honor del II Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén
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NO AMO mi patria. ( ... ) Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, ciertas gentes, ( ... ) varias figuras de su historia, montañas (y tres o cuatro ríos). José Emilio Pacheco
Sólo una cosa no hay. Es el olvido. Jorge Luis Borges
A scar remembers the wound. The wound remembers the pain. Mark Strand
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Prioridades En presurosa retirada mi memoria abandona el campo para diseñar su gran ofensiva. Sobre mi mesa reposan antiguos mapas de la ciudad. Libros, viejas cartas que exhiben el desgaste del tiempo y de mis manos huellas. En el televisor blanco-ynegro Miles Davis chorrea partículas de labios y viento negro. En medio de los comerciales cambio el canal y Steve Wonder narra, con cierta tristeza, su dolor de no haber podido cantar con los Beatles. Prioridad de músico. Apago el televisor y se me oscurece el recuerdo. Descubro entonces que debo cambiar la cinta de mi Underwood, para escribir el poema que inicié, casi sin querer, entre otras palabras que acentúan mi prioridad de hoy.
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Sparks street En el poema se consigna que una mañana de nieve el anciano poeta dobló por Craigie Street, tentando aceras y paredes con su cansada sombra. A pocas cuadras, montan protesta jóvenes estudiantes, mientras algunos intelectuales se mesan la barba y acarician volúmenes usados de Nietzsche y Ginsberg. Más adelante, en la penumbra de Memorial Drive, el verde y circular trillo de las ardillas, los rizos del río con sus atletas, pinos y sicomoros, la luz chata, escasamente habitual y la extensión de la tarde. Todos exigen lugar en este poema, mientras en la acera opuesta en Brattle Street, como cada día, yo doblo por Sparks Street, navego las profundidades de su silencio evocando y rumiando los versos que he de escribir.
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Voluntad de luz
Me veo de niño jugando con el eco que llena el vacío de estas casas. Me veo caminar por el frío acero del tren como quien sortea su ruta por cuerda floja. De la sombra del jabillo, árbol de mis juegos, imagino el nacimiento de invisibles monstruos, tupidos bosques, parajes y paisajes no soñados, tierras lejanas y mías, muertos pidiendo sepultura o escapándose en los faroles de luciérnagas que por las noches construíamos. Ahora, nadie cabalga el oscuro y dócil potro de la noche, sólo el miedo, y nada la traspasa, a no ser mi voluntad de luz. ¡Nada puedo contra estas imágenes que me asaltan!
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Vía Crucis Se diluye la claridad del día. Bella es la luz nocturna que entre pinos y abedules se filtra. Un rojo-naranja aletea el cielo de la tarde y se desliza sobre la ciudad. Bajo la bóveda mortecina de las oficinas, aburridos funcionarios en Harvard Square esperan el tren de las siete. En el ancho bostezo de la noche el transeúnte beberá los aires del día siguiente, porque entonces no estará solo (será uno más entre la multitud). Camino a su escritorio, con su traje adecuadamente de negocios y sus mentidas ansias de soledad que nadie, excepto él mismo (re)conocerá, podrá reinstalar su autodesprecio, su ocioso temor, cuando en su despacho (re)inicie su vía crucis y empiece nuevamente a odiar la hora de partir.
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No olvido nada No olvido el rastro de tus manos las huellas de tu boca, el níveo paisaje de tus senos obstinados, desafiantes. ¿Cómo olvidar la fibra de tus dedos, si a cada paso me las sugiere esta yedra indomable que permuta su verdor por la sangre reseca de los ladrillos? Tu recuerdo sigue adherido a la memoria, como la sombra al cuerpo, como el vaivén a la ola.
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Torre del deseo Líquido vertido sobre la cofia del día rocío reciente. Me conjugo en las vastas parcelas de la memoria y busco los embriagados mangles del tiempo, el escurridizo pez de tu cuerpo. Procuro ahogar esta robusta sed en tus más copiosas aguas. Sed de tu voz, algodón neutro, felpa, seda, terciopelo, discreto ángel, flor encubierta, torre del deseo, bóveda de mis noches.
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Señal de identidad Me niego a habitar mi nombre en el nombre de mi padre y de mi propio espíritu que en él se guarece. Me niego a negar este rostro que como bandera enarbolo, esta voz que proyecto en el vacío de mis muertos, estos gestos que encarno inmerso en estas raíces por las que me nutro y soy. Me niego a negarme desasociándome de este mortal que exhibe sus flaquezas. Me niego a volver la mirada destruir mis tambores, impugnar mis dioses, ignorar mis colores. Si a mi memoria erigieran monumento alguno, que sea dolmen al amor que profesé, no obelisco a la desidia o al desamor.
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En estas aguas Hay en estas aguas un lugar donde saltan delfines y vagan mansos manatĂes. Un lugar donde se confirma el valor de la vida, las formas del delirio, las perplejas mĂĄrgenes del miedo. AllĂ reposan esencias del silencio, envejecimiento del tiempo, urgencia de ti de que me completes de que termines de forjar esta sonora diadema de luz que mi sed irĂĄ a calmar.
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¿Quién desvía nuestra columna de luz? Perros mudos al acecho del relámpago que los puebla. Caracoles que en noches y sal, descuelgan los más refinados laúdes, escudos, apellidos, linajes. Quien tiende sábanas al sol, procura alejar toda impureza posible, todo peligro a la labrada blancura de tales banderas. Nadie desciende al fondo de estos fríos laberintos, provoca estos perros, desentierra estos caracoles. ¡Oscurece!
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Asta de vientos Al fondo de mi patio se alza un tierno abedul, asta de pĂĄjaros y ardillas que se extiende entre las sedosas cortinas. Si llueve, el abedul renueva la textura de su corteza, reinventa su blancura. Al fondo de mi patio, entre la seda de los dĂas, hay un bejuco que se mece, allĂ octubre iza su amplia corona de hojarasca y aves migratorias y el invierno indiscreto y voraz se anuncia.
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Pugna interna Las flores que de la nada nacen, son testigo de mi indecisi贸n. Viejo m煤sico de jazz, mi capacidad de improvisaci贸n se pone a prueba, siempre que como m煤sica quieta, este camino me conduce a ella. Casi todo me arrebata y su belleza enorme eco sobre las aguas, me roba la voz, me nubla de deseos.
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Extranjero Ya no navega sonámbulo por los mares interiores buscándote, amor. No escudriña las rayas de sus manos, por quién sabe cuál secreto para encontrarte. No le sirve ya la ciega guitarra, el herido bandoneón, ni el piano derritiéndose en notas lastimeras. ¿Para qué este reloj gelatinoso? ¿Para qué paraguas si no llueve ni hace sol? Hoy todo es diferente. Tu silbante corazón envejece junto al mío, ajado de distancia y espera. Cascada de luz, origen del asombro. Dulce gozne de lo irreversible.
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¿Qué tedios (re)cubren las rendijas de tu casa? Qué tedios (re)cubren las rendijas de tu casa, vieja y polvorienta, de casi muertos sonidos, en cuyo mañanero sopor pacen exangües jarrones de aguerridos dragones muebles antiguos, retratos cuyo color original permuta el tiempo, por esta amarillez que habita tu piel y que de ti dice malestares que callas? ¿Qué tiempo pierdes, que de las estaciones no percibes su inadvertido discurrir por las islas, el grácil vuelo de las aves, las empinadas chichiguas?
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Mano derecha La mano que a tu puerta toca, no es aquella del agua de los espejos en que te mirabas, que salt贸 muros, rasg贸 cortinas, para desfallecer luego entre tus pechos. No es esta que en lento vuelo, llena de oscuras palabras p谩ginas que astutamente me ir谩 a copiar otro poeta. Esta escampa sin llover, hace descansar indescriptibles colores al pie de tus balcones, desatando nudos que supones irremediables. Esta que de izquierda a derecha rasga, discurre, procrea, seduce, anhela. Esta que cae vencida, a la altura de tus azules, es mi siempre fiel mi bien amada mano derecha, que toma apuntes y dispone, con celo, las palabras en que me ahogo.
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Apuntes para el poema Hice apuntes para escribir un poema a la primavera, y de tanto (re)escribirlo, s贸lo qued贸 de las flores, el recuerdo de su aroma, y mi asombro ante tanto verdor.
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Árbol
La caída del árbol le distingue. José Lezama Lima
Yerta raíz de ausente savia, tu detenido rumbo y la oscuridad que paces en precaria verticalidad, se alimentaron antes del fulgor que ahora de tu piel rebota. Seguirás inadvertido, aunque en la mar del viento giren tus ramas, tristes aspas desheredadas, en medio del fértil bullicio de la noche.
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Beechwood road Del furtivo amor que entre vencidas hojas yace, oyes pasos bajo la invisible losa de saudade. Bajo el mismo ubicuo azul plomizo del cielo. Bajo el mismo sol que en obediencia a Josué, se detuvo en medio de la batalla, se repiten hoy tus sueños en todas sus formas posibles. Como luminosa mañana de la isla, aroma de cundeamor, guarapo, y desbocados ruidos, recreas y acoges la tarde en medio del tapón. En los deliciosos zaguanes de Ciudad Nueva o del Vedado, se perciben restos de diálogos a medias, conversaciones truncas o por elaborar,
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risas no acontecidas, planes por establecer, citas incumplidas. Sientes el atardecer que asoma su húmedo y frío hocico, con pronóstico de nieve, “algunos chubascos dispersos a ratos tornándose hielo que hará peligroso el tránsito en las grandes autopistas.” Wellesley, Massachusetts por las breves aceras de Beechwood Road divagas, desandando en el pensamiento los restos de la tarde.
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Pensar la rosa En la mesa de trabajo con todo el instrumental necesario, planeo la rosa, capto al vuelo sus formas, a vuelo de pluma, a vuelo de mano, a mano libre, a vistazo leve.
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Retrato
Sin perro ni residencia fija, en el débil rumor de los días, sobrevivo al peso de mí mismo, anclado en ese otro que me empuja a ramonear el árbol del tiempo.
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Esbozos de tu tristeza Trepidación, monotonía, sombra de luz que no alumbra. Tu orilla está repleta de invisibles puentes. Como diminuto y opaco sol, la soledad brilla en el horizonte, la tristeza es eclipsada por la alegría de la multitud, el ruido, la música. Ocurre que estás sola. Ocurre que tu alrededor es de soledad, tumulto, follaje, paz y fiera guerra. Torres y estiradas sombras, que a la vez se disputan el poco espacio y reconstruyen el paisaje, edades, ecos que se anulan, triunfos que relegan la importancia de ciertas alturas, sin importar la presencia de flores o pájaros y, pese a todo siguen importando los callejones, el maíz tierno, un buen trago, un paseo por Juan Dolio.
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Simple recuerdo Más temprano que tarde, en tu memoria, yo he de asumir la forma pura de un soberano temblor. Todos los fragmentos de mi ser, que durante tiempo innombrado te buscan, se recomponen en un pasado en que habitas, las agotadas provincias de la memoria. Más temprano que tarde, lo palpable que soy se tornará memoria, mentida espuma en vaivén, simple recuerdo.
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Sin tĂtulo
Nadie se mira en unos ojos, dos veces, con igual deseo.
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Estatuas Las estatuas, mueren tambiĂŠn, si nadie las mira.
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Piedra de la noche Piedra de la noche. Luz compartida. ¿Dónde los azúcares de tu esfuerzo, la dulce dentellada de tu voz a mis silencios? ¿Dónde, oscura, espesa bóveda , estarán los ecos soñados de tus aguas, los tibios manotazos de la pasajera lluvia de la isla, los arrogantes limos, las caracolas, los guijarros del río, su resbaladiza vestimenta, su discreto monólogo por las aguas? ¿Dónde, sino sobre el pecho del día, podría descansar la fija ternura de mis manos? Interrogo sin ilusión este vacío que te nombra y espero.
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Genealogía A mis abuelos ¿yorubas, gelofes, mandingas?
Al principio todo fue foráneo, ajeno. Signo ajeno, ajena música. Ajenas la omnipotencia y bondad de los dioses. Poca la tierra que habitamos, ergástula, sepulcro de guerreros, carimbados hombres y mujeres. Junto a la vacada cohabitamos los boscosos llanos del norte. Permutamos signos y tambores. Hermanados en la anochecida neblina del Bois Caimán, invocamos a nuestros dioses, sin rayas ni pirámides que nos separaran.
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II Donde paren ríos y arroyos sus líquidos puros, en las más encumbradas cimas de la isla, aprenden las aves melodías de su canto, y ensayan los aires invisibles piruetas, nos refugiamos. Lejos de las estampidas y las llamas, bajo yagua y palma, bajo el salobre y tibio azul del tiempo, guarecimos sueños y añoranzas del Dahomey.
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III Desde el principio ayunamos, donde la luz de los días, en casi monótona repetición inaugura la entrada de cada jornada, ata a la corona de la mañana su resuelta fosforescencia, y enciende lo que de los días queda, en sus densos habitáculos. Ahora, árboles somos de repartidas raíces aquí, allá y todo nos pertenece.
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Árbol de mis juegos El árbol de mis juegos se sacude la luz del día, sobre las cúpulas de la mañana. No da frutos que satisfagan a los golosos. Percute sus frágiles y acompasadas castañuelas, en la fragante bruma del mediodía de febrero. No viste de yodo y salitre, como el vociferante y sediento mangle o la dócil uva playera. Exhibe la aguda parsimonia de sus espinas, anuncia, arrogante, la robustez de sus sombras. (No le conciernen pesadillas de mobiliario alguno). La penumbra es también fruto suyo, sombra dulce que adormece y disuelve sopores, desata follajes que iluminan las noches del trópico
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y domeĂąan la fogosa voracidad del dĂa. No duerme el ĂĄrbol de mis juegos. En su prudencia se establece un faro vegetal, que en la oscuridad vigila.
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Ejercicio de jardinería
Sin dirección ni sombra posibles, avanzan las raíces, por los callados vericuetos de la tierra. Ríe a solas el poeta, recordando el sermón que por Internet le enviara su amigo el arquitecto. Manotazo invisible, descuelga el recuerdo un antiguo refrán: “Yerba mala nunca muere.” Descansa y advierte que, lo que hace es eco visible de anteriores esfuerzos, y que pese al estival abrazo del día no es ese su espacio definitivo, tierra que puede amorosamente nombrar suya, sin embargo, cuida su jardín, corta el césped.
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Pike Alguna vez anhelé la vasta tranquilidad de estos prados, la anárquica simetría de estos árboles, su arrebatado verdor, la robusta limpidez de tus aguas.
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Antonio Álvarez
Atrapado en el estrecho círculo de luz de la lámpara, juegas con la proyectada sombra de tus dedos, mientras el pensamiento empozado en el recuerdo, atina sólo a reconstruir tu imagen de hombre ante sí, lleno de interrogantes. ¿Por cuáles calles de La Habana vieja vagas, rumiando versos, o tratando de escribir lo que crees será tu mejor poema?
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Sello de agua Inadvertida presencia, tu mudez embriaga la pĂĄgina. Creces a lo largo de ti misma y en tu propio reflejo te estableces. En breve espacio fundas tu discreto imperio y soberano reinas, sobre tu propio confĂn. Sello de agua, inadvertida presencia.
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Cansancio visible Hay cierto cansancio visible, cierto hollĂn de modorra, nube que cuelga interminable, obstruyendo luces del placer. Existen olores oscuros, seĂąas de identidad, que cuelgan de la vestimenta de los objetos, atareados con su propio decaimiento, zozobrantes de sĂ mismos (prefiero la palabra driftwood con sus bordes mellados) en lo profundo de su abandono.
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Jardinera Entre rocas el mar y la ciudad. En el brevísimo borde, donde el rumor del barrio da paso al de las olas y las escuelas llevan nombres de tus héroes y artistas. Paralelo a las intocables paredes de sal que erige el mar ante la ciudad, hibiscos, girasoles, claveles, geranios y rosas, a su cuidado se disputan las brevísimas parcelas soleadas. Nadie imaginaba sus destrezas, el poder de sus manos rastreando las profundidades del suelo, entre acera y contén. Nadie pudo suponer que florecerían sus dedos, en los tiernos pétalos de luz que hoy iluminan su cuadra. Existe en La Habana una cuadra
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que se alumbra con la luz que un d铆a sembr贸 esa dulce y callada mujer. Su nombre no recuerdo pero poco importa.
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Siempre cercanas Siempre cercanas, inexplicablemente misteriosas, mis hijas irán a jugar entre mis libros, hasta el momento exacto en que empiece yo a leer y a descubrir que las subrayo, como cada idea releída o palabra memorizada, rebuscada en los más conspicuos diccionarios. Tiempo vendrá en que no tendrán que entrar al mar, tomadas de mi mano, como quien se aferra al más sólido suspiro, o como quien ata grave, reverente, los nudos de la driza, con tal que su bandera dé al viento sus colores, los mejores estallidos de su lienzo, sobre el invisible lomo del día y en los fríos truenos de su ondear
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deje perplejos los ecos de las capillas del aire. Tiempo vendrá, en que se revertirá este inenarrable cariño, que, más que flor, es semilla.
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En tus cabellos
En tus cabellos anida un silencio no previsto. Si salgo a contemplar las estrellas, a otear con el Ăndice la cruz del sur... Si en la mĂĄs densa oscuridad navego tratando de verificar los murientes brazos de tu lejano y leve corazĂłn, el ulular de la brisa entre los abandonados anillos de la noche, en cenizas se anulan tus huellas, y me pierdo en mi propia bruma.
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(Re)posesión Son míos esta luz chata del mediodía, esta brisa blanda, juguetona, los callados y extensos flamboyanes, las guajanas enhiestas y orgullosas, la guásima diseñadora de sombras, el jabillo tronante, el impávido guayacán, acuchillando uno, frotando el otro, los invisibles bordes del día, su bóveda impalpable, su copioso esplendor. Míos son estos pastos. estas tierras, aquellas montañas, su estirada y muda deposición de siglos, arroyuelos y ríos en su anegada danza de burbujas, y guijarros pulidos por la espera. Todo es mío!
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Algo en mí A tientas desciendo del sueño. La luz mañanera me escarba las pupilas, y se derrama en luminosos chorros secos, como sílabas truncas, disimuladas entre el polvo de mis huesos. Muere algo en mí, como badajo sin campana, como lo oscuro en el resplandor cuando acrecienta su población el desasosiego, y el vacío hace de la página su dominio.
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Conocía el mar
Conocía el mar. De sus sales conocía los amargos acentos, el tintineo de sus espumas escurridizas y breves. No conocía la melancolía hasta perderte. Tu noche azul, descamisada, se hizo tarjeta postal un buen día, y en tus impalpables espejos me vi distante, dolorido, callado.
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La urdimbre del silencio Una hilera de montañas se eleva en el traspatio, como quien levanta la mano para despedirse. En la casa, las cortinas caen en forma de lluvia tropical. Los muebles, mi escritorio, mis libros, el ordenador, como corteza de árbol talado, callados rememoran a los ausentes. (Está sola esta casa ahora, solos estos espacios, mas no vacíos.) El vacío de la tarde se incrementa, y nunca sabré con certeza el porqué dieron nuestras vidas estos giros bruscos.
En la urdimbre del silencio que apuntala la ausencia, apresadas las manos entre las rodillas, permanezco junto a mi hijo.
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En su voz oteo viejas interrogantes. En el eco de sus porquĂŠs, habitan los mĂos, sin respuestas posibles, y tolerante espero.
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Ante la puerta Ves ante ti la puerta que bien pudiera dar al ĂĄmbito esperado, al simple vacĂo o a la nada. Ante ti estĂĄ cerrada, pero bastan tus deseos de atravesarla, y se transforma lo que pudiera ser, el otro lado, los siempre ambiguos planes de la noche, el aire, a veces, siniestro de calles y callejones, de salas de espera. Como turista entre alborotadas palomas, con las manos sumergidas en la penumbra de los bolsillos, permaneces ante la puerta indeciso.
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Impromptu
Yo soy el que a la vez me delato y revelo nuestros más íntimos deseos, en la blanca desnudez de la página. En mí, conmigo, se gesta un diálogo que nos identifica. Tú desde la densa pradera de los días, yo desde el carcomido dintel de la espera.
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II Los discretos demonios de mis iras, como guijarros de mis frustraciones, lanzo contra las aguas del tiempo, para que destrocen los líquidos ventanales del lago de mi colérico silencio.
III Relámpago, vino, fuego que del mar provienen... Luz lenta. Miel de luz vespertina... El rumor de la Singer sin pedal, pespunteando canciones de silencio, que repiten los aires tibios del puerto.
IV Para pillar al sol en vespertino desliz, saltan tejiendo redes, los peces de mi búsqueda, mientras en el chinchorro de luz
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atrapadas, como dilatadas velas, mis manos esparcen las cรกlidas sombras de su รกmbar.
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Giraldilla Para Miguel, que también sabe
La noche despliega sus espesas y frías sombras sobre todas las cosas. El sólido aburrimiento de las rocas, la sigilosa pasividad del Almendares rumbo a la mar, nada tienen que ver con esta ciudad que nos crece en la memoria, y se nos agranda en lo más íntimo. Nada tienen que ver, los laboriosos elementos que corroen viejos muros y edificios, los mismos contra los que revientan las acorraladas olas, los maléficos nortes que apalean pinares, arrodillan los dóciles platanales, despueblan barrios y calzadas, y a fuerza de su herrumbre,
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diluyen la desdibujada sonrisa de la Giraldilla. Por las alfabéticas cintas de asfalto y números, discurren nuestros amigos, sin advertir nuestro palpable deseo de presencia. ¡Cuánto quisiéramos no anhelar esta ciudad, sino poseerla!
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Invierno Sumergidos en su jaula de humedad, los grises árboles por donde el invierno transita los hielos de su luz, esparcen clorofila y un polvillo invisible sobre la melena del césped. Sin mucha suerte, recorremos calles de helados rostros y nombres ilustres, y se me antoja que el poema recién comienza, que los muros de los cementerios no tendrían razón de ser, si respetáramos a nuestros muertos.
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Toda mano “toda mano requiere ir hasta su deseo” Andrés Sánchez Robayna
Toda mano endurecida debería sublevarse. Toda mano sublevada debería hacer arder las aguas de su puerto, desencadenar los aluviones de un escalofrío inédito. Toda mano de asombro sedienta, debería diluirse entre temblores y penumbras, (re)inventar la sequedad de la luz domeñada, que a lomo de los días, eclipsa los grises matutinos. Si una mano solitaria en amoroso rapto decide consignar códigos y claves, en la rígida transparencia de la ventana,
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y los veloces y borrosos ĂĄrboles ignoran el hĂşmedo brillo del dĂa, de nada sirven mensajes y cĂłdigos secretos, al paso de estos trenes sin rumbo.
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Aire verde En el aire verde, la sombra de cuerpo entero del recuerdo se extiende sobre los dĂas. Como cantando en la ciudad, a oscuras, la noche orbita y desanda. Inspecciona jardines, cuestiona de los edificios nuevos el contorno. Inadvertido desciende un oscuro rumor, que entre las rendijas resecas, se cuela y se establece. Los pinos, en coro habitual, rasgan la piel del silencio. Los pĂĄjaros, silfos impostores, con silbidos y canciones que los niĂąos tratan de imitar, afilan sus picos mellados por el resol. Junio se corona de aire verde, y sobre cada objeto, deja el relente de su paso.
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Chichigua Por sobre el azul húmedo y salobre de la isla, entre las leves sábanas del viento, asciende por los andamios del día nuestra chichigua cantarina. Cuerpo de invisibles extremidades, desanda caminos y veredas por el aire que la sustenta, recreando mapas que perfila el sol. Mapas que, mucho antes, la luz que ahoga estas islas, había recorrido sin obstáculos, sin sombras posibles que la atenuaran.
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¿What do I do now? En el resplandor morado y ardiente de la mañana, las aves del bosque (re)estrenan su trinar, y el arroyo nuevas fórmulas del cristal de sus aguas. Mi vecino, como héroe anónimo, se lanza al mercado de trabajo, mientras sentado al borde de mi cama, debato conmigo mismo, mis tareas del día. Desde el cuarto, advierto el eco de mi hijo negociando con su madre, que hoy es un buen día para quedarnos en casa, imagino entonces su letanía de la jornada: “What do I do now?”
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Transeúnte He retrasado los relojes. A orillas del camino, he dejado mis zapatos, no por el sólo placer de la tierra como agua cálida escurriéndose entre los dedos, o la caricia de las dóciles briznas, o la discreta humildad de los hibiscos. He querido dejar volar libres mis pies, apresurados potros, piafando por todo el trayecto. Mi ropa, paredes ondeantes en el aire de la noche, rozan contra las inagotables minas de deseos de mis manos. No ignoro el poder blanqueador del sol sobre las casas, sobre abandonados osarios, avanzo simplemente.
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Si se miran los espejos Yo temo ahora que el espejo encierre el verdadero rostro de mi alma, lastimada de sombras y de culpas, el que Dios ve y acaso ven los hombres. Jorge Luis Borges
Si se miran los espejos, se retuerce y multiplica su mirada dĂłcil, sĂşbita. Si se miran los espejos, y el sol atina acercarse a sus orillas, se apoderan los destellos de todos los sonidos que pueda emitir la luz en su profundo goce. Cuando se miran los espejos, tĂş y yo somos otros, numerosos otros. Otros y, a la vez, los mismos, repetidos, atascados
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en nuestra propia perplejidad. Si se miran los espejos, desnuda la sombra su trayecto, se sumerge en lo mĂĄs oculto de sĂ misma, abjura de sus orĂgenes, si se miran los espejos.
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Negros espejos En los negros espejos de las pupilas de mi hijo me veo, quisquilloso, perfeccionista implacable. Inquisidor impaciente, sumiso, dulce. Ignora ĂŠl la profunda ternura que lo habita, en la que nos regodeamos tĂş y yo.
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Álbum familiar Sucesión de sollozos, el viento piel de todo, transcurre con los años. Yo observo viejas fotografías que desatan aluviones de memorias . Me veo de niño endomingado en mi traje de “sharkskin” y zapatos blancos. Marion Peters y su Singer sin pedal en el patio de tierra liza, barrida con escoba dulce. En la última foto, tímida, junto al mar, me mira la colegiala de risa nerviosa.
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Paisaje La noche desanda, el oscuro viento del sur cabalga el agresivo cacto del mediodĂa. Bayahondas, chivos, iguanas, engaĂąosamente sedientos, repiten nombres, seĂąalan osamentas blanqueadas a puro sol, descoloridas a olvido puro.
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Aire anclado
En su propia sal anclado el aire espanta los p谩jaros mudos de las sombras. Entre las nubes trazan nombres, y en su silente lenguaje, baten sus alas de viejos y obtusos cuchillos. Este aire resplandece, no canta. No traspasa las columnas de furtiva y lejana luz de los vastos paisajes de la espera, en su propia sal pervive inm贸vil.
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Mi almohada
Residen dentro de mi almohada sueños que no cesan de invadir los míos. Suntuoso bosque de sueños es mi almohada. En su jaula de ramas atrapa al viento, y lo obliga a cantar. De alguna manera, sé que ese suave aleteo que a veces escucho, no es más que las alas desperdigadas de difuntas aves en su afán de (re)estrenar vuelo, y gráciles planear en los cielos de mis sueños.
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Oscuro amor 208
Te amo como se aman ciertas cosas obscuras, secretamente, entre la sombra y el alma. Pablo Neruda
Donde quiera que estĂŠs, te gustarĂĄ saber que te pude olvidar y no he querido. Joan Manuel Serrat
La admiraciĂłn mata el amor porque viene del entendimiento, el asombro lo exacerba porque viene del alma. Federico Fellini
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Para Beth, que me ha carimbado* con el fuiego de su amor.
*Carimba. Hierro para marcar reses o esclavos
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Llamas de la noche EN presencia del fuego en el ardoroso mapa de sus llamas tu rostro asume nuevas formas y te pareces a ti misma (re)inventada En la indetenible carrera del sopor otoñal emigran las hojas a lomos del viento Insectos de ámbar y luz Perros mudos que afligen al poeta ante el arribo del alba permutan sus ladridos por el repique de campanas ¿Quién extinguirá las llamas de la noche? ¿Qué sombras darán cobijo a estas perennes y cambiantes luces?
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Retorno MEDIODÍA puño de luz sopor extendido golpean como quien salda cuentas Mediodía luz desparramada en invisibles paredes pospone sombras de sí misma y anuncia tu retorno.
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Lo que no sabe el cuchillo NO sabe el cuchillo la profundidad de la herida en que navega su filo las oleadas de dolor que a su paso (des)encadena Nada sabe el dolor de las tinieblas que lo engendran ni de los alcoholes que destilan sus propias sombras.
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Silencio SILENCIO de ataúd Oscuridad de ataúd El silencio diseña su propia distancia la distancia su singular sombra la sombra la espesura de su propia noche No hay aguas que desemboquen en estas rampas No hay soledad que defina y justifique esta angustia La angustia florece aunque los niños salgan a jugar conmoviendo al día.
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Premonición
ANTES de que se extinga de inercia su corazón esa mujer que hice mía me habrá de negar repetidas veces y en medio del sopor de su agua de colonia --ya lo sé— habré de perdonarla porque la que me invade es la misma soledad que diluye su sonrisa y la de la Giraldilla es la misma que colma mis días.
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(Re)encuentro
EN alas del aire ĂĄgil blando y frĂo de Nueva Inglaterra navegan noches de febrero y octubre confundiendo bordes En los congelados filos del invierno la espera articula el encuentro Al amparo de la espera rejuvenecen corazones maduros.
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Creencias de la rosa
LA rosa se cree mariposa porque ostenta colores La rosa se cree mariposa pero s贸lo viste fragancia y es breve su color La fragancia se cree estrella porque refulgen sus matices y es infinita la extensi贸n de su alcance 隆Qu茅 de rosas!
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Cuando te alcance MÁSCARA del olvido Triste máscara del recuerdo Asidero no le diste a mi descarrilado amor Sonido oscuro Cuando te alcance te voy a llevar donde nada nos separe ni las nubes ni el viento ni el filo voraz de la luz ni las más densas sombras ni los discretos muros que levanta el día alrededor del viento ¡Cuando te alcance amor cuando te alcance!
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Otra manera ¿DE qué otra manera he de tenerte plena mía cereal de mis días luz vespertina que muriendo sin saberlo exhibe su alegría? ¿Cómo he de regresar el tiempo si hemos partido y el torpe y desgastado pañuelo del adiós sigue ondeando mientras en otros corazones hurgamos buscándonos?
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Desatado fervor DESATADO fervor Oscuro amor que me corroe la vida Amor distante que fortalece y agrieta los cansados cristales del día Amor más triste que el llanto de la lluvia gris Amor desenterrado salvaje y loco perpetua flor de días medio acaecidos Apodérate de cuanto queda es tuyo sólo tuyo.
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Oscuro amor OSCURO amor que desde luminosas ventanas deleitas y renuevas mi arrebatado corazón Ahora que regresas a mí de distante viaje ahora que te deshaces de las furtivas huellas sin dejar rastro visible ningún dios posible podrá doblegar ni trocar mis sueños como te he soñado mía sin límites ni ataduras Ya no será abril el mes triste del que hablan algunos poetas Para nosotros será mes de tiernos recuerdos a puro corazón forjado Amor en tu sangre en la mía arden los mismos fuegos se derraman iguales luces El viento que guía tus naves es el mismo que se despliega en las sedientas sombras diurnas de mi desfasado anhelo.
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Lugar incierto YA no quedan silencios No quedan más banderas por desplegar centros límites por alcanzar ni dioses celosos o neutros Se han ausentado todos y las indeclinables aves del adiós no baten alas y ya no hieren inclementes los puñales de la despedida Adiós lugar incierto deshabitada luz.
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Oscura transparencia
Lo mejor no es la caricia en sí misma sino su continuación. Mario Benedetti
AHORA puedo caminar junto a ti sin que estés conmigo Puedo oírte sin que me hables Tu signo es la oscura transparencia de la lluvia Tu luz la de este exiguo y breve sol de Nueva Inglaterra Riachuelos de caliche y guarapo nos irrigan la sangre Provincias de olvido y recuerdo somos Comarcas de desbocado amor nuestras vidas ¿De qué materiales está hecha la transparencia que te concibe albor de mis días? ¿Cómo se construye el alba sin luz que te contenga? ¿Cómo las espesas paredes de soledad que te cercan?
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Ternura salvaje sedienta de entrega.
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Descubrimiento COMO pecio en aguas de su propio naufragio como pozo seco en la noche repitiendo los ecos de su aridez ambula este corazón de ti sediento y en medio de la densa tristeza que le atribuyen al mes de abril me diste miel de las penumbras vacías de los tambores me diste a beber del sonoro hueco que escuda tu corazón errante me diste pequeña mía de tu amor el más ávido el para mí reservado.
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Esos que arrastran ESOS que arrastran las oscuras aguas de tus ojos son escombros de mi pasado desilusiones inadvertidas duelo entre resplandor y sombra tierno desafío guirnalda de luz flor de viento sollozo reprimido Ahora por tus silencios trepan los míos Todo se llena de ti y te siento crecer vigorosa irrepetible más allá de ti misma como número momento o cifra de día no vivido como pregunta extendida sin signos sin fin.
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Trueque TÚ me das tu corazón yo en cambio te doy las mieles de mi alma de poeta errante sin singladuras (pre)establecidas sin anclas sin ataduras.
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CartografĂa sentimental
COMO moneda refulgente en la vastedad de las arenas Como luz diluida en el bosque silente del dĂa repaso los mapas de tus sentimientos los croquis del adiĂłs que no pronunciaste.
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Ausencia EL sonido alma y cáscara de lo palpable forma que asume su dureza repite los días y sus nombres Repite tu agresivo y silente adiós el eco de tu abrupta partida Hoy lo que queda es tu imagen de mujer herida como empedrada orilla de mar como el centro mismo de una estrella de corta vida y en lo profundo de tu mirada leo el mapa de agua seca que desvía tu camino En mí pervives a tu pesar.
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Como beso fresco
COMO beso fresco recién dado Como beso que no se apaga el día recobra luz y la brisa escala edificios solitarios por estrenar calles vacías de tu barrio esquinas pobladas de risas y recuerdos.
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Recuerdos que no fueron
LA muerte vierte sus ecos en met谩licas copas mientras las campanas ensayan loas a la mudez de sus badajos La muerte pasa sin pasar y a su paso s贸lo quedan silencios dolorosos silencios que matan de tu presencia todos los recuerdos que no fueron.
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Tu partida LAS aguas rotas esconden en espumas sus heridas y lloran desolados los cangrejos la sal que se dispersa en el aire Las arenas repletas de silencio se niegan a albergar mĂĄs resplandor del asignado por el dĂa y las aves sobrevuelan el silencio de tu partida.
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Beso a beso BESO a beso por los invencibles andamios del encuentro fuimos edificando las que son ahora ruinas del recuerdo discreto camino que desemboca en furiosas aguas de amor no consumido.
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Mañana
ESTA luz estrictamente fiel ilumina las débiles y circunstanciales aguas que bañan la tarde arremolinan la noche y hacen preparativos para mañana Mañana será muy tarde Mañana habré optado por otro camino otro sendero partirá pan conmigo Otro será mi techo otro mi lecho.
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Nada NADA tengo Nada te puedo dar Nada puedo contra los turbios lienzos de tu pasado El amor que te ofrezco nada tiene que ver con los valores del mercado.
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Escudo EN la dehesa del día donde pastan los unicornios del deseo una sábana blanca al sol ondea como bandera de armonía como apacible vela henchida En la suave y dulce caoba se desliza Bach con todos sus teclados luego Vivaldi revisa el curso de las estaciones ¿Adónde irán a parar las ciguas en el invierno de la isla? ¿Adónde irás tú cuando tu “preciada” soledad ya no te sirva para escudar tu nostalgia de mí?
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Mis manos
MIS manos s贸lo quieren salir a cazar las circulares palomas que reposan en tu pecho inundar de tibieza los dulces cerros de tus caderas represar los desbocados r铆os de tu pubis y saciar los potros de su sed.
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Reclamo MITAD ruego mitad demanda esta mujer reclama lugar en mi vida.
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Excúseme señora EXCÚSEME usted señora por haberme tardado tanto bajo su piel por haber desatado la sed que ahora la habita por no advertir que mi sol no se ponía en sus cielos como creí Fue sin querer señora que queriéndola yo la indiferencia inauguró distancia entre nosotros dejó en la mesa sus mejores frutos Excúseme usted señora que mi frente quiera descansar entre las opacas lunas que alberga en su pecho y que la sombreada isla de mis deseos se vea nutrida de abulia.
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Sobrevives
SOBREVIVES la transformación de tus propias sombras la cascada de angustia sin fin el cataclismo de amor no correspondido Oscuro amor en derroche sobrevives la inundación de tu propia luz el vendaval despierto de tus días la negación de ti misma Fruta madura pueblas de aromas la noche del transeúnte Fruta jugosa te espero junto a la flor arraigada en soledad.
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Mitad de semana
MIÉRCOLES mitad no pensada de tiempo Jueves y se aproxima el final Se acerca la luz de tus cosas al sonido exhausto de sordos badajos Viernes última estación anuncia el conductor Los pasajeros del día deberían sentir nostalgia por la noche pero sencillamente la ignoran.
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Tu retrato COMO cuadro de aire y luz tu retrato preside las densas salas de mis recuerdos ilumina mis pensamientos y con su silenciosa mĂşsica distrae los restos de mis noches.
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Ventana Desde tu corazón me dice adiós un niño y yo le digo adiós. Pablo Neruda
PARA cuando te llegue este mensaje yo tristemente me habré resignado a recordar que entre nosotros no todo el amor fue consumido que de tu ternura no pudimos transitar todos los senderos que aunque beso a beso conquisté las rotundas y blancas alturas de tus caderas y tú mis más densos bosques de caoba la avidez que hasta entonces habitaba mi boca como el azul de las noches de Cuba que no conoces derramó sobre mis días fragor y luz que ahora tu diminuta mano blanca repentinamente clausura silencia con el índice del adiós Me resignaré a recordar
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de tus desatados placeres sumergidos en el albor de imparciales sábanas sus lentos y audaces salmos el enriquecido ámbar de tus ojos las tardías aguas de su firme y pedagógica mirada y tu agridulce admonición hundida en mi silencio “no quiero irme pero me tengo que ir.”
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Segunda ventana ¿QUÉ hago con lo escaso que me dejas de vida cuando en los innumerables corazones del viento no florezca mi risa y en mis versos no habiten los claros y nobles sonidos de la tuya? ¿Qué haré solitario obvio cuando mis palabras ya no te acosen y el álgebra de mi soledad interior se subleve contra tu silencio? ¿Qué haré cuando tu persistente transparencia se imponga “al verso aquél que no podemos recordar” desborde las orillas de parques y estacionamientos baldíos y reine tu imagen en urticante recuerdo tornándose sombra de beso robado bajo las cenizas de las tardes de Nueva Inglaterra? Dicho de manera simple ¿Qué voy a hacer sin ti?
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For ever you Yo vivo […] con tus ojos, tu cuerpo, tus besos, sí, con todo lo tuyo menos tú. Pedro Salinas
MIENTRAS vivas viviré yo por tu implicado y voraz cariño porque yo no sólo soy lo sabes tú lo sé yo tu hombre sino tu hombre múltiple todos los hombres habidos y por haber en tu vida.
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Ceremonia SOLEMNEMENTE arrodillado unjo de oscuros besos los azules riachuelos de tus pies y mientras avanzo las invertidas campanas anuncian la próxima estación el centro el núcleo mismo del placer el ámbito breve de mi momentánea muerte abrevadero donde desata mi lengua una y otra vez sus tibias y húmedas oleadas de caricias hasta derretir la medianoche de tu apasionado sol.
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Despedida APENAS te marchas y no es posible librarme de tu presencia espesa nube que sobre el día se erige Te marchas y se descompone mi celular y ya no me es posible verificar la temperatura del día siguiente hacer cosas simples sin que la ausencia de tu aroma como fruta fresca lo sobrecoja todo neutro hibisco de mi alba Apenas cesas de florecer en mis días y los mellados bordes de luz retoñan en tristes campanadas ¿Dónde estás mujer que no me escuchas? ¿Será que “mi voz no te toca”?
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Habitar los pronombres ME tiembla con violencia la mano y no te puedo escribir No te puedo (re)tener y en compensaci贸n te pienso continua e intensamente por eso reconstruyo tu resbaladiza imagen y te evoco entre las sonoras y dulces hendiduras que a lomos de la tarde abren a ritmo de jazz Bill Evans y Stan Getz (Ay de ti poeta que s贸lo atinas a contemplar el teclado y gritar a toda voz tu alegr铆a de habitar en los pronombres.)
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Parquecito del Cacán YERMO espacio donde la nostalgia fue prematura La nostalgia era el presente. Espacio preferido. Pisoteadas riveras del río donde vaga sin rumbo el silencio y los atletas ignoran, por obvia, nuestra presencia, nuestra risa, mi velado llanto por tu extenso adiós, los alargados debates sobre el empleo propicio del modo subjuntivo. Cacán, ni tú, ni yo sabíamos que era “lengua que hablaban diaguitas,1” como tampoco advertíamos que eras life line de cuanto se me escapa que yo era el tuyo.
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Indio americano que en la época de la conquista habitaban el noroeste de la Argentina
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Al principio EN el principio fue la tristeza luego viniste tú a regar las flores de mis días a abrir vigorosas ventanas de amor Al principio todo era tentativo inseguro provisional Luego crecieron raíces y verte bajo el velo de amor donde siempre te he tenido fue como quemarse en llama de espejo ardiendo hoja de calendario desplazándose entre los cerros del viento Quise entonces -tonto yo- hacerte mía por siempre sin conocerte.
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Casi haikú Y te escapas como puño de agua así mi alegría.
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La otra mujer LA otra mujer podría sin dificultad conciliar el sueño con la presencia de estos ruidos armoniosos que se te agolpan en la mente con fechas y horarios como arroyuelo de ternura desbordado como eco de caricias incompletas La otra mujer se lanzaría a mis brazos e inmóvil me escucharía repetir como si abrigara interés en enumerar las sílabas -I want you back y ella ignorando la coherencia del momento -Am not mad at you it’s your circumstance y se hundiría en el más compacto silencio Esa otra mujer se niega a sí misma en las palabras en el armazón de la palabra misma A esa otra mujer le sienta bien el negro los pendientes grandes circulares las gafas negras en contraste con sus carnes casi transparentes pobladas de pecas que alguna vez han explorado mis besos La otra mujer te aseguro
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sabría reconocerse en el poema tú no porque no eres no podrías ser ella eres única irrepetible Aquella podría descifrar sin esfuerzo nuestra madeja de códigos DR LIB T K M/ T E M/ M H M F M A Esa otra mujer sabría la duración exacta de un beso la extensión de una caricia tú no.
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Nota al pie HAS sido tú la primera en recordarme a qué se parece la soledad, cómo sentir su presencia, cuáles son sus efectos secundarios, que el color que prefiere es el menos osado, el más inepto gris y cómo a Elvira Madigan nadie le advirtió que jamás bailaría este vals porque aquella bala llevaba inscrito su nombre.
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La distancia LA distancia estรก hecha de un fino y frรกgil cristal que refleja el pasado viejo filme blanco y negro en que discurrimos brevemente felices La distancia es el momento en que no consigo reconstruir los sonidos de tu voz es el instante en que me declaro culpable de haber espantado las sedientas y erguidas palomas de tu pecho.
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Estado de reposo PLANO denso como la abismal y engañosa profundidad de un espejo en mi más reciente tiniebla tus ojos se niegan a alumbrar extienden la ancha y honda tristeza que habita el azucarado ámbar de tu mirada No se dejan oír los alegres cascabeles de tu risa ni estremece el rock las paredes de la casa De repente todo parece haber silenciado.
}
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Presente
Ahora confirmo sé que estas calles me vuelven nostálgico que el enfermizo cuidado del césped de los perros del vecindario me enternecen y que es hermoso releer cartas viejas recortes, notas sobre todo aquellas en las que dices que te hago falta que tus días ya no son iguales sin mí sin mi risa que no es igual la amarga penumbra de tus noches Ahora que sé el origen de mis nostalgias puedo adivinar el de las tuyas puedo descifrar esta loca caravana de detalles incorregibles que pudieran ser parte de la conquista de tus suelos
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Recuerdo tus primeros besos tus tímidas caricias anochecidas tus pactos con la luz moribunda de noviembre la acentuada exhibición de colores del otoño los inhibidos atletas del río y los alegres e indiscretos amantes del parque Son demasiadas las cosas que puedo enumerar como causantes de esta nostalgia
Es un mundo tu mundo atropelladamente tierno dulce ¿o es la timidez del sol de Nueva Inglaterra que me hace alucinar? Te apetezco y no estás Si estuvieras ese sonido metálico que se desprende de la noche sería menos hosco, menos acre No estás y te apetezco Me apetece un trago de single malt pero no puedo tomar alcohol Me queda no obstante el alivio de rastrear entre mis discos las aciagas baladas que interpretan
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Ben Webster Keith Jarret o Stan Getz que podrĂan menguar esta sed colmar este vacĂo.
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Valle de tus brazos EN el tibio, diminuto valle de tus brazos dejé volar los ariscos pájaros de mi imaginación y así ha nacido el poema Palabra a palabra he tendido los puentes que ahora llegan hasta ti y que por faltarme valor tesón no intento cruzar.
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Mía “Tú no eres ajean porque vas conmigo.” Mi pensamiento te invade, se adueña de ti y esos suspiros desproporcionados, esos que oscilan entre ira y desesperación no son más que inadvertidos testigos de mi presencia que en cada latido murmura tu afligido corazón.
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Muchacha triste MUCHACHA triste yo soy el extranjero que locamente te am贸 El que bajo tu techo ante igual espejo nombr贸 hogar tu casa Hoy te invoco como poeta que frente a las olas adivina los m煤ltiples azules que crea el mar para en profundidad igualarse al cielo y ser Ahora soy yo mismo y otro a la vez.
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Como un país anclado
COMO país anclado en un mapa esa mujer ha dejado huellas y al pasar los días me ha hecho saber que lo quiere todo no sólo la blanca claridad que la dimensión de mis días le dispensan sino la entraña de la madera de mi vida Ahora que cae la tarde y el sol desdibuja la silueta de la ciudad ahora que los empleados municipales se disponen a abordar los atestados autobuses los estirados trenes me asalta obsesionante su recuerdo.
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Tenue luz REPLETO de la tenue luz de la noche caribeña sigo tan triste como el crepúsculo La espera me entra por los poros y no sé si esta tranquilidad que me empuja a recordar mi infancia es la paz que he anhelado o la que forjo cada mañana al imaginarte aun dormida en nuestra cama No sé si el ruido de los cencerros de las vacas carreteras se integre al concierto de sonidos que aguarda el discurrir del día.
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Ahora AHORA habitas los sueños que aun no he soñado como luz que se enredada entre las ramas de la tarde Ahora voy excavando poco a poco con honda ternura los vericuetos más sencillos de la ausencia de tu cuerpo impalpable eres ahora oscura sílaba que navega el cielo de mi memoria negándose a formar palabras Palabras que edifican tu imagen que se deshace en el horizonte del recuerdo.
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Domingo por la mañana ES domingo por la mañana y al parecer la rutina será la misma Escribiré algún boceto para un poema leeré el suplemento cultural de uno que otro periódico quizás la recuerde triste callada insegura de su propia desbordante ternura que mal disimulada despliego como sueño que no acabo de soñar.
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Patria portรกtil
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Todo país es patria para un hombre y exilio para otro. Donde un hombre muere valientemente en unidad con su destino) ese suelo es suyo. Que lo recuerde su aldea. T. S. Eliot Alguna vez tuvimos un país y nos gustaba Todavía lo podemos ver en los atlas. Pero ahora no podemos ir allá mi amor ahora no podemos ir allá W. H. Auden Quizá mi única noción de patria sea esta urgencia de decir nosotros. Mario Benedetti
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Lección
Observa hijo como rasguña el mar las orillas de la playa como a dentelladas húmedas impone su reino salobre Cuando canta el mar se embriaga de sol la brisa se cuela su música amarga entre blancas cortinas de agua y construye la distancia con invisibles partículas de transparencia diurna.
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Encuentro
Bajo el mismo toldo esperando a que escampe en el brillo moribundo de la tarde me mira esquiva la muerte y yo provocador sonrĂo.
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Bardo
Por calles heridas de luz la frente bru帽ida por el sol con aires de amargo acorde贸n va enmudeciendo el grito que lo habita con el dorso de la mano Estrenando sonidos salvajes va bosquejando satisfactorios silencios Apresurado iba sin saber hacia d贸nde hasta que el 谩mbar de tu luz le traza ruta.
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Testamento
Cuando sea dueño de la suprema carencia y vado el corazón no me retumbe tal vez regrese excavando sueños renovando intentos reclamando desgastados sonidos de resplandores diluidos Cuando sea dueño de la suprema carencia quizá me desprenda de la culpa heredada que me ondea en la sonrisa.
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Sintaxis del olvido
Desconozco la sintaxis del olvido por eso no logro articular con coherencia el tuyo Tu olvido es mi muerte si las mĂşsicas no te entonan ni te enarbolan las guitarras de sal y de sol yo muero.
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Palabras en desuso
Mi amiga la lexic贸grafa colecciona palabras las define las saborea las digiere luego las usa como dardos como verdaderos petardos que implosionan en la memoria y desparraman recuerdos.
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Da igual
«Han cambiado las formas de mi sueño» las orillas melladas de mis ríos El múltiple azul de mi cielo ha cambiado Son más espesas mis noches y la primavera cuando llega se anuncia en las múltiples alergias de mi hijo Ahora no sé y da lo mismo si los espejos de este lago en que se disuelve y pierde nitidez el día son del Armington o del Enriquillo porque sencillamente vago sin prisa doblo esquinas que a ratos no sé si son ajenas o mías y da igual
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Confesión Nunca supe el origen de mi fascinación con la tinta china quizá sea 1a profunda humedad de su negrura o quizá a los recuerdos desenterrados por esta mujer en el transcurso de sus sueños y mi congelación en su recuerdo o del suyo espejándose en el mío Nunca entendí las oscuras fronteras que trazaba Rouault delimitando las naciones de los colores y las texturas del sonido de las formas captadas quizá todo esto sólo lo sepa adabalcácer* con sus secretas fórmulas para domeñar galipotes y ciguapas.
*Pintora dominicana
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Casi biografĂa
Mi
infancia
son
recuerdos
Antonio Machado
Infancia sin julio verne ni salgari Infancia sin infancia Infancia de jabillo de caĂąaveral y riachuelo Infancia de chichiguas y bill elliot Infancia que no quiero recordar.
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Compañera
En lo más hondo de tus entrañas edifico mi morada lugar al que pertenezco Levanto paredes que habrá de garabatear mi hijo con los vivos colores de sus canciones En ti fundo mi hogar creo mi patria y en el ámbar frágil de tus ojos invoco mis despojados cielos mi arrebatado horizonte verdemar Mi luz mi viento salobre mi perenne primavera.
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Mi calma
Mi calma indiscreta mentira que a voces grita mis tormentos hibisco encendido que s贸lo con m煤sica disipa su ancestral dolor.
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Las casas La casa roja la de ladrillos la solitaria aguarda nuestra llegada e1 peculiar ruido de nuestra presencia Aquella casa la que hunde el maderamen de sus pies en el agua perfora los espejos del lago se mofa de su propia imagen La casa vieja amarilla y centenaria que atesora recuerdos y retratos la huella de algĂşn diamante travieso en el cristal de la ventana alguna fecha memorable ruidos familiares tambiĂŠn es mi casa Las casas cualesquiera nos aguardan con calor porque mĂĄs que casas son para mi hogar.
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Cuando hablas
Cuando hablas es otro tipo de silencio el que agobia al día Si hablas de nosotros cada palabra es piedra angular de lo que será nuestra historia Si cuentas el transcurrir de las horas los días se estremecen de asombro Se prolongan las noches y el verano a la mañana cede su ardor Nada permanece igual después que tú lo hayas nombrado con el oro de tus palabras Nada.
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Opción
Callo no porque prefiera el silencio No por renegar de la palabra Los árboles de mi infancia las raíces de sus sombras alargan en mi garganta No culpo al jabillo a la guásima al almendro al cañaveral de mi silencio Culpar podría a la herrumbre de los molinos de las viejas locomotoras de machetes y azadas abandonadas a orillas de la trocha mas opto por el silencio.
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Repatriado
Con casi absoluto dominio de la rutina ensayo de tarde en tarde mi individualidad compartida No hay sonidos que no me conozcan ni aires que en mi soledad me amedrenten Cuando declina el dĂa suelo salir a caminar silbando viejos boleros como quien en lo oscuro camina prĂłximo a cementerio y procura espantar sus propios demonios sus propios temores inĂŠditos sus vados su soledad labrada. Regreso sin regresar.
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Definición del miedo
No sienten miedo los cobardes solo los héroes los genuinos Solo los verdaderos héroes sienten miedo el que arruga corazones y de golpe trae recuerdos rostros queridos voces instantes No sienten miedo los cobardes sólo los héroes.
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Anécdota
Ya no hay ángeles que habiten en la punta de los alfileres Sobreviven todos en el destierro nostálgicos insomnes canosos obesos pendientes de las pantallas de sus computadoras aferrados a la esperanza de recibir algún mensaje que anuncie que en el país algo ha cambiado.
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Patria portátil
Había que olvidar las esquinas del barrio la heladería el parque las iglesias la librería los colmados la playa el sastre el barbero el zapatero remendón Había que cultivar nuevos amores nuevos amigos Había que acostumbrarse a un nuevo sol a una nueva luna Yo inventé los míos Invente para mí esta patria portátil que me cuelga bien adentro con sus ríos montanas valles y héroes Me busqué otra luna Seguí adorando el mismo sol los hibiscos los almendros los callejones y las palmas
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Mi hijo aunque desconoce del sol sus ardores y de la caĂąa la dulzura que veneraban sus abuelos la reverencia al pargo a la ciguapa la majestuosidad del framboyĂĄn es sacerdote de las palmeras.
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Animal acorralado
Animal acorralado por chorros de viento y luz se rebela el día difumina rostros ademanes traza nuevas rutas a la recién estrenada estación ¿Cuál sería el destino de un día que sólo encuentre consuelo en las horas vacías en el ondear de los trinos? Si el día se baña en su propio resplandor ¿quién cuida de su pureza quién ordena los rayos?
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Naufrago
Naufrago en sincopados silencios y prosigo por tu piel como mĂşsica desatada como arpegio luminoso del mediodĂa y me interrogo.
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¿Qué hago?
¿Qué hago con estos pasos que repetidamente me resuenan en el corazón desatando ventarrones? ¿Qué hago con este fuego que me cabalga la lengua me revienta el silencio? ¿Qué hago con esta sedienta guitarra que se niega a ser rasgada?
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En el Callejón de Regina
En el Callejón de Regina habita un eco tuyo que los ruidos del día ni la algarabía de los niños logran opacar En el Callejón de Regina una vía arroyuelo de penumbras ella espera en la otra orilla como transeúnte cualquiera que mide su sombra al caer la tarde sin advertir que estás ausente.
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Viejo patio
Por ti gimen los violoncelos de la nostalgia viejo patio despoblado En tus agrias sombras permanecen sue単os acumulados el cansancio de agotadas escobas promesas no cumplidas amores no declarados no consumados.
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Mambrú no fue a la guerra Mambrú no fue a la guerra. «Esta no es mi guerra» dijo Concluidas las hostilidades fijó residencia en el Alto Manhattan Allí vendió llamadas telefónicas ilegales fórmulas de cómo ser residente legal Mambrú se hizo jodedor y eventualmente se llenó de dolor mucho dolor mas no de pena Un buen día cuando el servicio meteorológico pronosticaba tormentas de hielo y nieve elaboró una lista y «multó» a amigos y conocidos y regresó a combatir en su propia guerra cargado de dolor sobrecogido de pena y «dicen los que lo vieron> que en el Callejón de Regina cada tarde se refocila viendo estirar su muda sombra de fatigado combatiente rumiando palabras y expresiones en desuso.
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Los primeros desterrados
Los primeros desterrados Ca铆n Odiseo entre ellos inauguraron esta vasta nostalgia No es invenci贸n nuestra Los primeros desterrados Hatuey Juan Pablo no pudieron prever todo esto Intuyeron no obstante la proyecci贸n de estas fr铆as sombras.
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No mienten los árboles
Los árboles como los días como la luz como los vientos no mienten su edad No mienten los árboles las penumbras que esparcen ni los fulgores que en su interior cobija la firmeza de sus anillos Los árboles no mienten sus cortezas escudos contra el albor del invierno en medio del abrazo de las llamas liberan resplandores inéditos canciones idilios secretos.
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Destino final
La piedra recién lanzada no sospecha ni intuye la perfección de los círculos que su caída habrá de desencadenar Nunca sabrá la piedra recién lanzada que al completar su trayectoria abrirá en los espejos del agua heridas e impondrá el caos su indeseada presencia Nadie adivina de la piedra recién lanzada su destino final sólo las calladas profundidades.
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Siempre tĂş
Estancado el tiempo en la memoria te veo resplandecer cada dĂa y en el edificio de tu presencia mĂĄs breve que un chispazo salmodia del aire luz recalcitrante te vuelvo a nombrar y reapareces.
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El peso del recuerdo
Pesa más el recuerdo que el olvido Pesa más porque descansa su peso en la sombra de los días El recuerdo pesa más porque viven abiertas sus ventanas hacia el mañana y no hay forma de espantar los pájaros de tristeza que vienen a posarse en los derruidos dinteles de la soledad.
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Puerta trasera
Entre la tela metĂĄlica atrapadas reposan sus soleados cuerpos las sombras del dĂa a orillas de la invicta luz Nadie cuestiona tu importancia cuando a la mesa nos convocan o cuando los gatos de la casa deciden perseguir sus propias sombras y como carteros sortean charcos tendidos por las lluvias No todas las puertas clausuran limitan.
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Norberto James Rawlings / biografía Nació en San Pedro de Macorís el 6 de febrero de 1945. Hijo de un inmigrante jamaiquino y una dominicana. Poeta, ensayista y educador. Hizo los estudios primarios y secundarios en su ciudad natal. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana (1978); Maestría en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Boston (1992) y Doctor en Lengua y Literatura Hispánica del referido centro académico (1996). Fue profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y en la Universidad de Boston, en los Estados Unidos de Norteamérica, país donde reside desde hace varias décadas. Editó Directory of Dominicanists para The CUNY Dominican Studies Institute. Ha obtenido varios premios literarios. “Es Norberto
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James el poeta dominicano que recoge el alma del cocolo y lo lleva a la poesía en su poema Los inmigrantes”, dice Orlando Inoa. Aparece incluido en varias antologías. OBRA: Sobre la marcha (1969 La provincia sublevada (1972) Hago constar (1983) Denuncia y complicidad (1997) Obras 1969-2000 (2000) La urdimbre del silencio (2000, 2005 y 2007) Patria portátil (2008) Selected poems (inédito) Poesías completas (2011)
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Muestrario de Poesía 1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos 4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza 5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Burgos 6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Delgado. 8. Haikus / Matsuo Basho 9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Darwish 10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas 11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Drummond de Andrade 13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Enzersberger 14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes contemporáneos 16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego 17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom Raworth 18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú 19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James Rawlings 20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza 22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos Martínez Rivas 24. Antología esencial / Joseph Brodsky 25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova 27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome Rothenberg 28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio Pacheco
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29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot 30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas Elytis 31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth Rexroth 32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo Rojas 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio Gamoneda 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa Szymborska 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas / Seamus Heaney 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas / Eugenio Montejo 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano Brull 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir Holan 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas / Gastón Baquero 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín Giannuzzi 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados 51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo Torres 53. Territorios Extraños /José Acosta 54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam 55. La traición de los sueños / Francisco de Asís Fernández 56. Quemaremos los días por venir / Radhamés Reyes-Vásquez 57. Sobre toda palabra / Rafael Guillén 58. Días de Carne / César Sánchez Beras 59. Bajo la noche enemiga y otros poemas / Ulises Varsovia 59ª. Elevación de los elementos / David Huerta 60. La imperfección es la cima / Yves Bonnefoy 61. Voluntad de la luz / Luis Armenta Malpica 62. Ciudad en llamas y otros poemas / Oscar Hahn 63. Iniciación final / José Alejandro Peña
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64. Gente desarraigada y otros poemas / Cesare Pavese 65. La luz interrumpida y otros poemas / Luis Rosales 66. Una raya larga y roja en el polvo de la historia / Pablo Antonio Cuadra 67. El poeta regañado por la musa / Héctor Carreto 68. Los inmigrantes, poesías completas / Norberto James Rawlings
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Colecci贸n
Muestrario de Poes铆a 2011
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