Evidencias de lectura de teoría pedagógica

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Benemérita Escuela Normal de Zacatecas ‘’Manuel Ávila Camacho’’

EVIDENCIAS DE LECTURA DE TEORÍA PEDAGÓGICA Licenciatura en educación preescolar Anely Galván Cabral Arely Tiscareño Caldera Ciclo escolar: Enero 2018- Julio 2018 Cuarto semestre


Evidencia #1 El educador nato- Eduard Spranger III.- En el laberinto de las comunidades La lectura se menciona que el individuo se forma porque ‘‘absorbe un mundo dentro de sí’’, refiriéndose no solamente a lo físico y biológico, sino también a los pensamientos, ideales, valores, personalidad, comportamiento, etc. El contexto forma y deforma el mundo de cada persona dependiendo del lugar que se desarrolle. El educador nato siente que la educación ética no puede lograrse con la instrucción. Concuerdo con esta postura puesto que nosotros como individuos aprendemos y nos formamos practicando y realizando las cosas, por lo que vemos y aprendemos realizando, no solo aprendemos lo que escuchamos o nos dicen y de igual forma, si tenemos una experiencia o ejemplo que nos diga cómo hacerlo o como seguir cierta idea lo haremos mas rápidamente, debemos practicarlo una y otra vez para dominarlo. Los valores no se aprenden repasándolo una y otra vez, se aprende actuando de manera ética y observando que otros también lo hacen, todo esto se va modificando con las generaciones. La educación es concebible únicamente dentro de la comunidad humana. Convivir, socializar, compartir, encontrarnos, debatir y vivir entre otros, nos forma como personas y como sociedad, prendiendo unos de otros. La experiencia más fuerte se experimenta siendo parte de una sociedad y desarrollándose el ella. No solo basta con que exista la comunidad en la cual y para la cual se educa. Interesan los contenidos con los que se actúa dentro de ella, los ejemplos e influencias. Por lo tanto, la influencia formadora no puede quedar abandonada nunca a sí misma. Una pedagogía sociológica tendría la tarea de aclarar, como la educación de un pueblo determina la estructura social y general de sus ramificaciones. Dentro de una institución educativa, tener docentes, alumnos, edificio, aulas, reglamento, uniforme, horario no asegura que se realice el verdadero espíritu de la educación. El proceso formativo y aprendizaje de los alumnos, en algunas instituciones puede ser brillante y destacado mientras que en otros no es relevante. Una escuela no debe ser establecimiento de enseñanza y portadora de todos los conocimientos, sino una comunidad juvenil de vida. La escuela también, se encuentra como la cabeza de los poderes de educación. La tarea específica de la escuela, se impone con tanta fuerza que se logra ver, oír y palpar. El educador necesita de cualidades, que no se basen en la intelección y que por lo tanto no pueden ser aprendidas ni enseñadas. También es necesaria una autodisciplina que el mismo educador va creando y exigiéndose a sí mismo. El mantener el orden tampoco se puede aprender, siendo seguro de sí mismo


comienza autoridad y dominio sobre otros. Existen ciertas habilidades, destrezas y cualidades que un educador nato posee, se nota a simple vista y en cualquier práctica, alguien que nació sabiendo cómo educar y no necesariamente dentro de una escuela. Existen ''poderes espirituales'' que tienen impacto pedagógico, haciendo referencia la moral del pueblo. Lo moral aparece como orden normativo de la connivencia. Es la base o trasfondo que realizan las vivencias y modos de comportamiento de los individuos: Moral individual. En todo momento, tiempo y lugar, el individuo debe seguir y depender de reglas morales que permitan la regulación de sus comportamientos. Se orienta a los jóvenes y adultos, niños y sociedad en general en la autoridad de la moral que se vive en el entorno. El verdadero educador se siente custodio de la verdadera moral y la incluye en su responsabilidad.

Evidencia #2 Cartas a quien pretende enseñar- Paulo Freire Carta 4. De las cualidades indispensables para el mejor desempeño de las maestras y los maestros progresistas. Esta carta expresa que en la docencia un profesor de calidad debe tener ciertas cualidades fundamentales para tener un buen desempeño y la practica progresista. Ser un buen maestro no se logra con el tener el título, utilizar estrategias de trabajo, de aprendizaje, de enseñanza o dominio de los contenidos. Un buen educador tiene cualidades que lo diferencian del resto la humildad, amor, valentía, tolerancia, capacidad de decisión, seguridad, sentido de justicia, parsimonia verbal, alegría de vivir y educar. Todo ello lo debe reflejar en su persona, prácticas, relaciones y en su trabajo de manera general. Las cualidades que menciona no son algo con lo que nacemos o que encarnamos por decreto o recibimos de regalo, sino que estas cualidades se van generando y perfeccionando día a día con la práctica. Esto, formara al docente y sobre todo al alumno. “Es viviendo la humildad, la amorosidad, la valentía, la tolerancia, la competencia, la capacidad de decidir, la seguridad, la ética, la justicia, la tensión entre la paciencia y la impaciencia, la parsimonia verbal, como contribuyo a crear la escuela alegre, a forjar la escuela feliz, la escuela que es aventura, que marcha, que no le tiene miedo al riesgo y que por eso mismo se niega a la inmovilidad. La escuela en la que se piensa, en la que se actúa, en la que se crea, en la que se habla, en la que se ama, se adivina la escuela que apasionadamente le dice sí a la vida”.


Carta 5. Primer día de clases Esta carta menciona que el educador está constantemente sometido al miedo y es normal, sobre todo en casos en los cuales no nos habíamos encontrado, donde se es primerizo e inexperto. La mejor opción es no ocultarlo, asumirlo y superarlo, asumir el miedo es el mejor comienzo del proceso para transformarlo en valentía. Se debe trabajar en los miedos de uno mismo puesto que si no se hace, se vivirá todo el tiempo con ellos y esto no permitirá avanzar, obstaculizando metas y objetivos. Habla sobre sobre la transformación del miedo en valentía, propone desarrollar la disciplina intelectual, fomentando la lectura para incrementar la escritura, también pide que se lleve un registro diario sobre el comportamiento de los alumno. Otro punto importante que menciona Freire en su quinta carta, es que es muy importante y necesario hacerle reflexionar al niño que el educador es un ser humano y no un ser invulnerable. No se debe educar a los niños con mentiras, porque llegan a pensar que su maestro no tiene emociones. El maestro debe despertar el humanismo del educando como parte de un proceso de formación en el que los dos son actores importantes. Carta 7. ‘‘De hablando al educando a hablarle a él y con él; de oír al educando a ser oído por él” La séptima carta hace mención sobre los momentos en la enseñanza en los que el docente como autoridad al relacionarse con el educando, establece límites necesarios para que se produzca libertad del educando y necesaria para que esa libertad no se pierda en la permisividad. Se entiende a la educación como un acto político y en este sentido se puede entender a la educadora o al educador de dos formas, por un lado puede adoptar una posición autoritaria con fuerte tradición mandona, con inequívoca inexperiencia democrática enraizada en nuestra historia puede explicar nuestra ambigüedad frente a la libertad y la autoridad. El hablar con el educando ayuda a preparar el oído de este, el hablar con él, también le enseña a escuchar. El docente debe permitir dentro de la clase un ambiente libre y abierto en el cual se permita la comunicación fluida, permitiendo hablar y escuchar mutuamente. Formando ciudadanos críticos, respetuosos y abiertos ante la diversidad. Si soñamos con la democracia debemos luchar día y noche por una escuela en la que hablemos a los educandos y con los educandos, para que escuchándolos podamos también ser oídos por ellos.



Evidencia #3 Experiencia y educación –John Dewey En texto de Experiencia y Educación Dewey aboga por la necesidad de una “filosofía de la educación basada en una filosofía de la experiencia”. Y esto es central, puesto que según él, es necesario construir una filosofía propia para diferenciarse de la escuela tradicional antes tomar como guía aquello que se rechaza, es decir una pura oposición. Por ejemplo, dice: “porque la vieja educación impusiera el conocimiento, los métodos y las reglas de conducta de la persona adulta al joven, no se sigue, excepto sobre la base de una filosofía extremista de ‘o lo uno o lo otro’, que el conocimiento y la destreza de la postura madura no tenga valor para la experiencia de la persona inmadura”. Es decir que, parte de una crítica no solo hacia la escuela tradicional, sino también a una forma de proceder de la educación progresiva. Para él, “los principios generales de la nueva educación no resuelven pos si mismos ninguno de los problemas de la dirección y organización reales o prácticas de las escuelas progresivas”. Por eso, es necesario desarrollar positiva y constructivamente métodos y materias sobre “la base de una filosofía de la experiencia”. Y es que, para el autor, “la unidad fundamental de la nueva pedagogía se encuentra en la idea de que existe una íntima y necesaria relación entre los procesos de la experiencia real y la educación”. He aquí la importancia de una idea correcta de la experiencia. Sin embargo, no debemos prestarnos a la confusión que Dewey identifica en la educación progresiva, esto es, creer que todas las experiencias son verdadera e igualmente educativas. Hay experiencias que no son educativas. Una experiencia es anti educativa cuando tiene por efecto detener o perturbar el desarrollo de ulteriores experiencias. Este género de experiencias es muy frecuente en la escuela tradicional, puesto que en ella “lo perturbador no es la ausencia de experiencia sino su defectuoso y erróneo carácter”. Dewey va a identificar, dentro de la cualidad de cualquier experiencia, dos aspectos. Por un lado, el aspecto inmediato de agrado o desagrado. Por otro, su influencia sobre las experiencias ulteriores. He aquí el problema central de una educación basada en la experiencia: seleccionar aquel género de experiencias presentes que vivan fructífera y creadoramente en las experiencias subsiguientes. Aquello que permitiría diferenciar las experiencias valiosas educativamente de las que no lo son, es el principio de continuidad experiencial.


Este se basa en el hecho del hábito y, la característica básica del hábito es que toda experiencia emprendida y vivida modifica al que actúa y la vive, afectando esta modificación, la cualidad de las experiencias siguientes. Es un principio de aplicación universal, siempre hay algún género de continuidad. Las experiencias son fuerzas en movimiento, cuyo valor puede ser juzgado sobre la base de aquello a lo que se mueve. La misión de quien educa radica, entonces, en ver la dirección en la que marcha la experiencia. Puede evaluar la del joven ya que como adulto tiene mayor madurez de experiencia que aquel, Pero esto “sin imponer un control meramente exterior”. El educador debe ser capaz de ver “qué actitudes conducen a un desarrollo continuado”. Dewey, incluso, observa la necesidad de que el maestro sea capaz de comprender individualmente a los alumnos. Por otra parte, toda experiencia cambia en algún grado las condiciones objetivas bajo las cuales se ha tenido la experiencia. Quiere notar la importancia de las experiencias pasadas en el presente, es decir, que este es lo que es porque ha habido experiencias pasadas que han formado y transformado el mundo. Y además, que ésta no ocurre en el vacío. El profesor debe ser especialmente sensible en este aspecto puesto que debe tener en cuenta tanto la formación de experiencias por las condiciones del ambiente y, saber cómo utilizar los ambientes físicos y sociales que existen, a fin de extraer de ellos todo lo que poseen para contribuir a fortalecer las experiencias que sean valiosas. Alerta, por otra parte, sobre la necesidad de no subordinar las condiciones objetivas a lo que ocurre dentro del individuo en pos de no imponer un control externo o limitar la libertad. El segundo principio para interpretar la experiencia es el de interacción. Esta alude al juego reciproco entre las condiciones objetivas y las condiciones internas del individuo. Estas series de condiciones, tomadas en su interacción constituyen una situación. Interacción y situación son inseparables: una experiencia es siempre lo que es porque tiene lugar una transacción entre un individuo y lo que, en el momento, constituye su ambiente, y si este último consiste en personas con las que está hablando sobre algún punto o suceso, el objeto sobre el que se habla forma parte también de la situación, el ambiente es todo aquello que interactúa con las necesidades, propósitos y capacidades personales para crear la experiencia que se tiene. Tampoco pueden separarse los principios de continuidad e interacción. Los conocimientos y habilidades extraídos de una situación se convierten en “instrumentos” en la experiencia próxima. El educador debe tener aquí como preocupación directa “las situaciones en que tiene lugar la interacción”.


El factor de las condiciones objetivas, está dentro de las “posibilidades de regulación por el educador”. Comprenden las “condiciones objetivas” para Dewey, lo que hace quien educa y el modo como lo hace, no solo las palabras habladas, sino también el tono de la voz; el equipo, los libros, aparatos, juguetes y juegos empleados; materiales y “la total estructuración social de las situaciones en que se halla la persona”, y todo ello “para crear una experiencia valiosa”. Siempre considerando las “capacidades y propósitos de los enseñados”, es decir, separarse de la concepción tradicional donde es la materia per se lo que se considera educativo y donde cada materia se aprende aisladamente. El defiende un aprendizaje que sirva para la vida, que no sacrifique las potencialidades del presente a un futuro hipotético, porque para Dewey la presente afecta al futuro de algún modo. Crear experiencias valiosas, como tarea de quien educa, es depositar en él la responsabilidad de un futuro de plena madurez, de la capacidad de extraer de la experiencia un conocimiento que sea capaz de mejorar las condiciones objetivas en que se desarrollaran las futuras experiencias.

Evidencia #4 Democracia y educación –John Dewey En el libro Democracia y educación, John Dewey desarrolla una introducción a la filosofía de la educación (como expresa el subtítulo del mismo) que es muy recomendable leer para, al hilo de sus argumentos, pensar la educación. El principal punto de partida de su teoría es la noción de “experiencia”, que implica el tanteo comunicativo con su “medio ambiente” por parte del individuo, que contribuye, a su vez, a rehacer el mismo. La vida humana, individual y social, es esa actividad experiencial continua que no se ciñe a un solo estadio de la misma (infancia, por ejemplo). Este trasiego comunicativo en que consiste la experiencia humana es, propiamente, lo educativo. Vivir, por tanto, es sinónimo, para Dewey, de educar-se. Dicho esto, Dewey participa de un cierto evolucionismo por el que las sociedades primitivas son superadas en la sociedad compleja de corte democrático, que es la que posibilita una experiencia más útil. El valor que rige, por tanto, todo lo humano es la utilidad (adaptativa), es decir, un uso eficiente de la experiencia que ha de ser posibilitado por un tipo específico de sociedad que él se esfuerza en describir y que, como hemos dicho, califica como democrática. El hombre, para Dewey, es un individuo que se encuentra en crecimiento continuo y que interactúa con un medio ambiente en gran medida social. Su actividad es determinada por el contacto con este medio ambiente que va, de algún modo, dirigiendo su experiencia y ofreciendo o negando posibilidades de crecimiento.


Para juzgar como adecuado un medio ambiente social, Dewey ante todo se atiene a lo útil. Es en función de la utilidad para que la actividad propia de la vida humana sea un crecimiento y un buen aprovechamiento de los tanteos del individuo, como el norteamericano entiende la bondad de una sociedad. Esto lo conecta él con una concepción pragmática del lenguaje, que me ha parecido próxima, filosóficamente, a la línea del segundo Wittgenstein. Distingue los conceptos y el discurso intelectual que mantiene el sentido (la conexión con la experiencia vital) y, como lacra, un discurso teórico escindido de la experiencia vital y que carece, por tanto, de sentido. Distingue pues un uso útil de lo intelectual, de un uso no útil restringido a una cultura académica fosilizada. En relación con esto, la escuela debe estar en estrecha conexión con la vida en general y no contradecir lo que ocurre fuera de ella. No obstante, Dewey se manifiesta como un convencido defensor de la institución escolar, a la cual, intenta aplicar su teoría del hombre y de la sociedad. En los primeros capítulos del libro apunta a lo que él considera un papel fundamental de la escuela: la eliminación de las diferencias de clase social y la constitución de una educación que dote a todos del mismo protagonismo y oportunidades en la sociedad. Es, por tanto, una institución necesaria para la estabilización de la sociedad y el máximo aprovechamiento de las diferencias individuales que se opone a las diferencias de clase pero que, podemos objetar, acaso contribuya a barrerlas sólo ficticiamente. En lógica consecuencia con su visión de la permanente plasticidad humana y su carácter social por el que ésta significa una capacidad de responder y adoptar hábitos en interacción con el entorno, entiende que la educación es, en realidad, un fin en sí mismo, y no debe entenderse como medio. En la medida en que estamos continuamente reorganizando, reconstruyendo y transformando el medio ambiente, la educación (entendida precisamente como esa actividad transformadora) es permanente. Resulta muy interesante y esclarecedor leer la revisión que realiza Dewey de teorías pedagógicas anteriores, y cómo va perfilando la suya en relación con aquéllas. No es partidario de entender la educación como “desenvolvimiento”, al estilo de Froebel, ya que contradice su visión de lo educativo como crecimiento y multiplicidad de posibilidades, sin un objetivo metafísico final. Esto es lo propio de las teorías de corte más idealista que pecan de constreñir el libre ejercicio de las posibilidades humanas. Para Froebel, por ejemplo, habría, hipotéticamente, un final del crecimiento, lo que para Dewey, como estamos resaltando, no es posible. En Hegel, también, se da, según el norteamericano, una cierta clausura en la medida en que tiende a una conformidad de la experiencia humana con el todo, mediada por la institución. Cuestiona, coincidiendo en esto con otros enfoques


filosóficos por lo demás divergentes, la absorción y negación que Hegel lleva a cabo de lo individual. También es crítico con la teoría empirista de Locke que, según él, tiende a una educación entendida como adiestramiento.

Evidencia #5 La función social, cultural y docente de la escuela – William H. Kilpatrick La cultura incluye todas las partes o aspectos humanos del ambiente humano, como el lenguaje, las costumbres, instrumentos, conocimiento, ideas, instituciones, etc. Vivir y aprender, una concepción nueva y vieja del proceso de aprender Se menciona en la lectura se menciona a la cultura desde el punto psicológico: desde el aspecto de aprender y el aspecto del programa, el proceso y como aprenderlo. En cualquier caso de experiencia activa ocurre el aprender durante todo el tiempo y en todo momento de la experiencia. Nosotros no aprendemos principalmente con referencia al futuro, es decir, hasta que tenemos la experiencia y lo vivimos podemos adquirir la enseñanza y hacer reflexión de lo realizado. En cualquier situación de la vida debemos aprender a hacer algo para posteriormente realizar, actuar, ejecutar o hablar algo inteligentemente. Todo lo que aprendemos diariamente y a través del tiempo lo vamos acumulando para actuar en futuras ocasiones razonada e inteligentemente para llegar a hacer alguna acción exitosamente, tratándose entonces, de algo más que memorizar. Si nos familiarizamos con determinadas situaciones sabremos qué es lo que debemos hacer a continuación. Tienen lugar los sentimientos, impulsos, concepciones que surgen en conexión con ello y hemos de examinarlos y aceptarlos. De modo que al usarlos como una base, nacerán otros pensamientos, impulsos y concepciones que seguiremos utilizando. Kilpatrick destaca la idea de que la mayor parte del aprender tiene lugar en el momento que ocurre la cosa y no por la repetición. Aprender de la vida ocurre todo el tiempo, lo realizamos automáticamente. Hacemos un esfuerzo en todo lo que hacemos por aprender. Aprendemos algo según consideramos su importancia. Si dejamos de aprender fuera de la experiencia entonces carecería de consistencia y coherencia lógica. Vivir es actuar y actuar es reaccionar. Aprendemos por nuestras reacciones. Cuando escuchamos algo no aprendemos lo que se dice, si no lo que entendemos o tomemos que se quiere decir y también ocurre lo mismo en el hacer.


El proceso de aprender en la vida se puede resumir en aprender en que aprendemos nuestras reacciones y todo de nuestras reacciones. Reaccionamos y luego examinamos esta reacción y después la aceptamos cuando acatamos. Aprendemos según la importancia e intensidad en que captemos y aceptemos algo, si no nos interesa, no aprenderemos intensamente. Al inicio de cada experiencia primero observamos y distinguimos cosas que atañen nuestro interés. En segundo relacionamos lo que observamos con lo que ya conocemos. En tercer lugar aceptamos en algún sentido, lo que hemos relacionado o para actuar sobre ello. Puede ser tanto de forma positiva como negativa, mediante el rechazo. Los niños en la escuela aprenden conforme las condiciones que se presentaron cuando lo aceptan lo incluyen en su carácter de este modo. Todos observamos y distinguimos respecto a nuestros intereses o condiciones y actuamos del modo y grado en que lo aceptamos. El niño todo el tiempo va construyendo su carácter, observa, relaciona, acepta y actúa en algún sentido. Lo nuevo va sustituyendo y rehaciendo a lo viejo, ambos forman un nuevo carácter. Aprendemos lo que vivimos, lo que creemos cuando vivimos. Aprendemos lo que vivimos en el grado en que lo vivimos, en el grado y dentro de las limitaciones que aceptamos para actuar. Y lo que aprendemos se introduce en nuestra estructura orgánica. Si en niño viene en alta cualidad de carácter, se formara en alta cualidad de carácter, si es en caso contrario aceptará de igual forma esta cualidad de vida en carácter. Lo que importa en los niños es la cualidad del vivir, lo que sienten sus corazones. Debemos de tener siempre presente que el niño aprende lo que vive y transforma su aceptación cordial en carácter. Lo que acepta por sí mismo, lo convierte en carácter, y esto es lo que cuenta en la vida. Nuestra preocupación no debes ser que el niño aprenda y memorice todo sobre las materias, sino que aprenda y sepa vivir felizmente con conciencia y fomentar cualidades finas con carácter. Que los niños realmente vivan y sepan vivr.


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