Revista El Archivo nº 24

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Una publicación del Archivo Histórico Municipal Año X - Nº 24 - Octubre 2010 DISTRIBUCIÓN GRATUITA www.archivodepunta.com.ar

sociedad argentina

María Carmela Siracusa

nuestro pasado en imagenes / novedades



editorial

Municipalidad de Cnel. de Marina Leonardo Rosales Punta Alta Dirección de Cultura

autoridades

Ing. Néstor Hugo Starc Intendente Municipal

Fernando Quiroga DIRECTOR DE CULTURA

equipo de trabajo coordinación general Prof. Luciano Izarra

investigación y texto Lic. Gustavo Chalier entrevistas Prof. Guillermo Bertinat colaboradores Prof. Fernanda Martel Arq. Graciela Britos Prof. Romina Amarfil Lic. Sergio Soler Lorenzo Ramos César Puliafito Prof. Julio Luque-Lagleyze diagramación y diseño D.G. Mauricio Rossello impresión Multigráfica

En éste, el último número del año del Bicentenario, El Archivo decidió recuperar y revisar la decisiva actuación del capitán Félix Dufourq en la historia de Punta Alta. Por olvido o desidia, generalmente se ignora que, de no ser por los estudios de este marino y su lucha posterior, hoy en día la Base Naval estaría ubicada en La Plata o Buenos Aires, lejos de nuestro puerto Belgrano. Con denodado ímpetu, firme en sus convicciones, Dufourq fue el más preclaro representante de una generación joven que quería cambiar los destinos de la Armada, convirtiéndola en una fuerza profesional y dotada de todos los medios técnicos y materiales para el desarrollo de una escuadra de mar. Inclusive, pese a que sus ideas no fueron inmediatamente aceptadas por la vieja oficialidad y que le depararon muchos sinsabores, no cejó en su empeño de convertir a esta zona de la bahía Blanca en lugar de asentamiento del gran puerto militar argentino. Para la elaboración de este trabajo se consultaron fuentes documentales, muchas de ellas inéditas. El lector encontrará una nueva visión de la actuación de Dufourq en el ámbito local. Debemos agradecer al Archivo Histórico de Bahía Blanca, al Departamento de Estudios Históricos Navales, al Archivo General de la Armada y al Archivo General de la Nación. En este número contamos también como novedad con un aporte gráfico valiosísimo: la ilustración que reproducimos en la tapa y en páginas interiores del capitán Dufourq, realizada por César Puliafito. Publicista bahiense, se especializa en la reproducción de uniformes militares de época y para lograrlo se basa en una profusa investigación histórica. Sus ilustraciones sobre uniformes militares se encuentran en prestigiosas publicaciones como Military Review de Londres y las láminas sobre uniformes del libro Liberators editado en EEUU, entre otras; en la actualidad se está publicando su última obra La Bahía Épica editado en forma de fascículos por el diario La Nueva Provincia. Para esta lámina que hizo especialmente para este número de la revista, Puliafito contó con la colaboración de Julio Luque-Lagleyze, profesor en Historia y especialista en uniformología y vexilogía, autor de numerosos libros y que trabaja en el Departamento de Estudios Históricos Navales. Así se asegura que hasta los más mínimos detalles de la ilustración se correspondan con la realidad histórica. De esta forma en este número reflejamos el espíritu del Bicentenario que es el de trabajar mancomunadamente para seguir ahondando en la identidad nacional que debe empezar por la identidad local.

sumario

Nota de Tapa | CAPITÁN FÉLIX DUFOURQ LA MENTE TRAS LAS OBRAS Nuentro pasado en imágenes | Ing. Pagnard, constructor Patrimonio | Sociedad Argentina Entrevista | María Carmela Siracusa Novedades Foto de Tapa: Ilustración de Félix Dofourq por Cesasr Puliafito

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Esta revista ha sido declarada de «Interés Legislativo» por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires - Resolución N° D/2030/04-05, por el Honorable Concejo Deliberante de Cnel. Rosales - Decreto Nº 45/04 y de «Interés Provincial Cultural» por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, resolución Nº 191/05.

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por Gustavo Chalier

CAPITÁN Félix Dufourq: la mente tras las obras

Si la historia se nutre de memoria, también lo hace de olvidos. Olvidos que son tanto o más significativos que los recuerdos, porque develan un mecanismo social presente y pasado que la psicología ha estudiado repetidamente pero que muchas veces los historiadores han soslayado. Durante muchos años, la figura de Félix Dufourq apareció desdibujada en el horizonte histórico puntaltense. Relegado a un evidente segundo plano respecto DEL ingeniero Luiggi, se lo recuerda como “el primero que dijo que la Base Naval debía construirse aquí”, dejando de lado el exacto contexto político- complejo, cambiante- en que pronunció el aserto. Pero lo cierto es que si este marino argentino puede ser considerado, para la historia local, como el verdadero impulsor de la construcción del Puerto Militar, no puede ni debe negarse su condición de defensor y sostenedor de su ubicación geográfica, aUn contra la corriente de opinión reinante por ese entonces en la Armada.

El río o el mar: dos visiones geopolíticas Fueron las presidencias de Domingo F. Sarmiento y Nicolás Avellaneda las que dieron un impulso a la formación de una fuerza naval estable y profesionalizada. Principalmente el primero fundó la Escuela Naval (1872) y armó la primera escuadra moderna del país: técnicamente, se fue reemplazando la vela por el vapor y la madera por el hierro. El historiador naval Guillermo Oyarzábal habla de un “cambio de paradigma” dentro de la fuerza operado a partir de la primera presidencia de Julio Argentino Roca (1880-1886)1. Por imperio mismo de las circunstancias históricas, la acción estratégica del país se centraba en la cuenca del Plata. El Paraná, el Uruguay, el Paraguay y el mismo Río de la Plata habían sido los principales escenarios donde se desarrollaba el comercio y las guerras sostenidas con potencias vecinas o europeas. Las costas del vasto mar que se abría a partir del sur de la provincia de Buenos Aires eran por ese entonces casi desiertas y existían pequeños y solitarios enclaves (Bahía Blanca, Carmen de Patagones, Puerto Madryn, San Julián) separados entre sí por centenares de kilómetros que apenas poseían actividades eco-

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nómicas que justificaran su interés por parte de Buenos Aires. Pero la situación iría a cambiar conforme la Argentina necesitara integrar económicamente los vastos espacios sureños y se viera al mar como el factor clave del desarrollo futuro de la república. En el seno de la Armada se hacía cada vez más visible la disparidad de criterios entre lo que se podría llamar la “oficialidad tradicional” y los jóvenes “oficiales subalternos”. Los primeros, con menor formación profesional que sus nóveles camaradas, eran, principalmente “marinos de vela”. Eran proclives a la actuación política directa y participaron activamente en las contiendas de poder del estado en formación. Sostenían aún la tesis de que el centro de acción geopolítica se orientaba hacia los afluentes del Plata. Los segundos, eran egresados de la Escuela Naval. Exigían una mayor preparación bélica y profesional de los cuadros y observaban que la Armada se preocupaba por realizar mediciones o tareas auxiliares que, si bien eran necesarias, también eran incapaces de suplir por sí mismas el desequilibrio frente al poder naval de potenciales enemigos2. Además, haciéndose eco de las nuevas corrientes


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Capitán Félix Dufourq

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de estrategia naval, eran concientes de que el destino del país se cifraba en el mar, que era necesario conquistar ese nuevo desierto acuático para desarrollar una estrategia política que dominase esas aguas y las ganase para el comercio, para lo que en aquella época se denominaba “civilización”, es decir, integrarlas al mercado mundial. Precisamente estos jóvenes oficiales fundaron, el 4 de mayo de 1882, el Centro Naval, a fin de fomentar la unión, instrucción y espíritu de cuerpo. Expresamente se prohibió a los oficiales superiores pertenecer al Centro, para prescindir de las actitudes políticas que se evidenciaban entre los jefes. Entre sus fundadores se hallaba el por entonces subteniente Félix Dufourq. Santiago Félix Dufourq nació en Concordia, Entre Ríos, el 25 de junio de 1860. Era hijo de Félix Dufourq D’Hiriart, francés, y Sara Panelo, de origen español. En 1868 se trasladó a la ciudad de Buenos Aires e ingresó, con 17 años, a la Armada Nacional, egresando en 1881 con el grado de alférez de fragata. En su carrera profesional se destacó con su participación en el relevamiento de la bahía Blanca, como así también por la realización de una serie de viajes por el Viejo Mundo en donde adquirió importantes conocimientos técnicos y científicos en su visita a varias fábricas metalúrgicas y puertos militares en Alemania, Inglaterra, Italia, Rumania y Turquía

La necesidad de un puerto militar Debido al peligro inminente de un conflicto armado, a fines del siglo XIX, entre nuestro país y Chile a causa de cuestiones limítrofes, surgió y tomó progresiva fuerza en las esferas gubernamentales y militares argentinas la idea de equipar y modernizar la flota de guerra como también dotarla de nuevas infraestructuras, con la construcción de un gran dique de carena (para limpieza y reparación de las naves). En mayo de 1895 se asignaron los fondos necesarios para iniciar la construcción de este último y se designó la zona aledaña al puerto de La Plata como el lugar de emplazamiento. Sin embargo, Dufourq y los colegas de su camada eran contrarios a esta posición y defendían la tesis contraria: sólo una base marítima daría a la Argentina el control del mar. Además Dufourq, a lo largo de su carrera, había realizado estudios técnicos in situ que avalaban esta posición.

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Puerto Belgrano Al poco tiempo de recibirse, advirtió la conveniencia estratégica de contar con una base naval en el sur y escribió varios artículos periodísticos. Entre 1881 y 1883 participó de la Comisión de Faros y Balizas y estuvo embarcado en la cañonera Bermejo, en la que por veintiocho meses cumplimentó trabajos hidrográficos en el sitio denominado Puerto Belgrano, a las órdenes del por entonces sargento mayor Enrique Howard. Luego de concluida con éxito la misión, fue comisionado en varias oportunidades a Europa, donde pudo apreciar el funcionamiento de puertos militares y el desarrollo de las Armadas de las potencias continentales.Todos estos estudios culminaron en la monografía ganadora del VI Certámen anual organizado por el Centro Naval en 1894 y que llevó por título: ¿Cuál es el punto de la República más adecuado para establecer el Puerto Militar? Allí el joven Dufourq, contra la opinión de la oficialidad superior que quería instalarlo en proximidades de Buenos Aires, designó el litoral sudoeste de la provincia para la creación del asentamiento naval. Conciente que su elección iba más allá de consideraciones meramente técnicas, ya en la introducción dejó en claro su postura en el debate estratégico: “Una nación con litoral marítimo sin una marina militar que la mantenga invulnerable es indefectiblemente vencida, y con ella, o vence, o esteriliza la victoria enemiga en una larga resistencia. De la organización que se le dé en tiempos de paz a esta marina dependerá su fuerza y su independencia para la ofensiva”3 En este sentido, Dufourq desestimaba los puertos de La Plata o Puerto Madero con argumentos de origen técnico y estratégico, planteando que, de ubicarse el puerto militar cerca de alguna de las grandes ciudades, éstas quedarían expuestas en caso de desatarse la guerra. En contrapartida, la bahía Blanca presentaba las características geográficas, técnicas y geopolíticas más convenientes tanto para la instalación del puerto como también para el desarrollo de poblaciones nuevas, como efectivamente ocurrió con la ciudad de Punta Alta. Dufourq expuso de este modo las ventajas de la bahía Blanca como futuro asentamiento naval: “…diré que Puerto Belgrano en Bahía Blanca […] es el gran puerto natural que nos conviene para puerto militar por ser cabeza de


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Dufourq, su esposa Ernestina Pi単eiro Pico y sus hijos

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PARA ELLAS Y PARA EL

Ing. Guillermo Villanueva

Almirante Atilio Barilari

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Almirante Enrique Howard

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ferro carril hoy, con fáciles comunicaciones a toda la república, situado en una zona ganadera y agrícola riquísma, que produce unas 100 mil toneladas de trigo por año, con abundantes elementos de carne y sal que constituyen la base de nuestra alimentación, con agua potable abundantísima y de una excelencia que el análisis químico adjunto comprueba; perfectamente defendible por los caracteres de su hidrografía como por sus relieves geográficos, con un puerto de aguas profundas de 5 a 11 brazas, lecho fangoso de buen tenedero, con una bahía de 40 millas cuadradas, lejos del puerto mercante cuyo comercio (movimiento) no restringiría jamás a las escuadras ó buques, las libres salidas al mar, para hacer sus ejercicios periódicos, dada la anchura de los canales de acceso a Pto. Belgrano (sic)”4 La cuestión fronteriza con Chile aceleró el propósito gubernativo, previsor ante la posibilidad de una contienda que se vislumbraba más o menos cercana. El alejamiento del coronel Eudoro Balza del Ministerio de Guerra y Marina y su reemplazo por el ingeniero Guillermo Villanueva instaló un fuerte debate en torno a la conveniencia del sitio. Precisamente el hijo del ministro Villanueva refirió el ambiente en que se tomaron las decisiones, conforme al relato que le hizo su padre: “…los marinos de escuela como el capitán Dufourq, García Mansilla, Domecq García, Martín y muchos más, estaban por el puerto en Bahía Blanca. En cambio los viejos marinos, Solier, Blanco, Cordero y otros de menor jerarquía, pretendían que el puerto militar se construyera en La Plata (…) Presionado el presidente de la República, doctor J. E. Uriburu, por los viejos almirantes, no se decidía para mandar al Congreso el proyecto de ley sobre el puerto y dirigió al ministro, antes de firmar el mensaje correspondiente que se designara una comisión especial que dictaminase en último término.”5 El ministro Villanueva inclusive, solicitó un memorando al propio Dufourq sobre la conveniencia de ubicar el dique de carena en Puerto Belgrano. El marino elevó el informe el 17 de septiembre de 1895 y allí expresó las ventajas del sitio austral: “La inmensa ría de Bahía Blanca tiene condiciones excepcionales de situación estratégica, por ser el centro de la frontera maríritima argentina poblada, cubriendo con la escuadra de mar en 18 h. a Buenos Aires en el extremo

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Norte y la rica región Chubutiana [sic] en el extremo Sud (…) Posee como ninguno de nuestros puertos naturales, condiciones de defensa como para hacerlo perfectamente inexpugnable a los ataques de una escuadra enemiga debido a su hidrografía (…); siendo por estas mismas condiciones de fácil y seguro acceso en todas circunstancias para los buques nacionales sin limitación de calados (…) Es cabeza de ferrocarril y centro importantísimo de riqueza ganadera, agrícola y comercial, teniendo como antepuerto aguas tranquilas.”6 Y más adelante, aseveraba contundentemente: “Que el verdadero dique militar de la república debe formar parte de las obras del Pto. Militar, establecido definitivamente en el paraje denominado Pto. Belgrano en Bahía blanca, sancionado por ley del H. Congreso Nacional, con todas las ventajas estratégicas y de seguridades de defensa inexpugnables que le da su situación en el centro de nuestra frontera marítima poblada, interceptando la línea de operaciones para los que vienieren del Sud, y con condiciones hidrográficas excepcionales que facilitan y aseguran el acceso en todas circunstancias a los buques nacionales sin limitación de calados en el futuro desarrollo de la Marina de Guerra”7 Su propuesta excedía el simple propósito de construir un dique de carena sino que alentaba la construcción de un conjunto de obras que dotaran al país de un verdadero Puerto Militar marítimo, del que carecía. Así las cosas, el Gobierno no vaciló en buscar una tercera opinión, imparcial y técnicamente sustentada. Por ello contrató en 1896 al ingeniero italiano Luis Luiggi para la realización de los estudios preliminares a fin de determinar el sitio de concreción de lo que sería llamado Puerto Militar. Luego de navegar por todo el litoral marítimo argentino, la memoria presentada por Luiggi coincidió en todo con los resultados de Dufourq sobre el emplazamiento del asentamiento naval. En su informe, el ingeniero italiano no hizo otra cosa que reafirmar lo sostenido hasta el cansancio por Félix Dufourq. Ante el peso de las opiniones, el Presidente de la Nación Dr. José Evaristo Uriburu redobló la apuesta y envió al Congreso un proyecto de ley para la creación de un puerto militar, ya no de un simple dique de reparaciones. En sesión secreta, el 30 de noviembre de 1896 la ley fue aprobada.


El Uniforme Por César Puliafito

Capitán de Fragata Félix Dufourq en 1898 (circa) en uniforme de diario para invierno. Desde 1896 se reformó y reglamentó detalladamente todas las prendas y atributos del uniforme naval y se dio término a una cierta anarquía en el uso de la vestimenta militar. No obstante, todavía en 1901 se siguieron dando algunos ajustes en las prendas utilizadas por requerimientos del vastísimo escenario en el que tenía que operar nuestra Marina de Guerra. También en los últimos años del s. XIX, se dieron cambios en el escudo de la gorra en el que el sol estaba en el centro del ancla (como se observa en la ilustración), que luego se puso en la parte superior del escudo.

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Otras modificaciones importantes en el grado del uniforme naval ya se habían dado en 1880, cuando se abandonó la misma que se utilizaba en el Ejército (desde 1813). La tan clásica “coca”, apareció en los galones navales en 1901, es por eso que en la reconstrucción no la utilicé. Tratamos de recrear la imagen de tan notable marino, distinta a la más habitual en su iconografía conocida que es en uniformes de gala o en grados superiores. La gran parte de la información histórica utilizada para realizar la ilustración fue aportada por el reconocido investigador Julio Luque Lagleyze, a quien agradezco su colaboración y generosidad. www.archivodepunta.com.ar

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Dufourq y el zar Nicolás a bordo de la Fragata Sarmiento 1902

Capitán Dufourq y un grupo de jóvenes oficiales DUFOURQ, EL ARTÍFICE Es por todo esto que sin duda le cabe a Dufourq el título de creador de la actual Base Naval de Puerto Belgrano. Así lo expresó en numerosas ocasiones el mismo Luiggi. Por ejemplo, en la tarjeta postal que le envió como recuerdo el 21 de noviembre de 1898: “Al Señor Capitán de Fragata Don Félix Dufourq, que concibió primero la idea de un gran puerto militar en Bahía Blanca.”8 Según una carta escrita por el mismo Dufourq en abril de 1896, la primera entrevista que tuvo con Luiggi fue en estos términos: “La primera entrevista con Luiggi ha sido afectuosa y entusiasta, porque a cada rato me apretaba las manos, me abrazaba, me decía que yo era su hombre “precioso”(…) A Luiggi no sólo no le habían hablado de mí nunca, nadie, sino que ni idea tenía de los trabajos que me han absorbido todo mi tiempo desde hace muchos años. A medida que yo le hablaba, el hombre no salía de su azoramiento; me decía que nos íbamos a entender, que yo era el “apóstol” de Bahía Blanca y que lamentaba no

haber tenido conocimiento que yo existiera en la escuadra argentina.”9 Pero la gloria no le fue unánime. Antes bien, tuvo que soportar muchísimos padecimientos. Incluso amargamente se quejó en forma explícita: “¡Cuánta crítica ridícula hija de la ignorancia tuve que soportar al emitir con enerjía (sic) y seriedad mis estudios en público! Fui llamado muchacho (el menor de los insultos) pero con este título se quería desprestijiar (sic) lo que había trabajado en largas horas de vigilia; soñador, pues ese puerto tan retirado de la Capital Federal era para de aquí 40 años y al tratar de fortificarlo fueron más recios los ataques…”10 Y en una misiva dirigida a su esposa desde el crucero “Buenos Aires”, el 24 de enero de 1902, se quejaba: “Pocos, muy pocos son mis amigos en Bahía Blanca, pero todo el pueblo es mi partidario, por la idea mía que se ha realizado, enri-


queciendo al país con una gran ciudad y a sus habitantes con tesoros que nunca soñaron. Yo soy el único que he quedado pobre y de ello no me arrepiento, pues mi idea no era el hacer fortuna sino engrandecer nuestra marina militar…”11 ¿Quiénes eran los que odiaban a Dufourq? ¿Acaso los mismos que no le habían hablado a Luiggi de él? ¿Por qué motivos? ¿Tal vez por su osadía de enfrentarse a los altos mandos de la marina? No lo sabemos, pues el mismo capitán no es claro en sus apreciaciones. Más allá de los sinsabores, su carrera prosiguió con éxito, como lo señala su foja de servicios. A fines de 1896 fue comisionado a Europa para adquirir los modernos acorazados General San Matín y General Belgrano que serían la gloria de la Armada por esos años. En 1902, se lo designó comandante del buque escuela fragata Sarmiento, para realizar el tercer viaje de instrucción. Fue también director de la Escuela de Aplicación para Oficiales (de 1904 a 1906). Mientras era jefe del arsenal Río de la Plata, lo sorprendió la muerte el 19 de mayo de 1909.

Dufourq, pese a su obra, no tuvo ni tiene el reconocimiento que se merece. Ningún monumento hay en Punta Alta que honre su memoria. Tal el olvido en que por tantos años cayó su nombre, que, cuando se lo quiso honrar con la nomenclatura de una calle en Ciudad Atlántida, la ordenanza respectiva escribió mal su apellido; en efecto, el texto de la Ordenanza Nº 71 del 19 de enero de 1949 expresa la voluntad de nominar como “Capitán de Navío Félix Dufaurq” (así, con A), una de las arterias de ese sector puntaltense; incluso los carteles nomencladores en las casas vacilan en la grafía: Dufourq, pero también Dufour - como la marca de indumentaria- y aún Dufaur.12 Es por eso que el Archivo Histórico Municipal trabaja desde hace años para restituir en la memoria colectiva, la figura de este gran marino argentino, opacada por tantas décadas de desconocimiento y desidia. Punta Alta debe recuperar el nombre y la acción de Félix Dufourq porque a él le cabe el honor de haber señalado las bondades de las costas rosaleñas para la construcción de instalaciones portuarias; y de haber tenido la voluntad de querer construir, contra viento y marea, un gran puerto militar en la zona de Puerto Belgrano.

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1-Guillermo Oyarzábal: Los Marinos de la Generación del Ochenta. Evolución y consolidación del poder naval en la Argentina (1872-1902), Bs.As., Instituto de Publicaciones Navales, 2003,

pp.101 y ss. 2-Ídem, p.118 3-Dufourq, Félix: “¿Cuál es el punto de la República más adecuado para establecer el Puerto Militar?”, folio 4 (Archivo General de la Armada, caja 209 98 bis) Copia en el Archivo Histórico Municipal: Caja H-1: Documentos Puerto Militar, Documento Nº 2821 4-Dufourq, Félix: ¿Cuál es el punto de la República más adecuado para establecer el Puerto Militar?, folios 38 y 39 (Archivo General de la Armada, caja 209 98 bis) Copia en el Archivo Histórico Municipal: Caja H-1: Documentos Puerto Militar, Documento Nº 2821 5-Cit. Por Dufourq, Félix (h.): Puerto Belgrano. Orígenes de la Base y de la Ciudad de Punta Alta, Buenos Aires, Talleres Gráficos de la D.G.A.N., 1957, p. 32 6-Cit. por Oyarzábal, Guillermo: Argentina hacia el sur, Construcción social y utopía en torno a la creación del primer Puerto Militar de la República (1895-1902), Buenos Aires, Instituto Browniano, 1999, pp. 220-221 7-Ídem., pp.222-223 8-Dufourq, Félix: Foja de servicios, folio 53 (Archivo General de la Armada, caja 122, documento 97). 9-Cit. en Oyarzábal, Guillermo: Argentina hacia el sur, pp.39 y 40 10-Dufourq, Félix: Manuscrito del Marino Don Félix dufourq, conteniendo apreciaciones sobre la Base Naval de Puerto Belgrano”, s/f., Archivo Histórico de Bahía Blanca 11-Carta de Félix Dufourq, 24 de enero de 1902, Departamento de Estudios Históricos Navales. Donación Dufourq 12-Dufaur es el nombre una familia de terratenientes franceses del sur de la provincia.Una localidad del partido de Saavedra, homenajea a Silvano Dufaur, el dueño original de las tierras donde se asienta la población; Esteban Dufaur, estanciero del actual partido de Monte Hermoso, es la causa del nombre de la calle céntrica del balneario.

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Carolina Lascano LIC. PSICOLOGÍA

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La señora María Carmela Siracusa de Mazzeo, recientemente fallecida a la edad de100 años, residía en Punta Alta. Era inmigrante italiana y vino a edad muy temprana a la ciudad. La entrevista fue realizada por Guillermo Bertinat en noviembre de 2007 cuando María contaba con 97 años y tiene una duración de 60 minutos aproximadamente.

María Carmela Siracusa

Mi papá empezó a hacer quintas, porque acá había un tal Siracusa que vivía en los “tanques colorados” y este hombre había cerrado unas cuantas hectáreas. Empezaron a hacer quintas con mi papá y empezaron a hacer los tanques colorados, en vez de hacerlos en el suelo, lo hicieron en el aire. Y ahí cargaban el agua y regaban todas las quintas. […] Y atrás del paredón, habían hecho un paredón grande, estaban los indios, estaban los caciques ahí (se refiere a la esquina de Paso y 7 de Marzo). Nosotros […] veíamos que el cacique este las hacía bañar a todas, había como veinte mujeres, las hacía bañar a todas en una tina, cuando salía el sol. Y ahí rezaban […] y las bendecía, él. […] Después de los tanques colorados, […] vino la Escuela 31. Todo era un caserón largo […] donde estaban los tanques. Yo fui a esa escuela. […] Era todo médano eso, antes no había asfalto no había nada. Cuando llovía se hacían lagunas. Era todo campo. […] La maestra era la profesora Montero. Era muy severa, […] era una maestra muy buena. Empezaron a venir italianos y yo me crié con ellos. […] Y se hacían amigos de mi papá y mi mamá. […] Los ayudábamos mucho a los italianos acá. […] Los sábados a la noche, era difícil que no se reunieran todos los italianos. Empezaban a jugar a la lotería y se hacían lupines y comíamos mesas enteras con lupines […] todos los sábados. Nosotros hacíamos el pan casero, hacíamos los tucos caseros, hacíamos la salsa, hacíamos

frascos de salsa que nos duraba años y años, la conserva. […] El vino lo hacían, porque cosechaban la uva y la pisaban. […]Entonces la exprimían bien bien bien y lo ponían en damajuanas. Y ahí los iban curando. […] (En las fiestas) se bailaba y se usaba mucho el acordeón, […] otra música no había. […] Victrolas, estaban. Cantaban todos, los italianos cantaban todos. […] (Durante las fiestas) Donde iban a hacer serenatas, usted entraba y veía la mesa puesta toda […] con nueces, almendras, avellanas, de todo había, pan dulce… […] Hacíamos barriles de anchoas saladas, y teníamos para todo el invierno. (Iban a pescar) a Arroyo Pareja. […] Íbamos a juntar “humo negro” se llamaba la leña, en el campo, para mantener la cocina. (Ibamos) por allá, por la parte de Villa Arias. La juntábamos a la leña, íbamos en carro y llenábamos el carro de leña, todos tronquitos. […] Y con eso horneábamos el horno del pan, que hacíamos también pan casero. […] La bosta de vaca, íbamos en el campo, la dábamos vuelta para que se secara, al otro día íbamos la buscábamos y […] como leña la usábamos. […] Teníamos horquilla, esa horquilla grande, con mango largo, la dábamos vuelta la agarrábamos y la metíamos en el carro. […] Llevábamos una lona, la metíamos arriba de la lona, después tirábamos la lona y después la sacábamos toda. […] (En relación a las enfermedades) Todo casero, nos daban té de yuyos, nos curaban el empacho… la gente del barrio. El único que había era el doctor Ayala, Ayala y Carnero. […] (Los partos) Nos atendíamos los amigos. Yo atendí un parto también. Un nacimiento, sola. Era casero, no había hospital no había nada. […] Cuando me desocupaba de mi casa, para ganar un peso más, salía a lavar ropa afuera también. Y mi mamá también lavaba ropa para el hospital. Se hacía los… canastos llenos, arriba de la cabeza y cruzábamos el campo y lo llevábamos al hospital.

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Ingeniero Pagnard, constructor Esta hermosa foto nos fue remitida desde Boulogne-Billancourt (Francia) por el nieto del ingeniero Abel Julien Pagnard, monsieur Louis de la Boutetière, hijo de Marie-Antoinette Pagnard. Ella reproduce al constructor del puerto comercial de Arroyo Pareja, con parte de su familia en Rosario. La fotografía (sin fecha), debió ser tomada en verano, entre 1902 y 1905, puesto que en esos años Pagnard fue representante de la empresa Hersent en las obras del puerto de Rosario. En la imagen se aprecia al ingeniero francés, de pie, en lo alto de la escalinata del frente de su casa, con

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sombrero rancho; sentada en los escalones, la institutriz irlandesa, como era norma en la familias de la alta burguesía, flanqueada por André y Robert (Bob); el pequeño Jacques, vestido de marinerito y con su cabello largo, tal como se usaba en los chicos de corta edad; de pie, contra la baranda, madame Pagnard, Marguerite Moncousin. Falta en la foto Marie-Antoinette, que estaba enferma ese día, según relatos familiares. Durante su estadía en Rosario, vivió en en una quinta en el barrio Saladillo, al sur de la ciudad que, por ese entonces, era un lugar de mansiones señoriales. Inclusive,


él mismo participó del desarrollo de ese sector de la ciudad, al formar parte de la llamada “Sociedad Anónima El Saladillo”, que tenía por objetivo el loteo y urbanización del barrio. Allí construyó una gran casa para toda al mejor estilo europeo. La residencia rosarina de la familia Pagnard fue una espaciosa casa neoclásica, cuya soberbia escalinata de acceso se observa en la fotografía. Conocida como “Mansión Pagnard”, en 1910 fue vendida (ya que desde 1905 Pagnard formaba parte del Departamento de Hidráulica del Minsiterio de Obras Públicas de la Nación y vivía en Buenos Aires). En la década de 1920 funcionó allí la casa de salud de la Liga contra la Tuberculosis. Pagnard nació el 3 de julio de 1859 en Changé, departamento de Mayenne, en la región del País del Loira. Estudió ingeniería en la afamada École Centrale des Arts et Manufactures de París. Una vez obtenido el diploma de ingeniero civil en 1885, en 1887, entró a trabajar para Hersent et Fils. A esta empresa consagró dieciocho años de su vida y trabajó en las obras que la casa constructora tuvo a su cargo en Europa. Así, trabajó en diferentes cargos de responsabilidad en Lisboa, Burdeos y Amberes. Su estancia en Burdeos le permitió conocer a Marguerite con quien se casó en esa misma ciudad en 1894. Con ella tuvo sus cinco hijos (uno de ellos fallecido a poco de nacer) todos en Francia. En mayo de 1902 llegó a la Argenti-

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na para representar a la empresa en la firma del contrato de construcción del puerto de Rosario, de las que fue hasta 1905 Director General de obras. Posteriormente, se establecerían en Buenos Aires, donde incluso serían propietarios de un edificio de varias plantas ubicado sobre la avenida Santa Fé. Puestas en marcha las obras del puerto de Rosario, el 5 de agosto de 1905 abandonó la empresa Hersent. Fue en esa época que el gobierno argentino contrató sus servicios durante dos años fue adscrito al Ministerio de Obras Públicas en el Departamento de Hidráulica recientemente conformado. Allí trabajó en la preparación y redacción de los proyectos definitivos de ampliación del puerto de Buenos Aires y de un canal entre éste y La Plata. Asimismo, en base a los estudios realizados por las comisiones de ingenieros de 1905, elaboró el proyecto oficial para la construcción de un gran puerto comercial en aguas de la bahía Blanca, en la desembocadura de Arroyo Pareja. En 1908 obtuvo la concesión para la construcción de dicho puerto, que posteriormente negoció y constituyó en París la Compañía del Puerto Comercial de Bahía Blanca (Puerto Belgrano). Pagnard falleció súbitamente en Buenos Aires, en noviembre de 1913. Sus restos reposan en el cementerio de la Recoleta

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Patrimonio

Por Arq.Graciela Britos

Sociedad Argentina El 2 de octubre de 1918 en el bar “De la Orden” (B. de Irigoyen 138), se reunió un grupo de vecinos con el objeto de armar una comisión y organizar los festejos del 12 de Octubre. En reuniones posteriores se aprobaron los estutos y reglamentos sociales de la flamante Sociedad Argentina y se eligió la primera Comisión Directiva. La Sociedad estaba calcada al estilo de otras asociaciones étnicas y revela la necesidad de constituirse que tenían los argentinos, convertidos si no en minoría, al menos en un estamento más de la cosmopolita Punta Alta de principios de siglo XX. En efecto, en esos años, Punta Alta contaba no solamente con la Asociación Española de Socorros Mutuos (creada en 1910) y una Sociedad Italiana “Unione e Progresso” (que data de 1911), sino que también contaba con otra Sociedad Italiana, la “XX de Settembre” y la Sociedad alemana “Germania”. Bajo la presidencia de Estanislao Boffi, en 1922 se obtuvo la personería jurídica y se compró el terreno de Humbero I y Urquiza donde se construyó la sede social. Los gastos de construcción fueron solventados por los socios y lo que se recaudaba en las fiestas de carnaval, que pasaron a ser tradicionales en la ciudad. En 1927, siendo presidente Francisco Frárraga Perales, se compraron tres terrenos colindantes al propio, sobre Urquiza, con el fin de construir el salón social. Con Vicente Tonelli de presidente, en 1935 se creó

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una comisión para la construcción del salón social, presidiendo ésta Estanislao Boffi. Mediante préstamos y la venta de bonos contribución, se reunieron $14.000. De este modo, en septiembre de 1935 se colocó la piedra fundamental del edificio y el 22 de febrero de 1936 se lo inauguró, con un baile de carnaval. En los siguientes años se hicieron mejoras y llegó a poseer 925 m2. El 8 de julio de 1998, el H. Concejo Deliberante, por Ordenanza 2681 aceptó la donación de la propiedad por parte de la sociedad argentina y se hizo cargo de sus deudas. Luego de una destacada tarea de intervención, restauración y refuncionalización, el edificio se destinó como sede permanente del Museo Municipal de Ciencias Naturales “Carlos Darwin”, cuya inauguración se llevó a cabo el 9 de octubre de 1999 por el intendente Jorge Izarra.


Art Decó En París, hacia 1920, comenzó a darse un movimiento opuesto al exceso de ornamentación que presentaba el Art Noveau. Pero fue en la “Exposición Internacional de Artes Decorativas”, realizada en la capital francesa en 1925, que se lo reconoció como movimiento y se lo denominó “Art Decó”. Está caracterizado por la simplicidad que le otorga la aplicación de líneas rectas y la geometría como regente de su estética. Se transformó en el movimiento que marca la “modenidad”. Proyecto y adaptación tipológica El proyecto estuvo a cargo de Calixto Barbieri y la construcción de la obra recayó en José Crocitto. Originalmente se prevía la construcción de un salón de actos de 19m. x 15 m., boletería, zona de guardarropa, sanitarios y administración en un entrepiso. El salón tenía piso flotante de madera con un sector determinado

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Fachada según proyecto de Calixto Barbieri, 1935.

para escenario. En el terreno de la esquina se ubicaría la confitería y una secretaría, que finalmente no se levantaron. La fachada actual, si bien no es la del proyecto original, mantiene las líneas definidas por el Art Decó: ornamentación simple y lineal, dada únicamente por el movimiento de planos verticales, cortado por la horizontalidad que determina el aventanamiento, las puertas de ingreso y los aleros. El remate escalonado termina de definir el carácter moderno del edificio.

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Novedades ¡Ahora también podés comunicarte con nosotros en Facebook! Buscá: Archivo Histórico Municipal de Punta Alta Importante publicación de la Universidad del Sur sobre historia puntaltense La Punta de la historia (Punta Alta y su historia).

Este libro fue realizado por un grupo de investigación interdisciplinario del Departamento de Humanidades de la UNS y abre la serie “Cuadernos de Historias del Sur bonaerense”. Destinado a los docentes secundarios, presenta un texto incial- de la autoría de Gustavo Chalierque tiene por intención problematizar el pasado y el espacio local (en este caso, interrogantes surgidos a partir de los nombres de las calles y de la fecha fundacional puntaltense); y un valioso y útil cuadernillo didáctico con actividades sugeridas para realizar con los alumnos, realizado por Raúl Menghini, Diana Ribas, Fabiana Tolcachier y Alejandra Pupio. La revisión del texto estuvo a cargo de Mario Ortiz. Esta publicación pudo realizarse merced al material fotográfico y documental existente en el Archivo Histórico Municipal y está al venta en la sede de Mitre 101 a un valor de $35.

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